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EN LA FRONTERA DE LA VIDA: LOS VIRUS

XV. LOS VIRUS: PROBLEMAS DE UN CONCEPTO EN EVOLUCIÓN


BIBLIOGRAFÍA
CONTRAPORTADA
Autor: ARMANDO ARANDA ANZALDO

COMITÉ DE SELECCIÓN:
EDICIONES
PRÓLOGO
I. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA AL ESTUDIO
...DE LOS VIRUS
II. LA ESTRUCTURA DE LOS VIRUS
III. EL PROCESO DE INFECCIÓN VIRAL
IV. LISOGENIA
V. INTERACCIONES ENTRE VIRUS Y
...CÉLULAS EUCARIÓTICAS
VI. INTERFERÓN E INMUNIDAD A LAS
...INFECCIONES VIRALES
VII. INTERACCIONES ENTRE EL VIRUS Y EL
...ORGANISMO HOSPEDERO
VIII. VIRUS Y TUMORES
IX. LOS RETROVIRUS: LA CLAVE DE LA
...ONCOGÉNESIS VIRAL
X. PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DE LAS INFECCIONES VIRALES
XI. VIRUS DE LA INMUNODEFICIENCIA HUMANA
XII. LA EVOLUCIÓN DE LOS VIRUS
XIII. LOS VIRUS Y LA INGENIERÍA GENÉTICA
XIV. EL ORIGEN DE LOS VIRUS

EDICIONES
Primera edición, 1988

Segunda edición, 1995

La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que
pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Subsecretaría de
Educación Superior e Investigación Científica de la SEP y del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología.

D. R. © 1988, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE CV.

1
Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D.F.

ISBN 968-16-48ll-0 (2a. edición)

ISBN 968-16-2923-X (la. edición)

Impreso en México

PRÓLOGO
A LA SEGUNDA EDICIÓN

El manuscrito de la primera edición de este libro fue terminado en la primavera de 1987;


ocho años han transcurrido desde entonces, lapso en el cual nuevos descubrimientos, en
el ámbito de la biología y las ciencias biomédicas, han permitido resolver viejas
cuestiones, plantear nuevas incógnitas y también reconsiderar antiguas respuestas que
resultaron equivocadas a la luz de los nuevos conocimientos. En el campo de la virología
se han producido importantes avances y han sido descritos nuevos agentes virales tanto
en bacterias, como en plantas y animales; baste mencionar tres nuevos tipos de virus de
Herpes humanos (HHV-6, HHV-7 y HHV-8). Los avances de la biología molecular han
permitido desarrollar nuevas técnicas para el rastreo e identificación de nuevas moléculas,
nuevos microorganismos y nuevos virus. Por supuesto que el calificativo de nuevo debe
ser tomado con reserva; recordemos que Colón descubrió América para los europeos, sin
embargo, los indígenas tenían siglos de habitarla. De la misma manera, muchos de los
"nuevos" virus pueden haber estado todo el tiempo con nosotros y lo único que ha
cambiado es la precisión de los métodos que ahora nos permiten conocer su existencia.

La virología es una disciplina en pleno desarrollo y, por lo tanto, resulta arriesgado, por no
decir insensato, pretender fijarla y agotarla en el magro espacio del presente libro. En la
primera edición, el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) o Human
Inmunodeficiency Virus (HIV) fue mencionado en forma por demás somera y sin discutir
su relación con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida ( SIDA). La presente edición
pretende subsanar, en la medida de lo posible, las deficiencias de la primera en cuanto al
HIV y otros virus de interés médico y general. Sin embargo, algunos lectores notarán
también que en el presente texto se han suprimido conceptos que hace unos cuantos
años parecían ciertos.

Es indudable que el aislamiento y caracterización del llamado virus de la


inmunodeficiencia humana ha causado un aumento del interés de la comunidad científica
por los virus en general; pero, sobre todo, ha provocado que el término virus ya forme
parte del vocabulario cotidiano y que ciertos aspectos de la virología sean de interés para
el público en general.

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Desde 1987 hasta 1993 trabajé en la Universidad de París en proyectos de investigación
directamente relacionados con el HIV. Esta experiencia me permitió conocer de primera
mano muchos de los factores y actores que han tomado parte en la historia científica del
SIDA; historia que con mucha frecuencia se ha visto desviada por intereses personales,
competencia desleal y afirmaciones apresuradas que presentan a ciertos fenómenos de
laboratorio —artificiales y pasajeros—, como si fueran hechos plenamente demostrados.
Pienso que en el caso de un tema que produce reacciones tan diversas e intensas, como el
del SIDA, puede ser contraproducente la proliferación de obras de divulgación basadas en
información científica de carácter preliminar, por no decir transitorio. Sin embargo,
prefiero correr el riesgo de equivocarme en mi presentación del estado actual del
conocimiento sobre el HIV y el SIDA, que optar por reproducir cierta información "clásica",
misma que continúa siendo divulgada a pesar de ser incorrecta, como lo ha demostrado el
propio curso de la investigación sobre este tema.

Es común decir que la naturaleza es sabia; sin embargo, la labor del científico consiste en
desentrañar dicha sabiduría, lo cual toma su tiempo y dista de ser sencillo. Es indudable
que la ciencia y en particular las ciencias biomédicas pueden contribuir en forma muy
importante al bienestar del género humano; pero muchas veces nuestras necesidades y
urgencias humanas interfieren en el proceso del conocimiento, al constituir presiones
para encontrar, a toda costa, respuestas inmediatas. Un claro ejemplo de lo anterior es la
compleja interacción que se da en torno al problema del SIDA, entre la ciencia, la opinión
pública y los intereses comerciales. Por lo tanto, vale la pena tener presente que en la
ciencia, como en cualquier otra actividad humana, más vale tarde que nunca.

Toluca, marzo de 1995.

I. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA AL ESTUDIO DE LOS VIRUS


a) UN ANTIGUO PROBLEMA EN LA PATOLOGÍA DE LOS SERES VIVOS

El términó virología ha sido incorporado al vocabulario durante las últimas décadas. La


primera revista científica dedicada exclusivamente al campo de la virología: Archiv für die
Gesamte Virusforschung, hoy conocida como Archives of Virology, empezó su publicación
en 1939. El primer texto dedicado sólo a la virología: General Virology, de Salvatore Luria,
fue publicado en 1953. Sin embargo, los virus han estado acompañando al hombre
durante toda su historia y el término virus tiene muchos siglos de existencia, aunque su
uso y connotaciones han variado notablemente a lo largo del tiempo. Se puede decir, en
forma un tanto arbitraria, que los orígenes de la disciplina científica hoy día conocida
como virología apenas se remontan a las décadas finales del siglo XIX. Pero considerando
aspectos epidemiológicos* y semiológicos** dentro del registro histórico,
encontramos que enfermedades como la rabia han sido descritas y registradas
meticulosamente por más de dos mil años. En el caso particular de la rabia, su misterioso

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origen, su capacidad para transformar a un perro domesticado en bestia feroz, su largo e
impreciso periodo de incubación y los dramáticos síntomas que preceden al final fatal de
esta enfermedad en los humanos, constituyen un cuadro pavoroso y a la vez irresistible,
que ha merecido la atención de los escritores y pensadores de la Antigüedad.

Si se comparan las antiguas descripciones hechas por cronistas griegos y romanos con los
casos más recientes de rabia tanto en animales como en humanos, encontramos que
desde el punto de vista clínico el virus de la rabia no ha cambiado a lo largo de los siglos.
Esta característica lo distingue de otros virus patógenos (capaces de producir
enfermedad), confiriéndole una posición única en la historia de la medicina. Diferentes
ideas acerca de la causa y el origen de la rabia han sido concebidas en diferentes épocas.
Una de las primeras descripciones de la rabia que han sobrevivido hasta nuestros días es
la de Aristóteles. "la rabia vuelve loco al animal, y cualquier especie de animal, con
excepción del hombre, será contaminado con esta enfermedad si es mordido por un perro
rabioso. La enfermedad es fatal para el propio perro y cualquier otro animal mordido por
éste, con excepción del hombre". Autores posteriores muchos de los cuales dudaron en
cuestionar la credibilidad del gran filósofo griego, se mostraron sorprendidos por la
referencia de Aristóteles a la supuesta insusceptibilidad del ser humano para ser
contaminado por la rabia. Así, algunos autores propusieron que originalmente el agente
causal de la rabia no podía contagiar al hombre y solamente al cabo de los siglos el
misterioso agente causal de esta enfermedad había adquirido la capacidad de afectar al
ser humano. Sin embargo, el médico renacentista Girolamo Fracastoro hizo notar que
Aristóteles solamente quería recalcar el hecho de que no todos aquellos humanos
mordidos por un perro rabioso desarrollarían la enfermedad en forma obligatoria.

Una descripción de la rabia más precisa y detallada fue proporcionada en el libro De


medicina, escrito por Celso, un médico que vivió en el siglo I, en el apogeo del Imperio
romano. En particular, hay una frase en el texto de Celso que ha llamado poderosamente
la atención de los historiadores de la medicina: "...especialmente en los casos en que el
perro es rabioso, el virus debe ser drenado con una ventosa de vidrio..." Por supuesto
nadie se atrevería a pensar que Celso identificó al agente de la rabia como un virus en el
sentido moderno del término. Sin embargo, es importante hacer notar que Celso utilizó el
término virus para denotar al agente causal de la rabia, mientras que en el mismo texto
utilizó la palabra venenum para describir la ponzoña de las serpientes. Es probable que tal
distinción no haya sido accidental, sobre todo si consideramos que el término latino virus
puede significar veneno o también líquido viscoso. Por lo tanto, quizá Celso estaba
advertido de que el agente de la rabia era transmitido por medio de la saliva viscosa del
perro rabioso.

Después de Celso, el término virus se utilizó durante siglos en forma casual como
sinónimo de ponzoña o veneno, hasta que a finales del siglo XVIII adquirió claramente el
significado de un agente infeccioso, debido a la creciente advertencia general de que
existen muchas enfermedades contagiosas y transmisibles. La gradual aceptación del
término virus en la literatura médica corrió paralela con el desarrollo de los conceptos de

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infección y contagio, los cuales deben su origen al estudio de una enfermedad también de
naturaleza viral, pero que, a diferencia de la rabia, ha tenido enorme influencia sobre el
curso de la historia social y política de la humanidad: la viruela.

En términos de la devastación causada en las sociedades medievales, la viruela es


solamente comparable con la peste bubónica. Sin embargo, la historia temprana de la
viruela presenta grandes dificultades para el historiador de la medicina, ya que, a
diferencia de la rabia, es muy difícil establecer un diagnóstico diferencial entre la viruela y
otras enfermedades eruptivas de tipo febril, como el sarampión, la varicela o la
escarlatina, a partir de las descripciones proporcionadas por los cronistas de la
Antigüedad. Pero no cabe duda de que los conquistadores españoles contaron con un
inesperado, silencioso y mortal aliado que contribuyó notablemente al éxito de Cortés y a
la pronta caída de Tenochtitlán. Un soldado de la expedición de Pánfilo de Narváez arribó
a México enfermo de viruela, enfermedad hasta entonces desconocida en Mesoamérica.
La falta de inmunidad natural a la viruela permitió que ésta se extendiera rápidamente
entre la población indígena con desastrosas consecuencias para la misma. En pocas
semanas miles de indígenas sucumbieron a la viruela; recordemos que el propio
Cuitláhuac, penúltimo emperador azteca, falleció por causa de esta enfermedad.
Recientes estimaciones epidemiológicas han llevado a postular que durante los primeros
veinticinco años posteriores a la Conquista más de un tercio de la población indígena
sucumbió a la viruela. Es probable que tal devastación natural haya contribuido en forma
radical al establecimiento del régimen colonial, explicando también en parte por qué
imperios tan poderosos y organizados como el azteca y el inca fueron borrados del mapa,
sin mayor oposición, en unos cuantos años.

Durante los siglos XVII y XVIII ocurrieron en Europa severas epidemias de viruela,
posiblemente debidas a la aparición de nuevas cepas del virus. Médicos y sabios que
testimoniaron estas epidemias pudieron darse cuenta de que algún factor esencial era
transmitido de persona a persona y de casa en casa. En la antigua China, mucho antes de
nuestra era, ocurrieron los primeros intentos para proteger a los individuos contra la
viruela. Así, los chinos desarrollaron la práctica conocida como variolación, la cual consiste
en la inoculación de individuos sanos con fluidos obtenidos de las vesículas eruptivas de
las personas afectadas por casos leves de viruela. En 1721, Mary Worfley Montagu, esposa
del embajador británico en Turquía, introdujo la variolación en Gran Bretaña. Dicho
procedimiento resultaba muy peligroso, ya que con frecuencia los individuos inoculados
desarrollaban la enfermedad y morían a consecuencia de ella, en lugar de ser protegidos
contra la viruela. Los problemas causados por las severas epidemias de viruela y la
controversia en relación con la variolación fueron la base de mucha bibliografía médica
producida en el siglo XVIII. Algunos autores se permitieron especular sobre la naturaleza
del agente transmisible causa del contagio, al cual se denominó virus cada vez con mayor
frecuencia.

En 1730, Thomas Fuller publicó un pequeño libro sobre las fiebres eruptivas (que incluyen
la viruela). Ahí escribió: "La forma principal y más común de contraer las fiebres

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contagiosas, como la viruela y el sarampión, es por medio de infección, o sea, recibiendo a
través del aliento o de los poros de la piel los corpúsculos virosos peculiares a la crianza de
dichas enfermedades."

Por su parte, Angelo Gatti, el gran precursor de Jenner, publicó sus reflexiones sobre la
variolación en 1764. Sus observaciones en relación con la naturaleza de la infección y con
la necesidad de encontrar un método para atenuar "el virus varioloso", fueron de carácter
profético. Sin embargo, Gatti murió en enero de 1798, antes de haber podido conocer el
modesto panfleto publicado en el mismo año por el médico británico Edward Jenner, en el
cual comunicaba su descubrimiento de que la inoculación con el virus de la vacuna (o sea,
con los fluidos obtenidos de las lesiones de la viruela bovina), era capaz de prevenir la
infección de la viruela en seres humanos. El descubrimiento de la vacuna es uno de los
sucesos más importantes no sólo en la historia de la medicina, sino también en la historia
de las sociedades humanas. A pesar de este descubrimiento, se requirieron casi
doscientos años para lograr la erradicación de la viruela.

A principios del siglo XIX, el término virus se encontraba bien establecido en la bibliografía
médica, aunque era utilizado para describir una gran variedad de agentes infecciosos. Este
uso persistió durante toda la época del surgimiento de la bacteriología médica, o sea, los
primeros dos tercios del siglo XIX. Claude Bernard erigió una infraestructura para la
medicina experimental, apoyada en la tradición filosófica de Descartes y Pascal. Por
ejemplo, Bernard citó los resultados obtenidos a través de la simple observación en el
caso de la garrapata y su relación con enfermedades de la piel. Según Bernard, la misma
metodología aplicada en la observación directa de las garrapatas podía ser aplicada para
explorar la validez de las teorías que presumían la existencia de ...el virus, una criatura de
la razón. Así, Claude Davaine empezó en 1860 a utilizar una combinación de
experimentación y observación para rastrear aquello a lo cual se refirió sucesivamente
como el virus, el agente tóxico y finalmente, el bacteridium del ántrax. A falta de filtros
artificiales adecuados, Davaine demostró la diferencia entre sangre infectada y no
infectada por el ántrax, utilizando como filtro la placenta del cerdo. Sin embargo, en
algunos experimentos de Davaine el agente del ántrax era capaz de atravesar el filtro
placentario. Robert Koch descubrió en 1876 que el bacilo del ántrax a veces forma
pequeñas esporas capaces de atravesar la membrana placentaria.

Mientras tanto, Chauveau empezó a trabajar en la identificación del agente de la viruela,


utilizando métodos de filtración. Pero no pudo obtener resultados definitivos, por lo cual
fue el primero en hacer una distinción entre enfermedades virulentas, causadas por virus,
y enfermedades contagiosas, en las cuales era transmitido un microbio o parásito bien
conocido. Por lo tanto, el término virus fue restringido a denotar una misteriosa entidad
infecciosa capaz de ejercer su efecto patogénico solamente por medio de la asociación en
solución de ciertos elementos o partículas de naturaleza desconocida. Chauveau identificó
estos cuerpos elementales (granulations élémentaires) como el origen de la actividad
patogénica, introduciendo así un término que sobreviviría durante décadas.

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En los años 1865-1866, ocurrió en la Gran Bretaña un desastroso brote de una
enfermedad llamada ictericia hemática bovina o peste del ganado, la cual exterminó una
gran cantidad de animales. El médico John Gamgee había urgido, sin éxito, a las
autoridades para que impusieran una cuarentena y programas de matanza controlada
para evitar la diseminación de la enfermedad. A raíz de su fracaso, Gamgee abandonó el
país no sin antes publicar un libro con sus observaciones sobre esta enfermedad; ahí
escríbió:

Al igual que la mayoría de las ponzoñas animales, el virus de la peste del ganado se
reproduce con maravillosa rapidez en los cuerpos de los animales enfermos, de los cuales
es también liberado. Tanto el aliento de la res enferma aspirado por un animal sano, como
lo productos sólidos de la enfermedad, parecen tener la capacidad de inducir el
padecimiento y los antídotos son aplicados demasiado tarde cuando se intenta alcanzar la
ponzoña presente en el sistema animal. No conozco ningún antídoto capaz de ser usado
internamente en los animales enfermos... Me temo que nunca lograremos alcanzar el
virus una vez que éste se encuentra en el animal vivo.

Tales palabras desalentadas merecen ser recordadas considerando los escasos avances
logrados hasta la fecha en el tratamiento de las enfermedades virales.

La etiología u origen del ántrax fue cabalmente entendida gracias al advenimiento de una
herramienta que se volvió invaluable en los estudios bacteriológicos, misma que dio lugar
al surgimiento a fines del siglo XIX del concepto de virus como entidad filtrable. Al parecer,
placas de cerámica blanca no esmaltada y conectadas a una bomba de vacío capaz de
ejercer succión fueron utilizadas en trabajos bacteriológicos por primera vez en 1870, por
Edwin Klebs. Seis años después, Louis Pasteur utilizó para el mismo propósito filtros
hechos con la llamada goma de París. Así, Pasteur, en colaboración con Joubet, aisló el
bacilo del ántrax y adoptó la palabra microbio inventada por Séedillot en 1878, de manera
que Pasteur declaró: todo virus es un microbio, haciendo caso omiso de la distinción hecha
por Chauveau entre enfermedades virulentas y enfermedades contagiosas. A partir de
entonces y a través del trabajo pionero sobre las vacunas contra el ántrax, el cólera aviario
y la rabia, Pasteur y todos aquellos involucrados en estudios patológicos utilizaron el
termino virus para denotar cualquier agente infeccioso (ya fuera o no fuera éste de
naturaleza bacteriana) capaz de producir inmunidad después de la convalecencia del
organismo afectado por el propio agente infeccioso.

Pasteur buscó afanosamente y en vano el agente causal de la rabia. Sin embargo, no


existe evidencia de que haya sospechado que dicho agente era esencialmente diferente
de los otros microbios patógenos que había logrado caracterizar a lo largo de su vida. En
1897, dos discípulos de Robert Koch encabezaron un estudio sobre el origen de la fiebre
aftosa del ganado vacuno. Dichos investigadores demostraron que el agente causal de
esta enfermedad era de naturaleza filtrable, o sea, capaz de atravesar los filtros
bacteriológicos más finos disponibles en aquel entonces. Loeffler y Frosch observaron que
este agente filtrable podía ser pasado de un animal a otro a pesar de que cada pasaje

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implicaba una gran dilución en la concentración del propio agente filtrable. Por lo tanto,
Loeffler y Frosch llegaron a la conclusión de que el agente infeccioso podía reproducirse
en los animales infectados, descartándose de esta manera la posibilidad de que se tratara
de una toxina, y concluyeron que se trataba de un microbio muy pequeño. No es de
sorprender que los bacteriólogos médicos se negaran a buscar una explicación que estaba
por fuera del concepto de microbio patógeno. Por otra parte, es notable que un
microbiólogo botánico fuera capaz de sugerir, unos cuantos meses después de haberse
publicado los resultados de Loeffler y Frosch, una explicación que finalmente resultó
correcta en relación con estudios y observaciones similares realizados respecto al agente
causal de una enfermedad vegetal conocida como mosaico del tabaco.

b) EL VIRUS DEL MOSAICO DEL TABACO

A finales del siglo XIX, los éxitos de la microbiología médica habían establecido
sólidamente la teoría de que las enfermedades infecciosas son causadas por gérmenes
microscópicos que podían ser cultivados en medios nutritivos especiales y aislados por
medio de filtros muy finos capaces de retener dichos microorganismos. Sin embargo, en
1892 el ruso Dimitri Ivanovski demostró que el agente causal de la enfermedad vegetal
conocida como mosaico del tabaco era capaz de pasar a través de los filtros a prueba de
bacterias y no podía ser observado bajo el microscopio ni cultivado en medios artificiales.
Estos resultados hicieron a Ivanovsky especular que el mosaico del tabaco era causado por
un germen productor de toxinas las cuales podían atravesar el filtro bacteriológico. En
1898, el holandés Martinus Beijerinck realizó experimentos más rigurosos, los cuales
demostraron que el agente del mosaico del tabaco pasaba a través de filtros de porcelana
y era capaz de multiplicarse en los tejidos de las plantas infectadas, hecho que descartaba
la posibilidad de que se tratara de una toxina. Beijerinck denominó Contagium vivum
fluidum al agente del mosaico del tabaco. En aquel entonces, el concepto de
macromolécula no existía todavía, y las substancias eran divididas básicamente en dos
grupos; las substancias corpusculares o particuladas, suspendidas en los fluidos
circundantes, como las bacterias y los glóbulos rojos, y las substancias disueltas o solubles,
moléculas de bajo peso molecular.

Para Beijerinck era de la mayor importancia establecer si el virus era disuelto o


corpuscular. Apoyándose en la observación de que el virus era capaz de atravesar filtros a
prueba de bacterias, Beijerinck concluyó que debía tratarse de una substancia disuelta o
soluble y, por lo tanto, de naturaleza molecular, quizá soluble en agua y capaz de
replicarse, pero solamente cuando se encontraba incorporada al protoplasma de la célula
viva infectada. Las conclusiones de Beijerinck resultaron sorprendentemente cercanas al
moderno concepto de virus; sin embargo, también resultaron ser demasiado avanzadas
para su tiempo y encontraron poca aceptación entre los patólogos de principios del siglo.
A pesar de esto, en los primeros años del siglo XX diversos investigadores descubrieron
otros agentes infecciosos filtrables, capaces de producir enfermedades en animales, y
gradualmente el término virus, en principio usado por los médicos de la antigua Roma
para designar cualquier veneno de origen animal, pasó a denominar estos recién

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descubiertos agentes infecciosos filtrables. En 1908, dos patólogos daneses informaron
haber transmitido la leucemia (un tumor caracterizado por una desmedida proliferación
de los glóbulos blancos de la sangre) a pollos, por medio de un filtrado libre de células.
Peyton Rous descubrió en 1911 que algunos tumores sólidos, conocidos como sarcomas
de los pollos, podían ser transmitidos a pollos sanos por medio de un filtrado obtenido a
partir de células tumorales. Sin embargo, estos primeros indicios de la asociación entre los
virus y el cáncer permanecieron ignorados por muchos años.

c) EL BACTERIÓFAGO

En 1915, el inglés F. Twort publicó un artículo en la revista médica The Lancet, en el cual
describió un curioso fenómeno observado en ciertos cultivos de micrococos bacterianos
que después de incubaciones prolongadas desarrollaban regiones transparentes, las
cuales examinadas al microscopio mostraban la ausencia de células bacterianas y la
presencia de minúsculos gránulos cristalinos. El material cristalino podía ser pasado por
filtros de porcelana y una gota de ese filtrado era suficiente para destruir (lisar) un nuevo
cultivo de micrococos. Twort sugirió que el fenómeno podía ser explicado por la existencia
de un virus bacteriano o por la producción de una enzima bacteriana capaz de degradar a
las propias bacterias.

En 1917, Félix d'Herelle observó un fenómeno similar en cultivos del bacilo de la disentería
y demostró que era posible usar cultivos de este bacilo utilizando filtrados obtenidos a
partir de heces fecales. Félix d'Herelle optó inmediatamente por la explicación de que era
un virus la causa de este fenómeno y, debido a que el supuesto virus era incapaz de
multiplicarse, excepto a expensas de bacterias vivas, D'Herelle decidió llamarlo
bacteriófago (devorador de bacterias).

Durante los años veinte la definición del virus se basaba en conceptos puramente
negativos: no podían ser vistos al microscopio, no podían ser cultivados en medios
artificiales, y además no eran retenidos por los filtros a prueba de bacterias. Sin embargo,
las observaciones de D'Herelle permitieron la preparación de grandes cantidades de
bacteriófagos (fagos será el término utilizado en adelante), a partir de la lisis de bacterias
cultivadas en medios líquidos. Estos lisados podían ser utilizados para infectar otros
cultivos. El propio D'Herelle observó que cultivos de bacterias en medio sólido infectados
con lisados que contenían fagos, mostraban "claros" o placas en la, por otra parte,
uniforme capa de bacterias; el número de estas placas era inversamente proporcional a la
dilución del lisado con fagos añadido a dicho cultivo. Por lo tanto, el título de una
suspensión de fagos podía ser estimado en términos de unidades formadoras de placas
(u.f.p.). De acuerdo con esto, si cada partícula viral presente en la preparación infectante
da origen a una placa, entonces la eficiencia de plaqueo (e.p) es igual a la unidad. Muchos
años después, este método sería modificado y aplicado al ensayo de los virus de plantas y
animales. De hecho, uno de los avances más importantes en el estudio de los virus
animales consistió en el ensayo en placa diseñado por Renato Dulbecco en 1952. En este
caso, una suspensión de células animales es colocada en una caja de Petri; las células se

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adhieren y crecen a lo largo y ancho de la superficie de vidrio u otro material sólido, hasta
que forman una monocapa de células Entonces se elimina el medio de cultivo y se añade
una suspensión viral diluida. Después de una breve incubación que permite que las
partículas virales se adhieran (adsorban) a las células, se elimina el exceso de inóculo viral
y se añade una capa de agar nutritivo que cubre las células. Después de una incubación
que puede durar varios días, las células son teñidas por medio de un colorante vital que
solamente penetra en las células vivas, de manera que las muertas por causa de la
infección viral permanecen incoloras y se manifiestan como placas desteñidas en la
monocapa de células teñidas.

Retomando a D'Herelle y los fagos, este investigador creía que la partícula infectante
(fago) se multiplicaba dentro de la bacteria y que su progenie era liberada después de la
lisis de la bacteria hospedera. En 1939, Ellis y Delbrück realizaron experimento conocido
como "curva de crecimiento en un solo paso", el cual constituyó una sólida prueba en
apoyo de la hipótesis de D'Herelle (figura I.1.). Sin embargo, persistía una controversia en
cuanto a si el crecimiento intracelular del fago introducía la lisis de la bacteria o en
realidad dicha lisis bacteriana era un fenómeno secundario sin relación directa con el
crecimiento del fago. Experimentos realizados por Delbrück resolvieron esta controversia
y demostraron que en la lisis de las bacterias infectadas participan factores tanto
dependientes como independientes de la infección viral. Cuando la infección ocurre a baja
multiplicidad, o sea, cuando la relación fago/bacteria no es mayor de 2, el fago penetra la
bacteria, se multiplica e induce la lisis de la célula bacteriana. Sin embargo, cuando la
infección ocurre en altas multiplicidades, o sea, cuando hay un exceso de partículas
infectantes, la lisis bacteriana se debe principalmente a un debilitamiento de la pared
celular causado por el exceso de fagos adsorbidos a dicha pared.

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FIGURA I.1. Diagrama de la curva de multiplicación en un solo paso (o escalón) del
bacteriófago T2.

La primera purificación de un virus fue lograda por Max Schlesinger en 1933 utilizando una
técnica conocida como centrifugación diferencial, la cual se basa en el hecho de que en un
tubo de ensayo sometido a la acción de una fuerza centrífuga las partículas más pesadas
sedimentan a menor velocidad que las partículas ligeras. De esta manera es posible
separar los fagos de los restos de las células bacterianas. El análisis químico de los fagos
purificados demostró que están compuestos por proteínas y ácidos nucleicos en
proporciones casi iguales.

d) LA NATURALEZA QUÍMICA Y MOLECULAR DE LOS VIRUS

En 1935 el químico Wendell Stanley pudo aislar el virus causante del mosaico del tabaco y
purificarlo en forma cristalina. Este hecho representó la cristalización de un material
biológico supuestamente vivo y, por lo tanto, tuvo un enorme impacto desde el punto de
vista filosófico, pues llevó al cuestionamiento de los conceptos establecidos respecto a la
naturaleza y propiedades de los seres vivos. En 1937 Bawden y Pirie lograron la total
purificación del virus del mosaico del tabaco y demostraron que estaba compuesto por
proteína y ácido ribonucleico (ARN). Esto ocurrió en una época en que todavía no se
conocía la naturaleza del material genético. Ya en 1928 Fred Griffith había descubierto que
cepas no patogénicas de neumococos bacterianos, conocidas como cepas R, podían ser
transformadas a la variedad patogénica S cuando eran incubadas en presencia de un
extracto libre de células obtenido a partir de neumococos S que habían sido "muertos" (o

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sea, inactivados) por tratamiento térmico. En 1944, Avery, Mac Leod y Mc Carty
informaron que el ácido desoxirribonucleico ( ADN) obtenido a partir de neumococos S, era
el único factor capaz de transformar a los neumococos R y volverlos patogénicos.

Sin embargo, la ortodoxia científica señalaba a las proteínas como posibles constituyentes
del material genético. En aquel entonces era una opinión generalizada que los ácidos
nucleicos carecían de la versatilidad estructural necesaria para satisfacer el complicado
papel atribuido a los hipotéticos genes. Fue en 1952 cuando Hershey y Chase demostraron
sin lugar a dudas que la información genética reside en los ácidos nucleicos. Para esto
utilizaron al bacteriófago T2, que usualmente infecta a la bacteria Escherichia coli. En
primer lugar, Hershey y Chase crecieron el fago en cultivos de E. coli, en los cuales el
medio de cultivo había sido suplementado con azufre o fósforo radiactivos ( S y P). El
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fósforo radiactivo sirvió para marcar exclusivamente el ADN presente en los fagos recién
sintetizados por las bacterias infectadas, mientras que el azufre permitió marcar la
proteína asociada con las nuevas partículas virales. Posteriormente, estos fagos
radiactivos fueron utilizados para infectar otros cultivos de E. coli, permitiendo que los
fagos se adsorbieran a las bacterias. Después de una corta incubación, estas suspensiones
de fagos y bacterias fueron sometidas a intensa agitación para interrumpir la asociación
entre fagos y bacterias. La suspensión resultante fue centrifugada de manera que las
bacterias sedimentaron en el fondo de los tubos de ensayo y las partículas virales
permanecieron en el líquido sobrenadante. Ambas fracciones (sedimento y sobrenadante)
fueron analizadas en su contenido de radiactividad. El resultado indicó que la mayor parte
del P había penetrado en las bacterias, mientras que casi todo el S había permanecido
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en el sobrenadante. Por otra parte, a pesar de este tratamiento, las bacterias fueron
capaces de producir nuevas partículas virales, las cuales contenían un alto porcentaje de
P y casi nada de S. Estos resultados indicaron que solamente el ADN viral penetra en las
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bacterias y que este ácido nucleico es suficiente para causar una infección productiva en
dichas bacterias.

La proteína de la cubierta viral no es necesaria para producir la infección debido a que no


contiene la información genética. Sin embargo, esta proteína es necesaria para proteger el
ácido nucleico y para permitir la adsorción del virus a las células. El experimento
mencionado sirvió para demostrar que el ácido nucleido constituye el material genético.
(figura I.2.)

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Figura I.2. El experimento de Hershey y Chase.

En 1956, Gierer y Schramm purificaron el ácido nucleico del virus del mosaico del tabaco
(VMT), y demostraron que ARN viral purificado podía ser infeccioso si se tomaban las
precauciones necesarias para protegerlo de ser inactivado por la acción de enzimas
capaces de degradar ácido ribonucleico. Experimentos previos habían demostrado que las
partículas de VMT podían ser disociadas en proteína y ARN, ambos componentes podían
ser reasociados en el tubo de ensayo para formar partículas virales infectivas por
completo y morfológícamente maduras. Basándose en esta observación, Frankel Conrat y
Singer procedieron a disociar dos cepas diferentes de VMT. El ARN obtenido de una cepa
fue reasociado con la proteína obtenida de la otra cepa y viceversa, originando partículas
híbridas, las cuales fueron usadas para infectar plantas de tabaco. En todos los casos, las
plantas infectadas dieron origen a progenies virales que correspondían al tipo del ARN
presente en el híbrido infectante (figura 1.3).

Al igual que todos los organismos, los virus pueden generar mutantes en el transcurso de
su ciclo de crecimiento; estas mutaciones pueden afectar el tipo de placa formada por la
infección viral en los cultivos infectados, el rango de hospederos susceptibles de ser
infectados por el virus e incluso las propiedades fisicoquímicas del virus. Un problema
asociado con las mutaciones consiste en que varias de éstas pueden ser de tipo letal, o
sea, bloquean totalmente la capacidad de replicación del virus y por lo tanto no pueden
ser detectadas. Sin embargo, en 1963 Epstein y Edgar descubrieron un tipo muy particular
13
de mutantes virales que ahora son conocidos como "mutantes letales condicionales". Una
clase de estos mutantes está constituida por los mutantes sensibles a la temperatura.
Estos virus mutantes son capaces de crecer a una cierta temperatura, la temperatura
permisiva, pero no pueden hacerlo a una más alta, la temperatura restrictiva misma
temperatura que no afecta el crecimiento de virus normales. Otra clase de mutantes
condicionales está constituida por los mutantes ámbar, los cuales no pueden crecer en
ciertas cepas celulares llamadas no permisivas, mientras que sí pueden hacerlo en cepas
celulares permisivas. También se han descrito otros tipos de mutantes condicionales
sensibles al frío, los cuales se comportan a la inversa de los mutantes termosensibles
anteriormente descritos.

Figura I.3. El experimento de Frankel-Conrat y Singer que demostró que el ARN es el


material genético del virus del mosaico del tabaco (VMT).

14
Los virus constituyen partículas extremadamente pequeñas cuyo tamaño varía más o
menos entre 20 y 300 nanómetros (nm).* Por lo tanto, los virus sólo pueden ser
observados bajo el microscopio electrónico. En muchos casos los virus infectan a la célula
hospedera por medio de interacción directa entre la célula y la partícula viral, pero en
otros casos los virus son transmitidos por medio de un agente animal o vegetal que actúa
como vector intermediario entre el virus y su hospedero final. Las células que hospedan al
virus contienen ambos tipos de ácido nucleico ( ADN y ARN), mientras que los virus
contienen solamente un tipo de ácido nucleico, el cual será ADN o ARN según el tipo de
virus en particular. El virus se reproduce totalmente a partir de su material genético
constituido por el ácido nucleico, mientras que la célula hospedera se reproduce a partir
de la suma integral de sus componentes. El virus nunca se origina directamente a partir de
un virus preexistente, mientras que toda nueva célula se origina de manera directa de una
célula madre. Los componentes de un virus son sintetizados en forma independiente y son
ensamblados posteriormente para formar una partícula viral madura. En cambio, el
crecimiento de las células consiste en un aumento de todos sus componentes sin que la
célula pierda en ningún momento su integridad. Los virus dependen de la maquinaria
metabólica y sintética presente en la célula hospedera para poder sintetizar el ácido
nucleico y las proteínas virales.

Figura I.4. Diagrama que muestra el tamaño relativo y las formas de diferentes tipos de
virus. (a) Poxvirus (vacuna). (b) Poxvirus (dermatitis pustular). (c) Rabdovirus. (d) Virus de
la parainfluenza (parotiditis). (e) Bacteriófago. (g) Herpesvirus. (h) Adenovirus. (i) Virus de
la influenza. (j) Virus de la papa. (k) Virus del mosaico del tabaco. (l) Polioma/papiloma
virus. (m) Virus del mosaico de la alfalfa. (n) Virus de la polio. (o) Fago ØX174.

15
Figura I.5. Diagrama que ilustra la terminología utilizada para describir los virus con
simetría helicoidal (izquierda) y con simetría icosaédrica (derecha).

Existe una terminología bien establecida para describir los diferentes componentes y
estructuras de los virus. Una partícula viral completa e infectiva es denominada virión. En
el caso de los virus con morfología icosaédrica, la cubierta de proteína es conocida como
la cápside que a su vez está compuesta de unidades morfológicas o capsómeras. La
cápside rodea un centro compuesto de ácido nucleico y proteínas. La cápside y el centro
forman en conjunto la nucleocápside. Ejemplos de virus icosaédricos son el virus de la
poliomielitis y el bacteriófago ØXI74. Otros virus tienen aspecto de bastones o cilindros.
En tales viriones el ácido nucleico está rodeado por una cápside cilíndrica cuya estructura
helicoidal puede ser resuelta bajo el microscopio electrónico. Ejemplos de viriones
helicoidales son el virus del mosaico del tabaco y el bacteriófago M13. En viriones de
morfología más compleja, la nucleocápside está rodeada por una laxa envoltura
membranosa. Dichos viriones tienen forma relativamente esférica, pero son muy
pleomórficos (multiformes) debido a que la envoltura no es rígida. Ejemplo de virus
icosaédricos con envoltura son los herpesvirus. En el caso de los virus helicoidales con
envoltura como el virus de la influenza, la nucleocápside está enrollada dentro de la
envoltura. En viriones cuya estructura es todavía mas compleja, como en el caso del virus
de la viruela, no es posible identificar una sola cápside, ya que este tipo de virus tiene
varias cubiertas alrededor del ácido nucleico. Las envolturas virales tienen características
similares a las de las membranas celulares debido a que tales envolturas se derivan de la
membrana de la célula hospedera durante los estadios finales de la infección viral. Por lo
tanto, las envolturas virales son ricas en lípidos (grasas) y proteínas, algunas de las cuales
forman complejos con diferentes tipos de carbohidratos (azúcares), constituyendo las
llamadas glicoproteínas. Los carbohidratos asociados a las proteínas tienden a protuir de
la envoltura viral y a veces es posible reconocerlos bajo el microscopio electrónico en

16
forma de espigas presentes en la superficie externa del virión. Las figuras 1.4 y 1.5 dan una
idea general de las diversas morfologías y componentes estructurales de los virus.

    

     

FIGURA I.6. Estructura de las bases púricas y pirimídicas.

17
Figura I.7. Estructura de algunos ribonucleótidos.

II. LA ESTRUCTURA DE LOS VIRUS


a) ÁCIDOS NUCLEICOS

EL ÁCIDO nucleico de un virus contiene la información específica y el potencial operacional


para modificar la maquinaria de la célula infectada y para dirigirla hacia la producción
específica de los componentes de las nuevas partículas virales.

Los ácidos nucleicos son macromoléculas constituidas por cadenas de nucleótidos, los
cuales a su vez están constituidos por una base nitrogenada asociada a un azúcar del
grupo de las pentosas y a uno o más grupos de fosfatos. La base nitrogenada puede
18
derivarse de la purina o de la pirimidina. Las dos bases púricas más importantes son la
adenina y la guanina. Las tres bases pirimídicas más importantes son la citosina, el uracilo
y la timina (figura 1.6). En un ribonucleótido el azúcar presente es la ribosa, mientras que
en un desoxirribonucleótido el azúcar presente es la desoxirribosa. Los nucleósidos son
análogos a los nucleótidos, pero carecen de grupos fosfato (figura I.7)

19
Figura II.1a. Segmentos de una cadena de desoxirribonucleótidos o ADN (a la izquierda) y
de una cadena de ribonucleótidos o ARN (a la derecha). Las notaciones condensadas son
ilustradas junto a cada polinucleótido.

Figura II.1b. Formas de representación esquemática del ADN. (a) Esquema que muestra la
polaridad de las cadenas de desoxirribonucleótidos y el apareamiento de bases. (b)
Esquema que muestra la estructura en doble hélice y los parámetros helicoidales de la
molécula.

Los ácidos nucleicos pueden existir en forma de cadena sencilla o de cadena doble. Las
bases nitrogenadas presentes en una cadena pueden aparearse con las bases de la cadena
opuesta por medio de un tipo de enlace químico conocido como puente de hidrógeno. Las
características químicas y estructurales de las bases nitrogenadas hacen que el
apareamiento ocurra entre la guanina y la citosina, y entre la adenina y la timina o el
uracilo. Generalmente, el ácido ribonucleico ( ARN) es de cadena sencilla, aunque también
20
puede existir en forma de cadena doble. Las bases normalmente presentes en el ARN son
la adenina, la citosina, la guanina y el uracilo. El ácido desoxirribonucleico por lo general
existe en forma de cadena doble formando la famosa estructura en doble hélice.
Normalmente el ADN contiene las bases adenina, guanina, citosina y timina (figuras II. (a) y
(b)).

Los ácidos nucleicos de cadena doble, como el ADN, pueden ser desnaturalizados, o sea,
sus cadenas pueden ser separadas por medio de un tratamiento con álcali o por medio de
elevar la temperatura, pues los puentes de hidrógeno son rotos por calor y el pH elevado
(alcalino). Si una molécula de ADN es sometida a desnaturalización térmica, las cadenas
complementarias tienden a separarse conforme se eleva la temperatura. Sin embargo,
estas cadenas tenderán a aparearse de nuevo tan pronto la temperatura desciende a 25°C
o menos. Cuando se añade a esta mezcla de reacción una molécula de ARN, cuya secuencia
es complementaria a cualquiera de las cadenas del ADN desnaturalizado, es posible
obtener híbridos ADN-ARN.

