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Lengua Castellana y Literatura II

2º Bachillerato de Ciencias y Tecnología

MARGARITA SALAS

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98
A finales del siglo XIX coexistieron en España dos movimientos literarios que comparten una postura insatisfactoria, un
descontento hacia el momento histórico por el que pasaba el país (crisis de la conciencia europea): el Modernismo y la

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Generación del 98. Dentro del Modernismo encontramos autores como Ruben Darío, Juan Ramón Jiménez y Manuel
Machado, y de la Generación del 98, Miguel de Unamuno, Azorín y Pío Baroja. Otros como Antonio Machado y Valle-Inclán al
tener características de los dos grupos literarios, son más complicados de clasificar.

El Modernismo es el movimiento literario (principalmente poético), cultural y artístico nacido en hispanoamérica a finales
del siglo XIX y difundido en España por Rubén Darío. Sus raíces se encuentran en dos corrientes literarias de origen francés: el
Parnasianismo (que busca la perfección y huye del sentimentalismo) y el Simbolismo que (a través de significados subjetivos
busca expresar significados ocultos de la realidad). Fue breve (1915 aprox) pero muy influyente puesto que significó la
renovación total de la poesía española. En cuanto a los temas, se distinguen dos líneas principales: una escapista, en la que el
autor en su afán de huir de la realidad se impulsa a tiempos remotos como la Grecia Clásica o el lejano Oriente
(indigenismo,erotismo…); y la intimista, en la que el autor expresa su malestar por un deseo de plenitud que resulta
inalcanzable (nostalgia, desasosiego…). El lenguaje fue profundamente renovado, lo que produjo un enriquecimiento del
vocabulario poético (cromatismo, musicalidad…), así como de la métrica, donde se introdujeron nuevas estrofas y ritmos, y
rescataron y renovaron metros olvidados (alejandrino, dodecasílabo, eneasílabo francés…). Las figuras más importantes de la

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poesía modernista son Antonio Machado, autor de Soledades, galerías y otros poemas, y Juan Ramón Jiménez. Ambos son
poetas intimistas y simbolistas que poco a poco evolucionaron alejándose del Modernismo. En la narrativa, destacamos las
Sonatas de Valle-Inclán y en la corriente denominada teatro poético, Las hijas del Cid de Eduardo Marquina. Pero el más
influyente poeta modernista fue el nicaragüense Rubén Darío. Su literatura cambió por completo el rumbo de la lírica de
habla hispana, tanto por su lenguaje sensorial como por la renovación de la métrica. Sus obras más destacadas son Azul
(1888), Prosas Profanas (1896) y Cantos y vida y esperanza (1905).

En 1902 se publican cuatro obras con una concepción novelística nueva: La voluntad de Azorín, Camino de perfección de
Pío Baroja, Sonata de otoño de Valle-Inclán y Amor y pedagogía de Unamuno. El inicio de la Generación del 98. La irrupción
de estos autores (Unamuno, Azorín y Baroja) al momento intelectual y literario se debió al descontento provocado por la crisis
política, económica y moral que se estaba viviendo en la época y el agotamiento de temas y formas de la literatura. Por ello
proponen una reforma total en las conductas sociales y morales de los españoles con sus obras. Además, defienden el
subjetivismo frente a la fiel reproducción de la realidad que pretendían los autores del siglo XIX. Los temas predominantes
son:
● El problema de España: encontrar el alma de España por medio del paisaje (Castellano), la historia (intrahistoria
unamuniana) y la literatura (volviendo a autores medievales como Berceo o Manrique). Destacan ensayos como
Castilla de Azorín, En torno al casticismo de Unamuno y Don quijote, Don Juan y la Celestina de Maeztu.
● Temas existenciales: abarcan el miedo a la muerte, angustia, deseo de inmortalidad, dificultad para creer en Dios,
preocupación por el paso del tiempo… Destacan novelas como Niebla de Unamuno, Antonio Azorín de Azorín o
Camino de perfección de Baroja.
Se caracterizan por el rechazo de la expresión retórica y grandilocuente, por lo que utilizan un estilo sencillo y claro pero sin
pérdida de fuerza expresiva. Por otro lado, tienden a la precisión léxica, a la elección justa de palabras y muchas veces buscan
vocablos extraños por su sabor local (palabras terruñeras). Utilizan un vocabulario impregnado de valoraciones subjetivas por
las cuales revelan sus sentimientos íntimos. Además, proliferan las oraciones simples y yuxtaposición. En definitiva la
Generación del 98 es la manifestación de una insatisfacción hacia la España del momento.

