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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA RELACIONES INTERIORES, JUSTICIA Y PAZ


UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMETAL DE LA SEGURIDAD
CENTRO DE FORMACION ARAGUA
UNIDAD DE POSTGRADO ARAGUA

“PROBLEMAS DE LA SEGURIDAD CIUDADANA Y DEL


SISTEMA PENITENCIARIO DEL PAIS; POLITICAS PUBLICAS
IMPLEMENTADAS, ALCANCES Y EFECTIVIDAD”

PNFASC POLICIAL
AMBIENTE II
NIVEL DOCTORADO (ESPECIALIDAD)
PROCESO I-2021
CATEDRA: Políticas Públicas en la Seguridad Ciudadana
Dra. Jennifer Calzadilla.

ALUMNO: JOSE A. GUEVARA


C.I. V-10.457.597

Maracay, Noviembre del 2021


RESUMEN

El presente trabajo tiene con finalidad discutir la problemática en cuanto a la Seguridad

Ciudadana y el Sistema Penitenciario en nuestro país, hacer un análisis de la realidad

problemática en relación a un grave problema que existe en Venezuela como es el de la

Inseguridad Ciudadana. Se han estudiado las experiencias exitosas las cuales se proponen

recomendaciones concretas para mejorar la política pública, en relación a la seguridad

ciudadana, en nuestro país. La investigación concluye en que la problemática de la Seguridad

Ciudadana es un problema a nivel mundial siendo una anomia social de origen estructural,

transversal, multicausal y multidimensional que afecta a los aspectos de la vida en comunidad

siendo complejo su análisis por lo tanto la solución no solo es de carácter policial sino de

carácter integral y multifuncional debiendo responder solo a la planeación estratégica, siendo

su solución de carácter holístico.

En cuanto al Servicio Penitenciario en la población carcelaria venezolana, el Gobierno

Nacional creó el Ministerio del Poder Popular para el Servicio Penitenciario, según Gaceta

Oficial Nº 39.721, con fecha 26 de julio de 2011, vía decreto N° 8.266. Los métodos empleados

se determinaron por el objetivo general y los conflictos generados. Del nivel empírico:

observación y análisis de documentos. Del nivel teórico: histórico-lógico y análisis síntesis. El

análisis relacionado con el escenario, reveló irrelevante la creación del supra mencionado

Ministerio, ya que lejos de haber constituido una solución al problema carcelario del país, se ha

agravado considerablemente por incumplimiento de su deber integral de conducir a las

necesidades la concepción de competencias proactivas dentro de los ejes transversales que

atraviesa el Sistema Penitenciario. Como resultado, el desarrollo, formulación, ejecución de

políticas y estrategias conduce a la necesidad de concebirlas en el ejercicio de los derechos

fundamentales de los procesados y penados, la rehabilitación de los centros de reclusión y el

desarrollo de programas socioeducativos.


INTRODUCCION

Los cambios del Estado venezolano a partir de 1999, luego de la promulgación de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela proponen redimensionar la tradicional

idea de ciudadanía, que más allá del reconocimiento expreso de unos derechos, se consolida

con su ejercicio. El presente trabajo tiene como objetivo analizar la política pública nacional de

seguridad ciudadana y del Servicio Penitenciario, en el proceso de reforma del Estado

venezolano y para la redefinición de un sistema tendente a garantizar la seguridad ciudadana,

entendida como la preservación de derechos y libertades reconocidas a las personas.

A tal efecto, se exponen los elementos de un modelo de seguridad ajustado a los

principios constitucionales de un Estado social y democrático de Derecho, y se pone en relieve

la importancia del estudio de la política pública nacional de seguridad ciudadana, por ser ésta

un buen revelador de los valores y objetivos del Estado en la materia. Se realiza una especial

referencia al desarrollo de la producción jurídico penal, por ser lo jurídico una importante forma

a través de la cual se proyectan las políticas públicas en la vida social. Debe aclararse que más

que un análisis profundo, se ofrece una panorámica de algunos cambios que se han sucedido

en esta área. La perspectiva teórica en políticas de seguridad ciudadana se estima de gran

valor, en tanto que la evaluación de los contenidos y resultados de los mecanismos de

intervención del Estado a través del Derecho penal para garantizar la protección de la

seguridad ciudadana, genera valiosa información sobre la organización y funcionamiento de las

