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Licenciatura en Derecho.

Teoría General del Estado.


Unidad 1.

Los Fundamentos de la Teoría Política.

Introducción

Todo estudio debe seguir un método, el cual está definido de acuerdo al objeto que se
pretende analizar. El estudio del Estado comienza con la delimitación de su amplio marco de
análisis y de las disciplinas que se ocupan de su estudio, mismas que de igual forma se
encuentran en el apartado de las ciencias sociales.

El Estado es una institución de las ciencias sociales, a este grupo de ciencias, pertenecen el
derecho y la política, las cuales son las dos fuentes doctrinarias del Estado, por una parte,
como una institución que da fundamento a los sistemas jurídicos contemporáneos (derecho)
y, por otra, la forma de organización política de la población (política).

En esta unidad revisaremos los principales elementos teóricos para entender al Estado como
objeto del conocimiento, naturaleza, manifestaciones, características en diversos grados. De
esta forma, con base en la teoría política y en sus distintos métodos para la obtención del
conocimiento político, dilucidaremos el nombre y las diversas concepciones del fenómeno
Estado, así como sus vínculos con la ciencia del derecho.

Será necesario, entonces, realizar nuestro análisis de la ciencia política bajo la idea de ser el
arte de gobernar y con ello la necesidad de la institución del Estado como mecanismo de
desarrollo de esta actividad.

Es por esto que el estudio de esta unidad representa una base doctrinaria en la formación
de los estudiantes de la Licenciatura en Derecho, ya que una de sus actividades profesionales
está encaminada al análisis de los fenómenos en sociedad a través del marco normativo
establecido por el Estado, y a su posterior regulación, con el fin de establecer reglas de orden
para una vida social en armonía.

Temario
Unidad 1. Los fundamentos de la teoría política

1.1. El Estado como objeto de conocimiento


1.1.1. La realidad del Estado y el conocimiento del Estado
1.1.2. El conocimiento: su naturaleza, sus manifestaciones, sus diversos grados
1.1.3. El conocimiento aplicado al Estado
1.1.4. Características de todo conocimiento científico del Estado
1.1.5. Problemas esenciales que plantea
1.2. Las disciplinas que se ocupan del estudio del Estado
1.2.1. La política y la teoría política
1.2.2. Unidad de la teoría política y multiplicidad de las ciencias políticas
1.2.3. Las disciplinas políticas fundamentales, especiales y auxiliares
1.2.4. La política aplicada
1.2.5. La política y lo político
1.3. Funciones de la teoría política
1.3.1. Función de la teoría política
1.3.2. Criterios para apreciar la validez de las afirmaciones de la teoría política
1.3.3. La teoría política dogmática y la teoría política crítica
1.3.4. Crisis y reconstrucción de una auténtica teoría política
1.4. El método en el conocimiento político
1.4.1. Planteamiento e importancia del problema del método en el conocimiento político
1.4.2. Las características peculiares de la metodología política
1.4.3. Supuestos en que ha de basarse la metodología política
1.4.4. Pluralidad de métodos en el conocimiento político y unidad de la realidad
1.4.5. Métodos propios de la teoría política
1.5. Nombre y concepto de Estado
1.5.1. Los nombres de la comunidad política a lo largo de la historia
1.5.2. Los diversos significados de la palabra Estado
1.5.3. Del nombre del Estado al concepto del Estado
1.5.4. Concepto social y concepto jurídico del Estado
1.5.5. Definición nominal y conceptual del Estado
1.6. Diversas concepciones del Estado
1.6.1. Distintos puntos de vista desde los cuales puede considerarse al Estado
1.6.2. Concepciones predominantemente objetivas del Estado
1.6.3. Concepciones predominantemente subjetivas del Estado
1.6.4. Concepciones jurídicas del Estado
1.7. Estado y derecho
1.7.1. El Estado y el derecho: el problema de sus mutuas relacione
1.7.2. Soluciones al problema: posiciones contemporáneas
1.7.3. El poder y el derecho en la concepción institucional del Estado
1.7.4. El Estado de derecho: fórmulas de conciliación e integración

El Estado como objeto de conocimiento


Reflexión:
¿Qué es el Estado? ¿Cuál es su forma? ¿Para qué existe? ¿Dónde se encuentra?
Son las interrogantes naturales que deben surgir al introducirnos en esta materia. Plantear
las respuestas, lleva implícito un interés que debe internarnos a disciplinas determinadas
dentro de la ciencia política y el derecho.
Satisfacer nuestra curiosidad exige indagar en la teoría política (¿qué es el Estado?), en el
Derecho (¿para qué existe el Estado?), ya que es evidente que el hombre tiene que obedecer
la ley intentando conservar su libertad.

Al enunciar al Estado nos damos cuenta de que existe algo en la realidad a lo que se ajusta
esa denominación, es decir, sentimos la presencia del Estado como algo que se encuentra en
nuestra vida social en actividades como las señaladas enseguida:
a) Expedición de ordenamientos jurídicos para regular la vida social del hombre.
b) Prestación de servicios públicos a la sociedad: educación, salud, vivienda, alumbrado,
limpia, policía, justicia, etcétera.
c) Renovación de funcionarios de la administración pública (federal, estatal y municipal).
d) Visitas de jefes de Estado y de gobierno, nacionales o extranjeros.
e) Regulación de la vida pública y privada de los ciudadanos, mediante el pago de impuestos,
requisitos legales para votar y ser votado en cargos de elección popular, expedición de
licencias y permisos para ejercer una determinada profesión, contraer matrimonio, suscribir
contratos, etcétera.
Por lo anterior, la delimitación de la realidad y el conocimiento del Estado implican tener
presente la diferenciación de los universos público y privado, pues el Estado va a regular y
estar presente en ambos ámbitos.
Nota jurídica: De hecho, la diferencia original entre público y privado es afirmada por
supremacía del primero sobre el segundo, como lo prueba uno de los principios
fundamentales que establece que el derecho público no puede ser modificado por pactos
entre privados, o una convención entre privados no deroga el derecho público.

Así, "lo público" alude a lo que es de interés o utilidad común a todos, lo que atañe al
colectivo, lo que concierne a la comunidad, en oposición a "lo privado", entendido como
aquello que se refiere a la utilidad e interés individual (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 4-5).

Bien, esto lo sabemos gracias a la construcción del conocimiento acerca del Estado como
objeto de estudio, pero ¿qué es conocimiento? Veamos un poco acerca de dicho concepto,
para después revisar las clases de conocimiento que tiene el Estado. Cruz, Ochoa y Robles,
señalan que:
Cruz, Ochoa y Robles
El conocimiento es un proceso histórico-social sin el cual el ser humano no podría apropiarse
de la naturaleza, interpretarla y transformarla" (2007: 6).
demás…
Conocimiento
Proviene del griego gnosis, que significa tratado o teoría de conocimiento, a su vez, conocer
es averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales, la naturaleza, cualidades y
relaciones de las cosas. El ser humano, en su relación con la naturaleza y gracias a su
práctica histórico-social, se apropia de ella de diferentes formas" (2007: 6).

Es así que del Estado podemos tener diversas clases de conocimientos: vulgar, de
divulgación, científico y filosófico. En el caso de nuestra materia, nos interesa adoptar el
conocimiento científico, que “se caracteriza por buscar la verdad que se pueda comprobar y
alcanzar en un tiempo y lugar determinados, de acuerdo con una metodología disponible y
confiable, pero aceptando que dicha verdad pueda ser superada, complementada y corregida
cuando se tengan otras experiencias o mejores técnicas metodológicas de investigación”
(Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 12).

¡Importante! El conocimiento científico del Estado plantea diversos problemas para


comprender su estructura: su naturaleza, su organización y funcionamiento, su función
social, su justificación y su finalidad.

Las disciplinas que se ocupan del estudio del Estado.


Para entender al Estado desde un punto de vista del conocimiento científico, existen varias
disciplinas que se encargan de estudiarlo y a continuación nos referiremos a ellas.
La política ha existido siempre porque donde existen los hombres existe la sociedad y donde
existe una sociedad resulta indispensable que exista una organización, fruto de ella misma,
de decisiones vinculantes. De ahí que Aristóteles conceptualizara al hombre como un
zoonpolitikón ("animal político") y con ello expresara la concepción griega de la vida, es decir,
la manera como calificaba al ciudadano griego de esa época que vivía en sociedad, una
concepción que hacía de la polis la unidad constitutiva y la dimensión completa de la
existencia humana.
Así, debe señalarse que la política se encuentra en todos los ámbitos de la vida económica,
social y cultural, en el dominio de lo público y de lo privado, que entraña enfrentamiento y
colaboración entre los individuos por la adquisición del poder, además de que refleja la
estructura de la sociedad. En este sentido, podemos decir que la ciencia política es:
“la disciplina que estudia, mediante un método científico, los fenómenos referidos al poder
político, al Estado y a las relaciones que se establecen entre éste y la sociedad, así como a las
formas de organización y representaciones políticas” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 20).

La ciencia política, para su mejor estudio análisis y reflexión de los fenómenos políticos, se
divide en ramas y sub-ramas de disciplinas políticas fundamentales, especiales y auxiliares.
Fundamentales: Estudian diversos aspectos de los hechos políticos. Son Filosofía política,
Historia política y ciencia política.
Especiales:
Se ocupan de aspectos parciales del Estado. Algunas forman parte de la teoría del Estado
como la teoría de las formas de gobierno o la teoría de la Constitución.
Otras estudian algunos componentes del Estado como el Derecho político, la economía
política, la sociología política, o la pedagogía política.
Auxiliares:
Estudian algunos de los elementos integrantes del Estado.
La población: ciencias como la sociología, etnografía o estadística.
El territorio: ciencias como la geografía o la geología.
El orden jurídico: ciencias como el derecho, la filosofía o la ética.

La política aplicada se refiere a los puntos de vista adoptados por el Estado frente a los
diversos problemas sociales que enfrenta y que implican la adopción de determinadas
decisiones. Así, puede hablarse de política económica, política social, política internacional,
políticas públicas, etcétera.

¡Importante!
En un concepto amplio, la política y lo político se vinculan a todo tipo de poder organizado,
en donde las actividades humanas están perfectamente delimitadas de mando y obediencia,
de autoridad y de consentimiento, etcétera. Lo político nos remite a los conflictos emanados
del sistema de diferencias inherentes a una sociedad, y la política denota el sistema
institucional que se produce en cada orden social para controlar los conflictos, así como las
acciones cuyo sentido depende o remite a dicho sistema.

Funciones de la teoría política


Nos preguntamos entonces, ¿para qué sirve la teoría política? ¿Qué aplicación tiene en el
estudio del Estado?
Al igual que otras disciplinas sociales, la teoría política ha tenido un desarrollo histórico y
como disciplina tiene sus orígenes en el mundo antiguo clásico y un amplio desarrollo
durante el siglo XIX, en el que el pensamiento y la reflexión teórica se caracterizaban por el
descubrimiento de conceptos éticos y su aplicación en las relaciones sociales y prácticas
políticas. La teoría política se identifica, desde los comienzos de su elaboración sistemática,
con un tipo de reflexión sobre lo político marcada predominantemente por las teorías
empíricas, históricas y normativas.
Para apreciar la validez de las afirmaciones de la teoría política, debemos reconocer que no
todo conocimiento puede considerarse científico, sino sólo el que reúne los requisitos
siguientes: objetivo, analítico, claro y preciso, verificable, metódico, sistemático y explicativo.
Así, podemos decir que una teoría política tendría que ser una reflexión congruente, lógica y
sistemática que busca la explicación, comprensión y descripción de la realidad política a
través de un conjunto de proposiciones relacionadas entre sí y que conformen una red
conceptual coherente.

El método en el conocimiento político


Al decir que la teoría política es una reflexión congruente lógica y sistemática, es inevitable
remitirnos al concepto de metodología. Y al hablar de metodología, algunos científicos de las
ciencias naturales y sociales hacen referencia a la aplicación del método, y utilizan ambos
términos en forma sinónima. Sin embargo, el método constituye el objeto de estudio de la
metodología, y una rama de ésta es la metodología política.
Definamos
Entendemos al método como una sucesión de pasos encaminados y ligados entre sí que
buscan un fin determinado. Y el método científico “es la actividad científica deliberada y
reflexiva para conseguir el conocimiento de la naturaleza y de la sociedad” (Cruz, Ochoa y
Robles, 2007: 38).
El método científico está compuesto por los siguientes componentes del proceso de forma
general:
Planteamiento del problema-
construcción de un modelo teórico –
deducción de consecuencias particulares –
prueba de hipótesis –
introducción de las conclusiones en la teoría.

La metodología puede comprenderse como la ciencia del método, que hace un estudio crítico
del mismo. Así, la metodología política puede definirse como “una disciplina social que
estudia la aplicación de los métodos de conocimiento a los diferentes ámbitos de la política,
o también que es una rama o derivación de la metodología en general (estudio de los métodos),
cuyo campo de aplicación se restringe a la política” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 42).
Entonces, la metodología política, al tener características muy particulares, se basa en tres
supuestos, según Héctor González Uribe (1992: 110):

Metafísico: Implica una investigación tendiente a localizar al Estado en el mundo del ser.
Gnoseológico: Busca el modo de conocimiento que mejor se adapte a la realidad estatal.
Lógico: Tratan de ubicar el conocimiento político en el dominio de las ciencias.

Existen múltiples métodos que la ciencia política utiliza para analizar su objeto de estudio.
Tantos métodos como profundas diferencias existen entre los politólogos para analizar los
fenómenos políticos. Derivado de esto, la ciencia política se auxilia de diversos métodos, entre
los que destacan: la teoría normativa, el institucionalismo, el conductismo, la elección
racional, el feminismo y el análisis de discurso.

Nombre y concepto de Estado


Siendo el Estado el concepto en el que centra su estudio la ciencia política, es tiempo de
referirnos a él y comenzaremos por definirlo.
El concepto Estado ha tenido una evolución y transformación a lo largo de la historia y para
entenderlo y configurarlo como lo entendemos actualmente, es necesario revisar los nombres
que ha tenido y que recogen Cruz, Ochoa y Robles (2007: 52-53):
Societas, gens, tribu. Modo asiático de producción comunal social. Se usó en el mundo
antiguo (Mesopotamia, Persia, Egipto, China y Mesoamérica).
Polis o ciudad-estado to–koinón o comunidad. Esta acepción pertenece a la Grecia clásica
(Esparta y Atenas, 480-404 a. C.)
Civitas, Regnum (reino), Res publica, Imperium. Conceptos usados desde el Imperio Romano
de Occidente (753 a. C.-476 d. C.) hasta el Imperio Romano de Oriente (476 d. C.-1453).
Land (Tierra), Status rei publicae, Status publicus, Imperium, República, Commonwealth.
Conceptos usados durante la Edad Moderna (1453-Revolución francesa de 1789).
Estado, Estado-nación, Estado multinacional, país, pueblo, potencias, sociedad, aldea
global, sistema-mundo, estado multicultural. Conceptos surgidos en la Edad Contemporánea
(desde 1789 hasta nuestros días).

