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Capítulo 

IV Las limitaciones de la Empresa Deudora durante la fase de negociación

I. Introducción

El equilibrio dado con relación a la limitación a los derechos de los acreedores


dispuesta esencialmente en el artículo 57.1 LRLAEP, se sustenta en una serie de
restricciones a la gestión de la Empresa Deudora en el mismo arco temporal que
implica la Protección Financiera Concursal199. Ahora bien, como tendremos la
ocasión de exponer en el presente Capítulo, la normativa trasunta una cierta
desconfianza hacia el deudor, quien podría abusar de su posición en el ámbito del
procedimiento, disminuyendo las supuestamente mermadas posibilidades de
satisfacción de los acreedores. En este sentido puede leerse la opinión de Ruz
Lártiga, al sostener que esta clase de procedimientos promueve "el mantenimiento de
la dirección empresarial y la posibilidad de continuar endeudándose o vendiendo
activos por parte de la empresa deudora, limitadamente, en la medida que lo requiera
el buen y eficiente funcionamiento de la actividad económica que desarrolla"200.

Para la comprensión de este extremo debe tenerse en consideración que, en esta


etapa, la gestión de la empresa permanece en poder de los órganos societarios
correspondientes, o, de tratarse de una persona natural, en ella misma. En
consecuencia, la estructura se basa en un modelo que, en el Derecho
estadounidense, se reconoce bajo la noción del debtor-in-possession, aunque sin la
posibilidad expresa de que la Empresa Deudora pierda las facultades generales de
administración de sus bienes o de la conducción de sus negocios. Dicha posibilidad
responde, en el contexto comparado, a la generación de un incentivo para que el
deudor pueda reestructurar preventivamente sus negocios y, de este modo, evitar la
insolvencia, como se deduce de la Recomendación de la Comisión de la Unión
Europea de 12 de marzo de 2014, sobre un nuevo enfoque frente a la insolvencia y el
fracaso empresarial; y de la Directiva (UE) Nº 2019, 1023, de 20 de junio de 2019201.
Por ello, ya en el contexto chileno, antes del análisis particularizado de los tres
literales del artículo 57.2 LRLAEP, corresponde dar cuenta de una observación
preliminar: todas las restricciones señaladas en la citada norma deben entenderse lo
suficientemente acotadas y restringidas como para comprender que es la Empresa
Deudora la que sigue manteniendo sus facultades decisorias sobre la conducción de
sus negocios, de manera que dichas limitaciones deben comprenderse como un
estatuto excepcional que opera únicamente en función de la protección de la posición
de los acreedores202. De ahí su referencia como "desasimiento atenuado"203 o
"desasimiento relativo o limitado"204, particularmente si se compara con los efectos
paralelos de la Resolución de Liquidación (artículo 130 LRLAEP)205. En suma, todas
ellas deben ser analizadas desde la perspectiva de que la pretensión legislativa es
que, amparado en el escudo que implica la Protección Financiera Concursal,
especialmente en lo referente a las limitaciones a los derechos y facultades de los
acreedores, el deudor no pueda utilizar el Procedimiento Concursal de
Reorganización con el solo fin de dilatar la liquidación de la empresa inviable a objeto
de obtener ciertos resguardos que le permitan distraer activos, promover
incumplimientos contractuales, reestructurar la organización empresarial, entre otras
conductas que pueden resultar lesivas a los intereses de los acreedores.

No obstante, siempre debemos comprender que el propio procedimiento se


estructura aún en un contexto de dificultad financiera, y, de ahí, varios riesgos que le
resultan consustanciales. Al efecto, la ausencia de un presupuesto objetivo claro en el
marco del Procedimiento Concursal de Reorganización206 tendría como beneficio la
posibilidad de que la Empresa Deudora sea capaz de realizar una reestructuración en
una fase temprana, incluso preventiva, sin la necesidad de ver obstruidas sus
pretensiones en razón de la difícil comprobación de cualquier supuesto de hecho que
tienda a identificar una situación patrimonial delicada, incluso anterior a la insolvencia
propiamente tal. De este modo, conforme al artículo 60 LRLAEP, se señala que el
acuerdo de reorganización "puede versar sobre cualquier objeto tendiente a
reestructurar los activos y pasivos de una Empresa Deudora"207. Puede advertirse
que dicha definición tiene por objeto desvincular el Acuerdo de Reorganización del
procedimiento liquidatorio, como lo hacía la legislación concursal hoy derogada, e
intenta conceder un equilibrio entre ambos procedimientos concursales aplicables a la
Empresa Deudora, evitando la subordinación de la reorganización a la liquidación.

No obstante, los beneficios de esta aparente flexibilidad producen, como cara


inversa, otros inconvenientes. De este modo, existen antecedentes jurisprudenciales
que advierten que los nuevos procedimientos reorganizatorios contemplados en la
LRLAEP no parecen requerir de la acreditación (o desacreditación) de una situación
de crisis patrimonial, cesación de pagos, insolvencia o cualquier otro supuesto de
hecho que haga referencia a la necesidad evidente de una solución concursal, como
históricamente se ha presentado en las legislaciones que abordan el problema208. En
el Derecho comparado, existen fórmulas reorganizativas que no se insertan en la
lógica concursal basada en la insolvencia del deudor. El principal exponente es el
Derecho inglés, por medio de los denominados Schemes of Arrangement. De hecho,
dicha fórmula no se encuentra prevista en la regulación concursal, sino en las
secciones 895 a 901 de la Companies Act de 2006, y de ahí que la construcción no
suponga un presupuesto objetivo referido a una situación de crisis patrimonial por
parte del deudor209. Las diferencias, eso sí, se encuentran en la amplitud de las
facultades del tribunal para la aprobación del acuerdo, basado en la corrección del
procedimiento y su justicia y razonabilidad210, materias que no se presentan en el
examen que propone el Derecho chileno; y los efectos del rechazo de la propuesta,
puesto que en el sistema inglés el tribunal no debe dictar la correspondiente
resolución de liquidación dando lugar al winding up de la empresa, como sí ocurre en
el ordenamiento patrio (artículo 96 LRLAEP).

