Está en la página 1de 8

UNIDAD 7. EL TIPO SUBJETIVO.

1- El tipo subjetivo, elementos.


En el conjunto de conductas lesivas de los bienes jurídicos se pueden distinguir dos diferentes clases según la actitud
subjetiva del autor respecto del bien jurídico y la dirección de su voluntad.
En el primer grupo, tipos dolosos, el sujeto es plenamente consciente de que su actuar lesiona el bien jurídico y quiere
afectarlo. Lo sucedido debe haber sido conocido y querido por el autor (por ejemplo, la muerte de la víctima y la
conducta letal del sujeto que la produjo).
En el otro grupo, tipos culposos, el agente no pretende lesionar el bien jurídico, pero su conducta descuidada produce su
afectación. Por ejemplo, el conductor del automotor, con la intención de llegar a destino antes de cierta hora, aumenta
la velocidad por encima del límite reglamentariamente admitido, causando la muerte del peatón que cruzaba la calle,
resultado que aquél no quería alcanzar.
Ambas conductas son estructuralmente distintas, pues las dolosas son dirigidas por la voluntad contra la norma que le
prohíbe dañar el bien jurídico de que se trate. Por su parte, las culposas se limitan a infringir una norma de cuidado.
Como se advierte, tales comportamientos tienen una gravedad diferente, que se traduce en la intensidad de la pena, la
cual generalmente es inferior para el tipo culposo; así el homicidio doloso está castigado con una pena de reclusión o
prisión cuyo mínimo es de ocho años, mientras que el homicidio culposo tiene conminada pena de prisión cuyo máximo
es de cinco años.
Los elementos objetivos del tipo que el individuo debe conocer son: la situación legalmente prevista como generadora
del deber de obrar, que tiene la capacidad para hacerlo, el resultado, y cuál es la actividad positiva que impediría el
acaecimiento del efecto, así como la ausencia de la acción debida.

2-El dolo, concepto, componente cognitivo y volitivo. Especies: dolo directo, indirecto y eventual.
Oroño: el dolo es VOLUNTAD Y CONOCIMIENTO. (IMPORTANTE)
Hay dolo cuando el omitente, en forma voluntaria, no procura impedir el resultado conociendo que está en situación de
garantizar que él no se produzca. La finalidad radica en que el sujeto, conforme a su voluntad, ordena los medios de que
dispone para no realizar las acciones mandadas, las que posibilitarían el resguardo del bien jurídico puesto bajo su
custodia, como garante que es de que no sufra daño.

Componente cognoscitivo y volitivo: dentro de la teoría clásica del dolo se habían desarrollado distintas teorías para
explicar su contenido, a través de sus componentes: el conocimiento (elemento cognoscitivo e intelectual) y la voluntad
(elemento volitivo), asignando preponderancia a uno u otro.
Así Carrrara privilegiaba el elemento volitivo. Por su parte, Von Liszt, con su teoría de la representación, priorizaba el
elemento intelectual, pues le bastaba la previsión del resultado. Definía al dolo como “el conocimiento de todas las
circunstancias de hecho correspondientes a la definición legal, que acompaña a la actuación voluntaria”.
Existía una complementación entre ambas teorías, pues si bien daban relevancia a un elemento, no olvidaban al
restante.
Núñez conceptuaba al dolo como la “intención de cometer el delito o, por lo menos, la indiferencia de cometerlo frente
a su representación como probable”.
En definitiva, podemos decir que el dolo consiste en el conocimiento y la voluntad de realización del tipo penal, el autor
debe saber que realiza el hecho, qué hecho realiza y las circunstancias que lo rodean, y además, debe querer realizarlo.

Especies: dolo directo, indirecto y eventual.


