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ASPECTOS PROCESALES DE LA RESOLUCIÓN DE CONTRATOS POR

INCUMPLIMIENTO. UNA MIRADA PROCESAL A LOS ARTÍCULOS1546 Y 1930


DEL CÓDIGO CIVIL
Henry Sanabria Santos

1. ASPECTOS GENERALES
Son abundantes los procesos judiciales en los cuales se persigue la resolución de contratos
bilaterales al tenor de lo previsto por los artículos 1546 y 1930 del C.C, con fundamento en
el incumplimiento de uno de los sujetos contractuales, junto con la correspondiente
indemnización de perjuicios causados por la no observancia de las prestaciones contraídas.
Por esto mismo, copiosa es la jurisprudencia, especialmente de casación civil, que desde hace
varias décadas ha precisado muchos aspectos sustanciales y procesales de la figura, por no
mencionar los múltiples antecedentes incorporados en laudos arbitrales que han solucionado
controversias de esta naturaleza, toda vez que como bien se sabe cada día es más frecuente
la incorporación de cláusulas de arbitraje en negocios jurídicos de diversa índole. En
consecuencia, la resolución, la resolución judicial de los contratos bilaterales es un tema que
ofrece un interés, no solamente académico, sino de gran importancia práctica y frente al cual,
de manera recurrente, surgen diversas inquietudes especialmente de índole procesal, aunque,
desde luego, con hondo calado sustancial, que apuntan principalmente a la manera como el
contratante que ha cumplido con las obligaciones a su cargo puede efectivo el derecho de
solicitar el aniquilamiento del contrato y recibir la indemnización de los perjuicios irrogados
con el incumplimiento.
Estas breves líneas tienen como propósito, entonces, analizar en forma breve solamente
algunos aspectos, netamente procesales, que ofrecen interés para el contratante cumplido que
acude al aparato jurisdiccional buscando que el negocio jurídico celebrado quede sin efectos,
esto es, que sea aniquilado, que vuelvan las cosas al estado anterior y, si es del caso, se
condene al deudor incumplido al pago de la reparación de los perjuicios causados. Insistimos
que en esta ponencia se incluyen apenas unos simples apuntes sobre algunas vicisitudes de
orden procesal de la resolución judicial de contratos, por lo que pido indulgencia al lector si
aquí se omite el análisis de muchos tópicos de derecho sustancial que son inherentes a la
figura, pero cuyo estudio a profundidad es materia reservada para otros escenarios y para los
estudios del derecho de los contratos.
Para la resolución del contrato al abrigo de lo previsto por los artículos 1546 y 1930 del C.C,
el contratante cumplido o que se ha allanado a cumplir, necesita de un pronunciamiento
jurisdiccional especifico y concreto, es decir, la resolución por incumplimiento fundada en
el ejercicio de la llamada condición resolutoria tácita incorporada en todos los contratos
bilaterales, siempre necesita de una sentencia judicial, es decir, requiere que un juez imparta
la orden de resolución. Como bien lo enseña la doctrina nacional, “De plano, ipso iure, no se
resuelven los contratos por incumplimiento, pues sería tanto como atribuirle al acreedor
poderes para fallar su conflicto y olvidar que ante el hecho del no pago afirmado por él, de
suyo discutible y rebatible, se concibe la irresponsabilidad del deudor por prueba de
circunstancias exoneradoras"3, es decir, la resolución por incumplimiento supone un juicio
de la conducta contractual de las partes con miras a que el juez en su sentencia ordene o no
el rompimiento del vínculo negocial-si es que el acreedor ha optado por la resolución y no
por insistir en su cumplimiento, que es la otra posibilidad que le ofrecen las citadas
disposiciones sustanciales-, junto con la correspondiente indemnización de perjuicios. El
examen de las estipulaciones negóciales, el análisis de la manera como las prestaciones
nacidas del contrato fueron cumplidas o incumplidas, los efectos del incumplimiento, la
aniquilación del negocio y la condena indemnizatoria por los perjuicios irrogados por el
incumplimiento, necesita, entonces, de un pronunciamiento jurisdiccional".

