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LA VIOLENCIA SOCIAL E INSTITUCIONAL DE LA NIÑEZ EN CONDICIÓN

DE CALLE
Resumen:
A lo largo del presente artículo podremos encontrar algunas de las fisuras que están inmersas en la
sociedad mexicana en cuanto a la niñez que vive en condiciones de calle, fracturando el tejido
social, familiar, su calidad de vida, etc., pero no solo ello, sino el poder institucional que conlleva,
tanto desde lo que puede hacer o no hacer en la protección del niño dentro de procesos
institucionales, como sin esa protección del Estado en las calles, además de la discriminación,
desinterés social y otras problemáticas que aquejan el presente fenómeno hoy en día.
Palabras clave:
Niñez en condición de calle, Institucionalización, Familia, Estado.
Desarrollo:
De acuerdo con la Encuesta Intercensal del INEGI 2020, en el Estado de México, habitan cinco
millones setecientos mil seiscientos cincuenta y ocho personas de entre 0 y 19 años, lo que
representa 35.3 por ciento de la población total. (INEGI, Encuesta Intercensal, 2015). Si se compara
esta proporción de población con el 50.54 por ciento, que existía en 1990, podemos visualizar una
disminución, de niñas, niños y adolescentes en el Estado toda vez que representaba más de la mitad
de la población (En: Plan de Desarrollo Económico para el Estado de México 2017-
2023.http://copladem.edomex.gob.mx/sites/copladem.edomex.gob.mx/files/files/pdf/Planes%20y
%20programas/PDEM%202017-2023%20PE.pdf) Sin embargo, el poder en cuanto a la niñez en
condiciones de calle, es un campo que está siendo totalmente desigual ante estructuras que han ido
reproduciéndose de manera permanente. Trayendo para los niños de la calle una renuncia a su
libertad, pero también “condicionando en sí mismo toda su existencia con la trasgresión de sus
derechos, y el mantenimiento del poder institucional” (Foucault, 1991, p.180).
Dicha relación lineal asimétrica se verá implicada no solo desde la relación de poder en la que se
coloca de manera institucional, sino también por la diada adulto-niño, lo cual va generar mayores
desigualdades y más cuando este no cuenta con cuidado parental o maternal. Sin mencionar, la
manera tan vulnerable en la que se colocan los niños en situación de calle, pues “las causas por las
que viven o trabajan en las calles son diversas, y van desde los flujos migratorios, pobreza,
desintegración social, abandono, maltrato y violencia familiar” (Herrera Bautista, 2011).
En consecuencia, muchos de sus derechos han sido violentados como el de la salud, pues veces no
llegan a tener acceso a instalaciones sanitarias, expuestos a diversas enfermedades por la falta de
higiene que se vive en la calle, además de derechos a la alimentación, como el no tener siquiera
acceso a una dieta saludable, incluso comida, etc. Y, en consecuencia, se encuentran ante
situaciones con frecuencia como el consumo de drogas, tal como se muestra en un estudio realizado
por la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) quien derivado del análisis señalo que cuatro de
cada diez niños que viven en situación de calle caen en las adicciones con diferentes estupefacientes
y en las manos de la delincuencia, además la estadística señala que su esperanza de vida se reduce a
22 o 25 años por daño físico a su salud, cuando en la mayoría mexicanos el promedio es de 76 a 77
años.
También en los estudios realizados se puede identificar que los lugares donde se observa a los niños
de la calle están principalmente en mercados y estaciones del metro de la CDMX. Y con menor
frecuencia, se les encuentra en los parques, corredores comerciales, zonas turísticas, terminales de
autobuses, terrenos baldíos y estacionamientos (Daniellle Strickland, 2011).
Aunado a lo anterior, los niños, al vivir en la calle, se encuentran expuestos a la explotación laboral,
prostitución, el acoso policial y la delincuencia, además de la discriminación, la cual no solo se
encuentra en las instituciones, sino en la misma sociedad y por la diada adulto-niño, en donde desde
un adulto centrismo, siempre existe esta inferioridad hacia el niño, sin verlo como un sujeto de
derecho, pero sobre todo de decisiones, pues siempre se piensa en lo que el adulto quiere, y desde
Trabajo Social es crucial que se tome en cuenta no hacerlo al momento de intervenir, y tener claro
el papel del niño, por tanto acercarnos también a él, hacerle sentir acompañado y que también es
importante.