Los elementos cognoscitivo y volitivo del dolo se pueden dar con distintas intensidades, la combinación de sus variantes
nos permite diferenciar tres clases de dolo: directo, indirecto y eventual.
En el ámbito de la voluntad, nos encontramos frene al dolo directo cuando la acción o el resultado típico constituyen el
objetivo perseguido por el sujeto: quiere matar y lo hace.
Dolo indirecto: abarca los resultados no queridos directamente por el autor, pero que aparecen unidos de modo
necesario, ineludible al resultado comprendido en la intención del sujeto. Por ejemplo la actitud de quien coloca una
bomba en un avión para cobrar el seguro de vida constituido a su favor por uno de los pasajeros: la muerte de los demás
pasajeros y la reconstrucción de la aeronave son consecuencias no buscadas por el agente, pero ligadas
inexorablemente al efecto querido.
Dolo eventual: en ocasiones, quien realiza la conducta conoce que probablemente se pro duzca
un resultado típico, y no deja de actuar por ello. Estamos en presencia del dolo eventual que significa el umbral mínimo
del dolo, fundamentado mediante la teoría del asentamiento, pues la egoísta indiferencia ante la representación de la
eventualidad del resultado, se equipara a quererlo.
Dolo de ímpetu: (Zafaroni) una clase de dolo de la que hoy no se ocupa la doctrina es el llamado dolo de ímpetu, que es
el que se manifiesta en una conducta agresiva armada contra la integridad física de una persona y que, a causa de la
continuidad y parcial superposición de la resolución y la acción, abarca una voluntad realizadora de cualquier resultado o
de varios resultados conjuntamente. El fin está claro: se quiere dañar el cuerpo, pero sin determinar la medida que se
quiere alcanzar. No es dolo alternativo (no se quiere matar o al menos lesionar); no es dolo eventual (no se quiere
lesionar aceptando la posibilidad de un resultado letal). Es un dolo de ímpetu en que se quiere dañar en la medida en
que sea y que no debe confundirse con las cuestiones de culpabilidad que plantea la emoción violente.

 (Un dato). El momento del dolo debe coincidir con el de la realización de la acción: no hay dolo anterior al comienzo
de ejecución (llamado dolo antecedente) ni dolo posterior a la realización del tipo objetivo (llamado dolo subsecuente).
Ambos son disposiciones interior irrelevantes.

3- Elementos subjetivos del tipo distintos del dolo.


El mandato, se dirige, en principio, a todos y por eso la fórmula más frecuente es la que amenaza con pena diciendo: “el
que…”. La regla es que el sujeto pasivo pueda ser cualquiera; y está es la razón por la cual la ley no identifica a nadie
expresamente. Pero las excepciones son numerosas, y ellas se dan tanto con relación al sujeto activo como al pasivo.
Sin embargo no son estas indicaciones las que originan mayores dificultades para entender las normas, sino aquellos
otros aspectos vinculados a la finalidad del obrar, e incluso a la intencionalidad o al descuido del autor.

Indicaciones sobre conocimiento o intención: hay casos en los cuales la ley señala un especial conocimiento, sin cuya
concurrencia la acción es atípica o no llena los requisitos que la apartarían del tipo básico, que llevarían a atenuar o
agravar la pena. Generalmente el código usa la expresión “a sabiendas” o equivalentes para identificar este requisito;
como lo hacen los artículos 80.1, 134, 135.1, 136.
Como ese conocimiento debe ser abarcado por el dolo del autor y permite discernir si el acto es típico o no, se trata de
un auténtico elemento del tipo. En el homicidio agravado por el vínculo, el autor tiene que saber que el sujeto pasivo de
su actuar es el padre, por ejemplo, pero esa certeza no impide la defensa legítima ni enerva la posibilidad de obrar bajo
coacción. Ese conocimiento incrementa la ilicitud del hecho cuando éste reúne todos los requerimientos típicos y no
está cubierto por una causa de justificación, pero no determina por sí que sea reprochable y ni siquiera necesariamente
que sea doloso, pues un error puede haber determinado la muerte del ascendiente.
Si falta el elemento subjetivo, en los casos en que lo requiere la figura básica, la acción resulta atípica. En tanto que, si la
referencia subjetiva solamente denota un mayor contenido de ilicitud de la acción, o al revés, la ausencia de ese
elemento determina la eliminación del tipo agravado o del privilegiado, manteniéndose la imputación correspondiente a
la figura básica. Por ejemplo, el que mata a su ascendiente, descendiente o cónyuge sin saber que la víctima gurda
alguna de esas relaciones, de todas maneras comete un homicidio, pues el elemento calificante hace más grave el grado
de injusto, pero aquella ignorancia no incide sobre la antijuricidad ni enerva la posibilidad de comprender la ilicitud del
acto.
Al revés: para que la calificante que agrava la situación del autor pueda serle imputada, es preciso que ella sea abarcada
por su dolo.

