Está en la página 1de 14

CAPÍTULO XXVI 1 1

CENTROS PROMOTORES DE CULTURA DEL SIGLO XII .


LAS ESCUELAS DE CHARTRES Y SAN VÍCTOR,
PEDRO LOMBARDO Y JUAN DE SALISBURY

l . Las Escuelas de Chartres y San Víctor


-./ La Escuela de Chartres ( Bernardo y Teodorico de Chartres, La Escuela de
Guillermo de Conches, Gilberto Porretano) fue el centro cultural más Chartres y el
importante del s. XII, conocido por la lectura y la interpretación de los estudio de los
clásicos y en particular de Platón. clásicos ➔ § 1 - 3

Especial énfasis se daba al estudio de las artes del trivio, sobre


todo de la gramática, porque ella, unida a una concepción platónico-realista de los uni-
versales, expresaba también capacidad cognoscitiva del mundo: en
El misticismo de
efecto, si el nombre expresa las Ideas y las Ideas son arquetipos de
la Escuela de San
las cosas, el estudio de las relaciones entre los nombres expresa, en
Víctor ➔ § 4-5
alguna medida, la relación entre las cosas.
Teodorico de Chartres buscó mediar el Tirneo platónico con el Génesis identificando los
principios del mundo con Dios, entendido como principio de unidad y con la materia,
entendida como principio de la multiplicidad
-./ Si la Escuela de Chartres enfatiza los aspectos filosóficos, la Escuela de San Víctor,
que debe parte de su fama a Hugo de San Víctor, enfatiza los místicos.
Hugo intentó fi jar un canon razonable para la exégesis de los textos bíblicos, para que se
mantuviera a justa distancia del excesivo alegorismo y del literalismo. Introdujo también en
el currículum escolástico las artes mecánicas, teniendo en cuenta las exigencias que la vida de
los comunes estaba manifestando. El carácter típico de la Escuela de San Víctor está de todos
modos en la perspectiva mística entendida como el culmen de todo conocimiento.
Ricardo de San Víctor traducirá esta perspectiva en la fórmula cogitatio, meditatio-, contempla­
tio, que son las etapas del ascenso místico que lleva a la identificación con Dios.
Ca ítulo XXVIII

1 . Tradición e innovación

Cuando tratamos de la Escuela de Chartres hablamos del principa l centro cultural del
s. XII con maestros de gran prestigio y con un núcleo doctrinal unitario y, por muchos
aspectos, innovador.
La fama de esta Escuela se remontaba ya a los tiempos del obispo Fulberto, muer­
to en el año l 028. Pero sucesivamente en el s. X I I los maestros más con notados que die­
ron lustre a la Escuela catedralicia de Chartres fueron los hermanos Bernardo y Teodorico
de Chartres y Guillermo de Conches, que sobresalieron por la lectura directa de los clá­
sicos, por la predilección hacia los antiguos y en particular por Platón y por lo tanto por
la importancia otorgada a las numanae litterae.
Se trata de un humanismo hecho de gramá­
tica y retórica , como de todas las artes del
quatrivio y en especial de las ciencias natu­
rales ( matemáticas y astronomía ), de la qu�
se recibieron estímulos e insinuaciones para
reflexionar sobre las verdades cristianas.
De la Escuela de Chartres salió también
Gilberto Porretano, muerto en el 1 1 54, sobre
el que influyó determinantemente Bernardo.
En el s. XII, Abelardo tuvo la primacía en
la esfera de la problemática de la lógica:
Gilberto lo superó en la esfera de la metafísi­
ca: fue una mente altamente especulativa .
Los textos a los que se refiere la Escuela
de Chartres son de por sí significativos de la
orientación doctrinal. Ante todo, la obra de
Marciano Capella , las N upcias de Mercurio y de
la Filología, que celebra las nupcias entre letras
y ciencias. Además, el Planisferio, el Canon y las
Tablas de Ptolomeo, que se refieren a la arit­
La excelencia del modelo antiguo y la confianza en el mética, la geometría y la astronomía.
En cuanto a la dialéctica, además del cor­
progreso histórico del conocimiento fueron expresadas

pus de la logica vetus, está también el resto


por Bernardo en la célebre imagen "de los enanos y
de los gigantes" Este vitral de la catedral de Chartres

del Organon de Aristóteles (Analíticos, Tópicos


representa a los cuatro evangelistas sobre las espaldas
de los cuatro profetas mayores del Antiguo Testamento

y Elencos) .
con la Virgen en el centro, traduce en iconografía sagra­
da la expresión de Bernardo

