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Historia de la tuberculosis

Consunción, tisis, escrófula, mal de Pott, tabes mesentérica, mal del rey o plaga blanca, de
todos estos modos se ha conocido a la tuberculosis a través de la historia. Es considerada
una de las primeras enfermedades humanas de las que se tiene constancia. Aunque se
estima una antigüedad entre 15.000 y 20.000 años, se acepta que el microorganismo que la
origina evolucionó de otros microorganismos más primitivos dentro del propio género
Mycobacterium.

Se cree que en algún momento de la evolución, alguna especie de mico bacterias saltó la
barrera biológica por presión selectiva, y pasó a tener un reservorio en animales. Esto,
posiblemente, dio lugar a un primer espécimen del Mycobacterium bovis, que es la
aceptada por la mayoría como la más antigua de las especies que integran el denominado
complejo Mycobacterium tuberculosis (que incluye M. tuberculosis, M. bovis, M.
africanum y M. microti). El paso siguiente sería el paso del M. bovis a la especie humana,
coincidiendo con la domesticación de los animales por parte del hombre.

Se han constatado indicios de su presencia en huesos humanos datados en el Neolítico,


aunque no es posible conocer con exactitud su magnitud (incidencia y prevalencia) con
anterioridad al siglo XIX. Se estima, no obstante, que el período de mayor extensión (por
porcentaje de población afectada) transcurrió entre los últimos años del siglo XVIII y los
últimos del XIX.

Las denominaciones que recibe en las diferentes culturas: sosha (india), phythysis (griega),
consumptione (latina) o chakyoncay (inca), hacen en todos los casos referencia a "secar" o
"consumir", debido al aspecto debilitado y caquéctico de los afectados.

Renacimiento

En Europa, la epidemia de la tuberculosis inició alrededor del siglo XVII, alcanzando su


máximo apogeo a finales del siglo XVIII y principios del XIX. A pesar de su paso
arrollador por la sociedad europea, la tuberculosis permanecía indescifrable hasta que, en el
siglo XIX, se dilucidan los conceptos fundamentales de la enfermedad.

En ese siglo, el médico anatomopatólogo francés René Laennec (1781-1826) elabora un


instrumento cónico de madera, al que denominó estetoscopio. Esta sencilla invención le
permitió revolucionar la forma de auscultación de los pacientes que, tradicionalmente, se
basaba en colocar el oído del médico directamente sobre el pecho de la persona. Con ayuda
de este instrumento, Laennec describe una serie de enfermedades torácicas y en particular,
la tuberculosis, las cuales fueron publicadas en el libro “De la auscultación Mediata”.

Por su parte, el médico y profesor francés, Jean Antoine Villemin (1827 - 1892) inicia en
1865 una serie de experimentos con el fin de demostrar la naturaleza infecciosa de la
tuberculosis. Villemin inocularía el tejido tuberculoso (proveniente del humano y del
ganado afectados) en diversos animales reproduciendo, en forma exitosa, la enfermedad;
concluye, de esta forma, que la tuberculosis consiste en una afección específica causada por
un agente inoculable. A pesar de la importancia de sus descubrimientos, los trabajos de
Villemin no recibieron el reconocimiento médico de la época.

La historia de la tuberculosis tuvo un giro dramático el 24 de marzo de 1882 cuando Robert


Koch presenta sus estudios a la comunidad científica de Berlín y expresa haber identificado
al agente causal de la tuberculosis: un microorganismo al que él denominó como bacilo
tuberculoso. En sus estudios Koch describe la tinción, aislamiento, cultivo del bacilo y
reproducción de la enfermedad a través de la inoculación del bacilo en animales de
experimentación demostrando, mediante esta secuencia experimental, que este organismo
era el agente causante de la tuberculosis. Este hecho histórico sería esencial en la lucha
antituberculosa siendo el sustento para el desarrollo de métodos diagnósticos y la búsqueda
de un tratamiento eficaz contra la enfermedad.

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