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Nombre

Yokayris Feliz Paredes


Matricula:
2020-2180
Prof:
Nicolasa Pelegrina Rodríguez
Materia:
Historia Social Dominicana
Tema:
Compañías Financieras a República Dominicana , 1868-1896
La Guerra de Restauración y su técnica de guerra de guerrillas dejó al país
fragmentado con un sin número de jefes locales que empezaron disputarse el
poder. La inestabilidad política fue tal que en el período que va de agosto de 1865 a
septiembre de 1880, o sea, en el lapso de unos 15 años, se produjeron más de 50
alzamientos y se sucedieron 19 gobiernos distintos: de cinco años y ocho meses
para el gobierno de Buenaventura Báez (mayo de 1868 a enero de 1874), al de
menos de un mes de Marcos A. Cabral (diciembre de 1876).
Las tendencias conservadora y liberal, cuyos centros geográficos se situaban en el
sur y el este para la primera y en el Cibao y Santo Domingo para la segunda,
enfrentaban a los madereros y hateros, que pretendían seguir buscando (a pesar
de la restauración) el apoyo de influencias extranjeras, con los tabaqueros e
intelectuales que luchaban por el afianzamiento de la autonomía.
Esta puja entre los conservadores y los liberales, cada uno gobernando con su
constitución, dio paso a la creación de los partidos Rojo y Azul (o Partido Nacional
Liberal). El primero tenía como líder absoluto a Buenaventura Báez, quien durante
la Guerra de Restauración había sido declarado “Mariscal de Campo” por el
Gobierno español. El segundo conformaba una agrupación menos compacta en la
que los hombres de la Restauración y de la Revolución de 1857 se encontraban
aliados a antiguos santanistas.
La centralización del liderazgo en torno a una única figura –Báez, que además era
reconocido en todo el país– otorgaba a los rojos superioridad estratégica frente a
los azules, los cuales adolecían de una autoridad fraccionada en numerosos líderes
regionales que no pocas veces rivalizaban entre sí.
Presencia norteamericana. A sólo dos años de la Restauración, en 1867, ya se
producían en el país tratativas secretas para arrendar o vender la bahía de
Samaná a los Estados Unidos. Esto le costó la presidencia al General José María
Cabral, pero su sucesor, Buenaventura Báez, a cambio de poder amasar fortuna y
poder personales, también dedicaría toda su astucia a intentar enajenar y
anexionar el país a la nación norteamericana. El 29 de noviembre de 1869 se firmó
un tratado
de anexión que no llegó a ser ratificado por el Senado de los Estados Unidos, quedando por lo
tanto sin efecto, gracias a la oposición de los dominicanos exiliados y, en particular, a la de varios
senadores norteamericanos (entre ellos, Charles Sumner).

No dejándose asimilanar por este fracaso, Báez acordó entonces el arrendamiento


de la bahía de Samaná a una compañía norteamericana, nombrada para el efecto
como Samaná Bay Company, y cuya principal cabeza era el inversionista
aventurero Joseph Fabens. La compañía tendría durante 99 años todos los
privilegios que se habían concedido en un principio al Gobierno norteamericano:
potestad para nombrar a las autoridades ejecutivas, legislativas y judiciales en el
territorio de Samaná, así como la propiedad, por cada milla de ferrocarril o canal
que construyera, de una milla cuadrada de los terrenos del Estado aledaños a esas
vías. Firmado el 28 de diciembre de 1872 y ratificado el 19 de febrero del año
siguiente por el Senado de la República, el mismo fue rescindido poco tiempo
después (en 1874) por el Gobierno dominicano, bajo la presidencia de Ignacio
María González (quien había derrocado a Báez), que aprovechó el retraso de la
compañía en el pago al país de la cuota anual correspondiente.
Posteriormente, en la década de 1890, el gobierno de Ulises Heureaux, Lilís ,
propondría a los Estados Unidos el arrendamiento de la bahía y península de
Samaná a cambio de ayuda económica y protección militar para la defensa de
cualquier amenaza externa.
