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Introducción
Todo estudio debe seguir un método, el cual está definido de acuerdo al objeto que se
pretende analizar. El estudio del Estado comienza con la delimitación de su amplio marco de
análisis y de las disciplinas que se ocupan de su estudio, mismas que de igual forma se
encuentran en el apartado de las ciencias sociales.
El Estado es una institución de las ciencias sociales, a este grupo de ciencias, pertenecen el
derecho y la política, las cuales son las dos fuentes doctrinarias del Estado, por una parte,
como una institución que da fundamento a los sistemas jurídicos contemporáneos (derecho)
y, por otra, la forma de organización política de la población (política).
En esta unidad revisaremos los principales elementos teóricos para entender al Estado como
objeto del conocimiento, naturaleza, manifestaciones, características en diversos grados. De
esta forma, con base en la teoría política y en sus distintos métodos para la obtención del
conocimiento político, dilucidaremos el nombre y las diversas concepciones del fenómeno
Estado, así como sus vínculos con la ciencia del derecho.
Será necesario, entonces, realizar nuestro análisis de la ciencia política bajo la idea de ser el
arte de gobernar y con ello la necesidad de la institución del Estado como mecanismo de
desarrollo de esta actividad.
Es por esto que el estudio de esta unidad representa una base doctrinaria en la formación
de los estudiantes de la Licenciatura en Derecho, ya que una de sus actividades profesionales
está encaminada al análisis de los fenómenos en sociedad a través del marco normativo
establecido por el Estado, y a su posterior regulación, con el fin de establecer reglas de orden
para una vida social en armonía.
Temario
Unidad 1. Los fundamentos de la teoría política
Al enunciar al Estado nos damos cuenta de que existe algo en la realidad a lo que se ajusta
esa denominación, es decir, sentimos la presencia del Estado como algo que se encuentra en
nuestra vida social en actividades como las señaladas enseguida:
a) Expedición de ordenamientos jurídicos para regular la vida social del hombre.
b) Prestación de servicios públicos a la sociedad: educación, salud, vivienda, alumbrado,
limpia, policía, justicia, etcétera.
c) Renovación de funcionarios de la administración pública (federal, estatal y municipal).
d) Visitas de jefes de Estado y de gobierno, nacionales o extranjeros.
e) Regulación de la vida pública y privada de los ciudadanos, mediante el pago de impuestos,
requisitos legales para votar y ser votado en cargos de elección popular, expedición de
licencias y permisos para ejercer una determinada profesión, contraer matrimonio, suscribir
contratos, etcétera.
Por lo anterior, la delimitación de la realidad y el conocimiento del Estado implican tener
presente la diferenciación de los universos público y privado, pues el Estado va a regular y
estar presente en ambos ámbitos.
Nota jurídica: De hecho, la diferencia original entre público y privado es afirmada por
supremacía del primero sobre el segundo, como lo prueba uno de los principios
fundamentales que establece que el derecho público no puede ser modificado por pactos
entre privados, o una convención entre privados no deroga el derecho público.
Así, "lo público" alude a lo que es de interés o utilidad común a todos, lo que atañe al
colectivo, lo que concierne a la comunidad, en oposición a "lo privado", entendido como
aquello que se refiere a la utilidad e interés individual (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 4-5).
Bien, esto lo sabemos gracias a la construcción del conocimiento acerca del Estado como
objeto de estudio, pero ¿qué es conocimiento? Veamos un poco acerca de dicho concepto,
para después revisar las clases de conocimiento que tiene el Estado. Cruz, Ochoa y Robles,
señalan que:
Cruz, Ochoa y Robles
El conocimiento es un proceso histórico-social sin el cual el ser humano no podría apropiarse
de la naturaleza, interpretarla y transformarla" (2007: 6).
demás…
Conocimiento
Proviene del griego gnosis, que significa tratado o teoría de conocimiento, a su vez, conocer
es averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales, la naturaleza, cualidades y
relaciones de las cosas. El ser humano, en su relación con la naturaleza y gracias a su
práctica histórico-social, se apropia de ella de diferentes formas" (2007: 6).
Es así que del Estado podemos tener diversas clases de conocimientos: vulgar, de
divulgación, científico y filosófico. En el caso de nuestra materia, nos interesa adoptar el
conocimiento científico, que “se caracteriza por buscar la verdad que se pueda comprobar y
alcanzar en un tiempo y lugar determinados, de acuerdo con una metodología disponible y
confiable, pero aceptando que dicha verdad pueda ser superada, complementada y corregida
cuando se tengan otras experiencias o mejores técnicas metodológicas de investigación”
(Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 12).
La ciencia política, para su mejor estudio análisis y reflexión de los fenómenos políticos, se
divide en ramas y sub-ramas de disciplinas políticas fundamentales, especiales y auxiliares.
Fundamentales: Estudian diversos aspectos de los hechos políticos. Son Filosofía política,
Historia política y ciencia política.
Especiales:
Se ocupan de aspectos parciales del Estado. Algunas forman parte de la teoría del Estado
como la teoría de las formas de gobierno o la teoría de la Constitución.
Otras estudian algunos componentes del Estado como el Derecho político, la economía
política, la sociología política, o la pedagogía política.
Auxiliares:
Estudian algunos de los elementos integrantes del Estado.
La población: ciencias como la sociología, etnografía o estadística.
El territorio: ciencias como la geografía o la geología.
El orden jurídico: ciencias como el derecho, la filosofía o la ética.
La política aplicada se refiere a los puntos de vista adoptados por el Estado frente a los
diversos problemas sociales que enfrenta y que implican la adopción de determinadas
decisiones. Así, puede hablarse de política económica, política social, política internacional,
políticas públicas, etcétera.
¡Importante!
En un concepto amplio, la política y lo político se vinculan a todo tipo de poder organizado,
en donde las actividades humanas están perfectamente delimitadas de mando y obediencia,
de autoridad y de consentimiento, etcétera. Lo político nos remite a los conflictos emanados
del sistema de diferencias inherentes a una sociedad, y la política denota el sistema
institucional que se produce en cada orden social para controlar los conflictos, así como las
acciones cuyo sentido depende o remite a dicho sistema.
La metodología puede comprenderse como la ciencia del método, que hace un estudio crítico
del mismo. Así, la metodología política puede definirse como “una disciplina social que
estudia la aplicación de los métodos de conocimiento a los diferentes ámbitos de la política,
o también que es una rama o derivación de la metodología en general (estudio de los métodos),
cuyo campo de aplicación se restringe a la política” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 42).
Entonces, la metodología política, al tener características muy particulares, se basa en tres
supuestos, según Héctor González Uribe (1992: 110):
Metafísico: Implica una investigación tendiente a localizar al Estado en el mundo del ser.
Gnoseológico: Busca el modo de conocimiento que mejor se adapte a la realidad estatal.
Lógico: Tratan de ubicar el conocimiento político en el dominio de las ciencias.
Existen múltiples métodos que la ciencia política utiliza para analizar su objeto de estudio.
Tantos métodos como profundas diferencias existen entre los politólogos para analizar los
fenómenos políticos. Derivado de esto, la ciencia política se auxilia de diversos métodos, entre
los que destacan: la teoría normativa, el institucionalismo, el conductismo, la elección
racional, el feminismo y el análisis de discurso.
