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Causalidad

I. Delitos de resultado y la necesidad de un nexo causal entre conducta y resultado

Los delitos de resultado se caracterizan porque, además de la realización de una determinada


conducta bajo ciertas circunstancias, para su consumación la ley 1 exige que se produzca un
determinado resultado, esto es, una modificación del mundo distinguible o separable de la
conducta misma que la produce. Así, por ejemplo, los tipos de homicidio exigen que la
conducta produzca la muerte de otra persona, de modo que la muerte, que es, por cierto, algo
distinto y separado de la conducta que la provoca, es el resultado típico de dichos tipos
penales. Resultado típico de las lesiones es la enfermedad o incapacidad para el trabajo,
siquiera mínima, que provoca la conducta lesiva; de los daños, la destrucción o menoscabo
de la cosa ajena; de la extorsión (art. 438 CP), la suscripción por parte de otro de un
instrumento que importe una obligación estimable en dinero, etc. Si un tipo penal exige o no
un resultado para su consumación, es decir, si es o no un delito de resultado (en oposición de
uno de mera actividad), depende de la formulación legal y de la interpretación que se haga
de ella.

No obstante que los delitos de resultado son relativamente excepcionales en la legislación,


su importancia conceptual y práctica es enorme, sobre todo porque delitos especialmente
graves, como son todas las formas de homicidio, tienen ese carácter, lo que ha motivado
desde siempre discusión sobre las exigencias de su realización.

La cuestión a resolver es específicamente cuál ha de ser la conexión que debe darse entre la
conducta del sujeto y el resultado para que pueda imputársele como resultado de su conducta,
como “su” resultado, y pueda, entonces, supuesto que se dan los demás requisitos de la
responsabilidad, aplicársele legítimamente la pena prevista para su producción. Porque desde
muy antiguo, como no podía ser de otro modo, hay acuerdo en cuanto a que no basta con que
se dé, por una parte, la conducta, aun intencionalmente dirigida a producirlo, y, por la otra,
el resultado, sino que debe poder afirmarse sobre una base racional que se trata, en efecto,
del resultado de la conducta y no de una mera coincidencia en el plano secuencial.

Éste es el contexto en el que el Derecho penal se ha hecho cargo de la cuestión de la


causalidad, bajo la denominación nexo o conexión causal entre conducta y resultado en los
delitos de resultado. Porque se ha entendido, con énfasis variables a lo largo de la historia,
que un criterio racional para conectar con sentido una conducta con un resultado es el de la
causalidad, es decir, entender que la conducta no debe ser mero antecedente, sino que debe
ser causa del resultado. Como el concepto de causa es uno propio de la ciencia o, en general,
del pensamiento racional, parece razonable acudir al uso que de él se hace en las disciplinas
científicas y en la filosofía de la ciencia.

1
No es relevante para estos efectos, en consecuencia, si la conducta tiene o no consecuencias, lo decisivo es si
la ley hace de esas consecuencias un requisito de la tipicidad del hecho o no. Así, por ejemplo, es obvio que
una violación o un hurto acarrean consecuencias para las víctimas, pero el tipo penal no exige ninguna de ellas
y hace bastar para el castigo la sola conducta de acceder carnalmente a otra persona o de apropiarse de una cosa
mueble ajena bajo ciertas circunstancias, de modo que se trata, en ambos casos, de delitos de mera actividad y
no de resultado (salvo casos especialísimos en que la consumación del delito es excepcionalmente separable de
la conducta del sujeto).

1
Con todo, esto no ha sido siempre del todo pacífico. Cuando se alude a que el énfasis con
que en Derecho penal se asume el criterio de la causalidad ha sido variable en el tiempo, se
hace referencia precisamente a la insatisfacción que en muchos casos pueden provocar las
conclusiones que arroja el análisis causal como presupuesto de responsabilidad penal,
paradigmáticamente que pueden ser (y son, en efecto) causa de un resultado conductas que,
sin embargo, sería irracional que se cargara a quien las realizó con una responsabilidad penal,
así como a las reacciones a que dicha insatisfacción ha dado lugar. En efecto, conclusiones
contraintuitivas llevaron, sobre todo en el pasado, al desarrollo de doctrinas “jurídicas” de la
causalidad (de la causa adecuada, de la causa relevante, etc.) 2, que resolvían esos problemas
pero se alejaban de la cientificidad de los conceptos (en realidad no eran doctrinas causales,
sino de la imputación jurídico-penal), y más recientemente a un cierto menosprecio de ese
análisis, de la mano de una reivindicación del carácter normativo y no naturalista de las
valoraciones jurídicas. Lo primero, sin embargo, descansa sobre una exageración infundada,
cuando no en un profundo error, consistente en hacer del nexo causal condición suficiente
para la responsabilidad penal y no sólo condición necesaria de ella (sobre esto se vuelve
luego); lo segundo, siendo completamente cierto, encierra el riesgo de pasar por alto que la
legitimidad del discurso y de la práctica jurídica exige que éstos no se aparten de los criterios
básicos de racionalidad que imperan en una sociedad moderna (no tradicional o mágica),
entre los que se cuentan, sin duda, que la atribución de un resultado a una conducta no se
puede hacer en la actualidad con base a meras convenciones, sino, en primer lugar, sobre la
base del conocimiento científico que permite afirmar que la conducta, cuando menos, causó
el resultado.

