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Clasificación
A) En función de la distribución de la grasa corporal o morfológica
Los parámetros que nos proporcionan la información sobre la distribución de la grasa
son el perímetro de la cintura o circunferencia abdominal (CA), o el índice cintura-
cadera (ICC). Algunos autores consideran que la grasa perivisceral, tiene una buena
correlación con el perímetro de la circunferencia abdominal y actualmente, se tiende a
utilizar la circunferencia de la cintura y el IMC como indicadores de riesgo asociado a
desarrollar comorbilidad. En la Tabla 1 se hace una clasificación del riesgo relativo de
comorbilidad en función del IMC y el perímetro de la cintura.
Fuente: SEEDO, 2007 Podemos diferenciar los distintos tipos de obesidad en el hombre
y la mujer, en función de la manifestación y distribución de la grasa corporal:
La Sociedad Española del Estudio de la Obesidad (SEEDO) propuso en los años 2000 y
2007 un límite inferior de peso normal correspondiente a un IMC igual a 18,5 kg/m2, en
consonancia con las recomendaciones internacionales recientes (ver Tabla 3). El
sobrepeso, en el que está incluida una gran parte de la población adulta, contempla
valores de IMC en el rango 25–29,9 kg/m2. Por otro lado, se ha introducido un nuevo
grado de obesidad (grado IV, u obesidad extrema) para aquellos pacientes con un IMC
mayor de 50 kg/m2.
Epidemiología de la obesidad
Según la OMS y el IOTF, la obesidad se considera como la epidemia del siglo XXI,
dado que esta produciendo un gran impacto sobre la morbimortalidad, la calidad de vida
y el gasto sanitario. La OMS ha recogido diversos informes relacionados con la dieta y
la salud, en los que se reconoce el impacto que tiene la obesidad en la prevalencia de
numerosas patologías crónicas como son: las enfermedades cardiovasculares, diabetes
tipo II, patología músculo-esquelética, mala calidad de sueño y algunos tipos de cáncer.
Los estudios de prospección realizados en España revelan que existe una prevalencia de
obesidad (IMC ≥ 30 kg /m2) que afecta al 14%-19% de la población. Desde principios
del siglo XXI, la prevalencia de obesidad en el primer mundo ha aumentado entre un
10% y el 40%. En el caso de no adoptar las medidas necesarias, se prevé que para el año
2030, el 100% de la población adulta americana tendrá un IMC mayor de 27 kg/m2, es
decir sobrepeso.
A nivel mundial, Estados Unidos es el país con mayor prevalencia de obesidad, ya que
un 66% de la población norteamericana presenta sobrepeso y aproximadamente un 32%
sufre obesidad. Cabe resaltar que esta prevalencia es mayor en mujeres y en etnias
negras e hispanas.
En Europa, los datos obtenidos del estudio MONICA (Monitoring trends and
determinants in cardiovascular disease) en 1989, fueron publicados años más tarde por
la OMS, mostrando los primeros resultados que revelaban una mayor prevalencia de
obesidad en los países de la zona mediterránea y del este de Europa, frente a los
situados en la zona norte, centro y oeste del continente.
En España, los valores que muestran la prevalencia de obesidad y sobrepeso en adultos
entre 25 y 64 años, derivan del estudio DORICA (Dislipemia, Obesidad y Riesgo
Cardiovascular), datos que fueron analizados por la Sociedad Española para el estudio
de la Obesidad (SEEDO) y publicados en 2005. Estos datos se recogieron -entre 1990 y
2000-, a través de estudios epidemiológicos, nutricionales y de factores de riesgo
cardiovascular de carácter transversal. Dichos estudios se realizaron sobre muestras
aleatorias representativas de la población de 9 comunidades autónomas (Andalucía,
Baleares, Canarias, Cataluña, Galicia, Madrid, Comunidad de Murcia, País Vasco y
Comunidad Valenciana).
El estudio DORICA estima que un 15,5 % de la población adulta española de entre 25 y
64 años tiene obesidad, aunque en las mujeres la prevalencia es más elevada (17,5%)
que en los hombres (13,2%). El porcentaje de obesidad tipo II (IMC 35-39 kg/m2) en
ambos sexos -entre 25 y 60 años-, es del 0,79% en hombres y del 3,1% en mujeres. En
cuanto a la población mayor de 65 años, se observa una prevalencia de obesidad del
35%, correspondiendo un 30,9% a hombres y un 39,8% a mujeres.
