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Guía de Trabajo Escolar

“Introducción a la filosofía”

Asignatura Filosofía y psicología


Profesor
Nivel 4º Medio
Unidad Nº1 Introducción a la filosofía
Objetivos Comprender el principio de la filosofía como característica humana,
nacida en el asombro y la inquietud por saber.
Distinguir la diferencia entre la pregunta filosófica y otro tipo de
interrogantes.
Valorar el quehacer filosófico desde la pregunta por el sentido de la vida.

Indicadores Analiza distintos razonamientos a partir de la lectura de textos filosóficos.


de evaluación Integra su propia percepción de la realidad con la propuesta que se
emana desde la filosofía, comparando conceptos como el asombro, el
preguntar o el sentido.

INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA

1. ORIGEN PSICOLÓGICO DE LA FILOSOFÍA

En frase de Popper, “todos somos filósofos”. Evidentemente, Popper se refiere a la


Filosofía en sentido vulgar, en cuanto todo hombre se plantea alguna vez preguntas
“filosóficas” sobre el sentido de las cosas y busca alguna explicación coherente de las
mismas.
En sentido estricto, en cuanto búsqueda crítica y sistemática de una explicación
racional, la Filosofía es privativa de algunas personas especialmente reflexivas. En este
sentido parece que el quehacer de los filósofos se origina siempre así:

ADMIRACION PREGUNTA CONCIENCIA REFLEXIÓN


DE IGNORANCIA FORMAL

Quien no se admira o asombra ante las cosas, jamás accede a las otras fases del
proceso. De la admiración surge la pregunta, que ya es una actitud filosófica. El monumento
al filósofo desconocido podría ser un hombre en actitud de preguntarse a sí mismo; es el
gesto del filósofo. Sócrates hacía preguntas a los demás para que cayeran en la cuenta de
su propia ignorancia (ironía socrática). Cuando el filósofo tiene conciencia de que no sabe,
trata de encontrar su verdad. Sócrates entendía que la verdad es una realidad que existe
dentro de nosotros. De ahí que, también mediante preguntas, ayudara a sus discípulos a
descubrir su verdad interior (mayeútica).1

TEXTO 1: Extracto de De asombros y nostalgias, de Jorge Eduardo Rivera

“La filosofía se convierte en pasión cuando logra hacer de verdad eso que le es más
propio, vale decir: preguntar. Filosofar es preguntar. Pero –una vez más– tenemos que
recordar que preguntar no es lo mismo que formular una pregunta. Pilato le preguntó a
Jesús “¿qué es la verdad?” Pero, en realidad, lo que hizo no fue más que formular esa
pregunta. En el fondo, no le interesaba saber lo que es la verdad. Si le hubiera interesado
realmente saber lo que es la verdad, si lo hubiera necesitado para ser, no habría podido
seguir haciendo otras cosas, sino que se habría quedado allí fijo, girando en torno a lo que
la verdad pudiera ser. Pero Pilato lanzó su pregunta y luego se dedicó a otras cosas. Esa
pregunta no era una verdadera pregunta. Porque una verdadera pregunta es una pregunta
hecha con pasión, una pregunta que nos agarra y no nos suelta, como esos perros
guardianes que cuidan las casas de los ricos.
¿Qué es preguntar? La palabra preguntar viene del latín percunctari, que significa
vacilar. Preguntar es vacilar. Y vacilar quiere decir perder la solidez, estar en peligro.
Cuando estamos tranquilamente sentados podemos descansar confiadamente. Estamos