272
Centros promotores de cultura del siglo XII

La catedral de Chartres, de la que toma el nombre la escuela homónima, el mayor centro de cultura del s. XII.

El estudio de estas obras estaba motivado por la persuasión de que para filosofar, el
entendimiento debe estar iluminado por el q uatrivio y poseer los instrumentos i nterpreta­
tivos que ofrece el trivio.
El estudio de la herencia clásica es puesto en evidencia por el fundador de la Escuela,
Bernardo, que fue platónico y que hizo famosa la i magen de "los enanos y los gigantes".
Los enanos son los modernos, los gigantes son los antiguos, los primeros están senta­
dos sobre las espaldas de los segundos. Los gigantes son por constitución más robustos
y desarrollados, pero los segundos gozan de los privilegios de mirar más lejos y de ver
más cosas, con la condición de que no se bajen de su particular posición.
Nosotros, pues, debemos ser como los enanos sentados en las espaldas de los gigan­
tes, estudiando sus obras y desarrollando sus indicaciones y estímulos.
Esto subraya la excelencia del modelo antiguo y al mismo tiempo la confianza en el progre­
so histórico del conocimiento.

273
Ca ítulo XXVIII

2. Las artes del trivio en perspectiva rel igiosa


El cultivo de las artes del trivio, su aplicación práctica en la actividad escolástica y su
empleo en clave rel igiosa, están atestiguados por Juan de Salisbury en el Metalogicon en
donde, hablando de las lecciones de Bernardo, escribe que él usaba las artes del trivio en
función de la fe y de la moral.
En cuanto al aspecto más propiamente gramatical es útil aludir a la interpretación
realista del platonismo, según el cual, el nombre expresa la naturaleza m isma de la cosa
designada. Si, pues, se da una perfecta analogía entre el u niverso de las cosas y el uni­
verso de los nombres, dado que ambos provienen del m undo de las "Ideas", entonces las
diversas formulaciones gramaticales expresan, con la flexión de casos, géneros, etc , el
diverso grado de participación de las cosas nombradas en la perfección original.
Por ejemplo, en el paso del sustantivo abstracto "blancura" al verbo "blanquear" y al
adjetivo "blanco", Bernardo veía la idea que se participa hasta corromperse en lo "blan­
co". Es decir, a medida que desciende hacia lo sensible, la idea se empobrece y se oscu­
rece. Se trata, pues, de una perspectiva gramatical y retórica de signo realista en el que
se releían algunos aspectos propiamente metafísicos de Platón.
Son apuntes que Guillermo de Conches ( 1 080- 1 1 54) retomará, persuadido de que la
ignorancia gramatical o l ingüística lleva a la ignorancia filosófica.

3. El Timeo de Platón interpretado a la luz del Génesis


La orientación doctrinal de la Escuela fue sustancialmente platónica y la obra más
leída y comentada fue el Timeo de Platón . Se trata de la filosofía de la naturaleza y de la
cosmología del filósofo más cercana más a la revelación cristiana y por lo tanto válido
subsidio para la mejor comprensión del Génesis, la narración bíblica de la creación del
mundo. Y se trata de un primer i ntento de relacionar la física con la teología , abriendo el
desarrollo de las ciencias del quatrivio
El representante más significativo de la Escuela fue Teodorico de Chartres, hermano
de Bernardo, muerto hacia el 1 1 55 . Sus escritos principales son : El Heptateucon, programa
de las siete artes liberales, el De septem dieóus, comentario al Génesis, los comentarios al De
heódomadióus y al De Trinitate de Boecio.
Tomando en conj unto las indicaciones del Génesis con las del Timeo, Teodorico afirma
que los principios de las cosas son dos Dios, principio de u nidad, y la materia , princi­
pio de multiplicidad A su parecer, Platón no entendió la materia como principio coeter-