Los mismos autores indican que, etimológicamente, “Estado deriva de status, que era la
palabra empleada en Roma para caracterizar la situación jurídica en que se encontraba una
persona; así era el conjunto de sus derechos y obligaciones, ya sea respecto a la ciudad
política (status civitatis), a la libertad (status libertatis), o a su familia (status familiae)” (Cruz,
Ochoa y Robles, 2007: 57).
Sin embargo, un significado más preciso de la palabra estatus o Estado sólo comienza a
perfilarse cuando se emplea para designar así a la organización política de la sociedad, es
decir, la manera de ser o estar constituida. La naturaleza del Estado se puede estudiar en
dos aspectos: formal y material.
Material: el aspecto material del Estado se refiere a su contenido, a los datos reales, que es
una esencia.
Formal: el aspecto formal se refiere a su estructura y a sus componentes, que es la
universalidad.
¡Importante!
El concepto social del Estado tiene que ver con la suma de las relaciones sociales que se dan
entre los hombres, que lo conciben como una creación humana eminentemente social y que
existen junto al hombre.
El concepto jurídico se establece cuanto el Estado se somete o autolimita al sistema jurídico
que le da estructura, funciones y limitaciones, a la vez que se convierte en sujeto de derechos
y obligaciones.
Una definición nominal del Estado es aquella que describe sus notas y características
esenciales. Por ello, el Estado es definido por Héctor González Uribe de acuerdo con cada uno
de sus elementos (1992: 162):
Una sociedad humana.
Establecida permanentemente en un territorio.
Regida por un poder soberano.
Que se rige con un ordenamiento jurídico.
Tiene por objeto realizar los valores individuales y sociales de la persona humana,
también conocidos como bien público tempo.
Por otra parte, siguiendo al autor español Adolfo Posada (citado por Cruz, Ochoa y Robles,
2007: 61-62), distinguimos dos clases de elementos del Estado:
Elementos externos y visibles, constituidos como entidad a saber:
Territorio
Población
Gobierno.
La concepción objetiva del Estado lo considera como una realidad, un ser exterior que
existe en forma objetiva, un conjunto de relaciones y acciones sociales que se desenvuelven
en un tiempo y lugar determinados.
La concepción subjetiva del Estado concibe a éste como un organismo ético-espiritual (un
todo orgánico dotado de una vida espacial y con funciones múltiples y variadas) o como una
unidad colectiva o de hombres asociados.
Las concepciones jurídicas del Estado entienden a éste como objeto de Derecho (el Estado
es una cosa que puede ser objeto de disposición o apropiación), como una relación jurídica
(relación de dominación entre gobernantes y gobernados) o como sujeto de Derecho (el ser
sujeto de derechos y de obligaciones derivados de un ordenamiento jurídico).
Estado y derecho
Al referirnos a la mencionada concepción jurídica del Estado, debemos establecer las
relaciones que se dan entre Estado y derecho, que son conceptos conjugados y que no pueden
concebirse el uno separado del otro. Dicha conexión se acentúa aún más con la aparición del
Estado moderno en cuanto institución que monopoliza el uso legítimo de la fuerza física.
Así, muchos estudiosos de la filosofía política y de la filosofía del derecho han planteado las
relaciones que se dan entre derecho y Estado. Edgar Bodenheimer (1979: 70-75) menciona
tres tipos de teorías:
Teorías que dicen que el Estado se encuentra por encima del derecho y es superior a
él. Su principal exponente es John Austin, quien afirmaba que el derecho no es otra
cosa sino el mandato del soberano.
Teorías que tratan de establecer y demostrar la superioridad del derecho sobre el poder
del Estado. Sus principales exponentes son Grocio, Pufendorf, Locke y Wolf, quienes
opinaban que existen normas eternas de derecho y justicia, siendo éstas superiores a
los gobernantes de los Estados y obligatorias para ellos.
Teorías que niegan la validez del antagonismo entre soberanía del Estado y soberanía
del Derecho. Sus máximos desarrolladores son Vinogradoff, Bentley y Hans Kelsen.
Este último opinaba que derecho y Estado son idénticos, ya que todo acto de Estado
es un acto jurídico a la vez que toda definición del Estado es una definición del derecho.
La relación entre derecho y Estado implica referirse a las relaciones entre derecho y poder.
El fenómeno del poder, al ser universal, y analizado por la experiencia histórica, ha sido un
concepto clave tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales, entre ellas la
ciencia política y el derecho.
Una de las formas de poder es el poder político, que detenta los medios de coacción física.
La posibilidad de que el poder político recurra a la fuerza o a la violencia y sea un elemento
distinto respecto de otras formas de poderes (económico, ideológico, etcétera), no quiere decir
que el poder político se resuelva en el uso de la fuerza, pues ejercerlo de esa manera, es una
condición necesaria pero no suficiente para su existencia.
Es importante señalar que el poder político (como cualquier otro poder) no podrá ser duradero
si le falta la legitimidad y la legalidad que emanan de un ordenamiento jurídico, es decir, el
título del poder y el ejercicio del poder. Para que el poder sea válido debe ser justificado. La
justificación transforma una relación de mera fuerza en una relación jurídica. Ninguna fuerza
puede constituirse en un poder legítimo si no cuenta con el consenso libre y voluntario de
quienes se someten a ella. Así pues, el único principio válido de legitimidad del poder político
es el consenso.
La diferencia entre el gobierno de los hombres y el gobierno de las leyes es el fundamento de
la identificación de la ley con la razón, que es el principio y el fin del derecho natural en las
teorías jurídicas y política de la antigüedad hasta el Estado de derecho que hoy se ha
apropiado del discurso democrático.
Por ello, y como señalan Cruz, Ochoa y Robles, la expresión Estado de derecho:
“es una de las instituciones más afortunadas y acertadas de la ciencia jurídica y la ciencia
política contemporánea al indicar un valor, que es la eliminación de la arbitrariedad en el
ámbito de la actividad estatal que afecta a los ciudadanos y una dirección de desarrollo de la
organización del Estado respecto al derecho. Pero, si bien es cierto que implica el
cumplimiento de determinadas obligaciones para los gobernantes, también implica que los
ciudadanos respeten esas libertades y derechos de los demás, así como consecuentes
comportamientos en el marco de los cauces institucionales y constitucionales legítimos
entendidos de la manera más amplia y flexible posible” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 82).
Unidad 2.
La historia de la teoría política
Introducción
La historia de la humanidad ha sido marcada por la organización política de la población con
el objetivo de un bien común; esta idea es la base para el desarrollo de la institución del
Estado influenciado por un sinfín de factores que, dieron las características a los diferentes
tipos de estados que conocemos.
Así, la concepción de Estado ha variado significativamente a lo largo de los siglos, dando
como resultado múltiples interpretaciones sobre sus características y funciones. Desde las
aportaciones clásicas y liberales del Estado, a las contribuciones marxistas y aquellas teorías
que se pronuncian en la actualidad a favor de la desestatización de la política, pasando por
los defensores realistas y críticos del Estado social. Es así como el fenómeno estatal ha sido
objeto de un análisis intenso en la medida que también se ha transformado.
Partimos el estudio de esta unidad, revisando las primeras civilizaciones que tomaron como
factor principal para su organización social, el medio geográfico en que se encontraban
asentadas, ya que una de sus principales metas era la de sobrevivir a las inclemencias
naturales. Posteriormente, los griegos, bajo las ideas de Aristóteles y Platón, comienzan a
construir los cimientos doctrinarios de la política y de la forma de organización del gobierno.
Estas primeras corrientes políticas fueron tomadas nuevamente en consideración durante la
Edad Media, bajo la premisa de un cambio en la vida social de la población.
