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LA CASA DEL TECOLOTE

PUNTOS DE ENCUENTRO
En este número del Ichan presentamos una aproximación al basto trabajo que
investigadores del CIESAS realizan sobre diversos códices mesoamericanos y coloniales. Luz
María Mohar, Keiko Yoneda, Cecilia Rossell, Manuel Hermann, y Rodrigo de la Torre, se
acercan a las fuentes primarias de la historia de México y nos dejan conocer las culturas
indígenas de México, antes y poco después de la llegada de los europeos a América.
Los investigadores del CIESAS que trabajan con códices, lo hacen desde diversas
perspectivas y ellos mismos, en las colaboraciones para este Ichan, nos narran cómo se
acercan a este tipo de documentos históricos y cuáles son los retos personales y académicos
a los que se han enfrentado a lo largo de su carrera profesional.
Códices mexicanos

Detalles Códice de Mendoza

Detalles Códice de Mendoza

Detalles Códice de Mendoza

Detalles Códice de Mendoza


Cecilia Rossell
CIESAS Ciudad de México

Los libros o códices mesoamericanos y coloniales son fuentes primarias de la historia de


México que nos permiten conocer las culturas indígenas de antes y después de la llegada de
los europeos a América. Hasta ahora todavía se reconocen como los únicos libros que fueron
anotados con un sistema de escritura indígena en todo el nuevo continente, el cual se
desarrolló con independencia del resto del mundo y de otras escrituras que mantuvieron
contacto entre sí.
Debido a la singularidad de su factura -para lo cual se inventó un material de soporte,
que es el papel amate-, tipo de registro y clases de contenido, los códices prehispánicos y
virreinales que se conservan en México, Europa y Estados Unidos, han ido ingresando al
programa de la UNESCO sobre la “Memoria del Mundo-México”. Cada país propone ciertos
textos representativos de su historia para formar parte del patrimonio documental de su
nación, con recomendaciones para su preservación y acceso -sobre todo de forma digital-,
para promover y difundir el conocimiento de las comunidades del mundo.
Los códices precolombinos son documentos que datan de unos 500 años antes del arribo
de los españoles -aunque seguramente existieron algunos previos-, y cuya confección
continuó durante el periodo colonial hasta finales del siglo XVIII con formato de biombos,
hojas y lienzos principalmente. Se elaboraron sobre pieles curtidas, papel nativo y papel
europeo, así como telas de algodón.
Los grupos que hablaban náhuatl llamaron a estos libros “amoxtli”; los españoles
“códices”, por su semejanza con los manuscritos ilustrados europeos, ya que ambos se
componen de imágenes, aunque los segundos se acompañan de textos anotados en letras
del alfabeto latino.
En estos manuscritos se empleaba un sistema de escritura pictográfica que tenía
antecedentes en unos 2000 años antes de la aparición de los libros conocidos, y que estaba
basado en la utilización de figuras codificadas y convencionales para representar tanto
conceptos de sus culturas como sonidos y palabras de sus lenguas.
Con ello guardaban la memoria del pasado, con historias de los gobernantes y sus
genealogías, con la conformación de los señoríos, del derecho a la tierra y a los recursos,
además de la imposición de tributos y del intercambio de productos. También quedaron
plasmadas las ideas sobre el mundo y la realidad, del orden social y natural, de una
cosmogonía y religión que se manifestó en creencias y rituales, deidades y maneras de
adivinación o predicción del futuro, apoyado en la observación astronómica y su organización
en calendarios.
Pero con la llegada de los españoles y las nuevas necesidades de comunicación, los
pintores escribas se adaptaron a la realización de códices mixtos, cuyos contenidos fueron
anotados con la combinación de pictogramas tradicionales e imágenes europeas de
numerosos objetos, plantas y animales introducidos a la Nueva España, que van
acompañados de glosas y textos con letras del alfabeto, tanto en español como en las lenguas
locales.
Ello respondía a la necesidad de que las nuevas autoridades pudieran comprender el
mensaje de los escritos, pero debido al proceso de aculturación, los intérpretes nativos
aprendieron el castellano y el latín, así como la anotación en letras latinas. Por lo que con el
avance del virreinato se fueron dejando de utilizar las figuras indígenas y los textos ya
solamente fueron alfabéticos.
Elaborados por los grupos indígenas en el periodo colonial, los códices se elaboraron
sobre papel nativo o europeo, en lienzos de algodón y pieles de animales, que se emplearon
desde una sola hoja a cuadernillos y libros de estilo europeo, en largas tiras o rollos, y grandes
piezas unidas de tela o papel.
En estos manuscritos aparece una gran variedad de temas en los textos históricos de las
migraciones y asentamientos, las genealogías nativas y los linderos de sus señoríos, el relato
de la llegada de los españoles y la reorganización social y política de las poblaciones indígenas
y sus relaciones con las autoridades e instituciones hispanas, lo que ocasionó numerosas
quejas y litigios que dieron origen de una abundante documentación.
Al igual que matrículas y registros económicos con el pago de impuestos y tributos a las
nuevas autoridades y a las nativas, de los recursos de la producción local junto con los nuevos
introducidos, así como el transporte, los mercados, los precios y la economía monetaria.
Además de anotaciones astronómicas y rituales en calendarios, y su relación con el
entorno natural y geográfico con la cartografía de planos y mapas. De sus formas de vida y
tradiciones, desde la antigua religión a la educación y evangelización con los catecismos
cristianos, y otras obras.

