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1. La respuesta de estrés.
1.1. Concepto y tipos de estrés.
-Walter Cannon (1871-1945): el fisiólogo que criticó la teoría de James-Lange, introdujo el
término estrés para referirse a la reacción fisiológica que provoca la percepción de situaciones
aversivas o amenazantes. Utilizó el término homeostasis, lo relacionó con el estrés. Además,
introdujo la expresión respuesta de lucha o huida para designar las reacciones fisiológicas que
nos preparan para los esfuerzos extenuantes que se requieren para luchar o escapar. Ante
situaciones que causan estrés, activación sistema nervioso simpático generando adrenalina
para esa respuesta de lucha-huida (aumenta el ritmo cardíaco…).
-Hans Selye (1907-1982): fue el primero en estudiar el estrés como una conducta
desadaptativa que puede causar una enfermedad. Desarrolla el Síndrome General de
Adaptación (se divide en tres fases):
Otra cosa que nos aportó es la relación con el eje hipotalámico-hipofisiario adrenal y los
glucocorticoides como respuesta al estrés.
Definición de estrés: “La situación en la que el sujeto percibe dificultades o incapacidad en sus
recursos para dominar o superar ciertas demandas, externas o internas, y que conlleva una
activación fisiológica y conductual características” (Sandi y cols., 2001).
Respuesta adaptativa: ventajas de la respuesta de estrés y desventajas de la respuesta de
estrés (causa de enfermedades).
Hay:
Modelos animales:
Modulación de los criterios de clasificación:
Cuando aumentan los niveles de glucocorticoides por encima de los niveles basales, se activan
los receptores de GR y se unen a ellos.
Estos cambios, están controlados por numerosas estructuras del sistema nervioso central
entre las que destaca el hipotálamo, y concretamente el núcleo paraventricular (NPV)
hipotalámico, por su importante papel para iniciar esta respuesta.
Concretamente, la rama simpática activa el sistema para la lucha o huida, mientras que la
rama parasimpática se encargaría de producir una respuesta opuesta de reposo y
mantenimiento. Por tanto, en situaciones de estrés se iniciará una respuesta autonómica
de activación simpática.
El NPV envía información por vías descendentes a regiones del tronco cerebral y
directamente a las eferencias autónomas de la médula. Estas neuronas (neuronas
preganglionares simpáticas), proyectan aferencias colinérgicas sobre motoneuronas
localizadas en ganglios específicos fuera del sistema nervioso central (neuronas
postganglionares simpáticas), que a su vez liberan noradrenalina sobre los distintos
órganos, que poseen receptores adrenérgicos.
Estas hormonas actuarán sobre los distintos órganos potenciando los efectos fisiológicos
y metabólicos que se han mencionado anteriormente. Incluso, circulando a través de la
sangre, las catecolaminas podrán estimular órganos y tejidos que no eran inervados
directamente por el sistema nervioso simpático.
El eje HHA está compuesto de tres estructuras cuya funcionalidad está estrechamente
relacionada: el hipotálamo, la hipófisis o glándula pituitaria (principalmente la
adenohipófisis) y la corteza de las glándulas suprarrenales (mientras que la médula
constituye la parte interior de la glándula, la corteza es la parte externa).
Al igual que sucedía con la respuesta autonómica al estrés, la activación del eje HHA
también se inicia en NPV del hipotálamo. En el NPV, se encuentran neuronas
neurosecretoras parvocelulares, que en respuesta a un estresor segregan la hormona
liberadora de la corticotropina (CRH, de corticotropin releasing hormone). La CRH se
transporta hasta la eminencia media, donde es liberado y que alcanzará el lóbulo anterior
de la hipófisis a través del sistema portal.
Una vez en la hipófisis anterior, la CRH actúa sobre las células corticotropas que sintetizan
y liberan la corticotropina a la circulación sanguínea. En este punto cabe mencionar que la
liberación de ACTH también se regula por otras neurohormonas como la vasopresina y la
oxitocina, que también se sintetizan en las neuronas magnocelulares del NPV y que una
pequeña cantidad alcanza la circulación portal hipofisaria, llegando a la hipófisis anterior y
modulando también la liberación de ACTH (recuérdese que principalmente, la vasopresina
y la oxitocina sintetizadas en los núcleos NPV y supraóptico del hipotálamo, se liberan a la
circulación a nivel de neurohipófisis).
