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Demián Revart

De un cacharro textual a una obra creativa

Quienes se sienten apasionados por la difusión de la palabra y del momento deambulan


entre la creación y la libertad, ¿qué se puede hacer con estos dos ingredientes
sociales?: periodismo. Más allá de la labor rigurosa a la que estamos acostumbrados en el
periódico matutino y el noticiero mainstream de las grandes televioras, hacer periodismo
significa historiar mediante la nota, la imagen y el hit del momento.

Si la sociedad contemporánea nos ha educado para producir en serie, la afrenta es


lograr serializar la creación. El autorretrato escrito de las memorias de la vida de un
periodista son a la vez las claves de la memoria para discernir la izquierda de la derecha -y
no sólo en el espectro político, sino como una representación ética del acontecer diario- es
decir, la labor de informar periódicamente qué va bien, qué va mal y qué se puede hacer
para corregir el mundo. Eso es el periodismo revolucionario, y en este, no hay tintas de
izquierda ni de derecha, sin embargo, el periodista habrá de tomar partido y posicionarse
tajantemente -con su pluma, tablet o cámara fotográfica- desde abajo y con el pueblo.

En este sentido, el periodista que no pretender modificar las condiciones de la realidad


estará destinado a ser un objeto-periódico, y no el sujeto activo de estos. Si el arte de
escribir es "emancipador" para algunas personas, por ejemplo, en la literatura o la crónica,
el resultado de la obra de arte no resulta autónoma por sí misma, necesita ‘afuerzas’ una
relación psíquica con el espectador, lector u oyente que diga “sí, esto conmueve mis
entrañas” ó "este texto es magnífico y debo difundirlo". La misma situación respecta con el
periodista; la nota escrita o el fotorre¡_.,5 ortaje carecen de valor alguno si no inserta
emocional y mentalmente al lector dentro del contexto o el fenómeno a explicar, vaya pues,
dentro de un imaginario textual donde se entienda raicalmente lo que se escriba y se piense
con el apellido de verdad objetiva.
 

Quien quiera hacer periodismo... ¡que lo haga!

El periodismo no pasa por las aulas ni por ninguna facultad que pretenda enseñar
la especialización de conocer el mundo. Es por esto que, todo proyecto social llega a tildar
sus contradicciones cuando espera un “tiempo y espacio académicos” para desarrollarse
estructuralmente. El periodismo es el hermano menor del oficio de historiador: es
la historia periódica, un esbozo cronológico. Me han dicho practicantes del estudio, desde
las ciencias exactas hasta las humanidades, que uno no puede “ser lo que estudia” hasta no
titularse y lograr obtener un papelito hecho remedo.

Para ser un escribano de ‘tiempo completo’, sólo nos hemos olvidado del  acto de escribir
las vivencias propias y de los demás. ¿Pero quién es el periodista que hace periodismo
forjador de historia?, el que logra mediante sus notas periodísticas escribir a la vez páginas
en la historia, que va desde el editor, el impresor, el distribuidor y hasta el crítico rabioso:
¡todo un acto de desenvolvimiento social! ¿Dónde quedaron las influencias de Julio
Antonio Mella, Ricardo Flores Magón, Praxedis Guerrero, Frantz Fanon o Emma
Goldman?
Ahora, ¿qué hay que tomar en cuenta antes y durante la nota periodística? El buen
periodista a la vez es un niño inquieto con la lengua traqueteada de tantas dudas: 1) de
simple aprehensión de la noticia; ¿qué, cómo, cuándo, dónde? 2) epistemológicas; ¿qué
relación tiene el objeto, la persona y el hecho-causa de la noticia? y 3) pragmática; ¿qué
sigue tras esto?

Así como se disfrazan las oficinistas y artistas pop, uno puede maquillar lo que ve sin
necesidad de que sea falso, pero lo inmanente del objeto se pierde cuando el espectáculo de
informar nace de un espacio en donde no hay sujeto de la noticia.

Estas reflexiones escuetas tienen la tarea de convertirse en una influencia para los lectores a
los que se les dedique la tarea de modificar lo existente. ¿Qué falta para ello?, ¡salir en
búsqueda del conocimiento social! Este se encuentra en pequeñas porciones en la internet,
en las calles, en la esquina de barrio, en Wikipedia y en bibliotecas. Hacer periodismo es
difundir el entendimiento que tiene una voz, y otra, y otras, y estas, y aquellas. Compilarlas
-sin olvidar el juicio personal basado a su vez en un entendimiento colectivo- es el paso
culminante y el más entretenido.

Pronto, una nueva generación tomará por mano propia su derecho a negar la


interpretación de su trabajo periodístico, porque tras las vivencias y reflexiones, sólo tendrá
la responsabilidad de revolucionar el mundo y no de perder el tiempo en hacerse la
pregunta: ¿qué es el periodismo, cuánto me pagaron por ell y cómo me doy cuenta de que
seré una buena periodista?

Publicado el 20 de Abril de 2016 en:


 
http://rupturacolectiva.com/sobre-el-periodismo-revolucionario-y-la-revolucion-
informativa-que-viene/

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