1
Ironía y mayeútica son las dos partes del método socrático.
seguros, firmes. Y es ciertamente una delicia esta experiencia de la solidez y la firmeza. Es
un modo de estar en la realidad que se caracteriza por la satisfacción: nos sentimos a gusto,
estamos bien.
Hasta que, de pronto, empieza a temblar. Me refiero a un temblor de tierra común y
corriente. Aunque los temblores de tierra jamás son comunes y corrientes. Son siempre
algo extra-ordinario, algo amenazante para lo habitual y acostumbrado. Cuando empieza a
temblar, salimos de nuestra firmeza, de nuestra seguridad, y de pronto estamos inseguros.
El hombre que está inseguro se pone en movimiento para buscar seguridad. Cuando
tiembla, huimos. Pero hay que entender esta huida. De lo que huimos es de la inseguridad.
Huimos, quizás, para buscar refugio en un lugar seguro, donde no estemos amenazados.
¿Por qué huimos de la inseguridad?
Se diría que la in-seguridad es lo contrario de la vida. La in-seguridad nos amenaza:
nos quita ese estar en la realidad en que nos sentíamos a gusto, es decir, nos quita –en
cierto modo– la realidad en que estábamos. En lo inseguro no se puede estar. Lo inseguro
es lo inestable: es lo que vacila. Y huimos de lo vacilante, porque necesitamos estar firmes.
Porque estar, en sentido pleno, es estar firmes, estar en lo firme. [...]
Preguntar es vacilar, es estar sin estar, estar en lo inestable. Por eso, preguntar es
salir en busca de lo firme, querer saber, y querer saber de un modo seguro, en forma
estable. Preguntar es una cosa extraña y nada fácil. “Las preguntas –decía Heidegger–, y
más aún las preguntas fundamentales, no se encuentran ahí tan simplemente como las
piedras y el agua. Las preguntas no las hay como hay los zapatos o los vestidos o los libros.
Las preguntas son y sólo son en su real y efectivo preguntarse”.
¿Qué es, pues, la filosofía? La filosofía no nace jamás de sí misma. Nace de un
acontecimiento radical que nos pone en marcha, que nos saca de nosotros hacia otra cosa.
Este acontecimiento radical se llama admiración o –mejor– extrañamiento. La filosofía –
decían Platón y Aristóteles– nace de la extrañeza.
¿De qué se extraña el ser humano filosófico? Se extraña de lo más obvio, de lo que
siempre estaba ahí, de lo de siempre. Se extraña de un cierto fondo –de un suelo– en que
su ser ha estado siempre. “Se extraña” quiere decir: se hace extraño a eso de lo que antes
era familiar. Lo que antes le era natural, sencillo, familiar y obvio – como nos son familiares
nuestros padres, nuestros hermanos o el perro regalón– se le ha convertido al ser humano,
de pronto, en algo problemático, extraño, ajeno y lejano.
Algo en lo que estábamos se nos va. Pero no se nos va pura y simplemente, sino que a la
vez nos acosa, nos asalta, se torna un extraño, pero –curiosamente– no un extraño que
nos resulte indiferente, que no nos interese en absoluto, sino justo al revés: un extraño que
nos mantiene retenidos y absortos en su propia extrañeza.
Pero la extrañeza filosófica no es una extrañeza por esto o lo otro, por tal o cual
cosa que de repente se nos haya vuelto asombrosa. No. La extrañeza filosófica es una
extrañeza absoluta. En ello todo se nos hace extraño. Y lo que en todo nos extraña es algo
que está en todas las cosas: su ser, su realidad. Nos extraña que las cosas sean, que sean
reales”.
[De asombros y nostalgias, Jorge Eduardo Rivera, p. 332-334, 2016, Ediciones UC, Santiago]

Actividad 1: En base a la lectura del texto, responda las siguientes preguntas:

1)¿Qué características tiene preguntar según el autor? ¿Cómo se asemeja o diferencia


su idea de la que yo tengo acerca de lo que es preguntar?
2)Según el autor, ¿qué relación existe entre preguntar y la seguridad?
3)¿Qué preguntas me he hecho que me han hecho vacilar y sentir perder la estabilidad
sobre cosas que antes me sentía muy seguro?
4)¿Sobre qué se pregunta la filosofía?

2. DEFINICIÓN NOMINAL

La palabra Filosofía (φιλοσοφία) está formada por dos vocablos griegos: philos (amor,
amigo) y sophia (sabiduría). Homero designaba con la palabra sofía toda clase de
habilidad, como la de los artesanos, músicos o poetas. Heródoto llamaba sofos a todo el
que sobresalía por la perfección de sus obras. Sofía se aplicaba también a los siete sabios
de Grecia y a los filósofos de la Naturaleza.
La palabra filía (amor) es un sinónimo de eros. Platón en El Banquete nos describe
el amor (eros) en una situación intermedia entre la pobreza y la riqueza. Eros, al ser hijo
de Penis, diosa de la pobreza, carece de todo. Pero por ser hijo de Poros, dios de la
abundancia, hereda el impulso para sobrepasar la pobreza camino hacia la riqueza. Es
pobre, pero se dirige a ser rico.