Empréstito Hartmont. Mientras se negociaba la anexión a la potencia americana,
Báez contrajo a nombre de la República Dominicana, en 1869, un empréstito de
420,000 libras esterlinas (cerca de 2,000,000 de dólares) a un 6% de interés anual
por un plazo de 25 años. Esto significó la inmediata hipoteca a favor de Edward
Hartmont –el financiero que facilitó el préstamo– de los ingresos aduanales, los
bienes nacionales, las minas de carbón, los bosques del Estado, y los depósitos de
guano de la isla Alta Vela. En realidad, el Gobierno dominicano sólo recibió una
parte del préstamo acordado, aparte de que Hartmont autorizó a un banco inglés a
emitir bonos sobre la deuda por un valor superior en 337,700 libras al monto
consignado en el contrato.
Empréstito de la Westendorp y Cía. En octubre de 1888, al final del segundo
período de presidencia del general Ulises Heureaux, el gobierno dominicano
contrajo una deuda de 770,000 libras esterlinas al 6% de interés anual por 30 años.
El acreedor, la Westendorp y Cía., tenía derecho a cobrar hasta un 30% de los
ingresos aduanales, para lo cual nombró en el país varios agentes fiscales
encargados de retener en las aduanas el dinero correspondiente y entregar el resto
a las autoridades dominicanas.
Mediante este préstamo se pagaron 142,860 libras esterlinas reclamadas por la
firma Hartmont, se saldó parte de la deuda interna que tenía el gobierno con los
servidores públicos y los prestamistas locales, y se engrasó la maquinaria política
que mantenía a Ulises Heureaux en el poder con la compra de lealtades,
armamentos, uniformes para el ejército y la adquisición y construcción de
barcos de guerra.
Poco tiempo después, en 1890, Heureaux obtuvo otro préstamo con la Westendorp
Y Cía. Por valor de 900,000 libras esterlinas, al 6% anual y por 50 años. Presentó
como justificación la construcción de una vía de ferrocarril entre Santiago y Puerto
Plata, aunque en realidad buena parte del dinero fue destinado al soborno y al
pago
de prebendas políticas.El contrabando generalizado auspiciado por el propio Gobierno como
forma de evadir el pago a los agentes aduanales de la Westendorp hizo caer en la quiebra a
dicha compañía en 1893, que prefirió entonces aprovechar las negociaciones en
torno al arrendamiento de la bahía y península de Samaná a los Estados Unidos
para vender sus acreencias en la República Dominicana a capitalistas
norteamericanos. Éstos se constituyeron en la Santo Domingo Improvement
Company, y entre sus inversionistas principales se encontraban un secretario de
Estado y otros funcionarios del gobierno estadounidense.
Santo Domingo Improvement Company. Una vez constituida esta compañía, el
gobierno dominicano requirió dos nuevos préstamos por valor de 1,250,000
dólares y 2,035,000 libras esterlinas, con lo que el monto total que adeudaba la
República Dominicana ascendía en 1893 a 17 millones de pesos.
La Santo Domingo Improvement Company quedó en completo dominio de las
Aduanas nacionales, y ello catapultó la influencia norteamericana en el país a
niveles nunca antes alcanzados, ya que, además, el transporte marítimo entre
Santo Domingo y Nueva York estaba monopolizado por la Línea de Vapores Clyde,
de capital estadounidense, y una gran parte de la industria azucarera de inversión
extranjera que había empezado a fomentarse durante el gobierno de Ignacio María
González de 1874 se encontraba en manos también norteamericanas.
El conato de oposición a los intereses norteamericanos –organizado por las
potencias europeas y el candidato presidencial opositor al general Heureaux,
Generoso de Marchena– terminó con el apresamiento y fusilamiento de De
Marchena y la salida del país del Banco Nacional de Santo Domingo (1893), centro
financiero que desde los días de la Westendorp agrupaba los valores europeos.
se tomaron otros préstamos secretos y fraudulentos en contubernio con los
Directores de la Santo Domingo Improvement Company. En 1898, un año antes
del ajusticiamiento de Heureaux, se le debían más de 15,000,000 de pesos,
teniendo ésta el control total de las aduanas. Por otra parte, ahogaban al
gobierno las deudas a los funcionarios públicos y a los prestamistas nacionales. El
recurso a la emisión de moneda inorgánica (las llamadas “papeletas de Lilís”) y la
concertación de un nuevo empréstito internacional, ahora con financistas europeos,
agravaban la situación. Para el año 1900, la República Dominicana “debía” a la empresa
norteamericana, y con ello a tenedores de bonos que esa compañía había vendido en Francia,
Bélgica, Alemania, Italia e Inglaterra, la suma de 23,957,078 dólares; en tanto que
la deuda interna ascendía a 10,126,628 dólares.