Puesto que son moléculas lipofílicas (solubles en lípidos y no en agua), los glucocorticoides
se unen a proteínas transportadoras como la proteína transportadora de glucocorticoides
y la albúmina para viajar por el torrente sanguíneo hasta los órganos periféricos y el
cerebro, atravesando fácilmente la barrera hematoencefálica.
Una vez que alcanzan la célula, los glucocorticoides ejercen sus funciones a través de
mecanismos genómicos (regulando la expresión de genes), gracias a su unión a receptores
específicos que están presentes en la mayoría de las células del organismo. Existen dos
receptores para los glucocorticoides, el receptor tipo I o de mineralocorticoides (MR) y el
receptor tipo II o de glucocorticoides (GR). En su estado inactivo, estos receptores se
encuentran en el citoplasma unidos a otras moléculas (proteínas chaperonas) pero, tras
unirse al glucocorticoide (que al ser lipofílico atraviesa la membrana celular), los
receptores se activan formando un complejo que se transloca al núcleo de la célula, donde
regulan la expresión génica.
Cabe mencionar que los glucocorticoides también pueden ejercer acciones no-genómicas.
Estas acciones son más rápidas y podrían no estar mediadas por los receptores MR y GR,
no obstante, aún no se han identificado los receptores que median estos efectos no
genómicos.
Volviendo a las acciones genómicas, es importante mencionar que cada tipo de receptor
de glucocorticoides tiene características y funciones diferentes. El receptor MR se
caracteriza por tener una alta afinidad por los glucocorticoides y por tanto se encuentra
activado, aunque los niveles de glucocorticoides no sean elevados, presentando un 70- 80
% de ocupación en situaciones basales.
Por otra parte, el receptor GR tiene una afinidad por los glucocorticoides hasta diez veces
menor que la del receptor MR, y por tanto sólo se encontrará activado cuando los niveles
de glucocorticoides sean elevados, como en su pico diario de liberación o en situaciones de
estrés.
Las funciones de los glucocorticoides son importantes y variadas. A corto plazo, sus
acciones son beneficiosas para el organismo. En los tejidos periféricos, los glucocorticoides
tienen una función metabólica, incrementando los niveles de lípidos, proteínas y glucosa
en sangre (estimulando la glucogénesis hepática e inhibiendo el almacenamiento de
glucosa en tejidos periféricos).
Además, potencian los efectos del sistema nervioso simpático como la vasoconstricción.
En este sentido, las funciones de los glucocorticoides son esenciales para la supervivencia,
puesto que los animales adrenalectomizados muestran hipoglucemia e hipotensión y
mueren ante la presencia de un estímulo estresante.
En el cerebro, además de inhibir la actividad del eje HHA, los glucocorticoides regulan
funciones emocionales y cognitivas, como la memoria, actuando sobre las regiones
límbicas (que, como se ha comentado, poseen un gran número de receptores para estas
moléculas) y produciendo cambios a nivel celular.
Hans Selye, sugirió que la mayoría de los efectos perjudiciales de este se debían a la secreción
prolongada de glucocorticoides. Aunque los efectos a corto plazo de los glucocorticoides son
necesarios, sus efectos a largo plazo son perjudiciales. Estos efectos incluyen aumento de la
tensión arterial, daño del tejido muscular, diabetes esteroide, infertilidad, inhibición del
crecimiento, inhibición de la respuesta inflamatoria y supresión de la respuesta inmunitaria.
La elevada cantidad de glutamato extracelular permite que el calcio penetre a través de los
receptores NMDA. (Recordemos que la entrada de cantidades excesivas de calcio puede
destruir las neuronas). Quizá entonces, los factores estresantes a los que están sometidas las
personas a lo largo de la vida aumenten la probabilidad de padecer problemas de memoria
cuando envejecen.
Estos cambios asociados con el estrés en el cerebro pueden influir potencialmente en los
procesos de aprendizaje y memoria.
Brunson y cols. (2005) confirmaron que el estrés en etapas tempranas de la vida puede causar
deterioro de las funciones normales del hipocampo en etapas posteriores de aquella. Durante
la primera semana posterior al parto, los investigadores situaron a ratas hembra y sus crías
recién nacidas en jaulas con pavimento duro y solo una pequeña cantidad de material para
construir un nido.
