Está en la página 1de 5

RESTAURACIÓN Y REVOLUCIONES

Asa BRINGGS y Patricia CALVIN

Después de las grandes conmociones que experimento Europa entre 1789 y 1815 nada volvería a
ser lo mismo. La experiencia de la revolución había calado tan hondo que era difícil que se
olvidara, había revolucionarios y liberales en la mayoría de los países de la Europa post-
napoleónica. Ambos creían que la labor emprendida en 1789 debía continuar. Los primeros solían
ser profesionales en sus opiniones, mientras que los segundos intentaban conservar las conquistas
obtenidas en 1789, evitando al mismo tiempo los excesos revolucionarios

Los partidos políticos aún se encontraban en su fase naciente, pero el liberalismo (en sus
múltiples versiones) se convirtió en una fuerza política importante. Para algunos liberales, la
libertad económica parecía una causa más urgente que la libertad política, mientras que para otros
liberales, hacían hincapié en la libertad de reunión y de expresión.

Los años posteriores al final de las guerras napoleónicas fueron particularmente desoladores
en la mayor parte de Europa, lo que demostró que la paz podía ser tan dura como la guerra. En
Francia la cosecha fue tan mala que hubo que importar grano de Inglaterra. De momento, Europa
en 1815 estaba en manos de hombres que querían restauración en vez de cambios. El respeto por la
autoridad legítimamente constituida y por la jerarquía social debía ser restaurado con el regreso a
sus países de los soberanos (algunos de los cuales eran simples reyezuelos de países pequeños)

La tarea de la restauración
Aunque las personas que dispusieron restaurar Europa en 1815 poseían convicciones distintas,
compartían el mismo desagrado por la revolución y la idea de que era necesario erradicarla.
Alejandro I de Rusia, quería un acuerdo que no se basara en la razón del estado, sino una
declaración basada en el cristianismo. Se crearía una “santa alianza” de monarcas que garantizaría
el orden cristiano. Casi todos los monarcas europeos se mostraron desinteresados por esta
propuesta

La primera dificultad a la que se enfrentaban los negociadores no era ideológica sino practica: la
restauración de tronos, estados y fronteras. Primero le toco a los tronos (porque la legitimidad de
la monarquía había sido cuestionada por la revolución), después le toco a los estados, (porque son
las unidades territoriales donde gobernaran estos monarcas) y por ultimo le toco a las fronteras
(aunque nunca se restaurarían como lo habían sido antes)

Las grandes potencias habían alcanzado un acuerdo previo en el primer tratado de París
(después de desterrar a Napoleón a la isla de Elba). La restauración de Holanda a sus “antiguas
fronteras” (ampliación de Holanda con la incorporación de Bélgica y Luxemburgo), la
independencia de Suiza, la división de Italia en estados independientes, la restauración de los
borbones en Francia y España, y la creación de una confederación alemana. Sajonia y Polonia (que
habían sido aliadas de Napoleón) no fueron incluidas en el tratado.

El congreso de Viena (inaugurado el 1 de noviembre de 1814) fue un congreso concurrido y


brillante, al que asistieron no solo representantes de cada estado, sino también muchas
organizaciones que ahora consideraríamos organizaciones no gubernamentales. Se llevaron a cabo
negociaciones con la Francia derrotada (representada por el diplomático Talleyrand). En cuanto a
Inglaterra, lo fundamental para ella no eran las adquisiciones territoriales, sino el dominio de los
mares y las bases de comunicación. El acuerdo de Viena (interrumpido por los Cien Días) se firmó
en junio de 1815. Y quedaba de la siguiente manera: Austria presidiría una confederación de 39
estados alemanes (la Confederación Alemana), además de obtener una serie de territorios que
tendrían importancia vital en el futuro de Italia (Lombardía y Venecia, además dos ducados
italianos, Módena y Parma, estarían en manos de príncipes austriacos). Italia quedaría dividida en
8 estados independientes

De este modo, Metternich se aseguró que el imperio plurinacional de los Habsburgo


permaneciera en el corazón del nuevo orden europeo mientras el viviese. Suiza no solo vio
reconocida su independencia sino también su neutralidad. Prusia recibió el 40% de Sajonia y se le
concedió territorios estratégicos en el Rin y en Westfalia. La consecuencia inmediata fue que la
población de Prusia se duplico. En el este, permitieron a Rusia la reconstrucción del antiguo reino
de Polonia como vasallo de los rusos. Gran Bretaña se hizo con lo que necesitaba. Su dominio sobre
los mares se reforzó mediante una serie de adquisiciones (la colonia de El Cabo en Sudáfrica,
Ceilán, las Islas Mauricio, las Antillas francesas y Malta).

