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Prevalencia de obesidad abdominal

La obesidad es una enfermedad crónica de origen multifactorial, en cuyo desarrollo


están implicados determinantes genéticos y ambientales. Se manifiesta por una
alteración en la composición corporal, provocando un aumento del compartimento
graso. En la mayoría de los casos, el aumento de los depósitos de tejido adiposo va
acompañado de un aumento del peso corporal, dando lugar a un aumento considerable
del riesgo de aparición de comorbilidades que afectan la calidad y esperanza de vida.

Clasificación
A) En función de la distribución de la grasa corporal o morfológica
Los parámetros que nos proporcionan la información sobre la distribución de la grasa
son el perímetro de la cintura o circunferencia abdominal (CA), o el índice cintura-
cadera (ICC). Algunos autores consideran que la grasa perivisceral, tiene una buena
correlación con el perímetro de la circunferencia abdominal y actualmente, se tiende a
utilizar la circunferencia de la cintura y el IMC como indicadores de riesgo asociado a
desarrollar comorbilidad. En la Tabla 1 se hace una clasificación del riesgo relativo de
comorbilidad en función del IMC y el perímetro de la cintura.

Fuente: SEEDO, 2007 Podemos diferenciar los distintos tipos de obesidad en el hombre
y la mujer, en función de la manifestación y distribución de la grasa corporal:

 a.1) Obesidad abdominal, central o superior (androide). Este tipo de


obesidad suele aparecer en el varón y debido a la forma que adopta el cuerpo,
también se conoce como “tipo manzana”. La masa grasa se acumula en la región
cervical, tronco y abdomen superior. Esta obesidad se encuentra asociada a un
mayor riesgo de enfermedad cardiovascular.
 a.2) Obesidad glúteo-femoral o periférica (ginoide). Este tipo de obesidad es
más frecuente en las mujeres y debido a la forma que adopta el cuerpo, también
es conocidacomo “tipo pera”. La masa grasa se produce y acumula en las
caderas, la región glútea y los muslos. Esta obesidad se asociada a trastornos
venosos periféricos (varices).
 a.3) Obesidad de distribución homogénea. No existe un predominio de grasa
en ninguna zona del cuerpo, sino que ésta aparece de forma generalizada en el
organismo.

B) En función del índice de masa corporal.


A pesar de que existen distintos métodos para evaluar la grasa corporal en nuestro
organismo, en la práctica clínica y la investigación epidemiológica la antropometría es
el método más utilizado. A la hora de efectuar un diagnóstico y una clasificación de la
obesidad, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la International Obesity
Taskforce (IOTF) y las sociedades científicas, aconsejan el empleo de datos
antropométricos como peso, talla y circunferencia corporal. Dentro de las mediciones
antropométricas, el indicador más utilizado en la mayoría de la población para la
valoración de adiposidad es la relación entre el peso en kilogramos y la talla en metros
al cuadrado, conocido como Índice de Masa Corporal (IMC) o índice de Quetelet.

IMC = Peso en kg / talla en metros al


cuadrado
Este indicador es recomendado por diversas sociedades científicas y organizaciones
internacionales relacionadas con la salud para su utilización en población general adulta,
aunque en deportistas y ancianos no sea considerado el mejor indicador de la grasa
corporal.
No existen criterios uniformes para marcar los límites de los intervalos de normopeso y
sobrepeso según el valor del IMC. Para definir la obesidad, se tiende a aceptar como
punto de corte, valores de IMC superiores 30 kg /m2, aunque también se han definido
valores superiores al percentil 85 de la distribución de referencia por edad. Utilizando
este índice corporal como criterio, la OMS ha propuesto una clasificación del grado de
obesidad (ver Tabla 2).

La Sociedad Española del Estudio de la Obesidad (SEEDO) propuso en los años 2000 y
2007 un límite inferior de peso normal correspondiente a un IMC igual a 18,5 kg/m2, en
consonancia con las recomendaciones internacionales recientes (ver Tabla 3). El
sobrepeso, en el que está incluida una gran parte de la población adulta, contempla
valores de IMC en el rango 25–29,9 kg/m2. Por otro lado, se ha introducido un nuevo
grado de obesidad (grado IV, u obesidad extrema) para aquellos pacientes con un IMC
mayor de 50 kg/m2.

Epidemiología de la obesidad
Según la OMS y el IOTF, la obesidad se considera como la epidemia del siglo XXI,
dado que esta produciendo un gran impacto sobre la morbimortalidad, la calidad de vida
y el gasto sanitario. La OMS ha recogido diversos informes relacionados con la dieta y
la salud, en los que se reconoce el impacto que tiene la obesidad en la prevalencia de
numerosas patologías crónicas como son: las enfermedades cardiovasculares, diabetes
tipo II, patología músculo-esquelética, mala calidad de sueño y algunos tipos de cáncer.
Los estudios de prospección realizados en España revelan que existe una prevalencia de
obesidad (IMC ≥ 30 kg /m2) que afecta al 14%-19% de la población. Desde principios
del siglo XXI, la prevalencia de obesidad en el primer mundo ha aumentado entre un
10% y el 40%. En el caso de no adoptar las medidas necesarias, se prevé que para el año
2030, el 100% de la población adulta americana tendrá un IMC mayor de 27 kg/m2, es
decir sobrepeso.
A nivel mundial, Estados Unidos es el país con mayor prevalencia de obesidad, ya que
un 66% de la población norteamericana presenta sobrepeso y aproximadamente un 32%
sufre obesidad. Cabe resaltar que esta prevalencia es mayor en mujeres y en etnias
negras e hispanas.
En Europa, los datos obtenidos del estudio MONICA (Monitoring trends and
determinants in cardiovascular disease) en 1989, fueron publicados años más tarde por
la OMS, mostrando los primeros resultados que revelaban una mayor prevalencia de
obesidad en los países de la zona mediterránea y del este de Europa, frente a los
situados en la zona norte, centro y oeste del continente.
En España, los valores que muestran la prevalencia de obesidad y sobrepeso en adultos
entre 25 y 64 años, derivan del estudio DORICA (Dislipemia, Obesidad y Riesgo
Cardiovascular), datos que fueron analizados por la Sociedad Española para el estudio
de la Obesidad (SEEDO) y publicados en 2005. Estos datos se recogieron -entre 1990 y
2000-, a través de estudios epidemiológicos, nutricionales y de factores de riesgo
cardiovascular de carácter transversal. Dichos estudios se realizaron sobre muestras
aleatorias representativas de la población de 9 comunidades autónomas (Andalucía,
Baleares, Canarias, Cataluña, Galicia, Madrid, Comunidad de Murcia, País Vasco y
Comunidad Valenciana).
El estudio DORICA estima que un 15,5 % de la población adulta española de entre 25 y
64 años tiene obesidad, aunque en las mujeres la prevalencia es más elevada (17,5%)
que en los hombres (13,2%). El porcentaje de obesidad tipo II (IMC 35-39 kg/m2) en
ambos sexos -entre 25 y 60 años-, es del 0,79% en hombres y del 3,1% en mujeres. En
cuanto a la población mayor de 65 años, se observa una prevalencia de obesidad del
35%, correspondiendo un 30,9% a hombres y un 39,8% a mujeres.
Con respecto a obesidad mórbida (IMC ≥ 40 kg /m2), la prevalencia en mujeres (0,9%)
triplica a la encontrada en hombres (0,3%). El mayor porcentaje de población obesa se
localiza en las zonas del Noroeste, Murcia, Sur y Canarias, tal y como se puede observar
en la Figura 1.

