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Tarea: Compañías Financieras a República Dominicana, 1868-1896

Luego de consultar la fuente: Fundamento de Historia Social Dominicana. Redactar un análisis


de seis páginas sobre; las Compañías Samana Bay Company Westendorp dominicana y la
Improvemend dominicana. con este análisis usted determinara como estas empresas financieras
intervinieron en la vida económica de la República Dominicana, durante el periodo señalado.

La Guerra de Restauración y su técnica de guerra de guerrillas dejó al país

fragmentado con un sinnúmero de jefes locales que empezaron disputarse el poder.

La inestabilidad política fue tal que en el período que va de agosto de 1865 a

septiembre de 1880, o sea, en el lapso de unos 15 años, se produjeron más de 50

alzamientos y se sucedieron 19 gobiernos distintos: de cinco años y ocho meses

para el gobierno de Buenaventura Báez (mayo de 1868 a enero de 1874), al de

menos de un mes de Marcos A. Cabral (diciembre de 1876).

Las tendencias conservadora y liberal, cuyos centros geográficos se situaban en el

sur y el este para la primera y en el Cibao y Santo Domingo para la segunda,

enfrentaban a los madereros y hateros, que pretendían seguir buscando (a pesar de

la restauración) el apoyo de influencias extranjeras, con los tabaqueros e

intelectuales que luchaban por el afianzamiento de la autonomía.

Esta puja entre los conservadores y los liberales, cada uno gobernando con su

constitución, dio paso a la creación de los partidos Rojo y Azul (o Partido Nacional

Liberal). El primero tenía como líder absoluto a Buenaventura Báez, quien durante

la Guerra de Restauración había sido declarado “Mariscal de Campo” por el

Gobierno español. El segundo conformaba una agrupación menos compacta en la

que los hombres de la Restauración y de la Revolución de 1857 se encontraban

aliados a antiguos santanistas.

La centralización del liderazgo en torno a una única figura –Báez, que además era

reconocido en todo el país– otorgaba a los rojos superioridad estratégica frente a

los azules, los cuales adolecían de una autoridad fraccionada en numerosos líderes

regionales que no pocas veces rivalizaban entre sí.

Presencia norteamericana. A sólo dos años de la Restauración, en 1867, ya se

producían en el país tratativas secretas para arrendar o vender la bahía de Samaná


a los Estados Unidos. Esto le costó la presidencia al General José María Cabral,

pero su sucesor, Buenaventura Báez, a cambio de poder amasar fortuna y poder

personales, también dedicaría toda su astucia a intentar enajenar y anexionar el

país a la nación norteamericana. El 29 de noviembre de 1869 se firmó un tratado

de anexión que no llegó a ser ratificado por el Senado de los Estados Unidos,

quedando por lo tanto sin efecto, gracias a la oposición de los dominicanos exiliados y, en
particular, a la de varios senadores norteamericanos (entre ellos,

Charles Sumner).

No dejándose amilanar por este fracaso, Báez acordó entonces el arrendamiento

de la bahía de Samaná a una compañía norteamericana, nombrada para el efecto

como Samaná Bay Company, y cuya principal cabeza era el inversionista

aventurero Joseph Fabens. La compañía tendría durante 99 años todos los

privilegios que se habían concedido en un principio al Gobierno norteamericano:

potestad para nombrar a las autoridades ejecutivas, legislativas y judiciales en el

territorio de Samaná, así como la propiedad, por cada milla de ferrocarril o canal

que construyera, de una milla cuadrada de los terrenos del Estado aledaños a esas

vías. Firmado el 28 de diciembre de 1872 y ratificado el 19 de febrero del año

siguiente por el Senado de la República, el mismo fue rescindido poco tiempo

después (en 1874) por el Gobierno dominicano, bajo la presidencia de Ignacio

María González (quien había derrocado a Báez), que aprovechó el retraso de la

compañía en el pago al país de la cuota anual correspondiente.

