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Jacques Maritain nació en París (1882), de familia de tradición republicana y de

confesión protestante. Estudió Filosofía en la Sorbona, donde reinaba el Positivismo,


dentro de un clima de relativismo y escepticismo. Se casó con Raissa Oumançoff,
perteneciente a una familia de judíos rusos emigrados en Francia, aunque era atea
cuando se conocieron. Amigos de Charles Péguy (1873-1914) y de León Bloy (1846-
1917), ambos tomaron clases con H. Bergson (1859-1941), quien les facilitó con sus
enseñanzas una vía hacia la recuperación de la confianza en la verdad. Estas clases
influyeron poderosamente en sus vidas, de acuerdo con el relato de Raissa en Les
grandes amitiés (1949). Además el libro testimonia la conversión de ambos al
Cristianismo a comienzos del siglo XX (1906), junto con Vera, hermana de Raissa. La
unión entre ellos fue muy estrecha y persistieron sin decaer en el cumplimiento del
objetivo de renovación de los estudios del pensamiento de Santo Tomás, dentro de un
plan de vida orientado a la práctica de la oración y el crecimiento espiritual.
Fomentaron la expansión de los ‘círculos tomistas’, y se mantuvieron en estrecho
contacto con la intelectualidad de la época, tanto de Europa como de América. Trabaron
amistad también con Nikolai Berdiaev (1874-1948) y con E. Mounier. Maritain escribió
numerosos libros, entre ellos Los grados del saber (1932), Siete lecciones sobre el ser
(1934) y El humanismo integral (1936). Entre 1940 y 1960 vivió en Norteamérica,
debido a la guerra europea. En ese período dictó cursos en las Universidades de
Toronto, de Notre Dame, de Chicago, de Princeton y de Columbia. En la Universidad
de Yale dio un ciclo de conferencias sobre educación y la organización de los estudios.
En 1945 publicó Cristianismo y democracia, luego La persona y el bien común (1947),
La significación del ateísmo contemporáneo (1949), Nueve lecciones sobre las
nociones primeras de la moral (1951), Arte y poesía (1953), Filosofía moral (1960)
entre otras obras. Tras la muerte de Raissa (1960) se retiró con los Hermanitos de
Charles de Foucauld en Tolouse (Francia). En 1970 ingresó como hermano en la
comunidad, donde murió en 1973.
Su máxima preocupación filosófica ha sido reflexionar en torno de las cuestiones
que fueron centrales también para Tomás de Aquino, de gran vigencia actual, sobre todo
en el ámbito ético-político. Compartió con Tomás los fundamentos metafísicos y
antropológicos. Entre los problemas filosóficos que le interesaron figuran: la primacía
del ser, el papel de la intuición intelectual en los procesos de conocimiento, los grados
del conocer, la relación entre individuo y persona, la elaboración de un ‘Humanismo
integral’ como modelo de una ‘nueva Cristiandad’ enfocada en términos ‘histórico-
concretos’.
El punto de partida de su consideración filosófica se concentra en la primacía
del ‘existente’, o sea la realidad concreta de cada ente. El ser es el fundamento primero
de las nociones metafísicas. Además presenta la intuición intelectual como la manera en
que el hombre capta el ser de lo existente.
“ Lo decisivo, por tanto, consiste en haber visto que la existencia no es un hecho
meramente empírico, sino el objeto primero del intelecto, al que le abre un
campo infinito de posibilidades de percepción, en pocas palabras, que es la
fuente primera de conocimiento…” 1
El conocimiento humano se complementa con la analogía, que sirve de modelo
para acceder a los diversos grados del saber. En todos los casos se trata de ‘distinguir