Escritura pictográfica en códices: cómo trabajarla


Los códices prehispánicos y poshispánicos comparten el empleo de un sistema de
escritura pictográfico que está basado en la utilización de diseños estilizados del mundo
natural y cultural para representar palabras de sus lenguas, por lo que también se clasifica
como logográfico. A estas figuras se les describió como “letras y caracteres” por los cronistas
españoles, y varios siglos más tarde las llamaron “jeroglifos” o solamente “glifos” debido al
parecido que presentaban -al tratarse de imágenes y de las funciones que tenían-, con los
símbolos y signos egipcios, en cuanto al uso de un repertorio de formas codificadas que
además de contar con un significado, se emplean también para representar expresiones de
la lengua.
Para conocer este sistema de comunicación y escritura, se recurre al método propuesto
por el Dr. Joaquín Galarza, en el que cada figura o glifo es estudiado separándolo del contexto
en que aparece en el códice para analizarlo mediante diferentes criterios, que se han seguido
aplicando y desarrollando, los que se pueden comprender en dos disciplinas principalmente,
como es la iconografía para estudiar las imágenes plásticas y su estilo.
Las que conforman un repertorio de cientos de formas, cuyo conocimiento se trabaja por
medio de fichas de análisis que se organizan en catálogos y diccionarios, para buscar las
semejanzas y recurrencias de los glifos, así como los patrones que componen los principios
de su funcionamiento; para poder saber el cómo se integran las posibles lecturas, lo que
permite conocer mejor el contenido de los códices.
También contamos con la especialidad de la epigrafía para analizar las figuras en la
medida de que representen sonidos y palabras de una lengua indígena como es el náhuatl.
Ambos aspectos comprenden un solo código, y únicamente se separan para su investigación.
Además de que estos son campos interdisciplinarios en los que se conjuga información que
proporcionan la historia y etnohistoria, arqueología e historia del arte, etnografía y
lingüística.
Aquí se presentan algunos aspectos de estas dos disciplinas, para ejemplificar una de las
formas en que se estudian los pictogramas de los códices, aunque existen otros aspectos que
también se suelen investigar, como son la historia del documento, la reconstrucción de su
contenido o de algún tópico en particular, y muchas otras miradas más.
Iconografía
El inventario de cientos de figuras de origen nativo se divide en varios tipos o clases que
representan seres y objetos del ámbito natural y cultural, así como de su religión y
cosmovisión. Por ejemplo, plantas (maíz y chile), y animales (guajolotes y coyotes), seres
humanos, construcciones y herramientas (templos y cuchillos de obsidiana), entes
mitológicos y deidades (serpiente emplumada).
Para el periodo colonial se incorporaron imágenes europeas, y el repertorio de formas se
amplió de acuerdo con las nuevas necesidades (como personajes castellanos, plantas (trigo
y olivas) y animales europeos (borregos y caballos), iglesias, objetos de hierro, etc.).
Y al ser un sistema pictográfico, las imágenes se examinan bajo criterios plásticos para
poder describirlas e identificarlas, y para pasar a asociarlas con términos de la lengua (por
ejemplo, el dibujo de tres círculos concéntricos en blanco, rojo y el centro verde, se reconoce
que este dibujo tiene la forma de una joya con una piedra de jade, a la que se llama
“chalchiuitl” o jade en náhuatl).
Para ello es necesario conocer la cultura visual que les dio origen, desde sus antecedentes
prehispánicos con los grabados y las esculturas en piedra, a las pinturas murales y la
cerámica, junto con los libros o códices para llegar a reconocer las convenciones plásticas de
cada estilo.
Ya que éstas se van conformando por desarrollos internos e influencias externas que van
definiendo los estilos culturales, y que se refieren a las diferentes maneras de expresarse
sobre soportes suaves y flexibles como el papel, las pieles y los lienzos, aplicando una capa
blanca que prepara la superficie para trazar los diseños mediante pinturas de origen natural.
Para trazar las imágenes mediante pautas o reglas que estaban marcadas por una
convención o acuerdo social, de cómo deben ser dibujadas las formas, que se definen por
medio de líneas negras que contienen una gama de colores limitada. Ya que si llega a cambiar
la forma o su color también se modifica su interpretación y lectura. (por ejemplo, las figuras
de los cerros o “tepetl” son verdes, y su sentido es ser una montaña o un cierto lugar, pero
si la parte superior se alarga, entonces sería un cerro alargado o “tepetl hueyacan” o si es de
color negro será un cerro negro o “tliltepec”).
Algunas otras características significativas son la proporción y dimensiones, las
proyecciones en el espacio que pueden ser de frente, perfil, oblicua y desde arriba; la
composición de las figuras, de los compuestos y las escenas, así como otros aspectos más.
(por ejemplo: una cabeza de jaguar sobre un cerro -se dibuja de perfil-, pero resulta muy
grande en relación con el monte, -que está visto de frente-; también se encuentra un juego
de pelota visto a vuelo de pájaro).
Epigrafía
En el repertorio de los códices las imágenes representaban palabras completas (por
ejemplo, agua o “atl”) de la lengua náhuatl o bien, la parte significativa de ellas, llamada
raíces o morfemas (como “a-“) , que se aplicaban sobre todo cuando se combinaban dos,
tres o más para formar frases (por ejemplo, en el agua caliente o “Atotonilco”).
En cuanto a la representación de estos términos o palabras, vemos que en su mayoría se
refieren a los nombres de las figuras o sustantivos (por ejemplo, tierra o “tlalli”, cerro o
“tepetl”), existen algunas cualidades o adjetivos (en algo duro como piedra o “tetic”, verde
o “xoxouhqui”), y ciertas acciones o verbos (como hablar o “tlatoa”, humear, echar humo o
“popoca”).
En la escritura de tradición nahua, las imágenes indígenas proporcionan su nombre y
otros términos asociados a éste, que van de algo tan concreto como por ejemplo una hoja o
el pasto, que se dice “xihuitl” en náhuatl, y al concepto abstracto del periodo del año que
también es “xihuitl”. Se trata de homófonos que suenan igual, y aunque difieren en su
significado, los pintores escribas nahuas aprovecharon esta similitud para expresar varios
sentidos por medio de una sola imagen, como sería en este caso, la figura de una hoja vegetal
para manifestar ambas lecturas, la de “hoja” y la del “año”.
Y para poder formar frases, se unen dos o más figuras y vocablos formando un
compuesto de glifos, como sucede en una fecha (como en el Año Uno Caña o “Ce Acatl
Xihuitl”, el nombre de un lugar como el Cerro del Año o “Xiuhtepec”), un cargo o un nombre
personal como el del Señor del Año o “Xiuhtecuhtli”).
Este tipo de complejos han sido más reconocidos como parte de una escritura, en
contraste con las imágenes que se acomodan para construir escenas, que pueden ser de
guerra, ceremonias o algún paisaje, y se presume que éstas también están formadas por
glifos (como por ejemplo, un personaje que porta una diadema, lleva en la mano un arco y
su arpón, así como viste un manto de piel, y cuya lectura puede ser la de un señor chichimeca
o “tecuhtli chichimeca”, ya que es una figura masculina, la diadema una insignia de su cargo,
y las armas y la piel simbolizan a un grupo nómada de cazadores y guerreros del norte).
Entonces así se proporcionan las expresiones y raíces que permiten obtener el sentido
del mensaje, aunque al parecer no hay partículas que indiquen los pronombres (yo, tu,
nosotros) a menos que se manifiesten por medio de las figuras humanas; el género
(masculino o femenino), que puede ser con la vestimenta, peinado y posturas de cada uno);
el número (uno, dos o muchos), por medio de una sola figura o su repetición; el posesivo
(mío, tuyo) quizá con una línea que comunica a la persona con otra, o con algún objeto; y el
tiempo (presente o pasado), tal vez fuera mediante las fechas glíficas.
Ya que estas partículas son sonidos que no pueden ser dibujados por medio de una
imagen, como sí sucede con los vocablos, por lo que es probable que el intérprete o lector
del códice incluyera las partículas al realizar su lectura, compensando así lo que no aparece
en el códice explícitamente.
Otro aspecto a considerar es la semejanza que existe entre las palabras y raíces de los
términos nahuas, que, si bien presentan vocales cortas y vocales largas, que en la lengua
hablada sí se marcan para poder diferenciar las palabras (por ejemplo, luna, mes o “meetztli”,
y pierna, muslo o “metztli”), y que al parecer los pintores escribanos aprovecharon para dar
distintos significados con una misma imagen (por ejemplo, con la figura de unas gotas de
agua o lluvia “quiyahuaatl”, que se usa también para indicar la entrada a una casa o un lugar
“quiyaahuatl”)
Así se empleaban juegos y combinaciones de imágenes y de palabras para expresar
distintos y nuevos significados, como las metáforas en las que se cambia el sentido de un
vocablo por otro figurado, de acuerdo a una comparación (como, por ejemplo, la forma del
árbol del ciprés o “aahueehueetl” para simbolizar al gobernante). Además de los llamados
difrasismos, que es la conjunción de dos palabras o frases cuyo significado es distinto al de
cada una de ellas (como la imagen de un escudo sobre unas flechas, “in chimalli in mitl”, para
representar la guerra o “yaoyotl”).
Existen otros recursos gráficos y fonéticos más, como el uso de imágenes denominadas
“determinativos” para poder aclarar la lectura de una figura, y así hacer menos ambigua su
lectura, pero aquí solo se presentan algunos ejemplos para mostrar el trabajo que se realiza
con los códices en cuanto a su sistema de escritura.
Y recordando que el sistema de escritura es pictográfico y logográfico, que se basa en las
imágenes que representan palabras o parte de ellas, el planteamiento comprende tanto a la
iconografía como a la epigrafía. Y en cuanto al proyecto que se desarrolla actualmente, se
recurre a las figuras de la primera parte del Códice Mendocino, que es del siglo XVI y de
tradición nahua del centro de México, para analizarlas como parte del lenguaje visual y
fonético que transmite significados y sonidos del náhuatl.
Se estudian las formas, pero principalmente los colores que les corresponden y cuando
funcionan como glifos a los que conciernen ciertos vocablos, no solo como un componente
de éstas, sino como un código visual y fonético particular que transmite significados
culturales y sonidos del náhuatl.
Se incluye asimismo el análisis de los materiales colorantes, técnicas de adquisición, de
preparación y aplicación. Ya que la información sobre los pigmentos y sus nombres aparecen
asociados a la denominación de los colores y a los variados sentidos que aportan a las
imágenes. Así, este planteamiento nos acerca a los conocimientos que los pintores
escribanos tenían sobre sus recursos materiales y simbólicos que forman parte de una
manera indígena de entender la realidad.
Una aventura por los códices del México antiguo

Detalles Códice de Mendoza


Detalles Códice de Mendoza

Detalles Códice de Mendoza

Detalles Códice de Mendoza

Luz María Mohar Betancourt


CIESAS Ciudad de México
Desde la fundación del CISINAH, hoy CIESAS, una inquietud estuvo siempre presente
entre quienes fundaron la institución. Esto fue el estudio, análisis y publicación de lo que se
conoce como fuentes primarias. Quienes como becarios ingresamos al “Seminario Estructura
Social Indígena en el siglo XVI” en los años de 1973-74, con la intención de realizar nuestra
tesis de licenciatura, bajo la dirección del Dr. Pedro Carrasco y de la Dra. Johanna Broda,
fuimos aprendiendo y, en algunos casos, acercándonos a lo que se mencionaba como
fuentes primarias o “las fuentes”. En este grupo, participamos un conjunto entusiasta que
compartíamos nuestro interés por la etnohistoria para el estudio del México Antiguo. Al
mismo tiempo, esperábamos formarnos como investigadores y cada uno había elegido un
tema específico del cual eran discutidos nuestros avances y tropiezos con Carrasco y Broda.
En este Seminario muchos de nosotros entendimos la importancia de la
documentación colonial y del estudio de las fuentes escritas y pictográficas para la
comprensión de la historia de México. Así, nos adentramos en los textos de los llamados
cronista y conquistadores, como Hernán Cortés, Fray Diego Durán y el multicitado Fray
Bernardino de Sahagún, entre otros. Nos dirigimos algunos a la investigación de los textos de
los cronistas, otros, al trabajo intenso de archivo y otros más, a la documentación pictográfica
conocida como códices.
Como miembro de aquel Seminario bajo la dirección de la Dra. Johanna Broda, me
dediqué al estudio comparativo y detallado de dos de las fuentes más importantes para el
estudio de la tributación prehispánica en el siglo XVI, la segunda sección del Códice Mendoza
o Mendocino y la Matrícula de Tributos o Códice Moctezuma. He de decir que, del primero,
trabajé inicialmente con una fotocopia de las láminas que me prestó el Maestro Luis Reyes.
Los objetivos de la investigación en ese momento fueron mostrar, por un lado, la
expansión mexica en el siglo XVI, y el aprovisionamiento de una gran variedad de bienes
como resultado de la conquista por guerra de gran parte del territorio mesoamericano. Por
el otro, la comparación detallada de ambas fuentes confrontando su contenido. Para lograr
el objetivo, bajo la asesoría de Broda, surgió la idea del análisis de las fuentes citadas, a
manera de catálogo tal como lo había propuesto Karl Anton Novotny en su libro “Tlacuilolli”.
El resultado de este trabajo se publicó en 1987 en la serie Cuadernos de la Casa Chata 154
bajo el titulo El tributo mexica en el siglo XVI: Análisis de dos fuentes pictográficas.
Posteriormente, estas dos fuentes pictográficas fueron trabajadas bajo un enfoque
distinto, aunque complementario, o sea la búsqueda del sistema de escritura existente en
ellos. En este segundo trabajo, centrado en las propuestas del Dr. Joaquín Galarza, quien
propone el análisis detallado de la imagen, se logró elaborar una serie de hipótesis en
relación a la constante en la distribución en el espacio de cada lámina, de los elementos o
glifos de la escritura mesoamericana. Se elaboraron catálogos que proponen una nueva
lectura de las cantidades de trojes de maíz, frijol, chía y huautli en donde la atención se
centró en los granos dibujados en cada troje y no en las trojes mismas. También se
plantearon nuevas hipótesis sobre la frecuencia de pago del tributo, sobre las medidas de lo
tributado, sobre las cantidades y se realizaron catálogos detallados de los textiles tributados,
así como de los diferentes trajes usados por los guerreros mexicas y sus escudos. Los
resultados se publicaron en el libro “La escritura en el México Antiguo” texto premiado en el
Concurso del Quinto Centenario en el año 1990.
Posteriormente, bajo estas mismas propuestas académicas, el interés se ha centrado
en la publicación digital de los acervos de códices mexicanos en el extranjero. Se consideró
el poner a disposición de todos aquellos interesados en el estudio y el conocimiento de este
riquísimo acervo que permanece fuera del país y que generalmente es inaccesible a no
especialistas, el poder conocer las imágenes originales, el lograr acercamientos y contar con
un estudio de cada una de las láminas multicolores.
Así, dos proyectos bajo mi dirección, con financiamiento de Conacyt; Amoxcalli y
Tetlacuilolli se centraron en el análisis y estudio de cada una de las imágenes de cada lámina
pictográfica y de sus elementos, como glifos y compuestos glíficos, de proponer su lectura
en náhuatl, de paleografíar y traducir cada una de las glosas incluidas en las láminas. Especial
atención se dio a la descripción de su contenido y a la bibliografía existente de cada uno de
los códices. También, se incluyó el sonido de cada lectura en náhuatl por un hablante nativo,
así como lo que llamamos las imágenes de la realidad, de la cual el tlacuilo tomó ciertos
elementos para su escritura gráfica. Finalmente, todo el material se vació en lo que llamamos
el “Diccionario general”, en el cual gracias a la informática se puede consultar por glifo en
náhuatl o español o por lámina de cada códice. Son cuarenta códices coloniales en Amoxcalli
y un prehispánico, el Códice Paris y más de dieciséis en Tetlacuilolli. Los resultados quedaron
accesibles a cualquier usuario en la página web amoxcalli.org.mx y tetlacuilolli.org.mx
Actualmente en CIESAS, el trabajo continúa con el acervo de códices nahuas de la
Biblioteca Nacional de Viena. Sobra decir, que en estos proyectos se han realizado tesis en
los diferentes niveles como Licenciatura, Maestría y Doctorado con estudiantes de diversas
Instituciones tanto nacionales como del extranjero y se han publicado múltiples artículos y
varios libros.
¿Qué he visto en los Códices?