El acuerdo de 1815 garantizo un equilibrio general en Europa, que supero la crisis locales de
algunos lugares como Italia y España. A la hora de hacer balance, la Francia derrotada tuvo un
papel importante (ya que privar a Francia de sus conquistas napoleónicas no significo la
destrucción del país. “Francia había sido obligada de ser gigantesca para ser grande”). El
acuerdo de 1815 no fue nada vengativo para Francia: partes de Saboya y Flandes fueron
entregadas a sus vecinos, junto con territorios en Alemania, además Francia fue la responsable de
indemnizar a los vencedores y de pagar por la ocupación aliada.

Indicios de cambio
Entre 1822 y 1830 tanto la palabra “movimiento” como el término “liberal” se incorporaba al
vocabulario político del siglo XIX, con la misma naturalidad que la palabra “revolución” lo
había hecho en el siglo pasado. La decisión de incorporarse a un movimiento llevaba una serie
de compromisos y lealtades nuevos. Podía tratarse de un movimiento secreto basado (como la
masonería) en juramentos, o un movimiento publico basado en la propaganda (carteles y
panfletos). El movimiento secreto más famoso de la época proclive a la conspiración fue el de los
carbonari (carboneros), creado en Nápoles en 1810.

Francia siguió siendo un foco de conflictos políticos, sin embargo, los reyes Luis XVIII y Carlos
X prestaron menos atención a los movimientos y más a la Carta Otorgada de 1814, redactada
durante la época napoleónica y que consagraba el reparto de tierras durante la revolución,
conservaba el sistema administrativo y educativo napoleónico y establecía un gobierno
parlamentario. El preámbulo de esta carta decía que “era un don del rey a Francia” (argumento
propio del antiguo régimen). La oposición francesa no pudo ser acallada ni menos aplastada.

Tampoco lo fue en España, donde el borbón Fernando VII intento erradicar el liberalismo
mediante el terror, y tras su muerte en 1833 sobrevino una guerra civil. En Portugal sucedió lo
mismo, donde la toma del poder por un reaccionario provoco una guerra civil. La joven reina
María II acabo triunfando con el apoyo de los liberales.

En la década de 1820, la libertad estuvo en juego no solo en España y Portugal, sino también en
Europa del este. Después de 1815 estallaron dos revueltas en contra del poder otomano. La
primera fue en 1827 en Serbia (aunque atrajo poca atención europea), la segunda fue en Grecia, y
por el contrario, atrajo mucho la atención de Europa.

En 1821, los rebeldes griegos arrebataron el Peloponeso de manos de los turcos con engañosa
facilidad, y los turcos respondieron inmediatamente con brutalidad. El patriarca y tres arzobispos
ortodoxos fueron ahorcados en Constantinopla, y 30.000 personas fueron asesinadas en la isla
griega de Quios. Este fue el inicio de la guerra, y los griegos recibieron el apoyo de varias naciones
europeas.

En la década de 1820 los rusos (por su religión ortodoxa), comenzaron a apoyar a los rebeldes
griegos, pero Metternich estaba decidido a que ninguna nación europea interviniese a favor de
Grecia. Tuvo un gran revés cuando Nicolás I de Rusia firmo un acuerdo con Inglaterra para
conseguir una Grecia autónoma, a la que después se unió Francia. El momento culminante de la
alianza llego cuando la flota británica aniquilo a la flota turca en Navarino.

Con esto, quedaba demostrado que las cosas ya nunca volverían a ser como antes. Metternich
había quedado aislado (momentáneamente) y se había producido el reconocimiento de un país, no
como un simple estado, sino como un estado nacional. Desde este momento, ya nada sería igual.