274
Centros promotores de cultura del siglo XII

no con Dios, sino que, a la manera pitagórica, puso la materia como derivada o bajada
de la unidad. Se trata de un acercamiento que parecía más apto para un cauto i ntento de
cristianización del neoplatonismo.
Teodorico tuvo gran interés por las ciencias naturales, así fuera en acuerdo con
un diseño teológico superior. Esto se encuentra además en otro maestro de Chartres,
Gui l lermo de Conches.

4 . El Didascalicon de Hugo de San Víctor


Fundada por Guillermo de Champeaux, la escuela de la abadía de San Víctor, de los
canón igos agustinianos de París, fue un centro de viva actividad cultural entendida como
prólogo necesario para una auténtica vida mística.
Si al igual que la Escuela de Chartres, enfatiza los aspectos filosóficos y científicos de
la cultura, a diferencia de aquéll a , la Escuela de San Víctor insiste sobre la oración y la

La Filosofía con la Dialéctica y la Geometría Mosaico del año I 1 05 ( lvrea Seminario¡

275
Ca ítulo XXVII I

contemplación de D ios y todo está en función de esto. Misticismo y cultura se funden pro­
gramáticamente en una u nidad, como no es difícil de subrayar en uno de los más ilustres
representantes de esta Escuela, Hugo de San Víctor.
Entre los escritos de H ugo ( nacido en Sajonia en el 1 096 y muerto en el 1 1 4 1 ) , se cuen­
tan De sacramentis christianae fidei, Epitome in philosophiam, Commentarium a la Gerarchia celeste del
Pseudo-Dionisio y el Didascalicon (en 7 libros) , que es la obra más completa y sistemática,
en la que el saber de su tiempo se encuentra inteligentemente dispuesto y ordenado.
Esta obra fue el modelo para las Summae, que se elaborarán posteriormente, por su
estructura y rigor metodológico.
La concepción que H ugo de San Víctor tiene de la exégesis, presenta cierta importan­
cia: en su opin ión, las Escrituras no pueden soportar cualquier i nterpretación. En particu­
lar, él rechaza las interpretaciones alegóricas i ncongruentes y genéricas, pero también las
interpretaciones opuestas que se reducen exclusivamente a la letra. La letra mata, el espí­
ritu vivifica: "Y digo estas cosas -escribe H ugo en el Didascalicon- no para ofrecer a quien
quiera la ocasión de i nterpretar la Escritura a su gusto, sino para demostrar que no puede
proceder por mucho tiempo sin errar quien sigue solamente en sentido literal ¡ . J"
A partir de aquí, otro elemento ulterior que conviene evidenciar es el espacio conce­
d ido a las "artes mecánicas", que H ugo de San Víctor pone al lado, con valor, a las artes
del trivio y del quatrivio Éstas manifiestan su atención a la nueva vida urbana. Se trata,
efectivamente, de las artes textiles, de la construcción de armas, de la navegación , de la
agricultura, de la caza, del teatro, de las técnicas para la conservación de los alimentos.
Estamos· ante disciplinas nuevas, en un cierto sentido, que reflejan la actividad de la n ueva
economía burguesa, que H ugo teoriza y pone en el amplio marco de u n concreto discur­
so filosófico.
Su aprecio por estas disciplinas no liberales está motivado por la persuasión de que su
estudio puede contribuir "a aligerar la actual condición h umana". Así como la ética ayuda a
actuar rectamente y la física prepara los instrumentos para un conocimiento más eficaz del
mundo, estas artes salen al encuentro de nuestras necesidades cotidianas. !Textos 1 1

