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FILOSOFÍA 1º BACHILLERATO

TEMA 1. EL SABER FILOSÓFICO


Índice:

1. Introducción
2. La admiración como origen de la filosofía
3. El origen histórico de la filosofía
3.1. Origen del término
3.2. Explicación mítica y explicación racional (logos)
3.3. Los filósofos presocráticos
4. La especificidad de la filosofía
4.1. Filosofía y ciencia
4.2. La ciencia se aleja de la filosofía
4.3. El positivismo
4.4. Crítica al positivismo
4.5. Características del saber filosófico
5. Las ramas de la filosofía
6. Apéndice: textos.

1. INTRODUCCIÓN
La primera cuestión que vamos abordar en este curso, y que constituye el objeto de
este primer tema es justamente ¿Qué es la filosofía? Debemos pues, antes de entrar en
materia tratar de definir justamente esto que vamos a estudiar, o a hacer, qué es Filosofía.

La filosofía es la actividad más natural del hombre, y la actitud filosófica, la más


propiamente humana, porque consiste, como vamos a ver, en el ejercicio de la razón -que es la
facultad humana por excelencia- preguntándose por el ser y el sentido de la realidad de la que
forma parte.

Imaginemos a un hombre que salió de su casa y ha sufrido un accidente en la calle, a


consecuencia del cual perdió el conocimiento y fue trasladado a una clínica o a una casa
cercana. Cuando vuelve en sí se encuentra en un lugar que le es desconocido, en una situación
cuyo origen no recuerda. ¿Cuál será su preocupación inmediata, la pregunta que se hará a sí
mismo o a los que le rodean? No será, ciertamente, sobre la naturaleza o utilidad de los
objetos que ve a su alrededor ni sobre las medidas de la habitación o la orientación de su
ventana. Su pregunta será una pregunta total: ¿Qué es esto? O mejor, una que englobe su
propia situación: ¿Dónde estoy? ¿Por qué he venido aquí?

Pues bien, la situación del hombre en este mundo es semejante. Venimos a la vida sin
que se nos explique previamente qué es el lugar adónde vamos ni cuál habrá de ser nuestro
papel en la existencia. Tampoco se nos consulta si queremos o no nacer. En palabras de Ortega
y Gasset: “Vivir no es entrar por gusto en un sitio previamente elegido a sabor -como se elige el
teatro después de cenar -sino que es encontrarse de pronto, y sin saber cómo, caído,
sumergido, proyectado en un mundo incanjeable, en este de ahora”. Cierto que como no
venimos a la vida en estado adulto sino que nuestra capacidad de comprensión va
desarrollándose a la par que la vida, nos vamos acostumbrando a ellas, hasta verlas como lo
más natural y dejando a un lado cualquier intento de explicación.
Sin embargo, si adviniéramos al mundo en estado adulto, nuestra perplejidad sería
semejante a la de aquel hombre, que perdido el conocimiento, despertó en un lugar
desconocido. Si este mundo que nos parece tan natural y normal fuera completamente distinto
a como es, con el tiempo igualmente nos habituaríamos a él. Pues bien, pensar
filosóficamente, hacer filosofía no es más que colocarse en el punto de vista del que no está
habituado al mundo y hacerse las preguntas radicales que en tal caso se harían. Muchos
hombres ahogan en sí mismos esta natural perplejidad: estos serán los menos dotados para la
filosofía; otros la reconocen como la única actitud sincera y el único tema realmente
interesante, y se entregan a ella: éstos serán -profesionales o no- filósofos.

2. LA ADMIRACIÓN COMO ORIGEN DE LA FILOSOFÍA

El origen de la filosofía, por tanto, consiste en esa admiración que surge en el hombre
que se encuentra con la realidad y de la cual emerge la necesidad de conocer con mayor
profundidad, de buscar cada vez explicaciones más totales a la realidad. Decía Aristóteles que
“todos los hombres, por naturaleza desean saber”. Igualmente Platón afirmó “el estado de
ánimo del filósofo es la maravilla, el estupor”. También Tomás de Aquino afirma: “El motivo por
el cual el filósofo está cercano al poeta es este: los dos se relacionan con las cosas que
provocan asombro. (…) El asombro es el deseo de saber. Nace en el hombre por el hecho de
que él ve el efecto e ignora la causa, por el hecho que la causa de ese efecto trasciende el
conocimiento y la capacidad del hombre. Por esto, el asombro es causa de placer, en cuanto
que hay una esperanza en poder llegar a conocer aquello que deseo saber”.

No se puede hacer filosofía, ni tampoco estudiar filosofía de forma adecuada, si no se


tienen preguntas ante la existencia (ver TEXTO de Ortega y Gasset, Sobre el estudiar y el
estudiante).

¿Y cuando comienzan a surgir preguntas sobre la vida? Pensemos en el desarrollo


psicológico de la persona: cuando el niño no tiene conciencia de sí mismo, cuando no vive
todavía una experiencia de encuentro con otras personas o cosas, no puede plantear
preguntas. El niño comienza a hacer preguntas cuando empieza a tomar conciencia de existir,
de ser. Cuando el niño comienza a tener experiencia del mundo, y en la medida en que se va
ensanchando la profundidad de tal experiencia, crece el deseo de interrogarse sobre ella, de
comprenderla.

El asombro es algo connatural a la razón humana en su despertar. Pero, poco a poco,


nos vamos acostumbrando al mundo sin que, en realidad, muchos aspectos sobre él que nos
suscitaban curiosidad se hayan respondido. Y de este modo creemos saber lo que son las cosas
cuando, en realidad, su misterio sigue delante de nosotros desafiándonos. Por eso, es
necesario recuperar una mirada nueva sobre las cosas. “Una ley escrita en el más oscuro de los
Libros de la Vida reza así: si miras una cosa novecientas noventa y nueve veces, estarás
perfectamente a salvo; si la miras una milésima vez, te expondrás al espantoso peligro de verla
por vez primera.” (G.K. Chesterton, El Napoleón de Notting Hill)

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3. EL ORIGEN HISTÓRICO DE LA FILOSOFÍA

3.1. Origen del término

La palabra filosofía proviene del griego y surge de la fusión de phylos, que significa
amigo o amante y sophía, que significa sabiduría. De modo que filosofía viene a significar amor,
o amistad, hacia la sabiduría y “filósofo” será el amante de la sabiduría.

Se atribuye a Pitágoras de Samos el haber sido el primero en emplear el término


“filósofo”, al lanzar un paralelismo entre la situación del espectador de los juegos olímpicos y la
condición de “amante del saber”. A diferencia de los atletas, que buscan la fama y la gloria, o
los comerciantes, que van allí movidos por el lucro, nos encontramos con aquellos otros, los
espectadores, que acuden a los juegos simplemente para contemplar, deseosos de conocer y
entender cuanto tiene lugar en la arena. Asimismo, Pitágoras creía que la filosofía no consiste
en poseer la verdad, sino en sentirse atraído por ella y en tratar de alcanzarla.

Casi todas las culturas comparten el deseo de saber. Sin embargo, cuando hablamos de
filosofía, hablamos de una peculiar forma de saber: el saber racional, sistemático y crítico. Y
este, según los críticos, no se ha dado desde siempre y en cualquier lugar, sino que tiene fecha
de nacimiento.

Es tradicional situar el nacimiento de la filosofía en unas coordenadas espacio


temporales muy concretas: Jonia (colonia griega en Asia Menor), siglo VI a.C. En ese momento
y lugar, el ser humano observa lo que le rodea, maravillado y extrañado, pero por primera vez
convencido de la existencia de una explicación racional capaz de desvelar el orden y el sentido
oculto de todo ello. En ese momento podemos hablar de la aparición de la filosofía.

