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PSICOLOGÍA SOCIAL – TEMA 6

TEMA 6: ACTITUDES
QUÉ SON LAS ACTITUDES: Definición de Actitud
En el Handbook de Psicología Social editado en 1998 se adopta la siguiente definición: “En
términos formales, una actitud es una tendencia psicológica expresada evaluando un ente
determinado con cierto grado de favorabilidad o desfavorabilidad·. “Ente determinado”: lo que
técnicamente se denomina el objeto de actitud, susceptible de ser valorado. Los objetos de
actitud pueden ser concretos, abstractos, ideas y opiniones, conductas, personas, o grupos.

Las Bases de las Actitudes


Ñas actitudes son un constructo complejo, en el que pueden confluir diferentes experiencias
de la persona en relación con el objeto de actitud. Las actitudes pueden asarse en creencias y
conocimientos (componente cognitivo), en emociones, sentimientos y estados de ánimo
(componente afectivo), o en las experiencias en comportamientos anteriores (componente
conductual), vinculados al objeto actitudinal.

Estos tres tipos de componentes (creencias, sentimientos y conductas) no están


necesariamente separados ni necesariamente unidos en la valoración del objeto. El conjunto
de las valoraciones que se hacen de un objeto constituyen la evaluación final que hemos
definido como actitud.

Es muy frecuente que las personas muestren ambivalencia actitudinal hacia objetos que tienen
aspectos positivos y negativos.

No hay que confundir la actitud con los componentes en los que se basa. La actitud es un
constructo psicológico no observable, de carácter evaluativo, que media entre un objeto y las
respuestas que la persona da ante este objeto. Llamamos actitud a una experiencia
psicológica, en relación con un objeto, que influye en las reacciones y conductas de la persona
ante ese objeto. Por esa razón, las actitudes se infieren a partir de su expresión en forma de
respuestas que se dan al objeto de actitud. Estas respuestas pueden ser de tres tipos:
cognitivas, afectivas y conductuales.

Medida de la Intensidad de las Actitudes


La magnitud de una actitud depende de su valencia y de su intensidad. En primer lugar, la
evaluación tiene una valencia: positiva o negativa. En segundo lugar, si consideramos la actitud
como un continuo, con un extremo positivo y otro negativo, la intensidad representa el grado
o extremosidad de esa valencia. La intensidad o fuerza de una actitud depende de las
siguientes variables:

a) Importancia de la actitud para esa persona;


b) Cocimiento del objeto de la actitud, y
c) Accesibilidad de la actitud (facilidad de activación de la actitud en la mente de la
persona.

La medida de las actitudes se puede clasificar en dos grandes bloques: medidas explicitas o
medidas implícitas.

Medidas Explícitas

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Tradicionalmente, las actitudes se han medido mediante procedimientos de autoinforme, para


los que se han elaborado cuestionarios basados en escalas de diferentes características. “Tipo
Likert” (1932); en esta variedad de escalas, la persona manifiesta su grado de acuerdo o de
oposición con una serie de enunciados que recogen distintos factores o dimensiones que as
personas podrían tener en cuenta al evaluar el objeto de actitud. La medida de la actitud se
obtiene a partir de la suma de todos los ítems.

Otro tipo de escala ampliamente difundido es el diferencial semántico, que consiste en una
serie de escalas bipolares definidas por dos características opuestas, una positiva y otra
negativa, en las que se pide a la persona que evalúe el objeto de actitud señalando el punto de
la escala con el que lo asocia a lo largo del continuo, más o menos positivo.