Las revoluciones de 1830: el desafío al estatus quo


No hubiera habido revolución en Francia de no haber sido por Carlos X y su deseo de hacer su
régimen más autoritario. Con el apoyo de políticos, Carlos comenzó a buscarse problemas cuando
le pidió al Conde de Polignac (uno de los que se negaron a jurar la Carta Otorgada de 1814) que
fuera su primer ministro. Carlos I fue derrocado con muy poco derramamiento de sangre en el
curso de la revolución de julio en París, impulsada por la burguesía insatisfecha; pero sin embargo
el resultado no fue la creación de una nueva república, sino una monarquía constitucional, con la
investidura de Luis Felipe como “Rey de los Franceses”. Al mismo tiempo, se reformo la carta
otorgada de 1814, estipulándose que se trataba de un contrato “entre el rey y el pueblo”.

Las consecuencias inmediatas de la revolución fueron más notables en el exterior que en la


propia Francia. Austria y Prusia no pudieron hacer nada por razones económicas (no contaban con
los recursos suficientes para apoyar a Carlos X), y también tenían revueltas en sus territorios. El
primer trono en temblar fue el de Holanda. En agosto de 1830 estallo una revuelta en Bruselas, los
belgas exigieron la independencia, y el rey de Holanda no pudo hacer nada para restablecer su
autoridad. Varios estados alemanes, entre ellos Sajonia, Hannover y Hesse adoptaron constituciones
liberales. Se produjeron combates encarnizados a favor de cambios políticos, aunque provocaron
más represión que cambios, y para contenerlos, Metternich consiguió que la dieta aprobase seis
artículos que prohibieran las asociaciones políticas. En Polonia, los polacos se alzaron contra los
rusos en 1830, pero la nobleza polaca no consiguió el apoyo del campesinado, y estaban divididos
entre ellos. Cuando los rusos entraron en la capital polaca, su venganza fue inmediata (miles de
polacos fueron asesinados, torturados y deportados). En Italia, tras sendas revueltas, los italianos
expulsaron a los príncipes austriacos de Módena y Parma, y además establecieron gobiernos
liberales en casi todas las ciudades de los Estados Pontificios. Los austriacos reprimieron todos
estos movimientos con gran facilidad.

En 1831, Giuseppe Mazzini fundó la joven Italia, y recluto a más de 60.000 partidarios en Italia.
La ideología de este grupo era de tipo nacionalista y liberal.
En Alemania el “nacionalismo” adopto una forma diferente. Se identificó con la fe en el VOLK,
palabra derivada de pueblo y nación.

Realidades y cambios
A lo largo de la década de 1840 influyeron en el curso de la política una serie de cambios de
gran alcance: desarrollo urbano, industrialización y sobre todo, nuevos sistemas de comunicación.
La “era del ferrocarril” empezó con la inauguración de una línea ferroviaria entre Liverpool y
Manchester. Las líneas de ferrocarril reducían los costos de transporte, abrieron mercados y
generaron demandas de carbón y acero sin precedente. También apareció el telégrafo (importante
para la comunicación).

Prusia tomo la iniciativa de crear una unión aduanera (el Zollverein) que pronto se convertiría
en motivo de preocupación para Metternich (se dejaba atrás a Austria en esta unión). El Zollverein
fue aumentando de tamaño hasta que en 1834 abarcaba 18 estados alemanes. Al eliminar las
barreras arancelarias internas, el Zollverein amplio el mercado alemán y limito la importación de
productos europeos.

Norteamérica era vista en ese entonces como un símbolo de libertad, un lugar adonde iban las
personas en busca de un futuro próspero. Y todos los años, un sinnúmero de personas cruzaba el
océano pasando grandes penalidades. El número de emigrantes británicos aumento de 57.000 en
1830 a 280.000 en 1850. La dura realidad europea hizo que muchos intentaran mejorar su situación,
y pronto hubo más inmigrantes en estados unidos que norteamericanos.

