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EL DUELO

DEFINICIÓN
El duelo es el proceso psicológico al que nos enfrentamos tras las pérdidas, algo que todos,
tarde o temprano, viviremos a lo largo de la vida.
Por definición, la pérdida de cualquier objeto de apego provoca un duelo, si bien la intensidad
y las características de éste pueden variar en gran medida en función del grado de vinculación
emocional con el objeto, de la propia naturaleza de la pérdida y de la forma de ser y la historia
previa de cada persona.
Aunque el duelo se asocia inmediatamente a la muerte, las pérdidas pueden ser muy diversas:
rupturas de pareja, cambios de domicilio, cambios de estatus profesional, procesos de
enfermedad o de merma funcional, entre otros.
La pandemia nos viene enfrentando, de forma irremediable, al dolor ante la muerte de
personas cercanas. Y, en ese contexto de distanciamiento, los espacios sociales de despedida,
como los velorios y entierros, han quedado restringidos. Sin duda, el proceso de duelo se
vuelve mucho más complejo en estos tiempos.
EPIDEMIOLOGIA
El duelo en la infancia
Como ha señalado G. Parker, la pérdida temprana hace el duelo más difícil y puede genera
problemas en el desarrollo de la personalidad. Algunos de los rasgos característicos de las
reacciones infantiles de duelo tienen que ver con el sentimiento de pena, la negación, en un
primer momento, el no hablar de la persona fallecida y a no expresar aparentemente dolor en
poco tiempo.
Las personas que se ocupan el cuidado de los niños durante su crianza, protegen al menor de
toda pérdida e intentan reparar sus daños y consecuencias.
La ausencia o desaparición de los las personas más significativas se traduce en una dolorosa
separación que afecta a la identidad, lo que puede causar cierta paralización, culpa,
maduración precoz, etc.
Como señalan varios autores, cuando el duelo se bloquea, en las familias el tiempo se detiene,
las relaciones se hacen rígidas, se cierran, dificultando la capacidad de establecer lazos de
apego con otros, se utilizan negaciones o huidas.
Duelo en la adolescencia
En la adolescencia, preadolescencia y la primera juventud, el duelo está vinculado a una crisis
madurativa, muy relevante en cuanto a la configuración definitiva de la personalidad.
En la adolescencia se nos presenta el momento de necesidad de separarnos de nuestros padres
y de la propia independencia. Por otra parte, como han señalado R. y L. Grimberg “la
elaboración de los duelos acaecidos, supone haber podido realizar el duelo por el self o por
las etapas anteriores de la vida, es decir, por la infancia, los padres de la infancia; avanzar en
una línea que va desde una mayor dependencia, seguridad y protección a una mayor
autonomía, responsabilidad y afrontamiento”.

Diversos estudios manifiestan que los duelos, estén vinculados a una patología, o no. Los
mismos marcan hitos muy importantes en la historia biográfica por su carácter de pérdidas
definitivas y porque inciden en el reinicio de la línea biográfica tras la pérdida.
Los efectos del duelo pueden ser muy prolongados, variables en el tiempo, reactivados por
otros duelos, otras pérdidas, y por múltiples relaciones o circunstancias biográficas. Los
ocurridos en una etapa pueden influir en otras posteriores.
Los duelos y los eventos traumáticos en la infancia suelen condicionar el posterior desarrollo
biográfico y configurar aspectos de la personalidad.
SEGÚN EL SEXO
HOMBRES:
Muchos hombres crecieron sintiendo que debían reprimir sus emociones. Para los niños,
llorar podía ser visto como un signo de debilidad. Las personas que sienten la presión de ser
fuertes e independientes pueden intentar limitar la expresión de sus emociones o evitar hablar
de los sentimientos.
Durante el duelo, es más probable que los hombres:
Sean introvertidos y no exterioricen lo que les pasa. No lloren, no se expresen verbalmente o
no hablen del duelo con otras personas.
Eviten hablar sobre la muerte del ser querido. Muchos hombres no buscan la conversación
para procesar la pérdida de un ser querido.
Sientan fracaso por no haber podido proteger a su hijo de la muerte.
Quieran pasar por alto la pérdida en lugar de expresar dolor. Algunos hombres pueden sentir
el deseo de pasar a otra etapa de su vida.
Intenten lidiar con el duelo solos en lugar de usar recursos.
Los hombres pueden intentar sobrellevar el dolor a través de comportamientos como:
Realizar tareas vigorosas o repetitivas. Algunos hombres buscan una distracción o encuentran
alivio al hacer ejercicio, hacer tareas manuales, trabajar en el campo o realizar otras
actividades.
Encargarse de las necesidades familiares. Muchos hombres sienten la responsabilidad de
ocuparse de los familiares después de la muerte de un hijo. Lo hacen al encargarse de las
finanzas, organizar los detalles del funeral o asumir las responsabilidades de la casa.
Trabajar más. Aunque trabajar más puede estar relacionado con un deseo de aumentar la
seguridad económica de la familia, también puede ser una distracción necesaria de los
sentimientos de dolor y pérdida.
Participar en actividades y experiencias compartidas con los familiares. A los hombres les
puede costar comunicar sus sentimientos de duelo, y pueden intentar conectarse con los seres
queridos al hacer cosas juntos.
Aislarse. Algunos hombres prefieren estar solos mientras procesan internamente el duelo.
Pueden expresar ira ante la incapacidad de estar solos o evitan a los demás por temor a no
poder controlar sus emociones.
MUJERES:
Es más probable que las mujeres expresen sus sentimientos de duelo con otras personas.
Pueden estar más dispuestas a buscar conexiones y aceptar la ayuda de los demás.
Durante el duelo, es más probable que las mujeres:
Se sientan aisladas. Las mujeres son más propensas a sentirse solas y aisladas, en especial
cuando otros familiares tienen problemas para comunicar sus sentimientos o no comparten
su deseo de expresar el duelo.
Intenten conectarse con los demás. Las mujeres pueden sentir que hablar sobre la experiencia
de perder un hijo ayuda en el proceso de sanación.
Sientan frustración con la incapacidad del otro de compartir el duelo. Las mujeres pueden
sentirse enfadadas o resentidas cuando otras personas no pueden acompañarlas en el proceso
de superar el duelo juntas.
Las mujeres pueden intentar sobrellevar el dolor a través de comportamientos como:
Hablar sobre el duelo. Las mujeres tienden a procesar sus sentimientos al hablar con amigos
y familiares sobre su pérdida.
Buscar ayuda. Las mujeres tienden más a buscar ayuda tanto fuera como dentro de la familia
durante el proceso de duelo que los hombres.
Crear nuevas redes sociales. Mientras las mujeres procesan y expresan su duelo, pueden
acercarse a sus redes sociales existentes o crear nuevas, en especial si pueden comprender su
pérdida.
Cuestionar o culpar a los demás. Algunas mujeres pueden cuestionar a su pareja o cónyuge
si no pueden compartir su duelo y superarlo juntos.
Expresar el duelo a través de la escritura. Algunas mujeres descubren que leer o escribir
diarios, historias o libros las ayuda a involucrarse con otras personas y reduce su sentimiento
de aislamiento.
