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DEBATE HISTORIOGRÁFICO SOBRE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

INTRODUCCIÓN.

1. AUTORES CONTEMPORÁNEOS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

1.1. DETRACTORES
1.1.1. El Abate Barruel
1.1.2. Joseph de Maistre
1.1.3. Edmund Burke

1.2. DEFENSORES
1.2.1. Joseph Barnave
1.2.2. Madame de Stäel

2. HISTORIADORES DE LA RESTAURACIÓN

2.1. LAPONNERAY

2.2. THIERS

2.3. MIGNET

3. AUTORES POSTERIORES A 1848

3.1. TENDENCIA BURGUESA


3.1.1. Jules Michelet
3.1.2. Hippolyte Taine

3.2. TENDENCIA DE SÍNTESIS: ALEXIS DE TOCQUEVILLE

4. LA ESCUELA HISTORIOGRÁFICA ALEMANA

4.1. KANT.

4.2. FICHTE.

4.3. HEGEL.

5. LA HISTORIOGRAFÍA SOCIALISTA.

5.1. EL SIGLO XIX: LOUIS BLANC.

5.2. SIGLO XX.


5.2.1. Jean Jaurés.
5.2.2. Albert Mathiez.
5.2.3. Geoges Lefebvre.

6. LA HISTORIOGRAFÍA MARXISTA.

6.1. KARL MARX.

6.2. ERNEST LABROUSSE.

6.3. ALBERT SOBOUL.

6.4. GEORGE RUDÉ.

6.5. MICHEL VOVELLE.

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7. LOS REVISIONISTAS

7.1. EL REVISIONISMO ANGLOSAJÓN: ALFRED COBBAN

7.2. ESCUELA ANGLOSAJONA: ROBERT PALMER

7.3. EL REVISIONISMO FRANCÉS: RICHET Y FURET

7.4. ESCUELA FRANCESA: GODECHOT

7.5. LOS EFECTOS DEL REVISIONISMO

8. CONCLUSIÓN: DEL SEGUNDO CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN HASTA LA ACTUALIDAD

9. BIBLIOGRAFÍA.

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INTRODUCCIÓN.

Este tema trata el debate historiográfico acerca de la Revolución Francesa, iniciada en 1789, con la toma de
la Bastilla y cerrada en 1799 con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte.

En un primer bloque se trata de los posicionamientos de los principales contemporáneos de los sucesos
revolucionarios que reflexionaron sobre estos. En una segunda parte se muestra cuál fue la visión de la
Revolución de intelectuales que vivieron en tiempos de la Restauración de la monarquía, después de 1815.

A continuación, la tercera parte del tema se centra en cómo analizaron la Revolución las personas
implicadas en la Revolución de 1848, que derrocó la monarquía e instauró la República de nuevo.

En el cuarto gran bloque, se habla de los inicios del estudio moderno y científico de la etapa revolucionaria,
desde finales del siglo XIX hasta el surgimiento de los revisionistas en la década de 1960. El quinto
apartado explica las teorías revisionistas y sus inmediatas consecuencias, hasta el segundo centenario de la
Revolución.

El sexto bloque se centra en los debates en torno a la Revolución desde fechas cercanas a 1989 hasta la
actualidad. Por último, en el séptimo apartado se propone una breve cronología de la Revolución Francesa
para poder situar los argumentos de los debates historiográficos de forma correcta.

1. AUTORES CONTEMPORÁNEOS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Existe una primera generación de autores que hablaron de los sucesos revolucionarios en los años en los
que estos ocurrían y, de hecho, algunos se vieron directamente implicados en ellos. Así, desde 1789 existen
obras que hablan de la Revolución Francesa.

1.1. DETRACTORES

1.1.1. El Abate Barruel

Por un lado encontramos autores conservadores y de ideología contrarrevolucionaria como el abate Agustín
Barruel que, exiliado fuera de Francia, hablaba de una conspiración masónica contra la monarquía, la
religión y las fuerzas del orden, complot que ya se vendría gestando desde mucho antes.

Representa la mentalidad de las élites privilegiadas contrarias a la Ilustración y fervientes defensoras del
absolutismo monárquico. La obra de Barruel titulada Memorias para servir a la historia del Jacobismo,
publicada en 1803, es una prueba del sentimiento antirrevolucionario manifestado por las clases
privilegiadas del Antiguo Régimen, dispuestas a defender sus prerrogativas frente a las ideas ilustradas que
abanderaba la burguesía enriquecida.

Sus tesis serán retomadas por posteriores historiadores provistos de una metodología adecuada. Es un
reflejo de las luchas políticas de la época que serán estudiadas en profundidad, especialmente por los
autores burgueses.

1.1.2. Joseph de Maistre

Defensor a ultranza del Antiguo Régimen, y especialmente de la Monarquía de Derecho Divino, fue uno de los
teóricos legitimistas que formaron la ideología conservadora de la Restauración. En su obra Consideraciones
sobre Francia, publicada en 1790, afirma que la Revolución fue resultado de la voluntad divina como forma de
purificación y perpetuación de la monarquía francesa, es decir, la Revolución como un instrumento divino para
fortalecer la monarquía.

Concibe el Terror como una fase histórica durante la cual, y a consecuencia de las guerras mantenidas por la
República con las potencias legitimistas, el prestigio de Francia aumentó. Sin embargo, estaba totalmente en
contra de la Revolución, aunque no ve en su origen la acción de un complot sino la voluntad divina, donde los
acontecimientos se precipitan como una fuerza imparable en la que cualquier oposición es inútil.

De Maistre ataca duramente a los dirigentes de la Revolución y les acusa de soberbios, aunque posteriormente
la mayoría de ellos fueron víctimas de su propia soberbia, ya que al creer controlar los acontecimientos fueron

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víctimas de ellos.

1.1.3. Edmund Burke

Otro autor totalmente contrario a la Revolución (aunque más coherente que Barruel), es el británico Edmund
Burke, que hablaba de ilegitimidad de una ruptura revolucionaria brutal.

Su obra, Reflexiones sobre la Revolución en Francia fue editada en el transcurso de los acontecimientos
revolucionarios, 1790, teniendo una gran difusión. En ella niega las semejanzas con la Revolución Inglesa,
pues acusa a los franceses de no saber respetar la tradición de la monarquía.

