Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
OBJETIVOS:
La expansión musulmana entre los siglos VII y XI dio como resultado una brillante civilización,
de características absolutamente nuevas, que no puede explicarse sólo por razones
estrictamente religiosas o étnicas. En un espacio de tiempo relativamente corto, el
extraordinario desarrollo de una religión, el islam, y, estrechamente vinculada a ella, la
consolidación de nuevas formas de vida, de mentalidad y de gobierno, dieron lugar a nuevas
referencias culturales y a un vasto imperio que, en el siglo vm, abarcaba desde el Atlántico
hasta Asia central.
a. La Arabia preislámica:
A principios del siglo vil el centro y el norte de la península arábiga estaban habitados por
los beduinos, tribu de origen semita de in fluencia persa y bizantina, dedicada a la
ganadería trashumante y al comercio de caravanas y cuya lengua era el árabe.
Por otro lado, las regiones meridionales se encontraban salpicadas
de ciudades y puertos de tradición monárquica, agrícola y comercial.
Estas ciudades, entre las que destacaron focos politeístas de
peregrinación como La Meca o Yatrib, constituían los centros de in-
tercambio de las rutas caravaneras e integraban abiertamente a colo-
nias judías y cristianas.
A mediados del siglo VI ante el declive político y económico de la Arabiameridional,
sometida a la presión de Persia y Bizancio, los beduinos se convirtieron en los principales
intermediarios con los imperios persa y bizantino. Por otro lado, las regiones judía y
cristiana, en convivencia con el politeísmo árabe, sentaron las bases del monoteísmo
islámico, que, conjugado con las creencias y costumbres beduinas y adaptándose a la
sociedad del momento, haría del islam la arteria vital del futuro Estado musulmán.
b. Mahoma y su doctrina:
Hacia el 613 empezó a predicar en La Meca y no fue hasta el califato de
Abu Bakr (570-634), su sucesor, y el de Utman (m. 656), cuando se
estableció el texto definitivo de las «revelaciones», el Corán (véase Para
saber más), en el cual Mahoma insiste en la bondad y poder de Dios, único
y eterno, creador y juez supremo del hombre, asistido por sus ministros, los
ángeles y los profetas (Abraham, Moisés, Jesús y Mahoma., considerado el último de
ellos).
No obstante, la comunidad musulmana (umma) no constituyó todavía, en tiempos de
Mahoma, un verdadero Estado musulmán.
B. LA EXPANSIÓN MUSULMANA
En el año 622, ante la oposición y persecución de los quarysíes de La Meca, Mahoma emigró
a Yatrib (Medina) y fundó una nueva comunidad que constituyó la sede del joven Estado
musulmán. Los sucesores de Mahoma, llamados califas, emprendieron la expansión del
Imperio musulmán.
a. Los califatos
A la muerte de Mahoma, los beduinos se vieron libres del vínculo moral y político que les
unía al profeta y no aceptaron a Abu Bakr (632) como sucesor. Sin embargo, éste
consiguió reducir a los rebeldes y más tarde extendió los dominios árabes a
Mesopotamia, Palestina y Egipto.
La organización del imperio tomó el modelo de los dimmies, categoría instaurada por
Mahoma bajo la que se agrupaban los no musulmanes. Los dimmies, mayo-ritariamente
judíos y cristianos, estaban obligados al pago de una tasa de protección, a cambio de la
cual obtenían el reconocimiento de su personalidad y religión, el derecho a vivir en tierra
del islam, así como libertades públicas y derechos privados.
A la cabeza de cada provincia fue nombrado un wali o gobernador militar, político y
religioso, ayudado por los funcionarios de la antigua administración bizantina o persa.
Los califas de la primera dinastía, los omeyas, crearon nuevas ciudades
pobladas por árabes y distribuyeron la tierra entre musulmanes
miembros de la familia omeya, lo que dio lugar a una aris-
tocracia terrateniente, exenta del impuesto sobre la tierra. En el
polo opuesto estaban los campesinos, que no sufrieron cambios
considerables.
Durante la dinastía omeya el islam se expandió a las riberas del Indo, norte
de África y a la Hispania visigoda. El éxito de esta expansión se explica tanto por el en-
tusiasmo religioso como por las necesidades económicas de los musulmanes. Por otra
parte, la tolerancia administrativa mostrada por los conquistadores, atrajo la simpatía de
los pueblos vencidos.
Tras la dinastía omeya los abasíes trasladaron la capital de Damasco a Bagdad y
delegaron la administración civil y judicial (basada en el Corán) a las figuras del visir y de
los cadíes, respectivamente. Por otra parte, se desarrolló en las ciudades una activa vida
comercial e intelectual, en el ámbito religioso, filosófico y político, aparecieron algunas
ideas secesionistas que, en los siglos X y XI, acabaron por desmembrar el imperio.
Durante la segunda mitad del siglo IX surgieron diversos movimientos de oposición al
régimen abasí, como la revuelta de los «zany» (esclavos negros de origen africano) que
trabajaban en las minas en condiciones infrahumanas. Esta y otras revueltas pusieron de
manifiesto el descontento de diferentes sectores de la población, así como la debilidad del
califato, que acabó dividiéndose en diversos emiratos (abasí, Bagdad; fátimí, Egipto; y
omeya, península Ibérica) ante la impotencia de un ejército mercenario más pendiente del
beneficio propio que del servicio abasí. En todos ellos el califa sólo ostentó el cargo de
jefe religioso y hubo de dejar los asuntos de gobierno al visir. Con el tiempo, los
regionalismos políticos se concretaron en estados y en la primera mitad del siglo XI el
mundo musulmán entró en un proceso de decadencia irreversible.
AUTOEVALUACIÓN Nº 07
RESPONDE BREVEMENTE