No hay una respuesta típica o “normal” ante el duelo. Es normal tener una variedad de
sentimientos y comportamientos. Para muchas personas, algunas respuestas serán típicas de
su género. Para otras, no. Lo importante es que cada persona sienta que otros familiares
aceptan y apoyan su duelo.
DIAGNOSTICO
El duelo es un proceso muy personal y determinar cuándo un duelo normal se convierte en
duelo complicado puede ser difícil. Actualmente, no hay consenso entre los expertos de la
salud mental sobre cuánto tiempo debe pasar para que se diagnostique duelo complicado.
Un duelo puede considerarse complicado cuando su intensidad no disminuye en los meses
posteriores a la muerte del ser querido. Algunos profesionales de salud mental diagnostican
duelos complicados cuando la aflicción continúa siendo intensa, persistente y debilitante
después de 12 meses.
Existen varias similitudes entre el duelo complicado y una depresión aguda, pero también
existen diferencias. En algunos casos, la depresión clínica y el duelo complicado pueden
ocurrir simultáneamente. Obtener un diagnóstico adecuado es fundamental para recibir el
tratamiento correspondiente; por lo tanto, se suele realizar un examen médico y psicológico
exhaustivo.
SEGÚN EL DSM IV
El Duelo complicado no aparece en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales (DSM), por lo que no hay un criterio estándar oficial para su diagnóstico. El DSM-
IV incluye el duelo en problemas adicionales que pueden ser objeto de atención clínica y lo
define como la reacción ante la muerte de un ser querido.
Sin embargo, en la sección III dedicada a los diagnósticos que requieren mayor investigación
del DSM-V, se propone la posibilidad de crear una categoría diagnóstica denominada
“Trastornos por duelo Complejo Persistente”. Los criterios diagnósticos que lo definirían
serían:
Criterio A: el individuo ha experimentado la muerte de un ser querido hace al menos 12
meses.
Criterio B: Desde el fallecimiento ha experimentado al menos uno de estos síntomas de forma
intensa y perturbadora casi al menos diariamente:
 Anhelo por lo que se ha perdido.
 Dolor intenso por la separación.
 Preocupación por el difunto.
 Preocupación por las circunstancias del fallecimiento.
Criterio C:
Dolor por la pérdida: desde el fallecimiento ha experimentado al menos seis de estos síntomas
de forma intensa y perturbadora casi al menos diariamente:
 Dificultad marcada para aceptar la muerte.
 Aturdimiento.
 Dificultad para recordar positivamente al fallecido.
 Evaluaciones desadaptativas sobre uno mismo en relación hacia el fallecido o la
muerte, como sentimientos de culpa.
 Tristeza o ira.
 Evitación excesiva de recordatorios del fallecido.
Interrupción de la identidad social:
 Deseo de morir y reunirse con el fallecido.
 Dificultad para confiar en otros.
 Sentimientos de soledad.
 Sentir que la vida ya carece de sentido.
 Sentimientos de confusión sobre la propia identidad y rol en la vida.
 Dificultad o evasión para plantearse metas futuras.
Criterio D: la alteración afecta al funcionamiento de la persona, provocando malestar
clínicamente significativo o deterioro social, ocupacional o de otro tipo.
Criterio E: La reacción de duelo es desproporcionada en relación a las normas culturales,
religiosas o adecuadas a la edad del doliente.
Se debería especificar en caso de duelo traumático (tras una muerte por suicidio, homicidio,
catástrofe, etc.) si hay pensamientos recurrentes y angustiantes relacionados con las
características traumáticas de dicha muerte.

TIPOS DE DUELO
1. Duelo normal
Inicia inmediatamente después de la pérdida, se caracteriza por un estado de aturdimiento,
perplejidad, llanto frecuente, pensamientos repetitivos sobre las cosas que se hicieron o se
dejaron de hacer (por ejemplo, con la persona que falleció) antes de la pérdida. Habitualmente
este proceso alcanza su superación en un plazo no superior a los seis meses.
2. Duelo anticipado
Es aquel que se da antes de que la pérdida haya ocurrido. Por ejemplo, es habitual cuando se
diagnostica una enfermedad que no tiene cura. En él la persona experimenta, de manera
prolongada, diversos pensamientos y emociones propios de las etapas del duelo, los cuales
anticipatoriamente le prepararán de manera emocional e intelectual ante la inevitable pérdida;
de manera que cuando llega la muerte del ser querido se suele experimentar, en parte, como
algo que da calma.
3. Duelo sin resolver
Como su nombre indica, significa que el proceso sigue presente por un tiempo más
prolongado (entre 18 y 24 meses) de lo que se considera normal. La aflicción es tal, que la
persona es incapaz de reorganizar su vida asimilando los cambios que la pérdida implica.
Conservar las cosas y mantener la habitación tal y como la dejó la persona que se fue, es una
conducta asociada a este tipo de duelo.
4. Duelo crónico
También es una clase de duelo sin resolver, su característica es que no remite con el paso del
tiempo y dura años, incluso hasta la llegada de la propia muerte. Por ejemplo, abandonar
intereses y actividades que compartían con la persona fallecida, enviudar y eliminar el área
de la vida en pareja, negarse a participar y negar a la familia el disfrute de las celebraciones
y otras alegrías por la creencia de que es una falta de respeto <no se debe ser feliz si el ser
querido no está>.
5. Duelo ausente
Este tipo de duelo hace referencia a cuando la persona niega que los hechos hayan ocurrido.
Por tanto, es la etapa de negación de la que hemos hablado con anterioridad, en la que el
individuo sigue evitando la realidad pese a haber pasado mucho tiempo. Es decir, la persona
ha quedado estancada en esta fase porque no quiere hacer frente a la situación.
6. Duelo retardado o aplazado
Es similar al duelo normal con la diferencia de que su inicio se da al cabo de un tiempo. Suele
aparecer en personas que controlan sus emociones en exceso y se muestran aparentemente
fuertes pero, luego, con motivo de una frustración o pérdida diferente e incluso menos
importante, reaccionan de manera exagerada, motivados en realidad por el dolor no
expresado ante la primera pérdida. Por ejemplo, una persona que termina una relación de
pareja muy larga y/o establecida, inicia rápidamente otra relación que, aunque haya sido muy
breve, le hace entrar en una “inexplicable”depresión.
7. Duelo inhibido
El duelo inhibido se produce cuando hay una dificultad en la expresión de los sentimientos,
por lo que la persona evita o se rehusa al dolor de la pérdida. A diferencia del duelo ausente,
éste no es un mecanismo de defensa. Suele venir asociado a quejas somáticas como jaquecas,
trastornos gastrointestinales, entre otros. Las limitaciones de la personalidad del individuo le
impiden llorar o expresar el duelo.
8. Duelo desautorizado
Este tipo de duelo ocurre cuando el entorno que rodea a la persona no acepta el duelo de ésta.
Por ejemplo, cuando transcurrido un tiempo largo la familia le reprocha a la persona que siga
en duelo. Ésta reprime los sentimientos frente a la familia, pero internamente no lo ha
superado.