Además de desmitificar las relaciones raciales, pues es algo a lo que están expuestos los niños que
viven o han vivido en una situación de calle, como si de manera natural adquirieran una condición
de que son personas violentas, al igual que se les estigmatiza y resulta complejo hallar un trabajo
formal. Así mismo, se les asocia con los peligros de la calle, incluso en lugares como la Roma o la
Condesa se puede ver el desprecio y gestos repulsivos que se les hace a niños que piden limosna,
dejando enmarcado la sociedad hipócrita en la que vivimos, pues si esos niños llegan a tomar
caminos como el narcotráfico, se quejan, tirándoles de que hay mejores formas de hacerlas cosas.
Las violencias que fisuran la niñez son estructurales, y en estas no solo tiene responsabilidad la
sociedad, sino está también se ha colocado desde afuera, a través de un modelo capitalista
neoliberal y globalizador que construye aisladamente. El sistema económico que es defendido a por
el Estado y sus mismas instituciones, han provocado en las familias una desintegración, pues “el
aspecto económico deviene en trabajo de progenitores, descuido de los hijos y estados de estrés
derivados de las fuertes presiones monetarias; se rompen las estructuras familiares, en muchas
ocasiones aparece la violencia física y psicológica, en el mejor de los casos esta violencia es
neurótica, en el peor de los casos, esta violencia se ejerce de forma sociopática” (Lara, 2014:1).
Eso suponiendo que los niños en condición de calle tienen familia, pero no siempre sucede eso y al
no contar con apoyo, protección y las estrategias de sobrevivencia solo quedan en lo que ellos
mismos puedan proporcionarse. Incluso, la ONU señala que el trabajo infantil y la explotación que
ellos viven día con día, reprime su niñez, lo que los hace madurar demasiado rápido. En el Estado
de México trabajan doscientos cincuenta mil doscientos cincuenta y ocho niñas, niños y
adolescentes de 5 a 17 años, posicionándolo como la entidad del país con mayor número de
población infantil ocupada, de acuerdo con el Módulo de Trabajo Infantil 2016 del Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Plan de Desarrollo Económico para el Estado de
México 2017-2023. Pág. 56. (En:
http://copladem.edomex.gob.mx/sites/copladem.edomex.gob.mx/files/files/pdf/Planes%20y
%20programas/PDEM%202017-2023%20PE.pdf).
Cuando las condiciones de maltrato se experimentan al interior del sistema familiar e impiden que
el menor de edad permanezca en él, el Estado tiene la obligación de velar por su restauración y
reparación en derechos con fundamento en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y
Adolescentes (LGDNNA, 2014) generando como último recurso su institucionalización en Centros
de Acogimiento Residencial.
Pero en esta última opción, que es cuando el cuidado de niñas y niños de la calle se encuentra en
condición de institucionalización también se encuentra una irresponsabilidad del Estado, pues se
expresa al dejar esta tarea en manos privadas. Actualmente, de acuerdo con el SNDIF, (2018) “hay
1 de cada 10 menores de edad viviendo en un Centro de Asistencia Social de orden gubernamental
y los 9 restantes lo hacen en espacios que funcionan con recursos económicos otorgados por
particulares; la falta de registros y documentación de la población que atienden, revela la profunda
opacidad y negligencia por parte de muchas organizaciones imposibilitando con ello que el Estado
proporcione acompañamiento y vigilancia”-
Con base en los estudios realizados por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (2019, p.131),
los principales motivos de ingreso de una niña o niño a un espacio de cuidado alternativo, son la
violencia y el maltrato ejercido en el ámbito doméstico: abuso sexual, abuso psicológico, omisión
de cuidados, negligencia, entre otros. Sin embargo, muchas veces la institucionalización también se
encuentra vinculada a experiencias de violencia, vivencias que alteran la forma en que piensa el
niño y como se percibe a sí mismo y al mundo. Por ejemplo, en 2008, se tuvo el caso de Casitas del
Sur A.C. marcado por la trata de personas y la impunidad: “Michel de 10 años fue reportada como
desaparecida luego de llegar a un albergue de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de
México. A partir de ahí, se conocieron casos similares por mantener vínculos con la Iglesia
Cristiana Restaurada. La PGR siguió pista del caso luego de registrar una denuncia en la que se
desnudó la red de tráfico de menores en la casa hogar (Reporte índigo, 2017)
La recurrencia de experiencias de maltrato en México experimentadas en Centros de Asistencia
donde hay una nula intervención del Estado complica el panorama, pues como he venido diciendo,
tanto es peligroso que sigan en condición de calle para su misma persona, pero también el tolerar las
violencias si es que tienen una familia. Ahora bien, cuando no se encuentran a cargo de ningún
tutor, la mejor opción puede parecer que quede en custodia del Estado y de una casa hogar, pero
como bien he situado anteriormente, estas mismas también tienen problemas estructurales, que
ponen en evidencia prácticas adulto céntricas y cosificantes, ¿entonces que hacer cuando el
problema es tan multifactorial?