Con respecto a obesidad mórbida (IMC ≥ 40 kg /m2), la prevalencia en mujeres (0,9%)
triplica a la encontrada en hombres (0,3%). El mayor porcentaje de población obesa se
localiza en las zonas del Noroeste, Murcia, Sur y Canarias, tal y como se puede observar
en la Figura 1.
Síndrome metabólico
Se denomina síndrome metabólico al conjunto de factores de riesgo que se asocian a la
obesidad abdominal, que incluye la resistencia a la insulina (dificultad para utilizar la
glucosa), la hipertensión arterial y la dislipemia aterogénica. El origen y evolución de
esta enfermedad es un proceso complejo y no elucidado en la actualidad, aunque la
obesidad central y la resistencia a la insulina han sido considerados el núcleo central que
desencadena dicho síndrome (ver Tabla 5). Además, la resistencia a la insulina puede ir
acompañada de otras alteraciones que entrañan un incremento adicional del
riesgocardiovascular, así como otras alteraciones asociadas.
Causas del sobrepeso y la obesidad
El estilo de vida sedentario, la ingesta excesiva de nutrientes con elevada concentración
energética (comida rápida, bebidas azucaradas, etc.), contribuyen al incremento de la
obesidad. A pesar de que la génesis de la obesidad está condicionada por unos hábitos
alimentarios y estilos de vida inadecuados, también puede deberse a alteraciones
metabólicas y trastornos neuroendocrinos, factores sociológicos, componentes genéticos
hereditarios e incluso a la interacción entre estos factores. Por ello, el ejercicio físico
regular, la promoción de hábitos saludables y dieta equilibrada son algunas de las
medidas más eficaces para la prevención del sobrepeso y obesidad.
Falta de sueño y obesidad
La evaluación de la falta de sueño está adquiriendo cada vez más interés por su
potencial contribución a la epidemia de la obesidad. El aumento de la prevalencia de la
obesidad durante el último medio siglo en los países occidentales, ha ido acompañado
de una reducción drástica en la duración del sueño. Los estudios fisiológicos sugieren
que la falta de sueño puede afectar a la regulación hormonal del hambre y la saciedad.
Según estudios prospectivos, existe una asociación directa entre la falta de sueño y una
mayor tasa de aumento de peso. Los estudios transversales han demostrado que
laasociación entre el sueño y la obesidad persiste cuando la falta de sueño se mide de
forma objetiva.
Esta asociación se produce como resultado del aumento de la masa grasa y no de la
muscular. De esta forma, la falta de sueño representa un factor novedoso y de riesgo
independiente en la prevalencia de la obesidad, pero todavía se necesitan más estudios
científicos para determinar si las intervenciones dirigidas a aumentar el sueño, pueden
ser útiles en la lucha contra la obesidad.
- Alcance un peso razonable en detrimento de masa grasa, para así obtener una
mejora en la calidad de vida y disminuir la morbimortalidad asociada a la
obesidad.
- Modifique y mejore los hábitos alimentarios para conseguir mantener el peso a
largo plazo, sin posible riesgo de déficit nutricional.
Existen ciertas evidencias de cómo las pérdidas de peso moderadas influyen en la
prevención o mejora de las enfermedades asociadas. Así, conseguir la pérdida y
mantenimiento de peso por debajo del inicial, supondrá la mejoría de las enfermedades
asociadas y una disminución de la mortalidad. De hecho, se ha detectado que cuando se
pierde entre un 5-15% de peso –con respecto al inicial-, aparecen ventajas importantes
desde un punto de vista clínico, como la mejoría de la comorbilidad y una disminución
del 25% de la mortalidad.
Por otra parte, cuando se produce una pérdida de peso importante y/o alteraciones de
peso frecuentes, puede aparecer el “efecto yo-yo”. Este riesgo es independiente del IMC
inicial. Hay que tener en cuenta que las dietas que restringen de forma drástica la
energía y alguno de los grupos de alimentos no son saludables, y pueden provocar
pérdida de masa magra y aparición de trastornos del comportamiento alimentario. Dado
que la mayoría de los pacientes pretenden perder peso de forma rápida, es importante
aclarar las ventajas sobre la salud de una pérdida de peso lenta pero mantenida,
implantando unos hábitos alimentarios correctos.
