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Cómo citar: Torres Vásquez, Aníbal. Acto jurídico. Volumen II, Jurista editores, 2018, pp.
1123-1136.
El error de cálculo no da lugar a anulación del contrato, sino solo a rectificación, salvo que,
consistiendo en un error sobre la cantidad, haya sido determinante del consentimiento.
El error vicio indiferente puede recaer sobre la materia o las cualidades del objeto que no son
esenciales y determinantes de la voluntad (salvo que tengan el carácter expreso de condición),
o sobre las cualidades personales de la otra parte que no han sido determinantes de la
voluntad, o sobre el Derecho que no ha sido la razón única o determinante de la celebración del
acto. En estos casos, el error es indiferente para el perfeccionamiento del acto jurídico.
La equivocación en la elaboración aritmética está concebida como un simple error material que
se remedia solo con la rectificación. Por ej. se venden N piezas por X soles por unidad, pero
por una equivocación en la multiplicación se indica un precio distinto del correcto. Este error de
puro cálculo se corrige con la rectificación, sustituyendo el resultado equivocado con el
correcto, con la cual queda satisfecha la voluntad de las partes.
Pero en ciertos casos el error de cálculo puede resolverse en un error sobre la cantidad, el cual
conduce a la anulación del acto si es esencial, conocible y perjudicial para el errante. Por ej., se
paga 100 mil soles por la mercadería existente en un depósito del vendedor, precio que el
comprador consiente presumiendo que allí existen 100 piezas de un valor de 1000 soles cada
una, mientras que en el almacén existen solamente 90 piezas, por tanto, el precio de cada
pieza resulta ser mayor de 1000 soles. Este error es esencial y determinante si el comprador no
habría comprado al saber que existen solamente 90 piezas, puesto que para él era decisivo
tener 100; o porque no habría comprado al precio unitario mayor a 1000 soles. En ambos casos
el error es esencial, determinante y conocible, por lo que conlleva la anulación del acto jurídico
compraventa.
El error de cantidad, provenga o no del error de cálculo, es causal de la anulación del acto en
cuanto hubiese determinado la voluntad del errante. Como ejemplo de error en la cantidad no
basado en el error de cálculo, citemos el caso de una persona que compra mil sacos de harina
en la creencia de que cada saco tiene 25 kg, cuando en realidad contiene solamente 20. En
este caso no hay una operación aritmética en la cual se ha incurrido en error, porque el precio
es por saco independientemente que tenga 25 o 20 kg; pero si para el adquirente es
imprescindible 25 000 y el error en que ha caído es conocible por el vendedor, puede anularse
el contrato. Se argumenta que en estos casos es de aplicación el principio que dice que en lo
más está comprendido lo menos, de manera que el que recibe lo más está dispuesto a recibir
lo menos, por lo que en la cantidad mayor no existe error; sin embargo, en los actos jurídicos
con prestaciones reciprocas es preciso que prestación y contraprestación sean equivalentes.
porque si el desequilibrio se debe a que una de las partes ha incurrido en error determinante
que era conocible por la otra, el acto puede ser impugnado por error.
Señala Bianca[2] que:
si el contrato no hace mención de los elementos del cálculo, la parte no puede invocar los
errores en que se incurrió al fijar la entidad de la propia oferta; por ej., vendo «como cuerpo
cierto» el grano de mi almacén por un cierto precio sin especificar la cantidad. Si calculé mal el
precio con base en una cantidad inferior del grano a la real, mi error de cálculo es irrelevante.
Sin embargo es posible que aparezca como esencial y reconocible mi error sobre la cantidad
del grano (en el almacén hay 10 000 quintales de grano), caso en el cual podré pedir la
anulación del contrato por error en la cantidad.
Tratándose del acto jurídico compraventa, el régimen del error de cantidad se resuelve por lo
dispuesto en las normas que regulan la compraventa sobre medida (art. 1574 y ss.). No es
aplicación la disciplina del error
Artículo 205. El error en el motivo solo vicia el acto cuando expresamente se manifiesta como
su razón determinante y es aceptado por la otra parte.