Posteriormente, en la década de 1890, el gobierno de Ulises Heureaux, Lilís ,

propondría a los Estados Unidos el arrendamiento de la bahía y península de

Samaná a cambio de ayuda económica y protección militar para la defensa de

cualquier amenaza externa.

Empréstito Hartmont. Mientras se negociaba la anexión a la potencia americana,

Báez contrajo a nombre de la República Dominicana, en 1869, un empréstito de

420,000 libras esterlinas (cerca de 2,000,000 de dólares) a un 6% de interés anual

por un plazo de 25 años. Esto significó la inmediata hipoteca a favor de Edward

Hartmont –el financiero que facilitó el préstamo– de los ingresos aduanales, los

bienes nacionales, las minas de carbón, los bosques del Estado, y los depósitos de
guano de la isla Alta Vela. En realidad, el Gobierno dominicano sólo recibió una

parte del préstamo acordado, aparte de que Hartmont autorizó a un banco inglés a

emitir bonos sobre la deuda por un valor superior en 337,700 libras al monto

consignado en el contrato.

Empréstito de la Westendorp y Cía. En octubre de 1888, al final del segundo

período de presidencia del general Ulises Heureaux, el gobierno dominicano

contrajo una deuda de 770,000 libras esterlinas al 6% de interés anual por 30 años.

El acreedor, la Westendorp y Cía., tenía derecho a cobrar hasta un 30% de los

ingresos aduanales, para lo cual nombró en el país varios agentes fiscales

encargados de retener en las aduanas el dinero correspondiente y entregar el resto

a las autoridades dominicanas.

Mediante este préstamo se pagaron 142,860 libras esterlinas reclamadas por la

firma Hartmont, se saldó parte de la deuda interna que tenía el gobierno con los

servidores públicos y los prestamistas locales, y se engrasó la maquinaria política

que mantenía a Ulises Heureaux en el poder con la compra de lealtades,

armamentos, uniformes para el ejército y la adquisición y construcción de barcos

de guerra.

Poco tiempo después, en 1890, Heureaux obtuvo otro préstamo con la Westendorp

y Cía. por valor de 900,000 libras esterlinas, al 6% anual y por 50 años. Presentó

como justificación la construcción de una vía de ferrocarril entre Santiago y Puerto

Plata, aunque en realidad buena parte del dinero fue destinado al soborno y al pago

de prebendas políticas.

El contrabando generalizado auspiciado por el propio Gobierno como forma de

evadir el pago a los agentes aduanales de la Westendorp hizo caer en la quiebra a

dicha compañía en 1893, que prefirió entonces aprovechar las negociaciones en

torno al arrendamiento de la bahía y península de Samaná a los Estados Unidos

para vender sus acreencias en la República Dominicana a capitalistas

norteamericanos. Éstos se constituyeron en la Santo Domingo Improvement

Company, y entre sus inversionistas principales se encontraban un secretario de

Estado y otros funcionarios del gobierno estadounidense.

Santo Domingo Improvement Company. Una vez constituida esta compañía, el


Gobierno dominicano requirió dos nuevos préstamos por valor de 1,250,000

dólares y 2,035,000 libras esterlinas, con lo que el monto total que adeudaba la

República Dominicana ascendía en 1893 a 17 millones de pesos.

La Santo Domingo Improvement Company quedó en completo dominio de las

aduanas nacionales, y ello catapultó la influencia norteamericana en el país a

niveles nunca antes alcanzados, ya que, además, el transporte marítimo entre Santo

Domingo y Nueva York estaba monopolizado por la Línea de Vapores Clyde, de

capital estadounidense, y una gran parte de la industria azucarera de inversión

extranjera que había empezado a fomentarse durante el gobierno de Ignacio María

González de 1874 se encontraba en manos también norteamericanas.