Burke ataca las teorías ilustradas, el individualismo y la igualdad entre los seres humanos, que son la base
de la teoría democrática. Considera que la desigualdad es el resultado de la tradición y la base de la
sociedad civil. Ataca a los dirigentes revolucionarios, especialmente a las masas, a las que considera
“indeseables elementos sociales”.

1.2. DEFENSORES

Por otro lado existieron otros autores implicados en los sucesos revolucionarios que los defendieron como
necesarios para la evolución social.

1.2.1. Joseph Barnave

El más innovador de los que abrieron esta línea de análisis fue Antoine Barnave, diputado de la Asamblea
Constituyente y guillotinado en 1793 acusado de conspirar con el entorno del rey para moderar la
Revolución.

Escribió en 1792, un año antes de su ejecución, su obra Introducción a la Revolución Francesa, que no fue
publicada hasta 1845. Enmarca la Revolución dentro de la época en la que se produce y en el contexto
europeo, por lo que no la considera un hecho aislado sino en conexión con lo que ocurría fuera de Francia.
Considera como causas desencadenantes las malas condiciones sociales de las clases bajas, la debilidad
de la monarquía y la crisis económica y financiera de Francia.

Pensaba que la clase social que controlaba los viejos sectores dominantes de la economía monopolizaba la
política, dificultando el proceso evolutivo (para mantenerse en el poder) y obligaba a los sectores
emergentes a desplazarla. De todas formas no propugnaba un cambio violento necesariamente (lo que le
costó la vida).

1.2.2. Madame de Stäel

También citaremos a Madame de Stael, hija de Necker (ministro de Finanzas de Luis XVI), que atribuye la
Revolución Francesa al desarrollo y enriquecimiento de la burguesía de Francia durante el siglo XVIII.

Al contrario que Barnave, se ocupa de la miseria de las capas más populares de la sociedad como factor de
radicalización de los acontecimientos. En su obra Consideraciones sobre los principales acontecimientos de
la Revolución Francesa, afirma que el Terror fue una consecuencia directa del sometimiento de Francia a
tantos años de degeneración moral pública bajo el absolutismo. Considera que la causa de la radicalización
es la miseria de las clases populares, producida no por una mala situación económica, sino por los
impuestos excesivos que debían pagar al Estado. Defiende la instauración de la República y niega que las
ejecuciones fueran consecuencia directa de tal implantación.

El pensamiento de Madame de Stael se encuentra en íntima conexión con el de Benjamín Constant,


convencido republicano. Ambos defienden la actitud de los dirigentes revolucionarios, garantes del interés
general sobre el particular, y defensores de la República frente a una posible reacción realista.

2. HISTORIADORES DE LA RESTAURACIÓN

Después de la Restauración monárquica de Luis XVIII en 1815, tras la derrota de Napoleón, una serie de
autores hablaron sobre la Revolución (algunos la habían vivido).

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Unos lo hicieron desde un punto de vista favorable a la burguesía y la propiedad privada, pero también al
proceso revolucionario, considerando la Revolución como una gran obra de progreso realizada por la clase
burguesa en beneficio de todos. Entre estos cabe destacar a Adolphe Thiers y François Mignet, que se
ganaron la vida como periodistas a partir de 1820 y se encargaron de escribir dos importantes obras sobre
la Revolución Francesa, basándose, en muchos casos, en testimonios orales. Mignet se dedicaría, más
tarde a la investigación histórica, y Thiers se convertiría en político, destacando por el uso de la narración
histórica.

Otros, aunque aceptando algunos de los importantes cambios realizados por la Revolución en beneficio de
la burguesía emergente, combatieron su base ideológica. Entre estos últimos, autores como Joseph de
Maistre o Louis de Bonald reivindicaban el viejo orden social y la monarquía absoluta de origen divino,
presentando a la Revolución como una conspiración satánica.

Otros autores propugnaban el romanticismo que revalorizaba el pasado medieval y católico, y pretendían
contrarrestar la herencia de la Ilustración. Entre estos encontramos a François René de Chateaubriand, que
defendía la historia descriptiva y el catolicismo, que consideraba perfectamente compatible con el progreso.

2.1. LAPONNERAY

Considera que las causas de la Revolución se encuentran en la evolución de las ideas y de la sociedad
francesa durante el siglo XVIII.

En su principal obra, Historia de la Revolución Francesa desde 1789 hasta 1814, estudia la situación de
inferioridad del Tercer Estado respecto a las clases privilegiadas, que gozaban de privilegios económicos y
jurídicos siendo una muy pequeña minoría respecto a la gran mayoría de la población, que soportaba todas las
cargas impositivas. Además sobre esta estructura social descompensada actuó la Ilustración como activador de
la conciencia de clase de la burguesía.

Laponnery, y esto repercutirá en los estudios de los historiadores posteriores a la Primavera de los Pueblos,
estudia en profundidad la crisis financiera del Estado y la crisis económica de finales del siglo XVIII, lo que
supone una evolución positiva en los estudios históricos sobre la Revolución Francesa. Sin embargo, en esta
época de la Restauración no existen grandes discrepancias entre los autores, al contrario que en la fase
posterior a l848, donde la historiografía francesa se verá enriquecida.

Junto con Thiers, Laponneray representa una tendencia liberal-burguesa continuada por Michelet y Taine.
Apoyan la Revolución, aunque no justifican el radicalismo de la época del Terror, que definen como tiranía
jacobina apoyada por el ejército.

2.2. THIERS

Abogado y político francés que fue Jefe del gobierno en 1836, 1840 y 1848. Partidario de la monarquía
parlamentaria fundó con Mignet un periódico donde expuso sus ideas.

En su obra sobre la revolución, Historia de la Revolución Francesa (1823), observamos su concepto de la


misma:
- Obra muy documentada, pues con ella quería hacer frente a la política absolutista de Carlos X y a la
oleada contrarrevolucionaria que invadía a Francia.
- No obstante, su visión es parcial y, a veces, poco profunda.
- Considera el estallido revolucionario fruto de los errores de la monarquía francesa.
- Se detiene en aspectos militares, los entresijos de la política parisina y la crisis financiera permanente.
- Consideraba que la burguesía había sido la protagonista de la revolución poniendo las bases del
liberalismo.
- Distinguiendo pueblo de populacho, identifica al primero con la burguesía y achaca al segundo todos
los excesos revolucionarios.