Cuando las macromoléculas del tipo del ARN y el ADN son sometidas a centrifugación en
presencia de una solución concentrada de sales pesadas como el cloruro de cesio (CsCl),
las fuerzas opuestas de sedimentación y difusión producen un gradiente de concentración
de la sal, generando un aumento continuo de la densidad en dirección de la fuerza
centrífuga. Las macromoléculas presentes en semejante gradiente son impulsadas por la
fuerza centrífuga hasta la región donde la densidad de la solución salina es igual a la
densidad de flotación característica de cada tipo de macromolécula.Cuando existen varias
especies de macromoléculas dentro del gradiente, cada especie formará una estrecha
banda en la posición donde la densidad del CsCl es igual a la densidad de flotación de la
especie molecular en cuestión. Las cinco posibles clases de ácido nucleico: ADN de cadena
doble, ADN de cadena sencilla, ARN de cadena sencilla, ARN de cadena doble, híbridos ADN-
ARN, pueden ser separadas por medio de centrifugación en gradientes de CsCI. Por otra
parte, es posible introducir marcadores de densidad en los ácidos nucleicos, haciendo
crecer la fuente del ácido nucleico (virus, bacteria, célula, etc.) en un medio que contenga
isótopos pesados de algún elemento que puede ser incorporado en la estructura de los
ácidos nucleicos ( N, O, H), o análogos de las bases nitrogenadas como el
15 18 2

5.bromouracilo, cuyo peso molecular es mayor que el de la timina normalmente presente


en el ADN. De esta manera, el nuevo ácido nucleico tiene una densidad de flotación mayor
que la del ácido nucleico normal equivalente, y esta característica puede ser de gran
utilidad cuando se desea establecer el destino final de una macromécula en particular.

Existen cuatro posibles tipos de ácido nucleico viral: ADN de cadena sencilla, ADN de
cadena doble, ARN de cadena sencilla y ARN de cadena doble. Virus que contienen
cualquiera de estos tipos de ácido nucleico pueden ser encontrados tanto entre los fagos
como entre los virus que infectan a plantas o animales. El ADN de algunos bacteriófagos se
caracteriza por contener bases raras que substituyen alguna o algunas de las bases
normalmente presentes en el ADN. Por ejemplo, el fago PBSl tiene uracilo (normalmente
presente en el ARN) en lugar de timina mientras que los fagos T2, T4 y T6 tienen en su ADN

21
hidroximetilcitosina en lugar de citosina. La presencia de estas bases raras permite
distinguir con relativa facilidad entre el ácido nucleico viral y aquel correspondiente a la
célula hospedera.

Figura II.2. Formación de dímeros y círculos de ADN del fago después de una incubación
bajo condiciones que favorecen la circulación del ADN. En la figura se muestran las
secuencias de bases que constituyen los extremos o términos pegajosos.

El ADN de cadena doble presente en algunos virus (como el fago l), se caractenza por tener
segmentos de cadena sencilla en ambos extremos de la molécula. Debido a que son
complementarias las secuencias de nucleótidos presentes en ambos extremos, resulta
posible que entren en contacto para formar puentes de hidrógeno dando origen a
moléculas circulares de ADN o a dímeros formados por dos moléculas longitudinales de
ADN unidas por sus extremos (figura II.2.). Estos extremos de cadena sencilla presentes en
una molécula de ácido nucleico que por lo demás es de cadena doble, son denominados
como extremos pegajosos o cohesivos.

Cuando es desnaturalizado el ADN de algunos virus, como los adenovirus, se observa que
cada una de las cadenas de ADN es capaz de formar un círculo por separado. Esto implica

22
que son complementarias las secuencias de nucleótidos presentes en ambos extremos de
cada cadena y por lo tanto deben tener la misma secuencia, pero repetida en sentido
inverso (figura 11.3.). A este tipo de secuencias se les conoce como repeticiones
invertidas. Algunos virus contienen ácido nucleico que está circularizado en forma natural.
Este tipo de ácido nucleico es insensible a la acción degradante de enzimas como la
exonucleasa III, que tienen la capacidad de digerir moléculas de ácido nucleico que poseen
un extremo libre, lo cual no ocurre en las moléculas circulares.

El ADN naturalmente circular puede ser de cadena sencilla como en el fago ØXI74, o de
cadena doble, como en el virus SV4O. Existe evidencia de que algunos virus ARN que
producen infecciones en vegetales como el limonero y la papa contienen moléculas
circulares de ARN.

La secuencia de los nucleótidos presentes en las cadenas o bandas de los ácidos nucleicos
constituye la base del código genético. Cada codón (o letra del código) es definido por una
tripleta de nucleótidos que, a través del proceso conocido como traducción es
interpretada como una letra que corresponde a uno de los veinte aminoácidos diferentes
que constituyen las proteínas. En términos generales, la secuencia de codones que
constituyen un gene codifican la secuencia de aminoácidos que constituyen una proteína
en particular.

FIGURA II.3. Las secuencias de nucleótidos que corresponden a repeticiones invertidas


permiten que se formen regiones de cadena doble debidas a reasociación intramolecular.
Cuando las repeticiones se encuentran muy próximas entre sí, se forma una horquilla
doble con extremo de cadena sencilla. La última columna en el diagrama muestra la
apariencia de estas estructuras producidas por la reasocación de las repeticiones

23
invertidas, cuando son observadas al microscopio electrónico: las regiones de cadena
doble se distinguen por su mayor grosor

En los últimos diez años se han desarrollado una variedad de técnicas y métodos que
permiten determinar la secuencia de nucleótidos en cualquier tipo de ácido nucleico. La
primera secuencia completa de un ARN viral fue determinada en el fago MS2 por el grupo
de Walter Fiers en 1976. En 1977, Fred Sanger y colaboradores publicaron la secuencia
completa del genoma del fagoØXl74, constituido por ADN de cadena sencilla.
Posteriormente, muchos otros genomas virales de mayor tamaño y complejidad han sido
secuenciados en parte o en su totalidad. Una vez que se conoce la secuencia del genoma
viral es posible establecer la forma como están organizados los genes presentes en el
ácido nucleico. Los avances de la biología molecular han permitido determinar la
naturaleza de las secuencias de nucleótidos que actúan como signos de puntuación en la
lectura de la información genética. Normalmente en los genomas de bacterias, plantas y
animales cada gene abarca uno o varios segmentos del ácido nucleico, estos segmentos
están separados de los segmentos correspondientes a los genes adyacentes. En el caso de
los virus, los genomas virales resultan ser muy pequeños cuando se les compara con los
genomas de las bacterias más simples; esto implica que los virus tienen una capacidad
muy limitada para contener información genética. Sin embargo, algunos virus han
desarrollado estrategias para obtener una máxima capacidad de almacenamiento de la
información genética. Una de estas estrategias consiste en la traslapación de genes, de
manera que un segmento del ácido nucleico puede contener la secuencia de nucleótidos
correspondiente a la totalidad del gene A y a la vez contener la secuencia inicial
correspondiente al gene B, mismo que se continúa en otra región del ácido nucleico
posterior al término del gene A. La otra estrategia consiste en la superposición de genes,
de manera que el segmento del ácido nucleico que corresponde al gene C incluye también
al gene D que codifica una proteína más pequeña que la codificada por el gene C. Esta
multiplicidad de marcos de lectura característica de algunos genomas virales implica la
necesidad de una compleja regulación y coordinación de la expresión genética en esos
virus (figura II.4.).

24
Figura II.4. Mapa genético del ADN del virus SV40 que contiene 5 243 pares de bases. La
región temprana (transcrita en el sentido opuesto de las manecillas del reloj) es ilustrada
en gris, y la región tardía (transcrita en el sentido de las manecillas del reloj) es ilustrada
en negro. El origen de replicación es marcado Ori.

b) LA FUNCIÓN PROTECTORA Y MORFOLÓGICA DE LAS PROTEÍNAS VIRALES

El análisis de partículas virales purificadas muestra que con tienen entre 50 y 90% de
proteína. Si consideramos que los ácidos nucleicos en solución son susceptibles de ser
fácilmente fragmentados o degradados, podemos asumir que el componente proteico de
los virus tiene fundamentalmente un papel protector.

Una tripleta de nucleótidos (codón) tiene un peso molecular promedio de alrededor de


1000 daltones y sólo codifica un aminoácido cuyo peso molecular promedio es de
aproximadamente 100 daltones. Por lo tanto, un ácido nucleico puede especificar cuando
mucho una décima parte de su peso molecular en proteína. Con mucha frecuencia los
virus contienen más de un 50% de su peso en forma de proteína; esto sugiere que deben
estar presentes varias copias de una misma proteína de bajo peso molecular, ya que se
requiere de menos material genético para especificar un solo tipo de molécula de proteína
la cual puede ser usada como subunidad para construir la cubierta del virus. Sin embargo,
no es esencial que la cubierta del virus esté formada por subunidades idénticas, siempre y
cuando los pesos moleculares combinados de los diferentes tipos de subunidades sean
suficientemente pequeños en relación con el peso molecular de la molécula del ácido
nucleico viral. La construcción de las partículas virales a partir de subunidades
estructurales incrementa la estabilidad genética del propio virus, ya que al reducirse el
tamaño de las subunidades estructurales se reduce la posibilidad de que ocurran
mutaciones nocivas en el gene que codifica dicha subunidad.

25
El fenómeno de autoensamble es particularmente relevante para los virus y otros sistemas
biológicos debido a sus atributos de economía y eficiencia. Por ejemplo, en la industria de
la construcción ha sido posible abatir los costos e incrementar la eficiencia utilizando
unidades prefabricadas que a su vez son ensambladas en forma rápida y barata en el sitio
de construcción. Esto involucra dos procesos: la fabricación de unidades básicas y el
ensamble de las mismas para formar edificaciones complejas. En el caso de los sistemas
biológicos, la fabricación de unidades es análoga a la síntesis de moléculas de proteína a
partir de aminoácidos. Esta síntesis depende de las instrucciones contenidas en la
secuencia de nucleótidos presentes en los ácidos nucleicos. El proceso de ensamble es
independiente de instrucciones externas ya que la información necesaria para construir
los complejos moleculares está incluida dentro de los propios componentes individuales.
El mecanismo de autoensamble tiene la ventaja de que puede ser controlado en cada
nivel de organización. Por ejemplo, las subunidades defectuosas son eliminadas
automáticamente durante el proceso de ensamble, de manera que estructuras complejas
son construidas con exactitud y eficiencia. En el caso particular de los virus, las moléculas
de proteína que constituyen las subunidades de la cápside interaccionan con la cadena o
cadenas del ácido nucleico viral para formar una partícula viral. El proceso depende de la
formación de enlaces entre las subunidades y al igual que en el proceso de cristalización,
la regularidad de la estructura final es consecuencia de factores termodinámicos que
obligan a formar un máximo número de uniones no covalentes entre las subunidades. Sin
embargo, en un cristal todas las moléculas se encuentran en ambientes similares,
mientras que tal situación rara vez ocurre en el caso de estructuras hechas a partir de
subunidades de proteína. Una proteína es una macromolécula compuesta por una
variedad de moléculas individuales denominadas aminoácidos. Los aminoácidos se
encuentran unidos por enlaces químicos conocidos como uniones o enlaces peptídicos;
por lo tanto, toda proteína puede ser considerada como una cadena polipeptídica, la cual
tendrá una conformación espacial o estructura terciaria que depende directamente de la
composición de los aminoácidos presentes en dicha proteína. Debido a su composición
química; los aminoácidos se dividen en neutros, hidrofóbicos e hidrofílicos. Así, cuando
una proteína se encuentra rodeada completamente por un medio acuoso, los grupos
hidrofóbicos tienden a juntarse en el interior de la molécula de proteína, mientras que los
grupos hidrofílicos tienden a permanecer en la superficie de la molécula, haciendo
contacto con el medio. Estas interacciones determinan la conformación espacial de la
proteína.

En el caso del virus del mosaico del tabaco (VMT), una proteína compuesta por 158
aminoácidos constituye la subunidad básica a partir de la cual se construye la cápside del
virus. En dicha proteína cuando menos la mitad de los aminoácidos presentes en el
interior de la macromolécula son de tipo hidrofóbico, mientras que en la superficie de la
misma hay tan sólo cuatro grupos hidrofóbicos en un segmento constituido por 24
residuos de aminoácidos. Por lo tanto, se puede decir que los mismos principios
fisicoquímicos que rigen el desarrollo de la estructura terciaria y cuaternaria de las
proteínas son causa de la organización de las cápsides virales. Las múltiples uniones
formadas durante la agregación de las subunidades de proteína contribuyen al

26
enmascaramiento de sitios potencialmente susceptibles a la acción de enzimas capaces de
degradar proteínas; de esta manera las proteínas de la cápside viral adquieren también
mayor resistencia al calor y otros agentes físicos.

Es bien sabido que las suspensiones de partículas virales pueden ser mantenidas por
largos periodos en el laboratorio esto implica que dichas partículas constituyen
estructuras estables. Una condición necesaria para lograr la estabilidad de cualquier
estructura consiste en que la estructura se encuentre en su estado de mínima energía
libre; esto se logra estableciendo un máximo número de uniones entre las subunidades
que constituyen dicha estructura. Debido a que las subunidades de la cubierta viral son
relativamente asimétricas, se requiere que estén dispuestas o ensambladas en forma
simétrica para que pueda formarse el mayor número de uniones entre dichas
subunidades. Existe un número limitado de formas que permiten el ensamble simétrico de
subunidades asimétricas.

c) VIRUS FILAMENTOSOS

Una posible forma de generar una estructura simétrica tridimensional a partir de


componentes asimétricos como las proteínas consiste en distribuir las proteínas alrededor
de una circunferencia de manera que formen un disco. Apilando un gran número de
discos se obtiene una estructura tridimensional con una cavidad interna apropiada para
albergar la molécula del ácido nucleico (figura II.5.). Un ejemplo de virus filamentosos está
dado por el virus del mosaico del tabaco. El examen detallado del VMT muestra que las
subunidades de proteína no están dispuestas en forma de anillos sino en forma helicoidal.
Esto resulta lógico considerando que el ARN del VMT tiene una forma helicoidal y, por lo
tanto, al disponer las subunidades de proteína en forma helicoidal es posible formar el
mayor número de uniones entre las subunidades de proteína y el ácido nucleico. Todos los
virus filamentosos estudiados hasta la fecha muestran una estructura helicoidal indicando
que el ácido nucleico es el factor esencial que rige este tipo de arreglo estructural.

Figura II.5.(a) Disposición de componentes asimétricos idénticos alrededor de una


circunferencia para lograr una estructura simétrica. (b) Segmentos de una partícula de

27
virus de mosaico del tabaco que muestra las subunidades de proteína formando una
estructura helicoidal. El ARN se localiza en un surco helicoidal formado por las subunidades
de proteína.

d) VIRUS ESFÉRICOS

También se puede obtener una partícula simétrica disponiendo las subunidades de


proteína alrededor de los vértices o caras de un cuerpo con simetría cúbica como el
icosaedro, constituido a partir de 20 triángulos equiláteros. Multiplicando el número de
subunidades presentes en cada cara por el número de caras, obtenemos el número
mínimo de subunidades que pueden ser acomodadas alrededor de tal cuerpo geométrico.
En el caso del icosaedro, el número es de 60 subunidades. Este tipo de arreglo representa
una de las pocas formas en que objetos asimétricos pueden ser acomodados en forma
simétrica sobre la superficie de una esfera. Las micrografías electrónicas de un gran
número de virus diferentes muestran que éstos tienen una silueta esférica que al ser
examinada más detalladamente corresponde a una estructura con simetría icosaédrica.
Varios de los virus esféricos con simetría icosaédrica contienen más de 60 subunidades de
proteína. Por ejemplo los adenovirus contienen aproximadamente 1 500 subunidades en
su cubierta (figura II.6.). Sin embargo, Donald Caspar y Aaron Klug han descrito las reglas
que gobiernan la estructura de los virus esféricos. Tales reglas fueron inspiradas por el
estudio de las estructuras geodésicas diseñadas por el arquitecto norteamericano
Buckminster Fuller. En dichas estructuras la superficie de una esfera es subdividida en
facetas triangulares, las cuales son arregladas con una simetría icosaédrica. Este método
de triangulación de la esfera representa el diseño óptimo para una cubierta cerrada
construida a partir de subunidades idénticas unidas en forma regular. Ninguna otra forma
de subdividir una superficie cerrada puede proporcionar un grado similar de equivalencia.
Este tipo de estructuras tienen un mínimo de energía libre, lo cual explica en parte la
abundancia de los virus con simetría icosaédrica.

28
Figura II.6. Organización de las subunidades de proteína en la cápside del adenovirus.

e) VIRUS CON MÁS DE UN TIPO DE SUBUNIDAD

Las micrografías electrónicas de los adenovirus muestran que las 1 500 subunidades de
proteína están arregladas en 240 hexámeros y 12 pentámeros, y en cada vértice del virus
se proyecta una fibra de proteína. Está bien establecido que las fibras, los pentámeros y
hexámeros están constituidos por diferentes tipos de proteínas. Los adenovirus
representan el ensamble regular de tres diferentes tipos de proteína. Esto puede lograrse
arreglando los pentámeros y las fibras en los vértices del icosaedro, y los hexámeros en las
caras del icosaedro. Una forma diferente de arreglo estructural ocurre en los reovirus en
los cuales la cápside está constituida a partir de 8 diferentes proteínas dispuestas en dos
capas o cubiertas que poseen simetría icosaédrica. Tres de las proteínas están dispuestas
en la cubierta externa, y las cinco proteínas restantes en la cubierta interna.

f) VIRUS CON ENVOLTURA

Muchos de los virus animales más grandes y unos cuantos virus de plantas y bacterias
están envueltos por una cubierta membranosa de proximadamente 75Å de grosor. Esta
envoltura se deriva en gran parte de las membranas de la célula hospedera y puede ser
degradada por medio del tratamiento con detergentes o solventes orgánicos como el éter,
ocasionando así la pérdida de la inefectividad del virus. A este tipo de virus también se les
conoce como virus sensibles al éter. Los virus de la influenza son representativos de los
virus animales con envoltura. Estos virus han sido descritos como pleomórficos
(multiformes), aunque las partículas virales en células de animales vivos tienen una forma
filamentosa. La apariencia pleomórfica se hace evidente cuando estos virus son cultivados
en embriones de pollo. Estos virus poseen debajo de la envoltura una capa o cubierta de
proteína llamada proteína M (proteína de la membrana o proteína de la matriz). Dentro
de la cubierta formada por la proteína M, pero separado de la misma, se encuentra el
componente nucleoproteico constituido por un cilindro flexible de ARN y proteína
dispuesta en forma similar a un pasador para el pelo que ha sido doblado. La estructura de
la nucleocápside del virus de la influenza es de tipo helicoidal. Cada uno de los diferentes
virus de la influenza codifica cuando menos 4 diferentes proteínas que son ensambladas
en el virión, dando origen a diferentes estructuras virales.

Algunos virus con envoltura tienen nucleocápsides icosaédricas. Particularmente los virus
ARN productores de tumores también conocidos como retrovirus, tienen una
nucleoproteína que está superenrollada en forma de una esfera hueca rodeada por la
envoltura, la cual se deriva de la membrana celular y es modificada por la inserción de
glicoproteínas específicas del virus.

g) VIRUS CON MORFOLOGÍA DE CABEZA Y COLA

29
Este tipo de morfología sólo ha sido encontrada en cierto tipo de bacteriófagos y está
directamente relacionada con la forma en que tales virus infectan a sus bacterias
hospederas. El número de fagos con arquitectura de tipo cabeza-cola es considerable;
estos fagos pueden ser subdivididos en fagos de cola corta, fagos de cola larga no
contráctil, y fagos con colas contráctiles y complejas que también pueden poseer otro tipo
de estructuras como collares, placas basales y fibras (figura II.7.). A pesar de su
complejidad estructural, los principios que gobiernan el ensamble de estos fagos son
similares a los descritos en relación con otros virus cuya arquitectura es más sencilla. Las
cabezas de los fagos tienen usualmente una simetría osaédrica mientras que las colas
tienen una simetría helicoidal.

Figura II.7. Representación esquemática de las estructuras de algunos bacteriófagos con


cola.

Todas las estructuras presentes, como las placas basales poseen alguna forma de simetría.

h) EL PRINCIPIO DE AUTOENSAMBLE

Los virus son construidos de acuerdo con principios de diseño eficientes y, por lo tanto,
son capaces de autoensamblarse sin la participación de ningún factor organizador
externo. Esto es posible debido a la formación de un gran número de uniones débiles
cuando los componentes del virus son colocados en la configuración adecuada por medio
de movimientos al azar propiciados por factores termodinámicos. Por ejemplo, si se trata
al VMT con una solución concentrada de urea, ocurre una descomposición del virus en
subunidades de proteína y ARN. Si se elimina la urea y son incubadas de nuevo las
subunidades de proteína en presencia del ARN viral, las macromoléculas se agregan en
forma espontánea dando origen a partículas virales infecciosas. Sin embargo, cuando se
omite el ARN viral durante el proceso de repolimerización, se obtienen cilindros de
proteína, pero en este caso las subunidades están apiladas en forma de discos en lugar de

30
tener una disposición helicoidal. Además, estos cilindros son menos estables que la
particula viral completa, lo que señala la importancia del ácido nucleico en la
estabilización de la estructura viral.

En el caso de algunos virus icosaédricos, ha sido posible realizar también experimentos de


reconstrucción o reconstitución in vitro (o sea, en el tubo de ensayo). Sin embargo,
modificando las condiciones de estos experimentos, ha sido posible obtener estructuras
tubulares y otras variables morfológicas. Esto indica que las propiedades de
empacamiento de las proteínas son las que en última instancia determinan la estructura
de la partícula viral.

El autoensamble resulta económico para los virus, pues no requieren de información


genética específica para lograrlo, y además proporciona un método sencillo y eficiente
para eliminar subunidades defectuosas producidas durante la replicación de los
componentes virales. Sin embargo, algunos bacteriófagos complejos del tipo cabeza-cola,
como el fago T4, muestran cierto grado de control genético en el proceso de ensamblaje;
este fenómeno será discutido más adelante.

III. EL PROCESO DE INFECCIÓN VIRAL


LA INFECCIÓN se inicia cuando entran en contacto una partícula viral y una célula
susceptible. En el caso de fagos y bacterias en un cultivo en suspensión, la interacción
entre ambos ocurre por simple difusión, ya que partículas con el tamaño de bacterias y
virus se encuentran en permanente movimiento browniano cuando están en suspensión.
En el caso de los virus animales, la difusión es también el factor más importante que
afecta la unión con células animales en cultivo, ya que esta asociación es independiente
de la temperatura mientras ésta no afecte el movimiento browniano. Probablemente en
el caso de la infección en el animal entero existen otros factores que afectan la asociación
entre el virus y las células; sin embargo, es muy difícil diseñar experimentos para estudiar
la interacción entre virus y células animales in vivo. En el caso de las plantas, la infección
viral generalmente es consecuencia de daño mecánico previo, hecho a la planta por
factores externos. En otras ocasiones, la infección viral en plantas es el resultado de la
acción de insectos portadores del virus que actúan como vectores del mismo,
introduciéndolos en plantas susceptibles.

a) ADSORCIÓN

La mayoría de los fagos se adsorben (pegan) a la pared celular de las bacterias


susceptibles, pero algunos fagos también son capaces de adsorberse a los flagelos,
vellosidades (pili) o cápsulas presentes en la superficie de la bacteria hospedera. El caso
mejor documentado de adsorción viral está representado por los fagos T2 y T4, los cuales
son virus con morfología compleja que incluye una cabeza, cola, placa basal, clavijas y
fibras de la cola. La pegada inicial de estos fagos a los receptores presentes en la superficie
de la bacteria ocurre por medio de los extremos distales de las fibras de la cola. Estas

31
fibras largas que hacen la primera unión se doblan por en medio, de manera que sus
extremos distales hacen contacto con la pared celular a muy corta distancia del punto
medio de la partícula viral. Después de ocurrida la adhesión, la partícula viral se aproxima
a la superficie de la célula. Cuando la placa basal del fago se encuentra a unos 100Å
(angstrom= 10-10m) de la pared celular, se establece contacto entre las pequeñas clavijas
de la placa basal y la pared celular, pero no existe evidencia de que la propia placa basal se
adhiera a la pared celular (figura III.1.).

Figura III.1. Esquema de los principales eventos en la adsorción del bacteriófago T4 a la


pared celular de la bacteria E. coli.(a) el fago libre muestra las fibras y clavijas de la cola.
(b)Adhesión de las fibras de la cola. (c) El fago se acerca a la pared celular y las clavijas
entran en contacto con la pared celular.

Algunos fagos con cola, como el fago PBSl, se adsorben a los flagelos bacterianos en lugar
de a la pared celular. La punta de la cola de este fago tiene una fibra flexible que se
adhiere alrededor del filamento del flagelo y entonces el fago se desliza por el filamento
hasta alcanzar la base del flagelo. Otros fagos con cola se adsorben a la cápsula de la
bacteria. Finalmente, algunos fagos se adhieren a los llamados pili o vellosidades sexuales
de las bacterias que contienen el factor sexual "F" o ciertas colicinas (factores de
resistencia contra agentes antimicrobianos). Los fagos filamentosos que contienen ADN de
cadena sencilla se adsorben a las puntas de estos pili mientras que los fagos esféricos de
ARN se adsorben a los costados de estos pili.

En el caso de los virus animales, ha sido posible estudiar cómo se adhieren a las células en
cultivo y de esta manera determinar el efecto que tienen la temperatura y la
concentración de iones en el medio sobre la adsorción viral. Al igual que en el caso de los
fagos, la adhesión parece ser de tipo electrostático y es afectada en forma importante por
la presencia de iones en medio de cultivo. Sin embargo, todavía se sabe poco en relación

32
con la naturaleza de los receptores celulares para los virus animales, con excepción de
aquellos receptores involucrados en la adsorción de los virus de la poliomielitis, la
influenza y el SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). Cuando las células
susceptibles al virus de la polio son disociadas al someterlas a congelamiento y
subsecuente descongelamiento, liberan una substancia que constituye el receptor celular
para el virus. Aparentemente, este receptor es de naturaleza proteica y sus moléculas
pueden ser saturadas en presencia de un exceso de partículas virales. Se ha estimado que
existen aproximadamente 3 x 10 3 receptores para el poliovirus en la superficie de cada
célula susceptible; esto representa un área equivalente al 0.3% de la superficie total de la
célula. Las células que carecen de tal receptor específico son inmunes a la infección por
poliovirus. Sin embargo, tales células no susceptibles pueden permitir la replicación
normal del virus cuando éste es introducido en ellas por métodos artificiales.

Cuando se incuban virus de la influenza en presencia de eritrocitos (glóbulos rojos), las


células se aglutinan (hemaglutinación) y este fenómeno puede ser utilizado para titular la
concentración del virus, simplemente determinando a qué dilución el virus se vuelve
incapaz de producir hemaglutinación. Células aglutinadas a 4°C pueden ser calentadas a
37°C, lo cual produce separación de las células y el virus eluido de estas células puede ser
utilizado para aglutinar un nuevo lote de células. Sin embargo, las células que previamente
estuvieron en contacto con el virus son incapaces de ser reaglutinadas cuando entran en
contacto con virus frescos. Esto se debe a la producción y activación de una enzima
conocida como enzima destructora del receptor (EDR). Si se aplica una solución de esta
enzima al tracto respiratorio de animales experimentales, es posible evitar la infección por
el virus de la influenza, ya que el virus no puede adsorberse a las células cuyo receptor
específico para el virus ha sido degradado por la acción de la enzima. El receptor para el
virus de la influenza se caracteriza por tener una molécula de ácido neuramínico en su
extremo distal, el cual forma parte de un pequeño polímero de moléculas de carbohidrato
(oligosacárido); este polímero está unido en forma covalente a una proteína insertada en
la membrana celular.

b) PENETRACIÓN DEL VIRUS

El caso mejor estudiado de la penetración de un virus en la célula hospedera está


representado por el caso del fago T2. La cola de este fago es contráctil y en su forma
extendida consiste de 24 anillos de subunidades que forman una funda que rodea a un
elemento central. Cada anillo consta de 6 subunidades pequeñas y 6 subunidades
mayores. Después de la adsorción del fago a la pared celular, ocurre una contracción de la
cola que resulta en una fusión de las subunidades pequeñas y grandes para dar 12 anillos
de 12 subunidades. El núcleo de la cola no es contráctil y por lo tanto es expulsado e
impulsado a través de las capas externas de la bacteria; a continuación, la cabeza del fago
se contrae y esto resulta en la inyección del ADN viral en la célula bacteriana. Este proceso
posiblemente es facilitado por la presencia de la enzima lisozima en la cola del fago; esta
enzima es capaz de digerir las proteínas de las cubiertas bacterianas; además, hay 144
moléculas de adenosina trifosfato (ATP) en la funda de la cola del fago; la energía para la

33
contracción de esta funda proviene de la conversión de la ATP en adenosina difosfato (ADP)
por medio de una reacción hidrolítica que libera un grupo fosfato de la ATP (figura 111.2.).

FIGURA III.2. Esquema del mecanismo de penetración del material genético del fago T4 o
T2 a través de la pared celular de la bacteria. (a) Las clavijas del fago entran en contacto
con la pared celular y la funda se encuentra extendida. (b) La funda de la cola se contrae y
el material genético del fago penetra la pared celular; la lisozima presente en el fago
digiere la porción de pared celular localizada directamente bajo la partícula viral.

Muchos bacteriófagos carecen de fundas contráctiles y todavía se desconoce el


mecanismo detallado por medio del cual penetran en las bacterias. Sin embargo, existe
evidencia de que algunos de estos fagos introducen en la célula material proteico además
del ácido nucleico.

Las células animales carecen de pared celular y sólo están rodeadas por la membrana
plasmática que es muy flexible y cambiante en sus componentes estructurales. Las células
animales continuamente introducen elementos del medio externo por medio del proceso
de pinocitosis y a través de un procedimiento similar, pero inverso, exportan al medio
diversas substancias como enzimas, hormonas y neurotransmisores. Los virus animales
solamente pueden infectar células que poseen receptores específicos para el virus en
particular. Por lo tanto, se requieren diferentes receptores para diferentes tipos de virus.
Se conoce con poco detalle el mecanismo preciso por medio del cual los virus penetran en
las células animales. Buena parte del problema radica en que la mayoría de las partículas
virales que infectan a una célula son incapaces de iniciar con éxito la multiplicación del
virus.

34
Usualmente, estas partículas no infecciosas superan a las partículas infecciosas en
proporción de 1000:1, y no existen métodos bioquímicos o microscópicos que puedan
distinguir entre ambos tipos de partículas virales antes de que haya ocurrido la infección
propiamente dicha. Todos los virus ARN y ADN producen estas partículas defectuosas
conocidas como interferentes-defectuosas (ID), las cuales son el resultado de errores en la
síntesis de ácido nucleico viral. Estas partículas ID son mutantes que carecen de
segmentos de ácido nucleico y por lo tanto son incapaces de reproducirse sin la ayuda de
partículas virales normales capaces de suplir la información genética ausente en el
genoma de las partículas ID. Por esta razón, la propagación de las partículas ID es óptima
cuando las células son infectadas en altas multiplicidades de infección. Las partículas ID
deprimen el rendimiento de la progenie viral infecciosa debido a que compiten por ciertos
productos sintetizados en cantidades limitadas por las partículas virales infecciosas.

Los virus con envoltura pueden penetrar a la célula hospedera por medio de la fusión
entre las envolturas virales y la membrana de la célula. Tanto los virus con envoltura como
los virus que carecen de ésta pueden ser introducidos a la célula por medio del proceso de
pinocitosis (figura III.3.). La fusión de membranas ocasiona la liberación del genoma viral
en el citoplasma de la célula, pero en el caso de la pinocitosis el virus entero es contenido
en una vesícula formada a partir de la membrana plasmática. Es probable que esta
vesícula se fusione a su vez con alguna de las membranas internas de la célula y la cubierta
viral es modificada a consecuencia de esta fusión, lo que da lugar a la liberación del ácido
nucleico viral. Es importante hacer notar que la penetración del virus y la subsecuente
eliminación de las envolturas virales no implican forzosamente la presencia intracelular de
ácido nucleico viral desnudo. El ácido nucleico viral puede permanecer unido a las
proteínas internas del virus, las cuales pueden incluir enzimas necesarias para la
replicación del virus. En el caso de cierto tipo de virus ARN en los cuales el genoma viral
sirve directamente como ARN mensajero (el ácido nucleico a partir del cual se sintetizan las
proteínas), el ARN viral se asocia con los ribosomas de la célula. Esto ejemplifica el hecho
de que el ácido nucleico viral nunca permanece extendido como un verdadero filamento
dentro de la célúla, sino que se enrolla y asocia con proteínas de manera que alcanza un
estado favorable de mínima energía libre.

35
FIGURA III.3. Esquema de la penetración y desnudamiento de los virus en células animales.
(a) Penetración y desnudamiento por medio de la fusión de las membranas viral y
plasmática. (b) Penetración y desnudamiento por pinocitosis seguida por fusión con la
membrana citoplasmática interna.

La gran mayoría de los virus animales son muy ineficientes en lograr la penetración de las
células susceptibles. Por ejemplo, en infecciones por poliovirus, la mayor parte del ARN
viral es degradado como resultado de la interacción entre virus y las células. Esto sugiere
que solamente unos cuantos receptores celulares para el virus tienen la capacidad de
favorecer la total penetración del genoma viral al interior de las células.

En teoría, resulta posible evitar las infecciones virales interfiriendo con los mecanismos de
adsorción y penetración del virus. Sin embargo, la mayoría de los receptores están
constituidos por proteínas y glicoproteínas que tienen funciones importantes en el
funcionamiento normal de la membrana celular y sólo en forma incidental resultan ser de
importancia tal para las necesidades del virus. Por lo tanto, estas proteínas no pueden ser
eliminadas o modificadas sin afectar a la célula misma. Todavía se sabe muy poco en
relación con la química de las proteínas que forman parte de las cubiertas virales y hasta
la fecha solamente se conoce una sustancia bien caracterizada capaz de inhibir la
adsorción y penetración de un virus sin que, por otra parte, induzca efectos secundarios
36
indeseables. Esta sustancia es la amantadina, que puede evitar ciertos eventos en la
penetración del virus de la influenza, pero todavía no se conoce con exactitud su
mecanismo de acción.

c) CLASIFICACIÓN FUNCIONAL DE LOS VIRUS

Los virus muestran una gran diversidad en su morfología: la estructura de sus ácidos
nucleicos, el modo de infección, regulación y desarrollo. Por lo tanto, resulta difícil
establecer un concepto clasificador que simplifique el análisis del proceso de replicación
(reproducción) viral. Sin embargo, David Baltimore ha propuesto un sistema de
clasificación de los virus basado en el modo como éstos expresan sus genes y llevan a cabo
la replicación de su material genético. En esta clasificación los virus están divididos en
grupos de acuerdo con el modo como llevan a cabo la síntesis del ARN mensajero (ARNm)
que dará origen a las proteínas virales. De acuerdo con esta clasificación, todo ARNm es
designado como positivo (+) ARN y las cadenas de ADN o de ARN o de ambos que son
complementarias en secuencia de nucleótidos a la del ARNm, son denominadas como
negativas (-). Aquellas cadenas de nucleótidos cuya secuencia no es complementaria a la
del ARNm son denominadas también como positivas (+). Con base en esta terminología, es
posible distinguir seis clases de virus:

Clase 1: está constituida por todos los virus que tienen un genoma formado por ADN de
cadena doble. En esta clase no se aplica la designación +/-, pues diferentes especies de
ARN>m se originan a partir de diferentes segmentos de ambas cadenas del ADN viral.

Clase II: consta de virus cuyo genoma está constituido por ADN de cadena sencilla, cuya
secuencia es exactamente la misma presente en el ARNm. En esta clase de virus, el ADN del
genoma debe ser temporalmente convertido a la forma de cadena doble antes de que
ocurra la transcripción del ADN en ARNm.

Clase III: está compuesta por virus cuyo genoma es ARN de cadena doble. Todos los virus
conocidos que forman parte de este grupo tienen genomas segmentados, pero el ARNm es
sintetizado solamente a partir de una de las cadenas de ARN presentes en cada fragmento.

Clase IV: está representada por los virus con ARN de cadena sencilla cuya secuencia es la
misma del ARNm. En estos virus la síntesis de una cadena complementaria al ARN original
precede la síntesis del ARN viral.

Clase V: está formada por los virus que poseen un genoma de ARN de cadena sencilla, el
cual es complementario en su secuencia de bases al ARNm.

Clase VI: consta de virus que poseen un genoma de ARN de cadena sencilla y que producen
un ADN intermediario durante el proceso de replicación. En algunos miembros de esta
clase el ARN del genoma y el ARNm tienen la misma secuencia.

37
d) LA REPLICACIÓN DEL ADN VIRIL

El mecanismo por medio del cual una molécula de ADN es duplicada (replicada) in vivo es
el mismo, independientemente del origen viral o celular del ADN. A primera vista, la
replicación del ADN parece un proceso sencillo: una enzima polimerasa se mueve a lo largo
de la molécula de ADN produce dos cadenas hijas a partir del templado constituido por las
cadenas de la molécula madre. Este modelo de replicación implica que en cada una de las
moléculas hijas existe una cadena derivada de la molécula original y otra cadena formada
por ADN recién sintetizado, o sea, la replicación del ADN es de tipo semiconservativo. Este
hecho fue demostrado por Meselson y Stahl a través de un famoso y ahora ya clásico
experimento.

Debido a su tamaño relativamente pequeño y a la facilidad con que pueden ser


manipuladas in vitro, las moléculas del ADN viral han sido frecuentemente utilizadas para
estudiar el mecanismo de la síntesis de ADN en general. Toda cadena, lineal de ADN tiene
un grupo hidroxilo (OH-) libre en el extremo denominado 3', y un grupo fosfato (PO3=) en
el extremo opuesto, denominado 5'. Las dos cadenas de una doble hélice de ADN son
antiparalelas, o sea, tienen secuencias complementarias pero que corren e direcciones
opuestas. Por lo tanto, una consecuencia del modelo semiconservativo para la replicación
del ADN consiste en que una de las cadenas hijas es sintetizada en dirección 3' ® 5',
mientras que la otra cadenas, hija es sintetizada en dirección 5'® 3'. Sin embargo, todas las
ADN polimerasas, tanto virales como celulares, purificadas hasta la fecha, sintetizan ADN
solamente en la dirección 5'® 3'. Una solución a este problema consiste en que la síntesis
de una de las cadenas hijas se realiza en forma continua en dirección 5'® 3' a lo largo de la
cadena madre que sirve como templado, la llamada cadena líder.

Mientras que la síntesis de la otra cadena hija ocurre en forma discontinua pero también
en dirección 5'® 3' a lo largo de la otra cadena madre denominada la cadena rezagada. Los
fragmentos de ADN producidos por la síntesis discontinua (fragmentos de Okazaki) pueden
ser unidos por la acción de una enzima conocida como ADN ligasa. Sin embargo, otro
problema en la replicación del ADN consiste en que las ADN polimerasas necesitan la
presencia de un fragmento de ácido nucleico que sirva como punto de iniciación para la
síntesis de ADN, o sea, no pueden iniciar la síntesis de novo. Por su parte, la ARN polimerasa
que sintetiza el ARN no requiere de la presencia de un fragmento iniciador para llevar a
cabo la síntesis del polinucleótido. Por lo tanto, la ARN polimerasa puede sintetizar
pequeños fragmentos de ARN complementarios a la cadena madre de ADN; dichos
fragmentos servirán como puntos de iniciación para la síntesis del ADN que formará parte
de la nueva cadena hija. Posteriormente, son degradados los fragmentos de ARN que
actuaron como iniciadores, y los fragmentos de ADN resultantes son unidos por acción de
la enzima ADN ligasa.

38
Figura III.4. Esquema de la síntesis discontinua del ADN ambas cadenas son sintetizadas en
la dirección 5---3, pero solamente una de las cadenas es sintetizada en forma continua.

Figura III.5 Participación de un primer de ARN o fragmento iniciador en la síntesis de los


fragmentos de Okazaki.

39
El proceso de replicación del ADN tiene un alto grado de fidelidad; esto es esencial para
mantener la estabilidad de la información genética contenida en el ADN. Se ha calculado
que el índice de error en la fidelidad de copiado equivale a la introducción de un
nucleótido erróneo por cada 10 -10 nucleótidos copiados en forma complementaria.
9 10

Esta alta fidelidad de copiado se debe a que las ADN polimerasas (cuando menos en
bacterias) tienen la capacidad de "editar" el ADN recién sintetizado y corregir los errores
en la copia de la secuencia de nucleótidos por medio de una actividad enzimática asociada
con la polimerasa; esta actividad conocida como exonucleasa 3' 5' permite romper la
unión establecida entre el OH- presente en el extremo 3' de la cadena de ADN y el grupo
fosfato presente en la posición 5' del último nucleótido polimerizado (añadido) a la cadena
que está siendo sintetizada este último nucleótido es rápidamente eliminado en caso de
haber sido introducido por error en la nueva cadena de ADN (figuras III.4 y III.S.).