El conato de oposición a los intereses norteamericanos –organizado por las

potencias europeas y el candidato presidencial opositor al general Heureaux,

Generoso de Marchena– terminó con el apresamiento y fusilamiento de De

Marchena y la salida del país del Banco Nacional de Santo Domingo (1893), centro

financiero que desde los días de la Westendorp agrupaba los valores europeos.

Se tomaron otros préstamos secretos y fraudulentos en contubernio con los

directores de la Santo Domingo Improvement Company. En 1898, un año antes

del ajusticiamiento de Heureaux, se le debían más de 15,000,000 de pesos,

teniendo ésta el control total de las aduanas. Por otra parte, ahogaban al gobierno

las deudas a los funcionarios públicos y a los prestamistas nacionales. El recurso a

la emisión de moneda inorgánica (las llamadas “papeletas de Lilís”) y la

concertación de un nuevo empréstito internacional, ahora con financistas europeos,

agravaban la situación.

Para el año 1900, la República Dominicana “debía” a la empresa norteamericana,

y con ello a tenedores de bonos que esa compañía había vendido en Francia,

Bélgica, Alemania, Italia e Inglaterra, la suma de 23,957,078 dólares; en tanto que

la deuda interna ascendía a 10,126,628 dólares.

Durante el siglo 19, los intentos de anexar la República Dominicana a los Estados

Unidos fueron el resultado del largo proceso de inestabilidad política y económica

del país a partir de su independencia de Haití en febrero de 1844, luego de veintidós


años de ocupación haitiana. De algún modo u otro, la idea anexionista fue la

culminación de la búsqueda inicial de un “protectorado” con una nación europea

para proteger el país de una serie de invasiones haitianas que se inician el mismo

año de su independencia. El arrendamiento o cesión de la península y bahía de

Samaná a una potencia naval extranjera, sería el denominador común en esta

historia por conseguir un apoyo político, militar y económico exterior durante el

resto del siglo 19.

De 1801 a 1855, Santo Domingo fue invadido seis veces por los haitianos. A raíz

de la proclamación de la República de Haití (1801), Toussaint Loverture invade la

antigua colonia española de Santo Domingo. En 1805, Jean-Jacques Dessalines

invade la parte oriental de la isla, entonces en manos de Francia, y comete una

serie de iniquidades. En 1822, el presidente Jean-Pierre Boyer invade la colonia de

Santo Domingo, entonces recobrada por España, y la ocupa por veintidós años

hasta la proclamación de la República Dominicana (febrero, 1844).

El primer presidente constitucional dominicano, el general Pedro Santana, enfrentó

exitosamente en marzo de 1844 la invasión haitiana dirigida por el presidente

Charles Hérard como consecuencia de la independencia dominicana. En 1845, el

presidente Jean-Louis Piérrot otorga patente de corso a buques haitianos y

extranjeros para perseguir navíos dominicanos, aunque no logró realizar la

invasión planeada. Santana, junto a los llamados “afrancesados”, estaba

convencido que el país para sobrevivir necesitaba la protección de una nación

europea. Trató así de conseguir sin éxito un protectorado con Francia. Cuando

obtuvo del gobierno francés un “Tratado de paz, amistad, comercio y navegación”

(1848), el autoproclamado emperador haitiano Faustin Soulouque se sintió

amenazado y lanzó una masiva invasión en marzo de 1849. El triunfo de Santana

sobre esta quinta invasión haitiana incrementó su prestigio.

En 1853, Santana es de nuevo proclamado presidente. Ahora busca el

reconocimiento y protección de España. Al año siguiente, el presidente

estadounidense Franklin Pierce envía a Santo Domingo un delegado para negociar

un “Tratado de amistad, comercio y navegación” que no llegó a materializarse. El


gobierno español, temeroso de la entrada de Estados Unidos en la geopolítica

antillana, se apresura a firmar un acuerdo similar. Mas Santana, conociendo las

intenciones norteamericanas, torna su mirada hacia Estados Unidos en busca de un

acuerdo de protección. En 1855, de nuevo Soulouque se siente amenazado por la

probable presencia de estas potencias esclavista en la isla y lanza una invasión que

fue derrotada en dos sangrientas batallas por las tropas del general Santana.