Por eso el análisis causal juega un rol central en la aplicación de los delitos de resultado, sin
perjuicio de que, como se ha sugerido y se explicará con más detalle luego, existe hoy
consenso en cuanto a que la relación de causalidad sólo es condición necesaria, pero no
suficiente, para la atribución jurídica del resultado a una conducta; así como que, las
exigencias de su comprobación pueden ser distintas en ciertos contextos particulares.

Como en Derecho penal se trata de la valoración de conductas humanas y no, en general, de


la explicación del mundo, el examen causal en nuestro contexto se centra en la comprobación
de si una o más conductas han causado un resultado relevante para el Derecho penal (el
resultado típico de un delito de resultado).

II. La doctrina de la condición o de la equivalencia (todavía) como punto de partida

Dicho esto, puede decirse que en el debate general (no necesariamente jurídico) sobre la
causalidad priman lo que se da en llamar concepciones contrafácticas de la causalidad (en el
sentido de definirla sobre la base de un juicio no sobre lo que efectivamente sucedió [fáctico],

2
Se las conoce también como doctrinas individualizadoras, pues seleccionan entre las distintas condiciones de
un resultado una o unas que, por ser más importantes o decisivas, merecerían ser consideradas causa del
resultado, en oposición a la doctrina de la equivalencia que, como se verá, no hace distinciones. Sobre algunas
de ellas, véase, Cury, Enrique: Derecho penal. Parte general, 11° edición, Ediciones Universidad Católica de
Chile, Santiago 2020, p. 393 ss.

2
sino sobre lo que habría sucedido si los hechos hubieran sido diferentes [contrafáctico]),
teniendo mucho predicamento todavía 3 la doctrina de la condición necesaria que se expresa
en la fórmula contrafáctica conditio sine qua non (condición sin la cual).

Según esta doctrina, causa de un resultado es cualquier condición de él, entendiéndose por
condición cualquier factor, en nuestro contexto específico, cualquier conducta sin la cual el
resultado no se hubiera producido o, al menos, no se hubiera producido del modo en que se
produjo. Desde un punto de vista intelectual, lo anterior se verifica con el procedimiento de
la supresión mental hipotética: si la conducta en cuestión puede suprimirse mentalmente sin
que desaparezca el resultado, entonces esa conducta no es condición ni causa del resultado;
si, en cambio, suprimida la conducta, el resultado no se hubiera verificado, entonces la
conducta es condición y causa del resultado. Así, por ejemplo, en el caso de que alguien le
hubiera disparado en el pecho a otro, que muere por el colapso de los órganos vitales
afectados, se pregunta qué hubiera pasado si no le hubieran disparado a la persona (si se
suprimiera el disparo) y si la respuesta es que no hubiera muerto, entonces el disparo es
condición y, consecuentemente, causa de la muerte. Por último, como todas las condiciones
son igualmente importantes (en la medida en que, conforme a la definición, la ausencia de
cualquiera de ellas hubiera redundado en que el resultado no se produjera), no es posible
establecer una división o jerarquía entre ellas: todas son, por igual, causa del resultado. De
ahí que esta doctrina se conozca también como la de la equivalencia de las condiciones o,
simplemente, de la equivalencia.

