Está en la página 1de 18

Tema 7

Evaluación de temperamento
y de la personalidad
en la infancia y adolescencia
EVALUACIÓN DEL TEMPERAMENTO Y DE LA
PERSONALDIAD EN LA INFANCIA Y LA
ADOLESCENCIA.

1. Introducción.

2. Temperamento: estudios y modelos.

2.1 La Teoría de Thomas y Chess


2.2 La Teoría de los rasgos de Bluss y Plomin.
2.3 teoría de Rothbart y Derryberry
2.4 Conceptualización actual sobre el temperamento
2.5 El contexto sociocultural en el desarrollo del temperamento.

3. Evaluación del temperamento infantil.

4. Evaluación de la personalidad. Evaluación


1. Introducción

Los niños en el día a día, se enfrentan a una variedad de situaciones y estímulos


y tienen que sortearlos y superar habilidosamente. Ante cada situación tienen que
decidir cómo actuar. Cada uno tiene su manera peculiar de hacer frente a situaciones y
decisiones, y los rasgos temperamentales son componentes esenciales que influyen en
esa forma individual de responder ante éstas.

Es un error relativamente común usar indistintamente los términos personalidad,


carácter o temperamento; pero se ha de tener en cuenta que aunque están estrechamente
relacionados, cada uno de ellos hace referencia a una realidad distinta. En este sentido,
cuando hablamos de temperamento, Marina lo define como “una fuente primaria de
ocurrencias” (2004, p 90), es decir, el primer impulso incontrolado que muchas veces
nos sale. Según el mismo autor, la personalidad hace referencia a “el conjunto de rasgos
estables de una persona, su estilo de sentir, de pensar y de actuar” (2004, p 42), está
relacionado con el pensamiento, es reflexivo y no impulsivo como lo es el
temperamento.

Strelau (1987) concluyó que hay cinco características que diferencian claramente
la personalidad del temperamento. La primera es que todo temperamento está
relacionado con los aspectos biológicos de las personas, y la personalidad con la parte
más social. En segundo lugar, el desarrollo del temperamento se da principalmente en la
etapa infantil, mientras que la personalidad se va formando en la edad adolescente o
adulta. Como tercera característica diferenciadora señala que si además tenemos en
cuenta los animales, la personalidad es exclusivamente seña de identidad de las
personas, mientras que podemos hablar de temperamento de los animales así como de
las personas. La cuarta característica hace referencia a las cualidades básicas de la
conducta. Así, mientras que en el temperamento están ausentes, en la personalidad se
encuentran presentes. Y finalmente, es preciso hace referencia a la función central
reguladora, en este sentido, mientras que en el temperamento no tiene relevancia, en la
personalidad sí que es importante (Izquierdo, 2000).
Otro término que hay que diferenciar del temperamento es el carácter, el cuál
Dolcet i Serra (2006) han definido como el conjunto de características morales o éticas
y estilo de vida humanos. Los tres términos, temperamento, personalidad y carácter son
distintos pero a la vez complementarios, se puede decir que el temperamento es un
ingrediente de la personalidad y ésta última del carácter. Los tres elementos son parte
indisoluble de la persona, aunque en la infancia tiene su mayor relevancia el
temperamento.

2. Temperamento: estudios y modelos.

2.1 La Teoría de Thomas y Chess

El trabajo de Thomas y Chess supone la primera gran teoría del temperamento


infantil y la elaboración de los primeros cuestionarios estandarizados para su medida en
la infancia y la niñez (Henderson & Wachs, 2007; Rothbart, 2012). Esta investigación
surge del estudio de niños de tres meses, con los que se efectúa un seguimiento
longitudinal hasta la etapa adulta (Hwang & Rothbart, 2003). La metodología de
investigación seguida para establecer los rasgos temperamentales en la infancia fue a
través de entrevistas a los padres sobre las respuestas de los niños en contextos
específicos. Las hipótesis fundamentales de su teoría son las siguientes:

1. El temperamento está constituido por un conjunto de patrones de conducta.


Estos patrones tienen una base biológica, pero su expresión y desarrollo pueden verse
atenuados, intensificados, modificados e incluso sustituidos por las influencias
posnatales. Los niños desde el nacimiento, se diferencian individualmente en sus
patrones de conducta, que pueden ser identificados, categorizados y medidos.