1
“Es un error muy ingenuo creer que la subjetividad no posee una estructura racional, aduciendo para ello
el pretexto de que su profundidad es insondable, o eliminar en ella toda naturaleza, para reducirla al
abismo absurdo de una libertad simple y arbitraria.” “La subjetividad de la persona exige como su más
interno privilegio la conciliación de razón y amor.” Breve tratado acerca del existente y de la existencia
para unir’, criterio que se aplica no sólo al ámbito de la teoría sino también a la vida
práctica y al campo sociopolítico.
Maritain distingue, por ejemplo, al ‘individuo’ – conjunto de condiciones
biológicas y psicológicas, que ofrece una base material2- de la ‘persona’, centro, a su
vez, de la actividad intelectual y moral, dueña de su capacidad de libre albedrío. La
persona es la base del comportamiento sociopolítico del hombre puesto que, como
‘persona’, el hombre se hace cargo de sus decisiones éticas tanto a nivel individual y
familiar como en todo lo relativo a la concreción de la plenitud humana, orientada a la
trascendencia divina. La persona es portadora de un sello divino. Es inviolable, porque
es plenamente autónoma y se pone a sí misma sus propios fines.3 La distinción entre
‘individuo’ y ‘persona’ está expuesta en Tres reformadores: Lutero, Descartes,
Rousseau (1925).4 Este aspecto se complementa con los análisis referidos a los
procesos históricos en cuanto a los ‘problemas temporales y espirituales de una nueva
Cristiandad’’desarrollados en la obra Humanismo integral .
Maritain considera que la expansión medieval del Cristianismo se ve oscurecida
por el predominio de la inmanencia y del individualismo subjetivista durante la
modernidad. El ‘individuo’ logra, en el Renacimiento y en la Reforma,
progresivamente una mayor independencia, hasta obtener el sufragio, la igualdad de
derechos y la libre expresión de las opiniones pero sin que el hombre como ‘persona’
haya obtenido iguales posibilidades de crecimiento. El aumento de libertades como
logros para el desarrollo sólo del aspecto individual del hombre no siempre beneficia a
la persona. Estos progresos del individualismo no estuvieron acompañados, en muchos
casos, por un crecimiento de la satisfacción del bien común. Faltó una ‘armadura
social’ capaz de proteger a la persona, para que no quedara abandonada a sí misma en
cuanto a sus necesidades morales, teóricas, políticas, religiosas. Por ello, el Humanismo
debe ser integral, con una dimensión material y otra espiritual.
Estas reflexiones se reflejan en Humanismo integral, una de las obras que
muestra la mentalidad de los intelectuales católicos en el período de las Guerras
mundiales y en la postguerra. Preponderó en esos momentos el interés por el
‘Humanismo’. Pero, no se trata, para Maritain, de un Humanismo considerado como un
retorno a la cultura clásica sino como un ‘compromiso’ que se hace cargo del carácter
histórico de los acontecimientos.
Maritain combatió políticamente y con herramientas teóricas los totalitarismos
del siglo XX. Por eso, prefirió que los procesos histórico-temporales preserven su
autonomía y que el ámbito político no se confunda con el religioso. Le confirió
importancia a una concepción profana de lo temporal. Defendió la autonomía de los
acontecimientos históricos. Pero el plano temporal, aunque separado y autónomo, no
queda desconectado de lo espiritual. Resulta, por tanto, una pluralidad cultural y
confesional del estado laico, al que le corresponde asumir sus responsabilidades
sociales, políticas y económicas. Sobre esta base de pluralismo pueden desplegarse los
hechos históricos: “una ciudad temporal intrínsecamente vivificada e impregnada por el
Cristianismo.” Distinguió, sin embargo, una solución ‘pluralista’, del ‘error del
liberalismo teológico’, porque ‘tolerar no es aprobar’. La resultante es una ciudad
2
El individuo resulta condicionado por las circunstancias en las que se encuentra. Como individuos
“somos fragmentos de materia, una parte del universo, sin duda algo particular, pero parte y lugar de
concurrencia de fuerzas e influencias de tipo psíquico, étnico, atávico, hereditario, económico y social, a
cuyas leyes estamos sometidos.” Tres reformadores
3
“Persona significat id quod est perfectissimum in tota natura.” Santo Tomás, S.Th. I, q.29,a.3
4
“¿Qué es el individualismo moderno? Un engaño, un quid pro quo: la exaltación de la individualidad,
camuflada de persona y que a la vez significa una atrofia de la persona auténtica.” Tres reformadores
pluralista, dotada de estructuras jurídicas propias para las diferentes religiones,
orientada en virtud de una subordinación real y efectiva de lo temporal a lo espiritual,
aunque el estado no sea el brazo secular de la iglesia de ninguna manera.
Dentro del Humanismo planteado por Maritain cobra relevancia la persona, que
aunque no se limita exclusivamente a su temporalidad, está inmersa de todos modos en
el proceso temporal. El desenvolvimiento histórico de la existencia humana, dentro de
una cultura y de una sociedad, no resulta ajeno, por tanto para esta clase de Humanismo.
La faz que asume el Humanismo contemporáneo está conectada con los valores
sociales: dignidad humana, libertad, solidaridad, justicia. Pero, al carecer de una
fundamentación metafísica, se vuelve un Humanismo ajeno a lo humano, que es más
bien una tragedia del Humanismo.
La solución descripta por Maritain es una nueva Cristiandad, no sacra sino
profana, que con una concepción teocéntrica, no teocrática, otorgue al Humanismo un
carácter integral. Si Dios es el centro de lo creado el hombre recuperará su dignidad.
Pues, lo que tiene que ver con el ‘individuo’ sólo expresa el aspecto material del hombre
y no su subsistencia espiritual, como alma dirigida a la trascendencia. El individuo es
sólo una parte, expresión meramente cuantitativa, en tanto aspecto material del hombre,
de una cantidad determinada.5 Considerado tan sólo como individuo el hombre no llega
a desempeñar un papel definitorio en la vida social, sino que se comporta simplemente
como un mero integrante de la sociedad. Consecuencia de ello, las sociedades
modernas, basadas en hombres que sólo actúan como individuos, desembocan en el
despotismo. Despotismo que se presenta bajo diferentes caras y es justificado por
Hobbes bajo la forma monárquica; según Rousseau, democrática; o como estado-
providencia, de acuerdo con Hegel.
El hombre impregnado de Humanismo integral, en cambio, tiene como meta un
Humanismo heroico, capaz de poner en práctica valores suprahistóricos, abierto para un
encuentro personal con Dios.
La Cristiandad, al abrirse a la trascendencia, puede impregnar instituciones y
sociedad pero sin dotarlas por ello de carácter sagrado.
Maritain propone una Cristiandad vitalmente vivida, en la que se reelaboren las
relaciones entre lo espiritual y lo temporal. Sin que desaparezca la autonomía de lo
temporal, podrá reconocerse así la soberanía de Dios, por encima de todas las
circunstancias temporales.
“Esta nueva edad de la civilización deberá ser personalista, en el sentido de
reconocer la trascendencia de la persona y de sus fines espirituales, respecto a
todo orden social; democrática, para permitir el acceso del pueblo a la mayoría
política; pluralista para marcar a la vez la autonomía específica de los fines
temporales y el respeto de la libertad de consciencia de las personas; y todo esto
no será posible a menos que el lazo social y el sentido de primado del bien
5
“En opinión del Doctor Angelicus, la individualidad tiene su raíz en la materia, en cuanto que ésta exige
ocupar dentro del espacio una posición que se distinga de otra. La materia, por su parte, es una forma de
ser, una mera potencialidad receptiva y un principio de cambio de la substancia, una exigencia de ser.”
“El concepto de persona no tiene nada que ver con la materia, como la individualidad de los entes físicos,
sino que se eleva a las dimensiones más profundas y más altas del ser; la persona tiene como origen el
espíritu, en cuanto que éste forma parte como tal de la existencia concreta y, sin embargo, la desborda;
considerada metafísicamente la persona como dice acertadamente la escuela tomista, es la ‘subsistencia‘
(…)’ y en cuanto que en mi subsistencia hay una señal o un sello que la pone en condiciones de poseer su
propia existencia y actuar libremente, testimonia en nosotros la liberalidad y la superabundancia del ser,
que por su parte depende del espíritu o, más exactamente del espíritu encarnado, y que en las
profundidades misteriosas de nuestra estructura ontológica representa una fuente de unidad dinámica o de
creación de unidad desde el interior.” La persona y el bien común
común en relación con los intereses individuales esté fundado sobre una ‘fe’
temporal cívica y una amistad cívica efectivamente vivida y compartida por el
mayor número posible.”6