Indicaciones que excluyen el dolo eventual: si utilizamos el criterio según el cual obra con dolo quien con conocimiento
y voluntad dirige su acción hacia un resultado o hacia su producción eventual, existirán figuras que incluirán referencias
según las cuales el autor únicamente puede actuar con dolo directo y no con dolo eventual.
Son aquellas que tienen indicaciones de un propósito o finalidad. Y corresponde agregar los casos en que, si no existe
explícita la indicación, ella resulta de la exigencia de motivos de obrar que no se compadecen con indiferencia respecto
del resultado y su definitiva aceptación, que es característico de quien obra con dolo eventual. Así, el asesinato por
precio o promesa remuneratoria, que menciona el art. 80.3°, se produce sustentado en un querer dirigido a la
consecución del resultado. Lo mismo ocurre en todos los casos en los cuales es preciso que se dé una actuación con
miras determinadas. Por ejemplo, no se concebirá realizada más que con dolo directo la acción incriminada por el art.
98, ya que los que se baten a duelo en las condicione sindicadas por el precepto han elegido las armas arreglando las
demás condiciones del desafió lo que enerva la posibilidad de la ratificación e un resultado no buscado directamente,
propia del dolo eventual.

Expresiones que indican tendencias: existen figuras que amenazan con pena la realización de acciones que persiguen
una especial finalidad. Ésta constituye un elemente subjetivo del injusto: el derecho desvalora la acción realizada en
persecución de ciertos logros. El delito de traición merecería pena agravada cuando un hecho de los descriptos en el art.
214 estuviese “dirigido a someter total o parcialmente la nación al dominio extranjero o a menoscabar su independencia
o integridad”.
Lo mismo ocurre con la previsión del art. 145, ya que la conducción de una persona fuera de las fronteras, que está allí
incriminada, solamente va a ser juzgada si lo fuera “con propósito de someterla ilegalmente al poder de otro o de
alistarla en un ejército extranjero”.
En el capítulo del duelo, el art. 100 reprime al que provocare o diere causa a un desafío proponiéndose un interés
pecuniario u otro objeto inmoral.
La ausencia de la finalidad, entonces, impide considerar esos hechos como típicos.
La doctrina se ha ocupado de estas formas delictuales identificándolas como aquellas en las cuales el resultado buscado
queda fuera del proceso ejecutivo del delito en sí, puesto que no integra el tipo. Solamente la intención lo hace; de allí
que el logro efectivo del fin propuesto resulte indiferente. Lo prohibido es la propia acción, teñida del propósito. Se
habla de delitos “cortados en sus resultado” porque el legislador secciona la acción en un determinado momento
estimado que con sólo realizarla con la finalidad prevista ya es políticamente dañosa.
Cuando la ley indica una especial finalidad, ésta constituye un elemento del tipo. Si no está presente ella, el intérprete se
encuentra ante un caso de atipicidad relativa. Si el fin a que alude la figura fue el que guió la acción incriminada, existe
adecuación típica y esta comprobación es un indicio de antijuricidad. La acción que reúne así las características de
tipicidad y antijuricidad puede no ser reprochable, aunque será difícil que ello suceda, pues la comprobación de haber
actuado con determinado propósito implica un adelantamiento de cuestiones subjetivas que pertenecen a la
culpabilidad.
Cuando el móvil no está expresado por la figura, si pertenece a la culpabilidad y es un elemento para efectuar el juicio
de reproche. Fundamentalmente, su consideración sirve para graduar la pena, conforme a lo previsto por el art. 41, inc.
2° que literalmente toma en consideración, para fijar la condena en las penas divisibles en razón del tiempo o de la
cantidad, “la calidad de los motivos” que determinaron al sujeto para que delinquiese.

Animus: los penalistas argentinos que escribieron en las primeras décadas del siglo XX seguían el criterio tradicional,
según el cual ciertos delitos exigen un dolo específico.
La doctrina posterior estimó que estos elementos están vinculados a lo injusto, pues si es cierto que un determinado
ánimo puede decidir que la conducta sea contraria a derecho, resulta lógico pensar que no se trata de una cuestión de
culpabilidad. Con mayor razón por ser el dolo un elemento del tipo y no una de las formas o especies de la culpabilidad.
Estas apelaciones al ánimo figuran de manera expresa en muchos artículos del código penal con palabras o frases que
indican “interés pecuniario u otro objeto inmoral”; “ánimo de lucro”, “propósito de causa perjuicio”. En otros delitos, la
especial situación del autor sobre el conocimiento de lo que hace la intención con que actúa es un dato implícito en el
tipo.
Ejemplo: un tacto efectuado con fines médicos no constituye delito alguno; la misma acción con propósitos lascivos sí lo
es.