2. CARACTERÍSTICAS DE LA PRETENSIÓN RESOLUTORIA


Siendo indiscutible la necesidad de un pronunciamiento jurisdiccional, la pretensión de
resolución tiene las siguientes características de orden procesal:
2.1 Es una pretensión de naturaleza constitutiva, en la medida que su propósito es crear una
nueva situación jurídica diferente a la que existe antes de la sentencia; recordemos que de
acuerdo con la clasificación hoy día aceptada por la ciencia procesal, las pretensiones
constitutivas no tienen como fin reconocer una situación jurídica ya consolidada o existente
sino, por el contrario, crear, modificar o extinguir una relación jurídica. Tratándose de la
resolución de contratos por incumplimiento, según lo ha entendido la jurisprudencia, la
pretensión que se formula "es eminentemente constitutiva puesto que tiende a aniquilar un
acto jurídico y a dejar las cosas en el estado en que se hallaban antes de la celebración del
mismo". En este sentido, en forma categórica la doctrina francesa nos dice que "Los
tribunales no verifican la resolución: la pronuncian".
Cuando el demandante igualmente solicite el pago de los perjuicios causados con el
incumplimiento, la pretensión igualmente será de condena en la medida que se busca la
imposición de una obligación de resarcimiento.
Ahora bien, tratándose de una pretensión de índole constitutiva, mientras la sentencia no
cobre firmeza el contrato no se considera resuelto. Esta situación hace que en otros
ordenamientos se considere que mientras no se haya pronunciado sentencia el demandado
pueda cumplir con las prestaciones a su cargo postrando de esta manera la pretensión de
resolución. Dice la doctrina extranjera que "La parte demandada de resolución puede enervar
la acción resolutoria cumpliendo sus obligaciones durante la secuela del juicio mientras no
quede ejecutoriada la sentencia que declare resuelto el contrato"; incluso, presentada la
demanda de resolución los jueces pueden otorgar plazos de gracia para que el deudor
demandado cumpla con la prestación a su cargo y frene de esta forma las pretensiones de la
demanda manteniendo vigente el contrato.
Esta posibilidad no es admitida en nuestro derecho en punto de la condición resolutoria tácita,
con lo cual se "ha evitado las complacencias de los tribunales franceses, reiterando el
concepto de que la misión judicial no es soberana ni creadora del derecho, sino que, dentro
de los límites impuestos por lo discreción, debe limitarse a interpretar la Ley y, en su caso,
la real voluntad de los contratantes. Así, en punto del cumplimiento de las obligaciones, no
se ha aceptado la exótica institución de "los plazos de gracia", cuyo abuso en Francia y en
otros países vulnera el derecho crediticio". A diferencia del llamado pacto comisorio
calificado previsto en el artículo 1937 del C.C., la condición resolutoria tácita que va envuelta
en todo contrato bilateral, esto es, la contemplada en el artículo 1546 del C.C., no permite
que una vez presentada la demanda el demandado cumpla con la obligación y de esta manera
impida la prosperidad de la pretensión de resolución. La razón de ello estriba en que el
contratante cumplido o que se ha allanado a cumplir con las prestaciones a su cargo no está
obligado a aceptar un pago tardío o extemporáneo y, por ende, si el deudor demandado paga
luego de ser demandado, tendría el acreedor demandante que aceptar expresamente ese pago
y darle efectos liberatorios para que de esta forma la pretensión de resolución pierda vigor;
en consecuencia, el juez debe analizar la situación de incumplimiento al momento de la
presentación de la demanda y no tendrá en cuenta si el deudor paga con posterioridad, salvo
que el acreedor convenga en que dicho pago tardío purgue la mora y sea por él aceptado a su
entera satisfacción. De lo contrario, no existiría diferencia alguna entre la llamada condición
resolutoria tácita del artículo 1546 del C.C. y el pacto comisorio calificado en el contrato de
compraventa, en donde las partes expresamente prevén que el deudor demandado pueda
impedir la resolución pagando el precio dentro de las 24 horas siguientes a la notificación del
auto admisorio de la demanda. De permitirse la posibilidad de cumplimiento tardío o
posterior para que el deudor demandado impida la resolución por incumplimiento en el caso
de la condición resolutoria tácita, ésta figura terminaría siendo no un derecho del acreedor
cumplido, sino una potestad del deudor demandado, circunstancia a todas luces inadmisible.
Al respecto, vale la pena indicar que jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia parece
inclinarse por la tesis de que el incumplimiento tardío no es óbice para la resolución. Así, ha
dicho la Corporación que la resolución tiene su fuente tanto en el incumplimiento absoluto,
como en el incumplimiento imperfecto o impropio y en el cumplimiento tardío o simplemente
extemporáneo. En consecuencia, para nuestro tribunal de casación "atendiendo autorizados
criterios que conjugan acertadamente el efecto particularmente vinculante de los contratos
con el interés que en ellos depositan los contratantes, debe inferirse que el cumplimiento
tardío de la prestación no ataja la acción resolutoria cuando el plazo pactado es esencial al
negocio o su incumplimiento apareja la frustración del fin práctico perseguido por ellos, o,
en general, cuando surja para el afectado un interés justificado en su aniquilación, pues de
no ser así se propiciarían enojosas injusticias y se prohijaría el abuso del derecho de los
contratantes morosos. En consecuencia, si pudiese tenerse como averiguado que, como lo
asevera el recurrente, existe en su cierta "predilección del legislador por la realización del
contrato" w mismo modo, no se discutiese que en virtud de que el incumplimiento, erigido
por obra del artículo 1546 del Código Civil en condición resolutoria de los pactos
bilaterales, no los resuelve de pleno derecho -contrariamente a lo que sucede con las
condiciones ordinarias-, por lo que sería menester el ejercicio de reclamación judicial, con
la cual, además, se haría concreta la c demandado, si se admitiesen, pues, como ciertas todas
estas circunstancias opción del que permitirían pensar que mientras no se ejercite la acción
judicial, para unos, o mientras no se profiera sentencia que declare la resolución, para otros,
es posible el cumplimiento de la prestación debida, pagando, de todos formas, los perjuicios
moratorios causados, lo cierto es que imperativos de justicia y de repulsión al abuso del
derecho, llevarían de cualquier modo a considerar que cuando el plazo pactado es esencial
al negocio, o cuando su infracción acarrea la decadencia del fin práctico perseguido por las
partes, o, en general, cuando surja para el afectado un razonable interés en la resolución
del mismo, el cumplimiento retardado no puede enervar la acción resolutorio, a menos claro
está, que éste lo hubiese consentido o tolerado. Por supuesto que el desbordamiento no
previsto ni querido del plazo puede truncarlo obligación, o hacerla inútil o poco provechosa,
o puede desembocar en un quebrantamiento del equilibrio prestacional, razón por la cual es
preciso examinar en cada caso los efectos del retardo en la prestación y la actitud de los
contratantes, particularmente la del deudor, a quien de ningún modo se le puede patrocinar
que pague tardíamente para obtener provecho censurable, como acontece, por ejemplo,
cuando pretende prevalerse de la depreciación de la moneda o las fluctuaciones de la
economía. En ese orden de ideas, no resulta acertado aseverar, como lo hace el recurrente,
que el cumplimiento tardío, mediando, obviamente, la indemnización moratoria si a ella hay
lugar por el retardo, enerve invariablemente el ejercicio de la acción resolutoria del
afectado, toda vez que, como ha quedado dicho, deben consultarse en cada caso los aspectos
que acaban de precisarse”.