Palacio de Moctezuma, Códice de Mendoza

Rodrigo de la Torre Yarza


CIESAS Pacífico Sur

Analizar los códices ha sido para mis investigaciones un recurso que complementa mi
visión interdisciplinaria sobre diversos temas. No obstante haber indagado sobre algunas
cuestiones en varios de estos documentos, de ninguna manera me considero un experto
conocedor de ellos y sobre todo de ninguno en particular. Sin embargo, desde niño tuve la
oportunidad de conocer y observar algunos que me generaron un interés en lo desconocido,
preguntándome qué decían. Fue durante la carrera de Antropología que los cursos de
etnohistoria me acercaron más a ellos. Dado que mi licenciatura fue orientada a la lingüística,
el interés en las lenguas amerindias, sus formas de escritura y representación de ideas
provocó mi atención puesto que pude relacionar la lingüística con los sistemas de escritura
prehispánica.
Despertada mi curiosidad para entender tales formas de comunicación, encontré útil
estudiar una maestría en artes, con especialidad en diseño y comunicación visual en la
Academia de San Carlos de la UNAM, para cuya tesis me enfoqué en una sola página del
Códice Mendocino: “El Palacio de Moctezuma”. Comparando esa imagen con muchas otras
de diversos códices, como el Osuna, Florentino y el Durán entre otros, en los cuales se
representa un mismo tipo de edificio, observé, analicé y teoricé sobre varias ideas que
quedaron pasmadas en un artículo titulado precisamente “El Palacio de Moctezuma”. En la
búsqueda de detectar los códigos iconográficos, pictográficos o de sistemas de escritura,
observé que dicha representación era más que un sólo edificio, y que se trataba de un
ejemplo notable del mestizaje que vinculaba los sistemas de comunicación europeos y
mesoamericanos, y una clave para relacionar arte y antropología. Debo subrayar el gran
aporte que encontré en el Capítulo once del Códice Florentino donde justamente se aborda,
se representa, se describe y se ofrece una interpretación de los diversos tipos de casas y
construcciones del México prehispánico. Del análisis de esa página se desprendió una
propuesta metodológica para cruzar información en el esfuerzo de identificar,
materialmente, es decir, arqueológica y arquitectónicamente, así como lingüísticamente e
iconográficamente, ese tipo de edificios. La identificación de patrones y las prácticas de
representación nos señala que no se trata de productos casuales, sino de estructuras
metódicamente diseñadas.
Junto con el estudio de las artes plásticas, la antropología, la lingüística y otras
disciplinas, el estudio de la arquitectura ha sido otra de mis pasiones y, enfrentado al “Palacio
de Moctezuma” me sentí en la necesidad de estudiar otra maestría, ahora en arquitectura,
con el fin de profundizar y confrontar los conocimientos con los de otra especialidad de la
propia antropología: la arqueología. La pregunta siguiente era: ¿cómo reconocer, relacionar,
identificar, los edificios, pirámides y demás construcciones representados en los códices con
aquellos que deja ver la arqueología? A pesar de no ser arqueólogo, considero que es posible
entender el dato de los restos materiales valiéndome de otros que aportan las diferentes
especialidades antropológicas y otras que no lo son, como las matemáticas, la geometría y
trigonometría. Esta conjunción de vías de comparación, que sin duda enriquecen nuestro
conocimiento, son parte sustancial de toda cultura, aunque las apartemos como “ciencias
exactas”. Lingüísticamente es preciso destacar los aportes que los vocabularios de lenguas
indígenas nos ofrecen, en donde, entre muchos otros temas encontramos los términos que
refieren a aquellos edificios que la arqueología no puede deducir por sus propios medios. En
cualquiera de los vocabularios o artes de las lenguas indígenas mesoamericanas podemos
encontrar tales “Rosetas” para conocer sus significados y funciones.
En este camino, las interminables preguntas surgen de la observación las obras
monumentales que son la expresión sociocultural que llamamos arquitectura y urbanismo, y
entendiendo por otra parte el término observar como el ejercicio de medir y comparar,
entonces el primer método necesario para empezar a comprender el sentido de esas obras,
fue registrar y entender sus medidas, principio sin el cual no podíamos definir que estábamos
enfrentándonos metódicamente a una cuestión propia de la arquitectura. El objetivo era,
entonces, poder mostrar que eran producto de un cuidadoso cálculo y la aplicación de
principios y reglas necesarias para el diseño de toda arquitectura. Teníamos, en primer lugar
que demostrar que esas obras y su orden no son producto de la casualidad constructiva, sino
que en su concepción operaron y se aplicaron conocimientos de carácter matemático,
geométrico y trigonométrico, los cuales, como en todas las civilizaciones, se desprenden de
la astronomía, la madre de las ciencias exactas, detectando con ello patrones de medidas
que correspondían a un sistema integral de armonías, propias de un pensamiento y de una
lógica estructural. En tal situación consideré necesario definir lo que estaba haciendo,
pregunta de la cual nació mi idea de que estaba tratando de deducir los sistemas de medida
del espacio y del tiempo, tema que ha conducido parte de mi trabajo en estos campos.
Tiempo y espacio son como los dos lados de una moneda, las dos nociones
fundamentales para entender la historia; ¡como los medirían? Preciso fue ponerme a
estudiar qué es un calendario y cómo se estructura, así que me sumergí en el tema de los
calendarios mesoamericanos, para poder entenderlos y compararlos con los de otras
civilizaciones. Desde Sahagún y otros cronistas, buscando respuestas me encontré
estudiando las Ruedas Calendáricas de Veytia y otros autores que representaron esas
fórmulas prehispánicas de ordenamiento del tiempo. El origen de la medida del tiempo y el
espacio no se puede definir si no hay movimiento, así que había que repasar lo que la ciencia
astronómica y la llamada Arqueoastronomía han aportado para entender esos edificios que
responden al conocimiento de una dinámica universal.
De tal manera, para mi tesis de Maestría en Arquitectura me enfoqué en un solo
edificio de la Ciudad de Monte Albán proponiendo, a partir de lo que se había dicho por otros
investigadores, y a partir del análisis formal de sus elementos pictográficos, así como de la
aplicación de datos provenientes de otras fuentes, como códices, imágenes en papel, piedra
o pintura mural, en donde presumo se representa ese tipo de edificio. El llamado “edificio
J” u observatorio, nombrado así por Alfonso Caso, recibe en ese trabajo el título de Yohoo
Cocijo Pitoo “Casa del Señor (Dios) Cocijo” de acuerdo a varias explicaciones que revelan, de
acuerdo a los datos que aporto en la investigación, su significado y función.
Para poder profundizar y resolver mis preguntas presenté a la Facultad de
Arquitectura un protocolo de tesis en el cual propuse el estudio de la arquitectura de Monte
Albán, tema que fue rechazado considerándolo “muy antropológico”. Curiosamente ése
protocolo lo presenté en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la misma UNAM,
donde fue aceptado bajo el título: “Esbozos de una lectura de la arquitectura de Monte
Albán”, donde las contribuciones de mis miradas a diferentes códices y sus datos en este
aspecto de la cultura que llamamos arquitectura aparecen con una visión antropológica
interdisciplinaria. Quiero destacar un aporte que considero relevante en ese trabajo y de la
manera de trabajar, engarzando los avances conseguidos en esas etapas de mis estudios.
Hasta donde sé, en Monte Albán sólo dos edificios han sido identificados por su forma y su
función; Alfonso Caso propuso que el edificio con nomenclatura “J” podría ser un
observatorio, y yo lo llamé Yohoo Cocijo Pitoo; el otro edificio reconocido es el Juego de
pelota, que por su particular forma se reconoce en el patrón mesoamericano. Aparte de
estos, los demás edificios y conjuntos arquitectónicos mantienen su nomenclatura técnica
sin haber sido identificados sus significados. Gracias a los vocabularios en lenguas indígenas
he propuesto la identificación de otros y particularmente el que he llamado siguiendo el
vocabulario Zapoteco de Córdoba como Yohoo Quehui (Casa sede del Señor Principal=
Palacio de Gobierno) el cual corresponde siguiendo mis argumentos al llamado en Nahuatl
Tecpan Calli. Ambos términos significan lo mismo, y son lo que se llamó en castellano como
Casas Reales. Además de esta correspondencia lingüística reconocida en códices, existen
elementos arquitectónicos e iconográficos derivados de mi primer estudio del “Palacio de
Moctezuma” o Tecpan Calli los cuales sostienen esta afirmación. En la nomenclatura
arqueológica ese conjunto arquitectónico todavía se llama “Plataforma norte” lo cual no
aporta ningún significado.
Entre otros códices, lienzos y otras representaciones, encontré en el Códice
Vindobonensis información sobre el proceso constructivo del Rey Ocho Venado Garra de
Tigre en su unificación del reino Mixteca; asimismo, enriqueció mi visión una revisión
comparativa de mapas y lienzos que fui descubriendo en el Catálogo de J.B. Glass,
enfocándome en sus representaciones arquitectónicas identificando algunas constantes, no
obstante las diferencias culturales y temporales.
Varios códices y fuentes etnohistóricas representan o describen aspectos de ese
notable aspecto de cultura que llamamos religión, y pocos documentos lo hacen sobre las
ciencias. El orden sociocultural que se expresa en la religión se relaciona con las formas y
estructuras de la arquitectura. Reconocer esta posible relación, expuesta en fuentes que
tratan las estructuras de pensamiento religioso, ayuda a encontrar soluciones a las
interrogantes que cada especialidad en particular enfrenta. La expresión más común para
referirse a la arquitectura, edificios y ciudades, tanto por expertos como manera popular, es
la de que se trata de “templos” o “centros ceremoniales”, opinión muy simplista y cargada
de prejuicios que podemos corregir mediante los aportes extraídos de las diversas fuentes
mencionadas.
Si se nos permite entonces comparar la arquitectura con un códice, escrito o pintado,
y podemos leer el lenguaje de la arquitectura como sucede con otras formas de expresión,
podría decir que lo que he reconocido en ellos son algunas relaciones de sentido entre
formas y estructuras socioculturales, hecho que es posible gracias a un conjunto de
preguntas tejidas interdisciplinariamente, de las que tal vez la más profunda a la que me he
enfrentado, eje de mis trabajos que han buscado entender, a través de la arquitectura y
mediante la invaluable ayuda de los códices es: Deus architectus mundi.
Ciencia, filosofía y religión en un pensamiento integral mesoamericano.