El error en el motivo es la falsa representación mental sobre los móviles subjetivos que llevan
al sujeto a emitir su declaración de voluntad. Ejemplos:
a) un funcionario público compra una casa en el Cusco creyendo que ha sido trasladado a
trabajar en dicha ciudad, lo cual no ha sucedido;
b) un coleccionista compra un cuadro de un pintor famoso, haciendo una errada valoración
económica del mismo, y con la intención de revenderlo con un cierto margen de sobreprecio;
d) una persona vende suponiendo erróneamente que tiene otros bienes del mismo tipo y que
por ello no necesita el que vende, que los precios caerán cuando realmente van en ascenso.
En estos casos, los agentes se han decidido a celebrar el acto jurídico solo por presunciones
erróneas. Sin el error no habrían celebrado el acto jurídico, pero tal error no afecta su validez.
Los motivos individuales no exteriorizados que han determinado a las partes a celebrar un acto
jurídico son irrelevantes, no son causa de su anulación, por no haber entrado a formar parte del
contenido del acto; pertenecen a la esfera subjetiva que es ajena a la otra parte, puede ser
determinante de la voluntad, pero no es esencial, puesto que ni siquiera es conocido por la
contraparte. Por ej., no es anulable un contrato de adquisición de un inmueble concluido por
sujeto que erróneamente creía que su empleador lo ha traslado a trabajar en la localidad donde
se encuentra ubicado dicho bien, sin que en el contrato se haya hecho referencia a dicha
circunstancia, puesto que el acto jurídico es manifestación de voluntad.
Si el motivo se manifestó como la razón única o principal de la celebración del acto jurídico, o
sea fue conocido y aceptado por la otra parte, entonces ya no estamos frente a un simple
motivo subjetivo, individual, sino estamos ante una causa fin que constituye elemento esencial
del acto jurídico, por lo que no se puede decir que es ajeno a la contraparte.
Lo que el art. 205 denomina error en el motivo no es otra cosa que un caso de falsa causa o
falta de causa[3]. El art. 205 tiene su antecedente en el art. 1084 del Código de 1936 que
disponía: «La falsa causa solo vicia el acto cuando expresamente se manifiesta como su razón
determinante, o bajo forma de condición»[4]. En el art. 140 inc. 3 del Código vigente establece
que es requisito de validez del acto jurídico el fin licito, es decir, el Código se adhiere a la
teoría subjetiva de la causa que no distingue entre causa fin y «motivo determinante»
manifestado expresa o tácitamente en el acto. Como se aprecia, el Código es contradictorio
porque, de un lado regula al motivo determinante como causa fin que si falta o es ilícita,
origina la nulidad del acto (art. 219.4), y, de otro lado, disciplina a ese mismo motivo
determinante como error que da lugar a la anulabilidad del acto. Creemos que es conveniente
eliminar esta contradicción suprimiendo el art. 205 y disponiendo en el art. 219 que el acto
jurídico es nulo cuando falta la causa.
Conforme al art. 205 para que el error en el motivo sea causal de anulabilidad del acto jurídico
debe reunir los requisitos siguientes:
a) que el motivo sea manifestado expresamente;
b) que sea manifestado como la razón determinante de la celebración del acto jurídico;
La falta de uno de estos requisitos determina que el error en el motivo sea irrelevante para la
anulabilidad del acto jurídico.
La ley exige que el motivo, sobre el cual cae el error, resulte del acto jurídico. La enunciación
del motivo en la declaración negocial lo convierte en un elemento intrínseco del acto y da
certeza de su relevancia en la estipulación del negocio. El art. 205 exige la manifestación
expresa del motivo, lo que no es consecuente con el art. 141 que admite la manifestación tácita
de la voluntad[5]. Si el fin del art. 205 es hacer imperar, por razones de seguridad jurídica, la
declaración sobre la voluntad, con sus dificultades para precisarla, tal disposición se
interpretará como una excepción al art. 141.
El Código civil de México regula el error de Derecho que recae sobre el motivo o causa fin en
los términos siguientes:
Art. 813: el error de derecho o de hecho invalida el contrato cuando recae sobre el motivo
determinante de la voluntad de cualquiera de los que contratan, si en el acto de la celebración
se declara ese motivo o si se prueba por las circunstancias del mismo contrato que se celebró
este en el falso supuesto que lo motivó y no por otra causa.
En el Código peruano no existe un artículo como el 787 del Código italiano, el cual establece:
Art. 787. Error sobre el motivo de la donación. La donación puede ser impugnada por error en
cuanto al motivo, ya sea el mismo de hecho o de derecho, cuando el motivo resulte del acto y
sea el único que ha determinado al donante a llevar a cabo la liberalidad.
