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MUSEO HISTORICO NACIONAL

SERIE 11 N9 XV

GENERAL
INDALECIO CHENAUT
1808 - 21 DE MAYO - 1958

Conferencia del Profesor CARLOS MARIA GELLY Y OBES, en oca-


sión de la reins~alación de las salas "GUERRA DEL PARAGUAY"
y del "ESTADO DE BUENOS AIRES" e inauguración de la
sala ''NUMIS/v'.ATICA BERNARDINO RIVADAVIA"

MINISTERIO DE EDUCACION Y JUSTICIA


Dirección General de Cultura
Comisión Nacional de Mussos, Monumentos y Lugares H'stóricos

l 9 5 8
GENERAL
INDALECIO CHENAUT
1808 - 21 DE MAYO - 1958

Conferenc;o del Profesor CARLOS MARIA GELLY Y OBES, en oca-


sión dP la re:ns1alación de las salas "GUERRA DEL PARAGUAY"
y del "ESTADO DE BUENOS AIRES" e inauguración de la
isala ''NUMISMATICA BERNARDINO RIVADAVIA"
DISTRIBUCION GRATUITA

Talleres Gráficos del Ministerio de Educación y Justicia - Bs. As.


GENERAL INDALECI O CHENAUT
Oleo por Ed . Vioncin, Porís 1873
p ALABRAS DE APERTURA DEL ACTO DEL DIRECTOR DEL
MUSEO H~STORICO NACIONAL, Capitán de Navío Cont.
HUMBERTO F. BURZIO

[ A dirección del Museo Histórico Nacional se compla-


ce en dar la más cordial y cálida de las bienvenidas
_,¡
a las autoridades del ministerio de Educación y Justicia
de la Nación, a los representantes de los institutos de
historia y de cultura, oficiales y privados, a los descen-
dientes de los guerreros del Paraguay y del General Che-
naut y al selecto público cuya sensibilidad de patria los
ha traído a este lugar para prestigiar con su presencia
el acto de justicia histórica de restauración de las sala..,
del "Estado de Buenos Aires" y de la "Guerra del Parn-
guay" e instalación de la de "Numismática Bernardino
Rivadavia".
La Nación tenía una deuda pendiente con un período
de la histora de la patria que abarca desde Caseros a la
terminación de la guerra contra el dictador del Paraguay
y con el prócer luminoso de la civilidad argentina, que
fundó el primer museo Público de Buenos Aires.
Con el acto de esta tarde el Museo Histórico Nacio-
nal cumple aquella deuda y al proceder a la reintegra-
ción histórica de sus salas, desagravia los manes de ser-
vidores del país que en una larga y cruenta guerra
impuesta, derramaron a torrentes su generosa sangre en
defensa de la heredad patria y de su dignidad.
Los raídos pabellones que sirven de frente a la ce-
remonia, otrora tendieron su sombra a los regimientos
de línea y de la guardia nacional en el Paraguay y re-
presentan a aquellos otros, que en Curupaytí se mancha-
ron con la sangre de Charlone y Grandoli y les sirvieron
de gloriosa mortaja.

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La sala del Estado de Buenos Aires ha permanecido
clausurada durante muchos años por el mal estado de
conservación del lugar que guardaba sus recuerdos. Sub-
sanada las deficiencias, vuelve a la exhibición ciudadana
todo aquello que representa ese período tan dramático
de la historia argentina, en el que germinaron las insti-
tuciones que nos llevarían a la organización nacional.
Como un homenaje a Rivadavia que en 1823 fundara
el Museo Público de Buenos Aires y lo habilitara con los
primeros elementos museográficos, se ha instalado la sa-
la numismática dándole su nombre, en recuerdo del que
lo dotase de la primera colección de monedas griegas y
romanas clásicas -más de 1.500 en total- que adqui-
riera al Sr. Dufresne de Saint-León y que pertenecieran
al R. P. Cassone conservador del museo del Vati.cano, so-
metiéndolas a la expertización de los señores Oberlín y
Garnier, de París. Como un homenaje a su genio visio-
nario y a su sed insaciable de difundir la cultura se exhi-
be esa valiosa colección en la sala respectiva, algunos de
cuyos ejemplares, su posesión sería el orgullo de cualquier
gabinete numismático de jerarquía de Europa.
La sala Guerra del Paraguay se integra con los ele-
mentos históricos argentinos salvados de haber sido aven-
tados por un gobierno que se llamaba de restauración
nacional. Queda nuevamente librada a la exhibición pú-
blica una época de la historia argentina en la que el va-
lor y espíritu de sacrificio de sus hijos brilló a mayor
altura. Un gobierno que adaptaba las leyes a su corrup-
ción dispuso de la sangre de una generación de argenti-
nos y la regaló como propia. Las glorias que esa sangre
simbolizaba fueron desarraigadas del templo donde eran
veneradas y depositada en obscuros desvanes. Con el ac-
to de esta tarde se restablece su culto con auténtica emo-
ción de patria.
Hace diez y ocho siglos decía el autor de ªLos Doce
Césares" que los poderes que se envilecen escriben su

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historia en los anales de la infamia. En esta clase de
anales debe escribirse el episodio de la desintegración de
esta sala en la etapa felizmente superada para la digni-
dad y el honor nacional, en la que el mal y el bien, el
vicio y la virtud eran confundidos de intento por un go-
bernante que enagenó los valores más puros y excelsos
de la tradición argentina, cometiendo el delito de lesa pa-
tria al transigir con el patrimonio moral e histórico de
la Nación.
Ti.to Livio refiriéndose a los austeros romanos de la
República recordaba que tenían como regla inviolable que
cualquiera que abandonase su lugar o dejase sus armas
en combate, debía ser condenado a muerte.
Esta admirable máxima castrense del cumplimiento
del deber podemos aplicarla a aquellos ciudadanos, go-
bernantes o no, que se olvidan de la tradición y de la
historia de su patria enagenando o regalando sus glorias
marciales, que es igual que regalar la sangre vertida en
los campos de batalla por las generaciones anteriores que
posibilitaron, con su sacrificio, la formación de la patria
que di.sfrutan y se enorgullecen de pertenecer.
Las efigies de los esforzados guerreros, sus unifor-
mes y condecoraciones, sus sables, las pinturas de los
combates, entre las que debemos destacar la serie del glo-
rioso manco de Curupaytí, teniente 1Q Cándido López, que
pintó documentalmente las escenas de marciales encuen-
tros y de la vida de campamento, las banderas y objetos
diversos nos hablan con emoción de aquella larga y dura
yuerra. Su enumeración sería la narracú5n de hechos dra-
máticos de la que fué tan pródiga. Ahí está uno para
confirmarlos, la bandera del batallón de Cazadores de La
Rioja, que donara Adolfo Alsina a la bizarra unidad, que
';nt6graba la fuerza al mando del coronel Miguel Marti-
nez de Hoz, que fuera sorprendida y rodeada en A.cayuazú.
Muerto el jefe argentino desoyendo la voz de rendición
del general paraguayo Caballero, el jefe del batallón, te-

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niente coronel Gaspar Campos, salva la bandera arro.fán-
dola al río, donde más tarde es recogida por los brasile-
ños. Caído prisionero, su madre guardó la sagrada
reliquia, lo único que pudo conservar de su valiente hijo,
que luego de soportar inenarrables penurias falleció en
una prisión paraguaya, siendo metido en un cuero y arras-
trado "para ser confundido en la fosa común de los már-
tires", como lo recuerda la pluma de aquel bizarro so/,-
dado y escritor, guetrrero del Paraguay, que fuera el
general Ignacio Garmendia.
Desgraciadamente por falta de espacio no puede -:>x-
hibirse la galería completa de tantos héroes, pero S'1.c;
efigies se rotarán periódicamente en la sala. Es un debe,
de .fusticia hacerlo para esos ciudadanos convertidos en
soldados por la necesidad suprema de la defensa del pai.c;,
cuya escuela fueron los cuarteles donde a la vez que
aprendían, enseñaban y sus plazas de ejercicio los cam-
pos de batalla, donde morían con el acero en la mano 1.1
legaban un viril ejemplo a la posteridad.
La historia no ha .fuzgado a esos hombres por su
fortuna o por su mayor o menor popularidad entre sus
contemporáneos. Los ha .fuzgado por sus servicios al p~•fa,
por su devoción y vida sacrificada a sus elevados i"\t'3-
reses.
El general Indaleciio Chenaut, de quien nos hablcJ Í 1

con su reconocida autoridad el profesor Carlos María Ge-


lly y Obes, pertenece a la legión ilustre de los guerreros
argentinos cuya vida es un continuo batallar dentro y
fuera de las fronteras patrias, para organizar al país y
darle instituciones libres, única forma de incorporarlo a
los pueblos ci<vilizados, ya que la tiranía como institución
de gobierno sólo lleva al estado primario de la tribu.
Debemos admirar a esos guerreros, que son respeta-
dos porque eran respetables, que con magros elementos a
su disposición hicieron tanto. Sólo se admira a los héroes