2. La relación entre temperamento y ambiente es bidireccional.

3. El temperamento no equivale a personalidad. Siempre se expresa como una


respuesta ante un estímulo externo. Sólo se puede entender en función del contexto
social en el que surge. De este modo, el contexto afecta a su forma y grado de expresión.
Desde esta perspectiva un concepto fundamental de la Teoría de Thomas y Chess es el
de bondad de ajuste que recoge la dinámica de las interacciones entre genotipo y
ambiente. Es decir, como se produce el ajuste de determinados rasgos temperamentales
a escenarios específicos de desarrollo. De esta manera se puede producir un buen
proceso de ajuste genotipo-ambiente o un pobre proceso de ajuste, cualesquiera que
sean los rasgos temperamentales. Los nueve rasgo temperamentales identificados fueron:

Nivel de actividad. Relacionada con la actividad motriz: durmiendo, despierto,


somnoliento.

Ritmicidad. Regularidad de las funciones biológicas: ciclos de vigilia-sueño,


nutrición, etc.

Aproximación-evitación ante personas o situaciones nuevas o desconocidas.

Cualidades del humor: predominio de la emocionalidad positiva o negativa.

Intensidad del humor. Nivel de energía de la respuesta emocional, positiva y


negativa.

 Tendencia a distraerse.

 Persistencia/duración de la atención.

Umbral sensorial: intensidad de estimulación que se necesita para evocar una


respuesta.

Adaptabilidad: facilidad o dificultad para adaptarse a un cambio de un patrón de


conducta.

A partir de estas 9 dimensiones, los investigadores encontraron, tanto a nivel


clínico como mediante análisis factorial, tres tipos de temperamentos o categorías
diagnósticas: temperamento fácil, temperamento difícil y lento.
- Fácil: ritmo regular, capacidad de adaptación ante el cambio, intensidad de
respuesta moderada, y anímicamente positivos. Son niños que en el aula se integran sin
mayores problemas y hacen que su compañía sea agradable. En este grupo se incluyeron
a la mayoría de los niños (40%).

- Difícil: ritmo irregular, dificultades de adaptación ante el cambio, alta


intensidad de respuesta y anímicamente negativos. Estos niños suelen ser impredecibles,
fácilmente irritables y difíciles de manejar. Crean muchas situaciones de tensión en el
aula y dificultan la marcha de la clase. (10%).

- De reacción lenta: lentos al adaptarse a los cambios y ligeramente emiten


respuestas negativas ante las situaciones novedosas. Suelen ser niño que necesitan de la
compañía y el apoyo de una persona de su confianza para que se refugien en ellos
mismos. (15%)

El resto de la muestra lo constituían los “niños promedio”, de tal manera que no


destacaban en ninguno de los nueve rasgos detectados. Finalmente, pero no menos
importante, indicar que los estudios de validación posteriores no permiten confirmar
empíricamente la presencia independiente de los nueve rasgos y de las tres categorías
diagnósticas, aunque constituyen un punto de partida importante para cualquier estudio
sobre el temperamento, no se consideran definitivas ni aceptada por todos los autores.