2.2.- Es una pretensión reservada para las partes del contrato o para sus causahabientes; a
diferencia de lo que ocurre con la nulidad absoluta, que puede ser solicitada no solamente
por los sujetos contractuales, sino también por terceros, por el ministerio público e incluso
puede ser declarada de oficio por el juez (art. 1742 del C.C.), o de lo que ocurre con la
simulación, que está reservada para las partes o para los terceros que tengan un interés actual
y serio en la prevalencia de la voluntad real sobre la simplemente declarada, la de resolución
se encuentra estrictamente prevista para las partes por expresa definición legal. Tanto los
artículos 1546 y 1930 del C.C., como el 870 del C. de Co, se refieren expresamente al
"contratante" o a "las partes" del negocio y la razón es sencilla: En la declaración de nulidad
absoluta están interesados no solamente las partes del contrato, sino que el interés se traslada
a cualquier persona y al juez por involucrarse en la figura valores superiores referidos al
orden público; en la simulación, el concierto o acuerdo por mostrar una realidad diferente de
la verdaderamente querida por las partes puede generar perjuicios para terceros; pero en la
resolución el incumplimiento es una situación que solamente atañe a quienes están ligados
por el vínculo contractual. Nadie puede inmiscuirse en los contratos celebrados por otros para
alegar su incumplimiento y perseguir su aniquilación por la vía de la resolución de que trata
el artículo 1546 del C.C.
2.3.- En el proceso deben estar vinculados todos los sujetos contractuales, pues entre ellos se
conforma un litisconsorcio necesario. En este sentido, dijo la Corte en la precitada casación
del 3 de noviembre de 1971 que "Es obvio que un contrato, en estas condiciones, no puede
quedar "aniquilado" o "anonadado", para emplear la misma terminología de la doctrina
transcrita, solo en parte y en relación con alguno de los contratantes, ni que las cosas puedan
retrotraerse apenas parcialmente al estado que tenían antes del contrato, luego forzoso es
concluir que la acción resolutoria es indivisible so pena de desconocer el principio de
contradicción. Un contrato no puede quedar aniquilado para unos y al mismo tiempo
continuar vigente para otros. No siendo, pues, divisible la resolución y por ende no siéndolo
tampoco la acción tendiente a que la justicia la decrete, por haber en ella un litisconsorcio
necesario, es inconcuso que en el juicio mediante el cual se promueve tal acción deben ser
parte los que lo fueron en el contrato cuya resolución se demanda."
2.4 Es una pretensión que cuenta con una especial protección cautelar, pues que en estos
procesos (que se tramitan actualmente por la vía ordinaria y que en un futuro, cuando entre
a regir plenamente los cambios introducidos por Ley 1395 de 2010 en materia de procesos
de conocimiento, se tramitará por el procedimiento verbal) caben diversas medidas
cautelares.
Así, por ejemplo, en un proceso declarativo en el que se solicite la resolución de un contrato
de compraventa por incumplimiento en el pago del precio y la indemnización de perjuicios
causados, el vendedor demandante puede solicitar el decreto de las siguientes medidas
cautelares:
a. Inscripción de la demanda (numeral 1, literal a, artículo 690 del CPC), en el folio de
matrícula inmobiliaria correspondiente al inmueble transferido por venta (inscripción de la
demanda de carácter "real"), a fin de asegurar que como consecuencia de la resolución del
contrato las cosas puedan volver a estado anterior en el que se encontraban y el inmueble
pueda ser restituido por el comprador al vendedor, toda vez que en este caso al prosperar la
pretensión de resolución se presenta consecuencialmente una mutación en el dominio del
inmueble vendido regresando éste a manos del vendedor. La medida cautelar que permite
garantizar los efectos retroactivos de la resolución es la inscripción de la demanda a fin darle
publicidad sobre el proceso a los terceros que quieran celebrar actos o negocios jurídicos
sobre dicho bien, quedando advertidos que en caso de que prospere la pretensión los efectos
de la sentencia le serán oponibles al considerarse causahabientes del demandado, de acuerdo
con lo señalado en el artículo 332 del CPC. Esta es, entonces, una medida de conservación
que permite garantizar la efectividad de la orden resolutoria y los efectos ex tunc de la misma.
b. Inscripción de la demanda sobre cualquier bien sujeto a registro de propiedad del
comprador demandado (inscripción de la demanda de carácter "personal"), a fin de garantizar
el pago de los perjuicios que como consecuencia de la resolución se le hayan causado al
vendedor demandante, tal y como lo permite el numeral 8 del artículo 690 del CPC. Esta
medida, consagrada con la modificación introducida por la reciente Ley 1395 de 2010, a
diferencia de la anterior, no recae sobre el bien materia del contrato sino, en general sobre
cualquier bien que esté en cabeza del demandado y el propósito no es permitir que se
materialicen los efectos retroactivos de la resolución, sino que el demandante pueda obtener
una garantía del pago de los perjuicios a que sea condenado el demandado.
2.5 Es una pretensión que puede acumularse subsidiariamente con otras como la de nulidad,
simulación o rescisión por lesión enorme. Muchos son los procesos judiciales en donde el
libelo contiene una acumulación de diversas pretensiones respecto de un mismo vínculo
contractual, echando mano de la llamada acumulación principal y subsidiaria permitida por
el artículo 82 del CPC. En efecto, no son raros los casos en donde, por ejemplo, como
pretensión principal se solicita la anulación del negocio y en forma subsidiaria la resolución
por incumplimiento.
Por tratarse de figuras sustanciales excluyentes que no pueden concurrir o predicarse
simultáneamente respecto de un mismo contrato, es necesario formular una como principal
y otra como subsidiaria, caso en el cual el juez, en el ejemplo propuesto, estudiará en primer
lugar la súplica principal, esto es, la referida a la nulidad del contrato y, en caso de no
prosperar, entrará a estudiar la procedencia de la pretensión de resolución. Ha enseñado la
jurisprudencia sobre el particular que "Tratándose de la incompatibilidad o contradicción
excluyente de las pretensiones, que es la que viene al caso conforme a la argumentación del
cargo, como bien lo ha dicho la Corte, tal situación se presenta, de manera insalvable,
"cuando los efectos jurídicos de dichas pretensiones no pueden coexistir por ser antagónicos
o excluyentes", por ejemplo, cuando simultáneamente y de manera principal se propone la
nulidad y la resolución de un contrato, porque la segunda supone la existencia y validez del
mismo. Sin embargo, este óbice, como claramente lo dispone la norma antes citada, se supera
formulando la primera como principal y la segunda como subsidiaria, pues es esta la manera
de obviar la incompatibilidad lógico jurídica que emerge de sus propias naturalezas,
pudiéndosele acumular a cada una de ellas, bajo el condicionamiento del artículo 82, otras
pretensiones con el carácter de eventuales o consecuenciales, cuya fundabilidad pende de la
prosperidad de la pretensión autónoma que las subordina, sea ella planteada como principal
o subsidiaria".
Cuando en una misma demanda se va a acumular la pretensión de nulidad y la de resolución,
el orden lógico es que como principal se formule la de nulidad y en forma subsidiaria de la
resolución, pues la invalidez es la máxima sanción que el ordenamiento le ha impuesto a un
negocio jurídico y, por ende, su estudio debe ser el primero en efectuarse. En caso de formule
como principal y la nulidad como subsidiaria, podría el juez, sin incurrir que la resolución s
en defecto de incongruencia, alterar el orden propuesto por el demandante y se estudiar
delanteramente la súplica de nulidad¹³.