Muchas veces, este tipo de duelo se da cuando la persona que murió o se marchó para siempre
llevaba asociado un estigma y se encontraba excluida, al menos para el entorno cercano de
la persona que lo sufre (por ejemplo, en casos de separación por violencia doméstica).
9. Duelo distorsionado
Se manifiesta como una fuerte reacción desproporcionada en cuanto a la situación. Suele
ocurrir cuando la persona ya ha experimentado un duelo previo y se encuentra ante una nueva
situación de duelo.
FASES DEL DUELO SEGÚN
a. Elisabeth Kübler-Ross
1. Negación
La negación es una reacción que se produce de forma muy habitual inmediatamente después
de una pérdida. No es infrecuente que, cuando experimentamos una pérdida súbita, tengamos
una sensación de irrealidad o de incredulidad que puede verse acompañada de una
congelación de las emociones. Se puede manifestar con expresiones tales como: “aún no me
creo que sea verdad”, “es como si estuviera viviendo una pesadilla” e incluso con actitudes
de aparente “entereza emocional” o de actuar “como si no hubiera pasado nada”.
La negación puede ser más sutil y presentarse de un modo difuso o abstracto, restando
importancia a la gravedad de la pérdida o no asumiendo que sea irreversible, cuando en
muchos casos lo es.
2. Ira
A menudo, el primer contacto con las emociones tras la negación puede ser en forma de ira.
Se activan sentimientos de frustración y de impotencia que pueden acabar en atribuir la
responsabilidad de una pérdida irremediable a un tercero. En casos extremos, las personas no
pueden ir elaborando el duelo porque quedan atrapadas en una reclamación continua que les
impide despedirse adecuadamente del objeto amado.
3. Negociación
En la fase de negociación, se comienza a contactar con la realidad de la pérdida al tiempo
que se empiezan a explorar qué cosas hacer para revertir la situación. Por ejemplo, cuando a
alguien se le diagnostica una enfermedad terminal y comienza a explorar opciones de
tratamiento pese a haber sido informado de que no hay cura posible, o quien cree que podrá
recuperar una relación de pareja ya definitivamente rota si empieza a comportarse de otra
manera.
4. Depresión
A medida que avanza el proceso de duelo y se va asumiendo la realidad de la pérdida, se
comienza a contactar con lo que implica emocionalmente la ausencia, lo que se manifiesta
de diversos modos: pena, nostalgia, tendencia al aislamiento social y pérdida de interés por
lo cotidiano. Aunque se denomina a esta fase “depresión”, sería más correcto denominarla
“pena” o “tristeza”, perdiendo así la connotación de que se trata de algo patológico. De algún
modo, sólo doliéndonos de la pérdida puede empezar el camino para seguir viviendo a pesar
de ella.
5. Aceptación
Supone la llegada de un estado de calma asociado a la comprensión, no sólo racional sino
también emocional, de que la muerte y otras pérdidas son fenómenos inherentes a la vida
humana. Se podría aplicar la metáfora de una herida que acaba cicatrizando, lo que no implica
dejar de recordar sino poder seguir viviendo con ello.
Aunque el duelo es un proceso personal, también es importante su vertiente social. Todas las
culturas han ido desarrollando formas de canalizar ese dolor a través de los lazos
comunitarios (compartir el dolor con los otros) y con elaboraciones simbólicas que a menudo
dan un sentido trascendente a la pérdida.
b. John Bowlby
1ª Fase) Pérdida de sensibilidad temporal.
Tiene una corta duración hasta una semana. La persona no cree la dimensión de lo ocurrido.
Le cuesta aceptar y sobrellevar la dolorosa pérdida.
2ª Fase) Melancolía y necesidad de recuperar aquello que se perdió.
Aparecen deseos de llorar, inquietud, falta de sueño y cólera hacia los motivos que se
consideran responsables de la pérdida.
3ª Fase) Episodios de desesperanza y depresión.
Falta de interés por el mundo externo y abandono de cualquier actividad que no esté
relacionada con el objeto perdido. La persona necesita que la escuchen y poder recordar y
mirar la relación que tenía con aquello que perdió.
4ª Fase) Aceptación y superación de la pérdida.
La persona se contacta con su nueva realidad o situación (huérfano, viudo, sin trabajo,
desarraigo…) y aprende a afrontarla. Retoma las relaciones con los demás, pone en práctica
nuevamente sus capacidades y el interés por el mundo exterior (trabajo, amigos, actividades
lúdicas, ocio, recreación, proyectos, objetivos, etc.)
SIGNOS Y SIMTOMAS DEL DUELO
El duelo normal presenta una seria de síntomas que pueden variar de unas personas a otras.
Además, las personas que han sufrido una pérdida son más susceptibles a contraer un
problema de salud
Es frecuente que el doliente acuda a los servicios sanitarios en busca de una solución para
sus síntomas, que no ha identificado como propios de la pérdida y se realicen intervenciones
innecesarias. Es importante conocer el proceso de duelo y sus síntomas para evitar que esto
suceda.
Los síntomas que aparecen con más frecuencia en los deudos son:
a. Síntomas cognitivos
Incredulidad
Especialmente tras conocer la noticia del fallecimiento. El doliente no cree que lo sucedido
sea real y espera que forme parte de un mal sueño, aun actúa como si la persona siguiera
viva.
Es una reacción normal incluso si la muerte ya era esperada tras una larga enfermedad.
Confusión
Las personas que acaban de perder a alguien es frecuente que sufran confusión, dificultad
para concentrarse, dificultad para aclarar su pensamientos y tendencia a olvidar las cosas.
Preocupación
Existe una preocupación excesiva y constante por el fallecido o las circunstancias de su
muerte, con ideas de recuperar el ser querido perdido. Cuando una persona tiene
pensamientos repetitivos y persistentes sobre lo desgraciado que se siente y las razones, estos
se denominan rumiaciones.
Sentido de presencia
Es un síntoma normal que la persona en duelo sienta que su ser querido aún se encuentra
cerca de él, observándole. Es un sentimiento más característico de los momentos posteriores
al fallecimiento, aunque puede prolongarse en el tiempo. Esta sensación puede producir
consuelo en algunos dolientes y causar miedo a otros.
Alucinaciones visuales o auditivas
Frecuentes en las semanas que siguen a la pérdida. Aunque puedan ser desconcertantes,
muchos dolientes las consideran positivas, pues les permite tener la esperanza de que no sean
verdaderas alucinaciones, si no fenómenos relacionados con la espiritualidad y misticismo.
No son un indicador de duelo complicado14.
b. Síntomas emocionales
Tristeza
Es el síntoma más común que experimenta una persona en proceso de duelo.
Normalmente se manifiesta a través del llanto, aunque no siempre tiene porque ser así. Hay
personas que intentan evitar este sentimiento mediante un exceso de actividad, pero es
inevitable que la tristeza les invada en algún momento. Si la tristeza no se expresa, puede
derivar en la complicación del duelo13, 14.