Nuevas perspectivas para el análisis de


los códices de la Mixteca

Códice Nuttall

Códice Nuttall
Códice Yucunama

Manuel A. Hermann Lejarazu


CIESAS Ciudad de México

En los actuales estudios sobre el pasado indígena mesoamericano, ya no es novedad


que numerosos investigadores recurran a los datos que aportan disciplinas como la
arqueología, la geografía o la lingüística para reconstruir la historia prehispánica de cualquier
grupo o asentamiento que se desarrolló en el México antiguo. Pero para el caso de los
pueblos que han habitado la porción occidental del estado de Oaxaca desde varios siglos
atrás, existe un grupo de documentos que fue creado por estos mismos pobladores en los
que se vuelve doblemente necesario el enfoque interdisciplinario. Es decir, en los últimos
años, mi estudio se ha basado en la interpretación de los códices mixtecos tomando en
cuenta perspectivas generadas a raíz de estudios arqueológicos, antropológicos e incluso
geográficos. Por lo que pienso que un acercamiento al pasado indígena mixteco ya no puede
realizarse sólo a través de documentos históricos, sino que es perentoria la confluencia de
datos y registros de otras especialidades.
El método que he aplicado durante mucho tiempo ha estado, desde luego, basado
en un análisis profundo de los glifos y las pictografías que dan forma a los códices. Y, desde
luego también, he combinado dichos análisis con una revisión exhaustiva de fuentes,
registros históricos y lingüísticos de la cultura mixteca. Por lo que he tratado de darle una
lectura a los glifos mixtecos no solamente a través del método iconográfico, sino que
fundamentalmente he buscado un mayor entendimiento del significado por medio de sus
componentes lingüísticos que han sido comparados, a su vez, con datos y registros
etnohistóricos que me permitan identificar al mismo elemento.
No obstante, también recurro al trabajo de campo para recopilar datos que puedan
complementar la información de las fuentes históricas. De esta manera, a lo largo de la
investigación, llevo a cabo recorridos en diversas comunidades indígenas para comprender
el entorno social, cultural y geográfico de la cultura mixteca. Al mismo tiempo, registro las
características de diversos asentamientos para ubicar y comprender las configuraciones
territoriales de los topónimos que aparecen en códices, lienzos y mapas que hablan de la
geografía histórica de cualquier comunidad.
Los recorridos en campo, si bien forman parte medular de la arqueología, los he
tratado de incorporar como una herramienta metodológica indispensable para la
investigación histórica. A través de recorridos más o menos extensivos sobre un área
determinada por las propias fuentes documentales, logramos encontrar un importante
número de asentamientos que nunca habían sido registrados. Las caminatas fueron dirigidas
por personas originarias de cada uno de los lugares que visitamos, por lo que su intervención
fue fundamental para la localización de pueblos antiguos hoy deshabitados.
De esta manera, la participación de los pobladores de la Mixteca juega un papel muy
importante para la localización de los sitios, ya que no solamente contribuyen con su amplio
conocimiento del territorio, sino también recuerdan los nombres antiguos de las poblaciones
que hoy en día conforman agencias u otro tipo de asentamiento.
Una de las herramientas que no solamente son empleadas por los arqueólogos sino
también por los geógrafos, son los sistemas de información geográfica (SIG). Los SIG son
sistemas de computación diseñados para adquirir, almacenar, transformar, analizar y
visualizar datos de carácter geográfico o de cualquier tipo que se pueden organizar dentro
de un marco espacial. Las entidades inscritas en un SIG se definen por sus características
algorítmicas y por el lugar que ocupan en el área de referencia. De ahí que se conoce la
capacidad del SIG para procesar información geo-referenciada (Jiménez Badillo, 2013: 71).
De esta manera, la aplicación de los SIG a la historia tiene como productos principales
la recolección de datos en campo, crear mapas o cartas geográficas a partir del trabajo de
campo. Se utiliza el programa Arc-gis en combinación con dispositivos como receptores de
posicionamiento global (GPS) que reciben las señalas de satélites para posicionarse
geográficamente (coordenadas). Los datos del GPS se exportan al SIG y se puede visualizar
la localización precisa de pueblos, sitios arqueológicos e incluso artefactos.
Por lo tanto, estoy tratando de desarrollar una metodología novedosa para el estudio
de la geografía y la historia de la Mixteca prehispánica con el apoyo de las herramientas y
técnicas de investigación de diferentes disciplinas. Busco, por lo tanto, crear un moderno
acercamiento metodológico a la historia antigua de la Mixteca, cuyas fuentes regularmente
son escasas o donde el trabajo arqueológico es nulo.
Debemos señalar además, que cada uno de los sitios localizados en campo ha sido
adecuadamente cotejado en diversas fuentes como documentos de archivo, manuscritos
pictográficos y antiguos mapas, así como también realizamos un análisis lingüístico e
iconográfico de los topónimos registrados en cada uno de los códices prehispánicos.
PLANOS INDÍGENAS DE CASAS Y TIERRAS EN LA CIUDAD DE MÉXICO (SIGLO XVI).
REFLEXIONES SOBRE LA COMPRA-VENTA, HERENCIA Y CONFLICTOS EN TORNO DE CASAS
Y TIERRAS*
Plano 9 (AGN, tierras, vol. 29, exp. 5, f. 14r) y plano 9 bis (AGN, Tierras, vol. 29, exp. 5,
fojas 23v-24r) 1563-1566: [ILUST 1]

Plano 9 (AGN, tierras, vol. 29, exp. 5, f. 14r) y plano 9 bis (AGN, Tierras, vol. 29, exp. 5,
fojas 23v-24r) 1563-1566: [ILUST 2]

Plano 7 (AGN, Tierras, vol. 22, 1a. parte, exp. 5, f. 122v) 1564: [ILUST 5]

Plano 7 (AGN, Tierras, vol. 22, 1a. parte, exp. 5, f. 122v) 1564: [ILUST 5]
Keiko Yoneda