2.6 Es una pretensión renunciable incluso al momento de celebrar el respectivo contrato. En


consecuencia, pueden las partes pactar que un determinado contrato bilateral tenga el carácter
de irresoluble y que, frente al incumplimiento de las obligaciones de una de las partes,
solamente pueda solicitarse su ejecución forzada. En la medida que la facultad que tiene el
acreedor cumplido de pedir la resolución del contrato es un derecho individual o particular,
en el que no está de por medio el interés público, puede válidamente renunciarse a tal derecho.
3. PRETENSIONES DERIVADAS DEL ARTÍCULO 1546 DEL CÓDIGO CIVIL:
LAS ALTERNATIVAS PROCESALES DE ESTA NORMA SUSTANCIAL.
Como se dijo, es un tema decantado que el artículo 1546 del C.C. consagra la llamada
condición resolutoria tácita que se encuentra inmersa en todos los contratos bilaterales, en
virtud de la cual el contratante que ha cumplido con las obligaciones a su cargo o ha estado
presto y listo a satisfacerlas, puede, frente al incumplido, solicitar ante el juez:
a. El cumplimiento de las obligaciones insolutas, es decir, insistir en la vigencia del contrato
mediante la satisfacción de las prestaciones pendientes de pago. En este caso, como es apenas
obvio, no se trata de la pretensión resolutoria sino del cumplimiento del contrato, lo cual
puede obtener el acreedor por la vía ejecutiva si es que cuenta con un documento base de
recaudo que colme las exigencias del artículo 488 del C. de P.C.; en caso de que carezca de
título ejecutivo pero quisiera insistir en el cumplimiento de las obligaciones, tendría que
acudir a un proceso declarativo a fin de que en la sentencia se disponga que el contratante
está obligado a cumplir con la obligación reclamada por el deudor15. Así las cosas, la primera
alternativa que surge para el acreedor al tenor de lo previsto en el artículo 1546 del C.C. es
pedir el recaudo de las prestaciones insatisfechas, caso en el cual podrá hacerlo junto con la
correspondiente indemnización de perjuicios; de esta manera el vínculo negocial subsistirá y
el deudor incumplido se verá forzado a honrar sus compromisos asumidos, junto con las
consecuencias que su incumplimiento apareja.
b. La resolución del contrato, es decir, solicitar que el contrato quede sin efectos y vuelvan
las cosas al estado anterior. En este caso, en razón del incumplimiento del deudor demandado,
el demandante pierde interés en que subsista el vínculo negocial, por lo cual su pretensión
apunta a que se decrete la resolución o ruptura del vínculo contractual, es decir, que el
contrato quede sin efecto, se deshaga lo pactado, en fin, que se rompa la relación contractual
por causa del incumplimiento, lo cual implica volver las cosas al estado anterior al negocio.
Esta opción conlleva a que el contrato pierda su eficacia y deba el juez retrotraer las cosas al
estado en que se encontraban al momento de la celebración del mismo. Como lo dice la Corte,
"la terminación de un contrato por resolución del mismo encierra, como consecuencia
inmediata, su destrucción retroactiva, por lo que corresponde volver a crear, en la medida de
lo posible, una situación equivalente a la que existía antes de la celebración del contrato, de
suerte que si los contratantes algo se entregaron en virtud de dicho negocio, deben restituirse
recíprocamente y en forma tal que quede eliminado el significado económico de todo cuanto
en ese contorno haya ocurrido”.
Para el contratante cumplido surge, entonces, la alternativa de solicitar el cumplimiento del
contrato o dejarlo sin efectos en virtud de la resolución ambos casos, por expresa autorización
legal, puede el demandante igualmente pedir la indemnización de perjuicios por
incumplimiento.
Aquí, es necesario formularse dos interrogantes en torno al ejercicio de las opciones
consagradas en la norma:
-¿Puede formularse únicamente la pretensión de indemnización de perjuicios en forma
autónoma y no consecuencial de la resolución?
Aunque el artículo 1546 del C.C. no lo mencione expresamente, nada se opone a que el
contratante cumplido solicite únicamente que el demandados condenado al pago de los
perjuicios causados, es decir, que el demandante no solicite el cumplimiento ni la resolución,
sino que autónomamente pida la reparación de los perjuicios causados con el incumplimiento
contractual Es perfectamente posible que para el acreedor no genere ningún interés el
cumplimiento de la prestación, que dicha satisfacción ya no sea posible o que simplemente
se haya cumplido; igualmente puede ocurrir que tampoco esté interesado en la resolución.
En estos casos, nada se opone a que su única pretensión sea la netamente indemnizatoria, es
decir, que no quiera ni que se cumpla el negocio ni que se disuelva, sino que solamente le
sean reparados los daños irrogados con el incumplimiento.
Esto implica que cuando de contratos bilaterales se trata existe igualmente una pretensión
indemnizatoria autónoma, no subordinada, consecuencial dependiente de la de cumplimiento
o de la de resolución. Mal podría, entonces, considerarse por un juez que, frente a la
formulación de una pretensión enderezada únicamente a la indemnización de los perjuicios
causados por el incumplimiento, se encuentra imposibilitado de ordenar dicha reparación por
no haberse propuesto dicha pretensión como consecuencia de la resolución o del
cumplimiento. De hecho, nuestras nomas sustanciales que regulan la indemnización de
perjuicios provenientes del incumplimiento de obligaciones nacidas de un contrato, como los
artículos 1610 y siguientes del Código Civil no supeditan la reparación al ejercicio coetáneo
de la pretensión de resolución o satisfacción del negocio.
En este sentido, la Corte ha expuesto que "Si los contratos legalmente celebrados "son una
ley para los contratantes" (art. 1602 CC) y, por consiguiente, "deben ejecutarse de buena
fe" y "obligan no solo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan
precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por ley pertenecen a ella" (art. 1603
ibídem), lógico resulta que su incumplimiento injustificado esté sancionado por la ley misma
y que tal comportamiento, por ende, habilite al contratante inocente para solicitar, por una
parte, se ordene su cumplimiento forzado o se disponga su resolución y, por otra, cuando la
infracción le ha ocasionado un daño, que se le indemnice, reparación que puede reclamar
en forma accesoria a la petición de cumplimiento o resolución o en forma directa, si lo
anterior no es posible, como cuando el contrato ya ha sido ejecutado, tal y como acontece
en el caso sub lite".
- ¿Puede el acreedor intentar primero el cumplimiento forzado de la prestación y luego
solicitar su resolución?
Este interrogante apunta a dilucidar si en nuestro sistema jurídico es permitido que la opción
de que trata el artículo 1546 del C.C. sea ejercida en forma sucesiva, esto es, persiguiendo
inicialmente el cumplimiento de la obligación y, en caso de no lograrse la misma, buscando
posteriormente su resolución. De esta forma, el acreedor haría uso de las alternativas
consagradas en la disposición en comento, no de manera simultánea sino escalonada, esto es,
intentando primero el cumplimiento y después, ante el fracaso de esta via, la resolución con
la consecuente restitución de lo entregado y recibido en razón del contrato.
Sobre este punto, ha enseñado la jurisprudencia civil que "con arreglo al esquema de la
condición resolutoria tácita se consagra en Colombia el derecho potestativo y alternativo
del acreedor cumplidor, a pedir el cumplimiento o la resolución del contrato incumplido por
su contratante, sin que medie -'ex lege'- regulación expresa en punto del derecho a variar la
pretensión primigeniamente escogida, a fortiori, sin contemplar explícitamente requisito
alguno para el ejercicio del jus variandi, que, en línea de principio, debe entenderse incluido
dentro de la amplia órbita de facultades del acreedor, en procura de preservar y proteger
inalterado, en toda su dimensión, la acreencia de que es titular (tutela del derecho
crediticio). No en vano, rectamente entendido en el precepto contenido en el artículo 1546
del CC se entronizan las dicientes expresiones: "pedir a su arbitrio" referidas a la
"resolución o el cumplimiento", arbitrio éste que no tiene por qué eclipsarse, a pretexto de
reflexiones doctrinales cimentadas -o influidas-por textos legislativos diferentes, por
granadas que ellas resulten. No obstante, huelga resaltar que dicho jus variandi, como todo
derecho subjetivo, es relativo, de modo que la potestad de variar o migrar de una pretensión
a la otra está limitada, entre otras causas, por el acerado deber a cargo del acreedor de no
incurrir en ejercicio abusivo del mismo, en claro desmedro de principios tan capitales como
el de la buena fe, también de rango constitucional (artículo 83 CP) y de indiscutida vigencia
y resonancia jurídicas (vid. Sentencia del 3 de septiembre de 2001)".
En consecuencia, de acuerdo con el anterior planteamiento de la Corte, nada impide en
nuestro ordenamiento que el acreedor, por ejemplo, acuda a la vía ejecutiva para pedir el
pago de las prestaciones insolutas y no obtenga la satisfacción del crédito, por ejemplo, por
insuficiencia de bienes en cabeza del deudor demandado; caso en el cual podría con
posterioridad y una vez verificada la imposibilidad del recaudo efectivo de la obligación
debida, solicitar la resolución del contrato por incumplimiento; sin embargo, como se
desprende del texto jurisprudencial citado, se tendría como límite la prohibición del ejercicio
abusivo de la opción, es decir, la alternativa que se deriva del artículo 1564 del C.C. no podría
permitirle al acreedor obtener un provecho exagerado o injustificado en perjuicio del deudor.
El uso de la opción por parte del acreedor no puede ser abusivo de tal suerte que quede el
deudor mermado en sus derechos, sin opciones sustanciales de defensa y en clara situación
de desventaja injustificada, como sería, por ejemplo, que además de la resolución el acreedor
pudiese quedar en estado de recibir el pago de la prestación.

4. ASPECTOS ESENCIALES QUE DEBE PROBAR EL DEMANDANTE PARA


OBTENER A SU FAVOR LA RESOLUCIÓN
Para el buen suceso de la pretensión de resolución, el demandante debe acreditar los
elementos basilares de raigambre sustancial que le permiten al contratante cumplido obtener
la aniquilación del vínculo negocial, retrotraer las cosas al estado anterior y obtener la
indemnización de perjuicios, elementos que son los siguientes:
4.1 La existencia de un contrato válidamente celebrado, esto es, de un contrato que se
encuentre surtiendo plenos efectos y le permita al juez examinar con claridad el contenido
negocial y auscultar el objeto, alcance y función de las prestaciones recíprocamente
adquiridas por las partes. Tiene la carga el demandante de acreditarle al juez que el vínculo
negocial respecto del cual se predica el incumplimiento resolutorio ha recorrido y colmado
las exigencias que nuestra ley prevé para su existencia y validez. Ha sido una constante en la
jurisprudencia de la Corte, considerar que dentro del ámbito del artículo 1546 del C.C., lo
primero que debe el juez estudiar es el perfeccionamiento del contrato y su validez. Así, en
sentencia del 2 de noviembre de 1964 dijo la Sala de Casación Civil que "La acción
resolutoria supone la perfección y validez del contrato que por su medio pretende aniquilar.
En cualquiera de las dos hipótesis del art. 1546 del Código Civil, la base ineludible es la
perfección del convenio, de lo contrario, la acción es ilusoria ".

