Está en la página 1de 3

27 de marzo de 1822

BICENTENARIO DE LA HEROICA VILLA DE CANGALLO


Por: Odilón Bejarano Barrientos*
En la guerra separatista del siglo XIX, los Morochucos, conducidos por los
Auqui, destacaron entre los más tenaces defensores de la independencia
proclamada en Huamanga el 31 de octubre de 1820. Por eso iban a sufrir
severas represalias, al extremo de ver reducido su pueblo a escombros,
luego de que enfrentara varias veces a los realistas. Con toda justicia, el 27
de marzo de 1822, un día como hoy hace 200 años, el gobierno nacional
ordenó la reconstrucción de la que desde entonces se llamó Heroica Villa
de Cangallo, en tributo de gratitud a tan dignos patriotas.
Como jefe guerrillero de los Morochucos destacó Basilio Auqui Huayalla,
en cuyo destacamento alistó a un hijo y a siete nietos suyos, por lo cual la
unidad fue conocida también como Escuadrón de los Auqui. En noviembre
de 1821 había alcanzado una de sus más espléndidas victorias, en
Secchapampa, sobre la cual Carlos Bendezú apunta: “Mientras el jefe del
regimiento fernandino buscaba a los intrépidos Morochucos, Basilio,
dotado de gran imaginación y sentido militar, concibió y puso en ejecución
el siguiente plan: Concentró en su campamento todos los animales de
labranza de los alrededores, y baqueano en su terreno, ordenó barbechar y
mover la tierra de la pampa denominada Seccha, desviando el curso de un
riachuelo y formando un inmenso pantano, convenientemente disimulado
por malezas y arbustos... Los realistas, que exploraban el terreno, divisaron
a unos 400 jinetes Morochucos, desmontados y detenidos en media pampa.
El jefe realista, que no quería perder la oportunidad de derrotarlos, decidió
con prontitud atacarlos. Ordenó cerrarles el paso y tomó sus disposiciones
para el ataque, colocando los escuadrones en línea... A la voz de ¡Ataque!
se inició la terrible carga realista, mientras Auqui y su gente, mostrando
serenidad absoluta, miraban con indiferencia el avance enemigo. La
caballería realista, como una tromba, penetró en la pampa de Seccha, y sin
que pudiera sospecharse ni evitarlo, caballos y jinetes fueron a dar en el
atolladero. Fue recién entonces que Auqui y su escuadrón, en perfecto
orden, dio inicio a un ataque violento, empleando certeras hondas que
lograron derribar de sus cabalgaduras a los enemigos. Aquellos que no
cayeron por la fuerza de las piedras fueron tomados con lazos y ahorcados
o degollados. De este modo consiguieron en breves minutos destruir a los
osados jinetes realistas; de Estos, los pocos que escaparon fueron a la
ciudad y dieron cuenta al famoso Carratalá del descalabro sufrido. El
gobierno independiente, informado de la hazaña, expidió un decreto el 24
de noviembre de ese año, concediendo a los guerrilleros de Cangallo el
derecho de llevar un escudo elíptico de paño encarnado en el brazo
izquierdo, con la siguiente inscripción bordada en hilo de plata: “A los
constantes patriotas de Cangallo”.
Pero casi al mismo tiempo, el gobierno virreinal conminó a Carratalá que
acabara lo antes posible con los Morochucos. Y el 27 de diciembre se lanzó
un ataque formidable sobre Cangallo. Fusiles y cañones enfrentaron a
rejones, lanzas, hondas y lazos. En tan desigual contienda, los patriotas
ofrendaron su sangre a raudales, hasta que se produjo la hecatombe.
Cangallo tuvo que ser evacuada por sus últimos defensores, que se retiraron
hacia las alturas, ocupando el enemigo ocupó la población, que fue
completamente arrasada. Y sobre sus humeantes escombros Carratalá fijó
un cartel con esta inscripción: “Queda reducido a cenizas y borrado para
siempre del catálogo de los pueblos, el criminalísimo Cangallo. En terreno
tan proscrito nadie podrá reedificar y se trasmitirá la cabeza de la
subdelegación a otro pueblo más digno; mayores castigos dictará aún el
brazo invencible de la justicia, para que no quede memoria de un pueblo
tan malvado, que sólo puede llamarse nido de ladrones, asesinos y toda
clase de delincuentes. Sirva de escarmiento a todas las demás poblaciones”.
Epílogo de esa represión fue la prisión de los Auqui, que fueron hechos
prisioneros y conducidos al cuartel de Santa Catalina, en la ciudad de
Huamanga. Tras juicio sumario, se les ejecutó junto al puente de Santa
Teresa.
Tierra de tan aguerridos patriotas, Cangallo no podía desaparecer. Al
conocerse el infortunado final de los guerrilleros Morochucos, el naciente
gobierno independiente emitió un decreto el 27 de marzo de 1822
disponiendo su reedificación en cuanto fuese posible, dándole el título de
Heroica Villa de Cangallo. Y dispuso asimismo la construcción de un
monumento en su plaza mayor, “en el que se inscribirían los nombres de
los mártires de la patria”. Acompañaba a la publicación oficial de este
decreto, el siguiente epígrafe: “[Se] hará célebre la memoria de los
virtuosos naturales de Cangallo: la sangre y las cenizas de los que allí han
perecido por la patria a manos de los verdugos españoles, fertilizarán
aquella tierra, y la harán producir Héroes, cuando desaparezcan los que han
destruido sus inocentes hogares”.
Poco más tarde, Simón Bolívar testimonió también su reconocimiento a tan
valeroso pueblo, elevándolo de categoría y dándole el título de Heroica
Provincia de Santa Rosa de Cangallo. Nuestros hermanos argentinos
honraron también el recuerdo de esos héroes y una de las más bellas calles
de Buenos Aires adoptó el nombre de Cangallo. Finalmente, con ocasión de
celebrarse el sesquicentenario de la victoria de Ayacucho, se inauguró un
busto en homenaje a Basilio Auqui, en la plazuela de Santa Teresa.

*Bejarano Barrientos, Odilón. - Antropólogo y Doctor en


Ciencias de la Educación por la Universidad Nacional San
Cristóbal de Huamanga y la Universidad Nacional de
Educación Enrique Guzmán y Valle. Autor de una tesis
sobre las Guerrillas y Montoneras de la Independencia. Es
en la actualidad docente universitario y Vice Decano del
Colegio de Antropólogos de Lima y El Callao.

También podría gustarte