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FRANCIA NAPOLEÓNICA (1804-1815)

Napoleón Bonaparte (1769-1821)


Nació en Córcega, en una familia de la burguesía italiana. Durante su juventud se mostró
partidario de los jacobinos. Destacó en la carrera militar, llegando a ser general a los veinticinco
años. Sus cualidades como militar y como gobernante son indiscutibles. Todavía hoy en día en las
academias militares se estudian sus estrategias en el campo de batalla.
Se casó con Josefina Beauharnais, con quien no tuvo hijos. Posteriormente, se divorció de
Josefina y se casó con Mª Luisa de Habsburgo, archiduquesa de Austria, con quien tuvo un hijo,
Napoleón II. Napoleón llegó a abdicar en su hijo pero este nunca llegó a reinar porque murió
siendo un niño.

EL CONSULADO (República, 1799-1804)


El golpe de estado del 18 de Brumario (9 de noviembre de 1799) puso fin al Directorio y
marcó el inicio de otra etapa republicana, el Consulado. Se redactó una nueva Constitución que
otorgaba el poder ejecutivo a tres cónsules: Bonaparte, Sieyès y Ducos. Con este cambio se
trataba de estabilizar y pacificar el régimen. En 1799 el propio Napoleón había declarado: “La
Revolución ha terminado”. Con esto simbolizaba el fin de la inestabilidad política y el
establecimiento de un gobierno moderado basado en los principios de la Revolución.
Sin embargo, Napoleón, aunque era hijo de la revolución, fue acumulando un poder
excesivo. Los avances del liberalismo fueron recortados; por ejemplo, no respetó la división de
poderes. Napoleón acumulaba los poderes legislativo y ejecutivo. Primero se hizo nombrar
Primer Cónsul y, finalmente, Cónsul Vitalicio. Su ambición le apartaba cada vez más de los
ideales de la revolución que defendía en su juventud.
Entre sus reformas destacan:
- Su obra legislativa, el Código Civil, en el que se unifican el Derecho Romano con las principales
leyes surgidas de la Revolución moderada. Este Código tiene un carácter muy burgués.
- La reforma de la enseñanza.

En diciembre de 1804 se hizo coronar emperador por el papa Pío VII. La ceremonia tuvo
lugar en la catedral de Notre Dame. Ese mismo año entró en vigor la Constitución de 1804 que
establecía el PRIMER IMPERIO FRANCÉS y permitía la figura de un emperador con carácter
hereditario. Paradójicamente, las ideas republicanas quedaron relegadas y se implantó una
monarquía hereditaria que recordaba a la de los Borbones.
EL IMPERIO NAPOLEÓNICO (1804 - 1813)
Las guerras napoleónicas.
Una vez consolidado su poder en Francia, Napoleón se propuso crear un imperio europeo.
Francia tenía el mejor ejército de Europa, el Gran Ejército (Grande Armée) y Napoleón ya había
destacado en el campo de batalla desde la época del Directorio. En pocos años consiguió hacer
realidad su sueño y tuvo bajo su control una gran parte del territorio europeo. Varios países
intentaron hacerle frente firmando una serie de coaliciones, en las que siempre estaba presente
Inglaterra, su principal enemigo. Durante unos años Napoleón obtuvo la victoria en todas las
batallas y casi toda Europa quedó sometida a su poder. Fue un imperio muy extenso, pero no muy
duradero porque en 1815 se produjo la derrota definitiva de Napoleón.
En la organización de su imperio se distinguían dos tipos de territorios: los territorios
anexionados a Francia y los estados dependientes (o estados satélites). Los territorios
anexionados eran gobernados desde el gobierno central de París, igual que el territorio francés.
Los estados dependientes funcionaban como monarquías o como repúblicas en las que los
parientes de Napoleón o sus más cercanos colaboradores ocupaban el trono o la presidencia del
gobierno. Por ejemplo, España era un estado dependiente, con José Bonaparte como rey.

Las primeras campañas tuvieron lugar en Italia y en Egipto, durante la etapa del Directorio.
Es en ese momento cuando un soldado de Napoleón encontró la Piedra de Rosetta, con la que se
logró descifrar la escritura jeroglífica egipcia.