NOVECENTISMO Y VANGUARDIAS
Entre 1914 y 1918 tuvo lugar la Primera Guerra Mundial, el conflicto bélico más sangriento hasta el momento. Marcó
profundamente la historia de todos los países, provocando un deseo profundo de terminar con los valores que regían la
sociedad del momento. España no participó en esta, pero también fue fuertemente influenciada por ella. Además, se
encontraba en el convulso tiempo anterior a la guerra civil: en 1923 se proclamó la dictadura de Primo de Rivera, que dio
paso, en 1931, a la proclamación de la II República. Así, en el período entre 1914 y 1925 surgieron el Novecentismo y las
Vanguardias, dos movimientos que responden al mismo sentimiento de rechazo a la realidad de esos años. Engloba a todos
aquellos autores posteriores a la Generación del 98 que se distancian de estos al querer renovar por completo la literatura.

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El novecentismo es el movimiento cultural y artístico que surge en España cronológicamente entre la Generación del 98 y la
Generación del 27. Designa a un grupo de autores españoles con una sólida formación académica que, con el objetivo de
renovar la literatura y el arte de la época y modernizar España, adoptan una actitud intelectual (opuesta al irracionalismo
subjetivista del 98) y europeísta. Además, constituyen una minoría elitista y liberal, por lo que defienden un arte puro basado
en la pulcritud y máxima depuración expresiva (alejado de sentimientos personales). En definitiva conciben una nueva
literatura que acaba con las formas artísticas del siglo anterior.

Por todo esto, el principal género que cultivaron fue el ensayo, donde destaca José Ortega y Gasset. En su ensayo La
deshumanización del arte , explica la naturaleza elitista y autosuficiente del arte nuevo, afianzándose así como guía intelectual
del grupo. También destacan Meditaciones sobre el Quijote o La rebelión de las masas. Sus ensayos se caracterizan por su

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estilo claro y elegante y uso de la metáfora y el símil. Son de importante mención también Gregorio Marañón con Don Juan o
Egugenio d ́Ors con Tres horas en el museo del Prado.

Por otro lado, también se cultivó la novela y la poesía. Esta primera fue una continuación del Modernismo a través de la
depuración estilística llevada a cabo por autores como Gabriel Miró, con El obispo leproso o Ramón Pérez de Ayala con
Troteras y danzaderas. El maestro indiscutible en poesía es Juan Ramón Jiménez. Tuvo una gran influencia no solo para esta
generación sino también para la posterior (Generación del 27). Su poesía pasa por tres etapas: inicios modernistas (Arias
Tristes), la etapa intelectual Diario de un poeta recién casado y la etapa verdadera, donde desarrolló una poesía muy
intelectualizada (Dios Deseado y Deseante). Con su poesía pura buscaba abandonar el modernismo y sentimentalismo y
encontrar la poesía sencilla con la que nombrar la esencia de las cosas (la verdad, belleza o conocimiento absolutos).

Las Vanguardias o Ismos son movimientos (sucedidos a gran velocidad) que surgen en Europa a principios del siglo XX con la

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voluntad de experimentar y romper con lo tradicional en la literatura e innovar en la producción artística. Tienen su auge en
España en los años comprendidos entre 1910 y 1925 aproximadamente. Buscaban la originalidad, el rechazo de las normas y
tradiciones, el alejamiento del gran público y se expresaron en manifiestos. Son el Expresionismo, Cubismo, Surrealismo,
Dadaísmo, Futurismo… Pero los propiamente españoles fueron el Creacionismo, con Vicente Huidobro y el Ultraísmo de
Vicente Huidobro, y el Ultraísmo de Jorge Luis Borges y de Guillermo de Torre. La primera pretende crear realidades nuevas y
el Ultraísmo recoge elementos futuristas, cubistas y creacionistas y busca ir más allá de la estética vigente.
El gran vanguardista español fue Ramón Gómez de la Serna. Fue el máximo difusor de estas innovaciones, sobre todo a través
de Las greguerías, pequeñas composiciones poéticas que él mismo definió como “metáfora más humor”. También escribió
cuentos, novelas (El caballero del hongo gris), ensayos, biografías y teatro.
En definitiva, el Novecentismo y las Vanguardias fueron movimientos artísticos cuya importancia radica en la renovación que
supusieron y la influencia que ejercieron sobre la generación siguiente: la del 27.