instancias del sistema de justicia penal, y resulta fundamental para desarrollar herramientas

que permitan la ejecución de prácticas, orientadas al logro de los objetivos de una política de

seguridad ciudadana en el marco del Estado social y democrático de Derecho, evitando el

grave riesgo de acudir a políticas que signifiquen retomar la herencia de una larga tradición

política arraigada en el orden público, o ser presa de nuevas políticas que emergen de

tendencias punitivas globalizadas que suponen la homogeneización de las políticas públicas de


seguridad, pudiendo desembocar en modelos y prácticas no solamente ajenos a la realidad

social venezolana, sino contrarios a los imperativos éticos configurados en la Constitución.

Por cuanto ambas perspectivas apuntan a la severidad de la política penal en su

conjunto y se encuentran vinculadas al uso ineficaz del poder, y ante la creciente necesidad de

relegitimación del Estado a través de la política pública de seguridad, es por lo que se pretende

impulsar el desarrollo de estudios que puedan servir de apoyo a la gestión pública en el marco

del modelo de Estado constitucional venezolano.


“PROBLEMAS DE LA SEGURIDAD CIUDADANA Y DEL SISTEMA PENITENCIARIO

DEL PAIS”

Desde una perspectiva histórica, las políticas de seguridad ciudadana implementadas

en Venezuela en los últimos veinte años se han caracterizado por la ausencia de estrategias de

prevención, y la carencia de un sistema de justicia transparente y efectivo que trabaje a favor

de la reducción de la impunidad y de la profesionalización de los cuerpos de seguridad del

Estado. Hay un descuido del creciente problema de violencia y, cuando el Estado actúa, suele

caracterizarse por el uso excesivo de la fuerza en contra de las comunidades más vulnerables.

Hasta el momento, el sector público no ha implementado medidas consistentes con miras a

implementar programas basados en evidencia y prevenir la delincuencia (Rosas & Herrera-

Núñez, 2018). Sumado a esto, hay pocos datos recopilados de forma rigurosa sobre cómo se

comporta la violencia en el país. Además, en este sentido, no hay forma de saber cómo están

fallando estas instituciones y así diseñar soluciones coherentes. Solo algunas organizaciones

sin fines de lucro y centros de investigación investigan la naturaleza de la violencia urbana en

Caracas.

El marco constitucional y la consecuente regulación de aspectos sociales, políticos y

civiles entre otros, implica la ampliación del campo de acción del Estado, en el sentido en que

se ve incrementada su actividad e intervención en algunos asuntos. Esto implica importantes

transformaciones en las distintas áreas de acción del Poder Público Nacional y en la estructura

del Estado venezolano en general. En el proceso de reforma del Estado y en la redefinición de

un sistema tendente a garantizar la seguridad personal de los ciudadanos, las políticas públicas

juegan un papel fundamental, y se propone considerarlas para este estudio como unidad de

análisis, no sólo del sector público y del Estado nacional en general, sino del Gobierno Nacional

en particular, siendo éste considerado como la unidad estratégica del sistema político (Bouza-

Brey, 1996) y como un instrumento para la realización de las políticas públicas (Lahera, 2002).
Si bien la seguridad ciudadana es una responsabilidad concurrente de los distintos

ámbitos político territoriales del poder público -y así lo prevé la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela, la política nacional de seguridad ciudadana representa un buen

revelador de las prioridades y valores del Estado en el tratamiento específico de la materia y en

general, de los objetivos del sistema político como parte del sistema social global. Al fin y al

cabo, “lo importante para caracterizar a un gobierno no son los criterios tradicionales de quién y

cómo se ejerce el poder, sino el contenido de las políticas públicas” (Rey, 1998:3).

Ciertamente cuando se habla de seguridad ciudadana, se ven involucrados distintos

actores: distintas instancias públicas y privadas, organizaciones gubernamentales y no

gubernamentales, y sobre todo la sociedad civil como parte importante para la solución de los

asuntos públicos; sin embargo, son las actividades desarrolladas por el Estado las que ponen

a prueba la coherencia política e institucional de todo el sistema, por cuanto el desarrollo de la

política de seguridad requiere de la intervención de una multiplicidad de organismos, y en su

debida articulación, el Estado tiene una gran responsabilidad. Específicamente a los

organismos del Poder Público Nacional (Asamblea Nacional, Ministerio del Interior y Justicia,

Ministerio Público y Tribunales de la República entre otros) les corresponde desempeñar un

papel fundamental en el desarrollo de la política nacional de seguridad.