Enfado
Puede ser fruto de la frustración que sufre el doliente al no haber podido hacer nada para
evitar la pérdida o por la desfavorable experiencia de perder a un ser querido. Es un
sentimiento muy desconcertante para quien lo padece y es muy importante identificarla
porque puede conllevar complicaciones del proceso de duelo, debe evitarse dirigir esta ira
hacia otras personas y sobretodo, hacia uno mismo. El enfado irá disminuyendo cuando se
vaya calmando el dolor por la pérdida.
Culpa y remordimiento
Estos sentimientos suelen aparecer relacionados con algo que se ha hecho o se ha ignorado
en un momento cercano a la muerte. La mayoría de las veces, esta culpabilidad es infundada
y desaparece cuando se comprueba la realidad. En caso de que los remordimientos sean
racionales, la solución se debe alcanzar mediante intervenciones distintas de la comprobación
de lo sucedido.
Ansiedad
La ansiedad se origina principalmente por dos razones: el superviviente teme no poder seguir
viviendo sin su ser querido y tras el fallecimiento de una persona cercana es consciente de su
propia mortalidad. El doliente puede sufrir desde una vaga sensación de ansiedad hasta
ataques de pánico. La intensidad de este síntoma puede ser un indicativo de si el duelo está
sufriendo una evolución patológica14.
Soledad
Se pueden hacer dos distinciones respecto a estos sentimientos: soledad social y soledad
emocional. La soledad social puede aliviarse mediante al apoyo social, pero este no sirve
para calmar la soledad emocional. Este síntoma es especialmente frecuente cuando se pierde
un cónyuge. Requiere tiempo adaptarse a la vida sin esa persona querida.
Fatiga, apatía o indiferencia
Puede ser un síntoma causante de angustia y ansiedad, especialmente en personas que
previamente eran muy activas.
Desamparo
Es un síntoma muy estresante que suele aparecer en las primeras fases del duelo. Las viudas
experimentan este sentimiento con mucha frecuencia.
Shock
Es muy frecuente en casos de muertes inesperadas o repentinas, pero también puede seguir a
una muerte ya esperada debido a una larga enfermedad.
Anhelo o añoranza
Es una reacción normal y muy frecuente. Cuando este sentimiento disminuye su intensidad
puede ser un indicativo de que el proceso de duelo se acerca a su final. Si su intensidad no
varía puede ser señal de un duelo traumático.
Emancipación
La emancipación puede conllevar sentimientos positivos. Si el fallecido tenía autoridad sobre
el superviviente, este puede sentirse liberado.
Alivio
El alivio es un sentimiento muy común cuando el fallecimiento se ha producido tras un largo
periodo de enfermedad y sufrimiento. Saber que el ser querido ha dejado de sufrir puede
ayudar al doliente. También es posible que aparezca este sentimiento cuando la relación con
el difunto era especialmente difícil y ambigua. Sin embargo, este sentimiento de alivio es
frecuente que se relacione con un sentimiento de culpa.
Insensibilidad
Algunas personas, tras recibir la noticia de una pérdida no sienten nada, pues se hayan en un
estado de embotamiento. Esta insensibilidad es un mecanismo de defensa que aparece cuando
existen demasiados sentimientos difíciles de afrontar.
c. Síntomas conductuales:
Trastornos del sueño
Los dolientes suelen tener dificultad para conciliar el sueño o mantenerlo, despertándose de
madrugada. ES un síntoma normal, y si el duelo no es complicado se resolverá solo en la
mayoría de los casos. En ocasiones, es posible que requieran intervención médica. A veces
estos trastornos del sueño son debidos al miedo a las pesadillas o a estar solo en la cama.
Trastornos de la alimentación
Estos trastornos por lo general se dan por defecto, aunque también puede ocurrir el caso
contrario en el que la persona coma en exceso.
Conducta distraída
El superviviente no presta atención a su conducta y en ocasiones hace cosas que le incomodan
o hacen daño involuntariamente. Normalmente estas conductas se corrigen solas.
Aislamiento social
Hay personas que tras una pérdida comienzan un aislamiento social pasajero que suele
resolverse por sí solo. Este aislamiento también puede ir acompañado de una pérdida de
interés en los medios de comunicación.
Soñar con lo perdido
Es muy común que el difunto aparezca en los sueños del doliente, independientemente de si
son sueños normales o pesadillas. Estos sueños pueden ser analizados y útiles para algunas
terapias.
Conductas de evitación
En algunos casos, se evitan lugares, situaciones u objetos que recuerden al ser querido
perdido. Cuando el desprendimiento de los recuerdos del fallecido es muy temprano y
forzado, puede indicar una previa relación ambivalente con el fallecido y dar lugar a un duelo
patológico.
Buscar al fallecido y llamarle en voz alta
Es una reacción normal. Pueden llamar al difunto tanto interna como externamente.
Suspirar
Es una conducta muy frecuente y se relaciona con la sensación física de falta de aire.
Hiperactividad y agitación
Algunas personas están continuamente haciendo cosas para evitar pensar en el fallecido.
Visitar lugares significativos o llevar objetos que recuerden al difunto.
Lo contrario a las conductas de evitación. Estas conductas nacen del miedo que tiene el
doliente a olvidar sus recuerdos con el fallecido.
Atesorar las pertenencias de la persona fallecida.
 Llorar
 Síntomas orgánicos:
Estos síntomas preocupan al doliente y suele acudir al médico en busca de ayuda, que deberá
averiguar si existe una relación con una pérdida14. Los más notificados y habituales son:
 Opresión en el pecho
 Vacío en el estómago
 Opresión en la garganta
 Hipersensibilidad al ruido
 Sensación de despersonalización
 Falta de aire
 Debilidad muscular
 Falta de energía
 Sequedad de boca

FACTORES DE RIESGO
Características personales de la persona en duelo
 Juventud o vejez del doliente
 Estrategias de afrontamiento pasivas o con directas connotaciones depresivas
 Enfermedad física o psíquica anterior
 Escasez de aficiones o intereses
 Reacciones de rabia, amargura y culpabilidad muy intensa
 Autoconcepto y papel familiar de “persona fuerte”: actitud de negación de
necesidades afectivas
 Valoración subjetiva de falta de recursos para hacer frente a la situación
 Baja autoestima y baja confianza en uno mimos
 Pérdidas acumuladas
 Pérdidas de hijos, cónyuges, padres o madres en edad temprana y/o hermano en la
adolescencia
Características relacionadas con el fallecido
 Juventud del fallecido
 Apego o relación ambivalente o dependiente con el fallecido
 Ser padre-madre, esposa o hijo
 Bajo nivel de desarrollo familiar
 Relación difícil con el fallecido ((discusiones, reproches)
 Necesidades y dependencias con el fallecido. Cuando el fallecido era el sostén de la
familia o del doliente, económica y/o moralmente.
 Convivencia con el fallecido
 Relación conflictiva o ambivalente. Sentimientos encontrados de amor/odio no
expresados
Características de la enfermedad o la muerte:
 Muerte repentina o imprevista
 Duración larga de la enfermedad
 Muerte incierta o no visualización de la pérdida (no ver el cuerpo del fallecido)
 Enfermedad con síntomas sin controlar (mayor sufrimiento del ya fallecido)
 Circunstancias específicas de la muerta (muertes súbitas inesperadas e inoportunas,
muertes múltiples, muertes por asesinato o catástrofe)
 No recuperación del cadáver. Cadáver con aspecto dañado o deformado.