Este es un caso de excepción a la irrelevancia del motivo erróneo; la donación es anulable por
motivo erróneo que resulte del mismo contrato y sea la única razón determinante de la decisión
de donar. No se exige en este caso que el error sea reconocible ni esencial, es suficiente que
se trate de un error sobre un motivo determinante del consentimiento y que resulte del propio
contrato de donación. Por ej., una persona dona una cantidad de dinero a una fundación,
declarando que la donación lo hace para cumplir con un deseo de su padre declarado en su
testamento. Posteriormente se descubre que el testamento era falso o que había sido
revocado. La donación es anulable. En este ejemplo el error no es esencial porque no está
referido a la naturaleza del acto, ni a la esencia o cualidad del bien donado ni a la identidad o
cualidad de la entidad donataria.
Para que el error en el motivo manifestado como razón determinante de la voluntad sea causal
de anulabilidad debe referirse a hechos pasados o presentes en el momento de la celebración
del acto. El error de previsión sobre circunstancias futuras es un error en el motivo que no tiene
el carácter de esencial[6].
3. Improcedencia de indemnización
Artículo 207. La anulación del acto por error no da lugar a indemnización entre las partes.
Para que el error sea causal de anulabilidad del acto jurídico es necesario que sea esencial y
conocible; de esta manera, la ley otorga adecuada protección, contra las graves consecuencias
de la anulabilidad, tanto al declarante como al destinatario de la declaración. El acto no se
anula solamente porque el declarante ha caído en error esencial, sino también porque el
destinatario está en falta al no haberlo advertido, observando una normal diligencia, razón por
la que la anulación del acto por error no puede dar lugar a indemnización entre las partes que
lo celebraron[7].
Anulado el acto por error, el receptor de la declaración no puede pretender que se le indemnice
daños, puesto que la anulación se debe en parte a él y no solamente al error del declarante.
Sería injusto sacrificar al declarante condenándolo a pagar el daño causado a la otra parte con
la anulación del acto por su error, debido a que esta otra parte ha estado en la posibilidad de
advertir el error y denunciarlo, habida cuenta de las circunstancias y del contenido del acto, o
bien de la calidad de las personas que lo celebraron.
Artículo 208. Las disposiciones de los artículos 201 a 207 también se aplican, en cuanto sean
pertinentes, al caso en que el error en la declaración se refiera a la naturaleza del acto, al
objeto principal de la declaración o a la identidad de la persona cuando la consideración a ella
hubiese sido el motivo determinante de la voluntad, así como al caso en que la declaración
hubiese sido transmitida inexactamente por quien estuviere encargado de hacerlo.
Lo que hemos desarrollado antes es el error vicio entendido como la ignorancia o falso
conocimiento de uno de los elementos del acto jurídico, que determina la defectuosa formación
de la voluntad del agente. Al error vicio se contrapone el error obstativo consistente en la
errónea manifestación de voluntad que se forma correctamente, pero que es declarada o
transmitida al destinatario de manera no conforme a la intención del agente.
El sujeto declara en forma involuntaria o inconsciente (ej., declara vender cuando en realidad
no es su intención), o declara una voluntad que no existe (ej.. firma un documento por otro), o
utiliza palabras o expresiones cuyo significado no conoce (celebra un contrato en dólares
canadienses, pero utiliza el signo de los dólares americanos). El error no se produce al
momento de formarse la voluntad sino al momento de manifestarla.
La disciplina del error obstativo es la misma del error vicio por disposición del art. 208 que
expresamente establece que las disposiciones de los artículos 201 a 207, relativas al error
vicio, son aplicables al error en la declaración. La distinción entre el error vicio (que se refiere a
la voluntad que está viciada en su proceso formativo) y el error obstativo (que recae sobre la
manifestación de la voluntad rectamente formada) es clara, pero no hay mayor relevancia en
cuanto a sus efectos: en ambas hipótesis, si el error es esencial y conocible, el acto jurídico es
anulable, a menos que antes que la parte en error sufra un perjuicio, la otra ofreciere cumplir
conforme al contenido y las modalidades del acto que aquélla quiso concluir (art. 206).