Para las personas que tienen sobrepeso sin comorbilidades asociadas, con tendencia a
coger peso o que estén en situaciones que puedan favorecer el aumento de peso -
inmovilidad, edad avanzada y menopausia-, se recomendarán unas pautas dietéticas
generales que limiten el consumo de grasas y alimentos no ricos desde un punto de vista
nutricional. En estos casos, la dieta debería ser normocalórica y equilibrada. Para
pacientes que presenten sobrepeso u obesidad, acompañado de factores de riesgo, se
debería pautar una dieta discretamente hipocalórica. Cuando la dieta presenta un déficit
de 500 kcal al día -respecto al requerimiento específico del paciente-, se produciría una
pérdida de 400 g a la semana, aunque existe una gran variabilidad de la respuesta
interpersonal en la que influyen factores como el sexo, edad y carga genética. Los
pacientes con requerimientos mayores de 2000 kcal al día, suelen tolerar adecuadamente
este tipo de restricción calórica. Se considera como un objetivo alcanzable la pérdida de
un 5-15% del peso inicial, durante los primeros 3-6 meses, para disminuir el riesgo a
desarrollar comorbilidades como la diabetes, dislipemias e hipertensión arterial. Pasada
esta fase inicial, la terapia puede orientarse a mantener el peso alcanzado, incluyendo un
estilo de vida activo y un “aprendizaje” en la alimentación. La evaluación del peso
semanal marcará la necesidad de reajustar la dieta del paciente en cuestión para cumplir
el objetivo perseguido.
En los primeros días de dieta, se produce una pérdida importante de peso, debido a que
gran parte del glucógeno se transforma en glucosa y por tanto, se pierde el agua
necesaria para su almacenamiento. Posteriormente, el peso se reduce progresivamente a
un ritmo más lento.
Este hecho ocurre porque los requerimientos energéticos del paciente se reducen por
distintas razones:
- El 25% del peso que se pierde corresponde al tejido muscular, que presenta
mayor actividad metabólica que el tejido adiposo.
- Se produce una disminución del gasto energético por una serie mecanismos
adaptativos que aparecen cuando se da una situación de restricción calórica.
B) Dietas de muy bajo contenido calórico (DMBC) o ayuno modificado: Estas dietas
se caracterizan por ser muy bajas en calorías y aportar entre 400 y 800 kcal,
habitualmente en forma de preparados farmacéuticos e incluyendo en su fórmula
proteínas, vitaminas y minerales. La prescripción de estas dietas debe hacerse
únicamente bajo control médico, en pacientes que presenten una obesidad mórbida
(IMC > 30 kg/ m2) y requieran una pérdida de peso rápida a causa de alguna patología
asociada. El período de prescripción de la dieta no debe superar las 16 semanas de.
La EFSA ha publicado recientemente un informe en el que referencia la falta de
evidencias para afirmar que las DMBC puedan estar asociadas a una menor o mayor
pérdida de masa magra, en comparación con dietas hipocalóricas menos restrictivas.
Existen diversas dietas que promulgan la pérdida de peso sin reducir el aporte calórico
(normocalórica), como son las dietas hiperproteicas, las disociadas, las cetogénicas, etc.
Pero la mayor parte de estas dietas no son equilibradas en nutrientes y por tanto pueden
implicar que aparezcan efectos secundarios, no son deseables para la salud.
C) Dietas hipocalóricas desequilibradas. Este tipo de dietas se caracterizan por ser
desequilibradas en macronutrientes y podemos encontrar distintos tipos en función del
porcentaje de macronutriente que se modifique: c.1) Dietas con un contenido alto de
proteínas y grasas y bajas en carbohidratos (<20%). Se caracterizan por la supresión del
apetito a causa de la cetogénesis que producen, pero presentan déficit en vitamina C,
aumentan los niveles de ácido úrico y colesterol y provocan náuseas, hipotensión y
fatiga. c.2) Dietas con un bajo contenido en grasas (20-25%) y altas en proteínas (40-
45%). Presentan déficit en vitamina A y C, hierro y tiamina. c.3) Dietas con alto
contenido en hidratos de carbono, bajas en proteínas (25 g) y grasas (<10%). Estas
dietas son deficitarias en hierro, ácidos grasos esenciales y vitaminas liposolubles.