Los bacteriófagos T contienen moléculas lineales de ADN de cadena doble, las cuales son
replicadas ya sea por la acción de polimerasas específicas a estos fagos o por las
polimerasas de la célula hospedera que han sido modificadas en su especificidad a
consecuencia de la infección viral. Los productos inmediatos de la replicación del ADN de
los fagos T están representados por moléculas concatenadas, las cuales tienen una
longitud equivalente hasta cuatro veces el tamaño del ADN original. Estas grandes
moléculas pueden ser formadas por la unión de los extremos de moléculas lineales de ADN
o por medio de un proceso cíclico llamado círculo rodante que permite la replicación
continua de un templado circular para producir estructuras compuestas de múltiples
unidades moleculares (figuras III.6 y III.7.). La formación de grandes moléculas
concatenadas explica por qué las propiedades estructurales y genéticas de los fagos T
sugieren que su mapa genético es circular. En estos fagos el precursor inmediato del ADN
viral es una gran molécula; esta molécula es fragmentada por la acción de enzimas
nucleasas que dividen la macromolécula en subunidades cuya longitud corresponde a la
del ADN original. Esta fragmentación ocurre antes o durante el proceso de encapsidación.
Durante la replicación del fago T4 se generan moléculas que poseen secuencias
redundantes en sus extremos terminales (ej.: ABC... YZABC). De hecho, en una población
de fagos T4 no todas las moléculas de ADN viral empiezan con la misma secuencia, y a
pesar de que estas moléculas son lineales, el análisis genético muestra que su mapa
genético es circular. Esto es consecuencia de la fragmentación de múltiples cadenas
concatenadas, las cuales son reducidas al tamaño correcto para poder ser empacadas en
las cabezas de los fagos. El mecanismo de círculo rodante ha sido particularmente
estudiado en el caso de algunos fagos, como el fago l el fago ØXI74.

40
Figura III.6. Posible mecanismo para la producción de cadenas de ADN compuestas por
múltiples unidades

41
Figura III.7. El mecanismo del círculo rodante.(a) ADN circular. (b) Una endonucleasa hace
un corte en la cadena positiva (+). (c) La ADN polimerasa añade nucleótidos en el extremo
3 de la cadena abierta, de manera que produce desplazamiento del extremo 5 . (d) El
desplazamiento del extremo 5 se hace más extenso en la medida que la enzima
polimerasa recorre el templado de ADN circular (cadena negativa). El resultado es la
formación de un ADN con longitud mayor a la normal.

En general, la replicación de los virus ADN utiliza enzimas similares a las involucradas en la
replicación del ADN celular y una característica común es la presencia de estructuras
circulares temporales cuando menos en algunas de las etapas del proceso de replicación.
La abundancia del ADN circular en diferentes tipos de virus sugiere que el círculo
representa el formato más importante en la replicación del ADN viral, y la forma lineal de
la molécula es una adaptación (particularmente en el caso de los fagos T) que permite
efectuar la inyección del ácido nucleico viral a través de la cola del virus. Solamente los
fagos con cola tienen genomas lineales, los otros tipos de fago poseen genomas circulares.

En los últimos quince años se han logrado importantes avances en el conocimiento de los
mecanismos de replicación del ADN en varios tipos de virus animales. La gran variedad en
el tamaño y organización de los genomas virales implica una gran diversidad en los
detalles asociados con la replicación del ADN en cada tipo de virus en particular. La
descripción de tales mecanismos está fuera del enfoque del presente libro y el lector
interesado hará bien en consultar la bibliografía proporcionada al final de este libro.

Sin embargo, es importante hacer notar que todavía existen múltiples incógnitas respecto
a la replicación del ADN tanto en los virus como en las células en general. La autonomía de
los virus en cuanto a su capacidad para replicar el ADN viral está en función del tamaño del
genoma viral. Algunos virus, como los fagos T los poxvirus (que incluyen al virus de la
viruela), Cuentan con genomas suficientemente grandes para codificar entre 100 y 200
genes diferentes. Por lo tanto, estos virus requieren poca participación de la célula

42
hospedera, con excepción de la facilitación de un espacio cerrado, la disponibilidad de la
maquinaria celular para la síntesis de proteínas y el abastecimiento de aminoácidos y
nucleótidos que sirven como precursores para la síntesis de proteínas y ácidos nucleicos
tanto celulares como virales. Algunos virus, como el Herpes simplex y el virus de la vacuna,
son capaces de especificar enzimas como la timidina cinasa que participa en la síntesis de
precursores de los ácidos nucleicos y quizá estos virus son capaces también de codificar
nuevos tipos de ARN de transferencia que aparecen en las células infectadas. Sin embargo,
otros virus, como el fago ØXI74, poseen genomas muy pequeños que no pueden codificar
más de diez genes diferentes. Para poder replicar su ADN, estos virus dependen de las
moléculas precursoras y la batería de enzimas polimerasas, ligasas, nucleasas, etc.,
presentes en la célula hospedera.

Se conocen varios casos en los cuales un tipo de virus animal no puede replicarse en el
interior de algún tipo de células en particular a pesar de haber sido capaz de iniciar la
infección en las mismas. Por ejemplo, los adenovirus humanos pueden infectar cultivos de
células renales de mono, pero no pueden crecer en estas células. Sin embargo, la
coinfección de dichas células con virus SV40 permite la replicación del adenovirus por
medio de la formación de una progenie de híbridos SV4Oadenovirus, los cuales contienen
diferentes cantidades de sus respectivos genomas unidos en forma covalente. Esto implica
que el virus SV4O actúa como auxiliar para la replicación del adenovirus, proporcionando
factores que están ausentes en ese tipo de célula hospedera en particular, factores que
son necesarios para la replicación del adenovirus.

Frecuentemente se observa que la coinfección de una misma célula con dos diferentes
mutantes o variedades de un mismo tipo de virus, cada uno de los cuales es defectuoso en
alguna función esencial para la replicación del genoma viral, resulta en la producción de
progenie viral con capacidad infectiva normal debida a la formación de híbridos entre los
dos tipos de mutante, los cuales se complementan cancelando así sus respectivas
deficiencias genéticas y funcionales, de manera que estos híbridos pueden desencadenar
una infección productiva. Este fenómeno de complementación ha sido usado ampliamente
para mapear y caracterizar los genes que codifican proteínas virales ya sean éstas de tipo
funcional o estructural.

e) SíNTESIS DEL ARN GENÓMICO VIRAL EN LOS VIRUS ARN

La síntesis del ARN por parte de los virus ARN involucra la replicación, que puede ser
definida como la producción de una progenie de genomas virales ( ARN en este caso), y la
transcripción que consiste en la producción de ARN cuya secuencia de nucleótidos es
complementaria a la del genoma. Debido a que los genomas de los virus ARN pueden ser
de sentido positivo (+) o sentido negativo (-) [véase la clasificación de Baltimore], la
transcripción en estos virus, a diferencia de lo que ocurre en el caso de los virus ADN, no es
siempre sinónimo de la síntesis de ARN mensajero.

43
La mayoría de los virus ARN poseen moléculas de cadena sencilla y por lo tanto la
replicación consiste en que una secuencia de ribonucleótidos deerminada debe ser
copiada para producir exactamente la misma secuencia, por ejemplo: ACGU ACGU.
La información actualmente disponible indica que el apareamiento entre las bases A-U y
C-G es la clave para la replicación del ARN viral; por lo tanto, en estos virus se aplican
también los principios fundamentales relacionados con la replicación del ADN, molécula en
la cual normalmente existen los apareamientos A-T y C-G.

A principios de los años sesenta fueron descubiertos los primeros fagos ARN y casi al
mismo tiempo se demostró que los picornavirus, que se caracterizan por tener ARN de
cadena sencilla, son capaces de replicarse en células animales en las cuales la síntesis del
ADN y su subsecuente transcripción en moléculas de ARN mensajero celular había sido
inhibida por la droga actinomicina D, la cual se intercala en la molécula de ADN y de esta
manera impide que se separen ambas cadenas de ADN, de manera que las enzimas como
la ADN polimerasa y la ARN polimerasa no pueden cumplir con la función de llevar a cabo la
replicación o la transcripción de este ADN. En presencia de actinomicina D se detiene la
síntesis de ARN celular; por lo tanto, se pueden infectar las células con virus ARN en
presencia de precursores radiactivos del ARN (como H-uridina) y colectar muestras de
3

estas células a intervalos apropiados después de la infección; estas muestras pueden ser
fraccionadas por medio de detergentes y solventes orgánicos de manera que se pueden
aislar y analizar las nuevas moléculas de ARN, cuya síntesis ha sido inducida por la infección
viral.

La mayoría de los virus ARN (con excepción de los retrovirus) se pueden replicar en
presencia de inhibidores de la síntesis de ADN; este hecho descarta la participación de ADN
intermediario en la replicación de estos virus. En 1963, Montagnier y Sanders
demostraron la presencia de ARN de cadena doble en células infectadas por el virus de la
encefalomiocarditis (EMCV), el cual posee solamente ARN de cadena sencilla. Así, pronto
fue establecido que el ARN de cadena doble es una forma intermediaria en la replicación
de los virus ARN (con excepción de los retrovirus). Este ARN de cadena doble se denomina
forma replicativa (FR) y se caracteriza por ser insensible a la acción de la enzima
ribonucleasa (ARNasa), la cual sólo digiere el ARN de cadena sencilla. Posteriormente, ha
sido posible aislar otro tipo de ARN intermediario constituido por moléculas de cadena
doble cuyos extremos están desapareados originando "colas" de ARN de cadena sencilla.
Este ARN constituye el intermediario de replicación (IR). Sin embargo, el FR y el IR parecen
tener papeles diferentes en la replicación de diferentes tipos de virus ARN.

El fago Qb representa el modelo mejor estudiado de la síntesis del ARN viral. En este
sistema ha sido posible purificar la enzima ARN polimerasa dependiente de ARN, también
conocida como la replicasa. Esta enzima tiene gran especificidad por el templado
representado por el ARN del fago Q/b. La síntesis de la cadena (-) de ARN complementaria
al genoma viral es detectada por la aparición de un nuevo ARN no infeccioso que es
resistente a ser digerido por la enzima ARNasa. La aparición de este ARN, que representa a
la forma replicativa (FR), coincide con la pérdida de infectividad de las moléculas de ARN

44
viral que sirvieron como templado. La síntesis de esta cadena (-) de ARN es llevada a cabo
por la replicasa del fago, la cual está constituida por varias subunidades de proteína,
algunas de las cuales son proteínas codificadas por la célula hospedera (como los factores
de elongación EF; Tu y Ts, normalmente involucrados en el proceso de síntesis de
proteínas) las cuales son incorporadas para formar la llamada holoenzima de la Qb
replicasa. Posteriormente, la síntesis de la nueva cadena (+) de ARN que constituye el
nuevo genoma viral es realizada por un complejo formado por 4 moléculas (tetrámero) de
la propia Qb replicasa. Es importante mencionar que ha sido posible sintetizar in vitro el
ARN del fago Qb a partir del propio ARN viral y trifosfatos de ribonudeótidos incubados en
presencia de Qb la replicasa. El nuevo ARN viral sintetizado in vitro resulta ser tan infectivo
y biológicamente competente como el ARN viral sintetizado in vivo dentro de las bacterias
infectadas por el fago Qb.

El ARN del fago Qb es capaz y suficiente para dirigir su propia replicación in vitro; esta
propiedad ha sido utilizada para estudiar la evolución de moléculas con capacidad para
autorreplicarse. En el tubo de ensayo las moléculas de ARN se encuentran libres de muchas
restricciones asociadas con el ciclo de vida del virus. Esta situación es similar a un estado
de evolución precelular, cuando los factores ambientales de la selección natural actuaban
directamente sobre el material genético en lugar de hacerlo sobre el producto (proteína)
codificado por el gene. Sol Spiegelman y colaboradores diseñaron un experimento para
determinar qué es lo que ocurre con las moléculas de ARN cuando la única necesidad
consiste en que estas moléculas se repliquen tan rápidamente como les sea posible. El
producto de la reacción entre la Qb replicasa y el ARN viral purificado puede actuar como
templado para la síntesis de más ARN. Por otra parte, cuanto más larga es una molécula de
ARN más tiempo tardará en replicarse. Considerando estos factores, resulta lógico pensar
que las nuevas moléculas de ARN podrán replicarse más rápidamente si eliminan
información genética que no tiene una importancia esencial para el proceso de
replicación, de esta manera las moléculas de ARN pueden disminuir su tamaño y el tiempo
necesario para la replicación de las propias moléculas. Por ejemplo, si se añade la enzima
Qb replicasa a una mezcla de reacción constituida por moléculas enteras y medias
moléculas de ARN Qb purificado, la replicación de las medias moléculas se realizará en la
mitad del tiempo necesario para replicar las moléculas enteras. Esto resulta en un exceso
de medias moléculas que continúan sirviendo como templado para la síntesis de nuevas
medias moléculas, generando así un exceso absoluto de moléculas más pequeñas.
Spiegelman preparó una mezcla de reacción consistente en ARN Qb purificado, trifosfatos
de los ribonucleótidos apropiados y la enzima Qb replicasa. Después de una corta
incubación, la mezcla de reacción fue diluida 121/2 veces en otro tubo de ensayo que
contenía la misma concentración de la enzima replicasa y los ribonucleótidos precursores,
pero en ausencia de ARNQb . Esta secuencia de incubaciones y diluciones fue repetida 75
veces y la duración de las incubaciones fue siendo reducida paulatinamente aunque el
factor de dilución fue mantenido constante. Después de la transferencia número 75 fue
posible aislar una población de moléculas derivadas del ARN Qb original, las cuales
solamente contenían 17% de la secuencia de nucleótidos presente en el ARN original. Por
lo tanto, así se demostró que el tamaño de la molécula de ARN disminuye progresivamente

45
cuando es sometida a este proceso de selección en función de la velocidad de replicación.
El único factor que tiene un efecto limitante en el acortamiento de las moléculas de ARN
consiste en que las nuevas moléculas deben conservar cuando menos la secuencia de
nucleótidos necesaria para que la Q replicasa los reconozca como correspondientes a una
molécula de ARNQb .

La replicación del fago Qb es sólo un ejemplo de las múltiples estrategias de replicación


exhibidas por los virus ARN. Una vez más, el lector interesado deberá consultar la
bibliografía para conocer detalles sobre la replicación de otros virus ARN.

Una pregunta importante es por qué el ácido nucleico purificado a partir de ciertos tipos
de virus tiene capacidad infectiva, mientras que el ácido nucleico purificado a partir de
otros virus carece de esta capacidad. La respuesta consiste en que los virus pertenecientes
a las clases II, V y VI (de acuerdo con la clasificación de Baltimore), requieren que su
información genética sea transcrita en otro tipo de ácido nucleico diferente al presente en
el virus original. En la mayoría de los casos, esta transcripción es mediada por enzimas
específicas del virus, las cuales están almacenadas en la partícula viral. Ejemplo de estas
enzimas son la ARN polimerasa dependiente de ADN, característica del virus de la vacuna; la
ARN polimerasa dependiente de ARN, producida por el virus de la estomatitis vesicular y los
reovirus; la ADN polimerasa dependiente de ARN característica de los retrovirus. El ácido
nucleico purificado a partir de estos virus carecerá de estas enzimas necesarias para la
transcripción y subsecuente replicación de dicho ácido nucleico, y las células infectadas no
cuentan con enzimas capaces de utilizar estos tipos de ácido nucleico viral como
templado.

f) LA REGULACIÓN DE LA EXPRESIÓN DE LOS GENES VIRALES

Cuando una célula es infectada por un virus, no todos los genes virales son expresados a
un mismo tiempo y, por lo tanto, no todas las proteínas virales son sintetizadas al mismo
tiempo. La mayoría de estas proteínas virales no son sintetizadas en forma continua.
Algunas proteínas virales son sintetizadas durante unos cuantos minutos al principio de la
infección, otras son sintetizadas en las etapas tardías de la infección y otras más son
sintetizadas durante periodos que equivalen a la mitad del ciclo infeccioso.

Cuando se expresa un gene, la información genética presente en la secuencia de


nucleótidos del ácido nucleico original es transcrita en una secuencia complementaria
constituida por ARN mensajero, la información contenida en este ARN mensajero es
traducida en el interior de las estructuras conocidas como ribosomas; en esta traducción
interviene otro tipo de ARN conocido como ARN de transferencia (ARNt), del cual existen
cuando menos veinte tipos diferentes, cada tipo de ARNt sirve para transportar
específicamente uno de los veinte tipos diferentes de aminoácidos que forman parte de
las proteínas. La traducción consiste en interpretar los codones constituidos por tripletas
de nucleótidos presentes en la secuencia del ARN mensajero (ARNm). Existen 61 codones
diferentes que codifican a los 20 aminoácidos diferentes, o sea, que un mismo tipo de

46
aminoácido puede ser designado por más de un codón. Además, existen otros tres
codones cuya función es actuar como signos determinación en la síntesis de proteínas.
Cada codón (con excepción de aquellos que actúan como signos de terminación) es
reconocido por su respectivo anticodón, constituido por una tripleta de nucleótidos con
secuencia complementaria a la del codón; este anticodón se encuentra en un extremo de
la molécula del ARNt correspondiente. Así, el producto de la traducción está constituido
por una cadena de aminoácidos, o sea, una proteína cuya secuencia de aminoácidos es
correspondiente a la secuencia de codones presente en el ARNm, secuencia interpretada
por los anticodones presentes en los ARNt que actúan como transportadores de los
aminoácidos.

i) Regulación en los bacteriófagos ADN

El control de la expresión genética puede ocurrir en el nivel de la transcripción, en el nivel


de la traduccion o en ambos niveles. En el caso de las bacterias infectadas por fagos ADN,
el control de la expresión de los genes virales ocurre fundamentalmente en el nivel de la
transcripción. La transcripción del ADN en ARNm es realizada por la enzima ARN polimerasa,
la cual en bacterias como la E. coli está formada por cien diferentes cadenas polipeptídicas
(proteínas): a, b, bws; estas proteínas están unidas entre sí por puentes de hidrógeno en
la siguiente proporción: a, b, bws La proteína o factor s puede ser fácilmente separada del
resto de la ARN polimerasa que retiene la actividad catalítica encargada de la síntesis del
ARNm. El factor s tiene como función el reconocimiento de las señales para la iniciación de
la transcripción; estas señales están presentes en las llamadas secuencias promotoras
incluidas en el ADN.

Durante la infección de una bacteria por fago T7 se forma una serie de moléculas discretas
de ARNm, las cuales pueden ser aisladas y caracterizadas. Estas moléculas de ARNm han
sido divididas en dos clases: ARNm temprano, el cual consta de 4 especies; y ARNm tardío,
que consta de 8 o 9 especies diferentes. En el fago T7 solamente una de las cadenas del
ADN viral sirve como templado para la síntesis de ARNm esto indica que los genes de este
fago están codificados en la misma cadena de ADN. El gene 1 codifica una ARN polimerasa
que es específica para el fago T7; esta polimerasa solamente, consta de una cadena
polipeptídica, siendo mucho más sencilla que la ARN polimerasa de la bacteria hospedera.
La ARN polimerasa específica del fago T7 es resistente al antibiótico rifampicina, el cual
inhibe la actividad de la ARN polimerasa bacteriana. Al iniciarse la infección por el fago T7,
la ARN polimerasa bacteriana se encarga de transcribir los llamados genes tempranos del
genoma viral. Este primer tipo de ARNm producido es de tipo policistrónico, o sea, incluye
en una sola molécula de ARNm el mensaje contenido en varios genes. Sin embargo, una
enzima ribonucleasa propia de la célula bacteriana ( ARNasa III) corta e saje
correspondiente a un solo gene en particular. Como ya fue mencionado, la transcripción
del gene 1, y su posterior traducción, resulta en la síntesis de una ARN polimerasa viral que
se encarga de transcribir los llamados genes virales tardíos. La transcripción de cada clase
o tipo de ARNm viral tardío se inicia en secuencias promotoras localizadas en diferentes

47
puntos del genoma viral. Sin embargo, todas estas clases de mensajes virales terminan en
la misma región cercana al extremo 3' del genoma del fago T7.

El fago T7 inhibe las funciones sintéticas propias de la célula bacteriana. Una proteína
codificada por uno de los genes tardíos del fago T7 es capaz de pegarse a la ARN
polimerasa bacteriana y de esta manera inhibe la actividad de esta enzima impidiendo así
la síntesis de ARNm bacteriano y eliminando de paso la síntesis de nuevas moléculas de
ARNm viral de tipo temprano. El genoma del fago T7 tiene un peso molecular de 25 x 106
daltones y una capacidad de codificación equivalente a 30 genes de tamaño promedio.
Hasta la fecha han sido identificados 25 genes de este tipo de virus; estos genes han sido
ordenados en un mapa genético lineal en el cual los genes que se expresan en forma
temprana están concentrados en el extremo del genoma (ADN) viral. Por lo tanto,
considerando que la síntesis de ARNm ocurre en la dirección 5' ® 3', resulta que los
transcritos correspondientes a los genes tempranos están concentrados en el extremo 3'
del ARNm viral.

En el caso de la infección por fago T4, es posible identificar tres clases de ARNm virales en
el interior de la bacteria hospedera: ARNm tempranos inmediatos, ARNm tempranos
tardíos y ARNm tardíos. Los ARNm tempranos inmediatos son sintetizados durante el
primer minuto de infección. Los ARNm tempranos tardíos son sintetizados a partir de 2 o 3
minutos después de iniciada la infección. Los ARNm tardíos son sintetizados a partir de los
10 minutos de infección. A diferencia de lo que ocurre en el caso del fago T7, la síntesis del
ARNm dd fago T4 es sensible al antibiótico rifampicina. Es sabido que este antibiótico
afecta a la subunidad b, de la ARN polimerasa, bacteriana; por lo tanto, esta subunidad
debe participar en la síntesis del ARNm del fago T4. Experimentos en los cuales la ARN
polimerasa bacteriana ha sido marcada radiactivamente antes de la infección por fago T4,
indican que las subunidades a y b, de la ARN polimerasa son conservadas durante el ciclo
de infección; sin embargo estas subunidades son modificadas. Dos minutos después de
iniciada la infección ocurre una modificación de las subunidades de la ARN polimerasa
bacteriana por medio de un proceso conocido como adenilación; esto modifica la
especificidad de la enzima que suspende la síntesis de ARNm viral de tipo temprano
inmediato y empieza a sintetizar ARNm viral de tipo temprano tardío. Existe evidencia de
que a los 10 minutos de infección la estructura de la subunidad b,' es modificada; esto
resulta en un nuevo cambio en la especificidad de la ARN polimerasa, la cual empieza a
sintetizar ARNm virales tardíos. Existen otros factores que también participan en la
regulación de la transcripción del fago T4; entre éstos podemos mencionar: la síntesis de
un factor de naturaleza proteica capaz de hacer antagónica la normal terminación de las
cadenas de ARNm (factor de antiterminación), este factor permite que la ARN polimerasa
bacteriana continúe transcribiendo el ADN viral hasta llegar a los genes distales. También
ocurre la síntesis de factores similares al factor s, capaces de reconocer señales de
iniciación de la transcripción que no son reconocidas normalmente por el factor o propio
de la bacteria hospedera.

48
Figura III.8. Esquema de una célula bacteriana (procariote).

ii) Regulación en los virus animales

La regulación de la expresión genética de los virus animales puede ocurrir en el nivel de la


transcripción, traducción o de ambos procesos, y en un grado que varía entre los
diferentes tipos de virus y también durante el ciclo de multiplicación de cada virus en
particular. La investigación de los virus animales ha permitido elucidar mecanismos de
regulación genética, totalmente diferentes a los presentes en los sistemas bacterianos. En
muchos casos todavía se ignora la mayoría de los eventos involucrados en la regulación de
los genes virales. Sin embargo, el estudio de los virus animales ha servido como poderosa
herramienta para conocer detalles de la biología molecular de las células eucarióticas, o
sea, células que se caracterizan por tener núcleo y otros organelos intracelulares a
diferencia de las células procarióticas (como las bacterias) que carecen de organelos
intracelulares (figuras III.8 y III.9).

49
Figura III.9. Esquema de una célula animal (eucariote).

iii) Virus ARN

El genoma completo del virus de la polio, un tipo de virus ARN, es traducido en una
enorme poliproteína con peso molecular de 250 000 daltones. Esta poliproteína es
fragmentada por medio de una serie de pasos enzimáticos para dar origen a proteínas
funcionales más pequeñas. Este fenómeno de fragmentación postraducción parece ser
común en el caso de las células eucarióticas. La fragmentación se inicia cuando la
poliproteína todavía está siendo sintetizada y solamente mediante la adición de
inhibidores de las proteasas (enzimas que degradan a las proteínas) es posible aislar a la
poliproteína íntegra. En teoría, todas las proteínas del poliovirus deberían estar presentes
en cantidades equimolares, pero esto no ocurre en la realidad porque al parecer algunas
proteínas virales son degradadas en forma selectiva (figura III.10). El virus de la polio es un
virus ARN perteneciente a la clase IV de la clasificación de Baltimore; estos virus se
caracterizan por producir un ARNm cuya secuencia es idéntica a la del ARN que constituye
el genoma viral; para esto se requiere la síntesis previa de una cadena de ARN con
secuencia complementaria a la del ARN del genoma viral. Esta cadena complementaria
sirve como templado para la síntesis del ARNm viral. El virus de la polio es capaz de inhibir
la síntesis de macromoléculas propias de la célula hospedera, de esta manera todos los
recursos y precursores moleculares presentes en la célula son dedicados a la producción
de componentes virales y, por lo tanto, no resulta sorprendente que la célula muera a
consecuencia de la infección viral. En las células infectadas por el poliovirus una de las
proteínas virales introducida a la célula junto con el virión es la causa de que se inicie la
inhibición de las funciones celulares. Particularmente es afectada la síntesis del ARN celular
que forma parte de los ribosomas, que son las estructuras en las cuales se realiza la

50
síntesis de proteínas. Pero todavía se conocen muy pocos detalles en cuanto a la forma
como el poliovirus inhibe la síntesis de proteínas celulares.

Figura III.10. Esquema de la síntesis de las proteínas del virus de la poliomielitis. Los
picornavirus hacen sus proteínas funcionales por medio de la traducción del ARN
mensajero viral en una cadena continua de aminoácidos (la poliproteína NOO=. durante la
síntesis de esta poliproteína se producen cortes primarios que dan origen a las proteínas
precursoras N1, NX y N1.5. Ni es fragmentada para formar las proteínas estructurales del
virión, mientras que NX y los productos del N1.5 probablemente están involucrados en
funciones intracelulares como l a síntesis de ARN viral.

En el caso de los virus ARN pertenecientes a la clase V de Baltimore, los ARNm virales tienen
una secuencia complementaria al genoma viral. Los ortomixovirus, que incluyen al virus de
la influenza tipo A, se caracterizan por tener genomas segmentados. A partir de cada uno
de los ocho segmentos del genoma viral se sintetiza un ARNm que es monocistrónico. Las
ocho diferentes proteínas resultantes no están presentes en cantidades equimolares y la
proporción relativa de cada proteína cambia durante la infección. El control de la síntesis
de estas proteínas virales es realizado en el nivel de la transcripción. En este tipo de virus
es vital que exista una manera de distinguir entre el ARNm(+), que es traducido en
proteínas, y el ARN(+), que sirve como templado para la síntesis de nuevos genomas virales
constituidos por ARN(-). Recordemos que por convención el ARNm es (+) y todo ácido
nucleico de secuencia complementaria a la de dicho ARNm es considerado de polaridad (-).
Existe amplia evidencia de que el virus de la influenza sintetiza dos tipos de ARN(+): el
ARN(+) que servirá como templado para la síntesis del ARN(-) viral es un fiel complemento
de la secuencia de nucleótidos presente en el genoma ARN(-) viral, mientras que el
ARNm(+) viral carece de una porción de la secuencia de nucleótidos complementaria al

51
extremo 5´ del ARN(-) correspondiente al genoma viral. Así, el ARNm no puede servir como
templado para la síntesis de segmentos completos del genoma viral.

Los ortomixovirus son únicos entre los virus ARN debido a que parte de su ciclo de
multiplicación se lleva a cabo dentro del núcleo celular. Inmediatamente después de la
infección, la partícula viral desnuda es transportada al interior del núcleo celular y en
etapas más avanzadas de la infección, algunas proteínas virales recién sintetizadas migran
del citoplasma (su lugar de síntesis) hacia el núcleo. El paso de moléculas a través de la
membrana nuclear es un proceso altamente selectivo y constituye un nivel de control
presente únicamente en las células eucarióticas.

iv) Virus ADN

Todos los virus ADN, con excepción de los poxvirus, sintetizan su ARNm a partir de una
molécula de ADN de cadena doble, la cual se ubica en el núcleo de la célula infectada y, por
lo tanto, representa el modelo más cercano para el estudio de la síntesis de ARNm en las
células eucarióticas. Las histonas constituyen el principal tipo de proteínas que
normalmente se encuentran asociadas con el ADN celular; estas histonas se encuentran
también asociadas con el genoma de algunos virus ADN como los papovavirus, lo que
subraya la similitud estructural entre la cromatina celular y la cromatina viral. El tamaño
de los genomas de los virus ADN animales varía dos órdenes de magnitud, desde los
parvovirus, cuyo ADN tiene un peso molecular promedio de 1.5 x 106 daltones, hasta el
virus de la vacuna cuyo ADN tiene un peso molecular de 160 x l06daltones. Los virus más
grandes son menos dependientes de las funciones de la célula hospedera para
multiplicarse y por lo tanto pueden hacerlo aun cuando las células hospederas se
encuentran fuera de la fase S del ciclo celular, misma que constituye el periodo normal de
duplicación del ADN celular. Los virus pequeños solamente pueden replicarse durante la
fase S del ciclo celular; y los virus de tamaño intermedio tienen la capacidad de inducir a la
célula para que entre en la fase S. Casi todos los virus ADN tienen la capacidad de
transformar células en cultivo, volviéndolas de tipo tumoral (canceroso). Este fenómeno
será discutido con detalle más adelante. Sin embargo, es posible especular que la
transformación celular puede resultar a consecuencia de una aberración en el mecanismo
normal por medio del cual el virus interacciona con los factores celulares que regulan la
división celular. También es importante mencionar que gran parte de la información
genética contenida en el genoma de los virus ADN más grandes parece duplicar
información ya presente y expresada en las células que se encuentran en la fase S del ciclo
celular.

v) Regulación en los papovavirus

Los papovavirus constituyen un grupo de virus ADN animales. El virus del polioma y el virus
de simios SV40 son los papovavirus más estudiados. Estos virus tienen un genoma circular
constituido por ADN de cadena doble que codifica proteínas virales tempranas y tardías,
las cuales son sintetizadas a partir de la traducción de ARNm virales tempranos y tardíos. El

52
ADN de los papovavirus es transcrito por la ARN polimerasa celular tipo II, la cual
normalmente es la encargada de sintetizar el ARNm celular. El ARNm viral de tipo temprano
es sintetizado a partir de una cadena de ADN diferente a la que da origen al ARNm tardío.
En el virus SV40, la proteína temprana más importante es el antígeno tumoral mayor o T-
antígeno; esta proteína viral migra hacia el núcleo celular y supuestamente modifica el
ADN celular, de manera que se vuelve susceptible a ser replicado. El virus SV40 también
sintetiza otro antígeno tumoral menor o t-antigeno. Por su parte, el virus del polioma
sintetiza tres diferentes antígenos tumorales. El papel de estos antígenos en la
transformación celular será discutido más adelante.

Otras proteínas tempranas codificadas por el virus SV40, pero cuya función se desconoce,
son el U-antígeno, que también se ubica en el núcleo celular, y el antígeno de transplante-
tumor específico (TSTA), que se ubica en la membrana celular. La fase inicial de la
infección viral es seguida por la inducción de la síntesis de enzimas celulares y ADN celular,
en forma independiente de las necesidades celulares. A continuación se inicia la síntesis
de ADN viral seguida por la síntesis de ARNm viral tardío. Las proteínas tardías son
ensambladas con el ADN viral para formar los nuevos viriones. A pesar de que los ARNm
tempranos y tardíos son sintetizados a partir de diferentes cadenas del ADN viral, ambos
tipos de ARNm están presentes en el núcleo de la célula infectada, incluso en las etapas
avanzadas de la infección. Por lo tanto, la síntesis predominante de proteínas virales
tardías se logra por medio del transporte selectivo hacia el citoplasma de aquellos
transcritos de ARNm viral que corresponden a las proteínas de tipo tardío.

vi) Regulación en los adenovirus

53
Figura III. 11. (a) Producción del ARN mensajero de un adenovirus. (b) El asa de ADN
formada por el apareamiento con el ADN genómico puede ser observada mediante el
microscopio electrónico y proporciona evidencia de que el ARNm es formado a partir de
regiones no contiguas del ADN genómico. En la ilustración solamente está representada
una cadena del ADN.

Los adenovirus poseen una cantidad de ADN seis veces mayor que la de los papovavirus.
Sin embargo, son muy similares sus estrategias de control genético: síntesis temprana de
proteínas virales, replicación del ADN viral, síntesis de proteínas virales tardías. En el caso
de los adenovirus, tanto la ARN polimerasa celular tipo II como la tipo III participan en la
transcripción de ARNm viral temprano y tardío. El estudio de la replicación de los
adenovirus ha contribuido a establecer que el ARNm de ciertos virus es codificado, al igual
que el ARNm de las células eucarióticas, por regiones no contiguas del ADN. Esto implica
que el transcrito inicial del ARN viral es fragmentado en forma específica y los fragmentos
adecuados son unidos por una enzima ARN ligasa (figura III.11). En el núcleo de la célula
infectada por el adenovirus ocurren mecanismos de control genético altamente
complejos. Además de la fragmentación y ligado del ARNm, existen otros procesos como la
poliadenilación, que consiste en la adición de un polímero constituido por 150 a 200
nucleótidos de adenina, al extremo 3' del ARNm. Este fenómeno incrementa la estabilidad
del ARNm. Otro proceso es el capping del ARNm viral, el cual consiste en la adición de un
nucleótido especial: 7-metil guanosina, al extremo 5' del ARNm. Este nucleótido puede ser
hipermetilado posteriormente. El cap protege el extremo 5' del ARNm evitando que sea
degradado por enzimas nucleasas o fosfatasas o por ambas, lo cual incrementa la
estabilidad del mensaje. También se observa un transporte diferencial del ARNm viral en el
nivel de la membrana nuclear; la permeabilidad de esta membrana al ARNm recién
sintetizado cambia continuamente durante el proceso de infección, de manera que el
espectro de proteínas virales al ser sintetizadas también cambia en forma continua.

vii) Regulación en los herpesvirus

Los herpesvirus contienen aproximadamente cuatro veces más ADN que los adenovirus. En
los herpesvirus la síntesis de ARNm tardíos es independiente de la síntesis de ADN viral y
celular. Así, cuando se inhibe la síntesis de ADN, todavía es posible observar la acumulación
de ARNm temprano y tardío en el núcleo celular. Sin embargo, la síntesis de las proteínas
virales sigue un riguroso sistema de inducción y represión que ocurre en tres fases. Las
proteínas de tipo a son las primeras en ser sintetizadas después del inicio de la infección;
estas proteínas a inducen a su vez la síntesis de las proteínas virales b las cuales reprimen
la síntesis de las proteínas a e inducen la síntesis de las proteínas virales g, las cuales a su
vez reprimen la síntesis de las proteínas b. La evidencia disponible indica que los
mecanismos de control en la síntesis de estas proteínas virales ocurre en el nivel de la
traducción y el procesamiento de los ARNm virales dentro del núcleo de la célula infectada.

En el caso del virus Herpes simplex tipo 1, existe evidencia reciente de que la infección
viral produce un número limitado de rupturas en las cadenas del ADN celular; estas

54
rupturas inducen un cambio en la estructura tridimensional de este ADN celular y en las
relaciones o asociaciones que mantiene este ADN celular con el núcleo-esqueleto o
estructura subnuclear. El desprendimiento del ADN celular de los sitios de anclaje a la
subestructura nuclear se manifiesta entre otras cosas por la inhibición de la síntesis del
ARN y ADN celulares. Al parecer, la posición que guardan las asas de ADN celular en relación
con la subestructura nuclear tiene un papel muy importante en la potencialidad de este
ADN para ser replicado y transcrito. La alteración en la posición del ADN celular inducida
por la infección viral puede ser un mecanismo económico y eficiente para lograr la
inhibición de la síntesis de macromoléculas celulares.

viii) Regulación en los poxvirus

Los poxvirus que incluyen al virus de la viruela y de la vacuna son los únicos virus ADN
animales que se multiplican en el citoplasma de la célula infectada. También son los virus
más grandes y tienen capacidad para codificar 50 veces más genes que los papovavirus. El
sitio de la multiplicación viral en el citoplasma se manifiesta por la virtual formación de un
"se gundo núcleo". Los viriones de los poxvirus contienen una multitud de enzimas cuyas
actividades son un duplicado de aquellas normalmente presentes en el núcleo celular.
Estos viriones poseen su propia ARN polimerasa dependiente de ADN al igual que enzimas
capaces de adenilar, metilar y añadir cap a los ARNm virales. La presencia de control en el
nivel de la traducción es evidente en la síntesis de la enzima viral timidina cinasa, la cual es
una proteína temprana cuya síntesis se detiene una vez que aumenta la síntesis de
proteínas virales tardías, algunas de las cuales parecen ser la causa de la inhibición de la
síntesis de proteínas tempranas como la timidina cinasa.

g) EL ENSAMBLAJE DE LOS VIRUS

En las células infectadas por virus tanto las proteínas como los ácidos nucleicos virales son
sintetizados por separado y posteriormente ensamblados para formar nuevas partículas
virales. Los virus pueden autoensamblarse en un proceso similar a la cristalización, ya que
las partículas virales, al igual que los cristales, constituyen estructuras que se encuentran
en un estado mínimo de energía libre. Sin embargo, el genoma viral también puede
especificar ciertos factores "morfogenéticos" que no contribuyen directamente a formar
la estructura del virión, pero son necesarios para el proceso de ensamblaje.

El fenómeno de autoensamblaje ocurre en la formación de diversas estructuras biológicas


como los flagelos celulares. Sin embargo, el ejemplo mejor estudiado es la reconstitución
in vitro del virus del mosaico del tabaco. Este virus consta de un largo filamento helicoidal
de ARN que está incluido en una estructura constituida por pequeñas subunidades
idénticas de proteína "A"; estas subunidades están dispuestas en forma helicoidal. Las
proteínas del VMT forman diferentes tipos de agregados moleculares cuando se
encuentran en solución, dependiendo de las condiciones ambientales, particularmente la
fuerza iónica y el pH. Las estructuras discoidales son el tipo más común de agregado
proteico que ocurre bajo condiciones fisiológicas. Sin embargo, la interacción de los discos

55
de proteína con el ARN viral resulta en la estabilización de la forma helicoidal. Cuando se
mezclan subunidades de proteína "A" y ARN viral, la polimerización es lenta y la formación
de viriones maduros requiere de casi seis horas. Cuando se mezclan los discos de proteína
"A" con ARN viral bajo las mismas condiciones del experimento anterior, la polimerización
es rápida y en cinco minutos se ensamblan viriones maduros.

El modelo más aceptado para explicar el ensamble del VMT es el asa en movimiento. Este
modelo propone que una molécula de ARN en forma de horquilla se inserta, a través del
orificio central de un disco formado por subunidades de proteína "A", en el espacio o
mandíbula presente entre los dos discos de proteína "A". A consecuencia de esta
interacción, los discos son desfasados dando origen a una estructura helicoidal, la cual se
perpetúa por medio de la adición de nuevos discos de proteína en la parte superior de la
hélice en crecimiento. El asa producida por la tracción del ARN hacia arriba del orificio
central de la partícula en crecimiento constituirá el asa en movimiento que se inserta en el
orificio del siguiente disco adicional, desfasándolo a su vez y convirtiéndolo en una
estructura helicoidal (figura III.12). Este modelo predice que en partículas de VMT
ensambladas parcialmente las puntas 5' y 3' del ARN viral deben protuir a través de alguno
de los extremos de la partícula viral en formación. Este hecho ha sido confirmado por
microscopia electrónica.

El ensamble dirigido de los nuevos viriones es característico de virus complejos como los
fagos del grupo T. El caso más estudiado es el del fago T4. El primer avance en la
elucidación del ensamblaje del fago T4 se obtuvo a partir del estudio de mutantes letales
condicionales. Cuando se infecta una cepa no permisiva de E. coli con fagos que tienen
mutaciones en cualquiera de sus genes estructurales, no se producen nuevas partículas
virales. Sin embargo, cuando se examinan bajo el microscopio electrónico los lisados
obtenidos a partir de estas bacterias infectadas con fagos mutantes, se encuentra la
presencia de estructuras correspondientes a los componentes del fago. Así, bacterias
infectadas con fagos mutantes en el nivel de los genes 34, 35, 36, 37 y 38, acumulan
partículas virales que parecen normales, salvo porque carecen de las fibras de la cola. Por
lo tanto, se concluye que estos genes codifican proteas involucradas en el ensamble de las
fibras de la cola; la adición de estas fibras es un evento tardío en el ensamble de las
nuevas partículas virales. Las fibras se acuman en bacterias infectadas con fagos mutantes
en los genes 34, 35, 36 y 38, pero no en los mutantes en el gene 37, por lo que se deduce
que este gene 37 codifica la principal proteína estructural de las fibras de la cola del fago.
La aplicación de esta metodología a bacterias infectadas con otras cepas diferentes de
fagos mutantes permitió identificar la función de muchos otros genes del fago T4y
establecer que la cabeza, la cola y las fibras del fago son sintetizadas en forma
independiente.

56
Figura III. 12. Modelo de asa en movimiento para el ensamble del virus del mosaico del
tabaco (VMT). La nucleación se inicia con la inserción de una horquilla de ARN viral en el
orificio central del primer disco de proteínas tipo "A". El asa se intercala entre dos capas
de subunidades y se pega alrededor de la primera vuelta del disco. Como resultado del
modo de iniciación, el extremo más largo del ARN viral forma un asa en movimiento a la
cual se le añaden rápidamente discos adicionales formados por subunidades de proteína
"A".