2.3. MIGNET

Amigo de Thiers, fundó el periódico antes mencionado. En su obra Historia de la Revolución (1824), analiza los
acontecimientos dejando su opinión sobre los mismos. En la línea de Thiers, considera que la revolución se
prolongó hasta Waterloo:

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- Distingue en ella diversas fases, movidas todas ellas por una especie de “fuerza negativa” que hace
derivar el proceso revolucionario desde las ideas liberales hasta el fanatismo o el extremismo.
- De esta manera, las épocas positivas (Asambleas Constituyente, Legislativa y Thermidor) son
continuadas por períodos oscuros.
- Defiende a los girondinos.

3. AUTORES POSTERIORES A 1848

En 1848, una oleada revolucionaria derribó la monarquía e instauró la República de nuevo. Los triunfadores
de 1848 querían establecer un amplio consenso y, a la vez, combatir el miedo que experimentaban algunos
frente a la reaparición de un régimen republicano. Con este fin utilizarían la historia de la Revolución
Francesa para destacar sus aspectos reformistas y mostrar que la aceptación de sus más destacados
logros era una garantía contra los peligros de la radicalización. Así, la ampliación del sufragio evitaría que
los descontentos recurriesen a la revuelta (como en 1830 y 1848).

Esta revisión de la obra revolucionaria fue iniciada por Alphonse de Lamartine, en su Historia de los
Girondinos, que defendía una imagen de una república de fraternidad, donde la libertad se podía conseguir
sin necesidad del terror.

3.1. TENDENCIA BURGUESA

Podemos incluir dentro de esta tendencia los grandes manuales sobre la Revolución, escritos por Jules
Michelet y Taine, que son publicados posteriormente a 1848. Estos autores participaron en una de las
polémicas historiográficas, mantenida con Tocqueville y Jaurés, que más ha contribuido a delimitar las causas
económicas de la Revolución Francesa. A pesar de estar adscritos a una misma corriente historiográfica,
Michelet es una autor profundamente romántico que ensalza el papel de las clases populares en las jornadas
revolucionarias, mientras Taine, por el contrario, agriado por la experiencia revolucionaria, es absolutamente
contrario a la Revolución y no duda en llama “hordas miserables” a los grupos populares que intervinieron en las
jornadas revolucionarias.

3.1.1. Jules Michelet

El más importante e influyente autor de esta corriente fue Jules Michelet, archivero y erudito que usó una
ingente documentación para analizar la Revolución.

Entre 1833 y 1873 se publicaría su Historia de Francia, la parte central de la cual sería una Historia de la
Revolución Francesa, aparecida entre 1847 y 1853. Señala como causas de la misma la difusión de las
ideas ilustradas en Francia, los problemas financieros de la monarquía francesa, la corrupción del poder, la
persecución de los opositores políticos y la miseria de las clases más pobres.

Michelet destacó el carácter pacífico de la Revolución atribuyendo la violencia a los esfuerzos realizados por
el país para enfrentarse a todos sus enemigos. Por lo que se refiere a los actos sanguinarios, los atribuye a
una minoría de personas.

La obra de Michelet tiene un fuerte carácter erudito y romántico, a la vez que intenta mostrar la visión del
«pueblo». Para él, este es el protagonista y se centra menos que los trabajos anteriores en las grandes
figuras como Luis XVI o Robespierre.

3.1.2. Hippolyte Taine

Ya después de la Comuna de París de 1871, Hippolyte Taine, escribió Los orígenes de la Francia
Contemporánea (1875), en la que buscando las causas del fracaso colectivo francés en los errores de la
Revolución de 1789, manejó una importante cantidad de documentos (aunque con errores relevantes). En
ella sostiene que Francia se alejó con la Revolución, que implicaba una total ruptura con el pasado, del
camino normal de la modernización, que implicaba reformar y conservar lo que fuese necesario de la
antigua sociedad, tal y como había hecho Inglaterra.

Acusó a la Ilustración de haber provocado lo contrario de lo que buscaba y centró su obra en el estudio del
jacobinismo y de sus prácticas parlamentarias para conseguir el poder, al que considera de carácter
despótico, semejante al del Antiguo Régimen. El jacobino ignora lo individual en beneficio del bien común, lo

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que fortalece tanto al Estado que se impone sobre los ciudadanos.

Considera que todos los impulsos dados hacia la grandeza de Francia en los tiempos contemporáneos
terminan en un rotundo fracaso, por lo que intenta buscar soluciones para librar a su país de las continuas
convulsiones que la están arruinando.

3.2. TENDENCIA DE SÍNTESIS: ALEXIS DE TOCQUEVILLE

Otro autor destacado que analizaría la Revolución de 1789 a la luz de la de 1848, es Alexis de Tocqueville.
Perteneciente a la aristocracia, escribió El Antiguo Régimen y la Revolución (1851), donde analiza la
sociedad francesa del siglo XVIII.

Aunque muestra sus defectos, sostiene que éstos se iban modificando y reformando, de forma que una
parte importante de las transformaciones que se atribuyen a la Revolución ya se habían producido con
anterioridad a 1789. Así, según Tocqueville, el viejo edificio del Antiguo Régimen se habría hundido
lentamente aunque la Revolución no se hubiese producido.

Además critica la centralización y la supresión de los antiguos poderes locales por parte de la monarquía.
Este autor, al igual que otros contemporáneos suyos, elogia el sistema inglés, en el que en lugar de destruir
las viejas instituciones las fueron transformando gradualmente.

En cuanto a la situación del campesinado en Francia difiere de Michelet, afirmando que, aunque la situación
de parte de este no era muy buena debido a las malas cosechas, se había formado una clase de pequeños
propietarios agrícolas prósperos al beneficiarse del proceso de desarrollo durante el XVIII. Sostiene que el
campesinado colaboró con la burguesía durante la Revolución para evitar el aislamiento social en el que se
encontraba y no porque persiguiera los mismos intereses políticos y económicos. Por ello la Revolución
triunfó en aquellas regiones agrícolas más prósperas.

En cuanto a los excesos del terror se centra en la teoría del error, es decir, la nación francesa cometió el
error de sustituir el despotismo de la monarquía por el despotismo del pueblo. Por ello divide el proceso
revolucionario en dos etapas:
- La Revolución de la Libertad o los primeros años revolucionarios.
- La Revolución del Odio, correspondiente al Terror.

