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En el siguiente informe se continuará el análisis del caso de la paciente Candela presentado

anteriormente. Se expondrán nuevas entrevistas que se llevaron a cabo en el Hospital Durand,


intentándose con ellas dar respuesta a interrogantes planteados y teorizar acerca de los efectos de la
estructura psicótica en un sujeto. Asimismo, se analizará el lugar que ocupa el analista, cuyo concepto
es fundamental delimitarlo ya que, al tratarse de una estructura distinta, su saber hacer es clave para
producir un trabajo terapéutico. Por último se intentará esbozar la dirección de la cura. Se utilizarán
para ello los aportes de Jaques Lacan y Colette Soler.

A modo de síntesis del caso, recordaremos que Candela, a raíz de una discusión con un vecino,
estuvo internada durante un mes en el Hospital Moyano. La paciente se encontraba en la terraza
realizando una “limpieza” de su casa, razón por la cual el vecino, al ver lo que estaba haciendo, decide
llamar a la policía. Como parte de la “limpieza” tira las llaves de su departamento a la basura, es por ello
que la policía debe forzar la puerta para poder entrar. Como consecuencia de este evento, Candela llega
al Hospital Durand para continuar su tratamiento ambulatorio.

Como sucedió en el anterior informe, en el momento de las entrevistas no se tomaron notas,


de ahí que lo aquí vertido será en base a reconstrucciones realizadas, cuyo contenido sea pertinente
para el análisis del caso. La diversidad de temas tocados responde, en algunos pasajes, al trastorno del
curso del pensamiento propio de la psicosis donde suele perderse el hilo lógico conductor. El relato de
Candela es coherente, pero en ciertas circunstancias suele pasar de un tema a otro sin gran dificultad.

En la primera entrevista con la analista (luego de la entrevista de admisión), Candela cuenta que
en el momento del episodio de la “limpieza” escuchaba voces que le ordenaba que se mate, que dejara
de comer para estar así más débil y después suicidarse. Por eso, durante la “limpieza” tiró comida y
otros elementos, como computadoras y colchonetas. También las voces dijeron que tire las llaves de su
casa. Al momento de la entrevista Candela asegura que no puede trabajar.

En la siguiente entrevista afirma encontrarse mejor, mucho más tranquila. Las voces le dicen
“ahora que estas bien ya vas a ver lo que te va a pasar”, afirmación que le remite a sus vivencias
familiares ya que, según señala, su padre le decía “sos una inútil como tu madre”. Candela afirma que
nunca se sintió libre, contando a continuación un supuesto intento de abuso a los 8 años pero que no se
concretó. Su madre lo vio aunque no hizo nada. Si bien el episodio es confuso, dado que no se sabe si
realmente ocurrió y quien fue el autor del hecho, la decisión de la analista fue no indagar sobre el tema
en ese momento. Más adelante se teorizará sobre esta maniobra y sus efectos.
Es posible ubicar una relación entre una situación familiar habitual en la vida de la paciente con
el contenido de las voces. El padre, que según Candela solía delirar, la acusa de ser una inútil. A partir de
ello se construye un delirio, la voz se vuelve impersonal, trasmitiendo un contenido: “ahora que estas
mejor ya vas a ver que te va a pasar”. Es posible ubicar en este pasaje tanto el lugar donde el sujeto
goza, es decir, donde actúa el imperativo categórico ¡goza!, así como también señalar, en el momento
en que las voces le decían como quitarse la vida, lo mortificante de lo real que retorna. En otras
palabras, el goce que allí se produce mortifica al sujeto.