2.2. La Teoría de los rasgos de Bluss y Plomin

La perspectiva de Bluss u Plomin considera el temperamento como un conjunto


de rasgos de personalidad que cumplen tres criterios: ser heredados, aparecer pronto en
la vida y mostrar estabilidad a lo largo del ciclo vital. Los temperamentos que cumplen
el triple criterio son: emocionalidad, actividad y sociabilidad (EAS). Cada uno de los
temperamentos se encuentra vinculado a la herencia evolutiva y al desarrollo de la
personalidad y han sido observados en una amplia variedad de especies, incluyendo
primates, perros y ratones. La teoría incluía inicialmente la impulsividad, aunque fue
excluida por la carencia de evidencia suficiente con respecto a la heredabilidad de dicho
rasgo. A continuación se resumen brevemente los tres rasgos enunciados:
1 - Emocionalidad. La emocionalidad es definida como un estado de malestar
que se acompaña de un alto nivel de activación. Durante los primeros seis meses de vida
esta emoción de malestar va diferenciándose en miedo e ira. El miedo y la ira son
considerados por la mayoría de los autores como emociones universales y se expresa a
través de procesos motores, expresivos, fisiológicos y cognitivos, cuya variación da
lugar a las diferencias individuales. Los niños pueden diferenciarse tanto en el umbral
de activación (intensidad mínima del estímulo para provocar miedo o ira), el tiempo de
latencia (tiempo que transcurre entre el estímulo y la respuesta) y la duración de la
respuesta. En este sentido, los niños más miedosos o irascibles, presentan un umbral
más bajo, un tiempo de latencia menor y una mayor duración de la respuesta.

2 - Actividad. La actividad es un rasgo de temperamento de carácter estilístico;


es decir, hace referencia a la forma en que se realizan las respuestas, y no a su contenido.
La actividad es definida como el gasto de energía física, y se observa a través de sus
componentes de: actividad, tiempo, vigor y resistencia. La actividad se refiere sólo a los
movimientos de cabeza, tronco y extremidades.

• El tiempo hace referencia a la rapidez con que se realizan las acciones. En este
sentido tenemos niños rápidos y lentos.

El vigor hace mención a la amplitud o intensidad de las acciones. Los niños muy
activos emplean más fuerza en sus acciones, chillan más fuerte y golpean los
objetos más frecuentemente que los niños menos activos que abrirían la puerta
más suavemente, elevarían poco el tono de voz y tenderían a hablar suavemente.

La resistencia que se refiere al tiempo de permanencia en una misma actividad.


En este sentido los niños con una alta resistencia tienden a estar más tiempo
activos a lo largo del día que los que tienen una baja resistencia.

3 – Sociabilidad. La sociabilidad se define como la preferencia que el niño manifiesta


por estar con otros en lugar de permanecer solo. Los niños muy sociables están
fuertemente motivados por la búsqueda de compañía y no toleran estar solos, precisando
que se le preste una atención continuada. En contrapartida los menos sociables toleran
mejor la soledad y buscan menos la atención de los demás, la que por exceso pueden
considerar intrusiva, aunque como especie social, no pretendan el aislamiento.

El concepto de armonía en Blus y Plomin. Blus y Plomin afirman la


estabilidad del temperamento, al mismo tiempo que admiten su cambio. Consideran
que el temperamento es sólo relativamente estable durante el desarrollo, dado que se
pueden producir cambios que intensifiquen, estabilicen o reduzcan los rasgos
temperamentales. Para definir esta relación entre herencia y ambiente Blus y Plomin
(1984) definen el concepto de armonía. De este modo entre el niño y el cuidador habrá
armonía cuando haya compatibilidad en los rasgos temperamentales. Así por ejemplo no
se producirá armonía entre un educador muy emocionable, activo y sociable, y un niño
poco emotivo, pasivo y poco sociable.

2.3. La teoría de Rothbart y Derryberry

La teoría de estos autores se considera una aproximación evolutiva, en la que se


intentan integrar procesos psicobiológicos y de conducta, en una definición amplia.
Mediante cuestionarios, medidas de laboratorio y observación completa de una serie de
características que constituyen reflejos innatos, las categorías que propone quedan
divididos en dos áreas: autorregulación (o reactividad) y Capacidad de reacción
(autorregulación). El temperamento lo entienden como las diferencias individuales en
estos dos parámetros y tienen un origen constitucional. A su vez y a lo largo del tiempo,
tales diferencias individuales se encuentran influidas por la herencia, la maduración y la
experiencia. Es importante destacar que Rothbart y Derryberry, en contra de una visión
rígida, destacan la plasticidad de los sistemas fisiológicos y conductuales, por lo que la
cuestión de las relaciones fisiología-temperamento supone el estudio de las
interacciones dinámicas entre sistemas.