A los fines de hacer una aproximación al tema de estudio, se entiende que una política

nacional de seguridad ciudadana comprende, todos aquellos programas, proyectos y

actividades destinadas a disminuir los índices de criminalidad, llevados a cabo por el gobierno

nacional, a través de cualquiera de las ramas del Poder Público. Claro está que cualquier

aproximación al estudio de la acción gubernamental, también debe comprender los resultados

o consecuencias que esas políticas generen, pues como señala Lahera, “si no se miden los

resultados, éstos no se pueden diferenciar de los fracasos” (2002:274).


Tanto en su planteamiento como en sus resultados, la política nacional de seguridad

debe ser valorada en cuanto a su eficiencia en la prevención de la criminalidad y la violencia,

en la legitimidad de los medios empleados y sobre todo, por el respeto de los derechos

humanos. Serán estos criterios a considerar, de forma transversal, para la evaluación de la

política venezolana en la materia.

Según el programa de gobierno, la política nacional de seguridad ciudadana debía

tender a proteger y organizar la seguridad ciudadana, “entendida como la protección de los

derechos ciudadanos y las libertades civiles, a fin de mantener la armonía social y la

consolidación de la paz pública para el logro de los objetivos nacionales.” Para ello fue

diseñado un Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación (PDESN), que en lo social

establece como objetivo la construcción de una nueva condición de ciudadanía basada en el

reconocimiento pleno y en el ejercicio garantizado de los derechos, allí se reconoce la

seguridad ciudadana como una condición fundamental para el desarrollo humano, con la

nivelación de los desequilibrios macrosociales, la prevención y control del delito y con la

reestructuración del sistema penitenciario. Bajo esta concepción en materia de seguridad

ciudadana, el Plan establece que: El enfrentamiento de los índices de criminalidad, se asume

como una política integral, que comprende, por una parte, la reducción de las desigualdades

sociales, el incremento del nivel de empleo y la atención a los grupos sociales relativamente

pobres y, por la otra, una política específica para la prevención y combate de la criminalidad y

la violencia (destacado nuestro).

Como estrategias de esta política específica, el Plan menciona el fortalecimiento de la

coordinación policial y el incremento de la participación ciudadana en la prevención del delito, la

oportunidad de reinserción social a los transgresores de la ley y la actualización del marco

jurídico-normativo de la seguridad ciudadana.


La política de seguridad ciudadana se presenta entonces como producto de un proceso

que se desarrolla en un tiempo y marco específico que van definiendo el tipo y el nivel de los

recursos disponibles y empleados, y donde a través de complejos esquemas de interpretación

y de juicios de valor, se va definiendo tanto la naturaleza de los problemas planteados como las

orientaciones de la acción en materia de seguridad.

La forma en que la policía se comporta con los ciudadanos es también un reflejo de

cómo el Estado trata a los habitantes de un país. En Venezuela, ese comportamiento se

caracteriza por la ineficacia y el abuso. Las instituciones policiales aún se caracterizan por la

ilegalidad y la falta de transparencia. La policía venezolana es ampliamente conocida entre los

ciudadanos por participar en diversas actividades ilegales, entre las que se destacan las

ejecuciones extrajudiciales.

La solución de fondo al inmenso problema de inseguridad ciudadana que vive

Venezuela sería reconstruir las instituciones, con el fin de que recuperen la confianza

ciudadana y así estén en capacidad de promover políticas de prevención de violencia. Esto

requerirá, probablemente, algún tipo de concertación política. Desde una agenda de

investigación-acción se puede empezar por evaluar las políticas de prevención de violencia en

otros países latinoamericanos con un contexto similar al de Venezuela, a fin de dilucidar un

camino viable para la restauración de las instituciones.

Con respecto a la agenda de investigación sobre el sistema policial, se necesita un

diagnóstico riguroso sobre el capital humano disponible, el estado del equipamiento físico y una

evaluación detallada de las consecuencias de las políticas de mano dura. Mediante el

diagnóstico de este documento sobre las reformas y los programas principales de las

instituciones policiales en los últimos años se debería dar un debate en torno a las

transformaciones necesarias dentro del sistema policía en temas tales como la centralización o

descentralización de las funciones policiales y el rol de las policías en los procesos de


pacificación de bandas criminales. En este contexto, es importante generar mesas de discusión

con los actores involucrados, a fin de construir estrategias políticamente viables que detonen

cambios importantes en el sistema policial venezolano.