Ante estas evidencias, cabe preguntarse si es posible seguir el criterio antes


expresado por nuestros tribunales. Puga Vial es de la opinión que "[n]o existe en la ley
una exigencia expresa al respecto, pero no tenemos que olvidar que si el acuerdo es
rechazado o impugnado y acogida la impugnación, digamos, por efecto de
entendimiento entre acreedores, se impone legalmente la resolución de liquidación del
proponente frustrado y sería absurdo que la ley estuviera contemplando dicha
ejecución para estos convenios fallidos, si no discurriera en el sentido de que ellos
tienen por finalidad resolver una situación que de no mediar acuerdo debería
resolverse por medio de la liquidación judicial de la empresa"211. A nuestro juicio, si
bien la crítica es atendible, lo cierto es que la LRLAEP no parece establecer
mecanismos explícitos de control de la efectiva concurrencia de un presupuesto
objetivo, a menos que se entendiera que el examen a efectuar por parte del tribunal
en la admisibilidad de la solicitud fuese más que un análisis meramente formal
(artículo 57 LRLAEP)212 o la aprobación judicial se sustentase más allá de la
constatación de la ausencia de impugnaciones por parte de los acreedores (artículo
89 LRLAEP) o en la calificación de causales de impugnación ulteriores a las
taxativamente dispuestas en el artículo 85 LRLAEP. Asimismo, la ausencia de una
causa real de insolvencia no podría ser objeto de la nulidad del acuerdo, toda vez que
esta sanción se encuentra únicamente reservada al caso en que haya existido una
ocultación o exageración del activo o pasivo del deudor y de las que se hubiere
tomado conocimiento después del plazo para impugnar el Acuerdo de Reorganización
ya aceptado en la Junta de Acreedores (artículo 97 LRLAEP).

Por su parte, Sandoval López advierte que "la causa implícita de la aplicación de los
procedimientos concursales en el derecho positivo nacional, sigue siendo la cesación
de pagos, concebida como un estado patrimonial crítico, generalizado y permanente,
porque en esta materia la Ley  Nº  20.720 no ha innovado en absoluto lo que estaba
establecido antes, limitándose a reiterar algunos hechos reveladores"213. Al respecto,
si bien la construcción conferida por el autor parece centrarse en los Procedimientos
Concursales de Liquidación, dada la referencia a los hechos reveladores previstos en
el artículo 117 LRLAEP, dicha conclusión se enfrenta al problema de comprender
cómo ello se concilia con el hecho de que la oposición del deudor solo pueda cifrarse
en alguna de las excepciones contempladas en el artículo 464 CPC, propias del juicio
ejecutivo, y no en la desacreditación de la referida "causa implícita". Ello, a menos que
la referencia a las demás defensas que el deudor puede invocar de conformidad al
artículo 121 LRLAEP se dirijan precisamente a tal fin214.

De ahí se concluye, aunque en términos más generales, que la LRLAEP contiene


serias deficiencias en la construcción de los presupuestos objetivos de sus distintos
procedimientos, lo que ha llevado a múltiples y contradictorias conclusiones por parte
de nuestra jurisprudencia215. En el caso en particular del Procedimiento Concursal de
Reorganización, parece apropiado tener en cuenta la opinión de Jequier Lehuedé,
quien sostiene que "bastará entonces con que el propio deudor que declara su propia
insolvencia justifique, con los antecedentes financieros y contables a los que alude la
norma recién citada [artículo 56 LRLAEP], la existencia de una iliquidez que le impide
cumplir oportunamente y por medios normales sus obligaciones exigibles, aun cuando
aquella —su iliquidez— no llegue a ser estructural, permanente e irremontable"216.
La reconducción de la jurisprudencia a este camino parece más que oportuna, pero
dependiente de que no prospere una reforma en actual discusión que pretende
incorporar un inciso final al artículo 56 LRLAEP, precisamente en sentido contrario217.
Sin perjuicio de todo lo anterior, cabe matizar que el sometimiento a esta clase de
procedimientos por parte del deudor no está exento de riesgos y limitaciones: en
primer término, la posibilidad de que el tribunal competente termine por dictar la
correspondiente Resolución de Liquidación en caso de retiro de la propuesta (artículo
77 LRLAEP)218, el fracaso de la negociación (artículo 96 LRLAEP)219, o la
declaración de nulidad o el incumplimiento del acuerdo (artículo 100 LRLAEP); y,
luego, por las limitaciones que el inicio del procedimiento significa con relación a la
gestión de la empresa, en las que nos centraremos a continuación.