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El Oi: ;?ctor de l Museo Histérico Nacional, abriendo el acto.
cuando se los comprende y para comprenderlos hay que
tener sensibilidad de patria.
Los sufrimentos y las tribulaciones del destierro nú
los hacían desmayar, porque conservaban su fe y man-
tenían intacta la esperanza en la causa justa que defen-
dían, que era la de la patria.
Lavalle levantando con sus propias manos la casa
que viviera en la Colonia del Sacramento en sus primeros
meses de destierro; Paz y su abr egada esposa viviendo
en Río d~ Janeiro de los dulces y pasteles que fabricaban
para poder subsistir; el héroe cuyo homenaje rendimos
hoy ocupado en di.ver<;os menesteres durante su expatria-
ción en Río Grande do Sul y las ocupaciones humildes de
otros prcscriptos, son ejemplos de valor moral que ani-
maba en su larga espera de la aurora de la libertad a
esos magníficos paradigmas de la patria.
La muerte que cerró el ciclo vital de esos hombres
fué sólo un episodio, sombra obscura y misteriosa que
les abrió la puerta de la inmortalidad la que traspusieron
con sus obras, reconocidas hoy por la historia, supremo
tribunal de la posteridad que los ha consagrado con jus-
ticiero fallo.
El profesor Carlos María Gelly y Obes ha accedido
gentilmente al pedido que le formulara la dirección del
Museo Histórico Nacional de d~sertar sobre la vida de
uno de los héroes más representativos de las luchas por
la organización nacional. Sus títulos y merecimientos jus-
tifican ampliamente la elección hecha en su persona.
Profesor de historia y de educación democrática de
la Escuela Argentina Modelo, en la que ocupa también el
cargo de vicedirector de la sección secundaria de ese pres-
tigioso instituto de enseñanza, es asimismo, director del
Museo Histórico Municipal "Brigadier General Cornelio
de Saavedra)) y al frente de él se ha destacado con ini,-
ciativas novedosas como la implantación de horario noc-
turno durante :el verano y música de fondo en las salas,

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que, junto con visitas explicadas, han tenido la virtud
de que el museo fuese visitado por mayor cantidad de
público.
El profesor Gelly y Obes es miembro de número de
la Institución Mitre y profesor adjunto de Historia de
las Instituciones Argentinas en el ciclo de enseñanza bá-
sica de la facultad de Derecho de Buenos A ires.
Sus estudios e investigaciones lo han llevado a pu-
blicar los resultados y así han salido a luz: usignificación
histórica de Pedro Goyena"; ((Vida ejemplar de Juan An-
drés de la Peña"; uun héroe tucumano: El Padre Ilde-
fonso de las Muñecas"; u orígenes de la Sociedad de San
Vicente de Paul en el Río de la Plata"; ((La personalidad
de Ernesto Padilla". En 1953 realizó un viaje a Europa,
ocasión que aprovechó para ampliar sus investigaciones
históricas en el Archivo de Indias, de Sevilla.
Al margen de lo enunciado se encuentra su copiosa
labor didáctica de conferencias, visitas explicadas a mu-
seos, exposiciones históricas, que contribuyen a enaltecer
su obra de enseñanza de la historia patria que con tanto
patriotismo está empeñado en realizar y realiza el pro-
fesor Gelly y Obes.
Ese noble empeño justifica su presencia y jerarquiza
la tribuna especial levantada esta tarde por el Museo His-
tórico Nacional. A ello se agrega, la feliz y emotiva coin-
cidencia de ser el distinguido conferenciante bisnieto del
Teniente General Juan Andrés Gelly y Obes, militar no-
table y mini>Btro de Guerra y Marina del General Mitre
en su histórica presidencia y su 2Q jefe en el mando del
ejército argentino en la guerra del Paraguay, ilustre tí-
tulo de sangre que blasona la ejecutoria del historiador
a quien me honro en cederle la palabra.

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GENERAL INDALECIO CHENAUT

1808 - 21 de 1Iayo - 1958

Con emoción profunda elevo mi voz en este Museo,


el solar de Carranza, el santuario de San Martín, con el
recuerdo puesto en el admirado amigo Alejo González Ga-
raño. Así llego a esta casa, donde el espíritu se conmueve
ante la; sugestión de los objetos que hilvanan entre sí la
historia de la Patria.
Una distinción del Director ilustrado e infatigable
emprendedor, Cap. de Navío (R. A.) Humberto F. Burzio,
que en mucho aprecio y agradezco, como así también sus
palabras tan generosas, me deparan esta oportunidad tan
honrosa de referirme a una gran figura de la milicia ar-
gentina: Don Indalecio Chenaut, en cuyo sesquicentena-
rio abre nuevamente sus puertas la sala de la Campaña
del Paraguay, incomprensiblemente suprimida hace unos
años.
Su inauguración coincide con la presentación de las
salas del Estado de Buenos Aires y de la Numismática.
Esta ceremonia tiene pues la solemnidad y la trascenden-
cia de un gran aporte cultural a la vida argentina.
Nada mejor para celebrarlo que llamar a nuestra
memoria el recuerdo venturoso de un gran ciudadano,
que entendió la milicia como vehículo de orden y respeto
mutuo, que puso su espada de soldado desde la tierna
edad de su adolescencia al servicio de la libertad primero
y de la Constitución luego; que llenó su existencia de
ese fervor patriótico con que se forjó en el pasado el
alma nacional.
A la responsabilidad de reconstruir a grand12s trazos
su existencia, con esta tribuna y este auditorio, se une

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la de reemplazar a un orador de la taUa del Dr. Enrique
Ruiz Guiñazú, biógrafo del General Indalecio Chenaut en
los albores de este siglo, de cuyas investigaciones origi-
nales y fecundas, surgió un acertado retnato del guerre-
ro, que publicó la Revista de Derecho, Historia y Letras
en 1907. Un impedimento de última hora privó a este
ilustre académico y hombre público de hacer oír, hoy y
aquí, su voz, a más de cincuenta años de su trabajo bio-
gráfico sobre Chenaut.
Sobre la base principal de esas páginas, con el apor-
te de algunas publicaciones más o menos recientes, y de
la generosa y sentida acogida que ha tenido entre los
descendientes del prócer esta celebración, vamos a re-
correr el derrotero vital de Indalecio Chenaut, presintien-
do desde ya los inconfundibles caracteres de una noble
y grande personalidad.
Corrían los tiempos postreros del Virreinato del Pla-
ta, cuando vió la luz Don Indalecio en la Ciudad de Men-
doza, hace hoy ciento cincuenta años. La población de
poco más de 14.000 almas, empleada en el trabajo intenso
de hacer rendir frutos a la tierra o de ofrecer descanso
a las carretas que cruzaban el cercano Ande, hacia o des-
de la Capitanía de Chile, vivía por ese entonces la febrH
inqu~etud de las nuevas ideas y sería muy poco después
-tan sólo dos años- escenario de enconadas tribulaciones
políticas ante las consecuencias de la revolución de 1810
en Buenos Aires. No faltaron los encuentros y el correr
de sangre, para triunfar los criollos finalmente y prepa-
rar el clima que José de San Martín encontraría propic\o
para comenzar su lucha por la libertad en el ámbito ame-
ricano.
El hogar paterno de Indalecio Chenaut, se nutría dc·l
idealismo de esos nuevos tiempos, pero llevaba dentro de
sí la fecundidad de viejas virtudes. Su padre Don J ua.n
Nepomuceno hace gala de ellas en su testamento del 13
de enero de 1806, impregnado de sentimientos religiosos

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muy profundos y de vínculos familiares de honda entrafüL.
Pide como mortaja el hábito de los Agustinos; como úl-
tima morada el templo de Santo Domingo; confiesa f.ll
veneración por Doña Josefa Moyano, con quien se habí2.
desposado en el 1año 1794.
El documento que comentamos nos plantea una duda.
acerca de los antecesores de Indalecio Chenaut, que según
una versión muy difundida eran franceses; a _lo que se ha
agregado, que su padre era representante de Napoleón
en estas tierras. El abuelo, Guillermo, manifiesta ser na-
tural de Ceuta, como lo certifica el testamento que he
podido consultar. La esposa de este último, Doña lgnacia
lturralde, eria oriunda, como también su hija política Do-
ña Josefa Moyana, de Mendoza. Indalecio inició su for-
mación al lado de ocho hermanos, que desde edad tem-
prana dieron testimonio de su templado carácter. Dos de
ellos sirvieron la carrera de las armas, Juan Bautista,
llegará al grado de Sar~ento Mayor y terminará en el
exilio boliviano en la época de Rosas; Pedro Domingo,
interrumpirá tempranamente su actuación militar por re-
cibir un balazo en la mano derecha que le impidió mane-
jar el sable, según rezan documentos de su foja.
Eran los tiempos en que los padres no dudaban en
ofrendar la vida en flor de sus vástagos en bien de la
.¡ grandeza de la patria. Don Luc~ano Díaz se había pre-
sentado ante San Martín en el momento inicial de sus tra-
bajos en Mendoza, para ofrecerle tres de sus hijos, (más
tarde dos de ellos serán generales, uno del Perú, otro de
nuestro país). Se habian formado esos jóvenes en el ser-
vicio de las armas, en las aulas del Padre Lamas, sacer-
dote uruguayo que abrazó la causa de nuestra Indepen-
denda; y que concertó con el propio San Martín, la pre-
paración de un regimiento infantil después de las horas
de enseñanza de su colegio.
En esa pequeña y primitiva escuela militar de Cuyo,
se alistó Indalecio Chenaut, con tan sólo 8 años de edad;