1 – Reactividad. Se define como la tendencia a experimentar y expresar las


emociones y al arousal. Las reacciones son muy diferentes según cada individuo. La
reactividad depende de muchas variables, entre las que destacan:
La intensidad del estímulo. Por ejemplo los estímulos muy intensos provocan
reacciones negativas en los niños pequeños.

Novedad del estímulo. En general, los estímulos nuevos provocan una cierta
cautela.

Estado interno del individuo, tanto a nivel biológico como psicológico. Es el


caso de los estados de necesidad orgánica (por ej, hambre) o de alteración
psicológica (por ej, frustración).

El valor de la señal. Se refiere al significado atribuido a la señal. Por ejemplo, la


escucha de la voz de la madre provoca una reacción emocional positiva en el
niño.

2 – Autorregulación. Está constituida por un conjunto de procesos capaces de


regular la reactividad del individuo. Se produce desde los primeros momentos de la vida.
Así por ejemplo, los bebes retiran la mirada de los estímulos luminosos muy intensos.
La autorregulación se puede producir a través de procedimientos relacionados con la
atención, la aproximación, la retirada, el ataque, la inhibición conductual y la
autotranquilización. El individuo se autorregula cada vez más, a lo largo del desarrollo
evolutivo. Así por ejemplo, mientras que actividades de autotranquilización, como
chuparse el pulgar, están presentes desde los 3 meses de edad, habrá que esperar hasta
los 6 meses para observar técnicas de distracción de la atención. Hacia el primer año el
niño es capaz de autorregular su proximidad a los estímulos.

Aunque el modelo de Rothart considera al temperamento como relativamente


estable, admite los cambios, muy especialmente las transiciones maduracionales. A su
vez, cada característica temperamental tiene su ritmo evolutivo y algunas, de ellas, son
más estables que otras. Así por ejemplo, en el miedo, el componente de malestar opera
desde el nacimiento, mientras que el de inhibición conductual aparece durante la
segunda mitad del primer año y continúa desarrollándose durante el periodo preescolar

2.4. Conceptualización actual sobre el temperamento


Aunque aún hoy en día no existe consenso acerca de la naturaleza del
temperamento, sí existen puntos de encuentro entre los diferentes autores. La nota
común en las diversas definiciones radica en la consideración del temperamento como
las diferencias individuales que caracterizan a una persona (Henderson & Wachs, 2007;
Hwang & Rothbart, 2003; Newberry et al., 1997; Rothbart, 1981; Rothbart & Bates,
1998; VanSchyndel, Eisenberg). Los puntos en común de los autores en el estudio del
temperamento serían:

Las dimensiones temperamentales reflejan tendencias conductuales, y no actos


conductuales discretos. Estas dimensiones son descritas por conceptos tales
como disposición (Rothbart y Derryberry, 1981), rasgo (Allport, 1937; Buss y
Plomin , 1984; Strelau, 1987), factor (Cattell, 1935), dimensión (Eysenck, 1990)
y categorías (Chess y Thomas, 1989; Kagan, 1989).

El temperamento hace referencia a diferencias individuales, en lugar de a


características generales de la especie. Implica un conjunto de rasgos
relacionados como son, entre otros: irritabilidad, nivel de actividad o miedo.

El temperamento es relativamente estable y coherente cuando se le compara


con otras dimensiones psicológicas. Esta relativa estabilidad permite predecir el
comportamiento de las personas.

El temperamento tiene una base biológica. No obstante, existen una amplia


variedad de hipótesis sobre el tipo y la cantidad de estructuras anatómicas y
fisiológicas subyacentes. No obstante los ambientes de interacción modelan el
temperamento, influyendo en su organización y expresión.

El temperamento se refiere fundamentalmente a dimensiones relacionadas con


las reacciones o características formales de la conducta, tales como la
intensidad, la energía, la fuerza, la velocidad, el tiempo y la movilidad.
Se asume el principio evolutivo que en la medida que el individuo madura, las
relaciones entre temperamento y conducta se vuelven más complejas.

