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Capítulo 

I Antecedentes normativos de la protección de la negociación en el


ordenamiento jurídico chileno

I. La tutela de la negociación concursal en clave histórica

Como resulta evidente, no es esta la instancia para desarrollar toda la evolución


histórica de los convenios en el Derecho chileno2. Al contrario, fijaremos nuestra
mirada únicamente en lo que se refiere a ciertas técnicas de protección en su fase de
negociación, con especial énfasis en los concordatos de corte preventivo. De esta
manera, pretendemos descubrir los primeros atisbos que fueron construyendo, paso a
paso, la técnica que hoy conocemos bajo la denominación de la Protección Financiera
Concursal. Como veremos, los avances se fueron dando de forma tímida, no sin
algunos retrocesos, siempre bajo la sombra de los cuestionamientos a las limitaciones
a los derechos de los acreedores y el temor de abuso por parte del deudor solicitante.

Desde la perspectiva del Derecho patrio, el Código de Comercio de 1865 no


contenía disposición alguna respecto a una fórmula preventiva de convenio judicial,
solamente ofreciendo uno de carácter simplemente judicial (esto es, una vez
declarada la quiebra), como medida de alzamiento y terminación del estado falencial.
De tal suerte, la negociación se enmarcaba en un contexto en el que ya se había
concluido la verificación de los créditos, sea que las propuestas hubiesen sido
presentadas por parte del deudor digno o de cualquiera de los acreedores (artículo
1454), a efectos de que fueran discutidas en la correspondiente junta (artículo 1456).
En este caso, solo de manera excepcional se producía una suspensión de los trámites
de la quiebra en curso, únicamente en caso de que el tribunal así lo hubiese estimado
pertinente de modo de evitar un grave perjuicio a la masa fallida. Sin perjuicio de
dicha formulación general, el codificador había observado ciertas circunstancias que
calificaban como justificación suficiente: el hecho de que el convenio estuviese
fundado en la conservación de las especies que, por su aprobación, debían restituirse
al fallido, a menos que dichas especies corriesen peligro inminente de perderse o
deteriorarse, o de un menoscabo notable de su valor, si la venta o realización de ellas
hubiere de retardarse hasta la fecha señalada para la reunión de los acreedores
(artículo 1457). Observando dicho formato queda claro que el codificador estaba
evitando que el recurso al convenio fuese malamente utilizado para evitar los efectos
de la liquidación que imponía la quiebra, de modo tal que correspondía al tribunal la
calificación de ciertas circunstancias en las que su tramitación debiese significar una
limitación a los trámites concursales desde la única perspectiva de la lesión a los
intereses de la masa. No encontramos aquí, en consecuencia, elementos suficientes
para fundar una técnica de negociación protegida en todas sus dimensiones,
especialmente en lo que se refiere a la limitación de los derechos de los acreedores,
dejando a salvo todo cuanto se refiere a las restricciones al deudor fallido puesto que,
encontrándose en sede de quiebra, tales puntos quedaban cubiertos por los efectos
de la sentencia declaratoria del estado falencial en lo que se refiere al desasimiento o
desapoderamiento de sus bienes (artículo 1362).

El convenio judicial preventivo se incorporó en nuestro ordenamiento por medio del


Código de Procedimiento Civil, y, luego de ser desechado por la Ley  Nº  4.558, de
1929, mediante el Decreto Ley Nº 248, de mayo de 1931.

En el primer caso, el artículo 662 CPC disponía que el deudor podía presentar
propuestas de convenio incluso antes de iniciarse el concurso, acompañando los
antecedentes dispuestos en el artículo 583 CPC, relativos a la solicitud de concurso
voluntario3. En lo que nos interesa, el artículo 666 CPC agregaba que las
proposiciones de convenio, antes de ser aceptadas, no embarazaban el ejercicio de
las acciones ejecutivas en contra del deudor, sea que dichas acciones se hubiesen
deducido o no en juicio. En igual línea, el artículo 667 CPC agregaba que tampoco se
suspenderían los ramos de la cesión de bienes o del concurso necesario, a menos
que ello fuese consentido por la mayoría de los acreedores, pero, en este segundo
caso, estábamos hablando del convenio simplemente judicial con caracteres
alzatorios. Por ello, únicamente en este supuesto se establecía una limitación a las
labores del síndico, en el sentido de no poder proceder a la realización de los bienes
(que no fueren los bienes muebles sujetos a corrupción, susceptibles de próximo
deterioro o de conservación difícil o dispendiosa, en los términos del artículo 504
CPC).

El Decreto Ley Nº 248, por su parte, modificó el texto de la recientemente aprobada


Ley  Nº  4.558, de quiebras, que había suprimido la regulación del convenio judicial
preventivo4. Como expresaba Rondanelli, "[h]a sido este punto de la reforma de gran
interés para el comercio, pues antes de ella el deudor que se encontraba en mala
situación y no podría obtener el consenso unánime de sus acreedores para concertar
un convenio extrajudicial, no tenía otra solución que la de provocar su quiebra"5. En
este sentido, el mentado decreto modificó el artículo 142 de la Ley de Quiebras, a
efectos de señalar que el convenio judicial podía ser de dos clases: preventivo o
simplemente judicial. El primero era el que se proponía con anterioridad a la
declaración de quiebra6, mientras el segundo era el que se proponía durante el
estado de quiebra. El nuevo artículo 144 agregaba que el deudor también podía hacer
proposiciones de convenio antes de la declaración de quiebra, siempre que no
estuviese declarado reo o condenado por algunos de los delitos a que se refiere el
artículo 466 del Código Penal, a no ser que hubiese cumplido la pena, debiendo
presentar ante el tribunal que sería competente para conocer de la quiebra los
mismos antecedentes que para la solicitud del concurso voluntario, dispuestos en su
artículo 36. Refiriéndose al concurso preventivo, la norma disponía de ciertas reglas
destinadas a la tutela de los intereses de los acreedores (como la sujeción del deudor
a la intervención del síndico), la morigeración de los problemas de asimetría
informativa (mediante el informe del síndico respecto a las propuestas dentro del
plazo de treinta días), la determinación del pasivo (ordenando la verificación de
créditos dentro del mismo plazo de treinta días) y la citación a una junta general
dentro de los cuarenta días siguientes.

Ahora bien, en nuestro punto de interés, el artículo 145 agregaba que la tramitación
de las proposiciones de cualquier convenio no embarazaba el ejercicio de ninguna de
las acciones que procediesen en contra del deudor, no suspendía los procedimientos
de la quiebra ni los juicios pendientes, ni obstaba a la realización de los bienes,
replicando en este aspecto el modelo propuesto por el Código de Procedimiento Civil.
La norma es relevante porque, a pesar de su dicción, Rondanelli señalaba que a su
amparo se dictaron sentencias que entendieron que la sola presentación de las
propuestas de convenio sí tenía un efecto tutelar de la negociación, consistente en el
impedimento de la dictación de la sentencia declaratoria de quiebra7. Lo anterior, aun
cuando no se deducía claramente del texto del artículo 145 de la Ley de Quiebras,
supuso un reconocimiento del convenio como vía alternativa (y, por supuesto,
incompatible) de la quiebra, pero también la necesidad de restringir las facultades de
los acreedores a efectos de permitir una discusión sobre un modo no necesariamente
liquidatorio para resolver el dilema de la insolvencia del deudor. Quizás aún de modo
poco perceptible encontramos en esta aproximación jurisprudencial algo que no se
había observado hasta el momento en el diseño residual del convenio judicial: que el
legislador podía limitar las atribuciones de los acreedores en miras a la protección de
la negociación, sin necesidad de contar con su beneplácito particular o colectivo. Sin
embargo, la tutela jurisprudencial de la negociación era todavía muy residual, y no
unánime8, contrastando con los mecanismos que hoy ofrece la Protección Financiera
Concursal a la que dedicaremos el estudio del presente libro, situándose únicamente
en el impedimento de la declaración de quiebra.