Medidas Implícitas
Hay temas, como son los relacionados con estereotipos, prejuicio o discriminación hacia
diferentes grupos sociales, ya que, las personas tienden a responder en función de lo aprobado
socialmente. Por ello, se emplean procedimientos que impiden que los sujetos sean
conscientes del objetivo de medida de la investigación. Entre este tipo de medidas se incluyen
las siguientes:

a) Observación de conductas no verbales, como la postura del cuerpo, el contacto ocular


o la agitación nerviosa
b) Medidas fisiológicas, o la activación de determinadas áreas cerebrales, relacionadas
con la expresión de emociones positivas o negativas hacia un estímulo.
c) Medidas basadas en la latencia de respuesta, con las que se tratan de comprobar la
activación de la actitud hacia un estímulo o a través de la velocidad con la que se
realizan una serie de asociaciones. Haciéndose elaborado dos tipos de procedimientos,
que se describen a continuación: los basados en la exposición secuencial,
denominados “preactivación” o priming, y los basados en tareas que implican
competencia de respuestas, como el Test de Asociaciones Implícitas (Implicit
Association Test, IAT). El procedimiento en ambas medidas se basa en tiempos de
reacción ante estímulos. Cuando la asociación entre estímulos es fuerte, las personas
responden más rápidamente que cuando es débil. Es decir, su tiempo de reaccion es
menor.

Leer cuadro 6.3 página: 153


Leer cuadro 6.4 página: 154

No siempre se ha encontrado correlación entre actitudes explícitas e implícitas. Una posible


explicación de la falta de asociación es que, al utilizar en una misma persona los dos tipos de
medidas, en las medidas explícitas haya fingido, habiendo aparecido su verdadera actitud en
las implícitas. Otra posible explicación, es que estas medidas imlícitas recogen asociaciones
automáticas que son frecuentes en un determinado ambiente social, que pueden en algunos
casos ser inconscientes y estar culturalmente determinadas, sin que las personas respondan
ante el objeto de actitud de acuerdo con esas asociaciones cuando tienen la oportunidad de
pensar sus respuestas.

FUNCIONES DE LAS ACTITUES

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El análisis funcional de las actitudes ha permitido delimitar una serie de funciones psicológicas
en los procesos de interacción de una persona con su medio físico y social. Katz (1960) ha
propuesto que las actitudes desarrollan cuatro funciones principales:

Función de Conocimiento
Las actitudes nos ayudan a comprender nuestro entorno y a darle significado, ya que
proporcionan un mecanismo de evaluación que permite clasificar rápidamente la nueva
información en dimensiones categóricas (positivo VS negativo). Permite diferenciar entre lo
que es beneficioso y lo que es dañino para cada individuo y así determinar cómo ese estímulo,
el objeto de actitud, puede contribuir en mayor o menor medida a proporcionarle bienestar.

Con frecuencia, las actitudes sesgan el procesamiento de la información porque:

a) Seleccionan lo que procesa (atención);


b) La interpretación de lo que se procesa tiende a hacerse congruente con la actitud
previa (percepción)M
c) Tratamos de ignorar la información que es incongruente, por lo que la información
congruente con las actitudes se almacena en la memoria más que la incongruente.

Función Instrumental, de Ajuste o de Utilitaria


Las actitudes pueden servir a la persona para obtener premios o para evitar castigos. Expresar
una actitud ante los demás, es decir, comunicarles que se valora algo mucho o poco, puede
servir para obtener beneficios, como integrarse en un grupo. Esta función instrumental
permite una interpretación del entorno al clasificar los objetos de actitud de acuerdo con los
resultados que proporcionan.

Función Defensiva del Yo


Las actitudes también pueden contribuir a mantener la autoestima. Este tipo de
actitudes sociales pueden estar motivadas por mecanismos de defensa que se ponen
en juego cuando a autoestima se ve amenazada.
Función Expresiva de Valores
Frecuentemente, la expresión de determinadas actitudes es una especie de tarjeta de
presentación de la persona a través de la que se ofrece una faceta de la identidad. De ese
modo, las actitudes pueden servir para reafirmar aspectos importantes del autoconcepto, lo
que se conoce como “autoafirmación” (aludido en el Tema 5).

Es importante tener en cuenta que una misma actitud puede cumplir diferentes funciones. Las
funciones de una misma actitud también pueden cambien en el tiempo y servir a una persona
para diferentes propósitos en diferentes momentos. Por esa razón, se puede afirmar que las
actitudes son multifuncionales.

