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Pueden consultarse, entre otros, los trabajos de Amuchástegui sobre esta
temática en Gvirtz, S (2005).
nociones de obediencia, disciplina y responsabilidad y,
especialmente, la subordinación al mandato del maestro o el
superior. En tal sentido, figuras relevantes de la época, como
Bunge o Ramos Mejía, sostenían que la prioridad era la
formación de una sociedad homogénea, organizada en torno
a los ideales de la autoridad política.
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Al escribir estas ideas estamos recibiendo la noticia de que en nuestro
país el 60% de las niñas y niños viven bajo la línea de la pobreza. Es
urgente la necesidad de buscar formas de transformar esta realidad.
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Tras las banderas de la igualdad y la formación de las
mayorías, se acabó desconociendo las diferencias y el lugar
de las minorías. Esta es una tensión fundamental en nuestras
sociedades, puesto que la igualdad es imprescindible en
muchos aspectos, por ejemplo, la igualdad en el acceso a
nuestros derechos. Pero tras esta idea general, no ha habido
un tratamiento de lo diferente en su complejidad. Dentro de
las escuelas, por ejemplo, son necesarios los acuerdos de
convivencia que se convierten en normas que regulan
nuestros intercambios. Pero en la inercia de la cotidianeidad
escolar, que en general no revisa o no cuestiona las
tendencias normalizadoras del sistema, hay un uso abusivo
de la norma, que se inmiscuye irrespetuosamente en la
privacidad de los cuerpos, buscando regular las identidades.
Ese uso de la norma es sutil pero enormemente nocivo,
porque moldea sujetos, produciendo costos degradantes en
aquellos que no encajan en los moldes.
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el poder del sistema de sexo-género hegemónico, lo hostigó
hasta llevarse su vida. Sufrió persecuciones y burlas
constantes en las escuelas a las que iba hasta perder
confianza en la posibilidad de vivir con su propia identidad.
Frente a este acontecimiento, Preciado dialoga con una
pregunta que se instaló en el debate público por esos días.
¿Cómo es posible que el colegio no fuera capaz de proteger a
Alan de la violencia?, y responde que el colegio no sólo no lo
evitó sino que fue parte fundamental del problema.
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los idiomas que se enseñen allí si la única lengua que se habla
es la violencia secreta y sorda de la norma.
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¿De quién es la responsabilidad de educar a las
nuevas generaciones?
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un lugar para desplegar su proyecto vital, hecho que cada vez
más les es impedido a las nuevas generaciones.
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Para avanzar en esta idea, tomo como ejemplo un
fenómeno que es sintomático de la crisis de nuestro sistema
educativo, el fenómeno edilicio. “Los edificios se caen a
pedazos”, escuchamos repetidamente. Ahora, ¿qué expresa
este derrumbe? Los edificios se encuentran en condiciones
precarias, es cierto, pero entiendo que en realidad esa
precariedad es la manifestación de una dificultad en torno al
sostenimiento de las tareas de educar.
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proyectarse, para cuidar sus tierras, y sostener su ideario de
un mundo donde quepan todos los mundos. Es decir, hay
escasez material pero una enorme riqueza simbólica, social y
cultural, lo cual permite el sostenimiento de un proyecto
educativo de avanzada.
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hermanos egresados de la secundaria están desocupados,
entonces “¿para qué estudiar?, otros, diciéndome que lo que
se enseña en la escuela no les sirve para su vida cotidiana.
Las palabras de un joven que me contestó frente a un
comentario mío, fueron un enorme sacudón para mí en este
sentido. Yo le hablaba de la importancia de tramitar a través
del diálogo los conflictos interpersonales, y no a través de la
violencia física, mientras que el joven me contestó: “yo la
entiendo, sabe qué pasa, eso que nos dice usted no nos sirve
para defendernos en el barrio, si te vienen con un fierro no te
podés defender hablando”.
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los cobije. Para ello es necesario que avancemos en
reconocer cuáles son los obstáculos que les impiden
aprender. Este trabajo intenta aportar a ese análisis de la
problemática y proponer algunas alternativas, que, por
supuesto, deberán ser colectivas.
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Capítulo 1
Pero escucha,
si tú no provienes
de un barrio pobre de mi país
es difícil que me entiendas.
Tú no sabrías nada
de la vida que llevamos,
mira, es sin aliento
es la demencia
es hacerse pedazos
por apenas un
minuto de felicidad.
Raul Zurita
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Abordar las dificultades de aprendizaje en contextos de
marginalidad, implica necesariamente tener una lectura de
esos contextos, apelar a la dimensión social. Pero también,
inexorablemente, implica poder reconocer la esfera de la
subjetividad de las alumnas y los alumnos.
Tal vez el hecho que me sacudió y abrió algunos de mis
interrogantes principales fue una visita en la que concurrí a la
casilla de una niña con la que trabajaba en dicho proyecto. La
nena iba a un tercer grado, ya había repetido dos veces pero
no lograba alfabetizarse. Recuerdo que yo le hablaba y ella
jamás me miraba a los ojos, siempre dirigía su mirada hacia un
costado y hacia abajo. Como parte de mi propuesta de abordaje
del problema, cité en varias ocasiones a su mamá a través de
unas notitas en el cuaderno de la nena. La mujer nunca venía
(trabajábamos en el Distrito municipal de la zona), por lo tanto,
una mañana decidí acercarme a su casa para poder hablar
personalmente con ella. Tuve que cruzar la avenida en la que
está emplazado el Distrito y adentrarme en un asentamiento
construido sobre terrenos fiscales a la vera del ferrocarril. A
medida que me alejaba de la avenida, comencé a ver caminos
de barro, casillas construidas con desechos, perritos
raquíticos, sin pelaje y con la piel lastimada, niñas y niños de a
montones jugando entre los basurales. Finalmente, llegué a la
casilla que buscaba. Palmeé mis manos esperando que me
atiendan, y conocí por primera vez a la mamá de la nena. Allí
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mi sorpresa y mi torbellino de preguntas: la mamá tenía
exactamente la misma mirada que la niña, hacia un costado y
hacia abajo, no pudo mirarme en ningún momento.
Aquel obstáculo que yo encontraba en mi trabajo
pedagógico con la chiquita no empezaba ni terminaba en la
escuela. La mirada necesaria para que la niña aprenda no se
había perdido en el salón ni en el recreo. Los interrogantes
motorizaron mis siguientes indagaciones, mis posteriores
estudios ¿Qué relación existía entre esa mirada gacha y la
mirada gacha de la madre? ¿Por qué la mujer no podía
sostener la mirada? ¿Había alguna relación entre esa posición
reticente y la marginalidad aplastante en la que vivían? ¿Cómo
hace una personita para abrirse al mundo, para aprender en
esas condiciones?
Dispuesta a buscar respuestas a estas preguntas, inicié
el proceso de investigación que dio como resultado este libro.
Desde el punto de vista teórico-metodológico, implicaba un
cruce de disciplinas: me proponía pensar las dificultades de
aprendizaje en contextos de marginalidad suponiendo una
relación consustancial entre constitución subjetiva y
aprendizaje escolar. Debía recurrir por lo tanto al campo de la
sociología para reconocer la dimensión socio-histórica que me
permitió aproximarme a la marginalidad. El psicoanálisis, por
su parte, fue fundamental para analizar en profundidad los
procesos de constitución subjetiva. Ambos campos entraron
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además en diálogo con las ciencias de la educación,
procurando responder a una pregunta principal ¿Por qué tienen
tantas dificultades para aprender las niñas y niños
marginalizados?