2.5. El contexto sociocultural en el desarrollo del temperamento.

En comparación con otras características conductuales, las dimensiones


temperamentales son estables y coherentes en diferentes contextos (Henderson & Wachs,
2007; Rothbarth & Bates, 1998). Pese al indiscutible sustrato biológico que define al
temperamento, la influencia del contexto en su estudio es, así mismo, incuestionable
(Carranza & González-Salinas, 2003; Newberry et al., 1997; Wolf, Angleitner, Spinath,
Riemann, & Strelau, 2004). Así pues, los factores ambientales modulan la expresión de
las diferencias individuales.

A medida que el niño madura, el vínculo entre temperamento y conducta se


torna más complejo (Carranza & González-Salinas, 2003). En la infancia, el
temperamento se conforma, esencialmente, por las reacciones del niño y su ajuste al
entorno. En la edad adulta son los cinco grandes rasgos de personalidad (Apertura,
Responsabilidad, Extroversión, Amabilidad y Neuroticismo) los que parecen estar más
ligados a la configuración del temperamento (Gartstein & Rothbart, 2003; Newberry et
al., 1997; Rothbart, 2012). Evans y Rothbart (2007, 2009) encuentran correlación entre
los rasgos temperamentales descritos por Derriberry y Rothbart (1981) y los cinco
grandes rasgos de personalidad.

El temperamento del niño se desarrolla en interacción con otros sujetos en el


marco cultural específico de sus escenarios de desarrollo. De este modo son muchos los
autores que plantean que el temperamento y los escenarios de interacción no se pueden
estudiar de manera separada.

De acuerdo con su modelo de bondad de ajuste, de Thomas y Chess, una


armonía entre las prácticas de crianza de los padres y el temperamento del niño
produciría un desarrollo óptimo de éste y, en el caso de un niño propenso
temperamentalmente a sufrir problemas de ajuste, le ayudaría a alcanzar
funcionamientos más adaptativos. Los cuidadores y padres también tienen su propio
temperamento. La compatibilidad temperamental entre el adulto y el niño puede afectar
la calidad de la relación. La bondad de ajuste ocurre cuando las expectativas y métodos
de cuidado del niño utilizados por el adulto corresponden al estilo personal y a las
habilidades del niño. Esto no significa que los temperamentos del adulto y el niño
deben ser similares. Asegurar un buen ajuste significa que el adulto debe crear un clima
familiar que reconozca el estilo temperamental del niño y fomente su adaptación. El
temperamento y las pautas de crianza paterna predicen cambios entre sí, y ambos
predicen el equilibrio afectivo y la adaptación en la adolescencia.

El temperamento del niño "difícil", unido a un clima familiar duro e


inconsistente, aumenta la irritabilidad del niño; si sus padres, por el contrario, son
comprensivos y consistentes, la conducta difícil del niño disminuye. Una conducta
materna muy estimulante ayuda a los niños inhibidos a explorar el entorno; sin embargo,
entorpece la curiosidad espontánea de los niños activos. Por ejemplo, si un niño es
sumamente activo, el cuidador puede llevar en el bolso del niño algunas actividades
extra para los ratos de espera en el consultorio médico, en las colas del supermercado,
etc. En el caso del niño que necesita más tiempo para comenzar una actividad nueva, el
cuidador puede quedarse cerca del niño y darle tiempo para adaptarse y sentirse seguro.

El temperamento o las diferentes teorías de rasgos definidas para los adultos no


se encuentran desde un punto de vista del desarrollo reflejados en los niños pequeños.
No podemos decir que exista por tanto, una continuidad directa entre el temperamento
infantil y el adulto en función a los datos de los que disponemos.