Actividad 2: Según su interpretación:


1) ¿De qué manera la filosofía podría explicarse como ese tránsito de “aquel que
es pobre, pero se dirige a ser rico”? Justifique.
3. DEFINICIÓN REAL

No es posible definir con exactitud el saber filosófico. Una definición aceptable


para todas las escuelas podría ser formulada así: Filosofia es la búsqueda de una
explicación racional. En este sentido, se puede afirmar que Filosofía se originó en Grecia
cuando las explicaciones míticas de la realidad empezaron a ser sustituidas por
explicaciones racionales (siglo v a. de J.C.)
Pero la definición anterior, por demasiado general, es necesariamente imprecisa.
Por eso, mejor que definir la Filosofía, proponemos una descripción que, en la práctica, es
aceptada por todos. Las notas descriptivas de la Filosofía serían éstas:
a) Es un conocimiento científico, un verdadero saber bien fundado, ordenado y adquirido
por demostración.
b) Es un conocimiento general, sin campo específico acotado como sucede en las
ciencias empíricas. “La especialidad de la Filosofía es su generalidad” (Comte)
c) Es un conocimiento fundamental, una visión de lo esencial de las cosas, un saber que
subyace a todos los saberes, una indagación sobre las causas últimas.
d) Es un conocimiento racional, no fundado en la imaginación ni en las emociones, ni en
las creencias, ni en la autoridad de otros, sino en el discurso lógico de la razón humana.

4. LAS PREGUNTAS QUE SE HACE LA FILOSOFÍA

Todas las ciencias comienzan su trabajo de investigación y reflexión a partir de


preguntas: hay algo que no sabemos y que nos interesa saber. Las diferentes disciplinas
científicas se formulan diferentes tipos de preguntas según el objeto de su estudio.
Hay ciencias que buscan explicar los fenómenos de la naturaleza o cómo crear
instrumentos tecnológicos o cómo sanar enfermedades. Las preguntas que dan origen a la
investigación o trabajos en estas ciencias se llaman preguntas empíricas, pues se refieren
a situaciones que conocemos por medios de la experiencia (“empeiría” en griego significa
experiencia). Las ciencias empíricas responden a preguntas como ¿a qué temperatura se
dilatan los metales?; ¿cuál es la estructura de la célula?; ¿por qué se producen las lluvias?
Otras ciencias tienen su ámbito de estudio en las relaciones matemáticas o lógicas.
Para ello no necesitan utilizar la experiencia en el curso de su trabajo: la geometría, el
álgebra, la lógica. Ellas responden a preguntas tales como ¿cuáles son las condiciones de
validez de un razonamiento?; ¿cuál es la fórmula para resolver el cuadrado de binomio?;
¿cuánto suman los ángulos interiores de un triángulo? Estas se llaman preguntas formales
y se diferencian de las empíricas en que no consideran la experiencia para formular su
respuesta.
Hay otro dominio del conocimiento que no considera la experiencia medible y
experimentable de las ciencias empíricas ni las relaciones lógicas entre conceptos o
cantidades. Éste es el campo del conocimiento filosófico, cuyas preguntas se refieren a la
naturaleza de las cosas en general (no de la célula, del carnívoro o de la planta, sino del
ser: del ser en cuanto ser, no en cuanto árbol, planta o piedra). Se pregunta también sobre
el sentido de la vida humana, sobre el alcance del conocimiento, sobre los principios
fundamentales de la moral, sobre la naturaleza de la belleza. Son las preguntas
filosóficas.