durante el siglo 19, los intentos de anexar la República Dominicana a los Estados
Unidos fueron el resultado del largo proceso de inestabilidad política y económica
del país a partir de su independencia de Haiti en febrero de 1844, luego de veintidó
años de ocupación haitiana. De algún modo u otro, la idea anexionista fue la culminación de la
búsqueda inicial de un “protectorado” con una nación europea para proteger el país de una serie
de invasiones haitianas que se inician el mismo año de su independencia. El arrendamiento o
cesión de la península y bahía de Samaná a una potencia naval extranjera, sería el denominador
común en esta Historia por conseguir un apoyo político, militar y económico exterior durante el r
esto del siglo 19.De 1801 a 1855, Santo Domingo fue invadido seis veces por los haitianos. A raíz
de la proclamación de la República de Haiti (1801), Toussaint Loverture invade la antigua colonia
española de Santo Domingo. En 1805, Jean-Jacques Dessalines invade la parte oriental de la isla,
entonces en manos de Francia, y comete una serie de iniquidades. En 1822, el presidente Jean-
Pierre Boyer invade la colonia de Santo Domingo, entonces recobrada por España, y la ocupa por
veintidós años hasta la proclamación de la República Dominicana (febrero, 1844).El primer
presidente constitucional dominicano, el general Pedro Santana, enfrentó exitosamente en marzo
de 1844 la invasión haitiana dirigida por el presidente Charles Hérard como consecuencia de la
independencia dominicana. En 1845, el presidente Jean-Louis Piérrot otorga patente de corso a
buques haitianos y extranjeros para perseguir navíos dominicanos, aunque no logró realizar la
invasión planeada. Santana, junto a los llamados “afrancesados”, estaba convencido que el país
para sobrevivir necesitaba la protección de una nación Europea. Trató así de conseguir sin éxito
un protectorado con Francia. Cuando
Obtuvo del gobierno francés un “Tratado de paz, amistad, comercio y navegación” (1848), el
autoproclamado emperador haitiano Faustin Soulouque se sintió amenazado y lanzó una masiva
invasión en marzo de 1849. El triunfo de Santana sobre esta quinta invasión haitiana incrementó
su prestigio.En 1853, Santana es de nuevo proclamado presidente. Ahora busca el reconocimiento
y protección de España. Al año siguiente, el presidente Estadounidense Franklin Pierce envía a
Santo Domingo un delegado para negociar un “Tratado de amistad, comercio y navegación” que
no llegó a materializarse. El gobierno español, temeroso de la entrada de Estados Unidos en la
geopolítica Antillana, se apresura a firmar un acuerdo similar. Mas Santana, conociendo las
intenciones norteamericanas, torna su mirada hacia Estados Unidos en busca de un acuerdo de
protección. En 1855, de nuevo Soulouque se siente amenazado por la probable presencia de estas
potencias esclavista en la isla y lanza una invasión que fue derrotada en dos sangrientas batallas
por las tropas del general Santana.Luego de una serie de conflictos y luchas internas, Santana
regresa al poder en 1858. A principios del año siguiente envía un delegado a negociar con España
un protectorado. En abril decide solicitar la reincorporación del país a España en
calidad de provincia, al igual que Cuba y Puerto Rico. A sabiendas del interés Norteamericano en
la bahía de Samana para establecer una base naval, el gobierno Español concreta la negociación y
en marzo de 1861 se proclama la Anexión a España. Sin embargo, el sentimiento nacionalista que
había cundido en la masa del pueblo dominicano provocó serios conflictos con la fuerza de
ocupación española y en poco tiempo surgen una serie de rebeliones en la región del Cibao. Grito
de Capotillo (agosto, 1863) dio inicio a la Guerra de Restauración, guerra
que luego de unos 107 combates, miles de muertos y la devastación del país, logró
expulsar las tropas españolas en el verano de 1865. No hay duda que el triunfo
dominicano sobre España fue, en gran medida, el acicate para que tres años
después se diera el Grito de Yara en Cuba y el Grito de Lares en Puerto Rico.de nuevo
independiente, en la República Dominicana se inicia hasta finales de siglo un período de luchas
políticas y revoluciones donde predomina el personalismo y el caudillismo heredado de la guerra
restauradora. Apenas dos años de la expulsión de España, bajo el gobierno de José María Cabral
llega a Santo Domingo el comisionado Frederick W. Seward interesado en negociar la bahía de
Samaná. Nada se concretó. Buenaventura Báez, hábil político que había ocupado la presidencia
entre los gobiernos de Santana, triunfa en una revuelta armada, iniciándose los llamados “Seis
años de Báez” (1868-1873), años que estarán caracterizados por el afán anexionista,
persecuciones políticas, asesinatos, censura y el desfalco de los fondos públicos.