Ejercicio físico
El plan de abordaje en el tratamiento de la obesidad debe incluir la actividad física y el
ejercicio como medida preventiva y de mantenimiento del peso a largo plazo. En la
edad adulta, las actividad se encamina a mejorar el rendimiento cardiovascular y la
fuerza muscular e intentar prevenir las lesiones osteomusculares (ver Tabla 11). El
programa de entrenamiento debe adaptarse a las diferentes etapas de la vida de la
persona y condición física del individuo. Esto implica la elaboración de un programa de
entrenamiento personalizado, guiado y controlado por un especialista. La Asociación
Internacional para el Estudio de la Obesidad (IASO), establece dos recomendaciones
con respecto a la duración de la actividad física: la primera de ellas va encaminada a la
prevención de la obesidad en los individuos con sobrepeso e incluye 45-60 minutos de
actividad física diaria (315-420 min/sem), y la segunda incide sobre el mantenimiento
del peso perdido, aconsejando realizar 60-90 min diarios (420-630 minutos /semana) de
actividad física de intensidad moderada.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento farmacológico para la obesidad se debería llevar a cabo como
complemento al tratamiento dietético, a la actividad física y a los cambios de estilo de
vida. Se prescribirá a personas con un IMC mayor de 30, o 27 si además presenta
cormobilidad asociada. En la actualidad existen pocas opciones farmacológicas
aprobadas para el tratamiento contra la obesidad.
”.
La circunferencia abdominal como indicador de riesgo de
enfermedad cardiovascular
Las enfermedades cardiovasculares representan la principal causa de muerte en el
mundo.1 En Costa Rica, en 2010 ocasionaron 3 938 muertes, lo que supone el 20%
de las defunciones (un 55% en varones y un 45% en mujeres).2 Los principales
factores de riesgo de estas enfermedades han aumentado en los últimos años, de
acuerdo con las encuestas nacionales; la prevalencia de sobrepeso y obesidad es del
60% (IMC≥25); de colesterol elevado, del 45,7% (>200 mg/dl), y de triglicéridos altos,
del 29,8% (≥200 mg/dl). Además, el 25,6% de la población presenta hipertensión
arterial (≥140/90 mm/ Hg) y alrededor del 8%, diabetes mellitus.3, 4 De estos factores
de riesgo, la obesidad adquiere gran relevancia porque acelera su aparición, sobre
todo si el exceso de grasa se deposita en el interior del abdomen. El exceso de grasa
intraabdominal produce alteraciones metabólicas que incrementan el riesgo de
enfermedades cardiovasculares. Una de las razones es que, posiblemente, la grasa
intraabdominal posee una respuesta fisiológica distinta de la subcutánea, que la hace
más sensible a los estímulos lipolíticos y a incrementos en los ácidos grasos libres en
la circulación portal.5-12 Otro motivo es la desregulación en la producción de
citoquinas, por exceso de tejido adiposo, que aumenta un estado de inflamación
crónica que conlleva a la resistencia a la insulina.13 Existe consenso acerca de que la
medición de la circunferencia abdominal (CA) es un indicador indirecto de la presencia
de grasa intraabdominal. Es fácil de obtener y de bajo costo, por lo que se utiliza para
predecir tempranamente el riesgo de padecer enfermedades como la diabetes
mellitus, la hipertensión y las cardiovasculares, y provee información útil para
identificar población en riesgo, aún antes de que la obesidad sea identificada con el
índice de masa corporal (IMC).14,15 No obstante, para que la medida de la
circunferencia abdominal aporte información útil y confiable, es necesaria la existencia
de protocolos de medición y estandarización del personal que la realiza, con el fin de
evitar errores que afecten la clasificación del riesgo según el dato obtenido.16 Existen
varios criterios para evaluar el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares,
según el valor de la circunferencia abdominal; el Adult Panel Treatment III establece
un valor ≥ 80 cm en las mujeres y ≥ 94 cm en los hombres para definir obesidad
abdominal o riesgo incrementado.9,17,18 La Federación Internacional de Diabetes
(IDF) establece valores ≥ 90 cm en el hombre y ≥ 80 cm en la mujer.19 Por otra parte,
la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1997 propuso puntos de corte
(umbrales) para identificar personas en riesgo, estableciendo tres categorías, “bajo
riesgo” ≤ 79 cm en mujeres y ≤ 93 cm en hombres; “riesgo incrementado” de 80 a 87
cm en mujeres y de 94 a 101 cm en hombres, y “alto riesgo” ≥ 88 cm en mujeres y ≥