II. Limitaciones referidas a la gestión de la empresa propiamente tal

Durante el marco de la negociación, el deudor queda sujeto a la intervención por


parte del mismo Veedor designado en virtud de la Resolución de Reorganización.
Cabe advertir que si bien la misión fundamental de este Veedor es la de propiciar los
acuerdos entre el deudor y sus acreedores (artículos 2º, número 40, y 25 LRLAEP),
los deberes de dicho órgano concursal se extienden a otras tantas funciones
designadas en la definición que la norma contempla en el citado artículo 2º,
especialmente en lo que se refiere al resguardo de los intereses de los
acreedores220. Ahora bien, este deber no debe interpretarse de manera extensiva,
toda vez que el número 40 del citado artículo 2º LRLAEP lo reconduce al
requerimiento de las medidas precautorias y de conservación de los activos del
deudor, de acuerdo a lo establecido en la misma normativa. Tal reconducción nos
obliga a referirnos al listado de deberes consagrado en el segundo inciso del artículo
25, y, en particular, al dispuesto en su séptimo numeral que, sujeto a cierta
redundancia, reitera que debe impetrar las medidas precautorias y de conservación de
los activos del deudor que sean necesarias para resguardar los intereses de los
acreedores, sin perjuicio de los acuerdos que estos puedan adoptar. Por su parte, de
conformidad al artículo 57.2.b LRLAEP, corresponde al Veedor titular la intervención
del deudor, añadiendo que para tales efectos tendrá los deberes contenidos en el
artículo 25 del citado cuerpo legal. Tal disposición debe entenderse especialmente
referida al numeral octavo del citado artículo 25, relativo al deber de dar cuenta al
tribunal competente y a la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento de
cualquier acto o conducta del deudor que implique una administración negligente o
dolosa de sus negocios221, y, con la autorización del tribunal, adoptar las medidas
necesarias para mantener la integridad de los activos.

La reconducción circular de dicha normativa nos permite indicar que, si bien se


pretenden asignar al Veedor amplias facultades para supervisar las conductas
llevadas a cabo por el deudor en el marco de la Protección Financiera Concursal, en
caso alguno ellas implican la posibilidad de tomar sobre sí directamente sus negocios.
De esta manera, el Veedor no se convierte, por obra de la Resolución de
Reorganización, en una especie de coadministrador de la empresa, ni aun en el caso,
como observa Ruz Lártiga, en que "la crisis que sufre en (sic) deudor pudiera deberse
precisamente porque administró la empresa ineficientemente"222. Al contrario, la
dimensión de sus deberes lo dejan en una posición secundaria en la que las
limitaciones directas a la gestión de la empresa no son decididas directamente por
este administrador concursal, sino por el tribunal que está conociendo del
Procedimiento Concursal de Reorganización, previa solicitud fundada. Dicho de otro
modo, las posibilidades que redundan de la intervención a ser ejercida por el Veedor
se satisfacen en la denuncia al tribunal de aquellas conductas que —sujetas a una
valoración subjetiva de negligencia o dolo— pueden resultar perjudiciales para la
posición de los acreedores. Pero adviértase asimismo que las posibilidades de
reacción por parte de los tribunales se circunscriben a medidas precautorias y de
conservación que recaigan directamente sobre los activos del deudor, y que no
parecen extrapolarse a una incidencia mayor en las decisiones de negocio
emprendidas por la Empresa Deudora, volviendo a una lógica de protección debilitada
que sea compatible con los estándares del debtor-in-possession, antes aludidos.

III. Limitaciones a los actos dispositivos que puede llevar a cabo la Empresa Deudora

Esta clase de actos se encuentran de tal manera limitados que el deudor, por regla
general, no podrá gravar o enajenar sus bienes durante la Protección Financiera
Concursal, volviendo a la idea del desasimiento limitado o atenuado, en comparación
con el que procede de conformidad al artículo 130 LRLAEP en el contexto de los
Procedimientos Concursales de Liquidación. Sobre el particular, adviértase que el
legislador ha consagrado una regla general que comporta la limitación de todos los
actos dispositivos por parte del deudor, de manera que, para estos efectos, no parece
necesario que el Veedor solicite al tribunal medidas precautorias en particular que
impliquen la prohibición de celebrar actos o contratos, siempre que se trate de actos
conducentes a la enajenación o gravamen de sus activos o que se encuentren entre
las excepciones a dicha regla general, conforme reza la misma norma.

Esta prohibición general debe aunarse a la mención obligatoria de la Resolución de


Reorganización dispuesta en el artículo 57.7 LRLAEP, en el sentido de brindar
publicidad a las limitaciones que enfrenta el deudor con motivo de la Protección
Financiera Concursal, de manera tal que la referida resolución debe ser inscrita en los
registros de los Conservadores de Bienes Raíces correspondientes, al margen de la
inscripción de propiedad de cada uno de los inmuebles pertenecientes al deudor. Con
ello se logra conseguir el conocimiento por parte de los terceros que, si bien el deudor
conserva la administración de sus bienes (a diferencia de lo que ocurre en el contexto
de un Procedimiento Concursal de Liquidación), está sujeto precisamente a estas
restricciones. Lo anterior adquiere mayor relevancia si estimamos que, en caso de
infracción a dicha prohibición, tratándose de un acto o contrato prohibido por la ley,
cabe señalar que su infracción debe entenderse sancionada por la nulidad
absoluta223, sujetándose, en consecuencia, al régimen dispuesto en los
artículos 1681 y siguientes del Código Civil.

No obstante, la citada prohibición reconoce excepciones, dadas primeramente por la


enajenación o gravamen de los bienes que sean propios del giro o que sean
necesarios para el desarrollo de las actividades normales de la empresa.

La primera se trata de una excepción, que, como indica Puga Vial, en realidad
debería comportar la regla general en el régimen normal de las actividades
económicas224, del todo evidente y necesaria si se toma en consideración que el
propósito general del legislador es que, en el marco de la negociación de la
reorganización de la empresa, esta siga operando conforme a sus actividades
habituales, reconociendo que un entorpecimiento en el negocio podría conducir
irremediablemente a la inviabilidad del negocio y, en consecuencia, a la aplicación de
una fórmula de liquidación concursal.

