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EL LUGAR DE LA INTERPRETACIÓN EN EL CAMPO DE LA

PSICOSIS1

Luciano Lucagnoli

Haber cuestionado saberes constituidos y articular el planteo de la


psicosis desde el psicoanálisis de una manera diferente fueron dos de los más
sentidos efectos del Cartel de Psicosis al menos en lo que a mí respecta.

Escucharme, en relación dialéctica sostenida por mis compañeras de


Cartel, me hizo caer en la cuenta de lo “repetido sin pensar” que había en lo
que decía. De allí, volver a las fuentes, es decir a los textos, se convirtió en una
necesidad insalvable.

Me detendré sólo en un punto, creo que porque ha sido el que más me


afectó, en el sentido de que afectó no sólo ciertas ideas pre-establecidas en
torno a la psicosis, sino el pensar sobre un concepto fundamental de la clínica
psicoanalítica, como es el de interpretación.

Cierta bibliografía y ciertos espacios de formación hacen un particular


hincapié en un aspecto a considerar en relación al tratamiento de la psicosis.
Advierten con marcado énfasis que no hay que interpretar.

Tomé textos sobre la psicosis y su posible tratamiento psicoanalítico al


azar. En uno puede leerse: “… comenzaremos por afirmar que en un
psicoanálisis de pacientes psicóticos resulta totalmente contraproducente
intervenir a la manera en que se lo hace cuando se trata de una neurosis” y
luego, que si un paciente psicótico “nos cuenta un sueño, no debemos hacerlo
asociar, ni siquiera señalar un juego de palabras.” 2 También encontré en otro
texto que “la interpretación es siempre interpretación de la castración,
castración que se juega en el orden del ser y del tener (…) En esta vía –la de
la interpretación- no podemos intervenir, ya que el Otro del psicótico no se
muestra en falta, no dona su falta; la interpretación allí puede producir dos
efectos, el mejor, deja al sujeto impasible, el peor produce más psicosis lo que
equivaldría a arrojarlo a un agujero sin fin, a un vacío de lugar.” 3 Podría
continuar con las citas, pero creo que a los fines que persigo, estas alcanzan.

Pregunto: ¿Qué entendemos por interpretación? O más bien, ¿cómo


pensamos su lógica?

Sospecho que todos acordamos en un punto: la interpretación sólo se


sabe si fue tal, a posteriori. Al menos eso repetimos incansablemente los

1
Trabajo presentado en la Primera Jornada de Carteles del Seminario Freudiano Bahía Blanca, el día 4 de
Octubre de 2008 en la ciudad de Bahía Blanca, y en las Jornadas 2008 de Lazos Institución Psicoanalítica
de La Plata, el día 14 de Noviembre de 2008 en la ciudad de La Plata.
2
RÚPOLO, H.: Clínica Psicoanalítica de las Psicosis. Lugar Editorial, Bs. As., 2000.
3
RIVADERO, S. M.: Intervenciones del Analista, en La Intervención Psicoanalítica en las Psicosis, H.
Svetlitza, compilador. Letra Viva ediciones, Bs. As., 1998.

Luciano Lucagnoli 1
analistas. Es decir, la interpretación, tanto en Freud como en Lacan, es una
intervención psicoanalítica de la cual sólo aprés coup se sabe de sus efectos.

En un texto muy interesante, llamado “Estructura lógica de la


interpretación”4, su autor, Gerardo Arenas, intenta abordar cuánto hay de
calculable en la intervención interpretativa. Allí plantea: “Hablar de un cálculo
de la interpretación nos fuerza a movernos por un camino de cornisa en lo que
atañe a la temporalidad: de un lado tenemos el aspecto calculable de la
apuesta interpretativa, que parece implicar un “antes de”; del otro, la cuestión
de la validación a posteriori de la interpretación, que habrá de certificar (o no)
su justeza, lo que hace necesario suponer un “después de” (…) En la
interpretación nada sabemos antes acerca de lo que constituirá interpretación
después”5

Propongo entonces que: Para los psicoanalistas, “interpretar” no es un


verbo que podamos conjugar en tiempo futuro. En este punto, cabe aclarar que
esto no debiera deslizar a un decir irresponsable por parte del analista para ver
“si la pega o no”. Al decir del autor recién citado, al interpretar “ponemos unos
significantes en relación a otros significantes del paciente” y luego se pregunta
“¿cómo elegimos esos significantes? ¿Es esa elección un cálculo? Y si lo es,
¿en qué sentido lo es?”6 Con lo cual, si no podemos decir “interpretaré”, sin
dudas no estamos eximidos de formularlo a modo de apuesta: “Arriesgaré una
interpretación”, dado que nos sostenemos en una lógica del significante que
nos enmarca de algún modo qué intervenciones pondremos en juego, con la
apuesta de que devengan interpretaciones.

Volviendo ahora al campo de la psicosis, lo que me ha dejado


preocupado al momento de haber podido cuestionar este precepto en el trabajo
del Cartel, es que si sostenemos que “no hay que interpretar en la psicosis”,
establecemos una idea que es disyunta a lo recién planteado en torno a la
temporalidad que implica la interpretación. Y esto acarreará consecuencias no
sólo en el trabajo con pacientes psicóticos, sino también con los pacientes
neuróticos, porque lo que estamos errando es el estatuto lógico de esta
intervención privilegiada para la emergencia del sujeto en ese que está sentado
frente nuestro o recostado en el diván, sea cual fuera su posicionamiento en el
campo de lo que conocemos como “estructuras clínicas”.

