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TEMA 4: PROGRAMAS DE INTERVENCIÓN

COMUNITARIA.
1. La intervención comunitaria.
A continuación, se detallan las principales características de la metodología de
intervención comunitaria para llevar a cabo la elaboración de los programas de
intervención.

1.1. La metodología de la intervención comunitaria.


La intervención en el marco comunitario está configurada por la integración de cuatro
componentes:
1. El estudio de la realidad, de sus problemas, necesidades, recursos y conflictos.
2. La programación de actividades
3. La acción social.
4. La evaluación de lo realizado.
La metodología de la intervención comunitaria debe abordarse desde una perspectiva
ecológica que incorpore la importancia de las condiciones ambientales y
socioculturales sobre el comportamiento y que se centre en la interacción entre
personas y ambientes. Es por ello que la metodología de acción comunitaria debe de
contemplar los siguientes elementos:
- Se centra en colectivos y grupos de personas.
- Persigue objetivos de potenciación, desarrollo, competencia y prevención.
- Se desarrolla en la comunidad o contexto en que se genera la problemática.
- Analiza las necesidades y recursos del grupo.
- Usa modelos conceptuales supraindividuales como la perspectiva ecológica.
- Maximiza la iniciativa y participación del propio colectivo.
- Utiliza una perspectiva multidisciplinar.
- El estilo interventivo es proactivo (actuar antes y desde las causas).

1.2. Cómo elaborar un programa de intervención.


La elaboración de un programa de intervención comunitaria requiere la elección de
una metodología de acción. Tanto la investigación-intervención preventiva (IIP) como
la investigación-acción participativa (IAP) han desarrollado una metodología orientada
a la realización de programas de intervención.

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Desde las propuestas de investigación-acción (Action-Research) de Kurt Lewin (1946)
uno de los aspectos más relevantes es la estrecha relación que mantienen lo básico y
lo aplicado. Desde la perspectiva Lewiniana:
La teoría guía la investigación y la práctica y es recíprocamente informada por ellas. La
investigación evalúa y redirige la teoría y la práctica. La práctica nos pone en contacto
con la realidad social y conecta claramente la disciplina con la mejora del bienestar
humano. Sin práctica, la teoría y la investigación se pueden convertir en sistemas
mutuamente reforzantes, aislados y divorciados de los temas sustanciales.
Por ello, Lewin plantea un modelo cíclico de intervención donde se encuentran
interrelacionados los procesos de investigación, acción y evaluación. Desde el
paradigma de la Investigación-Intervención preventiva Mrazek y Haggerty (1994)
proponen una metodología de acción compuesta de cinco fases:
1. Investigación e identificación del problema.
2. Revisión de trabajos de investigación que analicen los factores de riesgo y
protección relacionados con el problema.
3. Especificar las estrategias de intervención.
4. Realizar ensayos y estudios piloto para asegurar la generalización.
5. Desarrollar la implementación del programa en la comunidad.
Ambos modelos de intervención han aportado elementos muy importantes en el
desarrollo de programas. En la actualidad, Wandersman, Imm, Chinman, y Kafgtarian
(1999, 2000) presentan una metodología integradora de obtención de resultados en el
modelo de trabajo Getting to Outcomes (GtO) que se basa en la respuesta a diez
preguntas formuladas para asegurar los resultados de la intervención comunitaria y
que se estructuran en cuatro fases:

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1.2. Fases en el diseño de un programa de intervención comunitaria.
La intervención comunitaria es compleja por la multitud de escenarios, problemas y
poblaciones con las que se ha de intervenir, por lo que no existe una única propuesta
metodológica de actuación, aunque sí que existen acuerdos sobre las cuestiones más
relevantes que se han de tener en cuenta tal y como hemos visto. Teniendo en cuenta
estos acuerdos, los pasos que hay que seguir para desarrollar un programa de acción
comunitaria se podrían concretar en: (1) identificación del problema y evaluación de
necesidades; (2) diseño, programación y planificación de la acción; (3) ejecución e
implementación; (4) evaluación y (5) seguimiento.