 Imposibilidad de ver el cuerpo
 Recuerdo doloroso del proceso: dificultades mal control de síntomas, relaciones
inadecuadas con el personal sanitario
Aspectos relacionales
 Falta de apoyo familiar y social
 Bajo nivel de comunicación con familiares y amigos
 Imposibilidad o incapacidad para expresar pena
 Pérdida inaceptable socialmente
 Otros aspectos
 Duelos previos no resueltos
 Perdidas múltiples
 Crisis concurrentes
 Obligaciones múltiples
TRATAMIENTO
El médico o el profesional de salud mental consideran los síntomas y circunstancias
particulares para determinar qué tratamiento puede funcionar mejor en tu caso.
Psicoterapia
El duelo complicado suele tratarse con un tipo de psicoterapia llamada «terapia para el duelo
complicado». Es similar a las técnicas de psicoterapia utilizadas para la depresión y para el
trastorno de estrés postraumático, pero es específico para el duelo complicado. Este
tratamiento puede ser efectivo cuando se realiza en forma individual o en un formato grupal.
Durante la terapia, puedes:
Infórmate acera del duelo complicado y cómo es su tratamiento
Explorar ciertos temas, como reacciones ante el duelo, síntomas del duelo complicado, cómo
adaptarte a la pérdida sufrida y cómo volver a definir tus metas en la vida
Mantener conversaciones imaginarias con tu ser querido y volver a contar las circunstancias
de la muerte para ayudarte a que las imágenes y los pensamientos de tu ser querido no te
resulten tan angustiantes
Explorar y procesar los pensamientos y las emociones
Mejorar las estrategias para hacer frente a desafíos o situaciones
Reducir los sentimientos de reproche y culpabilidad
Otros tipos de psicoterapia pueden ayudar a abordar otros trastornos de la salud mental, como
la depresión o el trastorno de estrés postraumático que pueden presentarse junto con el duelo
complicado.
Aunque el dolor que conlleva la muerte de un ser querido es inevitable, un psicólogo puede
aligerar la carga del sufrimiento y guiar a la persona en la elaboración del duelo, previniendo
o resolviendo un duelo patológico o complicado.
La terapia psicológica para el tratamiento del duelo nos ayuda a manejar la ansiedad, la culpa,
la rabia o la tristeza que sobrevienen tras la muerte de un ser querido.
Aunque en general una muerte significativa es un momento clave para recibir ayuda
psicológica, hay ocasiones en las que es especialmente importante acudir a un psicólogo
especialista en duelo que desde el acompañamiento y la comprensión nos ayude a avanzar y
superar el duelo.
En muchas ocasiones patologías como la depresión o los trastornos de ansiedad tienen su
origen en un duelo mal elaborado.
Una de las partes más importantes del tratamiento en el duelo es ayudarte a realizar las tareas
del duelo:
Aceptar la dura realidad tras la pérdida. En estos momentos iniciales todavía no nos podemos
creer lo que ha pasado, es una etapa incierta incluso podemos llegar a sentir que no es real,
que lo estamos soñando. Dependiendo de los casos, puede costarnos unas horas empezar a
ser conscientes de ello y no es extraño hablar de forma incoherente, a veces como si el
fallecido estuviera todavía con nosotros. Aquí, la tarea consiste en ayudarnos a aceptar la
realidad de la pérdida, empezar a ser conscientes de lo que eso significa.
Elaborar las emociones y el dolor. De manera errónea, muchas veces intentamos tapar el
dolor porque nos resulta insoportable, creyendo así que pasará antes. En esta tarea del duelo
lo que hacemos es permitirnos sentirlo, identificando las emociones que aparecen y
expresándolas sin miedo. Tras una pérdida aparecen emociones y sentimientos muy intensos
como rabia, tristeza, angustia, miedo, soledad, culpa. Es muy importante poder hablar de
ellos para que no se queden atrapados en nuestro cuerpo.
Adaptarse a la vida sin nuestro ser querido. Es una tarea muy difícil para la que no estamos
preparados hasta que no ha pasado un tiempo. Antes, hemos tenido que ser conscientes de
nuestra realidad y haber elaborado todo lo que sentimos al respecto. Una vez realizadas estas
tareas, nos habremos fortalecido un poco más para poder afrontar la vida sin nuestro ser
querido ya que, en muchos casos, necesitaremos asumir responsabilidades o roles que eran
ocupados por él o hacernos cargo de las tareas o funciones que realizaba. También es
importante tener en cuenta que pueden perderse actividades o personas con las que antes nos
relacionábamos y otras entrarán a formar parte de nuestra vida.
Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo. Recolocar a nuestro ser querido
supone haber creado un lugar simbólico para él, desde el cual podamos continuar nuestra
vida y llevar a cabo nuestro propósito con dignidad sin olvidarnos de él. Es una tarea
compleja que se va forjando con el paso del tiempo y con el paso por las anteriores tareas. Si
bien al principio esto puede parecernos imposible, con el paso del tiempo y ayuda podemos
conseguirlo
Medicamentos
Hay poca investigación contundente sobre el uso de medicamentos psiquiátricos para tratar
el duelo complicado. Sin embargo, los antidepresivos pueden ser útiles para personas que
tienen depresión clínica, así como duelo complicado.
INTERVENCION
PASOS PARA LA INTERVENCIÓN
Paso Nº 1– Descartar enfermedades o problemas médicos. Nunca se debe empezar una
terapia de duelo patológica si el principal problema es un síntoma físico (aspecto que tendrás
que tener en cuenta en la evaluación).
Paso Nº2: Informar sobre el proceso del duelo (psicoeducación).
Paso Nº 3 – Momentos Iniciales. En este paso la persona llevará a cabo distintas técnicas para
afrontar los primeros momentos y cuidar cada una de las dimensiones o áreas de su vida
(físico, emocional, cognitivo, comportamental, relacional, social, familiar y de pareja). Todo
dependerá de la sintomatológica que presente la persona.
Paso Nº 4: Objetos del Fallecido (guardarlos, tirarlos o regalarlos). En este paso la persona,
familia o pareja tendrán que tomar una decisión (guardarlos, tirarlos o regalarlos). En ningún
momento se pueden precipitar ya que en un futuro se pueden arrepentir. Nadie debe realizar
este trabajo sin su autorización, lo deben hacer ellos mismos, aunque resulte doloroso. Es
importante que la persona, los miembros de la familia o pareja, comprendan que los objetos
tienen una función de vinculación con el fallecido. Por lo tanto, guardarlos les ayudará a
sentir que todavía tienen relación con el fallecido y pueden utilizarlos para expresar
recuerdos, sentimientos, pensamientos… lo que ayudará afrontar el duelo. Sin embargo,
también tienen que comprender que el hecho de guardar los objetos del fallecido durante
mucho tiempo es una forma de no aceptar lo ocurrido o negar la realidad, lo cual se puede
convertir en un problema conocido como momificación.
