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LA CIVILIZACION ARABE
1) Los árabes:
A partir del siglo VII, se fue estructurando en Arabia un imperio fundamentado en la fe,
que fue expandiéndose hacia el este y el oeste, llegando a penetrar en Europa. Los
protagonistas de este episodio histórico fueron los árabes musulmanes, es decir, fieles
creyentes seguidores del Islam, sometidos a la voluntad divina. Cimentados en su
religión, los árabes fueron dando vida a una cultura que valorizo el patrimonio cultural
de todos los pueblos con los cuales se contacto, llegando a transformarse en importantes
difusores entre oriente y occidente.
Una población de árabes nómades, beduinos, se desplazaba con sus familiares y ganado
en busca de pastos, por las tierras de la vasta meseta situada entre el mar Rojo y el golfo
Pérsico. En su travesía se encontraban la ruta del incienso, que, partiendo de Yemen,
desembocaba en el Mediterráneo pasando por Medina y La Meca, ciudades comerciales
donde confluían productos de tierras cercanas y lejanas: dátiles de Bagdad, incienso de
Yemen, piedras preciosas de la India, sedas de la China y otros productos, tales como
armas, trigo y aceite.
La Meca, junto con ser centro comercial, era y sigue siendo lugar tradicional de
peregrinación. Los árabes acudían allí al santuario de Kaaba, que significa casa
cuadrada, construida por Abraham y, posteriormente, conquistada por un antecesor de
Mahoma en el año 450. En este santuario se encuentran más de mil ídolos entre otros,
una piedra sagrada salvada del diluvio. Según la tradición, esta piedra se la entrego el
arcángel Gabriel a Ismael, hijo de Abraham, de quien descienden los semitas árabes. La
piedra era blanca y ha sido ennegrecida por los pecados de los hombres.
La idolatría fue superada por Mahoma (570-632), hombre abierto a Alá (Dios), del que
es su profeta. Conductor de caravanas y mercader, conoció de cerca el judaísmo y el
cristianismo. A los 40 años comienza a predicar con la misión de completar y concluir
la Revelación.
Los sucesores de Mahoma fueron los llamados califas, y el primero de ellos fue Abu
Bakr (573-634), quien continuó de inmediato con la expansión, dirigiendo la ligera
caballería árabe hacia Persia y el imperio romano de Oriente. Siria y Jerusalén cayeron
en sus manos (638) y la Nueva Cruz, reliquia del cristianismo, fue sustraída en esta
ocasión y nunca más apareció.
De la misma forma que los cristianos, los musulmanes lucharon entre ellos sin descanso
por el poder y por cuestiones doctrinales. Al morir Alí, yerno de Mahoma, en el curso
de una disputa (661), el mundo islámico se dividió en sunnies, de una palabra árabe que
significa "la vía ortodoxa", y en chiíes, que significaba "secta". Los primeros, es decir,
los sunnies, obedecen al Corán y a la sunna o manera de comportarse del profeta, quien
será el Mesías del juicio final, mientras que los chiíes rechazaban la sunna y esperaban
la llegada de un nuevo guía o imán.
De la Meca a Damasco
Los sucesos de Alí dieron inicio a la dinastía Omeya (661). Ellos trasladaron la capital a
Damasco (Siria), fuera de Arabia buscando aproximarse a los más importantes focos de
civilización. La política expansionista los llevó por el este al río Indo, llegando hasta la
frontera occidental del Tíbet. También penetraron en dirección oeste, recorriendo el
norte de África hasta alcanzar el Atlántico. Túnez llegó a ser la ciudad más importante
en este continente.
En el año 711 los árabes penetraron en España, recorriendo el camino inverso que había
hecho los vándalos casi trescientos años atrás.
A mediados del siglo VIII estallaron numerosas rebeliones al interior del imperio árabe.
Los no árabes demandaban igualdad en el trato y los árabes reclamaban por los tributos
recién impuestos (las constantes conversiones habían hecho descender drásticamente las
recaudaciones fiscales). En este contexto, fue aniquilada la familia Omeya por un
descendiente de un tío de Mahoma, de nombre Abbas, iniciándose así la dinastía abasí,
de la que uno de sus miembros, el califa, Al- Mansur (710- 755), fue el que inicio la
construcción de una nueva capital a orillas del río Tigris, la ciudad de Bagdad.
Sin embargo, los árabes no fueron simplemente receptores de las culturas precedentes,
si no que también creadores de una cultura que por su influjo y extensión permite hablar
de una civilización.
Las matemáticas, Al- Khwarizmi nos legó una nueva rama, el álgebra, y de su nombre
se derivo el vocablo algoritmo, que significa "método de cálculo". En Astronomía, el
invento del astrolabio. Al- Battani obtuvo el valor más exacto logrado hasta entonces,
de la duración del año y de la inclinación del eje terrestre, y perfeccionó la
trigonometría esférica. En Química, Jabir, conocido en Europa como "Geber", describió
sus experimentos químicos de manera clara y cuidadosa, logró preparar el ácido acético
y el ácido nítrico, trabajó en tintes y barnices, y buscó métodos para mejorar la
refinación de los metales.
En el campo literario, los mas difundido son los cuentos condensados en Las mil y una
noches, una obra maravillosa y anónima que alimenta hasta hoy la fantasía infantil, y
que ha sido recreada bajo nuevos lenguajes, como de los cómics y el cine de Disney.
Los árabes, originarios de tierras con suelos magros y de poco agua, adoptaron de los
mesopotámicos y egipcios técnicas de irrigación, como canales, norias, acequias y
fuentes, lo que les permitió obtener altos rendimientos en cultivos diversos: arroz,
azafrán, algodón; y en frutales: higos, melones, naranjas, limones y granadas. Más
tarde incorporaron estos cultivos en los suelos de España y en Sicilia, donde se
asentaron intermitentemente entre los siglos IX y XIII, así como también una fuente de
energía muy útil y barata, el molino de viento, conocido desde hacia siglos en Persia.
A través del comercio vincularon el oriente asiático con Europa y África occidental. De
las boscosas tierras europeas, salieron hacia Arabia las maderas indispensables para la
construcción de viviendas y barcos, estos últimos tan importantes para agilizar el
comercio. Viajó también rumbo al este, pieles preciosas, miel, cera y armas.