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ARGUMENTOS TEÍSTAS

1. Introducción
a. Probar algo no es convencer de algo… tampoco decir algo verdadero. Probar en
sentido estricto es establecer una argumentación necesaria que justifique la
pertenencia de un predicado a un sujeto.
2. ¿Cómo llegar a la existencia de Dios? El sentido de las pruebas
2.1. ¿Es necesaria una demostración?
a. Dice santo Tomás (De ver. q. 10, a. 12): Quidam enim, ut Rabbi Moyses narrat,
dixerunt quod Deum esse non est per se notum nec etiam per demonstrationem scitum sed est
tantum a fide susceptum, et ad hoc dicendum induxit eos debilitas rationum quas
multi inducunt ad probandum Deum esse. Alii vero dixerunt, ut Avicenna, quod
Deum esse non est per se notum, est tamen per demonstrationem scitum. Alii vero, ut
Anselmus, opinantur quod Deum esse sit per se notum in tantum quod nullus possit
cogitare interius Deum non esse, quamvis hoc possit exterius proferre et verba quibus
profert interius cogitare.
b. La problemática se reduce, en último término, en determinar si Dios es per se notum o
no (ya Aristóteles había afirmado la necesidad de llegar a proposiciones primeras e
indemostrables). Ahora bien, santo Tomás nota que la evidencia es algo relativo sobre
todo al cognoscente y por eso sostiene que en sí mismo es evidente, pero que no lo
es para nosotros.
2.2. Conveniencia de la revelación (SCG I, 4)
a. Aunque en una perspectiva teológica, conviene atender a lo que indica Tomás de
Aquino en la Summa contra gentiles sobre la conveniencia de la revelación sobrenatural.
→ Muy pocos conocerían a Dios. No se puede llegar a este conocimiento sino a
fuerza de intensa labor investigadora (cum magno labore studii) y ciertamente son
muy poco los que quieren sufrir este trabajo por amor de la ciencia, a pesar de
que Dios ha insertado en el alma de los hombres el deseo de la verdad. Hay
dificultades fisiológicas, de dedicación y morales…
→ Los que llegan al hallazgo de dicha verdad lo hacen con dificultad y después
de mucho tiempo.
→ Por la misma debilidad de nuestro entendimiento para discernir y por la
confusión de imágenes, las más de las veces la falsedad se mezcla con la
investigación racional.
b. La existencia de Dios forma parte de los preámbulos de la fe, es decir, se trata de una
afirmación que se puede conocer por la razón y es previa a la fe propiamente dicha.
2.3. Dos tipos de demostraciones
a. Demostración propter quid (διότι). Es la demostración más perfecta, porque da la razón
por la cual, en la conclusión, el predicado pertenece al sujeto (el término medio de la
demostración es la causa próxima o principio explicativo). Esta demostración siempre