De lo anterior se sigue que es causa de la muerte no sólo la conducta del sicario que le disparó
a la víctima, sino también la de quien le encargó el homicidio, la de quien le facilitó el arma,
y también la del que la fabricó, la importó y la comercializó, y aun la del taxista o conductor
del metro que llevó a la víctima hacia el lugar donde encontró la muerte, así como la de los
padres de la víctima y la de los padres del asesino (al procrearlos), etc. Este posible regreso,
que, de seguir en esto al Génesis, podría llegar hasta Adán y Eva y antes, es la fuente de los
malentendidos que, al menos en Chile, llevaron en alguna época a apartarse de la doctrina.
Todo se aprecia en su justa dimensión, primero, si se recuerda que causar un resultado típico
no es en absoluto suficiente para tener que responder penalmente por él y, segundo, que los
restantes requisitos de la responsabilidad llevan a que la indagación causal se oriente según
criterios de relevancia que la focalizan muy considerablemente.

III. La complementación científica: condición ajustada o conforme a leyes naturales

Ahora bien, es evidente que la fórmula de la conditio, que en principio podría ser inobjetable
desde un punto de vista lógico, sólo puede ser operativa si se sabe a ciencia cierta cuál es el
efecto que tienen los factores en cuestión. Así, siguiendo con el ejemplo del disparo, para
poder decir si éste fue o no condición de la muerte, debemos saber cuáles fueron sus efectos

3
Como se verá en seguida, la fórmula de la conditio presenta ciertos problemas ya en el plano lógico, razón por
la que se han desarrollado fórmulas alternativas, como, por ejemplo, la de la condición INUS (Insufficient but
Non-redundant part of an Unnecessary but Sufficient condition), esto es, como una parte insuficiente pero no
redundante de una condición innecesaria pero suficiente (Mackie, John Leslie. The cement of the universe. A
study of causation, Clarendon Press, Oxford 1974, p. 61 s.), entre otras. No es éste el lugar o el momento, sin
embargo, para organizar la exposición sobre esta base.

3
reales. Sólo si sabemos que el disparo destruyó tejidos y órganos vitales que, al dejar de
funcionar, hicieron que el organismo colapsara y adviniera la muerte, podemos afirmar que,
de haber faltado el disparo, la persona no hubiera muerto. De lo contrario, en ausencia de ese
conocimiento, no podríamos decir nada con seguridad al respecto. Queda en evidencia
entonces, que la fórmula por sí misma no sirve para resolver ningún caso concreto, pues su
aplicación supone conocimiento de aquello que precisamente queremos indagar con ella, a
saber, si un factor fue o no condición y causa de un resultado. Ese conocimiento, al menos
en lo que concierne a resultados del mundo físico, sólo lo pueden dar las ciencias naturales.
Por cierto, esto está en sintonía con la práctica judicial universal, conforme a la cual, al
margen de cualquier desarrollo doctrinario sobre la causalidad y la imputación de resultados,
es virtualmente imposible, salvo casos especialísimos, que se afirme la causalidad en un caso
por homicidio sin el concurso de un médico forense que diga, precisamente, qué fue lo que
causó la muerte de la víctima.

De ahí que la fórmula contrafáctica deba ser aplicada, al menos en ese ámbito, de la mano
del conocimiento científico, en lo que se ha dado en llamar, doctrina de la condición ajustada
o conforme a leyes, es decir, una condición que, de acuerdo con leyes naturales conocidas,
no puede ser suprimida sin que decaiga el resultado.

IV. Términos del análisis: el resultado en su configuración concreta

Un problema clásico de la aplicación de la fórmula de la conditio es el que plantean los


llamados cursos causales hipotéticos y, en particular, las llamadas causas de reemplazo o
reserva. El problema es el siguiente: según la fórmula no es condición ni causa de un
resultado aquélla cuya supresión no acarrearía que decaiga el resultado. Pues bien, podría
decirse entonces que el que mata al enfermo desahuciado que agoniza, al suicida decidido
que se apresta a saltar al vacío o al condenado a muerte en vísperas de su ejecución no ha
causado la muerte, porque ésta habría acaecido de todos modos poco tiempo después, en
virtud de estas causas que podríamos llamar causas de reemplazo o de reserva4. Para evitar
esta solución inverosímil (pues es evidente que la muerte la causó el sujeto que efectivamente
mató a la persona respectiva y no la persona o circunstancia que podría haberla causado), se
afirma que para el análisis debe estarse al resultado en su configuración concreta, es decir,
no a una muerte en abstracto o a la muerte de la víctima concreta pero en cualquier contexto
espacio-temporal, sino específicamente a la muerte que en concreto acaeció, en su lugar,
tiempo y circunstancias, con lo cual, dejan de ser relevantes las causas de reemplazo o de
reserva. Esto rige incluso para los casos en que se puede afirmar que el resultado se hubiera
producido exactamente del mismo modo, como, por ejemplo, cuando el padre de la víctima,
buscando venganza, en el preciso instante en que el funcionario que debía activar el
mecanismo de ejecución del culpable lo iba a hacer, lo desplaza, activándola él por su cuenta.
También en este caso es claro que la muerte la causó el padre, no obstante que ella hubiera
acaecido, exactamente del mismo modo, si él no hubiera desplazado al funcionario.