Figura 1. Distribución de la prevalencia de obesidad (%) por áreas geográficas y sexo.


Fuente: Estudio DORICA. Posteriormente (2006), los datos obtenidos en el estudio
DRECE (Dieta y Riesgo de enfermedades Cardiovasculares en España) muestran un
aumento del 34,5% en los últimos 14 años en la prevalencia de obesidad,
incrementándose desde un 17,4% en 1992 hasta un 24% en el año 2006. Estos datos
coinciden con los registros de peso y talla de la Encuesta Nacional de Salud (2001), en
la cual se especifica que durante 14 años de evolución, se produjo un aumento absoluto
de un 6% en las tasas de obesidad, variando de un 7,7% en el año 1987 a un 13,6% en el
2001.
En resumen, el subgrupo que pertenece a mujeres es el que muestra la mayor
prevalencia de obesidad en España y además, se incrementa conforme aumenta la edad
y disminuye el nivel de instrucción. Algunos de los factores que contribuyen al aumento
de la prevalencia de obesidad son: el estilo de vida sedentario, el aumento de las calorías
a base de grasas y alcohol, la disminución en el consumo de frutas y verduras, un nivel
socioeconómico y cultural bajo y vivir en Canarias y en las zonas del sureste y el
noroeste del país.

Enfermedades asociadas a la obesidad


Como ya se ha comentado previamente, el sobrepeso y la obesidad se encuentran
asociados a morbilidades que pueden afectar a la salud (ver Tabla 4) como la
enfermedad cardiovascular arterioesclerótica, alteraciones cardiorrespiratorias,
metabólicas, digestivas, músculo - esqueléticas, alteraciones propias de la mujer y otras.

Síndrome metabólico
Se denomina síndrome metabólico al conjunto de factores de riesgo que se asocian a la
obesidad abdominal, que incluye la resistencia a la insulina (dificultad para utilizar la
glucosa), la hipertensión arterial y la dislipemia aterogénica. El origen y evolución de
esta enfermedad es un proceso complejo y no elucidado en la actualidad, aunque la
obesidad central y la resistencia a la insulina han sido considerados el núcleo central que
desencadena dicho síndrome (ver Tabla 5). Además, la resistencia a la insulina puede ir
acompañada de otras alteraciones que entrañan un incremento adicional del
riesgocardiovascular, así como otras alteraciones asociadas.
Causas del sobrepeso y la obesidad
El estilo de vida sedentario, la ingesta excesiva de nutrientes con elevada concentración
energética (comida rápida, bebidas azucaradas, etc.), contribuyen al incremento de la
obesidad. A pesar de que la génesis de la obesidad está condicionada por unos hábitos
alimentarios y estilos de vida inadecuados, también puede deberse a alteraciones
metabólicas y trastornos neuroendocrinos, factores sociológicos, componentes genéticos
hereditarios e incluso a la interacción entre estos factores. Por ello, el ejercicio físico
regular, la promoción de hábitos saludables y dieta equilibrada son algunas de las
medidas más eficaces para la prevención del sobrepeso y obesidad.
Falta de sueño y obesidad
La evaluación de la falta de sueño está adquiriendo cada vez más interés por su
potencial contribución a la epidemia de la obesidad. El aumento de la prevalencia de la
obesidad durante el último medio siglo en los países occidentales, ha ido acompañado
de una reducción drástica en la duración del sueño. Los estudios fisiológicos sugieren
que la falta de sueño puede afectar a la regulación hormonal del hambre y la saciedad.
Según estudios prospectivos, existe una asociación directa entre la falta de sueño y una
mayor tasa de aumento de peso. Los estudios transversales han demostrado que
laasociación entre el sueño y la obesidad persiste cuando la falta de sueño se mide de
forma objetiva.
Esta asociación se produce como resultado del aumento de la masa grasa y no de la
muscular. De esta forma, la falta de sueño representa un factor novedoso y de riesgo
independiente en la prevalencia de la obesidad, pero todavía se necesitan más estudios
científicos para determinar si las intervenciones dirigidas a aumentar el sueño, pueden
ser útiles en la lucha contra la obesidad.

Determinantes genéticos de la obesidad


En la actualidad se considera que las obesidad depende de varios factores, entre los que
se encuentran la influencia del medio ambiente y determinados genes que presentan una
variante (polimorfismo) determinada en personas obesas (ver Tabla 5). Se han descrito
diversos genes involucrados en la génesis de la obesidad, aunque se ha evidenciado que
sólo un número muy reducido de ellos tiene una relación directa en el desarrollo de esta
patología. Las mutaciones genéticas representan menos del 1% de los casos de obesidad
y las personas que presentan estos polimorfismos tienen mayor predisposición a padecer
obesidad, aunque no significa que estas personas estén predestinadas a ser obesas, ya
que también es necesario que el estilo de vida favorezca la aparición de la misma. Los
genes relacionados con la obesidad están implicados en:

 • El control de la síntesis y actividad de ciertos péptidos implicados en la


regulación del apetito.
 • La respuesta del metabolismo basal, el efecto térmico de los alimentos o la
actividad física espontánea.
 • La eficiencia de la utilización metabólica de los nutrientes energéticos para
cubrir las demandas del organismo.
 • La regulación de la adipogénesis.