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las marchas por el paseo de la Alameda, seguidas con
júbilo y emoción por el pueblo habrán hecho profunda
impresión en la sensibilidad fértil del niño. "El coronel
Las Heras les facilitaba tambor y pífano" como lo recuer-
da Lucio Funes, a lo que se agregó la bandera del regi-
miento NQ 11 en la celeb11ación del 25 de mayo dei 1816;
fiesta que vió formados a los adolescentes en la plaza
mayor de Mendoza, bajo la; mirada paternal y satisfecha
del Libertador. Tomás José Díaz, recuerda en "La Nación"
del 16 de agosto de 1883, haber recitado unos versos que
transcribe y que adjudica a su maestro el Padre José B.
Lamas, y cita entre los niños que hicieron oír su voz con
acentos de viva emoción patriótica, a Indalecio Chenaut.
Así se incorpora a nuestra historia este noble varón,
levantando su voz infantil en la primera plaza del noble
pueblo mendocino, bajo la paternal protección del Liber-
tador y empuñando las. armas que le diera su modesto
maestro elemental, con la conciencia clara de que su pa-
tria necesitaba en cada fila, en cada plaza de sus inci-
pientes ejércitos, una voluntad firme, un propósito ge-
neroso, un total y abnegado amor por su grandeza.
A los 11 años cumple esa consigna y empuña con
todo el ardor de su adolescencia la bandera del Re-
gimiento lQ de caballería de Mendoza. Poco tardó para
entrar en acción; una sublevación de los Cazadores de
los Andes impuso su movilización y marchó a San Juan,
a reprimir la revuelta bajo las órdenes del General Fran-
cisco Fernández de la Cruz. El Capitán Mari,ano Mendi-
zábal luchó contra ellos; luego lo harán contra el chileno
José Miguel Carrera, invasor en San Juan. El General
Pérez de Urdininea lo venció en Punta de Médano el 31
de agosto de 1821, luego de haber sido desbaratada la
columna del coronel Bruno Morón que pretendió detener
a Carrera en Río IV. En ambas acciones revistó Chenaut
mereciendo una medalla y los despachos de teniente 2Q
del ler. Tercio Cívico de Infantería. Asistió pues al ocaso

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de la actuación de José Miguel Carrera en nuestra histo-
ria, culminado con su fusilamiento por orden del Gobier-
no de Mendoza, el 4 de setiembre de 1821, expirando el
caudillo en la misma plaza donde habían O'lído sus her-
manos y como parece probarlo el historiador Juan Landa,
siendo luego descuartizado y repartidos sus miembros
para ser expuestos en las poblaciones que fueron campos
de sus correrías.
Implacable época; tristes ejemplos de vindicta pú-
blica; duro batallar en que Indalecio Chenaut, montado
con firmeza y elegancia en su corcel, se pone al servicio
de la causa del orden y de la defensa de sus patrios lares,
combatiendo al indio en la frontera sud de su provincia
natal, bajo las órdenes del Tte. Coronel Casimiro Recue-
ro, oficial distinguido de la escolta de San Martín, res-
catando cautivos, alejando al salvaje, y obteniendo sus
galones con méritos auténticos y propios, de ayudante ma-
yor del Regimiento de Granaderos a Caballo de Mendoza,
en 1824. Al año siguiente, contribuye a restablecer la
plenitud del mano4ato constitucional del Gobernador de
San Juan, Salvador María del Carril, y en el campo de
las Leñas (departamento del Pocito) obtiene el grado de
Capitán.
Con tal jerarquía actu,ará en la guerra con el Brasil.
Trasladado a Buenos Aires, en el contingente mendocino
del Ejército Nacional en formación, fué destinado al re-
gimiento NQ 16 de Caballería que comandaba 1aquel bravo
jefe que fué el Coronel José Olavarría. Se habrían visto
en la tierra mendocina cuando el héroe de Chacabuco,
Cancha Rayada, Maipú, Junín y Ayacucho, pasó por Cuyo
con sólo catorce años, enfundado en su severo uniforme
de subteniente del Ejército de los Andes. Bajo las órde-
nes de Olavarría se batió Chenaut en Ituzaingó, y no
desmintió su pasta de soldado nato. El General Tomás
Iriarte lo atestigua en documento original que hemos te-
nido a la vista, diciendo que se "distinguió por su dis-

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ciplina y brillante comportación militar". Combatió tam-
bién al lado del Gral. Mansilla en Ombú, "combate recio
que pudo ser considerado como el preliminar de Ituzain-
gó", como bien lo recuerda Ruiz Guiñazú, trayendo a co-
lación el informe del General Paz sobre la distinguida
intervención del regimiento en que revistaba Chenaut.
''El cuerpo de Lanceros de Olavarría maniobró como en
día de parada", según Alvear. Chenaut está en esas filas
que desafían la muerte, con la apostura de los héroes que
buscan el ideal hasta en la forma, cuando se trata de dar
la vida por una causa noble.
En esa tumultuosa asamblea de guerreros que se
congrega en Ituzaingó, junto a Paz, a Lavalle, a Brandzen,
a Soler, a Olavarría, a Alvear, corre veloz Indalecio Che-
naut, con sus escasos veinte años, de los que lleva once
agudizando la mirada desde La silla de su cabalgadura,
listo a entrar en acción con la presteza y decisión de un
cruzado. En Camacuá y en Y erbal lanza su corcel sobre
el enemigo, sable en mano, la mirao,a dura y vigilante.
Toma su lugar al lado de Juan La valle; no cabe duda que
si la formación de un guerrero depende en algo o en mu-
cho, del ejemplo de sus jefes, fué para Chenaut el desti-
no en este aspecto, de una prodigalidad excepcional.
A comienzos del año 28 se bate en el Puesto del
Padre Filiberto y en la sorpresa de Las Cañas, es de los
que rechazan al mariscal Braun, que al frente de 3.000
infantes y 1.500 hombres de caballería ataca al General
oriental Julián Laguna. Luego de esa campaña, vuelve
Chenaut a Buenos Aires, en la columna que comanda el
General José Maria Paz.
El retorno de los efectivos militares que lucharon en
el frente brasileño coincide con una de las crisis políticas
más hondas de nuestro país. Paz se enfrenta a Lavalle
y todavía los historiadores tejen teorías acerca de su
trascendental entrevista en los Desmochados. A ella asis-
te Indalecio Chenaut y sella su amistad con Paz. Le si-

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gue a Córdoba donde Quiroga esperiaba el ataque, fuerte
en sus "pagos" tradicionales, con su caballería legendaria
presta a entrar en acción.
Debemos al genial estratega un juicio apreciativo
de la actuación de nuestro biografiado en la campaña
contra Quiroga. Dice Paz en documento que amablemente
nos ha sido facilitado por ,el Sr. Luis Carlos Chenaut, que
"sirvió con constancia y distinción durante esas prolijas
campañas, que si bien es penoso recordar -agrega-
porque fueron el resultado de la guerra civil que devo-
raba nuestro país, es honroso haberse hallado en ellas
por la causa de libertad que se defendía, la gloria militar
adquirida y por las victorias que coronaron nuestros es-
fuerzos".
Con anterioridad a su incorporación a la columna
que comandará Paz en su lucha en el interior de la Re-
pública, Chenaut sirve a las tropas de Lavalle repeliendo
un intento de invasión de Estanislao López, y penetrando
en Santa Fe hasta las riegiones del Chaco. Junto a Pe-
dernera, Pringles, Albarracín, nuestro jefe va a la carga
decidiendo el resultado del encuentro.
Para el lancero de Olavarría, acostumbrado a m'.lr-
char "como en día de parada", le habrá resultado un
duro contraste, la guerra de López hecha de ladina viveza
y de artimañas gauchas, en la que se desbarataban las
caballadas de los veteranos de Ituzaingó con los pastos
venenosos de Santa Fe.
Edecán del General Paz, asiste Don Indalecio a la
Batalla de San Roque, encuentro precipitado por el jefe
unitario, frente ¡a las dilaciones de Facundo y en el que
se obtuvo un decisivo triunfo sobre Bustos.
Luego vendrá La Tablada, con dos días de terribles
combates. Chenaut revista en el regimiento 2 de caba-
llería de la reserva, cuerpo que entra en batalla en mo-
mento decisivo, cuando el ala derecha del ejército de Paz
se vió arrollada.

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Juan B. Terán dirá con razón que esta batalla "pa-
recía la aurora de una emancipación"; así habrá parecido
sin duda para quienes vieron a Paz, como consecuencia
de ese triunfo, instalarse en Córdoba a consumar su obra
constitutiva de una vasta unidad proviacial en nuestro
interior, con la vista puesta en la Nación, aportando ver-
daderos pactos preexistentes, dignos de compartir con el
del 4 de enero de 1831 del litoral, la base fundamental
de nuestra organización federativa.
Para asegurar esa obra de Estado los jef.::~s de Paz,
cumplieron activa campaña. La traición de un oficial pone
un día en prisión a Pedernera y a Chenaut y la noticia
llena de tanto júbilo al Tigre de los Llanos, que que-
brantando su original promesa de no afeitarse sus po-
bladas "barbas hasta tanto no se desvaneciese el peligro
de Paz y sus ejércitos, procede a rasurarse muy satis-
fecho.
No tardaron los prisioneros en recuperar su libertad
y Facundo buscó en Cuyo la recuperación de su fuerza
perdida, contemplando seguramente con profundo fasti-
dio el paulatino crecimiento de sus legendarias patillas
como nueva ofrenda a su huidiza victoria.
Oncativo marcará el fracaso de la hegemonía de Fa-
cundo en las provincias centrales de la República. Ruiz
Guiñazú consigQa la importanci~ como ejemplo de estra-
tegia de este histórico encuentro, en el que Chenaut actúa
con tan buen resultado para su carrera, que merece ser
enviado a San Juan para organizar un cuerpo, el de los
"Coraceros de San Juan", con cuya comandancia es dis-
tinguido el 23 de octubre de 1830.
Damián Hudson destaca el buen criterio de Chenant
para seleccionar jefes y oficiales de su regimiento, pero
hace referencia también a la extrema severidad que apli-
có en la disciplina.
Urien y D¡avid Peña en sus bosquejos biográficos de
Facundo, se lamentan de la dureza empleada por Chenaut