LA GENERACIÓN DEL 27
En la década de los 20 alcanza su madurez la llamada Generación del 27, consolidada en un encuentro en Sevilla para
homenajear y reivindicar la figura de Góngora en el tercer centenario de su muerte. Sus miembros estaban unidos tanto por
la amistad y gran formación intelectual (Residencia de Estudiantes) como por sus disposiciones liberales y progresistas
alimentadas por los temblorosos años que les tocó vivir y que culminaron con la proclamación de la Segunda República y la
Guerra Civil. Su labor literaria está considerada como la edad de plata de la lírica castellana. Incluye a autores como: Pedro
Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Rafael Alberti y Luis
Cernuda. También a escritoras como Concha Méndez, Ma Teresa León o Ernestina de Champourcin. Llegaron a publicar sus
poemas en una antología compuesta por Diego en 1931 (Poesía española. Antología 1915-1931).

Estos autores fueron fuertemente influenciados por los poetas medievales y clásicos (culta, con Manrique o Garcilaso de
la Vega; y popular con los romanceros), Bécquer, Unamuno, Machado, Juan Ramón Jiménez y Ruben Darío. También de los
movimientos de Vanguardia y Ortega. Es por ello que conbinan lo culto (sonetos, décimas…) y lo popular (romance, las
repeticiones…), lo “puro” y lo humano, lo español y lo universal, y conviven entre la tradición y la modernidad.

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Estudiándoles como un conjunto podemos diferenciar tres etapas: hasta 1927 se cultivó la poesía pura con el amor y la
muerte como temas y siguiendo el magisterio de Juan Ramón.destacan las enseñanzas de Juan Ramón Jiménez y la poesía
culta. Destacan Jorge Guillén con Cántico (donde celebra la vida con versos dedicados a las cosas más absurdas) y Pedro
Salinas con Presagios, Fábula y signo (sus primeros libros también con temas futuristas) y La voz de ti debida . De 1927 a la
Guerra Civil se cultivó la “rehumanización” con el objetivo de criticar el mundo exterior interesándose de nuevo por los
conflictos humanos desde el compromiso político y social (estuvo muy influenciado por el Surrealismo). Aparecen reflejados
protestas sociales y angustias personales. Destacan Alexaindre con Espadas como labios y La destrucción o el amor (temas
como el amor, la muerte, unidad del mundo...), Lorca con Poeta en Nueva York (denuncia la deshumanización del mundo
moderno), Alberti con Sobre los ángeles (donde expresa su angustia) y Cernuda con Los placeres prohibidos (amor). La Guerra
Civil fue un período de gran afectación para la Generación. Lorca fue fusilado en 1936, muchos de ellos se exiliaron y muy
pocos se quedaron en España (Vicente Alexaindre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego). En el exilio, Guillén publica Clamor,

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donde retrata un mundo de postguerra desordenado y expresa incomprensión, dolor… iniciando un período centrado en el
dolor humano. Más adelante, dominará la nostalgia y la patria perdida. Así mismo, en España la poesía deriva hacia un
humanismo angustiado de tonos existenciales. Destacan Hijos de la ira, de Alonso y Sombra del paraíso e Historia del corazón
de Alexaindre.

Para terminar, Miguel Hernández, el “poeta del pueblo”, es considerado el genial epígono de esta generación. Evoluciona
de una etapa vanguardista con Perito en lunas a una poesía humanizada y de corte clásico con El rayo que no cesa, donde
aborda temas como el amor, la vida y la muerte. Por otro lado, son de importante mención Versos humanos de Gerardo
Diego, donde reúne canciones y sonetos dedicados a Castilla; el Romancero gitano de Lorca, que constituye el punto más alto
de fusión entre lo popular y lo culto; Marinero en tierra de Alberti; y La realidad y el deseo y Donde habite el olvido, de
Cernuda.

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En definitiva, la Generación del 27 fue un movimiento poético de renovación y afirmación de la tradición española, que
tuvo un gran impacto en la poesía no sólo de su época sino también de las posteriores; creó maneras y métodos distintos
para escribirla.

TEATRO ANTERIOR A 1939


Durante el primer tercio del siglo XX España atravesaba un continuo periodo de inestabilidades políticas, económicas y
sociales: final de la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, el auge de la Segunda República, su caída y el estallido de la
Guerra civil. La novela y la poesía atravesaron una de sus mejores etapas conocida como “Edad de plata” sin embargo el
teatro no gozo de la misma vitalidad. El teatro de esta época estuvo condicionado por los intereses del público, sobre todo del
público burgués, quien mayoritariamente consumía este tipo de espectáculos. Así, se desarrollaron dos grandes tendencias: el
teatro comercial, el más consumido, y el teatro innovador, que pese a ser considerado de mejor calidad debido a las
innovaciones que introdujo, fue consumido en menor medida.