La segunda ha producido, sin embargo, problemas interpretativos habida cuenta de


la redacción de la norma. Ella parecería indicar que pueden gravarse o enajenarse
bienes que resulten estrictamente necesarios para el normal desenvolvimiento de la
actividad, admitiendo, en consecuencia, la destrucción del valor de la empresa por
esta vía225. Ruz Lártiga hace presente lo anterior, señalando que, de referirse a
bienes esenciales para la actividad del deudor, no cabría la más mínima posibilidad de
la reorganización, por lo que se "obliga al intérprete a encontrar la lectura que pueda
producir un efecto coherente, a menos de relegar la norma al absurdo que presenta
su tenor literal"226.

En todo caso, como hemos indicado, la ausencia de facultades coadministrativas


por parte del Veedor implicará que, en el ejercicio de las potestades propias del
deudor (o de sus órganos administrativos), no se requiera visación alguna para la
celebración de esta clase de negocios, lo que redundará en que cualquier discusión
sobre el debido encuadre de las situaciones de hecho descritas por la norma —esto
es, la pertenencia de los bienes al giro de la empresa o la necesidad para el desarrollo
normal de sus operaciones— podrá ser posteriormente discutido en la sede de la
correspondiente acción de nulidad227.

Una tercera excepción se refiere a las posibilidades adicionales de venta de activos


para la obtención de liquidez por parte de la empresa a fin de que, durante el iter
negocial, pueda seguir desarrollando sus actividades. Al efecto, una de las principales
preocupaciones que se observan en la regulación del Procedimiento Concursal de
Reorganización es que se transforme este en un mecanismo que realmente permita el
rescate de aquellas empresas que, si bien enfrentan algún grado de crisis patrimonial,
son viables y que, en consecuencia, no es precisa la utilización de instrumentos
liquidatorios que dispersarán bienes o unidades económicas para un uso de mayor
valor. En otras palabras, se concentran en sus disposiciones ideas enmarcadas en la
construcción de un sistema concursal en que queda en manos de los particulares,
esencialmente del deudor y de sus acreedores, la decisión de los destinos de los
bienes y de las actividades del primero, basados primordialmente en finalidades de
eficiencia, medidas en razón de la maximización de posibilidades de cobro228. No
obstante, resulta evidente que el proceso reorganizativo de la empresa no puede
sostenerse si, durante el proceso de negociación, sus actividades se encuentran
suspendidas por falta de liquidez. Constatada esta necesidad, se fueron propiciando
modelos de tutela de estos medios de obtención de recursos, primero de forma
convencional y luego legal, bajo la lógica de la tutela al "fresh money". Sobre el
particular, la LRLAEP diseña especialmente dos mecanismos para la obtención de
liquidez (artículo 74 LRLAEP), como son la venta de activos y la contratación de
préstamos durante la Protección Financiera Concursal. Así, y siguiendo la tendencia
comparada de dar alguna suerte de protección a estos dineros frescos229, el
ordenamiento chileno articula estas herramientas en el marco de la finalidad propia de
la reorganización concursal. Volveremos sobre este punto en el Capítulo V siguiente.

IV. Limitaciones respecto a ciertos actos societarios

Finalmente, la ley impide la modificación de pactos y estatutos sociales, como


también a su régimen de poderes (artículo 57.2.c LRLAEP), en la medida que la
Empresa Deudora esté configurada como una persona jurídica de derecho
privado230. Con ello, se pretende una cristalización de la situación jurídica del deudor
y de sus órganos societarios o corporativos, de manera de fijar los contornos de
aquella parte con la que los acreedores están negociando una salida que permita la
subsistencia de la empresa. Dicha cristalización parece obedecer a diversas
finalidades, tales como evitar que, por medio de una reestructuración societaria, se
produzca una asignación de activos en una entidad diversa (por ejemplo, mediante la
técnica de la división)231, como también, por ejemplo, el establecimiento de
limitaciones de responsabilidad a los socios, allí donde originalmente no existían232.
En todo caso, la norma se presenta de manera total, de manera que no podrá
infringirse dicha limitación sin caer en la sanción de la nulidad absoluta, ni aun en el
caso en que pudiese probarse una ventaja para la posición de los acreedores (artículo
11 CC).

Aun cuando la norma parezca demasiado restrictiva, esta parece responder a la


idea de que cualquier modificación de esta entidad requiere de la valoración positiva
por parte de los acreedores y sujetarse al quórum de aprobación del Acuerdo de
Reorganización (artículo 79 LRLAEP), no admitiendo que dichas modificaciones
pudiesen tener lugar en la etapa de las negociaciones, ni aun con el consentimiento
de una mayoría reforzada de los acreedores. Si bien autores como Ruz Lártiga
cuestionan dicha decisión legislativa, "muy recurridas en materia de ingeniería jurídica
societaria y financiera"233, cabe recordar que el periodo de negociación previsto en
nuestro ordenamiento es bastante breve y solo de manera excepcional podrá apenas
superar los noventa días. De este modo, una reestructuración corporativa de la
Empresa Deudora, que no sea sopesada conforme a la ritualidad de la negociación
que supone la dinámica del acuerdo, parece poco probable y, de ser necesaria,
posiblemente estará siendo escasamente ponderada por el deudor y sus acreedores.