5. La mística y Ricardo de San Víctor

No obstante la diferenciación clara entre ciencias profanas y ciencia sagrada y aunque


las primeras se cultiven de acuerdo con métodos propios a cada una de ellas, éstas perma­
necen subordinadas a la teología y por lo tanto a la mística. A este propósito es conveniente hacer
alusión a la forma ascendente de los grados de lo real, dominables progresivamente por

276
Centros promotores de cultura del siglo XII

la razón y por la fe. Hay cosas esencialmente racionales, que pueden conocerse por lo
tanto solo con la razón, como las verdades matemáticas , los principios de la lógica y de la
dialéctica. Hay luego cosas secundurn rationern, es decir, verdades probables, como las his­
tóricas para cuya comprensión la razón ha de ser ayudada por la fe. Finalmente hay cosas
supra rationern, es decir, superiores a la razón y objeto específico y único de la fe. Del con­
j unto resulta un pleno acuerdo entre razón y fe, pero sobre todo la superioridad de ésta
como acabamiento de todos los esfuerzos humanos, constituido por la contemplación y
la posesión de Dios.
Quien profundizó la vía mística fue el escocés Ricardo de San Víctor (muerto en el
1 1 73) que sucedió a Hugo como maestro y prior de la Escuela de San Víctor.
Fundamentalmente neoplatónico y profundamente místico, Ricardo evidenció el
vínculo entre razón y fe
La fe nos dice que existe un solo Dios; que Dios es eterno e increado, que Dios es uno
y trino Pues bien, la razón busca j ustamente las rationes necessariae de la fe. Las cosas cam­
bian y perecen, no tienen en sí mismas su razón. Ésta se encuentra, en cambio, en el ser
infinito, increado y eterno que es Dios. Por lo tanto, para Ricardo, la subida mística parte
de la cogitatio y mediante la rneditatio llega a la conternplatio.
Ésta, que es preparada por el ejercicio de la vi rtud , conduce al hundimiento en Dios.
A medida que se asciende a través de los grados de la contemplación, el alma se dilata,
se eleva sobre sí misma, y en el momento supremo, se aliena por completo de sí misma
para transfigurarse en Dios.
La Escuela de San Víctor, pues, cultivó con gran empeño las ciencias, la filosofía y la
teología, compenetradas entre sí por un espíritu contemplativo de los misterios divinos,
a la que todo puede y debe conduci r, como al momento más alto y significativo de la vida
intelectual y moral.

I I . Pedro Lombardo y Juan de Salisbury

v La fama de Pedro Lombardo está unida a los libros de las Sentencias


que, aunque no muy profundas en el campo filosófico, reúnen con dili­ Las Sentencias
gencia y equilibrio crítico las mayores contribuciones de las corrientes de Pedro
anteriores de pensamiento, con la intención de presentar un compendio
Lombardo ➔§1
de la doctrina cristiana.

277
Ca ítulo XXVIII

v Juan de Salisbury, alumno de Abelardo, sostuvo una posición filosófica no dogmática


de derivación académico-ciceroniana por la que prefirió los términos de un conocimiento
J uan de Salisb u ry probable al que pretende aprehender la verdad, presumiendo de segu-
/a h u manidad de /a ridad. La humildad de la razón se aviene muy bien con la fe cristiana
razón ➔ § 2 que sostiene que solo Dios es verdaderamente sabio.