Luego de una serie de conflictos y luchas internas, Santana regresa al poder en

1858. A principios del año siguiente envía un delegado a negociar con España un

protectorado. En abril decide solicitar la reincorporación del país a España en

calidad de provincia, al igual que Cuba y Puerto Rico. A sabiendas del interés

norteamericano en la bahía de Samana para establecer una base naval, el gobierno

español concreta la negociación y en marzo de 1861 se proclama la Anexión a

España. Sin embargo, el sentimiento nacionalista que había cundido en la masa del

pueblo dominicano provocó serios conflictos con la fuerza de ocupación española

y en poco tiempo surgen una serie de rebeliones en la región del Cibao. El llamado

Grito de Capotillo (agosto, 1863) dio inicio a la Guerra de Restauración, guerra

que luego de unos 107 combates, miles de muertos y la devastación del país, logró

expulsar las tropas españolas en el verano de 1865. No hay duda que el triunfo

dominicano sobre España fue, en gran medida, el acicate para que tres años

después se diera el Grito de Yara en Cuba y el Grito de Lares en Puerto Rico.

De nuevo independiente, en la República Dominicana se inicia hasta finales de

siglo un período de luchas políticas y revoluciones donde predomina el

personalismo y el caudillismo heredado de la guerra restauradora. Apenas dos años

de la expulsión de España, bajo el gobierno de José María Cabral llega a Santo

Domingo el comisionado Frederick W. Seward interesado en negociar la bahía de

Samaná. Nada se concretó. Buenaventura Báez, hábil político que había ocupado

la presidencia entre los gobiernos de Santana, triunfa en una revuelta armada,

iniciándose los llamados “Seis años de Báez” (1868-1873), años que estarán

caracterizados por el afán anexionista, persecuciones políticas, asesinatos, censura

y el desfalco de los fondos públicos.

El presidente Báez fue el principal protagonista en los intentos de anexar su país a


los Estados Unidos. Le propuso a William Seward, Secretario de Estado

norteamericano, vender la bahía de Samaná por 1,000,000.00 de pesos oro y

100,000.00 en armas. Seward evitó dar una respuesta categórica, a pesar de contar

con la simpatía del presidente Andrew Johnson. En 1869 los esfuerzos anexionistas

de Báez vieron la oportunidad de realizarse con el ascenso del general Ulises Grant

a la presidencia de Estados Unidos y seguidor de la Doctrina Monroe de “América

para los americanos”. En poco tiempo, con la crítica crisis económica y política

que enfrentaba, Báez cambió la idea de vender la bahía de Samaná por la de anexar

el país. Grant endosó la idea y a mediados de año envió a Santo Domingo al general

Orville E. Babcock con un borrador de acuerdo redactado por Hamilton Fish,

Secretario de Estado. En su segundo viaje a Santo Domingo, Babcock logró que

se firmara el “Tratado celebrado entre los Estados Unidos y la República

Dominicana para la incorporación de esta en aquella nación” por Manuel María

Gautier, Ministro de Relaciones Exteriores dominicano, y Raymond H. Perry, el

agente comercial norteamericano. El acuerdo establecía el pago inmediato de

$100,000.00 en efectivo y 50,000.00 en armas. Además, una llamada Convención

establecía el arrendamiento de la península y bahía de Samaná en caso que el

Senado norteamericano no aprobara el Tratado. Cabe decir que en su viaje de

regreso, el general Babcock se detuvo en Samaná donde izó la bandera de Estados

Unidos.

