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1. INTRODUCCIÓN.
Derivado del carácter preventivo del Derecho Penal, al tipo se le asigna una función de motivación. Eso
supone que a él habrán de dirigirse todos aquellos elementos que integran la conducta cuya no comisión se
quiere y puede motivar. La cuestión de qué es lo que pertenece al tipo es una cuestión vinculada a qué es
lo que el legislador puede evitar. Sólo lo que se pueda evitar es susceptible de prevenirse y, por tanto, de
definirse como prohibido a través del tipo.
En las conductas dolosas, el sujeto actúa con la finalidad y la voluntad de causar esa lesión. La posibilidad
de motivación es total.
En las conductas imprudentes, el autor ni busca ni pretende lesionar el bien jurídico, pero el descuido de su
comportamiento lo genera. Las posibilidades de motivación se reducen, pero se proyectan sobre la
exigencia del cuidado debido para evitar resultados no buscados ni deseados.
El Código Penal expresa esta restricción de las conductas prohibidas a las dolosas y las imprudentes en el
art. 5, al vincular la imposición de una pena a la constatación de una de esas dos situaciones subjetivas:
“No hay pena sin dolo o imprudencia”.
Las conductas descritas en los tipos de la parte especial son o bien dolosas o bien imprudentes, sin que
quepa otra modalidad subjetiva de imputación típica. No son conductas prohibidas aquellas en las que no
medie dolo o imprudencia. Así, el Código Penal intercepta cualquier hueco de responsabilidad objetiva:
todos los tipos de la parte especial se clasifican subjetivamente en una de esas dos categorías, dolo o
imprudencia.
Se trata de conductas que responden a normas de diferente estructura, de ahí que entre ellas el desvalor
sea también diferente. Los delitos dolosos expresan una conducta que se dirige voluntariamente a actuar
en contra de la norma imperativa que prohíbe atentar contra los bienes jurídicos.
Los delitos imprudentes constituyen infracciones a las normas de cuidado que generan esos resultados no
buscados ni queridos por el autor.
Entre ambos, la diferencia no está en el desvalor de resultado, que insistimos, puede ser el mismo o hasta
más grave en el delito imprudente, sino en el desvalor de la acción, pues los delitos dolosos se construyen
sobre vulneraciones a las normas prohibitivas y los delitos imprudentes a las normas de cuidado.
Para poder avanzar en el análisis de tipicidad de una conducta y así decir de ella es una conducta contraria
a derecho, es preciso que la realización de la acción penalmente relevante vaya acompañada de una actitud
subjetiva del sujeto respecto a ella: que o bien se realice dolosamente, o bien imprudentemente. Ambas
modalidades subjetivas dan lugar a formas típicas: el delito doloso y el delito imprudente.
La identificación de estos elementos en los tipos se realiza empleando una técnica jurídica basada en
criterios de economía legislativa. El Código Penal expresa en su art. 12 que: “las acciones u omisiones
imprudentes sólo se castigarán cuando expresamente lo disponga la Ley”. Eso supone que los tipos serán
imprudentes sólo en los casos en los que de manera expresa se haga constar esta cualidad, así que, si nada
se indica, por deducción, los tipos serán dolosos.
No obstante, de modo excepcional, algunos tipos sí aluden directamente al dolo, o al menos a alguno de
sus elementos en los que se requiere actuar “a sabiendas” y que determinan un dolo especialmente
reforzado, que limita las posibilidades de aplicación del dolo eventual.
Para apreciar la concurrencia del tipo subjetivo doloso basta con constatar el dolo en la conducta del
sujeto. En todo caso, hay algunos delitos en los que el tipo subjetivo requiere la constatación de una actitud
subjetiva específica, más allá del dolo y cuya ausencia determina la atipicidad de la conducta.
2. CONCEPTO DE DOLO.
¿Qué es el dolo? En la actualidad el dolo se define como la conciencia o conocimiento y la voluntad por
parte del sujeto activo de la realización de los elementos del tipo objetivo.
No habrá dolo y se excluirá la aplicación del tipo doloso cuando el sujeto desconozca alguno de esos
elementos, si bien esta situación puede generar lo que se denomina un error de tipo, que puede tener
consecuencias punitivas.
Aunque el dolo es un concepto general, aplicable a todos los tipos penales definido como conocer y querer
los elementos del tipo objetivo, su análisis y constatación requiere una concreción para cada tipo penal
doloso; es decir, cada uno de los delitos tiene su propio dolo que exige que el sujeto conozca y quiera cada
uno de los elementos que componen específicamente el tipo objetivo de que se trate. Así, en el homicidio,
el dolo supone conocer y querer la causación de la muerte de otra persona; en las lesiones, el dolo es
distinto y requiere conocer y querer la producción de un menoscabo a la salud de un tercero.
Esta especificidad del dolo plantea un importante problema probatorio. Estamos ante un elemento interno,
vinculado a la actitud del sujeto respecto a su conducta, por lo que con base al derecho constitucional de
defensa del acusado (art. 24 CE), éste siempre va a tratar de enmascararlo para buscar soluciones más
propicias punitivamente. Así, quien dispara a otro con intención de matarle, pero sólo le hiere gravemente,
dirá que el disparo fue fortuito o como mucho, un descuido. El tipo subjetivo doloso requiere en cada caso
la constatación de que el sujeto conoce y quiere todos los elementos particulares del tipo objetivo en
cuestión y para ello, la jurisprudencia recurre a la prueba de indicios, tomando siempre como referencia
elementos externos.
La falta de ese dolo específico va a determinar la atipicidad de la conducta: si no se constata el dolo
específico de matar, será atípico el homicidio intentado, si bien puede que subsistan las lesiones dolosas.
También puede ocurrir que esa falta del dolo específico requerido en el tipo genere un supuesto de error
de tipo: el sujeto quiere producir el aborto de una mujer y así lo hace (realiza un aborto doloso) pero no
sabe que con su acción le está causando unas lesiones. La falta de dolo específico a las lesiones podría dar
lugar a un error de tipo.
El dolo es un “dolus bonus” o “dolo natural”, que no exige que el sujeto conozca que lo que realiza es
antijurídico. En el caso de que un sujeto actúe sin conocer que lo que realiza es un hecho prohibido por el
Derecho Penal, su conducta seguirá siendo típicamente dolosa y subsistirá, en consecuencia, la pena
prevista en el tipo doloso de que se trate. Sólo cuando el desconocimiento de la ilicitud no hubiera podido
ser evitado, la pena se excluye en atención a la nula culpabilidad que muestra el sujeto. También por esto,
un menor o un inimputable pueden actuar con dolo y realizar la conducta típica, aunque luego estén
exentos de pena por carecer de culpabilidad.
Es conveniente insistir en este carácter “neutral” del dolo, que hace que se le denomine “dolo natural o
dolo bueno”, porque no requiere ningún juicio sobre la percepción de la ilicitud de la conducta por parte
del sujeto. Si se exigiera el conocimiento de la antijuricidad como elemento del dolo, estando este en el
tipo, se incurriría en un defecto sistemático importante, ya que aún el análisis de contrariedad a derecho de
la conducta nose ha completado. Esto solo sucederá una vez constatada la ausencia de causas de
justificación, de manera que es incoherente plantear si el sujeto conoce o que su conducta es antijurídica si
resulta que pudiera no serlo por estar amparada por una causa de justificación.