4. LA ESCUELA HISTORIOGRÁFICA ALEMANA

La trascendencia de la Revolución fue enorme en todo el continente pero, especialmente en los distintos
Estados alemanes, donde se había desarrollado también una forma particular de Ilustración durante el siglo
XVIII. El interés por los acontecimientos en Francia fue general, provocando el entusiasmo de la burguesía
alemana y su estudio por parte de los pensadores políticos contemporáneos.

4.1. KANT

Aunque no escribió ninguna obra específica sobre la Revolución, fue un decidido defensor de la misma, más
por su contenido político que por la forma revolucionaria con que se llevó a cabo. Para Kant el rasgo más
positivo d e ella fue la instauración de la República, a la que consideraba la forma de gobierno más perfecta, ya
que aseguraba el fin de las políticas de expansión que seguían las monarquías absolutas. Kant plantea que
quienes pueden sufrir las consecuencias de unas guerras, es decir, el pueblo, deben ser quienes decidan si la
desean o no. Sin embargo, Kant condenó abiertamente la ejecución de Luis XVI, que calificó como inmoral, ya
que no era partidario de la oposición violenta a la autoridad del Estado.

4.2. FICHTE

Sigue los planteamientos de Kant sobre la Revolución, aunque no sólo la defiende sino que no duda en atacar a
sus detractores, como Burke, ya que para Fichte es una etapa más en el camino hacia la libertad. En su obra
Consideraciones sobre la Revolución Francesa, justifica los acontecimientos revolucionarios como reacción
necesaria contra el peso de la tradición y del Estado que, al contrario de lo que defendía Hobbes, no es la única
autoridad de la que puede emanar el Derecho, y puede ser derribado desde el momento en que limita la libertad
humana. Fichte también defiende la República, aunque poco a poco irá distanciándose de la Revolución,
acusándola de agotamiento y de no haber conseguido todos los objetivos planteados a su comienzo. En este

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sentido, el pensamiento de Fichte es más radical que el kantiano.

4.3. HEGEL

Hegel considera la Revolución Francesa como la llegada de la razón al campo político. Ardiente defensor de
ella la estudia desde un punto de vista moral. La imposición de la voluntad general sobre los intereses
particulares es positiva (base de la filosofía hegeliana), pero la forma en la que se realizó durante el Terror
condujo a una situación de anarquía.

5. LA HISTORIOGRAFÍA SOCIALISTA

5.1. EL SIGLO XIX: LOUIS BLANC

La obra de Louis Blanc, Historia de la Revolución Francesa, presenta dos revoluciones dentro de la
Revolución, en 1789 la burguesía acaba con los privilegios de la nobleza y del clero, y en 1793 el
proletariado se impone a la burguesía. Por ello se esfuerza en mostrar, en contra de Tocqueville, que los
girondinos hicieron del derecho individual su objetivo esencial, mientras los montañeses lucharon por los
derechos sociales, de forma que estas dos ideas, lejos de ser opuestas, se complementaban.

Blanc no defiende el Terror y sus excesos, pero los disculpa atacando los vicios políticos del Antiguo
Régimen, el uso del proletariado por la burguesía para conseguir sus metas y la acción de los
contrarrevolucionarios y de las potencias extranjeras.

5.2. SIGLO XX

Las investigaciones históricas acerca de la Revolución de 1789 que podemos calificar de modernas,
empezaron a finales del siglo XIX, coincidiendo con el centenario de esta. Será la edad de oro de la
historiografía de este tema y durará hasta 1939, aproximadamente.

Esta oleada investigadora no quedó al margen de los combates políticos. Especialmente remarcable es el
empeño de la ideología republicana en fundar su legitimidad en la historia proclamándose heredera de la
Revolución. Así se fue imponiendo una historia oficial y universitaria. El primer representante de la línea
oficial fue Alphonse Aulard, quien ocupó la primera cátedra de Historia de la Revolución (fundada en 1886) y
contribuyó a trazar el marco de referencia de la cadena de acontecimientos, instituciones, hombres, etc.

5.2.1. Jean Jaurés

A partir de 1900 la obra de referencia sobre la Revolución fue la Historia socialista de la Revolución
francesa, escrita por Jean Jaurés en 1898, que pretendía hacer hincapié en la historia social y sostenía que
se trató de una revolución burguesa con apoyo popular. Consideraba condición indispensable para el inicio
de la Revolución, no sólo la opresión del Tercer Estado por los privilegiados, sino que este tuviese ciertos
medios para poderla llevar a cabo. Así, la burguesía, tras un siglo de enriquecimiento se encontraba a la
misma altura que los estamentos privilegiados, en franca decadencia. En la línea de Tocqueville, considera
que el campesinado de las regiones agrícolas ricas estaba en condiciones de hacer frente a nobleza y clero.

También se crearon grandes instituciones como la Comisión de historia económica y social de la Revolución
Francesa fundada en 1903 por Jaurés Esta comisión publicó muchos textos y documentos fundamentales
que contribuyeron a construir una investigación más científica, sirviendo de punto de partida de los estudios
historiográficos más recientes sobre la Revolución. A partir de estos estudios intentó demostrar la
importancia de la crisis financiera del Estado francés.

Otro de sus estudios se centró en la situación durante la Revolución de las principales ciudades francesas,
comprobando que las distintas clases sociales se aliaron de diferente forma según la estructura y situación
económica de los núcleos urbanos antes de la Revolución.

En cuanto al Terror, no legitima la violencia, pero la justifica aduciendo que era la única forma de preservar
la Revolución, ante las amenazas internas y externas.

5.2.2. Albert Mathiez

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Así, a la luz del marxismo, se fue articulando, en la escuela francesa, una tradición de historiografía
jacobina, con los componentes de la cual se va afirmando una lectura social de la Revolución. Uno de los
fundadores de esta corriente fue Albert Mathiez, cuyos trabajos, de signo predominantemente político, han
dejado la imagen de defensor, contra Aulard, de la persona y la acción de Robespierre. Al mismo tiempo
concentra su atención en el comportamiento de las masas anónimas.

Retoma las ideas de Jaurés y considera que son las desigualdades entre las clases sociales y los
enfrentamientos entre las mismas lo que origina la Revolución. La burguesía gana para su causa al pueblo
porque tiene la conciencia de clase que a este le falta.