4.2 El cumplimiento de las obligaciones por parte del acreedor, pues es base ineludible de la
resolución que ésta solamente puede ser pedida por el contratante cumplido o que se ha
allanado a cumplirlas. El derecho que consagran los artículos 1546 y 1930 del C.C. está
instituido a favor del contratante que ha cumplido en forma oportuna e íntegra las
prestaciones a su cargo, o que por lo menos ha estado atento y se ha allanado a hacerlo. El
incumplido nada puede exigirle ni reprocharle a su cocontratante.
En este sentido, abundantes son las decisiones jurisprudenciales que nos recalcan este
requisito. Así, en sentencia del 16 de junio de 2006, nos recordó la Corte que "en tratándose
de contratos bilaterales, por sabido se tiene que l prerrogativa que el artículo 1546 del
Código Civil le concede a los contratantes para solicitar la resolución derivada del
incumplimiento, está deferida a favor de aquella parte que haya observado fidelidad en los
compromisos que surgen del pacto, pues el contenido literal de aquel precepto pone de
manifiesto que esa facultad legal no está al alcance del contratante incumplido para liberare
de sus obligaciones. Entonces, luego de que sea establecida la existencia de un contrato
válido que ligue a los contratantes, la labor del juzgador deberá estar dirigida a determinar,
a la luz del citado precepto legal, la legitimación del actor, esto es, a escudriñar si su
conducta contractual evidencia que puede beneficiarse de la facultad para pedir la
resolución del contrato o su cumplimiento, c indemnización de perjuicios, porque tal derecho
le asiste únicamente a quien ha cumplido o se ha allanado a hacerlo, lo que visto en sentido
contrario indica que cualquiera de ellas se frustra cuando quien la demanda a su vez ha
incumplido de manera jurídicamente relevante, porque en tal caso, ante la presencia de
obligaciones recíprocas, el deudor demandado podrá justificar su resistencia a cumplir la
suyas, lo que significa que quien promueva la correspondiente acción debe estar libre de
culpa por haber atendido a cabalidad, como que una conducta así es la que le confiere
legitimación al actor. Con arreglo a lo expuesto, es claro que la viabilidad de la acción
resolutoria de que trata el precepto legal en cuestión depende no sólo de la cabal
demostración del incumplimiento del demandado sino de que, de igual modo, logre
evidenciarse que el actor efectivamente satisfizo las obligaciones anteriores o simultáneas
que tenía a su cargo o que se allanó a cumplirlas ".
Ahora bien, puede suceder que, al momento de solicitar la resolución, el contratante
demandante no haya cumplido con una obligación a su cargo, pero ello tenga su razón de ser
o su explicación en que previamente el demandado debía cumplir con las suyas y no lo hizo.
Por ejemplo, piénsese en el caso en que el promitente comprador antes de la fecha pactada
para la suscripción de la escritura pública de venta se obliga a pagar unas sumas de dinero
determinadas en un monto específico como abono al precio de la futura venta; si el promitente
comprador no las paga, podría el promitente vendedor solicitar la resolución del contrato así
él no haya cumplido con su obligación de suscribir la escritura que materialice el contrato
prometido. Mal podría, por ejemplo, exigírsele al promitente vendedor que asista a la notaría
acordada en la fecha prevista para la suscripción de la escritura de venta como requisito
necesario para demostrar que se allanó a cumplir, pues es claro que en el contrato de promesa
se pactaron obligaciones anteriores en cabeza del futuro comprador que no fueron cumplidas
y, por ende, habilitaron a la otra parte negocial para pedir la resolución.
En este sentido, la Corte ha enseñado que "si el demandado fue quien determinó, con su
hecho, el incumplimiento del contrato del que surge la acción resolutoria, puede ejercitarla
legítimamente el otro contratante, sin que para ello obste que a su vez haya dejado de
cumplir después con sus obligaciones, esto porque la culpa del primero es la que motiva el
derecho del segundo e invariablemente ha puntualizado la doctrina jurisprudencial que no
es inejecución antijurídica, impedimento para entablar con éxito dicha acción, la que está
autorizada, justificada si se quiere, por el primer incumplimiento", ya que en los contratos
bilaterales en que las recíprocas obligaciones deben efectuarse sucesivamente, esto es,
primero la de uno de los contratantes y luego las del otro, el que no recibe el pago que debía
hacérsele previamente sólo puede demandar el cumplimiento dentro del contrato si el
cumplió o se allanó a cumplir conforme a lo pactado, pero puede demandar la resolución si
no ha cumplido ni se allana a hacerlo con fundamento en que la otra parte incumplió con
anterioridad "
Son muchos los procesos en los cuales se pretende la resolución y el contratante demandado,
apoyado en lo previsto por el artículo 1609 del C.C., formula la excepción de contrato no
cumplido. Esta norma, como bien se sabe, dispone que "En los contratos bilaterales ninguno
de los contratantes está en mora dejando de cumplir lo pactado, mientras el otro no lo cumpla
por su parte, o no se allana a cumplirlo en la forma y tiempo debidos." En consecuencia, si
un contratante no ha cumplido con sus obligaciones ni se ha allanado a hacerlo, faculta al
otro contratante para abstenerse de darle cumplimiento a las suyas. Por ello, en ocasiones el
demandante pide judicialmente la resolución y encuentra que el demandado justifica su
incumplimiento señalando que la causa de éste fue el incumplimiento en el que a su vez
incurrió el demandante, con lo cual la pretensión resolutoria pierde totalmente sustento, pues
queda demostrado que en realidad el incumplido es el demandante. Que el demandado pruebe
que el demandante fue quien incumplió las obligaciones a su cargo, constituye justificación
suficiente para que el demandado haya dejado de cumplir con las propias y, por ende, impida
el ejercicio de la pretensión resolutoria.
Ha dicho la Corte que "Acorde con lo expuesto, el artículo 1609 del CC preceptúa que
ninguno de los contratantes se encuentra en mora dejando de cumplir lo pactado, mientras el
otro no cumpla con sus obligaciones o esté dispuesto a cumplirlas según lo acordado, lo que
significa que la legitimación para impetrar necesariamente el cumplimiento de sus
obligaciones contractuales o allanan del juez, en la misma sentencia explica de que es posible
que las partes reciprocas "evento en el cual la excepción de contrato no cumplido se abre
paso en la medida en que la parte excepcionante no se encuentre obligado a cumplir primero
con sus obligaciones, de acuerdo con lo estipulado o con la naturaleza de la convención,
punto sobre el que ha dicho la Corte que e principio básico sobre el cual reposa la exceptio
non adimpleti contractus, es equidad. Por consiguiente, para que tenga cabida la excepción
de inejecución se requiere en primer lugar, que exista entre las partes una relación bilater
obligatoria, en la que la parte perseguida sea efectivamente deudora de una prestación
emanada de esa relación, y al mismo tiempo acreedora de una contraprestación no efectuada
aún por la otra. En segundo lugar, requiere que el contratante a quien se demanda la
ejecución, no se halle forzado por el contrato a satisfacer primero su obligación". (G.J. Tomo
CXLVI p. 163). Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto a fin de determinar la
procedencia de la acción resolutoria, es preciso establecer con certeza cuál de los contratantes
ha incurrido primero en el incumplimiento de sus obligaciones, liberando al otro de persistir