Como consecuencia del cambio gestado en la Edad Media, nacieron los estados absolutistas,
los cuales doctrinariamente están dotados de gobernabilidad, pero carentes de un interés
general. Sin embargo, la humanidad no tardó mucho en observar el nuevo rumbo de la
organización política de la sociedad bajo principios de igualdad y la creación de un sistema
jurídico que tutelara a todos y cada uno de los individuos participes del Estado.
Es por ello que, para la formación de los estudiantes de la Licenciatura en Derecho, el conocer
estos aspectos, los dota de herramientas de análisis con el objetivo de comprender las
diferentes ideologías que dieron fruto a los tipos de Estado que ha tenido la teoría política.
Temario
Unidad 2. La historia de la teoría política
En el antiguo Egipto, por ejemplo, la organización política estuvo dominada por la presencia
del Faraón, el cual se identificó como el gobernante dios, que terminaba, guiaba la actividad
política de la sociedad.
La actividad del Faraón se enfocaba principalmente al quehacer religioso y su riqueza
permitía sostener la maquinaria de la administración y el ejército. Cruz, Ochoa y Robles
explican que “la teoría de la divinización del Faraón y las necesidades del gobierno de un
territorio tan inmenso exigía del rey–dios un papel de legislador y de juzgador para poder
mantener un control, por conducto de sus representantes, ya que incluso los oficios se
realizaban a nombre del faraón” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 88).
Mesopotamia, en cambio, se distingue por la actividad legisladora del rey Hammurabi (1750
a.C.). El llamado código de Hammurabi constituye una serie de disposiciones muy variadas
como la propiedad, sueldos, la esclavitud, los delitos, etc. Esta legislación proporciona una
visión sobre el aspecto normativo social del momento histórico, así como un referente político
donde se plasma el poder legislativo de Hammurabi.
Aunque en estos momentos de la historia, el pensamiento político se encuentra en ciernes,
será en el mundo griego donde encontraremos las grandes sistematizaciones políticas que
influirán hasta nuestros días.
La preocupación de Platón era determinar cuál debería ser la verdadera naturaleza del Estado
y su genuina función, por ello destacan las siguientes ideas:
Ciudadanos. La moral y los principios de justicia deben ser los mismos, tanto para el
ciudadano como para el Estado, de manera que sirvan para hacer felices a todos.
Estado. A Platón no le interesaba dedicarse a estudiar un gobierno en particular, sino
que su interés se centraba en lo que deberían ser todos los Estados en general. Por
eso, en su obra propone un Estado ideal, como un modelo que todos los Estados
deberían imitar.
Gobernantes. Todo gobernante de un Estado ideal debe saber en qué consiste el arte
de gobernar y qué es lo que debe hacer, porque si no lo sabe, o no tiene la habilidad
para ejercer eficazmente esa función, puede hundir tanto al Estado como a sus
ciudadanos.
Filosofía. La filosofía permite a un gobernante a evaluar lo que es mejor para la
sociedad y para los ciudadanos; por lo tanto, las personas más adecuadas para
gobernar, que podrán liberar a las comunidades del flagelo de los malos gobernantes,
son los filósofos o bien, aquellos que ya tienen el poder y se conviertan
providencialmente en verdaderos filósofos.
Para Epicuro, los Estados se crean solo con el fin de conseguir seguridad contra el egoísmo
de los demás hombres, por lo que los hombres hacen acuerdos tácitos para no dañarse, así
las leyes y el Estado nacen como un acuerdo para facilitar las relaciones humanas.
Zenón de Citio fue el fundador del estoicismo. Concibe al Estado a partir de una visión
interior, es decir, no como la imposición de una fuerza humana sobre los seres humanos,
sino como a unión de los hombres que participan de la razón.
Polibio y Cicerón.
Posteriormente, encontramos a las figuras de Polibio y Cicerón, los representantes del
pensamiento político en la antigua Roma.
Polibio
Fue un historiador griego que estudió minuciosamente la historia romana y que analizó los
principios que le dieron a la constitución romana su estabilidad y eficacia.
Basó sus ideas en la clasificación aristotélica de los regímenes políticos:
Monarquía: Representada por cónsules.
Republica: representada por las asambleas populares.
Aristocracia: representada por el senado.
Asimismo, afirmó que las diferencias entre ellas son externas e institucionales, no de
principios; y que las tres son diversos modos de resolución de conflictos de fuerzas. Basado
en una buena cantidad de estudios de casos, llegó a la conclusión de que estas tres formas,
en estado puro, son inestables a causa del antagonismo de las otras dos, y que tienden
inclusive a sucederse en forma cíclica.
Para saber más...
Polibio expuso la primera teoría sobre lo que luego la ciencia del Derecho Constitucional llamaría
"frenos y contrapesos", es decir, los mecanismos constitucionales de transacción entre fuerzas
antagónicas.
Esta concepción va de la mano con el edicto de Milán (313 d.C.) de Constantino, que concedió
la libertad de culto a los cristianos, y con los decretos de Tesalónica (380 d.C.) de Teodosio,
en los que se proclamó la religión católica como religión del imperio romano.
Desarrollo de las ideas políticas en la Edad Media
Junto con la decadencia del imperio romano, los primeros padres de la iglesia (como San
Agustín) establecieron los dogmas religiosos que habrían de regir a la iglesia y que
repercutieron a lo largo de la Edad Media. De acuerdo con dichos dogmas, desarrollaron sus
propias concepciones políticas y junto a ellos se ubican también algunos autores laicos. De
entre todos nos referiremos a los más destacados.
Juan de Salisbury
En su obra Policraticus (escrita en 1159), se opone a la intervención de la iglesia en los
negocios temporales y establece la jurisdicción de la autoridad secular y la eclesiástica
proponiendo la colaboración de ambas. Así, el poder temporal debe tener sustento en la
justicia y no en la voluntad del monarca: el verdadero gobernante combate por las leyes y la
libertad del pueblo, y por ello justifica el tiranicidio.
Hay que recordar que la ley es el vínculo entre los gobernantes y los gobernados.
Dante Alighieri
En su obra De la monarquía expone en tres grandes ideas su pensamiento político:
1. La unidad imperial es necesaria para conseguir el bienestar de los hombres.
2. El imperio no ha de ser menester de la consagración eclesiástica.
3. El emperador está en relación directa con Dios.
Marsilio de Padua
Escribe Defensor Pacis, donde expone de manera radical la supremacía del poder del
emperador, incluso sometiendo el poder papal a la autoridad terrenal. Dicho poder terrenal
“no tiene límites de ningún tipo, la ley no es obra del monarca sino del pueblo que es el
legislador último, compuesto por la totalidad de los ciudadanos o por su mayoría” (Cruz,
Ochoa y Robles, 2007, p. 110).
Padua consideró que la democracia debe no sólo quedarse en el plano temporal sino incluso
abarcar a la Iglesia.
Guillermo de Ockham
En sus Ocho cuestiones sobre la potestad del Papa, considera que el sumo pontífice sólo
debe ser obedecido en cuestiones espirituales, en caso de errores del Papa éstos deben ser
combatidos y en caso de que el Papa cometa algún crimen notorio cualquier fiel puede
juzgarlo, aun cuando en última instancia se encuentre el emperador.
El Papa debe respetar los derechos y libertades de los individuos concedidos por Dios.
¿Sabía qué?
