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///// ESCUELA DE HUMANIDADES

Ética

Nº de clase: 4
Unidad 4: El fin y la felicidad
Muy estimados alumnos:
Hasta ahora hemos dicho que la ética estudia los actos humanos a la luz

de su moralidad, es decir, bajo la perspectiva de su bondad o malicia. Ahora nos toca

abocarnos al criterio según el cual juzgan los actos dichos saberes: el fin del hombre.

Para entender el planteo debemos recordar las siguientes ideas centrales: todo ha
sido creado inteligente y amorosamente por el Creador. Todo ha sido hecho de

determinada forma. El Creador le ha otorgado a cada creatura una esencia o

naturaleza: es decir, algo por lo cual cada cosa es lo que es y no otra. Algo por lo cual

cada creatura se comporta de determinada manera. Por ello todo lo creado en su


conjunto, decíamos en el módulo anterior, es un cosmos: una manifestación de orden

y de armonía.

Ahora bien: en esa esencia o naturaleza que el Creador le otorgó a cada

creatura incluye la finalidad a la que dichas criaturas tienen que dirigirse. Por eso
santo Tomás decía, sobre la esencia o naturaleza de las cosas, que cumple dos

cuestiones:

a) Determina lo que cada cosa es (a nosotros, personas humanas; al perro lo hace

ser perro, etcétera);


b) Marca la finalidad, el fin de cada criatura.

¿Y qué es ese fin inscripto en la naturaleza de cada creatura?

a) Es aquello a lo que todas las creaturas tienden, a lo que cada una se encuentra
orientada, aquello que las moviliza;

b) A su vez, y suponiendo lo anterior, es aquello que lo perfecciona. Es el

dinamismo por el cual se van desplegando las distintas potencialidades de la creatura

y por el cual se perfeccionan.

Lic. Juan Carlos Bilyk


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¿Todas las creaturas tienen un fin? ¡Por supuesto! Los seres inferiores tienen como

finalidad la conservación de su vida y de su especie. Nosotros, en cambio, por ser

personas, tenemos que dirigirnos a él racionalmente: tenemos que saber cuél es el fin

de nuestra vida, conocer los medios que nos acercan a ello, elegirlos, y llevar a cabo
las acciones pertinentes. Mientras los seres inferiores se dirigen a su fin

instintivamente, nosotros lo hacemos con conciencia y libertad… y es ahí cuando

puede aparecer la gran tragedia humana: ¡Podemos desviarnos del fin al que estamos

llamados y no alcanzarlo!

El módulo continúa planteando porqué las creaturas posean un fin último.

Veamos el caso del hombre: en la segunda unidad decíamos que la voluntad natural
del hombre se encuentra directamente ordenada al bien. Necesariamente ordenada
al bien. Determinada al bien. Y como esa potencia humana es de carácter espiritual, el

bien al que tiende trasciende los bienes finitos, concretos y particulares que podemos

alcanzar en esta vida. Su meta es el Bien Infinito. Dios. Recordemos siempre en este

punto la conocidísima expresión de San Agustín: “Mi corazón no descansará hasta

que se sacie en Ti Señor”. El santo doctor africano explica la existencial insatisfacción


que caracteriza a nuestra vida aún en los momentos de mayor alegría o gloria:

podemos alcanzar ese objetivo por el que trabajamos, suspiramos y soñamos… pero,

luego de conquistado dicho bien, nuestra voluntad se activará nuevamente (…) estará

a la búsqueda o al acecho de un nuevo fin.


Por lo tanto, tenemos un fin último: la bienaventuranza. Todos los otros fines

de nuestra vida (actividades, objetivos que nos planteamos, realizaciones personales,

etcétera) se encuentran subordinados a ese fin último. Esta subordinación a su vez

marcará la moralidad de dichos fines intermedios, serán una señal que nos ayudará a
saber si son genuinos, si son conveniente para mí: ¿Colabora esto con mi felicidad?

¿Me perfecciona? ¿Me hace más “yo”?

Finalmente el módulo concluye con el fin último como felicidad y como


bienaventuranza. Solo diremos algunas breves palabras al respecto, ya que en el
módulo encontrarán un interesante desarrollo del tema: la felicidad es el fin último de

Lic. Juan Carlos Bilyk


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la vida del hombre considerado desde una perspectiva natural, es decir, considerando

al hombre como ser racional; es el fin que nos señala nuestra inteligencia.

Prácticamente todos los autores de la historia de la filosofía coinciden en señalar que

la felicidad es el fin último, pero las respuestas sobre el camino para alcanzarlo y,
sobre todo, acerca de en qué consiste la felicidad, son múltiples y variadas. Y esto es

perfectamente entendible: la felicidad no es un “producto enlatado”. No es una sola

cosa. Es un concepto amplio (¡muy amplio!), que contempla diversos aspectos de la

existencia humana. Por ello las distintas escuelas de la filosofía han precisado un
aspecto de aquello que nos hace felices. En el módulo nos apropiamos del concepto

clásico de felicidad: el estado de plenitud de la naturaleza humana. ¿Qué quiere decir

esto? Que ser feliz es perfeccionarse como hombre en todas las dimensiones de
nuestra humanidad: en lo espiritual y en lo material, a nivel del conocimiento y de los
afectos, en lo interior y personal, y en lo social y comunitario, en nuestra animalidad y

en nuestra racionalidad. Implica incluso el poder desarrollar la propia vocación, los

talentos personales, la misión personal (aquello distintivo de cada persona). Todo eso

es la felicidad, por ello incluso Aristóteles nos advertía de las dificultades que puede

llegar a tener alguien para ser feliz sin poder contar con los bienes materiales básicos
para la vida (salud, alimento, hogar digno). Pero, claro, no basta con la riqueza

espiritual para ser felices, no basta con la riqueza material para alcanzar nuestro fin.

El cristianismo, por último, nos enseñará que por ser seres espirituales (además

de materiales) y por ser hijos de Dios (a partir de los sacramentos y de la gracia


santificante, a las que hemos accedido por el sacrificio de Cristo) nuestra existencia

no concluye aquí. Por ello tampoco nuestra felicidad puede ser definitiva en esta vida.

Entonces, el fin de la vida humana es la salvación. La beatitud: estar cara a cara con

Dios. Solo allí, en intimidad con la divinidad, nuestra inteligencia se encontrará con la
Verdad infinita y nuestra voluntad con el Bien infinito. Y allí sí que nuestro corazón

será totalmente saciado.

Y dicho todo esto ¡vamos al módulo!


Un fraterno saludo en Cristo

Lic. Juan Carlos Bilyk


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