Ahora bien, si dichas afirmaciones pueden ser aceptadas en lo que se refiere a las
reformas de pactos y estatutos sociales, ellas carecen de fuerza al tiempo de tratar la
imposibilidad de modificar el régimen de poderes234. Si bien la normativa parecería
fundarse en la idea de que no se produzcan cambios en el interlocutor del deudor
durante la fase de negociación del Acuerdo de Reorganización, la norma se presenta
de forma demasiado restrictiva, especialmente en los casos en los que puede
advertirse que las posiciones de las partes (incluso la del deudor) se encuentran en
peligro por el hecho de mantener los poderes vigentes respecto a quienes han podido
provocar (incluso dolosa o negligentemente) la crisis de la Empresa Deudora235. Si
bien podrá sostenerse que en estos casos lo conveniente sería resolver el punto antes
del inicio del procedimiento, la cuestión se torna más compleja en el caso de que las
conductas dañosas sean descubiertas durante la vigencia de la Protección Financiera
Concursal.

Por su parte, la misma norma limita la posibilidad de venta de las acciones de la


sociedad concursada a efectos de asegurar que la misma mantiene su posición en el
grupo societario al que pertenece, o, al menos, a evitar el peligro del denominado
"cambio de control". En este caso, la norma ya no se estructura a modo de
prohibición, sino que se sujeta a un trámite aprobatorio previo por parte del Veedor y
que, en caso alguno afecta el acto o contrato que sirve de título a dicha transferencia,
sino solo a su inscripción en los registros sociales236. De lo anterior, cabe considerar
que la infracción de dicha normativa no estará sancionada con la nulidad absoluta del
acto, sino con su nulidad relativa, en atención a la calificación de una norma
imperativa de requisitos.

199 En este sentido, Contador Rosales y Palacios Vergara (2015), p. 69.

200Ruz Lártiga (2017), p. 280. Sobre este particular, debe recordarse el débil sistema de protección
de la negociación en el marco de la Ley Nº 18.175, luego, Libro IV del Código de Comercio. Al efecto,
de conformidad al artículo 177 bis, hoy derogado, durante el periodo de suspensión el deudor no podía
gravar o enajenar sus bienes, sino solo aquellos expuestos a un próximo deterioro o a una
desvalorización inminente, o los que exigiesen una conservación dispendiosa, y aquellos cuyo
gravamen o enajenación resultasen estrictamente necesarios para el normal desenvolvimiento de su
actividad, siempre que contase con la autorización previa el síndico para la ejecución de dichos actos.

201 La idea, conforme se expresa en dichos documentos, es evitar costos innecesarios, reflejar el
carácter anticipatorio de esta clase de reestructuraciones empresariales y generar incentivos reales
para que los deudores acudan a estos esquemas de reorganización preventivas. Por ello, la idea es que
el nombramiento de un administrador concursal, sea como interventor o como gestor temporal, tenga un
carácter excepcional, midiendo su necesidad a partir de las circunstancias concretas o las necesidades
específicas de cada deudor. No obstante, la Directiva (UE) Nº  2019, 1023, de 20 de junio de 2019,
agrega que "[n]o obstante, los Estados miembros deben poder determinar que el nombramiento de un
administrador en materia de reestructuración sea siempre necesario en determinadas circunstancias,
como, por ejemplo: en caso de que el deudor disfrute de una suspensión general de ejecuciones
singulares; cuando el plan de reestructuración deba ser confirmado por medio de una reestructuración
forzosa de la deuda aplicable a todas las categorías; cuando el plan de reestructuración incluya
medidas que afecten los derechos de los trabajadores, o cuando el deudor o sus administradores
sociales hayan actuado de modo delictivo, fraudulento o perjudicial para las relaciones empresariales".
Si se observa la normativa dispuesta en la LRLAEP, esta ha optado por un modelo de intervención
obligatoria, que va en línea con las limitaciones de los derechos de los acreedores, pero que, aun en el
caso de detectar actuaciones fraudulentas o groseramente culpables, no admite mayor graduación
mediante un incremento en las potestades de gestión por parte de los Veedores.

202 En el mismo sentido, Puga Vial (2014a), p. 237.

203Puga Vial (2014a), p. 237.

204Ruz Lártiga (2017), p. 279.

205 De manera algo confusa se ha referido el Tribunal Constitucional a esta especie de desasimiento
en la órbita del Procedimiento Concursal de Reorganización, confundiendo el efecto que se produce en
virtud de la dictación de la Resolución de Liquidación. En este sentido, revisando un recurso de
inaplicabilidad relacionado con el delito de giro doloso de cheques, argumentó lo siguiente: "20º. Que,
atendido lo anterior, no se puede preterir que, el requirente con fecha 5 de mayo de 2015, se acogió al
procedimiento concursal de reorganización, en los términos establecidos en la Ley  Nº  20.720, lo cual
así fue declarado mediante resolución judicial, del 9º Juzgado Civil de Santiago, rol Nº C 12283 2015,
de fecha 16 de junio de 2015, resolución que en su numeral 2, letra a), sostiene que "No podrá
declararse ni iniciarse en contra de la empresa deudora un Procedimiento Concursal de Liquidación, ni
podrán iniciarse en su contra juicios ejecutivos, ejecuciones de cualquier clase o restituciones en juicios
de arrendamiento. Lo que no se aplicará a los juicios laborales sobre obligaciones que gocen de
preferencia de primera clase, suspendiéndose en este caso sólo la ejecución y realización de bienes de
la empresa deudora, salvo que se trate de juicios laborales de este tipo en que el deudor tuviere tal
carácter, en favor de su cónyuge, de sus parientes; o de los gerentes, administradores, apoderados con
poder general de administración u otras personas que tengan injerencia en la administración de sus
negocios"; 21º. Que, de conformidad a lo referido precedentemente se produjo en la fecha indicada el
desasimiento del requirente, con lo cual, es el veedor designado en la respectiva resolución judicial,
quien asume la misión principal de propender a los acuerdos entre el deudor y sus acreedores,
debiendo resguardar los intereses de estos últimos; 22º. Que, ocurre que el requerido recién inicia la
gestión judicial previa para configurar el delito de giro doloso de cheques, que es la gestión judicial
pendiente que permitió la admisibilidad del requerimiento de autos, el 3 de junio de 2015, es decir, en
fecha posterior a la solicitud de que se le aplicara al requirente el procedimiento concursal de
reorganización, por lo que, los cheques que fundamentan la acción penal del presunto delito, debieron
hacerse valer dentro del procedimiento concursal de reorganización y en el plazo establecido en el
numeral 7 de la resolución citada en el considerando 20º" (STC de 27 de diciembre de 2016, causa rol
Nº 3141-2016).