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El disertante, Prof. Carlos María Gelly y Obes, en el uso de la palabra.
en el adiestramiento de sus Coraceros, causa determinan-
te sin duda del triste episodio de Rodeo del Chacón, com-
bate durante el cual la caballería de Chenaut deserta en
masa, dándole la victoria a las fuerzas que respondían
a Quiroga.
La brillante oficialidad sanjuaninf3, había cumplido
su instrucción en Mendoza, donde llevó Chenaut a su
tropa en la etapa inicial de su preparación bélica; Manue·l
del Carril, Nicolás Barreda, son nombres entre muchos
otros, de la juventud que adiestra Chenaut entre sus co-
raceros.
El día del encuentro en Chacón, el 26 de marzo de
1831, las tropas mendocinas de Videla Castillo son derro-
tadas, sobre la base de la mencionada deserción de los
Coraceros de Chenaut, a los que se hahía montado en
mulas en previsión de su posible reacción contraria a las
órdenes de sus jefes.
Este triste episodio provoca el exilio de Chenaut, f!_Ue
crm1a a Chile, ya que Chacón marcó la iniciación de una
violenta e implacable represión en Cuyo. Desde Chile bus-
ca su incorporación a la resistencia contr'l el régimen de
Rosas, cuya figura ya apuntaba en el panorama n':lcional
sob:rie la base de su entendimiento con Estanislao López
y la desgraciada prisión del General Paz.
En un largo viaje por el Cabo de Hornos, lleno de
vicisitudes y accidentes, llega a las playas porteñas en
desembarco obligado. Luego de corto hospedaje en casa
de Dalmacio Vélez Sársfield, cae en manos de los federales,
que disponen su prisión. Será recién el General Juan Ra-
món Balcarce quién le dará la libertad, luego de más de
un año de perm'.lnencia en la cárcel pública bajo el mote
tan difundido de "salvaje unitario". Recuperada su libe-
ración, cruza a Montevideo, donde será reconocido en ca-
lidad de teniente coronel argentino el 21 de julio de 1836.
Poco tardó en obtener destino de combate en una escua-
drilla que recorría el río Uruguay, y desembarcó en Pay-

- 23 -
sandú, población a la que había acudido para protejerla
de la anarquía.
Comandante en jefe de la ciudadela de Montevideo
en 1838, pasó a revistar en la plana mayor del ejército
Oriental.
Ante la noticia de la prepariación de la campaña li-
bertadora en la isla de Martín García por el general Juan
Lavalle, poco tarda en acudir allí con la debida cautela
exigida por la armonía de las relaciones rioplatenses.
El 11 de julio de 1839 se embarca con trece soldados
argentinos equipados a su costa y un discreto número de
pertrechos. Lavalle recibió con alborozo a un jefe de la
guerra del Brasil, a su colaborador en la lucha contra
Estanislao López. Felix Frías consigna su nombre como,
Sub-jefe del cuartel general, en la nómina de los alistados
en Punta Gorda y en tal calidad se halla presente en
Yeruá, Don Cristóbal y Sauce Grande.
En esta campaña libertadora se destaca como orga-
nizador del Escuadrón Mayo, cuerpo que ha merecido el
tlogio cumplido de contemporáneos e historiadores. De
est¡e Regimiento dice Isaías de Elía, "que hacía la poesía
del Ejército Libertador", luego de haberse referido al
origen de su integración, que era el de los contingentes
de hacendados de la Provincia de Buenos Aires que habían
sido vencidos por Rosas y ajusticiados sus jefes.
El General Paz hace un entusiasta elogio de este es-
cuadrón en cuyas filas figuran los Ramos Mejía, Elía,
Ezeyza, Madero, Artayeta, este último jefe al retirarse
Chenaut para incorporarse al Ejército Libertador de Paz
en Corrientes. Por la memoria histórica del Coronel Juan
Estanislao de Elías, que hemos consultado en original que
posee nuestro amigo el señor Juan Isidro Quesada, sabe-
mos que Chenaut fué enviado a Punta Gorda el 17 de
setiembre de 1839, para que procediese a reunir a los dis-
persos de la caballería que afluían sobre el puerto.

- 24 -
La desgraciada campaña de Lavalle culminó con el
rechazo de Sauce Gnande en julio de 1840. Ese contraste
decidió a ese jefe dejar el litoral e intentar en audaz gol-
pe de mano la invasión de Buenos Aires, para lo cual
concentró sus dispersos en Punta Gorda, el 19 de julio
de 1840.
Paz narra en sus memorias que en conversación con
Lavalle en ese puerto, mientras se solucionaba el embarco
del ejército de este último, luego de su fracaso frente a
Echagüe, hablaron acerca de los antecedentes de Chenaut
y de La actuación en Chacón de sus Coraceros. Lavalle
-siempre según Paz- habría dicho que el regimiento
se comportó cobardemente porque se habían empeñado
en darle mucha disciplina.
Quizás tal juicio proviniera como lo dice Paz, del cam-
bio operado en la táctica y hasta en el atuendo del héroe
de Río Bamba, que deseaba luchar contra el caudillismo
en 1840, desprovisto de todo el aparato desciplinario de
los ejércitos de la Independencia, en su postrer afán de
adaptarse a un tipo de guerra que interpretaba como úl-
timo recurso para la defensa de la libertad.
Lavalle despr,eciaba la idea de Paz de hacerse fuerte
en Corrientes y proteger al Gobernador Pedro Ferré, que
cifrecía su apoyo panru la formación de un nuevo ejército
libertador. Quizás por eso fuera que tomara con gesto
despreciativo e irónico la comunicación del Comandante
Chenaut de que dejaba su ejército para; unirse a Paz.
L"L entrevista se desarrolló en presencia del D;.·. Sal-
vador María del Carril y de algunos miembros del "Es-
cuadrón Mayo", que no tardaron en darle cuenta a su
jefe de la "superficial y grotesca reacción" del General La-
valle.
Nos dice Paz en sus memorias que Chenaut no olvidó
el incidente en diez años, conservando "un amargo re-
cuerdo de lance tan desagradable".

- 25 -
Paz afirma que la única tropa llegada en orden,
cuando se encuentra con L·avalle, fué la del Escuadrón
Mayo, y agrega estos comentarios: "serían más de las
dos de la madrugada cuando estuvimos en su campo y
recordamos al Comandante Chenaut que lo m~1ndaba. Tu-
ve mucho gusto en ver a este antiguo oficial que había
servido muchos años antes a mis órdenes y que si no
me engaño participó de los mismos sentimientos al en-
contrar a su antiguo Generial".
Comienza a sellarse así la; amistad que les unirá a
EStas dos nobles figuras de nuestro pasado -con razón
Juan B. Terán incluye el nombre de Chenaut, al lado de
los de Derqui, Eusebio Agüero, Domingo de Oro, Wen-
ceslao Paunero, entre los amigos más entrañables de
Paz- y debemos resaltar aquí que citar a Chenaut entre
los íntimos del ilustre manco, no sólo significa completar
su bibliografía, sino otorgarle un título muy preciado.
José María Paz ofrecía a muy pocos la intimidad de su
trato, la confianza de una vinculación afectuosa.
Terán cita una admirable carta de José María del
Carril, hermano del autor de la carta de Mayo, enviada
al ilustre héroe de Venta y Media, cuando se hallaba en
el destierro, muy ilustrativa acerca de sus vínculos pri-
vados: "Usted no debe extrañar -le decía- no tener
amigos ahora que está fuera del poder. Cuando Ud. estu-
vo en el poder n.ada hacía por tenerlos. Ud. huía de la
personalidad y del proselitismo, buscaba la libertad y ser-
vir a la patria. En prooencia de tan grande objeto los
hombres desaparecían. En sus manos eran sólo instrumen-
tos rr1ra obrar el bien que tenía en vista. Para aquellos
que rodean el poder por amor a la fortuna se quiebra
el vínculo desde qu,e muere la esperanza de medrar".
A este círculo desinteresado y sincero perteneció
Chenaut.
Al lado de su jefe en la jornada estupenda de CJ.:i.-
gu'l.zú, figura como Jefe de Estado Mayor y Coronel efec-

- 26 -
iivo, desempeñándose con "eficacia e inteligencia" según
el propio Paz; le sigue en la marcha penosa hacia Entre
Ríos, cuando Ferré retira su apoyo al ejército de escuela
que habría adiestrado P!az; cuando las tratativas de unión
enfrentan dos fuerzas y dos ideas en franca pugna, no
duda en acompañar a su jefe y amigo, abandonando los
frutos de tan largos y penosos trabajos. Inicia Paz su
retirada por Nogoyá; en frase feliz de Terán, "así se
salva íntegramente del naufragio, como un fuego sagra-
do, el programa de su campaña por la libertad y la cons-
titución del país, que iba a predicar de nuevo".
Así llegan a Montevideo, por triste paradoja, como
huídos del campo de su victoria, los héroes de Caaguazú.
Chenaut, que en dicha batalla habíia compartido con el
Coronel Felipe López la jefatura de dos cuerpos de in-
fantería derrotando "la mejor caballería del ejército de
Rosas mandado por el Genenal Servando Gómez", según
expresión de Dalmacio Vélez Sarsfield, ocupa de inme-
diato en el ejército oriental el rango de jerarquía que le
corresponde.
El desastre de Arroyo Grande seguido por la apa-
rición del temido Manuel Oribe en el Cerrito de la Victo-
rria, a la vista de la Plaza de Montevideo, precipita a la
población a uno de los actos de mayor emoción y de ma-
yor fe popular que puede recordar el pasado rioplatense.
Los habitantes de Montevideo confían en ese dra-
mático instante en José María Paz, para la defensa de la
plaza; como solución de una alternativa, que al no haber
encontrado ese apoyo, dejaba tan sólo la posibilidad de
una huída, de la que ya era premonitorio suficiente el
desbande de barcas y veleros que buscaban en el mar
abierto la remota seguridad que los patrios lares no po-
dían ofrecer.
Paz responde a esa confianza colectiva; cuenta con
su temple, su experiencia, y con los buenos oficiales de
los campos de La Tablada, Oncativo y Caaguazú. Entre