CIESAS Golfo
Introducción
La posesión y la demarcación de tierras y territorios fueron motivos de la elaboración
de documentos pictográficos de diferentes categorías en el siglo XVI en Nueva España, a
saber: las pinturas catalogadas como historia-cartográfica de grandes dimensiones, los
planos que abarcan un área amplio, como por ejemplo una ciudad o parte de una ciudad; y
los planos elaborados en hojas relativamente pequeñas, aproximadamente de tamaño oficio
o doble tamaño oficio que señalan tierras, construcciones y camellones con sus medidas,
entre otros elementos. Este trabajo analiza los documentos pictográficos anexos a los
expedientes de litigios sobre las tierras y las casas de propiedad privada, los cuales son
pinturas de pequeñas dimensiones.
En varios expedientes publicados en la obra Documentos nauas de la ciudad de
México del siglo XVI(1996) se encuentran adjuntos los planos como parte de los expedientes
del Ramo Tierras del Archivo General de la Nación (AGN) que contienen litigios sobre tierras
y casas. El estudio sobre estos planos formaba parte de la investigación realizada en un
proyecto colectivo aunque esta indagación se quedó inconclusa dejando dos volúmenes de
manuscritos preliminares sin terminar (Veinte planos indígenas de la ciudad de México. Siglo
XVI. 1981, Ms. vols. 1 y 2):
Estos planos en general tienen el tamaño aproximado de 21.5 cm x 31.5 cm, y
contienen dibujos de casas, terrenos, chinampas y canales de agua, medidas de estos
elementos y en algunas ocasiones incluyen otros glifos como personajes formando parejas,
el precio de los inmuebles o glifos cronológicos señalando los años de posesión de tierras y
casas. Las casas están dibujadas por medio de los muros en planta (o como si hubieran sido
vistos de una cierta altura) con líneas paralelas, dejando abierto el espacio de la entrada. Los
canales se representan muchas veces con líneas curvas y a veces con remolinos, que
recuerdan los ríos de los documentos histórico-cartográficos de tradición indígena. Los glifos
de medidas longitudinales, al parecer, son muy propios de estos planos. Se encuentran
dibujadas, por ejemplo, las medidas como maitl (glifo: mano) traducido en los expedientes
publicados en los Documentos nauas como “braza”, mitl (glifo: flecha) traducido en los
párrafos 403 y 981 como “una braza del codo a la otra mano”, yolohtli (glifo: corazón)
traducido como “una braza del pecho a la mano” y omitl (glifo: hueso) traducido como “un
codo”. La estrecha asociación entre los documentos escritos en nahuatl y estos planos,
sugiere que estas pinturas tienen su origen en la cultura de nahua hablantes del centro de
México. Hay que advertir, sin embargo, que algunos glifos de medidas
como maitl y yolohtli tienen rasgos que nos recuerdan las formas de estos elementos en las
pinturas y objetos occidentales. Encontramos, asimismo, el elemento cruz y estacas
dibujadas por medio de círculos blancos o negros y de forma más realista en varios planos.
Las estacas están asociadas a la medición o al acto de posesión de tierras y casas. Estos rasgos
y elementos nos hacen pensar que algunos aspectos de estos planos reflejan la influencia
occidental, a pesar de que consideramos que este tipo de pinturas tienen su origen en la
época prehispánica. En el capítulo se analizaron únicamente cuatro planos de todo el
conjunto de los planos con las características arriba descritas. El estudio de los planos y los
documentos manifiestan un complejo cultural en el cual se observan los procedimientos de
compra-venta, de heredar o de resolver los conflictos sobre casas y tierras, reflejando en sus
prácticas las raíces prehispánicas con influencias españolas recién adoptadas por la sociedad
colonial.
Antecedentes históricos de México-Tenochtitlan
En el ámbito mesoamericano, se considera que los antecesores de los mexicas
habitaban la parte septentrional de Mesoamérica, y eran chichimecas nómadas con sistema
de subsistencia de caza y recolección e intercambiaban ocasionalmente algunos productos
con los sedentarios. Es probable, además, que algunos grupos hayan conocido el
sedentarismo con prácticas de agricultura en los establecimientos provisionales en el camino
de migración, en búsqueda de un lugar de asentamiento definitivo. Estos chichimecas
conformaron oleadas de migración hacia la parte central y meridional de Mesoamérica en
los siglos XII-XIV cuando los cambios climáticos produjeron el retroceso hacia sur de la
frontera de agricultura.
De 1469 hasta 1502 los mexicas experimentan la expansión militar, y de 1502 en adelante
consolidan su dominio hasta la llegada de los españoles. Como consecuencia de la conquista
española empieza la época virreinal novohispana, periodo en el cual se configuró el nuevo
régimen sociopolítico en el cual se produjeron los expedientes publicados en los Documentos
nauas de la ciudad de México en el siglo XVI, a los cuales se encuentran incorporados los
planos de la ciudad de México, el material del presente estudio.
Chinampas, canales y venta de agua
Varios planos representan canales que delimitan las chinampas que formaban parte
de las tierras referidas en los expedientes, el hecho que comprueba la estrecha relación que
tenían los litigantes con la zona chinampera. El medio lacustre como México-Tenochtitlan
permitía la agricultura en chinampas o parcelas artificiales de tierra construidas en los
pantanos y en las riberas. Las chinampas abundaban en los lagos del Valle de México y
probablemente también en Aztlan de donde provienen los mexicas.
En México-Tenochtitlan, en posclásico, se construyó un albarradón de 12 km de extensión y
20 m de ancho para detener las afluencias de las aguas salobres orientales. Relacionado al
tema de agua salobre, encontré un plano que dibuja una casa llamada acalli o “casilla de
agua” que poseía una pareja que continuó con la venta de agua después de la muerte de un
señor llamado Ezhuahuacatzintli, quien empezó con esta ocupación cuando inundó el agua
salobre en los canales, seguramente porque era necesario el suministro de agua dulce para
el consumo humano. El expediente registra precisamente el conflicto en torno de la posesión
de esta acalli.
Plano 9 (AGN, tierras, vol. 29, exp. 5, f. 14r) y plano 9 bis
(AGN, Tierras, vol. 29, exp. 5, fojas 23v-24r) 1563-1566: [ILUST 1][1]

Plano 9 (AGN, tierras, vol. 29, exp. 5, f. 14r) y plano 9


bis (AGN, Tierras, vol. 29, exp. 5, fojas 23v-24r) 1563-1566: [ILUST 2]

Estos planos están anexos al expediente publicado con el título de “Diego


Yaotl contra Gabriel Yaotl y María Teuchon, indios, sobre un pedazo de solar llamado
Amanalco. Año 1570”. En este pleito, los llamados Diego Yaotl y su esposa Ysabel
Tlaco compran una casa y tres chinamitl de Baltazar Mocnoteca y su esposa María
Papan, cuya posesión fue dada el día 29 de diciembre de 1563.
Diego Yaotl e Isabel Tlaco demandan a Gabriel Yaotl y su esposa María Teuchon,
porque estos últimos venden el agua en acalli, a pesar de que el lugar de la venta se
ubica adentro de su propiedad. En esta ocasión, de acuerdo con el veredicto,
impusieron el pago de diez tomines para la Cámara de su Majestad a los que venden
el agua (10 de diciembre de 1563).
Este caso fue desventajoso en el inicio del pleito para los vendedores del agua, pero
finalmente para 5 de julio de 1566 falló a su favor, después de la presentación de tres
testigos ancianos que conocían el comienzo de la venta de agua por esta pareja hace
unos cuarenta y cuatro años. El caso es interesante para saber que existía la venta de
agua dulce (probablemente de un nacimiento que está en un canal) en la zona
chinampera a partir del tiempo cuando creció el agua salobre y que esta venta siguió
más de 40 años hasta cuando se suscitó el conflicto y fue ventilado.
Glifos de calli
En los planos de la ciudad de México observamos que el glifo de calli (una casa o un
cuarto) están dibujadas con los glifos de muros (dibujadas con dos líneas paralelas) de una
construcción, o de un area que pudiera ser un recinto o una tierra, con entrada, proyectados
desde una cierta altura
Otro aspecto que me llamó la atención fue el hecho de que en muchos casos calli es
traducido como “aposento” o “cuarto” y no como “casa” en la traducción al español que
contiene el mismo expediente publicado en los Documentos nauas. Los análisis de los
siguientes planos tratan de indagar el significado del glifo calli. Con respecto a calli, me
gustaría comentar los siguientes temas:
Para señalar las orientaciones de las entradas de las casas y de los aposentos y de la
localización de las mismas con respecto al terreno donde están construidas, utilizan las
expresiones como: Tonatiuh iquizayampa (donde sale el sol), Tonatiuh
icalaquiyampa (donde se pone el sol), o por medio de referirse a la ubicación de los lugares
como Xochimilco, Coyohuacan, Tenayocan, entre otros.
Como rituales de posesión de tierra y de casas, se mencionan: entrar en la casa o el
aposento y caminar; tirar piedras de un lado a otro; medir las tierras colocando estacas o
cavar tierra con una coa junto a las casas o aposentos y esparcir la tierra por casas y tierra.
Quizás parte de estos rituales provienen de la tradición española, aunque tirar las piedras
nos recuerda el acto de tirar flechas a cuatro rumbos cardinales que realizaban los
chichimecas al poseer una tierra o un territorio (Anales de Cuauhtitlan).
En los Documentos nauas aparecen vocablos como cihuacalli o miccacalli, aunque su
significado es por el momento desconocido. En el caso de los planos revisados para el
presente estudio, tal parece que cihuacalli corresponde a un aposento más grande que otros
aposentos en una casa, aunque hace falta confirmarlo en futuros estudios.
Plano 7 (AGN, Tierras, vol. 22, 1a. parte, exp. 5, f.
122v) 1564: [ILUST 5]

El plano 7 es ilustrativo porque el conjunto de tierra, casas y camellones que están


dibujados en este plano no son de una sola familia (a pesar de que en el plano así aparenta)
sino que son de diferentes familias. En el caso de este plano, calli es traducido como casa,
reflejando el hecho de que son de diferentes familias, mientras que en el universo de planos
y los expedientes que revisé, calli es frecuentemente traducido como aposento o como
cuarto, manifestando precisamente el hecho de que su función es de un aposento de una
casa que pertenece en su conjunto a una familia.