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es a priori, porque demuestra desde lo más conocido (causa/esencia) a lo menos
(efecto/propiedad).
→ Toda criatura inmaterial es intelectual; el ángel es criatura inmaterial. Ergo.
b. Demostración quia (ὅτι). En esta demostración se concluye que el predicado pertenece
o no al sujeto, pero no justifica esta pertenencia. Dentro de esta demostración
podemos hacer una subdivisión.
→ Demostración quia a priori, desde la causa al efecto (también la demostración
quia es a priori, pero en este caso se demuestra un hecho o una verdad sin que
se tenga la causa próxima y, por lo mismo, no puede justificar la pertenencia
del predicado al sujeto… aunque justifica que se pueda afirmar. Por ejemplo,
todo lo que respira está vivo, pero una estatua no está viva. Ergo, no respira.
Nótese que «el hecho de no estar viva» no es la causa próxima de «no respira»,
pues hay entes que no respiran y están vivos.
→ Lo propio de toda demostración a priori es que el término medio del silogismo
es la definición esencial (quod quid est) o al menos un elemento de esta
definición, de tal modo que esta definición tiene valor explicativo con respecto
a la propiedad del sujeto que anuncia la conclusión.
→ En la demostración quia a posteriori, desde el efecto a la causa, el término medio
es solo la definición nominal (!). En esta demostración se verificará la resolutio
propia de la metafísica como término de su camino ascensional.
c. Dice santo Tomás: «cuando se demuestra la causa por el efecto, es necesario usar del
efecto en lugar de la definición, lo cual ocurre máximamente en el caso de Dios. Para
probar que algo existe, es necesario tomar como medio lo que el nombre significa, no lo
que es [esencia], porque la pregunta qué es sigue a la pregunta si es. Ahora bien, los
nombres de Dios se toman a partir de los efectos, de ahí que para demostrar que Dios
existe por los efectos, podemos tomar como medio lo que significa el nombre de
Dios» (STh I, q. 2, a. 2 ad 2).
→ No conocemos la naturaleza del objeto, pero le atribuimos un nombre que
nos permita designarlo. La pregunta an sit es anterior a la quid sit, pero ¿cómo
responder a la primera sin saber qué significa el nombre?
→ De Dios solo podemos hacer una demostración a posteriori, es decir, a partir
de este mundo. En esta demostración, sin embargo, no tenemos como
término medio la definición de Dios, por lo que solo podremos usar una
definición nominal que se toma de sus efectos y que refleja, hasta cierto punto, el
modo como el espíritu humano accede al problema de Dios. La significatio
nominis juega un papel fundamental en las preguntas existenciales.
→ Este punto es capital para comprender luego las vías: de algún modo son la
demostración de la premisa mayor de un argumento que concluye en la
existencia de Dios. No prueban la existencia de Dios, sino que justifican la pertenencia
de un predicado existencial al término medio del silogismo. A lo que llegamos es a la
existencia de algo que satisface la definición nominal o descriptiva que todos
aceptan de Dios. Todas las pruebas acaban con una referencia a ella.
→ [PM:] X es lo que todos denominan Dios; [Pm]: Hay algún ente que es X. [C:]
Por tanto, algún X es lo que todos denominan Dios.

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2.4. El ser como efecto propio de Dios
a. Conviene notar un último punto: no cualquier efecto sirve para remontarse a Dios
como causa primera, sino solo el efecto propio. No se da propiamente una
convertibilidad del efecto con la causa (causalidad unívoca), pero de algún modo debe
referir exclusiva y directamente a una causa para poder ser un argumento
demostrativo.
→ Supongamos la generación de un animal. Puedo demostrar a partir del efecto
(lo generado) la existencia de su causa (el generante), pero en esa relación
causal no puedo concluir la existencia de Dios, porque hay una causa propia
y próxima que da razón suficiente del efecto en cuanto tal.
→ No basta con determinar que algo debe tener una causa, sino que debemos
mostrar que tiene tal causa en concreto. «No podremos demostrar la existencia
de un meteorito a partir de un simple agujero en el terreno, a no ser que este
contenga trozos de vidrio fundido o restos de roca carbonizada, por ejemplo.
Así pues, debemos valorar qué tipo de fenómeno natural puede ser válido para
demostrar la existencia de Dios» (Martin 1997, 104).
b. ¿Cuál es el efecto propio de Dios? Como repite santo Tomás en muchos lugares, el
esse, el acto de ser es el efecto propio de Dios. De algún modo, todas las vías deberán
tomar como punto de partida el esse como efecto, pues de otro modo siempre podrá
remitirse el efecto a una causa intramundana.
3. Las cinco vías: principios generales
a. Antes de estudiar las cinco vías, conviene no olvidar que están formuladas de modo
sintético y a modo de resumen dentro de una obra de teología. Asumen muchas
nociones que santo Tomás ha tratado o demostrado en otros lugares y, por lo mismo,
no pueden leerse como un texto cerrado y absolutamente consistente en sí mismo.
Además, estas cinco vías no son las únicas vías para demostrar la existencia de Dios; el
mismo Aquinate, por ejemplo, formula en otros lugares otros argumentos que
también analizaremos (el más conocido, probablemente, es el argumento del De ente
et essentia).
→ Resulta graciosa la justificación que han intentado hacer algunos tomistas de
las cinco vías como las únicas vías posibles para demostrar la existencia de
Dios.
→ Además de estos argumentos tomistas, están las demostraciones morales de
la existencia de Dios o la prueba agustiniana…
b. Pero podríamos preguntarnos, ¿por qué cinco (o más) vías para demostrar la
existencia de Dios? Si una fuera concluyente, bastaría para dar por terminada la
discusión… Santo Tomás es consciente de los límites del entendimiento y propone
estas vías como distintos caminos por los que se puede llegar a un mismo punto. La
multiplicidad de vías no depende de la validez de cada una, sino de la limitación de
nuestro entendimiento que no accede a la verdad de modo comprensivo. De hecho,
Tomás de Aquino recurre normalmente a una pluralidad argumental para probar una
tesis, pues es consciente del modo limitado como accedemos a la verdad de las cosas.
c. Las cinco vías poseen una estructura común fácilmente identificable: i) punto de
partida de experiencia, ii) principio de causalidad, iii) imposibilidad de un regreso al