Los mismos autores indican que, etimológicamente, “Estado deriva de status, que era la
palabra empleada en Roma para caracterizar la situación jurídica en que se encontraba una
persona; así era el conjunto de sus derechos y obligaciones, ya sea respecto a la ciudad
política (status civitatis), a la libertad (status libertatis), o a su familia (status familiae)” (Cruz,
Ochoa y Robles, 2007: 57).
Sin embargo, un significado más preciso de la palabra estatus o Estado sólo comienza a
perfilarse cuando se emplea para designar así a la organización política de la sociedad, es
decir, la manera de ser o estar constituida. La naturaleza del Estado se puede estudiar en
dos aspectos: formal y material.
Material: el aspecto material del Estado se refiere a su contenido, a los datos reales, que es
una esencia.
Formal: el aspecto formal se refiere a su estructura y a sus componentes, que es la
universalidad.
¡Importante!
El concepto social del Estado tiene que ver con la suma de las relaciones sociales que se dan
entre los hombres, que lo conciben como una creación humana eminentemente social y que
existen junto al hombre.
El concepto jurídico se establece cuanto el Estado se somete o autolimita al sistema jurídico
que le da estructura, funciones y limitaciones, a la vez que se convierte en sujeto de derechos
y obligaciones.
Una definición nominal del Estado es aquella que describe sus notas y características
esenciales. Por ello, el Estado es definido por Héctor González Uribe de acuerdo con cada uno
de sus elementos (1992: 162):
 Una sociedad humana.
 Establecida permanentemente en un territorio.
 Regida por un poder soberano.
 Que se rige con un ordenamiento jurídico.
 Tiene por objeto realizar los valores individuales y sociales de la persona humana,
también conocidos como bien público tempo.

Por otra parte, siguiendo al autor español Adolfo Posada (citado por Cruz, Ochoa y Robles,
2007: 61-62), distinguimos dos clases de elementos del Estado:
Elementos externos y visibles, constituidos como entidad a saber:
 Territorio
 Población
 Gobierno.

Elementos internos e invisibles –espirituales e íntimos–, de fondo esenciales:


 Relación de obediencia o de acomodamiento.
 La norma en que ha de producirse dicha relación.
 El contenido vital impulsor de la relación y de su norma.

Diversas concepciones del Estado


Vemos entonces que son múltiples las maneras de concebir al Estado. Y por ello el teórico
alemán Georg Jellinek establece que los puntos de vista desde los cuales se puede considerar
al Estado son el objetivo o exterior, el subjetivo o psíquico y el jurídico, los cuales no son
opuestos entre sí, sino que se complementan y aclaran, y tienden a darnos una visión
científica completa del Estado (2000: 159-161). Veamos más de ello en el siguiente recurso.

La concepción objetiva del Estado lo considera como una realidad, un ser exterior que
existe en forma objetiva, un conjunto de relaciones y acciones sociales que se desenvuelven
en un tiempo y lugar determinados.
La concepción subjetiva del Estado concibe a éste como un organismo ético-espiritual (un
todo orgánico dotado de una vida espacial y con funciones múltiples y variadas) o como una
unidad colectiva o de hombres asociados.
Las concepciones jurídicas del Estado entienden a éste como objeto de Derecho (el Estado
es una cosa que puede ser objeto de disposición o apropiación), como una relación jurídica
(relación de dominación entre gobernantes y gobernados) o como sujeto de Derecho (el ser
sujeto de derechos y de obligaciones derivados de un ordenamiento jurídico).

Estado y derecho
Al referirnos a la mencionada concepción jurídica del Estado, debemos establecer las
relaciones que se dan entre Estado y derecho, que son conceptos conjugados y que no pueden
concebirse el uno separado del otro. Dicha conexión se acentúa aún más con la aparición del
Estado moderno en cuanto institución que monopoliza el uso legítimo de la fuerza física.
Así, muchos estudiosos de la filosofía política y de la filosofía del derecho han planteado las
relaciones que se dan entre derecho y Estado. Edgar Bodenheimer (1979: 70-75) menciona
tres tipos de teorías:
 Teorías que dicen que el Estado se encuentra por encima del derecho y es superior a
él. Su principal exponente es John Austin, quien afirmaba que el derecho no es otra
cosa sino el mandato del soberano.
 Teorías que tratan de establecer y demostrar la superioridad del derecho sobre el poder
del Estado. Sus principales exponentes son Grocio, Pufendorf, Locke y Wolf, quienes
opinaban que existen normas eternas de derecho y justicia, siendo éstas superiores a
los gobernantes de los Estados y obligatorias para ellos.
 Teorías que niegan la validez del antagonismo entre soberanía del Estado y soberanía
del Derecho. Sus máximos desarrolladores son Vinogradoff, Bentley y Hans Kelsen.
Este último opinaba que derecho y Estado son idénticos, ya que todo acto de Estado
es un acto jurídico a la vez que toda definición del Estado es una definición del derecho.

La relación entre derecho y Estado implica referirse a las relaciones entre derecho y poder.
El fenómeno del poder, al ser universal, y analizado por la experiencia histórica, ha sido un
concepto clave tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales, entre ellas la
ciencia política y el derecho.
Una de las formas de poder es el poder político, que detenta los medios de coacción física.
La posibilidad de que el poder político recurra a la fuerza o a la violencia y sea un elemento
distinto respecto de otras formas de poderes (económico, ideológico, etcétera), no quiere decir
que el poder político se resuelva en el uso de la fuerza, pues ejercerlo de esa manera, es una
condición necesaria pero no suficiente para su existencia.
Es importante señalar que el poder político (como cualquier otro poder) no podrá ser duradero
si le falta la legitimidad y la legalidad que emanan de un ordenamiento jurídico, es decir, el
título del poder y el ejercicio del poder. Para que el poder sea válido debe ser justificado. La
justificación transforma una relación de mera fuerza en una relación jurídica. Ninguna fuerza
puede constituirse en un poder legítimo si no cuenta con el consenso libre y voluntario de
quienes se someten a ella. Así pues, el único principio válido de legitimidad del poder político
es el consenso.
La diferencia entre el gobierno de los hombres y el gobierno de las leyes es el fundamento de
la identificación de la ley con la razón, que es el principio y el fin del derecho natural en las
teorías jurídicas y política de la antigüedad hasta el Estado de derecho que hoy se ha
apropiado del discurso democrático.
Por ello, y como señalan Cruz, Ochoa y Robles, la expresión Estado de derecho:
“es una de las instituciones más afortunadas y acertadas de la ciencia jurídica y la ciencia
política contemporánea al indicar un valor, que es la eliminación de la arbitrariedad en el
ámbito de la actividad estatal que afecta a los ciudadanos y una dirección de desarrollo de la
organización del Estado respecto al derecho. Pero, si bien es cierto que implica el
cumplimiento de determinadas obligaciones para los gobernantes, también implica que los
ciudadanos respeten esas libertades y derechos de los demás, así como consecuentes
comportamientos en el marco de los cauces institucionales y constitucionales legítimos
entendidos de la manera más amplia y flexible posible” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 82).
Unidad 2.
La historia de la teoría política
Introducción
La historia de la humanidad ha sido marcada por la organización política de la población con
el objetivo de un bien común; esta idea es la base para el desarrollo de la institución del
Estado influenciado por un sinfín de factores que, dieron las características a los diferentes
tipos de estados que conocemos.
Así, la concepción de Estado ha variado significativamente a lo largo de los siglos, dando
como resultado múltiples interpretaciones sobre sus características y funciones. Desde las
aportaciones clásicas y liberales del Estado, a las contribuciones marxistas y aquellas teorías
que se pronuncian en la actualidad a favor de la desestatización de la política, pasando por
los defensores realistas y críticos del Estado social. Es así como el fenómeno estatal ha sido
objeto de un análisis intenso en la medida que también se ha transformado.
Partimos el estudio de esta unidad, revisando las primeras civilizaciones que tomaron como
factor principal para su organización social, el medio geográfico en que se encontraban
asentadas, ya que una de sus principales metas era la de sobrevivir a las inclemencias
naturales. Posteriormente, los griegos, bajo las ideas de Aristóteles y Platón, comienzan a
construir los cimientos doctrinarios de la política y de la forma de organización del gobierno.
Estas primeras corrientes políticas fueron tomadas nuevamente en consideración durante la
Edad Media, bajo la premisa de un cambio en la vida social de la población.
Como consecuencia del cambio gestado en la Edad Media, nacieron los estados absolutistas,
los cuales doctrinariamente están dotados de gobernabilidad, pero carentes de un interés
general. Sin embargo, la humanidad no tardó mucho en observar el nuevo rumbo de la
organización política de la sociedad bajo principios de igualdad y la creación de un sistema
jurídico que tutelara a todos y cada uno de los individuos participes del Estado.
Es por ello que, para la formación de los estudiantes de la Licenciatura en Derecho, el conocer
estos aspectos, los dota de herramientas de análisis con el objetivo de comprender las
diferentes ideologías que dieron fruto a los tipos de Estado que ha tenido la teoría política.

Temario
Unidad 2. La historia de la teoría política

2.1. El pensamiento político antiguo


2.1.1. En Grecia: antes de Platón; Platón y Aristóteles
2.1.2. El ocaso de la Ciudad-Estado en Grecia: el pensamiento de los epicúreos y de los estoicos
2.1.3. Polibio y Cicerón
2.1.4. Doctrinas políticas en los primeros siglos del Cristianismo
2.2. Desarrollo de las ideas políticas en la Edad Media
2.2.1. La formación del pensamiento político medieval
2.2.2. Las controversias políticas medievales
2.2.3. La culminación del pensamiento político medieval: Juan de Salisbury, Santo Tomás de Aquino y Dante
2.2.4. El ocaso del mundo político medieval: las teorías políticas de Marsilio de Padua y Guillermo de Ockham
2.3. El pensamiento político en la época del absolutismo
2.3.1. Características ideológicas de la edad moderna. Renacimiento y Reforma
2.3.2. El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo
2.3.3. Juan Bodino su teoría de la soberanía
2.3.4. La fundamentación inmanente del Estado en Hobbes y su teoría contractualista
2.3.5. El derecho divino de los reyes. La teoría y la práctica
2.4. Las ideas políticas en los orígenes del movimiento democrático constitucional
2.4.1. Los teólogos-juristas del Siglo de Oro Español
2.4.2. El pensamiento político de John Locke. Su teoría contractual
2.4.3. El estudio de la realidad política: la obra de Montesquieu
2.4.4. El pensamiento político de Juan Jacobo Rousseau. Sus ideas contractualistas
2.4.5. Preparación filosófica y política de la Revolución Francesa
2.5. La teoría política en los siglos XIX y XX
2.5.1. El liberalismo político y el nacionalismo en el siglo XIX: su caracterización y evolución
2.5.2. Las doctrinas políticas del socialismo y del comunismo
2.5.3. El Estado de Derecho liberal-burgués: su teoría y sus fallas
2.5.4. La Teoría Política a principios del siglo XX: irracionalismo y auto descomposición
2.5.5. Fascismo italiano, nacional-socialismo alemán, falangismo español y nacional-sindicalismo franquista: los Estados totalitarios
2.5.6. Los idearios políticos de nuestro tiempo

En el antiguo Egipto, por ejemplo, la organización política estuvo dominada por la presencia
del Faraón, el cual se identificó como el gobernante dios, que terminaba, guiaba la actividad
política de la sociedad.
La actividad del Faraón se enfocaba principalmente al quehacer religioso y su riqueza
permitía sostener la maquinaria de la administración y el ejército. Cruz, Ochoa y Robles
explican que “la teoría de la divinización del Faraón y las necesidades del gobierno de un
territorio tan inmenso exigía del rey–dios un papel de legislador y de juzgador para poder
mantener un control, por conducto de sus representantes, ya que incluso los oficios se
realizaban a nombre del faraón” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 88).

Mesopotamia, en cambio, se distingue por la actividad legisladora del rey Hammurabi (1750
a.C.). El llamado código de Hammurabi constituye una serie de disposiciones muy variadas
como la propiedad, sueldos, la esclavitud, los delitos, etc. Esta legislación proporciona una
visión sobre el aspecto normativo social del momento histórico, así como un referente político
donde se plasma el poder legislativo de Hammurabi.
Aunque en estos momentos de la historia, el pensamiento político se encuentra en ciernes,
será en el mundo griego donde encontraremos las grandes sistematizaciones políticas que
influirán hasta nuestros días.

El pensamiento político antiguo


Para comenzar a revisar las aportaciones de la cultura griega, es necesario distinguir dos
momentos del pensamiento político: el presocrático y el constituido por el pensamiento de
Platón y Aristóteles, hallados en el siglo IV a.C.
Sabías que…
Dentro del periodo presocrático podemos encontrar a pensadores como Heráclito, Heródoto,
Protágoras, Gorgias, Trasímaco, Pericles y Tucídides, en cuyas obras se encuentran algunas
referencias sobre el estudio de la política y la idea de la democracia en Atenas.
Antes de hablar del pensamiento de Platón y Aristóteles, es necesario mencionar a Sócrates
quien, enjuiciado y condenado a muerte, hereda en el pensamiento occidental la concepción
de la obediencia a la autoridad, no sólo como un acto irracional, sino como un cumplimiento
de la misma naturaleza derivado del aspecto virtuoso del individuo.
En Grecia: antes de Platón; Platón y Aristóteles.
Platón
Según el pensamiento platónico, ningún ser humano puede tener una vida normal si se
mantiene aislado, dado que el hombre es un ser social; no como integrante de un rebaño sino
como ciudadano activo, dispuesto a respetar y aceptar a la sociedad en que vive como un
hecho inevitable.
¡Importante!
En su obra La República propone un Estado basado esencialmente en la ética y la condición
del hombre como un ser que sólo puede vivir en una sociedad organizada, que para los griegos
estaba representada por la Ciudad–Estado.

La preocupación de Platón era determinar cuál debería ser la verdadera naturaleza del Estado
y su genuina función, por ello destacan las siguientes ideas:
 Ciudadanos. La moral y los principios de justicia deben ser los mismos, tanto para el
ciudadano como para el Estado, de manera que sirvan para hacer felices a todos.
 Estado. A Platón no le interesaba dedicarse a estudiar un gobierno en particular, sino
que su interés se centraba en lo que deberían ser todos los Estados en general. Por
eso, en su obra propone un Estado ideal, como un modelo que todos los Estados
deberían imitar.
 Gobernantes. Todo gobernante de un Estado ideal debe saber en qué consiste el arte
de gobernar y qué es lo que debe hacer, porque si no lo sabe, o no tiene la habilidad
para ejercer eficazmente esa función, puede hundir tanto al Estado como a sus
ciudadanos.
 Filosofía. La filosofía permite a un gobernante a evaluar lo que es mejor para la
sociedad y para los ciudadanos; por lo tanto, las personas más adecuadas para
gobernar, que podrán liberar a las comunidades del flagelo de los malos gobernantes,
son los filósofos o bien, aquellos que ya tienen el poder y se conviertan
providencialmente en verdaderos filósofos.