Paso Nº 5: Las circunstancias de la pérdida. En este punto se abordará cómo ha sido la
pérdida, los momentos anteriores e inmediatamente posteriores a ésta. Lo que permitirá dar
respuesta aquellos interrogantes aún no resueltos. Como, por ejemplo:
Si piensas que la muerte podía haberse evitado
Si crees que tu ser querido ha sufrido. Si te faltan detalles o información sobre cómo fue la
muerte que imposibilitan tu comprensión. Si sientes que estuviste solo, sin apoyo, en el
tiempo que transcurrió el fallecimiento. Si tu ser querido ha fallecido después de una largar
enfermedad degenerativa. Si la forma en que recibiste la noticia del fallecimiento fue
inadecuada o te causó un sufrimiento adicional. Entre otras. Consiste en minimizar el impacto
de esas imágenes y recuerdos elaborando un nuevo significado que no suscite reacciones
emocionales negativas.
Paso nº 6: Revivir recuerdos del fallecido. En este paso se hablará del fallecido, sobre todo
de sus características y cualidades. Se empezará a hablar poco a poco de los recuerdos que
despiertan sentimientos encontrados. Tratarás hacer ver al paciente que sentir emociones
positivas y negativas hacia el fallecido es normal y que se puede alcanzar un equilibrio entre
las dos.
Paso Nº7: Integrar la pérdida a la nueva realidad. En este punto tendrás que tener presente
que aceptar es una palabra que muchas personas en duelo rechazan y no es necesario aceptar
la muerte para realizar el duelo (Payás, A. 2014). Si eres un padre o una madre que ha perdido
a su hijo/a, esa palabra seguramente no existirá en su vocabulario. Por ello, habrá que tratar
de buscar cuál es el significado que tiene para la persona aceptar la pérdida. Se intentará,
facilitar que la persona pueda despedirse del fallecido, dándole/la a entender que decir adiós
no supone olvidar, sino que pueda continuar con su vida. Es decir, que empiece a disfrutar
de los recuerdos a pesar del dolor que le puedan producir y no tenga que huir de todo aquello
que rodea a la nueva realidad. Por lo tanto, en este punto habrá que: Identificar qué
comportamientos, pensamientos y emociones se están llevando a cabo y están actuando para
que la persona no esté integrando la pérdida a la nueva realidad. Como por ejemplo La
emoción que más distrae de dolor de la tristeza, es el enfado. Es lo que denominamos una
emoción tapadera. El enfado siempre se dirige contra alguna cosa, algún hecho o alguna
persona. Culpa (se manifiesta normalmente con pensamientos repetitivos, lo que se conoce
como rumiaciones de duelo). “Si hubiese”, “Si no hubiese”, “Es culpa mía”, “Tendría que
haber». Otras
Es importante diferencia qué parte de culpa tiene una base real y qué parte no la tiene, para
poder trabajarlo posteriormente. Evitar los lugares y fechas que te traen recuerdos.
Actividades de búsqueda del riesgo. Sustitución como por ejemplo tras la muerte del marido
buscar una pareja nueva o tras el fallecimiento de un hijo tener otro con rapidez. Reducir las
rumiaciones en general y los pensamientos e imágenes intrusivos acerca del fallecido o las
circunstancias de la muerte. Reforzar los comportamientos adecuados. Establecer una nueva
forma de relación con el fallecido compatible con la realidad presente. Ayudarás al paciente
a buscar alguna clase de vínculo duradero con el fallecido para que se sienta libre y pueda
adaptarse a esta nueva etapa en su vida.
Paso Nº 8: Activación de las estrategias de regulación emocional. En este punto tratarás de
entrenar al paciente en habilidades emocionales para etiquetar, aceptar, analizar y regular las
emociones.
Paso Nº 9: La familia. En este paso es importante tolerar las distintas respuestas emocionales
y comportamentales, y estar preparados para que los miembros de la familia puedan estar en
distintas fases del proceso del duelo. Tratarás de aumentar la cohesión, abrirás canales de
comunicación y ayudarás a resolver conflictos, facilitando un ambiente de apoyo que
fortalece los vínculos entre los miembros de la familia.
Paso Nº 10: Resolución de problemas. En este paso se ayudará al paciente a explorar en qué
medida afecta y está afectando la pérdida a su identidad personal, adquirir nuevas aptitudes
y adoptar nuevos roles.
Paso Nº 11: Apoyo social. En este punto se trabajará el sentimiento de apoyo percibido y
recibido. A su vez, se buscará que el paciente aprenda a estar solo, comience a realizar
actividades sociales y fortalecer su red de apoyo.
Paso Nº 12. Ayudar al paciente a proyectar una vida nueva sin el fallecido.
ABORDAJE EN CADA EDAD
0-2 AÑOS:
Aunque en esta etapa no hay una comprensión de la muerte, sí hay una percepción de la
ausencia de esa persona significativa. Las niñas y niños son conscientes del impacto que la
pérdida tiene en sus rutinas. También perciben el dolor y el cambio en el estado de ánimo de
las personas que le cuidan. A medida que se acercan a los dos años va apareciendo el temor
a que el objeto querido no vuelva y puede desarrollar conductas de búsqueda llamativas.
En ese periodo es NORMAL que el niño muestre irritabilidad (llanto, protestas), problemas
con la alimentación (negativa a comer), cambios en sus patrones de sueño (duermen mucho
o muy poco, están más apagados…), regresiones (volver a chuparse el dedo, negativa a
dormir solos, descontrol de esfínteres…)
Se pueden considerar SIGNOS DE ALARMA si esta alteración de las rutinas se vuelve muy
llamativa y se prolonga en el tiempo, si hay una pérdida de peso significativa, si se vuelve
inconsolable…
¿CÓMO AYUDARLES? Los niños y niñas necesitan en esta situación dosis extras de cariño
y paciencia, necesitan sentir que el mundo va a seguir siendo predecible, manteniendo sus
rutinas y horarios… Necesitan una figura estable y significativa que les proporcione un
entorno conocido y tranquilo. A medida que son más mayores necesitan saber qué está
pasando y que las personas que les cuidan le expliquen que se sienten tristes por la pérdida
de la persona fallecida, porque le echan de menos.
3-6 AÑOS.
Esta etapa está dominada por el pensamiento mágico, el egocentrismo (todo gira en torno a
sus necesidades y deseos) y la sensación de eternidad. Es una etapa en la que hay mucha
curiosidad, por lo que es importante abrir un diálogo y saber qué aspectos manejan sobre la
muerte y cuáles no, y abordar los conceptos clave.