- 27-
ellos da un paso al frente nuestro Indalecio Chenaut. De
su actividad en la fortificación de la ciudad nos habla Vé-
lez t 1':tmbién. "Es imposible expresar la contracción y las
fatigas de este jefe -dice- para disciplinar estas fuer-
zas, cuando ni tambores había en la ciudad de Montevi-
deo", y agrega: "pocos días antes de llegar Oribe al Ce-
rrito, Las fuerzas fueron puestas en la línea que se estaba
trabajando y fué nombrado Jefe de Estado Mayor el Co-
ronel Chenaut. Todo había que hacerlo en aquellos días
de tanta expectativa y sin duda que al esfuerzo y trabajos
diarios del Coronel Chenaut y de los oficiales que lo acom-
pañaban, se debió que la plaza de Montevideo a los cua-
renta días de la derrota de Arroyo Grande presentase ya
i..:n fuerte ejército para su defensa". César Díaz dice qne
"al cabo de diecisiete días Chenaut logra que negros afri-
canos, que no conocían el fusil, maniobrasen e hiciesen
fuego de combate".
Tomás Iriarte expresa haber presenciado día a día,
"el celo, la inteligencia, y la infatigable actividad con que
desempeñó tan árduas y complicadas funciones" acredi-
tanto siempre "su pericia y ardor marcial".
"El General Paz descansaba completamente en él"
dice en frase de consagración definitiva el Dr. Dalmacio
Vélez Sarsfield; "era su brazo derecho", afirma Sarmien-
to. Agreguemos que participa Chenaut en cU¡anto combate
o salida se produce desde febrero de 1843 hasta su retiro
en julio de 1844. Junto al General Tomás Iriarte, Coman-
dante general de artillería y al Coronel Manuel Correa,
Jefe de Estado Mayor General, asiste a la solemne cere-
monia de la entrega de las banderas a los cuerpos de la
ciudad que iba a ser sitiada. Félix San Martín en sus "Epi-
sodios del sitio de Montevideo" nos refiere la ceremonia.
En un marco de tormenta estival, con las avanzadas de
Oribe asolando los arrabales, y en medio de los cuadros
ya disciplinados y listos para la acción, el héroe de Caa-

- 28 -
guazú, recibió del Ministro de Guerra oriental, las en-
señas que flamearían en los bastiones de la defensa de
la "Nueva Troya".
Chenaut podría habe~ repetido con Paz, en el sila-
h~ar de u~a oración vertida por el corazón mismo, las
palabras de la memorable proclama del genio moral, bajo
cuyas órdenes se hallaba. "Soldados, en cuatro campos de
batalla he combatido contra esa misma tiranía que os
Dmenaza; contra esas mismas bandas de asesinos que in-
vaden vuestro suieio, en todos ellos vi triunfante el pabe-
llón de los libres, el mismo que acaba . de ser confiado
a vuestro v:alor y flameará en vuestras manos ... "
Con estas frases y de esas manos, reciben Chenant
y sus compañeros d~ armas las banderas que simboliza-
rán y animarán su acción libertadora.
Cuando las nubes de la política mezquina se ciernen
sobre los muros de Montevideo asediada, el ínclito José
María Paz busca el camino de otro de sus exilios, que
son a modo de paréntesis con los que se eslabonan sus
grandes victorias, otorgándoles el noble engarce de sus
virtudes morales.
El 3 de julio de 1844, zarpaba p,az del muelle de l\'Ion-
tevideo a bordd del bergantín brasileño de guerra "Ca-
pibaribi" rumbo a Río Grande y al Janeiro. A su lado tan
sólo dos compañeros se hallaban: Santiago Derqui, se-
cretario letrado e Indalecio Chenaut, camarada de armas.
El objetivo final de la travesía sería Corrientes, donde se
proyec~aba concretar una nueva reacción.
Desde La Paz, Paunero envidia a Chenaut por hallarse
junto al vencedor de Caaguazú en momentos de tanta
trascendencia para la causa de la libertad.
En octubre ya estaban en Río Grande y narra Paz
en sus escritos, que comenzaban a sentirse los destellos
de una "faccioncilla" que se formaba entre algunos jefes,
en unión con otros emigrados.

- 29 -
El Coronel Manuel Saavedra se puso al frente de
este grupo que pretendía transformar a Paz en amigo de
unos y perseguidor de otros. El intento fracasa, porque
la intransigencia del jefe cuando se trata de "privanzas
exclusivas y favoritismos" es implacable e insobornable.
El mismo define en sus Memorias las dos supremas metas
de su acción: "nacionalidad y orden". Para comprobar
la veracidad de lo que dice 1agrega esta frase, de por sí
reveladora de un gran respeto y de una gran confianza
por nuestro biografiado: "el Coronel Chenaut conoce bien
estas intrigas y puede dar pormenores, si se le pregunta".
La facción 'ª que alude Paz tendrá luego sus conexio-
nes en Corrientes con Juan Madariaga, y en su afán de
desplazar algunos oficiales, acordó en sus consejos al
jefe en admitir a tres únicamente de los que estaban más
ceroa de él, al Comisario Albarracín, al Dr. Derqui y al
Coronel Chenaut; a los que involucra Paz "como tres
buenos patriotas", que rechazaron de plano tales insinua-
ciones.
El largo viaje de Paz y sus compañeros a Corrientes
es una retahila de peripecias. De Río a Santa Catalina,
luego a Río Grande, San Francisco de Paula, Porto Alegre,
Santa Amaro, Río Pardo, Santa María, Itaquí, y de aquí
al Paso de los Libres, con la certeza de que es esperado
para ser asesinado; con un salvoconducto diplomático que
no usa para mantener el incógnito.
Aún cuando exige recibir el mando del ejército co-
rrentino de manos del Congueso, de poco sirve este re-
caudo. Los Madariaga reeditarán la defección de Ferré
y luego del revés de L3.guna Limpia, poco le quedó por
hacer a Paz ,en la provincia que había sido el escenario
de tantos de sus desvelos de organizador, de sus procla-
mas de gobernante, de sus glorias de estratega.
A Chenaut le tocó desempeñar la jefatura del estado
mayor de ese ejército de tan corta y desgraciada existen-
cia. Por la Tranquera de Loreto siguió al exilio en el

30 -
reducido grupo que escoltó al héroe de Caaguazú hasta
tiern:t paraguaya. En carta fechada en Asunción el 4 de
octubre de 1846, Paz manifiesta a Don Indalecio que el
Presidente Carlos Antonio López ha otorgado permiso
para su traslado a la capital de esa república. Habíale
expresado poco antes que su presencia a su lado sería
" un placer, una comodid¡ad, un consuelo".
Poco duró para Chenaut ese destino, y en abril de
184 7 ya está en Río Grande do Sul, en San Francisco de
Paula donde recurre a la labor de las "fazendas", impro-
visándose en cualquier menester paria hacer frente a un
duro y triste exilio. Era la época del poeta, ahora pana-
dero, Hilario Ascasubi, del estratega, a la sazón granjero,
José María Paz.
Este desde Río de Janeiro le escribe cartas llenas de
profundos sentimientos de amistad, deferencias, comen-
tarios íntimos, apreciaciones políticas, entre estas últimas
señalamos como. muy importantes las que se refier-en a
Urquiz¡a y sus proyectos de conflagración armada contra
Rosas en 1851. Estos documentos los conserva Don Luis
Carlos Chenaut.
Data de esta época su casamiento con Doña Jacob:::
Martínez, viuda: de Luis María Posadas, que fuera hijo
del Director Gervasio Antonio Posadas, consagrado por
poder .en San Francisco de Paula, en el sur del Brasil, el
15 de enero de 1851. En razón de un viaje que realiza a
Montevideo no puede hallarse Chenaut presente en la ce-
remonia, representándolo Don Manuel de Cast,'.lñcs.
El peregrinar de estos años -que Manuel Ocampo
calificaría para nuestro biografiado de "penosa y larga
emigración"- termina para Chenaut con su incorpo-
raciór. al ejército que forma Urquiza-, hecho que Valentín
Alsina destaca en carta a Félix Frías. Desembarca en
Rosario, donde busca asistente y caballos, que el vencedor
de Potrero de Vences le había negado, según lo recuerda
Sarmiento.