La novedad, sin embargo, se encontraba en el inciso segundo del artículo 145, que
disponía que "si el convenio se presentare apoyado por la mayoría del total pasivo de
la quiebra, el síndico sólo podrá enajenar los bienes expuestos a un próximo deterioro
o a una desestimación inminente o los que exijan una conservación dispendiosa". Con
ello, la regla establecía una limitación que, otrora, solo era posible en la órbita del
convenio simplemente judicial, pero que no operaba por la sola discreción judicial, ni
de circunstancias calificadas por el legislador, sino por el apoyo de una mayoría
estricta de los acreedores. En este nuevo modelo se observa, por tanto, un giro que,
bajo una mirada actual, puede parecer bastante sutil, pero que en aquellos tiempos se
presentaba como revolucionario. Luego del triunfo de una visión muy contraria a la
incorporación del convenio preventivo, observando en él un mecanismo injusto de
evasión de la quiebra por parte del deudor insolvente9, su pronta reincorporación en
1931 pretendió ofrecer una tregua equilibrada. Las presentaciones de convenio en
nada limitaban los derechos, acciones y facultades de los acreedores, especialmente
en lo referente a sus vías de ejecución, configurándose como mecanismos de tutela
de sus pretensiones de cobro, a menos que ellos mismos (por medio de una mayoría
absoluta) estuviesen dispuesto a hacerlo guiados por la luz de sus propios intereses.
Pero el legislador nada indicaba sobre la forma de obtener tal mayoría en un
escenario en el que no había aún un pasivo determinado, precisamente porque la
norma estaba pensada para los convenios simplemente judiciales en los que ello era
logrado por medio de las reglas de reconocimiento de los créditos en el marco del
juicio de quiebra.

Con la Ley  Nº  18.175, dicho escenario no mutó esencialmente, replicándose las
disposiciones de la legislación en curso en la sección primera, del Párrafo segundo de
su Título XII10. En este sentido, centramos nuevamente la mirada en su artículo 177,
que, al efecto, mantuvo la idea que "[l]a tramitación de las proposiciones de cualquier
convenio no embaraza el ejercicio de ninguna de las acciones que procedan en contra
del deudor, no suspende los procedimientos de la quiebra o juicios pendientes, ni
obsta a la realización de los bienes. // Sin embargo, si el convenio se presentare
apoyado por la mayoría del total pasivo de la quiebra, el síndico sólo podrá enajenar
los bienes expuestos a un próximo deterioro o a una desvalorización inminente o los
que exijan una conservación dispendiosa". Citamos nuevamente la norma porque,
luego de la incorporación de las nuevas medidas de protección de la negociación que
analizaremos a continuación, la jurisprudencia entendió que esta regla se constituía
como general, de manera que toda otra disposición debía observarse como
excepcional e interpretarse de modo restringido11. Adicionalmente porque Puelma
Accorsi, siguiendo la opinión ya citada de Rondanelli, deslizaba una crítica similar a
las sentencias que establecían un efecto suspensivo de la declaratoria de quiebra por
el solo hecho de la presentación del convenio preventivo ante la claridad del texto del
artículo 177 de la Ley Nº 18.175. A su juicio, en consecuencia, el único efecto legal de
la presentación de las proposiciones del convenio judicial preventivo estaba dado por
la sujeción del deudor a la intervención de un síndico12.
Sin perjuicio de lo anterior, la Ley Nº 18.175 presentó nuevas alternativas de tutela
por medio de las modificaciones introducidas por la Ley Nº 18.598, de 5 de febrero de
1987. En primer lugar, el texto enmendó el inciso segundo del artículo 177 de manera
de limitar su operatoria al convenio simplemente judicial, elevando también la mayoría
requerida a un 51% del total del pasivo de la quiebra. En segundo lugar, configuró las
bases del denominado "convenio apoyado" (artículo 177 bis), conforme al cual, no
obstante lo dispuesto en el inciso primero del artículo 177, si la proposición de
convenio judicial preventivo se hubiere presentado con el apoyo de la mayoría de los
acreedores que representasen a lo menos el 51% del total del pasivo13, sin excluir,
para los efectos de este cálculo, a ninguna clase de acreedores, el deudor no podría
ser declarado en quiebra ni podría procederse a la realización de sus bienes durante
los noventa días siguientes a la notificación por aviso de la resolución en que el
tribunal citase a los acreedores a junta para deliberar sobre dicha proposición14.

La norma tenía una particular fisonomía de protección en varios sentidos. El


primero, porque la tutela de la negociación se diseñó únicamente en torno a la
decisión de una mayoría relevante de los acreedores, dejando sin espacio, incluso, a
la interpretación jurisprudencial antes reseñada en el sentido de leer el artículo 177
como una regla que impedía la declaratoria de quiebra por el solo efecto legal. Para
configurar el necesario apoyo de los acreedores para encontrarse en este régimen de
excepción, la regla agregaba algunos puntos de interés: primero, que los acreedores
privilegiados e hipotecarios no perdían sus preferencias por prestar su apoyo, aunque
no pudiesen realizar los bienes del deudor durante el plazo de suspensión. Esta regla
se avenía a lo dispuesto en el artículo 181, que establecía que los acreedores
privilegiados, hipotecarios, prendarios y anticréticos podían votar las propuestas del
acuerdo si renunciaban a los privilegios o preferencias de sus respectivos créditos,
entendiendo asimismo que el mero hecho de votar importaba de derecho esta
renuncia. La regla, en suma, indicaba que el hecho del apoyo preliminar de los
acreedores preferentes no podía interpretarse como una renuncia a sus preferencias,
y, con ello, devenir en titulares de créditos valistas que quedaren afectos por los
términos de un convenio posteriormente aprobado15. Segundo, que la mentada
mayoría se calculaba sobre la base del estado al que se refería el artículo 42, Nº 4 de
la Ley de Quiebras, certificado por auditores externos independientes inscritos en el
registro que llevaba la entonces Superintendencia de Valores y Seguros, regla
indispensable puesto que aún no existía un pasivo debidamente reconocido conforme
a las reglas de la verificación e impugnación de los créditos16. Tercero, las
limitaciones a los derechos de los acreedores se extendían únicamente a lo que se
refería a la declaración de quiebra y a la realización de los bienes del deudor, con un
diseño de protección centrado únicamente en el resguardo de la masa activa17. Se
aclaraba, sin embargo, que lo anterior no se aplicaría a la realización de bienes que
correspondiere efectuar en el procedimiento de ejecución forzada de obligaciones
laborales que gozasen de privilegio de primera clase, excepto las que el deudor
tuviere, en tal carácter, en favor del cónyuge y parientes o de los gerentes,
administradores, apoderados u otras personas que hubiesen tenido o tuviesen
injerencia en la administración de sus negocios, regla que pervive en el artículo
57.1.a) LRLAEP. Cuarto, que en lo que respectaba a las atribuciones del deudor, el
legislador también previó medidas de tutela para los intereses de los acreedores, de
modo de impedir la constitución de gravámenes o la enajenación de bienes, salvo
aquellos expuestos a un próximo deterioro o a una desvalorización inminente, o los
que exigiesen una conservación dispendiosa o fuesen estrictamente indispensables
para el normal desenvolvimiento de su actividad, sin perjuicio de requerir de la
autorización previa del interventor para la ejecución de cualquiera de dichos actos.

De lo anterior se colige un mecanismo de resguardo que, en comparación con el


diseño de la Protección Financiera Concursal, parece insuficiente18. Por una parte, la
necesidad de contar con el apoyo de un porcentaje importante del pasivo supone una
etapa de negociación previa que queda nuevamente desprotegida19. En otras
palabras, la regla no hacía sino anticipar los problemas de hold-out o de
comportamiento estratégico de los acreedores a una etapa anterior a la presentación
de las propuestas de convenio judicial preventivo, de manera que el deudor debía
reconocer su situación de insolvencia ante una parte relevante de sus acreedores
previo al inicio del procedimiento. Con ello, se exponía a respuestas negativas y al
uso de las herramientas generales del ordenamiento jurídico para la tutela de los
derechos individuales, sin apreciar con toda su magnitud que la técnica concordataria
también supone una colectivización de intereses en miras al incremento de las
posibilidades de cobro.