En una siguiente entrevista Candela dice “le di una chance a las voces, creí que eran buenas”. En
la psicosis lo que se encuentra es la certeza, ya que el significante que retorna de lo real, al no remitir
a otro significante, genera un efecto de certeza en el sujeto, tal y como lo teoriza Lacan en el
seminario 3 “Las psicosis”. ¿Qué se puede pensar con respecto a la “chance” que le da la paciente? ¿Por
qué creyó que eran buenas? Lo que se presenta ¿podría ser un semblante de duda? Lacan plantea en el
Seminario 22 “RSI” “Lo que hay de sorprendente en el síntoma, en ese algo que, como ahí, se besuquea
con el inconsciente, es que uno allí cree (…) creer allí, eso estrictamente sólo quiere decir esto, eso sólo
puede querer decir semánticamente esto: creer en unos seres en tanto que ellos pueden decir algo” 1.
Asegura Lacan que para que creer allí uno tiene que creerle. Es aquí donde se continúa la crítica al
discurso médico que se comenzó en el anterior informe. Recordemos que en la entrevista de admisión
las preguntas de los psiquiatras fueron dirigidas a los familiares y no a la paciente, solamente la analista
decidió preguntarle a ella. Para poder crear un análisis, un espacio terapéutico, es necesario apostar al
sujeto que consulta, creer la verdad que presenta. Es así como, apostando al análisis, al dejar hablar al
paciente, se pudo encontrar una relación entre el contenido de las voces y la situación familiar que se
vivía en su casa. Desde aquí se quiere subrayar la importancia de creer, creer en los dichos de los
pacientes, en sus síntomas y en su sentido.

Con respecto a esto, se quiere ejemplificar con un caso que fue presentado por la analista en
el espacio de discusión, donde un paciente joven, con una estructura psicótica, probablemente una
psicosis ordinaria, no quería tomar medicación. Este rechazo fue avalado tanto por una analista que
consideró que el joven tenía las herramientas suficientes como para manejarse sin ella, así como
también por una doctora en psiquiatría, tomándose finalmente la decisión de no medicar al paciente.
Fue una intervención que rompió los esquemas de tratamiento en el hospital. Se trae al presente

1
Lacan, J. (1975), “El Seminario. Libro 22”, R.S.I., Inédito.
informe esta pequeña viñeta para sostener la importancia de creer en un análisis. Los efectos fueron
favorables, pudo instalarse cierta transferencia que facilitó el tratamiento.

Volviendo al caso, Candela vivía sola, pero a partir del episodio que derivó su internación, se
instaló con su hermana mayor. Esta pudo mantenerla durante algún tiempo, pero actualmente le pidió
que consiguiera un trabajo para que la ayudara económicamente. Le consiguió un puesto de trabajo en
una empresa de seguros ART, donde se encarga de realizar entrevistas a las personas accidentadas. Al
consultarle sobre cómo se siente con este trabajo, la paciente asegura que le cuesta realizarlo porque se
siente cansada.

Comienza la entrevista de la siguiente manera “mucho trabajo con los expedientes”, llama la
atención esta forma de expresarse. Comenta detalles sobre el trabajo, afirma que no le gusta y es por
ello que necesita encontrar otra cosa. Dice “a veces me siento rara” luego de una pausa dice “me salen
granos en la cara. Me pongo crema para que baje el efecto”. Este cambio rotundo de tema podría
deberse al trastorno de la asociación que se presenta en la psicosis. Las ideas pierden continuidad y el
pensamiento puede volverse ilógico y extravagante. Podría tratarse de un fenómeno denominado
blocking o interceptación, aunque considero que se trata de otro tipo de trastorno de la asociación.

En la última entrevista que se tuvo hasta el momento, Candela asegura que en los días
anteriores no pudo hacer nada ya que se siente sola. Rescato una frase que podría ubicar algo sobre el
avance del tratamiento: contando sobre cómo se encuentra, dice “ayer empecé a llorar un poco”. Que
aparezca la dimensión del llanto, ubica que algo de la angustia se anuncia (aunque en este caso no nos
referimos a la angustia estructural que teoriza Lacan en el Seminario X). En las primeras sesiones, las
voces que ordenaban a la paciente que se quite la vida no producían este efecto, más bien había una
sumisión, una “creencia” en ellas. El llanto, la angustia, implica un cierto avance en el tratamiento. Aquí
algo de la subjetividad apareció.