Cuando se examinó a los animales a los cuatro-cinco meses de edad, su conducta fue normal.
Sin embargo, cuando se les examinó a los 12 meses de edad los investigadores observaron
disminución del rendimiento en la tarea del laberinto acuático de Morris, así como desarrollo
deficiente de la potenciación a largo plazo en el hipocampo. También encontraron atrofia
dendrítica en el hipocampo, lo cual podría justificar la disminución de aprendizaje espacial y
de plasticidad sináptica.
Cuando se examinó a los animales a los cuatro-cinco meses de edad, su conducta fue normal.
Sin embargo, cuando se les examinó a los 12 meses de edad los investigadores observaron
disminución del rendimiento en la tarea del laberinto acuático de Morris, así como desarrollo
deficiente de la potenciación a largo plazo en el hipocampo. También encontraron atrofia
dendrítica en el hipocampo, lo cual podría justificar la disminución de aprendizaje espacial y de
plasticidad sináptica.
Incluso una exposición breve al estrés puede tener efectos adversos en el normal
funcionamiento del cerebro. Diamond et al. metieron a ratas en cajas individuales de plexiglás
y luego colocaron las cajas en una jaula con un gato durante 75 minutos. Aunque el gato no
podía dañar a las ratas, su presencia (y su olor) claramente les alarmó y les produjo una
respuesta de estrés: los glucocorticoides en sangre de las ratas estresadas aumentaron unas
cinco veces respecto a su valor normal. Los investigadores hallaron que este estrés a corto
plazo afectó el funcionamiento del hipocampo del animal. La capacidad de las ratas estresadas
para aprender una tarea espacial estaba afectada, al igual que la potenciación sensibilizada
por descarga (un tipo de potenciación a largo plazo) en secciones hipocámpicas obtenidas de
estas ratas.
Son y cols. (2006) sometieron a ratas preñadas a estrés causado por confinamiento periódico
en una pequeña jaula, y encontraron que ese tratamiento interfería el establecimiento de la
potenciación a largo plazo hipocámpica en la descendencia de las ratas hembra estresadas,
junto con disminución del rendimiento en una tarea de aprendizaje espacial que requiere la
participación del hipocampo.
Salm y cols. (2004) encontraron que el estrés prenatal moderado puede afectar el desarrollo
del cerebro y producir cambios que perduran toda la vida del animal. Una vez al día durante la
última semana de gestación, movieron a ratas preñadas de sus jaulas y las inyectaron una
pequeña cantidad de suero salino estéril —procedimiento que duraba menos de cinco minutos
—. Este estrés moderado alteró el desarrollo de la amígdala. Los investigadores encontraron
que el volumen del núcleo lateral de la amígdala, medido en la edad adulta, había aumentado
aproximadamente un 30 por ciento en los animales sometidos a estrés prenatal moderado.
El estudio de Fenoglio, Chen y Baram (2006) halló que las experiencias que tienen lugar en
etapas tempranas de la vida pueden reducir la respuesta a situaciones estresantes durante la
vida adulta. Tomaron a crías de rata de sus jaulas, las manipularon durante 15 minutos y
posteriormente las devolvieron a las jaulas. Las madres comenzaron inmediatamente a lamer y
asear a las crías. Esta conducta de crianza activó varias regiones del cerebro de las crías,
incluyendo el núcleo central de la amígdala y el núcleo paraventricular del hipotálamo,
donde se encuentran neuronas que segregan CRH. El resultado fue que se redujo la
producción de CRH en respuesta a estímulos estresantes, lo que confirió una atenuación.
Como han demostrado los experimentos anteriores, el estrés prenatal aumenta el temor en
un ambiente nuevo. Puede ser que el aumento de tamaño de la amígdala contribuya a ese
temor. Barbanzages y cols. (1996) Encontraron que las ratas estresadas prenatalmente
mostraban una secreción prolongada de glucocorticoides cuando se les sometía a estrés por
confinamiento. Sin embargo, si se habían extirpado las glándulas suprarrenales de la madre de
modo que el nivel de glucocorticoides no pudiera aumentar durante la situación de estrés, la
descendencia reaccionaba normalmente en la edad adulta.