En cuanto a la agenda de investigación del sistema judicial, se requiere avanzar en la

evaluación del Estado y la capacidad actual del personal, el presupuesto y las herramientas del

sistema judicial. Asimismo, es importante iniciar un análisis desde una perspectiva comparada

de mecanismos de justicia transicional, seguramente relevantes en un futuro.

Para avanzar en las agendas de investigación propuestas, es necesario reconocer

algunos retos en el contexto que han obstaculizado el desarrollo de programas de prevención

de violencia:

• El enfoque de seguridad del gobierno actual se basa en políticas de mano dura y la

militarización de la policía;

• La desintegración del capital social y la adaptación de las poblaciones al

asistencialismo;

• La falta de recursos financieros suficientes para enfrentar un problema a nivel

nacional;

• La polarización social;

• La presencia de bandas criminales consolidadas;

• La discriminación social contra los jóvenes de bajos ingresos.

El sistema de seguridad ciudadana en Venezuela, conformado por los sistemas

policiales, el sistema de justicia y las organizaciones con funciones preventivas, está lejos de

cumplir su función de prevenir la violencia. En definitiva, existen importantes lagunas de

conocimiento que son vitales en el propósito de generar estrategias, políticas públicas y


programas que solventen los problemas definidos. La crisis es de tal magnitud que no es

suficiente pensar en agendas de investigación, propuestas o acciones aisladas, sino que deben

partir de la premisa de interdependencia. Muchos de los problemas en seguridad ciudadana

van a requerir una toma de decisiones compleja, alrededor de diversos temas tales como la

pacificación de grupos armados, procesos de justicia transicional y reformas internas. Es

necesario traer al debate público dichos tópicos a fin de generar consensos entre de los actores

más importantes de la sociedad sobre cómo enfrentar estos problemas. Más allá de la

discusión política, un foco en y desde las comunidades locales permite avanzar en el corto

plazo.

Por otra parte, en los últimos veinte años el sistema de justicia ha experimentado

cambios importantes que lo han llevado a perder su independencia y capacidad operativa por

su obediencia ante el Poder Ejecutivo. Se ha documentado un número creciente de violaciones

de derechos humanos, entre las que se incluyen el uso excesivo de la fuerza por parte de los

cuerpos de seguridad del Estado, detenciones arbitrarias, violaciones del debido proceso,

tortura, malos tratos y condiciones de detención precarias, entre otras formas de vulneración de

derechos humanos. No obstante, a pesar de los hechos y las pruebas, la impunidad ha

prevalecido en el país (Ávila, 2019). En este sentido, Louza menciona que la fachada de

institucionalidad creada por el gobierno ha modificado completamente la base jurídica del

Estado de derecho y la separación de poderes. Asimismo, El Ministerio Público, en cuanto

órgano dentro de la rama del poder ciudadano, ha perdido su independencia y enfrenta severas

restricciones para cumplir con sus responsabilidades. Según Acceso a la Justicia (2019), el

presupuesto total, en términos reales, del Ministerio Público disminuyó cada año entre el 2012 y

el 2017.

Actualmente una de las principales dificultades presentada por los gobiernos, es

precisamente su capacidad a la hora de diseñar y establecer políticas y programas públicos no


solo eficaces sino efectivos capaz de responder a una nueva administración pública. El ideal es

que se consulte a la población sobre las necesidades imperantes en las comunidades, realizar

un diagnóstico para priorizarlas, sin embargo, en la praxis la cosa no funciona de esta manera.

Es decir, se diseñan políticas públicas direccionadas a solucionar problemas o satisfacer

necesidades poco relevantes para la sociedad, mientras las necesidades básicas continúan

insatisfechas. De ahí la importancia de cumplir unas fases en este proceso porque de esta

manera se minimizan esfuerzos y se atacan las dificultades comunitarias.

