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1. ASPECTOS GENERALES
Son abundantes los procesos judiciales en los cuales se persigue la resolución de contratos
bilaterales al tenor de lo previsto por los artículos 1546 y 1930 del C.C, con fundamento en
el incumplimiento de uno de los sujetos contractuales, junto con la correspondiente
indemnización de perjuicios causados por la no observancia de las prestaciones contraídas.
Por esto mismo, copiosa es la jurisprudencia, especialmente de casación civil, que desde hace
varias décadas ha precisado muchos aspectos sustanciales y procesales de la figura, por no
mencionar los múltiples antecedentes incorporados en laudos arbitrales que han solucionado
controversias de esta naturaleza, toda vez que como bien se sabe cada día es más frecuente
la incorporación de cláusulas de arbitraje en negocios jurídicos de diversa índole. En
consecuencia, la resolución, la resolución judicial de los contratos bilaterales es un tema que
ofrece un interés, no solamente académico, sino de gran importancia práctica y frente al cual,
de manera recurrente, surgen diversas inquietudes especialmente de índole procesal, aunque,
desde luego, con hondo calado sustancial, que apuntan principalmente a la manera como el
contratante que ha cumplido con las obligaciones a su cargo puede efectivo el derecho de
solicitar el aniquilamiento del contrato y recibir la indemnización de los perjuicios irrogados
con el incumplimiento.
Estas breves líneas tienen como propósito, entonces, analizar en forma breve solamente
algunos aspectos, netamente procesales, que ofrecen interés para el contratante cumplido que
acude al aparato jurisdiccional buscando que el negocio jurídico celebrado quede sin efectos,
esto es, que sea aniquilado, que vuelvan las cosas al estado anterior y, si es del caso, se
condene al deudor incumplido al pago de la reparación de los perjuicios causados. Insistimos
que en esta ponencia se incluyen apenas unos simples apuntes sobre algunas vicisitudes de
orden procesal de la resolución judicial de contratos, por lo que pido indulgencia al lector si
aquí se omite el análisis de muchos tópicos de derecho sustancial que son inherentes a la
figura, pero cuyo estudio a profundidad es materia reservada para otros escenarios y para los
estudios del derecho de los contratos.
Para la resolución del contrato al abrigo de lo previsto por los artículos 1546 y 1930 del C.C,
el contratante cumplido o que se ha allanado a cumplir, necesita de un pronunciamiento
jurisdiccional especifico y concreto, es decir, la resolución por incumplimiento fundada en
el ejercicio de la llamada condición resolutoria tácita incorporada en todos los contratos
bilaterales, siempre necesita de una sentencia judicial, es decir, requiere que un juez imparta
la orden de resolución. Como bien lo enseña la doctrina nacional, “De plano, ipso iure, no se
resuelven los contratos por incumplimiento, pues sería tanto como atribuirle al acreedor
poderes para fallar su conflicto y olvidar que ante el hecho del no pago afirmado por él, de
suyo discutible y rebatible, se concibe la irresponsabilidad del deudor por prueba de
circunstancias exoneradoras"3, es decir, la resolución por incumplimiento supone un juicio
de la conducta contractual de las partes con miras a que el juez en su sentencia ordene o no
el rompimiento del vínculo negocial-si es que el acreedor ha optado por la resolución y no
por insistir en su cumplimiento, que es la otra posibilidad que le ofrecen las citadas
disposiciones sustanciales-, junto con la correspondiente indemnización de perjuicios. El
examen de las estipulaciones negóciales, el análisis de la manera como las prestaciones
nacidas del contrato fueron cumplidas o incumplidas, los efectos del incumplimiento, la
aniquilación del negocio y la condena indemnizatoria por los perjuicios irrogados por el
incumplimiento, necesita, entonces, de un pronunciamiento jurisdiccional".
4.2 El cumplimiento de las obligaciones por parte del acreedor, pues es base ineludible de la
resolución que ésta solamente puede ser pedida por el contratante cumplido o que se ha
allanado a cumplirlas. El derecho que consagran los artículos 1546 y 1930 del C.C. está
instituido a favor del contratante que ha cumplido en forma oportuna e íntegra las
prestaciones a su cargo, o que por lo menos ha estado atento y se ha allanado a hacerlo. El
incumplido nada puede exigirle ni reprocharle a su cocontratante.