Los grandes dominios de las preguntas – la Filosofía no es tanto una búsqueda de


respuestas como de preguntas – son las siguientes:
• La pregunta por el ser, la existencia, por el sentido y causa del existir del cosmos,
los hombres, los insectos, el arte, las estrellas… ¿por qué están ahí? ¿En qué
consiste el misterio de la existencia? Es el dominio de la METAFÍSICA.
• ¿Por qué nuestro conocimiento está sujeto a errores? ¿Cuáles son los fundamentos
de nuestras certezas? ¿Sobre qué verdades se sostienen las ciencias? ¿Cuáles son
los métodos que las ciencias emplean? ¿Son ellos válidos y suficientes para llegar
a la verdad? Es el dominio de la EPISTEMOLOGÍA.
• ¿Cuáles son los mecanismos y normas que rigen el pensamiento y que nos permiten
llegar a conocimientos o conclusiones verdaderas, válidas o ciertas? Es el dominio
de la LÓGICA.
• La pregunta por el sentido de nuestro actuar: ¿por qué sentimos o pensamos que
nuestras acciones son buenas o malas? ¿Por qué no actuamos, sin más,
directamente, como los animales? ¿Por qué asignamos cualidad moral a nuestras
acciones? Es el dominio de la ÉTICA.
• ¿Por qué decimos de ciertas cosas que son bellas o feas? ¿Por qué eso que
llamamos “belleza” nos modifica, causa efectos en nosotros? ¿Qué es la belleza?
¿Existe en sí, o es una cualidad que nosotros asignamos a las cosas? Es el dominio
de la ESTÉTICA.
• ¿Por qué los grupos humanos evolucionan de uso estados a otros? ¿Por qué
cambian las costumbres, las creencias? ¿En qué consiste el fenómeno humano?
¿Cuál es el ser del hombre? Es el dominio de la ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA.

Todos nos formulamos preguntas filosóficas y todos, en ciertos momentos, intentamos


conseguir respuestas más o menos razonadas a preguntas filosóficas, mostrando una
personal concepción del mundo.
Buena parte de las preguntas de la filosofía son preguntas fundamentales, es decir,
preguntas últimas o que apuntan a la raíz de una cuestión. ¿Cómo hemos de vivir? o ¿qué
sentido hemos de dar a nuestra vida? son preguntas fundamentales. Preguntas que han
interesado a todos, en todo tiempo y en todo lugar.

5. SENTIDO Y FINALIDAD DE LA FILOSOFÍA

A veces se dice: la Filosofía es una actividad inútil, sin valor para el hombre práctico.
Con ella no se hacen puentes ni se fabrican vestidos. Esta objeción en cierto modo es
verdadera, pues la Filosofía no tiene por objeto ser útil al hombre en su vida de “negocio”,
sino que se trata de una actividad especulativa, de una reflexión teórica. Pero lo útil no
posee un valor absoluto: sólo vale en la medida en que sirve para algo, como medio para
conseguir un fin. Por lo tanto, lo útil es un instrumento y, como tal, tiene un valor inferior al
fin que se pretende conseguir.
La Filosofía es un saber con sentido, apetecible por sí mismo y que termina en sí
mismo. Aristóteles la llamaba “saber libre”. Basta al filósofo su reflexión para sentirse
pagado sus esfuerzos; es el suyo un saber gratuito. Pero además de la satisfacción
intelectual que proporcionan el saber más, entender mejor el por qué de las cosas y
relacionar lo aparentemente no relacionado, la Filosofía tiene por finalidad proporcionar al
hombre:
• Una manera especial de ver el mundo en cuanto totalidad significante.
• Una interpretación de todos los fenómenos.
• Un método sistemático y ordenado de jerarquizar los niveles de conocimiento.
• Un guía moral para la vida individual y social.

Entonces ¿para qué hacer filosofía?

En un sentido más pragmático podríamos asociar el estudio de la filosofía con el


desarrollo de habilidades intelectuales importantes para la vida, independientemente de la
ocupación o profesión que ejerzamos en el futuro. Aumenta nuestras capacidades
analíticas, críticas e interpretativas que pueden ser usadas en muchas tareas profesionales.
Además el entrenamiento filosófico despierta el gusto por la reflexión, el intercambio de
ideas y el gusto por el conocimiento, como el mismo sentido etimológico de la palabra alude:
amor a la sabiduría. Particularmente en nuestro país, la filosofía tiene un rol importante
puesto que nos prepara para las tareas de la ciudadanía ejercida plenamente. Vemos como
una preparación insuficiente en las capacidades mencionadas disminuye el ejercicio en los
asuntos comunitarios y políticos: una persona con inadecuada información y capacidades
analíticas es altamente vulnerable a la manipulación y la aceptación de la demagogia. Por
ello, una adecuada preparación filosófica aumenta nuestra capacidad para ejercer libre y
responsable e inteligentemente una vida con el compromiso por la comunidad nacional.
Pero existen razones menos pragmáticas:

i) “La filosofía debe ser estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas que
plantea, puesto por lo general, ninguna respuesta precisa puede ser conocida como
verdadera, sino más bien por el valor de los problemas mismos; porque estos problemas
amplían nuestra concepción de lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y
disminuyen la seguridad que cierra el espíritu a la investigación; pero ante todo, porque por
la grandeza del Universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez grande, y
llega a ser capaz de la unión con el Universo que constituye su supremo bien”
[Bertrand Rusell, El valor de la filosofía, 1912]

ii) “La filosofía no es nada si se la aísla. No está encerrada en sus obras ni encapsulada en
la oferta académica ni en el conjunto de profesiones que supuestamente se ocupan de la
filosofía. Es una práctica de vida que desplaza los límites de lo que es visible y pensable en
cada tiempo y para cada contexto histórico y social, a partir de la pregunta por una verdad
que debe ser buscada con el pensamiento. No es una actividad gratuita u ociosa. Es un
exceso, sí, y en este sentido un lujo, pero su exceso tiene que ver con un vacío y con un
deseo: el de la imposibilidad de colmar de sentido y de orientación a la existencia humana.
De esa imposibilidad de unidad y de inmediatez emerge el deseo de una verdad que oriente
a la vida, de un saber que a la vez sea capaz de proponer un modo de vida.
Hay un desajuste o una distancia entre la vida y sus posibilidades, entre los hechos y los
valores, entre lo que hay y lo que tendría que haber, entre lo que sabemos y lo que siempre
entendemos que se nos escapa aunque no sepamos qué es. La lista de desajustes es
infinita, porque son las múltiples caras de una misma distancia: la que recorre a velocidad
infinita el pensamiento de un ser finito. Un ser finito, nosotros: eso que no sabemos dónde
empieza y dónde acaba, pero que provisionalmente localizamos en el espacio y el tiempo
como nosotros, los humanos. ¿Cuáles son los límites y las condiciones de posibilidad del
pensamiento que se rebela contra su propia finitud y contra sus propios límites? Eso es lo
que hace el pensamiento: ir más allá de lo que inmediatamente somos, pero no para
encontrar cualquier cosa, sino algo que sea, de algún modo, verdad.”
[Garcés, M. Filosofía inacabada, 2015]

iii) Matthew Lipman, precursor de la metodología de Filosofía para niños, manifiesta que
aquellas personas que tienen una actitud filosófica suelen formular las siguientes preguntas:
¿Qué razones tienes para decir eso?
¿Cómo estás definiendo el término que acabas de usar?
¿Qué es lo que se sigue de lo que acabas de decir?
¿Qué otros problemas están relacionados con lo que estamos tratando?
¿Lo que estás diciendo ahora es coherente con lo que has dicho antes?
¿Lo que dices lo podría defender cualquier ser racional? ¿Por qué?
¿Qué interés crees que hay detrás de esta afirmación?
¿De qué otra forma puede verse este asunto?

Actividad 3: Según tu propia experiencia, y a la luz de lo leído:


1) ¿Para qué podría servirte a ti conocer/hacer filosofía? Ya sea como estudiante,
futuro profesional, ciudadano, o desde la posición que tú quieras considerarlo.

6. LA PREGUNTA POR EL SENTIDO DE LA VIDA COMO QUEHACER


FILOSÓFICO

Algunas acepciones de la palabra sentido:

a) Finalidad o dirección: meta de un movimiento. Cuando algo se mueve “sin ton ni