Situaciones subjetivas determinadas: no es frecuente que los tipos hagan referencias a hechos o estados psicofísicos
determinados, pues las situaciones de esa clase se consideran generales para todos los delitos, y cuando son anormales
en grado tal que impiden la comprensión de la criminalidad de los actos o la dirección de las acciones dan como
resultado una declaración de inimputabilidad, con las consecuencias que indica el art. 34.1.
Pero hay casos excepcionales en los cuales factores psicológicos influyen en el grado de injusto propio de la acción y por
ello la figura legal los tiene en consideración para privilegiarla con relación a la amenaza indicada en el tipo básico.
Un ejemplo en nuestro código es suministrado por el art. 81. El inc. 1. a. hace mención al estado de emoción violenta y
le agrega una dimensión valorativa: “y que las circunstancias hicieren excusable”.
Estos elementos del tipo, no obstante calificarse como subjetivos puesto que reflejan características de esa clase en el
autor, determinan lo injusto y no son indicaciones sobre la culpabilidad.
La antigua denominación “dolo específico” ha quedado desecha, al menos si se piensa en el sentido literal de la
expresión. Hoy, existe casi total coincidencia en la doctrina en el sentido de entender que el dolo es uno solo, y no
admite que se lo pueda dividir en genérico y especifico. Lo que ocurre es que las referencias al ánimo o a la finalidad
integran el tipo, de manera tal que si no obra el sujeto con esa disposición la conducta no se adecua a la previsión legal.
Siendo atípica es indiferente, desde el punto de vista penal, y por consiguiente no puede entrar a considerarse el
elemento culpabilidad.

Elementos normativos.
En algunos tipos nos encontramos con elementos valorativos, los cuales no son perceptibles por medios de los sentidos
y sólo se pueden captar por un “acto de valoración, que requiere un conocimiento paralelo en la esfera del lego”.

Según la distinta naturaleza de la valoración podemos establecer la siguiente clasificación:


Valoraciones jurídicas: algunos tipos contienen referencias a conceptos jurídicos, dentro de los cuales podemos
distinguir:
 Las valoraciones de índole jurídica que adelantan sistemáticamente la antijuricidad del hecho al momento del
examen de su tipicidad y son incompatibles con la concurrencia de causas de justificación. Ejemplos:
“ilegítimamente”; “ilegalmente”; “indebidamente”; “sin causa de justificación”; “contrarias a la ley”.
 Las valoraciones sobre determinadas cuestiones jurídicas que no deciden sobre la antijuricidad del hecho, razón por
la cual es factible la subsistencia de la tipicidad penal pese a la concurrencia de alguna causa de justificación.
Ejemplos: “cheque”, “cosa mueble total o parcialmente ajena”; “instrumentos público o privado”.
Valoraciones culturales: ciertos tipos contienen elementos con significación cultural, como la exigencia de que la mujer
víctima del estupro de la anterior redacción el art. 120 fuera “honesta”; el carácter “pornográfico” de las imágenes,
material o espectáculos mencionados en el tipo del art. 128.
Valoraciones científicas: algunos tipos requieren juicios de índole científica por parte de profesionales de la salud, como
la determinación de que la lesión produjo “debilitación permanente de la salud, de un sentido, de un órgano, de un
miembro o una dificultad permanente de la palabra” o puso “en peligro la vida del ofendido” o le hubiere “inutilizado
para el trabajo por más de un mes” o le hubiere causado una “deformación permanente del rostro”; o la evaluación que
del atentado contra la integridad sexual resultó un “grave daño en la salud física o mental de la víctima”.

4- La culpa, concepto. Culpa con representación y sin representación. Distinción con el dolo eventual. Culpa grave y
culpa leve.

Históricamente han sido definidos dos conceptos principales de culpa: uno psicológico (y en tal sentido naturalista,
porque la psique del sujeto pertenece al mundo del ser) y otro normativo, esto es, determinado con base en pautas
valorativas y jurídicas, que como tales integran sólo el mundo del deber ser.