3.2. Explicación mítica y explicación racional (logos)

Los mitos constituyen uno de los primeros intentos del ser humano de hacerse cargo del
mundo que le rodea: explicar y dominar la naturaleza y, también, comprender quién es él
mismo. Este tipo de narraciones ocupó un lugar importante en la evaluación cultural de
muchos pueblos, entre ellos el griego, porque les proveyó de sus primeras descripciones y
explicaciones del mundo: de su entorno natural, de los fenómenos atmosféricos, de las
principales costumbre, de la vida de ultratumba,etc…

Los mitos comparten una serie de rasgos:

● El mundo está regido por dioses o fuerzas sobrenaturales, por


ejemplo, dioses o héroes del Olimpo. Las fuerzas de la naturaleza
aparecen personificadas y divinizadas (antropomorfismo).
● Al recurrir a dioses para explicar el mundo los mitos elaboran una
explicación trascendente, en el sentido en que, para explicar la naturaleza, recurren a
elementos que están más allá de la propia naturaleza.
● Los mitos ofrecen una visión del mundo en la que todo está dominado por el destino y
la voluntad de los dioses. La realidad es por tanto algo caótica y caprichosa, arbitraria,
algo que no siempre sigue una pauta previsible y que a menudo escapa a la
comprensión humana.
● El autor de los mitos es siempre desconocido y colectivo, al contrario de lo que sucede
con las teorías filósoficas y científicas. Los mitos no son fruto de la creación
intencionada y consciente de una persona concreta, sino que son
consecuencia de una formación lenta, espontánea y popular. De
ahí su carácter tradicional.
● Los mitos son acríticos, es decir, no pueden ser sometidos a
examen o revisión, por lo que solo pueden ser objeto de
aceptación o rechazo.

La filosofía surge como un tipo de conocimiento distinto al mitológico, en


torno al siglo VI a. C., con los pensadores de la escuela de Mileto (ver
apdo.3.3.) . Por ello, el origen de la filosofía suele explicarse como el paso
del mito al logos. Es decir, la sustitución de una explicación mítica del
mundo por una explicación racional. “Logos” significa en griego razón,
discurso, palabra.

No existe un acuerdo entre los investigadores sobre las razones por


las que la filosofía y el pensamiento racional aparecen en Grecia y no
antes o en otro lugar. Las posiciones más conocidas al respecto son
las siguientes:
➔ El “milagro” griego. Defendida por John Burnet, considera
que el pensamiento racional aparición sin origen previo
gracias a la genialidad de los griegos.
➔ Como resultado de la evolución del pensamiento mítico. Según Francis Macdonald
Conford no todo en el mito es arbitrario, sino que constituyen también un intento
intelectual de acercarse a la realidad y darle sentido. Por ello, no hay una barrera
estricta entre mito y filosofía, sino que constituirán dos formas sucesivas y
complementarias de conocimiento.

Sea como sea, exista o no una relación real entre una y otra forma de pensamiento, lo
cierto es que si anteriormente la realidad era explicada por medio de narraciones fabulosas,
ahora esta comienza a ser entendida desde una perspectiva racional. La explicación racional o
“logos” se caracteriza por una serie de rasgos:

● Interpreta las fuerzas y fenómenos del universo como fenómenos y fuerzas


exclusivamente naturales, y fruto de la acción de ninguna entidad externa, diferente de
la propia naturaleza. Se trata por tanto de una explicación inmanente de la naturaleza
(se explica la naturaleza desde dentro de la propia naturaleza)
● Los fenómenos naturales suceden no por azar o capricho sino por necesidad. Lo cual
quiere decir que las cosas suceden como tienen que suceder. Los acontecimientos
naturales suceden conforme a ciertas leyes que necesariamente se cumplen. Estas
leyes permanecen invariables tras los aparentes y desordenados cambios en la
naturaleza. De este modo el universo se concibe como un cosmos (lo contrario de
caos), es decir, un todo en el que rige un orden y que por tanto se puede conocer por
medio de la razón. Se sustituye por tanto la idea de arbitrariedad propia del mito por la
idea de necesidad.
● La explicación racional se basa en argumentos y razones. Por eso decimos que es un
modo de pensamiento crítico. Es decir, puede ser discutida y sometida a examen
siempre que se haga aduciendo argumentos y pruebas.

3.3. Los filósofos presocráticos

Se conoce como filósofos “presocráticos” a un grupo de pensadores que vivieron entre


el siglo VII a. C, al s. I. Reciben este nombre porque salvo excepciones todos ellos son
anteriores a Sócrates (s.V a.C).

Estos pensadores centraron su interés en el problema cosmológico, es decir, en el


origen y la naturaleza de la realidad material que nos rodea, formulando el problema bajo la
siguiente pregunta: ¿cuál es el arjé de la physis? (¿cuál es el origen de todo?)

Lo interesante de estos filósofos no son tanto las respuestas que dieron a la pregunta,
sino la actitud de mirar al mundo, no detenerse en lo inmediato y proponer una explicación
racional, más allá de los mitos o narraciones difundidas hasta el momento.

3.3.1. La idea de physis

Como hemos dicho, en los primeros filósofos griegos la cuestión de la realidad fue
planteada desde un punto de vista cosmológico. Por eso su filosofía es más que nada una física.
La mayoría de sus obras escritas llevaban el título de Peri Physeos (Sobre la naturaleza). El
término physis tiene dos acepciones:

a) Como la totalidad de los seres que pueblan el universo, exceptuando de este


conjunto las cosas producidas por el hombre. En esta acepción la naturaleza viene a coincidir
con la totalidad del universo.

b) Como el modo de ser permanente de los seres, lo que las cosas son, su esencia.

Estos dos sentidos están relacionados: la naturaleza es concebida como un cosmos (es
decir, como un todo ordenado dotado de belleza) y no un caos, y para que se dé ese orden
cada cosa tiene que estar en su sitio dentro de ese orden, esto es, cada cosa tiene que cumplir
y realizar su esencia, su modo de ser natural. Por otro lado, en la misma raíz de la palabra phýo
(que significa brotar, nacer) se contiene la idea de actividad, dinamismo. La naturaleza es
dinámica, y la physis actúa como principio de actividad intrínseco al ser natural, a diferencia del
ser artificial, que tiene un principio de movimiento extrínseco. Por tanto, podemos decir que la
naturaleza de una cosa es su esencia, su modo de ser permanente, pero en tanto es capaz de
dar razón de la apariencia, de sus variaciones y cambios y en tanto que da origen sus
operaciones o actividades propias.

3.3.2.La idea de arjé

Preguntar por la naturaleza es preguntar por lo que las cosas son para, a partir de ello,
explicar sus movimientos y procesos. La profundización en la idea de esencia y naturaleza
conduce a los presocráticos a la investigación de un principio rector capaz de dar razón de la
totalidad de la naturaleza. La idea de un orden total que engloba todas las cosas les conduce a
la idea de un principio absoluto o fundamento de toda la realidad que conforma dicho orden:
el arjé.

El principio o principios últimos es la


naturaleza de las cosas porque es su origen
(aquello a partir de lo cual proceden o se generan
los seres), su término (aquello en lo que acaban,
o a donde vuelven, todos los seres), su sustrato
(aquello de lo que están hechos y en lo que
consisten los seres) y su causa (aquello capaz de
explicar las transformaciones de los seres,
aquello por lo cual sucede algo).

Cuando en el siguiente punto veamos las respuestas que los primeros filósofos dan al
problema del arjé, no hay que perder de vista, pese a que las soluciones nos parezcan triviales,
la genialidad e importancia de la pregunta que se hicieron, por su radicalidad y universalidad.

En función de los principios que elijan los filósofos presocráticos se pueden clasificar en
monistas (un principio), dualistas (dos) o pluralistas (más de dos).
3.3.3.La escuela de Jonia

Tales de Mileto

Contado entre los "siete sabios" de Grecia, fue matemático y astrónomo (predijo un
eclipse el año 585). De Tales se conservan dos anécdotas. Una lo presenta tan distraído que cae
en una zanja mientras pasea. La otra, contraria a esa imagen de sabio despistado, cuenta que
habiendo previsto una buena cosecha de aceituna, ganó un dineral comprando olivares.
Conservamos dos afirmaciones de Tales: que todo es en virtud del agua (o sea, que el agua es
el arjé) y que todo está lleno de dioses.