En su obra de 1924, La Revolución Francesa, añade a las causas las malas cosechas en los años
precedentes al estallido revolucionario, lo que hace aumentar el paro y el precio del pan, que terminan
desencadenando una ola de descontento en todo el país.

Se interesó por el Terror y la figura de Robespierre. Así, en 1920 publicó un ensayo titulado Jacobinismo y
bolchevismo, donde relaciones a las dos revoluciones y considera que Lenin es un “Robespierre con éxito”
que consigue llevar a buen puerto la dictadura del proletariado porque poseía la conciencia de clase que a
la base que apoyaba a los jacobinos le faltaba. Por otro lado, justifica la tiranía de Robespierre, pues hubo
de preservar los logros revolucionarios ante las amenazas tanto del interior como del exterior.

5.2.3. Geoges Lefebvre

Será Georges Lefebvre quien, en su obra de 1925, Campesinos del norte de Francia, hunda las raíces de la
ruptura que representó la Revolución en la Francia provincial y en el mundo rural. También estudió la
conmoción en el campo francés en 1789. Fueron estas investigaciones y estudios los que renovaron y
potenciaron la historia marxista de la Revolución.

Considera que el proletariado es una clase plenamente constituida en el momento de la Revolución, con
una situación económica muy precaria, ya que sufre el constante aumento de precios derivado del
desarrollo económico registrado durante el siglo XVIII, mientras que el aumento de los salarios siempre
estaba por debajo de la inflación, con el consiguiente descenso de la capacidad adquisitiva. Sus
condiciones de vida se resentían especialmente con los años de malas cosechas. A esto hay que añadir
que el proletariado todavía no había adquirido unidad ni conciencia de clase, por lo que se veían
frecuentemente explotados por los empresarios agrícolas o industriales. Lefebvre registra, a través de sus
estudios, un aumento de los pobres de solemnidad e indigentes en los años de malas cosechas. Concluye
que es cierto que Francia experimentó un crecimiento económico, pero un porcentaje importante de la
población francesa no se benefició del mismo.

Lefebvre piensa que la causa principal de la Revolución, en consonancia con los historiadores socialistas,
fue los conflictos de clase, pero no se limita a los enfrentamientos burguesía-clases privilegiadas, sino que
los extiende a la monarquía y al proletariado, a quienes incluye en estas rivalidades. Las luchas de intereses
y los juegos de alianzas fueron generales antes de la Revolución.

Lefebvre se anticipa así al estudio de las mentalidades que se impondrá con la historiografía marxista. El
descontento entre los nobles, al ver su poder político cada vez más limitado por la monarquía, y entre los
burgueses, al aspirar a un poder político semejante a su importancia en la vida económica, era general.
Estos intereses encontrados se convirtieron en un claro enfrentamiento que estalló durante los Estados
Generales.

6. LA HISTORIOGRAFÍA MARXISTA

6.1. KARL MARX

Estudia la Revolución siguiendo los escritos de Hegel, aunque llega a diferentes conclusiones y acaba por
contradecirlos.

Para Marx la Revolución significó el definitivo ascenso al poder político de la burguesía, que de esta forma
culminaba el proceso iniciado en el siglo XVI, que le daría la primacía social. El dominio de la burguesía en el
campo político hace del individualismo la razón de ser de la sociedad, bajo la aparente máscara del interés
estatal. Por ello es necesario que el proletariado lleve a cabo su propia revolución para crear un Estado que

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integre verdaderamente a toda la sociedad y no sólo a unos cuantos.

Se interesa especialmente por el jacobinismo y por la figura política de Robespierre como intento frustrado de
cambiar la sociedad desde el plano político. La dictadura jacobina es una lucha entre el espíritu igualitario y la
realidad social, que se impondrá definitivamente en el Termidor. El pecado de los jacobinos consistió en creer
en la posibilidad de una República democrática semejante a las de la Antigüedad, sin tener en cuenta la
realidad social que se basaba en las desigualdades de una sociedad burguesa.

En cuanto al Terror, Marx lo explica a través de dos teorías contradictorias:


- Lo considera como una evolución de la Revolución burguesa, por lo que no deja de ser un agente de la
misma.
- Lo define como un ensayo, condenado al fracaso, de lo que podrá ser la nueva clase de sociedad con
la primacía del proletariado.

Propio del análisis marxista de la Revolución es ocuparse más de las causas y consecuencias que del proceso
en sí. De ahí, que considere a Francia, al contrario de Inglaterra, excepcional en los político y decepcionante en
los económico.

6.2. ERNEST LABROUSSE

Ernest Labrousse, estudiando exhaustivamente los datos económicos de la Revolución, logró la coronación
de la historia social y económica en dos direcciones distintas:
- Al estudiar la crisis de la economía francesa en vísperas de la Revolución, introdujo el peso de la
coyuntura económica en la lista de causas del estallido colectivo, con lo que zanjó el debate entre la
posición iniciada por Michelet, que defendía una revolución iniciada por la miseria, y la encarnada
por Jaurés, partidario de una revolución conquistadora, fruto de la prosperidad de la burguesía. Tal
como la analiza este autor, la crisis económica operó como catalizador de tensiones en el apogeo
del siglo XVIII.
- Abrió, desde el punto de vista de la historia social, las puertas al estudio de las sociedades urbanas
en las vísperas de la revolución y durante la misma (prolongación de los estudios emprendidos por
Lefebvre para el mundo campesino).

Desarrolló una teoría sobre las causas de la Revolución dando, en la línea de Michelet y Taine, un gran
peso a los factores económicos:
- Crisis económica y financiera del Estado francés, junto a la miseria de las clases populares.
- Desarrollo demográfico del XVIII que viene a agravar la situación.
- Importancia de la burguesía como clase.

6.3. ALBERT SOBOUL

En otro nivel, Albert Soboul se convirtió en el historiador de la Revolución en el mundo urbano, en oposición
a la historia política y social. Este historiador culminó el cambio iniciado por Aulard o Mathiez, desde la
historiografía revolucionaria a una historia que no se centraba sólo en las grandes personalidades, sino que
hacía especial referencia a las masas en acción y a una historia social de clases.