en las recíprocamente contraídas por él, y para el efecto debe verificarse si el contrato, por
su contenido y la finalidad que explica su celebración, fija de modo especial y concluyente,
o no lo hace, el orden de precedencia de las obligaciones recíprocas”.
4.3 La constitución en mora del deudor demandado. El ejercicio de la pretensión de
resolución por incumplimiento supone que el deudor se encuentre en mora en el
cumplimiento de las obligaciones a su cargo. Para la jurisprudencia, el artículo 1546 es una
"norma que guarda estrecha relación con lo preceptuado por el artículo 1608 del Código
Civil, en cuyos tres numerales el legislador definió cuando se encuentra en mora el deudor'23.
En consecuencia, es necesario tener en cuenta que, de acuerdo con el mencionado precepto
sustancial, el deudor se encuentra en mora (regla general) cuando ha sido reconvenido
judicialmente por el acreedor, salvo que se trate de obligaciones a plazo, caso en el cual se
aplica el aforismo dies interpellat pro homine, aunque pueden existir obligaciones a plazo
que por mandato de la ley necesiten el requerimiento o reconvención para constituir al deudor
en mora (num 1); o de obligaciones en las cuales "la cosa no ha podido ser dada o ejecutada
sino dentro de cierto tiempo y el deudor lo ha dejado pasar sin darla o ejecutarla" (num, 2).
Desde esta perspectiva, si el demandado no ha incurrido en mora no es posible solicitar la
resolución del contrato y, mucho menos, la indemnización de perjuicios.
Así las cosas, no solamente se requiere que el deudor demandado haya dejado de cumplir
con las obligaciones a su cargo, sino que es necesario que se encuentre constituido en mora,
por cuanto "no puede decirse que uno de los contratantes no cumple lo pactado, sino cuando
legalmente se halla constituido en mora de cumplirlo".
4.4 Incumplimiento de las obligaciones por parte demandado, incumplimiento que además
debe ser grave. Es unánime la doctrina y la jurisprudencia al exigir que el incumplimiento
del demandado debe ser una magnitud importante de tal suerte que se consideren
efectivamente lesionados los intereses contractuales del acreedor; con ello, se evita que por
simples imprecisiones, inexactitudes, equivocaciones de poca monta o leves desavenencias
entre las partes, se deje sin efecto el vínculo contractual. La seriedad que debe permear los
negocios jurídicos, su función práctica y social, la estabilidad de las relaciones
obligacionales, la prohibición de abusar de los derechos y la seriedad que siempre debe rodear
los reclamos judiciales, impiden que un juez ordene la resolución de un contrato sino verifica
un real y trascendente incumplimiento del demandado, esto es, una conducta que
efectivamente viole las reglas legal o contractualmente impuestas. Expresado en otras
palabras, a la resolución se llega cuando existe un incumplimiento, pero no cualquiera, sino
uno que tenga la gravedad suficiente para alterar el contrato.
En este sentido, señala la jurisprudencia que "se debe recordar que la facultad de resolver los
contratos por incumplimiento requiere la presencia de varios presupuestos o requisitos que,
aunque no generan unanimidad en la doctrina, se han concretado tradicionalmente en la
existencia de un contrato bilateral válido, el incumplimiento de uno de los contratantes y el
cumplimiento o la disposición a cumplir del otro. Igualmente, se ha indicado que en la
institución de que se trata resulta protagónica la figura del incumplimiento, como elemento
estructural de esta causa de extinción de los contratos, pues, sobre la base del respeto al
principio de normatividad de los negocios jurídicos, se establece una circunstancia
excepcional que permite solicitar a la administración de justicia la aniquilación de la relación
contractual, consistente en que uno de los contratantes -deudor de determinados deberes de
prestación- ha incumplido o desatendido sus compromisos, y dicho incumplimiento es de
tales características que puede dar lugar a que se adopte una solución del mencionado
temperamento o rigor. Por lo anterior, cuando se alude al señalado requisito se lo denomina
como incumplimiento resolutorio, por cuanto no toda separación del programa obligacional
por parte del deudor habilita a su contraparte para ejercer la mencionada facultad enderezada
a que se decrete la extinción del contrato. Es decir, es bien sabido que la expresión
incumplimiento tiene un significado técnico preciso en derecho, en cuanto que con ella se
hace referencia a la desatención por parte del deudor de sus deberes de prestación, que tiene
como consecuencia la insatisfacción del interés del acreedor; se alude, igualmente, incluso a
nivel legal, a diversas formas de incumplimiento, ya sea total y definitivo, cumplimiento
defectuoso, cumplimiento parcial o retardo (arts. 1613 y 1614 del CC). Sin embargo no toda
separación por parte del deudor respecto del "programa obligacional" previamente
establecido, permite poner en funcionamiento los mecanismos encaminados a extinguir la
relación que une al obligado con el acreedor -particularmente la resolución contractual, toda
vez que, en ciertas ocasiones, retrasos en el cumplimiento o cumplimientos parciales, que en
principio podrían dar lugar a la resolución contractual, no se consideran de entidad suficiente
como para justificar tan radical determinación, en cuanto se podrían producir con ello
situaciones inequitativas, facilitar ejercicios abusivos o contrarios a la buena fe de la señalada
facultad resolutoria, además de afectarse el principio de conservación del contrato. En el
contexto que se ha precisado anteriormente, la doctrina y la jurisprudencia han considerado
que en esta materia resulta pertinente distinguir, entonces, si la obligación insatisfecha es una
obligación principal o simplemente accesoria, o también si el incumplimiento es definitivo o
apenas parcial o transitorio, y, en todo caso, analizar la trascendencia, importancia o gravedad
del incumplimiento, determinadas tales circunstancias, entre otros criterios, por lo que las
partes hayan convenido, por la afectación que se haya presentado en el interés del acreedor
en el mantenimiento de la relación, por la frustración del fin práctico perseguido con el
contrato -en la que se incluye la inobservancia de un término esencial-, o, en fin, por el
impacto que se haya podido generar en la economía del contrato ".
Le corresponde al juez en cada caso concreto analizar si el incumplimiento afirmado por el
demandante y debidamente probado26, tiene suficiente entidad para ameritar la resolución,
o negarla si es que se trata de apenas leves retardos o de minúsculas fallas imputables a las
partes respecto de prestaciones simplemente accesorias que no entrañan importancia
suficiente para desnaturalizar el fin perseguido por las partes con la celebración del negocio.
En conclusión, debe el demandante probar la existencia de un contrato bilateral válidamente
celebrado en el que el acreedor ha cumplido o se ha allanado a cumplir con las prestaciones
a su cargo; así mismo, debe acreditar que el demandado se encuentra en mora de cumplir con
las obligaciones asumidas y que dicho incumplimiento ha sido relevante, trascendente e
importante de cara al contrato celebrado. Desde luego, siguiendo las reglas del derecho de
daños, si se aspira igualmente a la indemnización de perjuicios, debe acreditarse debidamente
su existencia, pues recuérdese que tanto en materia contractual como extracontractual rige la
regla de que el perjuicio únicamente adquiere el carácter de indemnizable cuando su certeza
ha sido demostrada en el proceso y, además, el vínculo causal con la conducta que se le
imputa al demandado.