Respecto a la primera afirmación hay que observar que el agua es necesaria para la
vida, que donde no hay agua no hay vida. Por otro lado, el agua es capaz de adquirir distintos
estados, en cuyas transformaciones recorre el ciclo de la naturaleza. Esto último es lo que más
nos interesa, por lo siguiente: estamos buscando el principio absoluto, es decir, algo capaz de
explicar todas las cosas. Precisamente este principio no puede ser una cosa concreta más entre
las cosas, porque ha de poder convertirse, de alguna manera, en todas ellas. Tiene que ser, por
tanto, algo inconcreto, informe, capaz de adquirir fácilmente cualquier forma. El agua cumple
verosímilmente estas condiciones.

En cuanto a la segunda afirmación, no hay que tomarla en sentido literal, pues hay que
notar que en la lengua griega el término "dios" o "divino", tiene más bien un valor predicativo;
que los griegos no afirmaban primero la existencia de Dios y procedían después a enumerar sus
cualidades, diciendo "Dios es bueno" o "Dios es amor sino que al sentirse impresionados o
atemorizados por algo decían: "esto es un dios", "aquello es un dios". . ."el amor es un dios",
"la amistad es un dios". Así, la frase de Tales vendría a significar "todo es maravilloso" o "todo
es asombroso" (lo cual es muy propio que lo diga un filósofo, ya que, como dice Platón, la
filosofía surge de la capacidad de asombrarse).

Anaximandro

La respuesta dada por Anaximandro a la cuestión del arjé puede considerarse un paso
adelante respecto a Tales (del que Anaximandro probablemente fue discípulo). El arjé es ahora
lo "ápeiron" (de "a-"privativa, y "peras", límite, perímetro), es decir, lo indeterminado, lo
ilimitado, lo no concreto, que es precisamente, según hemos dicho, el concepto de lo que
vamos buscando. Lo que es principio de determinación de toda realidad ha de ser
indeterminado, y precisamente "ápeiron" designa de manera abstracta esta cualidad. Lo
ápeiron es eterno, siempre activo y en movimiento. Esta sustancia, que Anaximandro concibe
como algo material, es "lo divino" que da origen a todo.

En Anaximandro se encuentra ya una cosmología que describe la formación del cosmos


por un proceso de rotación que separa lo caliente de lo frío. El fuego ocupa la periferia del
mundo y puede contemplarse por esos orificios que llamamos estrellas. La tierra, fría y
húmeda, ocupa el centro. Los primeros animales surgieron del agua o del limo calentado por el
sol; del agua pasaron a la tierra. Los hombres descienden de los peces, idea que es una
anticipación de la teoría moderna de la evolución.

Anaxímenes

Anaxímenes vuelve a concebir el arjé como un elemento determinado: el aire


(pneuma). Del aire cabe decir, como hemos dicho del agua en el caso de Tales, que es un
elemento indispensable para la vida. Hay que decir también que en las creencias del pueblo
griego y en la cosmovisión homérica, el alma, en cuanto principio de vida y de movimiento, no
es más que un soplo, un aliento, un aire. La diversidad de los seres se debe a dos procesos del
aire: rarefacción y condensación: el aire mismo es lo más dilatado, una piedra es aire muy
condensado.

3.3.4. La escuela pitagórica

Con el pitagorismo nos trasladamos del oriente griego al occidente (Magna Grecia).
Pitágoras, nacido en Samos (Jonia), tuvo que emigrar de su tierra por persecución política y fue
a establecerse en Crotona, en el sur de Italia. A Pitágoras se le atribuye la invención de la tabla
de multiplicar y del teorema que lleva su nombre. Formó una especie de secta o cofradía, con
rituales y un conjunto de doctrinas esotéricas (secretas). La escuela asimiló la atmósfera
cargada de religiosidad de la Magna Grecia.

Así, son de procedencia órfica (el orfismo era la religión más extendida en el sur de
Italia), las prácticas ascéticas purificadoras (la abstención de comer carne, la prohibición de
vestir lana, de matar animales, etc.), y la creencia en la preexistencia, inmortalidad y
transmigración de las almas. El alma procede de otro mundo, se ha manchado con la culpa y ha
de llevar, encadenada al cuerpo, una vida de expiación y de peregrinación. En esta escuela se
encuentra esta idea, que se verá luego en Platón, del cuerpo como cárcel del alma. La vida
tiene que ser una "catarsis" (purificación). El alma es lo esencial del hombre, y no una sombra o
imagen del cuerpo, como aparece en Homero. La catarsis del alma, además del ayuno, incluía
el silencio, el examen de conciencia y la dedicación al trabajo intelectual, especialmente las
matemáticas, en las que se aprende la armonía, que ha de ser llevada mediante el estudio al
interior del hombre.

Lo más importante del pitagorismo es su "filosofía del número". Los pitagóricos fueron
ante todo matemáticos y esto determina su explicación de la naturaleza. El arjé es para ellos el
número. ¿En qué lo basaban? Observaron que ciertas propiedades de los seres pueden ser
expresadas matemáticamente. Aparte de algunos teoremas de geometría, el descubrimiento
más importante lo realizó Pitágoras en el campo de la música. En la música es esencial la
determinación numérica. Y la música es un modelo del funcionamiento del universo, ya que
tanto el universo como la música son armonía, es decir, orden y belleza, e igual que la armonía
musical depende del número, se puede pensar que ocurre así en el universo. Pues bien, los
pitagóricos creyeron que todos los seres son formulables matemáticamente y supusieron que
los principios de las matemáticas son también los principios de la naturaleza. Se dedicaron
también a buscar los principios de los números: lo par y lo impar (las anteriores respuestas al
problema del arjé son monistas; la pitagórica es dualista). A partir de estos dos principios se
establece una tabla de categorías de oposiciones entre dos términos: impar–par,
limitado-ilimitado, uno-múltiple, derecho-izquierdo, masculino-femenino, reposo-movimiento,
recto-curvo, luz-oscuridad, bueno–malo, etc.

Hay que reseñar la importancia del pitagorismo para el nacimiento del concepto de
ciencia en la época moderna (siglo XVII). Cierto pitagorismo, llegado de la mano del platonismo
durante el Renacimiento italiano, le hará decir a Galileo que "la naturaleza es inteligible porque
está escrita en caracteres matemáticos".

3.3.5. Heráclito

Era conocido como "el oscuro", por su enigmática forma de expresarse. Ha pasado a la
historia como el modelo de la afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía
se basa en la tesis del flujo universal de los seres: "panta rei", todo fluye. Aristóteles resume
esta idea años después con la siguiente afirmación: "es imposible bañarse dos veces en el
mismo río".

El devenir está animado por el conflicto: "La guerra (pólemos) es el padre de todas las cosas".
Pero este permanente flujo de tensiones que agita al mundo no lo convierte en algo caótico e
indescifrable. Los opuestos, que luchan y se alternan, engendran un equilibrio, una armonía, no
en el sentido de una mera relación numérica como en los pitagóricos, sino en el de un ajuste de
fuerzas contrapuestas, como las que mantienen tensa la cuerda de un arco. Solo la oposición
permite que la realidad tenga sentido: "La enfermedad convierte en dulce la salud, el hambre
convierte en dulce la saciedad y la fatiga convierte en dulce el descanso". Los contrarios se dan
mutua justificación. La guerra que afecta a todas las cosas engendra equilibrio, una armonía
oculta que no captan los sentidos, pero que sí se revela a la razón. El devenir no es irracional
porque el logos, la razón universal, lo rige: "Todo surge conforme a medida y conforme a
medida se extingue". El hombre puede descubrir este logos en su propio interior, pues el logos
es común al hombre y a las cosas.

Para Heráclito el arjé es el fuego, en el que hay que ver la mejor expresión simbólica de
los dos pilares de su filosofía: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos; pues el fuego solo se
mantiene consumiendo y destruyendo, y constantemente cambia de materia. De Heráclito es
también la doctrina cosmológica del eterno retorno: la transformación universal tiene dos
etapas que se suceden cíclicamente: una descendente por contracción o condensación, y otra
ascendente por dilatación.