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SUJETOS Y MARGINALIDAD
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Para pensar las formas contemporáneas de la
marginalidad en Europa central, el autor recorre los profundos
cambios acontecidos en el mundo del trabajo en las últimas
décadas. A su juicio, las reestructuraciones industriales, las
mutaciones en las relaciones laborales, la reorganización
general del aparato productivo, produjeron un doble
movimiento a nivel social: por un lado, debido a la
desocupación masiva y a la precarización laboral creciente, se
desestabilizaron grupos otrora integrados. Por otro, un
creciente impedimento para entrar en relaciones de trabajo
estables y reguladas, con la consiguiente vulneración de las
formas de socialización que le estaban asociadas.
De este modo, sostiene Castel: "Hay nuevos marginales
porque una franja importante de la población flota entre el
empleo y el no empleo, actividades institucionalizadas y formas
diversas de ingenio que pueden ir del trabajo en negro a la
delincuencia" (Castel, 2012, p. 255).
A su vez, en “La dinámica de los procesos de
marginalización: de la vulnerabilidad a la exclusión” (cf. 1991:37
y ss.), dicho autor procura pensar la marginalización como un
proceso, y la situación de los sujetos marginalizados como
producto de la consumación de una dinámica de exclusión. En
este sentido, postula que la marginalidad sería el final de un
doble proceso de desligadura con relación al trabajo y a la
inserción relacional.
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Propone, entonces, dos ejes de integración que darían
lugar a distintas zonas posibles en el entramado social, según
sea la ubicación laboral y los niveles de lazo social de los
sujetos. En cada uno de los ejes distingue distintos
valores:
En el eje del trabajo habría:
Trabajo estable.
Trabajo precario.
No trabajo.
En el eje relacional:
Inserción relacional fuerte.
Fragilidad relacional.
Aislamiento social.
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Muchos de los habitantes de estos suburbios comparten
las representaciones mediáticas que describen a su hábitat
como “la ciudad del miedo”, “el basurero de París” o “la jaula
de locos”. Así, un joven que marchó a vivir a otro barrio parisino,
al que le preguntan si volvería, llega a contestar: "Para
nosotros, regresar allí es sufrir un insulto más. Las Quatre mille
son el insulto, se lo toma como una bofetada en la cara (…) Es
odioso y vergonzoso, para mucha gente, las Quatre mille son
una vergüenza. La vergüenza." (Euvremer y Euvremer, citado
en Wacquant 2013, p.179) .
Los jóvenes de las afueras no sólo quedan confinados
a estas zonas de desempleo crónico y precariedad
generalizada sino que además son convertidos en chivos
expiatorios de todos los males sociales.
Tanto en los márgenes parisinos como en los guetos
estadounidenses, el autor encuentra la existencia de un
sentimiento de inferioridad e indignidad colectiva. Vivir allí es
vergonzoso y sinónimo de drogas, violencia y disolución moral
y social. Un hombre estadounidense describe con estas
palabras su barrio: "Tiene putas, tiene pandillas, tiene
vendedores de droga (…) y hace temer por los chiquillos del
barrio porque todos los modelos que tienen para admirar son
esos (…) La gente que no conoce esa esquina viene aquí, ve
eso y lo primero que dice frunciendo el cejo es “Wow! No me
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bajo del coche, no quiero que mis hijos queden expuestos a
esto” (Wacquant, 2013, p. 180)
En este sentido, Wacquant habla de estigmatización
territorial y sostiene que toda sociología comparada de la
pobreza urbana debe tener en cuenta este estigma implacable
que recae sobre quienes habitan esos “barrios de exilio”,
barrios que los descalifican públicamente.
Podríamos seguir con la descripción pero lo sustancial
ya está dicho: los márgenes son vistos como espacios
degradados puertas para adentro y degradantes del conjunto
social. Sus habitantes son considerados peligrosos,
miserables, vergonzosos, culpables de los males colectivos.
Sede de la descomposición de todos los valores morales.
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La relación entre marginalidad y subjetividad es
abordada por Duschatsky y Corea en Chicos en banda (cf.
2009: 17 y ss). Allí, se analizan posibles incidencias de la
exclusión social en la subjetividad.
En primer lugar, las autoras explican lo que a su juicio
serían los procesos de expulsión social, causantes de la
situación de exclusión de los sujetos. Entre los elementos
principales de estos procesos, señalan la falta de trabajo,
vínculos endebles con las instituciones educativas, disolución
de vínculos familiares, entornos violentos, falta de protección
del estado. Como consecuencia, los sujetos expulsados llegan
a desaparecer de los escenarios públicos y de intercambio, a la
par que pueden perder visibilidad, su nombre y su palabra. El
caso más extremo de la exclusión es la denominada nuda vida4,
cuando los sujetos pierden sus potencias y posibilidades,
quedando así absolutamente determinados por las
circunstancias.
Para llegar a la nuda vida, hay que haber transitado por
procesos de desubjetivación, es decir, formas de experimentar
la existencia marcados por la imposibilidad, en los que el sujeto
queda a merced de lo que le acontezca, despojado de poder de
acción, decisión y de responsabilidad. Pero no todo es
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Concepto que Duschatsky y Corea toman de Agamben -quien, a su vez, lo había
tomado de Benjamin- para referirse al estatuto humano de los internos de los campos
de concentración nazis, en los que es Estado soberano tenía el poder de decisión
sobre las vidas desnudas. (Homo sacer: el poder soberano y la nuda vida, p. 179)
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determinación para las autoras, ya que a su juicio, existen
también procesos de subjetividad, operaciones que pone en
marcha el sujeto para afrontar la expulsión. El caso
paradigmático de los procesos de subjetividad es la invención,
la producción de nuevos posibles buscar un poder ser en el
borde del no poder.
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En esta primera parte, presento una investigación realizada en
una escuela urbano-marginal de la zona sur del Gran Rosario.
La idea central que busco exponer es que las condiciones de
marginalidad en las que crecen muchas niñas y niños pueden
afectar su armado subjetivo y, posteriormente, dificultar sus
aprendizajes escolares. Para ello, recurro a algunos desarrollos
del psicoanálisis que nos permiten aproximarnos a los modos
en que los cachorros humanos devienen sujetos.
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Lacan, son los que me permitieron fundamentar cómo la
materia puede afectar el entramado simbólico de los sujetos.
Hay un momento clave en la constitución subjetiva, tanto para
Freud como para Lacan, que es el tránsito por el complejo de
Edipo. Reconozco que mi vínculo con ciertos aspectos de la
teoría psicoanalítica no está despojado de tensiones. Es que a
la luz de los nuevos estudios de género y los enormes cambios
acontecidos en cuanto a los lugares de lo masculino y lo
femenino en nuestras sociedades, la aproximación y puesta en
uso de ciertos conceptos, debí realizarla de manera que
podríamos decir quirúrjica, es decir, cómo, de entre nociones
como “envidia del pene” o “función paterna” –que a mi modo de
entender deben ser replanteadas (y por suerte lo están siendo,
aunque excede el tema tratado aquí), podemos extraer y
recuperar desarrollos teóricos muy valiosos para pensar la
constitución subjetiva.