- 31-
Digamos de paso y antes de seguir refiriendo las
constantes y elogiosas citas que hace Domingo Faustino
Sarmiento de nuestro biografiado, que se hallaba vincu-
lado a él y a su :fiamilia desde temprana edad y con lazos
muy estrechos. Ayudante de Chenaut en 1829, cuando
sus correrías en tiempos de Facundo, el ilustre sanjua-
nino recurre en su vejez a solicitar la certificación de su
propio comportamiento heroico, por parte de su jefe Che-
naut. Por otro lado fué el Dr. Salvador Doncel, yerno de
Don Indalecio, el que atacó con algún éxito la terrible
sordera de Sarmiento.
Han sido muy difundidos los juicios que expresó el
2-Utor de la "Campaña del Ejército Grande" sobre Che-
naut. Califica sus servicios como "inmensos" en la jor-
nada de Caseros; aquilata sus aptitudes militares con
esta frase: "adquirió renombre como el mejor maniobris-
ta de caballería". Y Sarmiento aún conoce a fondo hasta
su carácter y sus maneras; le califica de "espíritu bro-
mista" y afirma que "gustaba hacer la guerra alegre-
mente". No falta la ocasión en que remeda sus modales,
como en aquella de una antesala de la casa de Palermo,
antes de entrevistar a Urqui21a y en presencia de Mitre,
episodio que narra en su: estilo picante e incisivo, el ori-
ginal sanjuanino. Desde la Presidencia de la República le
otorgará luego el generalato, dándole el "premio que, me-
recen sus servicios" según lo expresa su mensaje al Se-
nado. Con respecto a la acción misma de Caseros, debe-
mos consignar la importancia de la participación de Che-
naut en un momentq decisivo de la batalla. Hablando de
ese acontecimiento dice el General José María Sarobe en
su libro sobre Urqui2m: que "el ataque general en el
frente de la posición rosista había sufrido una momentá-
nea e imprevista detención porque la división Galán, nni-
dad guía en la maniobra, había retrasado su avance. Esa
inactividad cesó en cuanto el coronel Chenaut, -ayudante
de campo del generalísimo-, reiteró la orden de gene-

- 32 -
ralizar el combate, de acuerdo con el plan del comandante
en jefe. Toda la línea se puso entonces en movimiento ha-
cia los objetivos de ataque que tenía a su frente".
La conducta correcta de Chenaut en este episodio
es abonada por e~ testimonio de los principales actores
y comentarista de la jornada.
El General César Díaz en su Memorias dice: "el co-
ronel Indalecio Chenaut, edecán del general en jefe, me
ha referido que habiendo venido al centro de nuestra lí-
nea, después del choque de nuestra ala derecha, viendo
D. la división oriental tan seriamente comprometida, mien-
tras que todos los demás cuerpos de infantería permane-
cían inactivos, se dirigió espontáneamente a varios ofi-
ciales superiores y al brigadier Márquez (brasileño),
entre ellos, argumentándoles lo urgente que era genera-
lizar La acción e invocando al efecto, el nombre del general
Urquiza".
Esta misma opinión es sostenida por Enrique Ruiz
Guiñazú en su documentada Biografía, quien cita a su
vez el testimonio de (R.G.) Mendeville que en su estudio
"Jornada de Caseros" publicado en el diario "La Nación"
del 3 de febrero del año 1884, dice que el coronel Chenant:
"Había ido al centro de la líoea a impartir algunas ór-
denes y al ver comprometida su ala izquierda, se acercó
al brigadier brasileño Márquez de Souza e invocando de
"motu proprio" la palabra del general Urquiza, ordenó que
avanzara y generalizara el combate". Esto parece corro-
borado en el mismo trabajo de Mendeville por la mani-
festación del Brigadier brasileño "de que él estaba con-
vencido que la orden b:asmitida por Chenaut era expresa
del general en jefe". Esa actitud de nuestro biografiado
es la que debe haberle arr.ancado a Sarmiento el juicio
expresado en sus memorias del Ejército Grande, de que
en Caseros, aquél había prestado "inmensos servicios".
Al intervenir en las circunstancias conocidas, el Coronel
Chenaut no hizo más que cumplir con un deber elemental,

-- 33 -
pues estaba al corriente de las intenciones y órdenes da-
das por el General Urquiza, y la parte que le cabía
desempeñar a cada una de las divisiones en el plan de la
batalla. "Es natural entonces que un jefe de las calidades
de Chenaut -dice Sarobe- nd dejará de advertir, en el
momento preciso, la inactividad en la línea de batalla y
q_ue interviniera para hacerla cesar en cumplimiento de
las órd.enes del Comandante en Jefe".
Luego de la caída de Rosas, Chenaut cumple junto
al vencedor de Caseros una laboriosa y fecunda labor. No
queda sin embargo en carácter de incondicional junto a
Urquiza. Su correspondencia con el General Paz lo de-
muestra. Disiente con Albarracín en que el manco ilustre
deba volver a Buenos Aires después de Caseros. Teme
que puedan herir a su admirado jefe las rivalidades y
los enconos, que se iniciaron al día siguiente de la victo-
ria sobre la tiranía.
Paz le había escrit<:> una carta desde Río de Janeiro,
cuando se preparaba el Ejército Grande, que considera-
mos inédita y que conocemos gracias a la amabilidad de
don Luis Carlos Chenaut; en ella dice el general estra-
tega: . . . "Creo que obra usted muy cuerdamente deján-
dose estar hasta que las cosas tomen la senda convenien-
te. Me consta que estas son también las miras de Urquiza
y que la ida de La Madrid que se fué a juntar a Entre
Ríos le ha desagradado. No lo repruebe porque siendo la
que él preside una revolución federal, quizás desvirtuaría
su poder presentándose ligado estrechamente y poniendo
en juego a los que Rosas llamó unitarios. Fuera de eso
daría la alarma a los caciques del interior que temerían
ver en los acompañantes de Urquiza a sus sucesores".
"Escribí a este general -agrega Paz-; (y esto sólo
para usted) una carta de atención, y me la ha contestado
muy amistosamente, pero en cada línea revela su pensa-
miento que es el que le he dicho. Y habla también de su
programa que es la caída del Dictador, 12. Organización

- 34 -
Vista parcial d e l público a siste nte al acto, reun ido e n las salas " Guerra de l Parag uay"
y d e l ' ' Estado de Bueno s Aires" .
Nacional de la República por medio de un Congreso, nues-
tra libertad; todo lo que me ha dado mucho gusto, tantL
porque un proyecto semejante encierra el bien de nuestro
país, cuanto porque veo reproducido nuestro antiguo pro-
grama cuando estuvimos en el interior, cuando estábamos
en Corrientes". Y termina: "Creo pues, que no puede ne-
garnos el mérito de la prioridad, siendo solamente sen-
sible que los que ahora proclaman esos principios
combatiesen antes con encarnizamiento contra ellos. Fe-
licitémosnos de que ahora digan lo que dijimos hace veinte
años que Rosas era tirano, que se oponía a la organiza-
ción nacional, que era preciso congreso, instituciones, ga-
rantías y. . . bienes sociales". Magnífica carta la trans-
cripta para ap:rieciar la obra precursora del General José
María Paz y para entender con mayor justeza el momento
histórico de la reacción de Urquiza contra Rosas. '''
Chenaut ocupa en 1854 una banca en la Cámara de
Diputados de Paraná, -el primer Poder Legislativo consti-
tucional de la Nación cronológicamente hablando-; repre-
senta allí a la provincia de Mendaz.a. También en nombre de
su terruño ocupa un lugar en la Convención Nacional Re-
formadora de 1860 y culmina su actuación parlamentaria
como Diputado Suplente por La Rioja al año siguiente.
Asiste muy de cerca al proceso decisivo de la Unidacl
Constitucional Argentina. Acompaña a Mitre, Gobernador
de la provincia de Buenos Aires, en noviembre de 1860,
al Palacio San José, cuando éste entrega a Urquiza el
bastón de los mandatarios porteños.
Un nuevo conflicto de armas que compromete el es-
fuerzo todo de la Nación exigirá su presencia. En 1865
,el Paraguay ataca con violencia inusitada la ciudad de
Corrientes.
Evocar la actuación de Chenaut en la Guerra del Pa-
raguay resulta fácil en el ámbito de esta sala de tan

* El texto completo de esta carta se inserta en el Apéndice.

- 37 - -
profundas y emotivas evocaciones. Los cuadros ingenuos
y tan prolijamente documentados del manco López, nos
muestran el escenario de esta lid heroica, con sus telones
de fondo decorados de palmares y esteros; los solemnes
uniformes galone,ados, en los que no faltan el elástico em-
plumado y las retorcidas charreteras de hilo de oro, nos
hablan de una escuela de milicia de tono europeo, de es-
tilo napoleónico; las condecoraciones, banderas e imple-
mentos de batalla, testimonian un duro guerrear pleno de
abnegado patriotismo. En medio mismo de esta guerra,
que se reincorpora hoy a través de sus elementos evoca-
tivos a la sugestión inestimable del Museo Histórico Na-
cional, actuó don Indalecio Chenaut con su distinción
r.costumbrada.
Jefe de Estado Mayor del primer cuerpo de ejército
de operaciones que comandaba el General Wenceslao Pau-
nero participó de ia toma de Corrientes, y de él dijo su
jefe que: "no sólo peleó con brío sino que no tuvo un
momento de reposo". Esta operación la defiende con de-
nuedo cuando sabe que es atacada desde Buenos Aires.
En carta a su esposa dice Chenaut: "es injusto y hasta
vil los tiros que le hacen a Paunero, su conducta militar
es muy meritoria". "El combate del 25, -agrega, refirién-
dose a la toma de Corrientes en el día patrio de Mayo de
1865-- mal que les pese, le hace mucho honor". Le duele
la ingratitud de los porteños que critican la campaña y
exclama con indignación en la misma carta ya citada:
"que vengan otros mariscales mejores que Paunero a
convertir en lana las balas del enemigo". En Yatay, Uru-
guayana y Paso de la Patria toma luego participación
preponderrante.
Desde Paso de los Libres el 20 de agosto de 1865,
éscribe don Indalecio a su amada esposa doña Jacoba
Martínez y hace una pintura realista y vívida de ese mo-
mento de la Qampaña". "Está acampado el ejército en la
costa del Uruguay -le dice- teniendo al frente el lin-

