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Callejones de Arbat (fragmento) Antonio Álvarez Gil

Esa misma tarde fui a verlo a su casa. Lo encontré acostado en el sofá, sufriendo no
tanto por el dolor, que le mantenían a raya a base de calmantes, como por el hecho en sí
de tener el brazo inutilizado. Según me dijo, le habían prescrito entre una y dos semanas
de reposo en casa. Y luego un tiempo más con el brazo inmovilizado. Pero él había
venido a Moscú para trabajar en la OCEI, no para jugar al béisbol y quedarse
luego de reposo en casa. No podía perdonárselo, afirmó. Con todo, el problema no
era ese, pues pensaba pedir que le trajeran a casa los documentos con los asuntos
pendientes, para hacer algo desde el sofá. Además, tras la primera semana se
reincorporaría de nuevo a su oficina y podría, más o menos normalmente, seguir
desarrollando allí su actividad. Pero lo peor serían las vacaciones, dijo. Y entonces
me explicó que él y su familia pensaban viajar hasta Berlín en coche, y allí tomar luego
el vuelo para Cuba. Tenían unos amigos trabajando en Praga y querían detenerse
también en esa ciudad. Luego seguirían por toda Bohemia, disfrutando de sus
paisajes hasta Berlín, donde permanecerían unos días antes de seguir en avión
para La Habana. El plan era ambicioso y las distancias grandes, como podía yo
ver. Y él con el brazo enyesado. Cierto que su mujer tenía licencia de conducción;
pero no era lo mismo. Ahora ella tendría que asumir todo el camino la conducción
del vehículo, lo cual le complicaba un poco las cosas. Lo calmé lo mejor que pude y
le dije que Alemania tampoco estaba en el fin del mundo, y que en varias jornadas, si lo
planificaban bien y se detenían en hostales por el camino, podían hacer un viaje bonito
hasta Berlín, aun cuando él fuera todo el tiempo sentado en el asiento del pasajero. Así
verás mejor la campiña alemana, le dije en broma, tratando de alegrarle un poco el
ánimo. No lo logré, por cierto. Aquello parecía haberlo afectado muy en serio. Así son
los dirigentes de alto rango con su trabajo, me dije; se toman demasiado en serio los
pequeños reveses de la vida.

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