El ocaso de la Ciudad- Estado en Grecia: el pensamiento de los epicúreos y de los


estoicos
Con el paso del tiempo la idea de Ciudad-Estado se fue perdiendo, especialmente con el
Imperio de Alejandro Magno (356-323 a.C.). En el pensamiento de este período encontramos
a los cínicos, corriente de la cual se desprenderán los epicúreos y los estoicos.

Para Epicuro, los Estados se crean solo con el fin de conseguir seguridad contra el egoísmo
de los demás hombres, por lo que los hombres hacen acuerdos tácitos para no dañarse, así
las leyes y el Estado nacen como un acuerdo para facilitar las relaciones humanas.
Zenón de Citio fue el fundador del estoicismo. Concibe al Estado a partir de una visión
interior, es decir, no como la imposición de una fuerza humana sobre los seres humanos,
sino como a unión de los hombres que participan de la razón.

Polibio y Cicerón.
Posteriormente, encontramos a las figuras de Polibio y Cicerón, los representantes del
pensamiento político en la antigua Roma.
Polibio
Fue un historiador griego que estudió minuciosamente la historia romana y que analizó los
principios que le dieron a la constitución romana su estabilidad y eficacia.
Basó sus ideas en la clasificación aristotélica de los regímenes políticos:
 Monarquía: Representada por cónsules.
 Republica: representada por las asambleas populares.
 Aristocracia: representada por el senado.
Asimismo, afirmó que las diferencias entre ellas son externas e institucionales, no de
principios; y que las tres son diversos modos de resolución de conflictos de fuerzas. Basado
en una buena cantidad de estudios de casos, llegó a la conclusión de que estas tres formas,
en estado puro, son inestables a causa del antagonismo de las otras dos, y que tienden
inclusive a sucederse en forma cíclica.
Para saber más...
Polibio expuso la primera teoría sobre lo que luego la ciencia del Derecho Constitucional llamaría
"frenos y contrapesos", es decir, los mecanismos constitucionales de transacción entre fuerzas
antagónicas.

Marco Tulio Cicerón


Aproximadamente cien años después de Polibio aparece Marco Tulio Cicerón, que introduce
el elemento de la justicia y el derecho como parte importante en la forma de gobierno.
“Un gobierno justo es aquel que se gobierna bajo el imperio de la ley, la cual está regida bajo
el derecho natural que son aquellas características que están inscritas en los hombres por
propia naturaleza y por propia razón”, dicen Cruz, Ochoa y Robles al explicar los postulados
de Cicerón. Es así que Cicerón encuentra al individuo participando de la ley natural, para
así poder vivir en sociedad (2007: 102 y 103).
¡Importante!
Su obra política principal es De la República (55 a.C.) en donde introduce los principios de justicia y
derecho como elementos fundamentales del Estado.

El surgimiento del cristianismo habría de influir notablemente en las concepciones políticas


de los siglos venideros. Cruz, Ochoa y Robles explican que “las ideas de la igualdad entre los
individuos basados en la ley de Dios, la concepción de un Dios de amor en lugar de un Dios
basado en la retribución, la idea de la resurrección y la existencia del reino de los cielos,
fueron las bases para una nueva visión no solo ético–religiosa sino también política ya que
el cristianismo se diseminará rápidamente por el Imperio romano” (2007: 103).

Doctrinas políticas en los primeros siglos del cristianismo


En los primeros años del cristianismo, destacan las aportaciones de Eusebio de Cesárea
quien considera que la monarquía se encuentra unida a Dios, es decir, que el gobernante es
un agente de la divinidad y por su mano actúa la voluntad de Dios en la tierra.

Esta concepción va de la mano con el edicto de Milán (313 d.C.) de Constantino, que concedió
la libertad de culto a los cristianos, y con los decretos de Tesalónica (380 d.C.) de Teodosio,
en los que se proclamó la religión católica como religión del imperio romano.
Desarrollo de las ideas políticas en la Edad Media
Junto con la decadencia del imperio romano, los primeros padres de la iglesia (como San
Agustín) establecieron los dogmas religiosos que habrían de regir a la iglesia y que
repercutieron a lo largo de la Edad Media. De acuerdo con dichos dogmas, desarrollaron sus
propias concepciones políticas y junto a ellos se ubican también algunos autores laicos. De
entre todos nos referiremos a los más destacados.

Revisemos a continuación a los principales exponentes de esta época:


San Agustín
En su obra La ciudad de Dios, expone que el Estado no es obra diabólica, sino que surge de
la necesidad de la naturaleza humana. El Estado como instrumento tiene sus raíces en el
pecado original ya que en el estado de inocencia no es necesario, pero el Estado no puede ser
justo a menos que sea cristiano. Por lo mismo, la ley humana debe estar en función de la ley
natural que se encuentra en los corazones de los hombres dados por Dios, conforme a la ley
eterna que es la voluntad de Dios.
San Agustín apuesta por un Estado regido por los principios cristianos, un Estado donde la
ley natural rija y por ende se alcance la justicia, que en última instancia es la justicia de
Dios.

Juan de Salisbury
En su obra Policraticus (escrita en 1159), se opone a la intervención de la iglesia en los
negocios temporales y establece la jurisdicción de la autoridad secular y la eclesiástica
proponiendo la colaboración de ambas. Así, el poder temporal debe tener sustento en la
justicia y no en la voluntad del monarca: el verdadero gobernante combate por las leyes y la
libertad del pueblo, y por ello justifica el tiranicidio.
Hay que recordar que la ley es el vínculo entre los gobernantes y los gobernados.

Santo Tomás de Aquino


Hace tres distinciones entre leyes: la ley eterna, que está referida a la razón divina la cuál es
infinita; la ley natural, que es la participación de la ley eterna que está inscrita en todas las
cosas y seres; la ley divina, que es aquella por la cual se participa de una manera más elevada
de la ley eterna, y la ley humana, que es creada por los hombres en función de la ley natural.
Al estudiar las formas de gobierno, Santo Tomás se decanta por una monarquía controlada
por una aristocracia que evite su degradación.
Según San Agustín… el Estado se crea a partir de la unión de las diversas familias y tiene el
objeto de procurar el bien común a los individuos. En este sentido, el Estado procura impartir
justicia con el objeto de lograr conciliar los diversos intereses que se presentan en sociedad.
De esta forma, el derecho es el objeto de estudio de la justicia, principio que encierra dar a
cada quien lo que le corresponda, definición influida por la jurisprudencia romana.

Dante Alighieri
En su obra De la monarquía expone en tres grandes ideas su pensamiento político:
1. La unidad imperial es necesaria para conseguir el bienestar de los hombres.
2. El imperio no ha de ser menester de la consagración eclesiástica.
3. El emperador está en relación directa con Dios.
Marsilio de Padua
Escribe Defensor Pacis, donde expone de manera radical la supremacía del poder del
emperador, incluso sometiendo el poder papal a la autoridad terrenal. Dicho poder terrenal
“no tiene límites de ningún tipo, la ley no es obra del monarca sino del pueblo que es el
legislador último, compuesto por la totalidad de los ciudadanos o por su mayoría” (Cruz,
Ochoa y Robles, 2007, p. 110).
Padua consideró que la democracia debe no sólo quedarse en el plano temporal sino incluso
abarcar a la Iglesia.

Guillermo de Ockham
En sus Ocho cuestiones sobre la potestad del Papa, considera que el sumo pontífice sólo
debe ser obedecido en cuestiones espirituales, en caso de errores del Papa éstos deben ser
combatidos y en caso de que el Papa cometa algún crimen notorio cualquier fiel puede
juzgarlo, aun cuando en última instancia se encuentre el emperador.
El Papa debe respetar los derechos y libertades de los individuos concedidos por Dios.

El pensamiento político en la época del absolutismo


El paso del siglo XIV al siglo XV significó un gran cambio desde el punto de vista político: el
poder de los monarcas aumentó de manera considerable y, en cambio, el poder papal se vio
mermado, dividido y fuertemente criticado. En este momento histórico se gestó el
denominado Absolutismo.

¿Sabía qué?
El absolutismo se caracterizó por el poder hegemónico del monarca, concentrando facultades
ejecutivas, legislativas, militares e, incluso, religiosas; y trajo, por consiguiente, el surgimiento de los
Estados nacionales.

Dos sucesos importantes marcaron la transformación del pensamiento político e intelectual,


sentando las bases del absolutismo como forma de gobierno de la época.
Renacimiento: Constituyo un movimiento intelectual que repercutió en todas las ramas del
pensamiento intelectual.
Reforma religiosa: se da en Europa en el siglo XVI, es promovida por Martin Lutero y Juan
Calvino, significó la crisis de la autoridad papal sobre los monarcas.

A partir de entonces, la política se pensó en términos modernos y se encaminó a justificar y


explicar el poder del monarca, un poder absoluto. Revisemos a continuación a los principales
exponentes de este tiempo:

El pensamiento político de Nicolás Maquiavelo


En su obra más destacada: El Príncipe (1513) el florentino establece que para poder alcanzar
el ideal de la república, primeramente es necesario poseer el control del poder político, y sólo
se logra en la medida en que el príncipe concentre el poder y lo ejerza de una manera efectiva.
En El Príncipe, Maquiavelo muestra una serie de estrategias y acciones que debe llevar a
cabo el monarca para conservar el poder político, y señala las cualidades que debe tener el
príncipe: entre ellas, debe ser generoso y no ser considerado como un avaro; en la disyuntiva
entre ser amado y ser temido, dice que es preferible ser temido si es que ambas cosas no
pueden ser alcanzadas. Para Maquiavelo, el mal sólo se ejerce de una sola acción para
olvidarse rápido y el bien gradualmente, poco a poco, para que siempre esté presente y no se
olvide.
¿Sabía que…?
Maquiavelo menciona los aspectos que debe considerar el príncipe en el ejercicio del poder:

• Rodearse de buenos consejeros y separarse de los aduladores


• Ver solamente por sí mismo y todas sus acciones deben estar encaminadas a la conservación del
poder.
Maquiavelo separa la moral del ejercicio del poder y de su obra puede desprenderse la frase “el fin
justifica los medios”.
Juan Bodin y su teoría de la soberanía
En su obra Los seis libros de la república (1576) señala que la principal característica del
Estado es la soberanía, la cual es una potestad absoluta, perpetua e indivisible, que se
manifiesta en la capacidad de dar, quebrantar o anular leyes.
La soberanía no se confunde con las formas de gobierno y, de entre éstas, Bodino prefiere a
la monarquía, ya que el príncipe soberano es la imagen de Dios en la tierra y es puesto por
él.

La fundamentación inmanente del Estado en Hobbes y su teoría contractualista


Thomas Hobbes (1588–1679) culminó en 1651 su principal obra política, El Leviatán. En ella
determina que el hombre es malo por naturaleza, ya que lo rige el deseo de poder el cual solo
termina con la muerte (homo homini lupus: el hombre, lobo del hombre). Por tanto, ubica al
hombre en un estado de naturaleza y así el Estado surge de un pacto por necesidad en el
que los individuos ceden todos sus derechos para constituir al Estado a cambio de protección
y seguridad, garantizados por la ley civil.

¡Importante!
El Leviatán (la figura de un mítico monstruo bíblico que Hobbes asocia con el Estado: un monstruo
compuesto por pequeños seres humanos) surge como el medio para evitar el estado permanente de
guerra, depositando la soberanía en el Estado creado por el pacto social. La soberanía es reconocida
por los súbditos a quienes protege y de donde obtiene su legitimación.

De esta forma Hobbes justifica el poder absoluto.

Las ideas políticas en los orígenes del movimiento democrático constitucional

Los teólogos- juristas del Siglo de Oro Español

En el siglo XVII y XVIII la génesis del pensamiento liberal se manifiesta como una respuesta
directa ante las teorías que postulaban el poder absoluto o divino de los reyes. De esta forma,
el pensamiento político tiene un claro antecedente en el pensamiento de los teólogos jesuitas
españoles, especialmente Suárez y Mariana, a quienes nos referiremos a continuación.
Juan de Mariana:
En su obra del Rey y de su institución real, considera que el poder del monarca deriva de un
pacto con el pueblo representado por las cortes. Partiendo de la idea de una situación de
naturaleza.
Explica al Estado como una necesidad natural de organización, por lo que en un momento
dado es aceptable el deponer al gobernante cuando no satisface esa necesidad, siendo
justificable el tiranicidio

Francisco Suárez:
Considera a la iglesia como una institución universal y divina, a diferencia del Estado, el cual
es nacional y particular. Señala, que la sociedad posee el derecho inherente de gobernarse y,
de esta forma, el poder político es un fenómeno natural que se da en sociedad para satisfacer
necesidades, brindar bienestar y no posee un origen divino. Sin embargo, una vez que la
sociedad otorga el poder a un monarca por medio de un pacto, ella ya no puede reclamarlo a
menos que el gobernante se vuelva un tirano.
Según Suárez, el Estado es una institución humana que tiene su origen en la unión
voluntaria de las cabezas de familia.

Con estos antecedentes filosóficos, se abre el camino para las grandes aportaciones al
pensamiento liberal que constituyeron las ideas de Locke, Rousseau y Montesquieu en un
primer momento (y que sirvieron de base teórica a movimientos como la independencia de
los Estados Unidos y la Revolución Francesa), y las de Bentham, Stuart Mill y Smith en el
siglo XIX.

El pensamiento de John Locke. Su teoría contractual


En su obra más trascendente, Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690), sentó los principios
básicos del constitucionalismo liberal, al postular que todo hombre nace dotado de unos
derechos naturales que el Estado tiene como misión proteger fundamentalmente la:
Vida, la libertad y la propiedad.
Partiendo del pensamiento de Hobbes, Locke apoyó la idea de que el Estado nace de un
contrato social originario, rechazando la doctrina tradicional del origen divino del poder; pero,
a diferencia de Hobbes, argumentó que dicho pacto no conducía a la monarquía absoluta,
sino que era revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado.
Las principales ideas de este autor, quedan resumidas de la siguiente forma:
La autoridad de los Estados viene de la voluntad de los ciudadanos, que quedarían desligados
del deber de obediencia en cuanto sus gobernantes inculquen esos derechos naturales
inalienables.