El teatro comercial triunfó en las salas comerciales gracias a sus tramas costumbristas en las que se veían reflejados los
espectadores, especialmente la burguesía. Dentro de este teatro encontramos tres vertientes o géneros principales: el teatro
poético, el teatro cómico y la comedia burguesa. El teatro poético surgió de la corriente modernista, es un teatro de pura
evasión sin relación inmediata con la realidad, que recupera temas históricos y legendarios. Destacan Eduardo Marquina con
Las hijas del Cid y los hermanos Machado Lola se va a los puertos. La comedia burguesa, en cambio, trataba temas de
actualidad, personajes cultos y sofisticados, lenguaje distinguido y elegante, y ofrecía una visión más crítica pero a la vez
humorística de los comportamientos burgueses. Destaca Jacinto Benavente, con obras como Los intereses creados, puesto
que ofreció un teatro con mayor interés por el diálogo y con un tono más realista. Por último, la finalidad del teatro cómico
era entretener al público. Dentro de este, encontramos tres subgéneros: el sainete, la tragicomedia grotesca y el astracán. En
el sainete, cuyo máximo representante fue Carlos Arniches (El santo de la Isidra); se representaban personajes esquemáticos,
escenas costumbristas y utilizaban chistes y juegos de palabras. En la tragicomedia, donde de nuevo destaca Arniches (La
señorita de Trevélez), el humor no derivaba del lenguaje, sino de situaciones dramáticas y personajes ridículos que

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provocaban risa y lástima a la vez. Por último, el astracán fue creado por Pedro Muñoz Seca. Se trataba de obras cómicas
descabelladas cuyo único fin era provocar la carcajada, por medio del chiste fácil y alocados juegos de palabras. Destaca La
venganza de don Mendo, parodia en verso de dramas históricos.

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Simultáneamente, se desarrolló el teatro innovador, formado por autores que no conformes con la vulgaridad que, según
ellos, aquejaba a la escena española de la época, exploraron nuevas formas de expresión dramática, introduciendo por tanto
nuevas técnicas y temáticas. La Generación del 98 llevó a cabo una serie de intentos renovadores, como, por ejemplo,
Unamuno con Fedra (temas existenciales y metafísicos) o Azorín con Lo invisible (angustia ante la muerte).Pero la figura
central de este movimiento fue Vallé-Inclán, por su gran producción dramática, por la originalidad de sus obras, por sus temas
y estética diferente y por la riqueza y expresividad de su lenguaje. Sus obras más importantes son: en sus inicios modernistas
El Marqués de Bradomín; en el llamado ciclo mítico Comedias Bárbaras, donde muestra la Galicia mítica y rural donde
personajes actúan según su instinto y pasiones violentas mítico) y Divinas Palabras, donde la avaricia y la lujuria
desencadenan los conflictos (personajes grotescos como marionetas); y Luces de Bohemia, consideraba su obra maestra, por
la cual consagró el llamado Esperpento, la construcción de un mundo basado en las deformaciones sistemáticas de
personajes y valores con el fin de denunciar las defectos de la sociedad. También destacan, quizá más vinculados al
vanguardismo, los intentos renovadores de Jacinto Grau (El señor de Pigmalión) y Ramón Gómez de la Serna (El drama del
palacio deshabitado).

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En la Generación del 27 se produce un acercamiento del teatro al pueblo y se crearon compañías teatrales como “La Barraca”
que pretendieron dar una educación teatral al público. El autor más destacado fue Federico García Lorca. Éste entendía el
teatro como espectáculo total pues cuidaba sumamente todos los aspectos (texto, música, escenografía...), escrito en un
lenguaje muy cuidado con recursos propios de la poesía y estilo experimental pues se alimentaba de múltiples tendencias y
estilos. La temática solía rondar en torno al destino trágico de las personas y se desarrollaba con un lenguaje cargado de
connotaciones, símbolos y metáforas con los que se ahondaba en este tema. El lirismo es un componente básico de su teatro
por dos razones: porque utiliza el verso y porque los fragmentos poéticos están cargados de simbolismo. Las acotaciones son
sugestivas, más que descriptivas y cargan el espacio escénico de elementos simbólicos. Aunque el autor fue evolucionando y
escribiendo numerosas obras teatrales (inicios modernistas con Mariana Pineda, las farsas con La zapatera prodigiosa y
experimentos surrealistas Así que pasen cinco años), su etapa de plenitud corresponde con la creación de varias piezas en las
que mezcla lo popular con la tragedia clásica y en las que ocupan un puesto central mujeres marginadas de la España rural:
las tragedias de ambiente rural. Sobresalen Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.