1.2.1. Identificación del problema y evaluación de necesidades.


El proceso de intervención social debe comenzar por la identificación del problema y el
análisis de necesidades ya que cualquier acción social que se plantee debe responder a
las necesidades de los grupos de población a los que se dirige.
A) Identificación del problema.
El primer paso es la identificación y definición del problema o necesidad sobre la que
realizamos la intervención. El programa se puede plantear para intervenir
tempranamente en la detección de situaciones de riesgo, para promocionar
comportamientos saludables, para prevenir problemas futuros o para solucionar
problemas que se están produciendo en el momento presente.
La intervención debe estar ligada a la teoría que permite al investigador conocer mejor
la realidad sobre la que interviene y que le proporciona a su vez estrategias de
intervención psicosocial. El investigador deberá referirse tanto a la teoría como a la
investigación empírica disponible para definir la situación objeto de estudio. Por ello
deberá identificar las variables asociadas al problema. Por ejemplo, en la intervención
sobre el consumo de drogas en adolescentes existen numerosos estudios que
identifican variables personales (v.g., falta de habilidades sociales, búsqueda de
sensaciones, etc.); variables familiares (v.g., patrones de disciplina inconsistente,
dificultad de comunicación); variables relacionadas con el grupo de iguales (v.g.,
carencia de red de apoyo, presión del grupo de iguales), así como los factores de riesgo
y protección que están asociados. La identificación de las variables es fundamental
para operativizar el problema.
B) Evaluación de necesidades.
En la evaluación de necesidades se deben incluir tanto la evaluación de los déficits o
problemas (v.g., consumo de drogas) como la evaluación de los recursos disponibles
(redes de apoyo, centros de ayuda, etc.). El conocimiento de ambos aspectos nos
permitirá diseñar una intervención acorde a la realidad social con la que trabajamos.
La evaluación se dirige tanto a la población objeto de estudio como al contexto donde
se produce. Para evaluar a la población podemos incluir diferentes niveles de análisis:

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a) Individual. En este nivel se evalúan tres dimensiones:
1. Conocimiento sobre el problema (v.g., información sobre drogas).
2. Actitudes (v.g., actitud positiva/negativa ante el consumo).
3. Comportamental (v.g., nivel de consumo de drogas legales e ilegales).
b) Grupal. En el nivel grupal se han de evaluar las características de la familia y del
grupo de iguales.
c) Comunitario. En el nivel comunitario se tienen que evaluar los aspectos del contexto
donde se produce el problema tales como las características del barrio y del contexto
escolar.
La evaluación del contexto debe describir las características del entorno físico y social
para tener un conocimiento más exhaustivo de las condiciones naturales donde se va a
llevar a cabo la intervención.
Para recabar la información relativa al problema contamos con numerosos métodos
de identificación, de naturaleza cualitativa (v.g., informantes claves, foros
comunitarios, etc.) y cuantitativa (v.g., técnicas de encuesta). Suele ser habitual
comenzar la evaluación con medidas cualitativas, como son las entrevistas en
profundidad a los informantes claves ya que esto tiene un doble efecto, por un lado
tomamos contacto con el problema desde diferentes perspectivas (sanitaria, vecinal,
escolar) y por otro los informantes claves se convierten en poderosos frentes de
entrada a la comunidad, ya que suelen facilitarle al investigador el contacto con los
grupos a los que representan (v.g., colegio, vecinos, centro de salud...). Dependiendo
de la naturaleza del problema y de los objetivos se podrán utilizar otros métodos de
evaluación de necesidades como los indicadores sociales para conocer el estado en el
que se encuentra el problema en la población o la utilización de grupos focales o
nominales para tener información directa de la población que puede aportar
información sobre la situación objeto de estudio.

1.2.2. Diseño, programación y planificación de la acción.


Una vez que se ha definido el problema y evaluado las necesidades y recursos, se ha de
planificar la intervención de acuerdo con los siguientes aspectos:
A) Planificación de las metas y los objetivos.
El punto de partida de la intervención se sitúa en la definición de las metas. Las metas
son enunciados generales que describen los impactos que se pretende alcanzar en la
población diana. Por ejemplo, nos podemos plantear la siguiente meta: promocionar
estilos de vida saludables contrarios a las drogas.
Los objetivos son cambios que se espera que ocurran como resultado de acciones
específicas, e incluyen cambios comportamentales, organizacionales y comunitarios.
Un ejemplo de objetivo general sería: reconocer los riesgos para la salud y dotar de
habilidades.

