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COMPRENDIENDO EL DUELO

Las experiencias de pérdida y duelo son fundamentales en el desarrollo


emocional del un ser humano. Sin embargo, hasta hace poco eran
subestimadas, no solo a nivel personal y familiar sino también por
especialistas de la salud (psicólogos, médicos, psiquiatras, etc.) En los
últimos años ha surgido una tendencia a reconocer el enorme valor
emocional y psicológico que las perdidas tienen, a estudiarlas y
comprender sus procesos, su curso natural y sus efectos en el ser
humano.

LOS VÍNCULOS AFECTIVOS

Es necesario tener en cuenta que el ser humano establece desde que


nace poderosos vínculos de apego afectivo con aquellas personas a
quienes lo unen necesidades, sentimientos e interacciones; las relaciones
con ellas pueden ser verbales o no verbales, enriquecedoras o
frustrantes, gratificantes, etc., y aunque se dan a lo largo de toda la vida,
las que se establecen tempranamente en la infancia cumplen un papel
definitivo en la vida emocional del ser humano por su intensidad y
significado.
Entre más importante sea una relación afectiva para alguien tanto mayor
será el efecto de su perdida, ya sea ésta definitiva por la muerte o por
separación, abandono u otras circunstancias asì que el duelo o perdida
será proporcional a la dimensión de lo perdido y al monto de afecto
invertido en la relación, no al vinculo de consaguinidad o al rotulo que
califique la relación (esposo, hermano, hijo o hija).

TIPOS DE PÉRDIDAS

Existen perdidas tangibles que se pueden tocar u observar (muerte del


esposo, cartera, etc.); pero también hay perdidas simbólicas, aquellas que
no son perceptibles y cuya naturaleza es psicosocial (pérdida del estatus,
la libertad, independencia, etc.).
Del mismo modo, otras pérdidas son prácticamente necesarias para
crecer (vida interuterina, seguridad del hogar, aprender a caminar, etc.)
El desconocimiento de la amplitud del término pérdida, lleva a muchas
personas a pensar que jamás han tenido que hacer un duelo porque nadie
significativo se les ha muero aún.
Cada perdida mencionada corresponde a una ganancia, un logro; además,
son experiencias que aunque traen dolor no se pueden evitar. Todas
ellas implican una renuncia, un abandonar algo conocido y seguro para
aceptar los retos que plantea el crecer y alcanzar autonomía como
personas. Estas experiencias son universales, ya sean o no reconocidas
como pérdidas, de todos modos generan una reacción emocional de
pérdida y duelo. Nuestra sociedad como es negadora del sufrimiento
muchas veces ignora como experiencias significativas por los cuales
todos tenemos que pasar; es este desconocimiento no se nos enseña
cómo perder, que es normal sentir frente a una pérdida y por qué.
Aprender a perder constituye todo un reto: equivale a reconocer que la
vida esta compuesta de momentos buenos y también dolorosos.
Es asì como se hace necesario aplicar los conceptos de pérdida y duelo
para poder reconocer y abarcar muchas experiencias que nos han
marcado.

HACER UN DUELO

El duelo o luto en términos de tiempo se conoce como el período que


sigue tras la muerte de alguien afectivamente importante; desde otro
punto de vista más dinámico es un proceso activo (y no un estado) ante la
pedida de un ser amado, un objeto o un evento significativo, que
involucre las relaciones de tipo físico, emocional, familiar, conductual,
social y espiritual que se presentan como respuesta a él. El duelo implica
llevar a cabo cambios que generan también ansiedad, inseguridad y
temor.
“Hacer un duelo” es el término que mejor describe la tarea por
emprender luego de la muerte, puesto que, por definición otorga al
doliente un papel activo y responsable en su proceso, en contraposición a
la postura pasiva que anteriormente la psicología le asignaba y que se
traducía social y culturalmente en expresiones como el tiempo lo cura
todo…
A pesar que la experiencia de perder algo ocurre sin nuestra
participación y sin haber escogido que sucediera asì; pero si es nuestra
responsabilidad escoger cómo viviremos después de la experiencia.
(Actitud que asumamos)
El mundo presuntivo, es decir el mundo confiable y predecible de cada
persona, es transformado para siempre por las pérdidas, tras este cambio
que puede suponer una experiencia de duelo la persona no retorna al
punto de partida siendo la misma de antes; es posible que sea mejor,
pero nunca igual. El duelo implica un proceso de reaprender el mundo
externo desorganizado y cambiado, sino también el de reaprendernos y
reconocernos a nosotros mismos
EL DOLOR DE LA AUSENCIA

En inglés que es el idioma en el que más se escriben publicaciones


sobre este tema existen tres términos diferentes que completan la noción
de duelo:

 Beravement: es la sensación de haber sido robado, de ser despojado


de algo valioso. Equivale a quedarse abrazando un espacio vacío.