El absolutismo se caracterizó por el poder hegemónico del monarca, concentrando facultades
ejecutivas, legislativas, militares e, incluso, religiosas; y trajo, por consiguiente, el surgimiento de los
Estados nacionales.
¡Importante!
El Leviatán (la figura de un mítico monstruo bíblico que Hobbes asocia con el Estado: un monstruo
compuesto por pequeños seres humanos) surge como el medio para evitar el estado permanente de
guerra, depositando la soberanía en el Estado creado por el pacto social. La soberanía es reconocida
por los súbditos a quienes protege y de donde obtiene su legitimación.
En el siglo XVII y XVIII la génesis del pensamiento liberal se manifiesta como una respuesta
directa ante las teorías que postulaban el poder absoluto o divino de los reyes. De esta forma,
el pensamiento político tiene un claro antecedente en el pensamiento de los teólogos jesuitas
españoles, especialmente Suárez y Mariana, a quienes nos referiremos a continuación.
Juan de Mariana:
En su obra del Rey y de su institución real, considera que el poder del monarca deriva de un
pacto con el pueblo representado por las cortes. Partiendo de la idea de una situación de
naturaleza.
Explica al Estado como una necesidad natural de organización, por lo que en un momento
dado es aceptable el deponer al gobernante cuando no satisface esa necesidad, siendo
justificable el tiranicidio
Francisco Suárez:
Considera a la iglesia como una institución universal y divina, a diferencia del Estado, el cual
es nacional y particular. Señala, que la sociedad posee el derecho inherente de gobernarse y,
de esta forma, el poder político es un fenómeno natural que se da en sociedad para satisfacer
necesidades, brindar bienestar y no posee un origen divino. Sin embargo, una vez que la
sociedad otorga el poder a un monarca por medio de un pacto, ella ya no puede reclamarlo a
menos que el gobernante se vuelva un tirano.
Según Suárez, el Estado es una institución humana que tiene su origen en la unión
voluntaria de las cabezas de familia.
Con estos antecedentes filosóficos, se abre el camino para las grandes aportaciones al
pensamiento liberal que constituyeron las ideas de Locke, Rousseau y Montesquieu en un
primer momento (y que sirvieron de base teórica a movimientos como la independencia de
los Estados Unidos y la Revolución Francesa), y las de Bentham, Stuart Mill y Smith en el
siglo XIX.
El pueblo no solo tiene el derecho de modificar el poder legislativo según su criterio (idea de
donde proviene la práctica de las elecciones periódicas de los Estado liberales), sino también
el de derrocar a los gobernantes deslegitimados por un ejercicio tiránico del poder.
Defendió la separación de podres en: legislativo, ejecutivo y federativo, como forma de
equilibrarlos entre sí e impedir que ninguno degenerara hacia el despotismo.
¿Sabía qué…?
Al inclinarse por la supremacía de un poder legislativo representativo de la mayoría, se puede
considerar a John Locke como un teórico de la democracia, hacia la que acabarían evolucionando los
regímenes liberales. Por legítimo que fuera, sin embargo, ningún poder debería sobrepasar
determinados límites, y de ahí la idea de ponerlos por escrito en una Constitución.
Definió la monarquía como un régimen en el que también era posible la libertad, pero no
como resultado de una virtud ciudadana difícilmente alcanzable, sino de la división de
poderes y de la existencia de poderes intermedios (como el clero y la nobleza) que limitaran
las ambiciones del príncipe.
Fue ese modelo, que identificó con el de Inglaterra, el que Montesquieu deseó aplicar en
Francia, por entenderlo adecuado a sus circunstancias nacionales. La clave del mismo sería
la división de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, estableciendo entre ellos un sistema
de equilibrios que impidiera que ninguno pudiera degenerar hacia el despotismo.
Con todo esto, el pensamiento político liberal constitucional será el paradigma emergente en
el siglo XIX para la construcción de los Estados.
Nacionalismo
El concepto de nacionalismo se puede caracterizar a grandes rasgos por la idea de unidad
estatal, así como por resaltar el poder autónomo y centralizado que posee el Estado. La idea
de nacionalismo está vinculada a la unificación italiana y alemana que se logró durante el
siglo XIX. El teórico italiano Pasquale Mancini, desarrolla las ideas nacionalistas y dice que:
“la nación posee diversos elementos en común, tales como la raza, la lengua y el territorio, así
como factores de unidad: el derecho. La costumbre, la religión y la historia; todos estos
elementos conforman la conciencia social, que es la base de una nación”.
A su vez, el socialismo científico (que se desarrolla en la segunda mitad del siglo XIX)
constituye una de las grandes corrientes de pensamiento que no solo ha impactado a la
filosofía sino a todas las ciencias sociales e incluso a las naturales. Tiene su base en las ideas
de Karl Marx (1818–1883) y Federico Engels (1820–1895). Si bien tiene su antecedente en el
socialismo utópico, esta ideología rompió con él ya que el socialismo científico pretende
combatir al capitalismo en la práctica.
Esta dinámica hay que situarla en el influjo que ejerce sobre el marxismo la teoría del proceso
dialéctico de Hegel. Según este filósofo cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su
propia contradicción (antítesis). De la pugna entre ambas surge una nueva realidad (síntesis)
que implica la superación de las anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.
La humanidad ha pasado por varios estadios con diferentes estructuras y sus propias
contradicciones: sociedad comunitario-tribal, la esclavista, la feudal y la capitalista. En ésta
última la burguesía ha creado unas condiciones (económicas, legales, unos modos de vida y
hasta la religión) que le permiten prosperar material y socialmente, pero a costa del
proletariado. Del mayor o menor desarrollo del movimiento obrero depende que la clase
trabajadora reconozca cuáles son realmente sus intereses y luche por ellos a través de la
acción revolucionaria (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 128).
Por ejemplo…
Estados totalitarios los encontramos en la Alemania nazi, en la Unión Soviética de Stalin o
en la España de Francisco Franco (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 132–134).
Será hasta la posguerra (1945) que se repensará la herencia política de occidente y surgirán
cambios sustanciales en la concepción del Estado. Dentro de las nuevas concepciones
encontramos el Estado benefactor y el Estado neoliberal.
Es a partir de los años setenta y como consecuencia de la Guerra Fría que se empieza a
delinear el Estado neoliberal: un Estado en el cual encontramos como ejes fundamentales el
adelgazamiento del Estado, la globalización e integración económica (que conlleva una crisis
del Estado nación para dar paso al Estado región), y la era de la comunicación informática.
Para finales del siglo XX y principios del XXI entramos en una etapa de crisis y de
conformación de un nuevo rostro para el Estado, un Estado que responda a las nuevas
realidades, y evite explicar lo actual con instituciones o modelos que no dan respuesta ante
los retos del presente.
Unidad 3.
El Desarrollo de la Teoría Política
Introducción.
Con base en un marco teórico-histórico, desarrollado en los dos primeros apartados,
asistimos al estudio de la presente unidad, la cual tiene una importancia máxima en el
estudio del Estado, ya que analizaremos todos y cada uno de los elementos que componen a
esta institución.
La doctrina política establece dos grupos de elementos que dan vida al Estado: a) Elementos
previos o anteriores y b) Elementos constitutivos. Dentro de los primeros tenemos a la
población, como elemento humano, y al territorio, como elemento físico del estado.