Preferiría no hablar de complejo de Edipo, aunque hay al
menos dos ideas centrales en Freud y Lacan con relación a
este complejo (aun con sus diferenciaciones) que me parece
tienen potencia. La primera, es que efectivamente cuando la
madre o padre (o quien cuide al bebé) lo alimenta, acuna,
acaricia, se pone en marcha un circuito del orden de la
libidinización y la erotización entre las madres y/o padres y el
bebé, por lo tanto, el amor del que hablaba Freud, de algún
modo sí está presente y despliega una serie de conflictos.
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Por otro lado, también creo que es posible visualizar los
procesos de identificación que ocurren en esta etapa. Tanto en
Freud como en Lacan, los sujetos se apropian de rasgos de sus
personas amadas. En el caso de Lacan, creo que es
interesante la articulación que realiza entre identificación e
insignias, ya que ese vínculo nos permite pensar el problema
de los aprendizajes. Asimismo, creo valioso el modo en que
piensa la identificación, ya que, a su juicio, este proceso
intersubjetivo, acarrea cambios en el propio sujeto que se
identifica y, por lo tanto, es aquí donde Lacan nos permite
pensar que el contexto material de existencia de las figuras
parentales y el bebé, y el vínculo que se establece entre el bebé
y las figuras parentales situadas en un determinado contexto,
podrán incidir en los modos en los que se constituyen los
pequeños.
Es así que en Las formaciones del inconsciente, el
psicoanalista francés explica que en el proceso de salida del
Edipo, las figuras parentales quedan ubicadas para las niñas y
niños en posición de Ideal del yo y el infantil sujeto adopta
signos, estigmas, elementos significantes propios de los
adultos con los cuales se identifica, insignias que oficiarán de
máscara bajo la cual se presenta el infante, "El sujeto se reviste
con las insignias de aquello con lo que está identificado", dirá.
Este ideal del yo, a su juicio, se convierte en una instancia
interna del sujeto, aunque conserva relación con un objeto
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exterior, por eso es posible hablar de una doble dimensión, en
la que la intersubjetividad y la intrasubjetividad no pueden ser
separadas. Es en este sentido que expresa que el ideal del yo
es como la patria que el exiliado lleva pegada en la suela de su
zapato.
Por su parte, Baraldi (1993) analiza la relación entre
constitución subjetiva y aprendizaje y sostiene que sujeto y
aprendizaje están intrínsecamente vinculados: no hay
posibilidad de aprendizaje sin sujeto y no podrá el sujeto
advenir sin aprendizaje. En esta misma línea, la autora expresa
que la apropiación de sus saberes quedará siempre
entrelazada con los procesos de subjetivación, por lo cual sería
posible afirmar que aprende en tanto se subjetiva y se subjetiva
en tanto aprende (Baraldi, 2018).
Así, ubica al aprendizaje entre las diversas tensiones acaecidas
en el circuito entre el sujeto y el Otro: el sujeto es demandado
a aprender, debe haber Otro que espere que el niño aprenda,
aprenda a vestirse, a conocer los meses del año, a lavarse los
dientes, etc. Sin ese Otro los aprendizajes no podrían
consolidarse, gran Otro que puede presentarse como la madre,
las instituciones, la escuela. (Baraldi, 2018). Esta concepción
de las vicisitudes de la constitución subjetiva es clave para mi
análisis porque entiendo que nos permite pensar un momento
del crecimiento que es vital para los aprendizajes escolares: el
período que va desde el nacimiento hasta alrededor de los
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cinco años, período en que se conforman ciertas coordenadas
subjetivas y disposiciones cognitivas que serán fundamentales
para los aprendizajes escolares. En el caso de las niñas y niños
que crecen en condiciones de marginalidad, este momento
puede resultar afectado, repercutiendo negativamente en
instancias ulteriores. Por eso, más adelante profundizo en este
tópico y remarco la importancia de atender a estos años
tempranos.
Al respecto del lugar de la madre en la constitución subjetiva
del bebé, las elaboraciones winnicottianas resultan clave,
puesto que nos permiten pensar la importancia que reviste el
modo en que la madre le presenta el mundo al recién nacido.
En el caso de la marginalidad, si el bebé es recibido por una
madre que se halla desbordada por sus condiciones de
existencia, en un estado de nuda vida, que no logra
responsabilizarse por él, acunarlo, presentarle objetos
deseados, su crecimiento podría quedar teñido de precariedad
y carencias.
Para pensar este rol materno, Winnicott desarrolla su noción de
madre lo bastante buena. La madre lo bastante buena es quien
se adapta activamente a las necesidades del bebé y quien va
poco a poco retrocediendo en ese ejercicio, a medida que el
mismo va tolerando su ausencia y resistiendo las frustraciones.
Para enfrentar el retiro materno, el pequeño se vale de ciertos
recursos, a saber, su propia experiencia que le permite
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reconocer que la frustración tiene un límite temporal; una
percepción del proceso más integral; el desarrollo de su
actividad mental; sus satisfacciones autoeróticas; el recuerdo,
las fantasías y los sueños; y por último, la posibilidad de ir
integrando presente, pasado y futuro.
A juicio del autor la adaptación inicial de la madre a las
necesidades del bebé es casi total, (Lo aupa para darle sostén,
contención, amparo, consuelo. Al principio es muy corporal ese
amparo, luego se va construyendo más a través de las
palabras) y solo poco a poco puede ir corriéndose de ese lugar,
a medida que el bebé va pudiendo afrontar ese corrimiento.
Esta relación sustancial entre el bebé y la madre, es también
abordada en la polémica que establece Winnicott con Klein en
torno al concepto de envidia. Allí, el autor sostiene que no es
posible pensar ningún fenómeno psíquico del recién nacido por
fuera de sus vínculos con el ambiente. Más aún, a su juicio,
existe un primer momento indiferenciado entre la madre y el
bebé, en el que el pequeño no separa lo distinto de mí de lo
que es propio de mí, y, por definición, lo distinto de mí es parte
de mí en lo que atañe al yo del bebé. Por lo tanto, el factor
ambiental es pensado como un fenómeno subjetivo en los
momentos iniciales de la constitución subjetiva y la manera en
que la madre muestre el mundo al bebé será determinante para
su armado. Winnicott lo expresa en estas palabras:
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"La relación del bebé con un objeto está al principio tan
íntimamente ligada a la presentación del objeto al bebé, que es
imposible separar una cosa de la otra. En términos de
relaciones objetales, el bebé depende por entero del modo en
que se le aporta cada fragmento del mundo".
Por otra parte, Además de seguir a Winnicott con su madre lo
bastante buena, me interesan los desarrollos de Freud sobre
fort da, para llegar a una conclusión evidente pero medular:
para que la madre pueda no estar, tiene que haber estado.
En cuanto al fort da, creo que nos alumbra para sostener
esta afirmación porque es el propio Freud quien explicita acerca
del niño que jugaba con el carretel: "La madre no sólo le había
criado, sino que continuaba ocupándose constantemente de él
casi sin auxilio de ninguno ajeno." En el juego del niño no es
posible disociar el par presencia-ausencia, el infante puede
representarse la ausencia de su madre mediante el juego, sólo
a condición de la existencia de su contracara inicial, sólo a
condición de su presencia.