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Los objetivos se dirigen hacia una población que denominamos población diana. Esta
es la población objeto de nuestra intervención y beneficiaría del programa, por tanto,
hay que especificar de qué forma van a participar en el programa y cómo vamos a
contactar con ella. Un ejemplo de población diana sería: estudiantes de 1º a 4º curso.
Tras la clarificación de las metas y objetivos se han de elegir los programas
identificados como las mejores prácticas y que son programas, basados en resultados
de investigación, que han demostrado de manera consistente que se pueden utilizar
para alcanzar las metas. En muchos casos estos programas se han de ajustar para
adecuarlos a la comunidad objeto de la intervención.
B) Planificación de los objetivos específicos.
Se trata de concretar el objetivo general a través de objetivos específicos que resultan
más operativos para la intervención.
Los objetivos específicos se organizan atendiendo a: conocimientos (v.g., conocer los
efectos del consumo); actitudes (v.g., actitudes positivas/negativas frente al consumo)
y comportamientos (v.g., desarrollar estrategias de afrontamiento efectivas).
Los objetivos específicos son:
- Conocer los efectos del consumo.
- Fomentar una actitud positiva frente al no consumo.
- Desarrollar estrategias de afrontamiento efectivas.
Para el objetivo general: propiciar la integración escolar de alumnos/as inmigrantes se
establecen los siguientes objetivos específicos:
1. Fomentar una progresiva autonomía dentro del ámbito escolar y social.
2. Promover la participación de alumnado inmigrante en todas las actividades de la
comunidad educativa.
3. Atender y dar respuesta a las necesidades educativas y lingüísticas del alumnado
inmigrante.
C) Programación de las actividades.
Consiste en decidir qué hay que hacer. Las actividades se han de programar de
acuerdo con los objetivos. Por ejemplo, para el objetivo de desarrollo de estrategias de
afrontamiento efectivas para hacer frente a la presión del grupo de iguales se pueden
planificar varias actividades como: entrenamiento en habilidades sociales a través del
role playing, desarrollo de habilidades de comunicación a través de dinámicas
grupales, etc.
La programación de las actividades se debe realizar atendiendo a dos aspectos
fundamentales:

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1. Pautas para la programación. Consiste en definir y enunciar claramente las
actividades: qué se quiere hacer y con qué finalidad. Para ello habrá que especificar,
sincronizar y distribuir las actividades en unidades periódicas de tiempo. Con ello se
establece el tiempo y el ritmo del programa.
Es importante precisar el tiempo requerido para realizar cada actividad y el tiempo
total del programa y sus diferentes etapas. Esto requiere realizar un cronograma
donde aparezcan los objetivos y las actividades diseñadas incluyendo el tiempo de
duración de cada actividad, fecha de comienzo y finalización, así como el momento de
aplicación de cada una de ellas.
2. Descripción de las acciones y contenidos. Consiste en determinar qué contenido
tienen las actividades planificadas. El contenido de cada actividad propuesta depende
de los objetivos y metas que se han definido. Por tanto, el desarrollo del contenido de
las actividades debe responder a los objetivos de conocimiento, actitudes y pautas
comportamentales. La mayoría de los programas de intervención que desarrollan
actividades centradas exclusivamente en contenidos informativos tienen escasos o
nulos efectos sobre la población diana. Por tanto, aunque las actividades que
incrementan el conocimiento sobre el problema son necesarias, son también
insuficientes para fomentar el cambio de actitud y de comportamiento. Por ello el
contenido de las actividades debe seguir las fases siguientes:
a) Fase educativa. El objetivo es incrementar la información y modificar las actitudes,
utilizando estrategias de persuasión frente al problema. Se ha comprobado que
aquellos programas que utilizan en esta fase mensajes persuasivos adaptados a las
características de la población tienen efectos positivos sobre el cambio de actitud.
b) Fase de entrenamiento en habilidades. Se realizan experiencias de aprendizaje de
diferentes habilidades o competencias como habilidades de solución de problemas,
habilidades de autocontrol o habilidades sociales.
c) Fase de aplicación. Se practica lo aprendido en situaciones artificiales o naturales. Es
importante que las habilidades se practiquen en situaciones que permitan a los
individuos poner en marcha las habilidades y competencias para resolver los
problemas y cubrir sus necesidades. Estas habilidades y competencias serán muy
diferentes dependiendo de los objetivos del programa, el tipo de población y las
necesidades sobre las que se intervenga. Por ejemplo, en un programa dirigido a
inmigrantes es necesario que se pongan en práctica competencias dirigidas a la
elaboración de un currículo, búsqueda de empleo, aprendizaje del idioma, creación de
redes de apoyo, etc., mientras que en un programa dirigido a adolescentes para la
prevención del consumo de drogas se han de practicar competencias relativas a no
ceder ante la presión del grupo de iguales, habilidades sociales y de comunicación, etc.
En el siguiente cuadro, se muestra un ejemplo de la organización y coordinación entre
objetivos, actividades y temporalización.