La diferencia fundamental entre estos dos consiste en que, según el normativo lo que determina que una conducta sea
culposa es la formulación de un reproche objetivo, perteneciente en cuanto tal al mundo del deber-ser, que mira a la
conducta y no al autor, y que se funda en consideraciones jurídico-normativas. En cambio, según el concepto
psicológico, lo determinante para afirmar la existencia de culpa es un hecho, perteneciente en cuanto tal al mundo del
ser, como lo es la existencia de un supuesto nexo psíquico de determinadas características entre el sujeto y la conducta.

Culpa con representación y sin representación. Distinción con el dolo eventual.


Actuar sin representarse de ninguna manera posible lesión del bien jurídico importa una culpa inconsciente. Actuar
representándose esa lesión pero confiado en que ella no sucederá importa una culpa consciente. Esta diferenciación no
tiene ninguna importancia práctica, porque para ambas clases de culpa el legislador asigna la misma pena, y hay acuerdo
doctrinario en afirmar que entre culpa consciente e inconsciente no existe a priori una diferencia de gravedad en el nivel
de la culpabilidad. Tanto una culpa consciente como una inconsciente puede merecer un muy elevado o un casi
insignificante reproche de culpabilidad, según el caso concreto.
La distinción adquiere sentido más bien respecto de la diferenciación ente la forma más general del dolo (el eventual) y
la más exigente de la culpa (la consciente), lo que significa que tal discusión determinará por dónde pasa, en definitiva,
la diferencia entre dolo y culpa. Y esta determinación sí es relevante para la práctica, pues el legislador o bien asigna una
pena menor a la conducta culposa en relación a la dolosa, o bien asigna pena sólo a la modalidad dolosa de una
conducta. De allí que la distinción entre dolo y culpa pueda significar en la práctica una considerable diferencia en la
aplicación de pena directamente el paso de la punibilidad a la impunibilidad, según el caso.
Ejemplos: si un homicidio es tenido por doloso, la pena mínima es de ocho años de prisión y la máxima de veinticinco;
si es, en cambio considerado culposo, la pena mínima es de sólo seis meses (o de dos años si concurre la agravante del
segundo párrafo del art. 84) y la máxima de cinco años. Aquí se ve claramente hasta qué punto repercute la cuantía
de la pena el que un hechos de homicidio sea considerado doloso culposo.

Culpa grave y culpa leve.


Hasta hace poco nuestro derecho penal positivo no distinguía entre culpa grave (o temeraria) y leve (o simple). Pero
actualmente, tras la reciente reforma operada según ley 24.256 del año 2000 al art. 278 CP, se ha incorporado esta
distinción.
La distinción entre culpa leve y grave siempre ha sido y es relevante en orden a determinar la medida de la culpabilidad
y consecuentemente de la pena a imponer al autor culposo. Por otra parte, existe consenso doctrinario a favor de la
impunidad de las formas insignificantes d culpa o culpas levísimas, de allí que sea fundamental establecer
dogmáticamente criterios seguros al respecto.
Se coincide en que la calificación de “grave” o “leve” debe estar referida al desvalor de acción y no al desvalor de
resultado; es decir, no interesa la cuantía del daño causado son la característica de la acción en sí. A su vez, respecto del
desvalor de acción lo que debe tomarse en cuanta no es la actitud interna del sujeto sino el nivel objetivo de
peligrosidad de la acción.
Pero al intentarse determinar cuándo concretamente una conducta culposa es lo suficientemente peligrosa como para
ser calificada de grave o temeraria, o al revés, cuándo es tan poco peligrosa que merezca ser tenida por leve o incluso
por levísima o insignificante, se cae invariablemente en definiciones circulares.

5-La preterintencionalidad, concepto, condiciones. Los delitos calificados por el resultado y el versari in re illicita.

Oroño: la preterintencionalidad sobrepasa la intensión.


Reconoce un designo doloso. El sujeto persigue la realización de un tipo penal.
El sujeto va dirigido hacia la consumación de un delito menor, pero sobrepasó y cometió un delito mayor.
El medio razonablemente utilizado no debería haber causado ese resultado.
El primer tramo se debería imputar dolosamente y el segundo, el que sobrepasa debería imputarse culposamente.
Zafaroni dice que es un delito calificado por el resultado.

|resp. Menor____|___resp. Mayor___

El art. 81 1.B: homicidio preterintencional.