206 Sobre la problemática general de la indefinición del fundamento objetivo de los procedimientos
concursales, vid. Puga Vial (2016), pp.  57-59. En relación con dicha indefinición en la órbita de la
reorganización, Jequier Lehuedé (2019), p.  107, sostiene que el hecho de que la LRLAEP no exija, al
menos explícitamente, que concurra algún hecho externo o revelador de la situación de insolvencia, que
justifique la apertura del procedimiento, no significa que el legislador prescinda de ella en los concursos
voluntarios, como el procedimiento concursal de reorganización.

207 Definición que ya había sido anticipada en el artículo 2º, número 1 LRLAEP, al definir el acuerdo
de reorganización como "aquel que se suscribe entre una Empresa Deudora y sus acreedores con el fin
de reestructurar sus activos y pasivos, con sujeción al procedimiento establecido en los Títulos 1 y 2 del
Capítulo  III [...]". La liberalización de los contenidos del Acuerdo de Reorganización permiten a la
Empresa Deudora ofrecer a sus acreedores una propuesta destinada a mantener su funcionamiento
sobre la base de un catálogo abierto de posibilidades, incluyendo, solo a modo de ejemplo, una
afectación a los créditos (mediante condonaciones, prórrogas, etc.), la alteración de la conformación
societaria (incluyendo capitalizaciones de deuda, transformaciones, fusiones, divisiones), la enajenación
de bienes o unidades económicas, entre otros.

208 SCA de Santiago, de 11 de enero de 2018, causa rol Nº  11465-2017 (caso "Financoop"). Al
efecto, la Iltma. Corte de Apelaciones de Santiago sostuvo lo siguiente: "Cuarto: Que el capítulo III de la
Ley número 20.720 contiene las normas sobre el procedimiento concursal de reorganización judicial, la
que es caracterizada por las exigencias que el artículo 56 de la mencionada ley impone al peticionario
en este caso. La protección de los intereses de acreedores y deudores y el correcto funcionamiento de
la cadena de pagos en el mercado, unido a los propósitos perseguidos por el legislador que se han
reseñado en el motivo precedente, permiten concluir que no hay más requisitos para el solicitante que
aquellos expresa y determinadamente prescribe la norma que se ha citado, entre los cuales no se
encuentra la insolvencia, actual o potencial, del deudor. En efecto, de lo que se trata es que la empresa
pueda reestructurar sus pasivos, de manera de posibilitar el pago de las acreencias y evitar de ese
modo un estado de insolvencia que le lleve a la liquidación.

Quinto: Que, en efecto, la finalidad del legislador fue concebir soluciones concursales que no se
fundamentaran exclusivamente en el fenómeno de la insolvencia. Así, mientras el procedimiento de
liquidación de la empresa o persona deudora persigue favorecer el cobro de los acreedores, en la
reorganización es el deudor quien busca reordenar sus pasivos por vía judicial, con independencia de si
las acreencias que existen en su contra se encuentran pendientes de exigibilidad o vencidas".

209Finch (2009), p.  482; y Bork (2012), p.  53. De esto resulta que, en principio, no es un
procedimiento concursal propiamente tal, aunque se sujete a una cierta lógica colectiva, a pesar de que
puede ser utilizado para la resolución del dilema de la insolvencia de la sociedad deudora.

210Finch (2009), p. 481.

211Puga Vial (2014a), p. 216.

212 Añadiendo a lo anterior que la nueva normativa concursal (artículo  56 LRLAEP), en


contraposición a lo otrora dispuesto en el artículo  173 del Libro  IV del Código de Comercio (en
referencia al artículo  42, número 5 del mismo cuerpo legal), ya no exige que el deudor presente
conjuntamente con la propuesta de convenio "una memoria de las causas directas e inmediatas del mal
estado de sus negocios, debiendo ella dar cuenta de la inversión del producto de las deudas contraídas
y de los demás bienes adquiridos en el último año".

213Sandoval López (2014), p. 71.

214Caballero Germain (2015), p. 154.


215 La cuestión, sin embargo, ha sido más crítica en lo que se refiere a las liquidaciones voluntarias.
La posibilidad de abuso del procedimiento para la mera obtención de la extinción de los saldos
insolutos, incluso por deudores que no serían meritorios de tal beneficio, ha derivado en la creación de
diversas fórmulas correctoras por parte de la Superintendencia de Insolvencia y Reemprendimiento
(especialmente, el Oficio Circular Nº 4, de 26 de enero de 2018) y de los tribunales de justicia. Estos
últimos han establecido limitaciones al inicio del procedimiento reformulando el aparentemente ausente
presupuesto objetivo de la liquidación voluntaria (artículos  115 y 273 LRLAEP), para lo cual han
discurrido sobre la incidencia implícita de la buena fe para la obtención de dicha ventaja, o, muy
usualmente, han hecho un peculiar uso del principio de especialidad previsto en el artículo 8º LRLAEP,
en particular en lo que se refiere al crédito con aval del Estado. Sobre este particular, vid. Caballero
Germain (2018), pp. 133-172.