ANÁLISIS DOÑA ROSITA LA SOLTERA


La obra anterior a 1939 que he leído este curso ha sido Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, la última obra del
poeta y dramaturgo Federico García Lorca. Fue estrenada en 1835 en Barcelona, poco antes de su muerte en 1936. Fue
publicada en un contexto un tanto convulso políticamente hablando, que tras la fallida II República (1931-1939) desembocó
en la Guerra Civil Española (1936-1939). Lorca pertenece a la Generación del 27. Nació en Granada 1898 y en 1918 se instaló
en la Residencia de Estudiantes en Madrid, donde hizo amistad con sus compañeros de generación y personajes como Dalí. En
1929, se marchó a Nueva York , experiencia que le marcó profundamente (Poeta en Nueva York). En 1932, ya de vuelta en
Madrid, creó el grupo teatral “La Barraca”, con el que recorrió España representando obras clásicas. En 1936 fue fusilado a
manos de los franquistas en los inicios de la Guerra Civil española, uno de los acontecimientos más trágicos de la historia de la
literatura española. Hoy en día es uno de los más destacados escritores españoles del siglo XX. Doña Rosita la soltera se trata
de una obra teatral y poética (reflejado en el recitado de cantos populares), próxima al drama burgués que aborda temas
sociales (soltería de la mujer) y existenciales (paso de tiempo). Está estructurado en tres actos y el espacio es el jardín, el cual
va cambiando en cada acto (“poema granadino dividido en varios jardines”). Termina en forma de tragedia, pero no al modo
clásico, sino como la tragedia íntima de un personaje. Rosita es la representación de la “solterona”, la mujer llamada “niña”
casi hasta su vejez, que gasta su vida en la espera triste de un marido que no va a volver, encerrada en sus ensoñaciones sin
querer enfrentar a la verdad. En la obra no hay apenas acción dramática puesto que su tema central es ese inevitable paso del
tiempo y la frustración de las “solteronas” de la sociedad provinciana del momento. Esto se ve reflejado en el símbolo de la
“rosa mutabile”, cuya vida equivale a la de Rosita, y también en el ritmo de la pieza: se empieza con un primer acto movido y
ágil y se llega a un tercer acto lento, oscuro… en el que Lorca muestra paso a paso la decadencia por la que pasa Rosita al
abandonar ese mundo irreal en el que estaba ahogada. Los personajes son un mero retrato de la sociedad del momento:la tía

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(burguesa) que al igual que Rosita se niega a aceptar la realidad; la ama (pueblo), que nombra las realidades pero no se la
escucha y representa la honestidad del pueblo; el tío que introduce la alegoría de la rosa mutabile; las solteronas que
representan el engaño y ocultación de sus estatus social venido a menos (como Rosita); y el primo, el personaje en ausencia
que recita unos versos preciosos con los que se compromete con Rosita y después la traiciona… En definitiva, esta obra es un
gran ejemplo del teatro poético que Lorca cultivó y su reafirmación como uno de los mejores autores de la historia de la
literatura española, no solo por su lengua, sino por todos los significados que esconde tras sus palabras.

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LA NOVELA ENTRE 1939-1975
Tras la Guerra Civil español (1936-1939) se instaura una dictadura por la cual el país sufre un aislamiento político y cultural
que aleja a la narrativa de las tendencias renovadoras europeas: supone el abandono de las tendencias impulsadas por los
novelistas de la Generación del 98 y por los autores del novecentismo o la vanguardia, dentro de los cuales algunos han
desaparecido (Lorca, Unamuno…) y otros exiliado (Ayala, Chacel…).

Durante los años cuarenta España se caracterizó por la represión política, la censura, el aislamiento internacional y la
precariedad económica. Así, produjo un empobrecimiento cultural importante que hará que no se publiquen muchas novelas.

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Por un lado, vieron la luz novelas ideológicas que relatan el conflicto desde la perspectiva de los vencedores. Destacan
Torrente Ballester con Javier Mariño o García Serrano con La fiel infantería, el mejor representante de la novela sobre tema
bélico. Por otro lado, se dieron las novelas de corte existencial. Estas se centran, con un enfoque realista, en la dolorida
España de postguerra (realidad asfixiante; desesperanza, angustia, muerte, oscuridad…) Destacan Nada de Carmen Laforet o
Los Abel de Ana María Matute. Vinculado al existencialismo surgió el llamado tremendismo, una manifestación extrema del
anterior que por tanto acentuó aún más los aspectos más violentos y desagradables de los personajes. Las obras más
destacadas de estas tendencias son: La familia Pascual Duarte de Camilo José Cela, en la que un condenado a muerte
describe en primera persona su penosa vida.