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infinito y iv) el punto de llegada. A esto hay que añadir la identificación del término
demostrado con aquello que todos llaman Dios.
→ Punto de partida. Todas las vías parten de diversas dimensiones del ente
(movimiento como paso de la potencia al acto, causalidad, contingencia,
perfección formal y ordenamiento de los entes). Conviene notar, sin embargo,
que estos puntos de partida se deben considerar formalmente en cuanto de
algún modo pueden referir a Dios como causa propia.
→ Principio de causalidad. El segundo paso argumental consiste en reconocer que
aquello que constatamos en la realidad es efecto, es decir, no ser justifica a sí
mismo. Todo aquello que es compuesto (no tiene en sí su razón de ser) tiene
una causa.
→ No regresión al infinito. Quizás este es el punto más conflictivo de toda la
demostración y donde se encuentran los mayores equívocos. ¿Por qué no es
posible la regresión al infinito? Santo Tomás no lo explica del todo en STh I,
q. 2, a. 3, pero está recurriendo aquí a una idea que ha explicado en otros
lugares. Esta regresión al infinito es imposible en un tipo de serie causal, pero
no en cualquier serie causal. Lo primero que hay que notar es que no estamos
hablando solo de causa, sino de serie causal, es decir, de una causa que ha
recibido su poder causal de otro.
i. Serie causal per accidens. Esta serie se denomina como tal porque el poder
causal del último término lo tiene ciertamente recibido del miembro
anterior, pero no lo ejerce en cuanto miembro de la serie. Es decir,
hay una transmisión de un poder causal (y en ese sentido se puede
hablar de serie), pero dicha transmisión constituye a un término
independiente que se basta a sí mismo para producir un efecto. Por
ejemplo, si un gato engendra un gatito, ese gatito cuando devenga gato
podrá también engendrar otro gatito. Hay sucesión, pero no
condiciona el ejercicio de la causa. En este caso se puede incrementar
de manera indefinida. No que constituya una colección infinita en acto
(como si se construyera un infinito a trozos), sino que no es necesario
postular un primero que dé razón de los demás.
ii. Serie causal per se. También aquí tenemos la comunicación de un poder
causal, pero a diferencia del caso anterior, el término que recibe dicho
poder causal no puede ejercerlo al margen de la causa que se lo ha
comunicado. En ese sentido, es una serie per se, porque sus miembros
causan únicamente en cuanto miembros de la serie. Así, por ejemplo,
si viéramos un vagón de tren que arrastra otro vagón y este a su vez a
otro, podríamos reconocer que el primero que hemos visto le da al
siguiente la capacidad de mover también al último… ¡pero
necesariamente debemos postular un primero (locomotora) que
comunique a toda la serie el poder causal! Aquí es donde aparece la
imposibilidad de regresión al infinito.
→ Punto de llegada. Hay que notar que la demostración de un primero no acaba la
demostración de la existencia de Dios. En efecto, al término de las vías
podemos preguntarnos si todos aquellos primeros se identifican en un solo

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primero… para santo Tomás es evidente que sí y las siguientes cuestiones de
la Summa se dedican a demostrarlo. El primer motor, puesto que es acto puro,
es también la causa eficiente, necesario… Además, podemos preguntarnos si
es legítimo identificar este primer motor con el Dios cristiano. Estas vías no
pretenden demostrarlo, pero se sigue claramente que sí.

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