Tan pronto el acuerdo Gautier-Perry trascendió públicamente, la oposición en

Washington no se hizo esperar. De manera similar reaccionaron los dominicanos

exilados en Curazao, San Thomas y Puerto Rico. Previendo una invasión de Haití,

donde el presidente Nissage-Saget se oponía al acuerdo, Báez solicitó y obtuvo

que la marina de guerra norteamericano patrullara las aguas dominicanas. En

febrero de 1870, Báez convocó a un plebiscito para obtener la opinión sobre la

anexión, según se había establecido. El amañado plebiscito resultó en 15,695 votos

a favor de la anexión y 11 en contra.

Cuando el proyecto de anexión fue presentado en el Senado norteamericano, éste

acordó con el presidente Grant enviar una Comisión investigadora a Santo


Domingo para verificar el deseo de la población y evaluar los resultados

económicos de la incorporación. La Comisión, que se cree estaba influenciada por

Grant, fue favorable a la anexión. En julio de 1871, luego de un acalorado proceso

en el Senado, el proyecto no logró las dos terceras partes de los votos para ser

aprobado. Gracias a la tenaz oposición sostenida por un grupo de senadores

liderados por Charles Sumner, destacado orador y decidido antiesclavista, la

votación quedó empatada con 28 votos en contra y 28 votos a favor.

Fracasado el proyecto de anexión, Báez promovió negociaciones para arrendar la

consabida bahía a la “Samaná Bay Company”, compañía formada por varios

capitalistas norteamericanos. El contrato por un término de 99 años se firmó en

diciembre de 1872. Pero la crítica situación política y económica del país

desembocó en una revolución encabezada por Ignacio María González, quien

como nuevo presidente rescindió el contrato en 1874.

Años después, el general Ulises Heureaux (Lilis), dictador de 1887 a 1899, se

convirtió en el nuevo propulsor de la anexión a Estados Unidos. Con el apoyo del

presidente Benjamín Harrison, logró un Convenio de Reciprocidad comercial

(1891) entre ambos países, el cual tuvo la abierta oposición de los gobiernos de

Alemania, Inglaterra, Francia e Italia que velaban por sus intereses comerciales.

Lilis consiguió el firme apoyo de Estados Unidos y el problema se disipó. En 1892,

Harrison también se esforzó en conseguir la bahía de Samaná, enviando al

comisionado Durham a Santo Domingo con un proyecto de contrato. Lilis, no

obstante, le dio largas al asunto por estar negociando otros empréstitos

internacionales donde dicha bahía podía servir de garantía.

Cuando ocurrió la Guerra Hispanoamericana (1898), el dictador dominicano

reconoció el poderío de Estados Unidos y pensando que el presidente William

McKinley estaría de acuerdo de arrendar a Samaná, le sugirió transmitir al cónsul

Grimke un descabellado plan: que su gobierno enviara a un agente confidencial

para negociar la cesión de Samaná, pero que antes la tomaran por la fuerza. Y para

que el pueblo aceptara el plan, decía necesitar $300,000.00 tan pronto la acción

ocurriera. La respuesta que recibió fue que el interés del gobierno norteamericano

era la terminación de un acuerdo similar al negociado por Harrison en 1892.


Agobiado por los problemas financieros y una fuerte oposición, Lilis hizo un

último esfuerzo para establecer una especie de protectorado con el nuevo imperio

continental. Entre otros puntos que establecían una mutua protección estratégica,

estaba dispuesto a ceder los puertos dominicanos en caso de guerra de Estados

Unidos con alguna potencia extranjera, aunque decía mantener la integridad del

territorio dominicano. El proyecto sometido al Departamento de Estado fue

categóricamente rechazado por el secretario Hay. A fin de cuentas, con la

ocupación de la bahía de Guantánamo por Estados Unidos a principios del nuevo

siglo, la bahía de Samaná pasó al olvido.

Los endeudamientos del país establecidos por Lilis con la Westendrop y Cía.

(1890) y San Domingo Improvement Company (1893), dieron paso a una

progresiva influencia norteamericana en las finanzas dominicanas que culminaría

en la ocupación militar de Estados Unidos de la República Dominicana (1916-

1924).

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