La doctrina de Heráclito fue interpretada en la filosofía inmediatamente posterior,


olvidando esta afirmación del logos, como una negación de la posibilidad del conocimiento: si
nada es estable, se niega la posibilidad de un saber definitivo.

3.3.6. Parménides

Aparentemente Parménides significa la antítesis de Heráclito. Si este defiende un


monismo dinámico, Parménides sostiene un monismo estático. El devenir es una ilusión, un
engaño de los sentidos. En Parménides la physis pierde absolutamente su sentido esencial
dinámico y es sustituida por la noción más abstracta de ser (ontos).

Su doctrina está expuesta en un poema en la que una diosa que guarda la verdad le
hace esta revelación filosófica: acerca de lo que sea la realidad, hay tres y solo tres
posibilidades:

1.ª El no-ser es (alude a los pitagóricos, los cuales admitían el vacío como no ser para
explicar la formación del cosmos).

2.ª El ser es y no es (alude a Heráclito. Para Parménides, como vamos a ver, si se diera
el movimiento, el ser existiría y no existiría a la vez).

3.ª El ser es y es imposible que no sea.

Las dos primeras son caminos impracticables para el pensamiento, ya que contienen
contradicciones. Solo la tercera es viable, y en esa fórmula se encierra toda su doctrina: "El ser
es; el no-ser no es”, sin posible término medio.

Echando mano de esta afirmación, Parménides va deduciendo las propiedades del ser
aplicando la regla por reducción al absurdo (suponiendo lo contrario a lo que quiere
demostrar). De este modo demostrará de un modo absolutamente claro y lógico que el ser es
único, eterno, inmutable, infinito e inmóvil. (ver texto Parménides de Manuel Gª Morente).

Su crítica a Heráclito es clara: no se puede pensar el devenir. Según Heráclito, al decir


que todo es devenir, se dice que lo que ahora es, ya no es, puesto que todo momento que
tomamos en el transcurso del ser es un tránsito hacia el no ser de lo que antes era. Y esto es
incomprensible para la razón pues supone afirmar que el ser no es y que el no-ser es, puesto
que lo que es ahora no era antes y lo que era antes no es ahora.

Por mucho que las propiedades que descubre el eleata sean contradictorias con la
experiencia y el sentido común, Parménides las tiene por ciertas, pues son un dictado del
pensamiento, y, según él, "lo mismo es el pensar y el ser"; solo es real aquello que puede
pensarse, y aquello que resulte impensable no es posible que exista (como el movimiento). El
pensamiento tiene un valor infinitamente superior a la experiencia de los sentidos. El
pensamiento revela que el ser real es estático, único y perfecto, un ser que no vemos pero que
podemos comprender. En cambio, la multiplicidad y el cambio atestiguados por los sentidos
son engaño e ilusión. Los sentidos no sirven para conocer la verdad del ser.

La influencia de Parménides es muy grande. Las filosofías que vienen inmediatamente


después de él lo tendrán en cuenta, ya sea para seguirlo o para criticarlo en algún aspecto. En
todo caso, todas aceptarán algunas de sus propiedades del ser.

Zenón, discípulo de Parménides, trató de demostrar la tesis de la imposibilidad del movimiento


a través de paradojas. Entre ellas es famosa la de Aquiles y la tortuga, que puedes ver en este
vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=nlVTZo6sExk

3.3.7. El pluralismo

Después de Parménides, no fue ya posible retornar a una explicación monista de la


naturaleza, ya que aceptar como origen, sustrato causa a una única realidad era condenarse a
no poder explicar ni la pluralidad ni el movimiento. La solución que darán los pluralistas
consistirá en negar el monismo. No hay un solo ser como principio, sino seres plurales; eso sí,
cada uno de los cuales dotado con las propiedades parmenídeas: inengendrado, imperecedero
y siempre igual. Así se explica el movimiento (o cambio) en la naturaleza manteniendo los
principios básicos de Parménides: no hay movimiento en sentido fundamental, sino mezcla y
separación de elementos primeros, sin que estos mismos se alteren. Este es el camino escogido
por los pluralistas, entre los que cabe distinguir el pluralismo cualitativo de Anaxágoras, y el
cuantitativo de Demócrito.

Anaxágoras

Era originario de Clazomene (Jonia). Es el primer filósofo que se establece en Atenas,


donde traba amistad con Pericles. En el pueblo de Lámpsaco le levantaron dos altares en su
honor, uno dedicado a la verdad y otro a la mente. Recibió impasible la noticia de la muerte de
un hijo, diciendo: "Ya sabía que lo había engendrado mortal".

Anaxágoras señala un doble principio: por un lado, un principio pasivo, material, plural:
las homeomerías; por otro lado, un principio activo e inteligente: el Nous.
Las homeomerías son los elementos materiales de la naturaleza, que ya no son cuatro,
sino innumerables. Anaxágoras los denomina spérmata (semillas); "homeomerías" es el
término que acuña Aristóteles, término que significa "lo que consta de partes iguales", es decir,
"homogéneo". Las semillas son cualitativamente distintas. En todas las cosas hay semillas de
todas las cosas, de carne, de madera, de agua, etc. Cada cosa es lo que es por la mayor
abundancia de uno de los tipos de homeomerías.

Nous significa "espíritu" o "inteligencia". El Nous es el principio activo. En esta tesis del
Nous puede verse la primera aparición del finalismo (o teleologismo) en la física, o, lo que es lo
mismo, de la causa final. Se habla de finalismo cuando se supone la intervención de la
inteligencia en los fenómenos de la naturaleza, porque lo propio de la inteligencia es la
utilización de medios orientados a un fin o finalidad.

Demócrito

Nació en Abdera (Tracia). En Anaxágoras, las diferencias entre los elementos son
cualitativas. En Demócrito, sin embargo, los elementos se distinguen cuantitativamente. El
mundo consta de infinitas partículas indivisibles (átomos), compactas e inmutables como el ser
de Parménides. Los átomos se diferencian entre sí de estos tres modos: por la figura, como A
difiere de N; por el orden, como AN difiere de NA; y por la posición en el espacio. En el
principio existían separadamente el ser material lleno, el gran vacío o el no-ser, y el
movimiento eterno. El vacío, impulsado por el movimiento, penetró en el ser disgregándolo
hasta los elementos indivisibles. El movimiento natural de los átomos es rectilíneo, pero por
pequeñas desviaciones azarosas chocan entre sí, formándose los mundos. No hay causas
extrínsecas, ni dioses ni inteligencia universal que explique el orden, sino el azar y la necesidad.

Se puede decir que, si con Anaxágoras aparece el finalismo o teleologismo en la física,


con Demócrito aparece el mecanicismo: el mundo es el resultado de un encuentro mecánico
entre los átomos.

4. LA ESPECIFICIDAD DE LA FILOSOFÍA

4.1. Filosofía y ciencia

Desde que apareció el pensamiento racional en Grecia, los pensadores se han


planteado todo tipo de preguntas relacionadas con el universo, la naturaleza y el ser humano.
Durante mucho tiempo la filosofía no se distinguía de la ciencia. Ciencia para los antiguos es
todo aquel saber que es racional, frente al mito y a las opiniones infundadas de la gente.

Más concretamente, para los griegos, la ciencia es la búsqueda de conocimiento por referencia
a las causas de aquello que se estudia (scientia proviene del término griego episteme, que
significa conocimiento verdadero). La ciencia es por tanto una búsqueda que no se detiene en
la simple enumeración de hechos y de datos, sino que trata de entender sus causas.

4.2. La ciencia se aleja de la filosofía

Sin embargo, el surgimiento de la ciencia moderna en Occidente hizo que la situación


cambiase por completo.
Durante los siglos XVI y XVII se produjo en Europa un espectacular cambio intelectual
con la aparición de la revolución científica. El trabajo de autores como Kepler, Galileo y
Newton permitió establecer un nuevo y eficaz método para estudiar las leyes de la naturaleza.