Factores ambientales que influyen en la prevalencia de


la obesidad
Debemos concienciarnos de que los factores ambientales y el estilos de vida
desempeñan un papel muy importante en el desarrollo de la obesidad, aunque todavía no
se conocen bien todos los factores que influyen en su prevalencia. De esta forma, la
mayoría de los casos de obesidad debidos a una alteración del balance energético,
pueden ser determinados por factores obesógenos.
Objetivos del tratamiento de la obesidad
Los objetivos que se deben plantear para abordar el tratamiento de la obesidad han de
ser factibles y mantenidos en el tiempo, tanto a corto como a largo plazo. Los primeros
pasos a seguir en el tratamiento de la obesidad son los cambios en el estilo de vida, que
incluyen un tratamiento dietético-alimentario, psicológico, un plan de actividad física y
en los casos en los que sea necesario, farmacoterapia. En los individuos donde la
obesidad presente cierta gravedad puede estar indicada la cirugía. Teniendo en cuenta
que los objetivos de la pérdida de peso deben ser alcanzables y mantenerse a largo
plazo, el individuo debe ser consciente de las mejoras que para su salud supone dicha
pérdida de peso.
La FESNAD-SEEDO (Federación Española de Sociedades de Nutrición Alimentación y
Dietética-Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad) establece que el
tratamiento dietético de la obesidad debería ajustarse a lo descrito en la Tabla 8.
Tratamiento dietético alimentario
En el tratamiento de la obesidad, el programa de adelgazamiento se debe plantear como
un objetivo a largo plazo, ya que una pérdida de peso rápida implica una mayor pérdida
de masa muscular y para nuestro organismo esto no es recomendable. Se pueden
plantear varias posibilidades para el tratamiento dietético, aunque existen diferentes
criterios para su utilización y deben personalizarse. Además, las dietas deben ser
pautadas y controladas por un especialista en la materia.
En general, las dietas hipocalóricas son las más utilizadas en el tratamiento de la
obesidad y persiguen que el individuo:

 - Alcance un peso razonable en detrimento de masa grasa, para así obtener una
mejora en la calidad de vida y disminuir la morbimortalidad asociada a la
obesidad.
 - Modifique y mejore los hábitos alimentarios para conseguir mantener el peso a
largo plazo, sin posible riesgo de déficit nutricional.
Existen ciertas evidencias de cómo las pérdidas de peso moderadas influyen en la
prevención o mejora de las enfermedades asociadas. Así, conseguir la pérdida y
mantenimiento de peso por debajo del inicial, supondrá la mejoría de las enfermedades
asociadas y una disminución de la mortalidad. De hecho, se ha detectado que cuando se
pierde entre un 5-15% de peso –con respecto al inicial-, aparecen ventajas importantes
desde un punto de vista clínico, como la mejoría de la comorbilidad y una disminución
del 25% de la mortalidad.
Por otra parte, cuando se produce una pérdida de peso importante y/o alteraciones de
peso frecuentes, puede aparecer el “efecto yo-yo”. Este riesgo es independiente del IMC
inicial. Hay que tener en cuenta que las dietas que restringen de forma drástica la
energía y alguno de los grupos de alimentos no son saludables, y pueden provocar
pérdida de masa magra y aparición de trastornos del comportamiento alimentario. Dado
que la mayoría de los pacientes pretenden perder peso de forma rápida, es importante
aclarar las ventajas sobre la salud de una pérdida de peso lenta pero mantenida,
implantando unos hábitos alimentarios correctos.
Para las personas que tienen sobrepeso sin comorbilidades asociadas, con tendencia a
coger peso o que estén en situaciones que puedan favorecer el aumento de peso -
inmovilidad, edad avanzada y menopausia-, se recomendarán unas pautas dietéticas
generales que limiten el consumo de grasas y alimentos no ricos desde un punto de vista
nutricional. En estos casos, la dieta debería ser normocalórica y equilibrada. Para
pacientes que presenten sobrepeso u obesidad, acompañado de factores de riesgo, se
debería pautar una dieta discretamente hipocalórica. Cuando la dieta presenta un déficit
de 500 kcal al día -respecto al requerimiento específico del paciente-, se produciría una
pérdida de 400 g a la semana, aunque existe una gran variabilidad de la respuesta
interpersonal en la que influyen factores como el sexo, edad y carga genética. Los
pacientes con requerimientos mayores de 2000 kcal al día, suelen tolerar adecuadamente
este tipo de restricción calórica. Se considera como un objetivo alcanzable la pérdida de
un 5-15% del peso inicial, durante los primeros 3-6 meses, para disminuir el riesgo a
desarrollar comorbilidades como la diabetes, dislipemias e hipertensión arterial. Pasada
esta fase inicial, la terapia puede orientarse a mantener el peso alcanzado, incluyendo un
estilo de vida activo y un “aprendizaje” en la alimentación. La evaluación del peso
semanal marcará la necesidad de reajustar la dieta del paciente en cuestión para cumplir
el objetivo perseguido.
En los primeros días de dieta, se produce una pérdida importante de peso, debido a que
gran parte del glucógeno se transforma en glucosa y por tanto, se pierde el agua
necesaria para su almacenamiento. Posteriormente, el peso se reduce progresivamente a
un ritmo más lento.
Este hecho ocurre porque los requerimientos energéticos del paciente se reducen por
distintas razones:

 - El 25% del peso que se pierde corresponde al tejido muscular, que presenta
mayor actividad metabólica que el tejido adiposo.
 - Se produce una disminución del gasto energético por una serie mecanismos
adaptativos que aparecen cuando se da una situación de restricción calórica.

El enlentecimiento del ritmo de la pérdida de peso, junto a la debilidad psicológica que


supone el seguimiento de una dieta hipocalórica, puede producir que tras unas semanas
de tratamiento, se estabilice el peso o incluso, ocurra una ganancia ponderal.
a) Dietas hipocalóricas equilibradas: Este tipo de dietas son las más recomendadas
por los organismos y las sociedades científicas en el tratamiento de la obesidad.
Generalmente, se entiende que estas dietas tienen un aporte calórico total superior a 800
kcal diarias y originan un déficit calórico de entre 500 y 1000 kcal/día. La distribución
de los macronutrientes es bastante similar a las recomendaciones de la población
general en lo que se refiere a dieta equilibrada, aunque con algunas modificaciones
respecto a las proteínas, donde el contenido calórico total de estas se ve incrementado
(ver Tabla 10).