1 . Los libros de las Sentencias de Pedro Lombardo


"El s. XII es el siglo en que se llega a la sistematización de la teología, entendiendo
por sistematización una cierta unidad en la exposición de la verdad de fe ! . . . ). Se sien­
te la necesidad de recoger en una exposición ordenada la doctrina católica" (S Vanni
Rovighi).
Las verdades de fe están conteni­
das en la Sagrada Escritu ra; sin embar­
go, no siempre se estaba y se había
estado de acuerdo sobre ciertos pasa­
jes importantes de la Sagrada Escritura.
De manera que tomó cuerpo la exigen­
cia de reunir y citar, junto con los pasa­
jes de la Escritu ra que formulaban las
verdades de fe, también las interpreta­
ciones que de los mismos habían dado
los Padres.
Así nacieron las Summae o Sententiae
que, dada la dificultad de procurarse
los manuscritos, funcionaron como ver­
daderas y propias enciclopedias de la
doctrina cristiana. Fueron instru men­
tos esenciales, para todo el Medioevo,
tanto para el estudio como para la ense­
ñanza.
Entre los diversos libros de sentencias,
los Libri quattuor sententiarum de Pedro
Lombardo tuvieron una importancia
Pedro Lombardo en una pmtura de Taddeo Gaddi ( 1 290/ 1 300- central para todo el Medioevo.
1 366)

278
Centros promotores de cultura del siglo XII

Pedro Lombardo había nacido cerca de Novara. Realizó sus estudios primero en
Bolonia y luego en la Escuela de San Víctor, en París. Aquí, del 1 1 40 en adelante, enseñó
en la Escuela catedralicia. Obispo de París en el 1 1 59, murió en el 1 1 60.
Autor de un Comentaría a las Cartas de san Pablo y de otro Comentario a los Salmos, Pedro
Lombardo escribió sus Librí quattuor sententíarum -comentados por todos los grandes
Escolásticos- en el período que va del 1 1 50 al 1 1 5 2. Se trata de una obra que presenta
como un compendio de la doctrina cristiana tomada de la Escritura y de la autoridad de
los Padres, estando también presentes la Escuela de San Víctor y Abelardo.
La obra de Pedro Lombardo no es una obra original: es una obra de compilación en
donde "desembocan todas las corrientes anteriores". Y, sin embargo, su comentario se
impone por su gran equilibrio El autor, de hecho, reconoce los derechos de la razón : pero
no hasta el punto de someter la fe a la razón . Y su equilibrio fue ciertamente uno de los
motivos del éxito de las Sentencias. 1 Textos2 J

2. Juan d e Salisbury: los l ím ites d e l a razón y la autoridad d e la ley

Personaje característico de fines del s. X I I fue Juan de Salisbury Nacido en Inglaterra,


justamente en Salisbury, hacia el 1 1 1 0 , Juan estudió en Francia. Frecuentó la Escuela de
Chartres. Fue alumno de Abelardo: "A sus pies -recuerda Juan- recibí los primeros rudi­
mentos del arte de la lógica y absorbí con apasionada avidez todo lo que salía de su
boca". Luego de haber pasado algunos años en la corte pontificia, Juan volvió a I nglaterra
y fue secretario del arzobispo de Canterbury, Tomás Becket, al que le dedicó el Metalogícon
y el Polícratícus. La lucha entre Tomás Becket y Enrique II tuvo como epílogo el "asesina-
to en la catedral" del obispo. Y Juan volvió a Francia. Fue obispo de Chartres del 1 1 76 y
murió en el 1 1 80.
Juan aprecia tanto la cultura humanista como la lógica No es un escéptico. Sin embar­
go, se confía al criterio del conocimiento probable del que hablaba Cicerón . Esto le permi­
tió huir, por una parte, de la verbosidad y de otra, del dogmatismo. "Prefiero dudar sobre
cada una de las cosas junto con los académicos, a definir temerariamente, mediante una
dañosa simulación, lo que permanece aún desconocido y oculto", escribe Juan.
En síntesis, se siente próximo a la modestia de los académicos; actitud que estaría de
acuerdo con los estudiosos cristianos, si se piensa que únicamente Dios conoce la verda­
dera realidad del universo en su totalidad.
Ciertamente hay verdades que el hombre, por los sentidos, la razón y la fe, puede
alcanzar; pero es necesario admitir con toda franqueza que existen problemas frente a

279
Ca ítulo XXVI I I

los cuales la razón hará bien en suspender el asentimiento y detenerse. Problemas que
obligan a la razón a admitir los propios límites son, por ejemplo, los siguientes: los pro­
blemas de la providencia, del acaso y del libre albedrío; la cuestión de la infinitud de los
números y de la divisibilidad infinita de las grandezas; el problema de los universales, etc.
J uan no pretende que no se discuta sobre estas cosas, sino que exige que no se hagan
pasar por soluciones definitivas y absolutas lo que apenas son intentos de solución.