57
Figura III.13. Ensamble del bacteriófago T.4

Estudios complementarios realizados in vitro han permitido conocer más detalles del
proceso de ensamblaje del fago T4. Por ejemplo, fagos carentes de fibras aislados a partir
de bacterias infectadas con mutantes en los genes 34-38 fueron mezclados con un
extracto obtenido de bacterias infectadas con una cepa de fagos mutantes en el gene 23,
la cual no puede sintetizar cabezas virales. El resultado de este experimento fue la
formación in vitro de viriones completos e infectivos, ya que el extracto del mutante en el
gene 23 actuó como donador de fibras de la cola, mientras que el otro extracto

58
proporcionó las cabezas del fago. Este tipo de experimento es análogo a los estudios de
complementación genética, pero con la diferencia de que estos últimos se realizan in vivo,
o sea, dentro de las células infectadas.

La figura III.13 muestra la secuencia de ensamble del fago T4. Los productos de los genes
13 y 14 no están involucrados directamente en el proceso de unión; sin embargo, deben
ser funcionales para que pueda ocurrir la unión entre cabezas y colas. Las cabezas se unen
a las colas en forma espontánea; por lo tanto, los genes 13 y 14 deben estar involucrados
en alguna modificación de las cabezas maduras, la cual es un prerrequisito para la adición
de la cola. En contraste, las fibras de la cola no se unen espontáneamente a la placa basal,
sino que requieren la participación activa del producto del gene 63 para poder llevar a
cabo esta unión.

El correcto ensamblaje de muchos virus esféricos y también de algunos fagos con cabeza y
cola requiere la participación de proteínas que no están presentes en el virus maduro. A
estas proteínas se les conoce como proteínas formadoras del andamio. Por ejemplo,
durante el ensamble del fago P22 aproximadamente 250 moléculas de las proteínas del
andamio catalizan el ensamble de 420 moléculas de la proteína de la cubierta viral, de
manera que estas proteínas forman una procabeza de cubierta doble, la cual contiene
ambos tipos de proteína. Cuando ocurre la encapsidación del ADN viral, todas las proteínas
formadoras del andamio son expulsadas de la procabeza, de manera que estas proteínas
quedan libres para participar en ciclos subsecuentes de ensamble de las procabezas. En el
caso del fago T4, la proteína formadora del andamio es el producto del gene 22; esta
proteína es removida de la procabeza por medio de una enzima proteolítica (capaz de
degradar proteínas) en el momento que ocurre la encapsidación del ADN viral.

Durante el ensamblaje de los adenovirus las proteínas formadoras del andamio son
eliminadas en el momento que ocurre la encapsidación del ADN viral, pero no se sabe si
estas proteínas son destruidas o reutilizadas en el ensamble de otras partículas virales.
Existe evidencia de que en el proceso de ensamble de los herpesvirus y los poxvirus se
reciclan las proteínas formadoras del andamio.

La proteína codificada por el gene B del fago ØXI74 no está presente en el virión maduro,
pero participa en forma catalítica en el ensamble del fago. En células infectadas por
ØXI74, la proteína del gene F se agrega para formar pentámeros al igual que la proteína
del gene G; estos pentámeros reaccionan en presencia del producto del gene B para
formar un agregado proteico más complejo, el cual probablemente constituye los vértices
de la cápside viral icosaédrica.

h) FRAGMENTACIÓN DE PROTEÍNAS VIRALES

En la mayoría de los casos estudiados, la formación de viriones maduros requiere la


fragmentación de grandes proteínas precursoras una vez que éstas se han ensamblado
para formar procabezas o proviriones. Por ejemplo, en la maduración de la cabeza del

59
fago T4, la proteína producto del gene 23 (p23) es fragmentada para generar la proteína
p23*, que es 17% más corta que p23. En ausencia del ácido nucleico, las proteínas
íntegras forman agregados más estables que las proteínas fragmentadas. Esto es
consistente con la observación de que la fragmentación de las proteínas estructurales
ocurre justamente antes de la encapsidación del ácido nucleico viral.

En las células infectadas por picornavirus y togavirus ocurren dos tipos de fragmentación
postraducción de las proteínas virales. Por ejemplo, el genoma completo del poliovirus es
traducido en un solo polipéptido gigante, el cual es fragmentado en tres polipéptidos más
pequeños. Uno de estos polipéptidos es la proteína NCVPl o proteína que pertenece a la
cápside viral. Esta proteína es precursora de las cuatro proteínas presentes en el virión
maduro. NCVPl se deriva de la región 5' del genoma viral y es sintetizada en forma
completa antes de ser fragmentada; esto sugiere que es necesario que la proteína NCVPl
se pliegue en el espacio para adquirir una conformación tridimensional antes de que
ocurra la fragmentación de dicha proteína. La fragmentación de NCVPl da origen a las
proteínas VPO, VPl y VP3, las cuales se encuentran asociadas entre sí en el interior de las
células infectadas al igual que en las cápsides virales. Después de que el ARN viral es
encapsulado, VPO es fragmentada para producir las proteínas del virión denominadas VP2
y VP4. La fragmentación inicial del producto primario de la traducción del genoma viral
representa un caso de fragmentación formativa. Este proceso probablemente constituye
un mecanismo utilizado por las células animales como substituto para la iniciación interna
de la síntesis de proteínas en mensajes policistrónicos (mensajes que contienen la
información correspondiente a varios genes). La fragmentación del NCVPl en VPO, VP1 y
VP3, y la subsecuente fragmentación de VPO en VP2 y VP4, representan ejemplos de
fragmentación morfogenética (figura III.10).

i) ENSAMBLE DE LOS VIRUS CON ENVOLTURA

Un gran número de virus, particularmente de virus animales, poseen una envoltura


lipídica como parte de su estructura. Por ejemplo, los herpesvirus se replican en el núcleo
celular y aunque las proteínas virales son sintetizadas en el citoplasma celular, estas
proteínas son reintroducidas al núcleo celular. Después del ensamble de la nucleocápside,
el virus brota a través de la membrana nuclear y de esta manera adquiere la envoltura.
Antes de que ocurra este proceso, la membrana nuclear es modificada por medio de la
incorporación de proteínas virales específicas, las cuales son glicosiladas, o sea, se les
añaden moléculas de carbohidratos. Sin embargo, la gran mayoría de los virus con
envoltura la adquieren a partir de la membrana celular. Se han identificado cuatro eventos
principales en la maduración de estos virus. Primero, se forma la nucleocápside en el
citoplasma celular. Segundo, ciertas áreas de la membrana celular incorporan
glicoproteínas virales. Tercero, la nucleocápside se alinea a lo largo de la superficie interna
de la membrana modificada y finalmente brota de la célula. Durante este proceso,
ninguna proteína de la membrana celular es incorporada en las partículas virales, aunque
la mayor parte de los lípidos presentes en la envoltura viral son derivados de los lípidos
normalmente presentes en la membrana de la célula hospedera.

60
IV. LISOGENIA
POCO tiempo después de que fueron descubiertos los fagos, se aislaron cepas bacterianas
que parecían ser portadoras silenciosas de ciertos tipos de fagos. Los líquidos obtenidos a
partir de cultivos de estas cepas portadoras mostraban la presencia de fagos; sin embargo,
las cepas portadoras no eran sensibles a ser destruidas por el fago que portaban. Por otra
parte, cepas de bacterias emparentadas con la cepa portadora resultaban ser sensibles al
fago presente en las cepas portadoras. Las cepas de bacterias portadoras de fagos
silenciosos o latentes fueron denominadas cepas lisogénicas. A principios de los años
cincuenta se descubrió que los fagos son capaces de adsorberse a las bacterias lisogénicas,
pero no se produce la subsecuente lisis de estas bacterias. Por otra parte, cuando el fago
procedente de una cepa lisogénica es sembrado en una cepa de bacterias sensibles, se
pueden aislar en estos cultivos colonias de bacterias que se comportan igual que las cepas
lisogénicas. En 1950, André Lwoff cultivó una sola célula procedente de una cepa
lisogénica de Bacillus megaterium y observó bajo el microscopio la división de esta
bacteria. Posteriormente, Lwoff removió una de las células hijas junto con un poco del
medio de cultivo. Este proceso fue repetido varias veces: cada vez que se dividía la célula
remanente, era removida una de las células hijas y algo del medio de cultivo; las células
hijas y el viejo medio de cultivo fueron sembrados en agar para determinar si daban
origen a una población de bacterias lisogénicas y a la presencia de fago en el medio de
cultivo. Estos experimentos mostraron que las bacterias lisogénicas pueden crecer y
dividirse sin liberar fagos al medio de cultivo. Sin embargo, por alguna razón desconocida,
algunos filtrados obtenidos a partir de extractos de bacterias lisogénicas mostraban la
presencia de partículas virales, o sea, fagos. Lwoff razonó que en las cepas lisogénicas el
fago se encuentra en forma de un precursor no infeccioso al que denominó profago. La
lisis de algunas de estas bacterias lisogénicas ocurre solamente cuando estas células han
sido estimuladas para producir fagos. Lwoff y colaboradores observaron que la irradiación
con luz ultravioleta (U.V.) era capaz de inducir la producción de fagos en una población de
bacterias lisogénicas, mismas que eran lisadas en la medida que se incrementaba la
concentración de fagos liberados al medio de cultivo. Por lo tanto, una bacteria lisogénica
posee la capacidad de heredar el fago a sus descendientes, muy pocos de los cuales se
lisarán en forma espontánea. Sin embargo, la mayor parte de la progenie de una bacteria
lisogénica puede ser inducida a producir el fago por medio de la irradiación con U.V. o
tratamiento con otros factores inductores. Se denomina temperados a los bacteriófagos
capaces de existir en forma de profago en el interior de una bacteria hospedera. Después
de que el profago ha sido inducido por irradiación, ocurre un breve periodo de eclipse en
el cual no se puede detectar la presencia del fago dentro de la bacteria. Sin embargo, es
posible detectar la aparición de proteínas y ácido nucleico específicos del fago; estos
elementos serán ensamblados para formar los nuevos fagos maduros poco antes de que
ocurra la lisis de la bacteria hospedera.

En 1951, Esther Lederberg descubrió en forma accidental que la cepa de E. coli K12 era de
tipo lisogénico. El fago latente en dicha cepa fue aislado al mezclar E. coli Kl2 con

61
derivados no lisogénicos de esta cepa bacteriana. El fago resultante es ahora conocido
como fago y representa el caso más estudiado del fenómeno de lisogenia.

Las bacterias infectadas por fagos temperados continúan dividiéndose por varias
generaciones y son inmunes o resistentes a ser superinfectadas por el mismo tipo de fago
que albergan o por otros fagos pertenecientes a clases emparentadas con el fago
temperado original. Estas bacterias contienen cuando menos una copia íntegra del
genoma del fago. Las bacterias infectadas por fagos temperados portan la información
genética correspondiente al fago, a través de múltiples divisiones bacterianas, o sea, el
genoma del fago es replicado al mismo tiempo que ocurre la replicación del genoma
bacteriano; este hecho hace posible que la bacteria original pueda heredar el fago
temperado a la subsecuente progenie bacteriana.

El genoma del fago l está constituido por una molécula lineal de ADN de cadena doble; esta
molécula posee extremos cohesivos o "pegajosos" debidos a la secuencia de nucleótidos
presentes en esa región del genoma viral. Al penetrar en la bacteria, el ADN del fago l se
circulariza por la interacción entre los extremos cohesivos de la molécula.
Ocasionalmente, este anillo de ADN puede ser integrado en el cromosoma de la bacteria.
La integración ocurre en un sitio específico del genoma bacteriano; en ese sitio existe una
secuencia de nucleótidos que resulta homóloga a la de una región del genoma del fago
denominada att l . Cuando en forma espontánea se alinean paralelamente estas
secuencias homólogas, el círculo del genoma del fago se rompe y la integración se lleva a
cabo por medio del entrecruzamiento entre el ADN del fago y el ADN de la bacteria; este
entrecruzamiento es mediado por un factor proteico codificado por un gene del fago (int).
El fago, una vez integrado, se encuentra como profago y solamente unos cuantos de sus
genes son expresados (figura IV.1). Un gene en particular produce una proteína que se
comporta como un represor que inactiva la expresión de los otros genes virales. Este
represor también actúa como un factor de inmunidad que im pide la superinfección de la
misma bacteria por otro fago l .

Un factor crítico para el mantenimiento del estado de profago está representado por la
concentración de la proteína represora en el citoplasma bacteriano. Eventos que
disminuyen la concentración del represor inducen la expresión del genoma viral completo.
Un ejemplo de lo anterior ocurre cuando una bacteria lisogénica masculina, o sea,
poseedora del factor de conjugación F (bacteria F+), se conjuga con una bacteria no
lisogénica femenina (F-) introduciendo en el citoplasma de la bacteria femenina un
fragmento de ADN que incluye al profago. Debido a que en el citoplasma de la célula
receptora no existen moléculas del represor para el fago l, se produce una rápida
inducción de la expresión del genoma viral y la subsecuente lisis de la bacteria receptora.

62
Figura IV. 1.(a) Modelo de Campbell para la inserción del ADN del fago en el cromosoma
bacteriano. (b) Mapa genético del fago. (c) Reordenamiento de los genes del fago después
de inserción del ADN del fago en el cromosoma bacteriano. Los símbolos gal y trp
representan los operones de la galactosa y del triptófano, respectivamente.

63
La transición entre el estado de profago y la infección productiva de tipo lítico inducen que
el ADN viral se separe del cromosoma bacteriano por medio de la formación de una asa de
ADN viral, la cual es cortada y liberada del cromosoma por mediación de proteínas
codificadas por los genes xis e int del fago. Una vez liberado el genoma viral, los extremos
cohesivos se reúnen formando una molécula circular de ADN viral.

Algunas veces ocurren errores en el proceso de corte o escisión, de manera que el ADN
liberado del cromosoma incluye pequeños segmentos correspondientes al ADN bacteriano
adyacente al profago. Por ejemplo, el ADN bacteriano presente a la izquierda del profago
se incluye secuencias correspondientes de los genes del operón de la galactosa, los cuales
codifican enzimas involucradas en el metabolismo y procesamiento del carbohidrato
galactosa. Generalmente, el error en la escisión, mismo que resulta en la inclusión de una
porción del genoma bacteriano, también ocasiona una pérdida recíprocamente
proporcional del genoma viral. Por ejemplo, cuando por error se incluyen los genes del
operón de la galactosa en el ADN liberado, se pierden genes normalmente presentes en el
extremo derecho del genoma del fago. El genoma viral defectuoso sirve tomo templado
para la replicación del ADN, de manera que los nuevos fagos tendrán genes para la
utilización de la galactosa y a la vez carecerán de algunos genes virales que salieron
perdidos durante el proceso de escisión. Cuando se infectan con este fago defectuoso
bacterias mutantes que tienen un defecto en el operón de la galactosa (bacterias Gal-), en
condiciones favorables al proceso de lisogenización, es posible que la inserción del
genoma viral en el cromosoma de la bacteria mutante resulte en la adquisición de las
funciones para la utilización de la galactosa, previamente ausentes en la bacteria mutante.
A este fenómeno se le conoce como transducción y los fagos capaces de inducirlo son
denominados fagos transductantes, los cuales tienen la capacidad de introducir en las
bacterias infectadas fragmentos de ADN que codifican funciones previamente ausentes en
esas bacterias. En general, los fagos transductantes son defectuosos en su propia
replicación debido a que carecen de ciertos genes virales necesarios para este proceso.
Por lo tanto, estos fagos defectuosos sólo pueden propagarse en presencia de fagos
normales (auxiliares) capaces de proporcionar los factores codificados por la región del
ADN ausente en los fagos defectuosos.

V. INTERACCIONES ENTRE VIRUS Y CÉLULAS EUCARIÓTICAS


EXISTEN varios tipos de interacciones entre los virus y las células eucarióticas mantenidas
en cultivo. El estudio de estas interacciones ha permitido comprender ciertos eventos
relacionados con el proceso de infección en organismos íntegros. Las infecciones virales
en células eucarióticas pueden ser clasificadas en: líticas, persistentes, latentes,
transformantes y abortivas. En todos estos tipos de infección, el evento inicial consiste en
la interacción entre el virus y el receptor correspondiente presente en la superficie de la
célula. Si una célula carece del receptor apropiado para un virus en particular; entonces es
automáticamente resistente a la infección por ese tipo de virus.

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i) Infecciones líticas: son muy fáciles de estudiar en el laboratorio, ya que la muerte celular
y la producción de progenie viral infecciosa pueden ser observadas sin mayor dificultad.
Los virus pueden matar a la célula hospedera al inhibir la síntesis de los ácidos nucleicos y
proteínas celulares. Sin embargo, con frecuencia la muerte celular ocurre debido a una
liberación de enzimas lisosomales que digieren las estructura propias de la célula. La
alteración en la regulación del transporte y concentraciones de iones en la célula infectada
también puede conducir a la rápida muerte celular.

ii) Infecciones persistentes: se caracterizan por la producción continua de virus infecciosos


sin que las células hospederas mueran o sean destruidas. Las infecciones persistentes son
consecuencia de un delicado equilibrio que a veces se establece entre el virus y su célula
hospedera. Por ejemplo, la infección de células de riñón de mono con virus SV5 resulta en
la continua producción de partículas virales por más de 30 días. A pesar de que este virus
se multiplica siguiendo la cinética de crecimiento en un paso, la cual es característica de
las infecciones líticas, el virus no produce daño a las células hospederas debido a que no
perturba ni interfiere con la síntesis de ácidos nucleicos y proteínas celulares. Por otra
parte, el virus SV5 consume muy pocos de los recursos de la célula hospedera, por
ejemplo, la cantidad de ARN viral sintetizado es equivalente a menos del 1% de la síntesis
de ARN celular. Sin embargo, el mismo virus SV5 produce infecciones líticas en cultivos de
células obtenidas del riñón de hámsteres recién nacidos. Por lo tanto, el curso de la
infección depende de las propiedades tanto del virus como de la célula hospedera.

En el laboratorio es posible manipular las condiciones en que se desarrolla una infección


viral, de manera que la adición de pequeñas cantidades de anticuerpos neutralizantes
específicos contra el virus infectante, o la adición de interferón (véase, infra), disminuye la
producción de progenie viral o el índice de multiplicación del virus; de esta manera es
posible que sobreviva la mayor parte de la población celular a pesar de que unas cuantas
células mueran.

Las llamadas partículas defectuosas causantes de interferencia (ID) son producidas


durante las infecciones virales a consecuencia de errores en la replicación del ácido
nucleico viral. Estos errores se manifiestan como supresión de una porción del genoma
viral. La propagación de estas partículas virales defectuosas es favorecida cuando se utiliza
como inóculo infectante una suspensión con alta multiplicidad de infección, o sea, un
inóculo que contiene un exceso absoluto de partículas virales en relación con el número
de células a ser infectadas. Las partículas ID dependen para su multiplicación de factores y
componentes producidos por virus normales e infecciosos. Por lo tanto, se pueden
establecer condiciones artificiales en que las interacciones entre virus infeccioso,
partículas ID y células conducen al establecimiento de una infección persistente.

iii) Infecciones latentes: en estas infecciones el genoma viral y posiblemente varios


productos codificados por este genoma se encuentran presentes en la célula hospedera,
pero no producen nuevas partículas virales infectantes. El fenómeno de lisogenia es un
ejemplo de infección viral latente en bacterias. En el caso de los virus animales, algunos

65
virus causantes de tumores son capaces de permanecer latentes. Se puede decir que es la
infección en sí la que permanece latente, ya que las propiedades de la célula y el virus son
importantes para establecer el estado de latencia. Un virus capaz de producir infecciones
latentes en un tipo de células puede producir infecciones líticas en otro tipo de células. En
todos los casos de latencia viral bien estudiados hasta la fecha, el virus logra el estado de
latencia integrando una copia de su genoma en el genoma de la célula hospedera. Esto
asegura que el genoma viral será replicado junto con el ADN cromosomal y, por lo tanto,
será transmitido a la progenie celular además de permanecer protegido de la acción
degradante de las enzimas nucleasas. Existe una serie de factores externos que pueden
reactivar a un virus latente para que éste inicie una infección lítica productiva. Sin
embargo, el caso más conocido y de gran importancia en humanos de infección viral
latente, está representado por las infecciones por herpesvirus, pero hasta la fecha se
conocen muy pocos detalles en relación con las causas y el mecanismo por el cual estos
virus son capaces de entrar en el estado latente.

iv) Infecciones abortivas: se caracterizan por una reducción en el rendimiento total de


partículas virales o en el índice partícula viral/infectividad. Ambas situaciones reflejan una
incompatibilidad entre el virus y la célula hospedera. Un defecto en la producción o
procesamiento de cualquiera de los componentes necesarios para la multiplicación viral:
ARN, ADN o proteína, puede ocasionar una infección abortiva. Por ejemplo, el virus de la
influenza aviaria produce infecciones abortivas en las células L de ratón debido a la
insuficiente síntesis de ADN viral.

Las infecciones de tipo transformante serán discutidas en la sección dedicada a los virus
tumorales.

Un fenómeno importante asociado con las infecciones virales de células en cultivo es la


capacidad de producir fusión celular, dando origen a la formación de células
multinucleadas denominadas sincitios. Varios tipos de virus manifiestan esta propiedad y
algunos, como el virus de Sendai, son utilizados rutinariamente en el laboratorio para
inducir la fusión experimental entre diversos tipos de células.

VI. INTERFERÓN E INMUNIDAD A LAS INFECCIONES


VIRALES
EL SISTEMA inmune constituye la principal barrera que poseen los animales superiores para
protegerse de las infecciones en general. La inmunidad inespecífica es aquélla que actúa
contra cualquier material extraño que invade al organismo; este tipo de inmunidad es
innata y en ella participan barreras físicas como la piel y las mebranas mucosas; barreras
químicas como el ácido clorhídrico del jugo gástrico o el ácido láctico presente en el sudor;
proteínas que inactivan a los agentes infecciosos o destruyen a las células infectadas,
como la lisozima presente en las lágrimas y secreciones mucosas, las enzimas del sistema
de complemento y los interferones. Existe también una importante variedad de células

66
que participan en los mecanismos de inmunidad inespecífica: los macrófagos o fagocitos
que ingieren y destruyen células y partículas extrañas, al igual que los leucocitos
neutrofilos que además son importantes mediadores del proceso de inflamación. Los
macrófagos también actúan como células presentadoras de antígenos que estimulan la
respuesta inmune específica; los leucocitos basófilos que secretan mediadores químicos
que promueven la inflamación con el fin de facilitar el flujo sanguíneo y la accesibilidad de
las células inmunitarias en las regiones donde se localiza una infección; los leucocitos
eosinófilos que participan en la destrucción de parásitos y de células infectadas por
parásitos intracelulares; las células asesinas naturales (NK por "natural killers") que son
estudiadas más adelante.

Existen dos tipos de inmunidad específica: humoral y celular. La inmunidad humoral es


mediada por los anticuerpos o inmunoglobulinas, que son proteínas específicas
sintetizadas por las células plasmáticas. Los progenitores inmediatos de estas células son
los linfocitos B que son capaces de reaccionar con moléculas extrañas al organismo,
llamadas antígenos. Los linfocitos B se originan en la médula ósea a partir de células
precursoras. La unión del antígeno con el linfocito B estimula a este último para que se
divida y se diferencie dando origen a una gran cantidad de células plasmáticas y células
poseedoras de la llamada memoria antigénica. Las células plasmáticas sintetizan y
secretan moléculas de anticuerpos, las cuales reacionan en forma específica con el
antígeno que originalmente estimuló la producción de dichos anticuerpos. Las células con
memoria antigénica no sintetizan anticuerpos pero conservan la capacidad potencial de
sintetizar dichos anticuerpos contra un antígeno específico, pues las células con memoria
antigénica pueden transformarse, en condiciones adecuadas, en células plasmáticas
productoras de anticuerpos específicos. Por esta razón, el sistema inmune de un
organismo responde en forma más potente y rápida cuando se encuentra por segunda vez
ante la presencia del mismo antígeno.

Las inmunoglobulinas se dividen en cinco grupos: IgA, IgG, IgD, IgE e IgM. Estas proteínas
actúan directamente uniéndose a componentes del virión y produciendo la neutralización
del virus. Sin embargo, las IgG pueden unirse por medio de sus fragmentos Fc a la
superficie de otras células del sistema inmune conocidas como macrófagos, los cuales
adquieren la capacidad para reconocer los antígenos virales presentes en la superficie de
las células infectadas.

Las IgM e IgG pueden activar el sistema del complemento que consiste en una cascada de
enzimas que liberan componentes capaces de atraer diversos tipos de células del sistema
inmune al sitio donde se localiza el anúgeno; estas enzimas también expresan una
actividad de fosfolipasa capaz de lisar las células infectadas por el virus.

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Esta representación esquemática de una molécula de IgG muestra las cadenas pesadas (H)
y las cadenas ligeras(L). Los extremos N de los fragmentos Fab corresponden a las regiones
de unión del anticuerpo con su antígeno específico. El fragmento Fc es común a todas las
moléculas de IgG independientemente de su especificidad antigénica. Se indican las
regiones con secuencias variables (V) y con secuencias constantes de aminoácidos (C). La
sigla CHO indica la posición de moléculas de carbohidratos asociados con la proteína IgG;
estos puentes disulfuro estabilizan la estructura de la IgG.

La inmunidad celular es mediada en primer lugar por los linfocitos T, los cuales se originan
en el timo. La especificidad de los linfocitos B yT está determinada por receptores
específicos que están presentes en las membranas de estas células. Estos receptores
reconocen motivos estructurales específicos que están presentes en los antígenos; dichos
motivos estructurales son conocidos como epitopes y son muy diferentes entre sí. El
reconocimiento y ligado de un epitope por parte del receptor celular específico es el
evento que determina que sean activados sólo los linfocitos que poseen dichos
receptores. Los recepctores específicos presentes en un linfocito B son en realidad
inmunoglobulinas que están fijas a la membrana celular y que tienen la misma
especificidad que las inmunoglobulinas secretadas por dicho linfocito.

En el caso de los linfocitos T, el receptor para epitopes antigénos específicos se denomina


receptor de célula T o receptor T y consiste en una proteína que a su vez resulta de la
conjunción de dos proteínas diferentes denominadas alfa y beta, respectivamente. Dicho
receptor T presenta un extremo variable que determina la especificidad del receptor por
68
un epitope en particular. Cuando el epitope es ligado por el receptor T se produce una
señal que estimula al linfocito T para que prolifere y produzca una "clona" o familia de
células idénticas que manifiestan la misma especificidad por el mismo epitope antigénico.
Algunas de las células T resultantes serán responsables de contribuir a mantener la
memoria inmunológica que permite una respuesta más eficaz y rápida cuando el
organismo encuentra al mismo antígeno por segunda vez.

Los principales tipos de linfocitos T son:

1) linfocito T auxiliar: este tipo de linfocito prolifera después de haber reconocido y ligado
un epitope específico, dando origen a clona de linfocitos auxiliares que producen una
variedad de moléculas solubles conocidas como linfocinas cuyo papel consiste en
estimular a otras células inmunocompetentes (linfocitos B y T) para que se activen y
proliferen. Los linfocitos T axuliares son orquestadores de la respuesta inmune específica;
sin la participación de estos linfocitos no es posible la producción de otras células
inmunocompetentes que participan en la respuesta inmune específica.

2) linfocito T citotóxico: este tipo de linfocito responde a la activación mediada por el


reconocimiento de un epitope específico y la presencia de linfocinas en el medio, dando
origen a una clona de células T citotóxicas con capacidad para destruir células que portan
antígenos foráneos específicos como son las células infectadas por virus. Los linfocitos T
citotóxicos producen también ciertas linfocinas como el interferón gamma, el cual
estimula la actividad de los macrófagos.

3) linfocito T supresor: este tipo de linfocito se encarga de disminuir o amortiguar la


maginitud de la respuesta inmune y de esta manera controla la respuesta de otras células
inmunocompetentes para evitar que sea exagerada.

Los linfocitos denominados células asesinas naturales (células NK) son linfocitos grandes
con citoplasma granular y son diferentes de los linfocitos T y B. Los linfocitos NK destruyen
a células infectadas por cualquier tipo de virus, por lo cual su actividad es inespecífica. Las
células NK se adhieren a las células infectadas y liberan gránulos tóxicos que lisan
(destruyen) a las células blanco.

INTERFERÓN

En 1957, Isaacs incubó la membrana corioalantoica de un embrión de pollo en presencia


de una suspensión de virus de la influenza que había sido inactivado por medio de
tratamiento térmico. Esta membrana fue transferida a una solución amortiguadora y se
almacenó por 24 horas. Posteriormente, la membrana fue descartada y la misma solución
amortiguadora fue utilizada para incubar una nueva membrana de pollo en presencia de
virus infeccioso de la influenza. Isaacs observó que la nueva membrana no permitía el
crecimiento del virus y por lo tanto concluyó que algún producto soluble con actividad

69
antiviral había sido liberado en la solución amortiguadora como respuesta a la infección
viral de la membrana original. Esta sustancia antiviral fue denominada interferón.

Los interferones son proteínas que tienen asociados carbohidratos senciales para su
actividad. Por convención, la actividad antiviral del interferón es estimada midiendo la
inhibición que éste produce en la incorporación de uridina radiactiva en el ARN viral en
células infectadas por un togavirus. La actividad es expresada como la cantidad de
interferón necesaria para reducir en 50% el nivel normal de síntesis de ARN viral; esta
cantidad es arbitrariamente definida como una unidad de interferón. Por ejemplo, 1 mg
de proteína de interferón purificado tiene actividad antiviral en el orden de 10 9 unidades.

Los interferones fueron identificados como proteínas secretadas por células infectadas
por virus que son capaces de proteger de la infección viral a otras células, debido a que los
interferones estimulan en las células no infectadas la producción de proteínas que inhiben
la replicación de diferentes tipos de virus. Sin embargo, hoy en día el término interferón
se refiere a varias proteínas que manifiestan esta actividad antiviral aunque no todas estas
proteínas son producidas por células infectas por virus. Existen dos tipos principales de
interferón. los tipo 1 están representados por el interferón alfa (IFN alfa) y el interferón
beta (IFN beta); ambos tienen una actividad biológica muy similar siendo ejemplos de la
llamada respuesta inmune inespecífica y sus estructuras moleculares son muy parecidas.
El IFN alfa es producido principalmente por los leucocitos infectados por virus, mientras
que el IFN beta es producido por fibroblastos infectados por virus. El IFN alfa también
estimula la sintésis de proteínas clase 1 del complejo mayor de histocompatibilidad (MHC-
clase 1), estas moléculas están presentes en las membranas de todas las células con
núcleo y participan en la presentación de antígenos (en particular de antígenos virales)
para que sean reconocidos por el sistema inmune.

La figura VI.1 describe el mecanismo de acción antiviral del interferón. Una gran variedad
de virus es capaz de inducir la producción de interferón tipo 1; el cual es activo contra un
amplio espectro de virus diferentes y no sólo contra el virus inductor. Sin embargo, el
interferón parece ser más específico en relación con la especie a partir de la cual se
obtienen las células productoras del mismo. Por ejemplo, interferón obtenido a partir de
células de ratón es poco eficiente para proteger células de rata, pollo o simio contra la
infección viral.

La inducción del interferón provoca la liberación de esta molécula y la producción de un


estado antiviral en las células que entran en contacto con el interferón. Los genes que
codifican a los interferones humanos tipo 1 están ubicados en el cromosoma 9, mientras
que el gene del interferón tipo 2 está en el cromosoma 12. Todos los virus que se
multiplican activamente son capaces de inducir la producción de interferón y se cree que
moléculas de ARN de cadena doble actúan como inductores específicos. El interferón
liberado produce.el estado antiviral en otras células por medio de la unión con un
receptor presente en la superficie celular. El gene que codifica al receptor para IFN alfa y
beta está en el cromosoma 21, mientras que el gene que codifica el receptor para IFN tipo

70
2 o gamma, está en el cromosoma 6. Se sabe que la presencia de ARN de cadena doble
estimula la fosforilación (adición de grupos fosfato) de ciertas proteínas reguladoras; esto
impide que estas proteínas participen en el proceso de iniciación de la síntesis de
proteínas. Este ARN de cadena doble también activa una ribonucleasa que degrada al ARN
mensajero y, por lo tanto, detiene la síntesis de proteínas. Sin embargo, todavía no se
conoce con claridad el mecanismo por el cual las actividades inducidas por el interferón
son capaces de distinguir ente la síntesis de proteínas celulares y la síntesis de proteínas
virales De hecho, la actividad inhibitoria de la síntesis de proteínas parece ser la
responsable del efecto antitumoral del interferón, efecto que ha sido claramente
demostrado in vitro y en animales experimentales. Sin embargo, el uso de los diferentes
interferones en el tratamiento del cáncer no ha dado los resultados esperados, ya que por
lo general los interferones producen efectos secundarios negativos en los pacientes
tratados con dosis altas de estos agentes. Hasta la fecha, sólo algunos tipos de cáncer muy
raros, como por ejemplo, la leucemia de células pilosas, han sido tratados con éxito
mediante el uso de interferón alfa.

71
Figura VI.1. Mecanismo de acción del interferón: el virus infecta a la célula 1 después de
unirse con el receptor (a). La infección viral enciende la maquinaria celular para permitir la
replicación del genoma viral (b). La presencia de ácido nucleico viral induce la expresión
de genes de interferón (c). El interferón es secretado por la célula infectada y se pega a su
receptor específico presente en la membrana de una célula no infectada (d). La unión del
interferón con su receptor induce la producción de enzimas que interfieren con la síntesis
de proteínas. Una de estas enzimas inhibe la traducción de ARN mensajero viral, mientras
que otra enzima estimula la acción de enzimas endonucleasas que degradan el ARN
mensajero viral. De esta manera, la célula receptora del interferón queda protegida de la
infección viral. Al inducir estas dos acciones enzimáticas que interfieren con la síntesis de
proteínas, el interferón inhibe también el crecimiento de las propias células, por ello ha
sido utilizado experimentalmente como inhibidor de la proliferación de células
cancerosas.

El interferón tipo 2 está representado por el IFN gamma, también denominado


inmunointerferón, debido a que es producido por linfocitos activados al entrar en
contacto con antígenos durante una respuesta inmune. La principal acción de este tipo de
interferón consiste en actuar como una linfocina, es decir, como una molécula capaz de
activar otras células del sistema inmune, como son las células asesinas naturales (NK) los
macrófagos, y los linfocitos B. De hecho, el IFN gamma puede influir sobre la clase de
anticuerpo que es producido por los linfocitos B en el marco de una respuesta inmune. La
inducción de este tipo de interferón no depende de la presencia de ARN de cadena doble y
al parecer tiene un papel suplementario en la respuesta inducida por el interferón tipo 1.
El interferón tipo 2 es particularmente eficaz en el control de infecciones producidas por
virus capaces de inhibir la síntesis de ARN y proteínas celulares antes de que haya sido
posible la síntesis de interferón tipo 1.

VII. INTERACCIONES ENTRE EL VIRUS Y EL ORGANISMO


HOSPEDERO
DESDE el punto de vista biológico, los virus pueden ser considerados como parásitos cuya
supervivencia depende a su vez de la supervivencia de la especie hospedera. Por lo tanto,
es desventajoso para un tipo de virus exterminar o afectar seriamente la capacidad
reproductiva del hospedero.

Las infecciones virales agudas en animales superiores son por analogía equivalentes a las
curvas de crecimiento características de los fagos bacterianos en un solo paso. Sin
embargo, las infecciones virales agudas son cuestión de días en lugar de minutos. En las
infecciones agudas se produce progenie viral y las células infectadas mueren. Conforme
progresa la infección aparecen los signos y síntomas asociados, mismos que hacen
evidente la infección viral que previamente se ha estado desarrollando en forma silenciosa
durante varios días. El cuadro clínico compuesto por los signos y síntomas propios de la

72
enfermedad, asociado a las pruebas de laboratorio que incluyen procedimientos para
aislar y titular el virus involucrado, así como la detección de antígenos virales específicos,
permiten establecer el diagnóstico de la infección viral. Probablemente en estas
infecciones el interferón tiene un papel importante en la limitación de la diseminación de
la infección. La recuperación del organismo afectado es auxiliada por la destrucción de las
células infectadas, misma que es llevada a cabo por las células T citotóxicas. Poco después
de que se ha establecido la infección viral aparecen células asesinas no específicas, las
cuales participan también en la destrucción de las células infectadas. Al final del proceso
infeccioso, las partículas virales libres son eliminadas por la acción de los anticuerpos
específicos y los macrófagos. En todas las infecciones virales ocurren ciclos de
multiplicación viral durante el llamado periodo de incubación, que se caracteriza por ser
asintomático.

Todo organismo multicelular consiste de varios tipos de células diferenciadas organizadas


en tejidos que a su vez forman órganos y sistemas. Los virus infectan y se multiplican en
órganos y tejidos específicos. Las manifestaciones de la enfermedad viral son resultado de
las propiedades combinadas del virus y el hospedero.

Las infecciones virales más frecuentes son aquellas que se desarrollan en forma
asintomática. Estas infecciones solamente pueden ser detectadas por medio de exámenes
de laboratorio. Algunos virus causan infecciones silenciosas en el hospedero debido a que
logran establecer un equilibrio favorable con dicho hospedero. El ejemplo clásico de
infección viral silenciosa está dado por el virus de la poliomielitis, que en más de 90% de
los casos produce infecciones asintomáticas.

Las infecciones virales crónicas se caracterizan por una continua producción de partículas
virales y por la fluctuación en la magnitud y gravedad de los signos y síntomas asociados
con la infección. Al parecer, estas infecciones pueden alterar el sistema inmune de manera
que éste se vuelve incapaz de impedir la continua multiplicación del virus. El interferón
debe ser producido en el sitio, momento y concentración adecuados para que pueda
inhibir la infección viral; tal vez algunos virus son capaces de alterar estas condiciones y así
obstaculizan la capacidad antiviral del interferón.

Por ejemplo, el virus de la hepatitis B, que produce la llamada hepatitis del suero, induce
con frecuencia un periodo de infección aguda seguido por una infección crónica que
puede durar —con fluctuaciones— por el resto de la vida del individuo afectado. En este
padecimiento existen fuertes cantidades de anticuerpos circulantes específicos contra el
virus, la precipitación de los complejos antígeno-anticuerpo resultantes puede causar la
llamada enfermedad por complejos inmunes. Por lo tanto, los síntomas en este
padecimiento crónico derivan también de las proporciones relativas de antígeno viral y
anticuerpos contra el mismo.

El caso más estudiado de infecciones virales persistentes o latentes en humanos está dado
por los herpesvirus. La persistencia de la infección es consecuencia de un equilibrio entre

73
las propiedades del virus y los mecanismos de defensa del hospedero. La ruptura de este
equilibrio ocasiona la reactivación del virus y la reaparición del estado agudo de la
enfermedad; esta situación ocurre con frecuencia en el caso de pacientes que padecen
enfermedades no virales de tipo crónico, mismas que ocasionan una depresión del
sistema inmune.

La reactivación natural de una infección latente ha sido bien documentada en el caso del
Herpes simplex tipo 1 (HSV-1) y del virus de la varicela. Por ejemplo, el HSV-1 produce
infecciones agudas que se caracterizan por la aparición de ampllas labiales en las
comisuras de la boca (los llamados "fuegos") y fiebre de baja intensidad. Sin embargo, el
virus puede emigrar hacia los ganglios localizados en las raíces dorsales de los nervios
espinales o craneales que inervan la región donde se inició la infección. El virus puede
permanecer latente en estos ganglios nerviosos hasta que factores tan diversos como
insolación, tensión emocional o la menstruación lo reactivan por medio de mecanismos
desconocidos, de manera que el virus desciende por los nervios sensoriales y hace
erupción en forma de una infección aguda que se manifiesta en la piel localizada en el
extremo terminal del nervio afectado. Se sabe que la infección prsistente por HSV-1 es
mantenida en presencia de grandes cantidades de anticuerpos específicos contra el virus y
una respuesta T celular, posiblemente el equilibrio de estos factores contribuye a
mantener el estado de latencia.

Existe un grupo especial de virus denominados virus lentos o lentivirus, los cuales están
asociados con diferentes padecimientos crónicos que afectan el aparato respiratorio, las
articulaciones y los sistemas nervioso, inmune y hematopoyético (productor de células
sanguíneas) de humanos y animales. La evolución de estas enfermedades es insidiosa, o
sea, progresan en forma irregular a lo largo de un gran periodo de tiempo. Enfermedades
como la de Alzheimer (un tipo de demencia senil) y la esclerosis múltiple (una enfermedad
desmielinizante del sistema nervioso) han sido asociadas con la presencia de lentivirus,
pero todavía está por demostrarse la relación causal directa entre los lentivirus y estas
enfermedades. Sin embargo, se ha demostrado que un tipo especial de neumonía y
meningoencefalitis que afecta a cabras y borregos es causado por un lentivirus
denominado visna-maedi virus, el cual pertenece a una subfamilia de los retrovirus. Por
otra parte, el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV o VIH), que está implicado en el
desarrollo del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), es un retrovirus
emparentado con el visna-maedi virus y, por lo tanto, pertence al grupo de los lentivirus.

En los años sesenta, Carlton Gajdusek inició el estudio de una rara enfermedad llamada
kuru, la cual es común en la tribu foré que habita en las montañas de Nueva Guinea. El
kuru es una enfermedad degenerativa del cerebro y es particularmente común entre los
niños y las mujeres de la tribu. Debido a su distribución familiar, por algún tiempo se
pensó que el kuru era de origen congénito. Sin embargo, Gajdusek demostró que el kuru
podía ser transmitido a otros primates, particularmente a los chimpancés, y por lo tanto
se trata de una enfermedad infecciosa. El kuru es transmitido entre los miembros de la
tribu foré por medio de un canibalismo ritual que consiste en comer el cerebro de los

74
parientes recién fallecidos, generalmente las mujeres y niños de la tribu son los
practicantes de este canibalismo ritual. El descubrimiento del origen del kuru constituye
un interesante ejemplo de una contribución de la antropología al campo de la
epidemiología.