Por la otra, el diseño se centraba en una única forma de protección, relativa a la


conservación del patrimonio20, sin observar que no se trata este del único aspecto
que debe ser considerado a fin de asegurar la continuación de los negocios como
núcleo fundante de una reorganización empresarial. Lo anterior, sin embargo, se
condecía con un diseño del convenio judicial preventivo que no estaba
necesariamente enfocado a esto último, lo que se deduce con cierta claridad al leer el
artículo 178 de la Ley Nº 18.175, incluso modificado por la Ley Nº 18.598, que admitía
como contenido de las propuestas, entre otros, el abandono total o parcial de activos
(número 4)21, y no solo la continuación de la actividad del deudor o la enajenación de
sus bienes como unidad económica, en los términos que se estipulen en el convenio
(número 5)22. De tal guisa, se comprende la ausencia de otras medidas que hoy
contempla la Protección Financiera Concursal, como aquellas referidas a la
inmutabilidad de los contratos o la posibilidad de participación del deudor en
procedimientos de licitación pública (artículo 57.1.c y d LRLAEP), ignorados por el
legislador de quiebras, como técnicas dirigidas a asegurar la continuación de las
actividades económicas del deudor, al menos, durante el tiempo de la negociación.

Ahora bien, la mentada estructura fue parcialmente modificada por medio de la


Ley  Nº  20.073, de 29 de noviembre de 2005. Esta ley pretendió conceder nuevos
bríos a las fórmulas concordatarias, facilitando su inicio y creando mecanismos de
apoyo a la presentación de convenios (experto facilitador), permitiendo a los
acreedores la exigencia de su presentación al deudor, derogando los requisitos de
dignidad, entre muchos otros. Como nos indicaba Sandoval López: "[e]l principio
orientador de esta reforma es fomentar y privilegiar la celebración de acuerdos
extrajudiciales y de convenios judiciales, entre el deudor y sus acreedores, a fin de
evitar las declaraciones de quiebra, que por lo general suelen traer la desaparición de
las empresas, la pérdida del empleo y otras consecuencias dañinas para la actividad
económica del país"23. Todo ello, bajo una renovada mirada que entendía que el
convenio no era sólo una medida de apoyo al deudor, sino que podía transformarse
en un medio que tutelase de mejor manera los derechos de los acreedores24.

En lo que nos interesa, debemos dar cuenta de variadas fórmulas de protección de


la negociación. Sin embargo, antes de ello debemos destacar el sentido de dichas
modificaciones. En efecto, como se lee del Mensaje de la Ley  Nº  20.073, "[...] el
elemento central de este proyecto lo constituye la facilitación de acuerdos entre
deudor y acreedores. En este sentido, se da un especial tratamiento a la suspensión
de las ejecuciones tanto colectivas como individuales, a efectos de permitir generar
los espacios necesarios para poder acordar una forma eficaz y eficiente del pago de
las acreencias. En el mismo sentido, los nuevos artículos 177 bis y 177 ter, se ocupan,
el primero de ellos, del porcentaje del pasivo necesario para apoyar la proposición de
convenio, de las suspensiones que benefician al deudor, de la exclusión de ciertas
personas vinculadas, para los efectos del cálculo del apoyo requerido, y de las
prohibiciones que afectan al deudor y de las competencias del síndico, ambas durante
el período de la suspensión"25.

En lo que se refiere al convenio apoyado (artículo 177 bis), su redacción fue


modificada en los siguientes aspectos: primero, se reformó el quórum, de manera de
requerir ahora el apoyo de dos o más acreedores que representasen más del 50% del
total del pasivo, siguiendo una tendencia general en la Ley de Quiebras en que las
aprobaciones no pueden pasar por aquella otorgada por un solo acreedor, sin
importar la magnitud de su participación en el pasivo26. Segundo, la extensión de la
protección se amplía de manera que no podía solicitarse la quiebra del deudor ni
iniciarse en su contra juicios ejecutivos, ejecuciones de cualquier clase o restitución
en los juicios de arrendamiento27, durante los noventa días siguientes a la notificación
por aviso de la resolución en que el tribunal cite a los acreedores a junta para
deliberar sobre dicha proposición. Durante este período, se suspenderían los
procedimientos judiciales señalados y no correrían los plazos de prescripción
extintiva28. Regla que, como veremos, se asimila a la redacción actual del primer
literal del artículo 57.1 LRLAEP, y se concentra como el aspecto especial de tutela
conforme a la definición de la Protección Financiera Concursal del artículo 2.31
LRLAEP. Finalmente, se excluye del cálculo de las mayorías a las personas que se
encontrasen en alguna de las situaciones a que se refiere el artículo 100 de la
Ley  Nº  18.045, de Mercado de Valores, y al titular de la empresa individual de
responsabilidad limitada proponente del convenio con relación a dicha empresa
individual. Lo anterior, a fin de evitar la obtención del quórum por medio de los
denominados "acreedores complacientes"29, que no necesariamente prestarán su
apoyo a la luz de los intereses generales de los acreedores, sino especialmente los
del propio deudor.

En segundo lugar, la Ley  Nº  20.073 agregó la figura del experto facilitador en el
artículo 177 ter de la Ley  Nº  18.17530, como órgano de asistencia al deudor para
apreciar su situación financiera y patrimonial y que sirviese de mediador con sus
acreedores31. En este sentido, el procedimiento se iniciaba por medio de una solicitud
presentada por el deudor (voluntariamente o previo requerimiento de los acreedores
instando por la presentación de propuestas de convenio judicial preventivo, en el
contexto del artículo 172), acompañando iguales antecedentes que para una quiebra
voluntaria, a efectos de citar a una junta de acreedores convocada para designar a
este experto32. En el tiempo intermedio, el juez debía nombrar a un interventor con
facultades de visar la enajenación de bienes en los mismos términos indicados en el
artículo 177 bis y con las facultades informativas a las que hacían referencia los
incisos segundo y tercero del artículo 102 para el otorgamiento del derecho a voto. El
ejercicio de tales funciones tendría lugar hasta la fecha de la junta (si no se acordaba
la designación del experto) o de aquella en que el experto asumiese el cargo (en caso
contrario). Dentro del plazo de 30 días contados desde la junta, el experto facilitador
debía evaluar la situación legal, contable, económica y financiera del deudor y
proponer a sus acreedores un convenio que sea más ventajoso que la quiebra de
aquel, o, en caso contrario, solicitar al tribunal que declarase la quiebra del deudor, el
que lo debía hacer sin más trámite, del mismo modo que si el experto no cumplía con
su cometido dentro de plazo.

Ahora bien, en lo que nos interesa en este aspecto, desde la notificación de la


resolución que tenía por presentada la solicitud de designación de un experto
facilitador, citando a la correspondiente junta de acreedores, no podía solicitarse la
quiebra del deudor ni iniciarse en su contra juicios ejecutivos o ejecuciones de
cualquier clase. Dicha limitación se extendía hasta la celebración de la mentada junta,
en caso de que no se aprobase en ella esta designación; hasta la solicitud del experto
facilitador al tribunal para que declarase la quiebra del deudor, o hasta la celebración
de la junta de acreedores convocada para conocer de las propuestas de convenio
eventualmente presentadas por el facilitador, si se rechazaba en ella la proposición de
convenio presentada por este último. Asimismo, durante los períodos indicados,
también se suspendían dichos procedimientos judiciales, no corriendo los plazos de
prescripción extintiva. Finalmente, el deudor conservaba la administración de sus
bienes, con las limitaciones establecidas en el inciso séptimo del artículo 177 bis,
antes referidas, en relación con la constitución de gravámenes o enajenación de sus
bienes.

De esta norma se deben destacar los siguientes elementos. En primer término, el


más apreciable es que los efectos limitativos de las facultades de los acreedores
(impidiendo y suspendiendo la solicitud de quiebra, juicios ejecutivos y ejecuciones de
cualquier clase) se producía por un mero efecto legal, sin requerir del apoyo de los
acreedores33. En este sentido, a diferencia del modelo previsto en el remozado
artículo 177 bis (como asimismo en el dispuesto en el artículo 177 quater, que luego
revisaremos), se incorporaba un nuevo concepto: que el propio legislador podía
ofrecer un campo de protección, aun cuando este escudo no estuviese directamente
relacionado con la negociación. Al efecto, dado que en la primera hipótesis antes
indicada los efectos suspensivos solo se extendían hasta la junta de acreedores
citada para la designación del experto facilitador, la falta de apoyo suficiente por parte
de los acreedores para llevar a cabo tal nombramiento desencadenaba, aun antes del
inicio de la negociación, el término de este procedimiento en razón de su fracaso34.
Únicamente superado este primer escollo, e iniciadas efectivamente las labores del
experto, la regla cubría el periodo de negociación, de ser procedente, sea hasta la
solicitud de quiebra por parte del facilitador, o, alternativamente, hasta la junta llamada
para conocer de las propuestas de convenio judicial preventivo formuladas por el
propio experto.