280
H UGO DE SAN VÍCTOR
1 . EL VAL,OR DE LOS CU\SICOS .

Los clásicos del pensamiento helénico son instrumentos indispensables

L
para quien desea alcanzar la sabiduría.
La cultura de la Escuela de San Víctor puede expresarse con la célebre
metáfora de los "enanos y los gigantes" (forjada por Bernardo de Chartres) :
Platón es un gigante de la cultura, pero un enano sentado sobre sus espal­
---
das puede ver más.

U n sabio, al ser i nterrogado sobre las mejores disposiciones para aprender, res­
pondió: espíritu humilde, empeño en la búsqueda, vida tranquila, i nvestigación,

o
pobreza, tierra extranjera; estas circunstancias agilizan la superación de las dificulta­ �
des que se encuentran durante los estudios.

u

Él conocía, pienso, el dicho: El buen comportamiento moral enriquece la cultura,
y por tal motivo unió las advertencias sobre el modo de vivir con las normas referen ­
,_
tes a l estudio, para que e l alumno pueda llega a conocer no sólo e l método de s u tra­
bajo, sino también su estilo de vida >
No merece aplauso la ciencia de una persona deshonesta: por eso es de suma
importancia que quien se dedica a la búsqueda del saber no descuide las reglas de
z
una vida correcta. <(
(/)
w
La humildad es la condición preliminar de un comportamiento disciplinado; de esta
virtud existen muchos testimonios: los siguientes tienen que ver especialmente con los
estudiantes. Primero que todo, no deben menospreciar n inguna ciencia y n i ngún libro;
o
o
en segundo lugar, por nada deben avergonzarse de aceptar una enseñanza de cualquier
persona, en fin, si lograran adquirir la cultura, nunca deberán despreciar a nadie.
Muchos se equivocan porque quieren parecer sabios antes del tiempo: se abando­
nan así a la vanidad del orgullo, comienzan a aparentar lo que no son y a avergonzar­
c.J
se de lo que son · cuanto más se alejan de la sabiduría más anhelan ser considerados ::J
sabios y no serlo realmente. He conocido a muchas personas de esta clase, las cua­ I
les, carentes todavía de los rudimentos de la cultura, juzgaban como digno de ellos
sólo ocuparse de problemas elevados: creían poder llegar a ser grandes sólo leyendo
los libros o escuchando las palabras de autores célebres y sabios
" ¡ Nosotros -decían- los hemos visto, hemos escuchado sus lecciones, a menu­
do solían conversar con nosotros, somos reconocidos de hombres excelentes y famo­
sos!". Yo en cambio les digo: "Ojalá que nadie en el mundo me conociera, pero que
yo pudiera conocer cuanto humanamente es conocible".
Ustedes se vanaglorian por haber visto, pero no dicen haber entendido a Platón:
en este punto no creo que sea para ustedes ocasión de prestigio ven i r escuchar mis
lecciones. Yo no soy Platón, n i he ten ido la fortuna de encontrarlo. Ustedes han bebi­
do de la fuente de la filosofía y, sin embargo, ¡ sería u n gran bien que todavía tuvieran
sed ! Hasta un rey, que aun habiendo bebido en copa de oro, bebe también en una
taza de barro, si tiene sed. ¿Por qué tendrían que retirarse? Han escuchado a Platón,
escuchen ahora también a Crisipo. Se ha vuelto proverbial el dicho: "Tal vez lo que tú
no sabes, lo sabe Ofel lo".
No existe una persona a la que se le haya concedido saber todo ni una que no
haya recibido de la naturaleza cualquier don especial: por tanto, los estudiantes
deben escuchar con gusto a todos, deben esforzarse por l eer todo y no deben despre­
ciar ni ngún escrito, ni ngún autor, n inguna enseñanza: sin preju icios, procuren apren­
der de cualquier persona lo que no saben ; no deben pensar en lo que ya conocen,
sino en cuanto ignoran todavía.
En este sentido se dice que Platón hubiese preferido en un tiempo aprender con
humildad antes que enseñar con presunción. ¿Por qué tendrías que avergonzarte de
aprender y no tienes pudor de ser ignorante? Eso es mucho más deshonroso. ¿Por
qué aspiras a cosas tan grandes cuando eres tan pequeño? Considera realmente hasta
dónde pueden llegar tus fuerzas .
Procede mejor el q u e camina con paso regu lar. Algunos h a n querido dar un gran
salto adelante y han caído en un barranco. No te apresures: sólo así alcanzarás pri­
mero la sabiduría.
Aprende con gusto de todos lo que no sabes, porque la humi ldad puede hacerte
partícipe de la posesión de aquel bien especial que la naturaleza ha reservado a cada
ser humano. Será más sabio de todos el que quiera aprender algo de todos: el que
recibe algo de todos, termina siendo el más rico de todos.
No menosprecies por tanto ninguna forma de saber, porque toda ciencia tiene
valor. Si tienes tiempo, no dejes de leer los libros que se te presenten: aunque no
obtengas de el los mayor utilidad, tampoco te causará daño alguno, porque, según
m i parecer, no existe escrito que no proponga algo i nteresante, cuando es examina­
do a su debido tiempo y l ugar: podría contener alguna noticia especial, que el lec­
tor ávido podrá apreciar con tanto mayor agrado, cuanto más singular y preciosa sea
la i n formación.
No es u n bien , sin embargo, lo que impide lo mejor: si no te es posible leer todos
los li bros, lee aquellos que te sean más útiles. Aunque pudieras leer de todo, no
debes jamás poner el mismo empeño para todas las lecturas: hay algunos libros que
es necesario leerlos para que no nos resulten desconocidos del todo; de otros, en
cambio, debemos hacernos al menos u n j u icio, porque algunas veces se corre el riego