Comenzaremos el análisis de los elementos señalando las características de conceptos que
de forma general se consideran sinónimos, pero dentro de las ciencias sociales tienen
diferentes características, como pueblo, comunidad, sociedad, nación y población, esto con
el propósito de establecer de manera concreta las características del elemento humano. Con
lo que respecta al territorio señalaremos sus características y la regulación jurídica que tutela
este elemento en el Estado mexicano.
Ahora bien, dentro del segundo grupo, denominado elementos constitutivos, tenemos al fin
del Estado y a la autoridad del mismo. Estos elementos dan vida a la organización política
llamada Estado, que tendrá como meta el bien común y el interés general de la población;
estos fines estarán consignados, en la mayoría de los casos, en la constitución política de
cada nación, y serán desarrollados por uno de los poderes que encabezan al gobierno del
Estado. Y es dentro de esta parte de nuestro análisis donde surge el estudio del concepto
autoridad, como el mecanismo para la manifestación del gobierno.
La vida del Estado es acción y pasión a la vez, acción enérgica de organización y promoción.
Gestión activa del bien de la colectividad que le está confiada. Y dicha gestión debe estar
sometida al derecho. El Estado va armonizando y utilizando una serie de elementos que
contribuyen a formar su esencia, aunque no todos en la misma forma ni en la misma
proporción. Hombres, territorio, normas jurídicas, fines políticos, poder, actúan
incesantemente para mantener la existencia estatal.
El autor dice...
Para el jurista belga Jean Dabin los elementos previos o anteriores al Estado son el elemento
humano y el elemento territorial; y los elementos constitutivos son el fin del estado y la
autoridad o poder político (2003: 11-25 y 33-35).
Por su parte, el argentino Carlos S. Fayt considera que el Estado tiene elementos esenciales:
territorio, población, poder y derecho) y elementos modales: soberanía e imperio de la ley
(Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 142-143).
El primer y más importante elemento del Estado es el hombre. El Estado es una agrupación
de hombres (de seres racionales y libres) dotados de un destino individual que trasciende al
de cualquier colectividad. Es esencial que toda construcción de Estado tenga en su base una
concepción clara y no tergiversable del hombre como persona, investida de una dignidad
eminente y superior, por su razón y su voluntad libre, a cualquier grupo o asociación.
¡Importante!
En la agrupación estatal caben todos los hombres independientemente de sus características
exteriores, independientemente de sus determinaciones accidentales de raza, lengua,
cultura, color o religión. No importa el número de hombres que compongan al Estado: pueden
existir Estados de pocos habitantes y otros de gran densidad de población. Sólo se requiere
que el número de hombres sea realmente grande para que nazca la necesidad a la que debe
atender la agrupación estatal.
Cabe hacer aquí la diferenciación entre los conceptos Estado y nación, que suelen
confundirse.
El autor dice...
Según Cruz, Ochoa y Robles, “la Nación —concepto sociológico— obedece a raíces mucho
más profundas que las del Estado, es decir, la tendencia a identificar la comunidad humana
con la categoría de nación. En tanto que el Estado puede surgir de un momento a otro como
resultado de un proceso político (desintegración, unificación, fusión, golpe de Estado, etc.),
una nación no es posible, pues requiere de continuidad y una tradición a prueba de
circunstancias y acontecimientos históricos, y se mantiene como unidad moral indisoluble”
(2007: 149).
Al referirse al concepto de nación, Ernest Gellner (1991: 77-80) afirma que existen dos
elementos para diseñar una teoría de la nación: voluntad y cultura:
Voluntad: dos hombres son de una misma nación, si y solo si se reconocen como
pertenecientes a una misma nación.
Cultura: dos hombres son de una misma nación, si y solo si comparten la misma cultura,
entendiendo por cultura un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de
conductas y de comunicación.
Derivado del concepto de nación, el concepto de nacionalidad puede agruparse en dos
grandes características: una en la que predomina los elementos físico-somáticos y otra en la
que parecen privar los elementos psíquicos-espirituales. Se habla de la raza, de la lengua, de
las costumbres de los intereses económicos, como factores determinantes de la nacionalidad,
y otras, de la cultura, de la religión, de la comunidad de recuerdos y tradiciones, del amor a
la libertad, de la voluntad de vivir en común.
Lo importante es que las diferencias étnicas, lingüísticas y socioculturales han ido
superándose con la ayuda de aglutinantes espirituales, como por ejemplo el cultivo de ideales
políticos o culturales comunes, el amor a la libertad y a la independencia, y el afán de
superación en la búsqueda de un nivel de vida más alto y más justo para todas las clases
sociales. La nacionalidad estará basada en un querer y en un hacer comunes incesantemente
renovados.
El Estado nacional surge entonces como un ideal, donde todos los miembros de la población
sean connacionales, y en el que el Estado represente auténticamente los intereses de la
nación. Ese ideal, que pocas veces se da, no siempre es factible en el caso de Estados que
por tener en su seno minorías étnicas son Estados multinacionales o poliétnicos. Más que
buscar la independencia política de estos grupos minoritarios, habría que establecer con
procedimientos de descentralización y de federalismo, con una serie de recursos políticos y
jurisdiccionales que garantizan con eficacia los derechos de las minorías. Ni aun con estos
procedimientos se ha llegado a una solución que evite todos los conflictos que puedan surgir
en el interior de un Estado multinacional o poliétnico. Debe prevalecer el deber de lealtad
que el súbito tiene para con el Estado en que vive y del que forma parte independientemente
de sus sentimientos de solidaridad y afecto para con los nacionales del Estado enemigo.
Queda claro, entonces, que sin ningún grupo humano y poblacional asentado en un territorio
es impensable la existencia del Estado como tal. De ahí que se afirme que puede haber nación
sin Estado, pero no Estado sin nación.
Es así que la población, como elemento humano del Estado, puede ser concebida
técnicamente desde diversos puntos de vista: como sociedad, como población propiamente
dicha, como pueblo o como nación. Precisemos cada uno de los conceptos:
Definamos...
La sociedad “es un grupo de seres humanos que cooperan en la realización de varios de sus
intereses principales, entre los que figuran, de modo invariable, su propio mantenimiento y
preservación” (Fairchild, 1992: 280).
La población "es un término demográfico y estadístico que se utiliza para hacer referencia al
conjunto de personas que viven y se encuentran en un determinado territorio geográfico,
abarcando tanto a los nacionales como a extranjeros, de todas las edades, sexos, condiciones
sociales, políticas, económicas, religiosas, educativas, etc., además de ser el elemento
humano del Estado” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 167).
El pueblo “es aquel conjunto de la población establecida en un determinado territorio,
denominados también ciudadanos y que intervienen en los asuntos políticos del gobierno y
del Estado, en cuyo beneficio se garantizan, establecen y reconocen determinados derechos
y obligaciones” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 168).
Y la nación puede definirse como “un conjunto de hombres que comparten en común las
mismas costumbres, tradiciones, historia, ideología, cultura, idioma, religión, etc. con otros,
pero que no necesariamente poseen un territorio, gobierno y Estado. Pero sólo los primeros
han realizado y alcanzado sus aspiraciones como Estado-nación” (Cruz, Ochoa y Robles,
2007: 168).
En el mismo sentido, Barberis resume las teorías que explican la naturaleza del derecho del
Estado sobre su territorio (2003: 25-34):
1.- El territorio como objeto de un derecho de Estado: el Estado ejerce sobre el territorio un
derecho real semejante al del propietario de una cosa.
2.- El territorio como espacio dentro del cual el Estado ejerce su imperio respecto a sus
súbditos dentro de un espacio, el cual sería precisamente su territorio.