También debe destacarse que las limitaciones se presentaban de manera más


limitada en este supuesto que en el de los artículos 177 bis y quater. Al efecto, y sin
mayor justificación, el impedimento o suspensión no cubría la restitución en los juicios
de arrendamiento, solo coincidiendo en lo referente a la quiebra, juicios ejecutivos y
ejecuciones de cualquier clase35. Las limitaciones referidas al deudor, sin embargo,
se planteaban de un modo algo más amplio al suponer una intervención inicial, para
luego pasar a un supuesto de visación por parte del experto en lo referente a la
disposición de los bienes. En este sentido, de forma paralela a la antes señalada, de
nuevo se advierte que las limitaciones se sitúan únicamente en los aspectos
patrimoniales, sin dar luces respecto a otras restricciones conducentes a tutelar una
hipotética viabilidad de la empresa.
Finalmente, el nuevo artículo 177 quater disponía que si la proposición de convenio
judicial preventivo se hubiese presentado con el apoyo de dos o más acreedores que
representasen más del 66% del total del pasivo, se aplicaría lo dispuesto en el artículo
177 bis, con las siguientes modificaciones: (i) el juez citaría a una junta que se debía
realizar a más tardar a los 30 días contados desde la notificación por aviso de la
resolución judicial respectiva; (ii) el síndico nombrado en conformidad al artículo 173
no tenía la función de informar la viabilidad de la propuesta (artículo 174.2), en los
términos que se indicarán; y (iii) la suspensión se mantendría hasta el día fijado para
la junta de acreedores, en la que se debía acordar o rechazar el convenio. Esta
alternativa suponía un método acelerado de negociación de las propuestas de
acuerdo, fundado en la negociación previa (y no tutelada) llevada a cabo por el
deudor con un porcentaje aún más importante de sus acreedores36. Conseguido el
apoyo, el legislador parecía estimar innecesario un periodo de noventa días para la
negociación, reduciéndolo únicamente a treinta (lo que, hoy por hoy, se condice con el
periodo ordinario de Protección Financiera Concursal fijado en el artículo 57.1
LRLAEP)37, como asimismo los auxilios relativos a la asimetría de información por
medio del informe del síndico sobre si la propuesta era susceptible de ser cumplida,
habida consideración de las condiciones del deudor, la apreciación de si el convenio
resultaría más conveniente para los acreedores que la quiebra del deudor, y el monto
probable de recuperación que le correspondería a cada acreedor valista en una
eventual quiebra.

II. La técnica de la protección de la negociación en herramientas concursales vigentes


fuera de la órbita de la LRLAEP: la asesoría económica de insolvencia para pequeñas y
microempresas (Ley Nº 20.416)

En el artículo undécimo de la Ley  Nº  20.416, de 2010, también conocido como


"Estatuto Pyme", se insertan normativas de reorganización y cierre de micro y
pequeñas empresas en crisis. En su momento, estando vigente la legislación de
quiebra incorporada en el Libro IV del Código de Comercio por la Ley Nº 20.080, se
advirtió que dicha normativa parecía inadecuada a los fines de empresas de menor
tamaño38. Esta cuestión provoca una cierta curiosidad porque, estimando las reglas
ahora codificadas como la normativa concursal general, ello contrasta con que un 52,5
por ciento de las empresas locales son pymes y un 44,4 por ciento son
microempresas39, a las que son aplicables también estas reglas especiales. En este
mismo sentido, aunque trayendo el debate a la situación actual, la LRLAEP sigue
erigiéndose como la normativa general, y, conforme a las estadísticas, no parece
contener herramientas adecuadas para la reestructuración de las empresas
menores40. Conforme a ello, parecen más claras las razones que han impulsado una
reforma (Boletín Nº  12.025-03), aunque con un enfoque limitado a los principales
costos del Procedimiento Concursal de Reorganización41.

Volviendo a la normativa especial, ella tuvo en consideración lo siguiente: "[e]n los


hechos, cuando un pequeño empresario tiene problemas financieros, agota hasta el
último de sus recursos en el intento de salvar su empresa, recurriendo a prestamistas
informales, en la medida que sus fuentes de recursos se van agotando, despidiendo a
los trabajadores cuyos costos de exoneración son menores, dejando de pagar
impuestos y leyes sociales, luego a sus proveedores más relevantes, etc. Algunos
sobreviven como empresarios bajo fórmulas que aun a las ciencias económicas les
resulta francamente muy difícil de explicar. Sin embargo, existe certeza en al menos
dos aspectos. El primero, es que en nuestro país, los pequeños empresarios en
problemas, no cuentan con asesoría calificada que les colabore en las múltiples
tareas que se generan por la crisis empresarial: reordenamiento productivo y
operacional, negociaciones estructuradas con los acreedores y financistas, nuevo
trato con los trabajadores, repactaciones con los clientes, diseño de nuevos
productos, etc. Son tareas absolutamente imprescindibles de asumir en momentos
álgidos de la vida de las empresas, que en el caso de las pequeñas, se encuentran
desatendidas"42.

Esta normativa destaca por contener un presupuesto objetivo que ha parecido tan
esquivo en las legislaciones concursales chilenas, especialmente con motivo de la
entrada en vigencia de la LRLAEP. Al efecto, este tiene lugar cuando existe un estado
de insolvencia actual de la empresa, entendiendo por tal aquel en que se verifique "la
imposibilidad de pagar una o más de sus obligaciones", o de insolvencia inminente,
cuando se estime fundadamente que dentro de los tres meses siguientes pudiese
encontrarse en estado de insolvencia (artículo 2º del artículo undécimo). Conforme a
lo anterior, el modelo se estructura tanto desde la idea de la preconcursalidad como
de la concursalidad en sí misma, pudiendo utilizarse tan pronto se presentan señales
claras que evidencien que la empresa se encuentra en la zona de la insolvencia43.

Ahora bien, para centrarnos en el punto que nos interesa, se debe tener presente
que este procedimiento tiene por primera finalidad la designación de un "asesor
económico de insolvencia"44, cuyas principales funciones consisten en que,
acreditados los presupuestos objetivos y subjetivos (artículo 16 del artículo
undécimo)45, emita el correspondiente certificado de insolvencia del que trataremos
más adelante, y lleve a cabo un estudio sobre la situación económica, financiera y
contable del deudor (artículo 3º del artículo undécimo). Es este último punto el que
concentra el núcleo de la regulación, cifrado en torno al estudio económico que debe
ser preparado por el asesor, de modo que, detectadas las razones de la crisis, puedan
presentarse proposiciones y acuerdos con los acreedores para intentar aliviar su
crítica posición patrimonial46. No obstante, atendida la temática del presente trabajo,
nos concentraremos en la protección que ofrece el modelo para cautelar la empresa
en el tiempo que supone la preparación del estudio y la negociación con los
acreedores.

Conforme dispone el artículo 17 del artículo undécimo, recibido que sea por el
asesor el requerimiento de un deudor47, acompañado de los antecedentes que
acreditan los presupuestos del procedimiento, deberá aceptar la nominación
formalmente y comunicarle este hecho a la Superintendencia de Insolvencia y
Reemprendimiento. Acto seguido, verificando el cumplimiento de los mentados
presupuestos, otorgará un "certificado de insolvencia" bajo su firma dentro del plazo
máximo de siete días hábiles contados desde su aceptación48, en el que se indicará
quién es el requirente, su rol único tributario (RUT), domicilio y giro o actividad. En el
mismo acto de emisión del certificado, el asesor debe abrir un expediente que dé
cuenta del requerimiento y del certificado emitido y, además, comunicar la expedición
del certificado a la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento para su
validación, a partir de la cual surtirán todos los efectos que se reseñarán más
adelante. Así, de conformidad al artículo 14 del Reglamento, una vez emitido el
certificado, el asesor deberá remitir el original a la citada Superintendencia, a más
tardar al día siguiente hábil, para solicitar la referida validación. Dicho certificado
quedará en poder de la Superintendencia, entregando al asesor las copias
autorizadas que este solicite. Para todos los efectos, la fecha de emisión del
certificado será la de su validación.