En este sentido, abundantes son las decisiones jurisprudenciales que nos recalcan este
requisito. Así, en sentencia del 16 de junio de 2006, nos recordó la Corte que "en tratándose
de contratos bilaterales, por sabido se tiene que l prerrogativa que el artículo 1546 del
Código Civil le concede a los contratantes para solicitar la resolución derivada del
incumplimiento, está deferida a favor de aquella parte que haya observado fidelidad en los
compromisos que surgen del pacto, pues el contenido literal de aquel precepto pone de
manifiesto que esa facultad legal no está al alcance del contratante incumplido para liberare
de sus obligaciones. Entonces, luego de que sea establecida la existencia de un contrato
válido que ligue a los contratantes, la labor del juzgador deberá estar dirigida a determinar,
a la luz del citado precepto legal, la legitimación del actor, esto es, a escudriñar si su
conducta contractual evidencia que puede beneficiarse de la facultad para pedir la
resolución del contrato o su cumplimiento, c indemnización de perjuicios, porque tal derecho
le asiste únicamente a quien ha cumplido o se ha allanado a hacerlo, lo que visto en sentido
contrario indica que cualquiera de ellas se frustra cuando quien la demanda a su vez ha
incumplido de manera jurídicamente relevante, porque en tal caso, ante la presencia de
obligaciones recíprocas, el deudor demandado podrá justificar su resistencia a cumplir la
suyas, lo que significa que quien promueva la correspondiente acción debe estar libre de
culpa por haber atendido a cabalidad, como que una conducta así es la que le confiere
legitimación al actor. Con arreglo a lo expuesto, es claro que la viabilidad de la acción
resolutoria de que trata el precepto legal en cuestión depende no sólo de la cabal
demostración del incumplimiento del demandado sino de que, de igual modo, logre
evidenciarse que el actor efectivamente satisfizo las obligaciones anteriores o simultáneas
que tenía a su cargo o que se allanó a cumplirlas ".
Ahora bien, puede suceder que, al momento de solicitar la resolución, el contratante
demandante no haya cumplido con una obligación a su cargo, pero ello tenga su razón de ser
o su explicación en que previamente el demandado debía cumplir con las suyas y no lo hizo.
Por ejemplo, piénsese en el caso en que el promitente comprador antes de la fecha pactada
para la suscripción de la escritura pública de venta se obliga a pagar unas sumas de dinero
determinadas en un monto específico como abono al precio de la futura venta; si el promitente
comprador no las paga, podría el promitente vendedor solicitar la resolución del contrato así
él no haya cumplido con su obligación de suscribir la escritura que materialice el contrato
prometido. Mal podría, por ejemplo, exigírsele al promitente vendedor que asista a la notaría
acordada en la fecha prevista para la suscripción de la escritura de venta como requisito
necesario para demostrar que se allanó a cumplir, pues es claro que en el contrato de promesa
se pactaron obligaciones anteriores en cabeza del futuro comprador que no fueron cumplidas
y, por ende, habilitaron a la otra parte negocial para pedir la resolución.