En el error vicio la manifestación de voluntad negocial es conforme con el designio del sujeto,
pero la voluntad se formó mal, sobre la base de la ignorancia de la realidad o de
representaciones que no corresponde a la realidad fáctica o jurídica. En cambio, el error
obstativo, de hecho o de derecho, recae exclusiva mente en la manifestación, o sobre
la transmisión de la manifestación, no entra en los vicios del querer. El Código, distinguiendo
entre error en la declaración y error en la transmisión de la voluntad, aneja a ambas el remedio
de la anulación del acto.
Como el acto jurídico formado sobre la base del error obstativo no corresponde a la voluntad
del agente, por lo que se puede decir que falta la voluntad, o si el acto es bilateral se puede
afirmar que falta el acuerdo, razón por la que algunos autores consideran que debe ser causal
de nulidad[9] y no de anulabilidad del acto. Sin embargo, la razón del tratamiento legislativo del
error obstativo como causal de anulabilidad del acto radica en la protección del destinatario de
la declaración errónea como presupuesto de la tutela de la seguridad y del dinamismo del
tráfico. Con la anulabilidad se protege al destinatario de la declaración errónea que ha puesto
su confianza fundada y razonablemente en ella, o sea, ha celebrado el acto jurídico en la firme
confianza que el declarante está manifestando lo que realmente quiere. Por tanto, la victima del
error solo puede obtener la anulación si prueba que el error era conocible por la otra parte. En
cambio, con la nulidad, la víctima del error podría destruir el acto jurídico solo probando el error
en tanto que la otra parte tendría sufrir el remedio destructivo aun cuando de buena fe ha
confiado en la declaración.
1) Error sobre la naturaleza: del acto (error in negotio)[10]: Ej.: Juan entrega un ramo de
flores a María en la creencia de que lo está vendiendo y María lo recibe pensando que es una
donación; deseo tomar un departamento en arrendamiento, pero —por mi mal conocimiento de
la lengua extranjera en la cual es formulado el contrato— termino por suscribir un contrato de
adquisición de la propiedad del departamento; entiendo vender y declaro dar en arrendamiento;
firmo un documento en blanco para que después sea llenado con el contenido de la hipoteca
que he ofrecido otorgar sobre un bien de mi propiedad, pero es llenado con el contenido de la
venta del bien; sin leerlo firmo el contrato creyendo que es el de gerencia, cuando es el de
fianza. Este error impide al sujeto darse cuenta de los efectos esenciales del acto jurídico que
se ha propuesto celebrar.
2) Error sobre la identidad del objeto: Ej.: el vendedor entiende vender un bien determinado,
y el comprador entiende comprar otro; empaqueto y entrego una cosa en vez de otra; deseo
remitir una cantidad de dinero a María, pero, sin darme cuenta, el dinero lo meto en un sobre
que está destinado a remitir un libro a Juan.
a) El sujeto declara inconsciente e involuntariamente (por ejemplo, por distracción); pero él no
quería ni la declaración ni el contenido de ella;
b) o bien emite una declaración que no refleja su efectiva voluntad; de ahí que la voluntad
declarada no existe, aun cuando exista otra (no declarada), por ejemplo, el sujeto confunde un
documento con otro, suscribe lo que no quería suscribir y no suscribe lo otro, que habría
contenido su efectiva voluntad;
c) o bien emplea a conciencia expresiones de las cuales no conoce (por homonimia u
homofonía, o por ignorancia lingüística, o por impericia técnico-jurídica) el exacto significado, o
el alcance (tal es, entre otros, el error de dirección), de manera que las consecuencias
jurídicas que objetivamente debieran nacer de su declaración y (más ampliamente) del negocio,
resultan no queridas por el sujeto, por ej., él escribe «dólar», entendiendo dólar australiano,
mientras la sigla usada se refiere al dólar norteamericano; alza la mano mientras se realiza una
subasta, ignorando que alzar la mano significa hacer un aumento sobre la oferta anterior; dirige
su propuesta a Ticio, siendo así que se llama Cayo la persona con quien quería contratar.
1. El sujeto emite una declaración no querida tal como resulta emitida. No se quiere la
declaración en su configuración exterior, pero por error se emite. Por ejemplo., se dice o
escribe una palabra diversa de la deseada (lapsus linguae o calami), se entrega una cosa en
vez de otra, se firma un documento confundiéndolo con otro, o se firma en blanco, siendo,
después, rellenado con un contenido distinto a lo que quiso el firmante. En estos casos falta la
voluntad de declaración, aunque hay voluntad de declaración (de otra declaración). Hay
conciencia y voluntad de un comportamiento querido como declaración, pero
inconscientemente no se ejecuta aquél tal como se deseó. En el error obstativo la voluntad de
declarar no es absoluta. No hay una falta de declaración, sino una falta de la declaración
querida, en cuyo lugar, por error obstativo resultó emitida otra; cosa por la que cual esta
discrepa de la voluntad interna.