Validado que sea el "certificado de insolvencia", este puede ser presentado ante los
tribunales o ante los órganos de la Administración del Estado49, permitiendo al
deudor que se declare una suspensión en los casos que luego se indicarán50. Por el
momento, basta con advertir que, como señala Ruz Lártiga, existe en este "periodo de
suspensión" una suerte de "protección financiera concursal", articulándose como un
escudo frente a los procedimientos destinados a la ejecución que pueden o han sido
iniciados por los acreedores de la empresa51. La suspensión se extiende a los
siguientes casos: (i) los apremios de cualquier clase que provengan del
incumplimiento de obligaciones pecuniarias, con excepción de aquellos vinculados a
remuneraciones y cotizaciones de seguridad social, adquiridas en el desempeño de
las actividades empresariales52; (ii) los actos que sean consecuencia directa del
protesto de documentos mercantiles del requirente del certificado; (iii) los actos
judiciales que impliquen embargos, medidas precautorias de cualquier clase,
restituciones en juicios de arrendamiento y solicitudes de inicio de un procedimiento
concursal de liquidación; (iv) los procedimientos o juicios de carácter tributario; y (v)
en general, cualquier otra medida de carácter administrativo o judicial, incluso ante
Juzgados de Policía Local, que sea procedente proseguir en contra de la persona
natural o jurídica a cuyo nombre se hubiere emitido el certificado, con motivo de
alguna obligación relativa al giro del deudor.

Para hacer valer dichos efectos, el artículo 19 del artículo undécimo dispone que el
deudor deberá presentar al órgano competente una copia del certificado, autorizada
por la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento. Curiosamente, el artículo
14 del Reglamento dispone que cada vez que se presente un certificado de
insolvencia ante cualquier tribunal u órgano administrativo, el asesor deberá informar
a la Superintendencia, aun cuando no es este quien deberá llevar a cabo tal gestión.
En todo caso, si la presentación del certificado es ante un tribunal de justicia, deberá
hacerse por intermedio de abogado habilitado para el ejercicio de la profesión y se
tramitará según las reglas de las excepciones dilatorias, previstas en el Título VI del
Libro  II del Código de Procedimiento Civil, salvo lo dispuesto en el artículo 307. En
consecuencia, se conocerá de aquel en el cuaderno principal y la resolución que las
deseche será apelable. En aquellos juicios en los cuales ya hubiese transcurrido el
término de emplazamiento, el juez de la causa suspenderá el procedimiento si el
deudor ejerce el beneficio según lo dispuesto en el artículo 310 del Código de
Procedimiento Civil, entendiéndose fundada la suspensión con la copia autorizada por
la Superintendencia del certificado respectivo53.

Las suspensiones a las que hemos aludido durarán por el plazo que fije el asesor en
el propio certificado, pero en ningún caso más de noventa días corridos contados
desde la fecha de emisión del certificado (con la precisión antes indicada en el
Reglamento respecto a la fecha de la validación), plazo que no podrá ser objeto de
prórroga alguna. Dicho periodo se descontará íntegramente respecto de la
prosecución de los juicios que estuvieren en tramitación a los efectos de considerar un
eventual abandono del procedimiento (regla que se echa en falta para la Protección
Financiera Concursal), mientras los plazos de prescripción que estuvieren corriendo
se suspenderán durante el período señalado, por las mismas razones que
explicaremos en su momento al analizar el artículo 57.1.b de la LRLAEP54.

Un segundo efecto que se produce con la emisión del certificado, tomando como
base las mismas limitaciones que encontrábamos en los mecanismos tutelares del
Libro  IV del Código de Comercio (y, como veremos, extendidos en la LRLAEP), se
refiere al hecho que, emitido que sea el certificado, el beneficiario no podrá gravar ni
enajenar los bienes que a esa fecha formen parte del activo fijo de su patrimonio. Tal
como está redactada la norma, la restricción parece demasiado gravosa, y, aunque se
comprende que los límites temporales podrían no ofrecer suficiente obstáculo, omite
cualquier posibilidad de obtener liquidez ante el escenario de insolvencia actual o
inminente, desprendiéndose, por ejemplo, de bienes que no sean indispensables para
el desarrollo de su giro o que, incluso siéndolo, su enajenación podría implicar una
necesaria reducción del tamaño de la empresa55. Al efecto, a diferencia de lo que
ocurría rudimentariamente en los mecanismos tutelares previstos en el Libro  IV del
Código de Comercio, y, como veremos, con mayor detalle en los artículos 57.2 y 76
LRLAEP56, no se han concedido facultades al asesor económico de insolvencias para
visar esta clase de enajenaciones o gravámenes en el tiempo de suspensión.
Asimismo, y en paralelo a lo que ocurre con aquellos procedimientos que son objeto
de la suspensión, el foco vuelve a encontrarse en el patrimonio del deudor, siguiendo
los expedientes conocidos en la legislación concursal chilena vigente a la época de la
dictación de la Ley  Nº  20.416, ignorando, como hoy lo hace la LRLAEP, que una
verdadera protección del giro de la empresa potencialmente viable debe extenderse a
otros espacios, tales como la vigencia de las relaciones contractuales o la posibilidad
de licitación en el ámbito público. Así también se ignora que las restricciones a las
facultades administrativas de los acreedores deberían ampliarse a otros extremos
igualmente relevantes, como aquellos referidos a la estructura societaria que reviste la
empresa, o, al menos, la designación de un interventor o la entrega de dichas
atribuciones al asesor económico de insolvencia.

Dicho en otras palabras, si bien encontramos en el modelo de la Ley  Nº  20.416


antecedentes que nos aproximan más a la figura de la Protección Financiera
Concursal, en especial por la ausencia de una manifestación de voluntad favorable
por parte de los acreedores para la tutela de la negociación, la forma en la que se
despliegan estos escudos palidece frente a los que ofrece el Procedimiento Concursal
de Reorganización. De tal suerte, salvo en lo que respecta a los costos involucrados
para seguir esta última clase de soluciones concursales, parece justificarse que
mientras no se concrete una reforma legislativa de la Ley Nº 20.720 sobre este punto,
las micro y pequeñas empresas no han logrado posicionarse en toda su magnitud
como un sujeto plenamente cubierto en sus necesidades por parte de nuestra
legislación concursal.

2 Para estos efectos, vid. Puga Vial (2014a), pp. 83-98.

3Jequier Lehuedé (2019), p. 30, refiere que "[d]icha modalidad no prosperó, pues, amén de carecer de
una regulación básica, generó no pocas dificultades e incertidumbres al momento de determinar qué
acreedores podrían participar en el procedimiento, al no existir aún una nómina de créditos verificados y
reconocidos".

4 Ya en el Mensaje de la Ley  Nº  4.558, se había señalado que: "[l]a quiebra ha constituido en la
práctica una amenaza del deudor en contra de los acreedores, quienes acuden al convenio para evitar
el desastre de la liquidación judicial, viéndose obligados a aceptar cualquiera forma de pago. En el
proyecto se adoptan medidas para corregir estos abusos". Entre ellos, la unanimidad necesaria para el
convenio extrajudicial y la posibilidad de votar en el convenio simplemente judicial únicamente por
aquellos créditos reconocidos en la quiebra, como asimismo la eliminación de todo rastro del convenio
judicial preventivo. A mayor abundamiento, Palma Rogers (1940), p. 140, expresaba que, dado que el
régimen de los convenios preventivos previsto en el Código de Procedimiento Civil importaba un
impedimento para la declaración de quiebra, este recurso era utilizado por los deudores para dilatarla o
bloquearla indefinidamente. Y que, en este sentido "[t]anto se abusó de esta práctica, que la Comisión
Redactora de la ley consideró conveniente suprimir por completo el convenio preventivo. Pero el D.F.L.
248 de 20 de mayo de 1931 reformó la ley en esta materia y admitió el convenio preventivo, pero
quitándole el efecto de suspender durante su tramitación el derecho de pedir la declaratoria de quiebra".