La Enfermedad de Creutzfeld-Jakob (ECJ) es una encefalopatía muy similar al kuru, pero


tiene una distribución mundial aunque su ocurrencia es muy rara. Tanto el kuru como la
ECJ son muy similares a una enfermedad del ganado lanar conocida como scrapie y que se
caracteriza por el hecho de que los animales afectados tienden a tallarse o rascarse contra
cualquier objeto. Inicialmente, estas enfermedades fueron atribuidas a un agente
infeccioso con las características de un virus lento, pero hace poco se demostró que el
agente causal del scrapie no puede ser inactivado por medio del tratamiento con agentes
que normalmente inactivan a los virus. Tampoco se ha podido detectar la presencia de
ácido nucleico en el agente causal del scrapie que parece ser de naturaleza
exclusivamente proteica. Por estas razones, Stanley Pruisner, descubridor del agente
causal del scrapie, ha propuesto el término prión para denominar provisionalmente al
agente causal del scrapie, cuyas características fisicoquímicas son muy similares a las de
los agentes causales del kuru y de la ECJ. Este hallazgo es potenciaImente de enorme
importancia, ya que sería el primer caso conocido en que la información genética
necesaria para la replicación de un agente infeccioso no está contenida directamente en
un ácido nucleico sino en una proteina.

Originalmente fueron propuestas dos hipótesis para explicar la replicación de los priones.
La primera consiste en la activación de la transcripción de un supuesto gene celular que
codifica la proteína del prión. La segunda consistiría en la supuesta traducción inversa", en
la cual una proteína (en este caso la del prión) es capaz de dirigir su propia síntesis. Sin
embargo, hasta el momento no existe evidencia directa en apoyo de estos mecanismos.

Posteriormente, Brunori y Talbot propusieron un tercer mecanismo para explicar la


replicación de los priones sin contradecir los postulados fundamentales de la biología
molecular. La evidencia disponible indica que los priones están constituidos por una
proteína denominada PrP, cuyo peso molecular varía de 27 000 a 30 000 daltones. Brunori
y Talbot propusieron que la PrP podría comportarse como una enzima proteolítica (capaz
de digerir proteínas), de manera que la replicación de la PrP es consecuencia del ataque
proteolítico de la propia PrP sobre una hipotética proteína precursora denominada pre-
PrP, la cual debería estar presente en diferentes tejidos, incluyendo el cerebro, donde
desempeña una función normal. Esta replicación proteolítica sería similar a otros casos
bien conocidos en los cuales una enzima proteolítica (como la enzima digestiva pepsina)
actúa sobre un precursor (como el pepsinógeno) digiriendo una porción del precursor y
produciendo así una nueva molécula con actividad proteolítica.

La hipótesis de Brunori y Talbot, señala que en las células normales debe detectarse la
presencia de un gene (y su respectivo ARN mensajero) que codifica una proteína muy
similar a la PrP. A finales de la década de los ochenta, investigadores norteamericanos

75
confirmaron la existencia en las células normales de un gene (denominado Prn-p) que
codifica a la proteína del prión (PrP). También se pudo establecer que la PrP normal es una
proteína que se ubica en la membrana de las células nerviosas y participa en el transporte
de iones a través de dicha membrana. Por otra parte, estudios bioquímicos permitieron
establecer que la PrP anormal presente en los cerebros de animales infectados con
scrapie (Prp ), difiere de la PrP normal (PrP ) en que es menos soluble y muy resistente a la
sc c

acción de enzimas proteolíticas. No existe evidencia alguna de que la diferencia entre PrP c

y PrP se deba a una modificación en la composición química de esta última, por esta
sc

razón, varios investigadores han sugerido que la diferencia entre PrP y PrP es c SC

consecuencia de un sutil cambio en la conformación espacial de PrP . sc

Con base en las observaciones arriba mencionadas y en otros datos bioquímicos que
demostraron que la proteína PrP consta de una sola cadena polipeptídica y, por lo tanto,
c

que su estructura espacial no está sujeta a finos cambios regulatorios como es el caso de
las proteínas oligoméricas (proteínas que con tan de más de una cadena polipeptídica),
propuse en 1992 que la replicación de PrPsc es un proceso similar a la cristalización. En
este proceso la Prpsc infecciosa actúa como una "semilla" o "núcleo" de cristalización que
facilita la tansformación de la proteína normal PrP en la forma patogénica y anormal PrP .
c sc

Hasta la fecha, no se conocen los mecanismos que regulan los procesos de cristalización
en general. Sin embargo, es un hecho bien establecido que los químicos cristalógrafos
utilizan pequeños cristales como "semillas" o "núcleos" que permiten y aceleran la
formación de cristales a partir de soluciones supersaturadas de diversas moléculas.

La hipótesis de Aranda Anzaldo predijo que sería posible replicar la PrP infecciosa en
sc

condiciones in vitro y en ausencia de células, por medio de la incubación de la PrP normal


c

en presencia de una cierta cantidad de PrP . Dicha incubación daría como resultado la
sc

conversión de PrP normal a la forma PrP que es menos soluble y muy resistente a las
c sc

enzimas proteolíticas. A finales de 1994, investigadores norteamericanos reportaron la


formación de PrP a partir de PrP incubado in vitro (en ausencia de células) en presencia
sc c

de Prpsc que actuó como "semilla o núcleo" para facilitar dicha transformación,
confirmando así la hipótesis arriba mencionada.

Sin embargo, todavía permanecen muchas incógnitas en relación con los priones y lo
mejor es permanecer abiertos a futuras sorpresas; recordemos que los dogmas, incluso
los de tipo científico como el llamado "dogma central de la biología molecular"
representan declaraciones de tipo universal generalmente basadas en una lógica simplista
y una limitada experiencia, por lo cual tarde o temprano dichos dogmas deben sucumbir
ante el avance de las ideas y el conocimiento.

Una de las rutas más comunes de transmisión viral es la vía respiratoria, que es utilizada
no sólo por los virus que producen padecimientos respiratorios sino también por virus que
causan infecciones generalizadas como el sarampión y la viruela. El virus, una vez
multiplicado, puede infectar otras células o escapar del tracto respiratorio en el aerosol
expulsado por medio de la tos, el estornudo o el acto de hablar. Estos aerosoles son

76
inhalados por otros individuos en forma de gotitas infecciosas. Las gotas muy grandes (>10
mm) tienden a caer al suelo; las muy pequeñas (<0.3m m) se secan con gran facilidad, lo
que resulta en una rápida inactivación de las partículas virales. Por lo tanto, son las gotas
de tamaño intermedio las responsables de transmitir la infección viral. Por ejemplo, las
vellosidades nasales se encargan de remover las partículas aéreas más grandes y
solamente las gotas de un tamaño muy particular tienen la capacidad de penetrar esta
barrera. En principio, el aumento de las secreciones pulmonares, nasales y bucales
asociado con ciertas infecciones respiratorias, favorece la diseminación de los virus a otros
sujetos susceptibles. Sin embargo, existen otros factores de tipo ambiental y climatológico
que intervienen en la diseminación de la infección viral. En el caso de la influenza, que es
una infección viral particularmente común en los meses de invierno, es posible invocar
factores ambientales como la temperatura y la humedad, al igual que factores sociales
como el hacinamiento en condiciones de ventilación limitada, que favorecen la
diseminación de esta infección.

La transmisión del virus por la vía oral-fecal es característica de los enterovirus y ciertos
picornavirus, como el virus de la hepatitis A. Todos estos virus infectan al hospedero
después de que han sido ingeridos. La diseminación de estos virus es favorecida en
condiciones deficientes de sanidad pública e higiene personal. Al mejorar la sanidad
pública y ambiental se reduce la incidencia y diseminación de las infecciones por
enterovirus. Sin embargo, el exceso en sanidad pública e higiene personal genera
situaciones paradójicas. Por ejemplo, el virus de la poliomielitis produce generalmente
infecciones digestivas asintomáticas en los niños, pero al incrementarse las condiciones
sanitarias ocurre un desplazamiento en la distribución por edades de esta infección viral,
la cual, cuando es contraída en la adolescencia, tiene un curso más grave y severo que se
manifiesta como poliomielitis paralítica, misma que ocurre muy rara vez entre los
individuos infectados a una edad temprana.

Algunos virus son transmitidos por la vía urinaria o genital. Particularmente son de gran
importancia médica aquellos virus que pueden ser transmitidos por contacto sexual. El
Herpes simplex tipo 2 se transmite casi siempre por contacto sexual y ha sido asociado
circunstancialmente con el desarrollo de cáncer del cérvix uterino. En la actualidad, la
infección por Herpes simplex tipo 2 constituye la enfermedad venérea más común en los
países desarrollados. Por otra parte, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es
transmitido principalmente por medio del contacto sexual, quizá a través de abrasiones en
la piel y en membranas mucosas.

Cuando un virus es transmitido de la madre a la progenie a través de la placenta, se dice


que la transmisión ocurre en forma vertical, en contraste con la transmisión horizontal,
que ocurre entre individuos. Algunos virus que generalmente causan infecciones leves,
como el virus de la rubeola, pueden causar deformaciones congénitas en el feto si éste es
infectado durante los primeros tres meses de desarrollo embrionario.

77
Algunos virus son transmitidos por medio de un organismo vector; generalmente
artrópodos como los mosquitos, los cuales inoculan el virus en individuos susceptibles. El
virus puede multiplicarse en el propio vector o ser transmitido en forma pasiva, o sea, el
virus no se multiica mientras es acarreado por el organismo vector.

VIII. VIRUS Y TUMORES


LAS ENFERMEDADES tumorales o proliferativas, ya sean de tipo benigno o maligno
(canceroso), han sido objeto de atención durante muchos siglos. En 1739, Lorenz Heister
publicó un tratado de cirugía en el cual, refiriéndose al tratamiento quirúrgico de los
tumores de la glándula mamaria, hacía hincapié en las precauciones necesarias para evitar
la contaminación de los tejidos sanos con la ... sangre infectada por el virus del cáncer. Es
claro que Heister utilizó el término virus en el mismo sentido que le daban los médicos de
la antigua Roma, o sea, como sinónimo de veneno particularmente de origen animal. Sin
embargo, las precauciones recomendadas en el tratado de Heister implicaban que cuando
menos algunos tumores son de naturaleza transmisible y, por lo tanto, capaces de ser
adquiridos por contagio. Más de un siglo después, en 1854, el médico francés Velpau
dedicó un capítulo completo de su tratado sobre el cáncer mamario a la discusión de los
posibles orígenes de tal enfermedad, poniendo particular atención en los informes que
apoyaban la naturaleza contagiosa del cáncer. Alrededor de 1866, Goujon realizó una
serie de experimentos en los cuales implantó secciones de tejido tumoral bajo el epitelio
de ratas, cobayos y otros animales, y en algunos casos observó la aparición de pequeños
tumores tanto en las zonas adyacentes al implante como en las vísceras del animal
experimental. Sin embargo, por aquel entonces no existía ninguna teoría bien
estructurada concerniente al posible modo como se efectuaba la transmisión del cáncer.

A finales del siglo XIX, experimentos realizados con filtrados libres de células demostraron
la posibilidad de transmitir enfermedades como el mosaico del tabaco. Tales
experimentos llamaron la atención de varios investigadores médicos que a su vez
intentaron transmitir el cáncer en animales experimentales utilizando filtrados obtenidos
a partir de tejidos tumorales. Estos tempranos intentos fracasaron, pero a pesar de esto
empezó a extenderse lentamente la idea de que algunos virus filtrables podrían estar
involucrados en la etiología (causa u origen de una enfermedad) de algunos tipos de
cáncer. En 1908, los patólogos daneses Ellerman y Bang publicaron sus experimentos que
demostraban la inducción de leucemias en pollos por medio de un filtrado libre de células.
Por otra parte, en los Estados Unidos, Peyton Rous había logrado inducir sarcomas en
pollos, utilizando filtrados obtenidos a partir de extractos tumorales pasados a través de
filtros impermeables a células y bacterias. El trabajo de Rous, publicado en 1911, fue
recibido con escepticismo o absoluto rechazo por la mayoría de sus contemporáneos. Sin
embargo, Rous nunca perdió la convicción en la importancia de sus resultados, los cuales
eran apoyados indirectamente por el trabajo de Ellerman y Bang, pero a principios de este
siglo predominaba una actitud negativa respecto del posible origen infeccioso de ciertos
tipos de cáncer y, por otra parte, las leucemias no eran consideradas como una forma de

78
cáncer, por lo cual no existían razones aparentes para establecer conexiones entre el
trabajo de Rous y las observaciones de los patólogos daneses.

A pesar de esto, Rous continuó sus estudios y posteriormente describió otros tipos de
tumores filtrables característicos de gallinas y otras aves de corral. Por fortuna, Rous tuvo
una larga vida que le permitió testimoniar el reconocimiento final a su trabajo,
simbolizado por el premio Nobel de medicina que le fue otorgado en 1966, o sea,
cincuenta y cinco años después de haber publicado aquel informe que estableció por
primera vez una sólida asociación entre el virus y la produccion de cáncer en animales.

En Londres, durante los años veinte, W. E. Gye realizó un estudio sobre la sarcoma de los
pollos; los resultados de este trabajo lo convencieron de que el problema central del
cáncer se reduciría finalmente al de una enfermedad transmitida por virus. Esta teoría
continuo siendo motivo de anatema para la mayoría de los que se dedicaban al estudio
del cáncer, pero algunos colegas de Rous, que también trabajaban en el Instituto
Rockefeller; decidieron adoptar una actitud más positiva al respecto. Así, T. M. Rivers se
dedicó a estudiar los cambios patológicos observados en una infección común a los
conejos, conocida como mixomatosis. Rivers llegó a la conclusión de que esta enfermedad
mostraba interesantes paralelismos con el sarcoma de Rous, desde el punto de vista del
modo de transmisión. En 1931, R. E. Shope examinó unos pequeños tumores presentes en
un conejo recién fallecido. Shope demostró que tales tumores podían ser transmitidos a
otros conejos a partir de un filtrado obtenido del tejido tumoral. Para entonces, ya se
encontraba bien establecida la existencia de los virus como entidades bien caracterizadas
en el nivel fisicoquímico, y estudios inmunológicos permitieron establecer que el virus
presente en los filtrados obtenidos por Shope estaba emparentado con el agente causal
de la mixomatosis, a pesar de que ambas enfermedades eran diferentes desde el punto de
vista clínico y patológico. En 1932, Shope se dedicó a estudiar unos pequeños tumores
conocidos como papilomas, que eran observados con frecuencia en conejos silvestres.
Dichos papilomas constituyen un tipo de tumor benigno y Shope pudo demostrar que
eran causados por un virus filtrable. El nuevo virus podía ser transmitido en serie a través
de conejos silvestres y también podía ser transmitido a los conejos domésticos. Sin
embargo, no era posible propagar el virus a partir de conejos domésticos; este fenómeno
sugirió a Shope que el virus se encontraba en un estado enmascarado u oculto dentro de
la especie doméstica.

Rous y Beard continuaron estudiando los papilomas inducidos en los conejos domésticos a
partir del virus presente en conejos silvestres, y descubrieron que estos tumores
originalmente benignos se convertían en carcinomas malignos en la especie doméstica.

En l91l, J. A. Murray había sido el primero en sugerir que factores hereditarios podían
influir el desarrollo del cáncer mamario en ratones. Sin embargo, fue en 1936 cuando J.
Bittner tuvo la idea de permitir que ratones recién nacidos descendientes de una cepa
caracterizada por una baja incidencia de tumores mamarios fueran amamantados por
ratonas adultas pertenecientes a una cepa con alta incidencia de carcinomas mamarios.

79
Las observaciones de Bittner lo llevaron a proponer la existencia de un factor presente en
la leche materna capaz de influir la inducción del cáncer mamario.

El agente transmitido en la leche de las ratonas adultas no era expresado inmediatamente


y los ratones afectados permanecían libres de enfermedad hasta que llegaban a una edad
media, a partir de la cual empezaban a desarrollar tumores mamarios. Los resultados de
Bittner obligaron a replantear ciertas suposiciones iniciales referentes al origen del cáncer.
En primer lugar; tumores que parecen tener un origen espontáneo, en realidad son
inducidos por un virus. En segundo lugar; es evidente que otros factores, tal vez de
naturaleza hormonal, participan en la aparición de dichos tumores.

A principios de los años cincuenta, varios investigadores iniciaron estudios sobre las
leucemias murinas. Estos estudios permitieron identificar y caracterizar diferentes virus
causantes de estas enfermedades. El primer virus causante de una leucemia murina fue
descrito por Gross en 1951. Este virus se transmite en forma vertical, o sea, de los
progenitores a los hijos en ciertas cepas de ratones conocidas como endogámicas porque
el apareamiento ocurre entre ratones descendientes de los mismos progenitores. El virus
de Gross resultó ser de manifestación clínica tardía, siendo necesario que los ratones
infectados alcanzaran cierta edad y una particular constitución hormonal antes de
manifestar cualquier signo de leucemia. Dos años después, Gross descubrió que en
realidad estaba estudiando dos virus diferentes y que además de leucemia algunos
ratones infectados desarrollaban tumores de las glándulas parótidas. El virus que causa el
tumor de las parótidas fue estudiado por Eddy y Stewart, quienes en 1957 descubrieron
que este virus incrementaba su virulencia después de haber sido propagado en tejido
embrionario de ratones o de simios, adquiriendo de esta manera la capacidad de producir
tumores diversos en una variedad de hospederos como ratas, hámsteres y conejos. Este
virus fue rebautizado como virus del polioma. Posteriormente, Eddy y colaboradores
iniciaron el estudio de un virus de los simios conocido como virus SV40, mismo que causa
infecciones latentes y al parecer innocuas en las células renales de ciertas especies de
monos. Sin embargo, se encontró que este virus es capaz de producir tumores en
hámsteres recién nacidos. Así, el estudio de los virus causantes de la leucemia murina y
del virus SV40 indicó que algunos virus pueden encontrarse en estado silencioso o latente
dentro de sus hospederos naturales y sólo manifiestan una capacidad para producir
tumores (oncogénesis) cuando son introducidos en otras especies animales. Por ejemplo,
varios tipos de adenovirus que usualmente causan infecciones respiratorias en humanos y
en apariencia no tienen capacidad oncogénica en el hombre (su hospedero natural), son
capaces de inducir tumores en hámsteres y ratas.

En 1956, Gierer y Schramm desarrollaron métodos que les permitieron demostrar que la
infectividad del virus del mosaico del tabaco residía en el ácido nucleico de este virus, esta
metodología fue posteriormente aplicada al estudio de los virus oncogénicos, lo que
permitió a Ito demostrar en 1960 que el factor productor de tumores presente en el virus
del papiloma residía en el ácido nucleico (ADN) del virus.

80
Virus como los descritos en los párrafos anteriores son conocidos como virus oncogénicos,
pero se utiliza una terminología más cautelosa para describir otro grupo de virus que
también han sido asociados con la producción de cáncer. Estos virus están representados
principalmente por los herpesvirus asociados a tumores que, como el nombre sugiere, han
sido encontrados en asociación con varios tipos de tumores tanto en humanos como en
una gran variedad de animales. En 1907, Marek describió una enfermedad de pollos y
gallinas que afectaba el sistema nervioso de estos animales. En 1929, Pappenheimer y
colaboradores encontraron una alta incidencia de tumores linfoides en los ovarios de aves
afectadas por la enfermedad de Marek. Después de la segunda Guerra Mundial, la cría de
aves de corral alcanzó proporciones masivas y a consecuencia de esto la enfermedad de
Marek pareció ganar en virulencia y modificar su curso natural de manera que la aparición
rápida de tumores de tipo linfoide en las vísceras de las aves afectadas pasó a ser el
principal signo de esta enfermedad. En 1967, Biggs y Churchill fueron capaces de propagar
el agente causal de la enfermedad de Marek en cultivos de células y posteriormente
lograron aislar el virus que resultó pertenecer al grupo de los herpesvirus. Los efectos
citopáticos del virus de Marek son parecidos a los producidos por otros herpesvirus, como
el varicela-zoster. En 1969, Churchill y colaboradores produjeron una vacuna a partir de
virus de Marek atenuados por medio de la repetida propagación de los mismos en cultivos
celulares; esta vacuna fue capaz de proteger a los pollosinoculados, evitando la aparición
de los tumores linfoides asociados con la enfermedad de Marek.

En 1934, Lucké observó que ciertos carcinomas renales muy comunes en ranas silvestres
de los lagos de Nueva Inglaterra podían ser transmitidos por medio de extractos obtenidos
a partir de las células tumorales. Estudios posteriores demostraron la persistente
asociación de un herpesvirus con las células de los tumores renales. Ciertos experimentos
sugieren que este herpesvirus es el agente causal de los tumores, pero no ha podido ser
descartada por completo la posibilidad de que algún otro virus o agente sea el verdadero
causante de la enfermedad y el herpesvirus asociado con la misma sea un simple pasajero
intracelular.

En 1968, Meléndez y colaboradores aislaron un herpesvirus a partir de monos ardilla y


posteriormente pudieron propagar el virus en cultivos de células procedentes de estos
monos que son infectados con frecuencia por el virus en cuestión. Este virus ahora es
conocido como Herpesvirus saimiri y es capaz de producir leucemias y linfomas cuando es
inoculado en otras especies diferentes al hospedero natural, como lémures y monos araña
e incluso en conejos de Nueva Zelanda.

En 1972, el mismo grupo de investigadores logró aislar otro virus, el Herpesvirus ateles, a
partir del mono araña, este virus también produce linfomas y leucemias cuando es
inoculado en otras especies de monos diferentes al hospedero natural.

Denis Burkitt describió en 1962 un tumor caracterizado por un crecimiento del tejido
linfoide presente en el maxilar inferior. Este tumor; ahora conocido como linfoma de
Burkitt es relativamente frecuente en ciertas regiones ecuatoriales del este de África y

81
también en Nueva Guinea. El tumor ocurre sobre todo en niños de 5 a 12 años y es
excepcionalmente raro en otras regiones del mundo. En África y Nueva Guinea el tumor es
frecuente en particular entre la población de escasos recursos que habita en áreas donde
la malaria causada por el parásito Plasmodium falciparum es endémica. Esta observación
hizo pensar que el tumor podría ser causado por un agente infeccioso transmitido por
mosquitos al igual que el agente de la malaria, y que la propia malaria podría ser un factor
asociado en la inducción del tumor. En 1964, Epstein y colaboradores detectaron un
herpesvirus, ahora conocido como virus de Epstein-Barr (EBV), en cultivos de células
linfoblásticas obtenidas a partir de un linfoma de Burkitt. Poco tiempo después, en 1966,
Henle y Henle demostraron que anticuerpos contra los antígenos característicos del EBV
se encuentran presentes cuando menos en 80% de los adultos normales en cualquier
parte del mundo. Sin embargo, la presencia de un título elevado de anticuerpos contra
EBV en pacientes con linfoma de Burkitt sugiere que este virus es el principal factor causal
del tumor. Trabajos posteriores han demostrado que el EBV es el agente causal de una
muy común y poco peligrosa enfermedad infecciosa conocida como mononucleosis
infecciosa. Los estudios epidemiológicos subsecuentes han reforzado la asociación entre el
EBV, el linfoma de Burkitt y otro tipo de cáncer humano: el carcinoma nasofaríngeo, que
es prevalente en el sureste de Asia, particularmente entre la población de chinos
cantoneses. La restringida distribución geográfica característica de ambos tumores
asociados con el EBV sugiere que el virus puede ser el factor causal en ambos tumores,
pero que también existen factores de tipo ambiental y étnico involucrados en la aparición
de dichos tumores.

A principios de los años sesenta, Renato Dulbecco y colaboradores iniciaron el estudio de


las interacciones entre los virus oncogénicos y las células hospederas; esto condujo a la
caracterización del fenómeno conocido como transformación celular. Las células
normales, cuando son cultivadas en el laboratorio, solamente pueden crecer si están
adheridas a una superficie sólida; estas células dan origen a monocapas de células cuyo
grosor es equivalente al de una sola célula. Las células normales manifiestan la llamada
inhibición por contacto, que se caracteriza por una suspensión del crecimiento celular una
vez que la célula entra en contacto directo con las otras células que la rodean. Por otra
parte, las células normales mueren inevitablemente después de haber sido mantenidas en
cultivo por un tiempo determinado. Por el contrario, las células transformadas al estado
tumoral muestran una pérdida de la inhibición por contacto y son capaces de crecer en
forma apilada, originando focos de diferente grosor en un cultivo de células en monocapa.
Estas células transformadas se vuelven capaces de crecer en suspensión prescindiendo de
la necesidad de contar con un soporte sólido como condición necesaria para iniciar el
crecimiento. Las células transformadas se vuelven "inmortales" y es posible mantenerlas
en cultivo por tiempo indefinido. Las células normales requieren de la presencia de suero
y otros factores de crecimiento en el medio de cultivo, mientras que las células tumorales
o transformadas manifiestan un menor requerimiento de estos factores. Estas claras
diferencias entre las células normales y las células transformadas han servido de base para
desarrollar ensayos y métodos experimentales que permiten explorar el proceso o
procesos por medio de los cuales ciertos tipos de virus son capaces de producir tumores.

82
IX. LOS RETROVIRUS: LA CLAVE DE LA ONCOGÉNESIS VIRAL
A PRINCIPIOS de los años sesenta, Howard Temin demostró que era posible inducir con una
alta frecuencia mutaciones en el genoma del virus del sarcoma de Rous (RSV) presente en
el interior de células infectadas por dicho tipo de virus. Las mutaciones producidas en el
genoma viral se manifestaban como cambios en la morfología de las células infectadas y el
genoma viral mutante podía ser heredado en forma estable por la subsecuente progenie
celular. Esta observación condujo a pensar que la información genética del virus se
encontraba presente en una estructura de la célula hospedera capaz de ser heredada en
forma regular. Así nació la idea del "provirus" y la especulación de que este hipotético
provirus se encontraba integrado en el genoma de la célula hospedera. El principal
problema de esta hipótesis consistía en que hasta entonces no se conocía ningún camino
por el cual el ARN que constituye el material genético del RSV pudiera ser convertido en
ADN y de esta manera ser integrado en el genoma de la célula hospedera. El llamado
dogma central de la biología molecular sostenía que la información genética solamente
fluye en forma unidireccional: ADN ARN Proteína. Sin embargo, Temin observó
que ciertas substancias capaces de intercalarse en la molécula de ADN y bloquear la
síntesis de ARN dirigida normalmente por el ADN, eran también capaces de bloquear la
síntesis de ARN viral en células infectadas por RSV. Esta observación sugería en forma
indirecta la posibilidad de que en este caso la información genética fluía de ARN hacia ADN
y de nuevo hacia ARN Proteína. Experimentos posteriores demostraron que era
necesaria la síntesis previa de un nuevo tipo de ADN en las células infectadas por RSV para
que se produjeran las nuevas partículas virales; por lo tanto, este nuevo tipo de ADN era
producido en las células como consecuencia de la infección por RSV. Esta paradójica
observación implicaba que de alguna manera desconocida el ARN viral inducía la síntesis
de un cierto tipo de ADN, el cual a su vez era necesario para la futura producción de nuevo
ARN viral. Con base en estos resultados, Temin póstuló en 1964 la hipótesis del provirus.
Esta hipótesis propone que el ARN que constituye el genoma del RSV infectante actúa como
templado para dirigir la síntesis de una molécula de ADN que es equivalente al ARN viral
original. Este nuevo ADN viral puede integrarse en forma de provirus en el genoma (ADN)
de la célula hospedera donde subsecuentemente actuará como templado para la síntesis
de nuevo ARN viral que constituirá la progenie del virus infectante (figura IX.I).

Durante casi 6 años la hipótesis del provirus permaneció prácticamente ignorada hasta
que en 1970 Temin y Baltimore, trabajando por separado y en forma independiente,
demostraron la existencia de una actividad enzimática codificada por el genoma del RSV;
esta actividad es capaz de dirigir la síntesis de ADN a partir de ARN viral. Esta nueva enzima
fue bautizada como transcriptasa inversa y constituyó el eslabón necesario para explicar el
mecanismo de transmisión de la información genética propuesto en la hipótesis del
provirus. La prueba formal de esta hipótesis fue obtenida por medio de experimentos de
hibridación de ácidos nucleicos en los cuales el ARN viral marcado radiactivamente mostró
un mayor índice de hibridación con el ADN de células infectadas que con el ADN de células
no infectadas por RSV. Este resultado se debe a que el ADN de las células infectadas

83
contiene secuencias complementarias al ARN viral. Posteriormente, experimentos
realizados con ADN obtenido a partir de células infectadas de antemano con RSV,
mostraron que es posible transfectar; o sea, introducir el ADN purificado en células no
infectadas, mismas que posteriormente darán origen a viriones completos de RSV a partir
de la información contenida en el ADN introducido a la célula.

Figura IX.1. Hipótesis del protovirus para el origen de los genes cancerosos y la generación
de virus ARN oncogénicos. En el ejemplo ilustrado, el virus del sarcoma de Rous ( RSV) es
visualizado como si se originara a partir de un virus con bajo potencial oncogénico como el
virus de la leucosis aviaria ( AVL). Las líneas zigzagueantes anchas indican ADN involucrado
en la transferencia de información desde el ADN y de nuevo hacia ADN por medio de la
enzima transcriptasa inversa. El ARN del ALV incorpora el ARN transcrito a partir del ADN
anormal propio de una célula cancerosa y de esta manera se convierte en el virus
oncogénico RSV.

Temin propuso una extensión de la hipótesis del ADN proviral. Esta nueva idea, conocida
como la teoría del "protovirus", postula que cuando menos una parte del genoma de los
virus oncogénicos ha surgido como consecuencia del proceso evolutivo a partir del ADN de
células normales que han sido alteradas por algún agente carcinogénico. La
recombinación genética entre el ADN viral y el ADN celular puede resultar en carcinogénesis
debido a la inserción del híbrido de ADN viral y celular en un sitio inadecuado dentro del
genoma de una céla hasta entonces normal; esto puede propiciar la activación de genes
normalmente inactivos en las células adultas. Por su parte, Huebner y Todaro propusieron
en 1969 la hipótesis del oncogene. Según esta hipótesis, las células de la mayoría de los
vertebrados contienen genomas correspondientes a virus ARN oncogénicos, incluyendo las
secuencias que codifican las actividades que pueden transformar a una célula normal en
célula tumoral (oncogenes). De acuerdo con esta hipótesis, las secuencias

84
correspondientes a los oncogenes son transmitidas en forma vertical de los progenitores a
la progenie y, por lo tanto, la aparición del cáncer será determinada por la reactivación de
esos oncogenes endógenos cuya expresión está normalmente reprimida. Dicha
reactivación puede ser inducida por carcinógenos químicos, irradiación, envejecimiento
celular o una combinación de todos estos factores. Esta teoría ofrece una explicación para
la frecuentemente observada transmisión vertical de ciertos virus animales y la
interacción cooperativa entre irradiación, carcinógenos químicos, infecciones crónicas y
los virus oncogénicos en la producción de transformación celular.

Las dos teorías o hipótesis mencionadas proponen en común que el cáncer es


consecuencia de la expresión de ciertos genes presentes en las células, mismos que
normalmente no son expresados o lo hacen con muy baja intensidad; por lo tanto, el
cáncer es consecuencia de una pérdida en la regulación de la expresión genética (figura
IX.2.).

Los retrovirus han sido definidos como virus ARN que en forma obligatoria se propagan a
través de un intermediario intracelular constituido por una molécula de ADN de cadena
doble sintetizada por la enzima transcriptasa inversa característica de estos virus, a partir
del ARN que constituye el genoma viral.

Si se supone que las secuencias correspondientes a los genes oncogénicos presentes en


los retrovirus tumorales no son necesarias para la replicación de estos virus, como ocurre
en el caso del RSV, sino que, por el contrario, constituyen genes extras que proporcionan
una cierta ventaja selectiva para la proliferación celular, entonces se deduce que las
células transformadas por retrovirus oncogénicos deben contener secuencias de ácido
nucleico que no están presentes en los retrovirus no oncogénicos pertenecientes al mismo
tipo o clase viral que los retrovirus oncogénicos en cuestión. Esta idea predice que el
genoma del virus transformante (oncogénico) debe codificar cuando menos una proteína
que está específicamente asociada con el proceso de transformación y que esta proteína
no es necesaria para la replicación del virus a pesar de cumplir una función en las células
hospederas transformadas por el virus.

A principios de los años setenta diferentes grupos de investigadores encontraron


evidencia de que los virus del sarcoma aviario (de los cuales el RSV es un ejemplo)
contienen más información genética que la presente en cepas de virus similares, pero que
han perdido su capacidad para transformar células. Las cepas de virus del sarcoma aviario
(ASV) conocidas como "defectuosas en transformación", no pueden inducir sarcomas en
animales experimentales, tampoco transforman células en cultivo y carecen de 10 a 20%
de la información genética (ARN) presente en virus similares, pero que cuentan con
capacidad transformante. Sin embargo, estos virus defectuosos en transformación son
capaces de infectar células y replicarse en forma normal dando origen a nueva progenie
viral. Esto indica que la eliminación de la porción del genoma que codifica la actividad o
actividades transformantes no tiene efecto alguno sobre la capacidad del virus para
replicarse. De hecho, la gran mayoría de los retrovirus directamente oncogénicos, es decir,

85
capaces de transformar directamente a la célula infectada mediante la expresión de un
oncogene viral, son virus "defectuosos en replicación". O sea que estos virus oncogénicos
no pueden replicarse porque han perdido funciones virales esenciales para su replicación,
ya que las secuencias génicas que codifican dichas funciones han sido sustituidas por la
secuencia correspondiente al oncogene celular, mismo que fue adquirido por el genoma
viral mediante un proceso mal comprendido y que se conoce como "transducción". Por
esta razón, la mayoría de los retrovirus directamente oncogénicos sólo pueden ser
propagados en presencia de un virus auxiliar, el cual debe ser un retrovirus capaz de
replicarse y, por lo tanto, no es oncogénico. El retrovirus auxiliar aporta las funciones
virales que están ausentes en el retrovirus oncogénico, y así permite la replicación y
propagación de este último. Por lo tanto, la propagación de retrovirus directamente
oncogénicos es un fenómeno de laboratorio, ya que en condiciones naturales es muy
improbable que una misma célula sea coinfectada por el retrovirus oncogénico y el
retrovirus auxiliar. De hecho, no existen reportes de epidemias de cáncer en animales
silvestres.

86
Figura IX. 2. Esquema que ilustra una posible manera de cómo el protovirus puede causar
una reorganización de los cromosomas de una célula para producir información
oncogénica. El protovirus transcribe un segmento del gene en ARN (minúsculas), el cual es
copiado en ADN e insertado en una nueva posición dentro del cromosoma. La repetición
de este proceso puede en algunos casos producir un alineamiento paralelo de los genes
(encasillados) que son necesarios para producir carcinogénesis.

En 1976, Bishop, Varmus y colaboradores lograron aislar el fragmento del genoma del
virus del sarcoma de Rous (RSV) que codifica la actividad encargada de inducir la
transformación celular. Este gene fue bautizado como v-src. El mismo grupo de
investigadores demostró que en el genoma de células transformadas por RSV y también en
el genoma de células normales no infectadas por éste virus, existen secuencias homólogas
aunque no completamente idénticas al v-src; estas secuencias homólogas fueron
observadas en el genoma de células de aves, ratones, peces, bovinos y humanos, pero no
en células de erizo de mar, mosca de la fruta ni en bacterias. Este resultado sugiere que
una porción del gene src ha sido conservada en el genoma de las células de organismos
superiores a lo largo de varias etapas de la evolución. Estudios posteriores demostraron
que ARN mensajero complementario a la secuencia presente en el ADN correspondiente al
gene v-src se encuentra presente en el interior de células aviarias tumorales y normales.
Esto indica la presencia del gene src y la transcripción de este gene en ambos tipos de
células. Con el fin de evitar confusiones, el gene viral que codifica la función
transformante ha sido designado v-src, mientras que la secuencia de ADN correspondiente
a src y que está presente en el genoma de las células normales ha sido designada como c-
src. Otros experimentos demostraron que la localización y concentración intracelular del
ARNm correspondiente al gene transformante v-src es de hecho la misma tanto en células
transformadas por RSV como en células que originalmente fueron transformadas por RSV
pero que han revertido en forma espontánea al estado normal. Esto sugiere que la
presencia del gene src y la transcripción del mismo no son específicas de las células
transformadas. Por lo tanto, si el gene src está verdaderamente involucrado en el proceso
de transformación, el factor esencial debe estar localizado en el nivel de la traducción a
proteína del ARNm correspondiente al gene v-src o en el nivel del electo que tiene la
proteína codificada por v-src sobre ciertos componentes celulares.

La proteína codificada por el gene v-src ha sido identificada y se ha encontrado que dicha
proteína está presente tanto en células normales como en células transformadas. Esta
proteína fue aislada por métodos inmunológicos utilizando el suero inmune obtenido de
conejos que recibieron transplantes de tumores inducidos por el virus del sarcoma aviario
(ASV). Con este suero fue posible precipitar una proteína con peso molecular de 60 000
daltones (p 60 ), a partir de extractos de células de pollo y de hámster que habían sido
v-src

transformadas por el ASV. Posteriormente, ha sido posible sintetizar la proteína p 6 in


-src

vitro a partir de la región del ARN viral que contiene al gene v-src. La proteína p 60v es
-src

una fosfoproteína, o sea, tiene adosado un átomo de fósforo, el cual puede ser despegado
en forma reversible. Se dice que la proteína está fosforilada cuando tiene el fósforo

87
adherido a ella y esta forma de la proteína se denomina pp 60 . Curiosamente, la
v-src

proteína p 60 tiene actividad de proteína cinasa, o sea, es capaz de fosforilar a otras


v-src

proteínas. La fosforilación ocurre en los residuos del aminoácido tirosina presentes en la


proteína a ser fosforilada. Ésta es una característica muy peculiar, ya que otras proteína-
cinasas conocidas tienen los aminoácidos serina y treonina como blanco de la actividad
fosforilante. En células de pollo infectadas con el virus del sarcoma de Rous ( RSV) ha sido
identificada una proteína con peso molecular de 36 000 daltones, la cual en apariencia
constituye el blanco (sustrato) de la actividad fosforilante asociada con p 60 . v-src

Paradójicamente, existe evidencia de que p 60 es capaz de autofosforilarse. Por otra


v-src

parte, se ha identificado en células normales la presencia de una proteína fosforilada muy


similar pero no idéntica a pp 60 . Dicha proteína es denominada pp 60 , la
c-src c-src

concentración de esta proteína en células normales se mantiene constante y no varía con


el estado de crecimiento celular; a diferencia de la proteína homóloga pp 60 , la cual está
v-src

presente en grandes cantidades en las células infectadas por el ASV. Existe sólida evidencia
de que la secuencia básica de aminoácidos que constituyen la proteína pp 60 ha sido c-src

conservada con mínimos cambios por diferentes especies a lo largo de la evolución. El


hecho de que en el gene c-src está presente la secuencia de nucleótidos que codifica a la
proteína p 60 sugiere que el gene normal c-src presente en las células de varias especies
v-src

es el progenitor del gene v-src característico de los virus del sarcoma aviario. Esta
observación es consistente con la hipótesis del protovirus propuesta por Temin. Hasta la
fecha, no ha sido posible establecer con claridad la función de p 6O en las células
c-src

normales, tampoco ha sido posible definir con claridad el papel que tiene p 60 en la v-src

transformación celular. Es probable que esta proteína codificada por el gene


transformante presente en los virus del sarcoma aviario tenga otras funciones aparte de
su capacidad fosforilante, las cuales podrían estar más directamente involucradas en el
proceso de transformación celular.

En los últimos diez años diferentes grupos de investigadores han podido aislar otros genes
virales con capacidad transformante a partir de diferentes tipos de retrovirus que afectan
a diversas especies animales y producen diferentes tipos de tumores. En todos los casos
estudiados hasta la fecha, ha sido posible encontrar en las células normales cuando menos
un gene cuya secuencia de nucleótidos es muy similar a la del gene transformante
presente en el genoma de cada tipo de retrovirus oncogénico estudiado. Estas
observaciones apoyan en forma muy importante los postulados básicos de la hipótesis del
oncogene celular propuesta por Huebner y Todaro.

Se deonomina proto-oncogenes a ciertos genes celulares que codifican diversas funciones


celulares muy importantes para el control de los procesos de diferenciación, división y
proliferación celular. Las diversas proteínas que son productos de estos genes cumplen
diversas funciones en las células: algunas actúan como factores de crecimiento celular que
son secretados al medio externo para que puedan estimular a otras células; otras son
receptores membranales capaces de ligar moléculas que actúan como factores de
crecimiento celular; otras proteínas transmembranales que actúan como transmisores
(transductores) de las señales generadas por la interacción entre los factores

88
membranales o citoplásmicas que pueden regular la actividad de otras proteínas al
fosforilarlas (cinasas de proteínas). Por último, los productos de varios proto-oncogenes
actúan directamente como reguladores de la expresión de diversos genes, ya que son
proteínas con capacidad para pegarse a secuencias específicas del ADN celular, mismas
que constituyen las regiones promotoras o activadores de la expresión de ciertos genes.