ORIGEN DE LAS ACTITUDES


Las actitudes tienen sus raíces en el aprendizaje social, ya que se aprenden, se expresan y se
modifican en contextos sociales. Pero, también, muchas actitudes se desarrollan sobre una
base biológica. Ambos tipos de factores no son necesariamente independientes, y parte de la

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variabilidad de actitudes observada entre individuos se puede deber a la interacción de


factores sociales y genéticos. Las teorías que se han desarrollado para explicar los procesos
mediante los que se forman las actitudes sirven también para explicar las causas que
contribuyen a modificarlas.

Influencias Biológicas
Hay evidencia de que ciertas actitudes pueden estar influenciadas por aspectos genéticos, y
tener su origen en mecanismos innatos que han favorecido a la especie en las épocas
ancestrales en las que el ser humano se diferenció de otras especies. Como el miedo a las
serpientes o a determinados sonidos, pueden tener su base en peligros reales para la
supervivencia de nuestros ancestros.

Algunos procesos psicológicos que tienen una base biológica, entre los que se puede destacar
el temperamento de cada persona, también predisponen hacia determinadas actitudes.

El impacto de la herencia genética en las actitudes es más significativo en aquéllas basadas en


aspectos afectivos o emocionales que en las que se basan en creencias o conductas. No
obstante, es muy importante tener presente que los factores genéticos no pueden explicar
totalmente la información de actitudes en un individuo concreto, ya que los factores de
socialización modularían esa predisposición. Esos factores genéticos sí se podrían aplicar a la
explicación de variabilidad observada en una población. Del mismo modo, aunque ciertos
genes puedan influir en actitud o conducta, ello no implica que esa influencia sea irreversible y
no modificable.

El Efecto de Mera Exposición


Las actitudes se pueden adquirir a través de la experiencia directa con el objeto de actitud.
Uno de los mecanismos psicológicos que requieren menos procesamiento cognitivo para que
se forme una actitud se conoce como el efecto de mera exposición a un estímulo. Este
fenómeno se puede describir como el aumento de la favorabilidad hacia un estímulo neutro; al
aumentar la exposición repetida al mismo. Lógicamente, si ya existe una actitud negativa
previa hacia el objeto, las exposiciones repetidas aumentan la negatividad de la evaluación.

Condicionamiento de las Evaluaciones, Aprendizaje e Imitación


Las actitudes se pueden formar y modificar por condicionamiento clásico. En este caso, se
trataría de un aprendizaje por contigüidad de estímulos que condicionaría la evaluación de uno
de ellos. Nos puede llegar a agradar algo porque la exposición a ese objeto esté apareada con
experiencias que provocan un afecto positivo.

La investigación sobre condicionamiento de las actitudes, o condicionamiento evaluativo


(respuestas evaluativas al objeto de actitud) por asociación de estímulos, ha puesto de
manifiesto que los procesos implicados no son exactamente iguales que los del
condicionamiento clásico. La respuesta evaluativa es la que se da entre un objeto al valorarlo
positiva o negativamente. El condicionamiento tiene las siguientes peculiaridades:

a) Es duradero y resiste a la extinción;


b) Puede producirse, incluso, con una única asociación, y

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c) No es necesario que la persona sea consciente de la asociación entre estímulos


incondicionado y condicionado

Las respuestas evaluativas también pueden condicionarse por la observación de la conducta de


otras personas, ya sea imitando a un modelo (modelando) o aprendiendo a partir de las
consecuencias de esa conducta para el que la realiza (condicionamiento vicario). De este
modo, se produciría un cambio de actitud a través de un proceso de identificación con la
persona a la que se imita. El condicionamiento instrumental y el vicario son los mecanismos
más importantes a través de los que los agentes socializadores –padres, profesores, grupo de
pares y medios de comunicación- influyen en las actitudes.

Influencia del Contexto en la Formación y Cambio de Actitudes


No siempre evaluamos de la misma manera el mismo objeto. Las actitudes dependen de la
información ya existente en la memoria, habitualmente disponible, así como la información
accesible concretamente en cada situación temporal.

La accesibilidad de la información depende de sus cualidades, de su organización en la


memoria, de la frecuencia de la activación y de la “recencia” de esa activación. Como la
recencia (lo que se ha activado más recientemente) varía entre situaciones, diferente
información se puede recuperar para la construcción de actitudes en distintos momentos
temporales.