El pueblo no solo tiene el derecho de modificar el poder legislativo según su criterio (idea de
donde proviene la práctica de las elecciones periódicas de los Estado liberales), sino también
el de derrocar a los gobernantes deslegitimados por un ejercicio tiránico del poder.
Defendió la separación de podres en: legislativo, ejecutivo y federativo, como forma de
equilibrarlos entre sí e impedir que ninguno degenerara hacia el despotismo.
¿Sabía qué…?
Al inclinarse por la supremacía de un poder legislativo representativo de la mayoría, se puede
considerar a John Locke como un teórico de la democracia, hacia la que acabarían evolucionando los
regímenes liberales. Por legítimo que fuera, sin embargo, ningún poder debería sobrepasar
determinados límites, y de ahí la idea de ponerlos por escrito en una Constitución.

El estudio de la realidad política: la obra de Montesquieu


El francés Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu, en su obra Del espíritu de las
Leyes (1748) elaboró una teoría sociológica del gobierno y del derecho, mostrando que la
estructura de ambos depende de las condiciones en las que vive cada pueblo: en
consecuencia, para crear un sistema político estable había que tener en cuenta los siguientes
elementos:
 El desarrollo económico del país.
 Las costumbres y las tradiciones.
 Los determinantes geográficos y climáticos.
De los diversos modelos políticos que definió, Montesquieu asimiló la Francia de Luis XV
(una vez eliminados los parlamentos) al despotismo, que descansaba sobre el temor de los
súbditos; alabó en cambio la república, edificada sobre la virtud cívica del pueblo, que él
identificaba con una imagen idealizada de la Roma republicana; pero, equidistante de ambas.

Definió la monarquía como un régimen en el que también era posible la libertad, pero no
como resultado de una virtud ciudadana difícilmente alcanzable, sino de la división de
poderes y de la existencia de poderes intermedios (como el clero y la nobleza) que limitaran
las ambiciones del príncipe.
Fue ese modelo, que identificó con el de Inglaterra, el que Montesquieu deseó aplicar en
Francia, por entenderlo adecuado a sus circunstancias nacionales. La clave del mismo sería
la división de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, estableciendo entre ellos un sistema
de equilibrios que impidiera que ninguno pudiera degenerar hacia el despotismo.

Para saber más...


La división de poderes establecida por Montesquieu, es hoy plenamente aceptada por los
regímenes democráticos, que basan en este esquema político sus planteamientos de
gobierno.

El pensamiento político de Juan Jacobo Rousseau. Sus ideas contractualistas

Rousseau parte de que los hombres se encuentran en un estado de naturaleza y, al momento


de originarse la propiedad privada, surgen las desigualdades sociales y la necesidad de
mantener un orden en la sociedad. Ante esta situación, los hombres pactan un contrato
social a fin de “encontrar una fórmula de asociación que defienda y proteja con la fuerza
común la persona y los bienes de cada asociado y por la cual cada uno, uniéndose a todos,
no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes, tal es el problema
fundamental cuya solución da el contrato social” (Rousseau, 1992:11).

Expone su pensamiento político en dos obras: Discurso sobre el origen y el fundamento de


la desigualdad entre los hombres (1755) y Del Contrato Social (1762).
Revisemos las principales ideas de este autor:
 Mediante el contrato social se deja ese estado de naturaleza y se convierte en sociedad
civil, para lograr una situación de orden que haga viable la vida del hombre. El pacto
social crea al Estado como un poder político centralizado, creación de la voluntad
popular. Este papel desempeñado por el pueblo como creador y depositario de la
soberanía, modifica la concepción pactista que ya habían construido teóricos ingleses
con anterioridad.
 La soberanía entendida como ese poder indivisible, inalienable e imprescriptible
descansa en la voluntad popular, la cual constituye a las autoridades. El poder político
permanecerá de manera permanente en el pueblo y será ejercido a través de sus
representantes.
 Mediante el pacto social el ser humano adquiere su libertad civil y pierde la libertad
natural en la que se encontraba originariamente. La libertad civil tiene como límite la
voluntad general expresada mediante la ley. En este supuesto el individuo, al obedecer
las disposiciones de las autoridades, en virtud del contrato social, en realidad se
obedece a sí mismo, ya que él es partícipe de la creación estatal. Así, el Estado debe
cumplir exclusivamente con las funciones convenidas al realizar el pacto y no
contravenirlas con el efecto de dañar a un individuo en sus derechos.

Las concepciones de Rousseau tuvieron un gran eco en dos movimientos políticos


fundamentales:
La Independencia de los Estados Unidos (1776)
 En el pensamiento político norteamericano producto de la independencia encontramos
tres grandes elementos:
1. La idea del constitucionalismo moderno.
2. El federalismo como forma de gobierno
3. La declaración de los derechos del hombre de Virginia.
 La Revolución Francesa (1789).
Con la Revolución Francesa adquieren carácter universal los derechos humanos con la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, con una visión naturalista
de éstos y que constituirá la prueba más tangible del rechazo al absolutismo reinante.
En este sentido, la misma idea de un poder centralizado es enfrentada a la división de
poderes y su temporalidad, así como a la concepción de que la ley es el resultado de la
voluntad popular.
 De ellos se desprendieron importantes aportaciones en el ámbito político.

Con todo esto, el pensamiento político liberal constitucional será el paradigma emergente en
el siglo XIX para la construcción de los Estados.

La teoría política en los siglos XIX y XX


El pensamiento político del siglo XIX implica la consolidación del liberalismo democrático
como paradigma político dominante en Occidente, así como el llamado nacionalismo, que
tuvo repercusión para la consolidación de varios Estados. Como ya comentamos, el
liberalismo tiene un segundo momento de desarrollo teórico durante el siglo XIX y prefigura
la noción de nacionalismo, que se desarrollará a lo largo de dicha centuria tanto en el terreno
filosófico como en el terreno práctico.

Serán precisamente los diversos nacionalismos los que provocarán enfrentamientos de


magnitud mundial durante el siglo XX y los que, en buena medida, serán responsables de
regímenes totalitarios, tan característicos de dicho siglo. Asimismo, no podremos dejar de
referirnos a las doctrinas socialistas que, si bien comenzaron a desarrollarse a finales del
siglo XIX, tuvieron un impacto de alcance mundial a lo largo del XX, siendo base teórica para
el establecimiento de los regímenes totalitarios de corte comunista que conformaron uno de
los dos bloques en los que se dividió el mundo después de la segunda guerra mundial y hasta
1989.

El liberalismo político y el nacionalismo en el siglo XIX: su caracterización y evolución.


De acuerdo con Cruz, Ochoa y Robles (2007:124), la base del liberalismo la encontramos en
las ideas de Locke (a quien ya nos referimos) con los siguientes postulados:
1. La existencia de derechos naturales del individuo que son la vida, la libertad y la propiedad.
2. Una concepción sobre la propiedad privada en donde los dueños son los principales actores
políticos.
3. La idea de un gobierno representativo en donde existe la división de poderes.

El liberalismo, como reacción al absolutismo, introdujo un nuevo paradigma en la forma de


entender la política al Estado y al Derecho. Sus principales teóricos fueron en este período
Jeremías Bentham, John Stuart Mill y Adam Smith. De ellos, y en relación con el tema del
Estado, nos referiremos exclusivamente a Stuart Mill.

Revisemos las principales ideas de Stuart Mill:


 En su obra Consideraciones sobre el gobierno representativo (1861) argumenta a favor
de dicha forma de gobierno y la considera como ideal.
 Aboga por una democracia vigorosa que contrarrestase los peligros de un Estado
sobredimensionado y excesivamente intervencionista.
 De acuerdo con sus postulados, un sistema representativo, junto con la libertad de
expresión, de prensa y de reunión, tiene ventajas claras. Proporciona un mecanismo
mediante el cual los poderes centrales pueden ser observados y controlados, establece
un foro (parlamento) que actúa como perro guardián de la libertad y como centro de la
razón y el debate o se aprovecha a través de la competición electoral de las cualida-des
de liderazgo con intelecto para el máximo beneficio de todos.
 Argumenta que no existía una alternativa deseable a la democracia representativa, a
pesar de que era consciente de algunas de sus desventajas.

Nacionalismo
El concepto de nacionalismo se puede caracterizar a grandes rasgos por la idea de unidad
estatal, así como por resaltar el poder autónomo y centralizado que posee el Estado. La idea
de nacionalismo está vinculada a la unificación italiana y alemana que se logró durante el
siglo XIX. El teórico italiano Pasquale Mancini, desarrolla las ideas nacionalistas y dice que:
“la nación posee diversos elementos en común, tales como la raza, la lengua y el territorio, así
como factores de unidad: el derecho. La costumbre, la religión y la historia; todos estos
elementos conforman la conciencia social, que es la base de una nación”.

Como ya mencionamos, serán los “nacionalismos” desarrollados en la teoría y en la práctica


los que provocarán, en gran medida, las dos guerras mundiales y los que, en buena medida,
serán los responsables de los regímenes totalitarios, tan característicos del siglo XX y entre
los que se encuentran el nacionalsocialismo alemán, el fascismo italiano, el falangismo
español, el comunismo soviético o el maoísmo chino.
Para comprender en gran medida los regímenes totalitarios de izquierda (URSS, China) es
necesario referirnos a las doctrinas socialistas. Posteriormente nos avocaremos a explicar los
totalitarismos de derecha (Alemania, Italia, España).

Las doctrinas políticas del socialismo y del comunismo


El estudio de las doctrinas socialistas se puede dividir en dos grandes apartados: el
socialismo utópico y el socialismo científico. El primero prefiguró al segundo y procederemos
a explicarlos.
Fue dado el nombre de socialismo utópico a la teoría surgida ante la situación desesperada
que se encontraba la clase trabajadora o proletaria durante el periodo de la Revolución
Industrial (inicios y mediados del siglo XIX). Los teóricos de esta corriente, entre los que
destacan Saint–Simon, Charles Fourier y Robert Owen; desarrollaron sus ideas sugiriendo
cambios radicales, haciendo énfasis en una sociedad más justa, fraterna y con igualdad
social. Y aunque teóricamente ellos no supieron cómo llegar a su objetivo de una forma
asequible, dejaron un análisis crítico de toda la evolución de la economía capitalista. Fueron
socialistas porque sus ideas, por cuanto criticaban las injusticas y las condiciones de
explotación en la sociedad capitalista del siglo XIX, trazaron posiciones económicas y
políticas que apuntaban al fin de la explotación del hombre por el hombre. Fueron utópicos
pues vislumbraban un orden social ideal, no realizable en las condiciones concretas en que
vivían (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 126).

A su vez, el socialismo científico (que se desarrolla en la segunda mitad del siglo XIX)
constituye una de las grandes corrientes de pensamiento que no solo ha impactado a la
filosofía sino a todas las ciencias sociales e incluso a las naturales. Tiene su base en las ideas
de Karl Marx (1818–1883) y Federico Engels (1820–1895). Si bien tiene su antecedente en el
socialismo utópico, esta ideología rompió con él ya que el socialismo científico pretende
combatir al capitalismo en la práctica.

El socialismo científico (o marxismo)


planteó un enfoque historicista (materialismo histórico) donde la realidad es una lucha
constante entre clases sociales, lo cual genera cambios en la sociedad. Del mismo modo
identificó al sujeto colectivo de la revolución socialista con el proletariado industrial.
Para el marxismo, son las circunstancias materiales y no las ideas o la voluntad de los
hombres las que determinan los hechos históricos. En tal sentido, diferencia entre
infraestructura (la economía) y superestructura (la organización del Estado, los aspectos
políticos, jurídicos, ideológicos, el pensamiento filosófico, las creencias religiosas, la
producción artística, las costumbres, etcétera)
Entre ambas instancias existe una estrecha relación dialéctica. La infraestructura económica
constituye la base de la historia y genera unas determinadas relaciones de producción. Las
variaciones en la infraestructura provocan a su vez cambios en la superestructura, pero no
de forma mecánica automática, sino que cada instancia ejerce una peculiar influencia sobre
la otra. A largo plazo, sin embargo, el papel determinante corresponderá a la infraestructura
(Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 126 y 127).

Esta dinámica hay que situarla en el influjo que ejerce sobre el marxismo la teoría del proceso
dialéctico de Hegel. Según este filósofo cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su
propia contradicción (antítesis). De la pugna entre ambas surge una nueva realidad (síntesis)
que implica la superación de las anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.

La humanidad ha pasado por varios estadios con diferentes estructuras y sus propias
contradicciones: sociedad comunitario-tribal, la esclavista, la feudal y la capitalista. En ésta
última la burguesía ha creado unas condiciones (económicas, legales, unos modos de vida y
hasta la religión) que le permiten prosperar material y socialmente, pero a costa del
proletariado. Del mayor o menor desarrollo del movimiento obrero depende que la clase
trabajadora reconozca cuáles son realmente sus intereses y luche por ellos a través de la
acción revolucionaria (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 128).

Marx concibe a la acción revolucionaria (en el marco de la lucha de clases entre el


proletariado y la burguesía) como la única vía para la transformación de la sociedad y el
tránsito al socialismo. Dicho tránsito traerá consigo la desaparición del Derecho y del Estado,
a quienes Marx concibe como instrumentos de coacción del capital y pilares de la sociedad
burguesa (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 128).
Las obras más conocidas de Marx son el Manifiesto del Partido Comunista (1848) y El Capital
(1867), y sus ideas tuvieron un momento fundamental a partir de la Revolución Rusa de
1917.

La Teoría Política a principios del siglo XX: irracionalismo y autodescomposición


Como consecuencia del desastre de las guerras mundiales, emergieron en diversos países
regímenes totalitarios que tuvieron, como ya hemos dicho, su antecedente en los
nacionalismos. Dichos regímenes consideraban al individuo no como el fin del Estado sino
como un medio para el engrandecimiento de éste. Así, al desaparecer las individualidades
dentro de la colectividad y ante las hecatombes que significaron las guerras mundiales,
cobraron fuerza y actualidad durante el siglo XX las teorías irracionalistas, a través de las
cuales muchas personas vieron explicada su propia tragedia.

El irracionalismo se remite al problema de conocimiento y desconfía de una razón abstracta,


incapaz de comprender la complejidad y riqueza del ser humano. Defiende la validez de otras
fuentes de conocimiento como los sentimientos, la fe o la intuición, que posibilitan el acceso
a aquellos que la razón niega. Puede referirse a la falta de sentido racional de la realidad que
se puede llegar a calificar de absurda, frente a la convicción de que todo real es racional; en
este caso el irracionalismo se vincula con una filosofía trágica que trata de describir, de
explorar más que de explicar. El irracionalismo se manifiesta en autores como Arthur
Schopenhauer o Federico Nietzsche (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 130–132).
A su vez, el concepto de totalitarismo se refiere a regímenes producto del siglo XX que se
caracterizan en términos generales por el control absoluto del Estado en todas las esferas de
la actividad humana, no se confunde con el Estado absolutista ya que este no logra poseer
el control total como lo logra el totalitarismo. El estado totalitario se muestra como un
instrumento en donde se conjugan varios factores, primeramente, la existencia del culto a la
personalidad del líder, quien encarna el poder de la manera más cruda y directa, el culto a
la personalidad se presenta como una gran propaganda por parte del Estado mismo. El
totalitarismo recurre a las instituciones políticas modernas para ejercer el poder y dentro de
él las categorías de Estado de Derecho, derechos humanos, partidos políticos, ciudadanía o
la idea de persona quedan superadas de manera radical por la realidad del propio Estado
totalitario.