Contrariamente a esa situación esperable, en
innumerables historias de las que conocimos, las mamás y
papás no pudieron ir cumpliendo estas funciones, no han
podido ser “lo bastante buenos”. Irrumpe en nuestro
pensamiento entonces una pregunta, ¿desde qué suelo mínimo
debería pararse una mujer para poder maternar a sus hijos? Si
la madre lo bastante buena, es aquella que satisface atenta las
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necesidades del recién nacido y solo poco a poco, a medida
que el bebé va creciendo y tolerando la frustración, puede ir
corriéndose de ese lugar de cuidado permanente, ¿cómo
hacen las madres que parieron siendo niñas, viviendo en
barrios sin luz eléctrica ni agua potable, sin trabajo, en muchos
casos sin la compañía del padre de sus hijas e hijos? ¿cómo
hacen si viven en atropelladas por la violencia, el hambre y la
marginalidad?
Por otra parte, para pensar el armado de las funciones
psicológicas superiores, recurro a Vygotski, fundamentalmente
a su concepto internalización y, además, pongo en relación
este concepto con el modo en que Freud y Lacan entienden
ciertos momentos de la constitución subjetiva. En
“Internalización de las funciones psicológicas superiores”, el
psicólogo ruso explica que la internalización es la
reconstrucción interna de una operación externa. Para explicar
esta idea, se vale de un provechoso ejemplo acerca del gesto
de señalar. En sus inicios, ese gesto era simplemente el intento
del niño de acercarse a un objeto lejano: sus manos extendidas
hacia el objeto y sus dedos orientados a agarrarlo. Pero esta
situación cambia sustancialmente cuando la madre se acerca
para ayudarlo y observa que esos movimientos indican algo.
Así, los ademanes que eran dirigidos al objeto, producen una
reacción en otro sujeto. Posteriormente, cuando el niño va
relacionando sus ademanes con la reacción de la madre, logra
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interpretarlos como un acto de señalar, el movimiento de asir
se transforma en el acto de señalar, dirá Vygotski.
La idea clave aquí, radica en que sólo por la
intermediación de otro el niño logra hacer ese pasaje. La
internalización a su juicio entonces, consiste en una serie de
transformaciones:
1) Una operación que inicialmente representa una
actividad externa se reconstruye y comienza a suceder
internamente.
2) Un proceso interpersonal queda transformado en otro
intrapersonal.
3) La transformación de un proceso interpersonal en un
proceso intrapersonal es el resultado de una prolongada serie
de sucesos evolutivos.
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de la maestra, o de maestras integradoras, a su lado, para
poder hacer las tareas.
Por último, me interesa reflexionar en torno a la raíz común que
tienen las palabras insignia y enseñar. Fue una sorpresa para
mí, al indagar en los orígenes etimológicos de la palabra
enseñar, el enterarme de que las palabras insignia y enseñar
tienen una raíz común. Al descubrirlo, inmediatamente se
entrecruzaron en mi pensamiento los trabajos de Lacan sobre
la identificación con los saberes propios de las Ciencias de la
educación y la psicopedagogía. Me parecía una novedad
significativa, ¿por qué estos términos tenían una raíz común
que me permitía ponerlos en relación? El diccionario
etimológico de Corominas, explica que la raíz común es seña,
lo cual es para mí de una gran riqueza, porque seña tiene una
doble cara: aquello que se alza para indicar o señalar, como la
bandera o la señal, y también aquello que marca.
Silvia Amigo (cf. 2009:63 y ss.), siguiendo los pasos de Lacan
en su seminario sobre la identificación, analiza la importancia
sustancial que tuvieron las primeras huellas intencionales
humanas dentro del proceso de la hominización. Dicha autora
explica que aun hoy entre los paleontólogos se debate cuándo
el homínido deviene hombre. Para dar respuesta a este
interrogante, menciona a dos corrientes teóricas que debaten
entre sí, una sostiene que esta transformación se realiza a partir
de la construcción de instrumentos tales como el sílex afilado
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para cortar carnes, mientras que la otra corriente, ubica como
hecho fundamental el ingreso al lenguaje.
Acerca del lenguaje y la escritura, Amigo sostiene que si bien
existe un consenso en reconocer a los primeros escritos
sumerios, que datan de hace cinco mil años, como referencia
para marcar el paso de la prehistoria a la historia de la
humanidad, desde el psicoanálisis, sería válido y provechoso
poder pensar en una noción más amplia sobre la escritura,
puesto que antes del sistema formal sumerio, los hombres y
mujeres ya habían dejado marcas reconocibles de su paso por
el planeta.Parte de esas huellas se encuentran en las vitrinas
del Museo arqueológico de Saint Germain en Laye, en el que
existe una colección de huesos y objetos que permite
aproximarnos al proceso de hominización. Un hito principal en
dicho proceso, fue la marcación con ocre rojo, que realizaba el
homo erectus en los huesos de sus difuntos. A través de esa
marca, a través la señalización de la muerte, se va produciendo
ese pasaje trascendental en nuestra historia. Las marcas
evidenciaban el reconocimiento de que había muerto alguien
de su especie, a la par que habilitaba el rito, acción
exclusivamente humana.
Las marcas como acontecimiento principal en el
proceso de hominización, son también decisivas en la
constitución de cada nuevo sujeto. Entiendo que para que haya
enseñanza significativa, debe existir un proceso en el que, a la
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par que el adulto enseñe, indique, muestre, transmita, el niño
pueda ser marcado por ese proceso. Solo a condición de que
la transmisión marque su psiquismo, podrá el infantil sujeto
internalizar las funciones necesarias para autonomizarse. Pero
para que las insignias de la madre puedan hacer marca, ella
debe haberse podido responsabilizar por su hijo y su
crecimiento, debe haberlo acunado con su mirada, su arrullo,
su voz nominante, debe haber podido interpretar y atender su
llanto, debe poder enseñar, desear que aprenda, y sostener sus
aprendizajes para que le hagan marca. (Recuerdo aquí un caso
que comentó una psicóloga especializada en el trabajo con
niños con autismo, recibió un bebé de tres años al que, entre
otras cosas, su madre no le hablaba. La psicóloga, como parte
del tratamiento, le explicó a la madre que era importante que le
hablara a su hijo. A la semana siguiente la madre volvió a
consulta y le dijo a la psicóloga, “le hablé toda la semana, le leí
casi toda la guía de teléfono.) Esta voz estaría imposibilitada de
hacer las marcas de las que hablo. En el curso de mi
investigación observé que sin determinadas marcas previas la
enseñanza escolar puede no enseñar.
40
Segunda parte
41
El barrio
“Acá lo primero es lo económico. Acá, si uno va a visitar los barrios, hay chicos que
están durmiendo en un colchón de goma espuma finito así en el suelo, en el suelo de
tierra. Esos colchoncitos vos se los das a los perros para dormir, y a veces duermen
con los perros también y vienen a lo mejor con picaduras y no es picadura de varicela
sino de pulgas.”
Gabriela, vicedirectora de la escuela.
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NBI 5 - Capacidad de subsistencia: hogares con cuatro
o más personas por miembro ocupado y con jefe de
hogar con baja educación.
