Está en la página 1de 6

///// ESCUELA DE HUMANIDADES

Ética

Nº de clases: 7 y 8
Unidad 7: Los actos humanos
Unidad 8: La conciencia moral
Muy estimados alumnos:
Comencemos por los actos humanos. Se denominan así a aquellas
acciones que proceden de la inteligencia y la voluntad, y que por ser objeto del

libre arbitrio —algo propiamente humano—, hace al hombre moralmente

responsable. San Juan Pablo II enseña que:

“Los actos humanos son actos morales, porque expresan y deciden


la bondad o malicia del hombre mismo que realiza esos actos (...)
evidentemente [el acto humano] debe ser una ordenación racional y
libre, consciente y deliberada, en virtud de la cual el hombre es
responsable de sus actos y está sometida al juicio de Dios, Juez justo y
bueno, que premia el bien y castiga el mal” 1

En perspectiva el Aquinate plantea:

“para que el hombre obre bien se requiere no sólo que esté bien
dispuesta la razón por el hábito de la virtud intelectual, sino que también
esté bien dispuesta la facultad apetitiva por el hábito de la virtud moral.
Por consiguiente, así como se distingue el apetito (voluntad) de la razón,
así se distingue también la virtud moral de la virtud intelectual. Por lo
que, así como el apetito es principio del acto humano en cuanto de algún
modo participa de la razón, así el hábito moral es virtud humana en
cuanto se conforma con la razón” 2.

1
San Juan Pablo II, encíclica Veritatis splendor, 71 y 73 (excepto corchetes)
2
Suma Teológica, I-II, q. 58, a. 2

Lic. Juan Carlos Bilyk


1
///// ESCUELA DE HUMANIDADES
Ética

Por ello, para adentrarnos al tema que nos ocupa en esta unidad, nos
parece conveniente cavilar aquí sobre la inteligencia y la voluntad humana. Y

entonces nos preguntamos en primer lugar si la voluntad es o no una potencia

más digna que el entendimiento. Nuevamente recurrimos al Santo Doctor.

“La superioridad de una cosa con relación a otra puede ser


considerada en dos aspectos: Uno, absolutamente; otro, en cierto modo.
Una cosa es considerada absolutamente cuando se la considera tal como
es en sí misma. Es considerada en cierto modo cuando se la considera en
comparación con otra. Si el entendimiento y la voluntad son
considerados en sí mismos, el entendimiento es más eminente, como se
deduce de la mutua comparación de sus objetos. Pues el objeto del
entendimiento es más simple y absoluto que el de la voluntad, puesto
que el objeto del entendimiento es la razón misma del bien deseable, y
el de la voluntad es el bien deseable, cuyo concepto se encuentra en el
entendimiento. Pero cuando una cosa es más simple y abstracta, tanto
más digna y eminente es en sí misma. De este modo, el objeto del
entendimiento es más eminente que el de la voluntad. Y como quiera
que la naturaleza de una potencia depende de su ordenación al objeto,
se sigue que el entendimiento, en cuanto tal y absolutamente, es más
eminente y digno, que la voluntad. En cambio, si lo consideramos de
manera relativa y comparativa, a veces la voluntad es más eminente que
el entendimiento. Esto es, cuando el objeto de la voluntad se encuentra
en una realidad más digna que el objeto del entendimiento. De la misma
manera que podemos decir que el oído en cierto modo es más digno
que la vista en cuanto que el sonido percibido es más perfecto que la
realidad en la que se encuentra el color, aun cuando el color es más
digno y simple que el sonido. Como se dijo anteriormente (q.16 a.1; q.27

Lic. Juan Carlos Bilyk


2
///// ESCUELA DE HUMANIDADES
Ética

a.4), la acción del entendimiento consiste en que el concepto de lo


conocido se encuentre en quien conoce. En cambio, el acto de la
voluntad se perfecciona por el movimiento hacia el objeto tal como es
en sí mismo. Así, el Filósofo, en VI Metaphys., dice: el bien y el mal,
objetos de la voluntad, están en las cosas. Lo verdadero y lo falso, objeto
del entendimiento, están en la mente. Así, pues, cuando la realidad en la
que se encuentra el bien es más digna que la misma alma en la que se
encuentra el concepto de dicha realidad, por comparación a esta
realidad la voluntad es más digna que el entendimiento. Sin embargo,
cuando la realidad en que se encuentra el bien es inferior al alma,
entonces, por comparación a tal realidad, el entendimiento es superior a
la voluntad. Por eso, es mejor amar a Dios que conocerle, y al revés: Es
mejor conocer las cosas caducas que amarlas. Sin embargo, y en sentido
absoluto, el entendimiento es más digno que la voluntad”3.