3. Evaluación del temperamento infantil

La ausencia de consenso acerca de una única definición de temperamento


general y las diferencias respecto a la elección de la herramienta más adecuada para su
medición, dificultan la evaluación del temperamento infantil. Goldsmith y Gagne (2012)
identifican tres instrumentos para la medición del temperamento: los cuestionarios o
entrevistas, en los que el evaluado ofrece información acerca de sus propios rasgos
temperamentales o valora los de un tercero (progenitores, por ejemplo, responden sobre
las peculiaridades de sus hijos) y posibilita comprobar la estabilidad situacional de la
conducta, es decir si se desenvuelve igual en distintos contextos, por ejemplo en casa y
escuela. La observación de la conducta, a través de situaciones naturales o de
laboratorio; y, finalmente, la medición psicofisiológica. Aun no existiendo un
instrumento que cuente con el beneplácito de la totalidad de la comunidad científica, el
cuestionario constituye la estrategia de medida más generalizada. Los avances en el
estudio del temperamento infantil, tienen su reflejo en los cuestionarios dirigidos a
progenitores, quienes informan acerca de las peculiaridades de sus hijos. A continuación
se exponen los cuestionarios más representativos:

- Emotional, Activity, Sociability (EAS). Buss y Plomin, 1977.

- Infant Behavior Questionnaire (IBQ). Rothbart, 1981. Edad de aplicación


entre tres y doce meses.

- Toodler Behavior Assessment Questionnaire, TBAQ. (Goldsmith, 1996)


Edad de aplicación desde los dieciocho a los treinta y seis meses.

- Children Behavior Questionnaire (CBQ). Edad de aplicación partir de los 3


años. Adaptado al español (Carranza).

- Carey Temperament Scale (CTS). Es una batería de cuestionarios elaborados


por un equipo de pediatras, basado en el modelo de Thomas y Chess. Cada uno de ellos
sirve para distintas etapas de la infancia: EITQ (1-4 meses), RITQ (bebés), TTS (1-3
años), BSQ (3-7 años) y MCTQ (8-12 años).

- Infant Temperament Questionnaire (ITQ) y las versiones posteriores


revisadas. Thomas y Chess.

- Parent and Teacher Temperament Questionaires (PTQ). Edad de aplicación


de 3 a 7 años. Hay dos versiones, una para docentes y otra para los padres.

- Temperament Assessment Battery for Children (1988). Edad de aplicación


de 3 a 7 años y su versión revisada (1999), autor Bridge.
4. Instrumentos de evaluación de la personalidad en niños y
adolescentes.

Al igual que con el temperamento, para la evaluación de la personalidad se pueden


utilizar pruebas proyectivas, entrevistas y la observación y que aparecen detalladas en
otros apartados del temario. Por ello, a continuación se describen las pruebas
psicométricas de evaluación de la personalidad en niños y adolescentes.

- EPQ: Cuestionario de Personalidad Eysenck. Autor Eysenck. Evaluación


de tres dimensiones de la personalidad: Inestabilidad, extraversión y Dureza, con una
escala de sinceridad y otra de tendencia a conducta antisocial. Cuestionario utilizado
ampliamente para el diagnóstico y estudio de casos clínicos, problemas de conducta y
orientación escolar. Aplicación colectiva. Niños (8-15 años) y adolescentes (a partir de
16 años). Existe una versión abreviada o reducida, el EPQ-RS, que ofrece puntuaciones
en las mismas escalas que la versión completa.