Este artículo amenaza con reclusión de tres a seis años, o prisión de uno a tres años, a quien “con propósito de causar un
daño en el cuerpo o en la salud, produjere la muerte de alguna persona cuando el medio empleado no debía
razonablemente ocasionar la muerte”.
El sujeto pretende hacer un daño, pero termina matando. Ejemplo: lo empuja, se cae y se rompe la cabeza y muere. Esto
no pasaría si se hace lo mismo con un nene de poco tiempo de vida, seguramente lo mataría.

Los delitos calificados por el resultado y el versari in re ilícita.


En algunos tipos penales, el efecto más grave determina un incremento (respecto del tipo básico) de la pena. Si este
resultado más grave no está abarcado por el dolo y, si, en los casos de actuaciones culposas, en los que, por esencia en
nuestra legislación, la culpa es una y no existen grado, la sanción difiere fundamentalmente si el resultado más serio
acontece; esa forma de legislar afecta el principio de culpabilidad y constituye una manea, anómala e
inconstitucional, de introducir la responsabilidad objetiva. Así paso con el art. 203 del CP, que castiga con multa algunas
conductas culposas contra la salud pública, y con prisión de seis meses a cinco años “si resultare enfermedad o muerte”.
Se trata de la supervivencia de una costumbre medieval de sancionar a quien “está en cosa
ilícita” (versari in re ilícita) y que, por ello, debe responder hasta por las consecuencias del
caso fortuito.
El principio de culpabilidad (desde la vertiente de exclusión de la imputación por la mera causación de un resultado) en
el plano de la tipicidad significa que no hay conducta típica que no sea dolosa o, al menos, culposa. Este principio lo viola
el llamado versari in re ilícita (quien quiso la causa, quiso el resultado). La dogmática contemporánea trata de excluirlo,
no sólo mediante la tipicidad subjetiva, sino en la propia tipicidad objetiva: todos los esfuerzos de desarrollo de la
tipicidad conglobante se enmarcan en esta empresa. El estado de policía intenta filtrar el versari a través de dos brechas:
los “llamados delitos calificados por el resultado y los estados de inculpabilidad provocados por el propio agente.
Algunas disposiciones legales abarcan una solución particular para casos que, de no existir la prevención expresa, serían
resueltos por las reglas del concurso ideal, como son las llamadas figuras preterintencionales en la tradición italiana. El
concepto de preterintención generó una formidable confusión que llevó a sostener abiertas soluciones de
responsabilidad objetiva. No menor fue la que introdujo, para ciertas calificantes, el concepto de delito calificado por el
resultado.

Existen figuras complejas entre las cuales:


» Algunas combinan tipicidades dolosas y culposas.
» Otras califican tipos dolosos en razón de resultados dolosos más graves.
» Otras califican tipos culposos por resultados culposos más graves.

Es regla básica que en ninguna hipótesis puede administrarse una pena más grave en razón de un resultado que no haya
sido causado por dolo o culpa, porque violaría el principio de culpabilidad, consagrando una inadmisible responsabilidad
objetiva.

El máximo de pena no puede extender la suma de las pena:dado que en todos los casos se trata de supuestos en los
que, de no existir la figura completa, deberían resolverse conforme a las reglas del concurso ideal, está claro que se trata
de excepciones a lo dispuesto por el art. 54, que aplica al delito resultante de la absorción: la pena más grave absorbe
las menores. Si se quiere establecer excepciones de mayor gravedad a algunos concursos ideales, el máximo no puede
exceder la suma de todas las penas sin caer en irracionalidad. De este principio puede deducirse, en cada caso, si lo que
se suman son penas de delitos dolosos o culposos.

La tipicidad conglobante excluye otras hipótesis del versari: en los casos en que la figura compleja excepcione el art. 54
combinando una tipicidad dolosa con otra culposa, es fundamental cuidar que esta excepción no se convierta en un
pretexto para el versari. Ello sucede cuando se pretende imputar al hecho doloso todas las consecuencias que deben ser
excluidas de la tipicidad objetiva en función de la tipicidad conglobante: nunca puede imputarse al autor del robo la
muerte del coautor en enfrentamiento con la policía, porque asumió voluntariamente el riesgo.

6- Error de tipo, clases, consecuencias. Error sobre el nexo causal. Casos especiales: error in objecto, in persona,
aberratio ictus, dolusgeneralis.

