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César aspiraba a una posición monocrática que le diera dominio total sobre el Estado romano. Mantuvo las instituciones republicanas pero sometidas a su servicio a través de cargos como el consulado y la dictadura perpetua. Sus detractores lo acusaron de aspirar a la monarquía para justificar su asesinato, aunque es incierto si ese era realmente su objetivo final.
Descripción original:
Política y poder en Roma: la guerra civil y la monarquía de César
César aspiraba a una posición monocrática que le diera dominio total sobre el Estado romano. Mantuvo las instituciones republicanas pero sometidas a su servicio a través de cargos como el consulado y la dictadura perpetua. Sus detractores lo acusaron de aspirar a la monarquía para justificar su asesinato, aunque es incierto si ese era realmente su objetivo final.
César aspiraba a una posición monocrática que le diera dominio total sobre el Estado romano. Mantuvo las instituciones republicanas pero sometidas a su servicio a través de cargos como el consulado y la dictadura perpetua. Sus detractores lo acusaron de aspirar a la monarquía para justificar su asesinato, aunque es incierto si ese era realmente su objetivo final.
Antes de partir para la Galia los triunviros debían asegurarse el poder
frente al senado, por lo que utilizaron los servicios del tribuno de la plebe, Publio Clodio. La actuaciones de éste provocaron el exilio de determinadas figuras como Cicerón y la reanudación de una práctica política que existía desde comienzos de los 60, a saber, la aparición de bandas armadas que, bajo la máscara de asociaciones de carácter religioso, profesional, etc., ofrecían sus servicios para controlar las reuniones políticas o provocar disturbios en la calle.
Los acuerdos de Lucca. Crisis política
Pompeyo fue el más perjudicado por esta práctica política. Las
alianzas fueron continuas. Una de ellas la hizo Pompeyo con Cicerón, a quien trajo del exilio. En agradecimiento Cicerón consiguió para Pompeyo un poder consular para dirigir el aprovisionamiento de trigo a Roma. Nuevas alianzas y acuerdos tuvieron que realizarse para no romper el triunvirato. Los acuerdos de Lucca del 56 a.C., por los que Pompeyo y Craso debían investir conjuntamente el consulado del año 55 y a su término obtener un imperium proconsular, y César también prorrogar el mando en las Galias, no fueron suficientes para apaciguar el caos que se avecinaba en Roma, sobre todo, por el desmantelamiento de las bases tradicionales de gobierno que los triunviros habían buscado. Así en el 52 a.C., en Roma, no había cónsules ni pretores y las bandas sumían en un caos la ciudad. En esta situación el senado decretó un estado de excepción, dando a Pompeyo plenos poderes (siendo así consul sine collega) para restablecer el orden, consiguiendo Pompeyo el objetivo que había perseguido siempre, el de ser el hombre más poderoso de Roma. Las medidas legislativas que propuso surtieron efecto para frenar el desorden, pero también fueron la causa de la guerra civil que enfrentaría a César con Roma, en quien veían una amenaza para la República.
La llamada “monarquía” de César
Tras cuatro años de guerra civil, se enfrentaba César a la difícil tarea de reordenar el Estado, sobre todo, porque la conquista del poder la había hecho por las armas, lo mismo que Sila. En este sentido, cabe apuntar que va a mantener las instituciones republicanas, pero acomodándolas a su servicio. No se preocupó por buscar una alternativa al régimen senatorial para conseguir una estabilidad política. César aspiraría a tener una posición monocrática ‒lo que conllevaría su posterior asesinato‒, fundamentando su poder en el consulado y la dictadura, alternadas anualmente. En el 44 a.C. fue nombrado dictator perpetuus, último paso hacia la autocracia. Es difícil saber si César aspiraba a la monarquía, algo que sus detractores airearon para justificar su eliminación física. Entre las medidas políticas que llevó a cabo, se debe indicar que la mayoría pretendían acomodar su posición de dominio sobre el Estado, sin pretender hacer reformas. La principal fue la reforma del senado, que quedó como una institución vacía de poder, como un simple instrumento de aclamación; las asambleas fueron usadas por el dictador a su antojo; y las magistraturas se transformaron en un cuerpo de funcionarios.