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8.1. Evolución demográfica y movimientos migratorios en el siglo XIX.

El desarrollo urbano
El siglo XIX trajo consigo una transformación demográfica, aumentando el nivel de la población y
dejando atrás el estancamiento del Antiguo Régimen. Sin embargo, en comparación con la evolución que
se experimentó en Europa occidental, el proceso de aumento de población en España fue más bien lento.
Esto se debió a las tasas de mortalidad, que aún se mantenían altas pese a las nuevas avances médicos y
ciertas médicas y ciertas mejoras en la higiene y en la alimentación. La mortalidad mantuvo unos niveles
altos por las pandemias, crisis alimentarias y las guerras carlistas. El crecimiento de la población fue
únicamente posible por las altas tasas de natalidad. La esperanza de vida no superaba los 30 años.
Otro factor del lento crecimiento fue la emigración exterior: los españoles emigraron a Hispanoamérica
y Francia, principalmente. Por otro lado, la inmigración se produjo dentro del país como consecuencia del
crecimiento urbano, por lo que se produjo un éxodo rural.
Hasta 1870, la inmigración se daba a ciudades cercanas. Sin embargo, los habitantes del sur del país se
trasladaron al norte en busca de la industrialización que se había dado en el País Vasco o en Cataluña.
Madrid, al ser la capital española, fue la excepción del interior peninsular, recibiendo un gran número de
inmigrantes. Cataluña tuvo un comportamiento demográfico más parecido al resto de Europa, con un gran
crecimiento urbano y especialmente de Barcelona.
8.2. La revolución industrial en la España del siglo XIX. El sistema de comunicaciones: el
ferrocarril. Proteccionismo y librecampismo. La aparición de la banca moderna.
El peso de la industria en España en el siglo XIX fue escaso. El proceso de industrialización se inició a
partir de 1830, muy retrasado con respecto a Europa por las circunstancias políticas y bélicas que se vivían
en España, como la Guerra de la Independencia, la emancipación de las colonias, las guerras carlistas… La
burguesía se interesó en convertirse en terrateniente y hubo una gran dependencia de la inversión de
capital extranjero.
El nivel educativo era muy bajo, por lo que el desarrollo profesional y técnico era escaso. El país dependía
mucho de a importación de innovaciones, lo que resultaba muy costoso. La especialización en cereales
realentizó la producción de otras materias primas, que eran escasas. La red de vías de comunicación era
muy deficiente.
La ilustración no caló en España hasta los años 40, donde se impulsó la siderurgia y la industria textil; la
minería tardó más. Las principales industrias surgieron en el norte. La industria textil de Cataluña
evolucionó de una industria manufacturera, que en 1830 se tecnificó por el capital autóctono. En 1832 se
instaló en Barcelona la primera máquina de vapor. La legislación gubernamental era proteccionista, lo que
impedía la importación extranjera y supuso un apogeo hasta 1860. A partir de 1880 se impusieron
medidas librecampistas, lo que perjudicó a la industria nacional.
La siderurgia se concentró originalmente en Málaga, ya que el norte estaba enfocada en las guerras
carlistas. Sin embargo, pronto sufrió la escasez del carbón y la falta de evolución tecnológica. El relevo
andaluz lo tomaron principalmente Asturias y Vizcaya, donde surgió una potente industria de hierro con
un material de muy buena calidad.
La red de comunicaciones internas no estaba en absoluto desarrollada, lo que dificultaba la articulación
de un mercado interno. Los gobiernos liberales trataron de impulsar la construcción de un mayor número
de vías y caminos. Las comunicaciones marítimas se llevaban a cabo por la navegación a vela, aunque se
impulsó la propulsión a vapor: se asentó así la industria naviera.
A partir de 1840 se inició la construcción de la red ferroviaria, primero entre Barcelona-Mataró, y más
tarde Madrid-Aranjuez; sin embargo, estas eran insuficientes para el desarrollo económico estatal. En
1855 el gobierno progresista aprobó la Ley de ferrocarriles, que pretendía una rápida implantación de
infraestructuras de mano de empresas privadas, que facilitaran la inversión extranjera (principalmente
francesa). Se eliminaron los impuestos arancelarios para máquinas, raíles… lo que produjo una desventaja
en la industria nacional. En la segunda mitad del siglo XIX se produjo un gran avance económico, aunque
la red radial de ferrocarril supondría un problema a largo plazo. La diferente anchura de las vías españolas
encareció los productos extranjeros.
La balanza comercial del siglo XIX presenta un crecimiento de exportaciones lento. Su aceleración
posterior fue gracias a Reino Unido y Francia, compradores de alimentos y minerales. Las importaciones
descendieron, pero continuaron llegando las partidas de productos americanos.
La política comercial debatía entre librecampismo y el proteccionismo. Los primeros, mayoritariamente
progresistas, apoyaban una reducción paulatina de las tarifas a productos exteriores. Los segundos
reclamaban un aumento de los aranceles para proteger la industria interior. España fue más proteccionista.
El sistema bancario no se modernizó hasta la segunda mitad de siglo por el ineficiente sistema tributario,
el déficit crónico y la deuda pública. El Banco de Barcelona fue el primero en España, pero el más
importante, el Banco de España, no llegó hasta 1856. La peseta no unificaría el sistema monetario hasta
1868, tras la revolución La Gloriosa.
La implantación de un sistema moderno tributario fue lenta, por lo que se mantuvo el déficit crónico de
la Hacienda y un desequilibrio entre ingresos y gastos. La reforma del sistema no consiguió evitar los
números rojos, por lo que se continuaba emitiendo deuda pública. La emancipación de las colonias fue
muy perjudicial para las arcas estatales, así como el continuo gasto militar por las guerras.

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