A principios de los años cincuenta, en un contexto en el que en España se inicia una mayor apertura exterior y un mayor
desarrollo económico, surgió en el país una nueva corriente narrativa de corte realista que pretende denunciar la mala
situación social con el objetivo de tomar conciencia de las injusticias y desigualdades y contribuir a su erradicación. Para ello
se opta por el objetivismo mediante fórmulas como el uso de narrador oculto que presenta los relatos como si hubiesen sido
grabados por una cámara, un diálogo que refleja el habla coloquial, un protagonista que representa a una clase social y un
orden lineal. Trata temas como la explotación del proletariado y sus penosas condiciones de vida, y también la denuncia de la
inautenticidad y prejuicios de la burguesía y clases dirigentes. Una obra característica de esta época es La Colmena de Camilo
José Cela, donde se introducen innovaciones como la ausencia de un final preciso, el protagonista colectivo de 292 personajes
y la organización de la novela en secuelas. También destaca El camino de Miguel Delibes, quien retrata como nadie el mundo
rural con su característico estilo sobrio y sencillo, y El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, en la que se presentan las
conversaciones de unos jóvenes a la orilla de un río como si hubieran sido grabadas. También Juegos de mano de Juan
Goytisolo, Pequeño teatro de Ana María Matute o El Fulgor y la sangre de Ignacio Aldecoa.

En la década de los 60 se producen cambios en la sociedad española, como un desarrollo económico y la recuperación de algunas obras de
autores exiliados. Fue fundamental también la influencia de autores extranjeros y el boom de la novela hispanoamericana (García Marquez
o Vargas Llosa). Todo esto unido a la creencia de que la novela debía abandonar su finalidad de denuncia e indagar en la personalidad del
individuo a través de su conciencia y de todo su contexto social, puesto que, se consideraba que el realismo social había agotado sus temas,
dio lugar a la llamada novela experimental. Esta se conseguió por medio del uso del narrador cambiante, el desorden cronológico y en los
capítulos, la menor importancia del contenido, el monólogo interior, los finales abiertos, la alteración o desaparición de los signos de
puntuación, la inserción de elementos otográficos y el empleo de estilo indirecto libre. Destaca principalmente Tiempo de silencio de Luis

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Martín Santos, donde interesan los constantes comentarios del autor, la organización estructural y el lenguaje utilizado, ya que el léxico y el
estilo están totalmente alejados del realismo precedente; pero también Cinco horas con Mario de Miguel Delibes, Señas de identidad de
Goytisolo y La saga/fuga de JB de Ballester. Por otro lado, cabe destacar la novela en el exilio, donde se trataron temas como el pasado y la
identidad, el desarraigo y la guerra. Destacan Memorias de Leticia Valle de Rosa Chacel, Requiem de Ramón J. Sender, El laberinto mágico
de Max Aub y La cabeza del cordero de Francisco Ayala.

En conclusión, el panorama narrativo de estos años se caracteriza por ser reflejo de las secuelas de la guerra, los problemas existenciales…
y por su progresivo enriquecimiento desde unos comienzos difíciles en los años cuarenta.
LA NOVELA ESPAÑOLA DE 1975 HASTA LA ACTUALIDAD. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES
La muerte de Franco en 1975 es una fecha que se toma como referencia para hablar del arranque de la modernidad en
España. Desde el punto de vista político, significó el fin de la dictadura, el inicio de la Transición a la democracia, la cual se
alcanzó con la aprobación de la Constitución de 1978 y el restablecimiento de las relaciones con Europa. Desde el punto de

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vista cultural, significó el desarrollo de la cultura española en un ambiente verdaderamente libre; el fin de la censura supuso la
publicación de novelas españolas hasta la fecha prohibidas en nuestro país, la recuperación de los escritores exiliados y la
traducción de obras extranjeras.