Dicho de otro modo, o decimos que no se puede interpretar en la


psicosis, o entendemos a la interpretación como una intervención que dirá de
su justeza sólo a posteriori. Las dos ideas no son conciliables. ¿En qué punto?
En el punto de que el precepto de la no interpretación en la psicosis implica de
lleno la idea de que el decir del analista es por entero calculable, que él sabe
de antemano qué efectos va a tener lo que dice, o lo que hace, en tanto lo que
hace tiene también estructura significante.

Por lo tanto, la implicancia de detenernos a pensar en torno a esto


considero que es importante. Nos podría hacer darnos cuenta, por ejemplo,

4
ARENAS, Gerardo: Estructura Lógica de la Interpretación. Editorial Atuel – Anáfora, Bs. As., 1998
5
Op. Cit. Pág. 112 - 113
6
Op. Cit. Pág. 104

Luciano Lucagnoli 2
que lo que podemos estar sosteniendo es que en la neurosis la interpretación
funciona de un modo y en la psicosis de otro. Sin embargo, la interpretación,
como efecto producto de una tyché de significantes, creo que reconoce una
única estructura de funcionamiento.

Nada me asegura que a un paciente psicótico, Pedro lo llamaré, le


pueda decir en una entrevista: “Parece que tenés una madre que se mete
demasiado en tus cosas, ¿no te molesta su presencia en todo lo que hacés?”
no sólo sin que eso “produzca más psicosis” –que por otro lado habría que ver
qué significaría esto-, sino que además, como me ha sucedido en mi clínica,
esto propicie movimientos subjetivos inéditos para ese paciente, que a
continuación de mi intervención se queda en silencio y luego dice: “Sí, por eso
le pego”. Efectivamente, ante los episodios de brote del paciente, aunque
hubiera más personas en la escena, buscaba particularmente a su madre para
golpearla. “¿Pero qué sucede después de eso?”, le pregunto. “Me internan”. ¿Y
entonces, no se te ocurre otra cosa?”. Sólo a partir de este punto, este paciente
pudo ir diciendo de sus espacios, de su intimidad, de lo que quería “guardar
para él”.

Como contrapartida, me animo a contar que en una habitual recorrida


por el comedor de una clínica psiquiátrica en la que trabajé varios años, me
cruzo con Osvaldo y le digo, como ya lo había hecho otras veces: “Buenas,
buenas, ¡cómo comiste hoy, eh, mirá la pancita que tenés!”. La respuesta fue
inmediata: un empujón y una trompada en mi estómago. Más tarde, en el
contexto de una entrevista, pude ubicar en relación a los dichos de Osvaldo
que ese saludo, sin yo haberlo calculado, tuvo un efecto interpretativo. Cuenta
que la madre, en una visita un par de días antes del episodio, le había dicho
que lo prefería cuando lo tenía en la panza a como estaba ahora por todo lo
que la hacía sufrir. En esa misma entrevista y en las que siguieron, esto dio pie
para analizar una serie de cuestiones que a los fines de este trabajo no vienen
al caso. Lo que quiero subrayar es que hubo un “incalculable” en un decir
aparentemente “inofensivo” que tuvo en Osvaldo efecto de interpretación. Y
agregaría también que tampoco fue tan grave lo que eso desató. Quien trabaja
con pacientes psicóticos sabe que, lejos de ser lo frecuente, es de esperar que
algo así pueda suceder. Lo interesante es lo que abriendo un espacio para la
palabra se pudo seguir trabajando luego.

En definitiva, y como para concluir, creo que si la interpretación es un


efecto de determinado empleo de significantes por parte del analista, no le
termino de encontrar sentido a esta suerte de “modificación de la técnica” en
función a la estructura del paciente que atendemos, lo que por otro lado supone
que uno puede ubicar más o menos rápidamente en qué campo se encuentra
efectivamente él posicionado, lo cual, la clínica, a la que considero soberana
por sobre la teoría, nos muestra que no pocas veces esto es de enorme
dificultad.

Esto me lleva a pensar una vez más en un tema que es de mi interés


desde hace ya varios años, que es la especificidad del psicoanálisis, tema al
que gracias al trabajo de Cartel pude darle algunos nuevos giros. Un analista,
¿debe ser un buen “diagnosticador” para saber luego cómo intervenir, tal como

Luciano Lucagnoli 3
le sucede indefectiblemente el médico, quien sin un diagnóstico no puede
intervenir? ¿O debe, en principio, apoyarse en el discurso del paciente para
desde allí operar buscando lo que entiendo que es la invitación del
psicoanálisis: el surgimiento del efecto sujeto?

Agrego, por las dudas, que no estoy desconociendo la diferencia radical


entre psicosis, neurosis y perversión. Simplemente sugiero que los conceptos
del psicoanálisis, sobre todo los que hacen directamente a las maniobras de la
clínica, como el de interpretación, operan en manos del analista sobre el
paciente en tanto ser parlante, más allá de su posicionamiento estructural.
Como di a entender recién, los analistas tenemos la posibilidad de la que
carece el médico, de intervenir y producir efectos aún sin el establecimiento de
un diagnóstico. No me parece un dato menor y que al menos a mí me relanza a
preguntarme una y otra vez, ¿por qué?

Muchas gracias.

Bahía Blanca, 3 de octubre de 2008

Luciano Lucagnoli 4

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