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Bion (2) describió el vértice como “el punto de vista, ángulo o perspectiva
desde las cuales se trata de comprender y comunicar una determinada
experiencia. Por ejemplo la experiencia psicoanalítica. Dicha experiencia
puede ser descripta de muchas maneras. Sería útil disponer de un método
para exponer con precisión y claridad el vértice utilizado en la misma. …..
Edna O’Shaughnessy (4) nos dice que los hechos clínicos psicoanalíticos
“despiertan inquietud por una serie de motivos. Está por un lado la naturaleza
de las entidades en sí mismas insubstanciales e irrepetibles, hechos
“inmateriales” como adecuadamente los llama Caper (1988). Otro analista
podría ver hechos distintos en una misma sesión. Que se trate de hechos no
es incompatible con distintos puntos de vista clínico psicoanalíticos. Podríamos
decir que una vez que comprendemos qué es un hecho, las características
especiales de pluralidad, subjetividad y la inmaterialidad de los fenómenos
psicológicos, aunque implican problemas inusuales y difíciles no nos alejan de
los hechos empíricos. Estos problemas son comunes a otras ciencias. ….
Una primera sesión es una situación única que por sí sola podría considerarse
un hecho clínico especial, es una situación nueva para cada participante y cada
uno de ellos trae diferentes conjuntos de expectativas tanto concientes como
inconcientes.”
Y para terminar con las menciones teóricas, Strachey (5) sin desconocer la
existencia de otras clases de interpretaciones describe un tipo particular que
para él constituye el instrumento fundamental de la terapia psicoanalítica, a la
que denomina interpretación mutativa.
LA CLINICA
José Luis de 3 años y medio es enviado por una colega que le hizo
previamente una hora de juego. Presenta una anorexia pertinaz desde hace
un mes y medio. Hijo adoptivo desde el 5°día de vida. Durante la primer
semana lloraba casi sin interrupción con gran desesperación de la madre que
temía tomarlo en sus brazos, sólo lo hacía el padre cuando volvía de su
trabajo. En el relato de los padres llaman la atención una serie de elementos
bizarros en su comportamiento y en su lenguaje que es muy rico para su edad.
Primera sesión.
P.- Y esto qué es? (no le contesto, coloca el cuchillo de plano sobre sus ojos
cerrados e insiste) Y esto qué es? (con una leve ansiedad)
A.- El cuchillo que corta te asusta.
P.- (se pone más ansioso, cierra los ojos con fuerza apretando mucho los
párpados y frunciendo el ceño, aprieta el cuchillo de plano sobre
los mismos, al tiempo que dice enérgicamente que “no” con la cabeza)
A.- (con énfasis) Tus ojos cortan!
Abre grande los ojos, me mira por primera vez, se sienta por primera vez en su
sillita, me sigue mirando un rato más como estudiándome y luego dirige su
vista hacia fuera a través de un ventanal, en una actitud muy plácida que sentí
de entrega.
En la segunda sesión ocurrió algo similar. Comenzó a jugar con agua, aunque
en realidad no jugaba, sólo bebía agua. Lo hacía con el juego de cubos de
plástico de distintos tamaños y colores y los llenaba sucesivamente en la pileta
del consultorio. Y seguía con su verborragia:
P.- Y ahora tomo con el azul, y ahora tomo con el amarillo, y ahora tomo con el
verde…..
que corrió la misma suerte que las similares de la primer sesión. Me limito
entonces a callarme y observarlo. Bebía suavemente, con cuidado, sin avidez.
En un momento se chorrea y me mira por primera vez. Yo lo sigo mirando sin
decirle nada y comienza muy lentamente a tomar el agua tirando la cabeza
hacia atrás, estirando mucho el cuello para que el agua en lugar de caer en su
ropa se deslice por su cuello y luego por su cuerpo por debajo de su ropa. Y
había un evidente placer en ese contacto. Es cuando le digo
El elemento c) me resultó el más sorpresivo, las dos puertas que tuvo que
pasar no se enfrentaban, era preciso doblar en ángulo de 90°. El niño pudo ser
atraído por la luz natural con sol en el consultorio en contraste con la luz
artificial del pasillo. Buscaba un camino?, conocía el camino?, negaba también
el desconocimiento del lugar? Pienso que se daba todo esto conjunta y
confusamente. Que la búsqueda de un camino correspondía a la de un
continente adecuado del que carecía, que el camino lo conocía a través de la
hora de juego que se le hizo donde pudo haber experimentado la posibilidad de
obtener un continente en el otro a través de una actitud terapéutica receptiva –
como lo pudo haber sido la figura del padre-. Al mismo tiempo volvía a negar
omnipotentemente que era un lugar nuevo porque reconocerlo era sumirse
nuevamente en la incertidumbre de si había algún continente que lo recibiera y
aceptara. Conectaría estos elementos con las circunstancias de su nacimiento
y ulterior adopción: al nacer es rechazado por la madre y no sabemos qué pasó
durante los cuatro días que transcurrieron hasta su adopción. Podemos inferir
que la situación fue caótica por la descripción que hacen los padres adoptivos
de su comportamiento durante la primer semana.
Su memoria y el uso del lenguaje en la sesión los utiliza para un fin evacuativo.
Siguiendo un modelo digestivo, todo lo que toca y nombra no tiene dónde
ubicarlo y lo expulsa oralmente en su vómito incoercible de palabras –y de
llanto en la primera semana de vida-. Aunque esto le fue interpretado, no tuvo
efecto porque implicaba un nivel de simbolización que el niño no estaba en
condiciones de captar. La analista le habla de “yo” como diferente y separado
de “él”, “yo” en un cuerpo y con una cara que “él” todavía no ha mirado
negando su existencia separada de “él”, “yo” metiéndole intrusivamente
Fepal - XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis - Montevideo, Uruguay
“Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica" – Setiembre 2002
palabras –comida- que lo hacen peligrar, que no tiene dónde ubicarlas y las
anula.
BIBLIOGRAFIA