En la campaña contra Inglaterra tuvo especial importancia la batalla de Trafalgar (1805,


batalla naval en las costas de Cádiz): España y Francia se aliaron contra Inglaterra. La flota inglesa
al mando del almirante Nelson obtuvo la victoria. Con esta batalla se confirmaba la supremacía
naval inglesa. A pesar de la victoria inglesa, Nelson murió a consecuencia de las heridas sufridas
en esta batalla (en su honor se alzó una estatua en Trafalgar Square, en el centro de Londres).
También fueron muy importantes las batallas
contra Austria y Rusia (batalla de Austerlitz, 1805) y
contra Prusia. Estas naciones se vieron obligadas a
firmar acuerdos con Napoleón. Con los estados
alemanes creó la Confederación del Rin. Esto supuso
el fin del Sacro Imperio (1806). El emperador de
Austria tuvo que renunciar al título de emperador
alemán.

Napoleón estableció para todos los países


europeos la prohibición de comerciar con Gran
Bretaña. Este bloqueo económico recibe el nombre de
Bloqueo Continental o Sistema Continental. Portugal
se opuso. España, a través del valido de Carlos IV,
Manuel Godoy, acordó con Napoleón el paso del
ejército francés por nuestro territorio, supuestamente
para permitir el ataque francés a Portugal. Con esta
excusa, los ejércitos napoleónicos entraron en España. Poco después, casi toda la Península
Ibérica estaba bajo el control de Napoleón. España librará su Guerra de Independencia contra
Francia entre 1808 y 1814. En esos años muchos pueblos de Europa estaban sometidos a
Napoleón. Precisamente, la primera derrota de uno de sus ejércitos tuvo lugar en España (batalla
de Bailén, 1808, en la provincia de Jaén) y representó un importante estímulo para muchos
pueblos de Europa que aspiraban a recuperar su independencia.

En 1812, al mismo tiempo que los franceses luchaban en España, Napoleón envió a otro
ejército a Rusia. La campaña de Rusia fue el gran error de Napoleón. Se propuso invadir Rusia con
un ejército de casi 650.000 hombres. Los rusos utilizaron la estrategia de la “tierra quemada”:
incendio y destrucción de ciudades, pueblos y granjas antes de la llegada del enemigo. Así
privaban a los franceses de suministros y alimentos. Las primeras nieves se adelantaron y los
franceses se vieron obligados a emprender la retirada: murieron 450.000, muchos a causa del frío
y del hambre y otros en el campo de batalla. Aproximadamente 100.000 fueron hechos
prisioneros. Se cree que solo menos de 30.000 regresaron a Francia. Esta campaña supuso, por
tanto, el fin del Gran Ejército.
LA DERROTA DE NAPOLEÓN.
Tras el desastre de la campaña de Rusia, se presentó la ocasión de las potencias europeas
para derrotar a Napoleón.
● Batalla de Leipzig (1813), en Alemania: Napoleón fue derrotado por una coalición
formada por Austria, Prusia y Rusia. Fue detenido y desterrado a la isla de Elba, cerca de
Italia. Francia restauró la monarquía de los Borbones en la persona de Luis XVIII (Luis
Carlos, hermano de Luis XVI).

El Imperio de los Cien Días. En marzo de 1815, Napoleón consiguió huir de la isla de Elba y
regresar a París. En Francia contaba con muchos partidarios y su plan era resucitar el Imperio. Luis
XVIII tuvo que huir a Bélgica. Napoleón supo aprovechar la falta de entendimiento entre los
países europeos y el descontento francés por la política de Luis XVIII (vuelta al absolutismo).
Gobernó por un periodo aproximado de 100 días, antes de que se produjera su derrota definitiva.

● Batalla de Waterloo (1815), en Bélgica: Una coalición formada por Gran Bretaña, Austria,
Prusia y Rusia derrotó a Napoleón en Waterloo. Esta coalición estaba al mando del duque
de Wellington, militar inglés de gran prestigio (ya había combatido contra los franceses en
la Guerra de Independencia española). Capturado por segunda vez, Napoleón fue
desterrado a la isla de Santa Elena, en el Atlántico Sur. Murió allí en 1821.

Sin la ambición excesiva que le llevó a forzar la creación de un imperio europeo,


Napoleón probablemente habría podido gobernar Francia durante mucho tiempo. Fue un gran
estadista y muchos franceses lo admiraban. Pero, en su pretensión de crear un imperio, había
fracasado. Por otra parte, bajo su control, muchos territorios de Europa se habían beneficiado
con reformas, muchas acordes con las ideas liberales. La semilla de la Revolución francesa llegaba
cada vez a más pueblos. Las revoluciones liberales del siglo XIX serán un claro reflejo de esta
tendencia.

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