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En diciembre de 1804 se hizo coronar emperador por el papa Pío VII. La ceremonia tuvo
lugar en la catedral de Notre Dame. Ese mismo año entró en vigor la Constitución de 1804 que
establecía el PRIMER IMPERIO FRANCÉS y permitía la figura de un emperador con carácter
hereditario. Paradójicamente, las ideas republicanas quedaron relegadas y se implantó una
monarquía hereditaria que recordaba a la de los Borbones.
EL IMPERIO NAPOLEÓNICO (1804 - 1813)
Las guerras napoleónicas.
Una vez consolidado su poder en Francia, Napoleón se propuso crear un imperio europeo.
Francia tenía el mejor ejército de Europa, el Gran Ejército (Grande Armée) y Napoleón ya había
destacado en el campo de batalla desde la época del Directorio. En pocos años consiguió hacer
realidad su sueño y tuvo bajo su control una gran parte del territorio europeo. Varios países
intentaron hacerle frente firmando una serie de coaliciones, en las que siempre estaba presente
Inglaterra, su principal enemigo. Durante unos años Napoleón obtuvo la victoria en todas las
batallas y casi toda Europa quedó sometida a su poder. Fue un imperio muy extenso, pero no muy
duradero porque en 1815 se produjo la derrota definitiva de Napoleón.
En la organización de su imperio se distinguían dos tipos de territorios: los territorios
anexionados a Francia y los estados dependientes (o estados satélites). Los territorios
anexionados eran gobernados desde el gobierno central de París, igual que el territorio francés.
Los estados dependientes funcionaban como monarquías o como repúblicas en las que los
parientes de Napoleón o sus más cercanos colaboradores ocupaban el trono o la presidencia del
gobierno. Por ejemplo, España era un estado dependiente, con José Bonaparte como rey.
Las primeras campañas tuvieron lugar en Italia y en Egipto, durante la etapa del Directorio.
Es en ese momento cuando un soldado de Napoleón encontró la Piedra de Rosetta, con la que se
logró descifrar la escritura jeroglífica egipcia.
En 1812, al mismo tiempo que los franceses luchaban en España, Napoleón envió a otro
ejército a Rusia. La campaña de Rusia fue el gran error de Napoleón. Se propuso invadir Rusia con
un ejército de casi 650.000 hombres. Los rusos utilizaron la estrategia de la “tierra quemada”:
incendio y destrucción de ciudades, pueblos y granjas antes de la llegada del enemigo. Así
privaban a los franceses de suministros y alimentos. Las primeras nieves se adelantaron y los
franceses se vieron obligados a emprender la retirada: murieron 450.000, muchos a causa del frío
y del hambre y otros en el campo de batalla. Aproximadamente 100.000 fueron hechos
prisioneros. Se cree que solo menos de 30.000 regresaron a Francia. Esta campaña supuso, por
tanto, el fin del Gran Ejército.
LA DERROTA DE NAPOLEÓN.
Tras el desastre de la campaña de Rusia, se presentó la ocasión de las potencias europeas
para derrotar a Napoleón.
● Batalla de Leipzig (1813), en Alemania: Napoleón fue derrotado por una coalición
formada por Austria, Prusia y Rusia. Fue detenido y desterrado a la isla de Elba, cerca de
Italia. Francia restauró la monarquía de los Borbones en la persona de Luis XVIII (Luis
Carlos, hermano de Luis XVI).
El Imperio de los Cien Días. En marzo de 1815, Napoleón consiguió huir de la isla de Elba y
regresar a París. En Francia contaba con muchos partidarios y su plan era resucitar el Imperio. Luis
XVIII tuvo que huir a Bélgica. Napoleón supo aprovechar la falta de entendimiento entre los
países europeos y el descontento francés por la política de Luis XVIII (vuelta al absolutismo).
Gobernó por un periodo aproximado de 100 días, antes de que se produjera su derrota definitiva.
● Batalla de Waterloo (1815), en Bélgica: Una coalición formada por Gran Bretaña, Austria,
Prusia y Rusia derrotó a Napoleón en Waterloo. Esta coalición estaba al mando del duque
de Wellington, militar inglés de gran prestigio (ya había combatido contra los franceses en
la Guerra de Independencia española). Capturado por segunda vez, Napoleón fue
desterrado a la isla de Santa Elena, en el Atlántico Sur. Murió allí en 1821.