La posibilidad de obrar adecuadamente depende de la apropiada

relación del hombre con los distintos órdenes constitutivos de la realidad, y


como enseña San Agustín “donde no se reconoce la verdad eterna e inmutable,
es falsa la virtud incluso en medio de costumbres excelentes”; porque el orden
fundamental no es invención del hombre, sino que, la aceptación de la propia

naturaleza y de la verdad de las cosas es condición necesaria del recto ejercicio


de la libertad. Sin embargo, observa santo Tomás que si bien

“en esta vida es mejor conocer que amar las cosas inferiores a nosotros,
(…) es mejor amar las cosas superiores. Respecto de Dios es mejor amarlo que
conocerlo, porque el conocimiento hace que las cosas vengan a nosotros y se
adapten a nuestra manera de ser; pero el amor, que es la caridad, nos hace salir

3
Suma Teológica, I q. 82; a. 3

Lic. Juan Carlos Bilyk


3
///// ESCUELA DE HUMANIDADES
Ética

de nosotros y nos lanza hacia el objeto amado. El que ama se asemeja a la cosa
amada; el que conoce adapta la cosa conocida a su propio modo de ser. De
suerte que, cuando se trata de cosas inferiores, las elevamos cuando las
conocemos porque les damos nuestro propio modo de ser; pero cuando las
amamos nos envilecemos. En cambio, cuando conocemos las cosas superiores,
las empequeñecemos cuando se adaptan a nuestra inteligencia; pero, cuando
las amamos, nos elevamos hacia ellas. Por eso, en esta vida es mejor amar a
Dios que conocerlo, y por ello es más lo que amamos a Dios por la caridad que
lo que lo conocemos por la fe"4 .

En resumen, podemos citar al clásico axioma que reza: para amar algo es

preciso conocerlo primero. Llevado al plano de los actos humanos: no obrar sin
antes pensar. Y concluyendo: para hacer lo bueno, hay que amar lo bueno, y
para amar lo bueno es preciso conocer bien el bien.

Pasando a la unidad siguiente, la conciencia moral, la podemos expresar

como la facultad de la razón práctica para conocer las exigencias de la Ley


Moral Natural y el impulso para cumplirlas. Ella enseña al hombre lo que su
naturaleza requiere de él, y le hace sentir la obligación de estas exigencias.

Otro aspecto de la actividad de la conciencia moral consiste en

percatarse del hecho de que el hombre está ligado por estos juicios morales,
por cuanto responden a su naturaleza. La conciencia moral es innata.
Algunas opiniones niegan la existencia de la conciencia:

 Algunos sostienen que la conciencia es enteramente producto de la


educación, y como las formas de educación cambian, por eso la
conciencia es relativa.

4
Santo Tomás de Aquino; Exposición del símbolo de los apóstoles; Prólogo

Lic. Juan Carlos Bilyk


4
///// ESCUELA DE HUMANIDADES
Ética

 Para el psicoanálisis freudiano es una parte la autoridad de los


padres que sigue obrando en la subconsciencia.

 Y para el materialismo dialéctico, la conciencia refleja sólo la


autoridad humana y social; cambia según las condiciones materiales
de la producción, por eso es variable.

 Según Nietzsche, la conciencia es una mera ilusión.

Para el realismo aristotélico-tomista, la conciencia (del latín cum scientia


= “con conocimiento”), es el juicio del entendimiento práctico sobre la bondad
o malicia de un acto que hemos realizado (consecuente), estamos realizando
(concomitante), o vamos a realizar (antecedente).

La conciencia moral se distingue de

 La SINDÉRESIS: que es el hábito de los primeros principios morales.

 La CIENCIA MORAL: que de los principios deduce conclusiones


objetivas.

 La PRUDENCIA: que es el hábito de la recta razón en el obrar.

 La LEY NATURAL: en cuanto principios objetivos de la moralidad.

La raíz de la conciencia se encuentra en la “luz habitual” de la razón, en la


disposición moral impresa por Dios en el alma humana., y posibilita el juicio
práctico y último mediante el cual la razón humana emite su fallo sobre lo que
debe hacerse o evitarse en un caso singular y concreto, si es bueno o malo lo
que estoy haciendo, o si fue bueno o malo lo que hice.

Claramente es más perfecta la antecedente (“pensar antes de actuar”)

Santo Tomás explica que la conciencia no es exclusivamente lógica-


racional, sino que incluye las aspiraciones y los sentimientos de la vida instintiva
y emotiva. Y ciertamente hay que obedecer a la Conciencia porque la conciencia
es la voz de Dios, quien nos habla en la conciencia por medio de las causas

Lic. Juan Carlos Bilyk


5
///// ESCUELA DE HUMANIDADES
Ética

segundas. Al estimularnos según lo que conocemos, la Voz de Dios, es infalible,


no así su dictamen, que es nuestro.

Además, sin la conciencia, la libertad no sabría qué hacer; y un ser


racional que no sabe qué hacer, encuentra insoportable el tedio de la vida, se
siente incluso deseoso de la muerte.

Esperamos que estas consideraciones les sean de utilidad para la


comprensión de estas dos interesantísimas unidades.

¡Un cordial saludo en Cristo!

Lic. Juan Carlos Bilyk


6

También podría gustarte