5. EFECTOS DE LA RESOLUCIÓN
Uno de los temas que más interés ofrece en materia de resolución de contratos es el de sus
efectos, no solamente entre las partes sino frente a terceros, interés que, en general, se predica
de la aniquilación de negocios jurídicos por nulidad o simulación, pero que en esta ponencia,
como es apenas obvio, limitamos el estudio al caso de la resolución.

5.1 RESPECTO DE LAS PARTES


En lo que toca con las consecuencias de la resolución judicial por incumplimiento frente a
las partes, como ya se dijo, sus efectos son retroactivos y deben éstas restituir lo recibido y
obtener la devolución de lo que hayan pagado o entregado.
En esta materia deben tenerse en cuenta las siguientes reglas contenidas en el artículo 1932
del C.C., norma aplicable al contrato de venta, al de permuta y al de promesa27, que son, por
lo demás, los negocios respecto de los cuales más se presenta en la praxis judicial la figura
de la resolución:
a. Pérdida de las arras
Dispone el artículo que "La resolución de la venta por no haberse pagado el precio dará
derecho al vendedor para retener las arras, o exigirlas dobladas". Para aclarar la duda que
surge acerca de si la norma hace referencia a las arras confirmatorias (art. 1861 del C.C.) o a
las de retractación (art. 1856), acudimos a lo que expresa la doctrina nacional al indicar que
"Las arras entregadas conceden, al momento de declararse la resolución de la venta por no
haberse pagado el precio, derecho al vendedor para retenerlas o exigirlas dobladas con cargo
a la indemnización de perjuicios que es procedente cuando se da cumplimiento a la acción
resolutoria. De esta manera: no se tendrán como parte del precio, sea cual fuere la norma
contractual expresada, sino como indemnización. El comprador no podrá alegar que con
cargo al precio se tengan las arras. El mandato del artículo 1932 hace forzosa la aplicación
de las arras como indemnización"28. Como se observa, la primera consecuencia es que las
sumas que el comprador haya pagado como arras se pierden y puede el vendedor retenerlas,
sin que sea admisible que se pida su devolución porque no se considerarían como parte del
precio. Desde luego que esta primera consecuencia supone el pacto especial de arras en el
contrato.
b. Restitución del bien objeto del negocio
El vendedor igualmente tiene derecho a la restitución del bien entregado al comprador. Para
tal efecto el juez tendrá que ordenar la entrega en la sentencia y ésta se hará efectiva mediante
la diligencia que para tal efecto consagra el artículo 337 del CPC, diligencia en la cual ni el
comprador vencido en juicio ni sus causahabientes podrán oponerse por expresa prohibición
de la norma; recuérdese que únicamente los verdaderos terceros, esto es, las personas que
son totalmente ajenas a los efectos de la sentencia y que no derivan su posición jurídica del
vencido en juicio, pueden ejercer válidamente oposición a la entrega.
Oportuna resulta ser la precisión que ha hecho la jurisprudencia en cuanto atañe a la
necesidad de que cuando el demandado deriva su posesión del negocio jurídico de venta o
del de promesa (en aquellos casos en que en dicho contrato se haya pactado expresamente
que la entrega genera posesión), para la restitución a favor del demandante éste debe pedir
primero la aniquilación del contrato y no solicitar directamente la reivindicación. En
consecuencia, en estos casos, si se promueve acción reivindicatoria para recuperar la
posesión que tiene su origen en un contrato, se estaría desconociendo el vínculo contractual
y la pretensión no podría tener éxito. En este sentido, la Corte ha precisado que "admitirse la
acción reivindicatoria con prescindencia de la relación jurídica contractual entre el dueño de
la cosa y el poseedor, conduce al desconocimiento del acuerdo dispositivo de las partes, en
grave atentado de la imprescindible seriedad, estabilidad y certeza del tráfico jurídico,
dejando el vinculo intacto y sin solución. Conformemente, cuando la fuente generatriz de la
posesión es una relación jurídica negocial o contractual, su presencia excluye el ejercicio
autónomo, directo e inmediato de la acción reivindicatoria en procura de la restitución de la
cosa, que en tal hipótesis, únicamente puede obtenerse a través de las respectivas acciones
contractuales inherentes al vínculo que ata a las partes y de la cual dimana." La orden de
restitución del inmueble es, entonces, consecuencia lógica de la sentencia que decreta la
resolución, pues la posesión que sobre el bien ejerce el demandado vencido tiene su génesis
en el contrato que ha terminado.
c. Restitución de frutos
La misma norma nos enseña que igualmente tiene el vendedor derecho a "que se le restituyan
los frutos, ya en su totalidad si ninguna parte del precio se le hubiere pagado, ya en la
proporción que corresponda a la parte del precio que no hubiere sido pagada." No solamente
recibirá el bien entregado al comprador, sino que éste tiene la obligación de pagarle los frutos
que produjo mientras estuvo en su poder y también los que hubiese podido percibir el
vendedor con mediana inteligencia y actividad, teniendo la cosa en su poder. Si el comprador
no pagó nada del precio pactado, tendrá que restituir, entonces, todos los frutos; si alcanzó a
pagar una parte del precio, los frutos serán restituidos proporcionalmente; por ejemplo, si se
pagó la mitad del precio el comprador incumplido solamente pagará al comprador la mitad
de los frutos que el inmueble produjo o pudo producir.
Es importante precisar que la regla general en materia de pago de frutos como consecuencia
de la consumación de una condición resolutoria, aparece vertida en el artículo 1545 del C.C.,
según el cual "Verificada una condición resolutoria no se deberán los frutos percibidos en el
tiempo intermedio, salvo que la ley, el testador, el donante o los contratantes, según los varios
casos, hayan dispuesto lo contrario". Sin embargo, cuando se trata del contrato de
compraventa la regla aplicable es la que se viene comentando, esto es, la contenida en el
artículo 1932 Ibídem. Por ello, en tratándose de contratos diferentes al de compraventa, al de
promesa o al de permuta, no habrá lugar a restitución de frutos salvo que por una estipulación
a propósito las partes acuerden lo contrario, al determinarlo así el artículo 1545 del C.C.,
norma que, en sentir de la jurisprudencia, "indudablemente armoniza con la esencia y los
efectos que por ley está llamada a generar la precitada condición, los cuales, como se sabe,
no se proyectan sobre la adquisición de los derechos sujetos a ella, sino sobre su pérdida o
extinción, de modo tal que quien recibe un derecho sujeto a condición resolutoria goza de
todas las facultades y prerrogativas inherentes a él, mientras la condición esté pendiente y
sólo cuando se verifique, lo pierde, con las correlativas consecuencias que devienen de su
extinción. Por consiguiente y por ejemplo, si el derecho adquirido bajo tal condición es el
dominio, mientras penda la condición, el propietario hace suyos los frutos producidos por el
bien, porque al tenor de los arts. 716 y 718 del C. Civil le pertenecen, como expresión del
atributo de goce del cual está provisto. Verificada la condición resolutoria que extingue tal
derecho, no está obligado a la restitución de los mismos, porque en tal hipótesis el legislador
le dio primacía, sobre el efecto retroactivo de la condición resolutoria cumplida."
El artículo 1932 igualmente dispone que "Para el abono de las expensas al comprador, y de
los deterioros al vendedor, se considerará al primero como poseedor de mala fe, a menos que
pruebe haber sufrido en su fortuna, y sin culpa de su parte, menoscabos tan grandes que le
hayan hecho imposible cumplir lo pactado".
Esta norma implica que en materia de mejoras el comprador se considera un poseedor de
mala fe y, por consiguiente, se le debe aplicar lo estatuido por los artículos 963, 964, 965 y
966 del C.C., disposiciones de cuya lectura se concluye que, en tratándose de resolución del
contrato, se aplicarían las siguientes reglas en lo que atañe con mejoras y deterioros: (i) El
comprador incumplido es responsable de los deterioros que por su hecho o culpa ha sufrido
el bien; (ii) No tiene derecho a que se le reconozcan las mejoras útiles ni las voluptuarias,
pero puede llevarse los materiales con que se realizaron dichas mejoras sin detrimento de la
cosa siempre y cuando el vendedor se rehúse a pagarle el precio que tendrían dichos
materiales después de separados; (iii) solamente tendría derecho a que se le paguen las
mejoras necesarias.
El pago de los frutos, según la norma contenida en el artículo 307 del CPC, debe hacerse por
una cantidad específica y determinada, es decir, en la sentencia es deber del juzgador
cuantificar la suma, pues recordemos que en nuestro estatuto adjetivo sigue imperando la
regla de la condena en concreto. Asi mismo, es posible que entre el momento de que se
profiere la sentencia y el momento en que se produce la entrega efectiva del bien transcurra
un tiempo considerable y, por ende, la cosa haya producido frutos en ese lapso que, por
elementales razones, no fueron cuantificados en la sentencia. Para que el demandante obtenga
su reconocimiento, liquidación y los pueda reclamar, el inciso segundo del artículo 308 del
CPC. dispone que "Cuando entre la fecha de la sentencia definitiva y la de entrega de los
bienes, se hayan causado frutos o perjuicios reconocidos en la sentencia, su liquidación se
hará por incidente, el cual debe proponerse dentro de los sesenta días siguientes a la entrega.
Vencido dicho término, caducará el derecho y el juez rechazará de plano la liquidación que
se le presente."
d. Restitución del precio pagado
El artículo 1932 establece que "El comprador, a su vez, tendrá derecho para que se le restituya
la parte que hubiere pagado del precio". Es apenas obvio que al desaparecer el contrato al
comprador le deba ser restituida la parte del precio que alcanzó a pagar, pero este pago se
hace sin intereses por cuanto "la parte de los frutos de que se sirve el comprador compensan
los intereses que se puedan deber por la parte del precio que se restituye."31 La jurisprudencia
señala que en la medida en que la norma prevé que el precio no se devuelve con intereses ni
con corrección monetaria, mal puede el juzgador hacerlo, pues estaría violando dicha norma
legal al agregarle un aspecto que ella no contempla.
Adicionalmente es necesario tener en cuenta que la jurisprudencia igualmente ha señalado
que el contratante incumplido no tiene derecho, por haber deshonrado sus obligaciones y
haber generado con esa conducta la resolución del vínculo negocial, a recibir la restitución
del precio con corrección monetaria, sino en su valor nominal. De esta manera el contratante
incumplido recibe una sanción por su conducta, que consiste en soportar las consecuencias
nocivas de la desvalorización de la moneda. De acuerdo con esta tesis jurisprudencial, si en
un contrato de compraventa el comprador que recibió la cosa vendida y que quedó debiendo
parte del saldo, es demandado por el vendedor que cumplió, en la sentencia se decretaría la
resolución, se ordenaría al comprador demandado restituir el bien y pagar los frutos
producidos por el mismo o que hubiesen producido con meridiana diligencia y cuidado; por
su parte, el vendedor tendría que restituir la parte del precio pagada en su valor nominal,
excluyéndose la corrección monetaria, pues ello equivaldría a premiarlo y mantenerlo a salvo
de la depreciación del dinero, pese a ser quien incumplió con las prestaciones y dio origen a
la resolución.
5.2 RESPECTO DE TERCEROS
Tres son las normas que regulan los efectos de la resolución frente a terceros. El artículo
1547 del C.C. dispone que "Si el que debe una cosa mueble a plazo, o bajo condición
suspensiva o resolutoria, la enajena, no habrá derecho de reivindicarla contra terceros
poseedores de buena fe"; el 1548 establece que "Si el que debe un inmueble bajo condición
lo enajena, o lo grava con hipoteca o servidumbre, no podrá resolverse la enajenación o
gravamen, sino cuando la condición constaba en el título respectivo, inscrito u otorgado por
escritura pública"; finalmente el artículo 1933 prevé que "La resolución por no haberse
pagado el precio, no da derecho al vendedor contra terceros poseedores, sino en conformidad
a los artículos 1547 y 1548".
De lo expuesto en estos preceptos se desprende como regla general que la resolución judicial
del contrato no es oponible a terceros adquirentes de buena fe. Si se trata de bienes inmuebles
la presunción de buena fe se encuentra aniquilada cuando en la escritura pública de venta
debidamente registrada figura que el comprador no ha pagado la totalidad del precio y, por
ende, la eficacia del contrato depende de que no opere la condición resolutoria tácita. En
estos casos, como se observa, en virtud de la publicidad registral, el tercero adquirente sabe
que el anterior vendedor puede ejercer la pretensión resolutoria si el precio no le ha sido
cancelado en su totalidad y, por consiguiente, ese tercero queda vinculado con dicha
condición resolutoria.
Por ello, cuando el bien ha sido enajenado a terceros de buena fe, la orden de restitución del
bien no puede hacerse efectiva sino por su equivalencia o aestimatio pecuniae, es decir, el
demandado tendrá que restituir el valor económico del bien al hacerse imposible su
devolución material, circunstancia que debe ser objeto de una pretensión especifica en la
demanda resolutoria.