En este sentido, la Corte ha enseñado que "si el demandado fue quien determinó, con su
hecho, el incumplimiento del contrato del que surge la acción resolutoria, puede ejercitarla
legítimamente el otro contratante, sin que para ello obste que a su vez haya dejado de
cumplir después con sus obligaciones, esto porque la culpa del primero es la que motiva el
derecho del segundo e invariablemente ha puntualizado la doctrina jurisprudencial que no
es inejecución antijurídica, impedimento para entablar con éxito dicha acción, la que está
autorizada, justificada si se quiere, por el primer incumplimiento", ya que en los contratos
bilaterales en que las recíprocas obligaciones deben efectuarse sucesivamente, esto es,
primero la de uno de los contratantes y luego las del otro, el que no recibe el pago que debía
hacérsele previamente sólo puede demandar el cumplimiento dentro del contrato si el
cumplió o se allanó a cumplir conforme a lo pactado, pero puede demandar la resolución si
no ha cumplido ni se allana a hacerlo con fundamento en que la otra parte incumplió con
anterioridad "
Son muchos los procesos en los cuales se pretende la resolución y el contratante demandado,
apoyado en lo previsto por el artículo 1609 del C.C., formula la excepción de contrato no
cumplido. Esta norma, como bien se sabe, dispone que "En los contratos bilaterales ninguno
de los contratantes está en mora dejando de cumplir lo pactado, mientras el otro no lo cumpla
por su parte, o no se allana a cumplirlo en la forma y tiempo debidos." En consecuencia, si
un contratante no ha cumplido con sus obligaciones ni se ha allanado a hacerlo, faculta al
otro contratante para abstenerse de darle cumplimiento a las suyas. Por ello, en ocasiones el
demandante pide judicialmente la resolución y encuentra que el demandado justifica su
incumplimiento señalando que la causa de éste fue el incumplimiento en el que a su vez
incurrió el demandante, con lo cual la pretensión resolutoria pierde totalmente sustento, pues
queda demostrado que en realidad el incumplido es el demandante. Que el demandado pruebe
que el demandante fue quien incumplió las obligaciones a su cargo, constituye justificación
suficiente para que el demandado haya dejado de cumplir con las propias y, por ende, impida
el ejercicio de la pretensión resolutoria.
Ha dicho la Corte que "Acorde con lo expuesto, el artículo 1609 del CC preceptúa que
ninguno de los contratantes se encuentra en mora dejando de cumplir lo pactado, mientras el
otro no cumpla con sus obligaciones o esté dispuesto a cumplirlas según lo acordado, lo que
significa que la legitimación para impetrar necesariamente el cumplimiento de sus
obligaciones contractuales o allanan del juez, en la misma sentencia explica de que es posible
que las partes reciprocas "evento en el cual la excepción de contrato no cumplido se abre
paso en la medida en que la parte excepcionante no se encuentre obligado a cumplir primero
con sus obligaciones, de acuerdo con lo estipulado o con la naturaleza de la convención,
punto sobre el que ha dicho la Corte que e principio básico sobre el cual reposa la exceptio
non adimpleti contractus, es equidad. Por consiguiente, para que tenga cabida la excepción
de inejecución se requiere en primer lugar, que exista entre las partes una relación bilater
obligatoria, en la que la parte perseguida sea efectivamente deudora de una prestación
emanada de esa relación, y al mismo tiempo acreedora de una contraprestación no efectuada
aún por la otra. En segundo lugar, requiere que el contratante a quien se demanda la
ejecución, no se halle forzado por el contrato a satisfacer primero su obligación". (G.J. Tomo
CXLVI p. 163). Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto a fin de determinar la
procedencia de la acción resolutoria, es preciso establecer con certeza cuál de los contratantes
ha incurrido primero en el incumplimiento de sus obligaciones, liberando al otro de persistir
en las recíprocamente contraídas por él, y para el efecto debe verificarse si el contrato, por
su contenido y la finalidad que explica su celebración, fija de modo especial y concluyente,
o no lo hace, el orden de precedencia de las obligaciones recíprocas”.
4.3 La constitución en mora del deudor demandado. El ejercicio de la pretensión de
resolución por incumplimiento supone que el deudor se encuentre en mora en el
cumplimiento de las obligaciones a su cargo. Para la jurisprudencia, el artículo 1546 es una
"norma que guarda estrecha relación con lo preceptuado por el artículo 1608 del Código
Civil, en cuyos tres numerales el legislador definió cuando se encuentra en mora el deudor'23.
