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Consunción, tisis, escrófula, mal de Pott, tabes mesentérica, mal del rey o plaga blanca, de
todos estos modos se ha conocido a la tuberculosis a través de la historia. Es considerada
una de las primeras enfermedades humanas de las que se tiene constancia. Aunque se
estima una antigüedad entre 15.000 y 20.000 años, se acepta que el microorganismo que la
origina evolucionó de otros microorganismos más primitivos dentro del propio género
Mycobacterium.
Se cree que en algún momento de la evolución, alguna especie de mico bacterias saltó la
barrera biológica por presión selectiva, y pasó a tener un reservorio en animales. Esto,
posiblemente, dio lugar a un primer espécimen del Mycobacterium bovis, que es la
aceptada por la mayoría como la más antigua de las especies que integran el denominado
complejo Mycobacterium tuberculosis (que incluye M. tuberculosis, M. bovis, M.
africanum y M. microti). El paso siguiente sería el paso del M. bovis a la especie humana,
coincidiendo con la domesticación de los animales por parte del hombre.
Las denominaciones que recibe en las diferentes culturas: sosha (india), phythysis (griega),
consumptione (latina) o chakyoncay (inca), hacen en todos los casos referencia a "secar" o
"consumir", debido al aspecto debilitado y caquéctico de los afectados.
Renacimiento
Por su parte, el médico y profesor francés, Jean Antoine Villemin (1827 - 1892) inicia en
1865 una serie de experimentos con el fin de demostrar la naturaleza infecciosa de la
tuberculosis. Villemin inocularía el tejido tuberculoso (proveniente del humano y del
ganado afectados) en diversos animales reproduciendo, en forma exitosa, la enfermedad;
concluye, de esta forma, que la tuberculosis consiste en una afección específica causada por
un agente inoculable. A pesar de la importancia de sus descubrimientos, los trabajos de
Villemin no recibieron el reconocimiento médico de la época.