El contexto no sólo influye en qué información viene a la mente; también influye directamente
en la evaluación. Factores de la situación que pueden afectar la evaluación:

1. Las metas que se desea conseguir.


2. El estado del ánimo, que influye directamente en cómo evaluamos las cosas, ya que es
más fácil que se evoquen aquellos aspectos del objeto de actitud que están en sintonía
con nuestro humor.
3. Estados fisiológicos y corporales. La expresión corporal y facial son manifestaciones de
nuestro estado de ánimo. Del mismo modo, los músculos pueden estar tensos o
relajados dependiendo de nuestro estrés emocional.
4. Es estándar usado para la evaluación. Cualquier evaluación va a ser más o menos
positiva en función de con qué comparemos el objeto de actitud, No siempre se utiliza
el mismo estándar, sino que depende de la información que sea accesible en ese
momento temporal.

Las actitudes que se basan más en información habitualmente accesible que en información
temporalmente accesible son más estables en diferentes situaciones y contextos.

INFLUENCIA ENTRE ACTITUDES Y CONDUCTA


MODE son las siglas de Motivación and Opportunity as DEterminants of the attitudes-
behaviour relation; se desarrolla para explicar cómo influyen las actitudes previas hacia un
objeto en el procesamiento de la información relacionada con ese objeto.

Influencia de las Actitudes en la Conducta


La creencia generalizada de que las actitudes guían el comportamiento está en el origen del
interés de los psicólogos por investigar sistemáticamente en este campo. Si fuera cierta eta
relación, cualquier cambio en las actitudes modificaría el comportamiento. Ajzen y Fishbein

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(1997) sistematizan bajo qué condiciones las actitudes fallan al pronosticar la conducta,
llegando a la conclusión de que hay dos tipos de explicaciones.

 Una de las razones que pueden explicar por qué actitudes y conductas no
correlacionan positivamente es que ambas se midan en diferente nivel de generalidad.
 La otra razón que aducen estos autores es que la conducta puede estar condicionada
por una serie de factores situacionales, internos o externos a la persona, que forman
parte de un sistema complejo que, en conjunto, influye en el comportamiento, aeás de
la influencia que pueda ejercer la actitud. Por ese motivo, Fishbein y Ajzen (1975)
proponen que se mida la intención de conducta, en vez de la conducta real al analizar
los vínculos entre actitudes y conducta.

El modelo “MODE”
Esta aproximación teórica postula que las actitudes pueden guiar el comportamiento hacia un
objeto mediante dos tipos de procesamiento cognitivo: a) un procesamiento espontáneo,
basado en la activación automática de una actitud relevante, o b) un procesamiento
elaborado, en que se analiza detalladamente la información disponible. El procesamiento
espontáneo requiere que la actitud existente hacia un objeto se recupere de la memoria en
presencia de ese objeto. Una vez que la actitud (positiva o negativa) se activa, sirve como
señal para procesar la información siguiente sobre ese objeto. La persona no llega a ser
consciente de esa activación automática. Como ya se ha comentado, la accesibilidad
actitudinal es mayor dependiendo de la frecuencia de activación de la actitud y de lo
recientemente que se haya utilizado. En esos casos, la actitud serviría como heurístico y guiaría
la conducta sin necesidad de reflexión.

Por contraste, el procesamiento elaborado hace referencia a una forma de pensamiento


detallado en el que se tienen en cuenta diferentes factores. En el caso de las actitudes, este
tipo de procesamiento mental llevaría a utilizar esa actitud como argumento para realizar o no
una conducta. En la situación y momento concreto, se analizaría cuidadosamente los atributos
que caracterizan al objeto, se tendrían en cuenta los aspectos positivos y negativos de sus
características en ese contexto y se tomaría la decisión que llevaría a actuar de una
determinada manera. A través de esa forma de pensamiento, se llega a una evaluación o
actitud elaborada para ese momento.

Los principales determinante del procesamiento elaborado son la motivación y la oportunidad


(esfuerzo de analizar todos los atributos del objeto). La teoría de la acción razonada
ejemplifica ese tipo de procesamiento.