Sin perjuicio de lo anterior, nos parece acertada la aproximación de la Corte Suprema sobre este
punto: "Cuarto: Que resulta útil señalar que la liquidación concursal constituye un procedimiento judicial
cuya finalidad es liquidar de un modo rápido y eficiente los bienes de una persona natural o jurídica
para pagar con dicho producto sus acreencias. La liquidación es forzada cuando es solicitada por un
acreedor; por el contrario, es voluntaria cuando es el propio deudor o empresa deudora quien solicita su
declaración. Así lo señala el artículo  2º de la Ley  Nº  20.720, en su numeral 18, al prescribir que la
liquidación voluntaria es: 'aquella solicitada por el Deudor, conforme al Párrafo 1 del Título  1 del
Capítulo IV de esta ley'.

El sustrato fáctico de esta acción concursal lo instituye la cesación de pagos, esto es, aquel estado
patrimonial que impide al deudor cubrir oportuna e íntegramente sus compromisos. Constituye una
verdadera auto denuncia del estado de insolvencia del deudor en interés general de los acreedores,
para evitar los cobros individuales y forzar los colectivos en el concurso [...].

Séptimo: Que la liquidación voluntaria equivale a la solicitud de la declaración de la propia quiebra del
deudor en el antiguo juicio de quiebras, para lo cual bastaba que éste lo pidiera. Bajo su vigencia no era
necesario que invocara alguna de las causales que la hacían procedente, bastando que la pidiera para
que se entienda que padece de un estado de cesación de pagos. 'La petición de quiebra por el propio
deudor constituye un hecho revelador de su estado patrimonial crítico, es una confesión expresa y
judicial de cesación de pagos'. (Ricardo Sandoval López Manual de Derecho Comercial. Tomo  III.
Santiago, Editorial Jurídica de Chile. Año 1992. Pág. 104).

Lo expuesto resulta plenamente aplicable a la solicitud de liquidación voluntaria, en cuanto debe ser
considerada como una manifestación o reconocimiento del estado de insolvencia que lleva a iniciar un
procedimiento de ejecución universal, precisamente por estimarse que dicha situación no es superable.
En efecto, se ha dicho que: 'El conocimiento acerca del mal estado de los negocios propios descansa,
por cierto, en el mismo sujeto que opera en el mercado. De hecho nadie conoce mejor la realidad
financiera personal que la propia Empresa Deudora'. (Nelson Contador Rosales y Cristián Palacios
Vergara, en su obra citada. Pág. 143).

Octavo: Que tal criterio no puede estar ausente al momento de analizar las exigencias que establece
la disposición legal antes citada y en especial la que motiva la discusión, esto es, la prevista en su
numeral 3)  de acompañar la empresa deudora una 'relación de sus juicios pendientes'. Este requisito
está dispuesto precisamente en razón de la necesidad de poner en conocimiento del tribunal y del
liquidador el estado de sus negocios y de su situación de activos y pasivos, ámbito en el cual resulta
relevante la existencia de procesos judiciales que pudieran estar llevándose en su contra.
Sin embargo, tal exigencia no se traduce en la necesidad de que efectivamente éstos existan o se
encuentren vigentes, como si se tratara de un presupuesto de procedencia del instituto de la liquidación
voluntaria. Cabe destacar que cuando el legislador ha contemplado la necesidad

de que existan juicios pendientes lo ha manifestado en forma expresa, como ocurre en el caso de la
liquidación forzosa (artículo 117 Nº 2 de la Ley Nº 20.720).

Noveno: Que de lo expuesto es posible afirmar que el sustrato ideológico y fáctico de las acciones
concursales y en particular, de la liquidación voluntaria, esto es, la situación de insolvencia o cesación
de pagos, no resulta amenazada por el hecho de no existir juicios pendientes, desde que tal
presupuesto puede comprobarse por el cumplimiento de los demás requisitos exigidos por la ley, como
ocurrió en la especie con los antecedentes que la empresa deudora adjuntó a su petición, con los que a
prima facie justifica así su reconocimiento de insolvencia y situación de incumplimiento" (SCS de 11 de
julio de 2019, causa rol Nº 20607-2018 [caso "Lorena Magali Echeverría Aravena E.I.R.L.]). En similar
sentido, vid. también SCS de 26 de septiembre de 2017, causa rol Nº 5053-2017 (caso "Network Retail
Servicios Compartidos SPA").

216Jequier Lehuedé (2019), p. 107.

217 En el proyecto del que da cuenta el Boletín Nº 12.025-03, se contienen indicaciones que inciden
en la reforma de la LRLAEP. Los senadores Pizarro y Rincón han propuesto un nuevo inciso final del
artículo 56, que dispondría lo siguiente: "[n]o será necesario a la empresa deudora invocar ni acreditar
su insolvencia ni cesación de pagos".

218 A menos que el retiro de la propuesta efectuado por el Deudor cuente con el apoyo de
acreedores que representen al menos el setenta y cinco por ciento de su pasivo.

219 Lo anterior, a menos que en la misma Junta de Acreedores llamada a conocer y pronunciarse
sobre el acuerdo permitan al deudor, con quórum especial (correspondiente a acreedores que
representen dos tercios del pasivo con derecho a voto), publicar una nueva propuesta y acompañarla al
tribunal diez días antes de la celebración de una nueva Junta de Acreedores citada para su revisión.