En esta etapa es NORMAL manifestar confusión con el concepto de muerte (preguntando
una y otra vez por la persona fallecida), presentar conductas para comprobar la realidad de la
muerte (rabietas, negativa a comer, mal comportamiento…, para buscar la reacción de la
persona fallecida), dificultad para separarse de las figuras de apego, regresiones y pérdidas
de autonomía, pesadillas y sueño interrumpido, miedos relacionados con otras pérdidas
posibles…
Deben considerarse signos de ALARMA si los miedos son recurrentes e incapacitantes, si la
ansiedad de separación no le permite reintegrarse a las actividades cotidianas, si aparecen
síntomas depresivos (tristeza profunda, apatía, negativa a realizar actividades agradables…),
pérdida de peso significativa…
¿COMO AYUDARLES? Necesitan que se les explique de forma clara y sencilla que su
familiar ha muerto, ayudarles a que comprendan lo que la muerte tiene de irreversible,
absoluta y definitiva para poder ir elaborando el duelo. Resulta de gran ayuda explicarles qué
significa que una persona muera, cómo nos sentimos por ello, qué vamos a hacer a partir de
ahora y cómo nos despedimos de las personas que fallecen. También es adecuado
tranquilizarles sobre nuestra propia salud y sobre que vamos a seguir cuidándoles. Hay que
mostrarse pacientes y no reaccionar con enfado ante sus conductas disruptivas, reforzar los
avances en la remisión de las conductas regresivas, aprovechar los momentos de juego y sus
dibujos si reflejan sus inquietudes sobre la muerte para hablar de lo sucedido… Podemos
ayudarles a recolocar a la persona fallecida con ejemplos de actividades, cosas y recuerdos
compartidos con ella...
6-10 AÑOS:
La mayoría de las niñas y niños de esta edad son capaces de comprender la realidad de la
muerte. En esta época los niños y niñas son de carácter más temeroso y pueden desarrollar
miedos relacionados con la pérdida de otros seres queridos, con el mundo espiritual, la
oscuridad… Suelen mostrar curiosidad hacia las costumbres y rituales…
Es NORMAL que reaccionen negando la realidad de la pérdida (mostrándose más activos/as
y juguetones/as, intentando estar alegres…), o que sientan temor y angustia por su propia
muerte o la de otras personas de la familia. Sentirse diferente puede ser doloroso y pueden
tratar de ocultar su vulnerabilidad, mostrándose más bravucones/as en el contexto escolar o
con sus iguales… Puede surgir el sentimiento de culpa, preguntándose si la muerte ha sido
provocada por algo que han hecho, dicho o pensado… También la curiosidad y la necesidad
de conocimientos es una necesidad y pueden formular preguntas comprometidas y
recurrentes para la persona adulta sobre el proceso de descomposición del cuerpo, problemas
concretos acerca del futuro, los rituales, el más allá… Son habituales las muestras de enfado,
los problemas de concentración y la disminución del rendimiento escolar, así como las
conductas para comprobar la realidad de la pérdida…
Se considerarían signos de ALARMA si la agresividad y el mal humor, los signos de ansiedad
y nerviosismo se mantuvieran constantes y más allá de lo esperable a su edad, si aparecieran
somatizaciones (dolores repetidos sin causa médica aparente) o síntomas depresivos (apatía,
pérdida de interés social y por las cosas de su interés…), si se mostraran incapaces de
reintegrarse al ámbito académico o presentaran miedos prolongados e impropios de su edad.
PODEMOS AYUDARLES respondiendo a sus preguntas, evitando ocultarles información,
integrándoles en los ritos funerarios, pero anticipándoles previamente lo que va a suceder…
Hay que respetar sus reacciones de duelo y corregir con paciencia sus conductas
inapropiadas, ayudándoles a entender lo que les pasa y por qué actúan así… Es importante
que entiendan que los pensamientos, sentimientos y conductas no provocan la muerte. Es
conveniente compartir con ellas y ellos nuestros propios sentimientos, garantizando sus
actividades principales y sus rutinas, tranquilizándoles acerca de nuestra propia salud y la
suya.
10-12 AÑOS:
Las y los preadolescentes entienden todas las dimensiones de la muerte y sus causas, y son
conscientes del impacto que genera la pérdida en terceras personas y en sí mismos. Sin
embargo, esto no significa que cuenten con los recursos, experiencias y habilidades para
afrontar el fallecimiento de un ser querido. En esta etapa son muy vulnerables y pueden creer
que las emociones son una muestra de 9 debilidad. Temen ser diferentes al resto y pueden
reaccionar ocultando ante sus iguales las emociones asociadas al duelo.
Es NORMAL que, al igual que las personas adultas, desarrollen conductas de búsqueda
(conversaciones imaginarias, ensoñaciones, releer mensajes, escuchar música común…).
Pueden manifestar cierto interés morboso sobre la muerte, cuestionarse algunas creencias
religiosas, o reaccionar con mucho hermetismo y negación al abordar el tema. Por primera
vez en su proceso evolutivo pueden fantasear sobre su propia muerte y son frecuentes los
sentimientos de añoranza, desesperanza, tristeza, apatía… Puede aparecer también por
primera vez el pensamiento de que la vida no tiene sentido, no merece la pena. La falta de
concentración y el descenso en el rendimiento académico son normales porque él y la
preadolescente emplea parte de su concentración en resolver su duelo. Pueden sentirse
agobiados o abrumados ante la preocupación adulta.
Deberían reaccionar con ALERTA y vigilar aquellas reacciones de duelo, que pudiendo ser
normales, impiden que la o el preadolescente se reincorpore a las actividades cotidianas que
mantenía antes del fallecimiento: emociones extremas o insensibilidad, reacciones
persistentes, aislamiento, somatizaciones y conductas extremas, exceso de responsabilidad…
En tal caso, podría ser adecuado consultar con un/a especialista.
PODEMOS AYUDARLES respetando sus tiempos y su intimidad, pero mostrando cercanía
y disponibilidad. Conviene marcarles los límites ante sus conductas inadecuadas, pero desde
la comprensión de su enfado y su dolor. La muerte de un ser querido puede ayudarles a
madurar, pero no hay que colocarles en roles diferentes a los que marca su momento
evolutivo (evitar mensajes como “eres el hombre de la casa”, “pareces una pequeña mamá”).
Tenemos que animarles y legitimar sus salidas con el grupo de pares, insistirles en que no es
malo divertirse, quedar con iguales, evitar el aislamiento… Puede ayudarles escribir lo que
sienten a través de un diario, manteniendo correspondencia con un amigo o amiga,
escribiendo a la persona fallecida, como una manera de ir elaborando el duelo.
Los y las adolescentes: La adolescencia es un momento de constante transformación, de
búsqueda de la propia identidad. El fallecimiento de un ser querido puede provocar un gran
impacto en este momento de tanta ebullición. Los y las adolescentes pueden sentirse muy
abrumadas por el impacto que la pérdida puede tener en sus vidas y en su futuro. Desde el
desarrollo del pensamiento abstracto pueden elaborar juicios y teorías, cuestionar valores,
normas, ideas y creencias religiosas…
En función del carácter del o la adolescente, sus recursos internos y externos, su actitud ante
la vida y la relación, conflictiva o no, que mantiene con el entorno, pueden ser NORMALES
algunas de estas reacciones:
 Su actitud pesimista o inconformista ante la vida puede verse reforzada, reaccionando con
conductas rebeldes y desafiantes, empeorando en los 10 estudios, frecuentando relaciones de
riesgo, iniciándose en el abuso del alcohol u otras sustancias.