- 38 -
dísimo pueblo de Uruguayana, y en él, 9.000 víctimas del
tirano del Paraguay".
"Este pueblo digno de mejor suerte ha sido aban-
uonado por sus habitantes y está todo él ocupado por esta
horda o1e bárbaros que dentro de poco hallará ahí su
tumba. 12.000 brasileros y 10.000 somos nosotros en esta
costa, con el Uruguay de por medio; pero a pesar de eso
cada noche incendian un¡a o dos casas y hoy se les ha
hecho una intimación para evitar un desastre como el
del 17, pero hasta ahora no han contestado".
"Estos dos pueblos se van hacer célebres y llevarán
el nombre de Tumba del Paraguay. Las víctimas del 17
causan espanto, 400 heridos, 1.300 prisioneros, más de
1.500 muertos a bala y lanza y más de 400 ahogados que
los hemos visto sucumbir en las aguas del Uruguay''.
Y agrega en honor a los enemigos: "pero toda pondera-
ción es poca para expresar la sangre fría con que pelean
y la serenidad para morir". En Estero Bellaco sufrió
Chenaut tales penurias, que fué allí donde contrajo una
grave fatiga cardíaca.
Por fin, en Tuyutí, alcanza relevante lugar merecien-
do ser citado en el parte de Paunero, que al hablar de
su actuación dice: "qu,e además de desempeñar con re-
marca ble actividad los deberes fatigosos de su empleo,
tuvo su caballo herido de bala de fusil". Esa honrosa ac-
ción marcará el final de su participación en la campaña.
Los quebrantos de su salud le impondrán el retiro del
foente.
Hemos hablado de las cartas que enviaha a su esposa
entresacando párrafos que se refieren al desarrollo do la
guerra. Quedaría por hablar de un aspecto íntimo, sen-
timental, de esos documentos; reveladores de un alma no-
ble, de un corazón tierno, de un amor ajustado a los cá-
nones del más romántico de los afectos, de una gran
pasión por su hogar y por sus hijos.
Gracias a la deferencia de sus distinguidos deseen-

- 39 -
dientes, hemos podido penetrar en la intimidad de esa
correspondencia, y completar de ese modo la apreciación
de los tan diversos valores que integraron el alma excep-
cional de Indalecio Chenaut.
Aparecen en un legajo voluminoso, desde la carta cui-
dadosamente doblada que conserva la tierna reliquia de
unos marchitos pensamientos y de unas violetas tornadas
en rama seca, hasta la constante, insistente, permanente
confesión del vacío profundo que experimentaha el gue-
rrero al estar lejos de su compañera idolatrada o de su
hijo Carlos, el de sus prefer-~ncias más tiernas.
No falta tampoco la patética descripción de ese in-
fierno de aguas fétidas y moscas zumbadoras, de los es-
teros correntinos. Y luego de trazar con crudeza las pri-
vaciones del campamento, agrega Chenaut frases como
ésta que dirige a su amada Jacoba: "No temas qne te
olvide; que mientras más dure esto, son más íntimos los
recuerdos del hogar ... un constante tormento de mi alma
es no estar a tu lado ... "
Y estos sentimientos que podrían explicarse con mo-
tivo de su ausencia en el frente de la guerra, no son sino
reedición de aquellos que había expresado Chenaut a su
rnposa, residente en Paraná, cuando en 1861, se hallaba
él en Buenos Aires y Montevideo, por razones de familia
y de servicio. Sufre en esa ocasión la congoja profunda
de la noticia del terremoto de Mendoza y le escribe: "mi
corazón está oprimido de dolor y mi alma enferma".
Ese era su perfil moral. Analicemos su persona física,
digno trasunto de su espíritu excepcional.
De la galería de los jefes ilustres hoy ha sido des-
tacada la tela que representa al General Inda!ecio Che-
naut; ella nos enfrenta con su noble estampa, hecha de
distinción y apostura; su barbado rostro, su mirada firme
y su nariz leonina, culminan un torso bien plantado, so-
bre cuyo pecho lucen las condecoraciones, que jalonan su

- 40 -
vida de guerrear continuo. Su hijastro Octavio Posadas,
hizo pintar este cuadro en París, corriendo el año 1873.
Conocemos también una fotografía de don Indalecio
en sus últimos años en la que aparece desprovisto de su
nívea barba patriarcal. Por proceso inverso al común, al-
canzó la culminación de su vida con su rostro rasurado.
Los rasgos angulosos resultan por dicho efecto bien evi-
dentes, y hay remembranzas en ellos del venerable da-
guerrotipo del Libertador en su ancianidad.
Desde 1867, vivió retirado por razones de salud, del
frente de la Campaña del Paraguay. Los médicos Caupo-
licán Malina y Joaquín de Bedoya le asistieron en el cam-
pamento de Tuyutí, y le recomendaron su nmediata li-
cencia. Disturbios circulatorios y una bronquitis crónica
le producían tos, cansancio y fatiga. En busca de la "quie-
tud, sosiego y tranquilidad" que le prescribían los médi-
cos vuelve a Buenos Aires. Una satisfacción muy honda
atenúa su padecer. El Presidente Sarmiento le otorga el
generalato. Coronel Mayor será su título en el diploma,
con fecha 27 de agosto de 1869.
Paz le había ofrecido el grado máximo luego de Caa-
guazú. Le había dicho antes de la batalla: "Usted me
responde con su cabeza de la victoria". Cesado el fragor
del comh,ate le quiso recompensar con los entorchados
de general. Chenaut declinó la distinción porque conside-
raba que era demasiado reciente su grado de Coronel.
En el sitio de Montevideo no acepta la máxima jerar-
quía porque le traería aparejada la crítica por su condi-
ción de argentino y por consiguiente extranjero en terri-
torio oriental.
Inexplicablemente la organización nacional definitiva
no le discernió la recompensa tan merecida. Será Sarmien-
to que tanto lo distinguió, el que repara tan injusto ol-
vido, haciéndolo en forma un tanto humorística, pues ca-
lifica el ascenso de "venganza" por no haber podido ser

- 41-
capitán en 1830, cuando actuó bajo las órdenes de Che-
naut.
El 30 de noviembre de 1871 Indalecio Chenaut en-
tregó su alma a Dios. Sus restos recibieron sepultura con
el homenaje que mer.ecían sus eminentes y abnegados
servicios a la Nación. El General Juan Madariaga habló
frente a su féretro y no faltó la crónica pueblerina de
alguna provincia, que denunciara la frialdad porteña ante
la partida de tan noble ciudadano.
Los enconos que tuvieron vigencia por aquel enton-
ces han desaparecido hoy o han sido reemplazados por la
indiferencia lamentable de los años actuales.
Sirva esta disertación para esclarecer y actualizar
la memoria del General Indalecio Chenaut, a 150 años de
:::u advenimiento a la tierra argentina; sea su vida motivo
de ejemplo para sus conciudadanos del presente.
Cumplirá así un nuevo y eminente servicio a la Na-
ción, este Cadete de San Martín, este lancero de Olavarría,
este oficial de Paz y de Lavalle, colaborador del vencedor
de Caseros, Convencional del 60, Guerrero del Paraguay,
hombre de intimidad virtuosa y generosidad sin excep-
ciones.

- 42-
APENDICE

Carta del General Jose María Paz


al General lndalecio Chenaut
/Contestada el 18 de Octe.
en Pelot'.ls año 1851 -

S. D. Yndo. Chenaut

Río Janº. Sete. 30/851

Mi estimado amo. Queda en mi poder su/


carta de 18, del que acavo, qe. es la unica qe.
he/recivido desde tiempo. Verá V. pues que
no ha lle/gado la que m,e anuncia, y qe. segun
V. contenía/el curioso diario sobre el Paraguay.
No puedo/creer qe. se haya perdido en casa de
Frias y mas/bien me persuado qe. se haya ex-
traviado antes de/llegar a ella. Sin embargo
evoque V. todos/sus recuerdos Pª· decirme en
qe. tpo y en qe. buque/vino, Pª· haser mis dili-
gencias qe. seran prolijas.
Quando esto no fuese por la privacion de/
leer su carta y el curioso diario, lo haré Pª·
descu/brir si es posible donde esta la maldad.
Tampoco/he recivido impresos, los qe. segura-
mte. se han per/dido juntamte. con la carta. Sa-
biendo qdo. y co/mo vinieron estos puedo sacar
como se perdieron/aquellas piesas.
He gustado mucho dela relacion del/Cor!.
Frias, aunqe. no pueda por ella jusgar exacta-

- 45 -
mte./las dispocisiones de este anto. compañero.
Si, debe/volver al Paraguay en caso de guerra
es induda/ble que se conserva al servo. de aquel
Estado. Delo qe./refiere de Velasco pudiera in-
ferirse qe. le ha servido/pª. recomendarse al
manifestarS¡e hostil a mi. Si es/to es asi será
[foja 1 v.J una prueba de consecuencia y lealtad en Frias
no ·haberlo imitado. Por lo demas, no; que sea
(sic) muy duradera la fortuna del veleidoso
co/lla, por rasones qe. a V. no se ocultarán.
j A donde ha ido a dar el desgraciado
Xi/gena! jQue leccion Pª· otros! Wisner me
lle/na de compasion j Que desgraciado debe ser!
En/qto a Moliné no merece qe. nos acordemos
del./Se me olvidaba Canedo, y solo voi a re-
cordarlo pª./hacerle una salva por sus triun-
fos amorosos. La/que nos debe arrancar una
mirada dolorosa es la/infortunada Tomasita

- Requiescat irn pace.