Por ejemplo…
Estados totalitarios los encontramos en la Alemania nazi, en la Unión Soviética de Stalin o
en la España de Francisco Franco (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 132–134).

Será hasta la posguerra (1945) que se repensará la herencia política de occidente y surgirán
cambios sustanciales en la concepción del Estado. Dentro de las nuevas concepciones
encontramos el Estado benefactor y el Estado neoliberal.

De acuerdo con Cruz, Ochoa y Robles, las principales funciones asistenciales o


socioeconómicas del Estado benefactor o asistencial (que tuvo su apogeo en los años
cincuenta y sesenta del siglo XX) son:
 Satisfacer las necesidades sanitarias de la población.
 Establecer y garantizar un sistema público de seguros sociales y de pensiones.
 Mantener un aparato educativo que garantice la formación mínima indispensable de
la fuerza de trabajo y la reproducción del saber científico y tecnológico necesario para
el sistema productivo.
 Mantener instituciones de investigación básica o aplicada que atiendan las
necesidades de adaptación técnico-científicas de los agentes económicos.

Es a partir de los años setenta y como consecuencia de la Guerra Fría que se empieza a
delinear el Estado neoliberal: un Estado en el cual encontramos como ejes fundamentales el
adelgazamiento del Estado, la globalización e integración económica (que conlleva una crisis
del Estado nación para dar paso al Estado región), y la era de la comunicación informática.

Para finales del siglo XX y principios del XXI entramos en una etapa de crisis y de
conformación de un nuevo rostro para el Estado, un Estado que responda a las nuevas
realidades, y evite explicar lo actual con instituciones o modelos que no dan respuesta ante
los retos del presente.
Unidad 3.
El Desarrollo de la Teoría Política
Introducción.
Con base en un marco teórico-histórico, desarrollado en los dos primeros apartados,
asistimos al estudio de la presente unidad, la cual tiene una importancia máxima en el
estudio del Estado, ya que analizaremos todos y cada uno de los elementos que componen a
esta institución.

La doctrina política establece dos grupos de elementos que dan vida al Estado: a) Elementos
previos o anteriores y b) Elementos constitutivos. Dentro de los primeros tenemos a la
población, como elemento humano, y al territorio, como elemento físico del estado.
Comenzaremos el análisis de los elementos señalando las características de conceptos que
de forma general se consideran sinónimos, pero dentro de las ciencias sociales tienen
diferentes características, como pueblo, comunidad, sociedad, nación y población, esto con
el propósito de establecer de manera concreta las características del elemento humano. Con
lo que respecta al territorio señalaremos sus características y la regulación jurídica que tutela
este elemento en el Estado mexicano.

Ahora bien, dentro del segundo grupo, denominado elementos constitutivos, tenemos al fin
del Estado y a la autoridad del mismo. Estos elementos dan vida a la organización política
llamada Estado, que tendrá como meta el bien común y el interés general de la población;
estos fines estarán consignados, en la mayoría de los casos, en la constitución política de
cada nación, y serán desarrollados por uno de los poderes que encabezan al gobierno del
Estado. Y es dentro de esta parte de nuestro análisis donde surge el estudio del concepto
autoridad, como el mecanismo para la manifestación del gobierno.

Por lo tanto, el desarrollo de estos temas aportará, al estudiante de la Licenciatura en


Derecho, los mecanismos de análisis para comprender los elementos que dan vida a los
Estados contemporáneos, así como los requisitos necesarios para la configuración de un
nuevo estado.
Objetivo

A lo largo de esta unidad, usted:


Desglosará los elementos constitutivos del Estado y comprenderá su correlación.
Temario
Unidad 3. El Desarrollo de la Teoría Política
3.1. El elemento humano del Estado: el pueblo
3.1.1. Análisis de la naturaleza del Estado: sus elementos previos y sus elementos constitutivos
3.1.2. El elemento humano del Estado: básicamente el hombre, ser racional y persona
3.1.3. Nación y Estado: el Estado nacional y las minorías étnicas
3.1.4. Significados técnicos de la palabra población: como sociedad, como población propiamente dicha, como pueblo, como
nación
3.2. El elemento físico: el territorio
3.2.1. Necesidad del territorio para el Estado: sus partes integrantes
3.2.2. Las dos funciones del territorio
3.2.3. Naturaleza del derecho del Estado sobre su territorio
3.2.4. Valor del territorio como elemento integrante del Estado
3.3. El elemento formal del Estado: la autoridad
3.3.1. La autoridad y el poder público como elemento formal del Estado. Su necesidad e importancia
3.3.2. Las dos tareas de la autoridad: el gobierno y la administración pública
3.3.3. Naturaleza de los derechos de la autoridad
3.3.4. Concepciones modernas del poder y su comparación con la concepción tradicional
3.4. Caracteres esenciales del Estado
3.4.1. El problema de la personalidad moral del Estado. Su importancia
3.4.2. El Estado como persona moral y jurídica en la doctrina y en la legislación: su unidad básica y su doble aspecto
3.4.3. La soberanía del Estado como concepto histórico y polémico
3.4.4. Características y limitaciones de la soberanía
3.4.5. Globalización
3.4.6. La sumisión del Estado al derecho. Teoría y formas prácticas
3.5. Vida del Estado
3.5.1. Los órganos del Estado: clasificación y características
3.5.2. Las funciones del Estado: su clasificación; su flexibilidad
3.5.3. Distinción entre formas de gobierno y formas de Estado
3.5.4. El Estado y sus relaciones con los grupos y las asociaciones
3.5.5. El Estado en el plano internacional: la comunidad jurídica entre los Estados

El elemento humano del Estado: el pueblo

La vida del Estado es acción y pasión a la vez, acción enérgica de organización y promoción.
Gestión activa del bien de la colectividad que le está confiada. Y dicha gestión debe estar
sometida al derecho. El Estado va armonizando y utilizando una serie de elementos que
contribuyen a formar su esencia, aunque no todos en la misma forma ni en la misma
proporción. Hombres, territorio, normas jurídicas, fines políticos, poder, actúan
incesantemente para mantener la existencia estatal.

El autor dice...
Para el jurista belga Jean Dabin los elementos previos o anteriores al Estado son el elemento
humano y el elemento territorial; y los elementos constitutivos son el fin del estado y la
autoridad o poder político (2003: 11-25 y 33-35).
Por su parte, el argentino Carlos S. Fayt considera que el Estado tiene elementos esenciales:
territorio, población, poder y derecho) y elementos modales: soberanía e imperio de la ley
(Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 142-143).

El primer y más importante elemento del Estado es el hombre. El Estado es una agrupación
de hombres (de seres racionales y libres) dotados de un destino individual que trasciende al
de cualquier colectividad. Es esencial que toda construcción de Estado tenga en su base una
concepción clara y no tergiversable del hombre como persona, investida de una dignidad
eminente y superior, por su razón y su voluntad libre, a cualquier grupo o asociación.

¡Importante!
En la agrupación estatal caben todos los hombres independientemente de sus características
exteriores, independientemente de sus determinaciones accidentales de raza, lengua,
cultura, color o religión. No importa el número de hombres que compongan al Estado: pueden
existir Estados de pocos habitantes y otros de gran densidad de población. Sólo se requiere
que el número de hombres sea realmente grande para que nazca la necesidad a la que debe
atender la agrupación estatal.
Cabe hacer aquí la diferenciación entre los conceptos Estado y nación, que suelen
confundirse.
El autor dice...
Según Cruz, Ochoa y Robles, “la Nación —concepto sociológico— obedece a raíces mucho
más profundas que las del Estado, es decir, la tendencia a identificar la comunidad humana
con la categoría de nación. En tanto que el Estado puede surgir de un momento a otro como
resultado de un proceso político (desintegración, unificación, fusión, golpe de Estado, etc.),
una nación no es posible, pues requiere de continuidad y una tradición a prueba de
circunstancias y acontecimientos históricos, y se mantiene como unidad moral indisoluble”
(2007: 149).

Al referirse al concepto de nación, Ernest Gellner (1991: 77-80) afirma que existen dos
elementos para diseñar una teoría de la nación: voluntad y cultura:
Voluntad: dos hombres son de una misma nación, si y solo si se reconocen como
pertenecientes a una misma nación.
Cultura: dos hombres son de una misma nación, si y solo si comparten la misma cultura,
entendiendo por cultura un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de
conductas y de comunicación.
Derivado del concepto de nación, el concepto de nacionalidad puede agruparse en dos
grandes características: una en la que predomina los elementos físico-somáticos y otra en la
que parecen privar los elementos psíquicos-espirituales. Se habla de la raza, de la lengua, de
las costumbres de los intereses económicos, como factores determinantes de la nacionalidad,
y otras, de la cultura, de la religión, de la comunidad de recuerdos y tradiciones, del amor a
la libertad, de la voluntad de vivir en común.
Lo importante es que las diferencias étnicas, lingüísticas y socioculturales han ido
superándose con la ayuda de aglutinantes espirituales, como por ejemplo el cultivo de ideales
políticos o culturales comunes, el amor a la libertad y a la independencia, y el afán de
superación en la búsqueda de un nivel de vida más alto y más justo para todas las clases
sociales. La nacionalidad estará basada en un querer y en un hacer comunes incesantemente
renovados.

El Estado nacional surge entonces como un ideal, donde todos los miembros de la población
sean connacionales, y en el que el Estado represente auténticamente los intereses de la
nación. Ese ideal, que pocas veces se da, no siempre es factible en el caso de Estados que
por tener en su seno minorías étnicas son Estados multinacionales o poliétnicos. Más que
buscar la independencia política de estos grupos minoritarios, habría que establecer con
procedimientos de descentralización y de federalismo, con una serie de recursos políticos y
jurisdiccionales que garantizan con eficacia los derechos de las minorías. Ni aun con estos
procedimientos se ha llegado a una solución que evite todos los conflictos que puedan surgir
en el interior de un Estado multinacional o poliétnico. Debe prevalecer el deber de lealtad
que el súbito tiene para con el Estado en que vive y del que forma parte independientemente
de sus sentimientos de solidaridad y afecto para con los nacionales del Estado enemigo.

El concepto de Estado entra entonces en la esfera del multiculturalismo al desglosarse en los


conceptos de Estado-nación, Estado multinacional y Estado poliétnico. Al referirse a ellos,
Cruz, Ochoa y Robles (2007: 158) señalan sus características específicas:
El Estado-nación,
Es el resultado de una identidad sociocultural común (sentido sociológico).
El Estado multinacional,
Es el resultado de colonizaciones, conquistas o uniones de comunidades nacionales. Existen
minorías nacionales.
El estado poliétnico,
Es el resultado de la inmigración individua y familiar. Existen grupos étnicos.

Queda claro, entonces, que sin ningún grupo humano y poblacional asentado en un territorio
es impensable la existencia del Estado como tal. De ahí que se afirme que puede haber nación
sin Estado, pero no Estado sin nación.
Es así que la población, como elemento humano del Estado, puede ser concebida
técnicamente desde diversos puntos de vista: como sociedad, como población propiamente
dicha, como pueblo o como nación. Precisemos cada uno de los conceptos:
Definamos...
La sociedad “es un grupo de seres humanos que cooperan en la realización de varios de sus
intereses principales, entre los que figuran, de modo invariable, su propio mantenimiento y
preservación” (Fairchild, 1992: 280).
La población "es un término demográfico y estadístico que se utiliza para hacer referencia al
conjunto de personas que viven y se encuentran en un determinado territorio geográfico,
abarcando tanto a los nacionales como a extranjeros, de todas las edades, sexos, condiciones
sociales, políticas, económicas, religiosas, educativas, etc., además de ser el elemento
humano del Estado” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 167).
El pueblo “es aquel conjunto de la población establecida en un determinado territorio,
denominados también ciudadanos y que intervienen en los asuntos políticos del gobierno y
del Estado, en cuyo beneficio se garantizan, establecen y reconocen determinados derechos
y obligaciones” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 168).
Y la nación puede definirse como “un conjunto de hombres que comparten en común las
mismas costumbres, tradiciones, historia, ideología, cultura, idioma, religión, etc. con otros,
pero que no necesariamente poseen un territorio, gobierno y Estado. Pero sólo los primeros
han realizado y alcanzado sus aspiraciones como Estado-nación” (Cruz, Ochoa y Robles,
2007: 168).

El elemento físico: el territorio


La población, como elemento humano del Estado, aparece vinculada con el territorio. El
territorio del Estado abarca no solamente la superficie, con sus campos, montañas, ríos y
lagos, sino también el subsuelo con sus minerales, el espacio atmosférico, las costas y los
litorales, con su extensión de mar territorial. Las características de cada de uno de estos
elementos están fijadas por la Constitución Política del propio Estado y los tratados
internacionales.
El territorio, el espacio físico en donde se asienta la población, constituye uno de los
elementos fundamentales del Estado. Según algunos, más que un elemento, sería una
condición de existencia, ya que sin territorio desaparece el Estado. Sin embargo, si el
territorio fuera la única condición de existencia del Estado, en cualquier territorio —mutable
o indeterminado— podría cumplirse la condición para establecer un Estado en particular.
Esto no parece ser así, advirtiéndose que la relación entre Estado y territorio es por lo común
estable y específica. El territorio se convierte en elemento de cada Estado, no cualquier
territorio sino uno determinado, lo que no implica afirmar su invariabilidad, ya que éste
admite cambios.
El autor dice...
En este sentido, Georg Jellinek concibe al territorio como un elemento de la personalidad del
poder público cuya autoridad es derivada del Estado: “La tierra sobre la que se levanta la
comunidad Estado, considerada desde su aspecto jurídico, significa el espacio en que el poder
del Estado puede desarrollar su actividad específica, o sea, la del poder público. En este
sentido jurídico, la tierra se denomina territorio” (2000: 368).
Diferentes autores coinciden en que el territorio, como parte integrante del Estado, está
compuesto por los siguientes elementos:
El espacio terrestre- el espacio marino- el espacio aéreo y el subsuelo.