En su obra, Los sans-culottes parisinos en el año II, estudia las implicaciones derivadas del paso del
feudalismo al capitalismo como causas últimas de la Revolución. Para él este tránsito significó la
aceleración del proceso de diferenciación social en las comunidades rurales y en el artesanado urbano. El
nacimiento del proletariado urbano como clase y la tensión social y económica que se generó a
consecuencia de la división entre capital y trabajo asalariado, serían otras causas de la Revolución.

Usando el marxismo como doctrina, diferencia dos fases dentro de la Revolución: la burguesa y la
instauración de la República como intento frustrado del proletariado de ascender al poder.

6.4. GEORGE RUDÉ

Desde el mundo anglosajón de inspiración marxista, fue George Rudé quien encabezó los estudios
revolucionarios. Este historiador utilizó disciplinas como la sociología o la antropología social, que le
permitieron dar gran importancia al estudio de las masas o multitudes.

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En su obra La Europa revolucionaria (1783-1815), analiza las estructuras mentales y sociales de la sociedad
francesa durante la Revolución.

6.5. MICHEL VOVELLE

En su obra Introducción a la Historia de la Revolución Francesa (1980) afirma que el objetivo último de la
Revolución era la destrucción del feudalismo.

El 85% de la sociedad francesa era campesina y, en una coyuntura de escasez que provoca una crisis de
subsistencia, se lanza a la destrucción de un sistema social donde el peso de los privilegios de la aristocracia,
que acumulaba el 30% de la tierra, mantenía pesados tributos feudales, ejerciendo además el derecho de
justicia sobre los campesinos.

7. LOS REVISIONISTAS

A partir de los años 60 del siglo XX aparecieron nuevas corrientes en el ámbito de la historiografía
revolucionaria.

Con la llegada de Annales, sus más destacados historiadores (Febvre o Braudel) habían introducido nuevos
conceptos que influirían decisivamente en la historiografía revolucionaria. El concepto de la larga duración,
por ejemplo, hizo que el estudio de la Revolución (tan breve en el tiempo) perdiera importancia.

7.1. EL REVISIONISMO ANOGLOSAJÓN: ALFRED COBBAN

Con los revisionistas empezó el ataque contra la Revolución Francesa, negándole trascendencia o al menos
limitando su influencia. Se puede considerar que este revisionismo se inició con Alfred Cobban, el cual
denunciaba en 1964 «el mito de la Revolución francesa». Le negaba trascendencia y carácter social, tesis
que desarrollaría en su libro Interpretación social de la Revolución Francesa (1964), donde defendía, por un
lado, la inexistencia en la Francia revolucionaria de 1789 de ningún tipo de feudalismo, y por otro, de una
burguesía revolucionaria. Llegó a defender que en realidad, la Revolución Francesa no había existido como
tal, artefacto de elaboración posterior. También le negaba el carácter de clase, ya que en los diversos
equipos que se sucedieron en el poder, él sólo veía conjuntos intercambiables y no representantes de una
burguesía en ascenso.

Profesor de la Universidad de Londres, en 1954 pronunció una conferencia titulada “El mito de la Revolución
Francesa”, donde criticaba la concepción marxista afirmando que no fue una revolución antifeudal, pues el
feudalismo ya estaba en fase terminal, ni capitalista, pues sus protagonistas no pertenecían a la burguesía del
mundo de los negocios sino a una “burguesía de funcionarios” que usan el proceso para llegar a controlar el
poder.

En un trabajo posterior titulado “La interpretación social de la Revolución Francesa”, continía en su tesis crítica
de la interpretación marxista pues añade que la revolución tuvo un carácter político en la medida que cambiaron
los rectores del estado francés, pero no supuso un cambio social o económico.
- El feudalismo del XVIII no tenía nada que ver con el medieval, pues se traducía en múltiples impuestos
del campesino hacia el señor, sin ninguna prestación de este.
- Pero no sólo los nobles eran señores, sino que en este siglo asistimos a un aumento de los propietarios
burgueses (muchos de ellos funcionarios), que para Cobban poseen el 30 por ciento del suelo francés.
Fue ella la que aplicó técnicas capitalistas al campo francés, aunque sin mejorar las condiciones de los
campesinos.
- Por otro lado, la burguesía manufacturera y comerciante no jugó ningún papel en la Revolución.

A partir de estas críticas, se inició un debate entre historiadores ingleses, seguidores de Cobban, y
americanos, en torno a una serie de planteamientos sobre las causas y la interpretación social de la
Revolución Francesa, además de abrirse un debate sobre la noción de burguesía.

7.2. ESCUELA ANGLOSAJONA: ROBERT PALMER

Por lo que se refiere al mundo académico anglosajón, el ataque a la interpretación social de la Revolución
se formuló, sobre todo, en base a los estudios culturales y del discurso. También se diluyó la importancia de

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la Revolución Francesa en las llamadas «revoluciones atlánticas» (concepto iniciado con Godechot y
Palmer), propugnando la comparación entre los distintos movimientos de finales del siglo XVIII (que
comprendía también la Revolución Americana, de índole muy distinta).

Palmer acepta el marxismo únicamente desde el punto de vista metodológico para crear su teoría de las
Revoluciones Atlánticas, ya que considera al océano como nexo entre Europa Occidental y América. Este
autor considera que la historia europea marca la evolución de la historia mundial desde el siglo XV, pero en
el caso de las Revoluciones Atlánticas, fue la independencia de las colonias norteamericanas la que influyó
decisivamente en:
- La Revolución Francesa.
- La Independencia de las Colonias Españolas a principios del XIX.
- Las revoluciones burguesas de la primera mitad del siglo XIX.

7.3. EL REVISIONISMO FRANCÉS: RICHET Y FURET

Los críticos sostenían que en 1789 no había burguesía, o al menos no como se la había presentado hasta
ese momento. Defendían que quien recogía los beneficios capitalistas era la aristocracia, que poseía
explotaciones mineras o metalúrgicas y manejaba las finanzas y los fondos económicos; mientras que la
burguesía, en esa época, se enriquecía con los negocios pero inmediatamente invertía las ganancias en
rentas o se ennoblecía mediante los oficios. Señalaban también que en la Francia prerrevolucionaria no
existían clases sociales sino órdenes.

