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Meso América

Los sistemas de escritura mesoamericanos son creaciones originales de los pueblos que habitaron Mesoamérica durante
la época prehispánica que se emplearon para registrar sucesos importantes en el desarrollo de esos pueblos. Al igual
que en Mesopotamia y China, Mesoamérica es uno de los lugares donde el desarrollo de la escritura tuvo lugar de
manera independiente. La escritura de los pueblos mesoamericanos -o por lo menos los sistemas que han podido ser
descifrados parcialmente hasta nuestros días— combinan logogramas con elementos silábicos, a los que no se les puede
calificar de escritura jeroglífica. Las investigaciones arqueológicas han documentado la existencia de menos de una
decena de diferentes sistemas precolombinos de escritura en Mesoamérica, aunque las carencias de los métodos para
fecharlos hacen muy difícil saber cuál es el más antiguo y, por ello mismo, determinar cuál sirvió de base para el
desarrollo de los demás. El mejor conocido de estos sistemas indígenas de escritura es la escritura maya del período
Clásico. Algunos fragmentos de la literatura precolombina mesoamericana han sido conservados gracias al empleo
del alfabeto latino del idioma español en la transcripción de las tradiciones orales de los pueblos que vivieron en el
tiempo de la Conquista. Estas transcripciones se realizaron en ciertos casos —como el Popol Vuh de
los quichés en Guatemala o los textos de los informantes de Sahagún en el Centro de México— en las lenguas de los
propios indígenas, lo que ha permitido dar alguna luz de cómo eran esas lenguas en el tiempo de la Conquista. En ese
tiempo también se destruyeron numerosos códices mesoamericanos —como en el caso del Auto de Maní, donde Diego
de Landa quemó alrededor de veintisiete códices yucatecos; o el caso de Juan de Zumárraga que ordenó la destrucción
de varios escritos indígenas en Texcoco—, de modo que son muy pocos los documentos indígenas que han llegado a
nuestros días. La escritura, “sistema de signos visuales, pintados o grabados que se emplea para transmitir mensajes en
una lengua determinada”, puede ser alfabética, silábica, ideográfica y jeroglífica, y como no existe escritura alguna que
pueda leerse en diversas lenguas simultáneamente, a cada sistema escriturario corresponde una única lengua.
Ahora sabemos que la escritura se inventó de manera independiente en seis lugares. Uno de ellos fue Mesoamérica mil
años antes de Cristo, y la región del Golfo de México ocupada por los olmecas. En ella se inspiraron una veintena de
escrituras prehispánicas de las que tenemos evidencias, aunque sólo la maya y la náhuatl se han descifrado, de modo
que el reto enorme sigue siendo el desconocimiento de casi todos los sistemas escriturarios mesoamericanos, que
pertenecen al tipo jeroglífico y pictográfico, en los que se fusionan los signos escriturarios con los meramente
iconográficos. Añádase a lo apenas dicho el énfasis puesto por los lingüistas a favor del sistema de escritura fonético y el
desdén por el glífico, en boga entre los pueblos y culturas de Mesoamérica en 1521, pues este consta de signos cuyo
diseño se inspira en partes del cuerpo humano, en animales y plantas, en elementos calendáricos y hasta en topónimos
de lugares, y que su uso e interpretación está ligado a la visión cultural, religiosa y artística de cada comunidad, aunque
con una preferencia muy marcada por lo sagrado, incluyendo la interpretación de los astros respecto al destino de la
comunidad y la explicación del origen de los pueblos a partir de mitos primordiales y relatos históricos tal como como
los retuvo y transmitió la memoria colectiva. En cuanto a su contenido, los textos mesoamericanos tuvieron el propósito
de preservar en el tiempo la memoria de gobernantes, dioses, ciclos del tiempo y hechos históricos resaltantes y como
soporte piedras talladas, telas, papeles, maderas, huesos y cerámicas. Una variante de lo apenas dicho fueron los
códices en piel de venado, fibras de maguey o en papel de amate. Puesto que los pictogramas representaban seres
humanos, animales y plantas de su entorno, los glifos ideográficos expresaban ideas, fechas o historias y los glifos
fonéticos, describían expresiones o elementos silábicos. Plasmar glifos en papel o en piedra y el arte de interpretarlos
terminó siendo un oficio propio de los sacerdotes, que junto con ello recibieron también la encomienda de legitimar la
potestad de los gobernantes valiéndose de la decoración de las estructuras piramidales, de los monumentos públicos