La composición de la dieta se debería basar en los principios de la dieta equilibrada y


saludable:

1. - Carbohidratos: Deben representar entre el 45% y el 55% del valor calórico


total, pero nunca ingerir menos de 100 g/día. Se limitará el consumo de azúcares
refinados (<10%) y se mantendrá el aporte de fibra (25-30 g/día).
2. - Grasas: Deben representar de un 25% a un 35% del valor calórico total. La
alta densidad energética de las grasas justifica que se reduzca su consumo y de
esta forma se produzca finalmente un beneficio sobre las enfermedades
cardiovasculares.
3. - Proteínas: Supondrán del 10% al 15% del valor calórico total. En el caso de
que se lleven a cabo dietas hipocalóricas con ingestas inferiores a 1500 kcal,
puede que el porcentaje de proteínas baje mucho y sea insuficiente para cubrir
las necesidades mínimas de proteínas (0,8-1 g/kg de peso ajustado), por lo que
se recomienda subir la proporción hasta el 25%. Se debe tener en cuenta que por
lo menos la mitad de las proteínas de la dieta debe ser de alto valor biológico.
4. - Agua: Se debe recomendar una ingesta de agua abundante y de esta forma,
evitar que se produzca cristalización y precipitación de solutos.
5. - Micronutrientes: Las dietas hipocalóricas menores de 1500 kcal/día pueden
presentar carencia de hierro, manganeso, vitaminas D, E, B1, B2, B3 y B6. Por
esta razón, se deben suplementar estas dietas con preparados vitamínicos.

En el diseño de la dieta, se deben tener en cuenta ciertas recomendaciones en lo que


respecta a los diferentes grupos de alimentos:

 - Leche y productos lácteos


 - Verduras
 - Frutas
 - Carnes, pescados y huevos
 - Grasas y aceites

B) Dietas de muy bajo contenido calórico (DMBC) o ayuno modificado: Estas dietas
se caracterizan por ser muy bajas en calorías y aportar entre 400 y 800 kcal,
habitualmente en forma de preparados farmacéuticos e incluyendo en su fórmula
proteínas, vitaminas y minerales. La prescripción de estas dietas debe hacerse
únicamente bajo control médico, en pacientes que presenten una obesidad mórbida
(IMC > 30 kg/ m2) y requieran una pérdida de peso rápida a causa de alguna patología
asociada. El período de prescripción de la dieta no debe superar las 16 semanas de.
La EFSA ha publicado recientemente un informe en el que referencia la falta de
evidencias para afirmar que las DMBC puedan estar asociadas a una menor o mayor
pérdida de masa magra, en comparación con dietas hipocalóricas menos restrictivas.
Existen diversas dietas que promulgan la pérdida de peso sin reducir el aporte calórico
(normocalórica), como son las dietas hiperproteicas, las disociadas, las cetogénicas, etc.
Pero la mayor parte de estas dietas no son equilibradas en nutrientes y por tanto pueden
implicar que aparezcan efectos secundarios, no son deseables para la salud.
C) Dietas hipocalóricas desequilibradas. Este tipo de dietas se caracterizan por ser
desequilibradas en macronutrientes y podemos encontrar distintos tipos en función del
porcentaje de macronutriente que se modifique: c.1) Dietas con un contenido alto de
proteínas y grasas y bajas en carbohidratos (<20%). Se caracterizan por la supresión del
apetito a causa de la cetogénesis que producen, pero presentan déficit en vitamina C,
aumentan los niveles de ácido úrico y colesterol y provocan náuseas, hipotensión y
fatiga. c.2) Dietas con un bajo contenido en grasas (20-25%) y altas en proteínas (40-
45%). Presentan déficit en vitamina A y C, hierro y tiamina. c.3) Dietas con alto
contenido en hidratos de carbono, bajas en proteínas (25 g) y grasas (<10%). Estas
dietas son deficitarias en hierro, ácidos grasos esenciales y vitaminas liposolubles.

Dieta Milagro para adelgazar


Desde que la prevalencia de la obesidad está aumentando, vienen apareciendo dietas de
adelgazamiento novedosas que se difunden a través de los medios de comunicación,
libros, internet, revistas no especializadas, videoconferencias, etc., que prometen una
pérdida de peso de forma fácil. A este tipo de dieta se les denomina coloquialmente
“dietas milagro”, en su mayoría están escritas por personas que carecen de formación
adecuada y evidencias científicas, y que podrían estar más interesados en la
autopromoción y beneficios económicos, que en la divulgación de una alimentación
equilibrada y saludable.
La mayoría de estas dietas son muy restrictivas en calorías, por lo que pueden ocasionar
un déficit en vitaminas y minerales, alterar el metabolismo y conducir a una dieta
monótona, aburrida, que puede ser peligrosa para la salud física y mental. Al ser dietas
tan hipocalóricas, el organismo obtiene energía a partir de las proteínas corporales,
originándose sustancias peligrosas y una pérdida de masa muscular y agua. La masa
muscular es muy rica en agua y por tanto se elimina una gran cantidad de líquido en las
primeras semanas. A veces, durante estas dietas se administran diuréticos que favorecen
la eliminación de líquidos por la orina. La persona que está llevando a cabo este tipo de
dietas percibe, de forma errónea, una reducción drástica de masa grasa.
Por otra parte, este tipo de dieta favorece el “efecto yo-yo” o rebote, recuperándose
rápidamente el peso perdido, debido a que el ayuno activa mecanismos hormonales y
nerviosos que crean resistencia a la perdida de peso. Estos mecanismos producen un
aumento del apetito y un mayor ahorro metabólico, de forma que se produce una
recuperación rápida del peso cuando el individuo empieza a alimentarse según sus
hábitos. Pero esa recuperación de peso genera el desarrollo de tejido graso, ocasionando
la cormobilidad asociada al sobrepeso y obesidad. Además, el paciente al no aprender a
llevar a cabo una dieta saludable y al volver a sus costumbres, vuelve a engordar. Todo
ello puede producir desorientación, trastornos psicológicos graves y trastornos de la
conducta alimentarias (bulimia, anorexia, atracones).
En general, las dietas milagro se caracterizan por:

 • Prometer una perdida de peso muy rápida, de más de 5 Kg al mes.


 • Ser fácil de llevar a cabo.
 • Promulgar que son seguras y sin efectos perniciosos para la salud.