En ese sentido, es que entra la importancia de Trabajo Social, pero también de la
multidisciplinariedad, pues se debe desmitificar que la primera opción cuando se encuentra trabajo
infantil en la familia es quitarle al niño desde esta posición de poder, y como primera instancia
llevarlo a una casa hogar, pues esa debe ser la última opción, primero, debería de realizarse un
estudio que involucre un diagnóstico veraz, entrevistas y acercamiento de primera mano con la
familia, pero también con el niño. Dejar a un lado el emitir juicios y observar y estudiar aquellas
herramientas y estrategias de sobrevivencia con las que sí cuenta la familia y quitar esa idea de
encajonar a todas en un solo tipo de familia.
Ahora bien, si el diagnóstico resulta que sería contraproducente que el niño se quede con su familia
de origen, ver aquellas redes sociales con las que se cuenta, pudiendo ser los abuelos o algún otro
familiar su tutor responsable, pero si eso tampoco resulta viable, entonces sí pensar en un Centro de
Asistencia.
En este último también hay que hablar que el Estado, la ciencia social, el Trabajo Social y la
sociedad en sí con su participación tienen un gran papel para la mejora de estos, pues ante
autoridades incapaces, las historias de abuso e indiferencia se ha ido acumulando, la realidad exige
que la intervención se constriña de cumplir con leyes y tratados internacionales para la protección
de los derechos humanos de la niñez, seguir trabajando para mejorarlo, pues lamentablemente no
siempre se tiene todos los recursos de asistencia, servicios, recursos, etc. Pero, para ello hay que
entender que es un problema multifactorial, que tendremos que trabajar para mejorar el cuidado que
reciben en el ámbito institucional. Por esta razón debemos prestar atención al trato que las mismas
instituciones dan, como hacen los procesos de adopción, lo que se vive dentro de estos centros, que
se regulen, y se les de seguimiento a los casos que llegan, para que en un futuro, las casas hogares
no sean una alerta de peligro ni hegemonía, hay que darle voz para las normas y reglas a los
mismos niños que se encuentran en institucionalización, pues muchas veces este modelo puede
homogeneizar el comportamiento, donde terminarán renunciando a su historia, su, su cultura, a sí
mismo.
Conclusiones:
El tema de la niñez en condición de calle, con cuidados parentales y sin ellos, en procesos de
institucionalización es complejo, pero también multifactorial, pues al estar estos inmersos en la
calle se encuentran ante inmensos peligros ya expuestos y colocados en una situación de
vulnerabilidad, en donde no se puede criticar a la familia por tenerlos en esta situación, sin antes
conocer el contexto y el problema en sí, y valorar si es viable siga ante su cuidado o no. Pero
también es importante que el Estado adquiera un rol lejos de la indiferencia, pues también los
mismos Centros de Asistencia y Casas Hogar necesitan reestructurarse, para que en caso, de que
para el infante no resulte viable seguir con sus progenitores o algún lazo familiar y social, este no
corra peligro en los mismos centros.
Referencias:
 Comisión Nacional de Derechos Humanos. (2019). Informe especial sobre la situación de los
Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes en Centros de Asistencia Social y Albergues Públicos y
Privados de la República mexicana. Comisión Nacional de Derechos Humanos. Consultado el
23/06/2022 en: https://cutt.ly/TYlFjqk
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 Foucault, M. (1991). El Sujeto y el poder. Bogotá: Carpe Diem.
 Herrera, B. (2011). Infancia y juventud en situación de calle. Recuperado el 24/06/2022, en:
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de México 2017-2023. Pág. 56. Consultado el 23/06/2022 en:
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 Lara Peinado, J. A. (2014). Sobre la violencia en la niñez con situación de calle. Letras del Norte:
Blog de Análisis y Reflexión en torno a México y sus síntomas en el contexto de la posmodernidad.
Recuperado el 24/06/2022 en: https://letrasdelnorte.wordpress.com/2014/04/01/sobre-la-violencia/
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Recuperado el 24/06/2022 en:
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