5Rondanelli (1933), p. 46.

6 Conforme con esta designación, que se mantuvo en las regulaciones previas a la reforma de la
LRLAEP, la Corte Suprema los definió del siguiente modo: "[...] el convenio judicial preventivo es un
acuerdo entre el deudor y la masa de sus acreedores cuya finalidad es solucionar el pasivo y, con ello,
evitar la declaración de quiebra. Se ha dicho que las exigencias impuestas por el legislador para su
adopción (solemnidades legales y aprobación de la autoridad judicial) lo transforman en uno de los
actos más solemnes de nuestro ordenamiento jurídico y encuentran su justificación en el propósito de la
ley de resguardar de la mejor forma posible los intereses de los acreedores por cuanto, una vez
aprobado, el convenio obliga a todos ellos, mayoritarios y minoritarios, imponiéndose la mayoría sobre
la minoría" (SCS de 13 de junio de 2018, causa rol Nº 33806-2017 [caso "Wiesner"]).

7Rondanelli (1933), p.  106, con sentido crítico indicaba que "esta interpretación, además de que se
aparta del tenor literal de la Ley, envuelve una manifiesta injusticia y constituye un medio muy eficaz
para que los individuos que obran de mala fe, haciendo falsas proposiciones, pretendan entorpecer la
acción de sus acreedores que piden la quiebra. No hay razones lo suficientemente poderosas que
aconsejen adoptar un temperamento como éste".

8Rondanelli (1933), p. 106, citando al efecto una sentencia de la Corte de Apelaciones de Valdivia, en
que se señalaba que "un convenio celebrado por un deudor con sus acreedores, que no ha llegado a
perfeccionarse por la aceptación de todos éstos, no impide la declaración de quiebra de aquél; y
producido el estado de quiebra, no puede suspenderse o reponerse, sino por los medios legales"
(Gaceta 1914, tomo II, p. 729, sentencia Nº 266).

9Carrasco Vásquez (1963), p.  114, cita, al efecto, el Informe de la Comisión Mixta de Senadores y
Diputados en la discusión parlamentaria de la Ley  Nº  4.558, que señalaba que "[e]l Código de
Procedimiento Civil, a diferencia del de Comercio, permitió iniciar el procedimiento de quiebra con
proposiciones de convenio, sin cuidarse de exigir que éstas fueran aparejadas de garantías suficientes.
En el hecho se ha abusado enormemente de esta facultad con resultados por lo demás desastrosos
para los acreedores. Los convenios pactados al amparo de esta disposición rara vez, por no decir
nunca, se han visto cumplidos, de suerte que los acreedores que, por lo general, sólo se avienen a
aceptarlos, parte por conmiseración, parte por el deseo de asegurar el pago, a corto plazo, de una
cuota cualquiera de sus créditos, se han visto defraudados en sus propósitos". Con ello, al menos en el
texto original de la Ley  Nº  4.558, la única alternativa preventiva se encontraba en un escasamente
regulado convenio preventivo extrajudicial, con todas las dificultades de negociación que ellos entrañan.
Sobre el particular, vid. Goldenberg Serrano (2014a), passim.

10 En Goldenberg Serrano (2018a), p. 601, explicamos que, en el estudio de los convenios al alero
de la Ley de Quiebras, "[...] estas opciones eran consideradas por el legislador siempre desde una
mirada desde la quiebra, esto es, sea para prevenir su declaración (convenio judicial preventivo) o para
alzar la que ya había sido declarada (convenio simplemente judicial). Originalmente se trataba de un
mecanismo concedido al deudor de buena fe, especialmente a fin de evitar los efectos infamantes de la
quiebra, y, especialmente, la posibilidad de persecución penal. Por ello, en su diseño original se
conservaron las reglas de dignidad del deudor y el hecho de que su propuesta en caso alguno lograba
la limitación de los derechos de los acreedores, fuese para ejecutar al deudor, fuese para demandar su
quiebra. El poco éxito de estas medidas, en un ambiente en que la reflexión fue enfocándose en la
importancia de la conservación de las empresas viables, dio curso a una serie de reformas posteriores.
Las más relevantes fueron las impulsadas por la Ley Nº 18.598, de 1987, que introdujo la posibilidad de
limitar los derechos de cobro de los acreedores durante el procedimiento de negociación, pero siempre
que se contase con el apoyo de dos o más acreedores que representasen al menos la mitad del pasivo
concursal (el denominado "convenio apoyado" o del artículo  177 bis, en razón de su ubicación
normativa)".

11 SCS de 15 de septiembre de 1988, disponible en la Revista de Derecho de la Universidad de


Concepción, Nº 183, p. 74. En el mismo sentido, Puga Vial (2004), p. 178, quien, además, afirmaba que
"[e]l efecto procesal de este apoyo de los acreedores se refiere sólo a lo que estrictamente la ley
señala, esto es, impide la declaración de quiebra y la realización de bienes del deudor, pero no impide
el ejercicio de las acciones ejecutivas ni la solicitud de quiebra durante los 90 días referidos. Tampoco
tiene efecto suspensivo sobre los procesos contra el deudor ya iniciados, declarativos o ejecutivos, de
forma que éstos, en tanto no signifiquen realización de bienes, se pueden tramitar hasta la sentencia
definitiva, si es el caso, hasta el agotamiento de la ejecución misma". Esta formulación fue cambiada,
luego, por medio de la Ley  Nº  20.073, que, como veremos, estableció restricciones más amplias,
referidas a las limitaciones y suspensiones a las acciones de quiebra, juicios ejecutivos, ejecuciones y
restituciones en juicios de arrendamiento, dando la fisonomía de las dos primeras reglas de la
Protección Financiera Concursal del artículo 57 LRLAEP.

12Puelma Accorsi (1983), p. 220.

13 Sobre la inteligencia de esta norma, especialmente en el sentido de si requería o no de una doble


mayoría, en relación con el número y el porcentaje de participación en el pasivo, vid. Valencia (1998),
p. 214, y Puga Vial (2004), p. 179. El punto, sin embargo, quedó aclarado con la nueva redacción de la
norma dada al artículo  177 bis por medio de la Ley  Nº  20.073, de 2015, como explicaremos más
adelante.

14 Del modo observado por Puga Vial (2004), p. 178, el porcentaje señalado por la norma comportaba
una presunción seria en orden a que las proposiciones de convenio judicial preventivo serían votadas
favorablemente, de tal suerte que el sistema se justificaba como un medio para impedir que aquellas
fueran desbaratadas en el lapso de su negociación.

15 Esta idea se replica en el inciso final del artículo  58 LRLAEP, aunque con una justificación algo
diversa puesto que, en la actualidad, el acuerdo de reorganización judicial extiende su ámbito subjetivo
también a los acreedores prendarios e hipotecarios. De tal suerte, la regla debe reconducirse ahora al
inciso final del artículo 61 LRLAEP, conforme al cual esta clase de acreedores puede votar por aquellas
propuestas dirigidas a los acreedores valistas, renunciando total o parcialmente a su preferencia. Así, el
mero apoyo a la prórroga de la Protección Financiera Concursal por parte de aquella clase de
acreedores no supone una alteración a sus preferencias ni su adscripción a los términos ofrecidos a la
clase o categoría de los acreedores valistas, en caso de presentarse propuestas separadas en los
términos permitidos por el artículo 61, inciso primero, LRLAEP. Vid. infra Capítulo II, Sección II.1.B.

16 Como veremos, esta uniformidad en la forma de cálculo de las mayorías requeridas, antes de la
obtención de una nómina de créditos reconocidos, se rompe con la LRLAEP en el ámbito de la prórroga
de la Protección Financiera Concursal. Al efecto, para la obtención del apoyo, el artículo 59 LRLAEP se
refiere a la necesidad de acompañar las cartas de los acreedores autorizadas ante un ministro de fe y
un certificado extendido por un contador auditor independiente al deudor que indique los porcentajes del
pasivo que permitan el apoyo requerido. En este sentido, a nuestro juicio, se establece
innecesariamente un modelo diverso de acreditación al que se sustenta en el certificado señalado en
los artículos 55 y 56.4 LRLAEP, a pesar de que esta última norma dispone que aquél "servirá de base
para determinar todos los quórum de acreedores que se necesiten en la adopción de cualquier acuerdo,
hasta que se confeccione la nómina de créditos reconocidos, conforme al procedimiento establecido en
el Párrafo 2 del Título 1 del Capítulo III de esta ley, con sus respectivas ampliaciones o modificaciones,
si existieren". Vid. infra Capítulo II, Sección II.1.B.