son”, su movimiento carece de sentido; lo mismo sucede cuando alguien “no sabe
lo que quiere”: sus aspiraciones y deseos carecen de sentido. Una de las formas de
frustración consiste justamente en la decepción: el fin perseguido no es lo que se
pensaba o era un apura ilusión.
b) Significación: Esta acepción remite, primariamente, al lenguaje, es decir, a los
signos lingüísticos: ante una palabra desconocida nos preguntamos cuál es su
sentido o significación. Las cosas pueden ser consideradas como signos (e
igualmente los acontecimientos de la vida). Entonces se puede decir que el mundo
se convierte en un “gran libro” cuya lectura requiere conocer las significaciones o
sentidos de cada cosa y de cada acontecimiento. Cuando tal “lectura” se hace difícil,
el mundo y la vida aparecen como “carentes de sentido”.
c) Conexión: Una palabra sólo adquiere significado concreto en el contexto de una
frase: el diccionario es la enumeración de sus significados posibles. Igualmente, las
cosas y los acontecimientos constituyen una red de relaciones: esta red es,
justamente lo que llamamos “mundo”. Y así, nada adquiere un pleno sentido si se
lo aísla del resto. Es decir, el sentido consiste también en la conexión de unas
cosas con otras.
d) Valor: Algo tiene sentido cuando merece la pena o tiene un valor. Justamente el
valor es aquello que hace estimable una cosa y merecedora de ser hecha o de
seguir existiendo. Lo contrario sucede cuando algo “no vale nada”.

El Sentido

El interés del problema filosófico del sentido de la vida radica en su urgencia:


necesitamos saber si la vida tiene sentido, y cuál es ese sentido. Pero el problema es
“enojoso”, porque el significado del término “sentido” resulta difícil de procesar, con lo
cual –al hacernos la pregunta acerca del sentido de la vida- no sabríamos qué nos estamos
preguntando.
El sentido es una exigencia: es algo que tiene que haber, aunque cabe siempre una
sospecha: podría no haberlo. Por eso se trata de una exigencia subjetiva, no objetiva: es
el hombre mismo el que lo exige. El sentido tiene que existir para mí: no basta que exista
para los demás, si yo no me lo he apropiado. Por eso, nadie puede vivir fingiendo que la
vida –su vida- tiene sentido-. Se trataría de un auto-engaño que necesitaría estar
reprimiendo continuamente la convicción contraria, lo cual conduce el desequilibrio total.
Por eso, el psicoanalista V. Frankl ha insistido en que no es posible la salud espiritual si se
carece de un sentido de la vida. Frankl piensa que un hombre sano psíquicamente puede
estar enfermo “espiritualmente” si su vida carece de sentido. Entonces requiere un
tratamiento especial que Frankl llama “logoteria” (terapia del lógos, es decir, del espíritu,
entendido como la actividad racional del hombre como “ser-en-el-mundo”). Plantear este
problema no revela desequilibrio psíquico alguno: no es un síntoma de enfermedad mental,
sino que es una aportación para enriquecer la propia existencia. Pero si el hombre no
consigue darse una respuesta satisfactoria, su equilibrio se verá perturbado.