 Grief: es la reacción de afiliación ante la pérdida. Incluye una


amalgama de respuestas con componentes físicos, emocionales y
espirituales.

 Mourning: se refiere específicamente a la acción o tarea, al trabajo


psicológico, de la elaboración del duelo. Incluye los procesos
mediante los cuales los dolientes deseen los lazos o desatan los
vínculos que lo ligaban a alguien que ya no está.

En español, el término duelo abarca estos tres aspectos, pero no existen


fases o etapas predefinidas en el tiempo o por la calidad de sus
componentes que todos los dolientes deban cumplir, sin embargo se
puede hablar de tres momentos diferentes en el cambio del duelo:

1. CHOQUE, ATURDIMIENTO Y ANESTESIA EMOCIONAL

La primera reacción ante la noticia de la muerte de un ser querido es la


incredulidad, se centra en un pequeño bloqueo de “Esto no es conmigo”
sufre de anestesia emocional, que es una forma de negación, un
mecanismo de defensa que cumple el propósito de suspender o anular lo
que ocurre, por demasiado doloroso que sea, “cancela” temporalmente el
evento para que el individuo puede seguir viviendo.
Entre más intempestiva e inesperada sea la muerte, más largo puede ser
este primer momento de duelo: algunas personas relatan que tan sólo
semanas o meses después pudieron sentir en toda su dimensión la
ausencia del ser querido como irreversible.

2. ENFRENTANDO LA AUSENCIA: FASE AGUDA

En esta etapa se impone la realidad de ausencia y una imperativa y


punzante necesidad de la persona, con oleadas de agonía y dolor
profundo; ya que la ausencia se hace tangible e innegable en todo
momento y lugar: la casa, la cama, a la hora de las comidas…puede
incluso estar la necesidad de tenerlo cerca que se “siente” su presencia,
su peso, olor de perfume o si ve una persona caminando por la calle la se
sigue para corroborar que no es la persona sino una parecida.
Posteriormente, cuando ya se ha aceptado lo ineludible de la muerte y se
ha podido reaccionar frente al hecho, se inicia la dura y larga tarea de
deshacer los vínculos que nos ligaban con esa persona querida. Esto es
lo que se conoce como el proceso de elaboración de duelo que la persona
puede vivenciar como interminable; aquí se confunde tristeza y
depresión empleamos expresiones “esta muy mal” para referirnos a
personas que estan en este estado teniendo en cuenta que es lo que
tiene que vivir para salir de este estado, ya que si esta sensación de
duelo se reprime o se oculta tras una fachada de excesivo trabajo,
admirable fortaleza, abuso del alcohol y las drogas, para adormecer el
dolor y el sufrimiento, estos síntomas estancados hacen estragos y
buscan salir, manifestándose, a través de síntomas fiscos, enfermedades
o trastornos del comportamiento y dificultades para volver amar y
confiar en los demás.
La depresión pude ser también el resultado desfavorable de un duelo no
resuelto, lo mismo que el alcoholismo y muchos otros malestares que a
nivel emocional entorpecen el desarrollo normal de la persona en
diferentes aspectos de su vida, sin saber que tales dificultades en el
fondo yacen de una pérdida o duelo no elaborado.

3. VOLVER A LA VIDA: CAMBIO, REORGANIZACIÓN Y


RESTABLECIMIENTO

Todo duelo bien elaborado debe llegar a un fin. Sin embargo en algunos
casos las heridas son tan profundas que no cicatrizan totalmente y, ante
determinado estímulos, vuelven a doler una y otra vez como es frecuente
en casos de sufrimiento extremo; completar el duelo no significa olvidar
a quien murió sino intentar alcanzar el restablecimiento.
La reorganización es el resultado final, esperado y alcanzado de la
reconstrucción de un mundo que parecía roto.
Reacomodarse a la pérdida y recordar a la persona ya no como presente
sino como ausente, es evocarla sin que su recuerdo sea un obstáculo
para el crecimiento personal.

LAS SEIS R

El duelo es algo que hacemos nosotros mismos y no algo que otro pueda
hacer por nosotros.
Therese Rondo estableció seis pasos que hay que dar en el momento de
atravesar un duelo:
 Reconocer la pérdida: entender y admitir la muerte

 Reaccionar ante la separación: permitirse sentir, esto es, identificar,


aceptar y expresar emociones y sentimientos.