(estelas) y de las pinturas murales sobre aplanados y enlucidos. La escritura maya y la náhuatl tuvo dos clases de signos
fundamentales, los logogramas (signo de escritura cuyo valor de lectura tiene significado, ya sean palabras completas o
raíces) y silabo gramas o fonogramas (signos carentes de significado, puesto que sólo representan sonidos de la
lengua).Los textos jeroglíficos se plasmaron en materiales y soportes tan diversos como la piedra, la cerámica, el papel
amate y de maguey y el algodón, valiéndose de diversos sistemas, como la talla, el grabado, la pintura o el modelado. El
oficio se delegó a un gremio muy apreciado, el de los escribas (tlacuilo ente los mexicas, entre los mayas), que lo mismo
debía saber escribir que pintar. El pueblo se mantenía analfabeto, de modo que la escritura, su significa y valor
redundaba en primer plano sólo a favor de esta pequeña élite. Además de los dos ya mencionados, entre los pueblos
mesoamericanos que sí dominaron la escritura, se cuentan el zapoteco, que adoptó glifos al modo fonético, el mixteco y
los mexicas.
Escritura incaica
Al hablar de escritura inca, se hace referencia al medio por el cual los Incas pudieron haber expresado, en
distintos materiales, textos o poemas de su lengua. Actualmente es un poco osado hablar de una escritura
inca puesto que no se conoce por tradición algún método en que la población inca haya dejado relatos; sin
embargo, no son pocos los investigadores e historiadores que se aventuran a decir que la civilización inca,
con su estado tan desarrollado, debió buscar y hallar una manera de dejar "escrita" su historia y relatos. Estos
investigadores buscan hallar este sistema de escritura principalmente decodificando los posibles significados
de los nudos en los quipus y en los diseños geométricos de los tocapus en los textiles incas. El número de
cordeles colgantes va desde 1 hasta 1500.
Decodificando Quipus
Es de recordar al respecto que en los Andes no se conocía la escritura con caracteres sobre una superficie,
tal y como se entiende en occidente, pero los quipus parecen haber sido una eficaz herramienta
mnemotécnica en las labores administrativas de la civilización Inca y que podrían haber servido para recordar
hechos acontecidos.
Se postula que eran un sistema equivalente a la escritura pues es posible lograr más de 8 millones de
combinaciones gracias a la diversidad de colores de cuerdas, distancia entre cuerdas, posiciones y tipo de los
nudos posibles. Hay algunos pueblos andinos, ubicados en zonas alejadas, que mencionan tener tradiciones
orales "escritas" en los quipus de su localidad.
William Burns Glynn plantea que los quipus eran libros con una escritura alfanumérica donde los números
simbolizados en cada nudo representan una consonante de la lengua quechua y, a su vez, tienen una
equivalencia con los dibujos geométricos utilizados en cenefas textiles y en la alfarería, con lo cual ellos
también se convierten en textos de escritura incaica y importante.
El 12 de agosto del 2005, la revista Science incluye el reportaje "Khipu Accounting in Ancient
Peru" ("Contabilidad con Quipu en el antiguo Perú") de Gary Urton y Carrie J. Brenzine según el cual por
primera vez se hubiera descifrado un elemento no numérico en un quipu: un topónimo para el pueblo
de Puruchuco al inicio del mismo, constante de tres nudos óctuples.
Tocapus: diseños en textiles[editar]
Los tocapus eran unos diseños textiles que, dependiendo de los colores, las figuras y la combinación de estas
creaban todo un lenguaje escrito. Estos tocapus no solo se empleaban para transmitir el idioma sino que
también se usaban matemáticamente. A causa de su dificultad, se necesitaban varios años de estudio hasta
poder leer con facilidad; por esto solo se lo podían permitir los grandes dignatarios.
Fuentes bibliográficas
 Duverger, Christian (2000): Mesoamérica: arte y antropología, Conaculta-Landucci Editores, México.

 Coe, Michael D. y Kerr, Justin (1997): The Art of the Maya Scribe, Thames and Hudson.

 Curatola, Marco; Puente Luna, José Carlos de la (2013). El quipu colonial: estudios y materiales. Pontificia
Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial. ISBN 978-612-4146-27-5. Consultado el 29 de diciembre de 2022.

 Luna Amancio, Nelly (31 de marzo de 2013). «El uso de los quipus se mantuvo 150 años después de la
Conquista». El Comercio. Lima. Consultado el 13 de noviembre de 2021

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