Las dietas milagro se clasifican en:

1. • Dietas hipocalóricas desequilibradas. Estas dietas son muy aburridas,


deficientes en nutrientes y producen un efecto yo-yo, en el que se reduce la masa
muscular y aumenta la masa grasa. El metabolismo se adapta a la falta de
energía reduciendo el gasto energético. Entre estas dietas está la seguid por la
Clínica Mayo, Dieta Cero, Dieta Gourmet y “Dieta Toma la Mitad”.
2. • Dietas disociativas. Se basan en una teoría sin fundamento científico que
defiende que los alimentos no engordan en si mismos, sino la combinación que
se hace de ellos. No se limita la ingestión de alimentos ricos en calorías, sino
que se impide su total absorción mediante la disociación. Los resultados que se
obtienen se deben a que finalmente se consumen menos calorías. Cabe aclarar
que los alimentos no contienen los nutrientes de forma pura, es decir, solo
proteínas o solo hidratos de carbono, por lo que es imposible llevar a cabo las
premisas que promulga. Entre estas dietas están la Dieta Disociada o de Hay,
Dieta de Montignac, La Antidieta y Dieta de Hollywood.
3. • Dietas excluyentes. Eliminan algún nutriente o grupo de alimentos. Algunas de
ellas son cetogénicas y produce gravísimas alteraciones del metabolismo. Entre
estas dietas se encuentran la Dieta Atkins, Dieta de Lutz, Dieta de Dukan, etc.
La AESAN ha presentado un documento sobre las dietas milagro, describiendo sus
características más importantes y los posibles riesgos sobre la salud:

 • Dieta disociada de Hay


 • Dieta Atkins
 • Dieta clínica Mayo
 • Dieta de la Sopa
 • Dieta del Grupo Sanguíneo
 • Dieta de Montignac
 • Dieta de la Luna
 • Test de Alcat
 • Dieta de Dukan

Ejercicio físico
El plan de abordaje en el tratamiento de la obesidad debe incluir la actividad física y el
ejercicio como medida preventiva y de mantenimiento del peso a largo plazo. En la
edad adulta, las actividad se encamina a mejorar el rendimiento cardiovascular y la
fuerza muscular e intentar prevenir las lesiones osteomusculares (ver Tabla 11). El
programa de entrenamiento debe adaptarse a las diferentes etapas de la vida de la
persona y condición física del individuo. Esto implica la elaboración de un programa de
entrenamiento personalizado, guiado y controlado por un especialista. La Asociación
Internacional para el Estudio de la Obesidad (IASO), establece dos recomendaciones
con respecto a la duración de la actividad física: la primera de ellas va encaminada a la
prevención de la obesidad en los individuos con sobrepeso e incluye 45-60 minutos de
actividad física diaria (315-420 min/sem), y la segunda incide sobre el mantenimiento
del peso perdido, aconsejando realizar 60-90 min diarios (420-630 minutos /semana) de
actividad física de intensidad moderada.
Tratamiento farmacológico
El tratamiento farmacológico para la obesidad se debería llevar a cabo como
complemento al tratamiento dietético, a la actividad física y a los cambios de estilo de
vida. Se prescribirá a personas con un IMC mayor de 30, o 27 si además presenta
cormobilidad asociada. En la actualidad existen pocas opciones farmacológicas
aprobadas para el tratamiento contra la obesidad.

Tratamiento psicológico y/o psiquiátrico


Este tipo de tratamiento tiene como objetivo que el paciente desarrolle una serie de
herramientas para cambiar la forma de alimentarse, adquiera un estilo de vida activo y
se convenza de los beneficios de adoptar unos hábitos saludables. Es conveniente
formar un equipo multidisciplinar incluyendo nutricionistas, preparadores físicos y
psicoterapeutas. En la intervención se puede utilizar el sistema de registros de la
actividad física y los alimentos que se consumen y en qué condiciones, para promover
la autoobservación y concienciación.
La pérdida de peso puede mejorar algunos aspectos psicológicos como la autoestima,
imagen corporal y la relación con los demás. Por contra, llevar a cabo una dieta
hipocalórica puede afectar al estado de ánimo y desarrollar irritabilidad, ansiedad,
culpabilidad y depresión cuando la dieta no se realiza correctamente. Además, la
persona que padece obesidad puede ser psicológicamente más vulnerable. Se ha
detectado que hasta un 30% de las personas que van a la consulta para perder peso,
presentan el “trastorno por atracón” y es preciso identificarlo antes de iniciar el
tratamiento dietético.
La terapia cognitiva-conductual pretende desarrollar en el individuo nuevas costumbres
alimentarias, como masticar despacio, consumir raciones más pequeñas, estar atentos al
estímulo de la saciedad, dedicar tiempo a comer exclusivamente y no hacer otro tipo de
actividades mientras se come, como ver la tele o trabajar.
Otro objetivo de esta terapia consiste corregir creencias y establecer compromisos,
donde se refleje la recompensa y que aprendan a controlar la cadena de estímulo que les
lleva a comer de forma errónea. Es importante que el paciente adquiera técnicas de
relajación para controlar los estados de ansiedad que le llevan a comer más cantidad de
alimento del que necesita. Además, el paciente debe conseguir autocontrol de si mismo
frente a la sobreestimulación obesogénica, y de esta forma evitar las recaídas y poder
mantener el peso corporal adecuado.