Si en la totalidad de la ciudad de Gálvez, más de un cuarto
de la población se encuentra en estas condiciones, en la zona
de la escuela observada podemos afirmar que la gran mayoría
de las niñas y los niños que concurren viven en hogares con
NBI. Los datos que hemos recogido, tanto de entrevistas al
personal de la escuela y a referentes del barrio, como de
información oficial publicada acerca del barrio, nos permiten
confirmarlo.
La mayoría de las alumnas y alumnos de la escuela
viven en asentamientos aledaños. Entre ellos, se destaca “La
tablita”, denominado así porque las casillas son construidas con
maderas de los palets que se descartan en la fábrica General
Motors.
Según un proyecto presentado en el Concejo
deliberante de la ciudad para la realización de obras de
infraestructura5, el barrio cuenta con seis manzanas. Sus
viviendas son precarias, sin servicio de electricidad, con
instalaciones eléctricas clandestinas, con riesgo de incendio y
electrocución. No cuentan con instalaciones legales de agua
potable, por lo que en general las mujeres y niños se ocupan
5
Proyecto de la concejala Martínez, extraído desde http://concejovgg.gob.ar/trabajos-
de-obras-publicas-en-barrio-la-tablita/
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de cargar baldes en trayectos mayores a ciento cincuenta
metros en la única canilla pública instalada, lo cual genera
además crecientes problemas físicos.
El alumbrado público tampoco existe, sólo algunas
lamparitas aisladas y de baja intensidad. En cuanto a la
recolección de residuos, el camión pasa cada diez o quince
días, lo que genera evidentes problemas higiénicos, con focos
infecciosos que atentan permanentemente contra la salud de la
población. Los roedores proliferan en ese entorno y, con ellos,
enfermedades como el hantavirus. Las calles son de barro y no
acceden ambulancias ni taxis o remises.
En cuanto al trabajo de las madres y padres de la
escuela, de los datos que emergen de los registros podemos
concluir que la mayoría de las madres no trabaja y recibe la
Asignación Universal por Hijo. Quienes consiguen algún
trabajo, en general se dedican a la limpieza de hogares. Los
padres, por su parte, son en su mayoría changarines,
ayudantes de albañil, vendedores ambulantes, ladrilleros,
encargados de vigilancia temporaria o desocupados. La
vicedirectora y las maestras me comentaron en diversas
ocasiones que alternando con estos trabajos precarios, se vive
del robo o de otras actividades ilegales.
44
La escuela
6
Para preservar la identidad de la niña elegí el nombre Muna. Lo hice porque es el
nombre de la pequeña protagonista de una canción que me conmueve mucho, “El
viaje de Muna”. Cantada por la catalana Silvia Pérez Cruz, narra en primera persona
el destierro de una niña siria que debe dejar su tierra para huir con su familia. Muna
nos cuenta sobre los aromas y colores del mercado de su pueblo que debió
abandonar, sobre el viejo Abbas que les contaba cuentos y un día desapareció, sobre
las meriendas con su amiguita Salma. Todo lo que la guerra le robó. Nombro en
Muna a cada niña a la que los adultos le estamos robando su infancia.
46
Muna tiene nueve años y asiste a tercer grado. Ni bien
me la presenta su maestra, la niña interpreta que estoy allí para
ayudarla a ella. Inmediatamente se me pega, me agarra las
manos y me dice: - “¿te puedo mostrar mi letra?”. Esta situación
llama mi atención, ya que sin conocernos, se acercó con un
afecto y un interés inesperados para un primer encuentro. Abrí
allí un signo de interrogación ¿qué era en realidad lo que Muna
recibía con tanto entusiasmo?
El encuentro siguiente, se repitió esta situación:
ni bien me vio entrar al salón, se paró, vino corriendo a
abrazarme y me pidió que me sentara con ella. Para no marcar
una diferencia entre ella y sus compañeros, decidí sentarme a
unos bancos de distancia. Muna, se iba dando vuelta buscando
mi mirada, me sonreía y seguía trabajando. Transcurrida la
primera parte de la clase, se acerca y me muestra su cuaderno
-parecía involuntariamente decidida a establecer un vínculo
conmigo. Leo en voz alta lo que copió del pizarrón y le digo que
ahora lo lea ella pero me contesta que no le sale. Solo lograba
copiar los dibujos de las letras, no logra asociar los grafemas a
fonemas.
El tema de la clase son los animales, puesto que es el
día del animal, cada alumno y alumna comenta si tiene
mascotas. Muna cuenta que tiene un chivo y que le dan la
mamadera. La maestra les da como consigna que dibujen a sus
47
mascotas y ella le pregunta si puede sentarse conmigo, Ana la
autoriza.
Mientras dibujaba, me dice que le duele la panza, le
pregunto si había desayunado y me dice que no, le pregunto si
había cenado y dice que no. Respiro hondo y le contesto que
ya llegaba la hora del almuerzo y que probablemente ahí se le
pasaría.
A la semana siguiente comenzamos conversando con
la maestra, nos cuenta que Muna tiene tres hermanos, que dos
viven con ella y su abuela, mientras que la hermana mayor, vive
con su tía ya que a su madre le quitaron la tenencia porque la
golpeaba. En realidad, Ana lo expresa en estos términos:
“Había situaciones de violencia entre las dos, la nena es
corpachona así que ella también pegaba”. Pienso en ese
momento cuán destituida de su lugar de adulta, de autoridad,
puede estar una madre para que su hija le devuelva los
cachetazos como si fueran pares.
Asimismo, Ana me explica que uno de los hermanos de
Muna tiene horario reducido en la escuela, porque le cuesta
mucho estar tranquilo y prestar atención para aprender.
Con relación a Muna, la maestra me dice que no puede
seguir los contenidos de lengua ni de matemática. Le pregunto
si supone cuáles podrían ser los motivos, me dice que cree que
debe ser por cuestiones psicológicas, pero que a ella le
gustaría que pudiera tener un diagnóstico profesional, lo cual
48
no viene siendo posible porque a su juicio, la madre no se
ocupa.
Luego se acerca Muna y me muestra un dibujo que hizo
ella con tres mujeres, le pregunto quiénes son, me contesta: -
“Mi hermana, vos y yo”. Nuevamente aquí mi sorpresa, era la
tercera vez que me veía en su vida y me dibujaba junto a ella y
a su hermana. A continuación, se dedica a hacer su tarea.
Observo que se muestra extremadamente interesada en
aprender a leer y escribir, pone mucha dedicación, aunque se
dispersa fácilmente.
En la clase siguiente, vuelvo a observar que Muna se
dispersa mucho, tiene atención lábil y poco duradera pero si me
quedo a su lado trabaja mejor. Escribe números al dictado y
copia palabras del pizarrón aunque no logra operar con los
números ni leer las palabras que copia.
Hasta este día, fui cada viernes, tal como lo habíamos
acordado con las autoridades de la escuela. Al viernes
siguiente no pude ir, por motivos laborales, y cuando retomo,
Muna viene corriendo hacia mí y me pregunta:- “¿Por qué no
viniste?”, le explico que tuve que cambiar el horario de trabajo.
Me pide que me siente a su lado, para lo cual va en busca de
una mesa y silla, las carga con esfuerzo y me las acerca. Tiene
todo el cabello muy enredado, como si hiciera muchos días que
no se peina, su guardapolvo está muy sucio y sus zapatillas le
quedan grandes.