 Replantear los papeles: estar dispuesto a replantear la identidad


previa, el estilo, los valores, aceptando que el mundo cambio
irremediablemente.

 Recordar y reexperimentar la relación: admitir y revivir los


sentimientos, los recuerdos y los momentos compartidos ya sean
buenos o malos en forma realista.

 Reacomodarse: adaptarse a un mundo nuevo, diferente e incompleto.

 Reinvertir la energía psicológica: orientar el amor, el interés, y la


dedicación que ligaba al doliente con quien murió hacia la búsqueda de
nuevos proyectos, ilusiones, afectos y motivos para vivir.

ASPECTOS QUE AYUDAN

 Reconocer la vulnerabilidad y las limitaciones temporales que implican


vivir un duelo y eximirse en lo posible de responsabilidades mayores.

 Tener mucha paciencia y ser benévolo con uno mismo.

 Hablar de lo que paso; compartir los estados de ánimo, los recuerdos


y las necesidades con personas afectivamente cercanas y
comprensivas que sepan tolerar y consolar sin descalificar.

 Consentirse, es decir, buscar experiencias, compañías y momentos


gratificantes, que le produzcan paz y respeten su proceso.

 Disponer de un tiempo para llorar, pensar y recordar.

 Darle un sentido a lo que ocurrió. Esto puede lograrse abriendo un


espacio espiritual en su vida, que le permita recogerse, reflexionar y
trascender a partir de la pena.

 Comer bien y descansar mucho.


FACTORES QUE INCREMENTAN EL RIESGO DE COMPLICACIONES EN
UN DUELO.

Asociados específicamente con la muerte

 Muerte inesperada, repentina (especialmente si es traumática, violenta


o mutilante).

 Muerte como consecuencia de una enfermedad exageradamente larga.

 Muerte de un hijo.

 Muerte que el doliente percibe que se puedo prevenir o evitar.

Asociado a situaciones previas o subsiguientes a la muerte

 Relación agresiva, ambivalente o marcadamente dependiente o


destructiva con quien murió.

 Pérdidas previas, duelos no resueltos o problemas emocionales o


problemas emocionales importantes de índole psiquiatrita.

 Insuficiencia o carencia real de apoyo social, tal como se percibió por


el doliente.

¿CUANDO SE COMPLICA UN DUELO?

No existe unanimidad de criterios para afirmar cuando se complica un


duelo, sin embargo se puede afirmar que se complica cuando alguna de
las seis R se encuentran inhibidas, muestra excesiva duración o se han
vuelto crónicas. En tales casos es urgente buscar la ayuda de un
profesional de la salud mental que pueda detectar los factores que
indiciaron en una complicación.

INDICADORES CLÍNICOS PARA DETECTAR COMPLICACIONES EN EL


DUELO

Muchos síntomas tratados por el profesional (psicólogo o psiquíatra)


están asociados a un duelo complicado, sea porque nunca se afrontó,
porque se bloqueó e inhibió su expresión a algún nivel o porque se
“cronificó”. Es necesario introducir estos síntomas dentro del contexto
especificó del doliente, de su perdida y el tiempo que ha pasado de la
muerte y no utilizarlo de manera aislada, entre algunos indicadores están:

 Excesiva sensibilidad y vulnerabilidad ante las experiencias que


impliquen pérdida o separación.
 Conductas y respuestas psicológicas hiperactivas y de desasosiego.
 Temores ante la muerte, en particular de los seres queridos.
 Idealización excesiva de quien murió.
 Conductas rígidas, compulsivas, que limitan la libertad y bienestar del
doliente.
 Pensamientos obsesivos rutinarios persistentes alrededor del muerto
y las circunstancias de la pérdida.
 Dificultad para experimentar las relaciones emocionales de dolor
natural ante la perdida.
 Confusión e inhabilidad para articular sentimientos y pensamientos
relativos a quien murió.
 Temor en la intimidad en la relación con los demás y otros
indicadores de dificultades en la vida afectiva en relacionados con el
miedo a volver a perder.
 Sensación crónica de aturdimiento, confusión y despersonalización que
aleja al doliente de su entorno.

VIUDEZ, LA MUERTE DE LA PAREJA

La muerte de la pareja y de un hijo constituye, quizás las experiencias


más dolorosas y amenazantes para la estabilidad emocional. Esto se debe
a la intensidad complejidad del vínculo hace que peder al otro signifique
afrontar innumerables perdidas tanto tangibles y cotidianas como
simbólicas o sea el significado interno que tiene esa pérdida.