La teoría de la acción razonada


La teoría de la acción razonada y su ampliación posterior en la teoría de la acción planificada
fueron diseñadas para explicar y predecir el comportamiento humano en contextos
específicos, y es aplicable a conductas deliberadas. En esta perspectiva teórica, un elemento
central es la intención que tiene la persona de realizar la conducta. La intención, se considera
que es el principal factor psicológico que hay que predecir, a que la ejecución de la conducta
concreta no siempre está bajo el control de la persona y puede que no consiga realizarla a
pesar de su intención. En la formulación inicial de Fishbein y Ajzen (1975), conocida como la
teoría de la acción razonada, se postula que la intención de conducta está determinada por dos
factores independientes: uno personal (la actitud hacia la conducta) y uno que refleja la
influencia del contexto social sobre el individuo (la norma subjetiva).

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La actitud hacia la conducta


La actitud hacia la conducta se refiere al grado en que la persona evalúa favorablemente o no a
realizar esa conducta concreta. Esa actitud depende de las creencias relevantes sobre la
conducta en cuestión y sobre las consecuencias de realizarla. Se trata, por tanto, de un modelo
de los denominados de “expectativa-valor”, ya que tiene en cuenta, por un lado, distintas
creencias o expectativas relacionadas con la conducta y, por otro, la valiración que cada
persona hace de las consecuencias de realizarla. Esa valoración sibjetiva de los resultados
incide directamente en la actitud, ya que se combina de forma multiplicativa con la fuerza de
las creencias.

∑ c i ⋅ v i=A
Donde c es la fuera de cada creencia sobre las consecuencias de analizar la conducta y v es la
valoración de esas consecuencias. La actitud hacia la conducta (A) sería la suma del producto
de la n creencias por la evaluación que la persona hace de las consecuencias. Pidiendo a las
personas que se posicionen numéricamente es relación con la fuerza con la que sostienen las
creencias sobre las consecuencias de esa conducta y con la valoración de esas consecuencias.

La norma social subjetiva


La norma social subjetiva es el otro determinante de la intención de realizar una conducta.
Depende, a su vez, de dos factores:

1. Las creencias sobre lo que piensen determinados individuos, respecto a si la persona


debe realizar o no la conducta, y
2. La motivación de la persona para acatar esa opinión.

Se llama norma subjetiva porque es la percepción que el individuo tiene de la opinión de los
otros; no tiene por qué ser la opinión real.

 NS: norma subjetiva


 cn: creencia normativa
 m: motivación

∑ cn i⋅mi=NS
La teoría de la acción planificada
La teoría de la acción planificada, elaborada por los mismos autores que la teoría de acción
razonada, añadió un nuevo factor al modelo propuesto inicialmente, el control conductual
percibido, que se refiere a la percepción que la persona tiene de lo fácil o difícil que le resultará
realizar el comportamiento. Este nuevo componente contribuye significativamente a explicar
la conducta de dos formas:

a) Indirectamente, a través de la influencia que tiene sobre la intención de conducta, ya


que si parece muy difícil llevar a cabo un determinado comportamiento ni siquiera se
intentará y
b) Directamente, ya que, a igualdad de intención, una conducta va a ser mayor si
creemos que tenemos la capacidad para llevarla a cabo. A menudo la medida del
control conductual percibido es también una medida del control real que la persona
tiene sobre la conducta, lo que afectaría, por lo tanto, a su capacidad para ejecutarla.

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Una vez que se han formado, las actitudes, la norma subjetiva, la percepción de control y la
intención pueden ser muy accesibles y rápidamente disponibles para guiar la realización de la
conducta. Es decir, no es necesario que la persona revise sus creencias actitudinales,
normativas o de control para que estos componentes se activen.

Influencia de la Conducta en las Actitudes: la Teoría de la Disonancia Cognitiva


La teoría de la disonancia cognitiva, desarrollada por Leon Festinger en 1957. Esta teoría se
aparta de las dos anteriormente mencionadas porque plantea que las personas difícilmente
reconocen su inconsistencia, sino que tratan de justificarla, no solo ante los demás, también
para ellas mismas. El proceso, por lo tanto, no es la búsqueda de consistencia, sino la
racionalización de las inconsistencias.