En consecuencia, es necesario tener en cuenta que, de acuerdo con el mencionado precepto
sustancial, el deudor se encuentra en mora (regla general) cuando ha sido reconvenido
judicialmente por el acreedor, salvo que se trate de obligaciones a plazo, caso en el cual se
aplica el aforismo dies interpellat pro homine, aunque pueden existir obligaciones a plazo
que por mandato de la ley necesiten el requerimiento o reconvención para constituir al deudor
en mora (num 1); o de obligaciones en las cuales "la cosa no ha podido ser dada o ejecutada
sino dentro de cierto tiempo y el deudor lo ha dejado pasar sin darla o ejecutarla" (num, 2).
Desde esta perspectiva, si el demandado no ha incurrido en mora no es posible solicitar la
resolución del contrato y, mucho menos, la indemnización de perjuicios.
Así las cosas, no solamente se requiere que el deudor demandado haya dejado de cumplir
con las obligaciones a su cargo, sino que es necesario que se encuentre constituido en mora,
por cuanto "no puede decirse que uno de los contratantes no cumple lo pactado, sino cuando
legalmente se halla constituido en mora de cumplirlo".
4.4 Incumplimiento de las obligaciones por parte demandado, incumplimiento que además
debe ser grave. Es unánime la doctrina y la jurisprudencia al exigir que el incumplimiento
del demandado debe ser una magnitud importante de tal suerte que se consideren
efectivamente lesionados los intereses contractuales del acreedor; con ello, se evita que por
simples imprecisiones, inexactitudes, equivocaciones de poca monta o leves desavenencias
entre las partes, se deje sin efecto el vínculo contractual. La seriedad que debe permear los
negocios jurídicos, su función práctica y social, la estabilidad de las relaciones
obligacionales, la prohibición de abusar de los derechos y la seriedad que siempre debe rodear
los reclamos judiciales, impiden que un juez ordene la resolución de un contrato sino verifica
un real y trascendente incumplimiento del demandado, esto es, una conducta que
efectivamente viole las reglas legal o contractualmente impuestas. Expresado en otras
palabras, a la resolución se llega cuando existe un incumplimiento, pero no cualquiera, sino
uno que tenga la gravedad suficiente para alterar el contrato.
En este sentido, señala la jurisprudencia que "se debe recordar que la facultad de resolver los
contratos por incumplimiento requiere la presencia de varios presupuestos o requisitos que,
aunque no generan unanimidad en la doctrina, se han concretado tradicionalmente en la
existencia de un contrato bilateral válido, el incumplimiento de uno de los contratantes y el
cumplimiento o la disposición a cumplir del otro. Igualmente, se ha indicado que en la
institución de que se trata resulta protagónica la figura del incumplimiento, como elemento
estructural de esta causa de extinción de los contratos, pues, sobre la base del respeto al
principio de normatividad de los negocios jurídicos, se establece una circunstancia
excepcional que permite solicitar a la administración de justicia la aniquilación de la relación
contractual, consistente en que uno de los contratantes -deudor de determinados deberes de
prestación- ha incumplido o desatendido sus compromisos, y dicho incumplimiento es de
tales características que puede dar lugar a que se adopte una solución del mencionado
temperamento o rigor. Por lo anterior, cuando se alude al señalado requisito se lo denomina
como incumplimiento resolutorio, por cuanto no toda separación del programa obligacional
por parte del deudor habilita a su contraparte para ejercer la mencionada facultad enderezada
a que se decrete la extinción del contrato. Es decir, es bien sabido que la expresión
incumplimiento tiene un significado técnico preciso en derecho, en cuanto que con ella se
hace referencia a la desatención por parte del deudor de sus deberes de prestación, que tiene
como consecuencia la insatisfacción del interés del acreedor; se alude, igualmente, incluso a
nivel legal, a diversas formas de incumplimiento, ya sea total y definitivo, cumplimiento
defectuoso, cumplimiento parcial o retardo (arts. 1613 y 1614 del CC). Sin embargo no toda
separación por parte del deudor respecto del "programa obligacional" previamente
establecido, permite poner en funcionamiento los mecanismos encaminados a extinguir la
relación que une al obligado con el acreedor -particularmente la resolución contractual, toda
vez que, en ciertas ocasiones, retrasos en el cumplimiento o cumplimientos parciales, que en
principio podrían dar lugar a la resolución contractual, no se consideran de entidad suficiente
como para justificar tan radical determinación, en cuanto se podrían producir con ello
situaciones inequitativas, facilitar ejercicios abusivos o contrarios a la buena fe de la señalada
facultad resolutoria, además de afectarse el principio de conservación del contrato. En el
contexto que se ha precisado anteriormente, la doctrina y la jurisprudencia han considerado
que en esta materia resulta pertinente distinguir, entonces, si la obligación insatisfecha es una
obligación principal o simplemente accesoria, o también si el incumplimiento es definitivo o
apenas parcial o transitorio, y, en todo caso, analizar la trascendencia, importancia o gravedad
del incumplimiento, determinadas tales circunstancias, entre otros criterios, por lo que las
partes hayan convenido, por la afectación que se haya presentado en el interés del acreedor
en el mantenimiento de la relación, por la frustración del fin práctico perseguido con el
contrato -en la que se incluye la inobservancia de un término esencial-, o, en fin, por el
impacto que se haya podido generar en la economía del contrato ".