4
El término se reserva a veces a factores que hubieran producido el resultado en el mismo momento y del
mismo modo, supuesto específico que se aborda en seguida, con la misma solución. Por eso, por postularse la
misma solución, no parece dañino no hacer la distinción terminológica.

4
El recurso al resultado en su configuración concreta o más concreta no ha estado exento de
críticas, pues parece tener algo de solución ad hoc y acomodaticia, pero es precisamente el
carácter decisivo del conocimiento científico en la explicación causal lo que permite su uso
sin graves inconvenientes en la praxis judicial. Lo que interesa destacar es que, para efectos
causales, lo que importa es lo que efectivamente ocurrió y no lo que simplemente pudo
ocurrir. Por eso son en principio completamente irrelevantes todos los llamados cursos
causales hipotéticos (lo que pudo haber pasado si el sujeto hubiera actuado de un modo
diferente). Después se podrá discutir si ellos pueden tener alguna relevancia para la
valoración jurídico-penal de la conducta, pero al menos para el análisis causal debe
recordarse que son irrelevantes.

Ahora bien, si ocurre que la conducta no puede ser suprimida sin que, de acuerdo con leyes
naturales, decaiga el resultado en su configuración concreta, entonces debe afirmarse que ha
sido causa del resultado, sin excepción. El carácter causal de una conducta no desaparece por
la sola circunstancia de que el acaecimiento de resultado parezca (o sea, en efecto)
completamente irregular, inusual o azaroso (por ejemplo, la muerte producida por un
alimento en virtud de una alergia desconocida, rarísima y, en consecuencia, completamente
imprevisible). Ese carácter incidirá, naturalmente, en el examen de una posible
responsabilidad penal, pero no permite negar el carácter causal de la conducta.

Sólo se puede hablar de ausencia de nexo causal cuando la conducta puede ser suprimida sin
que decaiga el resultado en su configuración concreta, y en particular sólo se puede hablar
de una interrupción de curso causal cuando, si bien una conducta debía haber conducido al
resultado (conforme a leyes naturales), en el caso concreto este resultado se explica por otro
curso causal en virtud del cual el primero carece de toda capacidad explicativa respecto del
resultado (dicho de otro modo: suprimido el primero, el resultado se hubiera producido igual
del modo en que se produjo). Así, por ejemplo, si Carlos hiere mortalmente a Ricardo, patrón
de una lancha, pero éste muere en definitiva ahogado porque la lancha se vuelca de un modo
que Ricardo no hubiera podido impedir ni aun estando sano, entonces la conducta de Carlos
no es causa de la muerte5. Ahora, si el volcamiento de la lancha y, con ello, la muerte por
inmersión, se produjo porque Ricardo no estuvo en condiciones de controlar la situación a
consecuencia de su herida, entonces la conducta de Carlos sigue siendo causa de la muerte,
porque siendo indispensable o necesaria para explicar causalmente dicho resultado. No basta,
en consecuencia, para negar la causalidad, con constatar que la víctima “murió de otra cosa”,
sino que debe constatarse, además, que en ello la conducta previa, a pesar de que tenía otra
dirección, ya no jugó ningún papel.

En particular, no “interrumpe” per se la causalidad la intervención voluntaria, incluso


intencional, de otro sujeto6, en la medida en que la primera conducta sigue siendo necesaria
para explicar causalmente el resultado. Así, siguen siendo causa de la muerte las heridas que
desembocan en ella, aunque conste que fueron agravadas por una deficiente intervención

5
Sin perjuicio de que deba responder por las lesiones efectivamente provocadas o aun de un homicidio
frustrado, pero no por uno consumado porque él no causó la muerte de Ricardo.
6
Lo que en otra época se llamó “prohibición de regreso (o de retroceso)”, con la pretensión de negar en todos
estos casos la causalidad y, con ello, la responsabilidad. En la actualidad esa tesis ha sido, con razón,
abandonada, sin perjuicio de que el término se sigue usando con otro sentido.

