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Universidad Nacional de Tucumán

Facultad de Artes
Cátedra: Psicología General
Alumna: Carolina de los Angeles Zapata
Profesora: Gabriela Abad
Auxiliares: Virginia Fares, Constanza Guraíib
Carrera: L.A.P. Año: 2014

TRABAJO PRÁCTICO N° 2
“La Ficción del Sujeto”

Explique a qué alude el juego de palabras que hace el autor cuando


escribe “la ficción del sujeto o el sujeto de la ficción”, diferéncielo.

El juego de palabras (o genitivo) que propone Braunstein es una misma


frase a la cual invierte el orden y el sentido, mostrando una ambivalencia. En
una primera instancia, tenemos:

“La ficción del


Sujeto”
Podemos ver que en esta frase es el sujeto el núcleo, el activo. Es el
autor que crea y se cree su propia ficción. La ficción le pertenece. El sujeto
finge esta ficción, su ficción (su realidad) y por lo tanto, existe.

En cambio, en el otro sentido:


“El sujeto de la
Ficción”
Y aquí, el sujeto pasa a ser el objeto, y la ficción el sujeto de la oración.
Es la ficción la que condiciona al sujeto pasivo, la que lo sujeta.

Como dijimos, con este juego de palabras el autor presenta una


oscilación, una ambivalencia. Las dos caras de una moneda. Es una alusión a
la libertad y al mismo tiempo la prisión a la que estamos sujetados por
vivir el mundo a través del lenguaje. Nuestra realidad, filtrada por el
lenguaje (cual de un prisma se tratase), se ve transformada en una ficción: una
ficción omnipresente y a la vez salvadora. Y el sujeto es, al mismo tiempo,
autor y efecto de esta ficción. Pues a él se le impone esta ficción, pero el
también participa de ella, creyéndosela y habitándola, y creándose un yo
ficticio, a través del cual existe.

¿Cómo se articula en el texto “el nombre, el cuerpo y la imagen”?

El nombre, el cuerpo y la imagen forman parte del “anudamiento” que


le sirven de soporte al sujeto para insertarse en el andamiaje, para habitar y
sobrevivir en la escena que lo rodea como un organismo humano viviente.

El nombre se refiere al nombre “propio” del sujeto, un nombre que le es


impuesto y que él asume como propio. La imagen es aquella imagen de sí
mismo, en la que el sujeto se reconoce al mirarse en el espejo o en una foto, y
a la que llama “yo”. Y el cuerpo es el soporte físico que el sujeto también
reconoce como propio (“mi cuerpo”), siempre y cuando acepte las necesidades
y exigencias biológicas de ese cuerpo, y se conduzca con él con
responsabilidad, respetando las normativas de su entorno social.

Este conjunto de tres elementos se anudan, se encadenan en una unidad.


Esta unidad es la ficción salvadora que le permite al sujeto reconocerse
como uno, hablar de sí mismo. Valida su existencia y sustancialidad a través
del tiempo y el espacio ( “yo soy yo, y estoy aquí y ahora”) por medio de esta
unidad ilusoria, siempre inestable y amenazada. Y también permite que el Otro
(la sociedad, la cultura, el derecho, el Estado) lo reconozca a través de esa
entidad. Lo reconoce como un solo hombre, siempre y cuando responda
cuando le llamen por su nombre: que acepte la carga y responsabilidad que
ese nombre, cuerpo e imagen traen consigo.

¿Cuál es la relación que se establece entre el sujeto y el universo del


lenguaje?

El sujeto está introducido en y por la institución del lenguaje a través


del encadenamiento de lo real, lo imaginario y lo simbólico. El sujeto está
sujeto del lenguaje y determinado por él. Es un sujeto hablante y reconocido
por la ley y la sociedad, sujeto súbdito y ciudadano de un Estado, sujeto de
derechos y deberes, sujeto sexuado, objeto de la psicología y psicoanálisis, de
las ciencias sociales y del derecho.
¿Por qué Braunstein afirma que el sujeto no es una unidad
autodeterminada ?

No es una unidad autodeterminada pues justamente dependemos del


lenguaje para determinarnos y existir. La “realidad” humana es una realidad
trabajada, recortada, definida, nombrada por el lenguaje. El mundo (nuestro
mundo) sólo existe a través del lenguaje, con el cual interpretamos al mundo,
no lo reflejamos ni reproducimos. El mundo existe, es lógico y tiene sentido
pues nosotros empezamos a logificarlo y someterlo a nuestras categorías del
lenguaje. Nos orientamos en nuestro mundo gracias a la capacidad
interpretante y figurativa del pensamiento, de representar (de traer aquello
que no está)

Nos creamos, entonces, una ficción que nos es necesaria para sobrevivir,
y en la que todos participamos. Esta ficción nos es posible solamente gracias al
lenguaje, que ya existe antes de cada uno de nosotros. El hombre no está
autodeterminado: está atravesado, escindido y salvado, por el discurso del
lenguaje.

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