3.- El territorio como ámbito de validez espacial del orden jurídico estatal: el concepto de
territorio no ha de ser buscado en el mundo real, sino en el plano normativo y consiste en el
ámbito espacial del poder del Estado.
Surge entonces la necesidad de delimitar el valor del territorio como elemento integrante del
Estado. En un mundo globalizado como el actual, el Estado se ve disminuido por cuestiones
financieras, económicas y culturales que rebasan sus fronteras. Pero no deja de tener validez
la idea de Aurora Arnaiz Amigo (2003: 118): “el territorio, no la tierra, está supeditado a los
fines políticos del individuo, de la comunidad y de la institución estatal a que pertenecen.
Afirmamos que el territorio tiene una función valorativa en consonancia con la axiología
política de los hombres que integran la sociedad política e institucional”.
En este sentido, se observa que el territorio es un instrumento para el Estado, necesario para
la realización de sus funciones y cumplimiento de sus fines. El territorio es fuente de
recursos, ámbito de desarrollo de actividades, hábitat de la población y se proyecta como
parte del ecosistema terrestre. Finalmente, el territorio es el ámbito espacial que delimita el
ejercicio de la competencia por parte del Estado y donde se asienta su colectividad.
El autor dice...
Cruz, Ochoa y Robles (2007: 181) afirman que “el poder político no es una cosa que uno
pueda tener, es el resultado de una relación en el que unos mandan y otros obedecen. No es
posesión de nadie, sino el resultado de esa relación. Por esta razón, el poder está
estrechamente vinculado no sólo ni prioritariamente con la fuerza o la violencia, sino con las
ideas, creencias y valores que ayudan a la obtención de obediencia y dotan de autoridad y
legitiman al que mandan dentro del Estado”.
Para Max Weber, el poder es “la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una
relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa
probabilidad” (1998: 43), y lo diferencia de los conceptos de dominación y disciplina. Para el
mismo autor, el poder político posee tres fuentes de legitimidad (1998: 172):
Racional: descansa en la creencia en la legalidad de ordenes estatuidas y de los derechos de
mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer su autoridad. Es la autoridad legal.
Tradicional: Que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones que
rigieron desde tiempos lejanos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para
ejercer la autoridad. Es la autoridad tradicional.
Carismático: Que descansa en la entrega extra cotidiana a la santidad, heroísmo o
ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas. Es la
autoridad carismática.
Ahora bien, el término autoridad representa un fenómeno análogo al del poder, del que es su
formalismo hecho institución. Por consiguiente, el poder precede a la autoridad y ésta es la
forma legitimada de aquél o su reglamentación práctica. Es decir, “la autoridad es el ejercicio
institucionalizado del poder y conduciría a hacer una diferenciación entre gobernantes y
gobernados, entre los que mandan y obedecen. Es decir, la autoridad se distingue del poder
claramente de la coacción, la fuerza y el poder, por un lado, y del liderazgo, la influencia y la
persuasión, por el otro, gracias a la legitimidad” (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 182).
Murillo F. (citado por Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 184), determina que la autoridad implica
una serie de supuestos:
Una relación de supra-subordinación entre dos individuos o grupos.
La expectativa del grupo supra-ordinado de controlar el comportamiento del
subordinado.
La vinculación de tal expectativa a posiciones sociales relativamente independientes
del carácter de sus ocupantes.
La posibilidad de obtención de obediencia se limita a un contenido específico y no
supone un control absoluto sobre el obediente.
La obediencia es sancionada según un sistema de reglas vinculadas a un sistema
jurídico o a un sistema de control social extrajurídico.
Una vez que hemos identificado y definido el concepto de autoridad, toca ahora empezar por
sus dos tareas fundamentales: el gobierno y la administración pública.
La primera se refiere a la dirección de la organización política; la segunda a la ejecución o
aplicación de las leyes con miras a la concreta satisfacción de los requerimientos sociales.
Cruz, Ochoa y Robles (2007: 185) explican que:
“Las relaciones entre el gobierno y la administración pública son de distinción, debido a que
el primero es un órgano político que tiene a su cargo la dirección de la política interior y
exterior del Estado; mientras que la segunda es la organización técnica, respecto de la cual
se predican o deben predicarse, objetividad y profesionalidad de los servicios prestados por
medio de la burocracia.”
Reflexión...
Teniendo en cuenta estos conceptos surgen preguntas inevitables: ¿cuál es la naturaleza de
la autoridad? ¿Por qué las personas llegan a aceptar la autoridad de determinados individuos
o grupos en ciertas circunstancias?
Ya varios autores clásicos buscaron dar respuestas a estas interrogantes y las discusiones
derivadas del concepto de autoridad que dichos autores han dado se encuentran
entremezcladas con descripciones sobre la evolución de la sociedad, de las conquistas o de
los contratos sociales.
En este sentido, para Héctor González Uribe (1992: 309-310) los derechos de la autoridad
política son derechos funcionales y éstos son de carácter funcional porque sólo existen y se
legitiman en función del servicio del bien público temporal, el cual está determinado por las
actividades que realiza.
¡Importante!
Aunque, como reconocen Cruz, Ochoa y Robles (2007: 204), en muchas de las ocasiones las
personas a quienes se les confía el ejercicio del poder político lo ejercen de manera individual,
grupal o para el partido político que los postuló para tal cargo de elección popular,
olvidándose de la naturaleza de los derechos de la autoridad, que tiene su origen en la
ciudadanía y van encaminadas al servicio de la colectividad social. Por tanto, imperium y
potestas quedan condicionados y ordenados al fin de la cosa pública: el bien público.
Poder, entonces, es un concepto muy importante dentro de la teoría del Estado. Ha tenido
diferentes concepciones a lo largo del tiempo y a continuación nos referiremos a ellas.
¿Sabía que...?
Pensadores clásicos que van desde Aristóteles hasta John Locke se preocuparon
principalmente por las relaciones de poder dentro de una comunidad dada. Pero las
relaciones externas, más que las internas, conducen la atención hacia los problemas del
poder relativo. El ascenso e importancia del Estado moderno obligó a los teóricos de la política
a reconocer la preeminencia del poder en la política, y particularmente en la política
internacional de los Estados modernos. De esta forma, los subsecuentes pensadores políticos
encontraron útil definir, distinguir e interpretar al Estado en términos de poder.
Es así como encontramos a autores como el sociólogo alemán Max Weber quien, como ya
vimos, define al poder en un sentido relacional. Weber influyó en el pensamiento de autores
posteriores como Michel Foucault y Norberto Bobbio, quienes ampliaron sus objetivos con el
propósito de incluir un horizonte más amplio de relaciones de poder.
En específico, Bobbio elabora una nueva tipología de las formas de poder que está más
apegada a los datos de la experiencia moderna, en la cual el poder político, que detentan los
medios de coacción física, es diferenciado del poder económico, basado en la posesión de
bienes o riquezas, y del poder ideológico, sustentado en el control de los medios de persuasión
(Bobbio y Bovero, 1998: 45). El hecho de la posibilidad de que el poder político recurra a la
fuerza o a la violencia y sea un elemento distinto respecto de otras formas de poderes, no
quiere decir que el poder político se resuelva en el uso de la fuerza, pues ejercerlo de esa
manera es una condición necesaria pero no suficiente para su existencia.
El autor dice...