Al respecto, Garretón (2004) afirma, uno de los temas presentes en el debate político de

los últimos años es el del diseño y la práctica de las políticas públicas, especialmente en

América Latina. En ese sentido, las políticas públicas constituyen un factor común de la política

y de las decisiones del gobierno, así como de la oposición. De esta forma, parte fundamental

del quehacer del gobierno se refiere al planteamiento de las políticas públicas.

En ese sentido, la condición fundamental de una política pública basada en derechos de

los ciudadanos, pasa por el otorgamiento de poder a los sectores habitualmente relegados y

por el reconocimiento de los deberes que el Estado tiene por tratarse de seres humanos

titulares de derechos. Este enfoque se enmarca en la búsqueda del cambio en la lógica de

elaboración de políticas orientadas en la consideración de las personas como víctimas pasivas

receptoras de ayuda. Todos estos señalamientos dan a conocer la importancia de diseñar

políticas públicas dirigidas a la solución de los problemas esenciales de los habitantes de una

comunidad, estado o país, pero sin olvidar la necesidad de participación de éstos de una

manera activa y protagónica en la creación de las mismas, porque ellos son los más afectados,

además es su derecho, aunado al deber del Estado de procurar la satisfacción de las

necesidades de un pueblo.

Tal y como se ha venido observando, en Venezuela la articulación entre el Estado y la

sociedad que hicieron posible los actores del sistema y específicamente los partidos políticos a
partir de 1958 con el “Pacto de Punto Fijo” se ha fragmentado. Claro está, su deprimente

intervención en las relaciones gubernamentales creó las condiciones favorables para el

rechazo social hacia las organizaciones políticas que en principio dieron vida e inspiraban y

monopolizaban los programas de cambio del proyecto democrático. Los resultados de su

actuación en casi cuatro décadas fueron decepcionantes. Pero con todo y estos problemas,

hoy la aventura alternativa a la cual se ha lanzado el pueblo venezolano a partir de las

elecciones presidenciales de 1998, ha generado un panorama normativo e institucional confuso

y lo más grave, una desarticulación de la oposición y de su posibilidad de negociación.

Un factor determinante es el monopolio casi exclusivo del poder por la autoridad

presidencial, reduciendo los espacios de la concertación y negociación intersectorial entre las

elites estratégicas del país, a tal punto que el Ejecutivo ha llegado a sobreponerse sin duda

alguna en todo lo relativo al funcionamiento del Estado y la gestión de gobierno se realiza sin

cuidar el equilibrio entre los índices cuantitativos y los propósitos cualitativos de la

administración pública.

El sistema penitenciario en Venezuela confronta innumerables problemas, tales como el

retardo procesal, el hacinamiento, el precario estado de los penales, la ausencia de una

clasificación de presos, la carencia de servicios básicos indispensables y la presencia de armas

y drogas, todo lo cual contribuye a la excesiva violencia que caracteriza a las instituciones

penitenciarias en Venezuela. A esto se suma el escaso número de funcionarios penitenciarios,

con escasa o ninguna formación en el área 1,2,3. Todas estas características, ponen en tela de

juicio la función de "rehabilitación y reinserción social" que en teoría deberían lograr estas

instituciones4, receptoras de la población delictiva del país y que resultan ser el reflejo

agravado de los males que afectan a nuestra sociedad, encontrándose que la permanencia en

estos centros de reclusión, lejos de rehabilitar, propicia vicios y mayores problemas a un

sistema penitenciario ya desgastado y obsoleto.


En tal sentido, es necesaria su reforma para la exitosa ejecución de acciones educativas

y terapéuticas a largo plazo. Tales acciones deben propiciarse teniendo como eje la salud del

interno, en la convicción de que es un ser humano, miembro de una comunidad, que proviene

de ella y vuelve a ella cuando recupera su libertad. Se considera que el éxito de estas

estrategias contribuiría al bienestar de la sociedad en su conjunto, razón por la cual se presenta

una descripción de este contexto, como un aporte que sirva como antecedente nacional y

regional del contexto penitenciario a fin de avanzar en el estudio de sus problemas y en la

promoción e implementación de posibles soluciones.

Hasta ahora, se ha demostrado una total incompetencia para abordar y resolver la

situación penitenciaria en nuestro país. Sin embargo, el actual gobierno reconoce los

problemas de este contexto y ha comenzado a implementar el proyecto denominado

"Humanización Penitenciaria", caracterizado por un sistema que apunte a la rehabilitación del

interno; con procedimientos que aseguren sus derechos humanos; con atención integral al

recluso: salud, trabajo, deporte y recreación; dirigido por penitenciaristas profesionales; bajo

administración descentralizada; con preferencia al régimen abierto y colonias agropecuarias;

que incluya la atención postpenitenciaria (reinserción) y previendo la creación de un ente

penitenciario autónomo20.