Aunque algunos tratadistas agregan a estos elementos las embarcaciones y aeronaves


mercantes o de guerra, así como los recintos diplomáticos (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 175).
Entendido así el territorio, surge una pregunta: ¿cómo es que un Estado delimita y conforma
sus fronteras? Arturo Pellet Lastra (1999: 63) menciona tres aspectos a considerar en el
surgimiento de las fronteras de un Estado:
1. Su posición geográfica.
2. La unificación de grupos tribales o nacionales, que se estableen en un determinado
territorio geopolíticamente unificado.
3. Las modalidades territoriales como consecuencia de conquistas, anexiones o guerras
regionales o mundiales.
Así, al tener en cuenta las características que presenta el territorio del Estado, es necesario
precisar las características del ámbito de validez especial de la norma que otorga al Estado
la facultad de ceder el territorio en cuestión. Según Julio A. Barberis (2003: 45-50), dichas
características son:
 El territorio Estatal es un espacio fijo y limitado.
 El territorio Estatal como espacio respetado por todos los demás miembros de la
comunicad internacional.

En el mismo sentido, Barberis resume las teorías que explican la naturaleza del derecho del
Estado sobre su territorio (2003: 25-34):

1.- El territorio como objeto de un derecho de Estado: el Estado ejerce sobre el territorio un
derecho real semejante al del propietario de una cosa.
2.- El territorio como espacio dentro del cual el Estado ejerce su imperio respecto a sus
súbditos dentro de un espacio, el cual sería precisamente su territorio.
3.- El territorio como ámbito de validez espacial del orden jurídico estatal: el concepto de
territorio no ha de ser buscado en el mundo real, sino en el plano normativo y consiste en el
ámbito espacial del poder del Estado.

Surge entonces la necesidad de delimitar el valor del territorio como elemento integrante del
Estado. En un mundo globalizado como el actual, el Estado se ve disminuido por cuestiones
financieras, económicas y culturales que rebasan sus fronteras. Pero no deja de tener validez
la idea de Aurora Arnaiz Amigo (2003: 118): “el territorio, no la tierra, está supeditado a los
fines políticos del individuo, de la comunidad y de la institución estatal a que pertenecen.
Afirmamos que el territorio tiene una función valorativa en consonancia con la axiología
política de los hombres que integran la sociedad política e institucional”.

En este sentido, se observa que el territorio es un instrumento para el Estado, necesario para
la realización de sus funciones y cumplimiento de sus fines. El territorio es fuente de
recursos, ámbito de desarrollo de actividades, hábitat de la población y se proyecta como
parte del ecosistema terrestre. Finalmente, el territorio es el ámbito espacial que delimita el
ejercicio de la competencia por parte del Estado y donde se asienta su colectividad.

El elemento formal del Estado: la autoridad.


Para entender a la autoridad como elemento formal del Estado, debemos referirnos al
concepto de poder, del cual deriva.
El término poder tiene muchos significados. Para los hombres, el poder es la capacidad de
conseguir lo que uno quiere. Sin embargo, también se utiliza para describir la capacidad de
lograr objetivos comunes por parte de determinados grupos sociales y principalmente el
Estado, como principal objeto de estudio de nuestra materia.

El autor dice...
Cruz, Ochoa y Robles (2007: 181) afirman que “el poder político no es una cosa que uno
pueda tener, es el resultado de una relación en el que unos mandan y otros obedecen. No es
posesión de nadie, sino el resultado de esa relación. Por esta razón, el poder está
estrechamente vinculado no sólo ni prioritariamente con la fuerza o la violencia, sino con las
ideas, creencias y valores que ayudan a la obtención de obediencia y dotan de autoridad y
legitiman al que mandan dentro del Estado”.

Para Max Weber, el poder es “la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una
relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa
probabilidad” (1998: 43), y lo diferencia de los conceptos de dominación y disciplina. Para el
mismo autor, el poder político posee tres fuentes de legitimidad (1998: 172):
Racional: descansa en la creencia en la legalidad de ordenes estatuidas y de los derechos de
mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer su autoridad. Es la autoridad legal.
Tradicional: Que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que
rigieron desde tiempos lejanos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para
ejercer la autoridad. Es la autoridad tradicional.
Carismático: Que descansa en la entrega extra cotidiana a la santidad, heroísmo o
ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas. Es la
autoridad carismática.
Ahora bien, el término autoridad representa un fenómeno análogo al del poder, del que es su
formalismo hecho institución. Por consiguiente, el poder precede a la autoridad y ésta es la
forma legitimada de aquél o su reglamentación práctica. Es decir, “la autoridad es el ejercicio
institucionalizado del poder y conduciría a hacer una diferenciación entre gobernantes y
gobernados, entre los que mandan y obedecen. Es decir, la autoridad se distingue del poder
claramente de la coacción, la fuerza y el poder, por un lado, y del liderazgo, la influencia y la
persuasión, por el otro, gracias a la legitimidad” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 182).
Murillo F. (citado por Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 184), determina que la autoridad implica
una serie de supuestos:
 Una relación de supra-subordinación entre dos individuos o grupos.
 La expectativa del grupo supra-ordinado de controlar el comportamiento del
subordinado.
 La vinculación de tal expectativa a posiciones sociales relativamente independientes
del carácter de sus ocupantes.
 La posibilidad de obtención de obediencia se limita a un contenido específico y no
supone un control absoluto sobre el obediente.
 La obediencia es sancionada según un sistema de reglas vinculadas a un sistema
jurídico o a un sistema de control social extrajurídico.

Una vez que hemos identificado y definido el concepto de autoridad, toca ahora empezar por
sus dos tareas fundamentales: el gobierno y la administración pública.
La primera se refiere a la dirección de la organización política; la segunda a la ejecución o
aplicación de las leyes con miras a la concreta satisfacción de los requerimientos sociales.
Cruz, Ochoa y Robles (2007: 185) explican que:
“Las relaciones entre el gobierno y la administración pública son de distinción, debido a que
el primero es un órgano político que tiene a su cargo la dirección de la política interior y
exterior del Estado; mientras que la segunda es la organización técnica, respecto de la cual
se predican o deben predicarse, objetividad y profesionalidad de los servicios prestados por
medio de la burocracia.”

Reflexión...
Teniendo en cuenta estos conceptos surgen preguntas inevitables: ¿cuál es la naturaleza de
la autoridad? ¿Por qué las personas llegan a aceptar la autoridad de determinados individuos
o grupos en ciertas circunstancias?

Ya varios autores clásicos buscaron dar respuestas a estas interrogantes y las discusiones
derivadas del concepto de autoridad que dichos autores han dado se encuentran
entremezcladas con descripciones sobre la evolución de la sociedad, de las conquistas o de
los contratos sociales.
En este sentido, para Héctor González Uribe (1992: 309-310) los derechos de la autoridad
política son derechos funcionales y éstos son de carácter funcional porque sólo existen y se
legitiman en función del servicio del bien público temporal, el cual está determinado por las
actividades que realiza.

¡Importante!
Aunque, como reconocen Cruz, Ochoa y Robles (2007: 204), en muchas de las ocasiones las
personas a quienes se les confía el ejercicio del poder político lo ejercen de manera individual,
grupal o para el partido político que los postuló para tal cargo de elección popular,
olvidándose de la naturaleza de los derechos de la autoridad, que tiene su origen en la
ciudadanía y van encaminadas al servicio de la colectividad social. Por tanto, imperium y
potestas quedan condicionados y ordenados al fin de la cosa pública: el bien público.
Poder, entonces, es un concepto muy importante dentro de la teoría del Estado. Ha tenido
diferentes concepciones a lo largo del tiempo y a continuación nos referiremos a ellas.

¿Sabía que...?
Pensadores clásicos que van desde Aristóteles hasta John Locke se preocuparon
principalmente por las relaciones de poder dentro de una comunidad dada. Pero las
relaciones externas, más que las internas, conducen la atención hacia los problemas del
poder relativo. El ascenso e importancia del Estado moderno obligó a los teóricos de la política
a reconocer la preeminencia del poder en la política, y particularmente en la política
internacional de los Estados modernos. De esta forma, los subsecuentes pensadores políticos
encontraron útil definir, distinguir e interpretar al Estado en términos de poder.
Es así como encontramos a autores como el sociólogo alemán Max Weber quien, como ya
vimos, define al poder en un sentido relacional. Weber influyó en el pensamiento de autores
posteriores como Michel Foucault y Norberto Bobbio, quienes ampliaron sus objetivos con el
propósito de incluir un horizonte más amplio de relaciones de poder.
En específico, Bobbio elabora una nueva tipología de las formas de poder que está más
apegada a los datos de la experiencia moderna, en la cual el poder político, que detentan los
medios de coacción física, es diferenciado del poder económico, basado en la posesión de
bienes o riquezas, y del poder ideológico, sustentado en el control de los medios de persuasión
(Bobbio y Bovero, 1998: 45). El hecho de la posibilidad de que el poder político recurra a la
fuerza o a la violencia y sea un elemento distinto respecto de otras formas de poderes, no
quiere decir que el poder político se resuelva en el uso de la fuerza, pues ejercerlo de esa
manera es una condición necesaria pero no suficiente para su existencia.

El autor dice...

Por esta razón, y como señalan Cruz, Ochoa y Robles (2007: 211), “el poder está
estrechamente vinculado no sólo ni prioritariamente con la fuerza o la violencia, sino también
con las ideas, creencias y valores que ayudan a la obtención de obediencia y dotan de
autoridad y legitimidad al que manda. El no entender esto, es la causa de muchos errores en
las decisiones humanas, tanto en el plano individual como en el plano de quienes dirigen
organizaciones”.
Así, podemos señalar que el poder político o cualquier otro poder no pueden ser duraderos
si les falta legitimidad y legalidad, es decir, el título del poder y el ejercicio del poder. En otras
palabras, su justificación. Ninguna fuerza puede constituirse en un poder legítimo si no
cuenta con el consenso libre y voluntario de quienes se someten a ella.

Caracteres esenciales del Estado

El Estado, tanto por su forma de organización como por sus fines, se puede catalogar como
una persona moral, una persona que es sujeto de derechos y obligaciones. Esta persona
moral es una persona sine qua non, ya que sus fines son superiores: es una persona moral
cuyo objetivo es el de preocuparse por los individuos que la conforman y que a su vez vive
sometida por el derecho.
Para algunos autores, la personalidad jurídica es un imperativo ineludible en el Estado, y
que solamente ella puede dar de manera satisfactoria la necesidad de unidad y continuidad
en la actividad estatal. Este tipo de autores piensan que la personalidad jurídica del Estado
es única y no múltiple. El Estado no puede dejar de ser soberano en ningún momento.
El sometimiento del Estado al derecho, la superioridad de los fines estatales y la agrupación
del propio Estado para poder controlar a una población determinada son tres caracteres del
Estado que están estrechamente vinculados entre sí, y no pueden darse el uno sin el otro.

¡Importante!
La personalidad jurídica del Estado es un imperativo ineludible dentro de él y solamente ella
puede dar satisfacción a la necesidad de unidad y continuidad en la actividad estatal. Esta
personalidad jurídica es única y no múltiple. El Estado no puede dejar de ser soberano en
ningún momento, puede actuar en algunos momentos a la manera de los particulares, pero
sin perder sus características de sociedad política, cuyo fin está por encima de cualquier
agrupación privada. El Estado es la única persona moral y jurídica que no reconoce a
ninguna otra por encima de ella.

Es así que el concepto de soberanía ha jugado un papel importante en la formación del Estado
y en las diferentes concepciones que de él se ha tenido a lo largo de los siglos.

Recuerde que...
Recordemos que en la teoría política, la idea de soberanía es antigua. Data del siglo XVI y se
asocia al surgimiento del Estado moderno. Fue usada por primera vez por el pensador francés
Juan Bodino, para quien la soberanía consistía en el poder absoluto y perpetuo de un
príncipe para dictar y derogar leyes a las que él mismo debería estar sujeto. Desde entonces
se ha generalizado el uso del concepto de soberanía como atributo del poder estatal.

Sin embargo, tesis como las de Bodino únicamente estudiaban la soberanía desde el punto
de vista interno del Estado sin tomar en cuenta las relaciones de éste con los demás, es decir,
el derecho internacional. Surge entonces la necesidad de contemplar la soberanía desde dos
ángulos o aspectos: el interno y el externo, tal y como postularon Rousseau, Hegel y Jellinek.

Aspecto interno:
Consiste en la facultad exclusiva de un pueblo de dictar, aplicar y hacer cumplir las leyes
que él mismo de otorga y a las que debe estar sometido el propio Estado.
Aspecto externo:
Significa que un pueblo independiente y supremo entra en relaciones con sus pares, en un
pleno de libertad y de igualdad. El aspecto interno de la soberanía modifica la identificación
del concepto de soberanía con el de omnipotencia.

De estos dos aspectos se desprende dos limitantes a la soberanía del Estado: la


autolimitación, que consiste en la sumisión del Estado al derecho interno que él mismo se
concede (Estado de derecho), y el respeto a la soberanía de otros Estados.
Habiendo conceptualizado de esta forma la soberanía, podemos referirnos entonces a sus
características. De acuerdo con Cruz, Ochoa y Robles (2007: 218), son cuatro:
 Es inalienable: no se pueden delegar.
 Es imprescriptible: no se pierden con el paso del tiempo.
 Es única: es decir, no existen otras soberanías.
 Es indivisible: no se delega en partes.

Sin embargo, en nuestros días existe un fenómeno que constituye un factor de menoscabo
de la soberanía estatal: la globalización.

A través del proceso de globalización, cada vez más naciones están dependiendo de
condiciones integradas de comunicación, del sistema financiero internacional y del comercio.
De acuerdo con el proyecto Globalization 101 del Levin Institute, de la State University of
New York:
La globalización es un proceso de interacción e integración entre la gente, las empresas y los gobiernos de
diferentes naciones. Es un proceso en función del comercio y la inversión en el ámbito internacional, el cual
cuenta con el respaldo de las tecnologías de información. Este proceso produce efectos en el medio ambiente,
la cultura, los sistemas políticos, el desarrollo y la prosperidad económica, al igual que en el bienestar físico de
los seres humanos que conforman las sociedades de todo el mundo (Globalization 101,
http://www.globalization101.org/es/que-es-la-globalizacion/).
Es así que la globalización tiende a generar un escenario de mayor intercomunicación entre
los centros de poder mundial y sus transacciones comerciales, produciendo efectos e
influencias tanto al interior como al exterior de los países.

El autor dice...
Cruz, Ochoa y Robles (2007: 219) sostienen que “la premisa fundamental de la globalización
es que a mayor grado de integración dentro del Estado es que éste tiene una mayor capacidad
para establecer relaciones comerciales y financieras con otros Estados, generando una
relación más equitativa de interdependencia”.