49
El caso es que el viernes anterior había sido su
cumpleaños y yo no lo sabía. A continuación, Ana me pide que
me acerque y me cuenta que el día en que Muna cumplió los
años, su mamá se fue a pasar el fin de semana “con algún tipo”
y la dejó sola. La nena estuvo muy triste con esta situación.
En mis siguientes visitas a la escuela, la situación se
repetía, Muna me recibía contenta, me abrazaba fuerte y se
ponía a trabajar, tratando de aprender con mucho empeño,
pero manteniendo muchas dificultades, aún no lograba leer ni
tampoco operar con números.
Ana (quien es maestra de Muna desde primer grado)
me cuenta que en primer grado no escribía ni siquiera su
nombre, no escribía ni una palabra. Recién después de las
vacaciones de julio de primer grado empezó a abrir su
cuaderno, a sacarlo de la mochila, a trabajar. Aun no escribía
pero sí comenzaba a trabajar en su cuaderno. Hasta ese
momento ni lo sacaba de la mochila. En cuanto a sus hábitos,
la maestra expresa que en primer grado “le daba lo mismo si
comía con la mano, si agarraba un cubierto, si usaba la taza
limpia o si le ponían la leche en la taza sucia, en eso cambió un
montón porque ella fue incorporando, con el tiempo, despacito,
viendo a los compañeros, copiando de los compañeros fue
aprendiendo todo eso”.
50
La mamá y el papá de Muna
Maestras integradoras
56
Sujetos marginalizados
62
“Yo creo que se reproducen las prácticas de los adultos que
todavía no son adultos, porque a su vez una piba de quince
años tiene una hija, esa piba de quince años es hija de una
mamá que fue mamá a los diecisiete, donde en general el padre
de los chicos la abandona, entonces es muy difícil de dónde
agarrarse de lo simbólico. Está desarmado todo eso. Y yo creo
que en la escuela cumplimos con ciertas formalidades de una
institución del siglo XIX donde se cumplen las formalidades
pero que en la razón de ser de esa institución en realidad no se
cumple en nada. Son pibas y pibes que están encerrados, es
un lugar de encierro la escuela.
Son adultos que no son adultos, que a lo mejor tienen que
cumplir roles de adulto, las responsabilidades que uno tiene
ante sí mismo y ante el otro. Si vos tenés un hijo o una hija, yo
creo que es una responsabilidad que a ese pibe o piba no le
falte la comida, que no le falte la vestimenta, la vivienda, el
acompañamiento, el amor del padre, de la madre.”
Entiendo que este hecho es clave porque lo estallado
son pilares de los procesos de transmisión y alojamiento de los
nuevos cachorros humanos. Los niños son recibidos por
mamás y papás que en muchos casos no tienen los atributos
necesarios para alojarlos y sostenerlos. Hay algo que a nuestro
lenguaje se le escapa cuando nombra a estos sujetos en
situación de marginalidad. Necesitamos ajustar, precisar
63
nuestras maneras de nombrar para poder intervenir en estas
realidades arrasadoras para la subjetividad.
64
Insignia y enseñar: una raíz común
67
Niños huérfanos con padres
68
En el caso de Muna, ya narramos cuál fue la reacción
de la mamá ante la enfermedad de su hija: respondió que no
podía hacerse cargo. Gabriela también intenta ilustrar esta
situación: Hay chiquitos que andan a la deriva, porque acá en
cuanto el chico se arregla solo y se viste, es grande. A lo mejor
puede tener cinco o seis años y dicen “y, pero no se levantó, no
se cambió, no se abrigó”, ¡pero es chiquito! Te digo más, el día
que fuimos al viaje a Temaikén, eran las cuatro de la mañana y
fui a golpear al asentamiento porque no venían, el nene abrió
el candado, salió a las cuatro de la mañana, estaba fresco y
salió con un shortcito, en cuero, no salió un grande a ver quién
golpeaba a las cuatro de la mañana.”
Creo que esta orfandad de padres vivos, puede tener
incidencia en distintos niveles del armado subjetivo de las niñas
y los niños. Por un lado, podemos pensar en todo el interjuego
de identificaciones y sus vicisitudes en sujetos en posición de
marginalidad, tal como lo desarrollé más arriba. Pero también
cabe afirmar que algo del armado del superyó puede verse
afectado en estas circunstancias, ya que todos los pilares
fundamentales sobre los que a juicio de Freud se edifica el
superyó, están socavados: madres impotentes, padres
ausentes, instituciones ausentes, leyes vulneradas. Asimismo,
la cultura y los valores de los márgenes en que nacen y crecen
son despreciados y objetados por la sociedad que los excluyó:
69
son lo sucio, lo feo lo amenazante, son la condensación de
todos los disvalores de la cultura dominante.
Siguiendo las coordenadas trazadas por Castel,
podemos pensar al sujeto marginalizado marcado por el signo
invertido de la norma que no cumple. Un sujeto que en la
distribución de lugares y jerarquías de dignidad e indignidad
social, ha quedado ubicado en los estratos más desvalorizados.
Así, los ámbitos en los que vive son barriadas excluidas y
estigmatizadas, sin urbanización, con escaso alumbrado
público, sin cloacas, sin veredas ni pavimento, por lo cual sus
pies suelen estar literalmente manchados por la tierra o el
barro. Sus viviendas están desprovistas de las mínimas
condiciones materiales, se filtran las tormentas, los fríos
intensos, los calores agobiantes.
En cuanto al trabajo, están desocupados o realizan
actividades económicas despreciadas, precarias, inestables.
Actividades en torno a las cuales es imposible proyectar un
futuro. El padre o la madre marginalizados, medidos con la vara
de los valores dominantes, no cumplen con sus funciones ya
que “no cuidan como debieran a sus hijos”.
Las actividades delictivas y la violencia interpersonal
están generalizadas, los tiroteos son cotidianos. Cada niño o
niña tiene algún tío, primo o vecino preso o muerto
tempranamente. Los referentes de estos barrios se imponen en
general por la fuerza, los que más se “hacen respetar”, son los
70
más bravos. Las máximas del no robarás o no matarás son
objetadas de hecho cada día.
Por eso es válido el análisis de Wacquant, quien
sostiene que los sujetos de los márgenes no son considerados
ciudadanos en sentido pleno y son víctimas de
estigmatizaciones y discriminación. Esto es clave para el
problema que nos atañe ya que son vistos, desde el sentido
común mayoritario, como personas que amenazan los valores
e intereses de la sociedad, y en muchos casos, responsables
del malestar colectivo.
El sujeto marginalizado, frente a los ojos del buen
ciudadano, es un sujeto portador y propagador de lo anti-ético,
antiestético, de lo peligroso, lo vergonzoso.
71
Aprender es abrirse al mundo
74
El psicoanálisis y el derecho a la educación
7
"Ciclo lectivo 2015: 7 datos clave sobre educación". CIPPEC. Tomo este
período intencionalmente, ya que en él se incrementó la inversión en
educación y aun así se mantienen las problemáticas que señalo.
76
se repararon otras, se distribuyeron enormes cantidades de
libros gratuitos para los alumnos. A través del
Programa Conectar Igualdad se distribuyó una computadora a
cada estudiante y docente de las escuelas secundarias
públicas de todo el país.
3. Se expandió la cobertura en los niveles inicial y secundario,
y la jornada extendida en el primario.