Esta teoría de las élites, divulgada en Francia por los trabajos de Denis Richet, tuvo un éxito importante. Si
las causas e interpretaciones de tipo social fueron cuestionadas, más lo fue la dinámica de conjunto, que
había permitido a los «jacobinos» (Mathiez, Lefebvre o Soboul) distinguir entre la revolución burguesa de los
primeros años (hasta 1791) y la revolución popular (o burguesa con apoyo popular, en 1794).

Las críticas a la lectura de los marxistas fueron postuladas desde Francia por François Furet (aunque en su
obra hay muy poca investigación y es, mayoritariamente, de síntesis o ensayística), rechazando la historia
universitaria francesa. Furet empieza su análisis distinguiendo dos revoluciones: una buena, liberal y
reformista en 1789; y otra mala, fruto del Terror de 1792-1794, antecedente del comunismo ruso. Sus
descalificaciones hacia los historiadores marxistas llegaron al extremo de excluir el nombre de Soboul de un
diccionario crítico de la Revolución francesa.

Reemplazaron el concepto de revolución burguesa por el de élites, formación de naturaleza más cultural
que socioeconómica, que engloba la aristocracia y las capas más evolucionadas de la burguesía del tercer
estado. Entre estos grupos sociales, según las teorías revisionistas, se habría podido llegar a un acuerdo
para la transición pacífica a una sociedad liberal. Si la Revolución cambió de rumbo (aunque al principio se
hubiera podido producir el cambio pacífico, según ellos) es porque se produjo un «resbalón», es decir, la
intrusión de las masas urbanas y rurales que radicalizaron las acciones y llevaron al terror.

Aun así, esta interpretación no consiguió convencer a la mayoría de historiadores especialistas en la


Revolución, principalmente en Francia, ya que no se hicieron aportaciones realmente nuevas al tema.

- Obra escrita en 1965: “La Revolución”.


o La revolución es protagonizada por las élites ante la incapacidad de la monarquía de canalizar
las reformas que la hicieran dueña de la situación.
o Estas élites están representada tanto por la nobleza como por la burguesía, que aúnan sus
esfuerzos contra el absolutismo, pues en ellas cristaliza las ideas de la Ilustración de libertad y
progreso.
o Se le ha achacado a este planteamiento el hecho de que burguesía y nobleza unificaran
objetivos y que 1789 fuese la culminación del espíritu de la Ilustración.
o En este sentido los autores distinguen tres revoluciones en 1789:
▪ La de la Asamblea Constituyente.
▪ La del pueblo parisino.
▪ La de los campesinos.

7.4. ESCUELA FRANCESA: GODECHOT

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Jacques Godechot, aunque no se consideraba marxista, comparte, con ciertas matizaciones, los conceptos
más esenciales de la interpretación que había elaborado la llamada historiografía «jacobina».

Como Palmer analiza el fenómeno desde el punto de vista de las Revoluciones Atlánticas y tiene en cuenta
la aportación en el análisis de diversas disciplinas científicas.

Considera que la Revolución Francesa no es un fenómeno aislado y nacional, sino un episodio de un


importante proceso revolucionario que afectó a Occidente entre 1770 y 1850, y cuyo punto de partida es el
proceso de Independencia de las Trece Colonias.

7.5. LOS EFECTOS DEL REVISIONISMO

En función de las críticas hechas por los revisionistas se fueron definiendo algunos grandes bloques de
análisis.

A partir de finales de los años 70, se fue fraguando un acuerdo que buscaba distinguir, en el terreno en que
se forjó la Revolución, las mutaciones que se produjeron a nivel de fuerzas productivas, relaciones y
estructuras sociales, e ideologías y cultura.

Se empezó a discutir sobre el papel de la coyuntura, por un lado, y de la estructura, por otro. En el campo
de la demografía histórica, por ejemplo, se hicieron importantes aportaciones, llamando la atención acerca
de la considerable presión que representaba, en la Francia revolucionaria de 1789, una población que había
pasado de 20 a 26 millones de personas.

Desde el campo de la historia comparada también hubo grandes contribuciones, al analizar otras rupturas
en la Europa central, mediterránea o hasta en el Japón Meiji. De esta forma historiadores y teóricos
italianos, rusos y japoneses, han dedicado a la Revolución Francesa estudios comparados de gran interés.

Las críticas neoliberales y revisionistas otorgaron mucha importancia al tema de las causas y a una
prerrevolución de amplio alcance. Este planteamiento fue polarizado en algunos grandes temas, tal y como
veremos a continuación.

En el campo de la historia económica los investigadores se concentraron en analizar la importancia que


tuvieron, en vísperas de la Revolución, la renta y el beneficio, el sector comercial e industrial y el mundo
campesino. También se vino a considerar si se podía hablar de un take off; o despegue de la economía
francesa y, en caso de que fuese así, dónde convendría situarlo, si antes del periodo revolucionario, durante
el mismo o posteriormente.

En el campo de la historia social se volvió a insistir en el tema de la burguesía y su definición. El


cuestionamiento de su misma existencia por parte de algunos historiadores anglosajones como Robert
Palmer, llevó a los franceses a perfeccionar el perfil de una burguesía mixta o de transición, en la se
encontraban tanto aquellos que vivían de sus rentas al estilo de la nobleza, como los que vivían de los
beneficios capitalistas, ya fueran del comercio o de la industria.

Pero el debate no se limitó a los análisis económico y social, sino que se dedicó muy especialmente a la
historia cultural y de las mentalidades, discutiéndose en nuevos términos la estructura de clases de la
sociedad francesa a finales del Antiguo Régimen. Mientras que algunos continuaron defendiendo la
existencia de una sociedad de órdenes, para otros, como Richet, ya existían elementos que permitían definir
a las élites. Por un lado, el hecho de gozar de una posición económica desahogada (que se podía basar en
una nueva riqueza o en la tradicional). Por otro, y de forma muy relevante, definía a la élite la existencia de
una cultura común, la de la Ilustración, así como la participación en un conjunto de valores o ideas como la
libertad o el gobierno representativo.

El análisis de las causas de la Revolución Francesa se relacionó con dos problemas ligados mutuamente: el
del desarrollo de sus diversas fases y el de su significado y balance.

Autores ya mencionados, como Furet, reprocharon a la historiografía marxista de la Revolución


(especialmente a la jacobina), el haber encerrado el ciclo revolucionario en un esquema de episodios que
encajaban unos dentro de otros. De esta forma la revolución burguesa de 1791-1792 se habría radicalizado
para alcanzar, entre 1793 y 1794, el punto culminante de su movimiento ascendente, en asociación con el

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movimiento popular, para descender nuevamente con la toma del poder por parte de la burguesía con el
Directorio.