Esta situación se desencadenó a partir del lugar que ocupó la analista que, como se dijo
anteriormente, no es el mismo que en el caso de la neurosis. Colette Soler, en el texto ¿Qué lugar para
el analista?, propone diferentes lugares en el que debe situarse el analista. La autora sostiene que en

primera medida es llamado (o ubicado?), a través de la demanda de análisis, al lugar del


perseguidor, lugar del que sabe y que goza allí. Pero asumir dicho lugar solamente conlleva a la
erotomanía. Es por eso que propone como alternativa comportarse como un testigo. Es decir, rechazar
el lugar de Otro primordial del saber cada vez que se lo solicita. El testigo representa el sujeto al que no
se le supone un saber, un goce, es decir, permite un vacío donde colocar la palabra del paciente. En
contrapunto del silencio del testigo, Soler propone el lugar del analista como limitativo del goce.
Funcionar como un borde, una barrera: “el analista no puedo hacer sino sosteniendo la única función
que queda: hacer de limite al goce, esto es, la de significante ideal, único elemento simbólico que, a falta

de la ley paterna, puede constituir una barrera al goce” 2. El analista al adoptar esta función
toma al psicótico mismo (???), que no tiene más solución que tomar a su cargo
la regulación del goce, es decir someterse a una ley que lo acote (NO SE
ENTIENDE). Considero en las intervenciones de la analista cierto vaivén entre ambas funciones,
situación que se pone de manifiesto cuando decide no indagar acerca del posible abuso. En este caso
en particular asume una función de testigo, poniendo hablar al sujeto, es decir, creer allí para poder
crear un espacio terapéutico. Esta intervención, el silencio ante esta confesión, resguarda al sujeto
frente al posible goce que podría obtenerse al preguntar sobre esa situación.

Candela es profesora de yoga, debido a su estado no puede trabajar, pero tampoco puede ser
amparada económicamente por su hermana, razón por la cual debe buscar una actividad que le
permita mantenerse. Ella asegura que en su nuevo trabajo se siente rara, que tiene mucho para hacer
y que necesita encontrar otra cosa. ¿Puede considerarse esta búsqueda de “otra cosa” como una
autorregulación de goce? Es decir, ¿es posible que el trabajo en la empresa de seguro funcione como un
imperativo de goce que Candela decida poner un límite al buscar otro trabajo? Se sostuvo en el anterior
informe que el yoga y las terapias alternativas probablemente funcionen estabilizando la estructura.
Alentar a la paciente a reorientar su búsqueda laboral sobre este ámbito ¿podría generar efectos
terapéuticos? No se desalienta dejar de trabajar, sino conseguir uno acorde a su condición actual.

Antes de continuar pensando en las posiciones del analista, considero necesario tomar los
aportes de Lacan del Seminario III acerca de la constitución de la estructura en la psicosis que se
caracteriza por la forclusión del Significante del Nombre del Padre y tiene como efecto el goce
desregularizado.

Lacan desarrolla en el Seminario III los conceptos de Bejahung (afirmación primordial) y


Verwerfung (expulsión primordial). En un momento mítico se produce la afirmación primordial, la
admisión de los significantes a lo simbólico, a su vez que la Verwenfung consiste en una expulsión

2
Soler, C. (1991). ¿Qué lugar para el analista? En Estudios sobre la psicosis. Buenos Aires: Manantial, 1991, pp. 11.
primordial de significantes. Si bien en todas las estructuras, por definición, se produce dicha
denegación, en el caso específico de la psicosis se expulsa el Significante del Nombre del Padre. Lacan
afirma, en este Seminario, que lo que ha sido rechazado en el orden simbólico retorna en lo real como
alucinación, llamando a los efectos de dicha forclusión, fenómenos elementales. Entre ellos podemos
ubicar, en el caso de Candela, en el plano afectivo, la apatía y abulia que presenta y, en el plano
sensitivo, el delirio y la alucinación. Con este fenómeno podemos dar cuenta de que la psicosis es la
estructura donde se releva más prístinamente la relación del sujeto con el lenguaje, ya que en ella
somos hablados por el Otro, algo habla solo y el sujeto no puede hacerlo propio.