282
de sobrevalorar justamente lo que se ignora y se juzga mejor cuando se tiene algún
conocimiento de los temas.
Ahora te puedes dar cuenta de por qué es importante la humildad: no descui­
darás ninguna ciencia, te esforza-r-ás por aprender con agrado algo de todos, luego,
cuando hayas alcanzado un cierto grado de instrucción, no despreciarás a nadie; te
conviene adoptar este comportamiento.
En estos últimos tiempos, precisamente por no haber seguido estos principios,
algunas personas se llenaron de orgullo: exaltaban con excesiva complacencia su
ciencia y, creyendo con absoluta certeza de ser grandes, pensaban que los demás
(incluso los que jamás habían conocido) no fuesen comparables con ellos, ni hubie­
sen podido llegar a ser como ellos. De esta actitud se deriva también el hecho des­
concertante que algunos jactanciosos han reprobado de simples -a los profesores
ancianos: parecían convencidos de que la sabiduría hubiese nacido con ellos y que
moriría con ellos. Ellos andaban diciendo que el lenguaje de los textos divinos es
tan simple, que no es necesaria la explicación de un profesor para ser comprendidos:
basta a cada estudiante la fuerza de su propi o ingenio para explicar también las ver­
dades más recónditas. Fruncían la nariz y torcían la boca, aludiendo a los docentes
de teología; no se daban cuenta de que causaban ofensa a Dios, mientras andaban
diciendo elegantemente que sus palabras son "simples", pero insinuando con, mali­
cia que son "insípidas". No les aconsejo para nada que i miten a tales individuos.
El estudiante virtuoso debe ser humilde y dócil, totalmente lejano de las ocu­
paciones mundanas y de las tentaciones de las pasiones, diligente y esmerado, dis­
puesto a aprender con agrado algo de todos; jamás debe presumir de su propia
cultura, debe huir como de la comida envenenada de los escritos que contengan doc­
trinas falsas. debe examinar a fondo un argumento antes de formular su propio jui­
cio; debe preocuparse por ser culto y por aparentar serlo. Deberá preferir las palabras
de los sabios y tenerlas siempre presentes en la mente como modelo digno de imitar:
si alguna vez no logra darse cuenta de un pasaje incomprensible, quizá por la profun­
didad de los conceptos, no prorrumpirá en invectivas, como si creyese que nada váli­
do hay en él, sino lo que él está en capacidad de entender.
Ésta es· la humildad que caracteriza a los estudiantes disciplinados.
Huco DE SAN VfcroR, Didascalicon.