Como el error de tipo recae sobre elementos del tipo objetivo, en todos los casos elimina el dolo resaltando sólo la
posibilidad de considerar una eventual tipicidad culposa si se trata de un error vencible, y siempre que se encuentre
prevista la estructura típica para el delito de que se trate, en tanto que el error de prohibición recae sobre la naturaleza
anti normativa y antijurídica de la acción, por lo que se lo puede subclasificar en error de prohibición en sentido estricto
(de anti normatividad) y error de permisión (sobre la justificación). En cualquier caso el error de prohibición invencible
elimina la culpabilidad del injusto, por lo que, siendo vencible sólo puede tener el efecto de atenuar el grado de
culpabilidad del mismo injusto doloso, pero que en ningún caso afecta al dolo, que queda afirmado siempre en el nivel
del tipo subjetivo. Por consiguiente, el error que aquí interesa es el de tipo, pues el error de prohibición es materia
propia de la teoría de la culpabilidad.

El error de tipo no es más que la falta de representación requerida por el dolo, que sólo interesan a los efectos del
error de prohibición como exclusión de la culpabilidad. El error de tipo será vencible cuando el sujeto, aplicando el
cuidado debido, pueda salir del error en que hallaba y, por ende,no realizar el tipo objetivo. En tal supuesto, si existe
tipo culposo y se dan los demás requisitos de esa tipicidad, la conducta será típica por imprudencia, pero nunca por
dolo. Cuando el agente, aplicando el cuidado debido, tampoco hubiese podido salir del error en que se hallaba, la acción
no sólo será atípica del tipo dolo sino también de su eventual tipicidad culposa.
En síntesis: el error de tipo excluye siempre la tipicidad dolosa (sea vencible o invencible); siempre vencible puede haber
tipicidad culposa (si existe tipo legal y si se dan los demás requisitos de estructura típica); y cuando sea invencible
elimina también toda eventual tipicidad culposa.

» Oroño: ¿dónde se irroga el efecto? En error de tipo sus efectos se irrogan sobra la tipicidad subjetiva. (Dolo o
culpa).
El error de tipo podrá eliminar el dolo cuando sea un error invencible, podrá eliminar la culpa si es invencible.
Si el error es invencible elimina toda tipicidad.
Si el error es vencible podrá eliminar la tipicidad dolosa dejando subsistente la tipicidad imprudente o culposa.
¿Cuándo va a dejar la subsistencia culposa? Cuando la figura este tratada en la parte especial del código penal. Si
comete daño no hay reprochabilidad porque no está tipificado, solo tendrá reprochabilidad civil pero no penal.

Error sobre el nexo causal. El autor se representa la realización del suceso que llevara al resultado de su acción de una
manera que no coincide con el curso seguido luego por la realización Ej: el autor quiere matar a otro que no sabe nadar,
arrojándolo desde un puente al rio, la victima muere, pero al dar con la cabeza en uno de los pilares del puente y antes de
llegar al agua (acá el desarrollo del hecho que el autor se representó y el que realmente sucedió no coinciden
totalmente). Sin embargo la diferencia no es esencial y no hay razón para excluir el dolo.
Distinto es cuando la diferencia es esencial Ej: el autor quiere golpear a otro, quien para evitar los golpes se echa hacia
atrás, pierde el equilibrio y cae por una ventana muriendo. Acá el autor se representa una lesión leve y se produjo la
muerte del otro. En esto el desarrollo del suceso es diferente del que pensó el autor al obrar y por lo tanto deberá
admitirse un error sobre el desarrollo del suceso o un error sobre el nexo causal.

Casos especiales: error in objecto, in persona, aberratio ictus, dolo generalis.


El llamado error en la persona o en el objeto de la acción, da lugar a supuestos de ausencia de tipicidad objetiva o de
error de tipo cuando se trate de objetos no equivalentes: el que golpea a un maniquí creyendo que es una persona, el
que dispara contra una persona creyendo que es un animal, etc. La equivalencia no es material sino jurídica, siendo
posible que la no equivalencia elimine la tipicidad objetiva, cono en el caso del que se apodera de la cosa propia
creyendo que era ajena.
Las dudas se han planteado cuando los objetos son equivalentes: quiere dar muerte a una persona que individualiza
mal; quiere apoderarse de un cuadro que cree original y se trata de una reproducción. En estos supuestos el sujeto
elabora todo su plan, lo pone en marcha con referencia a un objeto y obtiene el resultado querido respecto del mismo,
sólo que en la elaboración de su plan identificó erróneamente al objeto. Salvo los supuestos errores sobre atenuantes y
agravantes, esta identificación errónea no tiene relevancia excluyente del dolo. Esta solución no es contradictoria con la
concreción del dolo como determinante de la esencialidad o inesencialidad de la discordancia con el plan, porque en las
hipótesis planteadas el pan ha sido llevado a cabo y agotado conforme a sus designios y la causalidad no se ha separado
de lo planteado, tratándose de un puro error en la motivación.

