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MADRID
Los tipos de vino se dividían en dos: los caros o preciosos y los baratos u
ordinarios, los cuales no podían ser vendidos nunca en una misma taberna. Hay
bastante documentación en Madrid acerca de las tabernas que existían y que
tenían licencia para vender el vino. Cada alcalde de la ciudad tenía una relación
muy completa de las tabernas y otros establecimientos que expedían bebidas.Su
número a lo largo del siglo XVII fue de 500, siendo de 400 en 1692.
En el Madrid de los siglos XVI, XVII y XVIII, el vino no sólo era, para muchos,
muy costoso sino que además estaba aguado.Los taberneros de la época eran
auténticos especialistas en disimular la calidad y pureza del vino utilizando
diversas artimañas. Añadir agua, alumbre y especias eran las soluciones
preferidas para disimular el flojo cuerpo de los vinos.
Sin embargo, no todos los taberneros se salían con la suya. Existen testimonios
del 20 de octubre de 1623, cuando un tabernero, famoso por bautizar el vino de
su taberna y por usar medidas fraudulentas, fue atado a un asno con la espalda
descubierta mientras era azotado por un verdugo con una penca de cuero. Por
delante, la gente gritaba al tabernero su crimen y castigo.
Pero vender vino aguado como puro, o añejo como joven no era la única táctica
esgrimida por los empresarios hosteleros de la época. Para todo aquel que se
queje de las actuales aglomeraciones de los bares y discotecas se podría volver
a utilizar las soluciones de las tabernas de nuestros antepasados, donde no era
posible sentarse. No existían ni bancos, sillas ni mesas y estaba
terminantemente prohibido que se ofreciera comida. La finalidad de esto era que
«en dándoles el vino se vayan luego». Y lo decían unos versos de Baltasar de
Alcázar: «Mídenlo, dánmelo, bebo, / págolo y voyme contento».
El templo fue entregado a Madrid por Egipto gracias a las labores desempeñadas
por el comité español para el salvamento de los tesoros arqueológicos de Nubia,
en peligro por la construcción de la Gran Presa de Assuán. Reconstruido e
inaugurado el 18 de julio de 1972, es el símbolo de una civilización faraónica en
cuyas celebraciones festivas el alcohol era un elemento indispensable.Tanto, que
muchas parecen sobrevivir en nuestros días en lo referente a jóvenes
alcohólicos.
Los egipcios, gran aficionados al vino y la cerveza, también hacían consumir esta
última bebida a los más pequeños del hogar.El motivo no era otro que el origen
divino de la cerveza, que para ellos había sido inventada por el dios Osiris,
divinidad relacionada con la fertilidad y la vegetación. En su defensa cabe decir
que sus características no tienen que ver con la actual cerveza, ya que era más
pastosa y con un mayor contenido nutritivo.Es más, constituía, junto al pan, la
base de la alimentación del egipcio.
Beber por beber. Se acusa a los jóvenes de beber por beber.Pero quizá
tengan algo que ver las aficiones desplegadas allá por el siglo I antes de
Cristo por esos romanos que tuvieron a bien fundar Complutum, la
ciudad hoy conocida como Alcalá de Henares.
Peleas. Siguiendo con la Edad Media, señalar que los excesos, tanto de
vecinos como de clérigos, no acababan ahí. De siempre, alcohol más
provocaciones igual a pelea asegurada. Otra cosas es la abundancia de
noticias en las que las confrontaciones eran entre curas. En el interior
de las Iglesias. Con motivo de los bautizos, bodas y demás
celebraciones que tenían lugar en los templos, algunos de los invitados
tenían a bien introducir bebida y comida en ellos.
Los calendarios egipcios que se han conservado nos revelan una gran existencia
de fiestas a lo largo del año. Muchos de estos calendarios se encontraban en los
templos, por lo que es posible que en Debod existiera alguno, aunque no se ha
conservado hasta la actualidad. Las fiestas egipcias congregaban a gran número
de población, algo que podemos ver claramente en las representaciones
iconográficas y en las fuentes clásicas. Una de las fiestas celebradas en todo el
país era la fiesta de Año Nuevo o Wp-renpet. Antes de este día, Egipto estaba
amenazado por las fuerzas del caos que podían poner en peligro el orden del
universo.
Estos cinco días, conocidos como días epagómenos, finalizaban en Año Nuevo,
momento en el que el cosmos era renovado de manera simbólica. En Debod
tenía lugar la celebración de esta fiesta con la procesión de las estatuas divinas
desde sus naos hasta la azotea del templo (hoy techada y convertida en parte
del museo de Debod) para que recibieran los rayos solares y su regeneración.
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