Postulados básicos de la teoría


Sustituye los términos consistencia en inconsistencia por otros que evocan un significado
menos asociado a la lógica: consonancia y disonancia.

El núcleo de la teoría se puede resumir en los siguientes términos: la existencia de cogniciones


que no son coherentes (consonantes) entre sí produce en la persona un estado psicológico de
incoherencia (disonancia) que es incómodo y que la persona se esforzará en paliar intentando
hacer esas cogniciones más coherentes (Festinger, 1957), Utilizado estos conceptos, formula
las dos hipótesis básicas de su teoría.

1. La disonancia es psicológicamente incómoda, por lo que las personas tratan de


reducirla para lograr consonancia.
2. Cuando la disonancia está presente, además de intentar reducirla, la persona evita
activamente las situaciones e informaciones que pudieran aumentarla.

El término cognición hay que entenderlo como el conocimiento que la persona tiene sobre sus
estados psicológicos (sentimientos, emociones o creencias), sobre su conducta manifiesta, o
sobre su entorno. Según la teoría, siempre que la percepción de la realidad se oponga a una de
nuestras creencias existirá una presión para cambiar esa forma de pensar.

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En segundo lugar, Festinger hace hincapié en que utiliza la palabra disonancia para destacar
que se trata de un factor motivacional y no cognitivo. Es, precisamente, la necesidad de reducir
ese malestar lo que va a motivar el cambio de actitudes, y no la necesidad de ser lógicos.

Pueden existir tres tipos de relaciones:

1. Que sean irrelevantes, es decir, que una cognición no tenga nada que ver con la otra;
2. Que sean consonantes, lo que implica que de una cognición se puede inferir la otra, o
3. Que sean disonantes, cuando una cognición es incoherente o contradictoria con la
otra.

Aunque la formulación de Festinger se refiere a la consonancia o no de dos cogniciones en


general, la mayor parte de la investigación se ha basado en las creencias sobre el
comportamiento que se ha realizado, como uno de los elementos que definen esa relación de
coherencia o incoherencia, y en las actitudes como otro de los elementos.

Una vez que se ha realizado una conducta que de alguna manera es contraria a las actitudes
previas, surgen una serie de cogniciones que son consonantes o disonantes con esa conducta.

Grado de disonancia
La disonancia cognitiva se podría definir como una experiencia psicológicamente desagradable,
provocada por la inconsistencia entre actitudes y comportamiento, que se acompaña de
sensaciones de inquietud.

La magnitud de la disonancia depende de dos actores:

1. De la proporción de cogniciones disonantes en relación con las cogniciones


consonantes,
2. De la importancia de cada una de esas cogniciones para la persona.

Una vez que aparece la disonancia, existen diferentes estrategias para disminuirla:

a) Añadir nuevos elementos consonantes con la conducta realizada;


b) Aumentar la importancia de los elementos consonantes;
c) Quitar importancia a los elementos disonantes.

La disonancia es muy común y puede surgir diferentes razones;

a) Después de tomar una decisión (paradigma de la libre elección);


b) Después de actuar en contra de las propias creencias y actitudes (paradigma de la
complacencia inducida);
c) Después de exponerse a información inconsistente con las creencias (paradigma de la
desconfirmación de creencias), o
d) Después de realizar conductas que requieren esfuerzo (paradigma de la justificación
del esfuerzo).

El paradigma de la libre elección: disonancia después de tomar una decisión


Después de una conducta de elección, la magnitud de la disonancia aumenta dependiendo:

a) De lo transcendente que sea la decisión, ya que si carece de importancia no producirá


disonancia;

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b) Del grado de similitud entre las alternativas posibles, puesto que, si las dos alternativas
llevan a resultados equivalentes no habría tanta disonancia como si la decisión se ha
tomado entre dos alternativas que acarrean consecuencias muy distintas; y
c) Del atractivo de la alternativa rechazada.

Consecuentemente, la reducción de la disonancia que sigue a una elección se puede reducir


mediante alguno de los siguientes procedimientos:

a) Restar importancia a la decisión tomada,


b) Considerar que el resultado final al que lleva cualquiera de las dos alternativas es el
mismo, o
c) Cambiar el atractivo de ambas alternativas.