- ESPQ Early School Personality Questionnaire. Coan y Cattell. Edad de


aplicación de 12 a 18 años. Edad de aplicación de 6 a 8 años. Es un cuestionario de 160
preguntas (divido en dos partes) que permite puntuaciones en 13 dimensiones de la
personalidad, incluyendo el aspecto intelectual, en un tiempo mínimo de aplicación.
Algunas de las dimensiones evaluadas son: Reservado/Abierto, Inteligencia baja/alta,
Afectado emocionalmente/estable, Calmoso/Excitable, Sumiso/Dominante,
Sobrio/Entusiasta, Despreocupado/Consciente, Cohibido/Emprendedor, Sensibilidad
dura/blanda, Seguro/Dubitativo, Sencillo/Astuto, Sereno/Aprensivo y Relajado/Tenso. A
partir de las escalas primarias obtenemos 3 dimensiones globales conocidas también
como "factores de segundo orden" porque se obtienen mediante análisis factorial:
Ansiedad, Extraversión y Excitabilidad/Dureza. Cada escala o factor viene definido en
su polo alto (puntuaciones altas) y bajo (puntuaciones bajas) con unos adjetivos que
facilitan la interpretación y esto hace que la prueba resulte útil para ser aplicada
colectivamente en el ámbito escolar. Las preguntas son leídas por el examinador y el
niño anota sus respuestas en una hoja especial. Cada uno de los ítems presenta dos
alternativas de respuestas que presentan unos símbolos para facilitar su
cumplimentación.
- MACI: Inventario Clínico de Millon para adolescentes. Millon, 1993. Edad
de aplicación de 13 a 19 años. Evalúa características de la personalidad, síndromes
clínicos y preocupaciones propias del adolescente. El MACI no es aplicable a jóvenes
de población general. Esta restricción proviene de su objetivo, orientado a describir las
características de jóvenes afectados por problemas psicológicos; y de sus normas,
desarrolladas exclusivamente en población clínica. Especialmente útil en la evaluación
y confirmación de hipótesis diagnósticas, en la planificación del tratamiento así como
para evaluar el progreso en las diferentes fases del tratamiento. El MACI fue
especialmente creado para abordar los problemas, preocupaciones y situaciones únicas y
específicas que tienen que afrontar los adolescentes.

- BFQ: Cuestionario “Big five”. G. V. Caprara, C. Barbaranelli y L. Borgogni


adaptación española por J. Bermúdez. Aplicación Individual y colectiva. A partir de los
16 años. Consta de 132 elementos de respuesta múltiple (tipo Likert) que miden las
dimensiones del modelo de los “cinco grandes” en la estructura de la personalidad. 1)
Energía: inherente a una visión confiada y entusiasta de múltiples aspectos de la vida,
principalmente de tipo interpersonal. 2) Afabilidad, preocupación de tipo altruista y de
apoyo emocional a los demás. 3) Tesón, propia de un comportamiento de tipo
perseverante, escrupuloso y responsable. 4) Estabilidad emocional, rasgo de amplio
espectro, con características tales como capacidad para afrontar los efectos negativos de
la ansiedad, de la depresión, de la irritabilidad o de la frustración. 5) Apertura mental,
sobre todo de tipo intelectual ante nuevas ideas, valores, sentimientos e intereses.
Incluye una escala de Distorsión, cuya elaboración ha sido muy cuidada y que es de
gran utilidad para detectar posibles intentos de dar una imagen falseada, buena o mala,
por parte del sujeto.

- BFQ: Cuestionario “Big five”- NA. G. V. Caprara, C. Barbaranelli y L.


Borgogni adaptación española por J. Bermúdez. Edad de aplicación de 8 a 15 años.
Representa la adaptación del modelo de los Cinco Grandes de la personalidad para
niños y adolescentes. Es un breve cuestionario (65 ítems que se valoran mediante una
escala de 5 alternativas) que puede ser cumplimentado por el niño o por los padres,
tutores o profesores, ya que el instrumento permite que los ítems puedan ser formulados
en tercera persona refiriéndose al niño.

- CEP: Cuestionario de Personalidad. J.L. Pinillos. Edad de aplicación a partir


de 14 años. Aplicación colectivaEvaluación de los siguientes rasgos de personalidad:
Estabilidad emocional (control), Extraversión social y Paranoidismo. Incluye también
una escala de sinceridad.

- EPI Eysenck´s Personality Inventory. Eysenck. Medida de dos dimensiones


de la personalidad: Neuroticismo y extraversión. Cuestionario ampliamente utilizado
tanto en situaciones de psicología aplicada (clínica, industrial y escolar) como de
investigación para controlar variables de personalidad. Aplicación para adolescentes y
adultos. Aplicación individual y colectiva.