Surge así la ciencia moderna, que se caracteriza


por la utilización del método científico. Este se basa en la
experiencia, que sirve para comprobar si nuestras
suposiciones acerca de la realidad son ciertas o falsas.
Los rasgos distintivos de la ciencia moderna son la
matematización, la experimentación y la practicidad.

El desarrollo de la ciencia moderna fue


espectacular. En pocos siglos se va aplicando el método
científico a más y más campos de la realidad y de la
conducta humana (biología, psicología, sociología,
lingüística, etc…), de modo que la ciencia se fue
adueñando sucesivamente de ámbitos de estudio que
antes pertenecían a la filosofía.

La multiplicación y el desarrollo de las ciencias


traen como consecuencia el arrinconamiento de la
filosofía. ¿Qué puede decir un filósofo acerca del
universo o la materia que no lo diga mejor y más
rigurosamente un físico? ¿Qué puede un filósofo acerca
de la vida que no lo conozca mejor un biólogo? ¿y qué
acerca de la mente o de la conducta humana que no
pueda decirlo con mayor autoridad un psicólogo?

La ciencia parece haber sentado su dominio en amplios campos del saber. Sin embargo,
hay cuestiones fundamentales que interesan al hombre que la ciencia no puede responder,
como “¿hay algo después de la muerte?”. “¿Existe Dios?”, “¿Por qué debo hacer el bien?”
“¿somos libres?”. De estas preguntas se ocupa la filosofía.

4.3. El positivismo.

La filosofía no es una ciencia, no en el sentido moderno del término. No si reducimos el


concepto de ciencia a ciencia experimental. El positivismo o el cientificismo es la actitud que
niega a la filosofía el estatus de conocimiento, por el hecho de que no es un conocimiento
científico. Según los positivistas no hay más conocimiento que el conocimiento científico, ya
que lo único cognoscible es en sentido estricto aquello que se acomoda a las reglas del método
científico. El positivismo sostiene pues, que la ciencia sustituye y hace innecesaria la filosofía.
Se cuentan entre los filósofos positivistas Auguste Comte o Bertrand Russell.

4.4. Crítica al positivismo

Los métodos de la razón. El instrumento del que dispone el ser humano para acercarse a la
realidad y conocerla es la razón. Para ello, la razón debe usar diversos caminos que dependen
del tipo de realidad que queremos conocer. No es lo mismo querer averiguar qué componentes
materiales conforman la realidad visible, que tratar de entender el comportamiento de un
hombre. En cada caso la razón debe adaptarse al objeto que desea comprender teniendo en
cuenta todos los factores que lo constituyen. En un caso habrá que inventar instrumentos que
permitan medir el aspecto cuantitativo de la materia, y en el otro caso primar la observación
de la acción del comportamiento humano teniendo en cuenta mi propia experiencia personal.

El método depende del objeto. No puedo usar un mismo procedimiento para llegar a la certeza
sobre el resultado de una ecuación que para llegar a la seguridad sobre el comportamiento de
alguien o la mejor manera de gobernar una sociedad. Un método es el camino a seguir para
lograr el conocimiento de un objeto. Y el método de conocimiento viene determinado por el
objeto a conocer: como la realidad es diversa, la razón utilizará distintos procedimientos para
llegar a conocerla, según sea el ámbito que tenga que explicar. La razón alcanzará la verdad en
cada ámbito logrando, mediante los distintos métodos, evidencias necesarias para hacer
razonable un conocimiento

El positivismo reduce los métodos de la razón al método científico. El positivismo se basa en la


creencia de que existe un único método válido para conocer la realidad y que todo lo que no
pueda ser conocido por este método, sencillamente no puede ser conocido. La razón para los
positivistas no se adapta al objeto, sino al revés, es el objeto el que debe encajar con el método
que previamente le impone la razón. De este modo, las cuestiones esenciales de la vida, las que
más interesan al hombre: la belleza, el sentido de la vida, la libertad, la moralidad de nuestras
acciones, la naturaleza del tiempo…quedan fuera de la reflexión racional. Porque se reduce la
razón a su uso experimental y cuantitativo, al método científico.

(Ejemplos. Si yo veo una puesta de sol puedo, mediante la espectroscopia física,


explicar la intensidad de las diversas longitudes de onda que producen los colores al atardecer,
y dar una razón de por qué ocurre así, pero no puedo dar una razón científica de por qué me
gusta el espectáculo. El que la puesta de sol sea hermosa no lo describe ninguna ecuación, no
es algo cuantificable. Tampoco ninguna ciencia puede demostrar que robar al vecino está mal,
ni medir la hermosura de una obra de Shakespeare, ni puede explicar por qué se dobla mi
brazo. Me puede decir que hay energía en los músculos, que causan una tensión en los
tendones, que tiran de los huesos y el brazo se dobla, pero lo más importante que queda sin
explicar es que se dobla cuando yo quiero. ¿Por qué? ¿Qué quiere decir “cuando yo quiero”?
¿Lo puedo medir con un experimento? ¿Lo puedo poner en una fórmula matemática? Incluso
al hablar del universo como sistema material físico, la ciencia trata de ver cómo actúa la
materia, pero no puede explicarme por qué hay materia…La finalidad de un objeto no puede
expresarse con ninguna ecuación, ni puede probarse con ninguna medida experimental. La
finalidad no es un parámetro físico y, sin embargo, la razón tiene necesidad de llegar a
comprenderla en sus causas (la finalidad de un despertador, del universo o de la vida
humana)).

Por último señalar que la propia ciencia nos plantea cuestiones que van más allá de la propia
ciencia, cuestiones de carácter filosófico: ¿hacia dónde orientar la investigación, hacia el
desarrollo armamentístico o hacia la nutrición y la sanidad? ¿Qué consecuencias acarrean las
manipulaciones genéticas para la libertad y la persona?

4.5. Características del saber filosófico

Como síntesis de lo anteriormente dicho, podemos decir que la filosofía es un saber


que posee las siguientes características:

-Es una reflexión racional, porque explica la realidad basándose en argumentos racionales, y
no en las creencias o la imaginación, al modo de los mitos.
- Es un saber universal, porque busca explicar toda la realidad. La filosofía no es un saber
parcial como la biología, por ejemplo, cuyo objeto de estudio es solo el ser vivo. Al contrario, la
filosofía se ocupa de todo, o dicho de otra manera, todo le interesa. Es universal además
porque la filosofía pertenece a todo hombre y a toda época, aunque situemos su comienzo en
Grecia en el siglo VI a.C.

- Por último, es un saber radical, porque aspira a encontrar los fundamentos o causas últimas
de toda la realidad. La palabra radical viene de raíz. Algo es radical cuando llega al fondo de los
problemas.

5. RAMAS DE LA FILOSOFÍA

PROBLEMA DISCIPLINA DEFINICIÓN INTERROGANTES

Trata de los
principios ¿Por qué hay algo y
últimos que no más bien nada?
Metafísica  constituyen la ¿Qué es real?¿qué
La realidad realidad tipos de realidad
hay?¿Cuál es el
 
origen de todo lo
  que hay?

 
DISCIPLINAS
TEÓRICAS
Lógica ¿Qué leyes debe
respetar nuestra
mente para
funcionar
correctamente?
El
conocimiento La gnoseología
trata del ¿Qué es conocer?
problema del ¿Qué puedo
conocimiento conocer?
en general. ¿Conocemos las
Gnoseología y Mientras que cosas tal y como
Epistemología el término son? ¿Qué es la
epistemología
verdad?¿Cuáles
se suele
emplear para son los métodos de
referirse al conocimiento
conocimiento válidos? ¿Qué hace
científico. que un
conocimiento sea
científico?

Se plantea los
interrogantes ¿Qué
últimos acerca características nos
del ser definen como
El ser humano humanos? ¿De
humano dónde venimos?
¿Somos la meta o
Antropología
un simple
filosófica
resultado de la
evolución
biológica?¿Somos
libres? ¿qué
relación hay entre
el cuerpo y la
mente? ¿Tiene
algún sentido la
vida?