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1.2.3. Ejecución e implementación.
Una vez diseñado el plan de actuación se han de establecer las estrategias de
ejecución del programa. Hay que determinar cuál es la capacidad organizacional para
ejecutar y mantener el programa y si contamos con suficientes recursos humanos,
técnicos y económicos para implementar el programa. En este punto hemos de ser
conscientes de que no se puede intervenir de espaldas a la comunidad, por ello es
necesario contar con su colaboración y definir los frentes de entrada. Más
concretamente se determinarán los siguientes aspectos:
1. Colaboración de la comunidad.
a) Formas de acceso a la comunidad (v.g., informantes clave).
b) Interdisciplinariedad. ¿Qué profesionales ejecutan el programa?
c) Mecanismos de participación. ¿Contamos con la presencia de líderes, voluntarios o
mediadores comunitarios?
2. Barreras y obstáculos. Se han de identificar las barreras y obstáculos con los que
nos podemos encontrar en la aplicación del programa y las posibles soluciones (v.g.,
posible reticencia a ejecutar el programa).
3. Presupuesto. Hay que definir claramente el presupuesto del programa, los gastos
previstos para cada actividad, los recursos necesarios y los recursos disponibles. En la
medida de lo posible la elaboración del presupuesto debe ajustarse a la realidad sobre
la que se diseña el programa y eso implica en muchas ocasiones aprovechar los
recursos existentes y optimizar otros que habitualmente están infrautilizados.

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1.2.4. Evaluación.
Habrá que establecer tanto la evaluación de los resultados como la evaluación de
proceso.
A) Evaluación de los resultados.
En la evaluación de los resultados habrá que indicar si el programa funcionó y por
qué; qué podría modificarse para que fuera más efectivo y si debemos continuar
implementándolo. Para ello el investigador deberá indicar los cambios deseados y
medidos, deberá tomar precauciones para observar los efectos secundarios. Debería
asegurarse la integridad de los datos en términos de su validez y ausencia de sesgos.
Se trata de comprobar si aquello que pretendíamos cambiar realmente se ha
modificado (habilidades, actitudes, conductas, contextos, comunidad). Para ello,
debemos utilizar diseños de investigación acordes con los objetivos del programa (v.g.,
diseños cuasiexperimentales).
B) Evaluación del proceso.
También hay que evaluar el proceso, saber si se han respetado las programaciones
temporales, si se emplearon los recursos previstos, si las actividades planteadas se han
correspondido con los objetivos previamente definidos. En definitiva, se trata de
evaluar los puntos fuertes y débiles de las acciones desarrolladas en el programa. Esto
permite conocer las actividades y acciones que están funcionando bien y tienen un
impacto beneficioso sobre la población diana o al contrario aquellas que no están
teniendo un impacto positivo o de cambio. Asimismo, permite obtener datos que
expliquen los resultados finales de la evaluación.

1.2.5. Seguimiento.
Es importante planificar cómo se realizará el seguimiento de la intervención para
garantizar sus efectos a largo plazo. Se señalan cuatro aspectos fundamentales en la
planificación del seguimiento:
1. Determinar la finalidad del seguimiento. Para ello se distingue entre el impacto y la
mejora del programa. El seguimiento del impacto se refiere tanto a las consecuencias
directas sobre la población diana como a las consecuencias sobre el entorno social.
El seguimiento de la mejora se refiere a la detección de los puntos fuertes y débiles del
programa y al desarrollo de medidas de mejora.
2. Determinar quién va a realizarlo. Los responsables del seguimiento pueden ser
instituciones externas o personas vinculadas al programa.
3. Determinar los objetivos del seguimiento. Especificando los contenidos, las tareas y
los contextos que hay que evaluar.

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4. Determinar los momentos de evaluación del seguimiento. A partir de la finalización
del programa se establece una dimensión temporal que se corresponde con una
evaluación a corto, medio y largo plazo.
A continuación, se muestra un cuadro resumen de las fases del programa:

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