Plano 18 (AGN, Tierras, vol. 48, exp. 4, f. 16r) 1566,


1576, 1582: [ILUST 6]
Al revisar el expediente podemos informarnos que las casas o aposentos (calli)
sufrieron diferentes procesos de construcciones y de modificaciones a través de años. En el
documento se menciona que “y agora solamente a quedado la dicha Ana Tepi” (párrafo 432)
dando a entender que las mujeres que habian heredado diferentes calli en los años
anteriores que son María Tlaco (hermana de Ana Tepi e hija de Juana Francisca) (párrafo
430), y Marta y Magdalena (quienes “nacieron juntamente” con Juana Francisca) (párrafo
431), ya están muertas; y que Martha Tepi (hermana mayor de Juana Francisca) y Baltasar
Pedro estaban haciendo cargo de las casas mientras que Ana Tepi llegara a la “edad de
entendimiento” (párrafo 432).
Reflexiones sobre el análisis de los planos 7 y 18
En los dos ejemplos que analicé solamente el plano 18 se trata del caso del conjunto
de casas o cuartos de los miembros de una misma familia que tienen sus entradas hacia el
mismo patio. A simple vista, el plano 7 se ve como un conjunto de casas o cuartos de una
familia que comparten un mismo patio, con sus camellones, pero al revisar el expediente nos
damos cuenta que no es así. Aparece una pareja como vendedor de la casa y tierra y otro
vendedor que conjuntamente con los primeros venden sus propiedades del tamaño menor
al mismo comprador. Se menciona una tercera pareja que hicieron las casas en la tierra del
vendedor principal, las cuales el vendedor principal piensa derribar para entregar al
comprador junto con la tierra y casas.
El plano 18 contiene la información sobre las casas y tierra que tomó la posesión en
1582 Ana Tepi. Esta propiedad fue heredada de generación en generación, empezando por
Diego Tlacochcalcatl y Maria Tiacapan, su mujer, y al parecer se fueron construyendo y
modificando las casas (con la función de aposentos) a través del tiempo hasta llegar a las
manos de Ana Tepi en 1582. En diferentes momentos de la historia, las casas, el patio y la
tierra contigua fueron utilizadas por una sola familia, hasta que en 1582 Ana Tepi tomó la
posesión de toda la propiedad como única sobreviviente de la familia que tenía el derecho
sobre las casas y tierra. En suma, el plano 18 representa el patio rodeado por las casas (o
aposentos) que fueron ocupados por los miembros de diferentes generaciones de una sola
familia; no por los miembros de diferentes familias como ocurrió con el plano 7.
Los datos etnográficos de Zongolica, estado de Veracruz (finales del siglo XX)
Al analizar el elemento calli en los planos me llamó la atención el carácter polisémico
del vocablo calli. En los litigios hablan frecuentemente de yn calli yn tlalli (la(s) casa(s) la
tierra) como un conjunto que está en disputa. Calli es reconocido, además, en forma
individual, ya sea como casa o como aposento. A veces el inmueble en su conjunto se
encuentra en debate, aunque se puede señalar una por una para su especificación. Desde
esta perspectiva, la etnografía de Zongolica ofrece ideas esclarecedoras.
La descripción etnográfica de los siglos XX-XXI acerca de las funciones de diferentes partes
de una casa indígena en Atlahuilco en el estado de Veracruz y su relación con respecto al
ciclo de un matrimonio que empieza a vivir en la casa de los padres del esposo (M. T.
Rodriguez 2003) ofrece información interesante para comprender los conceptos asociados
al elemento calli que se encuentran dibujados en los planos del siglo XVI. Si el dibujo
de calli puede significar una casa o un cuarto de acuerdo con el ciclo de vida de la familia
extendida que conforman los habitantes, se puede conjeturar que el elemento calli de los
planos puede representar una casa o un cuarto de acuerdo con el ciclo de vida de los
habitantes y su relación con los residentes que ya vivían ahí. A partir de esta perspectiva,
podemos inferir que de hecho el elemento calli de los planos pueden tener siguientes
significados: una casa de una familia extendida o nuclear, o un primer cuarto que construyen
los recién casados que de hecho es una casa de una familia nuclear dentro de la casa de una
familia extendida de dos (o más) generaciones, la cual representa la casa de la nueva pareja.
Podemos proponer, asimismo, como hipótesis que el elemento calli en los planos puede ser
interpretado de diferentes formas para cada expediente y que efectivamente este término
tenía connotaciones diversas para cada familia, ya sea como una casa o como un cuarto con
variadas funciones dependiendo a cada ámbito de los moradores.
Por ultimo no hay que olvidar que no sólo los matrimonios relativamente jóvenes
vivían en un calliconstruido adentro de la familia extendida. En los litigios aparecen algunos
casos en los cuales en estas (o estos) calli vivían, por ejemplo, hermana soltera del esposo
del matrimonio, o viuda o viudo del matrimonio de la primera generación. En fin, en estas (o
estos) calli podrían vivir también los solteros o viudos de ambos sexos. Hemos visto, además,
que el plano con sus componentes —calli, patio, tierra y chinampas– aparentemente de una
familia, pueden pertenecer, de hecho, a varias familias, como es el caso del plano 7.
Para concluir se puede decir que los cuatro planos analizados representan diferentes formas
de propiedad privada y que en los espacios físicos y en las estructuras domésticas las o
los calli juegan diversas funciones no reveladas a la primera vista.

Bibliografía
Anales de Cuauhtitlan
1975 Véase Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los soles (1975).
Códice Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los soles
1975 Traducción del nahuatl al español: Primo Feliciano Velázquez, UNAM, México.
Reyes García, Luis; Eustaquio Celestino Solís, Armando Valencia Ríos, Constantino Medina
Lima, Gregorio Guerrero
1996 Documentos nauas de la ciudad de México del siglo XVI, CIESAS-AGN, México.
Rodríguez, María Teresa
2003 Ritual, identidad y procesos étnicos en la sierra de Zongolica, Veracruz, CIESAS,
México.
Yoneda, Keiko; Joaquín Galarza, Jesús Manuel Macías, Marcos Matías, Jorge Pedraza y
Lilianne Taboada
1981, Ms. Veinte planos indígenas de la ciudad de México. Siglo XVI (vol. 1: texto) (vol. 2:
catálogo gráfico analítico), CIESAS, México.
CASA CHATA

Migración: nuevos actores, procesos y retos


Vol. I Migración internacional y mercados de trabajo
Vol. II Migración interna y migrantes en tránsito en México

Magdalena Barros Nock


Agustín Escobar Latapí
(coordinadores)

En estos dos volúmenes presentamos estudios que se proponen reve-lar la realidad


social, política y cultural de la migración en el terri-torio mexicano, y de mexicanos en Estados
Unidos y de retor-no. Durante los últimos 30 años, antropólogos y sociólogos se han
interesado en la migración de mexicanos a Estados Unidos, pero lo ocurrido en el país con
las migraciones rural-urbana, entre -regiones, de -repatria-ciones, de asiáticos, europeos,
-sudamericanos y centroamericanos también es importante para comprender qué
-movimientos van configurando nuestra sociedad, cómo cambian y cuál es la experiencia
humana, social y cultural de dichas perso-nas en su -contexto. -México está en una
encrucijada migratoria producto de la criminaliza-ción de la migración en EUA y de la
inestabilidad, la ingobernabilidad y la expulsión del territorio y de la sociedad de hombres,
-mujeres y -niños. Ambos -movimientos demo-gráficos exógenos: el retorno de muchos
mexicanos de -Estados Unidos y la transmigración e inmigración centroamerica-nas remiten
al mismo fenómeno: la expulsión de la población.

Configuraciones territoriales en la Mixteca


Vol. III Yucu Tnúú-Tilantongo
La fundación de un señorío prehispánico mixteco

Manuel A. Hermann Lejarazu

Yucu Tnúú-Tilantongo. La fundación de un señorío prehispánico mixteco es un estudio


especializado sobre uno de los señoríos más importantes de la Mixteca Alta en la época
prehispánica oaxaqueña. El texto ofrece un análisis histórico, iconográfico y filológico sobre
la fundación del reino de Tilantongo de acuerdo a la tradición registrada en diversos códices
prehispánicos elaborados antes de la conquista española.
A lo largo de la obra se destaca la importancia de entender los -relatos de fundación
que tienen lugar en etapas primordiales de la historia indígena mixteca, así como también
destacar el valor simbólico de la montaña sagrada como el lugar que albergó a uno de los
linajes más importantes registrados en los códices: la casa real de -Tilantongo. En este libro
no sólo se analizan a fondo las fuentes pictóricas que -permiten comprender el relevante
papel de una genealogía, sino también los aspec-tos religiosos, políticos y territoriales que
dieron sustento a una historia compartida por diversos grupos mixtecos a lo largo de los
siglos.
La lectura minuciosa, a través de una metodología interdisciplinaria, de varias páginas
clave del Códice Nuttall y Vindobonensis, pone en el centro del debate la identificación de
Monte Negro/Cerro de la Chicharra como el lugar de origen de los señoríos mixtecos.
Sp’ijil smantal jtotik jme’tik ta Sots’leb, Chiapas
Sabidurías, enseñanzas y consejos
de los ancianos y ancianas mayas de Zinacantán, Chiapas

Lourdes de León Pasquel y Antonio de Torre López


Ilustraciones de Roberto Antonio López de la Cruz

Todos los seres humanos nacemos con nuestra raíz en una familia, en una
comunidad, en una cultura, y con nuestra lengua materna.
Somos iguales pero también diferentes. Somos iguales porque somos humanos:
podemos ser hombres, o mujeres, o ancianos, o niños, o jóvenes. Sin embargo, también
somos diferentes si somos japoneses, alemanes, italianos, hindúes, mexicanos, o de
cualquier otra parte del mundo. Incluso si somos mexicanos tendremos diferencias si somos
de la Ciudad de México o si pertenecemos a la costa de Veracruz, la sierra mixe de Oaxaca o
al pueblo maya de Zinacantán, Chiapas, entre tantos lugares.
Nuestra lengua también es diferente: podemos hablar japonés, italiano, alemán,
punjabi, español, náhuatl o tsotsil, entre tantas lenguas que hay en el mundo. Nuestra ropa
puede ser distinta también; por ejemplo, las mujeres podemos usar kimono, vestido, sari,
enagua o huipil, o enredo con faja. Nuestros rasgos físicos también varían, podemos tener
los ojos rasgados, la piel morena, el cabello rubio, o negro, rizado o lacio; podemos ser altas
o bajas, delgados o gordos, con algún tipo de discapacidad. Nuestros alimentos también
pueden ser diferentes: podemos comer sushi de pescado, o espagueti, o curry, o mole, o
tsajal ve’lil (puerco en salsa roja con maíz) entre otras variedades de comida.
Yo trabajo en casa.
Trabajo del hogar de planta, género y etnicidad en Monterrey

Séverine Durin

Esta obra es el resultado de una investigación antropológica realizada en el área


metropolitana de Monterrey, México, que pone en la mesa del debate la vulnerabilidad y
precariedad de las trabajadoras del hogar que se dedican a la limpieza y cuidados en hogares
donde también residen. Discute la -naturali-za-ción de las desigualdades de clase, género y
etnia que vuelve invisible la presencia masiva en este sector ocupacional de mujeres
indígenas, mayormente migrantes, algunas menores de edad.
Desde una perspectiva centrada en el actor, se interesa en los -significados
construidos desde las experiencias de vida de las trabajadoras, sin perder de vista las
diferencias generacionales entre unas y otras. Mientras que las mayo-res llegaron casi
analfabetas a “trabajar en casa”, las más jóvenes fueron ­esco­larizadas en sus pueblos de
origen y suelen considerar esta experiencia laboral en la metrópoli regia como una etapa
transitoria, incluso una vía para seguir con su preparación académica.
Esta investigación demuestra que a final de cuentas, empleadas y patronas están
sometidas a un mismo orden de género que exime a los varones de la realización de las tareas
de limpieza y cuidados, pero también de la -obligación de afiliarlas al seguro social, pagarles
aguinaldo o limitar su jornada laboral a ocho horas diarias.
Hoy en día, mientras que catorce países latinoamericanos ratificaron el convenio 189
de la Organización Internacional del Trabajo sobre trabajo decen-te para los trabajadores
domésticos, México aún no asume el -compromiso de romper con las desigualdades que
vulneran a las trabajadoras del hogar. Esta obra aporta algunas respuestas para entender por
qué en México prevalece la resistencia a reconocer que las trabajadoras del hogar deben
tener los -mismos derechos que los demás trabajadores.
SEDES CIESAS