4. Los niveles de aprendizaje están estancados en un bajo
nivel.
Recuerdo haber leído este informe cuando recién se
publicó y haber sido sacudida al leer el ítem 4. Mi pensamiento
siguió el siguiente curso: más salario docente, más estabilidad
laboral, más escuelas, más infraestructura, más matrícula, más
materiales... Pero ningún incremento en los niveles de
aprendizaje. Entre los detalles que ofrece el informe acerca de
los problemas de aprendizaje, menciona la dificultad de los
niños y niñas para alfabetizarse en los tres primeros años de la
escuela primaria.
Esta información es similar a lo que pude observar en
mi trabajo de campo, por lo cual, retomo mi planteo inicial. El
derecho a la educación es el derecho a aprender y en nuestro
país no estamos garantizando un real acceso a ese derecho.
Por eso es fundamental que quienes trabajamos en este campo
podamos reconocer las causas de estos obstáculos y articular
posibles soluciones.
77
¿Es factible poner en relación al psicoanálisis con
términos como derechos o soluciones? Pienso que sí, aunque
nunca de una manera absoluta. Y pienso que sí porque la teoría
psicoanalítica me ayudó a entender por qué esas nenas y
nenes que están sentados en el salón frente a su maestra, en
muchos casos no están en condiciones de aprender. Frente a
este estado de cosas, cabe pensar cómo podríamos
instrumentar formas de enseñanza que delineen respuestas a
estas modalidades de dificultades en el aprendizaje. Sin duda
existen múltiples causas para los problemas de aprendizajes
de las niñas y niños de nuestro país, creo que entre ellas, en
los contextos marginalizados se manifiestan las dificultades
que procuré describir anteriormente.
Estos niños y niñas son sentados a los 6 años en una
institución que les supone unas determinadas condiciones y
capacidades que, en realidad, muchos de ellos no tienen. Se
espera que tengan la motivación, la atención y la memoria
armadas e intactas. Se espera que respeten la autoridad
docente. Si esto no funciona, el paso siguiente es citar a la
mamá, porque también se espera que detrás del niño o la niña,
exista una mamá que responda por ellos. Tal como procuré
explicar, ni la atención, ni la motivación, ni siquiera la
inteligencia son innatas, sino que se construyen en los
intercambios con un otro que debe cuidar al niño y esperar algo
de él. En las condiciones de marginalidad que describí, con las
78
figuras parentales resquebrajadas, estos procesos muchas
veces resultan fallidos.
En cuanto a la autoridad docente, considero que es todo
un emergente de la crisis social que vivimos actualmente. Y
aquí amplío y me corro unos pasos de la marginalidad, ya que
si bien es el sector socioeconómico que investigué, considero
que su existencia es una marca que denuncia la crisis de la
sociedad toda. Porque somos responsables no sólo de quienes
integramos a nuestro conjunto social, sino también de quienes
expulsamos. Y el docente es la persona a la que nuestra
sociedad debería atribuirle la capacidad de transmitir los
conocimientos considerados socialmente valiosos. Las nuevas
generaciones llegan y deberían ser alojadas en el conjunto
social, recibir buen trato, educación y los saberes necesarios
para poder tener un lugar propio en el mundo adulto. Pero ¿qué
pasa si ese mundo adulto no garantiza el legítimo lugar que le
corresponde a cada persona, desde el cual decidir un proyecto
de vida propio? Entiendo que si la sociedad está fallando en la
manera en que recibe a las nuevas generaciones, entonces las
maestras, como representantes de esa sociedad que debería
asumir el compromiso de educar para alojar, seguramente
verán afectados su rol y su autoridad, porque están siendo
encomendadas a ejercer una función en nombre de un
compromiso que nuestra sociedad viene abandonando.
79
También Freud nos ayuda a pensar la crisis de
autoridad docente. Por supuesto que debemos leer a nuestros
maestros de manera no dogmática pero hay una pequeña
afirmación suya que creo nos asiste para pensar la escuela
desde el psicoanálisis. Esa idea la escribe en "Psicología de un
colegial" y pienso que es fundamental por un motivo especial:
Freud tuvo por un momento que pensar qué podía decir en una
escuela. Recordemos que es un discurso que debe
pronunciar con motivo de un aniversario del colegio en el que
se educó. Él fue invitado al acto y menciona que lo invadieron
los nervios, como si volviese a ser el pequeño alumno que fue.
El escenario concreto lo mueve a pensar y escribir, ¿qué podría
decir yo como psicoanalista en esta escuela, en este salón de
actos, frente a los docentes, frente a los alumnos, los padres?
Y esgrime: "Como psicoanalista, debo interesarme más por los
procesos afectivos que por los intelectuales; más por la vida
anímica inconsciente que por la consciente". Acto seguido,
explica que las modalidades de vínculos tempranos con las
figuras parentales, moldean las formas posteriores que
adoptarán las relaciones con otros adultos que estén en
posición de educadores. Es decir, los maestros serán sentidos
por los niños según la imagen que perdure de sus padres. Cabe
aquí entonces pensar que en muchos casos, cuando los niños
y las niñas han sido criados en hogares con figuras parentales
resquebrajadas o desautorizadas, probablemente el
80
reconocimiento de la autoridad docente no sea algo que venga
dado sino que haya que construirlo de un modo particular.
Porque el docente se suma a una serie de adultos que no
vienen cumpliendo sus funciones y, por lo tanto, deberá realizar
un trabajo para no quedar integrado en esa serie.
8
Entrevista con un profesor del barrio y con la vicedirectora,
respectivamente.
84
en contextos de marginalidad adquiere particularidades que
transforman sus funciones.
La madre –o quien ejerza su función– debe
necesariamente responsabilizarse por el cachorro humano y su
crecimiento, y esta tarea puede verse notoriamente amenazada
si la madre no está en condiciones otorgar los suministros
simbólicos, afectivos y materiales necesarios, debido a su
propia precariedad y la de su entorno. Asimismo, en las
entrevistas y observaciones, quedó manifiesto que una gran
parte de los padres de las niñas y niños, no asumen sus
funciones de sostén y cuidado, y en ocasiones directamente
abandonan la familia, como en el caso de Muna. Este
desdibujamiento o ausencia de las funciones materna y
paterna, puede incidir de manera significativa en la constitución
temprana de las pequeñas y los pequeños, quienes, a su vez,
quedan indefensos frente las maniobras que deben realizar en
la escuela para cumplir con los objetivos del aprendizaje, lo cual
puede llevar a agudizar aún más su soledad, aislamiento y
marginalidad.
88
La invención
89
educación. La pedagoga Gvirtz (cf. 2009: 13 y ss.), expresa que
el conocimiento de estas distintas modalidades de
institucionalización de la educación nos permite desnaturalizar
la escuela tal como existe hoy y nos habilita a pensar otras
formas posibles. Para sostener esta posición, la autora
describe distintos ejemplos: las escuelas sobre alfombras en
Medio Oriente para la enseñanza del hebreo; la escuela
preceptoral para el ciudadano ateniense; y las cathedras
romanas del siglo III, entre otras. Todas variaban en el
contenido a enseñar, el tipo de alumno, el tipo de maestro, la
infraestructura, los recursos utilizados, la didáctica, etc.