17 Por ello Valencia (1998), p. 213, señalaba que "[e]sta ley agregó a la Ley Nº 18.175, el art. 177 bis,
que a juicio de la suscrita reviste una importancia fundamental, especialmente, si consideramos que las
proposiciones de convenio pueden versar por ejemplo sobre la venta del activo del deudor como unidad
económica, la que no podría llevarse a efecto si los acreedores pudieran individualmente, no obstante
encontrarse pendiente la aprobación del convenio, realizar en forma individual los bienes del deudor [...]
Cada acreedor debe velar por sus propios intereses de manera de no perder ninguna de las acciones
que le competen pues lo único que se suspende en definitiva es la liquidación de los bienes".

18 Una crítica en este sentido, incluso con la reforma de la Ley Nº 20.073, se esboza en Contreras
Strauch (2010), p. 334.

19 Lo anterior, incluso en los casos en los que los tribunales aceptaron que el apoyo de los
acreedores no se presentase conjuntamente con las propuestas de convenio judicial preventivo, sino en
cualquier momento anterior a la dictación de la resolución que citaba a junta de acreedores. Sobre el
particular, vid. SCA de Concepción de 26 de julio de 2013, causa rol Nº  1393-2013 (caso "Laserpack
SpA") en que se resolvió que: "[...] en concepto de estos sentenciadores, el legislador parte de la base
que la proposición fue presentada con un apoyo que reúne ciertas características o apariencias
manifiestas que exige la ley, es decir, contando con la aprobación de dos o más acreedores que
representan más del 50%, del total del pasivo, y ello debe verificarse al momento de ser presentado al
tribunal; o en su defecto, a lo menos, antes de dictarse la providencia que recae en tal propuesta, única
interpretación armónica que puede darse a los incisos  1º y 7º del ya tantas veces mencionado
artículo  177 bis, ya que el plazo fatal e improrrogable se cuenta desde la notificación por aviso de la
resolución que recae en la solicitud y que cita a los acreedores a junta, que no es otra que la rolante a
fojas 334 de estas compulsas". En contra, Puga Vial (2004), p. 182.

20 De ahí que la SCS de 15 de septiembre de 1988, disponible en la Revista de Derecho de la


Universidad de Concepción Nº 183, p. 74, señalase: "[e]l plazo de 90 días tiene por finalidad permitir a
los acreedores un examen de la situación económica real del deudor y evitar que durante dicho lapso
pueda ejecutar actos o contratos que disminuyan su patrimonio en perjuicio de los acreedores".

21 Como explicaba Puelma Accorsi (1983), p. 215, "[e]l abandono es la entrega de todo o parte del
activo del deudor a sus acreedores, dejando liberado al deudor. Es decir, el convenio de abandono
extingue naturalmente el pasivo". En este sentido, por tanto, nada se observa en torno al rescate de la
empresa en crisis.

22Puelma Accorsi (1983), p. 197, tratando sobre el fin de los convenios, también expresaba que "[...]
puede suceder en muchos casos que el pago de los acreedores se realice fuera de la quiebra, en mejor
forma para los acreedores y el fallido", para acto seguido, señalar un conjunto de casos en los que las
circunstancias ameritarían el otorgamiento de prórrogas o enajenaciones de bienes al margen de la
sindicatura. Si bien este análisis fue formulado por el autor antes de las reformas de la Ley Nº 18.598,
se observa que, en su diseño original, los convenios no estaban necesariamente ordenados al rescate
de la empresa viable, sino como un mecanismo para eludir el pesado lastre del juicio de quiebras.
Conforme a ello, Contreras Strauch (2010), p.  307, destacaba que "[a]l contrario de los sistemas de
reorganización, de administración controlada y de las otras diversas modalidades de protección de
empresas que se encuentran en peligro financiero, que son todos modernos y empezaron a ser
incorporados a las legislaciones a mitad del siglo pasado, y que hasta hoy no logran un reconocimiento
general en la doctrina y legislación comparada, desde muy antiguo se reconoce en el derecho concursal
la posibilidad de que un deudor en dificultades financieras pueda intentar resolverlas negociando un
convenio con sus acreedores". Por ello, las limitaciones ofrecidas por el artículo  177 bis, y, como
veremos, de otros modelos de tutela construidos en torno a este, se limitaban a asegurar la integridad
de la masa activa del concurso.

23Sandoval López (2007), p. 179. En similar sentido, Contreras Strauch (2010), p. 321.

24 Para una explicación de las finalidades de la Ley  Nº  20.073 y sus innovaciones, vid. Sandoval
López (2007), p. 182.

25 Historia de la Ley Nº 20.073, Mensaje, p. 7.

26 Asimismo, como señalan Gómez Balmaceda y Eyzaguirre Smart (2011), p. 475, con esta regla "se
disipó la duda que resultaba de la redacción anterior para que no se entendiese que se requería del
apoyo de una doble mayoría". En similar sentido, Puga Vial (2006), p. 200.

27 Sobre la extensión de estos efectos se pronunció nuestra jurisprudencia, especialmente en lo


relativo a la posibilidad de trabar embargo sobre los bienes del deudor en la época de protección. La
Corte Suprema resolvió que: "[...] resulta fundamental analizar los efectos jurídicos que genera el
Convenio Judicial Preventivo propuesto correspondiente (sic) la empresa Montajes Serval Limitada con
la aprobación y el apoyo de más de 51% del total de pasivo de la proponente deudora. Así la parte
recurrente y el Segundo Juzgado Civil de Rancagua en sus oficios sostienen e indican que este
produce la suspensión tanto de los juicios ejecutivos como de los embargos decretados, es más, la
recurrente argumenta que en virtud del artículo 177 bis de la Ley de Quiebras, vigente a esa fecha, 'los
efectos del alzamiento de embargo y ejecuciones, se producen de pleno derecho una vez publicada en
el Diario Oficial la resolución que tiene por propuesto el Convenio Judicial Preventivo, sin otra
formalidad legal'. Del tenor literal de la norma citada no es posible desprender un efecto tan inmediato,
directo y de pleno derecho como indica la recurrente, y así lo ha entendido también la doctrina. Sobre
ello don Juan Esteban Puga Vial, al analizar la norma en ese tiempo vigente sobre el efecto del
Convenio Judicial Preventivo señala: 'lo que no queda muy claro es la procedencia de embargos
durante este período. En efecto el embargo no es la realización de bienes propiamente tal, sino una
medida procesal que afecta los bienes a una determinada ejecución. En la Ley de Quiebras
específicamente la realización del activo es sinónimo de enajenación, pues así se desprende de los
artículos  120 y siguientes (el equivalente al embargo es consecuencia la declaración de quiebra, a
saber, el desasimiento de los bienes del fallido de que tratan los artículos 64 y siguientes), y lo mismo
puede decirse del Código de Procedimiento Civil (artículos 458, 484, 528, etc.). Así no pareciera haber
dudas en orden a que los embargos son procedentes durante el período a que nos venimos refiriendo.
Además, considerando el carácter excepcional de esta norma en relación con el inciso primero del
artículo que le precede, menos espacio a dudas puede quedar. Por último, la norma excepcional del
inciso quinto del artículo 177 bis viene a ratificar lo dicho, toda vez que esta disposición deja en claro
que la suspensión es sólo en orden a la realización, pues para las deudas laborales que gocen de
privilegios de primera clase, ni tan siquiera suspende la realización de los bienes.' [...]" (SCA de
Santiago de 31 de agosto de 2017, causa rol Nº 13892-2016 [caso "Nuevo Capital"]).
28 Sobre estos aspectos, Puga Vial (2006), p. 199.

29Goldenberg Serrano (2015a), p. 217.