Todos estos proto-oncogenes pueden convertirse en oncogenes cuando sufren


mutaciones que alteran su secuencia de nucleótidos. Las mutaciones pueden consistir en
la sustitución o eliminación de uno o varios nucleótidos, situación que modifica la
información codificada por el proto-oncogene y que resulta en la producción de una
proteína modificada y con función alterada. Sin embargo, también existen las mutaciones
causadas por inserciones génicas. Por ejemplo, el ciclo replicativo de los retrovirus implica
que el genoma viral, en forma de provirus de ADN, debe integrarse en el genoma celular;
dicha integración ocurre en sitios al azar. Algunos retrovirus son indirectamente
oncogénicos porque se integran cerca de un proto-oncogene. Como consecuencia de esta
integración puede ocurrir que las secuencias promotoras de la expresión de los genes
retrovirales, conocidas como secuencias LTR, queden contiguas a la secuencia del proto-
oncogene, de manera que la interacción de estas secuencias promotoras con factores de
transcripción virales o celulares puede resultar en la hiperactivación del proto-oncogene,
el cual ahora se comporta como un oncogene que produce en forma anárquica el ARN
mensajero que codifica a una proteína normal, misma que al encontrarse en exceso,
induce la transformación celular. También puede ocurrir que como consecuencia de un
evento defectuoso de integración retroviral, un segmento de un gene viral quede contiguo
a un segmento de un proto-oncogene celular, el resultado de este fenómeno es la
creación de un gene quimérico, mismo que codifica a una proteína quimérica la cual
funciona en forma alterada y puede desencadenar el proceso de transformación celular.

Fenómenos fisocoquímicos y ambientales como las radiaciones, pueden inducir rupturas y


rearreglos en los cromosomas. Como resultado de estos rearreglos puede ocurrir que la
secuencia de un proto-oncogene queda contigua a la secuencia promotora de la expresión
de otro gene de mayor actividad. Esto resulta en la hiperactivación del proto-oncogene
que se comporta como oncogene al ocasionar la sobreproducción de su proteína
codificada, situación que provoca la pérdida de la regulación de la división y proliferación
celular.

En 1978 se aisló por primera vez un retrovirus humano a partir de un cultivo de células
conocidas como linfocitos T, procedentes de un paciente con un raro tipo de leucemia.
Este retrovirus es ahora conocido como virus linfotrópico humano tipo 1 o HTLV-l, y es el
prototipo de más de 100 diferentes muestras del mismo virus obtenidas alrededor del
mundo. Antes, en 1977, Takatsuki y colaboradores habían descrito un raro tipo de cáncer
conocido como leucemia de células T del adulto (ATL), el cual es relativamente frecuente
en ciertas partes del sudoeste de Japón. El tipo y las características morfológicas de las
células de este tumor son muy similares a las de las células a partir de las cuales se aisló el
HTLV-1. Esta observación hizo sospechar que este virus podría ser el agente causal de la

89
leucemia tipo ATL. En 1981, Gallo y colaboradores analizaron el suero de pacientes
japoneses afectados por esta rara forma de leucemia y en el 100% de los casos
encontraron la presencia de anticuerpos contra el HTLV-1. El siguiente paso consistió en el
aislamiento del virus a partir de células obtenidas de pacientes con ATL. Esto fue logrado
por Yoshida y colaboradores en 1982 y pronto fue demostrado que el virus de la leucemia
ATL es idéntico al HTLV-1. Posteriormente fue posible identificar otras zonas y poblaciones
del mundo en las cuales la presencia de este virus es endémica. En 1982 se descubrió un
virus en particular prevalente en los monos verdes africanos; este virus, denominado virus
linfotrópico de simios tipo 1 (STLV4), es homólogo en más de 95% al HTLV-l. Esta
observación, asociada con datos referentes a la distribución geográfica del HTLV, ha hecho
especular que el retrovirus humano es descendiente del retrovirus presente en los monos,
el cual está asociado con la producción de linfomas malignos en los monos infectados.
Estudios epidemiológicos, experimentos de transformación celular con linfocitos T
normales y la caracterización de las propiedades moleculares del HTLV-1, sugieren que
este virus puede estar involucrado en los mecanismos que causan la leucemia tipo ATL.
Todas las células tumorales ATL contienen un genoma de HTLV-1 en forma de provirus,
mismo que no está presente en las células normales. El provirus es clonal, o sea, es
exactamente igual en todas las células tumorales; esto indica que cada provirus es
descendiente directo del provirus progenitor presente en la célula que dio origen al
tumor. Este hecho implica que la infección por HTLV-1 ocurre antes del primer evento de
transformación celular, mismo que dará origen a la primera célula tumoral. El sitio de
integración del provirus dentro del genoma celular es el mismo en todas las células, pero
varía de un paciente a otro ya que en diferentes enfermos el tumor se origina a partir de
un linfocito T diferente. La figura IX.3 ilustra tres diferentes modelos propuestos para
explicar la producción de leucemia por tres diferentes tipos de retrovirus.

Figura IX.3. Mecanismos de leukemogénesis viral. (a) Los virus productores de leucemias
agudas capturan genes derivados de las células (oncogenes) que codifican proteínas
específicas involucradas en la transformación celular. Algunas de estas proteínas son
promotoras del crecimiento celular y pueden estar localizadas en la membrana, el
citoplasma o el núcleo celular. Estos posibles sitios de acción son indicados por las flechas.
Estas proteínas actúan en trans,o sea, sobre una región del ADN diferente a la que

90
contiene el oncogene y el provirus integrado; por lo tanto, no se requiere de un sitio
constante y específico para la integración del provirus. (b) Los virus productores de
leucemias crónicas activan genes celulares a causa de que se integran en forma de
provirus en una posición próxima a los genes afectados. Los genes celulares activados
pueden ser proto-oncogenes. El mecanismo de activación en cisrequiere de la
conservación de sitios de integración proviral específicos. (c) El virus HTLV-1, asociado con
la leucemia tipo T del adulto (ATL), produce una proteína nuclear (TAT) que activa la
transcripción de genes localizados en segmentos del genoma diferentes a los que contiene
el provirus integrado (activación en trans);por lo tanto, no es necesario que exista un sitio
específico para la integración del provirus. Se ha especulado que el producto del gene ta
tes capaz de activar la expresión de genes promotores del crecimiento celular (GPG)
específicos para células linfoides. Las letras LTR indican las secuencias repetidas invertidas
que están presentes en ambos extremos del genoma correspondiente al provirus
integrado o al virus HTLV-1 no integrado.

VIRUS DEL PAPILOMA HUMANO

Desde la época grecoromana se sospechaba que las verrugas en la región anogenital del
humano podían ser de origen venéreo. El origen infeccioso de estas verrugas fue
establecido a fines del siglo XIX, y en 1907 Ciuffo demostró la transmisión de los papilomas
epidérmicos, por medio de la inoculación de voluntarios con filtrados libres de células
obtenidas a partir de estos papilomas (las verrugas o tumores benignos conocidos como
"mezquinos"). Esto demostró la etiología viral de los papilomas (mezquinos). En 1932,
Shope aisló el virus del papiloma de conejo, mismo que produce papilomas y tumores en
la piel del conejo. Este virus fue el primer modelo para estudiar el posible papel
oncogénico de los virus en los mamíferos. Desde entonces empezó a sospecharse que
puede existir una cooperación entre ciertos virus y carcinógenos químicos durante el
desarrollo de ciertos tipos de tumores.

El estudio de los virus del papiloma humano (VPH) o Human Papilloma Virus (HPV) ha
estado limitado por la falta de sistemas para cultivarlo in vitro, ya que este tipo de virus
solamente infecta células epiteliales y sólo se replica activamente en células epidérmicas
(queratinocitos) totalmente diferenciadas, mismas que no pueden ser mantenidas en
cultivo por largo tiempo. Sin embargo, el advenimiento de las técnicas de ingeniería
genética ha permitido "donar" los genomas de varios tipos de virus del papiloma humano
HPV, obtenidos a partir de biopsias de tejidos infectados. Hasta la fecha han sido
identificados 68 genotipos diferentes de HPV. Por convención, se considera que dos cepas
de HPV constituyen tipos diferentes si la secuencia de nucleótidos de sus genomas
manifiestan una homología menor a 50%.

Existen virus del papiloma en diferentes especies animales y cada uno de estos virus es
específico para la especie a partir de la cual fue aislado, o sea que el HPV no infecta
especies animales y los virus de animales no pueden infectar al humano. Todos los virus

91
del papiloma (papilomavirus) pertenecen al grupo de los papovavirus y se caracterizan por
ser virus sin envoltura con cápside icosaédrica y con un genoma circular de ADN de doble
cadena que consta de aproximadamente 8 000 pares de bases. Las infecciones por HPV
tienen una dis tribución mundial.

Se ha podido establecer que la infección por HPV tipo 5 está muy asociada con el
desarrollo de cáncer de piel en pacientes que padecen una rara enfermedad congénita
llamada epidermodisplasia verruciforme (EV). Por otra parte, desde mediados del siglo XIX
se ha sospechado que el cáncer del cérvix (cuello) uterino puede ser de origen infeccioso.
Estudios epidemiológicos realizados entre 1960 y 1970 parecían implicar al virus Herpes
simplex tipo 2 en la etiología de este tipo de cáncer; sin embargo, en 1974 surgió la
primera evidencia de una asociación entre la infección por HPV y el subsecuente
desarrollo de cáncer cérvico uterino (CaCu). En 1984 el grupo dirigido por Harald zur
Hausen reportó el aislamiento frecuente de los HPV 16 y 18 a partir de tumores
cervicouterinos. En la actualidad se sabe que el HPV 16 está presente aproximadamente
en de 50% de los CaCus, mientras que el HPV 18 se encuentra cerca del 20% de estos
tumores. Otros tipos de HPV han sido encontrados en muestras de CaCu, por lo cual casi el
90% de los tumores cervicouterinos son positivos a HPV. El periodo de latencia entre la
infección primaria y la aparición del cáncer es del orden de 20 a 40 años. Esta situación es
similar a la observada en otros tumores humanos asociados con infecciones virales como
son el cáncer de hígado con el HBV y la leucemia de células T del adulto con el HTLV-1.

En la mayoría de las lesiones pretumorales asociadas con infección por HPV, se observa
que el ADN viral persiste en forma de episoma o sea, como un minicromosoma
independiente del resto del genoma de la célula hospedera. Sin embargo, en la mayoría
de los tumores cervicouterinos se observa la integración del genoma viral, este evento de
integración parece ser uno de los eventos tempranos en el proceso de carcinogénesis. El
patrón de integración con frecuencia resulta en la interrupción de la secuencia
correspondiente al gene E2 del HPV. La proteína codificada por este gene está involucrada
en la regulación de la expresión de otros genes del HPV. La ausencia de la proteína E2
facilita la sobreexpresión de los genes virales E6 y E7. Se sabe que las proteínas
codificadas por E6 y E7 son capaces de interactuar con las proteínas celulares p53 y RB
respectivamente, dichas proteínas celulares participan en los mecanismos que controlan
la división y proliferación celular, la inactivación de estas proteínas celulares está asociada
con el desarrollo de varios tipos de tumores; Por lo anterior; se piensa que el mecanismo
oncogénico del HPV puede estar relacionado con la inactivación de p53 y RB por medio de
ciertas proteínas virales.

En los últimos años se han incrementado los reportes que asocian la infección por HPV en
epitelios extragenitales con el subsecuente desarrollo de tumores de la laringe, amígdalas,
lengua y cavidad oral. Lo anterior sugiere que el potencial oncogénico de estos virus
puede afectar diversos órganos humanos. La frecuente regresión espontánea de
papilomas y verrugas benignas, sugiere que el sistema inmune puede controlar en la
mayoría de los casos la infección por HPV. Sin embargo, se sabe muy poco respecto a la

92
respuesta inmune específica contra el HPV, ya que esta respuesta inmune no parece ser
intensa debido a que los HPV provocan infecciones crónicas y latentes, y en el caso de las
infecciones productivas éstas no se asocian con la destrucción de la célula infectada, ya
que los HPV no son citopáticos. Es probable que la inmunidad mediada por células
(inmunidad celular) sea la que tenga un papel más importante en el control de las
infecciones por HPV. Lo anterior se deduce de la alta incidencia de papilomas, verrugas y
tumores epiteliales observada en pacientes que sufren de inmunodeficiencias congénitas
o adquiridas. Así, una prioridad de la investigación sobre los HPV consiste en lograr un
método para estimular la inmunidad celular específica contra los HPV.

LOS VIRUS DE LA HEPATITIS

La hepatitis es un padecimiento relativamente frecuente que se manifiesta como una


inflamación generalizada del hígado con la consecuente alteración de importantes
funciones metabólicas que tienen lugar en las células hepáticas (hepatocitos). La hepatitis
humana de origen viral puede ser causada por una importante variedad de virus; sin
embargo, existe un grupo de virus que manifiesta una gran predilección por infectar el
tejido hepático (tropismo hepático). Hasta hace poco tiempo, las hepatitis humanas
causadas por virus con tropismo hepático se clasificaban en tres tipos: A, B y no A-no B.
Esto se debía a que solamente habían sido identificados los virus de la hepatitis tipo A
(HAV) y de la hepatitis B (HBV). Hoy sabemos que las hepatitis virales no A-no B pueden
ser causadas por, cuando menos, tres virus diferentes: HCV, HDV y HEV.

Podemos dividir a las hepatitis virales específicas en dos grupos principales: 1) hepatitis
virales de incubación corta, las cuales se adquieren por lo general a través del contagio
oral-fecal (principalmente por ingestión de agua contaminada por heces o de alimentos
contaminados por dichas aguas residuales) y que se comportan como hepatitis agudas de
resolución rápida. Los virus HAV y HEV son los principales causantes de estas hepatitis. 2)
hepatitis virales de incubación larga, las cuales se adquieren por lo general a través de
contagio por vía parenteral: por transfusiones con sangre contaminada, por contagio
sexual, por heridas causadas por instrumentos quirúrgicos contaminados y en el caso de
los toxicomanos, por compartir jeringas y agujas contaminadas. También se ha reportado
la transmisión de la madre al hijo durante el periodo perinatal. Estas hepatitis evolucionan
con frecuencia hacia formas de infección crónica y persistente, y los pacientes afectados
pueden sufrir recaídas repetidas, además de continuar siendo contagiosos durante
muchos años. Las hepatitis virales de origen parenteral e incubación larga son causadas
por los virus HBV, HCV y HDV.

Es interesante notar que los cinco virus de la hepatitis pertenencen a cinco grupos
taxonómicos diferentes, o sea que desde el punto de vista de su organización estructural,
de la organización de sus genomas y de sus respectivas estrategias de replicación, estos
cinco virus son muy diferentes entre sí y solamente comparten la predilección por infectar
el hígado. El virus HAV pertenece al grupo de los picornavirus cuyo miembro más conocido
es el virus de la poliomelitis. El virus HCV pertenece al grupo de los flavivirus cuyos

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miembros más conocidos son causantes de la fiebre hemorrágica conocida como
"dengue". Se sabe que varios tipos de flavivirus pueden ser transmitidos por insectos
(artrópodos), sin embargo, no existe ninguna evidencia de que el HCV pueda ser
transmitido por insectos. El HEV pertenece al grupo de los calcivirus, entre los cuales se
encuentran virus que afectan a los felinos y otros virus com el Norwalk que causa
enfermedades diarréicas en los humanos.

El espacio de la presente obra no permite una discusión detallada de los cinco virus de la
hepatitis; sin embargo, debido a su importancia médica y a las interesantes peculiaridades
de sus modos de organización y replicación, vale la pena dedicar algunos párrafos a los
virus HBV y HDV.

El virus de la hepatitis B

En 1963, el investigador Baruj Blumberg descubrió en el suero sanguíneo de un paciente


con hemofilia (padecimiento cuyo tratamiento requiere de repetidas transfusiones de
sangre o plasma sanguíneo), la presencia de un anticuerpo que era capaz de reaccionar
con un antígeno presente en la sangre de un aborigen australiano. Blumberg denominó
antígeno Australia a esta molécula que resultó ser el antígeno principal de superficie del
virus de la hepatitis B (HBsAg). La ausencia de cultivos celulares específicos capaces de
replicar al HBV in vitro, impidió la pronta caracterización de este virus. Sin embargo, con el
advenimiento de las técnicas modernas de ingeniería genética, fue posible aislar y
"domar" el genoma de HBV con el fin de estudiar la biología molecular de este virus. A
finales de la década de los setenta, investigadores franceses pudieron establecer que el
genoma del HBV consta de un ADN circular de doble cadena (aunque es desigual la
longitud de ambas cadenas), correspondiente a 3 200 pares de bases, siendo hasta la
fecha el genoma más pequeño de todos los descritos en virus animales.

El HBV resultó ser el primer tipo descrito de un nuevo grupo de virus denominado
hepadnavirus, debido a que todos los virus que son miembros de este grupo manifiestan
un marcado tropismo hepático y comparten un método de replicación muy particular,
mismo que es descrito en la figura IX. 4. Entre los virus que pertenecen a este grupo se
encuentran virus que causan hepatitis en marmotas, ardillas y patos. Cabe mencionar que
los hepadnavirus son los únicos virus, aparte de los retrovirus, que incluyen en su ciclo de
replicación la actividad de una enzima transcriptasa inversa, capaz de sintetizar una
molécula de ADN a partir de un templado de ARN. De hecho, la polimerasa codificada por el
gene P de los hepadnavirus, es una enzima que manifiesta cuatro actividades diferentes:
ADN polimerasa dependiente de ADN; ADN polimerasa dependiente de ARN (transcriptasa
inversa); Ribonucleasa H, capaz de degradar el ARN presente en moléculas híbridas ADN-
ARN; actividad como molécula anda para la iniciación de la síntesis de ADN.

Otra característica importante de los hepadnavirus consiste en que no son virus


directamente citopáticos, o sea que no destruyen a su célula hospedera. El conocimiento
actual sobre la hepatitis tipo B indica que el daño hepático, que se manifiesta como

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inflamación hepática y destrucción de los hepatocitos, es causado por la propia respuesta
inmune dirigida contra las células infectadas por el HBV; en particular, los linfocitos T
citotóxicos anti-HBV parecen ser los principales responsables de la destrucción de los
hepatocitos que expresan antígenos (proteínas) de HBV en sus membranas. Se piensa que
los casos de hepatitis B fulminante y fatal, son consecuencia de una excesiva respuesta
inmune contra el HBV, aunque en ratones transgénicos, en cuyas células se les ha
insertado en forma experimental el gene que codifica el HBsAg, se observa que la
sobreproducción del HBsAg puede causar destrucción de los hepatocitos.

Sin embargo, la mayoría de las personas infectadas por HBV desarrollan un cuadro de
hepatitis aguda, después de un periodo de incubación de ocho a 24 semanas. Dicha
hepatitis aguda se manifiesta con dolor abdominal, ictericia (coloración amarillenta de la
piel), fatiga y otros síntomas asociados. En otros casos, también numerosos, la infección
permanece asintomática; pero en todos los pacientes en fase aguda de la infección
(sintomática o asintomática) es posible detectar la presencia de altas concentraciones del
HBsAg en el suero sanguíneo. Con el paso del tiempo y en la medida en que disminuye la
hepatitis, aparecen anticuerpos específicos contra HBsAg (anti-HBs) en el suero de los
pacientes infectados.

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Figura IX. 4. Replicación del virus de la hepatitis B (HBV)1) El HBV infecta a una célula
hepática. 2) Enzimas extienden la cadena corta del ADN viral. 3) El ADN viral migra hacia el
núcleo celular, donde es copiado (transcrito) en una molécula complementaria de ARN. La
hebra de ARN tiene 3.5 kilobases (3 500 nucleótidos) y constituye el pregenoma que es
intermediario necesario para la replicación del genoma viral. 4) El pregenoma es
empacado dentro de una cápside recién sintetizada. La polimerasa viral empieza a
sintetizar una copia de ADN complementario al pregenoma viral. 5) La nueva cadena de
ADN es un duplicado de la cadena larga de ADN presente en el genoma viral original. El
pregenoma de ARN se desintegra tan pronto es completada la síntesis del nuevo ADN viral.
6) La polimerasa viral empieza a sintetizar una cadena de ADN complementario a la
secuencia de nucleótidos de la cadena larga del ADN viral. 7) El ADN viral puede
permanecer en la célula por un tiempo suficiente para convertirse en ADN de cadena
doble; en cuyo caso, regresa al núcleo celular para iniciar un nuevo ciclo de replicación. 8)
En caso de salida prematura de la nueva partícula viral, la cápside es dotada de una nueva
envoltura y la extensión de la cadena corta del ADN viral cesa tan pronto la nueva partícula
sale de la célula infectada. El resultado es una partícula viral infectante que contiene una
ADN viral que es parcialmente de cadena sencilla.

Por lo general, estos anticuerpos alcanzan la concentración suficiente para neutralizar las
partículas infecciosas de HBV y se sostienen a buenos niveles circulantes, de manera que
protejen de por vida contra una nueva infección por HBV. Sin embargo, en algunos
pacientes la respuesta inmune es deficiente y esto permite que persistan altas
concentraciones de HBsAg circulante en el suero de estos pacientes. El propio HBV
persiste en el hígado de tales pacientes, mismos que se convierten en portadores crónicos
de este virus y tienden a presentar cuadros recurrentes de hepatitis (recidivas) tanto
sintomática como asintomática. La sangre de estos portadores crónicos es una fuente
potencial de contagio para los individuos que no están infectados por HBV.

Cabe subrayar que los hepatocitos infectados por HBV producen viriones infectantes
completos (partículas de Dane), pero también producen partículas virales defectuosas,

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tanto esféricas como cilíndricas, que carecen del genoma viral pero que presentan en su
superficie el antígeno principal del HBV (HBsAg), en sus tres versiones: grande, mediana y
corta o principal. De hecho, en toda infección por HBV la producción de partículas
defectuosas supera a la de viriones completos por varios órdenes de magnitud. Lo anterior
indica en forma indirecta que los viriones completos tienen una gran capacidad infectiva y
son suficientes para propagar la infección.

Un aspecto muy importante, desde el punto de vista médico, es que alrededor del 30% de
los portadores crónicos de HBsAg desarrolla cirrosis hepática, la cual es una degeneración
del tejido hepático que es sustituido por tejido cicatrizal que no es funcional. De estos
pacientes con cirrosis, alrededor del 30% desarrolla un cáncer primario de hígado, evento
que puede ocurrir entre 30 y 50 años después de la infección original por HBV. Estudios
epidemiológicos demuestran que las posibilidades de convertirse en portador crónico se
incrementan entre más temprana es la edad en que se contrae la infección por HBV. Se
considera que la probabilidad de que un portador crónico de HBsAg desarrolle un cáncer
de hígado es 200 a 300 veces mayor que en el resto de la población. Por esta razón, la
infección temprana por HBV constituye uno de los problemas mas importantes de salud
pública mundial, ya que en los países del Centro y sur de África y en los países del Lejano
Oriente, la infección por HBV ocurre con una gran frecuencia en niños recién nacidos (que
son infectados por sus madres durante el embarazo o durante el periodo perinatal) y en
menores de cinco años. Se estima que en el mundo viven actualmente 300 millones de
portadores crónicos del HBsAg, los cuales son también portadores crónicos del HBV, esto
significa que a partir de esta población infectada se van a desarrollar cerca de 30 millones
de casos de cáncer hepático. De modo que el HBV es en términos estadísticos el agente
biológico con mayor potencial oncogénico (productor de cáncer) para los seres humanos.

El largo periodo de latencia entre la infección original por HBV y la aparición del cáncer
hepático, no es compatible con la hipótesis de que este cáncer es causado por la
activación de un oncogene presente en el genoma de HBV. De hecho, los estudios de
biología molecular demuestran que el virus de la hepatitis B no posee ningún oncogene;
además, está bien establecido que el HBV no necesita integrar su ADN en el genoma de la
célula hospedera para llevar a cabo su ciclo de replicación. Por otra parte, diversos
estudios han reportado la presencia de fragmentos de genoma del HBV integrados en el
ADN de células procedentes de tumores hepáticos. El análisis de estas células sugiere que
los fragmentos del genoma viral pueden integrarse en sitios diversos del genoma celular y
de esta manera pueden provocar rearreglos de secuencias de nucleótidos o modificar el
patrón de expresión de ciertos genes celulares. También se ha reportado que la
sobreproducción de la proteína HBx codificada por el gene X del HBV puede inducir
tumores de hígado en ratones que han sido genéticamente modificados para albergar y
expresar el gene X dentro de sus células (ratones transgénicos). Se sabe que la proteína
HBx puede actuar como activadora de la expresión de genes virales y celulares.

Sin embargo, la mayoría de los estudios epidemiológicos sugiere que el desarrollo del
cáncer hepático requiere de un evento genético secundario que es consecuencia de los

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ciclos de destrucción y regeneración hepática característicos de la hepatitis crónica y la
cirrosis. Esto pone en duda que el cáncer hepático sea consecuencia directa de la acción
de un gene viral. En realidad todo parece indicar que los tumores hepáticos asociados con
la infección crónica por HBV son causados por una combinación de factores: daño
hepático, regeneración celular y actividades virales que actúan en forma sinergista para
producir inestabilidad cromosómica con el paso del tiempo, inestabilidad que se
manifiesta como una modificación gradual de las funciones y el estado de diferenciación
de los hepatocitos. El hecho bien demostrado de que agentes hepatotóxicos como el
alcohol y las aflatoxinas, producidas por ciertos hongos que contaminan a cereales y
semillas, aceleran el desarrollo de la cirrosis hepática y la progresión hacia el cáncer
hepático en individuos crónicamente infectados por HBV, apoya la idea de que el virus
necesita de cofactores que actúan por periodos prolongados para producir el cáncer
hepático.

Se han utilizado algunos agentes antivirales como tratamiento para los cuadros de
hepatitis crónica recurrente asociada con la infección por HBV. Sin embargo, solamente el
interferón alfa, producido por técnicas de ingeniería genética, ha demostrado tener un
efecto positivo, aunque no es curativo. Afortunadamente, desde hace algunos años
existen vacunas eficaces contra el HBV. La primera de ellas, desarrollada en Francia a
finales de los años setenta, se basa en la purificación de envolturas y partículas virales
defectuosas a partir del suero sanguíneo de portadores crónicos del antígeno HBsAg.
Dichas partículas no son infectantes; sin embargo, poseen el antígeno mayor de superficie
del virus (el HBsAg), por lo cual la inyección de estas partículas purificadas provoca la
producción de anticuerpos neutralizantes específicos contra HBsAg en los individuos
vacunados. En la actualidad, también están disponibles vacunas recombinantes o sea,
vacunas producidas por métodos de ingeniería genética. Para desarrollar estas vacunas se
procedió a donar el gene del HBsAg en diferentes tipos de vectores de expresión, mismos
que permiten introducir dicho gene a células de mamífero o levaduras que son utilizadas
como "fábricas" para la producción de dicho antígeno, el cual es purificado en forma
subsecuente y utilizado para preparar vacunas que inducen anticuerpos específicos contra
HBsAg.

Desafortunadamente, el alto costo de estas vacunas hace que su disponibilidad sea muy
limitada, ya que se utilizan principalmente en los países desarrollados y en programas de
vacunación destinados a proteger personal de alto riesgo como son los soldados, los
médicos y paramédicos. Por otra parte, los niños africanos y asiáticos que corren gran
riesgo de ser infectados por HBV durante los primeros años de vida constituyen, por lo
tanto, el principal reservorio de este virus y el principal grupo que será afectado por la
cirrosis y el cáncer de hígado; permanecen, hasta el momento, fuera de cualquier
programa mundial de vacunación dirigido a controlar la infección por RBV.

Agente delta o virus de la hepatitis delta

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El agente etiológico de la hepatitis delta, mal llamado virus de la hepatitis delta o HDV, fue
descubierto por Rizzeto en 1977, pero su caracterización fue posible hasta 1986 gracias a
la biología molecular. Este agente es capaz de infectar los hepatocitos exclusivamente en
presencia y con la ayuda del virus de la hepatitis B; de tal manera que los individuos
inmunizados contra el virus B, ya sea por vacunación o por inmunidad adquirida después
de una infección por HBV, quedan protegidos también contra el HDV.

El genoma del agente delta consta de 1678 nucleótidos que forman una cadena de ARN
circular. Las características moleculares del HDV se parecen mucho a las de los viroides
que son moléculas de ARN desprovistas de cápside y que, sin embargo, son capaces de
producir diversas enfermedades en las plantas. Hasta el momento, todo parece indicar
que el genoma del agente delta sólo codifica una proteína conocida como antígeno delta
(HDAg), la cual tiene una gran afinidad por el propio ARN de este viroide y también por el
antígeno principal del HBV (HBsAg). Estas propiedades del HDAg permiten que el genoma
del viroide sea empacado dentro de envolturas compuestas por lípidos de la célula
infectada y múltiples copias del HBsAg; es decir, este viroide utiliza al antígeno principal
del HBV para conformar su propia envoltura y así poder propagarse como un agente
infeccioso. Por lo anterior, la infección por el agente delta sólo puede prosperar en
individuos que han sido coinfectados con HBV y HDV al mismo tiempo, o que padecen de
hepatitis B crónica o son portadores crónicos del HBsAg. En todos estos casos, el HBV
puede actuar como virus auxiliar al proporcionar el material necesario (HBsAg) para el
empacamiento de nuevas partículas infecciosas del agente delta.

La infección por HDV agrava los cuadros de hepatitis crónica en pacientes portadores de
HBV y se han reportado casos de hepatitis fulminante en portadores crónicos del HBV que
han sido superinfectados por el HDV. Por lo general, los individuos infectados con HDV
presentan anticuerpos contra el antígeno delta (HDAg) durante un periodo muy corto
después de la infección. Sin embargo, los portadores crónicos del HBV que son
superinfectados por el HDV evolucionan con frecuencia hacia una hepatitis crónica que se
acompaña de la continua presencia del HDAg en el hígado y de anticuerpos anti-HDV en la
sangre. La mayor parte de estas hepatitis crónicas degenera en cirrosis hepática. Las
partículas de HDV presentan en su superficie al antígeno HBsAg; por esta razón, los
pacientes infectados por HDV desarrollan anticuerpos contra HBsAg, mismos que son
indistinguibles de aquellos desarrollados por pacientes infectados únicamente por HBV.
Estudios realizados en chimpancés (que son los únicos animales aparte del hombre
susceptibles a la coinfección por HBV y HDV), sugieren que la vacunación con
preparaciones a base de HDAg no protege de la infección por el agente delta y por el
contrario, parece agravar el curso de esta infección.

X. PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DE LAS INFECCIONES


VIRALES

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LAS INFECCIONES virales en humanos, animales y plantas son causa de muerte, daño y
pérdidas económicas. Las mejoras en el nivel de salud pública e higiene personal
contribuyen en forma muy importante y efectiva a controlar la diseminación de las
enfermedades infecciosas, incluyendo las causadas por virus. Sin embargo, las vacunas
tienen un papel primordial en la prevención activa de las enfermedades virales en el
hombre y en los animales. Las vacunas pueden ser infecciosas (hechas con virus activos) o
no infecciosas (hechas con virus inactivados). El proceso de vacunación se basa en la idea
de que se puede lograr inmunidad específica contra una enfermedad, en particular si se
provoca ésta en condiciones controladas de manera que el individuo no padece los
síntomas asociados con la enfermedad y el sistema inmune reacciona produciendo un
arsenal de anticuerpos y células inmunes con capacidad para destruir o neutralizar
cualquiera otra invasión por parte del mismo agente infeccioso.

El procedimiento de atenuación permite obtener cepas de virus que tienen una reducida
capacidad para producir enfermedad; estas cepas se denominan avirulentas, en contraste
con las cepas virulentas capaces de producir enfermedad. Las cepas avirulentas son
obtenidas por métodos empíricos como el pasar (propagar) un virus determinado en
cultivos de células que provienen de una especie animal diferente a la del hospedero
natural de ese virus en particular. También la multiplicación de un virus a temperaturas
subfisiológicas o la coinfección de un mismo cultivo con cepas virulentas y avirulentas de
un virus en particular contribuyen a la atenuación del virus. El uso de cepas emparentadas
antigénicamente con una cepa virulenta, pero que provocan una enfermedad más leve en
el hospedero, es una técnica conocida desde el tiempo de Edward Jenner, quien en 1798
utilizó preparaciones de virus de la viruela vacuna para inmunizar humanos contra la
viruela. Actualmente, se utiliza un virus de la vacuna, descendiente del virus de la viruela
vacuna, para "vacunar" contra la viruela. De hecho, vacuna se ha convertido en sinónimo
de cualquier substancia inmunogénica utilizada en la prevención de enfermedades
infecciosas.

Las vacunas preparadas a partir de virus muertos o inactivos deben carecer de infectividad
y, sin embargo, ser suficientemente inmunogénicas para provocar inmunidad protectora.
Los agentes inactivantes utilizados para matar al virus deben ser capaces de actuar sobre
el ácido nucleico viral. El formaldehído y la b-propiolactona son dos de los agentes más
usados para inactivar preparaciones virales. El formaldehído produce entrecruzamientos
entre las proteínas virales y también afecta a los grupos amino presentes en los
nucleótidos. La b-propiolactona inactiva a los virus por medio de la alkilación de las
proteínas y ácidos nucleicos virales. Un problema fundamental asociado con la
preparación de una vacuna muerta consiste en que se debe garantizar la completa
inactivación de todas las partículas virales presentes en una dosis de la vacuna. Cuando se
preparan grandes lotes de vacuna se observa que una pequeña fracción de la población
viral es inactivada con mayor lentitud debido a que algunas partículas virales forman
agregados y cúmulos en los cuales se dificulta el acceso al agente inactivante. Esto implica
que debe incrementarse el tiempo de incubación en presencia del agente inactivante; esta

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situación tiene el inconveniente de que puede propiciar la pérdida de la capacidad
inmunogénica de las partículas virales inactivadas.

El principal problema de las vacunas preparadas con virus atenuados consiste en


garantizar la estabilidad genética de la cepa avirulenta, de manera que no revierta en
forma espontánea o accidental al estado virulento. Esta reversión al estado virulento
puede ocurrir por causa de eventos de recombinacion genética espontánea entre el virus
presente en la vacuna y algún otro tipo de virus que pueda estar presente en forma
natural en el individuo vacunado.

Las vacunas deben producir imnunidad suficiente y permanente, pues de lo contrario el


virus invasor puede ser capaz de multiplicarse. Esto último ocurre en el caso de vacunas,
como la vacuna contra la fiebre aftosa del ganado, la cual sólo confiere inminidad parcial y
por lo tanto actúa como una presión selectiva que favorece la propagación de virus
mutantes poseedores de nuevos variantes antigénicos no reconocidos por los anticuerpos
inducidos por la vacuna. Con el paso del tiempo, la cepa de virus resistentes substituye a
los otras cepas del virus y entonces se hace necesario desarrollar una nueva vacuna
específica contra esta nueva cepa resistente a la vacuna anterior.

Las vacunas pueden ser administradas por vía oral, vía parenteral (inyectadas) o por
simple escarificación de la piel con una aguja. La vía de administración depende del tipo
de preparación y de la estabilidad física de la misma. Cuando se prepara una nueva
vacuna, además de los factores biológicos que determinan la elección entre una
preparación muerta o una preparación atenuada, deben considerarse factores
socioeconómicos relacionados con el costo, estabilidad a largo plazo de los lotes de
vacuna, facilidad en el modo de administrarse de la vacuna y el número de dosis a ser
administradas. También debe considerarse el efecto psicológico asociado con las
incomodidades y reacciones secundarias (como fiebre, erupciones en la piel, etc.)
derivadas de la administración de la vacuna.

El surgimiento de la teconología del ADN recombinante o ingeniería genética abre las


puertas a la posibilidad de desarrollar vacunas efectivas preparadas a partir de los
componentes virales causantes de inducir la respuesta inmune, pero sin los
inconvenientes asociados con la presencia de virus íntegros, ya sea que estén inactivados
o atenuados.

A diferencia de lo que sucede con las infecciones bacterianas, la quimioterapia de las


infecciones virales.todavía se encuentra en etapas primitivas. La multiplicación de los virus
está estrechamente ligada al metabolismo de la célula hospedera debido a que el virus
por lo general utiliza la propia maquinaria celular para su replicación. Por lo tanto, resulta
difícil encontrar fármacos y compuestos químicos capaces de afectar las funciones virales
sin afectar a la célula hospedera. Sustancias químicas con actividad antiviral han sido
utilizadas con éxito en el tratamiento de infecciones causadas por virus ADN que afectan la
conjuntiva y la córnea del ojo. Estos agentes son pirimidinas halogenadas que son

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incorporadas en el ADN viral e impiden la transcripción y replicación del mismo. Debido a
que estos compuestos pueden ser incorporados también en el ADN celular, su uso está
limitado a las infecciones que afectan regiones pobremente vascularizadas y con baja
actividad metabólica como la superficie del ojo. Por ejemplo, soluciones a 0.1% de 5'iodo-
2'-desoxiuridina, un análogo de la timidina, producen mejoría en un 72% de los casos de
infecciones oculares causadas por Herpes simplex tipo 1 y adenovirus. En casos extremos
como la rara encefalitis viral causada por HSV-1 o por el virus de la vacuna, se pueden
utilizar análogos de la citidina (citosina arabinosido) o de la adenosina (adenina
arabinosido) con probabilidades de éxito terapéutico. Estas sustancias son
extremadamente tóxicas y sólo deben usarse en circunstancias cuando la otra alternativa
es la rápida muerte del paciente.

La amantadina es un compuesto que se ha utilizado con éxito en la profilaxis y tratamiento


de la influenza viral. Durante una epidemia de influenza el número de casos en la
población sujeta al tratamiento profiláctico fue equivalente a 21% de los casos presentes
en la población no tratada con amantadina.

El ribavirin es un compuesto capaz de inhibir la enzima ARN polimerasa del virus de la


influenza y también interfiere con el mecanismo de iniciación de la transcripción del ARN
viral. De hecho, el ribavirin manifiesta acción antiviral contra un amplio espectro de virus
tanto de ADN como de ARN, pero esta acción sólo es efectiva en condiciones de
laboratorio, por lo cual el ribavirin en aerosol ha sido aprobado solamente para el
tratamiento de infecciones por virus sincitial respiratorio (RSV) en niños.

El aciclovir es un compuesto que fue desarrollado en años recientes y que manifiesta una
potente acción antiviral contra los virus Herpes simplex tipo 1 y 2. Esta acción selectiva se
debe a que el aciclovir es un excelente sustrato para ser fosforilado por la enzima timidina
cinasa de estos virus. El resultado de esta reacción de fosforilación es el monofosfato de
aciclovir, el cual es a su vez fosforilado por las enzimas cinasas celulares para formar
trifosfato de aciclovir; este compuesto tienen gran afinidad por la enzima ADN polimerasa
de los virus Herpes simplex y, por lo tanto, actúa como inhibidor de esta enzima dando
como resultado la inhibición de la síntesis de ADN viral.

El aciclovir se utiliza en el tratamiento profiláctico del herpes genital y cutáneo, y también


en el tratamiento de las lesiones causadas por el Herpes zoster. En pacientes que sufren
de infecciones recurrentes por estos virus, el aciclovir disminuye la duración y magnitud
de las recurrencias. Sin embargo, es relativamente frecuente el aislamiento de cepas de
estos virus que son resistentes al aciclovir, hecho que limita la utilización masiva de este
compuesto. El ganciclovir es un compuesto muy similar al aciclovir y tiene importante
acción antiviral contra el citomegalovirus que también forma parte del grupo de los
herpesvirus. El foscarnet es un potente inhibidor de las ADN polimerasas de los herpesvirus
y se utiliza al igual que el ganciclovir, para el tratamiento de la retinitis ocular causada por
citomegalovirus.

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En años recientes se han caracterizado o sintetizado diversos compuestos que manifiestan
una acción antiviral contra el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV oVIH) en
condiciones de laboratorio (in vitro). De estos compuestos solamente la azidotimidina
(zidovudina o AZT) ha sido ampliamente utilizada en el tratamiento del SIDA. La
azidotimidina es un potente inhibidor de la transcriptasa inversa (RT), enzima esencial
para la replicación del HIV. Sin embargo, como se verá más adelante, el HIV es un
retrovirus y, como tal, su genoma de ARN debe ser transcrito por la RT para convertirlo en
una molécula de ADN que constituye el provirus, mismo que se integra en el genoma de la
célula hospedera en forma permanente. La expresión de la información contenida en el
provirus permite la síntesis de nuevo ARN viral y de las proteínas virales codificadas por
este. La azidotimidina no tiene ningún efecto sobre el provirus de HIV ya que sólo es capaz
de inhibir la formación del provirus, pero no es capaz de inhibir la expresión del provirus
en células que ya están infectadas en forma persistente. Por otra parte, el tratamiento
prolongado con azidotimidina favorece la aparición de cepas mutantes de HIV que son
resistentes a este compuesto. Desafortunadamente, la experiencia acumulada en los
últimos años demuestra que la azidotimidina dista de ser un tratamiento efectivo contra
el SIDA.

El interferón tiene actividad antiviral universal y alta actividad específica; por lo tanto,
constituye potencialmente el agente ideal para el tratamiento de las infecciones virales
Sin embargo, la vida media del interferón administrado por vía parenteral es muy corta
(alrededor de 3 horas) debido a que es una molécula inestable que es rápidamente
degradada cuando esta fuera de las células. Esto impone la necesidad de utilizar dosis
elevadas de interferón para obtener un efecto terapéutico. Quizá en un futuro cercano la
metodología del ADN recombinante permitirá obtener cantidades industriales de
interferón, además de modificar las características moleculares del mismo, de manera que
se pueda utilizar el interferón para el tratamiento de las enfermedades virales.