Sin dejar de reconocer el mérito para el inicio de estas acciones, sigue evidenciándose

cierta debilidad en la voluntad política, la ausencia de un diagnóstico individualizado,

sistemático y permanente de esta población, no solo desde el punto de vista médico, sino

desde el punto de vista de sus habilidades y destrezas, por lo tanto, podría manifestarse cierto

escepticismo acerca de la ejecución y estabilidad en el tiempo de estas acciones, dado que en

nuestro país se han diseñado nuevas políticas y estrategias, se han suscrito nuevos acuerdos,

pero escasean los recursos materiales y humanos necesarios para su aplicación, pues se

pierden en el entramado burocrático, el cambio de autoridades y la corrupción.


“LAS POLICITICAS PUBLICAS IMPLEMENTADAS, ALCANCES Y EFECTIVIDAD”

Las políticas públicas y la política social son, sin duda, fenómenos conexos al

ordenamiento de la actividad del Estado y de su administración, sus avances en los países

desarrollados han venido marcando en buena medida los niveles de rendimiento del gobierno

cuando se trata de hacer realidad las exigencias de la sociedad en general y de los ciudadanos

en particular, pues sólo así, se supone, se refuerzan los estándares de vida y la organización

de las soluciones a las necesidades colectivas.

Todo ello lleva a pensar en la posibilidad de introducir ambas formas modernizadoras,

en forma decidida, en el entramado estructural del gobierno en Venezuela, donde por cierto se

observa desde el comienzo mismo de la democracia una constante afirmación de las políticas

sociales como un derecho importante y así se ha establecido en los lineamientos formales de

los textos constitucionales, pero también está presente una dinámica caracterizada por la

despreocupación a la hora de poner en marcha y monitorear las políticas públicas.

Por esta razón nuestro propósito fundamental se dirige a destacar la importancia de las

políticas públicas para la democracia con el objetivo de prestar atención a la relevancia de la

política social, cuyos resultados pueden ser satisfactorios si se toma en consideración el papel

del Estado en la provisión y administración controlada de los recursos, del gobierno en la

posibilidad de lograr consenso y efectividad de las acciones y de la gerencia pública como

instrumento de apoyo para superar el déficit de la política que en definitiva son factores

paralizantes del carácter verdaderamente social de las políticas del gobierno.

Bajo el criterio expuesto, la búsqueda de una mayor innovación de la política impulsó a

los gobiernos de los países desarrollados para que se interesaran en un mayor entendimiento

con otros sectores como los de la economía para que se involucraran en el espacio público

dentro de sus propios estados, a fin de obtener resultados socioeconómicos colectivamente


satisfactorios. Así se preparaba el camino para el surgimiento de la nueva subdisciplina

politológica hoy conocida como políticas públicas, se trata de una corriente o estrategia del

análisis político para entender el objeto de la Administración pública y una de las formas más

expresivas de la política como resultado. En su buen sentido institucional, gubernamental y

colectivo, las políticas públicas se explican en función de “el conjunto de objetivos, decisiones y

acciones que lleva a cabo un gobierno para solucionar los problemas que en un momento

determinado los ciudadanos y el propio gobierno consideran prioritarios” (Tamayo

Sáez,1997:281). En esta perspectiva las propuestas sobre las demandas sociales y las

respuestas a ser adelantadas por el gobierno se les considera articuladas dentro de los

supuestos democráticos de la exigencia social de responsabilidad gubernamental.

Otras visiones han reivindicado esta estrategia de análisis y de toma de decisiones con

un criterio más esquemático. De cualquier manera, el estudio de las políticas públicas es tal vez

una de las tendencias intelectuales más recientes en el análisis político moderno y se propone

explicar la reconfiguración de los espacios ciudadanos y de los servicios públicos que reciben

como política social. Vistas así, las políticas públicas pueden abrir espacios para legitimar las

acciones de gobierno. Por tanto, estamos hablando de instituciones donde las funciones de las

estructuras de gobierno puedan propiciar las políticas de desarrollo social, es decir donde los

principios y las prácticas de la democracia procuren encontrarse y donde los aspectos formales

correspondientes a las reglas de juego institucional (Constitución, leyes especiales y

programas), tengan una correspondencia con prácticas políticas objetivas. Sin lugar a dudas,

las políticas públicas están en el centro de la actividad de las estructuras del Estado y de los

poderes públicos.