- MMPI: A. Inventario Multifásico de Personalidad Minnesota para


adolescentes. J.N Butche, C.L Williams y cols. Aplicación desde los 14 a los 18 años.
Es uno de los instrumentos más importantes en el campo clínico y de la orientación. Las
escalas clínicas representan algunas de las dimensiones más importantes de la
personalidad, desde el punto de vista psiquiátrico y en relación con la adaptación
personal y social del sujeto. Incluye las 10 conocidas escalas clínicas (Hipocondría,
Depresión, Histeria de conversión, Desviación psicopática, Masculinidad-Feminidad,
Paranoia, Psicastenia, Esquizofrenia, Hipomanía e Introversión social), junto con 31
subescalas (p. ej., Depresión subjetiva, Rumiación, Quejas somáticas, Hipersensibilidad,
Amoralidad o Evitación social), 21 escalas de contenido (p. ej., Preocupaciones por la
salud, Pensamiento extravagante, Hostilidad o Indicadores negativos de tratamiento) y 6
escalas suplementarias (p. ej., Escala revisada de alcoholismo de MacAndrew o
Inmadurez). El MMPI-A incorpora nuevos elementos y escalas con contenidos
específicamente relevantes en los jóvenes. En concreto, se han construido nuevos
elementos acordes con el desarrollo y la psicopatología de los adolescentes, se han
creado nuevas escalas de contenido (p. ej., Problemas escolares, Bajas aspiraciones y
Alienación) y suplementarias (dos para evaluar Problemas de alcohol y drogas y una
para evaluar Inmadurez) y se ha reducido sustancialmente el número de elementos.
- 16 PF: 16 Personality Factorial. Cuestionario Factorial de Personalidad.
Cattell. Edad de aplicación a partir de los 16 años. Evaluación de 16 escalas primarias y
dimensiones secundarias de la personalidad en sujetos normales. El 16PF-5 es la
versión actualizada del 16PF, resultado de un estudioen el que se sustituyen los antiguos
factores de segundo orden por cinco dimensiones globales que guardan un notable
paralelismo con los famosos "cinco grandes" factores de personalidad. Tiene 185
elementos y mide, con algunas variaciones y mejoras, las mismas 16 escalas primarias:
Afabilidad, Razonamiento, Estabilidad, Dominancia, Animación, Atención a las normas,
Atrevimiento, Sensibilidad, Vigilancia, Abstracción, Privacidad, Aprensión, Apertura al
cambio, Autosuficiencia, Perfeccionismo y Tensión. Incorpora una escala de
"deseabilidad social" (Mi), otra de infrecuencia (IN) y otra de "aquiescencia" (AQ) para
controlar los sesgos en las respuestas.
TEMA 7. EVALUACIÓN DEL TEMPERAMENTO Y LA PERSONALIDAD EN
NIÑOS Y ADOLESCENTES

 Hernández, E. 2017. El temperamento infantil como modulador del estrés y


estilos educativos parentales en familia de niños con necesidades de atención
primaria. Murcia: Ediciones Universidad Murcia.

 Martínez –Fuentes, M.T; Brito de la Nuez, Alfredo G; Pérez-López, J.


Temperamento del niño y personalidad de la madre como antecedentes de la
seguridad del apego. Anuario de Psicología. 2000, vol. 31, no I, 25-42.

 Quiroga, M.P. El temperamento infantil ¿una dimensión a tener en cuenta?


Papeles Salmantinos de Educación -Núm. 11, 2008.

 Ruiz Castañeda, D; Inmaculada Gómez- Becerra, I. Patrones de personalidad


disfuncionales en niños y adolescentes: una revisión funcional. Suma
Psicológica, 2012. Vol. 19 No 2: 131-149.

 Soto, G; Carmen Ferrándiz, C y cols. Características psicométricas del


cuestionario de personalidad BFQ-NA (Big Five Questionnaire - Niños y
Adolescentes). Aula Abierta 2011, Vol. 39, núm. 1, pp. 13-24.

También podría gustarte