Por esta razón, y como señalan Cruz, Ochoa y Robles (2007: 211), “el poder está
estrechamente vinculado no sólo ni prioritariamente con la fuerza o la violencia, sino también
con las ideas, creencias y valores que ayudan a la obtención de obediencia y dotan de
autoridad y legitimidad al que manda. El no entender esto, es la causa de muchos errores en
las decisiones humanas, tanto en el plano individual como en el plano de quienes dirigen
organizaciones”.
Así, podemos señalar que el poder político o cualquier otro poder no pueden ser duraderos
si les falta legitimidad y legalidad, es decir, el título del poder y el ejercicio del poder. En otras
palabras, su justificación. Ninguna fuerza puede constituirse en un poder legítimo si no
cuenta con el consenso libre y voluntario de quienes se someten a ella.
El Estado, tanto por su forma de organización como por sus fines, se puede catalogar como
una persona moral, una persona que es sujeto de derechos y obligaciones. Esta persona
moral es una persona sine qua non, ya que sus fines son superiores: es una persona moral
cuyo objetivo es el de preocuparse por los individuos que la conforman y que a su vez vive
sometida por el derecho.
Para algunos autores, la personalidad jurídica es un imperativo ineludible en el Estado, y
que solamente ella puede dar de manera satisfactoria la necesidad de unidad y continuidad
en la actividad estatal. Este tipo de autores piensan que la personalidad jurídica del Estado
es única y no múltiple. El Estado no puede dejar de ser soberano en ningún momento.
El sometimiento del Estado al derecho, la superioridad de los fines estatales y la agrupación
del propio Estado para poder controlar a una población determinada son tres caracteres del
Estado que están estrechamente vinculados entre sí, y no pueden darse el uno sin el otro.
¡Importante!
La personalidad jurídica del Estado es un imperativo ineludible dentro de él y solamente ella
puede dar satisfacción a la necesidad de unidad y continuidad en la actividad estatal. Esta
personalidad jurídica es única y no múltiple. El Estado no puede dejar de ser soberano en
ningún momento, puede actuar en algunos momentos a la manera de los particulares, pero
sin perder sus características de sociedad política, cuyo fin está por encima de cualquier
agrupación privada. El Estado es la única persona moral y jurídica que no reconoce a
ninguna otra por encima de ella.
Es así que el concepto de soberanía ha jugado un papel importante en la formación del Estado
y en las diferentes concepciones que de él se ha tenido a lo largo de los siglos.
Recuerde que...
Recordemos que en la teoría política, la idea de soberanía es antigua. Data del siglo XVI y se
asocia al surgimiento del Estado moderno. Fue usada por primera vez por el pensador francés
Juan Bodino, para quien la soberanía consistía en el poder absoluto y perpetuo de un
príncipe para dictar y derogar leyes a las que él mismo debería estar sujeto. Desde entonces
se ha generalizado el uso del concepto de soberanía como atributo del poder estatal.
Sin embargo, tesis como las de Bodino únicamente estudiaban la soberanía desde el punto
de vista interno del Estado sin tomar en cuenta las relaciones de éste con los demás, es decir,
el derecho internacional. Surge entonces la necesidad de contemplar la soberanía desde dos
ángulos o aspectos: el interno y el externo, tal y como postularon Rousseau, Hegel y Jellinek.
Aspecto interno:
Consiste en la facultad exclusiva de un pueblo de dictar, aplicar y hacer cumplir las leyes
que él mismo de otorga y a las que debe estar sometido el propio Estado.
Aspecto externo:
Significa que un pueblo independiente y supremo entra en relaciones con sus pares, en un
pleno de libertad y de igualdad. El aspecto interno de la soberanía modifica la identificación
del concepto de soberanía con el de omnipotencia.
Sin embargo, en nuestros días existe un fenómeno que constituye un factor de menoscabo
de la soberanía estatal: la globalización.
A través del proceso de globalización, cada vez más naciones están dependiendo de
condiciones integradas de comunicación, del sistema financiero internacional y del comercio.
De acuerdo con el proyecto Globalization 101 del Levin Institute, de la State University of
New York:
La globalización es un proceso de interacción e integración entre la gente, las empresas y los gobiernos de
diferentes naciones. Es un proceso en función del comercio y la inversión en el ámbito internacional, el cual
cuenta con el respaldo de las tecnologías de información. Este proceso produce efectos en el medio ambiente,
la cultura, los sistemas políticos, el desarrollo y la prosperidad económica, al igual que en el bienestar físico de
los seres humanos que conforman las sociedades de todo el mundo (Globalization 101,
http://www.globalization101.org/es/que-es-la-globalizacion/).
Es así que la globalización tiende a generar un escenario de mayor intercomunicación entre
los centros de poder mundial y sus transacciones comerciales, produciendo efectos e
influencias tanto al interior como al exterior de los países.
El autor dice...
Cruz, Ochoa y Robles (2007: 219) sostienen que “la premisa fundamental de la globalización
es que a mayor grado de integración dentro del Estado es que éste tiene una mayor capacidad
para establecer relaciones comerciales y financieras con otros Estados, generando una
relación más equitativa de interdependencia”.
Sin embargo, y aun cuando uno de los postulados de la globalización es el desarrollo de los
pueblos, este fenómeno también ha traído consecuencias negativas para los Estados. En
primer lugar, la globalización por sí misma es un factor de menoscabo de la soberanía de los
países debido a que, al eliminar las fronteras para las comunicaciones, el comercio y las
operaciones financieras, permite que tanto los organismos financieros internacionales como
los países con mayor grado de desarrollo y los corporativos multinacionales intervengan
directamente en la economía, en la política y hasta en la cultura de los países menos
favorecidos.
La propia State University of New York, a través del mencionado proyecto Globalization 101,
lo reconoce al establecer que:
La globalización es muy controversial. Sus partidarios sostienen que la misma permite a los países pobres y
sus ciudadanos desarrollarse económicamente y mejorar sus niveles de vida. Por su parte, sus oponentes
arguyen que el establecimiento de un mercado libre internacional sin restricciones ha beneficiado a las
corporaciones multinacionales del mundo occidental, a expensas de las empresas y las culturas locales, y de la
gente común. Por lo tanto, la resistencia ante la globalización ha cobrado vida tanto a nivel popular como en el
ámbito gubernamental, a medida que la gente y los gobiernos intentan controlar el movimiento de capital,
trabajo, bienes e ideas que constituyen la ola actual de globalización (Globalization 101,
http://www.globalization101.org/es/que-es-la-globalizacion/).
Vida del Estado
El Estado, como todo órgano, tiene vida. Y esta vida se manifiesta en el constante roce social,
en la interacción, en la comunión de distintos intereses y la lucha continua de cada individuo
por concretar sus propios fines, tanto individual como socialmente.
Esto nos hace suponer que en el Estado también existe una interacción entre los elementos
que lo conforman y entre sus distintas finalidades, misma que explicaremos a continuación.
Con el surgimiento del Estado moderno, aparece una división de los órganos del Estado que
intenta comprender la proximidad o intimidad de éstos a la estructura fundamental del
Estado y los clasifica en inmediatos y mediatos. Cruz, Ochoa y Robles (2007: 221-223) nos
mencionan que:
Órganos inmediatos: entendidos como aquellas que determinan la existencia misma de la
asociación estatal, y los cuales si desaparecen harían desaparecer por completo la vida del
Estado.
Órganos mediatos: aquellos cuya situación no descansa de un modo inmediato en la
constitución, sino que derivan de las leyes secundarias y su mandato proviene de un órgano
inmediato al que siempre estarán subordinados.