5
médica o porque la propia víctima no acató las indicaciones que se le dieron en su tratamiento
médico. Sólo puede negarse la causalidad si la conducta concreta del sujeto que interviene
luego desplaza completamente la conducta precedente en la explicación causal. Así, por
ejemplo, el que le da una paliza a su rival no causa en principio su muerte si éste muere luego
acribillado por otro rival más decidido, a menos que la paliza le haya impedido a la víctima
evitar ser acribillada, caso en el cual seguirá siendo causa de la muerte.

Esta última explicación permite destacar otro aspecto de la relación causal: un resultado
puede haber sido causado por más de una conducta, realizadas por más de un sujeto, sin que
esto provoque ninguna dificultad. Es lo que se conoce como causalidad acumulativa,
especialmente cuando las distintas conductas son insuficientes por sí mismas para producir
el resultado, porque es indiferente si lo provocan por sí solas o en conjunto con otras: en
cualquier caso todas las conductas son causa del resultado7. Ejemplo clásico: Patricia y
Fernando, herederos del odioso Osvaldo, vierten cada uno por su parte veneno en su
apreciado gin, en dosis insuficientes para causar la muerte pero que, en conjunto, sí tienen
efecto letal. La muerte de Osvaldo luego de su último gin tonic ha sido causada, sin duda,
por Patricio y Fernando.

V. Casos especiales

1. Causalidad alternativa o doble causalidad

Hay casos en los que la aplicación pura y simple de la fórmula de la condición ajustada a
leyes conduciría a resultados absurdos. Es lo que ocurre con los casos de la llamada
causalidad alternativa o doble causalidad, esto es, casos en los que dos o más conductas
condicionan y explican por sí solas, con independencia de las demás, el resultado concreto.
Ejemplo clásico: Andrés y Blanca vierten, cada uno por su cuenta, una dosis de veneno
suficientemente letal en la sopa de Carlos, quien muere envenenado. De aplicarse la fórmula
se daría el contrasentido de que ninguno habría causado el resultado (porque de suprimirse
cualquiera de las conductas por separado, el resultado hubiera acaecido de todos modos: sin
el veneno de Andrés, Carlos hubiera muerto por el veneno de Blanca, y sin el veneno de
Blanca, Carlos hubiera muerto por el veneno de Andrés).

De ahí que, para acoger debidamente estos casos, la fórmula debe modificarse en los
siguientes términos: dos o más conductas son causa de un resultado si, atendidas las
circunstancias y de acuerdo con las leyes naturales conocidas, aunque pueden suprimirse por
separado, no pueden en cambio suprimirse conjuntamente sin que decaiga el resultado. Así,
en el ejemplo, como las conductas de Andrés y Blanca no se pueden suprimir conjuntamente
sin que decaiga el resultado, ambas conductas son causa del resultado.

Deben distinguirse de estos casos aquéllos en los que, si bien cualquiera de las conductas
hubiera podido producir el resultado, es claro que sólo una de ellas lo causó (el cuerpo recibió

7
Cuando concurren condiciones insuficientes con suficientes, o basta con la concurrencia de algunas y no se
requiere la de todas, se da, en esa medida, una situación de causalidad alternativa o doble causalidad, que se
analiza en seguida.

6
varias balas pero sólo una alcanzó el órgano vital cuya destrucción provocó la muerte, o una
alcanzó antes el objetivo, provocando inmediatamente la muerte, etc.), pero se ignora cuál de
ellas fue (no es posible saber quién disparó la bala concretamente mortal). En estos casos no
se puede aplicar la solución anterior, porque sólo una de las conductas fue causal, y como en
materia penal rige el principio probatorio in dubio pro reo (en la duda por la solución más
favorable al reo) no se puede imputar a ninguno de los tiradores haber causado la muerte de
la víctima8. Debe destacarse, sin embargo, que aquí sólo se está frente a problema probatorio,
no a una variante del análisis causal.