Sin embargo, y aun cuando uno de los postulados de la globalización es el desarrollo de los
pueblos, este fenómeno también ha traído consecuencias negativas para los Estados. En
primer lugar, la globalización por sí misma es un factor de menoscabo de la soberanía de los
países debido a que, al eliminar las fronteras para las comunicaciones, el comercio y las
operaciones financieras, permite que tanto los organismos financieros internacionales como
los países con mayor grado de desarrollo y los corporativos multinacionales intervengan
directamente en la economía, en la política y hasta en la cultura de los países menos
favorecidos.
La propia State University of New York, a través del mencionado proyecto Globalization 101,
lo reconoce al establecer que:
La globalización es muy controversial. Sus partidarios sostienen que la misma permite a los países pobres y
sus ciudadanos desarrollarse económicamente y mejorar sus niveles de vida. Por su parte, sus oponentes
arguyen que el establecimiento de un mercado libre internacional sin restricciones ha beneficiado a las
corporaciones multinacionales del mundo occidental, a expensas de las empresas y las culturas locales, y de la
gente común. Por lo tanto, la resistencia ante la globalización ha cobrado vida tanto a nivel popular como en el
ámbito gubernamental, a medida que la gente y los gobiernos intentan controlar el movimiento de capital,
trabajo, bienes e ideas que constituyen la ola actual de globalización (Globalization 101,
http://www.globalization101.org/es/que-es-la-globalizacion/).
Vida del Estado
El Estado, como todo órgano, tiene vida. Y esta vida se manifiesta en el constante roce social,
en la interacción, en la comunión de distintos intereses y la lucha continua de cada individuo
por concretar sus propios fines, tanto individual como socialmente.
Esto nos hace suponer que en el Estado también existe una interacción entre los elementos
que lo conforman y entre sus distintas finalidades, misma que explicaremos a continuación.
Con el surgimiento del Estado moderno, aparece una división de los órganos del Estado que
intenta comprender la proximidad o intimidad de éstos a la estructura fundamental del
Estado y los clasifica en inmediatos y mediatos. Cruz, Ochoa y Robles (2007: 221-223) nos
mencionan que:
Órganos inmediatos: entendidos como aquellas que determinan la existencia misma de la
asociación estatal, y los cuales si desaparecen harían desaparecer por completo la vida del
Estado.
Órganos mediatos: aquellos cuya situación no descansa de un modo inmediato en la
constitución, sino que derivan de las leyes secundarias y su mandato proviene de un órgano
inmediato al que siempre estarán subordinados.
Esta división permite otras subdivisiones. Los órganos inmediatos pueden subdividirse en
órganos creadores y creados, primarios y secundarios, simples y potenciados, sustantivos (o
independientes) y dependientes, y normales y extraordinarios. Los órganos mediatos se
subdividen en facultativos y necesarios. Cruz, Ochoa y Robles (2007: 222-223) dan la
siguiente conceptualización de cada uno:
Órganos creadores y órganos creados: los creadores son aquellos que deciden y que pueden
generar nuevos órganos, tal y como podría ser el caso del Congreso Constituyente que opera
después de una revolución; los creados son aquellos que derivan de un acto del órgano
creador y no pueden más que depender de él.
Órganos primarios y órganos secundarios: los primarios no requieren de presentarse en
una relación jerárquica, toda vez que son independientes de otros; los secundarios se
encuentran en una relación con respecto a otro, es una relación orgánica y es representada
de manera inmediata.
Órganos simples y órganos potenciados: los simples con aquellos que por su cualidad
misma de individuo se ven llamados a ser titulares de órganos; los potenciados son aquellos
que dada la función que desempeñan dependen directamente de otro órgano estatal.
Órganos sustantivos o independientes y órganos dependientes: los sustantivos son
aquellos que pueden exteriorizar una voluntad que tiene fuerza para obligar inmediatamente
al Estado y a sus súbditos; los dependientes son aquellos que carecen de fuerza obligatoria
para hacer que sus súbditos y el Estado mismo haga algo.
Órganos normales y órganos extraordinarios: los normales son aquellos que ejercitan sus
funciones dentro del orden constitucional ordinario, dentro de un entorno pacífico y que
tienen la característica de ser permanentes y continuos; los extraordinarios son los que sólo
entran en acción en circunstancias especiales, como podrían ser los gobiernos provisionales,
y son órganos creadores solo cuando el orden jurídico se subvierte.
Órganos facultativos y órganos necesarios: los facultativos son aquellos a los que se les
puede crear a su arbitrio por el jefe de Estado; los necesarios son los instituidos por el jefe
de Estado en cumplimiento de preceptos constitucionales y legales tales como el primer
ministro o canciller en los gobiernos parlamentarios.
El estudio de los diferentes tipos de órganos del Estado nos lleva necesariamente a repasar
las funciones del Estado y la distinción entre formas de gobierno y formas de Estado,
conceptos a los que ya nos hemos referido.
Solamente diremos que dichas funciones están directamente relacionadas con la división
tradicional de los poderes y son, según Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 223-224:

Administrar: entendido como el acto de proveer por medio de decretos y servicios públicos
respuestas a las necesidades de la colectividad.
Juzgar: resolver pacíficamente y conforme a derecho los conflictos de intereses que puedan
surgir al interior del Estado, declarando cual es la norma aplicable.
Legislar: función que tiene por objeto dictar, modificar y revocar las leyes que rigen al país.

Ahora bien, estudiadas las funciones estatales debemos dejar en claro que el Estado es la
unidad y totalidad, es el titular de la soberanía, mientras que el gobierno es el conjunto de
órganos estatales a quien se le confía el ejercicio de la soberanía. Las formas de gobierno
determinan la manera en que se administran y organizan los principales órganos del Estado
a fin de poder determinar la unidad del Estado, mientras que las formas de Estado definen
las estructuras de éste en su totalidad, de cómo se podrá organizar la soberanía a la luz de
una Constitución (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 224-225).

Para concluir, haremos referencia a dos temas de suma importancia para entender el papel
del Estado tanto a su interior como al exterior y que se desglosan de lo que hemos visto ya a
lo largo de esta unidad: el Estado y sus relaciones con los grupos y las asociaciones, y el
Estado en el plano internacional.
Al interior, el Estado, como poder político organizado, tiene como fin establecer un orden en
la sociedad e impone su voluntad a los demás poderes sociales. En este sentido, el Estado se
involucra con los demás grupos de la sociedad con los que tiene relación hasta llegar al
individuo. Entre estos grupos de la sociedad podemos mencionar a los grupos de presión, los
grupos de interés, los partidos políticos y los grupos que canalizan la opinión pública
organizada.

El autor dice...
Al respecto, Cruz, Ochoa y Robles (2007: 225-226) señalan que “ante estos grupos el Estado
se coloca como un eje rector, dimensionará las conductas que se generen, delimitándolas
jurídicamente, a través de ciertas condiciones normativas, además también pueden
delimitarse por su administración financiera, aspecto con el cual, en los últimos años, se ha
buscado delimitar la actuación de organizaciones no gubernamentales, al regular la forma
en que adquieren fondos es la forma en que se puede regular su actividad y su actuación
social y política, logrando al fin su principal objetivo: el control del poder”.

En cuanto a sus relaciones con el exterior, el Estado se encuentra sometido a las normas
jurídicas que rigen las relaciones en la comunidad internacional, que son de carácter general;
en un conflicto entre Estados no solamente operan las convenciones y las costumbres sino
también los principios generales del derecho. La comunidad jurídica internacional la
podemos entender como el conjunto de Estados que mantienen relaciones jurídicas entre sí.
Unidad 4.
La Estimativa en la Teoría Política.
Introducción.
Dentro de la dinámica marcada por la evolución del hombre, se encuentra inmersa la
evolución de su organización social y política, y con ello la del Estado. Actualmente, esta
circunstancia se ve reflejada en las nuevas políticas adoptadas por los países, creando las
adecuaciones jurídicas para justificar la forma de Estado con el objetivo de alcanzar los fines
establecidos.
No obstante, dichas adecuaciones deben tener en consideración los valores del Estado,
traducidos en la justicia, la seguridad y el bien común; principios adoptados en su sistema
jurídico y aplicados a través de su normatividad.
De manera que, en la presente unidad, se analizará el desarrollo de las actividades del
Estado, en aras de la consolidación de los valores del mismo, traducidas en tareas ajenas a
interés particulares.
Por lo antes expuesto, resulta de suma importancia para la formación del estudiante de la
Licenciatura en Derecho, el estudio de la ontología del Estado, traducida en el origen,
desarrollo y fines del poder, teniendo como meta la realización de los valores en comento.
Por lo tanto, el desarrollo de estos temas aportará, al estudiante de la Licenciatura en
Derecho, los mecanismos de análisis para comprender los elementos que dan vida a los
Estados contemporáneos, así como los requisitos necesarios para la configuración de un
nuevo Estado.
Objetivo
A lo largo de esta unidad, usted:
Expondrá la axiología del Estado y sus problemas filosóficos fundamentales, así como su importante vinculación con la
sociedad.
Temario
Unidad 4. La estimativa en la teoría política
4.1. Origen y justificación del Estado
4.1.1. El problema filosófico y jurídico del origen del Estado
4.1.2. El problema de la justificación del Estado: su importancia; términos en que se plantea
4.1.3. Teorías que se han expuesto para justificar al Estado
4.1.4. Principios en que se basa la justificación del Estado
4.2. Fines y valores del Estado
4.2.1. Los fines del Estado en una perspectiva filosófico-política
4.2.2. El Estado y el hombre. Sus relaciones y conflictos
4.2.3. El Estado como instrumento para la realización de valores: la justicia, la seguridad, el bien común
4.2.4. El transpersonalismo y el personalismo. El Estado al servicio de los valores de la persona humana

Origen y justificación del Estado


El problema filosófico y jurídico del origen del Estado
Origen del Estado
Al tener ya un conocimiento del Estado, por medio del examen que hemos hecho en la unidad
anterior de sus elementos, de sus órganos y funciones, es necesario referirnos a los
problemas relativos a su origen y justificación.
El problema del origen del Estado puede examinarse desde un punto de vista histórico-
sociológico o desde un punto de vista filosófico-jurídico, según sea el método que se adopte
para elaborar la teoría del Estado.
El autor nos dice…
El punto de vista histórico-sociológico es el que “trata de determinar cuándo surgió el Estado,
cuándo apareció una sociedad humana con los caracteres que hemos atribuido a la
comunidad política” (Porrúa, 2006: 409).
Sabemos que la historia constituye un conocimiento limitado, por cuanto se apoya en las
fuentes que le aporten los datos que dan vida a sus elaboraciones. En consecuencia, el
problema histórico del origen del Estado se encuentra igualmente limitado por los datos que
puedan obtenerse para tratar de fijarlo.
El segundo punto de vista para determinar el surgimiento del Estado es el filosófico-jurídico.
Es posible auxiliarse de esta concepción al tratar de definir, no cuándo se origina un Estado
determinado, sino cuándo se plantea en abstracto el origen del mismo.
El autor nos dice…
El punto de vista filosófico-jurídico trata de resolver el problema de la aparición histórica del
Estado, no refiriéndose a uno en concreto, sino de manera general, y nos remite entonces no
sólo al problema del origen del Estado, sino también al de la justificación de su existencia
(Porrúa, 2006: 410).
Este problema del origen del Estado es distinto del correspondiente a su justificación por dos
razones:
1.Por ser diferente en sí, pues no es lo mismo resolver cuál es el origen del Estado, que 2.
contestar a la interrogante de por qué debe existir el Estado.
2.Por ser distinto en cuanto a método, pues el segundo problema (el relativo a la justificación)
implica la necesidad de emplear el método filosófico para resolverlo.
El origen del Estado desde el punto de vista histórico-sociológico
Según este punto de vista, el Estado es un fenómeno natural, originado por el libre juego de
las leyes naturales, entendiendo por éstas, no únicamente las estrictamente consideradas
como tales (o sea, las leyes físicas), sino las derivadas de las funciones espirituales del
hombre, considerándolas también como fenómenos naturales (González, 1992: 442-445).
El autor nos dice…
Como indica Serra Rojas, al elaborar esta doctrina, los pensadores afiliados a la misma se
sirven de un método complejo: utilizan los datos de la historia, analizan de manera directa
los fenómenos sociales y políticos de la vida real, estudiando las sociedades humanas y
sirviéndose de las conclusiones de las ciencias sociales (2000: 134-137).
Así pues, el conocimiento sobre el Estado proviene de diferentes saberes y, en efecto, el
estudio de cuándo se originó el Estado tiene que apoyarse en los datos que proporcione el
conocimiento histórico e, igualmente, en las conclusiones que aporte la sociología. En este
sentido, el origen histórico del Estado es un problema sociológico, ya que el Estado surge de
la especial estructuración de una sociedad humana; para lo cual, González Uribe (1992: 442-
445) hace una recomendación acerca de lo necesario a establecer:
Que fenómenos dieron vida a la estructura estatal.
De qué manera.
En qué momento se originó el vínculo político.
Definamos…
“El Estado aparece, al cabo de una larga evolución como un orden de convivencia de la
sociedad políticamente organizada, en una institución o ente público superior, soberano y
coactivo” (Serra, 2000: 151).

El origen del Estado desde el punto de vista filosófico-jurídico


El problema de determinar cuál es la causa eficiente del Estado es de raíces más hondas que
las que corresponden a la simple investigación de los hechos históricos. Este problema es de
índole filosófica y consiste en desentrañar el grupo de razones que dieron vida al Estado.
El autor nos dice…
Porrúa Pérez dice a este respecto que “se trata de saber —como hace notar Dabin— si el
Estado siempre y en todas partes encuentra su causa primera en una exigencia de la
naturaleza humana, o bien, si es el producto de la libre voluntad de los individuos”. Es decir,
debemos determinar si el Estado es “dado” o “construido” (2006: 414).
Para resolver este problema, se han elaborado diversas teorías y entre las más destacadas se
encuentran la contractualista de Rousseau y la institucionalista de Hauriou.

El problema de la justificación del Estado


Para introducirnos en este tema, Pérez Porrúa (2006: 423) explica que “las instituciones
humanas tienen el sello distintivo de la voluntad del hombre, a diferencia de los hechos de
la Naturaleza […] Como el Estado es el producto de la actividad humana, pues como ya hemos
visto, en su esencia se compone de un conjunto de relaciones de los hombres, es lógico que
nos preguntemos ¿por qué debe existir?, y al hacer esta interrogante planteamos el problema
de su justificación. El problema consiste en desentrañar ese porqué; el contestar a la
pregunta de por qué debe existir el Estado”.
Teorías que se han expuesto para justificar al Estado
Así, el problema de la justificación del Estado ha tratado de ser resuelto desde distintos
puntos de vista por los pensadores, y podemos entonces clasificar en seis grupos
fundamentales esas teorías:
Teorías teológico–religiosas.
Consideran que el Estado, en su existencia, se justifica por ser obra directa de Dios, por
haber sido fundado por la divinidad. Por esa circunstancia, todos los hombres están
obligados a reconocerlo y a someterse a su organización. Estas doctrinas dominaron en la
antigüedad griega y romana, así como durante la Edad Media, y uno de sus principales
exponentes fue Santo Tomás de Aquino (Serra, 2000: 156-157).