La pregunta por el sentido de la vida

Nos preguntamos por el sentido de la vida cuando se nos plantean problemas en


ella, o mejor dicho, cuando se nos presentan ciertos sinsentidos, por ejemplo, la muerte,
el suicidio, la existencia del mal. También, cuando nos sentimos desorientados, cuando no
sabemos a donde vamos ni sabemos donde se dirigen las tareas que la vida nos impone,
entonces la pregunta se torna vital y a diferencia de las otras preguntas filosóficas se exige
una respuesta práctica.
Para la filosofía el hombre es en esencia un indagador del sentido, más aún su
vocación en el mundo es la clarificación de este sentido. Pero el término sentido tiene
muchas acepciones. Así, puede entenderse como dirección hacia donde vamos, como
interpretación de lo que somos, como intencionalidad, como razón de ser, como
significación, como finalidad y como valor, entre otras acepciones.
La pregunta por el sentido de la vida es una pregunta filosófica porque busca una
explicación racional a nuestras limitaciones existenciales, pero es también una pregunta
vital, porque nos afecta en lo más profundo de nuestro ser y por lo mismo no puede dejarnos
indiferentes.
Es una pregunta, que como en ninguna otra, estamos doblemente implicados.
La pregunta además se plantea ante la evidencia de nuestra finitud, es decir, de la muerte
que nos espera al final tanto de la vida individual como de la social. Pues no sólo el
individuo desaparece sino incluso los imperios han desaparecido a lo largo de la historia.
Pero si todo está abocado a sucumbir, ¿por qué y para qué existe?
Frente a tal pregunta, la Filosofía nos clarifica la situación con otra pregunta que
implica una doble interrogante. ¿Tiene sentido la vida o se lo damos nosotros?
Respondiendo que: sí, la vida tiene sentido estamos afirmando que ésta tiene un
sentido objetivo, externo a nosotros, dotando de dirección, significación y finalidad al
mundo.
Respondiendo que: no, afirmamos que su sentido sería precisamente el que
nosotros le diéramos con nuestros proyectos, actos y valores, ordenados según nuestros
intereses hasta conseguir que todo tenga algún sentido para nosotros. Tal es el sentido
subjetivo.
Sin embargo, hay que precisar que de lo anterior surge otra distinción conceptual.
Se trata del sentido inmanente de la vida, es decir, el sentido que encontramos en las
entrañas mismas de la vida y que se agota en su finitud. Y del sentido trascendente que
nos dice que éste estaría fuera, más allá de la vida terrenal que es sólo un reflejo de una
vida más plena.
Ejemplo de este sentido trascendente es la visión filosófica de Platón, quien nos
presenta a Sócrates en el Diálogo Fedón enseñando que la muerte es sólo el final del
viaje de la vida, viaje en donde nos purificamos. La muerte es para Sócrates la
culminación de esta purificación para luego pasar a otra vida, es decir, a algo trascendente,
puesto que el alma humana es para el filósofo una realidad inmortal. Otro ejemplo aún más
brillante es el de la alegoría de la caverna en donde las sombras nos remiten a la luz
trascendente representada por el sol.
Ejemplo de sentido inmanente es el de los filósofos panteístas que afirman que Dios
y el mundo son una sola realidad, por lo tanto, si el mundo posee todos los atributos de la
divinidad posee, también, sentido por sí mismo. Filósofos de esta línea fueron Giordano
Bruno y Baruch Spinoza.
Por otro lado, respondiendo a que la vida NO tiene sentido por sí misma sino que es
el ser humano el que ha de dárselo, están los filósofos más contemporáneos como
Nietzsche, Husserl, y Sartre, entre otros. Para ellos el sentido de la vida no es independiente
del ser humano. Por ejemplo, para Nietzsche la concepción según la cual el mundo tiene
un orden y sentido, ya sea éste inmanente o trascendente, ha sido superada. El hombre ha
tomado conciencia de que todo lo que consideraba como sagrado, santo, bello y bueno, no
lo era en sí mismo sino porque él lo valoraba así. El hombre se descubre como aquel que
valora, aquel que da sentido. La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside
la grandeza del hombre. Ya no podemos hablar de un bien y un mal objetivos. Por eso,
en Así habló Zaratustra, su obra más famosa, el personaje central es el predicador persa
que siete siglos antes de Cristo enseñó que había un Principio del Bien y un Principio del
Mal. En la obra, Zaratustra viene a enmendar su error, a decirnos que no hay un bien y un
mal en sí mismos. El bien y el mal son lo que nosotros hacemos que sean, pero nosotros
estamos "más allá del bien y del mal".

Actividad 4: Según tu propia experiencia, y a la luz de lo leído:


1) ¿Con qué acepciones se relaciona más estrechamente el
término "sentido" en la pregunta por el sentido de la vida?
2) ¿Qué tipo de sentido tiene la vida para alguien que considera
que existe un creador que le da significado?
3) ¿El ser humano crea o descubre el sentido de la vida?

Actividad 5: Ante la pregunta ¿Tiene sentido la vida humana?, ¿Cómo evaluarías las siguientes
respuestas?

a) Sí lo tiene. Cumplir la voluntad divina;


b) Sí lo tiene. Crear riqueza y engrandecer a la patria;
c) Sí lo tiene. Luchar por la justicia y promover la vigencia universal de los derechos humanos;
d) No lo tiene. Solo somos una especie animal más que ha surgido recientemente en la
evolución de la vida sobre la Tierra;
e) No lo tiene. Mientras existan los seres humanos los poderosos dominarán a los débiles.
f) No lo tiene. Todas las obras humanas desaparecerán con el tiempo.

i) Primero, señala si las respuestas se refieren a una persona en específio o están referidas
universalmente a todas las personas.
ii) Segundo, responde si estarías a favor o en contra de la respuesta planteada. ¿Por qué?

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