Le corresponde al juez en cada caso concreto analizar si el incumplimiento afirmado por el
demandante y debidamente probado26, tiene suficiente entidad para ameritar la resolución,
o negarla si es que se trata de apenas leves retardos o de minúsculas fallas imputables a las
partes respecto de prestaciones simplemente accesorias que no entrañan importancia
suficiente para desnaturalizar el fin perseguido por las partes con la celebración del negocio.
En conclusión, debe el demandante probar la existencia de un contrato bilateral válidamente
celebrado en el que el acreedor ha cumplido o se ha allanado a cumplir con las prestaciones
a su cargo; así mismo, debe acreditar que el demandado se encuentra en mora de cumplir con
las obligaciones asumidas y que dicho incumplimiento ha sido relevante, trascendente e
importante de cara al contrato celebrado. Desde luego, siguiendo las reglas del derecho de
daños, si se aspira igualmente a la indemnización de perjuicios, debe acreditarse debidamente
su existencia, pues recuérdese que tanto en materia contractual como extracontractual rige la
regla de que el perjuicio únicamente adquiere el carácter de indemnizable cuando su certeza
ha sido demostrada en el proceso y, además, el vínculo causal con la conducta que se le
imputa al demandado.
5. EFECTOS DE LA RESOLUCIÓN
Uno de los temas que más interés ofrece en materia de resolución de contratos es el de sus
efectos, no solamente entre las partes sino frente a terceros, interés que, en general, se predica
de la aniquilación de negocios jurídicos por nulidad o simulación, pero que en esta ponencia,
como es apenas obvio, limitamos el estudio al caso de la resolución.
CONCLUSIÓN
Como se observa de lo brevemente expuesto en estas líneas, la figura de la resolución judicial
de contratos bilaterales por incumplimiento ha tenido un gran desarrollo jurisprudencial no
solamente en sus aspectos sustanciales sino también en su cariz procesal, especialmente en
cuanto toca con la protección cautelar, la naturaleza de la pretensión y su manera correcta de
formulación de acuerdo con las opciones contempladas en el artículo 1546 del C.C., la
legitimación del demandante, los elementos que debe probar el actor con miras a que se
colmen los presupuestos sustanciales de la figura y su pretensión cobre éxito, así como los
efectos que genera para las partes y los terceros. Estamos en presencia, entonces, de un tema
que no tiene importancia solamente para los estudiosos del derecho de los contratos, sino
también para los interesados en los temas procesales, pues precisamente ha sido el derecho
adjetivo el que ha suministrado los instrumentos necesarios para la efectividad de la figura
que, como se vio, es de frecuente utilización por los sujetos contractuales cuando se presenta
un grave incumplimiento de las obligaciones asumidas por una de las partes. La gran
conclusión es que la resolución judicial requiere para el litigante un manejo adecuado de las
principales normas en materia de obligaciones y contratos, así como su debida articulación
con las disposiciones procesales, puesto que la prosperidad de la pretensión de resolución, es
el fruto de la debida articulación de los postulados sustanciales y de su debido reclamo en
juicio.