En Inglaterra, la aplicación de una nueva y polémica ley de pobres en 1834, con esta ley se
abolía el sistema de beneficencias y se obligaba a los pobres a inscribirse en talleres como mano de
obra, de esta forma se ahorraba dinero. La oposición a la ley de pobres en Inglaterra tuvo un papel
clave en el desencadenamiento del primer movimiento obrero de protesta. Estas protestas dieron
resultados y se produjeron reformas, lo que comprobó que la masa obrera tenía la fuerza para
oponerse a todos, lo que despertó el temor de algunos.

La primavera de la libertad: las revoluciones de 1848


El rey Luis Felipe, al igual que su ministro Guizot, admiraba a Inglaterra, creían en el progreso
económico y el gobierno parlamentario; sin embargo, la revolución industrial no había llegado a
Francia y su sistema político seguía basado en la asamblea, la convención o Napoleón. Se
produjeron varias insurrecciones obreras que fueron reprimidos, se prometieron reformas, pero
nunca fueron cumplidas. El rey y su gobierno fueron objeto de sátiras, y la cámara legislativa
también (solo podía votar uno de cada 200.000 franceses). Para empeorar, la situación económica
francesa era caótica (precios altos, malas cosechas, etc.)

El final no fue premeditado. En 1846 y 1847 se extendieron protestas de la burguesía a favor del
sufragio universal, y cuando resulto evidente que ni el rey ni el gobierno tenían la intención de
ceder, las protestas se endurecieron. El 22 de febrero se endurecieron las protestas en la capital. Al
día siguiente, después de que la Guardia Nacional se pasó a los rebeldes, el rey destituyo a Guizot,
y al no poder encontrar un reemplazo, abdico y huyo del país rumbo a Inglaterra. Acto seguido, se
proclamó la república en París.

El nuevo gobierno francés, aparte de fijar las elecciones por sufragio universal, el gobierno creo
“talleres nacionales” para dar empleo a los desocupados.
La revolución y el establecimiento de la segunda república francesa fueron el inicio de una serie
de revoluciones que barrieron las capitales europeas, incluyendo Viena y Berlín. La guerra civil de
suiza había acabado con la victoria de los liberales, y suiza se convirtió en un estado liberal.
También se produjeron revueltas en el Reino de las Dos Sicilias, donde Fernando II se vio obligado a
darles a los insurrectos una constitución de tipo liberal. En los Estados Pontificios, fue elegido Pio IX
(un Papa de apariencia liberal), y su pontificado comenzó con una amnistía, libertad de prensa, la
creación de una línea férrea, etc. El liberalismo de Pio IX no duraría mucho, pero dio muchas
esperanzas para la realización de una confederación de estados italianos presidida por el Papa.

Para que el liberalismo y el nacionalismo triunfasen en Alemania o Italia era necesario que se
produjera una revolución y que Metternich desapareciera del mapa político. En Hungría, Lajos
Kosuth (que se convertiría en un héroe nacional) pronuncio un gran discurso exigiendo el fin del
absolutismo, y días más tarde la agitación se extendió a Viena, donde el populacho exigió libertad
de prensa. Aunque Metternich intento resistir finalmente fue destituido por el emperador y
abandono el país. Los estudiantes (que antes permanecieron en calma) figuraron entre los
máximos participantes de la rebelión, y a la hora de reprimirlos, Metternich no contaba con
hombres suficientes, por lo que las brigadas estudiantiles tomaron el control de todo con gran
facilidad. El nuevo gobierno prometió la libertad de prensa y la convocatoria de delegados para
redactar una constitución.

En Piamonte-Cerdeña los reformistas acudieron a su rey, quien aconsejado por su ministro


Cavour, había llegado a la conclusión de que la hora de gloria de Piamonte había llegado.
Comenzó invadiendo la Lombardía (en poder austriaco) dando el pie inicial para la futura
unificación de Italia.

En Alemania, se desencadenaron revueltas a favor de la libertad de prensa y de un gobierno


constitucional. Y la Dieta adopto la bandera tricolor. La idea de un parlamento nacional fue
aprobada y se reunió la primera asamblea nacional representativa de Alemania.

Después de abril de 1848, estaba por verse si la paz duraría en el continente europeo. Los
gobernantes se habían mostrados reticentes a reprimir los movimientos, y algunos de ellos estaban
incluso dispuestos a ceder. De momento, un nuevo orden social estaba naciendo…

También podría gustarte