Lacan diferencia la operación que se realiza sobre los significantes (Verwerfung) y otro tipo de
operación, que denomina Ausstossung, como aquella en la que se pierde originariamente el objeto
denominado a. Tanto en la neurosis como en la psicosis, el objeto se ha perdido, pero en la primera, el
significante primordial opera en la estructura como punto de basta organizando el resto de elementos a
través de la metáfora paterna, permitiendo significar dicha perdida en términos fálicos. En cambio, en la
psicosis, esta operación no puede inscribirse en términos simbólicos, la estructura falla en el momento
de poder simbolizarla. Debido a que en la psicosis la forclusión del Nombre del Padre tiene como efecto
la dificultad de separar el goce del cuerpo, éste retorna en la palabra y sobre el cuerpo afectándolo. Es
por ello que podemos dar cuenta como en la paciente lo real de la alucinación mortifica, situación
retratada en el hecho de que la voz que escucha la obliga a dejar de comer para estar débil y luego
poder suicidarse.

Por último para pensar la dirección de la cura, considero necesario tomar los aportes del
Seminario II donde Lacan presenta el esquema LamBda (BURRA!!!, es LAMBDA, no LAMDA)
conformado por cuatro elementos que se relacionan mediante dos ejes. En el eje a-a’ se juega la
relación imaginaria, la constitución del estadio del espejo, donde el yo se materializa en el lugar del
semejante. En este vector, Lacan ubica al muro del lenguaje, el lenguaje común. El vector que lo cruza es
A-S. Este eje apunta a demostrar como el sujeto se relaciona con los Otros primordiales, que se
encuentran del otro lado del muro del lenguaje, cada vez que pronuncia la palabra verdadera. Sobre
este eje Lacan ubica la dirección de la cura, es decir, poder sobrepasar el muro del lenguaje y la relación
especular donde se juega la rivalidad imaginaria, para poder ubicar al analista en el lugar de A (en este
Seminario todavía sin barrar) que se dirigirse al S (sujeto). Es decir el yo del analista no debe hacerse
presente en el análisis, éste debe funcionar como un espejo vacío para reflejar que sucede entre el yo
del sujeto y su relación con los otros.
Como afirma Lacan, este esquema en la psicosis se encuentra aplastado, el lugar del semejante
coincide con el de A y el sujeto como objeto a. Es justamente lo que se ha planteado anteriormente, la
posición de objeto a en la que queda reducido el sujeto en la psicosis y como el Otro (que coincide con
el semejante) viene a gozar de él. Mientras el sujeto de la neurosis, frente al imperativo de goce del
Otro, pregunta ¿quién soy? ¿Qué me quieres?, el sujeto de la psicosis responde con un “hágase tu
voluntad”.

Este es el lugar que la analista decide denegar cuando funciona como límite, borde del goce así
como también de testigo. La intervención en la primera entrevista, acerca de dirigir las preguntas a la
paciente, y no a los familiares, viene a cumplir la misma función.

Considero que la dirección de la cura apunta a que aparezcan en la paciente ciertas “cositas”,
“hilachas” subjetivas que, de continuarse un tratamiento como se ha venido desarrollando, podría
vehicularlas. Luego de más de un mes de tratamiento ha aparecido algo de la angustia en la paciente,
dato no menor a la hora de trazar las coordenadas que definen la dirección de la cura.

Como se planteo anteriormente, considero oportuno alentar la búsqueda laboral a una


actividad que le resulte más placentera y no le cause malestar. Estimo también que poder desanudar
algo de lo que sucedió en el momento del desencadenamiento de la estructura podría generar efectos
positivos en el tratamiento. Se planteo en el informe anterior la posibilidad de que el significante
“limpieza” tenga un valor especial en la estructura. Aquí no se trata de analizar el delirio, pero sí de
comprender que sucedió en ese momento.

Bibliografía
 Lacan, J. (1954-55), “El Seminario, Libro II” El yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica”. Buenos Aires, Paidós. 1984.

 Lacan, J. (1956). “El Seminario. Libro III”, Las psicosis. Buenos Aires: Paidós, 1984.

 Lacan, J. (1975), “El Seminario. Libro XXII”, R.S.I., Inédito.

 Soler, C. (1991). ¿Qué lugar para el analista? En Estudios sobre la psicosis. Buenos
Aires: Manantial, 1991

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