Teorías de la necesidad física o de la fuerza.


Estas teorías tratan de explicar la existencia del Estado en la circunstancia de que considera
natural el dominio de los débiles por los fuertes. Este dominio, dicen, constituye una ley
natural que no puede ser evitada por el arbitrio humano. Porrúa Pérez (2006: 428), al
explicarlas, nos dice que en ellas “el hombre tiene que someterse necesariamente al poder
del Estado, considerando que dicho poder es una fuerza natural de la misma índole que la
luz del sol, que el movimiento rotatorio de la tierra, etc.; que es una necesidad ineludible,
como la de las leyes físicas”. Dentro de estas doctrinas podemos ubicar a autores como
Hobbes (que aseguraba que, en el estado de naturaleza, el límite del derecho de cada
individuo era su propia fuerza) o Spinoza (que llegó a identificar derecho y fuerza).
Teorías jurídicas
Estas teorías buscan el fundamento de la organización política, en un orden jurídico anterior
y superior al Estado y del cual se deriva éste. Jellinek, citado por Porrúa Pérez, a su vez
agrupa las doctrinas jurídicas en tres órdenes: patriarcal, patrimonial y contractual (Porrúa,
2006: 433).
Teoría jurídica patriarcal: Más que una teoría de justificación, es una teoría de explicación
del origen del Estado. Ya hemos visto que al hablar del origen histórico del Estado, algunas
doctrinas lo atribuyen a la familia y fundan su afirmación en los recuerdos históricos de
muchos pueblos (Grecia, Roma, Israel) que evolucionaron de grupos familiares primitivos a
una organización política. Así, explica Porrúa Pérez (2006: 433-434), “la autoridad del padre
de familia pasó al jefe del grupo político de manera refleja, como si éste fuera el elemento
superior de una gran familia. Esa autoridad del padre de familia estaba matizada de
elementos religiosos, y así pasó al jefe del Estado”. La expresión más acabada de esta teoría
la encontramos en el absolutismo.
Teoría jurídica patrimonial: Entiende al Estado como una institución de derecho
patrimonial en la que el orden de la propiedad precede al orden estatal. Por tanto, considera
al Estado como un organismo dedicado a proteger la propiedad, los bienes económicos y de
esa manera justifica su existencia. Esta teoría fue esgrimida por autores como Platón,
Cicerón, Marx o Haller y encontramos su expresión más acabada en el Feudalismo. Al
referirse a ella, Porrúa Pérez dice que “esta teoría no proporciona los argumentos que nos
hagan considerar válida la organización política, sino que simplemente, o bien se trata de
simples consideraciones acerca del origen del Estado, o bien de argumentos proporcionados
en forma unilateral para justificarlo, en atención a una de sus finalidades” (Porrúa, 200:
435).
Teoría jurídica contractual: Trata de justificar jurídicamente la existencia de un Estado en
un contrato, que es una figura jurídica que consiste en un acuerdo de dos o más voluntades
del cual surgen derechos y obligaciones. Así, los partidarios de esta teoría tratan de establecer
que la existencia del Estado se justifica porque los hombres se han puesto de acuerdo entre
sí para formarlo. Entre los teóricos contractualistas encontramos a Protágoras, Santo Tomás
de Aquino, Hobbes, Rousseau y Kant, a quienes ya hemos estudiado en temas anteriores (ver
unidad 2). La expresión más acabada de la teoría jurídica contractual la encontramos en el
Estado de derecho (Serra, 2000: 159-160).
Teorías morales o éticas
Son aquellas que tratan de justificar al Estado por la demostración primordial de que es el
producto de una necesidad moral de los hombres. La mayoría de los pensadores han utilizado
elementos morales y éticos en el desarrollo de sus teorías acerca del Estado. Ejemplo de ello
son Platón, Aristóteles, Hobbes, Kant, Fichte y Hegel, así como las teorías teológicas de
justificación estatal. De acuerdo con Porrúa Pérez (2006: 443), las teorías morales o éticas
“aportan indudablemente fundamentación importante a la existencia del Estado, toda vez
que la comunidad política rectamente establecida por medio del orden jurídico protege, en
forma concomitante, los valores y el ordenamiento de la ética en el sentimiento de armonía
natural que regula la conducta recta de los seres humanos, para alcanzar su
perfeccionamiento”.
Teorías psicológicas
Son aquellas que basan la legitimidad del poder político en las tendencias o impulsos innatos
del ser humano, los cuales lo llevan a crear la sociedad y el Estado. Porrúa Pérez (2006: 444)
explica que “el iniciador de esta teoría fue Aristóteles, que magistralmente puso de relieve la
disposición natural del hombre para formar sociedades, y ha sido sostenida después por
autores iusnaturalistas y por los que consideran que el Estado es una necesidad histórica.
Esta doctrina proporciona igualmente argumentación positiva a la solución del problema de
la justificación del Estado, su existencia resulta así no artificial sino derivada de la propia
realidad del hombre”.
Teorías solidaristas
Estas teorías hacen descansar la justificación del Estado en la solidaridad social, que impone
cargas y beneficios a los hombres en forma equitativa, aplicando sanciones a los reacios y
dando origen así a la necesidad de la autoridad para la marcha satisfactoria de la convivencia
humana. Entre los exponentes de esta corriente encontramos a León Duguit, a quien Porrúa
Pérez (200: 444) se refiere de la siguiente forma: “su tesis… se basa en el hecho de la
solidaridad para fundamentar la reglamentación jurídica objetiva, que es la que señala
límites a la acción de los gobernantes”.
Reflexión…
Ciertamente, y teniendo en cuenta las diversas teorías de justificación de la existencia del
Estado que hemos repasado, cabe preguntarnos:
¿Por qué debe entonces existir el Estado?
¿Cuáles son los motivos que sirven de fundamento a su existencia?
¿Por qué debe el individuo someterse a esa obediencia?
De acuerdo con las preguntas anteriores, Porrúa Pérez (2006: 445) nos explica:
“El apoyo de la justificación del Estado debe buscarse en su necesidad natural, acorde con
las exigencias de la persona humana que lo forma y que se sirve de él para su perfección.
Hemos visto que el hombre aislado no puede obtener su perfección; necesita de sus
semejantes para satisfacer sus necesidades individuales, es decir, que en forma natural le
hace falta la vida de relación. Y al existir esa relación de manera necesaria, como algo
derivado de sus calidades intrínsecas de persona humana, esa convivencia sólo marchará de
manera armónica, si se encuentra regulada por un orden jurídico que señale los lineamientos
de las acciones de los sujetos de esas relaciones, señalando las esferas precisas de sus
derechos y de sus deberes. Ese orden jurídico entraña, como requisito esencial, su imposición
imperativa para que tenga validez como tal, y esa imposición entraña, a su vez, la existencia
de un poder que la efectúe; así aparecen justificados todos los elementos del Estado.”
Fines y valores del Estado

Los fines del Estado en una perspectiva filosófico-política


Íntimamente ligado al problema de la justificación del Estado (que ya analizamos en el
apartado anterior) se encuentra la cuestión relativa a los fines del Estado, aquello que la
organización política ha de alcanzar por medio de su actividad.
¡Importante!
Si los fines del Estado son de tal naturaleza que su realización se imponga necesariamente,
si son algo que necesitan los individuos para su perfeccionamiento y su desarrollo, entonces
el Estado quedará justificado.
El problema de los fines del Estado, como todos los problemas que se relacionan con los fines
de la organización política, ha tratado de ser resueltos en distintos sentidos por la doctrina,
de acuerdo con las bases filosóficas de los pensadores que se ocupan de los mismos (Serra,
2000: 337). En relación con este punto, dice Groppali (citado por Porrúa, 2006: 448) que
existen dos tendencias fundamentales:

Ambas doctrinas, llevadas a su extremo en distintos periodos de la historia humana, son


unilaterales e inexorables y han conllevado grandes tragedias.
De modo que la primera posición, que coloca a la organización política al servicio exclusivo
de los individuos, es la que adoptó Rousseau y sirvió después de base a los postulados de la
Revolución francesa, cristalizando en sus textos legislativos como la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano y la Declaración de 1793. El espíritu que domina esta
posición es el de subordinar el Estado en su totalidad al servicio de los individuos. No le
interesa buscar un fin propio a la organización política, pues el fin de la misma queda
subordinado por completo a la satisfacción de los fines individuales. El Estado tiene sentido,
se justifica, únicamente en cuanto tiende a proteger, a salvaguardar a los individuos y estar
a su servicio.
Las consecuencias prácticas de esta concepción del Estado llevada al extremo, las
encontramos en el capitalismo y el neoliberalismo, que subsumen el interés y el bienestar de
la generalidad de los individuos a la producción y acumulación de capital en beneficio de
unos cuantos, sin importar los desastres sociales, políticos, económicos e incluso ecológicos
que puedan derivarse de su aplicación.
Por su parte, la segunda posición consiste en la subordinación total de los individuos a la
organización política. Esta posición fue sostenida fundamentalmente por Hegel y es la raíz
ideológica de los Estados totalitarios surgidos durante el siglo XX.
El autor nos dice…
Según Gropalli (citado por Porrúa, 2006: 449), “el Estado, para Hegel, tiene un valor absoluto.
En su esencia representa lo universal en sí y ante sí constituye el brazo secular de una región
abstracta superior a toda lógica moral”.
Es pues, que el Estado, absorbe y anula al individuo que desaparece como ser sustantivo,
convirtiéndose en una apariencia del yo universal. El Estado es concebido, de esta suerte,
como una entidad absoluta. Se niega la existencia de derechos naturales en los hombres,
anteriores y superiores, a la organización política. Cabe exponer que las consecuencias
prácticas de esta concepción del Estado las encontramos en los Estados totalitarios del siglo
XX: nazismo alemán, fascismo italiano, comunismo ruso, falangismo español, maoísmo
chino.
El Estado y el hombre. Sus relaciones y conflictos
Contra las dos anteriores posiciones, Porrúa Pérez expresa: “hay que afirmar la existencia de
una región infranqueable para la actividad estatal, constituida por los derechos naturales
primarios del hombre y, entre ellos, por los que atañen al logro de su perfeccionamiento
individual en vista del fin superior de la persona humana, que es la vida trascendente
respetando el gobierno la libertad de conciencia. La personalidad individual debe seguirse
vigorizando en su justa medida; todo intento de unificar los derechos público y privado ha
de encontrar la barrera infranqueable de la realidad que se le opone. El Estado no debe ser
entendido como una abstracción, sino que se le ha de comprender en función misma de los
hombres que lo originan con su actividad, expresando en su contenido la necesidad de
realizar sus deseos y sus aspiraciones. Los hombres y el Estado no representan unidades
irreductibles; ambos forman parte de un mismo ser. Ya sabemos que el elemento humano es
también una nota esencial del Estado. Los hombres y el Estado están ligados por los fines,
por el elemento teleológico que es esencial a la organización política. Esa relación del
individuo con el Estado, es de interdependencia: el Estado favorece y protege el desarrollo de
los individuos, pero no lo hace en interés exclusivo de los mismos, como seres individuales,
sino que al mismo tiempo que lo hace, realiza los intereses propios del Estado y procura el
bien de todos, el bien común” (Porrúa Pérez, 2006, pp. 449 y 450).

El Estado como instrumento para la realización de valores: la justicia, la seguridad, el


bien común
Los hombres y el Estado están ligados por los fines, por el elemento teleológico que es esencial
a la organización política. Esa relación del individuo con el Estado, es de interdependencia:
el Estado favorece y protege el desarrollo de los individuos, pero no lo hace en interés
exclusivo de los mismos, como seres individuales, sino que al mismo tiempo que lo hace,
realiza los intereses propios del Estado y procura el bien de todos, el bien común” (Porrúa,
2006: 449-450).
Por tanto, podemos decir que ninguna de las dos posiciones expuestas representa una
verdadera solución al problema de los fines del Estado: la primera posición subordina
totalmente el Estado al servicio de los fines individuales, y la segunda destruye la esfera de
los derechos individuales de la persona humana y la subordina totalmente a los fines de la
organización política.
Reflexión…
Queda preguntarnos entonces, ¿cuál es el enfoque filosófico correcto para los fines estatales?
¿Es el Estado para el hombre o el hombre para el Estado? En estas preguntas se funden las
grandes inquietudes y los problemas esenciales de los pensadores políticos a través de los
siglos, que no pueden ser resueltos por la ciencia positiva de la política. Se trata de una
cuestión ética y valorativa, en la que se busca el fin último de Estado.
El transpersonalismo y el personalismo. El Estado al servicio de los valores de la
persona humana
Para responder a las dos preguntas señaladas en el apartado de arriba, debemos analizar los
conceptos de personalismo y transpersonalismo. El personalismo da la primicia a la persona
y sus valores. Y el transpersonalismo va más allá de la persona, a la que instrumentaliza y
considera como supremos los valores de colectividad (Serra, 2000: 355).
Ambos se refieren a corrientes derivadas de las posiciones ya expuestas en relación con los
fines del Estado. Es decir, el personalismo se identifica con el humanismo y el
transpersonalismo con el totalitarismo.

Tanto el personalismo como el transpersonalismo, llevados al extremo, pueden dar origen a


posiciones políticas que sometan ya sea al Estado frente al individuo (liberalismo absoluto) o
al individuo frente al Estado (totalitarismo político), conceptos que ya revisamos.
El autor nos dice…
Para zanjar este problema, Porrúa Pérez (2006: 452) afirma que “lo correcto es colocar al
hombre y al Estado en los respectivos lugares que les corresponden de acuerdo con su
naturaleza, de acuerdo con aquello para lo cual han sido creados. Condenamos la doctrina
liberal, que rebaja al Estado al papel de un simple policía, e igualmente consideramos
deleznable la doctrina totalitaria, que desconoce la naturaleza del hombre”.
Se trata entonces de entender al ser humano como una individualidad, dentro de una
sociedad determinada. Así, el individuo debe poseer una esfera de derechos y obligaciones
que no debe entrar en conflicto con el interés público o interés social, ya que éste también es
su interés. Por ello, a la par de las garantías individuales es necesario que existan las
garantías sociales, tal y como quedó plasmado en constituciones como la mexicana de 1917
o la de Weimar de 1919. Dichas constituciones establecieron, en su momento, Estados de
bienestar y justicia social, y constituyen ejemplos de lo que deben ser y a lo que deben aspirar
los Estados democráticos en el mundo: el exacto equilibrio entre personalismo y
transpersonalismo (Serra, 2000: 350-352).

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