2. Causalidad en contextos no determinísticos

Todo lo dicho precedentemente ha tenido en mente la causación de resultados en el mundo


físico, y en contextos regidos por leyes determinísticas. Cuando los resultados consisten, por
ejemplo, en la conducta de otras personas (la suscripción de un documento, por ejemplo, en
el caso de la extorsión, art. 438 CP, la realización de una disposición patrimonial en el de la
estafa, arts. 468 y 473 CP, o, más en general, la comisión del delito cuando se valoran
supuestos de inducción como participación punible, art. 15 N° 2 CP) no existen (o, al menos,
no se conocen) leyes causales determinísticas como sí se conocen para la explicación del
mundo físico. Pero incluso en contextos del mundo físico, cuando se trata de relaciones
complejas, como ocurre en la práctica de la medicina (epidemiología, farmacología,
tratamientos varios), más que por leyes determinísticas la causalidad estaría regida por leyes
probabilísticas, con menores grados de asertividad o conclusividad, pero no por ellos menos
válidos desde un punto de vista científico. Pues bien, en estos contextos no será siempre
posible afirmar la causalidad sobre la base de leyes que simplemente no existen, de modo
que, a menos que se quisiera sustraer completamente de ellos la aplicación de los delitos de
resultado, la afirmación de la causalidad deberá practicarse con base a una alta probabilidad
científicamente asentada y una exhaustiva exclusión de explicaciones alternativas. El tema
ha sido poco tratado en Chile, pero es el método aceptado por la jurisprudencia de
ordenamientos desarrollados, principalmente en casos de responsabilidad penal por el
producto9.

3. Omisión y causalidad

Ha sido siempre polémico si se puede hablar de causalidad respecto de omisiones, es decir,


de la no realización de la conducta que se está obligado a realizar. Se dice que la nada nada
produce. Sin embargo, si se entiende que la causalidad, más que una “fuerza” observable que

8
Sin perjuicio de que se les pueda condenar a todos ellos por homicidio frustrado. El problema probatorio se
puede superar si los sujetos estaban concertados para cometer el hecho (coautoría), porque ese concierto hace
que todo lo que uno hizo sea imputable al resto, de modo que, constando que alguno de ellos necesariamente
fue quien causó la muerte, es irrelevante que conste, además, quién de ellos fue específicamente, debiendo
responder todos por el resultado causado. Ambas materias se estudian en Derecho penal II, porque, en rigor, no
guardan relación con el problema causal propiamente tal.
9
Un panorama al respecto en Hernández, Héctor: El problema de la “causalidad general” en el derecho penal
chileno (con ocasión del art. 232 del Anteproyecto de Nuevo Código Penal), Política Criminal, N° 1 (2006), A
7, pp. 1-33.

7
opera en la naturaleza es sólo un tipo de regularidad existente entre sucesos observables del
mundo físico, no se aprecia dificultad en apreciarla también a propósito de una omisión 10.
Ahora bien, como es obvio, en estos casos debe recurrirse necesariamente a un juicio
hipotético, conforme al cual la omisión será causa del resultado cuando se pueda afirmar que,
de haberse realizado la conducta debida, con una probabilidad rayana en la certeza, el
resultado no se hubiera producido. Puede decirse que esta forma de proceder, al margen de
ciertas imprecisiones, no es extraña a la práctica judicial chilena. Así, por ejemplo, SCS de
28 de enero de 1999 (Microjuris: MJJ1019), un caso habitual de falta de atención médica con
consecuencias mortales.

4. Interrupción de cursos causales salvadores y causalidad

Una situación parecida a la de la omisión es la que se presenta a propósito del tratamiento de


casos de interrupción de cursos causales salvadores. Ejemplo: mientras el niño Nicolás se
está ahogando en la playa, Carlos intercepta e impide que el salvavidas Salvador vaya a
rescatarlo, verificándose la muerte del niño por inmersión. Si bien puede ser discutible, estos
casos se tratan mayoritariamente como casos de conducta activa, no de omisión 11, con la
particularidad, sin embargo, de que se dan las mismas dudas sobre la aplicación del concepto
de causalidad a que se hizo referencia en materia de omisión (porque tanto en este caso, como
en uno claro de omisión como aquél en el que el salvavidas no salva al niño por venganza o
desidia, lo que mata al niño es el mar y su condición y destrezas físicas, no algo que haga el
salvavidas). Entendiendo que sí se puede hablar de causalidad (o, al menos, de algo
conceptualmente equivalente), también en estos casos se dirá que la interrupción o
impedimento de lo que podía evitar el resultado será causa de dicho resultado cuando, de no
haberse interrumpido o impedido ese curso causal salvador, con una probabilidad rayana en
la certeza, el resultado no se hubiera producido.

Prof. Héctor Hernández Basualto

10
Es opinión ampliamente dominante, sin embargo, que no se trataría de una genuina causalidad, no obstante
lo cual hay coincidencia en el tratamiento práctico.
11
Sobre la muy compleja clasificación de estos casos (que son más comunes que lo que se cree), Lerman,
Marcelo: La omisión por comisión, Thomson Reuters, Buenos Aires 2013.

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