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APUNTE DE CÁTEDRA:

LA TEORIZACION SOBRE EL APRENDIZAJE:


PARADIGMAS. PROGRAMAS DE INVESTIGACIÓN 1

El papel de las teorías sobre el aprendizaje

Para dar cuenta del papel de las teorías sobre el aprendizaje, conviene comenzar por hacer
un breve recorrido histórico por la psicología. Para rastrear exhaustivamente el origen del objeto de
estudio de la disciplina, hay que remontarse a la Academia griega, donde se comienza a reflexionar
acerca del origen y naturaleza del conocimiento. Con Platón, para quien éste tiene un carácter
innatista, y su discípulo Aristóteles, rechazando tal concepción y afirmando el papel de los sentidos
como productores de conocimiento, surgen las tradiciones filosóficas en las que se inscribirán los
posteriores desarrollos de las disciplinas. Con el correr de los siglos y desde el comienzo de este
hasta nuestros días, ambas posturas dan arraigo filosófico a diversas corrientes de investigación y
a los planteamientos del cognitivismo y conductismo respectivamente.
Específicamente en la búsqueda de una teoría del aprendizaje, ambas posturas coexisten,
por lo que no resultaría adecuado hablar del predominio de una sobre la otra o explicarlas por el
esquema que plantea Thomas Khun (1962) del progreso científico. No nos es posible precisar la
noción de paradigma, y quizás tampoco referir a la existencia de un paradigma hegemónico en
psicología del aprendizaje.
Para precisar a qué nos referimos con la inclusión de estos términos, nos centraremos
brevemente en algunas concepciones de la filosofía de las ciencias, que resultan de utilidad para el
desarrollo de una mirada epistemológica como la que plantea esta unidad temática.
Thomas Kuhn, físico preocupado por la historia de las ciencias, en su obra “The structure of
scientific revolutions”, alude a la importancia de la situación histórica para explicar el progreso
científico. Le otorga a éste un carácter revolucionario, según el cual, la ciencia avanza desde un
estado de “pre-ciencia” hasta el de “ciencia normal”.
La pre-ciencia se caracteriza por el trabajo individualmente justificado de cada científico, en
ese período, se debaten principios generales y no hay un marco conceptual básico que sustente
los desarrollos de cada investigador, que tendrá que justificar su enfoque cada vez que produzca.
Cuando se acuerdan los fundamentos, luego de articular criterios y leyes generales, se establece
un paradigma. La existencia de éste da cuenta del establecimiento de una ciencia normal. Pero los
científicos continúan trabajando, realizando descubrimientos, y los avances investigativos
posteriores ponen en crisis a esta ciencia, generando una revolución científica que desemboca en
otro período de crisis. Como este movimiento es continuo, lo que daría cuenta de una “ciencia
normal”, sería la adherencia de la comunidad científica a un conjunto de principios teóricos,
supuestos, leyes generales y técnicas para la aplicación de éstas. Es a ese conjunto de supuestos
teóricos generales con los que acuerdan los científicos, a lo que se denomina “paradigma”. Los
científicos que adhieren a un paradigma, trabajan dentro de lo que Kuhn denomina “ciencia
normal”. Si surgen cuestiones que no pueden explicar por ese marco teórico, se instala un período
de crisis. Los problemas de esa crisis hacen que los investigadores pongan en marcha nuevos
mecanismos de resolución, y las promesas de las investigaciones conquistan adeptos dentro de la