”.
La circunferencia abdominal como indicador de riesgo de
enfermedad cardiovascular
Las enfermedades cardiovasculares representan la principal causa de muerte en el
mundo.1 En Costa Rica, en 2010 ocasionaron 3 938 muertes, lo que supone el 20%
de las defunciones (un 55% en varones y un 45% en mujeres).2 Los principales
factores de riesgo de estas enfermedades han aumentado en los últimos años, de
acuerdo con las encuestas nacionales; la prevalencia de sobrepeso y obesidad es del
60% (IMC≥25); de colesterol elevado, del 45,7% (>200 mg/dl), y de triglicéridos altos,
del 29,8% (≥200 mg/dl). Además, el 25,6% de la población presenta hipertensión
arterial (≥140/90 mm/ Hg) y alrededor del 8%, diabetes mellitus.3, 4 De estos factores
de riesgo, la obesidad adquiere gran relevancia porque acelera su aparición, sobre
todo si el exceso de grasa se deposita en el interior del abdomen. El exceso de grasa
intraabdominal produce alteraciones metabólicas que incrementan el riesgo de
enfermedades cardiovasculares. Una de las razones es que, posiblemente, la grasa
intraabdominal posee una respuesta fisiológica distinta de la subcutánea, que la hace
más sensible a los estímulos lipolíticos y a incrementos en los ácidos grasos libres en
la circulación portal.5-12 Otro motivo es la desregulación en la producción de
citoquinas, por exceso de tejido adiposo, que aumenta un estado de inflamación
crónica que conlleva a la resistencia a la insulina.13 Existe consenso acerca de que la
medición de la circunferencia abdominal (CA) es un indicador indirecto de la presencia
de grasa intraabdominal. Es fácil de obtener y de bajo costo, por lo que se utiliza para
predecir tempranamente el riesgo de padecer enfermedades como la diabetes
mellitus, la hipertensión y las cardiovasculares, y provee información útil para
identificar población en riesgo, aún antes de que la obesidad sea identificada con el
índice de masa corporal (IMC).14,15 No obstante, para que la medida de la
circunferencia abdominal aporte información útil y confiable, es necesaria la existencia
de protocolos de medición y estandarización del personal que la realiza, con el fin de
evitar errores que afecten la clasificación del riesgo según el dato obtenido.16 Existen
varios criterios para evaluar el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares,
según el valor de la circunferencia abdominal; el Adult Panel Treatment III establece
un valor ≥ 80 cm en las mujeres y ≥ 94 cm en los hombres para definir obesidad
abdominal o riesgo incrementado.9,17,18 La Federación Internacional de Diabetes
(IDF) establece valores ≥ 90 cm en el hombre y ≥ 80 cm en la mujer.19 Por otra parte,
la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1997 propuso puntos de corte
(umbrales) para identificar personas en riesgo, estableciendo tres categorías, “bajo
riesgo” ≤ 79 cm en mujeres y ≤ 93 cm en hombres; “riesgo incrementado” de 80 a 87
cm en mujeres y de 94 a 101 cm en hombres, y “alto riesgo” ≥ 88 cm en mujeres y ≥
102 cm en hombres.20 Pero hay controversia sobre los valores de corte apropiados
para los diferentes grupos étnicos o raciales.9,16 En Costa Rica, la indicación de la
medición de la circunferencia abdominal, se establece en las guías de atención de
personas con diabetes y en las de hipertensión arterial.21 Sin embargo, no está
considerada como una actividad de prevención primaria de los Equipos Básicos de
Atención en Salud (EBAIS), cuya función esencial es la promoción de la salud y la
prevención de enfermedades. Cada EBAIS está integrado por un médico, un auxiliar
de enfermería y un asistente técnico de atención primaria (ATAP); están distribuidos
en todo el país y atienden de 3500 a 5000 habitantes, cada uno.21 Por lo anterior, se
identificó la oportunidad de incluir la medición de la circunferencia abdominal en las
funciones rutinarias de los ATAP durante la visita domiciliar, a fin de identificar la
población en riesgo y que puede ser referida a las intervenciones locales de
prevención y promoción de la salud. El objetivo de este artículo es describir las
características de la población del Área de Salud de Santa Ana, a la cual se tomó la
medida de la circunferencia abdominal y se estratificó según el nivel de riesgo de
padecer enfermedades cardiovasculares. Métodos Estudio descriptivo de corte
transversal realizado entre enero de 2009 y diciembre de 2010 en el Área de Salud de
Santa Ana, Costa Rica, integrada por 10 EBAIS. Se evaluó adultos hombres y mujeres
de 20 a 44 años de edad, residentes habituales que se encontraban en el hogar al
momento de la visita del ATAP, la cual se realiza de las 7 am a las 12 md. Se excluyó
a las embarazadas y en periodo postparto menor a los cuatro meses, y a las personas
postcirugía abdominal o con alguna discapacidad física que imposibilitara realizar la
medición. Los ATAP fueron capacitados y estandarizados en el procedimiento de la
medición con base en el “Manual de procedimiento para la medición de la
circunferencia abdominal” diseñado para tal propósito.21 Se utilizó cintas métricas de
fibra de vidrio, inextensibles, graduadas en centímetros y sensibles

en milímetros, calibradas por el Laboratorio Costarricense de Medidas (LACOMET,


número de certificado 22010109). Las variables analizadas fueron: edad en años,
sexo, escolaridad, ocupación y circunferencia abdominal; para el estudio se utilizó la
clasificación de CA establecida por la OMS.20 La ocupación se clasificó según la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) para actividades remuneradas.23 La
estadística descriptiva y el análisis de asociación de las diferentes variables con el
nivel de riesgo se realizaron en el programa SPSS, versión 15.0 para Windows. El
nivel de significancia estadística se estableció en p<0,05
Resultados Se presentan los resultados de 325 personas, un 76,9% mujeres, y un
promedio de edad de 30±6,5 años, similar en ambos sexos. El 74,2% de la población
tenía menos de 35 años. Respecto a la escolaridad, el 40,9% de la población tenía
educación primaria (completa o incompleta), el 46,1% secundaria (completa o
incompleta), el 11,1% estudios universitarios y el 1,8% se reportó analfabeta. El 50,1%
eran amas de casa y el 47,7% se dedicaba a actividades remuneradas, destacando
los trabajadores