Si algo caracteriza a este período es su gran heterogeneidad, puesto que coexistieron distintas promociones de autores. Del
36, encontramos a Camilo José Cela, con importantes obras como Mazurca para dos muertos, o Delibes con Los santos
inocentes. Del 50, a Ana María Matute con Olvidado rey Gudú y del experimentalismo de los 60 a Mendoza o Vázquez
Montalbán con Los mares del Sur. Además, se puede hablar de un grupo nutrido de autores que empiezan a publicar sus
primeros libros importantes tras la muerte del dictador. En primer lugar, hay que mencionar a (ya que para muchos fue el
responsable de los nuevos cambios de esta época) Eduardo Mendoza, quien en 1975 publica La verdad sobre el caso Savolta,
una novela histórica y policiaca que aprovecha técnicas experimentales y las pone al servicio de la intriga y la acción. Así, se
dejó claro el agotamiento de la novela experimental, lo que provocó un progresivo abandono del compromiso social y la

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recuperación de la narratividad, del gusto por los argumentos nítidos, los personajes coherentes, la anécdota, la obra con un
orden claro y la importancia de la intriga o el humor entre otros. También son de importante mención Rosa Montero (La hija
del caníbal), Jesús Ferrero (Opium) y Antonio Muñoz Molina (El invierno en Lisboa) entre otros.

Estos autores cultivaron distintas tendencias narrativas. Por un lado, encontramos la novela histórica, con obras ambientadas
o fabulaciones sobre el pasado y donde destacan El capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte, Soldado de Salamina de Javier
Cercas o El corazón helado de Almudena Grandes. También, la novela policiaca y de intriga, donde se mezcla el tema policiaco
con la política y la historia y se da gran importancia al suspense; destacan La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza o El
alquimista impaciente de Lorenzo Silva. De igual manera se cultivó la novela de realismo crítico y social, con obras con una
visión crítica y comprometida con la realidad histórica y donde destaca principalmente Luis Landero (Juegos de la edad tardía).
Por otro lado, encontramos la novela erótica (premios La sonrisa vertical) con El escote de María Jaén y Las edades de Lulú de
Almudena Grandes; y la novela de aventuras (utilizan ingredientes de otros subgéneros), con El maestro de esgrima de
Reverte o La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón. Además, se dieron distintas estrategias de renovación que incorporaron
la novela española en Europa. Aquí encontramos la novela autobiográfica o del yo, con obras como Mortal y rosa de Umbral o
La escritura o la vida de Jorge Semprún; la metaficción o autoficción, con obras como El desorden de tu nombre de Millás; y la
fusión de géneros, dentro de la cual encontramos dos vertientes: la novela de reflexión intimista (Javier Marías con Corazón
tan blanco) y la novela poemática (Julio Llamazares con La lluvia amarilla), donde se da un uso muy cuidado y cautivador de la
prosa.

Para terminar, encontramos una generación de autores más jóvenes, a los que el tiempo permitirá juzgar con más perspectiva, pero de muy
importante mención por sus innovaciones: la generación X. Cultivaron en general una prosa ágil con mucho diálogo y un lenguaje fresco que
pretendía retratar a una generación para la que el rock, las drogas o el sexo eran el centro de sus preocupaciones. Destacan José Ángel
Mañas con Historias del Kronen o Lucía Etxebarría con Beatriz y los cuerpos celestes. También, la llamada Generación Nocilla; formada por
autores nacidos alrededor de los 70 y cuya denominación se debe a la trilogía de Fernández Mallo, Nocilla Project, inspirada en el título de la
canción “Nocilla, ¡Qué Merendilla!” de Siniestro Total. Sus obras se caracterizan por un planteamiento revolucionario y marcadas por
Internet, la hibridación de géneros, el uso del blog como medio de difusión literaria y el patente inconformismo con el mundo literario
convencional. Destacan Agustín Fernández Mallo con Nocilla Dream y Vicente Luis Mora con Fred Cabeza de Vaca. También son de
importante mención las mujeres del panorama actual, como Sara Mesa (Cara de pan) y Elisa Victoria (Vozdevieja) y la narrativa en las
distintas lenguas peninsulares, también pertenecientes a la literatura española, como El lápiz del carpintero de Manuel Rivas, Obabakoak de
Bernardo Atxaga o Temps d´una espera de Carme Riera.

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TEATRO POSTERIOR A 1939: TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS
El impacto de la Guerra Civil sobre el teatro fue tremendo. Se produjo un aumento de las presiones comerciales, y sobre todo, debido a la
censura, un mayor condicionamiento ideológico. Esto unido a la ausencia de figuras maestras, que o bien han desaparecido (Unamuno,

No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Valle-Inclán y Lorca) o bien se han exiliado, provocó que el panorama de la escena española resultara pobre en comparación con las
experiencias del teatro extranjero. En primer lugar, es de importante mención el teatro del exilio. Destacan principalmente Alejandro Casona
(teatro poético) con La dama del alba y Max Aub (en un primer momento en las vanguardias y durante la guerra cultivó una literatura más
comprometida) con obras como Morir por cerrar los ojos.