Consiste en aumentar la proporción de elementos consonantes con la decisión tomada. Esto se


consigue:

 Aumentando la importancia de los elementos consonantes con la elección y


disminuyendo la importancia de los relativos a la opción rechazada,
 No teniendo en cuenta algunos de los elementos negativos de la opción elegida o
algunos de los positivos de la rechazada,
 Aumentando el número de elementos positivos consonantes con la elección.

El paradigma de la complacencia inducida


Son muchos los experimentos que han contribuido al desarrollo y a la confirmación de la
teoría. No obstante, el más emblemático es el de Festinger y Carlsmith (1959), en el que se
comprobó qué sucede cuando una persona se ve forzada a decir o a hacer algo contrario a su
actitud.

Cuando en vez de recompensas se imparten castigos después de realizar una conducta,


también funciona un mecanismo de racionalización, de forma que cuanto mayor sea el castigo
que sigue a una conducta menor será el cambio de actitud.

El paradigma de la desconfirmación de creencias


Cuando una persona recibe información que es incompatible con sus creencias, esa nueva
información puede generar nuevas cogniciones que sean incongruentes con las ya existentes,
por lo que se produciría disonancia. Esa disonancia se puede reducir por varias vías, una de las
cuales sería cambiar las creencias previas. Cuanto más importante es para nosotros una
creencia, más difícil es que aceptemos información que se oponga a nuestra forma de pensar.

La disonancia lleva, con frecuencia, a buscar información sesgada con el objeto de aumentar
los elementos consonantes y evitar los disonantes. Incluso cuando una persona recibe
involuntariamente información que contradice sus ideas, un mecanismo común para evitar la
disonancia es negar la veracidad de esa información o invalidarla con cualquier excusa.

El paradigma de la justificación del esfuerzo


Existe una estrecha relación entre cuánto se valora algo y el esfuerzo que se está dispuesto a
realzar para conseguirlo. Por ese motivo, resulta disonante realizar una conducta muy costosa
orientada a una meta para posteriormente no apreciar lo que se ha conseguido. La manera de
reducir esa disonancia es aumentar la valoración que se hace de la meta deseada, es decir,
adoptando una actitud más positiva hace ese logro.

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LEER CUADRO 6.6 página: 169

Reformulaciones de la teoría
Una de las revisiones más difundidas ha sido la que se conoce como la corriente del new look
(nuevo enfoque) de la disonancia (Cooper y Fazio, 1984). Después de un examen exhaustivo de
los trabajos sobre disonancia, esta perspectiva aportó dos conclusiones que deberían
cumplirse para que se experimentara disonancia:

1. Que la persona crea que su conducta ha originado consecuencias negativas, y


2. Que la persona crea que es responsable de su conducta, para lo que es imprescindible
que se sienta libre al haberla realizado, ya que de otro modo podría justificar su acción
por la presión externa.

Por otra parte, varios trabajos recientes han permitido comprobar que no es necesario que se
considere aversiva la conducta que provoca la disonancia.

Otro de los planteamientos que ha contribuido al desarrollo de la teoría ha abordado la


relación que existe entre el autoconcepto y la disonancia cognitiva. Según la teoría de la
consistencia del yo (Aronson, 1968, 1999), la disonancia se produce cuando la persona realiza
un comportamiento que no es coherente con su autoconcepto.

La teoría de la autoafirmación, a la que se ha hecho referencia en el capítulo anterior, propone


que las personas con alta autoestima son menos vulnerables a la disonancia, ya que, cuando
ven amenazado su autoconcepto al comportarse de forma contraria a sus actitudes, pueden
reafirmarlo manifestando públicamente aspectos positivos de su yo.

El modelo del autestándar, por su parte, postula que la autostima no se verá afectada por la
disonancia cuando la persona cree que ha actuado inadecuadamente, a no ser que la conducta
realiza afecte a uno de los estándares del autoconcepto (el yo ideal o el yo responsable).

Leer cuadro 6.7 y 6.8 página: 172

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