Ética o ¿Qué debo hacer?


filosofía ¿Qué está bien y
La moral moral qué está mal?
¿Cómo podemos
ser felices?

DISCIPLINAS ¿Puede vivir el ser


PRÁCTICAS humano al margen
de la sociedad?
¿Cuál es la mejor
Filosofía manera de
política organizarla?
La sociedad ¿Quiénes deben
gobernar? ¿Cuáles
son los límites del
poder? ¿Qué es la
justicia?¿Por qué
debemos obedecer
las leyes?

Otras ramas de la filosofía: cosmología (estudio global del universo. Actualmente forma parte
de la física), teología (disciplina filosófica que trata sobre Dios), filosofía del lenguaje (trata
sobre la relación entre el lenguaje y la realidad, sobre la comunicación), filosofía de la mente
(trata sobre el pensamiento y la conciencia y sobre las posibilidades de la inteligencia artificial),
filosofía de la historia (trata de aclarar si los acontecimientos históricos tienen un sentido que
nos permita comprender el modo en que ha ido evolucionando la humanidad a lo largo del
tiempo)

APÉNDICE: TEXTOS

Apdo 1. La admiración como origen de la filosofía

Texto 1. Marie Curie.

“Yo formo parte de aquellos que han captado esa belleza especial de la investigación científica.
Un sabio en su laboratorio es más que un técnico; se encuentra ante las leyes de la naturaleza
como un niño ante un mundo de cuentos. No debemos hacer creer a nadie que el progreso
científico es como un mecanismo, como una máquina, como un ensamblaje de ruedas dentadas
que engranan unas con otras, lo cual, por lo demás, también tiene su belleza.

 
Tampoco creo que exista el peligro de que el espíritu de aventura científica desaparezca de
nuestro mundo. Si hay algo de lo que me rodea que tenga fuerza vital, es precisamente este
espíritu de aventura, que parece inquebrantable y que está ligado a la curiosidad”.

Texto 2. Ortega y Gasset. Sobre el estudiar y el estudiante

“Espero que durante este curso entiendan ustedes perfectamente la primera frase
que después de esta inicial voy a pronunciar. La frase es ésta: vamos a estudiar
Metafísica, y  eso que vamos a hacer es, por lo pronto, una falsedad. La cosa es, a
primera vista, estupefaciente, pero el estupor que produzca no quita a la frase la dosis
que tenga de verdad. En  esa frase -nótenlo ustedes- no se dice que la Metafísica sea
una falsedad; ésta se atribuye  no a la Metafísica, sino a que nos pongamos a estudiarla.
No se trata, pues, de la falsedad  de uno o muchos pensamientos nuestros, sino de la
falsedad de un nuestro hacer -de lo que  ahora vamos a hacer: estudiar una disciplina.
Porque lo afirmado por mí vale no sólo para  la Metafísica, si bien vale eminentemente
para ella. Según esto, en general, estudiar sería una falsedad. 
No parece que frase tal y tesis semejante sean las más oportunas para dichas por un
profesor a sus discípulos, sobre todo al comienzo de un curso. Se dirá que equivalen a
recomendar la ausencia, la fuga, que se vayan, que no vuelvan. Eso ya lo veremos:
veremos  si ustedes se van, si no vuelven porque yo he comenzado enunciando tamaña
enormidad  pedagógica. Tal vez acontezca lo contrario -que esa inaudita afirmación les
interese. Entre  que pasa lo uno o lo otro -que ustedes resuelvan irse o resuelvan
quedarse-, yo voy a aclarar su significado. 
No he dicho que estudiar sea sólo una falsedad; es posible que contenga facetas,
lados,ingredientes que no sean falsos, pero me basta con que alguna de las facetas,
lados o ingredientes constitutivos del estudiar sea falso para que mi enunciado posea su
verdad.
Ahora bien: esto último me parece indiscutible. Por una sencilla razón. Las
disciplinas,  sea la Metafísica o la Geometría, existen, están ahí porque unos hombres
las crearon merced a un rudo esfuerzo, y si emplearon éste fue porque necesitaban
aquellas disciplinas, porque las hablan menester. Las verdades que ellas contengan
fueron encontradas originariamente por un hombre y luego repensadas o reencontradas
por otros que acumularon su esfuerzo al del primero. Pero si las encontraron es que las
buscaron, y si las buscaron es  que las habían menester, que no podían, por unos u otros
motivos, prescindir de ellas. Y si  no las hubieran encontrado habrían considerado
fracasadas sus vidas. Si, viceversa, encontraron lo que buscaban, es evidente que eso
que encontraron se adecuaba a la necesidad  que sentían. Esto, que es perogrullesco, es,
sin embargo, muy importante. Decimos que hemos encontrado una verdad cuando
hemos hallado un cierto pensamiento que satisface  una necesidad intelectual
previamente sentida por nosotros. Si no nos sentimos menesterosos de ese pensamiento,
éste no será para nosotros una verdad. Verdad es, por lo tanto, aquello que aquieta una
inquietud de nuestra inteligencia. Sin esta inquietud no cabe aquél  aquietamiento.
Parejamente decimos que hemos encontrado la llave cuando hemos hallado un preciso
objeto que nos sirve para abrir un armario, cuya apertura nos es menester. La  precisa
busca se calma en el preciso hallazgo: éste es función de aquélla. 
Generalizando la expresión, tendremos que una verdad no existe propiamente sino
para  quien la ha menester; que una ciencia no es tal ciencia sino para quien la busca
afanoso; en  fin, que la Metafísica no es Metafísica sino para quien la necesita. 
Para quien no la necesita, para quien no la busca, la Metafísica es una serie de
palabras, o si se quiere de ideas, que aunque se crea haberlas entendido una a una,
carecen, en  definitiva, de sentido, esto es: que para entender verdaderamente algo, y
sobre todo la Metafísica, no hace falta tener eso que se llama talento ni. poseer grandes
sabidurías previas - lo que, en cambio, hace falta es una condición elemental, pero
fundamental: lo que hace falta es necesitarlo.
Mas hay formas diversas de necesidad, de menesterosidad. Si alguien me obliga
inexorablemente a hacer algo, yo lo haré necesariamente, y, sin embargo, la necesidad
de este hacer mío no es mía, no ha surgido en mí, sino que me es impuesta desde fuera.
Yo siento, por ejemplo, la necesidad de pasear, y esta necesidad es mía, brota. en mí -lo
cual no quiere decir que sea un capricho ni un gusto, no; a fuer de necesidad, tiene un
carácter de imposición y no se origina en mi albedrío, pero me es impuesta desde
dentro de mi ser; la siento, en efecto, como necesidad mía. Mas cuando al salir yo de
paseo el guardia de la circulación me obliga a seguir una cierta ruta, me encuentro con
otra necesidad, pero que ya no es mía, sino que me viene impuesta del exterior, y ante
ello lo más que puedo hacer es convencerme por reflexión de sus ventajas, y en vista
de ello aceptarla. Pero aceptar una necesidad, reconocerla, no es sentirla, sentirla
inmediatamente como tal necesidad mía -es
más bien una necesidad de las cosas, que de ellas me llega, forastera, extraña a mí. La
llamaremos necesidad mediata frente a la inmediata, a la que siento, en efecto, como
tal necesidad, nacida en mí, con sus raíces en mí, indígena, autóctona, auténtica.
Hay una expresión de San Francisco de Asís donde ambas. formas de necesidad
aparecen sutilmente, contrapuestas. San Francisco solía decir: “Yo necesito poco, y ese
poco lo necesito muy poco”. En la primera parte de la frase, San Francisco alude a las
necesidades exteriores o mediatas; en la segunda, a las íntimas, auténticas e
inmediatas. San Francisco necesitaba, como todo viviente, comer para vivir, pero en él
esta necesidad exterior era muy escasa -esto es, materialmente necesitaba comer poco
para vivir. Pero además, su actitud íntima era que no sentía gran necesidad de vivir, que
sentía muy poco apego efectivo a la vida y, en consecuencia, sentía muy poca.
necesidad íntima de la externa necesidad de comer.
Ahora bien: cuando el hombre se ve obligado a aceptar una necesidad externa,
mediata, se encuentra en una situación equívoca, bivalente; porque equivale a que se le
invitase a hacer suya -esto significa aceptar- una necesidad que no es suya. Tiene,
quiera o no, que comportarse como si fuese suya -se le invita, pues, a una ficción, a
una falsedad. Y aunque el hombre ponga toda su buena voluntad para lograr sentirla
como suya, no está dicho que lo logre, no es ni siquiera probable.
Hecha esta aclaración, fijémonos en cuál es la situación normal del hombre que se
llama estudiar, si usamos sobre todo este vocablo en el sentido que tiene como estudio
del estudiante -o, lo que es lo mismo, preguntémonos qué es el estudiante como tal. Y
es el caso que nos encontramos con algo tan estupefaciente como la escandalosa frase
con que yo he  iniciado este curso. Nos encontramos con que el estudiante es un ser
humano, masculino o  femenino, a quien la vida le impone la necesidad de estudiar las
ciencias de las cuales él no  ha sentido inmediata, auténtica necesidad. Si dejamos a un
lado casos excepcionales, reconoceremos que en el mejor caso siente el estudiante una
necesidad sincera, pero vaga, de  estudiar “algo”, así in genere, de “saber”, de
instruirse. Pero la vaguedad de este afán declara su escasa autenticidad. Es evidente
que un estado tal de espíritu no ha llevado nunca a  crear ningún saber -porque éste es
siempre concreto, es saber precisamente esto o precisamente aquello, y según la ley,
que ha poco insinuaba yo, de la funcionalidad entre buscar y  encontrar, entre
necesidad y satisfacción, los que crearon un saber es que sintieron, no el vago afán de
saber, sino el concretísimo de averiguar tal determinada cosa. 
Esto revela que aun en el mejor caso -y salvas, repito, las excepciones-, el deseo de
saber que pueda sentir el buen estudiante es por completo heterogéneo, tal vez
antagónico del estado de espíritu que llevó a crear el saber mismo. Y es que, en efecto,
la situación del estudiante ante la ciencia es opuesta a la que ante ésta tuvo su creador.
Éste no se encontró primero con ella y luego sintió la necesidad de poseerla, sino que
primero sintió una necesidad vital y no científica y ella le llevó a buscar su satisfacción,
y al encontrarla en unas ciertas ideas resultó que éstas eran la ciencia”
La Nación, de Buenos Aires, 23 de abril de 1933