XI. VIRUS DE LA INMUNODEFICIENCIA HUMANA


POSIBLEMENTE ningún otro virus ha recibido tanta atención por parte de los medios de
comunicación y la opinión pública en general como el llamado virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH o HIV). La descripción, a principios de la década de los
ochenta, de los primeros casos del llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida
(SIDA), padecimiento que se caracteriza por una depresión progresiva de la inmunidad
celular y que con frecuencia tiene un desenlace fatal, provocó un gran interés por
establecer la causa o causas de esta enfermedad. El hecho de que los primeros casos de
SIDA se presentaron en jóvenes homosexuales con un alto índice de promiscuidad sexual
hizo sospechar que la enfermedad podía ser de carácter infeccioso y transmisible a través
del contacto sexual. Poco tiempo después se estableció la presencia del SIDA en grupos de
pacientes adictos a las drogas por vía intravenosa (como la heroína), y también en algunos
pacientes que por diversas razones habían recibido transfusiones sanguíneas. Estos datos
reforzaron la idea de que el SIDA era infeccioso y algunos autores sugirieron que podría ser
causado por un virus desconocido.
103
A principios de 1983, investigadores del Instituto Pasteur de París, encabezados por el
doctor Luc Montagnier, reportaron el aislamiento de un nuevo tipo de retrovirus a partir
de un ganglio linfático extirpado a un paciente con SIDA. Los investigadores franceses
bautizaron como LAV (virus asociado a linfadenopatía) a este nuevo retrovirus. Los
mismos investigadores proporcionaron una muestra de este retrovirus al grupo del doctor
Robert Gallo en los Estados Unidos. El grupo estadounidense contaba con reactivos y
tecnología para mantener células linfoides (linfocitos) en cultivo. Estas técnicas
permitieron propagar al nuevo retrovirus en cultivos de laboratorio. Sin embargo, los
investigadores estadounidenses identificaron al LAV como perteneciente al mismo grupo
que el HTLV-I, previamente descrito por el grupo de Gallo, y así, decidieron rebautizarlo
como HTLV-III (virus linfotrópico humano tipo III). Esta situación fue el origen de muchas
confusiones y de una prolongada disputa entre científicos y autoridades tanto francesas
como estadounidenses para adjudicarse el descubrimiento de este retrovirus, al cual se le
atribuyó la causalidad del SIDA con base en los resultados de estudios epidemiológicos
realizados en diversas partes del mundo, y fue finalmente rebautizado como virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH) o Human Immunodeficiency Virus (HIV).

Dichos estudios epidemiológicos demuestran una correlación entre la infección por HIV y
el subsecuente desarrollo del SIDA. Sin embargo, la epidemiología del SIDA también
demuestra que existe un largo periodo de latencia que ha sido estimado entre 8 y 15 años,
entre la infección primaria por HIV y el desarrollo del SIDA.

Desde el punto de vista de su morfología y estructura genética básica, el HIV pertenece al


grupo de los retrovirus que se caracterizan por tener un genoma constituido por ARN de
cadena sencilla y se propagan por medio de un intermediario intracelular (el provirus)
formado por una molécula de ADN de cadena doble que es sintetizada, por una enzima
viral conocida como transcriptasa inversa, a partir de la molécula de ARN genómico viral.

La organización de su genoma y su secuencia de nucleótidos indican que el HIV pertenece


a la subfamilia de los lentivirus, que esta constituida por retrovirus que producen
infecciones crónicas de evolución lenta en diversos animales, como son el virus de la
anemia equina infecciosa, el virus de la artritis-endefalitis caprina, el virus visna-maedi que
causa una enfermedad neurodegenerativa en los borregos y el virus de la
inmunodeficiencia del simio (SIV), que puede causar en los macacos afectados un
síndrome de inmunodeficiencia remotamente parecido al SIDA.

La organización genómica de los lentivirus es mucho más compleja que la de los retrovirus
clásicos, como lo muestra la figura XI.1. Además de los tres genes presentes en los
retrovirus clásicos (genes denominados gag, pol y env, mismos que codifican a las
proteínas de la cápside, a la transcriptasa inversa y funciones asociadas, y a las proteínas
de la envoltura viral respectivamente), el genoma del HIV contiene varios genes pequeños
que codifican proteínas que participan en forma importante en la regulación de la
transcripción del genoma viral. En particular, los productos de los genes tat y rev tienen un

104
papel muy importante como reguladores de la transcripción y el subsecuente
procesamiento y transporte de las diferentes especies de ARN mensajero viral.

La figura XI.2 muestra el ciclo replicativo del HIV. Es importante mencionar que la
integración del provirus dentro del genoma de la célula hospedera es un paso
indispensable para la replicación de la mayoría de los retrovirus. Este proceso de
integración sólo es posible en células activas que pasan cuando menos un ciclo completo
de división celular. Sin embargo, existe evidencia de que el HIV es capaz de replicarse y
permanecer estable incluso en células inactivas que no han pasado por una división
celular.

La figura XI.3 muestra la estructura del virión de HIV. Estos viriones tienen un diámetro de
100 a 120 nanómetros, son esféricos y poseen una envoltura constituida por restos de la
membrana de la célula hospedera que han sido modificados por la inserción de dos tipos
de proteínas virales: la gp120 que forma las púas del virión y la gp4l que queda incluida en
la envoltura viral. En en el interior de la cápside viral se ubican dos copias del genoma
viral, situación que es común en todos los retrovirus. Este genoma está formado por una
molécula de ARN lineal de cadena sencilla que consta de 9400 nucleótidos. El genoma viral
se asocia con varias copias de dos proteínas virales: p7 y p9, y la nucleocápside resultante
es recubierta por varias copias de la proteína viral p24 para formar la verdadera cápside o
centro viral.

FIGURA XI.1. Organización del genoma proviral en retrovirus simples y retrovirus


complejos. El esquema muestra la organización del genoma proviral de un común
retrovirus simple: el virus de la leucemia murina (MLV), que muestra los genes gag, pol y
env, flanqueados por las terminaciones largas repetidas (LTR) que constituyen las
secuencias promotoras de la expresión de los genes virales y a su vez permiten la
integración del genoma proviral (provirus) en el genoma de la célula hospedera. Los
genomas de dos lentivirus: el virus Visna-Maedi y el HIV-1 muestran la presencia de
nuevos genes que codifican proteínas regulatorias que controlan el proceso de

105
transcripción y replicación de estos retrovirus complejos. Las siglas PRO denotan la
posición de la secuencia que codifica a la proteasa viral cuya función consiste en el
procesamiento de las proteínas virales estructurales, mismo que es necesario para
permitir el ensamble de nuevas partículas virales.

Figura XI.2. Replicación del HIV. a) la partícula viral se pega al receptor CD4 presente en la
membrana de ciertos tipos de linfocitos y células inmunes. b) el virus penetra al interior de
la célula y la envoltura viral, constituida por lípidos, es removida para permitir la fusión del
virión con vacuolas citoplásmicas. c) en el corazón de la partícula viral ocurre el proceso de
transcripción en reversa mediado por la enzima transcriptasa inversa (RT) viral. Este
evento convierte al ARN viral original en una molécula de ADN viral que constituye el
provirus. d) el provirus es introducido al núcleo celular y a continuación ocurre la
integración del provirus al genoma celular. e) el provirus integrado es transcrito por la
106
enzima celular ARN polimerasa II, los transcritos virales ( ARN mensajeros) son exportados al
citoplasma. f) la traducción de algunos ARN mensajeros virales conduce a la producción de
proteínas virales regulatorias, mismas que estimulan la síntesis de las llamadas proteínas
de maduración viral y de las proteínas estructurales del virión. g) la acumulación de
proteínas estructurales en la membrana celular permite el ensamble de nuevas partículas
virales. h) la maduración y brote de nuevas partículas virales ocurre entre 36 y 48 horas
después del inicio de la infección.

Figura XI.3. Estructura del virión de HIV.(E) envoltura formada por una bicapa de lípidos
derivada de la membrana de la célula hospedera. (gp120) glicoproteína mayor de
superficie con peso molecular de 120 000 daltones. (gp120 s) forma soluble de la gp120.
(gp41) glicoproteína transmembranal con peso molecular de 41 000 daltones. (HLA)
antígeno de histocompatibilidad derivado de la membrana de la célula hospedera. (NC)
subunidades de la nucleocápside viral formada por la proteína viral con peso de 17 000
daltones. (RT) moléculas de la enzima transcriptasa inversa viral. ( ARN + p24) ARN
genómico viral rodeado de múltiples copias de la proteína mayor del centro viral que pesa
24 000 daltones. (ARN + p 7) ARN genómico viral cubierto por moléculas de la proteína
menor del centro viral con peso de 7 000 daltones.

A pesar de ser un virus con envoltura, el HIV es bastante resistente a la acción de


solventes orgánicos como el alcohol, éter y cloroformo. También es muy resistente a la
inactivación por agentes antisépticos y desinfectantes como el benzal.

107
Solamente algunos detergentes no iónicos como el TritonXl 00, el cloro activado y las
temperaturas mayores a 60°C por varios minutos, son eficaces para inactivar al HIV La
inusual resistencia del HIV a la inactivación por agentes fisicoquímicos es compensada por
su baja infectividad, ya que el HIV infecta a sus células blanco con dificultad.

Con base en diferencias en la secuencia de nucleótidos se ha establecido que existen dos


tipos fundamentales de HIV: el HIV-1 que corresponde al tipo más común y que se
encuentra distribuido en todo el mundo, y el HIV-2 que fue aislado de pacientes que
habitan en países centroafricanos. Hasta la fecha, la infección por HIV-2 sigue limitada a
los países del África Central y es muy raro encontrarlo en otras partes del mundo. Sin
embargo, la enzima transcriptasa inversa encargada de copiar el genoma viral, es una
enzima que comete muchos errores de modo que introduce nucleótidos equivocados
durante el proceso de copiado del genoma viral. La gran frecuencia con la que ocurren
estas mutaciones (alrededor de 1 error por cada 1000 nucleótidos copiados), implica que
existe una gran inestabilidad en la secuencia del genoma viral, de manera que a partir de
un mismo paciente infectado con HIV se pueden aislar, en diferentes periodos de tiempo,
cepas virales que han diferido entre sí debido a los cambios en la secuencia de nucleótidos
del genoma viral. Esta gran viariabilidad del genoma del RIV se interpreta como una
evidencia de que este virus está en proceso de lograr una adaptación evolutiva para
establecer un equilibrio con su hospedero natural que en este caso, parece ser el hombre.
Ha sido posible identificar la presencia del HIV en muestras congeladas de sangre o suero
sanguíneo, procedentes de pacientes que fallecieron durante los años cincuenta. Pero
todo parece indicar que el HIV constituye una especie viral muy reciente.

La evidencia disponible indica que el HIV sólo puede infectar en forma productiva y
persistente al hombre y al chimpancé, y solamente se replica en cultivos de células
humanas o de chimpancé, en particular de linfocitos. Sin embargo, chimpancés que han
sido infectados con grandes dosis de HIV desde 1983, no han desarrollado ninguna
enfermedad que sugiera inmunodeficiencia adquirida. Es un hecho que el HIV tiene
predilección por infectar células que poseen el receptor CD4 en sus membranas, como son
los linfocitos T auxiliares, los monocitos y los macrófagos. Sin embargo, se sabe que otros
tipos de células que no son CD4+ también son infectables por HIV, pero todo indica que
estas células no sufren efectos adversos como consecuencia de dicha infección.

Las principales vías de contagio por este virus son la sangre (y productos derivados de la
sangre) y el contacto sexual. La eficacia del contagio por vía sanguínea depende de varios
factores como son el número de partículas virales presentes en la sangre contaminada, el
volumen de sangre aplicado y el estado inmunológico del individuo receptor. Hoy en día,
la transmisión por vía sexual es la principal forma de contagio por HIV.
Desafortunadamente, es frecuente la transmisión del HIV de la madre al producto,
durante el embarazo o durante el periodo inmediato al nacimiento.

La evidencia de contagio por HIV se establece por medio de una prueba de ELISA específica
(ELISA significa en inglés: enzyme linked inmuno sorbent assay), esta prueba permite

108
detectar en el suero sanguíneo la presencia de anticuerpos específicos contra la proteína
gp l2O del HIV. Un resultado positivo (seropositivo) se interpreta como evidencia de que la
persona ha estado en contacto con el HIV.

Es una gran paradoja que la seropositividad anti-HIV sea interpretada como factor de
riesgo para la transmisión del propio HIV, ya que la presencia de anticuerpos anti-HIV en el
suero de los pacientes seropositivos no parece protegerlos de desarrollar, tarde o
temprano, el SIDA. Esto contrasta con lo que ocurre en el caso de otros virus, ya que la
seropositividad antipolio, anti-viruela o anti-HBV es interpretada como evidencia de
vacunación o inmunidad específica contra estos virus. De hecho, las personas
seropositivas a la polio, viruela o HBV están protegidas contra la infección o reinfección
por estos virus y, a su vez, son incapaces de transmitirlos a otras personas. Sin embargo,
en el caso de las personas anti-HIV seropositivas se infiere que el virus está presente y
potencialmente activo, cuando menos como provirus, en el interior de las células linfoides
infectadas. Por esta razón, la opinión médica dominante considera a las personas anti-HIV
seropositivas como transmisores potenciales de la infección por HIV, y esto a pesar de que
en muchas personas anti-HIV seropositivas se puede demostrar la presencia de
anticuerpos capaces de neutralizar al HIV en pruebas de laboratorio. Así, tomando en
cuenta las graves repercusiones que puede tener el diagnóstico de seropositividad anti-
HIV, toda prueba de ELISA positiva para HIV, debe ser confirmada por medio de una prueba
mucho más sensible y exacta que se conoce como Western Blot, ya que el ELISA puede dar
falsas reacciones positivas. La prueba del Western Blot permite demostrar la existencia de
anticuerpos específicos contra todas y cada una de las proteínas estructurales del HIV. El
Western Blot positivo confirma la infección por HIV.

EL HIV Y EL SIDA

Las características clínicas del SIDA indican una profunda alteración de los mecanismos de
la inmunidad celular, por lo cual desde un principio se llegó a sospechar que el HIV tenía
como blanco a un órgano o tipo de célula fundamental para la respuesta inmune celular. A
fines de 1983, investigadores de Francia e Inglaterra demostraron que el HIV tiene una
gran predilección por infectar linfocitos T auxiliares (o linfocitos CD4+), los cuales se
caracterizan por tener un receptor membranal denominado molécula CD4. Este receptor
reconoce una clase de proteínas conocidas como moléculas clase II del complejo mayor de
histocompatibilidad (MHC-clase II), las cuales están presentes en las membranas de los
linfocitos B, los macrófagos y de los linfocitos T activados. La interacción entre el receptor
CD4 y la molécula MHC-clase II es un cofactor en el proceso de reconocimiento de
antígenos específicos por parte de los linfocitos T auxiliares. Dichos linfocitos CD4+ juegan
un papel central como coordinadores y estimuladores de otras células y actividades que
participan en la respuesta inmune de tipo específico.

Los mismos grupos de investigadores europeos demostraron que la molécula CD4 es el


receptor de alta afinidad para el HIV, mismo que se fija a los linfocitos T auxiliares por
medio de la interacción entre la glicoproteína viral 120 (gp 120), presente en la superficie

109
de la envoltura del virus, y el receptor CD4. Por otra parte, estudios inmunológicos
establecieron que en pacientes con SIDA avanzado existe una importante disminución en el
número de linfocitos CD4+. Las primeras observaciones sobre la replicación y el
comportamiento del HIV en cultivos celulares enriquecidos en linfocitos CD4+, sugirieron
que el virus es citopático para este tipo de células.

Las observaciones anteriores fueron conjuntadas para establecer un modelo explicativo


de la patogénesis del SIDA. Dicho modelo propone que el SIDA es consecuencia de la
destrucción progresiva de linfocitos auxiliares CD4+ debida a la acción citopática del HIV y
por esta razón, los pacientes con SIDA terminan sucumbiendo a infecciones oportunistas o
a cierto tipo de tumores malignos que son consecuencia o manifestación de la
disminución de la inmunidad celular, provocada por la pérdida de células CD4+. Un
corolario que deriva de este modelo es que el SIDA es potencialmente curable mediante la
acción de antivirales capaces de inhibir la replicación del HIV.

Sin embargo, múltiples observaciones acumuladas durante la última década sugieren que
el modelo arriba mencionado dista de ser correcto, como lo demuestran las siguientes
observaciones: 1) el número de linfocitos CD4+ que manifiestan infección productiva por
HIV es muy reducido, siendo alrededor de 1/10 000 en la sangre periférica y 1/1000 en los
ganglios linfáticos, este nivel de infección activa es mucho menor que la capacidad del
sistema inmune pra reponer a las células perdidas como consecuencia de la infección. 2)
en pacientes infectados por HIV que se encuentran en la llamada fase asintomática, la cual
puede durar varios años, es posible detectar importantes alteraciones en los mecanismos
de inmunidad celular aun cuando sus valores de linfocitos CD4+ circulantes se encuentran
dentro de lo normal. 3) varias parasitosis profundas y otras infecciones virales provocan
una importante disminución en la población de linfocitos CD4+, sin embargo, no producen
una sintomatología similar al SIDA. 4) Nadie ha podido demostrar el efecto citopático del
HIV in vivo. Por otra parte, diversas cepas de HIV aisladas a partir de pacientes con SIDA
terminal no son citopáticas in vitro. 5) Es relativamente fácil aislar el HIV a partir de los
linfocitos periféricos de pacientes recién infectados con HIV, los cuales sufren una
enfermedad benigna parecida a la gripe o a la mononucleosis infecciosa, misma que
desaparece en pocas semanas. Sin embargo, es muy difícil aislar el virus a partir de
linfocitos periféricos de pacientes en fase asintomática y sólo en algunos pacientes con
SIDA terminal se puede volver a aislar el virus con facilidad. Estas observaciones sugieren
que la replicación del HIV en los linfocitos periféricos está muy reducida durante la larga
fase asintomática. 6) agentes antivirales como la azidotimidina también conocida como
zidovudina o AZT, inhiben en forma importante la replicación del HIV; sin embargo, no han
servido para detener la caída de los linfocitos CD4+ ni el desarrollo del SIDA en pacientes
asintomáticos tratados con estos compuestos por largo tiempo. 7) Son cada vez más
frecuentes los reportes de personas que han estado infectadas con HIV por más de diez
años y que sin embargo, se encuentran en buena salud a pesar de no haber seguido
ningún tipo de tratamiento específico.

110
La falta de correlación entre los marcadores clásicos de actividad viral (como son la
concentración de partículas virales infecciosas y los niveles de antígenos [proteínas] virales
en el suero sanguíneo) y las manifestaciones clínicas del SIDA, ha motivado a los
investigadores a establecer otros parámetros que les permitan evaluar la actividad de la
infección por HIV durante el desarrollo del SIDA.

El HIV es un retrovirus y como tal, en forma de provirus debe integrarse al genoma de la


célula hospedera para poder replicarse y, eventualmente, producir nuevas moléculas de
ARN y proteínas virales que sirvan para ensamblar nuevos vinones infectantes. Sin
embargo, la mayor parte de los retrovirus clásicos tienden a permanecer como provirus
silenciosos dentro del genoma de sus células hospederas y sólo muy de vez en cuando
expresan su información genética con el fin de producir nuevos componentes virales. De
hecho, los retrovirus prefieren propagarse en forma vertical o sea, cada vez que se replica
el genoma de la célula hospedera también es replicado el provirus integrado a dicho
genoma, de manera que las dos células hijas que resultan del proceso de división celular
contienen una copia del provirus retroviral integrado en sus respectivos genomas. Esta
estrategia equivale a una propagación pasiva del genoma viral. Por lo tanto, una importan
te cuestión consiste en establecer si el HIV se propaga principalmente como un retrovirus
clásico o si por el contrario, se propaga en forma horizontal y activa: por medio de la
producción de viriones infectantes capaces de salir al medio externo para infectar nuevas
células blanco.

Así, técnicas moleculares como la llamada hibridación de ácidos nucléicos in situ y la


amplificación de secuencias genómicas específicas por medio de la reacción de polimerasa
en cadena (PCR), permiten detectar la presencia de ARN viral y del provirus integrado en el
genoma de la célula hospedera. Estas técnicas son muy sensibles y han permitido crear un
nuevo parámetro virológico que se conoce como "carga viral", que corresponde al
porcentaje de células blanco (células hospederas) que contienen información viral (como
provirus o como ARN viral), pero sin importar si dicha información viral está siendo
utilizada para producir nuevas partículas virales infectantes o solamente corresponde a
una infección latente en la cual no se expresa la información viral presente en la célula
hospedera.

Al parecer, en el caso de la infección por HIV, la carga viral se va incrementando


gradualmente durante el curso de los años desde la infección inicial hasta la aparición del
SIDA. Por otra parte, se ha podido establecer que dicha carga viral aumenta
preferentemente en las células T auxiliares (CD4+) ubicadas en los tejidos linfoides como
son: los ganglios linfáticos, el bazo y el tejido linfoide presente en la pared intestinal.
También los macrófagos ubicados en estos tejidos muestran un aumento en la carga viral
por HIV. Sin embargo, en los linfocitos CD4+ de la sangre periférica la carga viral por HIV es
muy reducida ya que sólo en 1 de cada 10 000 linfocitos CD4+ es demostrable la presencia
del provirus y de esta pequeña fracción de células infectadas sólo el 1% manifiesta una
infección activa y la consecuente producción de nuevas partículas virales. Estos datos
constituyen una gran paradoja, ya que resulta difícil explicar la gradual disminución de la

111
población de linfocitos CD4+ como consecuencia de la infección activa por RW, puesto que
el número de células que muestran infección activa es muy reducido y sobre todo, mucho
menor que la capacidad del sistema inmune para reponer las células que pudieran haber
sido destruidas como consecuencia de la infección por HIV.

Al momento de escribir estas notas (febrero de 1995), acaban de ser publicados los
resultados de dos estudios que pretenden haber resuelto la paradoja arriba mencionada.
Según estos estudios, consignados en la bibliografía al final de este libro, el número de
linfocitos CD4+ que son destruidos y repuestos diariamente como consecuencia de la
infección por HIV, es de alrededor de 10 (mil millones de células), este número es muy
9

similiar a la carga viral promedio (número total de linfocitos y otras células linfoides en los
cuales se puede detectar provirus o ARN viral, independientemente de que el provirus este
activo o no). Los resultados de estos estudios sugieren que durante el largo curso de la
infección por HIV que finalmente desemboca en el SIDA, se encuentra sobreestimulada la
capacidad del sistema inmune para reponer a sus células perdidas o dañadas y que esta
sobreestimulación, equivalente a 50 veces el promedio de recambio de células inmunes
observado en individuos normales, es consecuencia de una continua destrucción de
linfocitos CD4+ que tiene lugar, posiblemente, en los tejidos linfoides. Estas
investigaciones sugieren que el SIDA es consecuencia del eventual agotamiento del sistema
inmune que en un momento determinado ya no puede reponer el número de células que
son diariamente destruidas por la infección viral. Para llegar a estas conclusiones fue
necesario correlacionar datos de laboratorio y resultados de varios protocolos de
tratamiento con antivirales experimentales en grupos de pacientes con SIDA; dichas
correlaciones se establecieron por medio de métodos matemáticos que para ser utilizados
requieren de una serie de suposiciones y simplificaciones respecto al comportamiento
dinámico de las poblaciones virales y celulares que interactúan.

Puede ser que los resultados arriba mencionados sean una importante contribución para
comprender la dinámica de la infección por HIV. Sin embargo, existen numerosas
observaciones que hacen dudar que el HIV sea un virus citopático in vivo. Además,
persiste la cuestión de por qué los chimpancés, que son la especie más cercana al hombre,
pueden ser infectados en forma crónica y productiva por el HIV y, sin embargo, no
desarrollan el SIDA. Si el HIV es verdaderamente citopático, resulta difícil explicar la
resistencia de los chimpancés a la enfermedad, a menos que el sistema inmune del
chimpancé tenga una capacidad de regeneración muy superior a la del hombre, lo cual es
poco probable.

La evidencia disponible sugiere que el HIV dista de ser un virus que causa enfermedad por
un mecanismo directamente citopático, como es el caso de los virus de la influenza o del
Herpes simplex. Por lo tanto, las alteraciones en las funciones de los linfocitos CD4+, y la
subsecuente disminución de los mismos deben ser provocadas por mecanismos que
involucran al HIV de manera indirecta.

INMUNOPATOLOGÍA DEL SIDA

112
La inmunopatología es una disciplina que estudia la participación del sistema inmune en el
desarrollo de diversas enfermedades; en algunos casos el sistema inmune pueder ser una
de las causas de la enfermedad, en otros casos el sistema inmune pueder ser una víctima
de la enfermedad y en otros más, el sistema inmune puede ser tanto causante como
víctima de la enfermedad. Avances recientes en el conocimiento de la inmunopatología
del SIDA, sugieren que el HIV puede ser una causa necesaria pero tal vez no suficiente para
provocar el SIDA y, por lo tanto, se necesita de la acción de cofactores que también
participan en el mecanismo o mecanismos que conducen a desarrollar el SIDA.

Como ya fue mencionado, la infección primaria por HIV puede ser asintomática o
manifestarse como un síndrome gripal de resolución rápida. Posteriormente hay un largo
periodo de latencia que dura varios años y que es asintomático, hasta que aparecen las
primeras manifestaciones clínicas del SIDA que se presenta como una inflamación de varios
grupos de ganglios linfáticos (linfadenopatía), acompañada de la pérdida de peso, diarrea
persistente y posteriormente, se presentan una o varias infecciones oportunistas
(causadas por microorganismos que tienen un bajo potencial patogénico) o la reactivación
de antiguas infecciones latentes como la tuberculosis o el herpes. En algunos casos se
desarrollan tumores malignos como el sarcoma de Kaposi o ciertos linfomas, y
manifestaciones neurodegenerativas que terminan en la demencia.

Cualquiera de los procesos anteriores puede ser la causa del fallecimiento.

Sin embargo, desde que se describieron los primeros casos de SIDA, varios autores notaron
una importante similitud entre las manifestaciones clínicas del SIDA y aquellas propias de
ciertas enfermedades conocidas como enfermedades autoinmunes, las cuales se
caracterizan porque el sistema inmune reconoce como extrañas a células y moléculas del
propio organismo, por lo cual las ataca y produce enfermedad. En particular, existe un
padecimiento de tipo autoinmune conocido como enfermedad del injerto contra el
hospedero, cuyas manifestaciones clínicas son muy similares al SIDA; esta enfermedad es
producida por células inmunocompetentes (linfocitos, macrófagos, etc.) que normalmente
están presentes en el material o tejido transplantado. La enfermedad del injerto contra el
hospedero puede ocurrir como consecuencia de la infusión de cualquier derivado de la
sangre que pueda contener linfocitos viables, como es el caso en las transfusiones de
sangre entre la madre y el feto, las transfusiones de sangre total con fines terapéuticos,
las transfusiones de plasma sanguíneo o de paquetes de células sanguíneas. También se
puede presentar esta enfermedad como consecuencia del transplante de timo o de hígado
fetal y en los transplantes de médula ósea.

Cierto tipo de enfermedades como la anemia aplástica, las leucemias agudas, la


inmunodeficiencia combinada congénita y las anemias resultantes de la exposición a
radiaciones ionizantes o debidas al uso de agentes quimioterápicos en el tratamiento del
cáncer; pueden ser tratadas por medio de transplantes de médula ósea, que es el tejido a
partir del cual se originan las células sanguíneas que incluyen a los glóbulos rojos y los
glóbulos blancos, entre los cuales se encuentran los linfocitos B. Para hacer un transplante

113
de médula ósea primero se establece que el donador y el receptor del transplante son
compatibles a nivel de sus antígenos de histocompatibilidad, esto evita que el tejido
transplantado sea eventualmente reconocido como extraño y por lo tanto, rechazado por
el sistema inmune del receptor. Sin embargo, en la médula ósea del donador existen
células inmunocompetentes capaces de reconocer como extraños a los tejidos del
receptor. A veces no es posible eliminar las células inmunocompetentes presentes en el
tejido a ser transplantado y esto da como resultado que las células inmunes del tejido
transplantado empiezan a reconocer como extrañas a las células y moléculas del
organismo receptor del transplante. Dichas células inmunocompetentes se activan y
atacan a los tejidos del receptor, provocando la enfermedad del injerto contra el
hospedero, misma que puede ir desde una simple urticaria hasta una severa
inmunodeficiencia, debida al ataque de las células inmunocompetentes del injerto sobre
los tejidos linfoides del individuo receptor del transplante, y que se asocia con el
desarrollo de infecciones oportunistas y lesiones en la piel, el hígado y el aparato
digestivo.

En la actualidad se sabe que la proteína gpl20 del HIV tiene similitudes estructurales con
un tipo de proteínas humanas conocidas como moléculas del complejo mayor de
histocompatibilidad clase II (MHC-clase II). Dichas moléculas están presentes en la
superficie de los linfocitos B, de los macrófagos y de los linfocitos T activados, y participan
en la presentación de antígenos foráneos para que estos puedan ser reconocidos por el
sistema inmune como extraños. La similitud entre gp 120 y MHC-clase II puede ser el
origen de una grave confusión en la respuesta inmune, ya que anticuerpos y células T
citotóxicas capaces de reconocer la presencia de gp l20 en la superficie de células
infectadas por HIV, son también capaces de reconocer a las MHC-clase II presentes en la
superficie de células inmunocompetentes normales, esto puede provocar que los
componentes de la respuesta inmune dirigida contra HIV se comporten también como
atacantes de las células normales que presentan MHC-clase II. Esto puede resultar en la
destrucción de varios tipos de células inmunocompetentes entre las cuales se encuentran
los linfocitos CD4+ activados que expresan la MHC-clase II en sus membranas.

La activación de los linfocitos T es condición necesaria para que expresen la molécula


MHC-clase II en sus membranas. Por lo tanto, existe la posibilidad de que dicha activación
dé como resultado que algunas poblaciones de linfocitos T activados se vuelvan blanco
potencial de la respuesta inmune dirigida contra el HIV. Si tal es el caso, entonces deben
existir mecanismos dirigidos a evitar la activación de estas células de manera que no
puedan expresar la molécula MHC-clase II en sus membranas. Durante los últimos años se
han acumulado observaciones que demuestran la presencia de abundantes linfocitos T
supresores en pacientes infectados por HIV. Se ha sugerido que la función de estos
linfocitos supresores consiste en evitar la activación de los linfocitos CD4+ para evitar que
puedan ser blanco de un ataque por parte de la respuesta inmune contra HIV. Sin
embargo, la supresión de la activación vuelve anérgicos a los linfocitos T auxiliares (CD4+),
o sea, que no reaccionan ante agentes activadores como son los antígenos derivados de
otros microorganismos patógenos. El resutado del estado anérgico es que los linfocitos

114
auxiliares no pueden actuar como coordinadores y estimuladores de la respuesta inmune
celular y por lo tanto, la persona afectada manifiesta importantes alteraciones en sus
funciones inmunitarias a pesar de que todavía no se presenta una franca disminución en
la población de linfocitos CD4+ auxiliares.

Los linfocitos T citotóxicos y los linfocitos T supresores se caracterizan por presentar en


sus membranas un receptor conocido como CD8. Por otra parte, en personas normales la
concentración de linfocitos CD4+ es de alrededor de 1 000 por milímetro cúbico de
sangre. En la sangre de individuos normales la relación entre células CD4+ y CD8+ es de
2:1. Sin embargo, en los pacientes infectados por HIV esta relación está invertida con
mucha frecuencia (CD4+/CD8+ 1:2) y este fenómeno ocurre mucho antes de la
disminución de la población de linfocitos CD4+, misma que se observa en las etapas
terminales del SIDA (en las cuales la población de linfocitos CD4+ es menor a 200 por
milímetro cúbico). De hecho, la inversión del índice CD4+/CD8+ parece deberse a una
proliferación excesiva de los linfocitos CD8+. En las etapas terminales del SIDA todas las
poblaciones linfocitarias disminuyen en número; sin embargo, la proporción relativa
CD4+/CD8+ permanece alterada, siendo estas últimas células las más numerosas en
términos relativos. Como ya fue mencionado, pacientes infectados con HIV que están en
fase asintomática muestran ya importantes alteraciones en las funciones de los linfocitos
CD4+, y se sabe que grupos de estos linfocitos se encuentran en estado anérgico o sea, no
reaccionan ante estímulos que normalmente activan a estos linfocitos. Dicho estado de
anergía puede ser cancelado o reducido si se procede a separar a los linfocitos CD4+ de los
linfocitos CD8+. Los linfocitos CD4+ purificados muestran una mejoría en sus reacciones
cuando son ensayados in vitro, en ausencia de linfocitos CD8+. Esto sugiere que en
pacientes infectados por HIV existe un estado inmunosupresor que bloquea la activación
de los linfocitos CD4+. Diversas observaciones sugieren que los pacientes infectados por
HIV que presentan un aumento temprano y excesivo en sus poblaciones de linfocitos
CD8+, son candidatos a desarrollar el SIDA con mayor rapidez.

Los límites del presente libro no permiten continuar detallando otras importantes
observaciones e hipótesis referentes a la inmunopatología del SIDA, tópico que está
recibiendo cada vez mayor atención por parte de los investigadores. Todavía no se pueden
hacer conclusiones definitivas acerca de los mecanismos causales del SIDA, y debemos
estar preparados para futuras sorpresas al respecto. Existe una gran urgencia por conocer
dichos mecanismos con el fin de lograr tratamientos eficaces para este padecimiento. Sin
embargo, a pesar de la intensa investigación sobre este tema, todavía carecemos de
respuestas verdaderas; pero un sano principio de la ciencia consiste en reconocer
nuestras dudas, pues a partir de estas se puede llegar a comprender y aprender; mientras
que la falsa sabiduría y las respuestas mal fundamentadas conducen a la confusión y al
retraso del conocimiento.

PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DEL SIDA

115
Hasta el momento, los tratamientos con antivirales específicos como la azidotimidina
(zidovudina) han dado pobres resultados en el tratamiento del SIDA y sólo se han logrado
progresos en el manejo de las complicaciones clínicas del SIDA, utilizando medicamentos
que disminuyen los síntomas y molestias asociadas con esas complicaciones. Existe una
amplia variedad de agentes antivirales que están siendo evaluados respecto a su acción
contra el HIV. Desafortunadamente, la mayoría de los antivirales probados hasta la fecha,
inducen con rapidez la aparición de mutantes de HIV resistentes a dichos antivirales.

En cuanto al desarrollo de posibles vacunas específicas contra el HIV, cabe mencionar que
la mayoría de los proyectos para el desarrollo de estas vacunas fueron iniciados con base
en una apreciación incorrecta y apresurada de los mecanismos causales del SIDA. Hasta la
fecha, la mayoría de dichas vacunas experimentales se dirige a estimular la producción de
anticuerpos específicos contra componentes del HIV, por medio de la inoculación en
animales (o de personas voluntarias) de proteínas o fragmentos de proteínas virales que
actúen como antígenos que estimulen al sistema inmune para producir anticuerpos
específicos contra estos componentes virales. Dichos anticuerpos podrían actuar
neutralizando al virus, evitando así que este pueda infectar a las células del organismo
vacunado.

Un importante obstáculo para el desarrollo de vacunas contra el HIV es que no se conoce


ninguna especie animal que desarrolle SIDA como consecuencia de la infección por HIV;
por lo tanto, no existe ningún modelo animal para probar directamente la capacidad
protectora de dichas vacunas. Por esta razón se ha recurrido a métodos indirectos que
permiten establecer la presencia de una respuesta inmune contra el HIV en chimpancés
vacunados y también se ha recurrido a un sistema paralelo que consiste en desarrollar
vacunas experimentales contra el llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida del
simio, supuestamente causado por un virus parecido al HIV (SIV), con la esperanza de que
los datos obtenidos en el modelo animal puedan orientar hacia el desarrollo de una
vacuna efectiva en el humano.

Desafortunadamente, estos modelos de vacunación parecen no tomar en cuenta dos


hechos fundamentales: la mayoría de los pacientes que desarrollan el SIDA tienen
anticuerpos neutralizantes específicos contra el HIV y sin embargo no son protegidos
contra la enfermedad. Por otra parte, existen importantes evidencias de que el principal
modo de transmisión del HIV de un individuo infectado a un individuo receptor no es por
medio de los viriones libres en el suero sanguíneo del transmisor, sino por la introducción
de células infectadas en el interior del organismo receptor y el subsecuente contacto
directo entre células infectadas y células no infectadas. En estas circunstancias, los
anticuerpos neutralizantes no pueden actuar; ya que las partículas virales potencialmente
infectantes no están libres sino protegidas en el interior de la célula infectada.

El posible desarrollo de una vacuna efectiva contra el HIV depende de un cambio radical
en la manera como se entiende el concepto de vacuna, ya que las vacunas antivirales
clásicas (como la de la viruela o la de la poliomielitis) están dirigidas a estimular la

116
inmuniad humoral específica (inmunidad por anticuerpos) y hasta la fecha no ha sido
desarrollada una vacuna efectiva contra ninguno de los virus cuyo control depende
directamente de la inmunidad celular específica (aquélla mediada primordialmente por
linfocitos T citotóxicos que atacan a las células infectadas por estos agentes).

En vista de lo anterior, las mejores medidas para reducir el riesgo de infección por HIV
son: verificar que la sangre y derivados de sangre utilizados con fines médicos (para
transfusiones, etc.) se encuentren libres de contaminación por HIV; evitar el uso de drogas
intravenosas y otros procedimientos que impliquen el intercambio de materiales e
instrumentos potencialmente contaminados con sangre o células infectadas; evitar la
promiscuidad sexual y utilizar condones durante el acto sexual.

XII. LA EVOLUCIÓN DE LOS VIRUS


LOS VIRUS sufren cambios evolutivos al igual que los seres vivos. Los genomas virales están
sujetos a la mutación con la misma frecuencia común a todos los ácidos nucleicos, y
cuando las condiciones favorecen a un mutante en particular, éste es seleccionado, dando
origen a una nueva cepa que paulatinamente substituye a la anterior. Hoy día existen dos
opiniones predominantes en relación con el origen de los virus. La primera opinión
considera que los virus se originaron a partir de células degeneradas que perdieron la
capacidad para hacer vida libre. De acuerdo con la segunda opinión, los virus se originaron
a partir de fragmentos de ácido nucleico celular que escaparon de la célula original. La
biología molecular de los fagos y bacterias difiere en forma considerable de la de los virus
de eucariotes y sus respectivas células hospederas, al grado de que no es posible propagar
bacteriófagos en células eucarióticas o virus animales en bacterias. Esto sugiere que los
fagos y los virus de eucariotes se originaron en forma independiente.

Los virus están exitosamente diseminados en los reinos animal y vegetal, al grado de que
ningún grupo de organismos conocidos hasta la fecha se encuentra libre de ser infectado
por virus. La evolución exitosa de cualquier parásito requiere de la supervivencia de la
especie hospedera. Un ejemplo interesante de esto lo constituye la evolución del virus del
sarampión, el cual sólo infecta al ser humano y la infección generalmente resulta en la
adquisición de inmunidad permanente por parte del individuo infectado.

Se ha estudiado la frecuencia de la incidencia de sarampión entre los habitantes de


diversas islas y se ha encontrado una buena correlación entre el tamaño de la población y
el número de casos de sarampión registrados en cada isla a lo largo del año. Se requiere
una población de cuando menos 500 000 individuos para proporcionar suficientes
individuos susceptibles (recién nacidos) capaces de mantener la prevalencia del virus en la
población. En poblaciones menos numerosas el virus tiende a desaparecer, a menos de
que sea reintroducido desde el exterior.

117
Desde el punto de vista geológico, el hombre es una especie muy reciente y solamente ha
existido en poblaciones numerosas durante los últimos 8 000 o 10 000 años. Por lo tanto,
se sospecha que el virus del sarampión no existía en su forma actual en épocas cuando los
núcleos de población humana eran todavía muy pequeños. Basándose en la similitud
antigénica entre el virus del sarampión y aquellos del moquillo canino y la ictericia febril
del ganado, F. L. Black ha postulado que estos tres virus provienen de un antepasado
común, el cual infectaba por igual a humanos, perros y ganado en épocas prehistóricas. El
virus ancestral evolucionó hacia el actual virus del sarampión cuando los cambios en el
comportamiento social del hombre dieron origen a poblaciones lo suficientemente
grandes para mantener la prevalencia de la infección. Este evento evolutivo debió de
haber ocurrido en los últimos 6 000 años, a partir del establecimiento de las primeras
civilizaciones en Mesopotamia.

En el caso del virus de la influenza es posible distinguir tres diferentes tipos de acuerdo
con la antigenicidad de sus nucleoproteínas; estos tipos son: A, B y C. El virus tipo A es
causante de epidemias mundiales (pandemias) de influenza.

Los virus de la influenza tipos A y B causan epidemias durante el invierno. El virus tipo C
sólo causa padecimientos respiratorios menores. La resistencia a la infección depende de
que el organismo susceptible haya sido expuesto previamente al virus infectante. Los
antígenos virales más importantes en relación con la producción de inmunidad protectora
son la hemaglutinina externa (HA) y la glicoproteína neuraminidasa (NA). Los virus A y B de
la influenza se encuentran en evolución continua produciendo nuevos tipos de los
antígenos HA y NA; por lo tanto, resulta inefectiva la inmunidad previamente adquirida
por el organismo.

A partir de 1932 se empezaron a aislar cepas del virus de la influenza tipo A. Cada nuevo
aislado del virus ha sido probado serológicamente con antisueros capaces de neutralizar
las otras cepas conocidas del virus A. Con el paso del tiempo se ha hecho evidente que las
nuevas cepas aisladas difieren cada vez más en el nivel antigénico de las primeras cepas
aisladas. Actualmente ya no es posible aislar en la población humana virus tipo A
correspondientes a las cepas originales aisladas en 1932. Este fenómeno se conoce como
deriva antigénica y presupone que en forma natural se producen cepas de virus que
presentan nuevos antígenos; estos mutantes son seleccionados en forma natural de entre
la población de virus de la influenza. Experimentos in vitro, en los cuales el virus es
propagado en cultivos de células en presencia de concentraciones de anticuerpos
insuficientes para neutralizar la totalidad del virus inoculado, permiten obtener progenie
viral que al ser transferida a otro cultivo celular en presencia de anticuerpos contra el
virus de la cepa original demuestran que después de siete transferencias en serie la
progenie viral resultante difiere radicalmente en sus determinantes antigénicos cuando se
le compara con el virus del inóculo original. Se supone que esta evolución in vitro es
equivalente al proceso de selección natural que ocurre por el repetido pasaje del virus de
la influenza por el tracto respiratorio de diferentes individuos.