de servicios, comercios, operarios y artesanos; un 72,6% de la población estaba


casada o vivía en unión libre. La media de la circunferencia abdominal en las mujeres
fue de 86,4±12,4 cm, y de 88,1±11,5 cm en los hombres. No hubo diferencias
estadísticas significativas entre las medias de la circunferencia abdominal por género
(p=0,282). Se determinó que la circunferencia abdominal presentó un aumento en las
mujeres según grupo de edad, hasta los 39 años, diferencias estadísticamente
significativas (p= 0,03); en los hombres se observó un cambio no ascendente en los
grupos de edad, pero sí estadísticamente significativo (p=0,04). (Cuadro 1). Según los
puntos de corte de la OMS, el 57,5% (n=187) de la población mostró un perímetro
abdominal que los clasifica con algún nivel de riesgo (categorías riesgo incrementado
y alto riesgo). De este porcentaje, el 35,1% presentó alto riesgo (43,2% de las mujeres
y 8% de los hombres) (Cuadro 2). El porcentaje de personas en la categoría “alto
riesgo” aumentó en cada grupo de edad, sobre todo en las mujeres, sin embargo, el
mayor cambio en la prevalencia fue del grupo de 20 a 24 años, al de 25 a 29 años.
(Figura 1). En los hombres llama la atención el grupo de 35 a 39 años de edad, donde
más del 85% (n=5) presentó esta condición. Excluyendo a las personas con bajo
riesgo, se encontró que el promedio de la circunferencia abdominal en las mujeres, en
todos los grupos de edad, superó los 88 cm, y en los hombres únicamente el grupo de
25 a 29 años superó los 102 cm, lo que los ubicó en la categoría de alto riesgo
(Cuadro 3)
Discusión La circunferencia abdominal es una herramienta de fácil determinación y de
gran utilidad en la práctica clínica, y como producto de este estudio, la medición de la
CA fue incluida en las actividades de promoción y prevención en el primer nivel de
atención de salud.
La población de este estudio se caracterizó por ser en su mayoría mujeres, jóvenes,
con escolaridad que no superó la secundaria, y amas de casa, indicadores que
sugieren una población con bajo nivel socioeconómico. Además, con una
circunferencia abdominal que las ubicó en riesgo de padecer enfermedades como la
diabetes o la hipertensión; resultados de otros estudios indican que el problema de la
obesidad es mayor o se acentúa en mujeres de bajo nivel socioeconómico.24, 25 El
perfil de las personas de este estudio, aunado a los altos valores de la circunferencia
abdominal, puede explicar la mayor prevalencia de diabetes en las mujeres en Costa
Rica, reflejada en las encuestas nacionales.3, 4 La encuesta de “diabetes,
hipertensión y factores de riesgo en enfermedades crónicas”, realizada en 2004, utilizó
los valores de riesgo de la OMS para la circunferencia abdominal, reportando para el
grupo de 20 a 39 años, una prevalencia del 44,8% para las mujeres y del 17% para los
hombres.3, 4 En el estudio, la prevalencia fue semejante para las mujeres (43%), pero
menor para los hombres (8%). Al excluir a las personas sin riesgo, según este
indicador, el valor de CA excede el valor de riesgo en todos los grupos de edad, y el
mayor cambio en la prevalencia se observó entre el grupo de 20 a 24 años, al de 25 a
29 años, lo que sugiere que las medidas de prevención de ECV deberían priorizarse
en los grupos de menor edad, a fin de evitar la aparición de enfermedades, ya que
existen diferencias marcadas en la adiposidad abdominal por sexo, debido a que las
mujeres acumulan más grasa que los hombres.24 Entre las mujeres mayores hay un
aumento de la androgenicidad, medida por el incremento de testosterona, que
ocasiona un acúmulo de tejido adiposo abdominal, que aumenta la actividad de la
lipasa hepática y disminuye, consecuentemente, los niveles de HDL, por lo que la CA
podría ser también un indicador sencillo para evaluar el metabolismo lipídico, en este
nivel de atención en salud.18, 26 Las organizaciones internacionales (ATP, IDF y
OMS) utilizan diferentes criterios para clasificar la población en riesgo, coincidiendo
con el punto de corte de 80 cm para las mujeres, pero no en el de los hombres. Varios
autores recomiendan reevaluar el valor del corte de 102 cm en los hombres, a fin de
evitar intervenciones tardías; de esta manera, en el estudio se hubiera identificado a
19 hombres más en la categoría de riesgo, según el corte de la IDF. 9,27 Una limitante
de estos resultados es que el tipo de población que se encuentra en los domicilios no
es representativa de la general, ya que la visita al hogar se realiza en horas de la
mañana y excluye a miembros que están fuera a esa hora, especialmente hombres.
Esta limitante es para todas las actividades de visita domiciliar, por lo cual deben
buscarse otras estrategias para captar a esa población; un posible lugar serían los
centros de trabajo locales. En conclusión, este indicador resultó ser práctico, no
invasivo, aceptado tanto por usuarios como por el personal de salud, y puede ser
utilizado en la prevención en el nivel comunitario;28 permitió identificar población en
riesgo que, por su poca edad, aún no demanda los servicios de salud por
enfermedades cardiovasculares, pero que podría ser incluida en intervenciones locales
de prevención y promoción de la salud, del primer nivel de atención
TRATAMIENTO OBESIDAD

La educación terapéutica y terapia psicológica: dos elementos imprescindibles


para el adecuado tratamiento de la obesidad

La educación terapéutica es un conjunto de actividades educacionales realizadas por


los profesionales de la salud para proporcionar conocimientos prácticos y sobre todo,
modificar el comportamiento alimentario y de estilos de vida en general, que facilita
que el paciente sea capaz de identificar los factores que contribuyen al aumento de
peso y conseguir su control. Puede ser realizado de forma individual o colectiva o
simplemente utilizando ambos métodos, lo que resultaría ideal.

El terapeuta que trata la Ob debe saber emplear sus competencias para fijar de
manera individual y razonable uno o varios objetivos sucesivos y alcanzables.
Asimismo, debe acompañar, evaluar y saber explicar al paciente que el problema de la
Ob no se puede curar a corto plazo y respetar siempre el equilibrio del paciente, así
como su grado de tolerancia a las dificultades.78

Se plantea como objetivos: mejorar el estado físico, mental y social del paciente,
facilitar el conocimiento de los alimentos, sus nutrientes y su importancia para la salud,
incorporar la actividad física a la rutina diaria e identificar las barreras que dificultan el
camino para perder peso y mantenerlo en el tiempo.77

Uno de los métodos llevados a cabo para transmitir lo que debe conocer un paciente
que requiere perder peso, es a través de una consulta colectiva interactiva. Mediante
la misma, el contenido educativo va surgiendo de las necesidades reales y sentidas
del grupo, y se centra en promover la participación activa del paciente y aumentar la
adhesión al tratamiento.79

Los programas de intervención en Ob deben incluir un cambio conductual hacia un


estilo de vida más saludable utilizando estrategias capaces de concientizar al paciente
de la necesidad de un tratamiento crónico para el control de su enfermedad. Todo ello,
apoyado por un equipo interdisciplinario que actúe de forma integrada y maneje todos
los instrumentos disponibles según el conocimiento actual80 y donde el equipo de salud
en el nivel primario de atención constituye la piedra angular de este tratamiento, en la
mayoría de los pacientes.

Asimismo, la intervención psicológica resulta útil en el tratamiento del paciente obeso


porque ayuda a disminuir la angustia, la ansiedad, la depresión y culpabilidad que
muchas veces siente la persona al sentirse distinta. La mayor parte de los enfoques
terapéuticos se hacen en grupo e individualmente y el tratamiento de los problemas
emocionales se aborda mediante técnicas de psicoterapia diferentes según las
posiciones teóricas: terapia de conducta, tratamiento cognitivo-conductual, terapia
interpersonal y terapia psicodinámica.81

El objetivo principal de la psicoterapia es intervenir en la estructura mental del paciente


en su interrelación con el alimento como objeto de descarga emocional. La
psicoterapia persigue mejorar la autoestima, la autoimagen; comprender el simbolismo
que el paciente da al alimento como medio de transferencia de sus emociones
negativas y ayudar a romper la relación emocional de ingerir alimento durante
situaciones de estrés, logrando de esta manera perder peso o mantener estable el
peso alcanzado y evitar las recaídas del paciente.82
En ocasiones es suficiente la psicoterapia de apoyo, pero en otras será preciso iniciar
tratamiento psicofarmacológico el cual puede mejorar la ansiedad y la depresión,
aunque debe combinarse con intervenciones psicoterapéuticas que incluyan
modalidades de trabajo individual y grupal, donde se priorice la intervención sobre los
aspectos psicoemocionales que constituyen factores de riesgo para el desarrollo de
los trastornos de la conducta alimentaria.