Apdo. 3.3. Los filósofos presocráticos

Los milesios

Tales

“Tales, fundador de esta filosofía, considera el agua como primer principio. Por eso
llega hasta pretender que la tierra descansa en el agua; y se vio probablemente
conducido a esta idea, porque observaba que la humedad alimenta todas las cosas, que
lo caliente mismo procede de ella, y que todo animal vive de la humedad; y aquello de
donde viene todo, es claro que es el principio de todas las cosas. Otra observación le
condujo también a esta opinión. Las semillas de todas las cosas son húmedas por
naturaleza y el agua es el principio de las cosas húmedas.”
(Aristóteles, Metafísica)

Anaximandro

“De entre los que dicen que es uno, moviente e infinito, Anaximandro, hijo de
Praxiades, un milesio sucesor y discípulo de Tales, dijo que el principio y elemento de
las cosas existentes era el ápeiron (indefinido o infinito), habiendo sido el primero en
introducir este nombre de principio material.
Dice que este no es ni el agua ni ninguno de los llamados elementos, sino alguna otra
naturaleza ápeiron de la que nacen los cielos todos y los mundos dentro de ellos.
De ellos les viene el nacimiento a las cosas existentes y en ellos se convierten, al
perecer, «según la necesidad; pues se pagan mutuamente pena y retribución por su
injusticia según la disposición del tiempo», describiéndolo así en términos bastante
poéticos.”
(Información de Teofrasto recogida por Simplicio)

Anaxímenes

“Anaxímenes de Mileto, hijo de Eürístralo, compañero de Anaxímandro, dice, como


este, que la naturaleza sustante es una e infinita, más no indefinida como él, sino
definida y la llama aire; se distingue en su naturaleza sustancial por rarefacción y
condensación. Al hacerse más sutil se convierte en fuego y en viento, si se densifica
más, a continuación en nube; si se condensa más se convierte en agua, luego en tierra,
después en piedras y el resto de los seres surgen de estas sustancias. Hace también
etemo al movimiento, por cuyo medio nace también el cambio.”
(Información de Teofrasto recogida por Simplicio)

Los pitagóricos

“Los llamados pitagóricos se dedicaron por de pronto a las matemáticas, e hicieron


progresar esta ciencia. Absortos en este estudio, creyeron que los principios de las
matemáticas eran los principios de todos los seres. Los números son por su naturaleza
anteriores a las cosas, y los pitagóricos creían percibir en los números (...) una multitud
de analogías con lo que existe y lo que se produce (...) Pareciéndoles que estaban
formadas todas las cosas a semejanza de los números, y siendo por otra parte los
números anteriores a las cosas, creyeron que los elementos de los números son los
elementos de todos los seres, y que el cielo en su conjunto es armonía y número.”
(Aristóteles, Metafísica)

“Lo que decía a sus compañeros nadie puede decirlo con seguridad; pues el silencio
entre ellos no era el corriente. Sin embargo, todos llegaron a conocer que sostenía
primero, que el alma es inmortal, segundo, que se transformaba en otra clase de seres
vivos y también que los seres retornaban cada ciertos ciclos y que nada era
absolutamente nuevo y, por fin que todos los seres vivos debían considerarse
emparentados. Parece que Pitágoras fue el primero en introducir estas creencias en
Grecia.”
(Porfirio, Vida de Pitágoras)
Heráclito

“Heráclito dice en alguna parte que todas las cosas se mueven y nada está quieto y
comparando las cosas existentes con la corriente de un río dice que no te podrías
sumergir dos veces en el mismo río.”
(Platón, Cratílo)
“El mar es el agua más pura y más corrupta; es potable y saludable para los peces;
para los hombres, en cambio, es impotable y nociva.” (Fr. 199)
“La enfermedad hace a la salud agradable y buena, el hambre a la hartura, el
cansancio al descanso.” (Fr. 201)
“Lo mismo es vida y muerte, velar y dormir, juventud y vejez; aquellas cosas se cambian
en estas y estas en aquellas.” (Fr. 202)
“La guerra es el padre y el rey de todas las cosas; a unos los muestra como dioses y a
otros como hombres, a unos los hace esclavos y a otros libres.” (Fr. 212)
“No comprenden cómo esto, estando separado, puede reunirse consigo mismo: hay una
armonía tensa hacia atrás, como en el arco y en la lira.” (Fr. 209)
(Fragmentos atribuidos a Heráclito)

“Este Cosmos (el mismo de todos) no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino que
siempre fue, es y será fuego eterno, que se enciende según medida y se extingue según
medida.” (Fr. 217)
(Fragmentos atribuidos a Heráclito)

Parménides

“Pues bien, yo te diré las únicas vías de investigación pensables. La una, que es y que
le es imposible no ser, es el camino de la persuasión (porque acompaña a la Verdad); la
otra, que no es y que le es necesario no ser, esta, te lo aseguro, es una vía totalmente
indiscernible; pues no podrías conocer lo no ente (es imposible) ni expresarlo.” (Fr.
291)
“Lo que puede decirse y pensarse debe ser, pues es ser pero la nada no es.” (Fr. 293)
“Pues nunca se probará que los no entes sean; mas tú aparta tu pensamiento de esta vía
de investigación.” (Fr. 294)
“Lo mismo es ser pensado y aquello por lo que es pensamiento, ya que no encontrarás
el pensar sin lo que es.” (Fr. 299)
(Fragmentos atribuidos a Parménides)