Mención Honorífica para Mariana Mora, investigadora del CIESAS Ciudad de México

Este lunes se anunció que el libro Kuxlejal Politics de la Dra. Mariana Mora, del CIESAS
Ciudad de México, recibió una mención honorífica para el mejor libro de ciencias sociales
(sección México) de los 2018 Section Awards otorgados por la Latin American Studies
Association (LASA).
La publicación resume más de diez años de investigación extendida y trabajo de
solidaridad con miembros de la comunidad Tseltal y Tojolabal, en Chiapas. El resultado de
este trabajo revela cómo la política zapatista kuxlejal desestabiliza los efectos racializados
del estado neoliberal mexicano. Los hallazgos de Mora Bayo le permiten analizar
críticamente las formas profundamente complejas, y a menudo contradictorias, en que los
zapatistas han reconceptualizado lo político, así como cuestionado el orden de la sociedad
mexicana a lo largo de líneas de género, raza, etnia y clase.
Mariana Mora Bayo es profesora – investigadora del Centro de Investigaciones y
Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) en la Ciudad de México desde 2011. Es
Doctora en Antropología por la Universidad de Texas, Austin y Maestra en Estudios
Latinoamericanos por la Universidad de Stanford. Es autora del libro, Kuxlejal Politics,
Indigenous Autonomy, Race and Decolonizing Research Zapatista Communities, University
of Texas Press (2017) y co-coordinadora de, Luchas “muy otras‟: Zapatismo y autonomía en
las comunidades indígenas de Chiapas(2011), entre otras publicaciones. Sus áreas de
conocimiento incluyen: movimientos sociales, formación del estado, violencia, derechos
humanos, raza y racialización, así como metodologías feministas descoloniales.
NOTAS AL RAS DE LA TIERRA
Más allá de los textos: Autores, redes del saber y formación de lectores.
Luz Elena Galván Lafarga, Lucía Martínez Moctesuma y Oresta López Pérez. México: CIESAS,
Universidad Autónoma de Morelos, Colegio de San Luis. 2016.

Reseña por: Norma Georgina Gutierrez S.


UNAM-CRIM
georgtz@correo. crim.unam.mx

La introducción de esta obra nos anuncia que la misma es resultado de un trabajo


colectivo de investigación dentro del Seminario sobre libros de texto, que desde hace 14 años
coordina Luz Elena Galván en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social (CIESAS). Es decir, el libro que nos ocupa deviene del estudio y de la
reflexión colectiva, de la colaboración, de la profundización en la historia de la educación, de
la conjunción de voluntades, de la sistematicidad y de la valiosa continuidad en los esfuerzos
a lo largo del tiempo.
El grupo de investigación se enfocó, para este libro, en los textos escolares, los
lectores y en la construcción de las disciplinas escolares, desde la mirada creativa de la
identificación de redes del saber educativo del S.XIX y primera mitad del S.XX, redes en las
cuales aparecen relaciones sociales, políticas y editoriales que hicieron posibles los esfuerzos
de publicación de textos, manuales, apuntamientos.
Estos primeros rasgos, además de los títulos de los capítulos que contiene el libro y
los autores responsables de los mismos, ya nos permiten adelantar una visión sobre la
originalidad de la obra y prever que encontraremos el resultado de una labor sólida y
acuciosa, tal como se caracteriza en el trabajo académico de Luz Elena Galván, Lucía
Martínez Moctezuma y Oresta López.

La recreación de un ambiente
De lo anterior expuesto, resulta previsible el gran interés que por su lectura puede
despertar la obra y sin embargo, todavía podemos mencionar que los 21 autores que nos
comparten sus textos, producto de la investigación y la reflexión especializada en la Historia
de la Educación, nos regalan la posibilidad de la recreación de épocas pasadas que dejaron
fuertes huellas en el campo de la educación, huellas aún presentes en nuestros días. Una
recreación de ambientes intelectuales, políticos y sociales en los que se enmarca el hacer
educativo. No porque se trate de descripciones densas en las que se incorporen infinidad de
detalles, sino porque nuestros colegas entrelazan los temas de su interés, con el hacer, o
mejor digamos con el vivir de los autores de los libros de texto. Una vida que se retrata de
manera apasionante, porque transcurre tanto en relación con el trabajo intelectual, en la
elaboración de libros de texto, como en relación con sus distintas formas de existencia
humana de sus autores. Una obra que en parte es cercana a la narración novelada, que
incluso se antoja romántica porque los capítulos rescatan dichas formas de existencia y
también los sueños de estos personajes por mejorar la vida de otros a partir de la educación,
de la conformación de proyectos de Nación, de ideales liberales que se reflejaron en la
apuesta por la gratuidad y la obligatoriedad de la educación. Es en parte esto, lo que logra
recrear un ambiente romántico de esa época, en un sentido artístico o literario.
Así el libro, Más allá de los textos es una obra que documenta una época con base en
fotos, dibujos, ilustraciones de carteles, descripciones de ambientes sociales y educativos,
con los lenguajes cargados de solemnidad y cortesía en las cartas y otros documentos, la
referencia a valores, a preceptos morales muy conservadores, incluso rígidos y en ocasiones
se expresa el apego a ideas y formas religiosas y a las buenas costumbres.
Pero además, me parece una obra romántica por la ventana que se abre a la vida
privada de los personajes, y más aún, a su intimidad. La vida profesional, social, y de lucha
política, incluso de encierro carcelario en el caso de Justa Freire, pero también la vida familiar
y con las amistades, tanto como la vida en los sueños, en los recuerdos, en las desilusiones,
los exilios, la soledad y las enfermedades.
Quizá por todo ello es que queda una sensación de especie de túnel del tiempo, al
México de mis recuerdos en el S. XIX y a la Europa de la pre y la posguerra mundial del S. XX.
Cosas como estas, pueden llevar a una especie de saudades o añoranza por lo no
vivido, pero también por aquello que antecedió y dejo una huella, que ahora Luz Elena, Lucía
y Oresta, junto con otros 18 autores han sido capaces de rastrear y de recrear.
Quizá también queda esta sensación, por ser el estudio de personajes del S.XIX y primera
mitad del S.XX, que aunque modernos parecieran comportarse en su vida cotidiana con ese
espíritu humanista, emotivo, pasional, de compromiso en ocasiones casi monacal, propiode
épocas más lejanas.

Biografías, experiencias escolares y contextos


Así los autores de los libros de texto son también personajes y actores, en su mayor
parte, de la historia de la educación en México, aunque también se presentan casos de
autores en España, Bélgica, Francia y el Congo Belga.
Se puede considerar que del estudio de los autores y sus obras resulta la realización
de biografías, no sólo con la referencia a la vida cotidiana en lo profesional y personal de
estos autores, sino también respecto de experiencias singulares, un acercamiento a la cocina
como diría De Certau, o un acercamiento a experiencias escolares en el sentido de Dubet.
Entonces, se investiga desde y con documentos y se reconstruye con archivos y aún así, el
libro es capaz de aproximarse a la singularidad de la experiencia, que en algo puede llegar a
recordar el hacer etnográfico.
Pero por otro lado, la narración también nos acerca a condiciones socio-históricas de
la época. Resulta una obra que desde las biografías, contextos y experiencias singulares de
la vida cotidiana, logra recrear ambientes socio-políticos e intelectuales.
Nos acerca también a ambientes institucionales del normalismo, ligados a las élites de
intelectuales de la época, y por otro lado, también es un acercamiento a las crecientes
producciones editoriales en las que los autores plasmaron su obra, y de las que también se
nutrían para la lectura.
Entonces, si bien parece haber un acento en el trabajo biográfico de estilo pausado,
ameno, meticuloso, sistemático que se refleja en los capítulos de este libro, también se logra
mostrar en los autores de libros de texto del S. XIX y primera mitad del S. XX en México, el
impulso que como actores dieron a la educación, al modelo modernizador de la política de
la época porfiriana, e incluso su papel a partir del Juarismo, impulso que también fue capaz
de sostenerse y realizar su labor, en los albores de la posrevolución mexicana.
Para lograr lo anterior, los autores de los capítulos de Más allá del texto, se apoyan
fuertemente en una reflexión multidisciplinar. Se dialoga al interior desde la historia, con la
antropología, la literatura, la pedagogía, la sociología, la jurisprudencia, la política e incluso,
con la medicina. Desde aquí ya se percibe un entramado en red, dentro de una obra que es
vasta en personajes, autores, en textos, en sucesos diversos, de contextos nacionales e
internacionales. Se realiza entonces un estudio desde múltiples aristas, yo apenas hago
hincapié en algunas de ellas en esta reseña.