¿ Crera V. que lo estraño a nro Albar /ra-


cin? Si a V. lo ha sorprendido la insinua/ción
que le hase, no me ha susedido menos, con el/
contenido de sus cartas de Entre Rios y Mon-
tevideo./N o es qe. ponga en duda sus sentimtos.
amistosos/y su amistad, pero desconosco su
caracter y su/despejado discernimto. El mismo
me refiere lo/que ha sufrido por las injustas
imputaciones qe./a el y a V. se le hacian, y en
seguida se mani/fiesta muy satisfecho y con-
tento, y lo qe. es mas/como lo veo por su carta,
quiere inducirle a qe./vaya. Me devano los se-
sos Pª· conciliar este/desproposito con el buen
juicio qe. le hemos co/nocido, y no atino a con-
seguirlo.

- 46-
[foja 2} Creo qe. obra V. muy cuerdamte. de-
jandose/estar hta que las cosas tomen la sa-
son convente. Me/consta que estas son tambien
las miras de Vrquisa y /que la ida de Madrid qc.
se fue a meter a Entre Rios/le ha desagradado.
No lo repruebo porqe. siendo la/que el preside
una revolucion federal, quisa desvir /tuaria su
poder presentandose ligado estrechamte. y po -
ni,endo en juego a los que Rosas llamó Vnita-
rios./Fuera de eso daria la alarma a los casi-
ques del/interior qe. temerian ver en los acom-
pañantes de/Urquisa a sus sucesores.
Escrivi a este Gen!. (y esto es solo Pª· V.)
/una carta de atencion, y mei la ha contestado
muy /amistosamte., pero en cada linea revela su
pensamto./que es el que le he dicho. Me habla
tambien de su/programa qe. es la caida del Dic-
tador, la orga/nisacion nacional dela Repca. por
m,edio de un congre/so, la libertad &a. lo qe.
me ha dado mucho gus/to tanto porqe. un pro-
yecto semejante encierra el/bie de nro. País,
qto porqe. veo reproducido nro anti/guo progra-
ma tanto qdo estuvimos en el interior, colmo
qdo estabamos en Corrtes.
Creo ps. que no puede negarsenos el me/ri-
to dela prioridad, siendo solamte. sensible qe.
los que/aora proclaman estos principios com-
[foja 2 v.] batiesen antes con encarnisamto. contra ellos.
Felicitemonos de/que aora digan lo que dijimos
hase 20, as. qe. Rosas/era tirano, qe. se oponia a
la organisacion nacional,/que era preciso Con-
greso, instituciones, garantias;y debas (sic) bie-
nes sociales.
Dios quiera qe. las cosas vayan tan/pros-
peramte. que no sea preciso invocar la virtud.
/Que se olviden de! todos atrueque qe. nos den

- 47-
Patria/y leyes. Les daremos gracias muy sin-
ceras pr. el gran/bien qe. nos hagan, como
tambien a todos nros conciu/dadanos.
Me ha admirado la ida de Baltar y Te/xe-
rina: no se a quien había oído qe. Vrquisa tei-
nia en buen concepto al primero, Pº· nunca creí
qe./llegase a tanto. Me parece qe. el tal Proteo
ve/las cosas de lexos, y qe. con tiempo se fue
desligando/delos Madariagas, Pª· reunirse a sus
enemigos.
Crea V. qe. a mis solas me divierto algs. /
veces de considerar muchos de nuestros cono-
cidcs/personages [ (afanand) 1 afanandose sin
descanso pa./figurar en el nuevo teatro qe. se
les presenta y /poniendose Pª· ello en el mas
sublime ridículo. ¿No lo es, digame V., ver al
hermano Juan/que aspira a Jos honores de
un gran Gen!. man/dando 200,, gauchos, qe.
[foja Sj seran la risa del exer ¡cito Brasilero?
¿No es igualmte. ridículo y ade; mas chocante
ver a Baltar y Texerina renun/ciar a
sus antiguos amigos, a los mism.1s qe. contri/-
buyo poderosamte. a llevar al precipicio, p::t.
ir/ en busca de otros mas felices? Doblemos
la oja.
Octre 3,, Acavo de estar con Frias Pª· ha.-
ser /nuevas averiguaciones sobre la Carta y Dia-
rio del/Paraguay que suponía perdido, y ha-
blando sobre/esto se me ha ocurrido lo sigte.
Yo he pensado antes qe. al hablarme V. de./
diario, no me hablaba del Periodico Paragua-
yo/sino dela relacion diaria y manuscrita de
algn./v~agero, por ejr~mplo Frias. La clasifica-
cion de/curioso qe. hacia V. del diario, me llego
a persua/dir tambien qe. se trataba de alga.
produccion parti/cular, pero he reflexionado qc.

- 48 -
puede no obstante/lo qe. acavo de decir, ha-
berme hablado de un nu/mero del Paraguayo
independte. que me mando/y qe. efectivamte.
recivi, como ya se lo dije en una/anterior. Sir-
vase V. pues esplicarse Pª· qe. yo/salga de
duda.
Cuando V. me mandó ese imprieso ya lo/
habia visto, aunqe. aqui no hubiese corrido: se
tubo;buen cuido. & recojerlos y ocultarlos, lo
que era facil;desde qe. no hai relaciones parti-
culares con el Paraguay /y vinieron muchos en
un lote Pª· distribuirse. La /medida fue buena
pues qe. precavio el malisimo/efecto que hu-
biese causado su lectura, qdo. por otra/parte
trataba de remediarse el mal, dando pasos
que neutralisasen sentimientos tan desacor-
dados y ;espresados tan fuera de proposito.
Así se ha hecho/pero no con todo el fruto qe.
era de des2arse, sin/que por eso se pierdan
las esperanzas de un arre/glo cumplido.
Entretanto todo se va haciendo sin la,
cooperacion delos Paraguayos, de modo qe. a
pre/sagiar por la rapides conqe. lleva su obra
el Genl./Vrquisa, es de temer qe. si se mueven
lleguen/a la funcion desps. qe. las belas esten
apagadas.
Pero quisa no, porqe. a jusgar por el pro 1

nunciamto. delas provs., Rosas es el Salvador


y /unico conservador de la Patria. No es que
yo crea/mucho en esos pronunciamtos. vana-
les y de tabla/que tanto se acostumbran entre
los Federales,/pero temo qe. el sacudimto. que
causó la declaracion./de Vrquisa en los demas
pueblos argentinos, se haya/desvirtuado un
poco, y qe. el terror qe. inspira/el poder de
Rosas conmovido por un acontecimto./tan no-

- 49-
table, vuelva un poco a recuperar sus deire-
chos y fuerza, por el tpo. que se deja Pª· qe.
el/Dictador trabaje a su placer. Esto no hu-
biera suce/dido si se hubiera mirado desde el
principio Pª· la;otra orilla del Parana./
[foja s v.J /Estoi acostumbrado al silencio de nros
amigos de;Chüe, pues qe. hase muchos meses
qe. no recivo carta/de ellos. Sin embargo
nada adverso pienso qe. les/ha susedido pues
qe. una carta del Dr. Valencia/escrita a otro
sugto. dice qe. Paunero estaba en/Santo. Pª·
acordarse con los demas emigrados./He aqui
qto. puedo decir, aunqe. pueda temer qe./se
precipiten ps. ya antes pensaron en una em/
presa qe. era un verdadº. disparate.
Digame V. algo de Figueras, cuyo viage/
al paso qe. muestra la bondad de su corason,
no/ha dejado de ponerme en cuido.- Abando-
nar su nego./pa. haser una obra que si bien es
altamte. caritativa/le demandaba grandes sa-
crificios, es un esfuerzo de vir/tud qe. no es
dado a todos haser. Ojala vuelva/pronto, sano
y satisfecho.
Aqui todos lo pasamos medianamte. aun.'
qe. mucho mejor qe. en Benfica. Mejor
casa,; exelente barrio, colegio Pª· mis niños a
corta distancia,/proximidad de nras relaciones,
comodidad Pª· ir a la/ciudad a todas horas, en
la Barca y los Omnibus/todo contribuye a ha-
ser nra vida mas cornada. Todas/las noches te-
nemos reunion en casa, y Pª· qe. a V. le/sor-
prenda, le dire qe. no faltan buenas masas.
No se que decir de mi salud, ps. aunqe./

- 50-
aora no sufro, estoi condenado a vivir en con-
[foja 41 tinuas precausiones, y lo que es peor en con-
tinuos temores de/una recaida. Sea lo que Dios
quiera.

Me repito su spre. amigo

JOSE M. PAZ
(Hay una rúbrica)

(Original; carta escrita en dos pliegos, en buen estado. Papel


blanco. Escritura inclinada. Espacio interlineal, 8 mm. .'JI edidas:
214 mm. por 131 mm. Entre corchetes y paréntesis, testado en el
original. Entre paréntesis, original. Entre corchetes, intercalado en
el original). Archivo del Sr. Luis Carlos Chenaut.

- 51-
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del Sr. Luis Carlos Chenaut. - Antecedentes genealógicos", fe
de óbito, foja de servicios, correspondencia pública y privada,
certificaciones de su actuación en manuscritos originales de:
Manuel Ocampo, Dalmacio Vélez Sárfield, Santiago Albarracín,
Félix Frías, coroneles Isaías de Elía y Manuel de Olazábal,
y generales José María Paz, Gerónimo Espejo, Eustoquio Frías,
José María Pirán, Tomás Iriarte, Angel Pacheco, Wenceslao
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