220Jequier Lehuedé (2019), p. 282, se refiere a estas facultades como "funciones de resguardo", para
la tutela del interés de los acreedores.

221 Advirtiendo, también, que según el Oficio Circular SIR Nº  2.542, de 6 de julio de 2016, en sus
cuentas mensuales el Veedor deberá: "(i)  referirse expresamente a los negocios de la Empresa
Deudora en el Procedimiento Concursal de Reorganización; (ii) dar cuenta de cualquier acto o conducta
que signifique una administración negligente o dolosa de los negocios de la Empresa Deudora; (iii) dar
cuenta y referirse a cada una de sus obligaciones como Veedor establecidas en los numerales del
artículo 25 LRLAEP y adjuntar documentación de respaldo de sus actuaciones, si así procediere".

222Ruz Lártiga (2017), p. 281.

223Puga Vial (2014a), p. 237.

224Puga Vial (2014a), p. 237.

225 Aun cuando, como hemos advertido, esta forma de expresión ya se encontraba en el artículo 177
bis de la Ley Nº 18.175.

226Ruz Lártiga (2017), pp. 282-283.


227 De conformidad a la Guía Legislativa de la CNUDMI sobre el Régimen de Insolvencia (2004),
procede aquí la distinción entre la utilización y la disposición de los bienes de la masa en el curso
ordinario de los negocios y en otras circunstancias. En la primera, se indica que dichas decisiones
podrían ser tomadas por el representante, sin que sea necesario notificar a los acreedores u obtener
una aprobación del tribunal, a diferencia de lo que ocurre en los actos que se alejen de los márgenes
normales de sus negocios (pp. 125-127). El sistema chileno propiciado por la LRLAEP discurre en una
forma ligeramente diversa, como estamos señalando, sin establecer medidas de gestión directa por
parte del Veedor, sino solo de intervención para efectos de supervigilar las acciones realizadas por la
Empresa Deudora durante la fase de negociación.

228Goldenberg Serrano (2015a), passim.

229 La tutela del "fresh money" toma como primer antecedente la regulación del "post-petition
financing" en la legislación concursal norteamericana. El modelo se ha ido replicando en otros
ordenamientos, citando, solo a modo ejemplar, el Derecho francés (artículo  L.611¿11 del Code de
Commerce); el Derecho italiano (artículos  67.3, 111, 182 quater y 182 quinquies de la Legge
Fallimentare); y el Derecho español (artículos  84.2.11 y 91.6 LC). Especialmente, la Directiva (UE)
Nº  2019, 1023, de 20 de junio de 2019, consagra que: "[a] menudo, el éxito de un plan de
reestructuración depende de si se concede ayuda financiera al deudor para apoyar, en primer lugar, el
funcionamiento de la empresa durante las negociaciones sobre la reestructuración y, en segundo lugar,
la aplicación del plan de reestructuración tras su confirmación. La ayuda financiera debe entenderse en
sentido amplio, incluida la aportación de dinero o garantías de tercero y la entrega de existencias,
materias primas y suministros, por ejemplo, mediante la concesión al deudor de un plazo de reembolso
más largo. La financiación provisional y la nueva financiación deben quedar, por lo tanto, exentas de
acciones revocatorias que pretendan declarar dicha financiación nula, anulable o no ejecutable como un
acto perjudicial para el conjunto de los acreedores en el marco del ulterior procedimiento de
insolvencia".

230 En el texto inicial, el Mensaje de la ley solamente daba cuenta de la limitación de los estatutos
sociales (Historia de la Ley  Nº  20.720, Mensaje, p.  39). Las demás limitaciones, referidas a la
modificación del régimen de poderes y a la transferencia de las acciones, provino de la indicación
presentada por los senadores Espina y Novoa (Historia de la Ley Nº 20.720, Segundo Informe de las
Comisiones Unidas, pp. 660-661).

231 En este sentido, Contador Rosales y Palacios Vergara (2015), p. 71.

232 Así, al incorporarse las limitaciones a la transferencia de acciones, se explicó lo siguiente: "
[r]especto de la indicación 42 a, la unanimidad de los miembros la consideró pertinente y solicitó a la
Superintendencia que proponga un nuevo párrafo que recoja lo discutido en la sesión, en cuanto a que
la restricción a la venta de participación social de una sociedad de responsabilidad limitada también se
aplique a las sociedades de capital, para evitar la disolución de la responsabilidad, el cambio de la
propiedad o controlar la votación en la junta que vota a favor del Acuerdo de Reorganización Judicial,
entre otras maquinaciones. Todo ello sin vulnerar el derecho de propiedad adquirido. Sobre el particular,
la señora Superintendenta consideró pertinente tener presente lo dispuesto en el artículo  14 de la
Ley  Nº  18.046, sobre Sociedades Anónimas, y en el artículo  17 de la Ley  Nº  1.116, de 2006, que
establece el Régimen de Insolvencia Empresarial en Colombia" (Historia de la Ley Nº 20.720, Segundo
Informe de las Comisiones Unidas, p. 661).

233Ruz Lártiga (2017), p. 286.


234Ruz Lártiga (2017), p. 286.

235Ruz Lártiga (2017), p. 286.

236 Excepción debe ser efectuada a las sociedades anónimas abiertas que hagan oferta pública de
sus valores, en atención a que, al parecer, no resulta pertinente que por una normativa concursal pueda
restringirse la libre operación del mercado de valores, que, a su vez, contiene normas protectoras
especiales para velar por los intereses de los inversionistas.

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