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1. Introducción
Más del autor: La acción y omisión en la teoría del delito. Bien explicado
La teoría causalista fue la plataforma inicial sobre la cual se erigieron las primeras
teorías de la imputación objetiva que conceptualizaron al delito de resultado; la
causalidad es una figura que se suele tomar en nuestra jurisprudencia, como lo podemos
evidenciar en el considerando de la ejecutoria contenida en el Expediente 3479-98 Lima
(Vargas, 2000, p. 477)
En todo delito de resultado se requiere, como primer nivel de análisis, que se verifique
un nexo de causalidad entre el comportamiento del sujeto activo y la producción del
resultado; lo que no se advierte, en el presente caso, en base al material probatorio, en el
sentido de que en la oficina, propiedad de la procesada, se localice el desperfecto de los
servicios higiénicos que hayan producido el deterioro del hecho del daño de la propiedad
de la agraviada.
Teoría propuesta por el magistrado M. von Bury en la que se enuncia que todas las
condiciones o acciones que concurren o aportan con la generación de un resultado
tienen la misma calidad generadora del resultado típico. Por tanto, todas deben ingresar
dentro de dicha relación de causalidad.
Si bien es cierto estas teorías fueron abandonadas, sirvieron como base para el
surgimiento de la imputación objetiva cuando el causalismo se encontraba transitando
hacia su etapa de normativización (Ibidem)
Más del autor: Diferencias entre objeto de prueba, fuente de prueba y medio de prueba
3. Imputación objetiva
Originalmente asociada a los delitos de resultado, contribuyó a la normativización de la
conducta y del resultado típico como componentes ubicados dentro de la redacción del
tipo penal (Cancio, 1997, p.74)
El derecho penal requiere para que una conducta humana sea reprochable, que el ataque
al bien jurídico sea objetivamente imputable al autor del comportamiento típico, es decir
no basta con haber causado, dolosa o imprudentemente una muerte o una lesión
corporal para que el sujeto activo haya realizado el tipo, es necesario además que dicho
resultado pueda serle atribuido objetivamente a él.
4. Imputación objetiva de la conducta
El peligro creado por el sujeto activo debe ser un riesgo típicamente relevante y por tanto,
encontrarse fuera del ámbito del riesgo permitido, esto a tenor de que en la sociedad
existen riesgos permitidos socialmente. Por ello, no toda creación de un riesgo del
resultado puede ser objeto de una sanción del derecho penal, pues ello significaría una
limitación intolerable y asfixiante del derecho penal sobre la libertad de acción.
(Bacigalupo, 1996, p.188)
Entiéndase entonces que el riesgo permitido como causal que excluye la imputación
objetiva del tipo penal, se trata de una conducta creadora de un riesgo jurídico relevante,
pero que, supone ser un riesgo permitido; como lo es el caso de la lex artis en la
profesión médica: operaciones complejas con alto riesgo de fallecimiento del paciente.
4.2. Disminución del riesgo
Existen supuestos en los que no concurre un riesgo suficiente o significante sobre el bien
jurídico tutelado, esta falta de significancia origina la no punibilidad de la conducta y se
extiende sobre la estructura del tipo penal, de manera que, ante una afectación
insignificante sobre el bien jurídico, dicho en otras palabras, la irrelevancia penal de la
lesividad del hecho generará que se excluya la tipicidad; ejemplo: el que sin derecho priva
a otro de su libertad personal por breves minutos de tiempo, reteniéndolo en un
transporte colectivo no comete delito de secuestro. (Mir Puig, 2005)
En ese sentido, parecería ser de que este principio recaería sobre aquel deber de cuidado
propio de los delitos imprudentes. Existen un sector de la doctrina que señala en que
este principio no forma parte de la teoría de la imputación objetiva, ya que serviría
exclusivamente para la determinación y limitación de aquellos deberes de cuidado
redactados en los delitos de omisión impropia del Código Penal.
Sin embargo, su utilidad es reconocida pues permite organizar una labor de riesgo
común, al realizar un reparto de roles, cada uno de los participantes podrá obrar sin el
temor por responder ante hechos defectuosos ajenos, generándose de este modo, el
llamado principio de confianza. (Feijoo, 2002, p.301)
Sin embargo, puede decirse que la prohibición de regreso encuentra su límite, cuando
aquella conducta banal o neutral favorece una situación de peligro a un tercero o a la
colectividad, infringiéndose el llamado deber de solidaridad mínima, que el legislador
toma en cuenta al momento de sancionar, por ejemplo, el delito de omisión de auxilio ,
señalado en el artículo 127 del Código Penal.
También denominada como la autopuesta en peligro del sujeto pasivo, sucede cuando la
imputación recae entorno al ámbito de competencia de la propia víctima, quien con su
propio comportamiento contribuye de manera decisiva a la realización del riesgo no
permitido. Como por ejemplo ocurre cuando aquél encargado de transportar una
sustancia peligrosa, al momento de entregarla a su destinatario, es este último quien la
consume.
Como lo señalamos en la parte introductoria del presente artículo, los criterios señalados
por la teoría de la imputación objetiva, no solo están referidos a determinar la tipicidad
de una conducta o como esta adquiere relevancia penal; sino que, también operan luego
de haberse confirmado la existencia de esta conducta típica.
A partir de este momento, las reglas a aplicar serán aquellas que permitan vincular el
resultado ocasionado con la conducta típica, a esto de se le denomina imputación
objetiva del resultado, de manera que, para eliminar la imputación objetiva en este punto,
será necesario que exista otra explicación alterna o distinta a la conducta típica y que
rompa el nexo entre el resultado y la conducta.
En ese sentido, será posible negar la imputación objetiva en todos aquellos supuestos en
los que a pesar de que el resultado haya sido causado por la conducta creadora de un
riesgo prohibido, el resultado final haya sido producto de otro riesgo ajeno al sujeto
activo. Lo que ocurre por ejemplo, cuando aquél que dispara a matar a otro,
efectivamente lo lesiona, pero luego producto de un incendio termina muriendo en el
hospital. (Mir Puig, 2004, p.257)
Para que se logre configurar la imputación en los delitos de resultado, es necesario que
este se encuentre identificado en el tipo penal; por ejemplo, aquel que mata a otro y al
enterarse de este hecho, muere la anciana madre a causa de un paro cardiaco. La muerte
de esta madre no puede serle imputable objetivamente al autor, pues el tipo penal del
delito de homicidio pretende proteger la vida pero únicamente de la inmediatez de las
acciones típicas. Otro ejemplo ocurre cuando aquella víctima de lesiones muere en el
incendio de un hospital; el autor del delito de lesiones no podrá serle imputada la muerte
de la víctima puesto que el incendio. (Gómez, 1984, p.190)
5.6. Cumplimiento de deberes de función o de profesión
6. Conclusiones
Cuando la doctrina penal dejó obsoletas las primeras teorías de la causalidad, surgió la
llamada imputación objetiva, la cual, no se limitó a explicar la existencia de un nexo de
causalidad como lo hicieron sus teorías predecesoras, sino que, su misión consiste en
responder la problemática que surge al momento de imputar de manera objetiva la
realización de una conducta típica al sujeto activo y, de ser el caso, imputar
objetivamente el resultado típico a esa conducta.
En ese sentido, al tener claro cuando procede esta forma de imputación, también
podremos saber cuando una conducta puede perder relevancia penal o no serle atribuida
al agente activo y del mismo modo, saber cómo el resultado ocasionado puede dejar de
serle atribuido a la conducta realizada por el agente activo. Todo esto mediante el
estudio de la imputación objetiva a la conducta y al resultado.
7. Bibliografía
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