Esta interpretación recibió una doble objeción. Desde una perspectiva conservadora, los que veían en la
marcha de la Revolución un movimiento demasiado inclinado hacia la izquierda. Por el lado opuesto, se le
acusa de haber interrumpido demasiado pronto su dinámica.

Para los revisionistas existió un consenso, en los primeros años de la Revolución, entre la burguesía
ilustrada y la nobleza liberal. Si los sucesos siguieron un rumbo distinto se debió a que no era de una única
naturaleza, sino que la revolución de las élites (la única verdadera según los revisionistas) se unía a la
revolución popular, que a la vez tenía un doble carácter rural y urbano, manteniendo actitudes tradicionales.

Para historiadores como Daniel Guérin, la revolución más radicalizada era una promesa no realizada. Para
este autor, en el proletariado urbano y sus portavoces había elementos de superación de la revolución
democrática burguesa a través de una subversión popular mucho más profunda.

También en ese ámbito, el análisis llevado a cabo por Soboul de las estructuras sociales y la ideología del
movimiento de los sans-culottes, condujo a una apreciación mayor que pone en duda la posibilidad de un
movimiento popular con fines autónomos.

La teoría de la «revolución atlántica» destacó el interés en comparar la Revolución Francesa con otros
episodios revolucionarios de la época, lo que resaltó la especificidad francesa. Es decir, una revolución
burguesa y de lucha contra el Antiguo Régimen, pero que sólo pudo triunfar con el apoyo popular, urbano y
rural. El compromiso del campesinado en los primeros años deriva de la importancia de un pequeño y
mediano campesino independiente y de la especificidad de un sistema señorial opresivo. También se
destacó la experiencia revolucionaria urbana en las filas de los sans-culottes, pequeños productores
independientes, muchos de ellos dedicados al pequeño comercio, y que por tanto no pueden prefigurar, en
su ideal de democracia directa, las luchas del proletariado industrial del siglo siguiente.

8. CONCLUSIÓN: DEL SEGUNDO CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN HASTA LA ACTUALIDAD

En torno a 1989, aniversario del segundo centenario de la Revolución Francesa y fecha del hundimiento de
la URSS, los debates se reabrieron con una especial virulencia. Principalmente cuando Louis Pauwels,
ideólogo conservador, exhortó desde Fígaro Magazine, a acabar de una vez con la Revolución Francesa y
Reynald Sécher publicaba su estudio en el que sostenía que la Convención había asesinado a 117.000
personas en su represión contra el levantamiento de la Vendée. Su libro estaba prologado por Pierre
Chaunu, historiador de ideología ultraderechista.

Aparte de los ataques de los sectores más conservadores, las críticas de los revisionistas como François
Furet proclamaban el fin de la Revolución, en el sentido de que la cultura política de 1789 había
desaparecido con la democracia asentada definitivamente en Francia. Por el contrario, historiadores como
Michele Vovelle han defendido que aún sigue viva, puesto que los ideales de igualdad, legalidad y
fraternidad todavía no se han cumplido.

Los revisionistas continuaron con sus habituales críticas a los historiadores de tradición marxista, pero sus
aportaciones en el campo de la investigación fueron muy pobres. Así se ha podido comprobar con las obras
de Furet y sus seguidores, que se han limitado a compilar artículos periodísticos u obras ensayísticas. Esta
escasez de resultados ha llevado a un «post-revisionismo».

Por su lado, la historiografía universitaria ha ido mostrando la complejidad de matices de los


enfrentamientos en las sociedades campesinas, siguiendo los pasos de los estudios de Pierre Saint Jacob,
que con sus interpretaciones en las que destacaba el empobrecimiento de unos, el enriquecimiento de otros
y la disminución de las clases medias, se acercaba nuevamente a Labrousse. También las interpretaciones
renovadoras de Philip Hoffman y Jean-Marc Moriceau insisten en la crisis del siglo XVIII y en la larga
duración. Las de Steven Kaplan o John Markoff en el aprovisionamiento de París y la reaparición del
feudalismo y las de Anatoli Ado y Peter McPhee, entre otros, en la revuelta rural y la continuidad de las
luchas campesinas a lo largo del siglo XIX.

En la actualidad la historia «post-revisionista» ha vuelto a investigar la sociedad francesa y a situar los


cambios que en ella se produjeron a largo plazo.

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9. BIBLIOGRAFÍA.

BOIS, J. P., (1989): La Revolución Francesa. Historia 16, nº 2. Madrid.

FONTANA, J., (2001): La historia de los hombres. Crítica.

Manual de historiografía en el que se habla de forma breve y muy clara del debate sobre la
Revolución hasta la actualidad.

FURET, F., (1999): La Révolution en débat. Gallimard.

Libro en que Furet formula las principales teorías revisionistas.

MARTIN, J. (dir.), (2005) : La Révolution à l'œuvre: perspectives actuelles dans L'histoire de la Révolution
française. Presses Universitaires de Rennes.

Obra colectiva sobre el estado de las investigaciones recientes sobre la Revolución Francesa.

MCPHEE, P., (2003): La Revolución Francesa, 7789- 7 799. Crítica.

Manual general de la Revolución, muy útil para conocer los hechos más importantes.

SOBOUL, A., (2005) : Dictionnaire historique de la Révolution française. Presses Universitaires de France.

Diccionario útil para buscar cualquier hecho de forma muy detallada.

V.V.A.A., (1989): Alcance y legado de la Revolución Francesa. Editorial Pablo Iglesias.

Obra con algunos años pero útil para seguir el debate en torno al bicentenario de la Revolución.

VOVELLE, M., (2000): Introducción a la Revolución Francesa. Crítica.

Reedición de una obra clásica muy útil y bien escrita.

VOVELLE, M., (2006): La Révolution française expliquée à ma petite-fille. Seuil.

Breve manual en el que se explica la Revolución de forma sencilla.

VOVELLE, M., (1985): Ideologías y Mentalidades. Ariel. Barcelona.

VOVELLE, M.,: Vovelle, M. La caída de la Monarquía, 1787-1792. Ariel. Barcelona.

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