El hecho que la muerte ocurra en un momento singular incide en la fase


temprana del duelo, aportando extras de culpa, remordimiento, rabia,
nostalgia y dolor.
Las muertes repentinas o inesperadas provocan respuestas iniciales de
choque más intensas y prolongadas, acompañadas de incredulidad y
anestesia emocional, las cuales pueden retardar la aceptación y el
reconocimiento de la muerte como una realidad inmodificable.
Las enfermedades de larga duración pueden aportar tensiones,
ambivalencia, cansancio, culpa, resentimiento y otras respuestas
afectivas que pueden generarle al sobreviviente complicaciones en su
duelo, sobre todo cuando la enfermedad ha sido extremadamente larga.
Cuando la fase inicial de choque comienza a disiparse y los amigos y
familiares regresan a su rutina, puede aparecer el miedo, el temor a
enfrentar solo la vida y a veces el deseo de morir también y no seguir
adelante.
La sexualidad y el manejo de las necesidades afectivas de los viudos y
viudas son temas que poco se abordan. En algunas personas se
intensifican las necesidades sexuales al principio del duelo por lo que les
causa frustración y los pone en posición de vulnerabilidad, a otros la
lealtad la persona muerta los lleva a reprimir sus deseos sexuales, más
aun cundo son concientes del rechazo que podrían generar en su grupo
social la expresión de tales deseos en esos momentos.

DUELOS SECRETOS

Entre las prioridades más importantes de los dolientes están las de poder
compartir sus sentimientos y emociones y la de poder recibir apoyo y
solidaridad de su red familiar y social. Esto no sucede en aquello duelos
inconfesables por pérdidas afectivas de carácter secreto que por algún
motivo no pueden salir a la luz y dejar al doliente en peligrosa soledad
para afrontarlo (aborto provocado, muerte de compañero o compañero
homosexual). Es estos casos la relación amorosa debe ser mantenida en
secreto para protegerla. En muchos casos la familia o la sociedad
descalifica este tipo de relaciones y el sobreviviente de la pareja debe
seguir su cotidianidad sin dejar ver señales externas de dolor. A veces
estos duelos no expresados o reprimidos, se convierten más adelante en
forma de síntomas físicos o psicológicos, de desadaptaciones laborales,
de depresiones inexplicables a los ojos de la familia o de dificultades
perdurables para volver a establecer compromisos afectivos. Es
pertinente y recomendable recibir ayuda profesional para tener la
oportunidad de vivir su duelo plenamente.

LA MUERTE DE UNO DE LOS PADRES PARA EL ADULTO

La muerte de uno de los padres es la pérdida más común y natural para


los adultos. Dependiendo de la edad, es más o menos esperable. A veces
es la solución para una vida de pobre calidad, o alivio para un anciano
que sufre de achaques, dolencias y enfermedades físicas, soledad y
aislamiento porque no tiene a nadie con quien compartir; además nuestra
sociedad carece de espacios laborales para los viejos, lo cual los lleva a
sentirse como un estorbo social y familiar.
Es entonces cuando nos preguntamos por qué la muerte de uno de
nuestros padres nos puede afectar teniendo en cuenta lo anterior y es
básicamente por el vínculo que se establece con ellos.
La relación de cada persona ante la muerte de su padre es única y no se
parece a ninguna y es que nadie nos conoce tanto como nuestros padres,
para bien o mal son figuras muy especiales para los hijos.
A través de nuestra relación con ellos fuimos generando el concepto que
hoy tenemos de nosotros mismos: nuestros gustos, deseos, esperanzas,
estilos de vida, elección de pareja y papeles laborales, sociales y
familiares que en mucho han sido determinado por ellos.
La gravedad del duelo por la muerte de de uno de ellos depende, como
todos los duelos, de muchos factores: quién era para nosotros la persona
que murió, qué papel desempeñaba en nuestra vida y que papel
desempeñaba en nuestra vida y que espacio ocupaba en nuestro mundo
externo, de que forma ya qué momento de su ciclo vital murió. También
influyen la versatilidad y solidez de los recursos para enfrentar la
adversidad y la pena y disponibilidad de una adecuada red de apoyo
familiar y social.

Cabe señalar que el duelo es diferente se trata de la primera o de la


segunda de las muertes, pues para esta ultima estamos ya preparados
emocionalmente, y quizás con ella se resuelva el drama de la viudez y
soledad del padre sobreviviente, ya anciano.

Ninguno de nosotros puede prevenir la pérdida de alguien o algo valioso,


lo que sí puede hacer es elegir la forma en la que vivirá después de estos
acontecimientos.

Elaborado Por:

Nancy Bustamante
Fransenith Chavarría

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