El discurso pedagógico y el saber hacer


Una de estas valiosas aristas es la referente al lugar de la pedagogía en la construcción
del sistema educativo nacional. Encuentro una fuerte referencia a la construcción del
discurso pedagógico a través de los personajes, sus acciones educativas y sus producciones,
vinculándolas a un ambiente intelectual apoyado en la circulación de revistas pedagógicas,
boletines, periódicos y semanarios, pero sobre todo en la elaboración de textos, manuales,
compendios, apuntamientos que llegaron a conformar una considerable prensa pedagógica.
Un discurso pedagógico que empieza a fortalecerse de la mano de un ambiente
intelectual dinámico e innovador. Modernizador, positivista, liberal. Un impulso de
fortalecimiento ideológico y político de la naciente Nación, y de la preocupación por la
formación ciudadana, como lo son los casos que revisan el trabajo de Guillermo Prieto y de
Celso Pineda.
En algunos otros casos se refieren posturas con tintes socialistas pero, todavía
imbuidas de costumbres conservadoras y de un romanticismo del S. XIX.
Se hace referencia también a las normales como las instituciones en las cuales se
formaban algunos de estos autores y en las cuales ellos mismos formaron a otras
generaciones. Aquí podemos señalar que también el tema de formación de maestros está
presente en medio de un contexto de movimiento político del S. XIX en España, con el trabajo
de Ruiz Berreiro.
Rosalía Minéndez nos presenta a las normales como las impulsoras del pensamiento
pedagógico en México.
“El ámbito educativo será determinante para estos grupos; las instituciones en donde
se formaban eran las escuelas normales e institutos literarios. En ellas se concentraba el
saber, se enseñaba y divulgaba. Dentro de estos espacios priva la organización de los grupos,
ya sea estructurados por departamentos, academias o facultades. Son, en realidad, estos
pequeños o grandes grupos los que proyectan, innovan y potencian los nuevos
conocimientos, y promueven a los jóvenes estudiantes, que devendrán en futuros
intelectuales: maestros, abogados, médicos, ingenieros, entre otros, cuya formación y
dirección corre en gran parte a cargo de ellos”.
De esta forma resalta que las escuelas normales, las acciones educativas para la
formación de maestros y la pedagogía misma, eran parte y a la vez producto de un ambiente
intelectual y socio-político del S.XIX y principios del S.XX. Entonces, me queda la reflexión de
que la irrupción revolucionaria y la instauración de una nueva Nación se apoyó en una
institucionalidad normalista, ya instalada y en un saber intelectual, pedagógico, educativo y
escolar del discurso liberal del S.XIX.
La profesión de maestro, y el lugar privilegiado en el ámbito educativo de varios de
los autores que aquí nos presentan, permite observar que estos personajes y los espacios de
formación de maestros, también fueron impulsores de la circulación, la difusión y digamos
la trasferencia del conocimiento pedagógico y del saber educativo. Esto se identifica para
México, con ligas en España, Francia con las aportaciones de Freinet y, por lo que toca a dos
capítulos de esta obra, en caminos propios realizados en Bélgica y desde ahí incluso en el
Congo Belga.
Entonces podemos decir que se refiere un conocimiento especializado en pedagogía,
que estaba ligado al saber hacer de los maestros, al discurso y a la operación de las escuelas
y particularmente, esta obra de Luz Elena, Oresta y Lucía tiene la virtud de ubicar el lugar de
los trabajos editoriales y de los libros de texto de la época.
Entre la escritura y la edición. Redes para un Sistema Educativo Nacional
Desde aquí se desprende la otra arista relevante e innovadora en esta obra, sobre la edición
de materiales impresos para la educación. Quizá esta es la arista o eje transversal más
relevante. En ella se ubican los materiales impresos y sus respectivos autores, pero también
las casas editoras y las formas de acceso a algunas de ellas. Las primeras reglamentaciones y
regulaciones de derecho de autor que se tuvieron que respetar. El papel relevante del
naciente sistema educativo en dar impulso a la labor editora en el país y a la difusión de
ciertos materiales que parece ser, se iban volviendo emblemáticos. Pero también se dan a
conocer esfuerzos particulares de ciertos autores por lograr la impresión de sus trabajos, a
partir de relaciones sociales con la élite de su tiempo.
Además de este acento en el trabajo de la edición, también encontramos trabajos
que refieren el valor de este hacer en la promoción de la lectura, por ejemplo entre la
mujeres.
Otro eslabón de esta cadena, nodo de este entramado, nos lleva hacia un
acercamiento al contenido y uso de los textos y al tiempo de su vigencia en el sector
educativo.
“La modernización educativa que impulsó el gobierno porfirista no sólo atendió el
tema curricular, sino que también consideró los métodos de estudio, los materiales
escolares, los espacios, el mobiliario y los libros de texto. Estos últimos fueron objeto de
atención especial por parte de las autoridades educativas, pero también por parte de los
pedagogos y de los maestros normalistas, quienes se convirtieron en autores de estos libros.
Todas las materias del currículo de primaria contaron con su respectivo libro de texto y con
su autor correspondiente.”
El tema de los métodos de enseñanza, también se aborda a través de la mirada a la
obra de Elena Cárdenas y sobre el acercamiento a Lucio Tapia respecto de un modelo de
lectura. Parece ser que quedó así establecida una base para la construcción del Sistema
Educativo Nacional en México, base que fue aprovechada por el proceso posrevolucionario,
a pesar de que en este proceso se acallara el discurso educativo presente en el porfiriato y
varias de las acciones de construcción educativa de este periodo fueran ignoradas. Este libro
nos deja ver que el nuevo sistema educativo del S. XX se seguiría basando en la
institucionalidad instalada y en varios de los autores y actores educativos del periodo desde
la época en que Porfirio Díaz fue presidente. Inclusive podríamos considerar que el
positivismo científico de la época porfiriana, instaló bases para fortalecer los posteriores
proyectos educativos que llegaron hasta la instalación de la Escuela Nacional Preparatoria,
escuela que queda retratada en el capítulo de Federico Lazarín, sobre Salvador Mozqueira.
El trabajo de Antón Costa Rico pareciera ser un valioso nodo dentro de la red de
trabajos del libro respecto a entramar la producción de texto, edición de obras y la formación
de lectores. No pareciera haber lugar más oportuno que este para revisar la obra de Celstín
y Elise Freinet. La incorporación del texto, del periódico de manera directa a lo que en
México reconocemos como el aula escolar. Por otra parte el trabajo revela las huellas del
camino que siguió la conformación de una red de impulsores de esta apuesta pedagógica en
México.

Redes del saber


Otro ángulo para mi muy significativo de este libro es la visibilización que se logra de
las redes de saber y sociales en las que, como decíamos arriba, se apoyaron los autores de
textos para editar sus trabajos.
De manera que en los capítulos la presentación de los personajes no queda al margen
de las relaciones sociales en las que están inscritos y más allá de ello, aparecen las redes de
las cuales formaron parte y en las cuales se apoyaron en el desarrollo de su labor.
Redes de saber, en el título de la obra, me pareció oportuno y pertinente, porque
resalta a un saber especializado con un fuerte apoyo en el saber hacer docente y en la
promoción de ciertos saberes para los maestros. Un saber que requiere de conocimiento y
que a su vez produce conocimiento, encaminado a orientar la acción y la práctica educativa.
El saber como una pieza que hace posible una especie de síntesis entre el conocer y hacer.
Los autores de Más allá del texto han sido sensibles a una pauta muy valiosa de la vida
profesional docente por ser docentes y por ser estudiosos de la historia de la educación.
Son redes del saber que conforman otras redes y las animan. Redes académicas,
intelectuales, magisteriales, de funcionarios, institucionales y políticas. Todas ellas, se
distinguen a lo largo de la obra, atravesadas por el saber docente, el conocimiento
pedagógico y la acción política que logró instaurar un sistema educativo nacional.
Ahora bien, la obra ubica estas redes en espacios precisos. Distinguimos también a
las escuelas normales, como escenarios de redes de intelectuales, que alcanzaron los
espacios oficiales de instrucción pública en donde por ejemplo, Enrique Rébsamen resulta
uno de los eslabones centrales, en el sentido pedagógico, magisterial y profesional, que
según nos cuenta Irma Moreno, logró tejer redes en México a través de su labor hacia la
institucionalización de la formación de maestros. Un eslabón de amplio reconocimiento para
lo que será el ámbito pedagógico durante décadas en México.
Otro tipo de actor que animó el trabajo de estas redes resultó ser Ignacio Manuel
Altamirano, en un trabajo de búsqueda e integración de personajes al ambiente magisterial.
Otros actores son aquellos cuya obra componen el pensamiento ilustrado de la época.
Gabino Barreda, Justo Sierra Ezequiel Chávez actores que van atravesando las épocas en las
cuales los personajes-autores realizaron su labor.
Aunque también se trazan redes de tiempos previos con Guillermo Prieto, en cuya
persona atraviesan pensadores idependentistas, liberales y federales, Juárez, Quintana Roo,
Luis Mora, Gómez Farías, Lucas Alemán, intelectuales y políticos, pero también pedagogos
como Pestalozzi.
Redes también en las cuales podemos ubicar a mujeres Como Delfina Rodríguez y
Elodia Romo, María Enriqueta Camarillo, Elena Cárdenas, Justa Freire. Mujeres incansables,
inteligentes y comprometidas tanto como muchos de los varones de la época.
Los actores de estas redes, al transitar por ellas, estuvieron fortaleciendo el
entramado, pedagógico, político y social por el cual se sostendría la educación pública,
gratuita y obligatoria en México desde la época de Juárez hasta lo que recientemente ha sido
educación institucionalizada, al menos hasta el años 2012, y me atrevo a decir, lo que logró
ser la educación para los miles de maestros que durante meses se manifestaron en las calles
durante el 2016, con el propósito de sostener y de defender la educación en México.
Una última reflexión al respecto de este punto, luego de la lectura de esta obra, una
parte de ella me permite una mejor comprensión de las manifestaciones de rechazo y
resistencia normalista hacia actual reforma educativa, reforma que está cimbrando desde
los cimientos el legado pedagógico, normalista e institucional, con el que se construyó
históricamente la educación pública en México.
CINEMATROPOS
Replace (Alemania, Canadá, 2017)

Karla Paniagua
Kira es una joven pianista que ha perdido la memoria a corto plazo. De entre las
sombras de su pasado ocasionalmente logra recuperar algunas imágenes cuyo sentido no
logra descifrar.
Sin motivo aparente, su piel comienza a deteriorarse y el único remedio que parece
funcionar es reemplazarla con la piel de otras personas a las que comienza asesina para
mantener su belleza, hasta que las razones de la pérdida de memoria y del envejecimiento
radical de su piel son reveladas.
Esta historia realizada por Norbert Keil resulta muy oportuna en una época en la que
las señales que indican la búsqueda y eventual consecución de la muerte de la muerte son
fuertes: proyectos como Bioviva, Calico, Cenegenics y Primo Post Human, que consideran
el envejecimiento y la muerte como enfermedades que pueden curarse así nos lo indican.
Autores como Yuval Noah Harari consideran que la extensión indefinida de la vida
humana no llegará antes de 100 años, sin embargo la extensión de la expectativa de vida
continuará, con efectos deseables e indeseables que modificarán nuestra manera de
relacionarnos, de estar en el mundo y en general, de ser humanos.
Replace se concentra en la dimensión distópica de la pesquisa por el
antienvejecimiento y por eso les sugiero conocer este magnífico trabajo, disponible aquí.

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