El tratamiento de los estados ansiosos y depresivos en estos pacientes se debe


realizar con psicofármacos como la fluoxetina (Prozac) y otros de este grupo, los
cuales disminuyen discretamente el apetito y pueden producir una modesta
disminución del peso corporal, durante los primeros meses de tratamiento.

El tratamiento farmacológico de la obesidad, un serio dilema

Antes de pensar qué medicamento indicar a un paciente obeso que desea perder
peso, se debe evaluar si alguno de los que ya toma potencialmente le puede aumentar
el apetito -complejos vitamínicos, antihistamínicos, algunos antidepresivos, esteroides
cortico-suprarrenales, insulinas convencionales, entre otros- para evitar su
prescripción de ser posible. En el paciente con Dm 2 con Sp, es útil el uso de
medicamentos que mejoren la insulinosensibilidad y no aumenten el apetito, como es
el caso de la Metformina.

El tratamiento farmacológico de la Ob persigue como objetivo lograr la deseada


pérdida de peso, mejorar la calidad de vida del paciente y prevenir o contribuir al
adecuado tratamiento de sus posibles complicaciones, de ahí que la elección del
medicamento a indicar deba individualizarse.

El tratamiento farmacológico puede considerarse en pacientes con IMC ≥ 30 kg/m2 o ≥


27 kg/m2 cuando coexisten comorbilidades asociadas con el Sp.85,86 El criterio de
respuesta está en relación con la pérdida de peso; al menos, 2 kg en las primeras
cuatro semanas de tratamiento; si no se alcanza esta meta se considerará "no
respondedor" y deberá suspenderse.82 Las metas de pérdida de peso deben estar
entre 2 a 4 kg por mes; lo que se traduce en disminución de 1 a 4 cm de diámetro de
la cintura al mes.82

El dilema de la farmacoterapia para tratar la obesidad estriba en la poca cantidad de


medicamentos aprobados por las agencias reguladoras con este fin. A ello se suman
las posibles reacciones adversas a las que potencialmente se expone al paciente, sin
olvidar el costo del tratamiento; además de que al suspender el fármaco el paciente
generalmente recupera su peso, pues su efecto "no cura" la causa de la Ob.

En la actualidad existen 3 fármacos aprobados para el tratamiento de la obesidad por


la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés): el orlistat, la
combinación de bupropión y naltrexona (Contrave) de liberación retardada y liraglutida.
Mientras la Food and Drug Administration (FDA por sus siglas en inglés) a autorizados
solo 2: la lorcaserina y la combinación de fentermina y topiramato (Qnexa o Qsymia®)
de liberación prolongada). En Cuba, no contamos con estos medicamentos en nuestra
red de farmacias. A pesar de ello hacemos mención de los mismos por la posibilidad
que tienen nuestros profesionales del nivel primario de atención, de cumplir tareas de
colaboración en el exterior donde quizás tengan la opción de usarlos.
La Medicina tradicional y la homeopatía como una alternativa en el tratamiento
de la obesidad

La Medicina tradicional y la homeopatía han sido utilizadas como parte del tratamiento
integral de la Ob. Entre los tratamientos "alternativos" están los dispositivos (plantillas,
pulseras, yeso terapia, cinturones vibradores y terapia infrarroja, entre otros) y los
medicamentos herbolarios y suplementos dietéticos. No obstante, la mayor parte de
estos tratamientos no ha demostrado científicamente su utilidad e incluso, algunos
pueden ser dañinos para la salud.

Dentro de la Medicina tradicional china se ha usado la acupuntura, la


electroacupuntura, la auriculoterapia, implantación de catgut en puntos acupunturales
y la moxibustión, obteniéndose en general resultados favorables cuando se asocian al
resto de las medidas señaladas. Igual criterio se tiene del empleo de la homeopatía,
aunque no existen muchas referencias al respecto en nuestro medio.

La terapia combinada de acupuntura y metformina es más eficaz que el tratamiento de


monoterapia con metformina en pacientes con Dm 2, lo que sugiere que la acupuntura
es capaz de mejorar la sensibilidad a la insulina, posiblemente mediante la reducción
de la inflamación y del peso corporal, al tiempo que mejora el metabolismo lipídico.102

Otras recomendaciones prácticas para el adecuado manejo del paciente con


obesidad exógena en la Atención primaria de salud

El binomio médico y enfermera de la familia constituye la primera línea de combate en


la batalla contra la Ob. De su trabajo depende en buena parte que podamos disminuir
la incidencia, prevalencia y consecuencias de la Ob. Es recomendable que el equipo
de salud del área haga especial énfasis en las labores de prevención, donde se puede
ser muy efectivo con un costo humano mínimo. Si ya el paciente presenta Sp u Ob
exógena, el médico y enfermera de la familia deben enfocar su atención en los obesos
que presenten un IMC ˂ de 35 kg/m2 preferentemente.

Los pacientes con un IMC ≥ a 35 kg/m2, que presenten comorbilidades acompañantes


como complicaciones de tipo cardiorrespiratorio, metabólicas como la Dm 2, o físicas
que interfieran con su calidad de vida, así como sujetos con un IMC ≥ 40 kg/m2, tengan
o no complicaciones, deben ser remitidos por el médico de la familia a la consulta del
endocrinólogo que atiende el área de salud, el cual evaluará la posibilidad de remitir al
paciente a la consulta de cirugía bariátrica o metabólica de la Atención secundaria o
terciaria de salud.55,106,107

Los obesos que presenten una alteración de la conducta alimentaria como: Trastorno
por atracón106,107 o incluso personas con edorexia serán manejados por el equipo de
salud acompañados por el asesoramiento del psicólogo o psiquiatra, debido a la
complejidad de su tratamiento.

El tratamiento de las complicaciones o comorbilidades acompañantes de existir y la


rehabilitación en caso necesario, serán compartidas con los especialistas
correspondientes, pues realizar un enfoque multidisciplinario y cumplir con las
recomendaciones básicas para el tratamiento de la obesidad exógena, es fundamental
en el control del peso corporal. El cumplimiento de estas por parte del médico y la
enfermera de la familia, debe facilitar el control del peso corporal en el nivel primario
de atención.

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