30 Sobre los orígenes de esta idea, Puga Vial (2006), pp. 205-206.

31Ruz Lártiga (2017), p.  219, opina que la figura de la Protección Financiera Concursal reconoce
como antecedente, aunque más limitado, la alternativa del nombramiento del experto facilitador de
acuerdo al artículo 177 ter. Similar ocurre con la cercanía entre este experto y el veedor, como órgano
concursal previsto para los procedimientos concursales de reorganización en la LRLAEP (p. 226).

32 En dicha junta contaban con derecho a voto los acreedores que hubiesen aparecido en el estado a
que se refería el artículo 42, Nº 4, certificado de acuerdo a la información disponible y a la cual hubieren
tenido acceso de los registros del deudor por auditores externos, independientes e inscritos en el
registro que llevaba la otrora Superintendencia de Valores y Seguros, con exclusión de los acreedores
señalados en el inciso tercero del artículo  177 bis, antes reseñado. La designación del experto
facilitador debía contar con el voto de uno o más de los acreedores, que representasen más del 50%
del total del pasivo con derecho a voto; en caso contrario, se consideraba fracasada la gestión. Y, al
igual que para los efectos del artículo 177 bis, los acreedores hipotecarios y privilegiados no perdían
sus preferencias por la circunstancia de participar y votar en esta junta, y podían impetrar las medidas
conservativas que procediesen.

33Contreras Strauch (2010), p. 346.

34 A juicio de Puga Vial (2006), p. 207, este fracaso no acarreaba consecuencias ulteriores, como la
declaración de la quiebra.

35Contreras Strauch (2010), p. 347.

36 Como se señaló en el Mensaje de la Ley Nº 20.073, "el artículo 177 quater consulta, para el caso
que la proposición de convenio sea presentada con el apoyo de más del 66% del pasivo, la abreviación
y simplificación del procedimiento" (Historia de la Ley Nº 20.073, Mensaje, p. 8).

37Vid. infra Capítulo II, Sección II.1.A.

38 Historia de la Ley Nº 20.416, Mensaje, p. 9. Al efecto, se indicó lo siguiente: "[c]onsiderando que el


procedimiento de quiebra no alcanza a cobijar a las empresas pequeñas, los acreedores de ellas
reaccionan competitivamente entre sí, incoando todo tipo de acciones para obtener algo del remate de
los bienes, desmembrando totalmente la unidad económica. El empresario, por su parte, luego de
intentar defensas individuales a cada acción, desatendiendo además su actividad principal, termina, si
es el caso, por cerrar inconsultamente la empresa y queda, por mucho tiempo, en la imposibilidad de
reemprender personalmente otros negocios, debido a la necesaria existencia de bases de datos que
guardan la información de los deudores morosos. Resulta necesario, en consecuencia, innovar sobre la
materia, de manera de intentar darles una salida adecuada al menos a parte de las pequeñas empresas
que enfrentan situaciones de crisis. El Estado no debería quedar al margen de este esfuerzo".

39 Quinta Encuesta Longitudinal de Empresas del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo,


disponible en: https://www.economia.gob.cl/2019/03/12/quinta-encuesta-longitudinal-de-empresas-
ele5.htm

40 El presupuesto subjetivo de la asesoría se encuentra previsto en el artículo  1º del artículo


undécimo de la Ley Nº 20.416, incluyendo a las personas naturales o jurídicas cuyas rentas tributen en
primera categoría y que no estén expresamente exceptuadas en el artículo segundo de la
Ley Nº 20.416; las personas cuyas ventas durante los doce meses anteriores no excedan la cantidad
equivalente en moneda nacional a veinticinco mil unidades de fomento, descontando el valor
correspondiente al impuesto al valor agregado y del impuesto específico que pudiere gravar dichas
ventas, y las personas que, conforme al inciso sexto del artículo segundo de la Ley  Nº  20.416, sean
consideradas como pequeñas o microempresas.

41 En efecto, el citado proyecto de ley pretende, al tenor de su mensaje, (i) incorporar el concepto de


"Empresa de Menor Tamaño", entendiendo por tal a toda empresa que corresponda a la categoría de
micro, pequeña y mediana empresa en conformidad a lo dispuesto por el artículo segundo de la
Ley  Nº  20.416; (ii)  establecer que el monto de los honorarios del Veedor en los casos en que la
Empresa Deudora sea una Empresa de Menor Tamaño sea de 30 unidades de fomento para el caso de
las microempresas, de 60 unidades de fomento para el caso de las pequeñas empresas, y de 120
unidades de fomento para las medianas empresas. De acuerdo con lo anterior, se establecería también
una excepción al requisito de la Resolución de Reorganización emitida por el tribunal competente, en lo
relativo a la citación a audiencia para fijación de los honorarios del Veedor cuando la Empresa Deudora
fuere una Empresa de Menor Tamaño; y (iii) establecer que, si la Empresa Deudora califica como una
Empresa de Menor Tamaño, podrá acompañar la información relativa a sus acreedores por medio de
una declaración jurada, en lugar de hacerlo mediante la certificación de un auditor independiente
fiscalizado por la Comisión para el Mercado Financiero.

42 Historia de la Ley Nº 20.416, Mensaje, p. 9.

43 Para un panorama comparado de la insolvencia inminente, Jequier Lehuedé (2019), pp. 334-337.

44 El estatuto aplicable a este "asesor económico de insolvencias" se despliega entre los artículos 4º
y 14 del artículo undécimo de la Ley Nº 20.416, el que debe ser complementado por el Reglamento al
que alude el artículo  5º (Decreto Nº  212, de 22 de febrero de 2011, del Ministerio de Economía,
Fomento y Turismo, en adelante, el "Reglamento").

45 A los anteriores presupuestos se suma uno de carácter negativo, dispuesto en el artículo 21 del
artículo undécimo de la Ley  Nº  20.416, conforme al cual la persona que se haya acogido a los
beneficios de esta ley no podrá impetrar nuevamente la extensión de un nuevo certificado, sin que haya
mediado a lo menos cinco años contados desde la fecha del certificado inmediatamente anterior. Algo
similar ocurre en el caso del Procedimiento Concursal de Renegociación de la Persona Deudora
(artículo  270, inciso final, LRLAEP), aunque esta limitación no se encuentre presente en el
Procedimiento Concursal de Reorganización ni en los Procedimientos Concursales de Liquidación de
las empresas y personas deudoras. Lo anterior, especialmente en este último punto, resulta
especialmente llamativo por la extensión del beneficio de extinción de los saldos insolutos previsto en el
artículo 255 LRLAEP.

46 Para un estudio sobre este punto, vid. Ruz Lártiga (2017), pp. 190-195, y Jequier Lehuedé (2019),
pp. 352-360.

47 El artículo  5º del Reglamento dispone el detalle del contenido del referido requerimiento,
entendiendo por tal "el acto mediante el cual el deudor intima al Asesor elegido o designado, según el
caso, para que se desempeñe en tal calidad de acuerdo a lo establecido en la Ley".

48 Este plazo está determinado en el artículo 14 del Reglamento.


49 Por exclusión legal, los citados efectos no proceden respecto a los procedimientos derivados del
ejercicio de acciones constitucionales, los derivados de delitos cometidos por la o las personas que
fueren el mismo empresario individual o socios o accionistas de la persona jurídica o sus
representantes, los derivados del ejercicio de los derechos colectivos del trabajo o del incumplimiento
de las normas de higiene y seguridad en materia laboral, los derivados de sus obligaciones de familia y
cualquiera que implique una infracción normativa.

50 Como explica Román Rodríguez (2011), p. 495, es precisamente el efecto suspensivo que acarrea
la obtención del certificado, el que "constituye un incentivo importante para que el deudor pueda salvar
su empresa y reorganizar sus actividades".

51Ruz Lártiga (2017), p. 183.

52 Concordamos con Ruz Lártiga (2017), pp. 184 y 185, en el sentido que la voz "apremio" debería
entenderse comprensiva del juicio ejecutivo, en cualquiera de sus fases, pero también de cualquier
forma de ejecución prevista en nuestro ordenamiento civil.

53 Sobre las dificultades de interpretación de estas normas, vid. Jequier Lehuedé (2019), pp. 350-351.

54Vid. infra Capítulo III, Sección II.4.

55 En similar sentido, Ruz Lártiga (2019), p. 187.

56Vid. infra Capítulo IV, Sección III.

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