Quiere decir entonces que el gobierno juega un papel clave como coordinador de las

redes de servicio, las cuales son frecuentemente centro de debate público como se aprecia en

cada política sectorial, esto es: el transporte, medios de comunicación, sistema de salud,
ciencia y tecnología, educación, desarrollo industrial, sistemas de seguridad y orden público,

empleo, vivienda, ambiente, tributos, etc. Con razón Harold Lasswel llamó a esta corriente

ciencia de políticas, atribuyéndoles un compromiso valorativo fundamental con la idea liberal-

libertaria de la política y de la democracia. Un compromiso humanista, a fin de cuentas.

Aunado a lo anterior, los estudios de políticas referidos a la cuestión social comprenden

un espacio conceptual amplio e interesante que se extiende desde la estructura administrativa

del Estado, la organización y el funcionamiento de la burocracia, las reglas institucionales y el

aparato gubernamental; hacia espacios de coordinación y de rendimiento de los recursos

teniendo presente la posibilidad de introducir modificaciones en la forma de conducir las

políticas. Para ello los gobernantes deben seguir la estrategia de la Gestión Pública, esto es: “el

conjunto de reglas y decisiones dirigidas a incentivar y a coordinar acciones para conseguir

metas colectivas en un marco jurídico-político determinado” (Albi, 1997:9).

Por su parte, este espacio de conocimiento aplicable se considera clave para

comprender los alcances, la efectividad y la eficiencia de la democracia que como régimen

político debe interesarse por las demandas y exigencias sociales. Se trata igualmente de una

visión de la administración pública moderna para crear unas condiciones institucionales

aceptables con la idea de dar respuestas a unas demandas sociales consideradas prioritarias,

y lo más conveniente es que se realicen con base en una información amplia, de manera

oportuna, al menor costo y de forma inteligente. En este sentido “la gestión pública y el análisis

de políticas son aliados naturales” (Cfr.Subirats y Gomá, 1998:31), mucho más en el espacio

colectivo del Estado donde su intervención es necesaria para prever, canalizar y ejecutar

recursos esenciales, activando el funcionamiento de la maquinaria gubernamental y

orientándolo en la dirección adecuada con la idea de fortalecer la democracia como forma de

vida.
Dicho esfuerzo requiere complementariamente de voluntad y disposición para formar

alianzas estratégicas que coordinen los recursos y hagan además funcional el proyecto

democrático en dirección de un mismo propósito: disminuir las desigualdades generadoras de

conflictos y de riegos para la gobernabilidad del sistema político. Obviamente, para ello la

gestión pública requiere de una gran capacidad de organización, de definición clara de

objetivos, de fortalecimiento de funciones relevantes, así como de “conocimiento experto” por

parte de quienes tienen políticamente encomendada la tarea de dirigir los asuntos de la

sociedad.

Tampoco debemos perder de vista el clima turbulento de la política cuando hay

reclamos sociales no atendidos y la tremenda responsabilidad de quienes deben realizar tareas

de gestión pública para contener las causas de las frecuentes oleadas de protesta popular.

Como resultado, la ocupación de los gobiernos eficientemente en los sistemas políticos de los

estados democráticos actuales no es un asunto fácil, su responsabilidad comprende espacios

políticos diferentes y complejos. En realidad, y cuanto mayores son las expectativas de la

sociedad, las discusiones sobre la centralidad de las políticas públicas en la vida social se

convierten entonces en un verdadero campo de prueba para los poderes públicos, para la

funcionalidad del Estado y en general para el gobierno en la conducción de los asuntos de

interés colectivo.