PEDRO LOMBARDO
2. SENTENCIAS SOBRE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA

Pedro Lombardo, en su antología de sentencias tomadas de la tradición


patrística, sostiene la utilidad de la filosofía pero solo sometida a la teología:

283
ésta es la actitud que puede form ularse con el célebre dicho Philosophia
Ancil la Theologiae.

Agustín enseña primero, que es necesario demostrar según la autoridad de las


Sagradas Escrituras si la fe es así; segundo, que contra los gárrulos pensadores, más
soberbios que capaces, es necesario valerse de argumentos católicos y de símiles
congruentes para la defensa y la afirmación de la fe (1 Sent., 2, 3).
Los poderosos eruditos, que juzgan de las costumbres, como Platón, Aristóteles,
Pitágoras, son anulados en comparación con Cristo crucificado; a solas parecen decir
algo, pero comparándolos con Cristo, nada son; yacen muertos; necia es su sabidu­
ría ( Psalmum 1 40, 7)
En efecto, aquellas argucias y otras por el estilo tienen lugar en las creaturas, pero
el misterio de la fe está libre de argumentos filosóficos (11 1 Sent., dist. 22)
Añadan la caridad a la ciencia y la ciencia será útil. La ciencia sola, en efecto, es
inútil, con la caridad es útil; sola llena de soberbia, como a los demonios, los cuales
con término griego son nombrados por la ciencia; en ellos está la ciencia sin la cari­
dad (Epist. I ad Corintios, 8)
A través del cielo y la tierra y las demás creaturas, que entendieron ser inmensas
y perpetuas, conocieron al mismo Creador incomparable, inmenso, eterno (Epist. ad
Romanos, 1, 20, 23)
No puede ser creído lo que puede ser percibido I J. ¿Qué es, en efecto, la fe si
no creer lo que no ves ? (111 Sent. , 22, 7 )
E s necesario que, conociendo a l Creador a través d e sus efectos, conozcamos la
Trinidad, cuyo vestigio aparece en las creaturas (Epist. ad Romanos, XI, 33-36).
Se ha demostrado que en las creaturas se encuentra una cierta imagen de la
Trinidad ; en efecto, no se puede ni se podrá tener a través de la contemplación de las
creaturas un conocimiento suficiente de la Trinidad sin la revelación de la doctrina o
de la inspiración interior. De donde los antiguos filósofos casi en sombras y de lejos
vieron la verdad, faltando en la intuición de la Trinidad (1 Sent., 3, 6).
Al fin digamos que esta distinción de la suma Trinidad, que la fe católica procla­
ma, no la tuvieron de ningún modo los antiguos y no la pudieron tener sin la revela­
ción de la doctrina o de la inspiración interior. La revelación se da, en efecto, en tres
modos: a través de las obras, a través de la doctrina y a través de la inspiración. Dios
les reveló la verdad por medio de las obras y no a través de la doctrina o la inspira­
ción. Por tanto, ellos vieron la verdad desde lejos, pero no se acercaron a través de la
humildad (Epist. ad Romanos, l, 20-2 3)
PEDRO LOMBARDO. En: Grande Antología Fil�sófica, vol. V.

También podría gustarte