Esta división permite otras subdivisiones. Los órganos inmediatos pueden subdividirse en
órganos creadores y creados, primarios y secundarios, simples y potenciados, sustantivos (o
independientes) y dependientes, y normales y extraordinarios. Los órganos mediatos se
subdividen en facultativos y necesarios. Cruz, Ochoa y Robles (2007: 222-223) dan la
siguiente conceptualización de cada uno:
Órganos creadores y órganos creados: los creadores son aquellos que deciden y que pueden
generar nuevos órganos, tal y como podría ser el caso del Congreso Constituyente que opera
después de una revolución; los creados son aquellos que derivan de un acto del órgano
creador y no pueden más que depender de él.
Órganos primarios y órganos secundarios: los primarios no requieren de presentarse en
una relación jerárquica, toda vez que son independientes de otros; los secundarios se
encuentran en una relación con respecto a otro, es una relación orgánica y es representada
de manera inmediata.
Órganos simples y órganos potenciados: los simples con aquellos que por su cualidad
misma de individuo se ven llamados a ser titulares de órganos; los potenciados son aquellos
que dada la función que desempeñan dependen directamente de otro órgano estatal.
Órganos sustantivos o independientes y órganos dependientes: los sustantivos son
aquellos que pueden exteriorizar una voluntad que tiene fuerza para obligar inmediatamente
al Estado y a sus súbditos; los dependientes son aquellos que carecen de fuerza obligatoria
para hacer que sus súbditos y el Estado mismo haga algo.
Órganos normales y órganos extraordinarios: los normales son aquellos que ejercitan sus
funciones dentro del orden constitucional ordinario, dentro de un entorno pacífico y que
tienen la característica de ser permanentes y continuos; los extraordinarios son los que sólo
entran en acción en circunstancias especiales, como podrían ser los gobiernos provisionales,
y son órganos creadores solo cuando el orden jurídico se subvierte.
Órganos facultativos y órganos necesarios: los facultativos son aquellos a los que se les
puede crear a su arbitrio por el jefe de Estado; los necesarios son los instituidos por el jefe
de Estado en cumplimiento de preceptos constitucionales y legales tales como el primer
ministro o canciller en los gobiernos parlamentarios.
El estudio de los diferentes tipos de órganos del Estado nos lleva necesariamente a repasar
las funciones del Estado y la distinción entre formas de gobierno y formas de Estado,
conceptos a los que ya nos hemos referido.
Solamente diremos que dichas funciones están directamente relacionadas con la división
tradicional de los poderes y son, según Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 223-224:
Administrar: entendido como el acto de proveer por medio de decretos y servicios públicos
respuestas a las necesidades de la colectividad.
Juzgar: resolver pacíficamente y conforme a derecho los conflictos de intereses que puedan
surgir al interior del Estado, declarando cual es la norma aplicable.
Legislar: función que tiene por objeto dictar, modificar y revocar las leyes que rigen al país.
Ahora bien, estudiadas las funciones estatales debemos dejar en claro que el Estado es la
unidad y totalidad, es el titular de la soberanía, mientras que el gobierno es el conjunto de
órganos estatales a quien se le confía el ejercicio de la soberanía. Las formas de gobierno
determinan la manera en que se administran y organizan los principales órganos del Estado
a fin de poder determinar la unidad del Estado, mientras que las formas de Estado definen
las estructuras de éste en su totalidad, de cómo se podrá organizar la soberanía a la luz de
una Constitución (Cruz, Ochoa y Robles, 2007: 224-225).
Para concluir, haremos referencia a dos temas de suma importancia para entender el papel
del Estado tanto a su interior como al exterior y que se desglosan de lo que hemos visto ya a
lo largo de esta unidad: el Estado y sus relaciones con los grupos y las asociaciones, y el
Estado en el plano internacional.
Al interior, el Estado, como poder político organizado, tiene como fin establecer un orden en
la sociedad e impone su voluntad a los demás poderes sociales. En este sentido, el Estado se
involucra con los demás grupos de la sociedad con los que tiene relación hasta llegar al
individuo. Entre estos grupos de la sociedad podemos mencionar a los grupos de presión, los
grupos de interés, los partidos políticos y los grupos que canalizan la opinión pública
organizada.
El autor dice...
Al respecto, Cruz, Ochoa y Robles (2007: 225-226) señalan que “ante estos grupos el Estado
se coloca como un eje rector, dimensionará las conductas que se generen, delimitándolas
jurídicamente, a través de ciertas condiciones normativas, además también pueden
delimitarse por su administración financiera, aspecto con el cual, en los últimos años, se ha
buscado delimitar la actuación de organizaciones no gubernamentales, al regular la forma
en que adquieren fondos es la forma en que se puede regular su actividad y su actuación
social y política, logrando al fin su principal objetivo: el control del poder”.
En cuanto a sus relaciones con el exterior, el Estado se encuentra sometido a las normas
jurídicas que rigen las relaciones en la comunidad internacional, que son de carácter general;
en un conflicto entre Estados no solamente operan las convenciones y las costumbres sino
también los principios generales del derecho. La comunidad jurídica internacional la
podemos entender como el conjunto de Estados que mantienen relaciones jurídicas entre sí.
Unidad 4.
La Estimativa en la Teoría Política.
Introducción.
Dentro de la dinámica marcada por la evolución del hombre, se encuentra inmersa la
evolución de su organización social y política, y con ello la del Estado. Actualmente, esta
circunstancia se ve reflejada en las nuevas políticas adoptadas por los países, creando las
adecuaciones jurídicas para justificar la forma de Estado con el objetivo de alcanzar los fines
establecidos.
No obstante, dichas adecuaciones deben tener en consideración los valores del Estado,
traducidos en la justicia, la seguridad y el bien común; principios adoptados en su sistema
jurídico y aplicados a través de su normatividad.
De manera que, en la presente unidad, se analizará el desarrollo de las actividades del
Estado, en aras de la consolidación de los valores del mismo, traducidas en tareas ajenas a
interés particulares.
Por lo antes expuesto, resulta de suma importancia para la formación del estudiante de la
Licenciatura en Derecho, el estudio de la ontología del Estado, traducida en el origen,
desarrollo y fines del poder, teniendo como meta la realización de los valores en comento.
Por lo tanto, el desarrollo de estos temas aportará, al estudiante de la Licenciatura en
Derecho, los mecanismos de análisis para comprender los elementos que dan vida a los
Estados contemporáneos, así como los requisitos necesarios para la configuración de un
nuevo Estado.
Objetivo
A lo largo de esta unidad, usted:
Expondrá la axiología del Estado y sus problemas filosóficos fundamentales, así como su importante vinculación con la
sociedad.
Temario
Unidad 4. La estimativa en la teoría política
4.1. Origen y justificación del Estado
4.1.1. El problema filosófico y jurídico del origen del Estado
4.1.2. El problema de la justificación del Estado: su importancia; términos en que se plantea
4.1.3. Teorías que se han expuesto para justificar al Estado
4.1.4. Principios en que se basa la justificación del Estado
4.2. Fines y valores del Estado
4.2.1. Los fines del Estado en una perspectiva filosófico-política
4.2.2. El Estado y el hombre. Sus relaciones y conflictos
4.2.3. El Estado como instrumento para la realización de valores: la justicia, la seguridad, el bien común
4.2.4. El transpersonalismo y el personalismo. El Estado al servicio de los valores de la persona humana