Además, la acción innovadora de la clase política puede jugar un papel fundamental en

la dirección adecuada de las políticas del Estado, a tal punto que sobre las promesas de las

políticas públicas puede pesar el principio deliberativo de la democracia y de sus principales

Actores, partidos, parlamento, gobierno, oposición, etc., expresiones del poder político que en

condiciones pluralistas deben exponer con cierta frecuencia sus puntos de vista sobre esta

materia, particularmente durante las campañas electorales. Sin embargo, la cuestión de fondo

radica en hacer realidad el compromiso con los ciudadanos, en atender sus necesidades
interviniendo con responsabilidad como lo plantean lo teóricos de la política cuando tratan el

tema de la democracia substancial. Por esta razón la precisión programática, administrativa y

ejecutiva acerca de los temas entrados en agenda se van convirtiendo en un poderoso

indicador de la buena o mala marcha de las instituciones democráticas, particularmente de la

gestión del gobierno. En este sentido, la pertinencia social de las políticas públicas se puede

considerar como parte del acercamiento del Estado bajo la forma de “autoridad legal-racional”,

hacia el proceso de modernización política, porque entre otros aspectos, “sobre cada sector de

política pública pueden desplegarse actividades gubernamentales de regulación estratégica, de

diseño de contenidos y de producción de servicios, y por tanto en cada caso y en cada

actividad deberíamos ser capaces de distinguir los distintos protagonismos de los diversos

actores, sean estos institucionales o no” (Subirats y Gomá, 1998:330).

CONCLUSIONES

En las políticas públicas no se ha llegado ni se podría llegar a una realización

perfecta de los procedimientos, pero para fines políticos la acción de los actores del

poder involucrados en el proceso de decisiones debe introducir correctivos organizativos

a fin de procurar mejores respuestas en función de garantizar que los bienes públicos

tengan una mayor concreción social en Venezuela. Sólo así es posible acercar a la

clase política a la responsabilidad de gobierno y propiciar nuevas actitudes en las

estructuras administrativas para beneficio de los ciudadanos. A fin de cuentas, las

estrategias de acción no son idénticas, varían entre los diferentes niveles

administrativos de un Estado, región y Municipio a otros, pero el objetivo debe ser

siempre claro: generar respuestas en la definición de las exigencias de la sociedad y

procurar unas condiciones tendientes a mejorar los estándares sociales de vida y una

mayor protección y respeto por los derechos de los ciudadanos. Lógicamente y así lo
hemos dejado claro, hay circunstancias de tipo político-administrativo que con mucha

frecuencia impiden tomar la vía de solución correcta.

Dicho, en otros términos, si queremos tener un merecido reconocimiento para los

asuntos públicos, una forma de empezar debe ser emprendiendo la tarea urgente de

acercar más el gobierno en una forma verdaderamente decidida a las políticas en

sectores estratégicos donde efectivamente deben ser ejecutadas para beneficio

colectivo. La prioridad nacional debe ser en este momento la coordinación entre las

distintas instituciones del poder público para impulsar iniciativas viables a fin de

combatir las causas estructurales del déficit de bienestar social. Una coordinación

gubernamental adecuada y la responsabilidad de una gestión pública compartida entre

los diferentes espacios de la Administración pública nacional, estatal y municipal pueden

ayudar a mejorar los problemas sociales y a recomponer la gobernabilidad democrática.

Obviamente tales asuntos debe ser objeto de una respuesta que a nuestro entender

debe orientarse a través de estas propuestas básicamente:

1. Que si es posible dar un tratamiento adecuado a las políticas públicas a través del

papel intensivo de las instituciones del Estado venezolano.

2. Que para levantar los niveles de legitimidad que ostenta la clase política en este

momento se requiere de un reforzamiento de los canales de comunicación entre los

diferentes actores con ingerencia en la gestión pública, a través de redes de intercambio

más descentralizadas como la vía más próxima para profundizar en la democracia.

Finalmente, entre los puntos cruciales para llevar adelante una agenda social en

Venezuela actualmente de contenido y sentido democrático, vale la pena tener en

cuenta: equilibrio entre garantías sociales y la acción gubernamental, entre organización

de intereses y la práctica política, entre discurso y acción, y el entendimiento entre los


sectores que puedan dinamizar el proceso democrático, la articulación entre la

responsabilidad de quienes ostentan la conducción pública del gobierno y la figura del

ciudadano, entre planificación y desarrollo. Esta es en definitiva otra forma de hacer

política y de situar a la democracia en una mejor posición de rendimiento, inteligencia,

equidad y rapidez administrativa, frente al desencanto, la conflictividad y la falta de

alternativas que ha invadido últimamente el escenario político nacional.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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