CONCLUSIÓN
Como se observa de lo brevemente expuesto en estas líneas, la figura de la resolución judicial
de contratos bilaterales por incumplimiento ha tenido un gran desarrollo jurisprudencial no
solamente en sus aspectos sustanciales sino también en su cariz procesal, especialmente en
cuanto toca con la protección cautelar, la naturaleza de la pretensión y su manera correcta de
formulación de acuerdo con las opciones contempladas en el artículo 1546 del C.C., la
legitimación del demandante, los elementos que debe probar el actor con miras a que se
colmen los presupuestos sustanciales de la figura y su pretensión cobre éxito, así como los
efectos que genera para las partes y los terceros. Estamos en presencia, entonces, de un tema
que no tiene importancia solamente para los estudiosos del derecho de los contratos, sino
también para los interesados en los temas procesales, pues precisamente ha sido el derecho
adjetivo el que ha suministrado los instrumentos necesarios para la efectividad de la figura
que, como se vio, es de frecuente utilización por los sujetos contractuales cuando se presenta
un grave incumplimiento de las obligaciones asumidas por una de las partes. La gran
conclusión es que la resolución judicial requiere para el litigante un manejo adecuado de las
principales normas en materia de obligaciones y contratos, así como su debida articulación
con las disposiciones procesales, puesto que la prosperidad de la pretensión de resolución, es
el fruto de la debida articulación de los postulados sustanciales y de su debido reclamo en
juicio.

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