En el teatro de los años cuarenta se continuó cultivando la Alta Comedia, ideológicamente conservadora y estéticamente
convencional (destacan José María Pemán y José Calvo Sotelo), pero además, la Comedia del Disparate, surgida en torno a un
grupo de humoristas relacionados con la revista “La Codorniz”. Este teatro escondía una visión amarga de la realidad por
medio de un humor absurdo e intelectualizado y juegos de palabras y el equívoco. Son de importante mención Enrique Jardiel
Poncela por el ingenio de sus planteamientos y la fresca agudeza de sus diálogos (Eloísa está debajo de un almendro y Usted
tiene ojos de mujer fatal); y Miguel Mihura, que utilizaba un humor nacido de la paradoja, la situación absurda y el ingenio,
con obras como Tres sombreros de copa, donde se critica el absurdo de todo un sistema de vida. Mihura se amoldó además al
gusto del público burgués con las exitosas Melocotón en almíbar y Maribel y la extraña familia entre otras otras. También
aparece un teatro de corte existencialista, con el cual poco a poco fue evolucionando hacia el realismo social hacia la década

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de los cincuenta. Así, esta década comienza con dos importantes obras: en 1949 Historia de una escalera de Antonio Vallejo,
en la cual se introduce este nuevo teatro interesado por los problemas humanos y en 1953 Escuadra hacia la muerte de
Alfonso Sastre. En esta década la misión del teatro era principalmente inquietar e impulsar a una lucha para recuperar la
dignidad humana, y para ello se hizo uso de una obra siempre inconformista y fiel a sus planteamientos éticos. Sus temas
trataban los problemas de obreros y gente humilde, mostrándonos así las desigualdades sociales, el anhelo de realización
humana y sus dolorosas limitaciones. Dentro de él, encontramos dos vertientes: un plano existencial, que medita sobre la
condición humana, y un plano social, que denuncia las injusticias en dramas como Las Meninas o El sueño de la razón.

En la década de los sesenta la censura relaja un tanto su rigor y así se continuó con la línea de protesta y denuncia de la injusticia social y el
descontento político de corte realista y se dio la experimentación surrealista y simbolista. Destaca Francisco Nieva con Pelo de Tormenta y
Fernando Arrabal, autor de El cementerio de automóviles y Pic-nic y que cultiva la provocación por medio de la violencia, el sexo o la locura,
con diálogos poéticos o incoherentes. En la década de los ochenta, con la llegada de la democracia y el fin de la censura, la actividad teatral
resurge. Así, surgen compañías teatrales, como la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y teatros debido a que reciben el apoyo
institucional. Además, se crean festivales, como los de teatro clásico de Almagro o el de Mérida. Por otro lado, se intentó llevar a escena
todo aquello que había sido prohibido en décadas anteriores y se renovó la concepción de la obra, pues el texto cede protagonismo al
espectáculo. Así, surgieron compañías independientes como Els Comediants o La Fura dels Baus, responsable de la ceremonia inaugural de
los JJ. OO. de Barcelona 92, que combinan juegos circenses, malabares, música y espectáculo de luces con la inmersión del público en el
propio espectáculo, en muchas ocasiones en la propia calle. Destacan dramaturgos nacidos en los cuarenta (José Luis Alonso de Santos o
Ignacio Amestoy) y en la década de los cincuenta (Ernesto Caballero o Paloma Pedrero). Los temas eran muy variados, como los problemas
sociales (La estanquera de Vallecas de Alonso de Santos), la guerra civil (Las bicicletas son para el verano de Fernando Fernán Gómez) y
conflictos psicológicos (El color del agosto de Pedrero). Se cultiva un teatro realista, simbolista (Auto de Caballero) e incluso el metateatro
(Mañana, aquí, a la misma hora de Amestoy). En los noventa irrumpe un grupo heterogéneo de autores a los que, pese a no gustarles, se
denomina la generación Bradomín (ya que algunos ganaron el Premio Marqués de Bradomín) Destaca Juan Mayorga, que aborda dramas de
la historia del siglo XX (Cartas de amor a Stalin) o que reflexiona sobre problemas del presente, como la pederastia (Hamelín). También,
Sergi Belbel, que ha escrito guiones para cine, televisión y obras como Caricias, Móvil, Fuera de juego… y Alfonso Plou, que ganó el
Bradomín en 1986 con Laberinto de cristal. Otros, como Angélica Liddell (El año de Ricardo) pretenden suscitar el rechazo de la sociedad
burguesa por medio de la violencia y la provocación (teatro de la crueldad)

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