Considero que es medular tener esta referencia para
poder pensar nuevas modalidades de enseñanza en las
escuelas de zonas marginalizadas, ya que, como fui
describiendo, el esquema propuesto de un adulto frente a
treinta alumnas y alumnos que se supone están listos para
aprender, no viene garantizando que aprendan.
El nudo que describo como problemático en esta
investigación, es decir, la fragilidad en la constitución subjetiva
debido a las condiciones en que se estructuran los vínculos
tempranos con las figuras parentales, es el eje sobre el que
propongo trabajar en las escuelas. Para empezar, creo que las
maestras y maestros que decidan trabajar en zonas
marginales, deben haber recibido formación para poder
comprender críticamente los escenarios singulares que se dan
90
en estos contextos. Digo esto porque si sólo desde las esferas
ministeriales se tomase la decisión de producir
transformaciones en estas escuelas, posiblemente los
docentes quedarían en rol de meros ejecutores y desde esas
posiciones técnicas pasivas no es posible afrontar la gravedad
de esta problemática.
Un cambio sustancial que, creo, debería producirse en
estos contextos es que las maestras y maestros no desarrollen
su actividad sólo frente a las alumnas y alumnos, sino que se
estructure en cada escuela un espacio de trabajo de docentes
con las mamás y papás de la escuela, acompañados por un
psicólogo, cientista de la educación, o profesionales afines. La
tarea del docente ya no será sólo dar clases –con todo el
proceso que conlleva–, sino también trabajar con las mamás y
los papás, y ellos no deberán sólo enviar a sus hijos e hijas a la
escuela, sino que deberán participar regularmente de un
espacio de trabajo con otras mamás y papás, junto a maestras
y maestros.
Este esquema de trabajo se fundamenta en la
necesidad de construir una trama entre los adultos, un
compromiso mutuo para educar a las nuevas generaciones. En
ese espacio, que debería comenzar como mínimo cuando las
alumnas y alumnos van a jardín de cuatro, las docentes
formadas en esta temática, acompañadas de algún otro
profesional que tome el tema de manera específica, irán
91
generando un espacio de trabajo común con las mamás y
papás, que promueva el fortalecimiento de sus funciones.
Pienso esto porque considero que en muchos casos es el
desborde de la situación lo que deja a las mamás y papás en la
impotencia, y no una desidia planificada. Por lo tanto, este
mecanismo puede ofrecerles un lugar para que hablen de cómo
viven la crianza de sus hijos, qué dificultades tienen, un lugar
para que, de la mano de otros adultos, puedan reconocer la
importancia de su rol y sus funciones para con sus hijos e hijas
en la infancia temprana.
Frente al desmembramiento del tejido social y el
resquebrajamiento de los roles de crianza, es fundamental
construir nuevos lazos que nos ayuden a alojar a las niñas y
niños que llegan al mundo. Tenemos que poder construir
nuevas alianzas que combatan la exclusión. Aunque creo que
nos enfrentaríamos a nuevos obstáculos. Por un lado, hay que
tener presente que las escuelas son instituciones
marcadamente conservadoras y, por lo tanto, las propuestas
que se pudieran realizar, deberían contemplar las posibles
resistencias que surgieran en la comunidad escolar. Entre esas
resistencia, se encuentra el modo en que se ha delimitado el rol
docente en la escuela tradicional, como representante de las
políticas educativas estatales. Pienso que al menos en estos
contextos, lo que se debe priorizar el fortalecimiento de los
lazos comunitarios y, de algún modo, el docente debe sentirse
92
de la mano de las mamás y papás del barrio para intentar
asumir de forma más colectiva la crianza de las niñas y niños.
Utilizo intencionalmente el término crianza en lugar de
educación, porque históricamente, hemos asociado a la familia
con los procesos de socialización primaria y depositamos en la
escuela la principal responsabilidad en cuanto a la socialización
secundaria. Pienso que esta separación entre dos momentos
de la socialización, realizada por dos instituciones bien
delimitadas –la familia y la escuela–, en contextos de
marginalidad deberían tener una relación más dialógica: la
escuela debe acompañar de algún modo la crianza temprana y
la familia debe acompañar de manera protagónica, la
instrucción de sus hijas e hijos.
No implicaría grandes presupuestos, no implicaría más
trabajo, sino una modificación en las funciones, de tal modo que
las docentes no crean que su función es sólo enseñar lengua o
matemática. Digo esto no a manera de cuestionamiento del
trabajo docente actual, ya que es gracias a su compromiso que
cotidianamente se capea la crisis. Pero no dejo por eso de
escuchar que muchos docentes sienten que esa no es su
función, que hacen malabares con los alumnos que no
aprenden, etc. Repito, para que esto no suceda, debemos
replantear las funciones de la escuela en estos contextos.
93
Hay un concepto que me parece puede orientar esta
función que propongo se realice colectivamente entre docentes
y familia, es el concepto de ternura desarrollado por Ulloa (cf.
2011:118 y ss.). Dicho autor, plantea que la ternura es una
instancia fundamental para la humanización de los cachorros
humanos, y posee dos caras necesarias: por un lado, la
empatía, que garantiza los suministros adecuados, a saber,
calor, alimento, arrullo y palabra; y, por otro lado, el miramiento,
es decir, el poder mirar al hijo amorosamente a la par que se lo
reconoce como un ser distinto a uno mismo.
Este concepto me parece interesante porque explica, a
través de ideas aparentemente sencillas, cuáles son los
suministros que no deberían faltarles a los bebés para poder
crecer satisfactoriamente. Son ofertas que en las situaciones
de marginalidad que describimos, faltan recurrentemente y,
como ya dijimos, comprometen el desarrollo de los infantiles
sujetos.
Estos ejes podrían estar puestos en juego entre los
adultos que establecerían el compromiso de educación –en
sentido amplio– de las niñas y niños del barrio. Por supuesto
que no a modo de receta pero sí como organizador de una
práctica: las adultas y adultos del barrio, sean docentes,
mamás o papás, deben apostar a que los pequeños reciban
calor, alimento, arrullo, palabra, miramiento y educación.
94
Hasta ahora, el sistema educativo –en general– deja
solos a los alumnos, las alumnas, a las mamás y papás, porque
se supone que las niñas y niños están listos para aprender y
que las mamás y papás están listos para responsabilizarse por
sus hijos. No reconocer las dificultades que estos sujetos
atraviesan es de algún modo abandonarlos, porque solos no
están pudiendo.
Apostar a este trabajo no es pensar que por sí mismo
va a sacar a la gente de la marginalidad, pero considero que no
es lo mismo estar saturado por las condiciones de existencia,
que poder comenzar a hacer algo con eso que les tocó vivir.
9
Sigo aquí los desarrollos ya mencionados de Duschatzky y Corea.
95
realidad. Pienso que ese gesto de poder hacer algo con lo que
nos toca es subjetivante y, en un sentido, no importan tanto los
resultados de los intentos como los intentos mismos. Porque
pasar de estar en una situación de padecimiento irreflexivo y
solitario, a estar de la mano con otros y otras, pensando lo que
nos pasa y construyendo posibles alternativas, nos ubica en un
lugar subjetivo radicalmente distinto. Construir en la escuela un
lugar de comunidad, para pensarse, hablarse, escucharse,
acompañarse y proyectarse, puede ayudar a generar las
tramas en las que alojar y educar a las niñas y niños por llegar.
96
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