“Ni nunca fue ni será, puesto que es ahora, todo entero, uno, continuo. Pues, ¿qué
nacimiento podrías encontrarle? ¿Cómo y de dónde surgió? No te permitiré que digas
ni pienses de lo no ente, porque no es decible ni pensable lo que no es. Pues, ¿qué
necesidad le habría impulsado a nacer después más bien que antes, si procediera de la
nada? Por tanto, es necesario que sea completamente o no sea en absoluto.” (Fr 296)

“Ni está dividido, pues es todo igual; ni hay más aquí, esto impediría que fuese
continuo, ni menos allí, sino que está todo lleno de ente. Por tanto, es todo continuo,
pues lo ente toca lo ente.” (Fr. 297)
“Es perfecto, como la masa de una esfera bien redonda en su totalidad, equilibrado
desde el centro en todas sus direcciones.” (Fr. 299)
(Fragmentos atribuidos a Parménides)
Los pluralistas

Empédocles

“Escucha primero las cuatro raíces de todas las cosas: Zeus (fuego) resplandeciente,
Hera (tierra) dadora de vida, Edoneo (aire) y Nestis (agua), que con sus lágrimas
empapa la fuente de los mortales.” (Fr. 346)
“Otra cosa te diré: ningún mortal tiene nacimiento, ni existe el fin de la muerte
detestable, sino sólo la mezcla y el intercambio de lo que está mezclado.” (Fr. 350)
“Pero a medida que un elemento divino se iba mezclando más y más con el otro:,
continuamente se iban uniendo al azar.” (Fr. 377)
(Fragmentos atribuidos a Empédocles)

Anaxágoras

“Anaxágoras de Clazomene, hijo de Hegesibulo, sostuvo que los primeros principios de


las cosas eran las homeomerías. Pues le parecía imposible que ninguna cosa llegara al
ser a partir de lo que no es o que en ello se disolviera: En todo caso, nos alimentamos
de lo que es simple y homogéneo, como pan y agua, y con ello se nutren el pelo, las
venas, las arterias, la carne, los nervios, los huesos y las demás partes del cuerpo. En
consecuencia, hay que reconocer que, en el alimento que tomamos, están todas las
cosas y que todo deriva su crecimiento de las cosas que existen.”
(Aecio)

“Una vez oí decir a alguien mientras leía un libro, de Anaxágoras según dijo, que es la
Mente la que pone todo en orden y la causa de todas las cosas (...) Pensé que, si eso era
así, la Mente ordenadora ordenaría y colocaría todas y cada una de las cosas allí
donde mejor estuvieran (...) Mas mi maravillosa esperanza, ¡oh compañero!, la
abandoné una vez que, avanzando en la lectura, vi que mi hombre no usaba para nada
de la Mente, ni le imputaba ninguna causa en lo referente a la ordenación de las
cosas.”
(Platón, Fedón)

Demócrito

“Leucípo y su compañero Demócrito sostuvieron que los elementos son lo lleno y lo


vacío, a los cuales llamaron ser y no-ser respectivamente. El ser es lleno y sólido; y el
no-ser es vacío y sutil. Como el vacío existe no menos que el cuerpo, se sigue que el
no-ser existe no menos que el ser. Juntos los dos constituyen las causas materiales de
las cosas existentes. Y así como quienes hacen una sola la sustancia fundamental,
derivan las otras cosas de las modificaciones sufridas por aquella, y postulan la
rarefacción y la condensación como origen de tales modificaciones, así también estos
hombres decían que las diferencias entre los átomos son las causas que producen las
otras cosas. Según ellos, dichas diferencias son tres: forma, orden y posición; el ser,
dicen, sólo difiere en "ritmo, contacto y revolución"; "ritmo" corresponde a la forma,
"contacto" al orden, y "revolución" a la posición: porque A difiere de N en la forma,
como AN de NA. en el orden, y Z de N en la posición.”
(Aristóteles, Metafísica)

Apdo. 4. La especificidad de la filosofía

¿De dónde viene —se preguntará— este apetito del Universo, de integridad del mundo que
es raíz de la filosofía? Sencillamente, ese apetito que parece peculiar a la filosofía es la actitud
nativa y espontánea de nuestra mente en la vida. Confusa o claramente, al vivir vivimos hacia
un mundo en derredor que sentimos o presentimos completo. El hombre de ciencia, el
matemático, el científico es quien taja esa integridad de nuestro mundo vital y aislando un trozo
hace de él su cuestión. Si el conocimiento del Universo o filosofía no da verdades del mismo
tipo que la «verdad científica», tanto peor para ésta.
La «verdad científica» se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus previsiones. Pero estas
admirables calidades son conquistadas por la ciencia experimental a cambio de mantenerse en
un plano de problemas secundarios, dejando intactas las últimas, las decisivas cuestiones. De
esta renuncia hace su virtud esencial, y no sería necesario recalcar que por ello sólo merece
aplausos. Pero la ciencia experimental es sólo una exigua porción de la mente y el organismo
humanos. Donde ella se para no se para el hombre. Si el físico detiene la mano con que dibuja
los hechos allí donde su método concluye, el hombre que hay detrás de todo físico prolonga,
quiera o no, la línea iniciada y la lleva a terminación, como automáticamente, al ver el trozo del
arco roto, nuestra mirada completa la área curva manca.
La misión de la física es averiguar de cada hecho que ahora se produce su principio, es decir,
el hecho antecedente que originó aquél. Pero este principio tiene a su vez un principio anterior, y
así sucesivamente, hasta un primer principio originario. El físico renuncia a buscar este primer
principio del Universo, y hace muy bien. Pero repito que el hombre donde cada físico vive
alojado no renuncia y, de grado o contra su albedrío, se le va el alma hacia esa primera y
enigmática causa. Es natural que sea así. Vivir es, de cierto, tratar con el mundo, dirigirse a él,
actuar en él, ocuparse de él. De aquí que sea al hombre materialmente imposible, por una
forzosidad psicológica, renunciar a poseer una noción completa del mundo, una idea integral del
Universo. Delicada o tosca, con nuestra anuencia o sin ella, se incorpora en el espíritu de cada
cual esa fisonomía transcientífica del mundo y viene a gobernar nuestra existencia con más
eficacia que la verdad científica. Violentamente quiso el pasado siglo frenar la mente humana
allí donde la exactitud finiquita. Esta violencia, este volverse de espaldas a los últimos
problemas se llamó «agnosticismo».
He aquí lo que ya no está justificado ni es plausible. Porque la ciencia experimental sea
incapaz de resolver a su manera esas cuestiones fundamentales no es cosa de que, haciendo ante
ellas un gracioso gesto de zorra hacia uvas altaneras, las llame «mitos» y nos invite a
abandonarlas. ¿Cómo se puede vivir sordo a las postreras, dramáticas preguntas? ¿De dónde
viene el mundo, adónde va? ¿Cuál es la potencia definitiva del cosmos? ¿Cuál es el sentido
esencial de la vida? No podemos alentar confinados en una zona de temas intermedios,
secundarios. Necesitamos una perspectiva íntegra, con primero y último plano, no un paisaje
mutilado, no un horizonte al que se ha amputado la palpitación incitadora de las postreras
lontananzas. Sin puntos cardinales, nuestros pasos carecerían de orientación. Y no es pretexto
bastante pare esa insensibilidad hacia las últimas cuestiones declarar que no se ha hallado
manera de resolverlas. ¡Razón de más para sentir en la raíz de nuestro ser su presión y su herida!
¿A quién le ha quitado nunca el hambre saber que no podrá comer? Aun insolubles, seguirán
esas interrogaciones alzándose patéticas en la comba faz nocturna y haciéndonos sus guiños de
estrella (…).
Quiero decir con esto que no nos es dado renunciar a la adopción de posiciones ante los
temas últimos: queramos a no, de uno u otro rostro se incorporan en nosotros. La «verdad
científica» es una verdad exacta, pero incompleta y penúltima, que se integra forzosamente en
otra especie de verdad, última y completa, aunque inexacta…

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