118
El análisis de cepas aisladas a lo largo de 40 años demuestra que la evolución del virus de
la influenza tipo A no depende exclusivamente de la deriva antigénica sino también ocurre
en saltos evolutivos que representan la casi misteriosa aparición de nuevas cepas
denominadas subtipos, diferentes por completo en sus antígenos HA y NA a las cepas
prevalentes en los años previos inmediatos. Este fenómeno se conoce como cambio
antigénico y es característico del virus tipo A, mientras que el virus tipo B, como se ha
visto, solamente evoluciona por deriva antigénica.

Existe evidencia serológica de que en el pasado reciente el hombre ha sido infectado por
subtipos del virus de la influenza que están emparentados con las cepas contemporáneas
H2N2 y HbN2 que infectan al humano, y la cepa HswlNl que infecta al cerdo. La
importancia de los subtipos virales es evidente cuando se considera la correlación entre su
aparición y la ocurrencia de pandemias de influenza. Algunas hipótesis para explicar el
origen del cambio antigénico se basan en el hecho de que cepas del virus de la influenza
de humanos pueden infectar a los animales, y diferentes subtipos del virus A tienen al
cerdo, al caballo y a algunos tipos de pájaros como hospederos naturales. El virus tipo B
solamente infecta al ser humano; por lo tanto, existe una correlación entre la ausencia de
cepas de virus tipo B capaces de infectar especies animales y la falta de cambio antigénico,
lo que contribuye a explicar la ausencia de pandemias de influenza debidas al virus tipo B.
La explicación más sencilla para el fenómeno de cambio antigénico consiste en que una
cepa del virus capaz de infectar animales adquiere la capacidad para infectar al hombre.
Esto explicaría el hecho de que en la pandemia de influenza de 1957 se aisló una cepa del
virus que tiene antígenos HA y NA totalmente diferentes a los de la cepa del virus más
común en el año 1956. A mediados de los años setenta se aisló en varias regiones de
Estados Unidos el mismo subtipo de virus de la influenza a partir de cerdos y granjeros
dedicados a la cría de cerdos; este hecho demostró que realmente ocurre el intercambio
de cepas de virus de la influenza entre diferentes especies animales. Sin embargo, no se
produjo ninguna pandemia a pesar de que la población humana carecía de inmunidad
contra el subtipo viral HswlNl característico del cerdo. Por lo tanto, se ha especulado que
este subtipo del virus carece de la capacidad para ser transmitido directamente entre
seres humanos.

Los indios americanos sufrieron un gran desastre demográfico en los años inmediatos
posteriores al descubrimiento de América; este desastre ha sido generalmente atribuido a
la introducción de la viruela en el Nuevo Mundo. Sin embargo, la viruela no fue
introducida en Santo Domingo sino hasta 1518, o sea, veintiséis años después del
descubrimiento; ya para entonces la población de la isla había disminuido de más de un
millón (en 1492) a poco más de diez mil habitantes, por lo tanto, la viruela no es la causa
de esta mortandad. El historiador Francisco Guerra ha sugerido, basándose en los relatos
de diversos cronistas de Indias, como Bartolomé de las Casas, Fernández de Oviedo,
Hernando Colón y Herrera y Tordesillas, que la mayor parte de la mortandad entre los
indios de Santo Domingo fue causada por una epidemia de influenza porcina. De acuerdo
con las crónicas, la epidemia se inició en La Isabela, la primera ciudad del Nuevo Mundo,
el 9 de diciembre de 1493, un día después de la llegada de 1 500 hombres y animales

119
domésticos transportados en los diecisiete barcos que constituían la segunda expedición
de Colón. Los animales domésticos, que incluían ocho cerdas, habían sido embarcados en
el la nave insignia en La Gomera, Islas Canarias, entre el 5 y el 7 de octubre de 1493, pero
el contacto entre los animales y los miembros de la expedición ocurrió solamente después
del desembarco en Santo Domingo cuando, de acuerdo con las crónicas, los caballos
fueron considerados perdidos a causa de una enfermedad. Todas las fuentes históricas
están de acuerdo en la fecha, lugar y descripción de las manifestaciones clínicas y
mortandad de la epidemia. El cuadro clínico corresponde a una infección aguda
extremadamente contagiosa capaz de afectar en forma inmediata a todos los miembros
de la expedición incluyendo al propio Colón. Los sintomas consistían en fiebre elevada,
escalofrío, postración y elevada mortalidad, aunque aquellos que sobrevivieron
manifestaron resistencia a las recaídas.

Crónicas que hablan de otros brotes de la enfermedad posteriores a la invasión de tierra


firme, entre 1514 y 1519, mencionan problemas respiratorios y epistaxis (hemorragias
nasales) como síntomas asociados. Los cronistas indican que después de haber afectado a
los españoles, la enfermedad empezó a provocar la muerte de "innumerables indios".

El corto periodo de incubación observado en la epidemia de 1493 y la evolución del


padecimiento descartan al paludismo como causante de la epidemia y, por el contrario,
apoyan clínica y epidemiológicamente que la enfermedad causante fue la influenza.
Guerra ha estudiado el papel de los virus de la influenza porcina en la producción de
pandemias de influenza en humanos, y ha comparado la evolución demográfica de las
Antillas desde la llegada de Colón en 1492, con la evolución demográfica de las Filipinas
desde la llegada de Magallanes en 1521. Ambos archipiélagos tienen una extensión y
clima similares. Sin embargo, los indígenas precolombinos prácticamente carecían de
animales domésticos y por lo tanto fueron por primera vez expuestos a los virus de estos
animales después de la llegada de Colón. Los filipinos poseían animales domésticos
incluyendo tres especies de cerdos, antes de la llegada de Magallanes. Por lo tanto, los
filipinos habían adquirido inmunidad que les permitió tolerar la colisión inmunológica con
los exploradores españoles, mientras que los antillanos perecieron en grandes cantidades
debido a la carencia de inmunidad previa. Los cronistas han dejado constancia de la
inmunidad selectiva mostrada por los indígenas. Fernández de Oviedo comentó la
resistencia de los indios a las enfermedades venéreas y la frambesia, mientras que el
obispo Las Casas hizo notar lo susceptibles que eran a los padecimientos respiratorios. El
cronista Solórzano Pereira escribió que "el aliento ajeno mata al indio"

Existe una teoría cíclica para explicar el cambio antigénico; esta teoría se basa en la
observación de anticuerpos contra la influenza en el suero de personas que estaban vivas
antes de 1932, año en que fueron aisladas las primeras cepas del virus. Suero humano
obtenido en 1957, el año en que apareció el virus subtipo H2N2, fue mantenido en
congelación y posteriormente probado para establecer si contenía anticuerpos contra las
cepas contemporáneas H2N2 y H3N2. El suero de individuos que ya estaban vivos en
1889, pero no, en 1888, mostró la presencia de anticuerpos contra el subtipo H2N2; esto

120
sugiere que estos individuos habían sido infectados por una cepa H2N2 en 1889.
Experimentos similares demostraron que la cepa H3N2 ya estaba presente alrededor de
1900. Por lo tanto, la teoría cíclica supone que las cepas virales se "ocultan" con cierta
periodicidad, permaneciendo quizá en otra especie que actúa como hospedera hasta que
la población de la especie hospedera natural, que manifiesta inmunidad contra el virus, es
substituida paulatinamente por un número suficiente de nuevos individuos susceptibles
que no han estado expuestos al contagio por el virus. Bajo estas condiciones, el virus
puede resurgir e infectar una vez más una proporción considerable de la especie
hospedera natural.

El ciclo observado en el caso de los subtipos H2N2 y H3N2 es de alrededor de 60-70 años,
o sea, equivalente a la expectativa de vida promedio. Sin embargo, la aparición en 1977 de
una cepa HINI idéntica desde el punto de vista serológico y de hibridación de ácidos
nucleicos a la cepa presente en 1950 sugiere que una nueva población de individuos
susceptibles puede acumularse en sólo 25 años.

El genoma del virus de la influenza (tipos A y B) consta de ocho segmentos de ARN de


cadena sencilla, cada uno de los cuales da origen a un ARN mensajero monocistrónico.
Cuando una célula es infectada en forma simultánea por más de una cepa del virus de la
influenza los nuevos fragmentos de ARN viral sintetizados pueden mezclarse al azar, dando
origen a viriones híbridos que son genéticamente estables. Se ha demostrado que estas
cepas híbridas pueden diseminarse en forma natural e infectar animales susceptibles.
Cepas que pueden haberse originado por la combinación genética espontánea entre cepas
de virus humano y de virus de animal han sido aisladas en forma natural. Algunos autores
sugieren que la recombinación genética espontánea constituye el principal mecanismo
por el cual surgen las nuevas cepas o subtipos del virus de la influenza tipo A.

XIII. LOS VIRUS Y LA INGENIERÍA GENÉTICA


UN FENÓMENO comúnmente observado en el laboratorio consiste en que un fago capaz de
propagarse en una cepa bacteriana determinada se replica en forma ineficiente cuando es
crecido en otra cepa diferente. Se dice que estos fagos están restringidos cuando se
encuentran en una cepa bacteriana diferente de aquella en la cual han sido propagados
originalmente. Sin embargo, casi siempre una pequeña proporción del fago es capaz de
evadir el estado de restricción y crecer de manera adecuada en la nueva cepa bacteriana,
pero la progenie de este fago será incapaz de crecer en la cepa bacteriana que
originalmente permitió la propagación del fago precursor. Estas observaciones sugieren
que una modificación específica inducida por la nueva bacteria hospedera protege al fago
de manera que no puede ser restringido dentro de la nueva cepa bacteriana, pero a la vez
pierde la capacidad para crecer en la antigua cepa hospedera.

A principios de los años sesenta, Bertani, Weigle y Arber demostraron en forma


independiente que la modificación inducida por el hospedero ocurre en el nivel del ADN
del fago, y el fenómeno de restricción es consecuencia de la degradación por hidrólisis
121
enzimática del ADN viral que no ha sido modificado. El ADN de la bacteria hospedera y otros
ADNs presentes en dicha céla son modificados por la adición de grupos metilo (CH ) en 3

sitios específicos los cuales son normalmente reconocidos por un tipo de enzimas
conocidas como enzimas de restricción, las cuales solamente pueden degradar ADN no
metilado. Así, la metilación de una base en particular presente en la secuencia de
nucleótidos reconocida por la enzima, impide la hidrólisis y ruptura del ADN en la región de
esta secuencia. Las enzimas de restricción son endonucleasas capaces de reconocer
secuencias específicas de nucleótidos en el ADN de cadena doble y cortar ambas cadenas a
la altura de dichas secuencias. Cada tipo de enzima de restricción reconoce una secuencia
de nucleótidos en particular, la cual generalmente consta de cuatro a seis pares de bases.
Una caracterísuca notable de los sitios donde actúan las enzimas de restricción consiste en
que la secuencia de bases es palindrómica y el sitio de corte está localizado en forma
simétrica con respecto al doble eje de simetría, por ejemplo: la secuencia reconocida por
la enzima de restricción Eco Rl, obtenida de la bacteria E. coli, es:

FIGURA XIII.1. Recombinación in vitro de dos fragmentos de ADN.

En este caso, la unión AG presente en cada cadena de nucleótidos es hidrolizada por la


endonucleasa.

Hasta la fecha han sido purificadas y caracterizadas más de cien diferentes enzimas de
restricción. Su nomenclatura consiste en una abreviatura de tres letras correspondientes a

122
la bacteria productora de la enzima (por ej.: Hae = Haemophilus aegyptum) más una letra
en ciertos casos, que designa a la cepa bacteriana, y un número romano, por ej.: Hae III.

La caracterización de las enzimas de restricción ha permitido desarrollar técnicas refinadas


para manipular los genes. El factor principal en estas técnicas está dado por la capacidad
de ciertas enzimas de restricción para producir cortes escalonados (indentados) en sitios
bien definidos presentes en las moléculas de ADN. La figura XIII.1 ilustra la manera en que
estas enzimas pueden ser utilizadas: ADN procedente de dos fuentes diferentes es cortado
con la misma endonucleasa (por ej.: Eco Rl) para producir fragmentos que poseen colas o
términos de cadena sencilla cuyas secuencias de nucleótidos son complementarias.
Incubando mezclas de ambos fragmentos en condiciones que favorecen la reunión de los
mismos en presencia de la enzima ADN ligasa, es posible producir fragmentos de ADN
híbrido también conocido como ADN recombinante.

Es relativamente sencillo introducir en una bacteria fragmentos de ADN por medio del
proceso conocido como transformación. Sin embargo, dichos fragmentos de ADN no
pueden replicarse y acaban siendo eliminados. Para evitar este problema, el fragmento de
ADN es insertado en un vector o vehículo de clonación, el cual consiste en una molécula de
ADN capaz de replicarse en forma autónoma. Entre los vectores más a menudo utilizados
se encuentran los plásmidos bacterianos, que son pequeñas moléculas de ADN circular de
cadena doble, los cuales generalmente contienen genes que codifican toxinas o enzimas
capaces de inactivar ciertos antibióticos. Los plásmidos son cromosomas bacterianos
accesorios y se diferencian del cromosoma principal en que los plásmidos no son
estrictamente necesarios para la subsistencia y reproducción de la bacteria en cuestión.
Los plásmidos pueden replicarse independientemente del cromosoma principal. Las
bacterias pueden contener plásmidos tipo unicopia o multicopia (más de 20). En general,
los plásmidos multicopia son pequeños y a menudo se utilizan como vehículos
moleculares de donación. Por ejemplo, una célula de E. coli generalmente contiene 20
moléculas (copias) de plásmidos y sólo una molécula del cromosoma principal.

Otros vectores de donación están representados por ciertos bacteriófagos,


particularmente el fago ha sido utilizado con éxito en diversos protocolos de manipulación
genética. El fago l tiene dos grandes ventajas como vector de clonación. En primer lugar, el
ADN recombinante puede ser preparado en grandes cantidades, ya que cada bacteria
produce cientos de copias del ADN viral recombinante. Dicho ADN recombinante puede ser
purificado fácilmente, ya que aparece como componente de las nuevas partículas del fago
l . Utilizando cepas mutantes del fago l defectuosas en su capacidad para lisar la célula
hospedera, es posible incrementar el rendimiento de nuevas partículas virales, las cuales
pueden ser recuperadas induciendo artificialmente la lisis de la bacteria hospedera. El
actual conocimiento detallado de la estructura del genoma del fago l permite construir
mutaciones que incrementan la transcripción del ADN recombinante insertado en el
genoma del fago l. Es posible eliminar grandes regiones del genoma del fago l que no son
esenciales para la replicación del ADN viral y la lisis de la bacteria hospedera; las regiones
eliminadas pueden ser substituidas por fragmentos de ADN recombinante procedente de

123
las más variadas fuentes. Solamente se requiere un 25% del genoma del fago l para
permitir el crecimiento lítico de este fago en la bacteria hospedera. Sin embargo, la
eliminación del exceso de ADN viral, incluso de ADN que no contiene secuencias esenciales
para la replicación del fago provoca que las nuevas copias de ADN no pueden ser
empacadas en partículas virales. Esta última propiedad es muy útil en ingeniería genética,
pues el ADN del fago l puede ser reducido en tamaño cortándolo con una enzima de
restricción posteriormente, este ADN l puede ser mezclado con un ADN foráneo que ha sido
cortado con la misma enzima de restricción, de manera que ambos tipos de ADN pueden
recombinarse formando un ADN híbrido de suficiente tamaño como para ser introducido
por transfección en bacterias susceptibles. El ADN recombinante puede replicarse en la
bacteria, dando origen a nuevas moléculas de ADN recombinante con un tamaño suficiente
para ser empacadas en partículas virales. Sólo las partículas que contienen ADN
recombinante en cantidad equivalente a 7S-105% del ADN originalmente presente en el
genoma del fago l pueden ser empacadas en nuevas partículas virales que producirán la
formación de placas en un cultivo infectado; de esta manera, pueden ser distinguidas y
separadas de aquellas partículas que contienen un ADN l de tamaño insuficiente debido a
la ausencia de recombinación con el ADN foráneo (figura XIII.2).

FIGURA XIII.2. Esquema que muestra cómo puede ser utilizado un mutante del fago 1
como vector de clonación. La reacción de empacamiento selecciona las moléculas de ADN
recombinante.

Actualmente existen métodos análogos a los empleados para donar ADN recombinante en
bacterias, para propagar fragmentos de ADN recombinante en células eucarióticas. En este
caso, los vectores de donación están representados por virus de animales como el SV4O,
los adenovirus y algunos rotavirus, además de algunos virus de plantas útiles para clonar
genes en células vegetales.

124
XIV. EL ORIGEN DE LOS VIRUS
XISTEN dos principales teorías con respecto al origen de los virus. Una teoría propone que
los virus son consecuencia de la degeneración de microorganismos (bacterias,
protozoarios y hongos) que alguna vez fueron parásitos obligatorios de otras células, a tal
grado que se convirtieron en parásitos intracelulares y perdieron paulatinamente todos
los componentes necesarios para desarrollar un ciclo de vida libre independiente de la
célula hospedera. Sin embargo, el hecho de que la organización de los virus es de tipo no
celular, es un importante argumento en contra de esta teoría, ya que las cápsides virales
son análogas, desde el punto de vista morfogenético, a los organelos celulares
constituidos por subunidades de proteína, tales como flagelos y filamentos que forman el
citoesqueleto, y no son parecidas a las membranas celulares. Por otra parte, las envolturas
de los virus no muestran similitudes arquitectónicas con las membranas celulares o en
caso de poseer dicha arquitectura es debido a que la envoltura viral fue adquirida como
consecuencia de la protrusión o brote de la partícula viral a través de la membrana celular.

La otra teoría propone que los virus son el equivalente a genes vagabundos. Por ejemplo,
es probable que algunos fragmentos de ácido nucleico hayan sido transferidos en forma
fortuita a una célula perteneciente a una especie diferente a la que pertenecen dichos
fragmentos, los cuales en lugar de haber sido degradados (como ocurre generalmente),
por causas desconocidas podrían sobrevivir y multiplicarse en la nueva célula hospedera.

En 1967, Diener y Rayner descubrieron que el agente causal de cierta enfermedad de la


papa simplemente consiste en una pequeña molécula de ARN circular de cadena sencilla,
carente de cápside proteica. Este ARN desnudo presenta ciertas regiones en las cuales
ocurre apareamiento entre nucleótidos con bases complementarias por medio de puentes
de hidrógeno. Estas moléculas, denominadas viroides, constituyen el tipo más pequeño de
agente infeccioso capaz de replicarse.

Los viroides se caracterizan por producir diversas enfermedades en plantas. Ha sido


posible determinar la secuencia de nudeótidos en el ARN de ciertos viroides como el PSTV.
Estudios de hibridación de ácidos nucleicos han demostrado que cuando menos 60% de la
secuencia de nucleótidos del PSTV está presente también en el genoma de las plantas que
son usualmente infectadas por este viroide. Lo anterior sugiere que los viroides
representan ejemplos de genes vagabundos que se originaron a partir del genoma de
ciertas plantas.

El reciente descubrimiento de que los oncogenes retrovirales son casi idénticos a ciertos
genes normalmente presentes en las células eucarióticas (protooncogenes) ha permitido
establecer que los virus son capaces de incorporar en sus genomas secuencias de
nucleótidos presentes en la célula hospedera. Estas secuencias adquiridas por el retrovirus
pueden ser introducidas por el propio virus en otra célula perteneciente a una estirpe
diferente. De esta manera, los retrovirus, y quizá también otros tipos de virus, pueden
actuar como vectores de la evolución, transfiriendo fragmentos de información genética
125
entre diferentes especies. Por lo tanto, no es improbable que los retrovirus sean el
resultado de la eliminación de ciertos fragmentos de ácido nucleico originalmente
presentes en el genoma de células eucarióticas.

Es poco probable que todos los virus conocidos hayan derivado del mismo progenitor
ancestral. Es más probable que diferentes tipos de virus hayan surgido en diferentes
ocasiones por medio de cualquiera de los mecanismos invocados por las teorías
mencionadas. Sin embargo, una vez que se ha formado un virus en particular, éste estará
sujeto a presiones evolutivas al igual que los organismos procarióticos y encarióticos. Un
proceso que contribuye a la evolución viral es la recombinación entre dos diferentes tipos
de virus. Por ejemplo, el fago P22, que afecta la Salmonella, puede recombinarse con
otros fagos cuya morfología es diferente (por ej.: fagos Fels1 y Fels-2) e incluso con el fago
que infecta la E. coli, pero no a la Salmonella. Casos similares de recombinación
"ilegítima", la cual ocurre entre moléculas de ADN que muestran poca homología entre sus
respectivas secuencias de bases, han sido observados en diferentes tipos de virus
animales.

Los avances en la caracterización de los virus a nivel molecular, sugieren que los virus
coevolucionan con sus organismos hospederos, posiblemente esto se debe a que los virus
son parásitos intracelulares extremos y, por lo tanto, requieren de la supervivencia del
hospedero para poder asegurar su propia supervivencia. Es interesante notar que cuando
un virus se replica en su hospedero natural, tiende a no causar enfermedad en el mismo o
causa una enfermedad leve y autolimitada en la mayoría de los casos. Varios de los virus
conocidos producen enfermedades severas sólo cuando infectan organismos diferentes a
sus hospederos naturales. Lo anterior sugiere que buena parte de los virus asociados con
la producción de enfermedades, son virus que están en proceso de adaptarse a un nuevo
tipo de hospedero y que una vez lograda dicha adaptación, la estrategia del virus consiste
en perpetuarse y propagarse sin afectar al organismo hospedero.

XV. LOS VIRUS: PROBLEMAS DE UN CONCEPTO EN


EVOLUCIÓN
PARA CIERTOS filósofos, y no sin razón, el universo del hombre es equivalente al lenguaje, o
sea, es a través del lenguaje, de sus palabras, conceptos y definiciones, como podemos
comprender y enfocar el universo que nos rodea. De acuerdo con este punto de vista, la
definición precisa de cualquier objeto o fenómeno es la condición primaria necesaria para
poder lograr la cabal comprensión del mismo.

Usualmente ha sido conveniente dividir las ciencias biológicas en tres grupos de acuerdo
con la naturaleza de sus temas de estudio: ciencias taxonómicas, ciencias integrativas y
ciencias reduccionistas. Las disciplinas taxonómicas, como la botanica y la zoología, se
refieren a grupos de organismos que tienen un origen y desarrollo histórico en común. Por
su parte, disciplinas como la fisiología y la genética se dedican al estudio de las

126
propiedades comunes o especializadas de los organismos vivos y por lo tanto son
disciplinas de tipo integrativo. Las disciplinas reduccionistas examinan los procesos
elementales y las funciones de los organismos en el nivel molecular; ejemplos de estas
disciplinas son la biofísica y la bioquímica.

La virología no encaja con facilidad en ninguno de los grupos mencionados debido a que
su tema de estudio: los virus, no pueden ser definidos adecuadamente a partir de los
criterios que por lo general se emplean para clasificar plantas y animales. La muy citada
frase: "un virus es un virus", atribuida a André Lwoff, a la vez que carece de significado
también testifica la dificultad de explicar o definir al virus. Esta dificultad deriva del
problema de reconciliar las propiedades vitales y no vitales mostradas por los virus. Los
virus, incluyendo los viroides, representan las entidades biológicas más pequeñas con
capacidad de autorreplicación. Con frecuencia se les confunde con las bacterias debido a
que ambos tipos de organismos son capaces de causar enfermedades infecciosas; sin
embargo, es fácil distinguirlos de las bacterias debido a que los virus solamente contienen
un tipo de ácido nucleico y son incapaces de multiplicarse cuando están afuera de una
célula viva, además de que no son afectados por los antibióticos que matan a las
bacterias.

La clasificación de los virus presenta serios problemas. Por una parte, el registro fósil de
los virus es prácticamente inexistente, lo que impide que puedan ser agrupados de
acuerdo con su desarrollo evolutivo. Una situación similar ocurre con las bacterias, las
cuales son clasificadas a partir de una arbitraria selección de características morfológicas y
fisiológicas. Sin embargo, este método jerárquico y no filogenético para clasificar bacterias
ha sido aceptado por los microbiólogos acostumbrados a consultar el Bergey's Manual of
determinative bacteriology, considerado la autoridad definitiva sobre el tema. Los intentos
por aplicar el sistema de clasificación de Bergey, basado en binomiales latinizados, a la
clasificación de los virus, han dado resultados poco satisfactorios debido a que el criterio
de clasificación se basa demasiado en los efectos causados por el virus en el hospedero en
lugar de basarse en las propiedades intrínsecas del virus. La mayoría de los nombres de los
virus derivan de las características clínicas, patológicas y epidemiológicas asociadas con las
infecciones virales. Como ejemplos podemos citar el virus de la dermatitis postular
contagiosa que pertenece al grupo de los poxvirus, y el virus de la degeneración vascular
del frijol grueso. Algunos virus han sido nombrados de acuerdo con la localidad geográfica
donde fueron aislados por primera vez: el virus de Sendai. Otros virus llevan el nombre de
sus descubridores: virus de Epstein-Barr. Algunos virus son conocidos solamente en la
versión abreviada de su nombre original; así, reovirus corresponde a respiratory enteric
orphan virus, y arbovirus corresponde a arthropod-borne virus.

El método más extendido y aceptado para clasificar los virus agrupa a estos agentes de
acuerdo con el tipo de hospedero que infectan: bacterias, hongos, plantas, invertebrados
(particularmente insectos), animales, humanos.

127
Los virus pueden ser subdivididos de acuerdo con un particular nivel de interés sobre los
mismos. En años recientes el uso de un sistema taxonómico racional basado en principios
de estructura y formación molecular ha sido promovido por el Comité Internacional de
Taxonomía de los Virus; la figura XV1 es un esquema simplificado de este tipo de
clasificación.

Considerando lo anterior, podemos citar algunas de las múltiples definiciones de virus


producidas a lo largo del tiempo. Por ejemplo, André Lwoff propuso en 1957 que un virus
es: "una entidad estrictamente intracelular y potencialmente patógena que se caracteriza
por tener una fase infecciosa, poseer solamente un tipo de ácido nucleico, multiplicarse
en la misma forma que su material genético, incapaz de crecer o dividirse en forma
binaria, carente de un sistema productor de energía metabólica". De acuerdo con esta
definición, el virus es fundamentalmente de naturaleza no celular y es dependiente por
completo del metabolismo de la célula hospedera, además de que en cierto estadio del
ciclo replicativo el material viral se reduce exclusivamente al ácido nucleico.

Otra definición muy conocida es la propuesta por Salvatore Luna en 1959: "los virus son
elementos de material genético que pueden determinar en las células donde se
reproducen la biosíntesis de un sistema que constituye un aparato específico para permitir
la propia transferencia del virus hacia otras células".

Figura XV.1

Esta definición recalca la independencia del genoma viral con respecto al genoma del
hospedero, así como la capacidad reproductiva de dicho genoma viral y su especialización
que le permite ser transferido de una célula a otra.

Luna y Darnell propusieron otra definición en 1967: "los virus son entidades cuyos
genomas son elementos de ácido nucleico que se replican dentro de las células vivas
utilizando para este fin la maquinaria sintética de la propia célula hospedera y provocando

128
la síntesis de elementos especializados que pueden transferir el genoma viral hacia otras
células."

Renato Dulbecco, 1975: "un virus es un parásito intracelular obligatorio que puede ser
considerado como un bloque de material genético (ya sea ADN o ARN) capaz de replicarse
en forma autónoma, y que está rodeado por una cubierta de proteína y en ocasiones
también por una envoltura membranosa que lo protege del medio y sirve como vehículo
para la transmisión del virus de una célula a otra."

Es obvio que todas las definiciones citadas comparten ciertos elementos, pero también
subrayan o pasan por alto factores considerados importantes por una u otra definición.
Así, surge la posibilidad de que en realidad cada investigador en el campo de la virología
puede tener un concepto de virus en particular, concepto que no será compartido del
todo por el resto de sus colegas y esto lleva al corolario de que diferentes virólogos
estarán en realidad estudiando diferentes objetos o fenómenos que en forma superficial
resultan ser similares pero profundamente distintos en el nivel conceptual. Esta
posibilidad es apoyada cuando consideramos definiciones más antiguas de virus. El criterio
decimonónico que definía a un virus es la propiedad de filtrabilidad, o sea, la propiedad
del agente infeccioso de pasar a través de filtros normalmente capaces de retener las más
pequeñas bacterias conocidas hasta entonces. Recordemos que Beijerinck denominó al
agente del mosaico del tabaco como Contagium vivum fluidum, queriendo recalcar la
naturaleza dispersa, y por lo tanto molecular, del novedoso agente infeccioso capaz de
pasar a través de los filtros antibacterianos. Beijerinck concibió al virus como un tipo de
molécula soluble en agua, capaz de replicarse sólo cuando se encuentra incorporada en el
protoplasma vivo de una célula en la cual la reproducción del virus ocurre en forma
pasiva.

Previamente, Pasteur había declarado (en 1890) que todos los virus eran microbios.
Pasteur utilizó el término virus para referirse en particular a cualquier agente infeccioso
capaz de producir inmunidad después de la recuperación del organismo infectado.
Finalmente, recordemos que en el siglo I d.C., el médico romano Celso denominó virus al
agente causal de la rabia, queriendo significar o referirse a un veneno desconocido
presente en la viscosa saliva de los animales afectados por esta enfermedad.

Una consecuencia inevitable del análisis de todas las definiciones de virus mencionadas
consiste en que el término virus ha tenido significados muy diferentes a lo largo del
tiempo. Muchos de estos significados son incompatibles o inconmensurables entre sí. Por
ejemplo, es obvio que el concepto del virus de la rabia definido por Celso no tiene nada
que ver con el virus de la rabia observado por cualquier virólogo molecular
contemporáneo. Si consideramos que las conductas adoptadas en relación con cualquier
fenómeno observado dependen de la interpretación conceptual de dicho fenómeno,
entonces es obvio que el moderno agente causal de la rabia está totalmente fuera de la
visión del mundo de los médicos de la antigua Roma, o sea, diferentes científicos ubicados
en diferentes épocas han estado observando un fenómeno llamado rabia, el cual es

129
similar en todas las épocas en el nivel superficial, pero es radicalmente diferente cuando
se le considera dentro del marco psicológico y cultural de cada época a lo largo del
tiempo.

La virología es una de tantas disciplinas que constituyen el panorama de la ciencia. Por lo


tanto, es pertinente finalizar esta introducción al estudio de los virus co una breve
reflexión sobre la naturaleza de la ciencia.

No puede dejar de llamar nuestra atención el hecho de que la mayoría de los avances
teóricos en el campo de la virología han sido, en sus respectivos tiempos, recibidos con
escepticismo por la mayor parte de la comunidad científica. También es notable que se
requiere el paso de varios años y la acumulación de fracasos experimentales con
resultados negativos que contradicen los postulados de la ortodoxia científica, antes de
que la mayoría de los investigadores estén dispuestos a considerar seriamente la otra
evidencia disponible que apoya teorías alternativas que han permanecido ignoradas hasta
entonces. Como ejemplo de lo anterior tenemos el caso de Peyton Rous, que a principios
de este siglo produjo sólida evidencia experimental de que algunos tumores en animales
son causados por virus filtrables. Se necesitaron casi cincuenta años para que el trabajo de
Rous recibiera el debido reconocimiento y aceptación por la mayor parte de la comunidad
científica. En forma similar, las observaciones y experimentos de Avery, MacLeod y
McCarty, que demostraron que el ADN es el factor capaz de transformar bacterias inocuas
en bacterias patogénicas, no fueron cabalmente apreciados por la mayoría de sus
contemporáneos que suponían que las proteínas eran capaces de contener y transmitir la
información genética.

En otras ocasiones los científicos se encuentran inmersos en un marco teórico y


conceptual que les impide interpretar adecuadamente la evidencia proporcionada por el
método experimental y la simple observación. Ejemplo de lo anterior es el caso de
Ivanovsky, que fue el primero en establecer la filtrabilidad del agente causal del mosaico
del tabaco, pero atribuyó este fenómeno a un microorganismo productor de toxinas
difusibles, negándose a considerar la posibilidad de que existieran partículas con actividad
biológica capaces de pasar a través de los poros de filtros antibacterianos. Un caso similar
es el de Pasteur, que nunca sospechó que el agente de la rabia era de naturaleza diferente
a las bacterias.

En otras ocasiones, los científicos manifiestan cierta timidez o excesiva reserva para
formular hipótesis innovadoras, pues se sienten indirectamente restringidos por el marco
cultural y las ideas dominantes en un periodo determinado. Tal es el caso de F. W. Twort,
que fue el primero en observar el fenómeno de lisis bacteriana causada por fagos, y en
forma muy cautelosa y sin comprometerse sugirió que este fenómeno podía ser causado
por un virus filtrable bacteriano, dejando así el campo libre para que D'Herelle elaborara y
reclamara para sí el descubrimiento del bacteriófago.

130
Otro problema que enfrentan los científicos es la incomprensión de sus ideas debido a la
falta de un marco de referencia adecuado que permita integrarlas dentro de la corriente
del pensamiento científico contemporáneo. Tal es el caso de la hipótesis del provirus,
propuesta por Temin con base en sus observaciones sobre la replicación de ciertos virus
ARN. Dicha hipótesis permaneció casi ignorada hasta que el propio Temin y David
Baltimore proporcionaron evidencia de que existe la enzima transcriptasa inversa que
puede hacer fluir la información genética de ARN hacia ADN, evento que hasta entonces era
considerado anatema por el llamado dogma central de la biología molecular ejemplificado
por el esquema: ADN ARN Proteína.

En otras ocasiones, la ausencia de ciertos conceptos teóricos e incluso taxonómicos,


impide establecer el eslabón entre observaciones aparentemente independientes, pero
que en realidad corresponden a dos versiones de un mismo tipo de fenómeno. Un
ejemplo de lo anterior fue la incapacidad de establecer una correlación entre las
observaciones de Ellerman y Bang sobre la leucemia aviaria y los experimentos de Rous
con el sarcoma de los pollos, debido a que a principios de este siglo las leucemias no eran
consideradas como una forma de cáncer.

Por otra parte, tenemos el caso de los investigadores solitarios, capaces de proponer
teorías o hacer observaciones avanzadas, las cuales tienden a ser incomprendidas o
pasadas por alto por los pocos contemporáneos que tienen noticia de las mismas. Tal es el
caso de Beijerinck y su hipótesis del Contagium vivum fluidum, referente al agente del
mosaico del tabaco. Similar es el caso de Fred Griffith, que en 928 realizó los primeros
experimentos de transformación bacteriana in vitro, los cuales permanecieron ignorados
por casi veinte años hasta que fueron actualizados por Avery, MacLeod y McCarty.

También debemos considerar el caso de observadores empíricos (sean científicos o no lo


sean) que son capaces de aplicar el sentido común para obtener resultados prácticos a
partir de observaciones empíricas. Ejemplos extremos de lo anterior son el caso de
Edward Jenner y su descubrimiento de la vacuna contra la viruela, o el caso de los
capitanes de Francisco Pizarro, que habiendo notado la correlación entre la viruela y la
enorme mortandad entre la población indígena, solían enviar por delante de las tropas
conquistadoras a soldados o esclavos portando lanzas con lienzos impregnados con
secreciones obtenidas de enfermos de viruela con la idea de que así podrían obtener una
fácil victoria al diseminar la enfermedad entre la población del Imperio inca.

El registro histórico nos muestra que una disciplina científica avanza no tanto por causa de
la acumulación de observaciones fenomenológicas, sino por causa de la transformación de
conceptos y teorías que permiten la reinterpretación de dichas observaciones. En
ocasiones, los nuevos conceptos y teorías incorporan parte de las ideas contenidas en
teorías e hipótesis previas, pero también en muchos casos representan una ruptura total
con el saber del pasado a la vez que significan la adopción de un nuevo marco de
referencia teórico e incluso psicológico, a veces totalmente incompatible con las pautas
científicas y culturales de épocas previas. Por ejemplo, las ideas y conceptos del médico

131
romano Celso, que indiscutiblemente corresponden a las de un notable sabio del siglo I,
guardan muy poca correlación y difícilmente pueden ser incorporadas en el marco de la
virología molecular.

Sin embargo, es un error aplicar sin restricción los criterios y normas de una época como
la nuestra a los eventos y actividades desarrolladas por los científicos de épocas pasadas.
Ni Celso ni Pasteur eran ignorantes u obscurantistas; por el contrario, ambos representan
brillantes intelectos trabajando en un particular contexto cultural y psicológico. Conceptos
que eran válidos para Celso resultan carentes de sentido para Pasteur, al igual que bajo
criterios contemporáneos Pasteur resulta estar equivocado al clasificar virus y bacterias en
un mismo grupo. Igualmente, varios de los conceptos y teorías actualmente considerados
como ejemplos de ortodoxia científica resultarán erróneos e incluso carentes de sentido y
poder explicativo para los científicos del siglo XXI.

El filósofo Thomas Kuhn ha propuesto la existencia de una "tensión esencial" entre la


comunidad de científicos ortodoxos y aquellos innovadores capaces de vislumbrar y
sugerir nuevas teorías e interpretaciones que amplían el panorama de la ciencia por fuera
de los límites del conocimiento establecido en una época en particular. Quizá es el
silencioso conflicto entre una ortodoxia y una heterodoxia científica uno de los principales
factores de la dinámica de la ciencia.

La ortodoxia científica es necesaria, pues contribuye a crear un marco de referencia a


partir del cual es posible obtener resultados que algunas veces se ven reflejados en
aplicaciones prácticas del conocimiento científico, mismas que contribuyen a elevar la
calidad de la vida de los seres humanos. Esta ortodoxia con sus dogmas y teorías, también
sirve como un filtro que permite descartar proposiciones erróneas o falsos caminos para
el avance científico. Sin embargo, esta ortodoxia también conduce al estancamiento
científico y al desvío o a pasar por alto nuevas teorías con mayor poder explicativo.

Un factor común a la mayoría de los eventos considerados como revoluciones en la


historia de la ciencia es la imaginación demostrada por los científicos responsables de
tales hitos científicos. Esta imaginación científica a veces se nutre de ciertos factores
racionales como la observación y experimentación paciente, objetiva y rigurosa. Pero con
mayor frecuencia la imaginación científica se basa en la intuición y la capacidad creativa
de ver en el mismo fenómeno posibilidades que permanecen ocultas para la mayoría de
los contemporáneos.

En todo gran hombre de ciencia convergen la intuición e imaginación que son


características también del filósofo. Ciertamente, el rigor y la disciplina son factores que
pueden hacer un buen científico. Pero es quizá el culto a la imaginación en un clima de
tolerancia lo que da lugar a la aparición del científico trascendente que, al igual que el
artista, es un creador de nuevos horizontes y por lo tanto profundamente humano.

132
BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA
TEXTOS GENERALES

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Nature 373, 1995, pp. 117-122.

CONTRAPORTADA
La rabia, enfermedad capaz de transformar a un perro doméstico en una bestia feroz,
presenta un cuadro pavoroso y a la vez irresistible que ha merecido desde la antigüedad la
atención de los hombres. Si se comparan las descripciones de los cronistas griegos de esta
enfermedad con las que se tienen en la actualidad encontramos, nos dice el doctor

134
Armando Aranda, que desde el punto de vista clínico el virus de la rabia no ha cambiado a
lo largo de los siglos, característica que lo distingue de aquellos virus que sí se han
modificado sus cepas con el tiempo. Volviendo a la rabia, una de sus descripciones más
precisas y detalladas se debe a Celso, médico que vivió en el siglo I de nuestra era y que en
su libro De medicina escribió una frase que ha llamado la atención de los historiadores:
"Especialmente en el caso en que el perro es rabioso, el virus debe ser drenado con una
ventosa de vidrio."

Nadie se atrevería a pensar que Celso identificó al agente causante de la rabia como un
virus en el sentido que se le da actualmente, mas es importante subrayar que Celso utilizó
el término virus para denotar al agente causal de la rabia mientras que en su libro emplea
la palabra venenum para calificar la ponzoña de las serpientes. En especial, si
consideramos que virus significa también veneno o líquido viscoso. Quizá Celso había
observado que la rabia se transmitía por medio de la saliva del animal infectado.

Muy posteriormente, la palabra virus ha sido empleada por gente tan notable en el campo
de la medicina comoThomas Fuller, Angelo Gatti, Edward Jenner, el descubridor de la
vacunación y Claude Bernard, por citar sólo unos cuantos. Sin embargo, la primera revista
científica dedicada exclusivamente al campo de la virología inició su publicación en 1939 y
el primer texto que trata exclusivamente el tema fue publicado en 1953: General Virology
de Salvatore Luria.

Los virus son extremadamente pequeños, sólo pueden ser observados por medio de los
microscopios más potentes, los electrónicos. Su naturaleza es tan esquiva que su mejor
definición es la del contemporáneo André Lwoff: "Un virus es un virus." Mas como
producen una buena cantidad de infecciones su estudio resulta de necesidad extrema. El
presente libro ofrece al lector una visión global de lo que se sabe sobre los virus: su
origen, su estructura, sus interacciones, su evolución.

Armando Aranda Anzaldo es médico cirujano graduado en la Facultad de Medicina de la


UNAM, maestro en ciencias químicas de la Facultad de Quimíca de la misma institución y
doctor en filosofía (bioquímica) por la Universidad de Cambridge, Gran Bretaña.
Actualmente es investigador del Laboratorio de Inmunología de la Facultad de Medicina
de la Universidad de París.

Diseño: Carlos Haces.

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