102 cm en hombres.20 Pero hay controversia sobre los valores de corte apropiados
para los diferentes grupos étnicos o raciales.9,16 En Costa Rica, la indicación de la
medición de la circunferencia abdominal, se establece en las guías de atención de
personas con diabetes y en las de hipertensión arterial.21 Sin embargo, no está
considerada como una actividad de prevención primaria de los Equipos Básicos de
Atención en Salud (EBAIS), cuya función esencial es la promoción de la salud y la
prevención de enfermedades. Cada EBAIS está integrado por un médico, un auxiliar
de enfermería y un asistente técnico de atención primaria (ATAP); están distribuidos
en todo el país y atienden de 3500 a 5000 habitantes, cada uno.21 Por lo anterior, se
identificó la oportunidad de incluir la medición de la circunferencia abdominal en las
funciones rutinarias de los ATAP durante la visita domiciliar, a fin de identificar la
población en riesgo y que puede ser referida a las intervenciones locales de
prevención y promoción de la salud. El objetivo de este artículo es describir las
características de la población del Área de Salud de Santa Ana, a la cual se tomó la
medida de la circunferencia abdominal y se estratificó según el nivel de riesgo de
padecer enfermedades cardiovasculares. Métodos Estudio descriptivo de corte
transversal realizado entre enero de 2009 y diciembre de 2010 en el Área de Salud de
Santa Ana, Costa Rica, integrada por 10 EBAIS. Se evaluó adultos hombres y mujeres
de 20 a 44 años de edad, residentes habituales que se encontraban en el hogar al
momento de la visita del ATAP, la cual se realiza de las 7 am a las 12 md. Se excluyó
a las embarazadas y en periodo postparto menor a los cuatro meses, y a las personas
postcirugía abdominal o con alguna discapacidad física que imposibilitara realizar la
medición. Los ATAP fueron capacitados y estandarizados en el procedimiento de la
medición con base en el “Manual de procedimiento para la medición de la
circunferencia abdominal” diseñado para tal propósito.21 Se utilizó cintas métricas de
fibra de vidrio, inextensibles, graduadas en centímetros y sensibles
El terapeuta que trata la Ob debe saber emplear sus competencias para fijar de
manera individual y razonable uno o varios objetivos sucesivos y alcanzables.
Asimismo, debe acompañar, evaluar y saber explicar al paciente que el problema de la
Ob no se puede curar a corto plazo y respetar siempre el equilibrio del paciente, así
como su grado de tolerancia a las dificultades.78
Se plantea como objetivos: mejorar el estado físico, mental y social del paciente,
facilitar el conocimiento de los alimentos, sus nutrientes y su importancia para la salud,
incorporar la actividad física a la rutina diaria e identificar las barreras que dificultan el
camino para perder peso y mantenerlo en el tiempo.77
Uno de los métodos llevados a cabo para transmitir lo que debe conocer un paciente
que requiere perder peso, es a través de una consulta colectiva interactiva. Mediante
la misma, el contenido educativo va surgiendo de las necesidades reales y sentidas
del grupo, y se centra en promover la participación activa del paciente y aumentar la
adhesión al tratamiento.79
Antes de pensar qué medicamento indicar a un paciente obeso que desea perder
peso, se debe evaluar si alguno de los que ya toma potencialmente le puede aumentar
el apetito -complejos vitamínicos, antihistamínicos, algunos antidepresivos, esteroides
cortico-suprarrenales, insulinas convencionales, entre otros- para evitar su
prescripción de ser posible. En el paciente con Dm 2 con Sp, es útil el uso de
medicamentos que mejoren la insulinosensibilidad y no aumenten el apetito, como es
el caso de la Metformina.
La Medicina tradicional y la homeopatía han sido utilizadas como parte del tratamiento
integral de la Ob. Entre los tratamientos "alternativos" están los dispositivos (plantillas,
pulseras, yeso terapia, cinturones vibradores y terapia infrarroja, entre otros) y los
medicamentos herbolarios y suplementos dietéticos. No obstante, la mayor parte de
estos tratamientos no ha demostrado científicamente su utilidad e incluso, algunos
pueden ser dañinos para la salud.
Los obesos que presenten una alteración de la conducta alimentaria como: Trastorno
por atracón106,107 o incluso personas con edorexia serán manejados por el equipo de
salud acompañados por el asesoramiento del psicólogo o psiquiatra, debido a la
complejidad de su tratamiento.