Aberratio ictus: o error en el golpe es el que dirige el ataque contra un objeto y alcanza a otro equivalente (dispara
contra Juan, y mata a Pedro).
Conforme a la tesis de la concreción del dolo, la solución para la llamada aberratio ictus dependerá de que lo realmente
sucedido sea o no indiferente para el plan concreto: el que quiere mata a alguien de un grupo, concreta el dolo en su
plan hasta ese límite y, si efectivamente logra matar a alguien del grupo, habrá obtenido el resultado propuesto. Por el
contrario, el que desea matar a una persona determinada y no lo logra, no puede ser imputado más que por tentativa en
concurso con el homicidio culposo realmente cometido, siempre que ese resultado no lo haya incorporado a su voluntad
realizadora conforme a las reglas que rigen el dolo eventual. En caso que el resultado sea inesencial para el plan
concreto, como quien se defiende legítimamente de un grupo de personas todas agresoras, disparando sobre una y
matando a otra del grupo, no existe contradicción en admitir la naturaleza dolosa del homicidio cometido; pero si el
muerto fuere ajeno a la agresión, el resultado no habrá sido indiferente para el plan defensivo del agente y, por ende,
no será admisible el dolo de homicidio consumado (salvo, por supuesto, que hubiese dolo eventual).
» Oroño: el aberratio ictus es cuando la acción se dirige hacia una persona pero por un desvío se produce sobre
otro. (Una bala desviada). Solución: no importa sobre quien se produce el efecto, lo importante es que se
cumplió. Hecho doloso.

Dolusgeneralis: en estos casos deben distinguirse tres supuesto:


 En los de adelantamiento en que el resultado se produce antes del comienzo de la ejecución, no es posible imputar más
que por culpa. En el caso del que narcotiza a otro para después arrojarlo al paso de un tren y simular un suicidio,
provocándole la muerte con el narcótico, no hubo comienzo de ejecución del homicidio, sino un acto preparatorio
típico de lesiones dolosas con resultado de muerte (homicidio preterintencional); pero no cuando existe comienzo de
ejecución, el adelantamiento del resultado da lugar a imputación por tentativa.
 En los de atraso en que hay acciones, porque hubieron dos resoluciones diferentes, no puede haber otra solución que el
concurso real: quien decide mata y, cuando cree que ya lo ha hecho, decide arrojar el supuesto cadáver al mar,
incurrirá en una tentativa de homicidio y eventualmente en un homicidio culposo en concurso ideal.
 La cuestión de esencialidad o inesencialidad de la disparidad entre lo planeado y lo sucedido, se plantearán sólo en la
última categoría, o sea, cuando hay una única resolución (matar y arrojar al mar) y a mutación se produce al menos en
la etapa de tentativa, a este respecto valen las mismas reglas de concreción del dolo señaladas para la aberratio ictus:
por lo general será indiferente el adelantamiento o el atraso, o sea, que se tratará de una discordancia inesencial.

» Oroño: hay una acción compleja, o dos. El sujeto realiza una acción pero no la concreta, pero cree haberlo
hecho. En la creencia de haberlo hecho quiere ocultar el hecho y es ahí donde termina de concretarlo.
Solución: ejemplo: mujer violada, el hombre cree que la mató, la tira al aljibe. La mujer murió por los golpes
dentro del aljibe, no cuando el hombre creyó haberlo hecho.

Dos posibles soluciones:


» que se de tratamiento distinto a las dos acciones (cuando el sujeto quiso matar: tentativa de homicidio doloso).
En el segundo tramo: cuando quiso ocultar y ahí mató.
» Los avatares de las acciones son irrelevantes. El dolo es único o general, cubre todos los avatares causales.

También podría gustarte