El presidente Báez fue el principal protagonista en los intentos de anexar su país a
los Estados Unidos. Le propuso a William Seward, Secretario de Estado
Norteamericano, vender la bahía de Samaná por 1,000,000.00 de pesos oro y 100,000.00 en
armas. Seward evitó dar una respuesta categórica, a pesar de contar con la simpatia del
presidente Andrew Johnson. En 1869 los esfuerzos anexionistas de Báez vieron la oportunidad de
realizarse con el ascenso del general Ulises Grant a la presidencia de Estados Unidos y seguidor
de la Doctrina Monroe de “América para los americanos”. En poco tiempo, con la crítica crisis
económica y política que enfrentaba, Báez cambió la idea de vender la bahía de Samaná por la de
anexar el país. Grant endosó la idea y a mediados de año envió a Santo Domingo al general
general Orville E. Babcock con un borrador de acuerdo redactado por Hamilton Fish, secretario de
Estado. En su segundo viaje a Santo Domingo, Babcock logró que ae firmara el “Tratado celebrado
entre los Estados Unidos y la República
Dominicana para la incorporación de esta en aquella nación” por Manuel María Gautier, Ministro
de Relaciones Exteriores dominicano, y Raymond H. Perry, el agente comercial norteamericano. El
acuerdo establecía el pago inmediato de $100,000.00 en efectivo y 50,000.00 en armas. Además,
una llamada Convención establecía el arrendamiento de la península y bahía de Samaná en caso
que el Senado norteamericano no aprobara el Tratado. Cabe decir que en su viaje de regreso, el
general Babcock se detuvo en Samaná donde izó la bandera de Estados Unidos.
Años después, el general Ulises Heureaux (Lilis), dictador de 1887 a 1899, se
convirtió en el nuevo propulsor de la anexión a Estados Unidos. Con el apoyo del
presidente Benjamín Harrison, logró un Convenio de Reciprocidad comercial
(1891) entre ambos países, el cual tuvo la abierta oposición de los gobiernos de
Alemania, Inglaterra, Francia e Italia que velaban por sus intereses comerciales.
Lilis consiguió el firme apoyo de Estados Unidos y el problema se disipó. En
1892, Harrison también se esforzó en conseguir la bahía de Samaná, enviando al
comisionado Durham a Santo Domingo con un proyecto de contrato. Lilis, no
obstante, le dio largas al asunto por estar negociando otros empréstitos
internacionales donde dicha bahía podía servir de garantia.
Cuando ocurrió la Guerra Hispanoamericana (1898), el dictador dominicano
reconoció el poderío de Estados Unidos y pensando que el presidente William
McKinley estaría de acuerdo de arrendar a Samaná, le sugirió transmitir al cónsul
Grimke un descabellado plan: que su gobierno enviara a un agente confidencial
para negociar la cesión de Samaná, pero que antes la tomaran por la fuerza. Y para
que el pueblo aceptara el plan, decía necesitar $300,000.00 tan pronto la acción
ocurriera. La respuesta que recibió fue que el interés del gobierno norteamericano
era la terminación de un acuerdo similar al negociado por Harrison en 1892.
Agobiado por los problemas financieros y una fuerte oposición, Lilis hizo un
último esfuerzo para establecer una especie de protectorado con el nuevo
imperio continental. Entre otros puntos que establecían una mutua protección
estratégica, estaba dispuesto a ceder los puertos dominicanos en caso de guerra
de Estados Unidos con alguna potencia extranjera, aunque decía mantener la
integridad del territorio dominicano. El proyecto sometido al Departamento de
Estado fue categóricamente rechazado por el secretario Hay. A fin de cuentas, con
la ocupación de la bahía de Guantánamo por Estados Unidos a principios del
nuevo siglo, la bahía de Samaná pasó al olvido.
Los endeudamientos del país establecidos por Lilis con la Westendrop y Cía.
(1890) y San Domingo Improvement Company (1893), dieron paso a una
progresiva influencia norteamericana en las finanzas dominicanas que culminaría
en la ocupación militar de Estados Unidos de la República Dominicana (1916-
1924).

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