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comunidad científica. Sus miembros dejan de lado el paradigma al que adherían, porque ya no les
da respuestas. Allí es donde un nuevo paradigma tendría lugar.
El nuevo paradigma resuelve la crisis y vuelve a instalar un período de “ciencia normal”,
período así considerado porque ostenta una “matriz disciplinar” que coordina y enmarca la 2
actividad científica, es decir, da direccionalidad y reglas para la resolución de problemas a la
comunidad.
El desarrollo precedente viene a explicar por qué, en ciencias sociales, en psicología y en
especial, en teorías psicológicas del aprendizaje no resultaría estrictamente adecuado, hablar de la
existencia de “un paradigma”. El estado actual de la psicología y el recorrido histórico-filosófico que
hemos realizado, harían que no pueda hablarse de un progreso científico de la disciplina, en los
términos de Khun. Al decir de algunos autores, incluso no se calificaría de ciencia a la actividad.
Estos sostienen que la ciencia social, dada la relatividad de sus explicaciones, detenta un carácter
pre-paradigmático.
Los desarrollos de Imre Lakatos, filósofo de las ciencias, ayudan a zanjar estas
controversias. Este autor, en su obra “Methodology of scientific research programmes” (1974),
introduce el concepto de “programas de investigación”. Un programa de investigación es una
estructura apta para guiar la investigación, una teoría tomada como totalidad estructural, que sirve
para predecir hechos e incorporar nuevos. Posee un núcleo duro que lo define, constituido por
enunciados universales y ciertas ideas centrales; y un cinturón protector, compuesto por ideas
auxiliares y variedad de supuestos. En el cinturón protector pueden coexistir teorías, pero éste
impide que se refute empíricamente el núcleo duro. Los diversos hechos y datos que se oponen a
esas teorías, son considerados anomalías. Como una teoría no basta para explicarlo todo,
pongamos en este caso los mecanismos por los cuales un sujeto que aprende, coexisten teorías y
anomalías en ese cinturón protector, permaneciendo el núcleo duro o central, sin refutar. Una
teoría es refutada cuando aparece otra mejor, no por la aparición de hechos o datos empíricos. Los
programas de investigación serán entonces: progresistas o progresivos, cuando tengan capacidad
predictiva y conduzcan al descubrimiento de nuevos fenómenos, aunque no puedan corroborarlos;
y regresivos o degeneradores, cuando sólo se limiten a explicar los fenómenos ya conocidos.
Como conclusión diremos que, conductismo y cognitivismo son programas de investigación
“rivales” que coexisten, no pudiendo afirmarse taxativamente que un programa es mejor que otro.
Los científicos de la disciplina trabajan en el desarrollo del cinturón protector, con la posibilidad de
hacer nuevas comprobaciones y nuevos descubrimientos, construyendo hipótesis comprobables de
forma independiente, respetando el núcleo duro; si no hicieran esto último, se saldrían del
programa de investigación.
Las dos posturas señaladas, la “kuhniana”, y la “lakatosiana”, resumen dos estudios
contemporáneos de la ciencia, que nos permiten aplicar con propiedad los términos a trabajar en el
desarrollo de esta cátedra, que adopta una perspectiva epistemológica. La postura lakatosiana
resulta pertinente, porque nos permite estudiar al conductismo y cognitivismo, sin juzgar por mejor
o peor, y porque parece adecuarse más al desarrollo de la psicología.
En cuanto a la existencia de cierta superioridad de un enfoque sobre otro, cabe señalar que
el énfasis que ponemos en el acuerdo con el programa de investigación cognitivista está dado por
la utilidad para la interpretación de las prácticas, que muestra en nuestra comunidad y en nuestros
individuos, porque se ajusta más a nuestros valores. Responde a un análisis sociológico y
psicológico y a un criterio de aplicabilidad, sin preocuparnos tanto de si se trata de “la ciencia” o no.

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Finalmente, cuando un investigador decide optar por una u otra teoría, elegir cierta rutina que
considera “objetiva y racional”, hay innegables criterios de subjetividad implícitos. Esto nos lleva,
más aún en ciencias sociales, a un aspecto subjetivo de la ciencia, que es irrefutable.
Para explicar las teorías estímulo-respuesta y su papel en el aprendizaje, diremos que las 3
mismas se hallan inscriptas dentro del denominado “programa de investigación conductista”. Por lo
tanto, resulta imprescindible comenzar por una breve caracterización del programa. Hacia
principios de este siglo, en 1913 más exactamente, los escritos de Watson marcan el inicio de lo
que sería el movimiento dominante en psicología hasta la década de los cincuenta, en
Norteamérica. Sus investigaciones, enmarcadas en la perspectiva filosófica del asociacionismo que
se señalara al comienzo, proponen una mirada pragmática y objetiva de la psicología, recortando
como objeto de estudio la conducta observable. Para sus desarrollos retoma los trabajos sobre
reflejos condicionados, elaborados por Pavlov. Estos trabajos pueden citarse a modo de hitos que
abren posteriormente diversas líneas de abordaje dentro del programa de investigación
conductista.
La coexistencia de teorías se da aún al interior del propio conductismo, que es incapaz de
ofrecer una postura acerca de la conducta: las dos líneas más fuertes teorizan sobre una postura
radical, que niega la existencia de la conciencia, y una postura metodológica que propone la
imposibilidad de estudiarla por métodos objetivos. Basados en el abordaje de la conducta
observable como objeto de estudio, las posturas neoconductistas de clara inspiración positivista, se
separan de las anteriores hacia la búsqueda de una teoría que reuniera los datos necesarios para
dar cuenta del estudio científico de la conducta.
Variedad de líneas al margen, podemos afirmar que el núcleo firme, duro o central del
conductismo, sostiene que a la base del aprendizaje y el conocimiento, están las sensaciones. Con
la inspiración del empirismo inglés de la primera mitad del siglo XVIII, más exactamente de los
desarrollos de Hume, el conductismo toma como base filosófica de sus conceptualizaciones, la
concepción asociacionista: las ideas se forman a partir de impresiones que se reciben por los
sentidos, como copias que hace la mente de esas impresiones. No habría posibilidad de formar
ideas sin primero haber tenido una sensación, la información que recogen los sentidos es el
material de las ideas. No existirían ideas por sí mismas, independientes del mecanismo explicado.
El conocimiento se constituye por la simple asociación de las ideas, no es más complejo
que esto: la asociación de ideas se establece por semejanza en el tiempo y el espacio, contigüidad
y causalidad. El comportamiento, desde este mismo esquema, se puede descomponer en
elementos simples: el estímulo y la respuesta. Estos elementos se asocian por las mismas leyes de
contigüidad, formando patrones de conducta. Este esquema, el asociacionismo, constituye el
núcleo duro de la psicología conductista.

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