 Mostrándose muy maduros y asumiendo mayores responsabilidades de las que les son
propias, en un deseo de ayudar a su familia, participando activamente en los ritos de
despedida.
 Cayendo en un estado depresivo, apartándose de su entorno de familiares y amigos/as,
mostrando retraimiento e instalándose en su mundo interior. Pueden pasar mucho tiempo en
soledad o durmiendo.
 Sintiéndose culpables o responsables de la muerte del ser querido, especialmente si hubo
disputas o enfrentamientos que hiciesen difícil la convivencia entre el adolescente y la
persona fallecida. Puede ser que se mantengan aislados y muestren conductas
autodestructivas en un intento de expiar la culpa que sienten.
También es habitual que aparezca el miedo a olvidar: les asusta no poder recordar la voz de
la persona fallecida, su olor, sus gestos, la relación que tenía con ellos/as… Por ello a veces
se muestran muy reticentes a que los familiares inicien nuevas relaciones por el temor a la
sustitución. También pueden aumentar los momentos de agresividad verbal y física.
Habría que estar especialmente ALERTA a las situaciones que se mantengan en el tiempo:
incapacidad para recuperar el ritmo académico o para reintegrarse en las actividades sociales,
cambios de humor extremos, tristeza que les impide funcionar, exceso de responsabilidades,
miedos o pensamientos recurrentes sobre la muerte, culpa y todo aquello que se mantenga en
el tiempo o afecte a muchas áreas de su vida, incapacitándoles o frenando su desarrollo o
progreso. En estos casos, convendría recurrir al asesoramiento profesional.
PODEMOS AYUDARLES mostrándonos cercanos para escuchar sus inquietudes y dudas,
y explicarles la situación real desde el cariño y la honestidad. Hay que buscar el equilibrio
entre no atosigarles y estar disponibles (“ni muy cerca, ni muy lejos”). Les debemos de
ofrecer la oportunidad de participar activamente en los ritos de despedida, para que se sientan
parte importante de la familia. Conviene animarles a salir con sus iguales y respetar sus
tiempos y su intimidad, pero observándoles de cerca. Puede ser positivo animarles a hablar
con alguien cercano, en quien confíen, que no tiene por qué ser un progenitor, pudiendo ser
una amistad u otro familiar. Si resulta difícil acceder a ellos, conviene recordarles
simplemente que estamos a su lado y mostrar abiertamente nuestros sentimientos. Puede
ayudar el tratarles como nos hubiera gustado que nos trataran a su edad. Al igual que con en
la preadolescencia, podemos animarles a escribir un diario, una carta o poemas, o
simplemente una lista con sus inquietudes.
EN LA ADOLESCENCIA
Esta fase emocional, que puede llegar a ser psicológicamente compleja, adquiere unos tintes
especialmente delicados cuando quien lo vive en primera persona todavía no dispone en su
interior de todas las herramientas para hacerlo por sí mismo. Es el caso del tratamiento con
los niños y, por supuesto, del duelo en la adolescencia.
La adolescencia tiene unas características muy específicas que hacen que no solo la gestión
del duelo, sino incluso las relaciones personales y la comunicación puedan ser complicadas.
Entre los 13 y los 18 años se experimenta un sinfín de cambios físicos y emocionales que
hacen que sea una etapa sensible a muchos niveles, y sufrir una pérdida durante esa etapa
puede incluso agravarlo.
Es posible que los niños todavía no tengan claros los conceptos de la vida y la muerte, pero
conforme se crece físicamente también hay una evolución en la comprensión del alcance e
implicaciones de un fallecimiento. Lo que no implica un entendimiento completo. Al tratar
el duelo en la adolescencia, es importante pensar que, aunque a esa edad muchos jóvenes
puedan expresarse, interactuar o hacer cosas como adultos, todavía no lo son.
El duelo en la adolescencia es una cuestión en la que se cruzan distintas percepciones: por
un lado, la relativización de algo que, aunque se sepa real, se ve todavía muy lejano; por otra
parte, esa dificultad para exteriorizar sentimientos que acompaña a muchas personas en esa
franja de edad.
A la hora de trabajar el duelo en la adolescencia, ese déficit comunicativo puede ser una de
las grandes trabas en el proceso de aprendizaje. Es importante saber conjugar una
comunicación activa con el adolescente con un papel pedagógico y, sobre todo, saber respetar
tiempos, espacios y momentos personales para que pueda, también, convivir con el duelo de
forma individual y privada.
Para ayudar a los jóvenes adolescentes durante sus procesos de duelo hay, en primer lugar,
que tener en cuenta cómo podemos hacerlo sin interferir en su proceso de aprendizaje ni
espacio personal. Algunos de los consejos principales serían los siguientes:
Entender con un elevado grado de empatía todo lo que pasa por los cerebros de esa edad: las
inseguridades, las dudas o la falta de perspectiva, entre otras cosas.
Comprender que el aislamiento y la incomprensión son frecuentes en esta etapa, y asumir
como adultos que no debemos dejar que los adolescentes gestionen el duelo de manera
independiente.
Paciencia, mucha paciencia. Es importante también saber que puede ser complejo y
prolongado: no se aprende a convivir con el duelo de la noche a la mañana.
Pedagogía. Los adolescentes, aunque traten de aparentarlo en ocasiones, no son adultos. Hay
que explicarles la realidad de una manera comprensible y cercana, ayudándoles a discernir
los distintos conceptos y emociones que se viven durante esta etapa.
Proximidad. Siempre respetando sus tiempos y espacios personales, pero también sabiendo
que hay que estar cerca, ya que probablemente ellos no pidan nunca ayuda.
EN LA VEJEZ
DARLE TIEMPO A LA PERSONA. A veces, los adultos mayores necesitan más tiempo
para darse cuenta de sus sentimientos y expresarlos.
INDICARLE LAS SEÑALES DE TRISTEZA O CAMBIOS EN LA CONDUCTA. Esto
puede ayudar a la persona a darse cuenta de sus sentimientos y puede ayudar a la persona a
sentirse más cómoda
PASAR TIEMPO CON LA PERSONA. Los sentimientos de soledad pueden durar por un
tiempo prolongado cuando un adulto mayor ha perdido a alguien o algo muy especial, en
particular a un cónyuge.
HABLAR DE LA PÉRDIDA. Las personas mayores, especialmente aquellas que han
experimentado varias pérdidas en un breve período de tiempo, suelen encontrar ayuda al
compartir recuerdos de la persona que perdieron.
ESTAR ATENTO A SEÑALES DE DUELO PROLONGADO O DE DEPRESIÓN. Si tiene
inquietudes de que un adulto mayor esté teniendo dificultades para manejar su dolor, busque
un profesional en psicología.
Grupos de apoyo . Los grupos de apoyo para el duelo son grupos de autoayuda ,apoyo
emocional y social, en donde personas que han experimentado la muerte de un ser querido
pueden encontrar un espacio para no sólo expresar su dolor sino también para aprender a
través de él. Se trata de grupos con preocupaciones compartidas y objetivos

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