2. El sujeto emite una declaración que es querida tal como resulta emitida, pero que es
inadecuada para manifestar la voluntad real. La declaración se quiere en su configuración
exterior, pero, por error obstativo, significa algo distinto de lo que se pretendió expresar.
Por ej., se vende el fundo X creyendo que se llama así el fundo Y, o se compra el fundo en
1000 pesos creyendo tratarse de pesos argentinos, cuando realmente del contrato se deduce
que son mexicanos, o queriendo arrendar se da en comodato, por creer
que comodar significa arrendar. En estos casos, la declaración discrepa de la voluntad porque
no expresa lo querido. Hay voluntad de declarar, pero por tener esta un sentido distinto del
creído, no hay voluntad de contenido volitivo declarado.
Al igual que el error vicio, el error obstativo para constituir causal de anulación del acto jurídico
se requiere que sea esencial y determinante de la voluntad. El error en la declaración puede
producirse en el acto de la declaración; a este error se le denomina lapsus linguae o calami, ej.
en vez de decir acepto dice no acepto; o puede tener lugar en la inexacta transmisión de la
declaración, ejemplo: el nuncio en vez de decir francos franceses dice francos canadienses.
Debe eliminarse del art. 209 la expresión «la identidad o» para que comprenda solamente el
error in nomine. El error sobre la identidad de la persona está regulado en el art. 208.
[1] El último párrafo del art. 24 del Código suizo establece: «Los simples errores cálculo no
afectan a la obligatoriedad del contrato, pero han de corregirse».
[3] El art. 926 del Código civil argentino dispone: «el error sobre la causa principal del acto (…)
deja sin efecto lo que en el acto se hubiere dispuesto».
[7] En el Derecho alemán no se exige la cognocibilidad como requisito del error vicio, es por
ello que el art. 122 del BGB prescribe:
art. 122. Deber de resarcir el daño por quien impugna, (l) Si una declaración de voluntad es
nula según el art. 118 o ha sido impugnada conforme a los arts. 119 y 120, y debía ser emitida
frente a otro, el declarante debe resarcir a este otro el daño sufrido o, en otro caso, a un
tercero, por confiar en la validez de su declaración, aunque no se debe superar la cuantía del
interés que el otro o el tercero tenían en la validez de la declaración. (2) El deber de resarcir el
daño no procede si el perjudicado conocía la causa de la nulidad o de impugnabilidad o la
desconocía por negligencia (debía conocer). [continúa en el libro]
[9] Lo primero que se impone señalar es que el Código ha decidido que el error en la
declaración sea una causal de anulabilidad y no de nulidad. Lo lógico debió ser esto último,
porque en propiedad la declaración se ha desviado del querer y en el caso de los negocios
bilaterales se ha producido un acuerdo basado en una declaración que no se corresponde con
lo querido. Por eso es que este error en la declaraciones un verdadero obstáculo. No hay
negocio. No obstante, nuestro legislador ha hecho pertinente una hipótesis anulabilidad que, en
rigor, es impertinente (Lohmann Luca De Tena, Guillermo, Comentario al art. 208, en Código
civil comentado, Gaceta Jurídica, Lima, 2003, T. I, [Título preliminar. Derecho de las personas y
acto jurídico], pp. 653-654).
El error de hecho vicia el consentimiento cuando recae sobre la especie de acto o contrato que
se ejecuta o celebra, como si una de las partes entendiese empréstito y la otra donación; o
sobre la identidad de la cosa especifica de que se trata, como si en el contrato de venta el
vendedor entendiese vender cierta cosa deter minada, y el comprador entendiese comprar otra.
[11] Messineo, Francesco, ob. cit.,T. II, p. 439.
[12] Ulpiano dijo que no habiendo duda sobre la cosa, de corpore, no tenia importancia alguna
e error en que las partes pudieran estar en cuanto al nombre (Si in nomine desenta em de
corpore constet nulla dubitatio est quin valeat emtia et venditio nihil enim facit eor nis, quam de
corpore constat) (D. lib. 18)