LECTURA OBLIGATORIA:
J. Maritain, Humanismo integral, Santiago de Chile, 1947
Introducción; Cap. I; Cap. V

BIBLIOGRAFÍA SOMERA:
Burgos, Para comprender a J. Maritain. Un ensayo histórico-crítico, Salamanca, 2006
Rigobello, ‘J. Maritain’, en Coreth-Neidl-Pfligersdorffer, Filosofía cristiana en el
pensamiento católico de los s. XIX y XX, t.2 Madrid, 1994 (Viena-colonia, 1988)
McInerny, Art and Prudence:Studies in the Thought of J. Maritain, Notre Dame, In,
1988
Possenti, Una filosofia per la transizione. Metafisica, persona e politica en J. Maritain,
Milan, 1984
Allard-Blanchet-Cottier-Mayeur, L’Humanisme intégral de J. Maritain. Colloque de
Paris, Paris-Fribourg, 1988
Chenaux, ‘Humanisme intégral’ (1936) de J. Maritain, Paris, 2006
Perrin, ‘Le contexte d’Humanisme intégral’, en Revue des sciences religieuses 81
(2007) 3, 341-351
Chamming’s, ‘Actualité d’ Humanisme intégral’, en ibid. 353-368

6
L. Chamming’s, ‘Actualité d’Humanisme Intégral’, R. des Sc. Rel. 81 (2007) 3, 356-357

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